Índice

Psicoauditación - María Dolores

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 10/03/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de M. Dolores

La entidad relata una vida donde el trabajo y la pobre salud le producía dolores insoportables. Pero aguantaba vivir por su hijo.

Sesión en MP3 (1.643 KB)

 

Entidad: Tengo mucho sueño, no puedo más con mi cuerpo.

Me dicen:

-Ramona, aún no ha anochecido, tienes que seguir cargando heno, hay que ponerlo adentro, los animales tienen que comer.

-Los animales comen alfalfa, ¿por qué tengo que entrar el heno? No doy más de la cintura.

-Ramona, apúrate.

 

Toda Galicia era igual, toda Galicia era igual. ¿Por qué me siento tan vieja?, tengo treinta y un años. Treinta y un años, ¡parece que tuviera el doble!

-¡Eh! Ramona Sancho, ¿qué esperas?

 

Luego me toca cargar las bolsas, son treinta kilos, parecen cien en mi espalda. Mis pies, prácticamente tengo el calzado roto, los pies me sangran. ¿Qué me dan? Dos monedas. No puedo más.

 

-¡Ramona, apúrate, está Isabel cuidándote el chaval!

 

Sí, el bendito chaval es lo único que me da fuerzas. ¡Ahh! Dios, Dios. Ya lo voy a ver, ya lo voy a ver. Se llama Carlos, igual que el padre.

-¿Todavía te acuerdas del padre? Qué ingenua que eres.

-¿Por qué soy ingenua? ¿Por qué soy ingenua? A ver, dime, Isabel.

-Porque sabíamos que era un sinvergüenza. Te hizo el novio, ¿cuánto tiempo?, ¿cuántos meses? Cuántas veces se acostaron, ¿una, dos?

-No, una sola.

-Y te preñó.

-No se dice así.

-Muy guasa. Y después se fue.

-Dijo que tenía que hacer, que tenía compromisos.

-¡Pero tú eres tonta!

-No soy tonta, yo nunca había tenido novio. Mira mi cara, no soy linda, soy bajita, algo gordita, quién me iba a prestar atención. Cuando lo vi tan lindo, esa dentadura tan blanca, yo pensé que le gustaba. Y encima Carlitos salió a mí. No es muy alto, gordito...

-¡Menos mal que no salió al sinvergüenza ese!

-¡Ay! Isa, basta ya, bastante tengo con el trabajo.

 

Mamá había muerto de tuberculosis, papá del corazón. Yo tenía la casona. Al nene me lo cuidaban mientras yo trabajaba, prácticamente la tercera parte de lo que ganaba al día se lo daba a quien me lo cuidaba. Pero no daba más, tenía sueño, me dolía la espalda, los riñones, mucho los riñones, las piernas. El embarazo no fue bueno, engordé como veintidós kilos, habré bajado ocho, diez. Ya era un poquito gordita, ahora estoy mucho más gorda, las piernas hinchadas. No puedo más con mi cuerpo, no puedo más, -sollozos-, no puedo más. Isabel me molesta, todos me miran con lástima, yo no quiero que me miren con lástima, no quiero parecer una pobre mujer ante nadie. A Carlitos lo tengo muy bien, muy bien lo tengo, está limpito, alimentado, cuando sea más grande va a leer y escribir. ¡Hum! Ojo, que yo sé algunas letras. Yo sé. Incluso un día hablé con una señora de Portugal y la entendía. ¡Oh!, sí, yo sé, yo sé.

 

Cuando me acuesto en el camastro no puedo más de dolor, a la noche no quiero comer, hasta la garganta me duele. Pero soy joven... Cuando tenga cuarenta, ¿qué? Ya se me acorta la vista, están vendiendo en el centro como unos lentes, pero cuestan carísimos, no puedo comprarlos. Las manos me duelen, las articulaciones me duelen, no puedo más. Si no fuera por el nene, no sé, me tiro de un barranco. No, no puedo estar así, no puedo. No tengo ropa para cambiarme, voy al arroyo lavo la ropa allí en la tabla, la cuelgo pero ya está gastada, tengo solamente dos mudas, el calzado todo deshilachado, la lona de arriba prácticamente. En invierno se me inflan los pies, se ponen colorados y las manos, y andar cargando el heno, la alfalfa.

 

Hablé con el señor Rosales. Le decía:

-Señor, un trabajo más liviano.

-Otra cosa no puedes hacer.

 

Claro, me quiso decir "Otra cosa no puedes hacer, porque no sabes hacer", porque eso es lo que me quiso decir, y no voy a perder el único trabajo que tengo. En casa voy acumulando plata, todas las noches la cuento antes de acostarme, no sea cosa de que me roben. Igual está en un escondite que ni el nene sabe. Pero el nene tendría que saber... ¿Y si me pasa algo? Pero es muy chico todavía, es ingenuo, él lo cuenta y... No, no puedo. Que Diosito me dé mucha vida todavía.

Estoy muy cansada, muy agotada, la garganta, el cuello, me duele la boca hasta al masticar, tengo una muela... ¡Ay! Acá, acá me la toco... ¡Ay! ¡Me duele mucho! Me dice Isabel que está totalmente negra la muela, que está podrida y la dejo que se me caiga pero a veces me sangra y me cuesta masticar también. Pero soy joven...

 

-Es la herencia -dice ese otro peón que se llama Matías.

Matías es buen hombre. Alguna me vez me dijo "Yo también estoy solo". Yo sé qué me quiso decir. Pero no, no, no, no quiero más nada yo. No, no, no. Ni con Matías ni con nadie. Yo me siento muy grande. El otro día me dolía el orinar...

 

Carlitos es mi vida, él es mi razón de vivir. Isabel me dijo:

-No hubieras conocido ese sinvergüenza y estarías más tranquila, sin hijos, sin compromisos, sin nada.

-Que te lleve el diablo -le dije-. ¿Que te gustaba, el hombre?

-Lo digo por el nene.

-¿Me estás deseando que se muera?

-No, estoy diciendo que si no lo hubieras tenido estarías mejor.

-Sí, ya sé que estaría mejor, porque no estaría acá, me hubiera ido a las montañas y me hubiera tirado de arriba.

 

No hay nada que me calme los dolores pero yo voy a vivir para el Carlitos, lo quiero ver grande. Después, lo que pase conmigo no importa. Cuando tenga dieciséis, dieciocho ya no me importa después, pero voy a vivir para él, me voy a aguantar, ¡me voy a aguantar! No quiero hablar más.