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Psicoauditación - K.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 12/07/10
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de K.

 

Relató una vida Galilea como mujer donde su padre la quería vender por interés. Ella se escapó y una familia la acogió, y ella colaboraba con ellos. En una ocasión pudo asistir a una charla del Maestro Jesús y explicó sus reflexiones al respecto.

 

Sesión en MP3 (2.536 KB)

 

            Entidad: En el plano espiritual pasan los años de la misma manera que pasan en el plano físico, y hay palabras, situaciones, circunstancias, momentos e instantes que quedan grabados.

Me diréis: -Pero en un Thetán cuya memoria es conceptual, ¿todos los recuerdos quedan grabados? Sí, pero hay recuerdos que sobresalen sobre otros.

Encarné en Galilea en el año 2, o sea, ocho años después de que encarnara el Maestro Jesús (que encarnó el 6 de agosto del -6) y antes de que encarnara su discípulo Juan. Mi nombre era Miriam.

Mis padres eran muy estudiosos de la Ley, y me crié de esa manera. Cuando cumplí quince años mi padre quería comprometerme con el hijo de un comerciante y lo invitó a cenar a casa.

Como rol de Miriam me integraba con todas las almas pero ese señor me causaba tanto rechazo porque me miraba de una manera, como si fuera una mercancía, y me desvestía con su mirada. Y tan despreciable como él era su padre, que debatía con el mío.

-Si Miriam se compromete con Joseph, ¿qué nos darás, Moisés?

Y mi padre le dice: -Salomón, en aquel terreno tengo ganado. Elige las cabezas que quieras.

-Mi hijo es una joya. ¿Piensas que veinte cabezas de ganado bastarán como pago para que se lleve a tu hija?

Y yo pensaba: "Me venden a una persona que me causa total rechazo. Y encima lo tienen que indemnizar".

Hablaban. Yo era nada. No podía sentarme a la mesa. No intervenía en la conversación y me iba con mamá al otro cuarto mientras ellos regateaban como quien está comprando una alfombra persa. Cuando se fueron papá estaba con la cara seria y se enojó con madre.

-Rebeca, tú tienes la culpa. Si hubiéramos tenido un varón como yo quería esto no hubiera pasado. Prácticamente le tuve que dar a Salomón el terreno del norte para que el hijo nos haga el favor de llevarse a Miriam.

O sea, que yo, por haber nacido mujer, era un lastre que molestaba.

Quería ir con mamá. Le dije: -Mamá, yo en realidad no quiero comprometerme con esta persona. Es bastante más mayor que yo y una persona totalmente despreciable.

-Hija, pero es lo que dice tu padre, y estarás bien. Es una familia de dinero.

-¿Familia de dinero? ¡Pero si es papá el que le está pagando!

-Bueno, pero te hacen el honor de llevarte.

 -¿El honor?

Al día siguiente fui a la fuente y estaba mi prima. Le conté y me dijo: -Con mi hermana mayor pasó lo mismo. Ahora ni siquiera sé donde están viviendo. No le alcanza el tiempo para atender al esposo, a los dos hijos, darle de beber a los burros y a los camellos, etc. No tiene tiempo ni para ella.

-Pero yo no quiero esa vida.

-Pero es la ley.

-¿Qué ley? Mira las escrituras, el Dios vengativo. ¿Ése es mi Dios? ¿Es mi creador el que dice:- -"No sea que vuelva y hiera a la Tierra con anatemas"? ¿Qué le hicimos? ¿Por qué nos odia?

-No, Dios nos ama, querida; lo que pasa es que a veces precisamos correctivos.

-¿Qué correctivos?

-He leído desde Génesis hasta lo último y veo que en el nombre de ese Dios hay miles de muertos.

-Que no te escuchen hablar así los maestros de la ley porque tu papá será el que pagará las consecuencias.

-Esto te lo cuento a ti. Quería desahogarme.

Pasaron los días y se acercaba la fecha del compromiso. Cogí unas ropas, un pequeño borrico y me fui de casa. No sabía lo que me iba a esperar pero no quería esa vida; yo creía en otro tipo de amor.

Me fui de la ciudad. Llegué a un poblado cerca del río Jordán. Había una familia mayor: un señor grande, la esposa y una hermana que tenía problemas mentales. Y me recibieron y me dieron de comer. Yo ayudaba en todo lo que podía en la casa y me trataban como alguien más de la familia.

Y el tiempo pasó. Y un día me entero de que había un predicador. Un joven se acerca a nosotros con un hombre mayor que él. Le dimos de tomar algo caliente y le cortamos pan. Se presentaron como los hermanos Zebedeo. El más pequeño era muy ansioso.

Al jovencito le digo: -¿Cómo te llamas?

-Juan, y estamos anunciando los sermones de nuestro Maestro Jesús.

-Mirad, no sé ellos pero yo ya he leído mucho sobre la ley y no estoy convencida de que la venganza, los castigos y la ira de dios sean justos.

-No -me dijo Juan-, ésa no es la Buena Nueva. Jesús presenta a su Padre misericordioso, pleno de Gloria, lleno de amor, y que no te castiga porque te comprende.

Y me despertó la curiosidad. Esa tarde fui cerca de un monte y entre la multitud vi un hombre con barba de color castaño y unos ojos de una mirada dulce pero penetrante a la vez, que hablaba.

-De cierto, queridos hermanos, os digo que todos vosotros tenéis la puerta abierta al Reino de mi Padre. Vuestros actos de fe y de amor son los que os conducirán a ese Reino. De verdad os digo que aquel que traiciona su Palabra no estará en tiempo todavía para llegar a ese Reino. Y de verdad os digo que quizá con mis palabras traeré alguna desunión porque el camino hacia el Padre es arduo, y de una misma familia habrá hermanos que me seguirán y hermanos que no, porque todavía no están en tiempo. Pero de verdad os digo que el Camino del Padre es para todos y que la senda no es cómoda, que tendréis muchos altibajos, pero eso fortalecerá vuestra templanza, vuestra voluntad. Pero si no traéis dentro de vosotros el deseo de hacer el bien todavía ese camino no será mostrado a vosotros.

Me conmovían tanto las palabras de ese hombre llamado Jesús, que justo tenía el joven Juan. Le dije: -Por favor, tú dices que eres discípulo de él. Quisiera hablar unas palabras. Y, al terminar el sermón, lo llamó al Maestro, que se acercó a mí.

-Mujer, dime qué deseas.

-Deseo ser libre, señor.

-Mírame, mujer. Tienes ojos cristalinos pero tienes mucho sufrimiento.

-Es que me fui de casa, señor, porque me querían vender a un hombre que no amaba. Pero nunca he pecado, señor. Creo en el amor pero ahora estoy viendo otro tipo de amor, señor, el que está mostrando a través de su sermón.

-Mujer, tú estás en el Camino. Sólo puedo decirte que, a veces, uno no encuentra la felicidad de inmediato. Pero no te entregues al error. No busques venganza y no alimentes rencores porque el rencor te lastimará a ti. Seguramente, tu padre no hace las cosas por ser un alma torcida sino porque está condicionado por esa ley y él cree que hace las cosas bien.

-Pero, señor, entonces, ¿qué debo hacer? ¿Vuelvo y me sacrifico?

-El camino a mi Padre no es un camino de sacrificio; el camino a mi Padre, mujer, es un camino de Servicio. Si no encuentras ese Amor del que tú hablas trata de brindar el otro amor a quien te lo pida, como ahora me contó mi discípulo amado que se lo has brindado a esa gente que te ha alojado en su casa. Haz tu parte.

Y el Maestro, con una sonrisa y tocándome la cabeza, se marchó. Y Juan, atrás de Él, se dio vuelta y me sonrió. Lo veía tan niño, con esa adoración que tenía por el Maestro…

Y así dediqué mi vida, a poder ayudar a aquellos que buscaban la Palabra.

Mucho más tarde me entero de que al Maestro le habían crucificado. Y me dolió como si hubieran matado parte de mí. Pero me encontré con otros seguidores de Él que no me despreciaban siendo mujer, y me aceptaron en su grupo. Pero me quedé con esta gente hasta que fallecieron.

En esa encarnación viví hasta los cincuenta y cinco años, y no me la olvido hasta el día de hoy.

Gracias por escucharme.

 

 

Sesiones con el Maestro Jesús