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Psicoauditación - Joanot Martorell - Ra-El-Dan

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión 31/10/2019


Sesión 31/10/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

La entidad narra acerca de su vida como escritor, cómo mezclaba vivencias reales y las que escribía con su pluma. Vivió tanto como cuento diez años...

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Entidad: Tuve un rol que se puede interpretar como de una mezcla de realidad y fantasía, un rol que me dejó muy satisfecho. Pero a su vez es como que quería más, es como que quería vivir intensamente.

Los cincuenta y cinco años que viví serían como ciento diez años de una persona normal por la intensidad con la que viví, con la intensidad con la que mi mente -en un alter ego llamado Tirant lo Blanch-, fue parte de mí, de Joanot Martorell.

 

Algunos me dan menos años, dicen que nací en 1413 en Valencia. En realidad nací en 1410, tres años antes. Tenía buen humor, tenía buen carácter y es como de pequeño no tenía una gran alta estima por mi propia persona, es como que cuando lo miraba a mi padre -Francesc-, decía "¡Uf, uf, mayordomo! Mirad al abuelo". El abuelo Guillem era un consejero real y padre, mayordomo de Martin el Humano. Eso de humano era muy relativo, tenía muchas ínfulas.

 

La historia no cuenta la verdad, la historia cuenta lo que dicen los que no la vivieron. La historia habla de mí como un caballero luchador y agresivo; no, no era agresivo. No tuve tantos lances caballerescos como dice la historia, la mayoría fueron debates de palabra, insultos procaces, y el insulto o la ofensa ya estaban saldados. La historia exagera tantas cosas, tantas cosas...

Sí, es verdad que a los veinte y tres años me nombraron caballero.

 

Recuerdo que en Inglaterra no me sentía muy cómodo, me incomodaba la humedad, me incomodad la frialdad del lugar, el clima, la gente... muy señoritos. A veces hacía bromas y no me las entendían.

Es cierto que tuve un par de duelos en Inglaterra.

 

Recuerdo cuando fui a Portugal era... primero el clima, un clima que me favorecía tremendamente -me molestaba la humedad, no tanto el frío-, la humedad, el clima de Portugal era ¡aaah! Qué bueno, qué bueno. Portugal era algo donde uno podía soñar.

 

Decían que yo era un poco arisco con las luchas caballerescas; la mayoría no eran mías, eran del alter ego Tirant lo Blanch. Hay cosas que sí son reales, cuando con mi querido primo con el que nunca me llevé bien, Joan de Monpalau, engatusó a una hermana. Ella estaba tremendamente enamorada.

 

Yo le decía:

-Joan no es de confianza.

-Me prometió matrimonio, Joanot.

-Le promete a todas.

 

Y no cumplió nada. Lo tenía que haber atravesado con mi espada. Y me recomendaron:

-No, no, no; es familiar, te van a encarcelar. -Entonces lo hicimos legal, un litigio que duró ocho años.

 

Pero mientras tanto mi pluma escribía. Escribía a Tirant Lo Blanch en distintas regiones luchando por el amor de una moza, luchando por el honor de una joven, teniendo aventurar amorosas y duelos en castillos, en estepas, en regiones que nadie conocía mientras que en la vida real me sentía como más opaco y celoso.

Diréis "Pero qué le pasa a este hombre, cómo puede estar celoso de un personaje creado por él", porque el personaje vivía más que yo.

Estaba tan molesto... Me sentía tan mal que se agotaba mi paciencia.

 

Recuerdo cuando Gonzalo de Híjar, el comendador de Montalbán, me quiso estafar con unas propiedades.

-Lo atravieso con la espada.

-¡No, no, no! ¿Qué pasa contigo, Joanot? Con tu primo Joan te has abstenido, te has aguantado.

-¿Y para qué, para qué?, el honor de mi hermana saldado por un recurso legal. Títeres. A Gonzalo lo tengo que atravesar con mi espada. -Pero no, me contuvieron o me contuve yo. Finalmente la parte legal se saldó a favor mío.

 

Había mucha gente que hablaba mal de mí, mucha gente. Un tal Felip Boïl decía cosas de mí que no eran ciertas, ya mi mano iba en busca de la espada. Y no, tuvimos que ir a otro juicio legal, que también gané. Y mientras tanto, mientras mi mano era sostenida por mi mano izquierda para que no coja mi espada, mi alter ego, Tirant, iba de aventura en aventura, de aventura en aventura, que yo, ¡que yo las vivía con la misma pasión que él!

Recuerdo que una vez, si la memoria no me falla, vino un napolitano.

-¡Joanot, Joanot!

-Cuídate, cuídate a quien te diriges, yo soy Tirant. -Me miraban diciendo "Joanot perdió la razón". No, era un soñador, era un soñador.

Le pregunté al napolitano:

¿Qué pasa?

-Te necesita Alfonso, el Magnánimo.

-¿A mí, a Tirant?

-A ti, a Joanot.

Y viajé a Nápoles. Las ayudas no eran de participar en batallas, a veces eran ayudas de orientación, a veces indicar cómo debería proceder ante la pérdida de una propiedad.

 

Me había alojado en la plaza de Sant Jordi. ¡Me sentía encerrado, encerrado!

Me vino a ver el vecino, Joan Roís de Corella.

-¿Qué le sucede, Martorell?

-¿Por qué?, ¿qué me debe suceder?, ¿qué me puede suceder?

-Te veo mal...

-¿Qué sabes de mí?, ¿qué sabes de mí?

-Sé que has vendido muchas propiedades.

-¿Quién te ha contado esa infamia? ¿Quién te ha contado?

Joan dice:

-Me lo contó Martí de Galba, el valenciano, que dice que te prestaba dinero.

-¡Je, je, je, je, je, je, je! ¡Ah! ¿De qué habla, de qué habla? Yo soy Tirant, tengo miles de historias. ¿Dinero a mí? ¡Ay, ay, ay! No tiene ni idea. Yo soy Valencia, yo represento a Valencia, Valencia me pertenece moralmente. No tenéis idea de las gestas ibéricas que he tenido. Déjame contarte como me abrazaba con Carmesina, como la besaba, como recorría su cuerpo...

-¿Pero de qué hablas, Joanot? Estás hablando de tu personaje.

-¿De qué personaje?, ¿de qué personaje? Yo soy Tirant. Déjame contarte de Carmesina, déjame contarte lo que hice, déjame contarte mis historias en Valencia, déjame contarte mis historias en Barcelona. Tú no tienes idea, tú no tienes idea de cómo he vivido, no tienes idea. ¿Quieres que te enseñe a montar a caballo? Nadie monta mejor que yo. ¿Quieres que te enseñe a usar la espada? Nadie mejor que yo. ¿Sabes cuántas veces, sabes cuántas veces he matado caballeros en lances? Y no me arrepiento, eran malos.

-¡Pero Joanot, has tenido muchísimos juicios!

-¿Qué?, ¿juicios?, ¿a los duelos les llamas juicios? ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, por favor, por favor! No tienes ni idea lo que he vivido, no tienes ni idea, cincuenta y cinco años, ciento diez años.

-¿Pero por qué te dices Tirant? Tú eres Joanot.

-¿Qué soy qué? Tú no sabes quién soy, soy un noble.

-Pero tu padre..., tu padre era mayordomo.

-¿Qué?, ¿de qué hablas? Nací en cuna de oro. ¿Sabes cómo me llamo?

-Sí.

-No, no lo sabes, soy Guillem de Varoic. ¿Por qué me miras con el ceño fruncido? Soy noble.

-Joanot, debe ser un nuevo personaje que escribes, pero te sientes tan identificado con ellos...

-No entiendo lo que dices. Y aparte, cuando has entrado no has hecho una reverencia, tú eres un simple lacayo. ¿Pero por qué te vas?, ¿por qué te sientes ofendido?

 

La gente no me entendía, la gente no me entendía para nada. La gente no sabía que yo era de noble linaje, la gente no entendía que yo pertenecía a una familia de caballeros, la gente no entendía nada.

Pobre mi hermana Damiata, pobre mi hermana Damiata, deshonrada. Lo desafié a muerte y al final puse la prosa, la ironía, el sarcasmo. No me gustaba, no me gustaba.

 

Pedí respaldo con el propio Enrique VI de Inglaterra:

-¿Aquí voy a estar protegido si le atravieso el corazón a mi primo?

El rey me dijo:

-Acepta los florines que te da, eso pagará la deshonra de tu hermana. -¡Je, je, je! Imaginaos, imaginaos.

 

El clima no me gustaba, aguantar un año entero en la corte inglesa... Sí, tuve contacto con caballeros de todo Londres, venían de París... Pero no me sentía cómodo.

Quiero, quiero entenderme a mí mismo... ¿Por qué no puedo ser mi espada -que tan bien la manejo- y tengo que resolver duelos ante la jurisdicción civil? Gonzalo de Híjar... tenía que estar muerto, pero no, pero no; el rey de Navarra intercedió. ¡Ay, ay, ay! Guillem de Varoic hubiera actuado de otra manera, el más noble de los nobles. ¿Qué pasó con ella? Viajó a oriente y no se supo más de él.

 

No se supo más de mí. Dicen que morí triste, los florines desaparecieron como desaparecí yo, pero queda mi historia, una historia de cincuenta y cinco años de vida, una historia que plasmé al papel viviendo otras aventuras para compensar las que la ley no me dejaba tener, las que en Navarra no me dejaban tener, las que en Inglaterra no me dejaban tener, las que en la propia Barcelona no me dejaban tener, las que en Nápoles no me dejan tener.

 

Decían que era un personaje peculiar: no me conocieron. No conocieron mis angustias ni mis grandes líderes que viví en el papel. Y no quiero decir nada, nada más, porque voy camino a oriente. Guillem va camino a oriente.

 

¿Queréis saber qué pasó en oriente con Guillem? ¡Ja, ja, ja! No, os dejaré con la incógnita.