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Psicoauditación - Oscar M. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Oscar M. La entidad recuerda una vida en Umbro donde como militar y esposo sufrió humillaciones. Comenta haber descargado bastantes engramas al comunicarse mediante canalización mediúmnica.
Entidad: Me da la impresión de que en distintas vidas pasé por temas similares. Obviamente, el hecho de encarnar en distintas épocas, en distintos mundos, distintas regiones, otras costumbres, otras maneras puede parecer que las circunstancias sean distintas, pero no, no es así. ¿Que cada vida es un calco a la otra? No, tampoco. No, no es un calco, pero las circunstancias son similares en algunos casos. Y el hecho de haberme implantado engramas en distintas vidas me repercute en la vida actual. Es más, hay engramas que están como desactivados y por una circunstancia similar a la que en algún momento pude haber pasado en alguna de las vidas, ese engrama vuelve a fluir, a condicionar, a tirarte abajo, a desmotivarte, a hacerte ver como que las circunstancias son más difíciles de lo que normalmente son.
Había encarnado como Orestes. Mi padre era soldado en el castillo del rey Sigmur, falleció joven. En el mismo ciclo que falleció mi madre también. De joven es como que tenía mucha avidez, me formé oficial, avancé. Conocí a Ofelia, que era una noble con la que luego me casé y tuve dos hijos, Dabo y Miranda. Llegué a escalar posiciones, hasta ya con treintaiséis ciclos llegué a ser segundo jefe de oficiales, solamente por encima mío estaban Gofredo, el primer jefe de oficiales y el general Andros. Obviamente, a toda la guarnición, a todo el castillo reinaba Sigmur, el rey. Y no voy a cometer el error ni ser hipócrita de deslindar responsabilidades o echar culpas a otros de mis fracasos, pero llegué a escalar a segundo jefe de oficiales, era el tercer oficial en mayor importancia entre más de mil que formaban la tropa original. Incluso era popular entre la gente de la feria feudal que a veces me querían regalar mercadería. A ver, no lo hacían por afecto, en realidad lo hacían para quedar bien conmigo para que yo les pudiera deber un favor y el día de mañana me lo pedirían. Pero yo no aceptaba dádivas, les pagaba con metales la fruta, las hortalizas o la carne que me daban, no quería deber nada, no quería deber favores.
Mi mujer Ofelia era muy... demandante, nada la conformaba, nada le hacía bien. No trabajaba. Más de una vez se lo dije y me respondía: -Vengo de familia noble. Tú no, tú has escalado posiciones por ser uno de los jefes de la tropa. -Y me refregaba en la cara eso. A mí eso de la nobleza me tenía sin cuidado, al fin y al cabo yo tenía amor por Ofelia pero el amor también debe ser alimentado con el respeto, y de la misma manera que ella no me tenía respeto a mí, mi respeto por ella estaba muriendo.
Y empecé a cometer errores, me deprimí, me equivoqué en algunas tácticas de combate. No es que estuviéramos en guerra contra nadie pero permanentemente entrenábamos a la tropa y a veces me equivocaba en las tácticas, en las estrategias y me di cuenta de que muchas veces el general Andros me llamaba la atención. El jefe de oficiales, Gofredo, no; era una persona accesible, buena, pero es como que... relegaba su mando y dejaba que el general Andros se ocupara de mí. Y me di cuenta de que el general Andros no me respetaba, quizá por mis equivocaciones en las tácticas.
Me terminé separando de Ofelia. Ofelia siguió viviendo ya no en el cuartel sino que en un ala del palacio, ella tenía muy buena relación con la familia del rey Sigmur y el mismo rey escuchó la versión de Ofelia de que yo era un descuidado, de que no tenía hambre de progreso, lo cual no era cierto. Pero a ver, quizás ella misma me deprimió por su mal trato o por su indiferencia, por su desprecio, por pensar que los nobles son superiores, y si los cortas tienen la misma sangre roja bermellón como la que tengo yo y mueren como puedo morir yo. O sea, que eso de la nobleza es... qué comentarios voy a hacer.
La cuestión es que como estaba muy cerca de la familia del rey y del propio Sigmur se alojó en un ala del palacio y yo seguía en el cuartel. Es más, como estaba separado ya me cambiaron de vivienda, tenía una pequeña habitación con lo justo, una mesa, un par de sillas y un camastro, como que me hubieran degradado, como que me hubieran bajado de categoría. Y me da la impresión de que el general Andros me exigía más: -A ver, Orestes, ¿qué pasa que los soldados están todavía esperando? -Sí, mi general, ya voy a instruirlos. -No se apure, los está instruyendo Gofredo, el jefe de oficiales. Vaya a la caballeriza y ocúpese de los hoyuman. Fíjese que todos los equinos tengan bebida y comida.
Y era obvio que no me respetaba el general. El segundo jefe de oficiales, ¿cómo lo verían los soldados que yo estuviera limpiando los equinos? Eso lo hace el último de la tropa. Claro que no me respetaba.
Ahora, como thetán en el plano 3 subnivel 9, como thetán deseaba seguir creciendo para llegar al plano 4 al plano Maestro, pero no por ambición porque la ambición es ego y el ego pesa en el plano suprafísico y obviamente uno no puede llegar nunca con ego al plano 4, era porque quería ayudar. Pero en el rol de Orestes en el palacio del rey Sigmur, mi misma depresión me tiraba para abajo. Y yo no puedo ser hipócrita, ya lo dije, ¿tanto poder tenía sobre mí Ofelia que me jalaba hacia abajo? ¿Tanto poder tenía su desprecio, sus palabras, su indiferencia para que yo me sintiera tan poca cosa?
Alguna vez pedí permiso al general Andros para ir a palacio a visitar a mis hijos, Dabo y Miranda, generalmente me negaba el permiso. En un día de franco me dio permiso y fui, la guardia real que estaba a mando del general Andros y del primer jefe Gofredo no me permitieron la entrada, pero no porque Andros o Gofredo dijeran algo. -Discúlpeme subjefe Orestes, la... la dama Ofelia me dijo que no le interesa conversar con usted. -No quiero conversar con ella, quiero ver a mis hijos. -Y nada. Volví y me quejé al general Andros, y me dice: -Mire, Orestes, el tema es así, su exmujer está respaldada por el rey y si sigue insistiendo hasta puede tener una sanción. -Nunca le falté el respeto a Andros y creo que levantar la voz puede tomarse como falta de respeto. Y le levanté la voz. Le digo: -¡Sanción por querer ver a mis hijos! ¿Pero qué pasa? -Un día de calabozo.
Y se enteró toda la tropa. En realidad me había dado una semana pero intercedió Gofredo, el jefe de oficiales, diciendo que se vería mal en la tropa que me sancionara por tanto tiempo, igual un día ya se enteraron todos. Los oficiales principales me saludaban en el patio de armas pero a veces me daba vuelta disimuladamente y veía que conversaban entre ellos mirándome sonriendo, hablaban a mis espaldas y me hacía sentir mal.
Nuevamente como thetán pareciera grave el relato que estoy contando en el rol de Orestes, en Umbro, en el palacio del rey Sigmur, pero el hecho de pasar mi concepto suprafísico a lenguaje hablado hace que yo, como thetán, tenga una tremenda catarsis y descargue enormemente los engramas de esa vida como Orestes. No tengo seguridad de que llegue a eliminar todos los engramas de esa vida pero es como si estás inflado a punto de explotar y de repente abren una válvula y ¡bufff!, te desinflas y baja la presión. Y baja la presión y te sientes mejor. Así me siento al relatar esto.
Pero la cosa no termina acá. Pasaron treinta, sesenta, noventa amaneceres, ya había cambiado la estación. Empezaba a hacer un poco de frío cuando vino una crisis, se comentó que había un posible enfrentamiento armado, el rey Sigmur se había aliado a otros reyes para servir a un gran señor que estaba asentado en una enorme fortaleza llamada Villarreal, pero había otros reinos que se oponían a ese gran señor y se presumía que iba a haber un combate, choque de reinos. El rey Sigmur estaba tranquilo porque comentaba que había veinte reinos aliados contra cuatro reinos disidentes, o sea, que en número lo superaban. Pero de todas maneras, todos los metales que distribuía entre la tropa lo aumentó. Habló con el jefe de los herreros, destinó más metales para la herrería para que hagan más espadas, destinó más metales a los artesanos para que fabriquen más armas, armas importantes como catapultas, armas pequeñas, arcos, flechas. Y subió los impuestos en la feria feudal, se fortaleció la tropa y se debilitó la feria feudal. La gente empezó a pasar hambre, la gente empezó a quejarse, ya se veían chicos desnutridos y el general Andros, obsecuente al rey Sigmur, mandó la tropa a reprimir a quienes se quejaban. Incluso había muertos entre los reprimidos. Yo me negué a reprimir. -No es justo -le dije a Andros-, no es justo. El general me dijo: -Me imaginé que responderías así.
Y adelante de toda la tropa me degradó, pasé a ser un oficial común y nombró a otro segundo jefe de oficiales. El único que me miraba con rostro compasivo era Gofredo, el primer jefe de oficiales, que siempre me pareció una excelente persona. Y debo ser honesto, obvio que me molestó ser degradado y más delante de toda la tropa que ya siempre hablaban a espaldas mías y ahora hasta se burlaban de mi posición, de ser el último de todos.
Quise ver a Ofelia. Directamente, dice -por medio de un joven emisario-: Dijo la dama que no quiere tener contacto con fracasados. -Un joven de dieciséis ciclos me mira a los ojos y me dice de frente que yo era un fracasado. Bajé la vista, al fin y al cabo era un mensajero, pero me miraba de una manera descarada, como que yo fuera un cero a la izquierda.
Lamento que le hago doler tanto el pecho a este receptáculo que me alberga porque no solamente visualiza todo lo que mi rol Orestes visualiza sino que siente toda la angustia que mi rol, como Orestes, siente. Lamento que le haga doler tanto el pecho de una manera tremenda. En breves instantes me retiro pero antes quiero decir que he descargado bastante. Y si esto me ha dejado un aprendizaje puedo decir que la nobleza no pasa por un título, como tenía la familia de Ofelia, la nobleza pasa por el interior de cada uno. Puedes ser el más humilde de los labradores y ser noble, y el más poderoso de los reyes y ser una lacra. Eso me hacía sentir orgulloso, pero no orgulloso desde el ego, sanamente orgulloso. Pero como dije antes, si bien me sentía bien de que había sido degradado por negarme a reprimir a la pobre gente de la feria feudal, más me preocupaba lo que se avecinaba, un enfrentamiento armado donde iba haber muchas muertes, muchas. Y no faltaba mucho.
Gracias por escucharme.
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