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Psicoauditación - Marcelo

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión del 12/10/2023 Sargón, René

Sesión del 27/10/2023 Sargón, René

Sesión del 30/10/2023 Sargón, René

 


Sesión 12/10/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Acompañó a un teniente en una misión de vigilancia a un mundo minero, y cuando llegaron encontraron militares lacerta. El resultado de la situación resultó ser que regresó a la nave hacia Sargón y el teniente quedó varado en aquel mundo, a su suerte.

 

Sesión en MP3 (2.514 KB)

 

Entidad: Lo que la mayoría de la gente no sabe diferenciar es entre capricho, obsesión o sentido común. Creo que en mi caso estoy utilizando el sentido común.

 

Mi teniente, el teniente Urbano, era un félido al igual que yo, ¿pero cuál era su problema, la indecisión, la timidez, el no atreverse?

¿Pero por qué lo recalco?, porque son cosas que me han pasado siempre y estoy tratando de enmendarlas.

 

Cuando este maravilloso capitán nos quería cubrir de gloria acabando con mundos lacerta para ser condecorados por la Federación tuve un compañero, el principal, Valtersán, no, Valdemar era, y su cómplice Alserván. Yo sé que ellos tuvieron muchísimo que ver en la descompensación que tuvo ese capitán y se frustró mi gloria: nuestro crucero tuvo que regresar.

 

¿Pero qué hice? Bastante tiempo después, a espaldas de mi teniente, hablé con el otro capitán, le pedí permiso para hablar y me encontré con una persona afable, atenta y no me despreciaba por ser un alférez. Me escuchó, dudo si era por indecisión o porque verdaderamente la mayoría de los capitanes estaban en misión, lo cual no lo creo porque no había tantas misiones, pero nos envió con un teniente, el teniente Urbano, con cuarenta alféreces. Obviamente el teniente se sentía molesto, decía que este capitán había hecho algo indebido porque no puede conducir un crucero por más pequeño que fuera no siendo capitán. ¿Que tenía razón? Sí. ¿Que me importaba? No, no me importaba un ápice. Él era mi herramienta sin saberlo, porque de la misma manera que aquel lacerta había destruido colonias humanas en países o directamente en mundos de la Federación Sargón, mi plan era hacer lo mismo con colonias o en mundos poco habitados y destruirlos.

 

Pero ese no fue mi plan completo. Mi plan completo fue llevar, sugerir al teniente Urbano de atacar una colonia de un mundo lacerta no habitado, un mundo sin atmósfera pero que había muchos mineros sacando material que nos podía servir a nosotros para hacer fusiles protónicos.

¿Que había una colonia con civiles, civiles lacerta? ¿A ellos les importó cuando había civiles de Sargón? No. ¿Por qué nos había de importar a nosotros?

Pero claro, yo era un alférez, él era un teniente, por más que le sugiriera cosas pudo más su..., él le llamaba prudencia, yo le llamaba cobardía.

 

Bajamos en una nave biplaza. Lo acusaron de espiar. Él decía que no, que simplemente venía en plan de observación.

Hablé a espaldas de él. Le dije (al capataz minero):

-No, en realidad venimos a espiar porque la Federación es diez veces más importante que los lacerta. Y no somos una federación, somos un imperio.

 

A todo esto en nuestro pequeño crucero tenía un alférez de muy poco carácter, al cual le dije:

-Si hubiera un problema me teletransportas.

-¿Y al teniente?

-Él no quiere teletransportarse, él está encaprichado en debatir con los mineros lacerta.

 

Lo que no sabía este tonto, en realidad yo tampoco lo sabía que entre los mineros había muchos soldados con trajes espaciales energéticos, mientras que los nuestros no eran energéticos, eran trajes espaciales comunes.

 

Cuando la situación se puso muy delicada y el supuesto capataz de los mineros se presento como un capitán y dentro de la mina había muchísimos soldados lacerta, nos apuntaron con armas de protones, no nos creían que veníamos en son de paz o de investigación, ¡je, je!, lo cual era cierto.

Pero el error no fue mío, el error fue del teniente Urbano por querer bajar con una nave biplaza cuando podíamos haber disparado a la colonia y a la mina. Al fin y al cabo estábamos cerca, a quinientos mil kilómetros de distancia y nuestro crucero estaba en una capa de invisibilidad. Encima el capitán nos dijo que en una órbita más alta tenían un crucero lacerta diez veces más grande y poderoso que el nuestro, lo cual no me interesaba porque apenas hubiéramos bombardeado la mina y la capa protectora de los civiles nos hubiéramos ido a velocidad ultralumínica borrando nuestra estela lumínica para que no nos detecten.

 

No lo pudimos hacer, el capitán se comunicó con su crucero avisando que había un pequeño crucero de la Federación y nos iban a matar, por lo cual apreté mi botón y le dije al alférez de la nave que me teletransporte.

 

Apenas me teletransportó, le dije:

-Huyamos.

-Pero, ¿y el teniente?

-Él fue el que me dio la orden. Él se quedó hablando y debatiendo de muy mala manera con el capitán lacerta. -Obviamente me creyó.

-¿Y ahora quién queda al mando?

-Me dijo que quede al mando yo provisoriamente y volvamos urgente a Sargón.

-¿No bombardeamos?

-No, me enteré que tienen un crucero en una órbita superior. -Y nos fuimos antes de ser detectados.

-¿Qué pasó con el teniente Urbano?

-Lo habrán matado.

 

Cuando llegamos a Sargón hablé con el capitán que nos había dado el permiso para la misión y tergiversé los hechos, le dije que el teniente Urbano se había encaprichado en atacar. No eran nuestras órdenes, yo era simplemente un alférez insignificante, ¿qué podía hacer? Respaldó el otro alférez los hechos.

 

El capitán nos felicitó:

-Lamento que los haya enviado con un teniente ineficaz.

-Por supuesto, mi capitán -le dije-, porque nuestra misión en realidad era una misión de paz e investigación, y él estaba encaprichado en atacar, atacar, atacar. Discúlpeme mi capitán, sé su grado, pero sé que hay otros capitanes que quieren cubrirse de gloria a costa de la muerte de civiles lacerta... No lamento la supuesta pérdida, pero él no dejó ser teletransportado a la nave. Además, mi capitán, si me lo permite, no lo tome como una crítica, pero ¿cómo se puede enfrentar al lacerta con trajes espaciales comunes sin capa protectoras energéticas? Mi capitán, hay capitanes que no entiendo... usted por supuesto no es uno de ellos. -Me cuadré, lo saludé y le dije-: Permiso para retirarnos. -Nos hizo un gesto con la mano. Dimos media vuelta y nos marchamos.

 

Hablé con mi compañero, el otro alférez:

-¿Qué puede haber pasado en la mente de nuestro teniente para ser tan imprudente?

-¿Puedo ser sincero contigo, alférez René? -me dijo.

-Por supuesto.

-Yo no dije nada adelante del capitán para no ponerte en evidencia, pero yo sé lo que tú querías, tú querías atacar, tú querías bombardear la colonia, querías bombardear la mina para cubrirte de gloria porque con el capitán anterior en la misión anterior se frustró por ese tal que tú has mencionado, Valdemar o algo así. Tú has tergiversado los hechos.

-Ajá. ¿Entonces por qué me has apoyado?

-Era mi palabra contra la tuya y nos podían haber condenado a los dos. Yo no creo que el teniente haya querido quedarse, yo creo que tú lo abandonaste. -Se me humedecieron los ojos de llanto.

Le digo:

-Claro, tú también me juzgas. Como todos.

-No es así, pero presumo que tengo razón.

-Todos me condenan, piensan que quiero la gloria cuando en realidad yo quiero la paz. Nunca recibo un abrazo, claro, soy un simple félido, quién me va a abrazar.

-Yo no tengo problemas en abrazarte.

-A ver, abrázame. -Me abrazó.

 

En ese momento tenía una pequeña cápsula casi invisible con un líquido que le inyecté en el cuello, un líquido que de a poco iba a hacer su efecto en su parte cardiovascular y en veinticuatro horas iba a estar muerto. Porque no tenía dudas de que su estúpida conciencia lo iba a traicionar, por ende me iba a traicionar a mí diciendo los hechos como fueron. Y eso no lo iba a permitir.

¿Que si mi conciencia me ponía mal por matar a un compañero? Con todos los malos tratos que he tenido de pequeño, con todos los malos tratos que he tenido de algunos capitanes que me han visto como un objeto, no como a una persona, ¿y a mí me va a remorder la conciencia? ¿Acaso les ha remordido la conciencia a todos aquellos que me han despreciado, a todos aquellos que me han ignorado, a todos aquellos que me han creado tantos traumas, tantos traumas? Y cuando uno quiere hacer las cosas bien, siempre por una razón o por la otra te ponen el pie para que te caigas de bruces.

¿Qué si me siento culpable? ¡je! Culpable quizá de no tener más carácter. Culpable de no decir las cosas como son. Culpable de cuando era más pequeño de no haber dicho 'no' cuando era 'no'. Culpable de haberme dejado someter por poco carácter, que ahora lo estoy cultivando con toda la fuerza. Entonces no permito que nadie me señale con el dedo, no lo permito.

 


Sesión 27/10/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

No encajaba bien no tener oportunidades y cuando las tenía alguien se las desbarataba. En la última misión no logró salir glorioso de ella, pero seguiría buscando otras ocasiones para mostrar su valía. Necesitaba demostrar quién era para ser tenido en cuenta.

 

Sesión en MP3 (2.469 KB)

 

Entidad: No me encontraba bien del todo. Sumido en mis pensamientos golpearon la puerta de mi camarote, era un capitán que no conocía.

-Alférez René...

-Mi capitán.

-Venga conmigo. -Fuimos a una sala de mando-. Tome asiento, alférez. -Se sentó detrás mío y me dijo-: He escuchado rumores.

-Mi capitán, permiso para expresarme.

-Adelante.

-¿Rumores sobre mi persona?

-Obviamente. Aparentemente quiso comandar una rebelión atacando a gente lacerta.

-Mi capitán, en mi defensa puedo decir que justamente había un capitán que quería bombardear con protones distintos mundos y por respeto a su grado lo apoyé. Al contrario, los alféreces Valdersán, Valdemar se opusieron y aparentemente algo le hicieron a ese capitán.

-También escuché ese rumor y tomé declaración a más de la mitad de la tripulación. La mayoría dijo que ese capitán estaba fuera de sí y estos alféreces evitaron una guerra sin sentido. En cambio usted, alférez René, apoyaba eso.

-Mi capitán, según la ley de la Federación Sargón, todo subalterno tiene que apoyar al capitán de su crucero.

-Lo sé, y eso es lo que lo salva de que le caiga una pena. Pero también he escuchado que hubo otra oportunidad donde quiso tomar el mando de una nave para atacar también un mundo lacerta.

-Pido permiso para defenderme.

-Adelante.

-Eso es un rumor, eso no es cierto, evidentemente hay muchos compañeros que buscan desmerecerme. Y no es la primera vez que pasa, desde que estudiaba en la academia siempre me tiraron a menos, siempre pensaron que yo era poca cosa y yo me sacrificaba estudiando, de la misma manera que cuando entré a la academia como cadete hacía los ejercicios hasta el máximo del cansancio y sin embargo no me tenían en cuenta.

-Pare ahí -dijo el capitán-, no me gustan las personas que hacen rol de víctima.

-Permiso, mi capitán. No estoy haciendo rol de víctima, explico las cosas como son y por qué los rumores son infundados hacia mi persona.

-Puede retirarse.

 

Hice el saludo de cortesía y me marché más que enojado, enojadísimo. ¿Quién se pensaba que era ese capitán para cuestionarme?, no me conocía, no conocía mi vida, no conocía mi infancia. Evidentemente no podía hacer ningún comentario con ningún compañero, no sabía quién era leal a mí y quién era traidor, sí podría decir que la mayoría si podía te apuñalaba por la espalda. Yo sólo sé que hice lo mejor que pude por la Federación, y me sabotearon una, dos, mil veces. Y claro, después cuando me quejo dicen que hago rol de víctima. Después cuando argumento yo soy el quejoso, el que nada le cae bien. Mientras tanto mis detractores, compañeros que te palmean la espalda y por atrás, te clavan un puñal, nadie les dice nada.

 

Hasta que me encontré con Valdemar y Alversán. Y les dije:

-¿Qué tienen ustedes contra mí?

Alversán dijo:

-¿Quién te conoce, eres un simple félido, por qué no coges un bó, un palo cilíndrico, a ver si te sabes defender? -Apenas había dicho eso Alserván cogió un bó, cogí otro.

Valdersan dijo:

-Pónganse trajes protectores.

-Soy un félido -respondí-, no lo preciso.

 

Evidentemente no menosprecié al humano, no lo llegué a tocar una sola vez. El castigo que me dio fue impresionando, me quedé tirado en el piso y se marcharon. ¿Y quién me encontró tirado? Qué vergüenza sentí, nada menos que el capitán Alexis.

-¿Qué ha pasado?

-Una práctica, mi capitán, con el alférez Alserván.

-¿Y sin traje de protección, estáis locos?

-No, mi capitán, yo lo pedí así.

-¿Hubo algún problema entre vosotros?

-No, mi capitán, fue una práctica.

-Has quedado bastante maltrecho. Acompáñame a la enfermería.

-Mi capitán, soy un félido.

-Puedes ser lo que quieras, pero yo como capitán te ordeno que vengas a la enfermería. -Me revisaron con aparatos, tenía dos costillas fisuradas y hematomas por todo el cuerpo-. De parte mía levantaré un parte para que tengas una semana de descanso y le advertiré al cadete Alserván que nunca más practiquéis sin trajes protectores, ni siquiera yo lo hago. Tienes una semana de descanso. Si preguntan te mando una copia digital a tu holotablet con mi permiso.

-Gracias, mi capitán.

 

Pero por dentro sentía un rencor tremendo; rencor, impotencia, cierta baja estima. Yo me sentía mucho más corpulento que el humano, pero evidentemente su velocidad y sus golpes justos, justos, sus reflejos, fueron mucho para mí. Quise increparlo y lo único que recibí fue una paliza.

Pero puedes aprender dos cosas; una: a ser obcecado, entrenarte y pedir la revancha, con el riesgo de que te vuelvan a golpear. O aprender, aprender de todo. Ser más astuto, no mostrar ninguna emoción en el rostro. Si me vuelvo a cruzar con estos alféreces, me tomaréis por falso, por hipócrita, pero les pediré disculpas por haber sido tan atrevido. No importa si me las aceptan o no.

Trabajaré de otra manera; no digo que recurriré a la traición, pero hay muchas maneras de perjudicar a quien primero me ha perjudicado a mí. Dos veces me frustraron la gloria, no me la van a frustrar una tercera, habrá algún comandante que me envíe con algún capitán en una misión y buscaré de entusiasmar a dicho capitán para que se entusiasme llenándole la cabeza en contra de los lacerta para que sepan de una vez por todas de que son un peligro contra la Federación.

 

Me encerré en mi camarote y me puse a pensar en mi vida: consciente o inconscientemente sigo buscando la aprobación de los demás.

 

Una vez fui a una conferencia del capitán Alexis donde podían concurrir tenientes, alféreces, incluso hasta cadetes de la Academia. Él hablaba del valor en batalla, pero en un momento dado tocó la autoestima, explicando que quienes carecemos de autoestima somos los que más buscamos la aprobación de los demás.

Reconozco que me ha pasado, y cuando más he buscado la aprobación de los demás es cuanto más he quedado en evidencia, y es cuanto más me ignoraron. Y entonces pensaba, ¿cómo actúo?; si actúo indiferente se alejan, si actúo amablemente me tratan cinco minutos y se alejan. Por eso pensé de alguna manera en lograr una misión donde pueda salir airoso aunque no la comande, aunque fuera mi capitán el que la comande. Una vez que uno está cubierto de gloria por haber logrado algún triunfo el rumor corre como reguero de pólvora y la gente empieza a admirarte.

Y eso es lo que busco porque me siento cansado de que me señalen con el dedo, pero no para decir: "¿Veis este alférez?, es alguien que vale el esfuerzo y la dicha conocerlo", no, no; me señalan por eso: "Mirad este pobre félido, nunca ha conseguido nada". ¿Que lo dicen? No, nunca lo escuché, pero percibo sus semblantes, sus miradas, sus desprecios. Pero ellos se olvidan que el desprecio que yo siento por ellos es el doble aunque ellos no lo noten, aunque ellos no lo sepan.

Y en algunos casos, más que desprecio siento odio por Alserván, por Valsertan, dos traidores que incluso han sido premiados. Evidentemente los comandantes no son patriotas, no aman a la Federación, premian a los traidores, pero conmigo eso no va, yo sé quién soy.

 

No voy a ser hipócrita, quiero cubrirme de gloria por mí, no por la Federación, porque quiero ser aceptado y no usado. Y la diferencia es abismal; nadie quiere ser usado, no somos objetos, somos seres vivos con necesidades, con deseos de afecto real, pero la mayoría de mis compañeros son indiferentes, vacíos, gente que vive por vivir. Yo no, yo tengo aspiraciones, deseos, proyectos, pero me faltan oportunidades. Y eso, eso es lo que voy a conseguir, oportunidades para demostrar mi verdadera valía.

 


Sesión 30/10/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Buscaba gloria, necesitaba alimentarse de gloria. Esto circuló y un comandante se la ofreció en forma de ataques sorpresa en mundos lacerta, y aceptó enseguida. Iría con él a arrasar mundos y miles de civiles y trabajadores lacerta. Serían héroes.

 

Sesión en MP3 (3.990 KB)

 

Entidad: Aún me sentía frustrado, y entendía como que en la vida, de cien cosas que se cruzan en tu camino, noventa y nueve son complicadas. Pero vaya a saber por qué obra del destino me tocó una, la no complicada.

 

Vino mi teniente a mi camarote:

-René, te llama el comandante Acelius. -Me quedé pálido.

-¿El comandante Acelius?

-¿Eres sordo?

-No no no, voy inmediatamente.

-Ve a la sala cuatro.

-¿De qué se trata?

-No me lo dijo, me dijo que era urgente. -Marché inmediatamente.

 

Había varios tenientes, los saludé a todos:

-Soy el alférez René, fui convocado por el comandante Acelius. -No me dirigieron la palabra, me señalaron una puerta. Golpeé.

-Adelante. -El comandante Acelius, una persona imponente, alta, fuerte, quizás algo canoso, pero con rostro firme, decidido.

-Mi comandante, me presento. Alférez René.

-Está bien, está bien, toma asiento ¿Quieres tomar algo?

-No, mi comandante.

-Relájate, relájate, ¿quieres tomar algo?

-Sí, mi comandante. -Me sirvió una bebida fuerte con alcohol-. Mi comandante, no sé si deba...

-Alférez, te la estoy ofreciendo yo. -Él se sirvió otro trago. Me miró a los ojos-. Tengo entendido que eres una persona decidida.

-Mi comandante, hago lo mejor que puedo por la Federación.

-Me enteré también de que algunos te acusan de rebelión. -Me quedé pálido, ¿para qué me habrá llamado, para decirme personalmente que estaré castigado?-. Tranquilo, alférez, tranquilo. Investigué su foja de servicios y me di cuenta que es un patriota, sé que tiene planos digitales de los planetas exteriores del sistema lacerta.

-Así es, mi comandante.

-Y sé que tuvo un capitán que quiso atacar puntos vulnerables del sistema Lacerta, pero que otros alféreces frustraron el ataque y encima fueron premiados. ¿Qué opina?

-No sé si debo opinar, mi comandante.

-Estamos en confianza.

-Opino que fueron unos traidores, había muchos puntos débiles y podíamos haber triunfado. Y luego hubo una segunda oportunidad y el capitán no supo confrontar la situación.

-Tengo entendido que lo dejó abandonado a su suerte.

-No es así. Nos teníamos que teletransportar a nuestra nave, y sabiendo que los lacerta eran enemigos mortales él trató de hablar de paz cuando todos los lacerta sabían que su misión no era esa. Y obviamente me hice teletransportar.

-O sea alférez, que para ti ese capitán era un inepto.

-Puede castigarme, mi comandante, pero mi opinión es esa. Tuve mala suerte con ambos. Uno, no sé si le dieron una droga pero le hicieron perder la razón. Y el otro era completamente un fracaso como persona y como militar. Mi comandante, mi inquietud es saber por qué me ha convocado.

-Tengo un crucero, un crucero con todo el armamento, y mi idea es atacar puntos vulnerables del sistema lacerta.

-Mi comandante -le comenté-, entiendo que es arriesgado. -Y pregunté-, ¿usted va a dirigir desde holoordenadores en Sargón?

-No, voy a estar al mando de la nave.

-Según las leyes de Sargón, los capitanes son los que están al mando de los cruceros o naves más pequeñas, los comandantes dirigen las misiones desde sus bases. -Me miró fijamente.

-Ha estado con dos capitanes, alférez. Mi opinión es la misma que la suya, o están muy ávidos de triunfar y se enceguecen o se obnubilan. En mi nave no va a haber capitanes, va a haber tenientes y alféreces. Y usted, René, va a ser mi segundo.

-Señor, pero esto está fuera de las leyes, no puedo ser su segundo habiendo tenientes, soy un subalterno.

-Correcto. Pero los tenientes son subalternos míos. René, en confianza, ¿quieres otro trago?

-Pero señor...

-¿Estás objetando?

-No, señor, puede servirme. -Me sirvió otro trago. Mi corazón latía más rápidamente-. Explíqueme, por favor, mi comandante.

-Obviamente, René, no vas a mandar sobre los tenientes, vas a estar conmigo, aceptaré sugerencias, aceptaré estrategias. Va a haber otros alféreces que se van a ocupar de los radares, de los holoordenadores. Va haber cuatro pilotos, todos tenientes. Y en el puente de mando tú no vas a interactuar con nadie, únicamente conmigo. Si algún teniente se atreve a preguntar por qué un alférez está conmigo le diré porque es un líder en estrategia. Y si sigue preguntando lo encierro en el calabozo.

-Mi comandante, espero haber entendido bien, ¿voy a cumplir mi sueño de atacar a los sistemas lacerta débiles, fortalecernos, apoderarnos de más naves hasta finalmente destruir a esa Federación?

-Exactamente eso es lo que deseo.

-¡Pero esto es lo que soñé durante semanas!

-Bueno, se hizo realidad.

-Quizá no entendí bien, ¿cómo supo de mí?

-Como se dice vulgarmente en la Academia y en las prácticas, los rumores corren como reguero de pólvora. Primero pensé mal de ti, un insubordinado, alguien que quiere ir ciegamente a combate, pero me di cuenta que no, que los que estaban ciegos eran los capitanes.

-Disculpe mi intromisión, pero tengo entendido que usted es muy amigo de la capitana Kirana.

-Sí. No entiendo qué tiene que ver.

-Entiendo que ella le habrá dicho de ir a la misión.

-Seguramente me hubiera dicho, si hubiera estado enterada. -Lo miré.

-Mi comandante, pido permiso a partir desde ahora a ser ya su segundo y tener la confianza para preguntar, objetar, orientar...

-Desde ya tienes carta blanca. Bien. Y puedes tratarme de tú, no adelante de los tenientes o de los demás alféreces.

-Bien. Mi pregunta es, comandante, ¿la primer ministro Nubia sabe?

-No.

-¿El viceministro Oberson?

-No.

-Obviamente, tampoco el capitán Alexis ni otros capitanes.

-No.

-¿Los tenientes convocados no pueden hablar?

-No, han firmado un pacto de silencio bajo orden de ejecución si no lo cumplen, no solamente a ellos sino a su familia, parientes, esposa, hijos quienes los tuvieran. Lo mismo los alféreces. Son más jóvenes pero tienen hermanos, padre, madre... -Por un momento me quedé pálido.

-De parte mía no hay problema, yo no amo a mi familia. Además, apoyo cien por ciento tu idea, comandante. ¿Pero no es muy duro un pacto de silencio donde el que no lo cumple no solamente se lo ejecuta sino a toda su familia?

-Es muy sencillo, René. A muchos no les importa su vida pero sí la de su familia. -Lo miré y le extendí la mano, me estrechó la mano firmemente.

-Verdaderamente, comandante, tienes todo cubierto, y seré tu más leal servidor.

-No, no quiero servidores, quiero consejeros. Y si en algo me equivoco me lo haces saber. Nuestro pacto será de igual a igual, no importa el grado que tengamos. Mañana partimos a las cero seiscientos, no comentes a nadie. En el crucero tengo todo tipo de equipo. Incluso para ti que eres un félido tengo un traje especial con doble protección energética, pistola de protones, o sea, lleva un traje común al espacio puerto. No partirás con la nave nodriza, te daré por holotablet donde tienes que estar y serás teletransportado en secreto, como todos los demás tenientes y los alféreces. Y partiremos. El crucero está con doble capa invisible, la segunda capa es para que los rayos térmicos y la visión infrarroja no detecten calor humano o calor de motores. Ahora ve a descansar. Toma, toma esta píldora.

-¿Qué es?

-Un tranquilizante, quiero que duermas, quiero que estés despejado para mañana. El holodespertador hará que te levantes a las cero cuatrocientos, te ducharás, tomarás algo. No comentarás nada a nadie, te irás al punto que te marcaré en tu holotablet. No escribas ni hables por holomóvil ni borres nada de la holotablet de tu apartamento, deja todo así. Se preguntarán dónde estás, dónde estarán los otros tenientes y alféreces, pero no tendrán respuesta. -Tomé el comprimido.

-¿No me hará mal mezclarlo con el alcohol?

-Estamos en una época moderna, no afecta para nada. Nos estamos viendo. Ahora vete y no estés envarado, camina normalmente. Si te preguntan para qué te convoqué diles que quería averiguar de otros alféreces que me parecían sospechosos, y tú responderás que no delataste a nadie. Hay que ser astutos. Vete ahora.

 

Me marché. Al día siguiente partimos a velocidad ultralumínica, estaban todos entusiasmados. Yo estaba en el puente de mando sentado al lado del sillón de mando del comandante, ambos teníamos frente a nuestras sillas cómodas, mullidas un doble ordenador cada uno, uno con el mapa del cuadrante galáctico y el otro directo.

 

Llegamos a un mundo, un mundo minero donde los lacerta estaban sacando un material valiosísimo. Pero en ese mismo mundo, como alguna vez los lacerta atacaron a la Federación, allí también había una cúpula con civiles, cerca de diez mil civiles bajo una cúpula energética.

El comandante me miró, me dijo:

-Llámame directamente, cuando estemos a solas, por mi nombre.

-Está bien, Acelius.

-No hace falta que leas mi pensamiento, ¿qué harías tú ahora?

-Yo, con los cañones protónicos, destrozaría el mundo.

-¿Y los civiles lacerta?

-Bueno, son efectos colaterales.

-¿Ves?, por eso te quería a ti.

-¿Qué van a decir los demás tenientes?

-Son patriotas, y a muchos les he mentido diciendo que hubo diez mundos de la Federación que fueron atacados, pero que no lo comenten porque nosotros íbamos a ir primero como punta de lanza.

 

El comandante Acelius dio las instrucciones: en instantes el mundo quedó hecho pedazos. Si no explotó fue debido a su enorme gravedad pero murieron miles de miles de civiles y trabajadores lacerta.

-Hay otro mundo cercano, a dos años luz, donde también hay equipos mineros. Vamos hacia allí a velocidad ultralumínica.

 

Nos topamos que en ese mundo había cerca de veinte cruceros lacerta iguales al nuestro, evidentemente se habían comunicado por visor ultralumínico e inmediatamente cubrieron distintos mundos. Obviamente no adivinaron a dónde íbamos, cubrieron los mundos más desprotegidos.

-Comandante Acelius, caímos en una trampa.

-Para nada, para nada. No nos van a atacar, les mandé un mensaje, al primer disparo a nuestra nave atacamos ese mundo. Que se marchen a una distancia de cuatro o cinco horas luz y que nos permitan irnos y salvarán miles de vida lacerta. O bien, nos destruyen, pero destruimos este mundo.

-Pero es muy arriesgado.

-Ya verás. -Tenía razón el comandante, los cruceros Lacerta se alejaron como mínimo a cinco horas luz.

-¿Ahora nos retiramos?

-Me extraña, René, ahora bombardeamos este mundo y lo destruimos, y después vamos a velocidad ultralumínica borrando nuestro rastro lumínico para que no nos detecten.

-Se sentirán burlados, ¡pero qué nos importa!

-Nos buscarán.

 

Entró un mensaje sublumínico, lo leímos: "Sabemos quién eres, comandante Acelius, nos comunicamos con vuestra Federación y la primer ministro Nubia dijo que jamás tuvieron permiso de atacar, y que si no los destruimos nosotros, vuestros propios compatriotas de la Federación los van a destruir".

 

Lo miré al comandante Acelius:

-Estamos en un aprieto.

-Para nada, para nada. ¿Quién nos va a encontrar?

-Claro, pero estamos huyendo, la idea original era ir destruyendo mundos.

-Bueno, estamos todos bien, tenemos infinidad de provisiones, tenemos las armas intactas, la protección intacta y atacaremos a escondidas. Que nos persigan.

-Estimado comandante Acelius, somos proscritos de nuestra propia Federación.

-Qué pasa, René, ¿querías la gloria?, yo también quiero la gloria. La Federación Sargón está equivocada, nosotros somos héroes, estamos atacando a nuestros enemigos. Entre nosotros, ¿quiénes son los traidores, la Federación Sargón que nos persigue por atacar a nuestros enemigos o nosotros?

-No, la Federación Sargón. -Me abrazó.

-Por algo te elegí como mi segundo. Vamos a seguir atacando, que nos digan rebeldes, todos los tenientes y alféreces están de acuerdo conmigo, somos héroes. Pero no vamos a morir como héroes, no vamos a ser tan tontos de dejarnos ver; tenemos doble capa de invisibilidad, doble capa de protección energética, cañones de protones, bombas de protones, y tenemos sustento de vida para años en la nave. Nos vamos a cubrir de gloria. -En un impulso emotivo lo abracé.

-Tú eres el comandante que busqué toda mi vida. -Mis ojos estaban con lágrimas.

-No, no, René, emoción no, frialdad, frialdad.

-Tienes razón, comandante, disculpa por haberme dejado llevar por la emoción. Frialdad. A mí nunca me reconocieron ni mi familia, ni mis amigos, nadie. Ahora les vamos a demostrar, comandante, que yo no estaba equivocado. Seremos héroes.