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Psicoauditación - Juan M.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 03/10/2024 Vaquia, Johan Seltzer


Sesión 03/10/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan M.

Un área de su mundo, donde vivía, era temido porque de noche desaparecía gente. Se percibían sombras que hasta respiraban. La entidad relata que siendo genetista no aceptaba que hubiera personas que se transformaran en bestias.

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Entidad: En la vida actual no solamente tengo muchos engramas sino también muchos roles del ego que me condicionan porque tengo muchas posibilidades de sacar adelante mis proyectos, pero quizá por ser poco proactivo, por creerme estar más seguro en mi lugar de confort entonces es como que sin darme cuenta hago procrastinación, voy dejando las cosas.

 

Entiendo que los condicionamientos afectan, entiendo también que estoy vulnerable, pero a veces me siento... no responsable, no voy a evitar la palabra culpable... me siento culpable por apoyarme en esas excusas: "Bueno, esto no lo hago porque estoy condicionado. No me pongo firme en lo otro porque mis roles del ego me manipulan". ¿Cómo? ¿Y yo qué soy como ser humano, un cero a la izquierda?

Yo no me considero permisivo, pero es cierto que los engramas, de alguna manera, me causaron un tremendo bajón que debilitaron mi aura y de alguna manera es como que entidades del error me susurran. Yo no soy una persona que tenga miedo, pero hay que estar en mi lugar y sentir esas presencias. Y bueno, dejo que mi thetán relate el por qué de esos engramas.

 

En un mundo moderno, así como es Sol III hoy en el siglo XXI, con exactamente la misma tecnología, el mundo se llama Vaquia, con la Uve o B corta.

Pero en uno de los países del viejo continente hay un inmenso bosque que atraviesa montañas, cordilleras, y si bien hay bosques menos peligrosos hay otros como el Bosque de las Sombras que justo está cerca de nuestra vivienda, hay seres como únicamente se han visto en ese mundo medieval llamado Umbro, el IV planeta de Aldebarán.

Pero ese era un mundo medieval, antiguo, pero en un mundo moderno donde sabemos la diferencia entre la realidad, entre las leyendas y los mitos no podemos que nuestra mente nos engañe y que toda la ciudad murmure que adentrándose en ese bosque existe la posibilidad que no salgas con vida debido a las bestias que habitan en él.

Pero voy más allá; algunas de esas bestias durante el día pueden convivir con nosotros en forma humana... pequeños estudiantes, empleados, hasta los mismos profesores donde yo enseño genética.

 

Mi nombre en esa vida era Johan Seltzer y mi pareja se llamaba Cathrin Braun, era licenciada en antropología. Ambos teníamos coincidencias en nuestra manera de pensar.

Muchas veces el último día hábil de la semana me iba al bar con los muchachos a tomar algo y ella me contaba cuando regresaba que cuando estaba sola con todas las luces apagadas y cuando ni siquiera entraba por la ventana el reflejo de la luna veía como ciertas formas antropomórficas, transparentes pero claras, como espectros, y le cogían enormes ataques de pánico. Y me reprochaba por dejarla sola.

Le digo:

-Estoy toda la semana trabajando, la genética no es una tontería, entiendo que tampoco la antropología que tú haces, pero disfruto un par de horas con los muchachos.

 

Y cuando volvía caminando esas calles de la ciudad percibía por los costados como una respiración, como un aliento... Me daba vuelta y no había nadie. Pero en las paredes oscuras de las casas donde no iluminaban la luz de los faroles, se veían entidades más oscuras, como sombras.

Pero yo era una persona bien formada, instruida, yo sé que una sombra es producida por un objeto que se interpone entre la luz y donde se proyecta la sombra, pero cuando tú ves solamente la sombra, una sombra que tiene movilidad propia y que a veces sale de esa pared y se corporiza y camina detrás tuyo como si fuera un ser humano pero es sólo una sombra, claro que te coge pánico, un pánico tremendo, un pánico brutal.

Y cuando se lo contaba a mi pareja, Cathrin, ella me planteó varias veces la posibilidad de mudarnos a la zona céntrica.

Le dije:

-El poco dinero que tenía lo gasté arreglando el techo.

 

Pudimos comprar una casa bastante vieja con techos de chapa. Le saqué todo eso, le puse cemento y arriba le puse tejas, ahora se ve muchísimo mejor.

Pero ya no tenía dinero, y una casa en zona céntrica salía tres, cuatro veces más cara. Y qué, ¿nos íbamos a meter en una hipoteca? No estábamos ahorrando.

Es cierto que en la facultad, yo como profesor y ella como licenciada ganábamos bien, teníamos algunos ahorros, pero no era para cambiar de lugar y menos para meternos en una hipoteca, ni siquiera teníamos dinero para un adelanto.

En casa siempre se rompía algo, la casa no era nueva, los caños de agua eran viejísimos, una de las paredes de la sala la tuve que picar por completo. Y eso lo hice yo. Pero de plomería sabía poco y tuvimos que contratar a una persona que cambió los caños metálicos por una especie de plástico moderno que se adosaban con un pegamento y no se oxidaban para nada, era plástico. Pero no lo podíamos hacer en toda la casa, no es que el hombre cobrara caro pero cambiar todos los caños lo íbamos haciendo de a poco, remendando como la costurera remienda un vestido.

La ventaja era que estábamos a pocas calles de la facultad, íbamos caminando, pero claro, ¡je, je, je!, en el sentido opuesto a pocas calles comenzaba el Bosque de las Sombras. Algunas noches se escuchaban aullidos.

 

Yo paraba la oreja cuando estaba en la facultad y había terminado el curso y veía a los jóvenes que decían:

-¿Y los licántropos?, el guardián ya nos dijo: "No se pueden quedar después de las dieciocho, a más tardar las diecinueve horas. Cuando oscurece yo no puedo hacerme cargo de todos". Porque incluso venían de otras facultades y se adentraban más en el bosque.

 

Hubo un campamento entero que desapareció, los padres dieron parte a la policía y solo encontraron alforjas, linternas, restos de una carpa, ropa de alguno de los estudiantes rasgada y manchada de sangre, pero no se veía ningún cadáver.

Y sí, yo puedo ser pragmático, al fin y al cabo no soy un improvisado, tengo una enorme convicción de lo que es la genética y sé que es imposible que un estudiante, un trabajador, un administrativo convivan con nosotros y en algún momento se transformen en bestias.

 

Una estudiante que vino de otro país, Alcira, dice que había sido perseguida por un vampiro. Me lo dijo en confidencia.

Le pregunté:

-¿Y cómo sabes que es un vampiro?

-Primero, profesor, por su vestimenta, como de hace dos siglos, su rostro pálido. Me habló incluso con voz tenebrosa y me dijo: "Acércate, no te haré daño". Por supuesto que no me acerqué -me contó Alcira-, salí corriendo, vi que me iba alejando más de doscientos metros del hombre y ya estaba saliendo al claro y de repente detrás de un árbol lo veo a ese hombre con los ojos inyectados en sangre y sonriéndome y mostrándome esos colmillos de vampiro. Pero en lugar de asustarme, profesor, me pregunté que si corría a toda velocidad y él estaba como doscientos metros detrás mío, ¿cómo apareció adelante mío? Obviamente, yo era muy buena en la práctica de baloncesto, lo esquivé como si fuera un rival o una rival y corrí hasta la salida del bosque. Pero hay distintos tipos de bestias, profesor, una amiga vio un hombre lobo...

Le dije:

-Alcira, no hace falta que me des el nombre de tu amiga, queda entre nosotros. ¿Pero un hombre lobo?

-Sí, profesor. Desgarran a sus víctimas las destrozan y las comen, a diferencia de los vampiros que te chupan la sangre. Y hay otras alimañas que han visto otras compañeras. De día raramente se ve alguna bestia, entonces acampamos, llevamos una guitarra cantamos. Incluso hasta sospechábamos del guardián que está con un cayado y un gorro bastante antiguo. Pero bueno, lo conocemos hace tiempo, un señor grande. Y nos advierte: "Tened cuidado que en invierno oscurece más temprano, apenas se va poniendo el sol. Además, con las copas de los árboles apenas se ve. Vayan levantando el campamento y se van yendo". Últimamente no llevábamos carpa, profesor, solamente nuestras mochilas, algún sándwich ni siquiera la guitarra, solamente para conversar, tomar un poco de aire fresco. Hasta que el rumor llegó a nuestros padres y no quieren que nos internemos en el bosque. O sea, que no somos nosotras, profesor. Nuestros padres, que son incluso mayor que usted, profesor Seltzer, ellos también creen y saben que no es leyenda.

 

Obviamente no le conté nada. Le dije:

-Mira -mintiéndole-, son leyendas. Yo no creo en esas cosas, seguramente esa persona que viste era un bromista.

-¿Un bromista, profesor? ¿Y cómo recorrió doscientos metros en dos segundos?

-¿Y cómo sabes que no eran dos disfrazados de la misma manera? En una casa de chascos se compran esos dientes que imitan a un vampiro para distraerse, para divertirse, para bromear.

-Mi amiga, profesor, la que vio al hombre lobo, está en un año más adelantada que yo y sabe perfectamente cuando alguien es un licántropo de verdad o cuando es una persona disfrazada, porque se nota, profesor, se nota.

-Bueno -le respondí-. Mira, Alcira, yo sé que son leyendas, pero si tanto tú como tus compañeras tienen miedo vayan únicamente los fines de semana desde la mañana hasta primeras horas de la tarde y luego vuelven a sus casas. Además, cerca de la facultad tienen varias cafeterías, pueden tomar un capuchino, comerse unos croissants, no tienen necesidad de ir al bosque. Además, hay muchas plazas y parques en la ciudad donde pueden estar en el césped tranquilamente.

-Gracias por su atención, profesor, yo sé que usted es escéptico porque es profesor de genética, pero le puedo jurar que esas cosas existen.

-De todas maneras cuídate, Alcira. -Y me marché, se notaba que mi frente estaba llena de sudar. Me faltaba la última hora del curso y la hice como pude, me sentía descompuesto del estómago.

 

Honestamente, por un lado me sentía no protector, pero sí que los alumnos confiaran en mí, pero por otro lado escuchar ese tipo de historias sabiendo que eran verdaderas me ponían muy mal. A veces incluso evitaba comentarle a mi esposa todas esas historias de los estudiantes para no agravar más su situación, porque por momentos tenía miedo de que ella perdiera la razón. Pero no sabíamos qué hacer, como dije antes no podíamos mudarnos.

 

Y éramos bien considerados en la facultad, yo me consideraba buen profesor en genética y ella era una excelente licenciada en antropología. No íbamos a renunciar para trasladarnos a una facultad más céntrica, no tenía sentido. Además, era lo mismo, ¿a dónde íbamos a vivir?

 

A veces estaba tan condicionado por esas sombras que veía los fines de semana a la noche cuando terminaba la reunión con mis amigos que me sentía sin fuerzas.

Una vez esa sombra llegó a estar a un metro detrás mío. Estuve a punto -de verdad, y lo digo sin ninguna vergüenza-, estuve a punto de echarme a correr, la sombra no se acercaba, pero sentía su aliento. ¿Pero cómo una sombra puede tener aliento?

Y sentía que me iba quitando fuerzas a medida que yo iba caminando y llegando para casa las piernas prácticamente no me respondían, como si hubiera corrido una maratón de cuarenta y dos kilómetros. Exhausto estaba.

 

Eso sí se lo conté a mi esposa cuando llegué a casa. Y Cathrin me dijo:

-A mí esos espectros blanquecinos, transparentes me quitan fuerzas, me debilitan y a ti esa sombra te quita energía. Y una amiga mía, Estéfani, me dijo que una de sus hermanas que vive más en la zona céntrica, veía permanentemente sombras. Ella salía tarde de trabajar, a las veinte horas, y como estaba a pocas calles volvía caminando, y lo que me cuentas tú Johan, contaba mi amiga. Hasta que un día mi amiga contó que su otra amiga desapareció.

-¿Y qué piensas? -pregunté.

-La sombra la envolvió, y no sé, como que la tragó en su interior. -Iba a hablar y me interrumpió-. Déjame terminar. Tú te preguntarás, Johan, ¿cómo una sombra puede hacer desaparecer una persona? Pero son tantas las cosas que no sabemos, son tantas... ¿Acaso no se habla tanto de los elementales de la naturaleza? No son elementales, son fuerzas mucho más oscuras, los elementales son juguetones.

-Cathrin, nada más tengamos cuidado. Si mis amigos no se quieren reunir más temprano dejaré de ir.

-Sería lo mejor, en casa por lo menos tenemos la estufa para el invierno, ventiladores para el verano. Por lo menos tenemos una televisión moderna, podemos ver cosas, películas. Pero salir a la noche no. Por eso me tomé el trabajo, sin consultarte, de poner una segunda cerradura y decirle al herrero que ponga barras en las ventanas.

-Está bien lo que has hecho, está bien, Cathrin -le dije-, dentro de la casa estamos mucho más seguros con las rejas y con la doble cerradura. Pero es muy feo estar así, es muy feo. Y más lo que cuentas los alumnos, que muchas de esas bestias conviven de día con nosotros y quizá a un profesor amigo tú le das la mano y resulta ser una de esas bestias que por la noche se transforma. -Ella iba a hablar y le dije-: Déjame terminar, ahora déjame terminar a mí. Sé muchísimo de genética: nada se transforma. Te puedo explicar por qué un camaleón puede cambiar de color y camuflarse, pero no te puedo explicar cómo un hombre se puede transformar en licántropo.

 

Nos quedamos ambos callados. Teníamos nuestras dificultades, pensábamos de manera similar pero nuestros caracteres no eran iguales, a veces estábamos días sin hablar porque no congeniábamos en todo, salvo en lo sobrenatural, que sabíamos que lo sobrenatural existía y era dañino y era peligroso y podía ser mortal.

Eso era Vaquia y eso era nuestra ciudad y eso era el Bosque de las Sombras.