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Psicoauditación - María Martha

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 23/11/2012 Psicoauditación

Sesión del 13/03/2013 Psicoauditación

Sesión del 29/04/2013 Sol III, Miguelina Servando

Sesión del 12/08/2013 Sol III, Elvira Costas

Sesión del 07/03/2018 Aldebarán IV, Areca

Sesión del 22/04/2019 Aldebarán IV, Areca

Sesión del 16/05/2019 Aldebarán IV, Areca

Sesión del 08/09/2021 Gaela, Ernestina Herrera

Sesión del 21/10/2021 Gaela, Ernestina Herrera


Sesión 23/11/2012
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

Explicó que su 10% se siente como perdida porque el entorno que la rodea cambió. Es preciso adaptarse a los cambios para seguir avanzando. Animó a su 10% a ser tolerante con quienes aún están por despertar. Por último, comentó que ahora es más prudente con los proyectos porque no sabe cuáles podrá sacar adelante y cuáles no.

Sesión en MP3 (1.953 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Gracias.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Con un cansancio conceptual.

 

Interlocutor: ¿Por qué?

 

Entidad: Tuve la fortuna de que en distintas vidas he vivido mucho pero tuve el infortunio -qué irónico, ¿no?- de que a su vez en muchas de esas vidas he sufrido mucho y a veces es como que la vida se me hacía demasiado larga. A veces el vivir y entender que tu mente se siente joven y ver que tu cuerpo ya no es tan joven te hace permeable, hace que te invada cierta melancolía, hace que te vuelvas vulnerable y hace que no reconozcas lo actual, porque ves, porque percibes cómo todo ha cambiado. Y yo no voy a caer en el común denominador de pensar que todo tiempo pasado fue mejor porque en esta época tenemos una medicina que salva vidas que cuando yo era pequeña no había, aparatos que de pequeña ni hubiera soñado. De pequeña teníamos una radio que era lo único que nos llenaba el momento. ¿Quién hubiera pensado que luego vendría la televisión, las computadoras, aparatos de teléfono que te caben en la palma de la mano y que te puede comunicar a miles de kilómetros? Pero se perdió la naturalidad.

 

Interlocutor: El mundo ha evolucionado mucho pero el tema de los valores y todo...

 

Entidad: No, no hay valores.

 

Interlocutor: Respecto a la evolución interior del ser humano está bastante cuestionable. ¿Qué recomendación le darías a tu 10% para poder afrontar mejor estos tiempos?

 

Entidad: Mira, es verdad que en mi región la mujer estaba mucho más condicionada que el varón pero tú te acostumbrabas al respeto, en la mesa principalmente. En la mesa había un respeto... pero era acostumbrarte a disfrutar de la comida en familia. Quizá es el añorar, porque a medida que uno fue siendo adolescente molestaba a veces la firmeza y el maltrato de los adultos pero, inconscientemente, sabías que ellos también habían sido educados así por sus mayores, y a veces me molestaba esa injusticia del trato distinto entre la mujer y el varón. Pero hoy, viéndolo en la distancia del tiempo, obvio que todo es distinto, no existe más la cortesía, la caballerosidad, el mundo está muy revuelto; el trato es más de confianza pero no está mal la confianza para nada, no, no -no hay palabras en el plano físico para describir el concepto que quiero transmitir-, abuso de confianza podría ser pero tampoco es esa la palabra porque abuso de confianza se puede tomar como lo que es. Tiene que haber una palabra intermedia entre confianza y abuso de confianza, que es desubicación. Llamémosle desubicación. ¿Me entiendes?

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: Porque el abuso de confianza se puede malinterpretar, no, no. Hablo de desubicación. Yo creo que hoy, tanto el varón como la mujer viven desubicados. Esa es la palabra: desubicados.

 

Interlocutor: ¿Y tú como te sientes? ¿Te sientes que encajas con la mayoría?

 

Entidad: No, me siento desubicada pero en otro aspecto.

 

Interlocutor: ¿Te sientes, quizás, un poco víctima de que el mundo esté como esté?

 

Entidad: No, no, no. He aprendido mucho en esta vida con mi edad, no, no. Me siento yo también desubicada pero desubicada...

 

Interlocutor: En cuanto a desorientación.

 

Entidad: ¡Je, je, je! A ver, los varones y las mujeres son desubicados en su forma de ser. Yo me siento desubicada en mi forma de estar.

 

Interlocutor: ¿Cómo sería eso? A ver.

 

Entidad: Como que me siento parada en este mundo, diciendo "¡Qué hago aquí con toda esta gente!". Pero mi espíritu es joven, porque a veces veo otras mujeres de mi edad que las ves como perdidas, como que su mente está perdida. Hay Maestros que dicen que lo emocional te afecta a lo físico y yo digo que lo emocional también te afecta a la mente.

 

Interlocutor: Puede llegar a afectar.

 

Entidad: Lo hablo como thetán...

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: ...no como 10% encarnado. Y a veces mi parte encarnada se siente como perdida en este sinfín de cosas que pasan, no como que no tuviera un lugar de pertenencia, porque un lugar de pertenencia uno se refiere generalmente a nivel físico, un lugar de pertenencia a nivel de entorno, como que -no es fácil de explicar, ¡eh!- el entorno que te rodea no fuera el mismo que hace 30 años atrás y te sientes rara, extraña, distinta. Por esto hablaba de desubicada. No desubicada desde una postura mía, desubicada temporalmente. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?

Pero también tengo la fortuna de poseer la percepción, de poder captar las cosas buenas, porque hay gente linda, entender que un hijo es una bendición, entender que al igual que en otras vidas has vivido décadas y décadas y sigues estando. Pero o te adaptas o desapareces. A veces me da la impresión como que el ser humano -más la mujer, ¡eh!, más la mujer- tiene que adaptarse como se adaptan las especies animales porque aquella especie animal que no se adaptó se extinguió. Entonces es como que tienes que seguir adaptándote porque si no te extingues.

 

Interlocutor: Siempre, siempre. Permanentemente. ¿Qué le dirías a tu 10% sobre algo que tuviera que cambiar? ¿Quizás alguna actitud o quizá prestar más atención en algo en particular?

 

Entidad: No. Aprender a tolerar no con palabras sino con pensamiento a aquellos que aún no han crecido. Cuando una era niña miraba a la gente grande y veía como que la gente grande estaba en el limbo, como que estaba en las nubes y a veces uno -que ya es grande- siente como que los jóvenes te miran como si tú estuvieras en un limbo, ignoran que tienes la mente joven y aunque tu cuerpo ya no sea el de aquella muchacha bella y atractiva tu mente es más sabia y te sientes joven, y puede molestarte quizás la mirada de aquellas jóvenes que te miran como si tú fueras pasada de moda, porque ahora lo que prevalece es la moda.

 

Interlocutor: Para ti veo que no es nada importante.

 

Entidad: No, para mí no.

 

Interlocutor: ¿En qué plano estás?

 

Entidad: En el plano 3 subnivel 9, y digo que todo eso es ficticio.

 

Interlocutor: ¿Hay algo que te gustaría concretar en esta encarnación, algo en particular?

 

Entidad: Antes soñaba en grande, ahora sueño en pequeño y a veces eso me molesta.

 

Interlocutor: Quizá sea una cuestión de estar más maduro y ser más realista.

 

Entidad: Sí, más realista pero lo digo en otro sentido. Cuando eres joven sueñas en grande porque tienes un montón de proyectos y cuando pasas los 60 años sueñas más en pequeño porque no sabes qué proyectos vas a cumplir y cuáles no. Entonces sí sientes como cierta angustia, lo digo como thetán, y reconozco que es un apego al plano físico porque aun siendo parte espiritual yo vivo las vivencias de mi parte encarnada, y claro que ahí hay un apego y no se me cae nada por reconocer eso. Y entonces cuando tú ves que tus proyectos son más estrechos, más limitados porque no sabes hasta cuándo tú puedes ejecutar estos proyectos es lógico que sientas añoranza, angustia o lo que fuera pero a su vez tienes la satisfacción de si has logrado cosas, de que tus seres queridos también las logran, y aunque ellos no se den cuenta tú te das cuenta de que son sabios y que quizá han aprendido más cosas que tú, y está bien que así sea. Esto es lo que tengo para decir. No tengo otra cosa para decir.

 

Interlocutor: Bien. Bueno, muchas gracias por estar aquí. Te envío toda la Luz a ti y a tu 10% y espero volvamos a contactarnos. Hasta todo momento.


Sesión 13/03/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

Es una entidad luchadora en el día a día. Desea hacer mucho más de lo que pueden sus fuerzas pero el plano físico pesa, pesa la edad, pesa el cansancio. También cansa ver por qué derroteros va este mundo que ya no es el de antes, desencanta. Kar-El nos dice que sigamos teniendo fe en esta sociedad, en este ser humano, porque de la misma manera que hay muchos seres que cometen actos hostiles, que son los más, también hay otros que salvan vidas, que se juegan por el otro, que tienden una mano. Vale la pena nuestro esfuerzo, no decaigamos.

Sesión en MP3 (2.447 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Gracias querida hermana.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Gastada, cansada. A veces siento como que el tiempo pasa rápido como un carro en la autopista y cuando tú miras el almanaque te vas dando cuenta de que quieres hacer más cosas y a veces es como que ya el cuerpo no te da para hacerlo. A veces es como que rememoras cosas que podías haber cambiado, que podías haber modificado, que podías haber intentado hacerlas de otra manera y es como que los años pasan como cuando tú viajas en un tren y las estaciones pasan y van quedando detrás y tú sigues avanzando, y avanzando y tú miras tu rostro en el espejo y ves que ya no tienes el semblante de joven y ves que los chicos ya no son chicos ya son grandes, y quieres velar, y quieres cuidar y a veces es como que no tienes las fuerzas para hacerlo.

 

Interlocutor: ¿Hay alguna experiencia, alguna vivencia de alguna vida pasada que quieras recordar?, ¿hay algo que te esté pesando de alguna vida anterior o algo puntual en esta vida que quieras comentarnos y desahogarte?

 

Entidad: Mira, hay una vida en Murcia en la Península Ibérica, me llamaba Ariana, Ariana Sánchez Vicario. Crié tres varones, mi esposo falleció cuando yo tenía 30 años, cogió un tremendo frío en enero y una enfermedad en los pulmones y en el mes de marzo nos dejó. Yo quedé con tres criaturas de 9, de 6 y de 3 años. Tuvimos que vender la casa en la campiña y nos fuimos a vivir a la ciudad. Por suerte tenía dinero y compre una pequeña tienda con una vivienda detrás. Hacía ropa y no digo que me iba mal pero tenía una soledad tan grande.

El mayor tenía una niña a la que adoraba y yo pensé que se iba a casar pero a los 20 años quiso recorrer el país, quería hacer fortuna. Me quedé con los dos menores.

El menor, que después ya cumplió 18, me ayudó en el negocio y el de 15 lo hacía estudiar, sabía leer y escribir bien. Lo hacía estudiar historia, quería que fuera alguien y fueron pasando los años.

Me cogió como una especie de enfermedad en las manos cuando cumplí 40 años y apenas podía mover mis dedos, casi no podía trabajar. El del medio se casó tarde pero era una buena mujer la que tenía y ella es la que me remplazó en la tienda y fui envejeciendo.

Un día aparece un señor bien vestido -yo sabía apreciar la ropa- con una botas carísimas y lo miro bien al rostro y era Joaquín, mi hijo mayor. Lo abracé y después me puse a llorar y le reproché. Le dije: -Nos has dejado solos.

 

Interlocutor: ¿Qué te contestó él?

 

Entidad: Que había hecho fortuna para nosotros.

Le digo: -No estamos tan mal, te necesitábamos a ti no necesitábamos el dinero. Lo hiciste por ti no lo hiciste por nosotros, te comportaste egoicamente.

Le caían lágrimas de los ojos y me arrepentí de mis reproches. Se quedó con nosotros seis meses y contó que tenía una familia, una vivienda y que tenía empleados, que le iba bien pero que no podía trasladarlos aquí. Me preguntó si queríamos ir para allí, que íbamos a estar mejor pero los hermanos no querían irse.

Así que se marchó de vuelta y en lo que me restó de vida nunca más lo vi. Le desee lo mejor. Pero ten en cuenta la época, en esa época a veces ni las cartas llegaban, nunca tuve noticias. Mi cuerpo cada vez me respondía menos, a los 51 años desencarné y cuando me vi como espíritu vi que hice todo lo que podía.

 

Interlocutor: ¿Cuál crees que es tu misión en esta vida y cómo te sientes respecto a ella?

 

Entidad: Creo que mi 10% encarnado, al igual que en la vida anterior, hace lo que puede. Es otra región, otra familia, otras circunstancias, otra expectativa de vida por suerte, pero los años igual pesan. A veces uno no lo reconoce eso pero no somos los mismos que cuando teníamos 20, que cuando teníamos 30; no somos los mismos y es como que aquellos que fueron niños en una época, ahora son grandes y ya tienen su determinación, tienen su vida, tienen su pareja y a veces cometen errores y uno trata de orientar. Y bueno, eso.

 

Interlocutor: ¿Cómo te sientes respecto a eso?, sientes que puedes orientarlo o sientes que a veces quisieras hacer algo más y por algún motivo no puedes, o crees que no puedes.

 

Entidad: No, no puedo. O sea, hay un cansancio, primero, que hace que no puedas llevar a cabo tantas cosas, tantas cosas que quisieras llevar a cabo pero de todas maneras siento satisfacción por la vida. Está bien, al comienzo dije que muchas cosas las haría de otra manera pero también con los años aprendí que no sirve lamentarse, no sirve, no podemos retroceder.

 

Interlocutor: Cada situación es particular y uno intenta hacer lo mejor que puede en ese momento, quizás en otro momento, con otra experiencia, con otro conocimiento cree que si volviera para atrás, podría hacer las cosas diferentes pero lo importante es tener en claro que en cada momento tratemos de hacer las cosas lo mejor que podamos, de decidir a conciencia, de decidir desde el amor y no desde estar reactivos, no con roles de ego y tratar de vivir lo que hacemos cada momento con alegría porque pese a las dificultades que todos encontramos, siempre hay momentos hermosos y que realmente valen la pena.

 

Entidad: Lo que pasa es que a veces uno quiere -ahora o dentro de 20 años, en el siglo XXI- uno con los años que tiene uno es joven todavía, pero uno quiere irse el día de mañana sabiendo que todos sus seres queridos están bien.

 

Interlocutor: Te entiendo.

 

Entidad: Y a veces por preocuparnos por los demás no nos preocupamos por nosotros mismos, y eso no tiene que ver con el egoísmo eso tiene que ver con que a veces nos dejamos estar.

 

Interlocutor: ¿Y por qué crees que te dejas estar?

 

Entidad: Es una manera de decir, es como que buscamos el bien del otro y a veces es como que no nos cuidamos a nosotros mismos. Y porque es una manera de ser, porque es una forma de vida.

 

Interlocutor: Esta manera de ser tuya te viene de siempre o ha habido alguna vivencia que te haya hecho ser de esta manera.

 

Entidad: No, creo que en las distintas vidas he sido parecida. Uno, a veces, dice que en épocas pasadas -como en Murcia u otras vidas que me han tocado en el pasado- eran siglos más salvajes, podría decir, si se entiende, ¿no?

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: Pero tú ves la sociedad cómo está hoy... No, hay temas que no quiero tocar, no, pero ves la gente... Me da la impresión como que la sociedad ha retrocedido, como que los valores se han perdido, como que se ha perdido el respeto, como que los jóvenes de hoy no son iguales que cuando yo era una niña, el respeto por los mayores, los códigos, los valores... A veces es como que una se siente desencantada de todo eso, muy desencantada, hablo de la sociedad no de la familia, ¿eh?, hablo de la sociedad, hablo del mundo. Uno se entera de situaciones y sucesos ingratos que son muy desagradables en la sociedad en que vivimos. Entonces, uno dice qué les dejamos a nuestros descendientes, ¿les dejamos un país, un mundo, una región salvaje?... Pero no estamos en el siglo XVIII, estamos en el siglo XXI y sin embargo tú ves las calles, ves las cosas, hay aparatos modernos que no había en otras épocas pero no hablo de eso, hablo de valores, de conductas. Hay progreso pero ¿para qué? Hay más corrupción también con el progreso.

Y ese es el cansancio también, no solamente los años. Como thetán, como espíritu superior te puedo decir que también hay un cansancio suprafísico de percibir todo eso, te desencanta, te desencanta mucho, mucho.

 

Interlocutor: Quisiera consultarte si puedes contactar con algún guía espiritual o entidad angélica en el plano que tú te encuentras.

 

Entidad: Bueno, hay una entidad que quiere hablar y expresarse y yo me retiro.

 

Interlocutor: Te envío toda la Luz y me gustaría, que nos encontráramos para charlar en otro momento, me gustaría escucharte más animada, ¿sí?

Te envío toda la Luz, y siempre "Todo es por algo" y vale la pena nuestro esfuerzo, no decaigas.

Hasta todo momento.

 

...

 

Otra entidad: Hola, ¿cómo estás?

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Otra entidad: Querido 10%, soy Kar-El, entidad angélica, tu Yo superior. Le quiero decir a ese hermoso ser que se ha contactado recién que tiene las herramientas y que no debe prejuzgar a la sociedad. Sabemos por experiencia que a veces pareciera que el mal fuera más contagioso que el bien, como que el mal se extendiera como reguero de pólvora. El mal no es más fuerte que el bien y nunca lo va a ser, el bien seguramente tiene un talón de Aquiles, que es permisivo, porque el bien no abusa de su libre albedrío, en cambio el mal no se fija en ello e invade, contagia, contamina. Se trata de hacer mancomunión entre todos aquellos seres que están encaminados hacia la Luz y poner cada uno su granito de arena y contagiar y transmitir.

 

Interlocutor: En cuanto a que el bien es permisivo, podemos decir que no hay que permitir que en el amor y en el tratar de hacer el bien seamos permisivos, o sea porque el amor en realidad no debe ser permisivo, podemos caer en esa...

 

Kar-El: Pero el bien es permisivo, es permisivo en el sentido que el bien nunca se impone, se propone. En cambio, lamentablemente, el mal muchas veces...

 

Interlocutor: Fuerza, fuerza situaciones.

 

Kar-El: ... utiliza, entre comillas, a muchos seres encarnados para imponer, para someter, para vejar, para lastimar a otros.

 

Interlocutor: ¿Cuál sería la ventaja, entonces, de la Luz, del bien?

 

Kar-El: La ventaja del bien es que el bien se lleva en el interior de cada espíritu, de cada entidad angélica y de cada ser encarnado, y ese ser tiene que despertar, entender, darse cuenta de que puede lograrlo y que puede vencer esas tentaciones, esos impulsos negativos para evitar cometer actos hostiles. Sigo teniendo fe en esta sociedad, en este ser humano, porque de la misma manera que hay muchos seres que cometen actos hostiles, que son los más, también hay otros que salvan vidas, que se juegan por el otro, que tienden una mano.

 

Interlocutor: Digamos que también tenemos que aprender a ver lo positivo.

 

Kar-El: Que es lo que enseño, que es lo que yo enseño.

 

Interlocutor: Bueno, muchas gracias por estar aquí.

 

Kar-El: Gracias a ti, querido 10%, por hacer de interlocutora. He vivido mucho, milenios, siempre tendiendo manos, siempre ayudando. Tal vez este sea mi último ciclo de encarnación y no significa que os deje sin seguir cooperando pero a veces cooperando desde lo alto, desde vuestra visión, podré ser más útil. Y estoy en el interior de cada uno de vosotros transmitiendo mi Luz verde. Gracias.

 

Interlocutor: Gracias a ti y ambos sabemos que esta la última vez. Hasta todo momento.


Sesión 29/04/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

La entidad relata una vida donde deseó estar más tiempo con sus seres más queridos. Tuvo alegrías, también sufrió por apegos a su familia pero comenta que fue una vida feliz. Pero aún en la vida de ahora hay recuerdos anteriores presentes.

Sesión en MP3 (1.884 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Bueno, aquí estamos.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: ¡Oh! Con un sin fin de dudas, de preguntas, cuestionamientos.

 

Interlocutor: ¿Por qué te cuestionas tantas cosas?

 

Entidad: ¡Ah! Tuve una vida anterior muy conflictiva. Encarné en Asunción, en Paraguay.

 

Interlocutor: Sí.

 

Entidad: Me llamaba Miguelina, Miguelina Serbando Aguilar. Estábamos en la parte del campo. Había habido una guerra y había muerto mucha gente. Éramos once hermanos, siete mujeres y cuatro varones. Tres de los hermanos murieron en la guerra, una guerra muy injusta. Una guerra que se llamó "La guerra de la Triple Alianza".

 

Interlocutor: ¿Qué efectos ha tenido este hecho para ti?

 

Entidad: Estudié mucho religión en esa vida porque me había enamorado justamente de un joven, Jorge Dimas, que era justamente de uno de los países que habíamos entrado en guerra, él era abogado, obviamente no había participado. Él tenía varios escritos presentados a favor de la paz, a favor de no pelear entre países limítrofes sino que la batalla tendría que ser contra los realistas, no entre nosotros. América del Sur había vencido a los realistas pero luego por intereses creados hubo guerras entre países vecinos, eso era algo intolerante.

 

Interlocutor: Haber vivido en aquella época imagino que no habrá sido nada fácil. ¿Te han quedado engramas de temor, de inseguridad? O dime tú cómo lo viviste y de qué manera repercute, si aún lo hace, actualmente.

 

Entidad: Mira, con Jorge Dimas hemos tenido cuatro hijos, los cuatro varones, y ellos estudiaron en el país de mi esposo. Todos han estudiado abogacía.

Mi esposo me dice:

-Vamos, salgamos de aquí que tendremos un futuro mejor en Buenos Aires.

Me alejé de mi familia y me fui con él y los cuatro niños. Esos niños estudiaron, crecieron, se casaron con jóvenes provincianas. Hicieron fortuna.

Mi esposo enfermó por problemas pulmonares, era muy débil en la parte pulmonar y Buenos Aires era una ciudad muy húmeda y desencarnó joven, a los 41 años.

Yo quedé viuda y los chicos estaban cada uno en una provincia distinta, o sea, que quedé sola. Obviamente tenía dinero para mantenerme pero les escribía cartas, solamente uno de ellos me contestaba, uno de ellos, Juan José, el único que me contestaba. Por las noches lloraba, digo: -Nunca fui una madre demandante, nunca les impuse lo que yo quería sino que los dejaba a su libre albedrío. Quizás sus esposas, de esos celos tontos, los alejaban a los chicos de mí. El único que vino a Buenos Aire fue Juan José con su esposa y su hijo Vicente...

 

Interlocutor: ¿Se quedaron?

 

Entidad: ...que yo no lo conocía, tenía dos años y no lo había conocido, lo cubría a besos. Se quedaron, se quedaron. Él consiguió un trabajo con Álvaro Budeño, que era un abogado importante, cerca de la Plaza Mayor y tenía bastantes consultas.

Y aparte de ahí fui bastante feliz. A mis otros hijos no los vi pero él me llevaba en una pequeña calesa, allá le llamaban sulki, y me llevaba a pasear desde Plaza Mayor hasta los Bañados de Flores, era un paseo muy, muy lindo. Los Bañados de Flores era todo campo. Tú no sabes lo que es actualmente Buenos Aires, donde estaban los Bañados de Flores, es todo ciudad, edificios de 100 metros de altura. Es impresionantemente grande ahora pero en aquella época era todo campiña.

 

Interlocutor: Coméntame si es posible que haya quedado algún engrama de soledad quizá por aquellos hijos que nunca te escribieron.

 

Entidad: Tuve un engrama de no...

 

Interlocutor: De abandono, digamos, más bien, ¿no? Quizás...

 

Entidad: El fallecimiento de Jorge, luego el hecho de Juanjo se haya venido. Y Vicentito.

 

Interlocutor: ¿Él pudo borrar toda esa tristeza que venías acumulando, de alguna manera, o compensarla?

 

Entidad: Como thetán hay una cosa que aprendí, que una alegría no borra una tristeza anterior ni algo bueno compensa algo malo, lo malo queda grabado. La agonía de las soledades de cada noche quedan grabadas y claro que compensa de alguna manera, claro que compensa. Yo prácticamente parecía una dama noble, que mi hijo me llevaba a pasear. Mi nuera era una buena mujer, una buena ama de casa. Hacía unas empanadas de locro que se te hacía agua la boca. Fue una época muy linda dentro de todo.

Uno siempre anhela. No pude ver más a mis hermanas pero no porque no pudiera viajar porque Juan José decía: -Cuando quieras vamos.

Íbamos en una diligencia y en cuatro días estábamos pero tampoco me daban los huesos para moverme tanto, se ve que sufría de problemas en las articulaciones porque a veces me molestaba incluso hasta cerrar las manos. Y aprendí a tomar mate. Una paraguaya tomando mate, ¡je je!

-Y nunca entendí esa guerra que había pasado -le dije a Juan José.

Le digo: -Una guerra estúpida donde han muerto tíos tuyos.

Y Juan José pensaba igual que el padre. Decía: -Nadie gana las guerras, mueren hermanos. No, no tiene ningún sentido.

Y me sentía sanamente orgullosa de ese hijo. Y a los otros los extrañaba, sentía como cierta angustia, me costaba tragar. Por momentos lo que vosotros llamáis el ego se apoderaba de mí y despotricaba, gritaba mentalmente contra ellos, después me arrepentía y lloraba. Tenía la lágrima fácil, ¿no?, como dicen ustedes.

 

Interlocutor: Entiendo.

 

Entidad: Y bueno, viví bastante. Viví bastante por como tenía los huesos, viví hasta los 58 años. Y aparte de Vicentito otra nietita más, otra nietita más, que se llamaba Sara.

Le digo: -¡Qué nombre, qué nombre! Sara. Un nombre bíblico.

Y bueno, eso es lo que tengo para contar de esa vida, una vida bastante agitada donde me quedaron engramas, a veces de desamparo, como que uno quiere tener cerca a sus seres querido sean hijos, hermanos, lo que fuera y no, no, a veces no se puede, ¿no? Y claro que te quedan engramas, te quedan engramas de... no sé cómo explicarlo, no es de desamparo no, no, tampoco de desarraigo son engramas así raros, de como que sientes que quieres tener el agua entre los dedos y el agua se te chorrea, se te escurre de los dedos, así.

 

Interlocutor: ¿Crees tú que quizá sea necesario trabajar un poco sobre el tema de los apegos?

 

Entidad: No, no sé, no creo. No creo porque yo dije que no era demandante ni tampoco molestaba cuando eran chicos, los dejaba hacer sus cosas, sus correrías. Eran pícaros de chicos, ¿eh? Pero no, no creo. ¿Qué madre no va a extrañar a los hijos, no?

 

Interlocutor: Eso es obvio, pero tú como thetán y ahora viéndolo desde lejos y pensando que fue un rol todo lo bello que nos has relatado de aquella vida, ahora nos encontramos en una encarnación nueva, distinta donde a veces esos engramas que arrastramos de vidas anteriores, esas vivencias nos dejan como alguna marca y a veces sentimos, tenemos sensaciones extrañas y no sabemos exactamente por qué. ¿Te pasa a ti con el tema de esos engramas de soledad, de desapego de aquella experiencia, de aquella vida anterior que de alguna manera puedas estar arrastrando a esta encarnación? ¿Sientes por momentos algún tipo de tristeza y no sabes bien por qué? Y tú como thetán, ¿crees que es posible por eso, por aquella vivencia?

 

Entidad: Mi rol es distinto al de aquella Miguelina, es distinto. Pero a veces sí hay como anhelos inconscientes que uno no sabe de dónde vienen, no sé si tristeza, quizás anhelo, quizás eso pero no sé si trabajar. Yo quiero hacer las cosas bien nada más, yo quiero hacer las cosas bien.

 

Interlocutor: Sé que lo vas a hacer.

 

Entidad: Ya hablaremos nuevamente porque tengo más interrogantes.

 

Interlocutor: Ha sido un gusto tenerte aquí y te envía toda la Luz a ti como thetán y a tu 10%.

 

Entidad: Te la acepto porque la necesito. Gracias.

 

Interlocutor: Hasta todo momento.

 


Sesión 12/08/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

La entidad relata que en distintas vidas ha sufrido por un exceso de amor a los demás. En el diálogo Karina expresa que debemos amarnos a nosotros mismos tanto como a los otros, esto es equilibrio. No hacerlo es no respetarnos a nosotros mismos y quedar expuestos a ser víctima de los demás.

Sesión en MP3 (1.972 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido...

 

Entidad: Gracias.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Con cansancio mental de tantas vidas donde he sacrificado años, donde muchas veces no he recibido recompensas. Si supieras en cuántos lados he encarnado desde Méjico pasando por Lima (Perú), Bogotá (Colombia)... Estuve en Cuenca, en Asunción (Paraguay). He estado en La Paz (Bolivia). Estuve en Europa, encarné también en Roma (Italia), muchas veces en la península Ibérica en Córdoba, en Almería, en Países Vascos, en Cataluña.

 

Interlocutor: ¿Cuántas encarnaciones has tenido?

 

Entidad: Doscientas veinte. Siempre con cansancio porque en distintas vidas he trabajado... Tal vez como thetán yo mismo elijo encarnar en familias humildes como no para revertir karmas sino para que mi parte espiritual experimentando a través de la parte física se logre una vez por todas esa fortaleza que no llego a conseguir, porque en el plano físico es verdad que hay un cansancio por la edad pero en el plano espiritual también hay un cansancio conceptual de que en cada vida te sacrificas, ayudas, ¿y qué obtienes a cambio?, nada.

 

Interlocutor: Pienso que el tema pasa por comprender que el servicio es útil, que tenderle una mano al otro es útil...

 

Entidad: Sí, pero tienes soledad...

 

Interlocutor: ...pero que el sacrificio por sí solo no te sirve a ti ni como thetán ni a tu parte encarnada ni le sirve a nadie.

 

Entidad: Mira que yo me he sacrificado muchas veces, he ayudado. Ni las gracias me han dado. Entonces, ¿qué puedo decir? ¿De qué puedo alegrarme? Gente que uno quería que fueran amigos y luego te dan la espalda, familiares que también se alejan. No te reconocen nada de lo que has hecho y entonces te sientes como incomprendida, como que...

 

Interlocutor: ¿Tú sientes que esta situación se repite en las últimas encarnaciones?

 

Entidad: Sí, en distintas vidas...

 

Interlocutor: Entonces, cuando hay una repetición, a menos que no haya algún cambio o alguna modificación, la repetición continúa.

 

Entidad: Sí, ¡pero claro!

 

Interlocutor: ¿Y no será que tenemos que empezar a pensar qué tenemos que cambiar nosotros para romper esa repetición?

 

Entidad: Pero ¿por qué tenemos que cambiar nosotros? En cada vida trato con distinta gente y todos reaccionan igual. Entonces, ¿qué significa?, ¿que una tiene que ser mezquina y no dar ni nada para que los demás no se aprovechen de una?

 

Interlocutor: De mezquino a sacrificarse por los demás al extremo, son dos cosas bien opuestas. Quizás el aprendizaje esté...

 

Entidad: ¿Cómo medimos un término medio? ¿Cómo hacemos la medición de ese término medio?

 

Interlocutor: ¿Quieres comenzar por comentarme alguna de esas vivencias y lo vamos charlando?

 

Entidad: Sí. Me llamaba Elvira Costas Ancíes, estaba en Paraguay, en Asunción. Mi padre siempre se jactaba. Decía:

-Nosotros descendemos los Costas, ¡los Costas!

Pero mí papá era un campesino, o sea... ¡Los Costas! Los Costas... El bisabuelo era alcohólico, había lapidado la fortuna, quedaba el nombre nada más, "Los Costas", porque teníamos una hacienda. Y ni siquiera en Asunción, era en las afueras. Los Costas, los Costas, ¿pero qué quedó de los Costas? Ni la ropa quedó. Ni el calzado quedó de los Costas y yo tenía que emplearme en casa de familia y trabajaba bien, ¡eh!, era muy buena trabajando. Tenía sesenta años y tenía una vitalidad...

Y bueno, trabajando en casa de familia yo crié a mis hijos. Tenía cuatro hijos: El Vicente, el Jacinto, el Horacio y el Serapio, cuatro varones. Los cuatro bien casados con buenas mujeres, eran tres mujeres de Asunción y una de Buenos Aires. Y todos bien casados y me dieron nietos.

Pero yo seguía trabajando. A lo último ya no podía mover las manos, tenía como una cierta artrosis o cosas así pero me hubiera gustado, no sé, haber tenido algo de dinero, poder haber descansado. Nunca juntaba, nunca juntaba y yo había ayudado a mis hijos, ¿eh?, después cada uno de mis hijos tenía su casa y yo seguía trabajando para una familia. La casa mía yo la vendí y repartí la plata entre ellos.

 

Interlocutor: Pero si ellos tenían su casa ahí ha sido una responsabilidad tuya el haber vendido tu casa. Digamos, es uno que a veces se pone en el lugar de víctima. Tenemos que aprender a corrernos del lugar de víctima porque si no vamos a seguir siempre siendo víctimas de los demás.

 

Entidad: No, no, no me pongo en lugar de víctima. Yo digo que yo vendí mi casa, se la di a ellos. Ellos tuvieron su casa, todos bien casados, con nietos. Todo los demás bien pero yo solita después. A lo último no me venían a ver y cuando la señora se murió el hijo directamente me echó, me dio plata, me despidió. Me dio plata. No había, como ahora, indemnización, todo eso, con papeles pero me dio bastante dinero. Y bueno, tenía un primo. Tenía un primo en Buenos Aires, un primo, Carlos, también de apellido Costas y me recibió lo más bien en su casa. Vivía en los Bañados, vivía en los Bañados de Flores. Estábamos a una hora de carreta de lo que es el puerto, ¿no?, y tenía como una pequeña hacienda y me recibió bien, me recibió bastante, bastante bien. Era viudo, tenía dos hijas. Las hijas eran buenas, ¿eh? Las dos estaban casadas pero siempre lo venían a ver al padre.

Y yo me quedé allí y lo ayudaba. Yo sabía también preparar hierbas y todas esas cosas y cuando él tenía algún achaque o alguna cosa mala yo lo ayudaba, le preparaba algún té, alguna cosa así. Y bueno, me reía porque yo a veces cuando me quejaba, me quejaba en guaraní y él me decía: -No entiendo nada, hablá en castellano ¡ché! -me decía. ¡Ja, ja, ja!

Y bueno, no vayas a pensar mal, o sea, siempre me tenía respeto. Digamos como que nunca me dijo nada fuera de lo debido, ¿eh? Pero bueno, a veces la gente murmura como diciendo "Mira esta vieja viviendo sola en la casa del primo". ¡Ah!, la gente es así. Allá por los Bañados de Flores todos murmuran, todo el mundo murmura. No sabes lo que es allá, no sabes lo que es allá.

 

Interlocutor: Pero que uno debe actuar a conciencia y no esperando la aprobación de los demás porque los demás viven sus vidas y no la tuya. Entonces no comprenden lo que a ti te pasa, ni lo que tú sientes.

 

Entidad: ¡Ah! Tú dices... Pero anda, tienes que ir a la feria y que todos estén murmurando y te estén mirando y se golpean el codo unos con otro: -Mírala ahí, la viejita.

 

Interlocutor: Pero las épocas ya han cambiado y ya no es tan así.

 

Entidad: ¿Pero sabes una cosa? La viejita era coqueta, la viejita se compraba vestidos, la viejita era coqueta con sus achaques y sus manos que no las podía ni mover. ¡Ah! La viejita era coqueta y se cuidaba. Me había comprado unas alpargatas lindas de lona, de lona negra, cómodas pero elegantes. No, no; no andaba como esas pitucas de otros barrios que andaban con esas sombrillas de colores y andaban en estos carruajes tirados con un solo caballo, todo bien herrado, bien lustradito. Yo no iba a andar gastar plata en lustrar un caballo, ¡por favor! Pero sí, era bastante coqueta. Allá en los Bañados de Flores no se decía coqueta, se decía pituca: -¡Ja, ja, ja, mira la vieja pituca!

Nunca supe lo que era pituca pero era como si fuera coqueta, de estas que te engalanás, que te perfumás, que te arreglás.

Y bueno, después extrañé a mi hijo, no lo vi más porque perdimos el rastro.

 

Interlocutor: ¿Qué sugerencia le harías a tu 10% encarnado para esta encarnación?

 

Entidad: Es otra vida, es otra circunstancia, son otros momentos. El Edgar es una persona distinta, él está en su mundo, él tiene su mundo, él vive en su mundo y es como que... Pero es sano, ¿entiendés? Él es sano pero está en su mundo. Y a veces un poco ingenuo. Yo le digo: -No seas tan ingenuo.

Es como que él no tiene que sufrir, él tiene que hacerse valer porque hay mujeres buenas y mujeres que no son tan buenas. Entonces uno tiene que hacerse valer. Ojo, yo no me meto, pero uno tiene que hacerse valer. Esa es la idea.

 

Interlocutor: ¿Y tú no crees que si te hubieras hecho valer en encarnaciones anteriores no hubieras sufrido tanto?

 

Entidad: Yo di, yo me brindé, yo di. Es lo que enseñan, que hay que brindarse, que hay que darse y hay que amar a los demás. Y yo amé a los demás, porque eso es lo que dice un Maestro, hay que amar a los demás. "Ama a tu prójimo", dice el Maestro, ¿no?

 

Interlocutor: "Como a ti mismo". Un pequeño detalle.

 

Entidad: No entiendo.

 

Interlocutor: Que no solamente decía ama a tu prójimo sino que dice "Ama a tu prójimo como a ti mismo".

 

Entidad: Y, ¿sí?

 

Interlocutor: Que debes amarte y respetarte a ti.

 

Entidad: No, primero hay que amar a los demás, enseñan, ¿no?

 

Interlocutor: Primero hay que amarse uno.

 

Entidad: ¿Pero eso no es egoísta?

 

Interlocutor: Amarse no debe ser egoico sino desde respetarse, desde tenerse en cuenta, en consideración. Entonces el equilibrio está en poder amar al otro de la misma forma que me amo yo. Si yo no siento respeto por mí, me dejo pisotear, pues no me estoy amando. Entonces ahí caigo en la posibilidad de ser víctima de los demás...

 

Entidad: Ahora caigo.

 

Interlocutor: ...porque me expongo, me estoy exponiendo, no me hago respetar.

 

Entidad: Sí, sí. O sea tengo que hacerme valer. Eso dices, ¿no?

 

Interlocutor: Exacto. Que lo mismo que tú deseas para tu hijo tienes que hacerlo tú también para ti.

 

Entidad: Mira, una vida pasada en una región de España cercana a Portugal tenía una cuñada que era una arpía, una vieja arpía que decía "Yo me hago valer", pero era una déspota. Entonces, eso no era hacerse valer. ¿O sí? Era una déspota. Ella se quería, claro que se quería pero no quería al prójimo, no quería al prójimo. Ahí es como que hizo al revés. ¿O no?

 

Interlocutor: Ahí es amarse uno más que a los demás.

 

Entidad: Claro, dice: -¡Yo me hago valer! Y yo exploto a mi empleado.

Tenía plata y se la llevó toda a la tumba. ¿Para qué?

 

Interlocutor: Bueno, ahí has mencionado dos ejemplos extremos: Tú que siempre has amado a los demás y te han maltratado en vidas anteriores, justamente porque pones a los demás por sobre de ti mismo. Y esta señora que tú mencionas, que se amaba a sí misma y no le importaban los demás.

 

Entidad: Una vieja arpía.

 

Interlocutor: Entonces el tema pasa porque haya igualdad de ese amor y respeto por uno y amor y respeto por el otro.

 

Entidad: Dolores. ¡Ella daba dolores de cabeza! Se llamaba Dolores. ¡Je, je, je! ¡Ella daba dolores de cabeza! Bueno, pobre mujer, pobre mujer.

 

Interlocutor: Te sientes más aliviada al haber podido...

 

Entidad: Sí, me siento bien, me siento bien con ganas y te agradezco querida, te agradezco.

 

Interlocutor: Eres un ser muy lindo, muy dulce y...

 

Entidad: ¡Ah! Me da vergüenza que me digas eso.

 

Interlocutor: Y bueno espero que puedas poner en práctica ese equilibrio del que hemos estado hablando.

 

Entidad: Llevar a cabo, dices, ¿no?

 

Interlocutor: Claro, para que ya no tengas que padecer, digamos. El tema es aprender la lección.

 

Entidad: No, está bien, yo aprendo la lección y a veces aprendo cosas y estudio y aprendo cosas. Todavía aprendo cosas.

 

Interlocutor: Siempre todos aprendemos mientras estamos aquí.

 

Entidad: Sí. Bueno, ahora me voy. Hasta pronto, ¿eh?

 

Interlocutor: Te mando toda la Luz a ti y a tú 10%. Hasta todo momento.


Sesión 07/03/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

La entidad recuerda una vida en Umbro, en un valle desconocido. Conocía el poder de las hierbas y había curado a muchos que llegaron al valle en sus últimos momentos. Ahora tenía en sus manos la vida de un príncipe, lo estaba tratando pero no respondía bien.

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Entidad: Es un gusto estar aquí hablando con vosotros. Mi nombre es Zarator, estoy en el plano 4, subnivel 1. Voy a relatar una vida que para muchos puede ser insignificante, pero para mí está teñida de recuerdos alegres, armoniosos y también tristes, de pérdidas.

 

Mi nombre era Areca, había nacido en el valle verde, un valle donde prácticamente no había enfermedades, un valle donde había una armonía total y absoluta. A diferencia de otras aldeas que más tarde conocí, llevaban la organización, por no decir liderazgo, las ancianas, pero cada uno de los integrantes del valle tenía voz y voto sobre los temas a tratar. Aprendí con las enseñanzas de la anciana Felipa, que era la que organizaba todo el valle. Su esposo había muerto hace poco tiempo. Tenía una hija llamada Casimira.

Éramos ambas niñas, Casimira y yo. A veces, muy de vez en cuando algunas de las jóvenes, jóvenes ya mayores, traían una persona en muy mal estado. Felipa organizaba todo y le daban un zumo, o si era una herida bastante grave la mojaban con un zumo y encima le ponían una hojas que hacían que cicatrizara rápidamente la herida.

 

¿Pero por qué no me asombraba de ello? Porque cuando tú te acostumbras a algo, cuando tú naces en determinado lugar, donde lo que en otros lugares parece imposible ni siquiera te adaptas, ya directamente es parte de tu vivencia. Como los nobles o reyes que se bañan con agua tibia en una tina dorada, para ellos es lo normal. Lo mismo que para un aldeano pobre bañarse en el gélido invierno del arroyo y algunos luego mueren de pulmonía, pero lo aceptan, a duras penas pero lo aceptan como algo normal porque es la forma en que nacieron, es la forma en que se criaron, es lo que conocen. ¿Qué algunos cambian de condición? Sí. Sí. Los que cambian para mejor enseguida lo aceptan, los que cambian para peor rara vez lo van a aceptar. Y no deja de ser lógico, y no deja de ser coherente.

 

Entre las personas heridas que traían para sanar con las plantas "milagrosas", pues tenían propiedades curativas que no había en todo Umbro, todos los heridos sanaban. Pero claro, a veces sucedía que cuando iban despertando o mejorando se les notaba su carácter inquisidor o que directamente eran crueles o iban a sacar ventaja de todo ello. Entonces en el zumo se le ponía un zumo de plantas soporíferas que los hacía dormir hasta dos amaneceres seguidos llegado el caso; no se mataba a nadie, directamente se lo llevaba lo más lejos posible. Y como nuestro valle estaba entre montañas, por caminos casi inaccesibles, no digo que fuera imposible, pero era casi imposible llegar a él si no se conocía cómo. Había dos pasajes: uno por medio de una ladera muy inclinada que si te resbalabas caías a un precipicio. El otro por un hueco en las montañas, y un tercer camino que yo no conocía, que era muy estrecho, pero que se llegaba también.

 

Hoy, en mi vejez, me encuentro aquí, en una casa en un camino apartado. Detrás de la casa tengo una huerta con muchísimas variedades de plantas curativas. de semillas que me llevé. Vivo sola en armonía y agradecida de la vida.

 

Recuerdo que por el camino llegó ese guerrero llamado Aranet, a quien ya conocía de oportunidades anteriores. Estaba con el rostro muy pálido, casi desencajado. Me di cuenta que pasaba algo grave. La última vez había traído a la que era su mujer, que apenas había logrado salvarla. Lo acompañaba una mujer que era sordomuda y atrás en una carreta arrastrada por dos mulenas el hijo de un rey. Lo grave es que había sido mordido por un ofidio bermejo, un ofidio verde con una picadura en el noventa por ciento de los casos mortal.

Tened en cuenta de que en Umbro no había técnicas modernas, como diríais vosotros en Sol III, vivíamos en una edad oscura. Había escritura pero muy pocos sabían leer y escribir y menos sumar y restar, muy pocos tenían libros hechos por imprentas en la zona ecuatorial, que era la zona más adelantada.

 

Lo acostamos en un camastro al príncipe, que se llamaba Gualterio. No reaccionaba, su corazón latía débilmente, muy débilmente.

Aranet me preguntó:

-¿Qué hacemos, anciana?

-Allá atrás hay unas cañas blandas, corta media línea. -Las cañas eran más finas que un dedo índice y huecas.

-¿Qué hago ahora, anciana? -Lo miraba a Aranet, lo conocía, sabía que siempre tenía respuestas para todo menos en este caso.

-Adentro, fíjate en ese baúl, tengo un embudo para echar zumo en botellas, tráelo. Tú -Le hice señas a la sordomuda que se acercara-, ábrele la boca. -Le hice gestos y la sordomuda me entendió-. Tú, Aranet, alcánzame la caña, la caña flexible, rápido.

-¿Qué harás, mujer?

-Se lo insertaré por la boca y luego le echare el líquido.

-¿Pero no va a toser y expulsar el líquido?

-No, Aranet, se lo haré pasar directamente al estómago.

 

Y así fue. Puse la caña en forma de tubo por la boca, un cuarto de línea, coloqué el embudo y le fui echando zumo.

-¿Y ahora qué hacemos, mujer?

-Ahora hay que esperar, no queda otra cosa que esperar. Antes del anochecer le vamos a dar otra dosis. Este es el zumo más poderoso de sanación porque restablece los órganos internos y limpia la sangre. El veneno debe estar haciendo efecto. Y ese es mi temor, de que el efecto sea irreversible.

 

Esperamos. La joven sordomuda me ayudó a preparar un guisado, que lo hice con las mismas plantas, algunas legumbres y le agregué cereales. Se ve que el guerrero tenía hambre porque comió dos platos hondos. La mujer medio plato, al igual que yo. El guerrero se encontraba atento mirando al joven príncipe.

-Daría cualquier cosa por una bebida espumante en este momento. -Y antes de que yo dijera nada agregó-. Pero por supuesto que no, debo estar alerta, no con la mente embotada, debo estar alerta.

 

Antes del anochecer volví a poner otra vez el tubo de caña y con el embudo otra jarra de zumo. La joven quedó despierta, el guerrero Aranet por la tensión nerviosa cabeceaba, pero no dormía, hasta que finalmente quedó dormido.

Yo no gastaba energías, me pude quedar toda la noche despierta vigilando la respiración del niño, porque para mí era un niño, no un adolescente.

Al amanecer Aranet me dijo:

-Anciana, no veo que mejore.

-Todos los casos son distintos. Cuando has traído a tu mujer con esa herida tan grande yo sabía cómo actuar. Acá estamos hablando de un veneno en la sangre que puede haber afectado a los órganos. Le toco con dos dedos la garganta y siento que su corazón late muy muy muy despacio. Sé que el zumo está haciendo efecto favorablemente, la cara tiene como más colores y solamente pasó medio día, pero su corazón lo veo tan débil, tan débil...

 

Aranet estaba desesperado paseaba de un lado para otro, de un lado para otro.

-Discúlpame, anciana -dijo-, si te pongo nerviosa, me retiraré una líneas y caminaré un poco.

-Tranquilo, guerrero, tranquilo, no me pone nerviosa que te vea a ti nervioso. -De todas maneras se alejó y daba vueltas y vueltas y vueltas. Pero la cosa venía mal, yo entendía mucho de esto, había sanado a muchas personas.

-Convérsame de algo, anciana.

-Está bien, te contaré.

 

Le conté de mis comienzos, le conté de cuando fui creciendo. Cuando mis padres murieron adopté como segunda madre a la anciana Felipa, que era la que coordinaba en el valle. Su hija, Casimira, no era celosa, prácticamente éramos como hermanas.

Ya cuando fui una mujer hecha y derecha trajeron a un labrador que había sido asaltado y mal herido, se llamaba Fidel. Cuando lo vi, vi su rostro, alguien tan hermoso, tan hermoso y con una cara tan bondadosa... Cuatro amaneceres después estaba repuesto, pero aún era pronto para que anduviera. Y conversaba con él por la mañana, por la tarde y veía en sus ojos que él se había enamorado de mí, como yo de él. Era una persona tan bondadosa que las ancianas no tenían temor de que diga dónde está el valle porque era una persona de palabra.

Pero tenía que marcharse. No tenía familia, pero no quería quedarse en el valle. Y tomé la decisión de irme con él. Me fui con mi amado Fidel y nos instalamos aquí, en un lugar tranquilo, nunca nadie nos molestó. Y hace tiempo atrás, por circunstancias que sólo conoce aquel que está más allá de las estrellas, el corazón de Fidel no respondió más. Y está enterrado en una esquina del terrero, allí donde crece aquel árbol. -Aranet miró.

-Gracias por contarme la verdad de cómo estás aquí, querida anciana Areca.

 

Volvimos a prestar atención al príncipe, su corazón latía cada vez más despacio.

Aranet se sentía impotente, se retorcía las manos, apretaba los puños, su rostro era de abatimiento, de un total abatimiento. Y sí bien yo estaba acostumbrada a ver muertes me dolía por ambos, por el príncipe y por el guerrero.

Hasta que en un momento le toqué la garganta y dije:

-Aranet, por momentos deja de latir, como que tiene una arritmia. En cualquier momento muere. No hay manera de que esta vez el zumo lo salve, no hay manera, Aranet.

 

El guerrero se sentó en un tronco y con ese cuerpo tan grande, con esos músculos tan potentes se tomó la cara y me di cuenta que se sacudía por el llanto. No era su hijo, pero evidentemente lo quería como tal.

 

Gracias por escucharme.


Sesión 22/04/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

La entidad narra una anécdota en que le devolvieron mal por hacer bien. Cada ser ofrece lo que lleva dentro; si lleva bien ofrece bien, si lleva mal ofrece mal. Y entiende que cada uno es responsable de sus acciones.

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Entidad: Es una costumbre decir que aquellas personas que tienen buena conducta o hacen favores o son misericordiosos son de alguna manera premiados. Como si el bien o el mal tuvieran discernimiento. Cuando no es así.

 

En mi rol de Areca, en Umbro he pasado por distintas etapas, por decisiones propias personales de las cuales me hago responsable. Me he separado de mi gente y desde hace siglos que vivo sola cuidando mi preciosa huerta de plantas sanadoras. Y por esencia -quizá una esencia que llevo de aquel que está más allá de las estrellas-, he ayudado a gente, he salvado vidas, pero me considero un instrumento de aquella Esencia del cielo. Y honestamente nunca esperé recompensa por las ayudas que he brindado, pero es más inesperado recibir dolor, recibir angustias.

 

Tenía la compañía de mi pequeño guilmo cuando de repente me salgo del camino y voy a un pequeño bosque a recoger frutos cuando encuentro a un hombre caído muy herido, apenas tenía voz, donde emitía un leve quejido de dolor.

No camino muy rápido. Volví hasta casa y armé una pequeña camilla atada a un extremo a una de las mulenas y como pude cargué al hombre, cargué al hombre sobre la esterilla improvisada tirada por la mulena y lo llevé hasta casa.

La herida era muy profunda, parecía un corte de espada. Le abrí la ropa y tenía una herida bastante profunda en el abdomen. Le preparé una mezcla pastosa, con plantas y le puse sobre la herida y lo dejé, no le di nada de beber.

Recién al día siguiente es como que la herida estaba un poco mejor; entonces cogí de la alacena una aguja con un hilo vegetal y le cosí la herida. Recién entonces el hombre abrió los ojos y le di de beber un jugo de una de las plantas que cicatrizaría heridas internas.

 

Estuvo cuatro amaneceres debatiéndose entre la vida y la muerte, pero una vez más logré mi objetivo, el hombre se repuso. Tomó conciencia de sí mismo y se miró la herida, vio que prácticamente la tenía cicatrizada y no podía entender cómo. Me miró.

-¿Tú has hecho esto?

-Así es -le respondí.

-¿Pero cómo?

Quizá uno debe ser más prudente, ¿no? Le dije:

-Tengo unas plantas que pueden soltar jugos o bien calentarlas y hacer una pequeña pasta cicatrizante. También cierto jugo sana por dentro.

El hombre dijo:

-Pero anciana, esto es una maravilla. -Todavía estaba débil y me pedía guisado.

Le dije:

-No, tienes que comer vegetales, bastantes vegetables de mis plantas sanadoras.

 

Me sentía útil, me sentía muy útil y de alguna manera ayudar a la gente era calmar mi soledad, una soledad que llenaba el juguetón guilmo.

 

El hombre parecía afable pero mi guilmo... no es que le mostrara los colmillos...

El hombre quiso hablar.

-Discúlpame, anciana, la tos, pero aún me duele todo.

-Quédate tranquilo y reposa.

 

Volví a mirar a mi guilmo, no mostraba los colmillos, pero estaba con su cola parada (levantada) como acechando la presa. Y empecé a dudar; el instinto de mi guilmo no se equivocaba. Y me puse a pensar, ¿por qué mi guilmo no lo acepta al hombre?, con otros ha movido la cola, a este no lo acepta.

 

De todos modos el hombre se fue reponiendo y siempre cortés, educado, comía con buenos modales. Finalmente le pregunté qué le había pasado.

-Me atacaron en el camino. Me robaron metales, se llevaron mi hoyuman y me dieron por muerto. Tengo tapada la nariz.

-Mira, aquí hiervo una olla con agua y le pongo unas hojas mentoladas para que respires. Y toma este papel.

-Ahora me siento mejor, tenía la nariz tapada. Estoy muy vulnerable.

-No hay apuro -le respondí-, descansa.

-¡Ah! De verdad que estoy muy vulnerable.

-No te esfuerces, no hagas fuerza tampoco, respira este aire mentolado y verás que te sentirás mejor de tus vías respiratorias.

 

Hacía doce amaneceres que el hombre estaba en casa pero ya se sentía mejor, ya se sentía bastante mejor.

-Mujer, mira en mis ropas, me quedan algunos metales y vi que atrás tienes algunos hoyumans, podrías venderme uno.

-Tengo un pinto que prácticamente para arar la tierra no me sirve, sí para llevar a un viajero. Así que te lo obsequio.

-No, no, no acepto el obsequio. -Me dejó un par de metales plateados sobre la mesa. Me saludó y se marchó-. Quisiera tener más metales -me dijo antes de irse-, estoy en deuda contigo.

 

Pasaron tres amaneceres, me sentía bien había salvado una vida, otra, otra vida más.

Y ese amanecer escuché galopar, no había perdido mis sentidos, mi oído captaba por lo menos tres hoyumans. Lo reconocí, era el viajero al que había salvado la vida, con dos hombres más. El guilmo mostró los colmillos.

Los tres hombres desmontaron. Quien yo había socorrido tenía una mirada distinta, como más burlona. Le dijo a sus dos compañeros:

-Ésta es la mujer. -Los otros dos entraron a casa. Uno de ellos sacó su espada y me dijo:

-Anciana, haz callar al guilmo o lo atravesaré con mi espada.

-¿Qué buscáis?, no tengo nada para ofreceros -exclamé-. Tú -Me dirigía a quien había salvado-, tú sabes que no tengo metales, tengo unos pocos animales y atrás una granja. Tampoco soy joven para que abuséis de mí. O sea, no le encuentro el sentido de que vengáis.

-Yo sí -dijo el hombre a quien sané-, nos vamos a llevar las plantas sanadoras para venderlas.

-Es una tontería, una vez que las arranquéis de la tierra, en dos, en tres amaneceres a más tardar pierden sus propiedades.

-Tú nos dirás cómo conservarlas.

-La pasta, el polvo, el zumo, estas plantas no son para comerciar, son para salvar vidas. -Aparentemente el que yo había salvado no estaba al mando, otro hombre más corpulento estaba al mando y dijo:

-¡Basta! -Me dio una bofetada y me tiró al piso.

-¡Ay, ay! -Caí de costado y me lastimé el brazo y parte del hombro-. ¡Ay! -Casi me desvanecí del dolor, casi me desvanecí del dolor-. ¿Por qué haces esto? De verdad -me dirigí a quien había salvado-, estás vivo gracias a mí y me pagas trayendo a tus amigos, ¿de verdad te habían asaltado?

-No, es al revés, mis amigos y yo asaltamos un carromato donde había dos mujeres con bastantes joyas. Lo que no teníamos en cuenta era que atrás había unos soldados que las protegían; mis compañeros pudieron escapar y a mí me dieron por muerto. -Vi que empezaban a arrancar algunas plantas.

-¡No, por favor! De verdad que no sirven si las arrancas.

 

El tercer hombre me pateó en el piso, pensé que hasta me había quebrado una costilla. Vi de costado que el guilmo se lanzó contra uno de ellos y lo atravesó con la espada, el animal cayó malherido, había sangre en el piso. En ese momento perdí la conciencia, todo se volvió negro.

 

No siempre cuando ayudas tienes una recompensa, a veces haces el bien y te devuelven con mal. Y entiendo que aquel que está más allá de las estrellas no es responsable por la conducta de algunos hombres.

 

Gracias por ahora.


Sesión 16/05/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha

La anciana Areca seguía sanando a los que encontraba, a pesar de que en varias ocasiones había salido malparada por los que ayudó. Pero su esencia era socorrer a los demás. Con todo ello.

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Entidad: Había quedado como algo intranquila. A veces en infinidad de días no pasa nada y en pocos días pasan muchas cosas, y a veces es como que te quedan grabadas escenas en tu mente que te pueden dejar heridas en forma de recuerdos y a esas heridas no las curan mis plantitas que cultivo.

Me diréis "Areca, ¿pero qué dices, qué piensas?". ¡Ah! Pienso que no todo es fácil. Pienso que no todo es fácil y a veces es como que una sigue haciendo lo mismo. Socorro a un viajero, me traiciona. Y gracias que he salvado la vida. Pero seguramente seguiré socorriendo a nuevos viajeros.

 

A lo lejos escuchaba una carreta, una carreta que venía por el camino polvoriento. Me terminé de tomar el brebaje caliente, yo sé que me podía cicatrizar todas las heridas internas. Lo que costaba más eran los hematomas, esos machucones que cuando te caes te deja como moretones en la piel. Pero es por dentro, eso cuesta más para mis plantitas, es como que con el tiempo te duelen hasta los huesos.

Pues sí, sí. No me sentí alarmada, eran dos hombres que conducían la carreta, llevaban alguna mercadería. Uno de ellos estaba bastante maltrecho, se ve que llevaban bastante peso porque era conducida por dos hoyumans.

Uno me dice si le podría dar un poco de agua. Le digo:

-Pero por supuesto que sí. ¿Queréis comer algo? -asintieron los dos-. A tu compañero qué le pasa.

-No puede hablar, tiene lastimado todo adentro, la lengua, el paladar, le cuesta.

-Está bien, no le ofrezco comida porque no va a poder masticar, le voy a dar un caldo muy tibio y espeso de algo que lo va a mejorar.

 

El hombre agradeció, tomó con manos temblorosas mi taza de latón y empezó a tomar. Hizo un gesto raro como diciendo que no le gustaba mucho. Le dije:

-Toma, toma que te va a hacer bien. Es más, te diría que te dejes el líquido un poco en la boca, que se impregne en el paladar, en la lengua, en la parte de la garganta. Te va a ir sanando -me miraba extrañado-, y luego lo tragas. -Al otro hombre le serví un guisado de verduras con algunas de mis plantitas, lo comió con mucho apetito-. ¿Quieren descansar un rato? -asintieron los dos. Prácticamente se quedaron dormidos hasta el atardecer.

 

No existen los milagros. Existe... existe algo inexplicable con esas plantitas. Pero el que apenas podía hablar, me dijo:

-Gracias. -A duras penas.

-No se vayan todavía. -Les di algunos frutos y le di otro jugo espeso al que tenía la boca lastimada. Trato de no ser indiscreta, no pregunté nada, pero el que estaba bien me dijo:

-Le explico, señora. Venimos de un poblado, vendemos mercadería, tenemos de todo, somos como un almacén ambulante y pasamos por el último poblado, a un amanecer y medio, casi dos amaneceres de aquí. Llovió fuertemente y tomamos este camino, se ve que aquel que está más allá de las estrellas nos condujo porque gracias pudimos llegar a usted, señora, que nos ha dado de comer y le ha dado ese jugo a mi amigo, que le mejora la boca. En ese poblado había un hombre muy muy muy fuerte y nos contaron que se burlaban de él, y es como que... es como que en ese momento perdió la razón y golpeaba a todo aquel que se ponía en su camino, estoy hablando de un hombre que tenía más de dos líneas de altura, corpulento, muy corpulento. Y no fue una fatalidad, por suerte, pero mi compañero se puso en su camino y no tenía nada que ver con aquellos que lo habían insultado o se habían burlado con este gigante. De rebote le dio un golpe de puño y el gigante lo tiró como a tres líneas de distancia de la fuerza que tenía. Fíjese, señora, que le faltan un par de dientes, tiene la lengua casi partida en dos e inflamado el paladar.

-Ya se le irá desinflamando -le comenté yo-. ¿Y qué pasó luego?

-Bueno, había algunos hombres armados. Lo fueron rodeando entre cuatro y cinco, dos de ellos le hincaron una espada en el cuerpo, el hombre cayó de rodillas, pero alcanzó a tomar una de las espadas y la partió de la fuerza que tenía. Pero nos sorprendió que apenas sangró y es como que siguió golpeando gente, estaba como con un ataque de locura y tenía la ropa desgarrada, se le veía el cuerpo y no sé era ilusión de nuestra mente pero las cicatrices... es como que las heridas se le iban cerrando, y apenas quedaban cicatrices y pensamos que eso era magia, era magia. Nos apartamos prudentemente, terminamos de cargar la mercadería de los almacenes y partimos en la carreta, no supimos qué pasó después. No hubiéramos ayudado a nadie quedándonos, somos simples comerciantes de paso, toda la vida hemos hecho esto. Y bueno, sé que con los días mi amigo va a mejorar.

-Alcánzame tu cantimplora. -El hombre me la dio y le llené con el resto de jugo que había preparado-. Esto para que tu amigo vaya tomando. Que se haga buches con el líquido pero que no lo escupa, que lo trague, le va a ir curando las heridas de la boca. ¡Je! No le van a crecer los dientes lamentablemente esos dos que perdió, pero se va a ir curando. Incluso si por dentro ha recibido golpes y tiene magulladuras le va a ir doliendo menos. No digo de un día para el otro pero dentro de un par de amaneceres va a estar mucho mejor.

-¿Cómo le podemos agradecer, le podemos dejar algo?

-No, no, no, tengo todo lo que es necesario.

-¡Vaya recién lo vemos allí en el fondo, un gigantesco guilmo!

-Él tiene olfato y parece que aparte de olfato tiene intuición, sabe que son gente buena, no ha modificado su rostro ni ha mostrado sus dientes. Ha pasado con otros que ha mostrado sus dientes, incluso ha sido herido más de una vez y lo he tenido que curar yo, pero me protege y me hace compañía.

-Bueno, no pasaremos más por ese poblado donde estaba ese hombre enorme, creo que se llamaba Gorga, pero nunca había visto alguien tan grande. Primero pensé "Se merecían lo que les pasó porque se burlaban de este hombre", pero lo que hemos visto nos dejó ateridos, pero no de frío sino de miedo, fue demasiado. Y no nos quedamos a ver cómo terminaba la historia porque hubiera terminado nuestra historia seguramente. No somos valientes, señora, no sé si somos temerosos, somos prudentes, tratamos de no meternos en problemas. La mercadería que vendemos es buena y no pedimos mucho.

-Vayan con aquel que está más allá de las estrellas.

 

El que tenía la boca lastimada se acercó y muy despaciosamente me dio un beso en la mejilla. Le acaricié el cabello, era más joven que el otro, el que estaba lastimado. Sonrió como pudo, tenía lastimado todo el rostro, pero mis plantitas le harían bien.

Subieron a la carreta y se fueron, se fueron para el suroeste y yo me quedé de vuelta sola pensando que me seguían doliendo los huesos, parece que para eso no había plantita que valga. O tal vez me pesaba la edad, no era una niña, yo misma había perdido la cuenta de cuántos amaneceres tenía, miles de amaneceres, pero honestamente no sabía. Al contrario, le agradecía a aquel que está más allá de las estrellas el seguir de pie y seguir socorriendo a los viajeros y de haber hecho amigos. Qué más puedo pedir.

 

Me quedé pensando en ese gigante que dijeron los viajeros, los comerciantes, ese tal Gorga. Por qué se habría puesto así. Pero bueno, que aquel que está más allá de las estrellas los ayude a quienes se topen con él o bien a él mismo a encontrar su camino y a todos.

 

Gracias por escucharme.


Sesión 08/09/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha
(Zarator)

La entidad relata una vida en Gaela. Trabajaba, era autosuficiente. Tenía un hijo que por mayoría de edad viajaría para trabajar lejos, pero estarían comunicados. No sería fácil estar sola, pero tenía sus distracciones.

Sesión en MP3 (3.252 KB)

 

Entidad: Es un placer estar de nuevo con vosotros, mi nombre es Zarator, plano cuatro, subnivel 1.

 

Hay vidas que son complejas, hay vidas que son sencillas, hay vidas donde eres presa de las circunstancias, hay vidas que tienes que tomarlas con calma, hay vidas que tienes que aprender a decir 'No', hay vidas donde tienes que ser tolerante, hay vidas donde tienes que tener paciencia. Pero por sobre todas las cosas entender el concepto del amor, y entender que a veces el amor es permiso y a veces el amor es límite. Esto no significa que el amor roce los extremos, pero puede haber un amor permisivo y a su vez que ponga límites. Y poner un límite no significa cortar los caminos de la otra persona sino evitar que la otra persona desbarranque, por lo menos desde el punto de vista de una, como ser encarnado. Y dejando en claro, muy en claro, que en el plano físico no somos perfectos. Habiendo aclarado esto voy a comentar mis vivencias como Ernestina Herrera, en Gaela.

 

Nací y crecí en Gran Metrópolis, la capital de Beta. ¿Cómo me describiría como persona? Atenta, pero a su vez no tolerante con las cosas vanas. Emotiva, pero no al punto de quebrarme. Sentimental, pero no demostrativa al extremo, pues muchos lo pueden tomar como debilidad. Y sé cómo es la gente, ¡vaya si sé como es la gente! Sé muy bien como es la gente

 

¿Qué si me gustaron los quehaceres domésticos? Sí, sí, podría decir que sí, podría decir que sí. Pero me había empleado en una fábrica industrial donde hacíamos hilados. Cuidado, ¿eh?, había que saber manejar las máquinas.

 

Y tenía un sano orgullo, sano orgullo de haber criado a Andrés. Andrés, ¡je, je, je!, de chico y de adolescente me traía problemas. Tenía cada amigo, ¡ay, por favor, uno peor que el otro! Pero lo digo en tono de broma. Se dice travieso cuando eres un niño, pero cuando eres un adolescente ya... ya la palabra cambia, ya eres demasiado denso, demasiado pesado. Así eran los amigos de mi hijo. Y a Andrés no había que convencerlo demasiado.

Entonces, de adolescente:

-Ma, te prometo que vuelvo temprano.

-Claro, claro. -¡Uf! Era difícil criar un hijo siendo mamá y no estando el papá, ¿no? Me costaba, me costaba. Me costaba bastante.

 

Y era muy buena trabajadora. No faltaba nunca, llegaba a horario, cumplía. Me llevaba excelente con mis compañeras, a la que podía ayudar con algún consejo la ayudaba. A la que no, que se siente autosuficiente, se sentía plena, perfecto, mejor.

Después llegaba a casa, encendía la radio... ¡Ay, sí, sí, tenía una debilidad! Me gustaban las radionovelas y cómo las relataban. Había radionovelas de todo tipo: de misterio, románticas, de aventuras, duraban un mes aproximadamente cada una. Bueno, era una manera de distraerse.

 

Andrés consiguió trabajo en telefónica. Era muy buen empleado pero últimamente se quejaba de sus compañeros, eran muy trepadores. Para que se entienda la palabra, con tal de ganar un puesto más no les importaba pisar la cabeza del otro.

Yo le decía:

-Andrés, qué distinto es con mi trabajo. Mis compañeras, yo no digo que sean todas angelitas, pero eran buenas compañeras; había solteras, casadas, separadas pero todas dedicadas a su trabajo con las máquinas. Incluso la supervisora que tenía fama de ser rígida, no, no, con nosotras no, será porque le cumplíamos, sacábamos el trabajo en término. Incluso avisábamos cuando faltaban bobinas. Traían camiones y camiones de bobinas para hacer los hilados -Pero Andrés me decía:

-Es otra cosa, quizá por el hecho de ser mujeres y ser de mediana edad no tienen más aspiraciones.

-¡Je! -Me reí. Pero irónicamente le digo: Pero qué te pasa, hijo, qué te pasa, ¿te piensas que yo me conformo como estoy, así como operaria? No. Lo que pasa que aquí no le pisamos la cabeza a otra compañera para crecer, crecemos por mérito, y la supervisora sabrá quién rinde más y quién puede ganar otro puesto.

-Madre, en mi trabajo no es así, son jóvenes que te dan la mano, que te sonríen y de atrás te clavan un puñal en la espalda. Figurativamente hablando. No me gusta, me siento mal.

-Pero sigues con tus amigos.

-Madre, tienes un mal concepto de mis amigos. Primero, dices que toman un poco de alcohol. Sí, pero no andan en cosas raras.

-¿Me puedes explicar que son cosas raras?

-Claro. No son delincuentes, tienen su familia, tienen su casa. Pero nos juntamos en un callejón, nos ponemos a tocar música. Cuando vemos que ya son las ocho de la noche paramos para que los vecinos no se quejen.

-¡Ah! Pero no van a la casa de nadie.

-No, no, no. ¿Nos dejas?

-No, no, no. Yo quiero escuchar mi radionovela tranquila, aquí nada de música. Me gusta como tocas la guitarra pero nada de música.

-Bueno. ¿Te das cuenta?, en la casa de mis amigos tampoco, parece que no les agradamos.

-¡Ay, Andrés, Andrés, Andrés, Andrés! No pasa por ahí, la familia querrá conversar, otros tendrán chicos chicos... Y es así, no te hagas la cabeza pensando que no gusta lo que hacen.

Y de repente me dice:

-Me ofrecieron un trabajo en Plena.

-¿Qué?, ¿cómo?, ¿adónde?

-En Plena.

 -¿Conoces el planisferio?

-Madre, ¿me estás hablando en broma?

-O sea, conoces el planisferio. Mira, aquí tengo uno. ¿Dónde estamos?

-Aquí. -Señaló en la parte de arriba.

-Ahora muéstrame dónde está Plena.

-Acá. -Señaló debajo de todo.

-¿Sabes cuántos miles de kilómetros nos separan de Plena? Y trabajo, ¿de qué?

-Lo mismo que aquí. Abrieron una nueva compañía telefónica. Vendría a ser como una especie de compañía que vino de Amarís.

-Ajá. O sea, que Plena no tiene compañía propia.

-Bueno, había una compañía telefónica que era una especie de sucursal de Saeta y ahora hay otra que viene de Amarís. Pero son independientes.

-Bien. ¿Y cuánto pagan? Andrés, ¿cuánto pagan?

-Quizá pagan un poco menos que acá.

-¡Bah! ¿Y dónde está la ganancia entonces? Te quejas de que los compañeros se pisan la cabeza uno al otro para crecer y te vas miles de kilómetros al sur para ganar menos.

-Hay menos gente, hay más posibilidades. Y aparte me contacté con un grupo.

-¿Un grupo de jóvenes?

-Un grupo que está formando una banda.

-¡Por favor, Andrés!, ¿me estás hablando de una banda musical?

-Sí.

-¿Y ganan plata con eso o van a molestar a los vecinos, como acá?

-No, no, no. Hay un gimnasio que de noche se utiliza para practicar, y hasta se pueden a hacer recitales y todo.

-¡Hijo, hijo, hijo! ¿Qué color de cabello tengo?

-Cabello oscuro, madre.

-¿Todo?

-Bueno, con algunas canas.

-¿De qué color?

-Grises, blancas.

-Me vas a sacar canas verdes.

-Madre, eso es un cuento.

-Sé que es un cuento, pero me haces hacer mala sangre.

-Madre, ya soy grande, no me voy a ir todavía, espero unos meses a cumplir la mayoría de edad.

 

Yo no era de esas madres que hacen rol de víctima: "Te vas, me quedo sola, pobre Ernestina", no, no, no, eso es una enorme tontería, una enorme estupidez. Yo era autosuficiente, si me preocupaba no era por mí, todavía era joven, me preocupaba por Andrés.

-Mira, hijo, está bien.

-O sea, que puedo irme.

-¿Qué te puedo decir?, no es algo que me agrade pero vas a cumplir la mayoría de edad, y está en ti.

-He juntado algo de dinero.

-Me imagino que sí, lo doy por supuesto.

-Bien. Tengo para pagarme el pasaje, tengo para vivir, pero si voy entro inmediatamente a la telefónica.

-Bien, bien. Cuídate. Nada más te digo cuídate, no sé cómo es Plena.

-Bueno, su capital, Ciudad del Plata, es enorme, es casi tan grande como Gran Metrópolis.

-Vaya, has estudiado bastante.

-¿Y qué te parece, madre?

-Por supuesto que sí. ¡Ah! -Suspiré hondo-. Mira, Andrés, si a ti te hace feliz... Dices que vas a ganar menos pero el hecho de que haya menos empleados, lo que yo entiendo es como que te da más posibilidad de crecer.

-Exactamente, madre, a eso me refería, a eso me refería. Aparte imagínate un joven que trabajó en telefónica en Gran Metrópolis, ¿cómo te piensas que me verán allí? "Mira el joven Herrera viene de Beta". Allí consideran a Beta como "¡Oh!, lo mejor". -Me encogí de hombros.

-¡Je, je! ¿Qué te puedo decir, hijo?, es tu vida. Sólo prométeme una cosa: si estás con algún problema me llamas por larga distancia, si no estoy en casa por cualquier razón me dejas un mensaje de voz. A propósito, ¿dónde vas a vivir?

-Bueno, no soy un improvisado, la telefónica me dice que ellos me ayudan y puedo rentar un apartamento de un ambiente. Vivo solo, tranquilo, no tengo que compartir la habitación con nadie. Y encima tengo teléfono.

-Bueno. Lo primero que haces, me llamas y me dejas tu teléfono con el prefijo, para que te pueda llamar. Si no me encuentras me lo dejas en el mensaje de voz. No digo de comunicarnos todos los días, me imagino que las llamadas deben ser carísimas, llamadas de larga distancia de Plena a Beta o de Beta a Plena. Pero no dejes de comunicarte conmigo.

-¡Pero madre, por supuesto que no!

-¿Y si no es como te lo pintaron?

-¿Perdón?

-Si no es como te lo dijeron, Andrés, te vuelves. Aquí hay muchas compañías telefónicas, no una, muchas.

-Te prometo, madre, que si no me va bien regreso.

-¿Y el tema de la banda?

-No sé, no los conozco, pero parecen ser buenos muchachos.

-¿Hablaron por teléfono?

-Pero claro, madre, no nos vamos a escribir por carta, te demora como diez días que llegue una carta, entonces uno se contacta por teléfono. Hablamos poco, por supuesto, tres, cuatro minutos, más no porque sale carísimo. Pero bueno, justamente les hace falta una guitarra.

¡Hijo, hijo! Sabes que te quiero.

-Me da como pena que te quedes sola.

-No, no, no, no, Andrés, no empecemos por ahí, mil veces te lo dije, yo soy autosuficiente. No es que sea metódica pero voy a mi trabajo, me llevo bien con mis compañeras, llego a casa, escucho la radio novela, me preparo de comer, no me aqueja ninguna dolencia. Estoy bien, si no fuera así te lo hago saber.

 

Y finalmente llegó el momento, festejamos el cumpleaños. Vinieron algunos amigotes, algunos de esos que se juntaban en el callejón, pero conmigo re-educados: "Señora Herrera de aquí, señora Herrera de allá", demasiado... demasiado edulcorados.

Y le dije a Andrés:

-Que se porten normalmente.

-No, mamá, si se portan normalmente te hacen un lío en la casa, te abren el refrigerador, te toman la bebida... No, no, déjalos que estén así, edulcorados.

-¡Ja, ja, ja!

 

Me abracé con mi hijo y le deseé lo mejor. Obviamente pedí permiso en el trabajo, que no tuvieron ningún problema en dármelo, y lo fui a despedir al aeropuerto. Cuando volvía en el coche para casa, debo decir la verdad, me sentía sola y era más psicológico que otra cosa porque de día yo trabajaba, a la tarde noche escuchaba la radionovela. Andrés estaba con sus amigos, llegaba, se acostaba a dormir, no nos veíamos tanto. Salvo algún fin de semana, pero él también salía. Por eso digo, la soledad era psicológica. No era fácil tener a mi hijo, a mi único hijo, a miles de kilómetros, pero bueno, así es la vida.

 

Gracias por escucharme.


Sesión 21/10/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María Martha
(Zarator)

Deseaba que su hijo estuviera bien en el país a donde fue a trabajar, y fue a verlo. Y sí, había algún problema. Hablaron y entendió que el problema no lo buscaba él, que no era culpable de nada. Y lo solucionó, con su apoyo.

Sesión en MP3 (3.275 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Zarator, plano 4 subnivel 1. En distintas vidas he pasado por circunstancias extrañas a veces y no tiene nada que ver si vives en un mundo civilizado o en un mundo salvaje. A veces te adaptas a determinada situación y a veces te cuesta.

Mi nombre era Ernestina Herrera, de Gran Metrópolis, Beta. Decidí viajar a Plena para visitar a mi hijo Andrés. Andrés era, ¡buf!, como estricto. Él trabajaba en telefónica de Gran Metrópolis y se sentía mal por sus compañeros, buscaban la manera más perversa de salir adelante incluso traicionando a su compañero de escritorio. Entonces viajó al sur, viajó a Plena, consiguió un puesto en una telefónica, quizá no era tan grande como la de Gran metrópolis pero Ciudad del Plata era una ciudad imponente también.

 

Recuerdo cuando lo fui a ver, y me dice:

-Mira, da la impresión que aquí son competitivos, pero a diferencia de Gran Metrópolis es como que a veces nos reunimos, conversamos, hay muchos que están casados, tienen familia, tienen hijos. Pero en un club arrial me contacté con gente, gente que estaba en el tema de la música. Y bueno, yo no toco un sólo instrumento, sabes madre que me gusta mucho la guitarra, y bueno, me aceptaron para formar parte de una banda.

-A ver, explícame hijo, ¿cómo una banda, qué piensan hacer?

-Madre, madre, espera, espera, estamos hablando de música.

-¡Ah!, un conjunto.

-Madre, conjunto se decía en tu época.

-Bueno, yo sé que después se le decía grupo.

-Está bien, también se le dice grupo, pero es una banda.

-¿Y cómo te va?

-Bien, madre, bien.

 

Yo lo que quería era ver a mi hijo feliz. Estaba bien en el trabajo, le pregunté cuánto ganaba.

-Madre, no importa, estoy bien. -Insistí, y me dijo.

Le digo:

-Bueno, entiendo que en Gran Metrópolis ganabas más.

-¿A costa de qué, madre, a costa de que se me retuerza el estómago de los nervios de ver a mis compañeros clavarse un puñal en la espalda el uno al otro?

Sonreí y le dije:

-Hijo, Andrés, no seas tan dramático.

-Lo digo figurativamente. Pero no me gusta ese tipo de traiciones para escalar una posición. Acá me siento cómodo.

Me quedé tranquila. Y digo:

-Bueno, me quedaré unos días y luego nos mandaremos cartas.

 

Pero una tarde me dice:

-Madre, vamos a tomar algo. -Fuimos a un café en la Segunda avenida, la que está llena de librerías. Y me dijo-: Ando con problemas.

-¿Qué pasó, debes dinero?

-No, madre, sabes que yo no juego ni apuesto ni nada, y nunca pido prestado, vivo de lo que gano. Es más, puedo ahorrar. -Me quedé extrañada.

-Explícame lo de los problemas.

-Hay uno de mis compañeros que es muy celoso. -Me molesté.

Y le digo:

-¿Entonces son iguales que los de telefónica de Gran Metrópolis?

-No no no, no hablo de mis compañeros de trabajo, hablo de la banda.

-Cuéntame.

-Claro, un compañero que se llama Gastón. Él siempre fue muy presumido, en la banda tiene un primo al que lo vive gastando.

-¿Le saca plata?

-No, no, madre, en el idioma coloquial de Ciudad del Plata, gastar significa «lo toma de tonto», vive haciéndole bromas, pero bromas pesadas o burlándose. Eso es gastar.

-Qué complicado que es el idioma coloquial.

-Sí, madre.

-¿Y qué pasa con ese Gastón? -pregunté.

-Yo toco bien la guitarra, por instinto, porque está en mí ese don, llego a tocar las cuerdas lo más agudas posibles y sin perder el tono, sin perder el timbre.

-No entiendo mucho de música, pero continúa, hijo.

-Bueno, él supuestamente era el mejor.

-Hijo, que no te coja la vanidad, ¿estás diciendo que tú eres mejor que él?

-No, lo dicen los chicos, y él es como que se incomoda. El otro día faltó a un ensayo fingiendo que estaba enfermo, el primo al que él gasta fue a la casa y no estaba, la madre dijo que había salido con una chica. Y a toda la banda le dice: "No puedo ir porque estoy enfermo". Entonces están todos molestos ahora.

-Bueno, pero es un problema general.

-No. Ayer vino a última hora y directamente discutió con todos y dijo: "Le hacen caso a Andrés, que es un advenedizo, viene del norte a quitarme el lugar". Yo le dije: "Gastón, yo no vengo a quitar el lugar a nadie, no me interesa ser primera guitarra, tú punteas, yo acompaño, no hay ningún problema". Pero los otros dos de la banda (el primo no se metía), los otros dos decían: "Si Andrés es más rápido para puntear nos es más útil para el ritmo". Y él se bancó.

-Tradúceme bancó.

Mi hijo se sonrió, y me dijo:

-Madre, bancarse significa: Él soportó la situación, él aguantó la situación. Eso es bancarse. Bancarse también significa hacerle pata uno al otro.

-Me hablas raro hijo, ¿qué es hacer pata?

-Ser compinche del otro, ayudarlo, apoyarlo, poner hombro con hombro. Eso es hacer pata.

-¡Qué raro que hablan en Ciudad del Plata! No me acostumbro, honestamente, no me acostumbro.

-Bueno, la cuestión es que se bancó todo pero ensayamos, y estaba con una cara..., no quiero decir una grosería, pero tenía una cara de donde no da el sol.

-Entiendo, entiendo, entiendo, no me aclares más nada. ¿Y entonces?

-Entonces es como que me siento incómodo.

-Pero si el grupo te apoya...

-Sí, madre, la banda me apoya. Pero a ver, antes de que yo llegara, Gastón era lo máximo, y es que como que yo vengo a quitarle su lugar.

Me molesté con Andrés, y le digo:

-No, hijo, no, no, no. Los conociste, te dicen que tal tocas, dices bien, nos falta alguien para lo que tú llamas banda lo que yo digo grupo o conjunto, pruebas, les gustas. Y no, no le quitas el lugar a nadie. ¿O ahora vas a decir que tienes la culpa por ser mejor que el otro?

Mi hijo me miró, y me dice:

-Sí, tienes razón.

Le respondí:

-Mira, hijo, el tema es así: Tú puedes tener culpa si fueras un trepador como los de telefónica de Gran Metrópolis, pero no puedes tener culpa por tener una virtud. Tú no has traicionado a nadie, tú no has hablado mal de Gastón a espaldas de él.

-¡Obvio, madre, que no!

-Tú no has aprovechado que él no estaba para hacerte notar como tocas.

-No, no, no, no.

-Entonces, ¿de qué tienes culpa?

Mi hijo suspiró y me dijo:

-¡Ah! No, madre, no se trata de culpa, se trata de incomodidad. A ver, a mí me gusta la armonía.

Le dije:

-Hijo, ¿a quién no? Ya sea en un trabajo, ya sea en una diversión, a nadie le gustan las caras feas, las discusiones, los cambios de palabras.

-¿Entonces entiendes madre?, yo no me siento cómodo, estaba pensando en dejar la banda.

 

Esa semana me iba a volver a Beta y me quedé un tiempo más. La banda ensayó y vino un productor llamado Eliseo, y el productor Eliseo quedó encantado con la banda. Yo misma que quizá no me atrae tanto esa música rara, moderna de los años setenta es como que me gustó, y era cierto que mi hijo tocaba la guitarra una maravilla. Pero un par de días después la situación se puso muy mal.

-¿Ahora qué pasa, Andrés?

-Gastón dijo una mentira, dijo que yo gustaba de la joven que él salía, y en realidad nos vimos únicamente en grupo con un par de chicas. Yo conversé con la chica, que en realidad no es la novia, que estaba con Gastón y Gastón le dijo a la banda que yo quería sacarle la chica, empezó a sembrar dudas. En realidad no quiero tener más problemas, voy a dejar la banda.

 

Me molestó lo que dijo mi hijo, porque como mujer muchas veces siendo más joven me pasó algo con compañeras que también hablaban a espaldas mías: "Ernestina esto, Ernestina aquello". Muchas veces es como que me sentí con un complejo de inferioridad y después me rebelé conmigo misma. Digo "¡Pero será posible! ¡Yo soy una Herrera!". Me daba ánimo a mi misma y me pude vencer a mí misma. Se lo comenté muchas veces a Andrés.

-No te dejes vencer, porque tu problema no es Gastón.

-¿Ah, no?

-No, hijo, tu problemas eres tú, que te afecta tanto.

-A ver madre, no sé si me afecta. Te lo dije la primera vez que conversamos, que me gusta la armonía. Y ya tengo decidido, dejo la banda.

 

Pero la vida da un montón de vueltas. Al día siguiente me llama entusiasmado: ¿Podemos vernos, madre?

-Sí. -Fuimos a tomar algo.

Y me dice:

-¿Sabes quién se contactó conmigo? -Le hice un gesto como diciendo "no"-. Eliseo.

-Eliseo, Eliseo... ¿El productor?

-Sí, madre.

-¿Y?

-Bueno, le gusta como toco y me preguntó si yo compongo.

-¿Si compones música?

-Sí, madre. Traje un montón de carpetas con música, yo compongo música desde los dieciséis años. Tengo que hacer unos arreglos y también tengo algunos escritos y puedo adaptar la letra.

-A ver, en una palabra, ¿exactamente qué pasa?

-Me quiere contratar como solista.

-¿Y no sientes como que de esa manera abandonas la banda?

-No, no, madre no. Ahora no tengo ningún complejo de culpa porque yo dejé la banda antes, porque no soportaba la actitud de Gastón, no es que de repente yo estaba en la banda, me llama Eliseo y me dice "Deja la banda y te contrato como solista" y abandono la banda, no, no; yo dejé la banda y le expliqué a los demás que no soportaba la situación. Me dijeron de todo pero cariñosamente "No seas tonto cómo vas a dejar la banda, pedazo de zapallo"

-¿Zapallo?

-Como diciendo pedazo de cabezón, como que era un cabeza dura. Y les dije "No, no hay marcha atrás". Después se contactó Eliseo. O sea, no es que yo abandoné la banda por una promesa, incluso yo no pensaba estar en la música. Digo bueno, le pongo énfasis a lo de la telefónica y se acabó. Pero seriamente, como solista, si me va bien, hasta incluso estoy pensando en dejar el trabajo de telefónica.

-No -le dije-, no, hijo, no hagas nada todavía.

-O sea, ¿le digo que no a Eliseo?

-No, no, no, acepta. Lo que te quiero decir que no hagas nada de renunciar a la telefónica, espera, no sea cosa que dejes una cosa y después no te vaya bien.

-¿No me tienes confianza, madre?

-¡Ah, hijo, hijo, hijo! Yo te tengo una enorme confianza, no sé cómo es el público, no sé cómo es la gente en Ciudad del Plata, el tipo de música que le gusta.

-Le gusta toda la música de Beta.

-O sea, son copiones.

¡Je, je, je! No, madre, no sé si son copiones, son modernos, todo lo que hay en Beta gusta en Ciudad del Plata.

-O sea, que Plena vendría a ser una copia de Beta.

-No, no, madre, otras costumbres, otra manera, pero la música y las películas de Beta les encanta en Plena.

-O sea, que puedo regresar tranquila y luego nos escribimos, pero sé que estarás bien.

-Sí, madre. -Me quedé tranquila.

Le pregunté:

-¿Te sigues tratando con la banda?

-Yo no tengo que ocultar nada. Hablé con la banda y les dije que me había contratado Eliseo. Eliseo no es mala persona, también contrató a la banda independiente de mí. No vamos a tocar la misma música; yo por un lado, la banda por el otro, ahora Gastón está contento que yo no estoy. La banda me extraña. Pero no había manera, tampoco me interesaba hacer boicot a Gastón para que él se vaya, yo no me considero un advenedizo pero tampoco le quiero quitar el trabajo a nadie, no quiero hacer lo que otros pueden hacer conmigo, no soy esa clase de persona. -Lo abracé a mi hijo, y le dije:

-Andrés, sé quién eres y me llenas de orgullo, de sano orgullo. -Me caían las lágrimas.

-Madre, voy a ser solista, no me van a dar un premio importante de literatura.

-No importa, yo me emociono porque eres una persona sana.

-No tengo ninguna enfermedad.

-Sana de adentro, hijo, sana de alma.

 

Lo volví a abrazar y me quedé pensando: Si él es feliz así yo también soy feliz.

 

Gracias por escucharme.