Índice

Psicoauditación - Orva-El

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 06/01/2025 Vaquia, Ludovica


Sesión 06/01/2025
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Orva-El

Relata una vida en Vaquia, donde fue despedida del trabajo. Una desconocida la ayudó para que le pagaran lo trabajado. Y trabaron confianza con ella. También le dijo si podía ser su protectora, pues había seres siniestros en el Bosque de las Sombras que espantaban a la gente.

Sesión en MP3 (4.501 KB)

 

Entidad: Me encuentro muy molesta, siempre pasa lo mismo, "La culpa es de Ludovica. Ludovica tiene mal carácter, por eso Ludovica perdió tres empleos". Y claro, siempre me echan la culpa a mí.

 

Lo que pasa que me tratan mal. Ejemplo: En el último trabajo, era una mercería, la dueña, una señora grande de muy mal genio, me decía:

-Ludovica, no sabes acomodar las cosas.

Frenando mi impulso le dije amablemente:

-Señora, lo que sucede es que hace cuatro días que estoy aquí.

-Y ya tendrías que haber aprendido. Lo que pasa que eres una cabeza hueca. -Y para qué.

-Si yo soy una cabeza hueca, usted, directamente, no tiene cabeza.

-Tienes la puerta, puedes irte.

-No, no me pienso ir hasta que no me pague los cuatro días que estuve.

-¿Pagarte? No has hecho nada. -Me agarró una especie de ataque de furia y cogí material de unos estantes y los tiré, los desparramé por el piso-. Voy a llamar a la policía, sé dónde vives. -Me fui entre enojada y asustada.

 

Pero no sé si por casualidad o causalidad a mitad de cuadra me crucé con una joven morena, de ojos extraños, dientes blancos, muy simpática, pero sentía como una especie de aprensión por esos ojos tan extraños.

Y me saludó:

-¿Qué te ha sucedido que vienes con ese rostro tan compungido?

Y le conté:

-Lo que pasa que esa mujer de la mercería me trató mal... -Bueno, le expliqué todo-. Y ahora encima estoy en apuros porque casi le tiré abajo una estantería porque no me quiso pagar los cuatro días que estuve y amenazó con llamar a la policía.

-Ven conmigo.

-¡No, no!

-Ven conmigo.

 

Me quedé en la puerta y esta chica joven morena con ojos indescifrables se acercó a la mujer.

-Usted echó a mi amiga.

-Sí. ¿Y tú quien eres?

-Si te digo quien soy te vas a arrepentir de haber nacido. Mírame a los ojos. -Yo impávida en la puerta escuchando. Vi en el rostro de mi exempleadora un terror profundo.

-Prometo no llamar a la policía. -Abrió la caja registradora, sacó dinero-. Toma, esto es para Ludovica, tu amiga. -La morena la miró.

-Bien. No tienes idea con tu actitud como has cambiado tu destino. Sigue trabajando, y la próxima chica que contrates la tratarás bien.

-Si deseas contrato de vuelta a Ludovica.

-No, no. Pero acuérdate, te estaré vigilando.

-Sí, sí, sí. -Casi gemía la mujer.

 

Salió y me dio el dinero:

-¿Cómo te llamas?

-Annika -me dijo la morena.

-¿Quién eres?

-Una persona que sabe convencer a la gente.

-Pero vi cara de terror en la mujer.

-Es cuestión de impostar la voz y convencerla. Si me dejas ser tu amiga prometo protegerte de todo daño.

Yo era muy desconfiada y aparte de mal carácter.

-¿Y qué me pedirás a cambio?

-Yo te daré mi lealtad y a cambio pediré tú lealtad.

-¿Nada más?

-Nada más.

 

Y empecé a tratar con ella. Íbamos a cafeterías a tomar algo, íbamos con un grupo de gente que yo no conocía, varones, mujeres todos con una mirada intrigante, similar a la de Annika.

 

Recuerdo que volvimos de noche por un callejón y detrás nuestro se veía una sombra, pero no un reflejo, como si fuera una sombra en tercera dimensión, como si fuera un ser viviente pero oscuro, completamente oscuro.

Y le dije a mi nueva amiga Annika:

-Me enteré que en este tipo de callejones hay sombras vivientes que envuelven a la gente y la hacen desaparecer.

-¿Ah, sí? Espera.

-No, Annika, no.

-Espera. -Se acercó a donde esa negrura, esa oscuridad viviente que cuando Annika se acercó, se desvaneció-. ¿Has visto Ludovica?, conmigo no te va a pasar nada.

-¿Qué eres?

-Tu protectora.

-Pero para que una sombra viviente te tenga temor...

-¡Je, je! Hay muchas cosas que podría contarte, pero para qué. Eres mi amiga, te tengo mucho aprecio. ¿Y tú?

Le respondí:

-Siempre fui una persona de mal genio que traté mal a otros, incluso a mi propia familia. Y lo reconozco.

-¿Y tu familia?

-Está en otra ciudad, yo me vine para aquí porque quería estar sola e independizarme. En la otra ciudad donde estaba, mi familia había juntado dinero y aquí pude rentar una pequeña cabaña en las orillas del bosque de las Sombras, pero nunca me animé a entrar ni siquiera de día. Los estudiantes de la facultad dicen que hay bestias. -La morena frunció el ceño.

-¿A qué llamas bestias?

-No me vas a creer.

-No, dime, dime...

-Bueno, dicen que hay hombres lobo, vampiros.

-¡Je, je, je!, ¿Quién te ha contado semejante disparate?

-Bueno, ha desaparecido gente, ha desaparecido mucha gente.

-Ludovica, Ludovica, pueden ser maleantes que buscan robar y quizás el atraco les sale mal y terminan matando a la víctima. -Suspiré y le dije:

-Tengo otras conocidas que dicen que le han comentado que han visto directamente a esas bestias y han visto otro tipo de animales que no existen en ninguna enciclopedia, animales extraños. No estoy hablando de lobos, estoy hablando de animales como mitológicos- -La morena sonrió con esos dientes blancos y sus ojos extraños y me dijo:

-¿Y tú crees que lo mitológico existe? -Me encogí de hombros.

-Un mito es un mito, pero cuando muchísimas personas ven bestias raras y cuando algunas personas directamente no salen con vida del bosque de las Sombras, ¿qué puedo pensar? Y eso me hace mal.

-¿En qué sentido? -me preguntó la morena.

-En el sentido de que de noche tengo pesadillas.

-¿Pesadillas? ¿Y con qué sueñas?

-Con esas bestias.

-¿Las has visto? -me preguntó Annika.

-No, no las he visto, pero me las imagino. Me da la impresión como que sufro de terrores nocturnos.

 

Y durante el lapso de dos meses me veía casi todos los días, los días que ella no estaba conmigo dice que tenía otra amiga que con el tiempo me la presentaría.

 

Y gané en confianza, gané en confianza. Recuerdo que una de las últimas veces fuimos a comer a un restaurant muy lujoso.

-Pero Annika, aquí te cobran un disparate.

-De eso no te preocupes, Ludovica -me respondió-. Tengo dinero, mucho más de lo que tú piensas. Mira. -Me di vuelta, un hombre de unos cuarenta, cuarenta y cinco años, bastante atractivo.

-Lo conozco, enseña en la facultad, creo que enseña genética, el profesor Sigmun.

Annika me dijo:

-¿Y cómo lo conoces?

-Bueno, uno de mis trabajos fue estar en la cocina de la facultad y a veces hacía de mesera y servía comida, y un par de veces conversé con el profesor.

-¿Y qué pasó?

-Bueno, no tengo muy buen carácter, te lo he dicho, y discutí con la jefa de cocina. La mujer, agrandada a mandar, acostumbrada a someter a los demás me dio una bofetada por haberle gritado.

-Vaya. ¿Y tú qué has hecho?

-Me da vergüenza comentarlo porque no puedo dominar mis impulsos... Cogí una cacerola con sopa caliente y se lo volqué en la cabeza, prácticamente le quemé todo el rostro. Obviamente me echaron y me dijeron en la facultad: "Tienes dos opciones, te indemnizamos pero hacemos la denuncia a la policía, o nos abstenemos de denunciarte pero no cobras nada". Obviamente elegí lo segundo, no quería tener problemas. Esa tarde, triste, fui a una cafetería y me saludó el profesor Sigmun.

-¿Y qué te dijo? -preguntó la morena.

-Bueno, me dijo que lamentaba el hecho, que él estaba de mi parte, que la jefa de cocina era una persona insoportable.

Me sinceré con él le dije:

-Yo también tengo mal genio.

-Bueno, es lógico, no puedes permitir que te traten mal.

Y le pregunté:

-¿Qué enseña?

-Genética.

-¿Qué es eso? -Y me lo explicó detalladamente-. Profesor Sigmun, disculpe mi atrevimiento, capaz parece una tontería, pero usted que conoce de genética y del ADN, ¿usted piensa que las personas pueden cambiar de forma?

-¿Hablas de mitología, de los cambiaformas?

-Sí.

-Eso es mito, el ADN no... A ver, te lo explico así: Una criatura nace, se forma, puede tener características similares físicas a sus padres o a uno de sus padres, pero ya tiene una conformación ósea, es imposible que pueda cambiar de forma.

-¿Y lo que cuentan sus estudiantes?, han visto a un hombre que se transforma en licántropo.

-¡Je, je, je! -El profesor Sigmun rió-. Los estudiantes tienen mucha imaginación, muchísima imaginación. O sea, que todo eso es cuento. Hay que usar la lógica -dijo Sigmun.

 

Y le creí, porque era un profesor muy respetado pero muy atractivo; había muchas jóvenes estudiantes de la facultad que le decían indirectamente si quería salir con ellas, pero claro Sigmun no iba arriesgar su carrera para salir con una joven menor, era muy cortés pero mantenía la distancia. Sin embargo había habladurías de que con algunas chicas había salido, nunca se ha comprobado. Una de ella aseguraba haber ido a la casa del profesor y nunca más apareció por la facultad. Obviamente nadie sospechó del profesor, todos pensaron en las bestias del bosque de las Sombras.

Le terminé de relatar la anécdota a Annika y ella sonriendo le hizo una seña al profesor que se acerque a nuestra mesa.

-¿Qué haces?

-No te preocupes. -El profesor Sigmun me saludó cortésmente y le tendió la mano a Annika.

-Un gusto, señorita. -Pero su rostro palideció cuando vio sus ojos, ojos indefinidos a veces de color blanco, como que no tuviera pupilas, a veces de color indefinido-. Permiso. -Y se sentó con nosotras.

 

Annika fue directa y lo trató de tú:

-Sigmun, me ha dicho mi amiga Ludovica que tú no crees en fantasías, en mitos, ¿pero alguna vez has entrado al bosque de las Sombras?

-Sí -respondió el profesor-, de día, a veces al atardecer, pero cuando se pone el sol me vuelvo para la ciudad.

-¿Y si usted no cree, ¡perdón!, si tú no crees que existen esas bestias por qué de noche te vas del bosque?

-No es por temor -respondió Sigmun-, es directamente por... por no perderme en la oscuridad.

-¿Y tú piensas que con tu estudio de genética sabes todo?

-Nunca dije eso -respondió el profesor-, sólo puedo decir que Ludovica me habló de los cambiaformas. -En ese momento ya era tarde, el restaurant se había vaciado, los camareros ya se estaban cambiando para irse. Sigmun le hizo una seña al mesero...

Annika dijo:

-No, no, invito yo.

-No, pero...

-Invito yo. -Pagó la cuenta del profesor y la nuestra y salimos. Fuimos por un callejón-. ¿En serio no crees en los cambiaformas?

-No, por supuesto que no -respondió Sigmun.

Me miró:

-Ludovica, soy tu amiga, no te asustes de mí.

 

En ese momento si bien su rostro era moreno es como que comenzó a ponerse de color más oscuro, sus facciones cambiaron, su rostro se hizo más alargado y vi como que brotaron una especie de cuernos de su cabeza y creció en altura por lo menos treinta centímetros-. El profesor Sigmun estaba pálido, yo temblaba. La voz de Annika había cambiado.

-¿Y ahora qué piensas, Sigmun?

-¿Qué eres?, ¿qué eres, un demonio?

-¿Un demonio?, ¿no es que los demonios son mitológicos?, ¡je, je, je! -En instantes otra vez era Annika con su cuerpo.

-¿Qué fue eso? -pregunté.

No me miró, lo miró a Sigmun:

-Hay dos posibilidades, profesor, y tú vas a elegir una de ellas: ¿me transformé o mi mente poderosa les hizo creer a ambos que me transformé?

-No sabría decirte -respondió el profesor-, no sabría decirte. Sólo espero que seas lo que seas... Yo no tengo nada contra ti.

-Tranquilo, me caes bien. ¿Consideras que puedes ser amigo mío?

-Así es -dijo Sigmun.

-En ese caso tendrás mi protección contra cualquier persona que te disguste, que te trate mal, o cualquier bestia, aunque tú no creas en ellas. -Le tendió la mano. El profesor dudó dos segundos y le estrechó la mano, estrechó mi mano y se marchó.

 

Fuimos para el lado contrario y en el camino le dije a Annika:

-¿Eres un demonio? -Me miró y sonrió.

-De mí no tienes que tener miedo, eres mi amiga y te protegeré de todo y contra todos, como hice con aquella sombra.

-¿Pero eres un demonio? -insistí.

-Tú sabrás.

-Honestamente, no, no sé.

-Si tienes mi protección ya no soñarás más cosas raras, no tendrás más terrores nocturnos. Y ahora debo irme tengo otra amiga que me espera. No tomes eso como deslealtad, uno puede ser leal en la amistad a muchas amigas y amigos, distinto es cuando uno tiene una pareja, la lealtad a una pareja es única.

-Lo entiendo -respondí.

-Y hazme caso, corrige tu mal genio, corrige tu mal genio, podrás conseguir buenos trabajos. Y si no yo te ayudaré. -Me abrazó, me quedé dura como si fuera una estatua-. Cálmate.

-Lo que pasa que te vi transformada y todavía me dura el... el temor.

-Ludovica, ¿me temes?

-No, a ti no, temo a eso en lo que te transformaste.

-En lo que me transformé y en lo que ves ahora es el mismo ser. Si tú eres mi amiga nada te pasará, si tú no eres leal conmigo las cosas cambiarán.

-No, Annika, nunca dejare de ser leal contigo. Y si alguna vez quieres preséntame a tu amiga y salimos las tres juntas.

-De mi parte no hay ningún problema, Ludovica. -Me abrazó de nuevo, yo ya estaba más calmada, y se marchó.

 

Yo pensaba que lo más grave que tenía era mi mal genio, pero tenía como una especie de contradicción en mi persona, ¿fue bueno o no el haber conocido a Annika? Porque no tenía dudas que era un demonio, una mujer demonio.

 

Me acuerdo que una vez un estudiante me dijo: En Vaquia pasan tantas cosas incomprensibles...