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Psicoauditación - Juan P.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 02/05/2023 Gaela, Pablo Ricardi

Sesión del 27/06/2023 Gaela, Pablo Ricardi


Sesión 02/05/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan P.

La entidad conoció a un benefactor social en Gaela, la capital de Plena. Clayton, se llamaba. Trabaron amistad y se permitió compartirle algún problema que tenía relativo a su autoestima y a los efectos que ello le le producía. Pero estaba esperanzado.

Sesión en MP3 (2.770 KB)

 

Entidad: Encarné por primera vez como unidad biológica hace cien mil años en un mundo gemelo a la Tierra, a cien mil años luz del otro lado de la Galaxia, un mundo llamado Gaela.

 

Nací en Plena, en su capital, Ciudad del Plata. Vivía con mis padres en la calle Valentín Rodas, paralela a la Segunda avenida.

No puedo decir que no fui feliz, no puedo tampoco decir que fui feliz del todo. Mi adolescencia fue con alguna turbulencia, no era amigo de todo el mundo, pero no por mí, por los demás, había gente que era indiferente..., y bueno, uno tenía que adaptarse a esa situación. Lo importante que en mi mayoría de edad pude conseguir un trabajo estable y pude mudarme a la Cuarta avenida, una avenida más fácil de tener oportunidades en todos los aspectos; llena de negocios, de bares, de restaurante, de librerías. Y cerca de allí, de donde vivía, estaba mi trabajo, un trabajo estable.

 

Como dije antes era un planeta gemelo a Sol III, corría 1980. Mi nombre era Pablo Ricardi, tenía treinta y seis años, dos años más que Jorge Clayton, a quien iba a conocer en breve.

Desde hacía por lo menos diez años, desde los años setenta, que había escuchado hablar de él, que era un mecenas, que ayudaba, que tenía distintas fundaciones. Y no era una persona que se aprovechaba de hacer negocios para tener dinero sino todo lo contrario; Clayton era una persona de fortuna desde siempre, incluso más que sus propios padres. Y desde los veinticuatro años había recorrido muchísimos países aprovechando para inaugurar pabellones en hospitales, en regalar tomógrafos y aprovechar para dar conferencias. Pero me parecía como que era..., no un ser humano, un producto inflado por las propagandas.

Diez años después fui a una conferencia suya donde pensé que iba a hablar de negocios, de todo lo logrado. No, habló sobre humanismo, sobre autoestima y sobre muchos temas que aún no comprendía.

Sí reconocí que era una persona muy muy muy accesible, al punto tal que al terminar la conferencia en la que presencié, me presenté:

Le dije que era Pablo Ricardi.

Me estrechó la mano, me preguntó si tenía tiempo de tomar algo.

Le digo:

-Pero... ¡encantado!

 

Salimos de la sala de conferencias y fuimos a un bar de la Sexta avenida, una avenida lujosísima. Tomamos algo y conversamos.

Me preguntó:

-Pablo, ¿te interesó el tema del humanismo?

-Me interesó en general el tocar la autoestima de la persona... -Se quedó callado escuchando. Y le dije-, porque soy una persona que me persigo.

-Explícate -me pidió Clayton.

Le digo:

-Claro. Reconozco que soy obeso, reconozco que tengo problemas con el peso...

-¿Haces dietas?

-¡Je, je, je! Disculpa mi risa, no traté de ser irónico sino que es una risa para conmigo mismo, porque la verdad, me cansé de hacer dietas. Y lo que más me incomoda son los comerciales: "Coma esta mayonesa", "Consuma este tipo de galletas". En fin, no quiero cansarlo.

Clayton me pidió:

-Trátame de tú.

-Bueno, no quiero cansarte, pero ninguna dio resultado.

-¿Cuál es tu normalidad?

-Ahora no lo entendí -exclamé.

-Claro. ¿Cuál es tu normalidad en tu forma alimenticia?

-Como de todo, no tengo problema.

-Quizá sea ese el problema, apreciado Pablo.

-De vuelta explícate.

-Claro. Quizás haces una dieta, pero pueden pasar dos cosas, y no a ti, ¿eh?, a muchísimos, que la dieta no sea agradable a su paladar, como le pasa a la gran mayoría o que esté fuera de su presupuesto.

-No sé, Clayton, si tú usas la frase "Has dado en el clavo".

-Sí, la uso y mucho, ¿He dado en el clavo?

-Sí. Primero probé infinidad de dietas, la mayoría desagradables. Me gustan las verduras, me gustan las legumbres, me gustan los pescados, en realidad me gusta todo, pero hay comidas que para mí son manjares, y no lo son las verduras aunque sí sirven para acompañar. Pero también pasa por los gastos. Es cierto, la mayoría de las comidas dietéticas son mucho más caras, como si lo hicieran a propósito para que la persona comiera comida chatarra, esa comida de hamburguesas que le ponen un montón de cosas que son calorías, calorías, calorías, y luego te venden bebidas que son azúcares, azúcares, azúcares. Y qué causalidad que ese tipo de comidas chatarra son las más económicas, contra las dietéticas, que son las más caras.

Clayton me dijo:

-Pero no te pasa sólo a ti. De todas maneras, a ver, en todo esto ayuda a engordar la gula.

-¡Je! Te pido por favor que te expliques de nuevo.

-Claro, Pablo. De repente tú no tienes por qué gastar más en una comida dietética, puedes gastar la misma cantidad de dinero que en una comida chatarra.

-¡Ah! Sí, sí, seguro, pero como la mitad.

-Ese es el nudo de la cuestión.

-¿Perdón?

-Claro, comer la mitad.

-¡Ah! Pero quedo con hambre.

-Toma bastante líquido. Y no gaseosas, o sodas azucaradas, o jugos azucarados, toma agua.

-Como se dice vulgarmente en donde yo nací, en la calle Valentín Rodas, "¡pero me muero de hambre!".

-No, no te mueres de hambre, comes lo justo, tomas bastante líquido. A ver, cuando comes una comida de las que te gusta, esas que llamas manjares, ¿cómo te acuestas?

-A veces con una pesadez tremenda, que tengo que tomar una sal de fruta para liberar, y disculpa mi expresión, ¿eh?, de poder eructar.

-Bueno de eso se trata la dieta, de no dormir ahíto, pleno, inflado.

-Pero hay que tener una fuerza de voluntad tremenda, Clayton.

-Sí.

-¿Tú como te mantienes tan delgado?

-No..., no sé si estoy delgado, tengo treinta y cuatro años, estoy más o menos en setenta y dos, setenta y cuatro kilos.

-Bueno, eso es un peso perfecto. ¿Cuánto mides?

-Supongo que debo estar en un metro ochenta.

-Y bueno... Y encima seguro vas al gimnasio.

-Sí.

-¿Y cómo tienes tiempo para todo, Clayton?, viajas, das conferencias, inauguras alas de hospitales, fundaciones y tienes tiempo de hacer ejercicio.

-Sí. Tengo un parque cerca de casa y, no digo todas las mañanas, porque me llaman de un trabajo, del otro y no tengo tiempo para ir a correr. Correr es un ejercicio excelente, al igual que nadar.

-Me perdí en algo, Clayton.

-Dime Jorge.

-Bueno, me perdí de algo Jorge, ¿cómo te llaman de un trabajo o del otro, trabajas?

-Mira, ¡je, je!, trabajo más que nadie.

-Tienes una fortuna...

-Me explico. Tengo empresas que están perfeccionando, desde los años setenta, ¿eh?, desde los años setenta, hace diez años, computadoras portátiles, computadores personales, y ya muchas casas las tienen, con monitor. Y aparte soy propietario también de un diario y además tengo acciones en hospitales, en sanatorios y tengo muchísimos auditores en cada uno de ellos para que lleven bien las cuentas, para que controlen todo. Y al primero que controlan es a mí.

-¿Pero cómo a ti si tú eres el que aporta?

-Justamente, para dar el ejemplo y demostrarles a los demás que no hay dinero oculto, que es todo en blanco, que todo lo que se invierte es para la gente. Pero Pablo, volvamos a tu tema, ¿te gusta lo que haces, tu trabajo?

-Sí, me gusta, me encanta.

-Eso es bueno porque no a todo el mundo le gusta su trabajo. ¿Ganas bien?

-A ver, de acuerdo a la fortuna que tú tienes quizás el ganar bien mío sea una nimiedad.

-No no no, no hago ese tipo de prejuicios.

-Bueno, gano lo suficiente.

-Veo como que hay un pero por el gesto de tu rostro.

-Sí -admití-, el pero es que a veces gasto más de lo que gano y me ahorco, por eso hablo de cómo hacer dieta si no me alcanza el dinero.

-Explícate. ¿Cómo gastas más, no vives con tus padres?

- No no no no, me mudé de Valentín Rodas ya de grande y ahora estoy en la Cuarta avenida bien, vivo tranquilo, pero por ahí me compro cosas que no son útiles, a los dos días me cansé.

-Mira, vamos a hacer una cosa -Clayton miró su reloj-, ahora ya es tarde, encontrémonos a conversar. ¿Hasta qué hora trabajas?

-Dieciocho, dieciocho treinta -respondí.

-Bueno. En la Cuarta avenida hay bares que a su vez son restaurantes y que tienen mesas con toldo en la acera, en la vereda, podemos compartir un café, comer un croissant o una media luna y seguimos conversando. ¿Qué?

-No, me quedé pensando, Jorge. ¿Con todo lo que haces tienes tiempo para conversar conmigo?

-La cosa es sencilla, querido Pablo, si no tengo tiempo me lo hago. A veces no tengo tiempo para salir a correr y el tiempo me lo hago, a veces no tengo tiempo para ir al club náutico en las afueras de la capital y el tiempo me lo hago. Y un día te voy a invitar al Club Náutico también.

-Vaya, pero es carísimo.

-Te invito. Y seguimos conversando, porque tu tema es muy interesante. Pero tiene solución.

-¿La solución me la darás tú?

-No. No es así Pablo, la solución la aportarás tú mismo, la solución depende de ti.

-¡Wow! Me pones en un compromiso.

-No no no no, nada de compromisos, 'acuerdos' es una palabra más linda, más interesante. -Clayton le pagó al camarero y nos marchamos. Intercambiamos teléfonos. Y me dijo-. Te llamo el fin de semana, vamos directamente al club náutico.

-Bueno, encantado. De mí, encantado.

-Y también nos veremos en la semana a la salida de tu trabajo. -Me encogí de hombros.

-Imposible decir que no. Gracias, Jorge.

 

Nos estrechamos la mano y me marché para casa contento, el día me había resultado más que excelente, pero por sobre todo esperanzador.

 

 


Sesión 27/06/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Juan P.

Debía seguir trabajando para mejorar su autoestima. Hablaba con un amigo que le recomendaba que en cualquier caso debe aplicarse voluntad y perseverancia y ser organizado en cada acción que se hace. Y que en cada contratiempo hay que trabajar para solucionarlo más que quejarse.

Sesión en MP3 (3.325 KB)

 

Entidad: Sonó el teléfono.

-Hola ¿Quién habla?

-Clayton.

-¿Clayton?

-Jorge Clayton.

-¡Ah!, ¿cómo estás?

-¿Vienes hoy?

-Recuérdame...

-Al Club Náutico.

-Sí, está bien, está bien.

-¿Me pasas a buscar?

-Bien, me prepararé.

 

Me sorprendió que vino con otro conocido, un tal Pocho.

-¡Vos sos Pablo Ricardi!

-Sí -le dije.

-Un gusto, Clayton me habló de ti.

-Bueno, espero que te haya dicho cosas buenas.

-Al contrario, me habló pestes de ti. -Y lanzó una carcajada.

Clayton me dijo:

-Pablo, no le hagas caso, es un bromista, lo conozco desde que tenía veinte años. Así que imagínate, superbromista.

 

Finalmente llegamos al club. Me senté a una mesa con Clayton, Pocho se fue a conversar con otros amigos.

Clayton me preguntó:

-¿Cómo estás, Pablo?

-Mira, recuerdo que la vez pasada me recomendaste un gimnasio, me dijiste que eras accionista del mismo y que no me iban a cobrar. En principio dije "No me gusta que me regalen nada", pero fui. Cuando llegué, honestamente me asusté.

-No entiendo -me dijo Clayton.

-Lo enorme, lo impresionante que era el gimnasio, con tres plantas, ascensor, lleno de aparatos de todo tipo, los más inimaginables.

-Pero eso es bueno.

-No sé, me sentí apabullado y no me animé a entrar. Después estuve enojado conmigo.

-¿Entonces?

-Al día siguiente volví. El profesor evidentemente ya sabía de mí, tú le habías hablado. Me dio para hacer ejercicios livianos, caminar con cinta, pero muy liviano, un poco más rápido que la velocidad de paseo.

Pasó una hora y dice "Por hoy está bien".

-¿Te gustó?

-No sé, esperaba que me diera quince minutos de cinta, quince minutos de estiramiento, quince minutos de bicicleta, quince minutos de x cosas.

-Pablo, el profe sabe lo que hace, es un hombre de cincuenta años y hace como mínimo treinta que dirige distintos gims, por eso yo lo contraté cuando me puse de socio en este gim. ¿Qué te dijo?

Lo miré a Clayton y le comenté:

-Me dijo lo mismo que tú: "No esperes milagros".

-¿Qué otra frase?

-Que nada es de golpe, todo lleva su tiempo, lleva sacrificio. Esta última palabra no me gustó mucho.

Clayton me preguntó:

-¿Por qué, Pablo?

-Porque yo por sacrificio entiendo dejar hasta la última gota de sudor.

-No, no necesariamente significa eso, sacrificio puede requerir de voluntad. ¿Eso está mal?

-No.

-Perseverancia, ¿está mal?

-No.

-Bueno, voluntad, perseverancia... Lo voy a hablar en lenguaje coloquial de Plena: Meterle ganas. ¿En lo psicológico te dijo algo?

-No.

-Entonces te lo digo yo: tenerte respeto.

-Me perdí.

-Tenerte respeto, quererte. Amar el ejercicio, ponerle ganas para sentirte mejor. Todo tiene que ver con una cuestión de aceptación.

-Está bien, esto lo tengo reclaro, absolutamente lo tengo reclaro. A veces, no sé, hay algo en casa que me parece que está viejo... Tenía un viejo tocadiscos y por mi cuenta lo tiré al contenedor de basura, fui y me compré un combinado que tiene tocadiscos y abajo radio.

-Ok. ¿Entonces?

-Gasté un dineral y me da lo mismo. Prácticamente la radio no la escucho salvo a primera hora para escuchar las noticias, después me voy, y discos escucho poco. O sea, después pensé "Tonto de mí, para qué tiré el tocadiscos". Bueno, como eso que te cuento, Clayton, me pasa con muchas otras cosas, digamos como que gasto en cosas que no preciso.

-Bueno, Pablo, espera, espera, espera, el cambio fue para mejor; un viejo tocadiscos lo cambiaste por un combinado, es un mueble más grande, tiene radio.

-Sí. Veamos la parte negativa: me ocupa más lugar.

-Bueno, entiendo que eso lo habrás pensado.

-A veces no, a veces tengo el impulso y compro, y después digo "¿Y esto para qué es?". ¿Te has quedado pensando?

-Me quedé pensando porque es como que hicieras las cosas sin darte cuenta, pero yo sé que sí las piensas. ¿Qué después te arrepientas? Pero en ese momento tu impulso es correcto en tu mente, quieres eso porque eso te atrae. Ahora, ¿después te arrepientes? Entonces tienes que poner en línea tus pensamientos, Pablo, si no no sirve. Me habías comentado que tienes un trabajo estable.

-Sí, eso me permitió mudarme a la Cuarta avenida, pero es como que me siento con baja estima.

-¿No te ayuda, Pablo, el que hayas venido al club Náutico? No viene todo el mundo.

-No, no me ayuda porque no vengo por las mías, no me alcanzaría mi sueldo para venir al náutico, me estás invitando tú.

-A ver, yo no te digo que socialices en el ambiente, no es como el club hípico de capital, aquí en las afueras de Ciudad del Plata el club náutico es más familiar, es deportivo también, pero es más familiar, tiene un montón de juegos donde podrías participar. Los fines de semanas hay música, el que quiere bailar baila y el que no, se sienta en la mesa a tomar un combinado. ¿Por qué la baja estima?

-Yo tengo una pareja y no sé...

-Explícate.

-Como que a veces pienso que no me entiende, que no me... que no me aprueba.

-¿En qué sentido?... Te pregunté en qué sentido.

-En que... me da la impresión como que no... no le agrada mi forma de ser.

-Explícate.

-Bueno, a veces hago algunas cosas y es como que me las reprocha.

-Por ejemplo, ¿te refieres a las compras vanas?

-Bueno, ponle que sí, pero es como que temo que mi pareja me termine rechazando.

-¿Tienen diálogo?

-A ver, Clayton, hay dos tipos de diálogo: uno es el diálogo cotidiano: "¿Qué has hecho, cómo te fue? ¿Y a ti cómo te ha ido?", pero eso no es un diálogo, eso es intercambiar opiniones. Ahora, si hablas de dialogo personal no, no tenemos mucho, tenemos más conversaciones impersonales. Y eso quita profundidad en la pareja. No sé si soy claro.

-Eres claro, eres perfectamente claro.

-Además, es como que... Mira, te lo había comentado, tengo un auto Siger 1500, un coche mediano.

-Bueno, está bien.

-¿Está bien? -repetí-, y dos por tres le pasa algo; o la batería o el carburador o de repente el caño de escape o de repente el motor. Siempre hay algo. Vivo en el mecánico.

-Hagamos una cosa, Pablo, ¿siempre lo llevas al mismo lugar?

-Sí, es un conocido que vive cerca de la Cuarta avenida.

-¿Qué te parece si lo llevamos a un mecánico de confianza que arregla mi deportivo?

-Claro. Pero mira, tu deportivo es una bestia, no un coche, mecánicos de esos no se va a fijar en un Siger 1500.

-No entiendo.

-Clayton, es un mecánico de coches deportivos, prácticamente es un mecánico que arregla coches casi como si fueran de carreras, de competición.

-Entiendo. O sea, tú piensas que no se va a dignar en abrir el capó de un Siger.

-Honestamente sí, pienso eso.

-Te persigues, te persigues enormemente, Pablo, porque no es así, no es así. Llévalo.

-Claro. ¿Pero de dónde es?

-De la Sexta avenida.

-¡Sexta avenida! Me arrancan la cabeza.

-No, es amigo mío. Todos los que son recomendados por mí no les cobra.

-¿Y qué gana él?

-Bueno, tengo pequeña participación en el taller.

-Clayton, me da como cierta incomodidad.

-No entiendo.

-Claro -expliqué-. Lo mismo con el gim, ¿qué ganas tú con ayudarme? No me permites pagar en el gim, no me permites que pague la reparación del coche...

-Te lo voy a comentar.

-Te escucho -comenté.

-Desde los veinte años que aprendí a invertir. A los veinticuatro falleció mi padre, estamos hablando de diez años atrás, y ya desde esa edad tenía más fortuna que él, fortuna propia, no heredada, y la hice crecer en distintas inversiones. Pero no te pienses que me quedé ahí, fundé pabellones en distintos hospitales y sanatorios, doné aparatos... Y no solamente en Plena, en otras capitales.

-¿A cambio de qué?

-A cambio de nada, a cambio de nada. He dado conferencias... Sí, he cobrado entradas, pero luego el dinero de las entradas lo donaba en las distintas fundaciones donde daba las conferencias. Entonces, ¿cuánto piensas que puedo gastar en hacer nuevos pabellones en el Hospital Central como ya hice, en el hospital Clínico como ya hice, y te piensas que me voy a fijar en ayudar un amigo con un mecánico?

-Entiendo. De todos modos siento como que tengo que retribuirte.

-Me retribuyes con tu compañía, me hace sentir bien si tú haces algo por ti.

-¿Cómo?

-Lo del gim. ¿Sientes como que tienes sobrepeso? Perfecto. El profe dijo "Nada es de golpe. Persevera". Luego te quejas porque dices que compras cosas que luego te parecen inútiles: Te frenas no las compres. Es cuestión de voluntad. Y con respecto a la baja estima, yo no digo que no te preocupes en estar bien en una relación de pareja, pero ocúpate más de tu propia aceptación. Tú piensas que no eres valioso porque tienes sobrepeso, porque de repente gastas plata en cosas que luego piensas que no te son útiles, porque tu coche no te funciona como te corresponde. Salvo tu cuerpo, que es tu templo, lo de las cosas que compras o lo de tu coche son cosas menores.

-Claro, menores para ti, que directamente vienes mañana y dices "Toma te he comprado un Siger 1500 nuevo". Así, 'clic'.

-Pablo, no lo estoy diciendo por eso. Tú no vives con tu coche, tú no vives con tu tocadiscos o tu combinado, tú vives con tu persona, eres tú el que cuando se afeita se mira al espejo, eres tú el que se sube a la balanza. Vives contigo y vas a vivir contigo toda tu vida. Entonces, que te cuides, no dejes de alimentarte, pero come lo necesario. No hace falta, como decimos en el idioma coloquial de Ciudad del Plata, no hace falta llenarse la panza. Toma bastante líquido antes de comer. Y no dejes de ir al gim, no te asustes con los aparatos, si el profe te hace hacer solamente cinta, él sabrá por qué, ya te cambiará a otros aparatos. Pero no... Te tengo aprecio y mira que hemos conversado poco, pero te digo lo mismo que les dije a otros amigos, no quisiera que el día de mañana te transformes en un quejoso.

-Me ofendes.

-No no no no, Pablo, quiero decir si yo tengo una molestia, la que fuese, ¿eh?, en lugar de quejarme trato de solucionarla. Quiero que me entiendas. Mis palabras jamás van a ser palabras incómodas, espero que no las interpretes de esa manera. Y ahora que ya tomamos algo, vamos a jugar un poco. Cogemos dos paletas, tenemos otros dos amigos y jugamos dos contra dos.

-Y conmigo vas a perder.

-Perder, ganar... No vamos a apostar dinero, nada más vamos a traspirar un poco. ¿Está bien? -Asentí.

-Está bien, Clayton, lo haremos.

-Bien, eso quería escuchar.