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Psicoauditación - Mentuhotep II - Ra-El-Dan

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión 09/09/2019


Sesión 09/09/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

Triste y dramático sentir que no has aprovechado la vida al regresar. Lo relata quien fue el conocido faraón Mentuhotep II.

Sesión en MP3 (2.805 KB)

 

Entidad: A veces las vidas grandes son las más sufridas, no tiene nada que ver la posición que tengas, no tiene nada que ver el poder que creas tener.

 

Mi padre, al que conocéis como Intef III, era una persona bastante despótica, pero aprendí mucho de él, aprendí cómo... cómo no ser. Mi nombre completo era Nebhepetra Mentuhotep, conocido como Mentuhotep II.

Aparentemente fui parte de la dinastía XI, la época final del primer periodo intermedio de Egipto. Conmigo comenzó el Imperio Medio donde se reafirmó la influencia de mi región sobre las zonas colindantes de África y el Cercano Oriente.

Fui astuto. Se había suspendido por mi padre el envío de expediciones a Fenicia por orgullo, por un orgullo tonto. A veces el orgullo hay que tragárselo. La madera, el cedro, en Fenicia era excelente, pero la de nosotros era mejor y ellos eran buenos compradores, muy buenos compradores, por eso reanudé el envío de expediciones a Fenicia.

Los gobernantes decían:

-Pero... pero mi faraón, mi faraón, ¿cómo... cómo permites que nuestra madera, siendo la mejor, las puedas cambiar por madera como la de ellos? ¡Y encima pagas!

Sólo me entendía a mi consejero. Él me decía:

-Je, je, mi querido, mi querido Nebhepetra, ellos no te entienden, tú les haces creer que vendemos la mejor madera cuando la mejor madera es de los fenicios y les pagas la mitad de lo que cuesta.

 

Si padre había hecho una cosa buena era restaurar edificios en Elefantina. Proseguí con esos trabajos.

Recuerdo que viajé con una caravana hasta Abidos. Miré el templo de Osiris y lo veía ¡tan pobre! Hay que edificar aquí, allá, más allá, y los templos del dios Montu en Tod y Armat modificarlos, mejorarlos.

Muchos se quejaban, decían que el pueblo no tenía para comer, que yo gastaba dinero en obras.

No se podía lograr todo. Hubo tremendas revueltas. Asiut de Sauty se puso en contra mía. Emprendí una guerra y sofoqué la revuelta, pero me sentía... me sentía muy solo.

 

Había una joven que fue criada por mi consejero, que una vez me advirtió que unos que se hacía pasar por amigos me querían matar en una emboscada y terminé venciéndolos y ajusticiándolos. Me dolió tremendamente el corazón porque secuaces que obedecían las órdenes de esos traidores atraparon a la joven y la mataron, la joven que me había salvado la vida. ¿Se piensan que mi vida fue fácil? ¡Ja, ja!, no fue nada fácil, nada fácil.

 

El delta del Nilo era de una riqueza tremenda, cuatro veces en mi vida intentaron invadirlo. La última vez exterminé a cientos de beduinos asiáticos y ya no vinieron más. Aproveché en ese momento a convertir a Uaset, que conocéis como Tebas, en la capital política del reino.

Nombré tremendos funcionarios, controlé la administración central y provincial, los más fieles a mí fueron recompensados pero no tenía cómo cubrir mi soledad. ¿Si tenía amantes? Sí, muchas; disfrutaba de las mujeres, pero una vez satisfecho ese instinto material, me sentía tan vacío, tan vacío.

 

A veces caminaba por los jardines de palacio escoltado por la guardia real, no quería que me hablaran, no quería que distrajeran de ese silencio, un silencio que para mí era una agonía, pero es como que lo disfrutaba, disfrutaba esa soledad, esa herida punzante. Hoy me diríais masoquista, pero quizás eso era lo que me mantenía vivo y seguía planificando.

"¡Oh señor, oh señor! Eres el legítimo hijo de Ra". Tonterías, tonterías, pero no les iba a decir que era un simple mortal, prefería mantener la ignorancia del pueblo en mi beneficio. Al fin y al cabo la situación económica prosperó, no sólo la situación económica, el ambiente.

Prácticamente no conocíamos la sequía en la zona, el Nilo era un regalo de Ra que era lo que me mantenía vivo aparte de la punzante soledad.

 

Hubo otra invasión; los libios del desierto occidental fueron vencidos por mi ejército. Embozados nos atacaron de sorpresa los nómadas del Sinaí, fue seguramente una pequeña derrota. Nos repusimos, cargué el ejército contra ellos y los vencimos y me apoderé de las minas del Sinaí, más riquezas para el reino.

Había beduinos que atacaban a las caravanas que iban hacía el Mar Rojo. Les di dos opciones: colaborar con las caravanas o morir en el intento: Aceptaron cooperar conmigo. Las rutas de las caravanas hacia el Mar Rojo estaban seguras.

Me faltaba Nubia. Mi padre había querido organizar campañas y fracasó en dos oportunidades. Yo organicé campañas hasta la región de Uauat y establecí el control hasta la Segunda Catarata, era prácticamente el amo y señor hasta la frontera del Nilo y de Nubia.

 

Conocí a una joven hija de nobles, Aila. Yo ya era grande, ella una joven pero me admiraba, la llevé a mi cámara y la poseí.

Pero me sentía enfermo de amor, me perseguía a mí mismo, aún era un hombre fuerte, inteligente, poderoso, pero la doblaba en edad y me sentía que no podría sostener esa pasión por mucho tiempo. Tonto de mí en vez de aprovechar las noches había momentos en que la apartaba "Aila... ahora no, ahora vete", y me enroscaba como una serpiente en mí mismo diciendo "No puedo, no debo, voy a sufrir, me va a engañar con un joven".

¡Ciego de mí!, ella estaba totalmente enamorada, pero mi desconfianza podía más, "¿Cómo puede fijarse en mí?".

Mi consejero ya había muerto y no lo remplacé, no tenía quien me orientara. ¡Tonto de mí!, cada vez que estaba con Aila era como un gozo y a su vez una tortura.

La joven no era tonta.

-Mi amor, mi querido, deja de pensar. Mi querido Nebhepetra, te amo, déjame acariciarte en todo momento.

-Mujer, va a llegar un momento en que ya no me desees.

-¿Cómo dices eso?, te amaré hasta la muerte.

-Pero antes de la muerte estaré viejo y decrépito, no tendré fuerzas ni para amarte y me torturaré por no satisfacerte.

-Mi amor, Nebhepetra, ¿por qué vives el mañana?, ¿por qué no disfrutas el hoy? Has embellecido Abidos, los templos del rey Montu en Tod en Armat, has vencido al monarca de Sauty... pero ahora piensa en ti, no como mi señor sino como mi amor, como mi amante, como mi todo.

 

Y la disfrutaba y la besaba. Pero mi parte reactiva en lugar de vivir el momento pensaba en cuando mis fuerzas ya no me pudieran sostener y ella siguiera firme anhelando un amor que no le podía dar. ¡Tonto de mí, tonto de mí!

Pero me miraba a través de las aguas del río y mi rostro era cada vez más gris mientras que el cuerpo de ella era cada vez más firme.

Sí, me volvía loco y en mi mente poseía dos tipos de locura, dos tipos de locura: la locura de la pasión y la locura del mañana, del no poder, de los celos futuros.

"¿Y si la mato?, ¿y si la mato antes de que yo muera para que después no sea de nadie?".

¿Pero qué estoy diciendo, qué estoy pensando? Esa era la locura que no me gustaba.

 

Y no, no aprendí en esa vida a vivir el momento, no. Disfruté el amor como nadie, disfruté el amor como nadie.

Para la época viví muchísimos años, casi el doble del común denominador, sesenta y nueve años. A los diecinueve heredé el puesto que tenía mi padre y goberné cincuenta años más.

 

Recién al desencarnar me di cuenta todo lo que hice, todo lo que logré y todo lo que podía haber disfrutado en vez de pensar en el mañana, porque esta niña, mujer, la amé hasta mi último día.

Y aprendí que no está mal pensar en el mañana, proyectar, idear estrategias, pensar tácticas para que no te quiten lo conquistado, pero en lo personal -no como faraón si no como ser humano-, que el mañana no te impida disfrutar el hoy porque si no cada noche en lugar de un paraíso va a ser un infierno, un infierno que tu mente te provoca.

Gracias por escucharme.