Sesión del 29/05/2020
Sesión del 26/06/2020
Sesión 29/05/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Entidad que fue Nilda
Nunca pensó que podría dar un vuelco así su vida, que se podría encontrar en esa situación, porque de estar mal siempre se puede ir a peor. La entidad relata una vivencia en Umbro.
Sesión en MP3 (2.994 KB)
Entidad: A veces para salir de situaciones incómodas, para salir de rutinas angustiantes buscamos una puerta de escape y entramos en una situación tan o más rutinaria que la anterior, tan o más angustiante que la anterior.
Mi nombre era Nilda, vivía en una zona tranquila en la zona ecuatorial de Umbro. Mis padres eran personas -que me disculpe aquel que está más allá de las estrellas pero no debo ser hipócrita-, eran personas no solamente básicas sino también aburridas, granjeros sin ambiciones. No veía la hora de ser grande para poder irme del hogar y vivir una vida con una persona a la que ame y que me ame.
Y cuando cumplí dieciocho de vuestros años conocí a Marino. Un hombre fuerte, corpulento, rostro agradable. No era una persona que sonreía permanentemente pero le veía como cierta atracción, era una persona enigmática. Tenía un campo, trabajaba de granjero al igual que mi padre pero...
Cuando nos conocimos le gusté, su semblante cambió, me veía como si yo fuera una hada de las cumbres. Iniciamos una relación.
Hasta que le dije a mis padres:
-Me voy a casar con Marino y viviré con él. -No se opusieron.
-Lo que sea para tu bien nos va a hacer felices. -Cogí la poca ropa que tenía y Marino me dijo:
-No te preocupes, Nilda, lo que te haga falta te lo compro con el fruto de mi trabajo.
Yo esperaba enloquecerme con sus besos, con sus abrazos, con sus caricias. Era una persona tierna, era una persona dulce, pero tan fogosa como un témpano en el mar. Caricias, pequeños besos y luego se dormía. Yo estaba desvelada y pensaba "Bueno, todavía no nos conocemos bien, habrá tiempo de ajustar las cosas que no funcionan".
Pero nada cambió. Y noté que era un poco apático en el amor, me amaba, me quería, me idolatraba, me compraba cosas, me preguntaba si me faltaba algo... Él comía guisado, pero a mí me preparaba ave asada con verduras. Él tomaba bebida espumante y a mí me daba zumo de frutas. Me trataba muy bien.
Y la famosa rutina que tenía en casa de mis padres, por lo menos siempre hacía algo, o limpiaba o ordeñaba algún vacuno. No, acá no me dejaba hacer nada, yo era su princesa.
Había aprendido a leer y a escribir pero ni siquiera tenía libros, y el poblado cercano era un poblado muy humilde. ¡Qué iba a conseguir algo para leer! Y pasé de una rutina en la casa de mis padres a un tortura.
De mi esposo Marino no podía quejarme, un granjero trabajador. Se levantaba al amanecer, volvía al anochecer. Mi única diversión era coger un equino de la caballeriza, montando el hoyuman y galopar por el prado.
Marino me decía:
-Ten cuidado, mi amor, que puede haber asaltantes en los caminos.
Pasó toda una temporada, se fue el invierno, vino el calor, otra vez el invierno. Está bien que en la zona ecuatorial todo era leve, mucho calor, el frío casi no se notaba. El único frío que se notaba era nuestro lecho.
Necesitábamos provisiones y le dije:
-Marino, en este poblado vecino no hay nada, hay un almacén pequeño que no tiene nada. Sé que más allá cruzando el valle hay un poblado grande. Tardaré. -Me dejó metales para que me maneje en el camino.
-Escóndelos bien en la ropa, no sea cosa que te asalten. ¿Quieres llevar el sulqui?
-No, no, no, directamente iré en mi equino. -Me cargué una mochila, alforjas al costado del hoyuman y marché.
Tardé dos amaneceres en llegar al otro poblado y veía gente que cantaba y que reía. ¡Ah, esto es vida! En el centro de la plaza había un hombre que tocaba una flauta y a su vez tenía colgada una especie de mandolina, y cantaba con voz dulce. Lo miré y quedé como hipnotizada.
Le pregunté a la gente:
-¿Quién es?
-Es Axen.
-¡Vaya, es una atracción!
-Sí..., es una atracción.
-¿Por qué dudas? Veo que toda la gente está encantada.
-Sí. -No entendía la apatía del hombre al hablarme del trovador Axen. -Entré a los grandes almacenes a hacer la compra y pregunté.
-¿Siempre viene este trovador?
-Lamentablemente sí.
-¡Lamentablemente! Pero si todo el mundo está encantado con él.
-Hubo amigos que han tenido mala experiencia con él.
-¿Pero por qué?
-No sé -dijo el almacenero-, nunca han comentado nada. -Le encargué un papel con las compras-. Para mañana le tengo todo preparado.
Le dejé unos metales de seña, me hizo un recibo y lo guardé. Y fui otra vez a la plaza. Terminó la canción y todos aplaudieron.
Me acerqué y le dije:
-Disculpa mi confianza pero eres una maravilla, cantas como los mejores trovadores.
Me dijo:
-¿Puedo tocarte el rostro? -Me sorprendió la pregunta.
-¿Por qué?
-¿Me permites?
-Sí. -Me tocó el rostro
-¿Por qué has hecho eso?
-Quería saber si no eres una aparición del cielo, quería ver si eras de verdad.
¿Cómo te llamas?
-Nilda.
-Nilda, ¿de dónde has salido? Eres la mujer más bella que vi en mi vida. Mis instrumentos, mi mandolina, mi flauta me sirven para cantar, tú para renacer. -Me sonrojé, jamás me habían dicho eso, jamás-. Ven, te invito a la posada, te invito a tomar algo. -Acepté.
La gente nos miraba con recelo y yo no entendía. El posadero nos sirvió de manera muy adusta. Me tomó la mano el trovador Axen y me la besó, sentí como una especie de descarga eléctrica en el cuerpo, me producía algo que jamás me había provocado Marino.
-Arriba tengo un aposento, ¿me acompañas?
-No, no debo.
-De qué tienes miedo, ¿del amor, de la pasión, de las caricias? No me imagino teniendo miedo. -En ese instante mi impulso pudo más que mi razonamiento y acepté. Cerró la puerta de su habitación y me besó suave, tiernamente y haciéndome caricias en puntos clave, cuando me di cuenta estábamos despojados de ropa en su lecho. Temblaba de éxtasis. O agonía, porque cómo diferencias el éxtasis de la agonía en esos momentos. No lo podía creer, había encontrado al hombre más atractivo y apasionado de todo Umbro, pero yo estaba casada. Y se lo dije.
-Nilda, me has contado que estás a dos amaneceres de distancia. A un amanecer de distancia tengo mi vivienda. Ven un día aunque sea, la pasaremos bien. Y otra vez pudo mi impulso. Hablé con el almacenero y le dije que me guarde los materiales y fui. Me sorprendió que no era una vivienda donde él estaba, era como una especie de pequeño palacio, y vi que había vigilancia.
-¿Eres noble? ¿No eres trovador?
-Sí, soy de familia noble. Mis padres murieron siendo yo joven, pero amo la música. -Cuando entramos a su palacete habló con los guardias de seguridad.
-Cierren todo. -El tono es como que había cambiado.
Lo tomé del brazo y le dije:
-¿Vamos a tu alcoba?
-¿A mí alcoba? ¡Hay que tener mucho mérito para ir a mi alcoba! -Había una habitación rústica en planta baja, en un patio donde estaban los porcinos, los vacunos. Y entramos.
-¿Pero, acá vamos a hacer el amor?
-¿Cómo? Acá vas a estar, y vendré cuando yo lo disponga.
-Pero, escúchame... -Me empujó poniendo la mano en el pecho, tirándome contra el catre.
-Te quedas aquí. -Cerró la puerta y le puso una traba de madera por fuera.
Mi mente estaba en blanco, no entendía nada. No entendía nada de lo que había pasado.
Una mujer bastante obesa me trajo algo de comer.
-¿Y Axen? -pregunté.
-No se dice Axen -me dijo-, es el señorito Axen. Y espero te comportes bien para que no te castiguen. Había una plebeya, una plebeya, Rosa, que quedó con toda la espalda lastimada de los latigazos por haber desobedecido al señorito. -Ya no estaba preocupada me había... me había cogido el miedo.
Ya estaba oscureciendo y apareció Axen con un farol de aceite, lo puso sobre la mesa.
-¡Sácate la ropa!
-¿Y las caricias?
¡Plaf! -Me dio una bofetada que me tiró contra el catre-. ¡Caricias! -Me agarró de la nuca, me tiró boca abajo, me desgarró la ropa y sació sus instintos brutal, bestialmente. Y yo sufriendo.
-¡Me lastimas! -Me golpeó en la nuca.
-¡Cállate! No me dejas concentrar. -En instantes terminó de saciar sus instintos-. Ahora te van a traer de comer.
Y así pasaron un par de días, venía cuando quería. La señora obesa que me traía de comer me dijo:
-No te sorprendas, hay seis o siete mujeres que trajo de distintos poblados y las tiene encerradas para saciar sus instintos.
-Soy casada, por favor ten piedad de mí, ahora el señorito está durmiendo, ayúdame a salir.
-No, me ahorcan como ahorcaron a la anterior que estaba de encargada por ayuda a escapar a una plebeya.
Había una especie de madero sobre la mesa, instintivamente la golpeé una y otra vez hasta desmayarla. Le salía sangre de la cabeza, pero en ese momento importaba mi supervivencia. Al lado del catre estaba mi mochila, la cargué sobre mis hombros, fui a la cuadra, había un hoyuman, lo monté. La puerta estaba sin vigilancia pero tenía un enorme madero.
Había un hombre tirado pidiendo limosna.
-Si me ayudas te doy un par de metales. -Me ayudó a levantar el madero para abrir el portón. Le tiré un par de metales, el hombre salió corriendo.
El señorito Axen, como se hacía llamar, se sentía tan seguro que de noche no dejaba vigilancia en el portón. Salí al paso con el hoyuman, ya a mayor distancia al trote y finalmente al galope. Marché rápidamente toda la noche.
A la mañana siguiente llegué al poblado, recogí todo lo que había encargado en el gran almacén, le terminé de pagar al hombre y me marché para mi tierra. Pasé por el poblado pequeño hasta llegar a casa.
Mi esposo, Marino, me miró, vio que tenía golpes en el rostro. Me preparó una tina, calentó una olla grande en el fuego y la echo a la tina para calentar el agua. Cuando me desvestí vio marcas moradas también en mi espalda, en mis brazos.
-Mi amor, ¿qué te ha pasado?
-Me asaltaron.
-¿Te han violado?
-No, por suerte no, pero me han llevado algunos metales.
-¿Y cómo es que han respetado tu mercadería, que no te la han sacado?
Rápidamente dije:
-Porque solamente les interesaban los metales, tenía metales plateados y se los llevaron, no les interesaba otra cosa.
-¿Y no te ultrajaron?
-No, estaba bebidos -inventé. Marino me respetó, esa noche no quiso acercarse a mí porque sabía que me dolía todo el cuerpo.
Pasaron días y días y días. El cuerpo ya no me dolía, me dolía el alma. Sentía todavía como un miedo intenso. A veces estaba distraía, Marino me tocaba el hombro y me quedaba sobresaltada pensando que era Axen. Por suerte nunca le dije en qué dirección vivía. El me conoció en el poblado grande, en medio había un poblado más pequeño y luego estaba nuestra granja. Además, sí, su orgullo estaría destrozado porque escapó una de sus esclavas, pero tenía otras para satisfacerse. Con razón en el poblado grande desconfiaban de él. Y hubo amigos que lo miraban de lejos, quizás alguno de ellos sabía lo que pasaba en su pequeño palacio.
Pensé que había conocido al hombre más carismático cuando en realidad era el hombre más terrible de la faz de todo Umbro. En este momento la rutina, la tibieza de Marino para mí era como la panacea. Cerré los ojos y me dormí con infinidad de engramas implantados.
Gracias por escucharme.
Sesión 26/06/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Entidad que fue Nilda
Estaba como reactiva por todo lo que le había sucedido, quería vengarse. Se lanzó a encontrar al agresor, y lo encontró, pero alguien cambió la situación.
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Entidad: Mi vida volvía a ser monótona. Lo miré a Marino y veía que trabajaba, no tenía por qué quejarme, era un muy buen hombre. Se dio vuelta y dejó la pala, me miró y me dijo:
-¿Qué pasa, Nilda? Te veo como ausente.
-Te contaré. Toma asiento, por favor. -Se sentó en un tronco. Yo me senté en mi banco y le dije:
-¿Te acuerdas hace como treinta amaneceres atrás que fui al poblado?
-Sí, recuerdo que has tardado, nunca me has dado detalles.
-Me habían asaltado en el camino, y están buscando a una de las personas que escapó.
-Está bien. Si hubiera que ir a los grandes almacenes iré yo la próxima vez.
-No, no, necesito ir yo y hablar con las autoridades, entiendo que han atrapado a algunos de los que me asaltaron.
-¿Me habías contado esa versión... -¡Por supuesto!, le dije-, ¿o era en el poblado?
-No, no, en el camino, pero algunos estuvieron en el poblado. -Estaba en apuros porque no me recordaba qué le había contado en su momento a Marino. Se encogió de hombros y siguió trabajando. De espaldas me dijo:
-Está bien. Ve. Cuídate. -Sentí como un malestar en el estómago, hubiese querido que insistiera, que dijera "No, Nilda, no, ya has corrido peligro una vez, no vayas otra vez". Y seguía dando vuelta a la tierra con la pala angosta.
Preparé mi hoyuman. El equino estaba tranquilo y se dejó poner los arreos, cargué un par de alforjas, me puse las botas viejas, que me iban más cómodas, cogí de un lugar donde teníamos escondido unos metales plateados y los llevé conmigo. Me acerqué a Marino y le di un beso y monté mi hoyuman y marché.
Mi rostro cambió por completo fuera de la vista de mi esposo, sentía como odio, como ira, como obsesión, ¡una tremenda obsesión!
No me olvidé de lo que había pasado con el falso trovador Axen, tan atento, tan amable. Y yo no me daba cuenta que en el poblado la gente es como le rehuía. Me tenía que haber dado cuenta cuando vi ese palacete tan..., tan caro. Y yo digo "Pero un trovador es un trotamundos, le dan apenas unos metales... ¿Cómo tenía semejante propiedad, y encima soldados? ¿Cómo pagaba todo eso?".
Recuerdo que sufrí horrores adentro: ultraje a mi moral, aparte de las vejaciones, los malos tratos, la mala comida, sentía como un dolor en el pecho y a su vez esa obsesión por verlo. ¿Pero qué quería, vengarme?, ¿verlo para qué?, ¿qué beneficios me daba?, ¿cuál era mi satisfacción, el clavarle un puñal en el pecho?, y cómo, en qué momento.
Estaba sumida en mis pensamientos todo el camino, todo el camino. Y llegué al poblado, a ese poblado que sentía como aversión, como rechazo al poblado, pero a su vez miraba para todos los lados, incluso al pozo del aljibe central donde alguna vez estaba sentado tocando su mandolina el trovador Axen. Se me acercó una mujer, la miré con rostro de rencor:
-¿A qué vienes?
-¿No te acuerdas de mí, Nilda?
-Claro que me acuerdo de ti, Marga, claro que me acuerdo. En el tiempo que estuve en cautiverio nos hicimos amigas, venías a hablarme a escondidas. Me prometiste ayuda y no me ayudaste, no me ayudaste para nada. ¿Qué excusa vas a poner ahora? -Me abrazó. No correspondí al abrazo, tenía mis manos colgadas, mis brazos colgados al costado del cuerpo, no respondí a su abrazo.
-Te ayudé -repitió.
-¿Me ayudaste? ¡Me escapé porque golpeé a la mujer que me traía, de forma despreciativa, los alimentos!
-Nilda, yo preparo hierbas, esta mujer venía siempre a la cocina a tomar un brebaje caliente, le puse unas hierbas y unos hongos, unos hongos especiales que no dejan sabor, que no se notan.
-¿Alucinógenos?
-No, Nilda, la atontan, le hacen perder reflejos.
-Entiendo, por eso bajó la guardia, por eso se descuidó y la pude golpear.
-Eso no es todo; ¿te has dado cuenta que no había seguridad cuando te escapaste y que había un mendigo que abrió, te ayudó a abrir los portones?
-Sí, me extrañó que no hubiese seguridad.
-Los soldados estaban dormidos. Comieron pan, comieron galletas y todos tomaron del brebaje, pero les puse mayor cantidad de hongos y se durmieron.
-¿Y si yo no hubiera aprovechado? Porque la idea de escapar en ese momento es porque se me presentó la oportunidad.
-Si tú no golpeabas a la mujer se hubiera dormido y yo te hubiera ido a buscar, tú adelantaste los acontecimientos nada más. -Me cayeron lágrimas y ahí la abracé.
-Entonces me ayudaste mucho más de lo que yo pensaba. -Se separó un par de pasos y me dijo:
-¿Y ahora a qué has venido, no tienes víveres?
-No vine por eso, quiero vengarme. Entiendo que Axen no viene más.
-Sí que viene, viene al poblado. Es más, yo vine con él.
-¿Y tú por qué no aprovechaste nunca para escaparte? -le pregunté. Ahora fue a ella a la que le cayeron lágrimas de los ojos.
-Mírame: bajita, obesa, no se fija en mí, no me presta atención, no soy una persona a la que dejó en prisión, a la que ultrajó. Es más, me da metales, ayudo en la cocina, ayudo en los quehaceres. Los soldados me tratan bien por la sencilla razón de que no le atraigo a ninguno, el hecho de no ser bonita.
La miré y le dije:
-Estás equivocada, Marga, tanto la mujer como el varón, altos, bajos, delgados, obesos no son ni mejores ni peores ni más feos ni más lindos, la belleza está adentro de uno.
-Está bien. Si tú piensas así, ¿qué belleza le encuentras a Axen aparte de un atractivo superficial externo?
-No sé decirte, me había obsesionado..., sigo obsesionada. Lo que pasa que aquella vez estaba obsesionada, me había encandilado. El detonante fue la rutina que tenía con mi esposo, Marino.
-Me habías contado de él. ¿Y cuál es tu obsesión ahora?, ¿cuál es tu obsesión, Nilda?
-¡Ay, Marga! Quisiera ser fuerte como esos guerreros del norte y partirle el cuello.
-¿Y qué ganarías con eso?, cargarías con una muerte.
-Quiero sacarme esa obsesión y no sé cómo. Quiero sacarme esa obsesión.
En ese momento mi cuerpo se paralizó, mi cuerpo se paralizó por completo: Axen saliendo de la posada. Marga vio mi mirada.
-Te dije que estaba acá, te lo dije. ¡Que no te vea!
-¿Te piensas que recorrí todo el camino para que no me vea?, quiero enfrentarlo. ¿Qué, me va a raptar delante de todos? ¿Quien más ha venido?
-Nosotros dos, nada más.
-Tengo un puñal, si se acerca se lo clavo. -Pero no estaba solo, estaba hablando con una joven. Y se acercó.
-Nilda, parece que te has arrepentido, con lo bien que te he tratado. -La chica estaba al lado, no decía nada, me miraba a mí y lo miraba a él.
Hablé:
-¡Con lo bien que me has tratado! Me has engañado, me has engatusado, me has tenido prisionera, me has vejado, me has golpeado, las veces que me resistí; en lugar de comida me dabas bazofia, comida para perros. -Saqué mi puñal y le lancé un golpe al estómago, que lo frenó fácilmente. Me dio un golpe de revés y caí de rodillas.
-¡Idiota! Tengo mi carreta, te voy a atar las manos. Marga, ayúdame a atarle las manos y los pies, esta vez no se escapará, la mujer que la dejó escapar fue ejecutada. -Yo estaba aturdida y me sentí no con miedo de que me llevara sino con odio, pero no tenía pena porque haya ejecutado a esa mujer, esa mujer gozaba maltratando a todas las esclavas.
En ese momento habló la joven, la que estaba con él, con Axen:
-Explícame algo, Axen.
-¿Qué quieres?
-Nos conocimos hace poco, me has dicho que te encandilé, que querías llevarme a conocer tu humilde casa y ahora me entero por esta pobre mujer de que tú llevas a las mujeres y las haces prisioneras. -El semblante, ¡el repugnante! semblante de Axen se llenó de odio y sacó una espada y se la puso en la garganta a la chica.
-Está bien, voy a mostrar mis cartas: Soy así y ahora te voy a obligar a que vengas tú también conmigo. Marga, ata también a esta chica. -La miré a los ojos a la chica y estaba tranquila, serena, hasta con una sonrisa irónica.
Dijo:
-La gente del pueblo te mira, ¿no tienes miedo?
-En el pueblo me respetan y no se meten conmigo, soy muy bueno con la espada, he matado a más de uno.
La chica dijo:
-¿Y entonces por qué tienes miedo?
-¡Miedo, ja, ja, ja! -Rió Axen-, yo no tengo miedo de nada.
-¿Cómo no? Tienes miedo a la soledad, a que no te acepten, a que no te quieran por lo que eres, porque tú cantas, eres un trovador, pero eso es una fachada y te molesta que quieran a esa fachada. Tienes miedo a que cuando te conozcan no te acepten. -Axen se encogió de hombros.
-¿No me has escuchado, Marga?, ata también a la chica. -Marga lo iba a hacer pero estaba como paralizada. La chica la miró y Marga quedó totalmente paralizada.
La joven siguió hablando:
-Y tienes otros miedos: fuiste abandonado, te maltrataron, de pequeño estuviste con guerreros que te vejaron, y a veces es como que extrañas eso.
-¡Ja, ja, ja! ¡Qué dices! ¡Qué dices! Yo someto a todas las mujeres.
-Claro, como te han sometido a ti. Y por dentro te torturas, te retuerces, se forma un nudo en tu estómago, en tu garganta, en tu pecho, sientes un dolor tremendo desde la garganta hasta los genitales.
Y en ese momento, sorpresivamente, Axen cayó de rodillas retorciéndose de dolor. Marga estaba pálida, yo más pálida que ella.
La joven seguía hablando:
-Escucha, escucha, Axen, cómo te late tu corazón, escucha que tus genitales ya no funcionan, escucha que tu fachada te trae martirio, dolor, angustia, ansiedad. -Axen seguía retorciéndose tanto que cayó de costado, retorciéndose en el piso de tierra como si fuera una serpiente, hasta que quedó exánime, completamente exánime. Me agaché, le toqué la garganta y el corazón no le latía. La miré a la chica.
-¿Qué pasó, qué has hecho? -Ella se presentó:
-Mi nombre es Dazar, soy de raza de los mentos. -Fruncí el ceño.
-Pensé que eran una leyenda, no sabía que los mentos existían, que tienen dones y con su mente pueden implantar miedo y manejar la voluntad de los otros.
-Existo, y soy fuerte por dentro y por fuera. Cuando me habló en la posada en seguida me di cuenta de que todo lo que representaba era artificial, pero le seguí el juego. Y tú me has facilitado todo, porque hubiera ido con él, acompañándolo.
-Pero te hubieran atrapado.
-Puedo manejar la mente de cien soldados de la misma manera que impedí que Marga, la pobre Marga, me atara.
-Pero lo has matado.
-Sí, lo he matado. Y ahora acompañaré a Marga hasta donde vive este pobre infeliz, dejaré unas monedas al enterrador para que haga su trabajo. ¿Cuánto hace que estás con él?
-Muchísimo tiempo -le respondió Marga-. Me quedaba porque nadie me miraba, no soy atractiva para los hombres, y como tenía un techo y comida...
-Bien, te acompañaré. Le ordenaré mentalmente a los soldados y a todos los demás que eres tú ahora la que mandas. -Marga se puso pálida.
-Gracias, pero qué ganas tú con eso.
-Nada. Yo estoy en busca de un hermano y mientras tanto trato de ayudar, y castigo al que se lo merece.
Le conté a Dazar lo que había pasado y me respondió:
-Eres una ingenua, una enorme ingenua, Nilda. Si yo no hubiera estado te hubiera atrapado de vuelta, y esta vez no te hubieras podido escapar. ¿Sigues con la obsesión?
-No, no, me desencanté.
Porque la palabra desencanto viene de sacarse el encanto que te causaba la persona, ese encanto ficticio, ese encanto superficial, pero cuando ves a la persona en profundidad, va más allá de ese ser que canta, que atrae a la gente, pero cuando lo conoces por dentro te decepcionas. ¿Si me apenó su muerte? Para nada, absolutamente para nada. Me alegré por Marga y me da pena haberle reprochado, porque me había ayudado -sin que yo me diera cuenta- a escaparme aquella vez.
Me abracé. Le dije:
-Seguramente no nos veremos más, pero mi afecto estará toda la vida contigo.
-Es recíproco -me dijo Marga.
Dazar me miró y me dijo:
-No te obsesiones con las personas ni con las cosas, es gastar energía. Valora lo que verdaderamente tiene valor, no hagas las cosas por impulso, no sirve, arruinas tu vida. Si no quieres a tu esposo ten el valor y díselo, pero no lo engañes a espadas de él. -Me encogí de hombros y le dije a Dazar:
-No, aprendí la lección, no buscaré a más nadie, seguiré con mi rutina.
Dazar me dijo:
-¿Sabes cuántas mujeres darían la mitad de su vida por tener eso que tú llamas rutina?: Un hombre que te quiere, una casa segura. Valora lo que tienes y deja de soñar con cosas artificiales, como este sujeto que acabo de matar, que era un ser totalmente artificial. No digo que no tengas proyectos, vive tu vida, pero valora lo que tienes. Hay gente, mucha gente que no tiene ni la cuarta parte de lo que tienes tú. -No me dio la mano ni me abrazó, no era como Marga, era distinta.
Le preguntó a Marga:
-Ya han cargado víveres. ¿Puedes cargar lo que resta y llevar la carreta tú sola? Yo te acompañaré con mi hoyuman.
-Sí.
Vi que se marcharon. Suspiré hondo y volví para mi hogar, con mi esposo, con el granjero Marino. Ya libre de toda obsesión.
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