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Psicoauditación - Micaela

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 20/09/2024 Gaela, Macarena


Sesión 20/09/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Micaela

Fue en Gaela, era joven, tenía ilusiones, proyectos, estudió economía y deseaba despegar pero no se atrevía, dudaba de sí misma a la hora de conseguir lo que deseaba por temor a no estar a la altura de lo que se le pedía. Casualmente en un entorno destacado coincidió con alguien que le prestó atención a sus sueños y la animó a creer en ella misma aumentándole su autoestima. No podía creerlo. Aceptó.

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Entidad: Me ha sucedido, como thetán o parte espiritual de la persona encarnada, que en distintas vidas pasadas me han sucedido episodios recurrentes relacionados con frustraciones, con fracasos en muchos aspectos.

Eso fue lo que me ha implantado engramas, que son implantes inconscientes que incluso en la persona puede llegar a modificar incluso el ADN.

A ello hay que sumarle los roles del ego que buscan apoderarse del timón de nuestra vida condicionándonos inconscientemente de muchísimas maneras. Por lo tanto en esta vida o bien en diversas vidas pasadas, esos engramas más los roles del ego nos han condicionado de tal manera que de alguna manera nos ha puesto obstáculos, barreras en nuestra vida para que todo sea más difícil de lograr, difícil de conseguir hasta hacerlo casi imposible.

 

Obviamente lo peor que nos puede pasar, si se entiende la expresión, es bajar los brazos; nunca hay que abandonar un proyecto, nunca hay que abandonar una ilusión. La sociedad piensa que una ilusión es poco más que un sueño, pero a lo largo de muchas vidas he conocido personas que esas ilusiones las han transformado en proyectos y han salido adelante, han triunfado.

 

Nací en el hemisferio sur de Gaela, en un país llamado Plena. Había cumplido veintidós años en 1972. Mi nombre era Beaudoor de apellido y Macarena de nombre, y trabajaba de oficinista.

Cómo hacía poco que me había recibido en economía, por el hecho de ser joven me daban un trabajo para organizar distintas estanterías por abecedario, un trabajo muy básico y a su vez con un sueldo prácticamente escaso. Tenía que hacer un esfuerzo tremendo para poder rentar un muy pequeño apartamento de un ambiente. Me costaba mucho avanzar.

 

Un fin de semana aproveché que hacía calor y fui a caminar por la Cuarta avenida. Llegué a un parque, me senté y me puse a leer un libro. En ese momento vi a un niño que se había escapado de los brazos de su madre y corría hacia la calzada. Un joven muy elegante lo cogió para evitar que lo arrollara algún carro y se lo dio a su madre, que le agradeció enormemente.

 

Yo me había parado de mi asiento y le dije al joven:

-Has salvado a esa criatura.

-He hecho lo que hubiera hecho cualquier persona de bien. ¿Te incomoda si me siento contigo?

Lo miré, dudé y le dije:

-No, por supuesto. -El joven no parecía ser de la zona, se notaba que su traje era importado y costaba más que dos mensualidades mías. Le pregunté su nombre.

Me dijo:

-Me llaman Pocho.

-Eso no es un nombre.

-Así me conocen en el Náutico. -Palidecí.

-¿El Náutico?, ¿hablas de ese club que está fuera de la ciudad en la parte norte?

-Sí.

-¡Vaya! Debes ser de fortuna porque solamente es para miembros, y los fines de semana cuando organizan reuniones bailables la entrada que cobran no es para gente que trabaja en oficina. ¿Hablamos del mismo club?

Pocho dijo:

-Sí, hablamos del mismo club. ¿Cómo te llamas?

-Mi nombre es Macarena Beaudoor.

-¡Vaya!, ¿cómo se escribe el apellido?

-Se escribe Beaudoor con doble o, pero se pronuncia 'Biudur'. Pero me dicen Maca, abreviando mi nombre Macarena.

-Con todo respeto -dijo Pocho-, sé que no nos conocemos, pero por ejemplo, ¿si te invitara al Náutico hoy a la tarde te incomodaría venir?

-Honestamente, mi sueldo es poco.

-Estoy hablando de invitarte.

-Te aclaro, Pocho, que no soy una persona interesada por el dinero, me considero una chica decente, trabajadora.

-Disculpa -me interrumpió Pocho-, dije de invitarte a tomar algo. Tengo muchísimos amigos y amigas en dicho club, puedes conocer gente, relacionarte.

-Mira -le respondí-, no creo que vibren en mi sintonía.

-Explícate, por favor -pidió Pocho-, porque no entiendo a que te refieres.

-Es muy sencillo -le dije-, a ese club van personas de mucho dinero y mi familia siempre me dijo que las personas de fortuna eran personas creídas, personas, vanidosas. -Pocho hizo un gesto con la mano interrumpiéndome.

-Mira, personas vanidosas hay en todos lados. No conozco la gente de tu oficina, pero los supervisores y los jefes se deben creer los reyes del mundo y sin embargo no tienen ni la centésima parte del dinero que pueda tener cualquier habitué del Náutico.

-Sí, eso es cierto. ¿Tú tienes coche?

-Sí, lo tengo en el aparcamiento, hay un lugar subterráneo para aparcar. Te aclaro que no soy una persona que busca una relación fácil ni nada por el estilo, me considero una persona respetuosa, y si te invito es para que conozcas gente.

-¿Esto lo haces con todas las personas que conoces? -pregunté.

-No. Honestamente, no. Pero causalmente hace poco también conocía una joven que la invité al Náutico y se hizo de muchas a migas y amigos.

Dudé y le dije:

-No sé si mi vestimenta es adecuada para ir a ese club.

-Estás bien, tienes muy lindos zapatos, un buen vestido. Atrévete, Maca.

-Bueno. Con la condición de que si me siento incómoda me marcho.

-Está bien, pero te aseguro que no va a ser.

 

Fuimos al lugar subterráneo donde se aparcaban los coches y Pocho se dirigió a un deportivo último modelo. -Quedé asombradísima.

-¡Vaya!, este coche vale una fortuna.

-Lo cuido mucho. -Me abrió la puerta, entré-. Ponte el cinturón de seguridad, por favor. -Y salimos.

 

No fuimos rápidamente, tampoco a nivel de paseo, en cuarenta minutos estábamos en el Náutico. Estacionamos también en un lugar subterráneo y subimos por un ascensor.

Llegamos. El lugar era impresionantemente grande. Había muchísimas mesas, pero muy poca gente.

Le digo:

-Pensé que iba a haber mucha más gente.

-La mayoría están afuera, en los jardines, paseando a caballo o bien en las lanchas, y allí detrás de las cortinas hay otro salón casi tan grande como este, que después de las veinte horas vienen bandas de música y uno puede bailar, tomar una bebida o quedarse sentada escuchando. Nadie tiene obligación de nada.

 

Le pidió al camarero dos bebidas y pasada la media hora empezó a llegar gente. Nuestra mesa se llenó de amigos y amigas.

-Te presento a Ferenc, a Betty, a Luís Alberto, a Denis. -Y fueron llegando otros. Me asombré porque eran todos humildes.

Ferenc me aclaró:

-Yo vengo de Mágar, no soy de aquí de Plena. Y soy amigo de uno de los dueños, de Jorge Clayton.

-Vaya, la fortuna que debe tener para ser dueño de este lugar.

Pocho me dijo:

-Tiene veinte veces mi fortuna o más.

-¿Y qué hace?

-Ayuda. Hospitales que ya son muy antiguos inaugura nuevos pabellones, dona elementos para quirófanos, etcétera. Es un mecenas.

-Vaya. -En ese momento lo vi, un muchacho con un cigarrillo en la boca. Se acercó a nuestra mesa, nos saludó sonriente. Olía a tabaco y a un perfume caro.

Lo saludó a Pocho y le preguntó:

-¿Quién es esta joven?

-Se llama Maca, la invité. -Me tendió la mano, me la apretó cálidamente.

-Háganme lugar... -Se sentó al lado mío, del otro lado de Pocho-. Bienvenida al club.

-¿Así que tú eres, prácticamente, el que tiene la mayoría de acciones del lugar?

-Así es, así es. Es un lugar lindo de recreación, incluso en la semana hay todo tipo de actividades. Tenemos cancha de tenis, de pádel. Hay un pequeño hipódromo para pasear, aquí no se hacen carreras de caballos. Yo era dueño de un club hípico en la capital pero tuve muchos inconvenientes, por eso compré el Náutico y lo decoré a mí manera.

 

A las ocho de la noche la mayoría fue para la pista de baile. Me quedé conversando con Clayton. Le pregunté:

-¿Es cierto lo que comentó Pocho, que ayudas en hospitales, en sanatorios?

-Eso no es todo, hemos instalado lugares para fabricar computadores personales.

-¡Vaya!, ¿cómo es eso?

-Son teclados mucho más cómodos que las máquinas de escribir, pero tienen una pantalla, un monitor, donde tú puedes ver lo que escribes y te queda grabado y luego lo puedes imprimir. Es mucho más cómodo que una máquina de escribir. -Me contó cómo era y quedé maravillada.

Le digo:

-La verdad que me gustaría estudiar informática.

-Mira, ¿qué trabajo haces ahora?

-Soy oficinista, pero es como que tengo un bloqueo que no me permite progresar, seguir adelante.

-Bueno, ¿qué edad tienes?

-Veintidós -le respondí.

-Bueno, eres joven.

-Lo que pasa que tenía otras compañeras de facultad que han logrado puestos en bancos, en empresas más importantes, tal vez sea falta de carácter de mi parte.

-Macarena, ¿te gustaría estudiar informática?

-Me parece algo muy muy difícil. Tengo conocimientos, por supuesto, de la escuela secundaria, pero tengo lo básico. ¿Por qué me preguntas?

-Bueno, podrías colaborar en una de mis oficinas.

-No sé...

-No... No te voy a preguntar cuánto ganas en tu trabajo... -Me escribió en un papel-, pero esta es la cifra que te puedo pagar.

-Perdón, Clayton, ¿lo has escrito bien?

-Sí, por supuesto.

-Pero esto es cuatro veces lo que gano en la oficina que estoy... No te burlas, ¿no?

-No, por supuesto que no.

-¿Y si fracaso? Porque de verdad, a veces es como que yo misma me freno, como que me cuesta avanzar, o que me da miedo dar un paso más.

-¿Por qué?

-Cómo explicarte... A ver, yo en este momento estoy en archivos acomodando papeles, etiquetando, pero sé que puedo hacer otras cosas, sé que puedo hacer memorándum, sé que puedo imprimirlos... Pero no le hablo al supervisor porque tengo temor de equivocarme, mi propio miedo me impide avanzar y entonces me quedo acomodando estanterías.

-Entiendo -dijo Clayton.

-Pero eso no es todo. Supón que acepte tu generosa oferta y no rinda como es debido y tengas que prescindir de mí.

-Nadie va a prescindir de ti. Te estoy ofreciendo de estudiar informática, y mientras estudias puedes colaborar con otros. Los compañeros y las compañeras de mis oficinas son toda gente amable, cuando tienes una duda preguntas. De todas maneras yo paso todos los días por las oficinas para ver si hay algún inconveniente o alguna duda con cualquiera de las personas que trabajan. Pero no puedes tener miedo a crecer o a prosperar, está en ti. Hay un refrán muy básico que dice: "Nunca te lances a la piscina de cabeza sin comprobar primero si tiene agua". Esto significa: No elijas un trabajo donde no entiendes nada de nada. -Iba a hablar pero me hizo una seña de que espere-. Lo que pasa en este caso yo, como dueño de estas oficinas, te estoy ofreciendo que puedas crecer, y aunque sea un mínimo conocimiento que tengas de informática de la escuela secundaria nadie te va a exigir más de lo que se te enseña. No vas a aprender en dos meses, quizá te lleve un año, pero te tienes que atrever. A veces no es que las cosas se produzcan o se te dificultan por circunstancias de la vida, a veces es como que hay un bloqueo de tu parte por falta de atrevimiento, por falta de osadía o por no creer en ti misma que puedas hacer más de lo que has hecho hasta ahora.

-¿Y cuándo podría empezar?

-Apenas empiece la semana laborable. Me das la dirección de tu trabajo, hablo con mis abogados y ellos mandan un telegrama de renuncia exigiendo que te abonen los días que has trabajado en el mes. Y si precisas un adelanto no hay ningún problema.

-No, no, no, Clayton no quiero abusar.

-Nadie te va a pedir nada que no sepas hacer.

-¿Pero por qué este ofrecimiento?, ¿por qué tan bondadoso?

-Quizá, Macarena, estás acostumbrada a que todos den algo a cambio de algo. Bueno, eso no pasa aquí, eso no pasa aquí, detesto a los oportunistas y a las personas que se aprovechan de otras personas que tienen pocos recursos. Eso sí, en nuestro trabajo somos exigentes, no contigo porque como te dije tú vas a estudiar y trabajar a la vez; el día de mañana cuando sepas manejar bien un ordenador ahí sí se te va a exigir.

Le tendí la mano y dije:

-Acepto.

-Muy bien. Verás que no te vas a arrepentir, a veces el bloqueo lo tiene uno mismo. Es hora de desbloquearnos.