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Psicoauditación - Raúl

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 23/03/2021 Ran II, Julio Lamela

Sesión del 03/05/2021 Ran II, Julio Lamela

Sesión del 30/06/2021 Ran II, Julio Lamela

Sesión del 15/09/2021 Ran II, Julio Lamela

Sesión del 02/06/2022 Albor, Raúl Isaac

Sesión del 26/08/2024 Ran II, Julio Lamela

Sesión del 12/09/2024 Ran II, Julio Lamela


Sesión 23/03/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

La entidad relata una vida en Ran II, donde disfrutaba de niño con sus amigos pero que sus mayores no le atendían ni le entendían. De más grande, cuando descubrió el mundo real estaba como algo fuera de sitio, no se manejaba bien. Cómo terapeuta conocía lo que eran los llamados 'parásitos mentales', y visitó a un terapista espiritual, también genetista.

 

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Entidad: Mi nombre como thetán es Reda-El plano 3 subnivel 9. Como entidad suprafísica soy una entidad que busca ayudar, pero entiendo el concepto del maestro Johnakan cuando dice que en el plano físico no podemos tender una mano a nadie si no estamos nosotros de pie primero. Eso mismo se aplica a los planos suprafísicos.

 

Las entidades podemos tener muchísimos engramas de otras vidas, pero para que se entienda en lenguaje físico, los engramas no pesan: condicionan, pero no te jalan hacia abajo como sí lo hacen los roles del ego.

Tengo la misma misericordia que puede tener un plano 5 de Luz o un plano cuatro Maestro. Si estoy al límite del plano Maestro en el plano 3 subnivel 9 es justamente porque los roles del ego me jalan hacia abajo.

Y aclaro más; esos roles tan perversos, por denominarlos de alguna manera, no necesariamente son negativos, no necesariamente son crueles; son parte de tu propio ser que buscan subsistir. Pero tienen un gran defecto, son eternamente infantiles, porque toda unidad biológica tiende a crecer, a madurar, a envejecer, a terminar su ciclo y a comenzar otro ciclo. Los roles no, los roles siempre son infantiles, pueden ser caprichosos, pueden ser demandantes, pueden ser inquisidores.

No tenemos un ADN conceptual, por así llamarlo, pero si tuviéramos que denominarlo de alguna manera lo denominaríamos así, porque si nosotros como entidades suprafísicas arrastramos en distintas vidas diversos roles del ego, además de engramas, cada vez que encarnamos es como que instalamos, cual software, en nuestro ADN esos condicionamientos.

 

Recuerdo una vida en Ran II, un sistema solar que está aproximadamente a diez años Luz de Sol III. Mi nombre era Julio Lamela.

Tenía virtudes muchísimas, ganas de amar, ganas de sentir la empatía en el otro, deseos de prosperar sin perturbar la libertad de terceros, deseos de mejorar mi condición. Pero claro, me sentía trabado. Y como thetán doy paso para que mi rol en esa vida en Ran II, Julio Lamela, lo relate en primera persona.

 

No puedo quejarme de mi infancia puesto que tuve algunos amigos, pero siempre me sentí como que no tenía un lugar de pertenencia, siempre sentí como que "era de otro lado". Pero no me toméis por una persona que no está en sus cabales, lo decía de una forma y lo pensaba de una manera metafórica.

 

En la adolescencia me quemé "las cejas" estudiando. Me gustaba la filosofía pero más me gustaba lo que era la terapia de las personas, entonces estudié todo lo que era terapia de conductas. Pero claro, tenía éxito, ayudaba a muchas personas.

Recuerdo que mis excompañeros de estudio se encontraban conmigo a tomar algo y me decían:

-¡Vaya, Julio, qué éxito que tienes! El día de mañana vas a ser tan importante como Raúl Iruti.

 

Me hacía sentir incómodo esa comparación, Raúl Iruti era un genetista de los más afamados de Ran II, pero a su vez un terapista espiritual muy muy conocido, con infinidad de casos resueltos, y me incomodaban, quizá por pudor, ¿no?, las comparaciones. Además conocía los roles del ego, no los llamaba de esa manera, los llamaba parásitos mentales que te hacían crecer las emociones negativas, te cortaban el ímpetu.

Y a veces es como que estaba a destiempo con mis actitudes, no sabía cuando avanzar en una relación, cuando detenerme, cuando decir una palabra a tiempo o cuando callarme a tiempo. Es que no tenía esa muñeca, como se le dice al que maneja un carro y tiene esa muñeca para coger el volante y saber cuándo doblar y cuando seguir derecho. A mí me faltaba esa muñeca en el carro de la vida.

 

Digamos como que me iba mejor en el trabajo como terapista que en mi vida personal. Tenía bastantes créditos en el banco.

Tenía un hobby, me gustaba mucho la música, incluso había llegado a componer algunos temas. Pero a veces es como que en cosas sencillas..., de repente había una joven que me gustaba y toda esa locución que tenía en mis terapias con mis consultantes bajaban bajo cero, hablaba con monosílabos, me costaba expresarme, me costaba conquistar, valga la expresión. Y no es que no tuviera amigas, tenía muchas amigas.

Me decían:

-Julito, eres una persona tan noble, tan buena...

 

Me molestaba sobremanera, pero mucho y mal, mucho y mal. Primero, Julito es un diminutivo y yo me consideraba un buen terapista y yo sabía que cuando una joven te decía Julito en diminutivo era porque la atracción hacia ella era cero, nula. También sabía que cuando te dicen buena persona no pasas de amigo.

Pensaréis "¿Y tú qué quieres, Julio, que te digan mala persona?". Entonces si pensáis así no habéis entendido nada de nada de nada. Yo era una buena persona, trataba de crecer en mi interior, pero en una relación afectiva no le dices a la otra persona que eres buena, ¡je, je, je! Si no entendéis eso es porque os sacáis cero en la materia del amor.

Reitero que tuve una infancia bastante buena porque tenía unos amigos que me entendían. A ver, de diez dos, pero para mí dos era infinito, era como agua en el desierto.

 

Madre era una persona, ¡ay!, alegre, contenta, despistada. Si no entendéis esa palabra trataré de traducirla más correctamente: era una persona cambiante.

De repente estaba todo el día sin verme y me decía:

-Julio, has venido, ¿te has divertido?

-Sí, anduve con los amigos y...

-Bueno, bueno, bueno. -Y seguía haciendo lo suyo.

 

O sea, que me veía. Tenía un brote de alegría, me abrazaba y a los quince segundos se ponía a hacer sus cosas y se olvidaba de mí. Y yo me quedaba como esperando. Entonces a mi madre la sentía como un espejismo.

Y eso es lo que me hubiera gustado sentir con mi padre, un espejismo. Él era perfeccionista, pero a su vez ese mismo perfeccionismo lo llevaba a sentirse frustrado en su trabajo y entonces bebía, bebía.

-¡Padre!, mira, me he sacado una buena nota, me he sacado ocho puntos sobre diez. -Me miraba despectivamente.

-¡Ja, ja, ja, ja, ja! Una buena nota es diez, siempre estás tratando de alcanzar la meta. Pero bueno, los mediocres nunca alcanzan la meta.

Una vez le discutí. Le digo:

-Padre, mediocre es sacarse un cinco.

-¡Plaf! -Una bofetada-. ¿Acaso me estás discutiendo? -En ese momento tenía ganas de decirle: "Padre, no te discuto, estoy dando mi punto de vista, que me parece que es cien veces mejor que el tuyo, mil veces mejor que el tuyo, diez mil veces mejor que el tuyo". No tenía sentido. Siempre me invalidaba, todo lo que hacía estaba mal.

 

Me gustaba muchísimo escribir y escribía bien. Me gustaba muchísimo dibujar y dibujaba mal, mal muy muy mal. Y mi padre, ¿qué hacía? Le echaba una ojeada a mis escritos y tiraba la carpeta sobra la mesa, como "Bueno, ya lo vi". Y yo temblaba porque prestaba atención a mis dibujos, parece que lo hiciera a propósito, parece que lo hiciera a propósito. Mis letras, mis expresiones, mi manera, a eso no le prestaba atención porque no tenía qué criticar, no tenía qué desvalorizar, no tenía qué descalificar. Entonces se metía con mis dibujos.

-Esto es de un niño de cuatro años.

-Reconozco, padre, que no soy muy bueno en los dibujos, pero lo compenso con la escritura y lo compenso...

-No te he preguntado, estoy hablando. Cuando yo hablo no se me interrumpe.

 

Y en casa era como... imposible, con mi padre no se podía. Y si bebía mucho hasta era violento. Y madre alegre, contenta.

-¡Julio, que buena nota que te sacaste, te felicito por ocho sobre diez!

-¿Has visto, mamá?

-¡Shhh, shhh, shhh!, espera, espera, espera, estoy haciendo un trabajo especial de pintura para mis uñas, ahora no me interrumpas.

-Pero má, estábamos hablando de mi nota...

-¡Shhh, shhh! Ahora no. -Entonces era una competencia, de que no sabía quién era peor, si padre que me descalificaba o madre que no me prestaba atención.

 

Pero con mis amigos era espontáneo, con mis amigos me divertía. Teníamos imaginación, éramos niños, jugábamos a ser reyes, jugábamos a ir a la batalla.

Pero no me mal entendáis, éramos niños, no se nos puede juzgar, porque de grande pensaréis "Le gusta la batalla, le gusta matar gente". No, éramos niños. Niños que pensábamos en el viejo Ran II, hace siglos había un imperio en las montañas y yo era el que mandaba.

-No, no -decía mi amigo José.

-Yo era el que mandaba, tú eras el que me aconsejabas.

-No -decía Emanuel-, yo era el paladín, el que luchaba por todos vosotros, y el que me conquistaba a la dama del balcón.

 

Teníamos una imaginación muy infantil, pero nada de malicia, nada. Pero teníamos algo que con el tiempo lo fui perdiendo, de mis amigos no supe más nada, supongo que también perdieron ese tesoro: la espontaneidad.

 

Ya en los estudios superiores de terapeuta me costaba ser espontáneo, si tenía que pasar al frente a dar un examen oral lo daba, pero ¡ay!, cómo decirlo, en forma automática. Me sacaba las mejores notas, pero no tenía esa espontaneidad, no la tenía para nada, me sentía mal.

 

Y luego empecé a perder espontaneidad en mi trabajo. Es como que era más automático, y a veces los consultantes se hablaban entre ellos y es como que no quedaban conformes del todo. Entonces, obviamente, ganaba menos créditos, me preocupaba por las cuentas que se vencían.

 

Hasta que conocí a Isabelina. Isabelina era una niña tan hermosa... Ella se había recibido de maestra, maestra de párvulos, de niños pequeños. Muy dulce, muy tierna. Nos hicimos amigos.

Ella no me decía: "Julito, qué bueno que eres", no no no no no, creo que fue la primera mujer que me dijo:

-Eres muy atractivo, por dentro y por fuera. -Y yo mudo.

Es decir, dije:

-Gracias. -Y ahí me quedé.

 

Y entonces mis roles del ego complotaban en contra mío, como queriendo matar al huésped. Los comparaba con esos virus que buscan matar al huésped. Pero a diferencia de los virus que van a otro huésped, si tú estás mal y tú zozobras tus roles del ego zozobran contigo. Y os preguntaréis, "¿Entonces son tontos?", no, son infantiles. Y entonces esos roles del ego me hicieron desconfiado y ahí fue donde uno de mis nuevos amigos, Rolando, me dijo:

-¿Julio, por qué no vas a ver a Raúl Iruti?

-¿Te estás burlando de mí?, ¡soy terapeuta!

-Sabes que te lo digo de corazón, sabes que nunca voy a desearte nada negativo. Aparte, ¿qué tiene que ver que seas terapeuta? Si tienes conflictos contigo mismo quizá tu punto de vista para contigo sea muy parcial, muy personal, y necesitas una visión impersonal. -Y pedí turno.

 

Me encontré con una persona bastante mayor que yo, con carisma, empático. Le conté varios de mis problemas y le dije que me saboteaba a mí mismo, que de repente veía una joven que me agradaba y algo por dentro me decía: "¡Mmmm, seguro que me va a decir que no!". Me imaginé que el terapeuta Raúl Iruti me daría un sermón o una cátedra hablando de esto y de aquello, explicándome esto y aquello.

Pero no, era tan sencilla su manera de ser que me dijo:

-Mira, Julio, hay una joven que te interesa. ¿Sí, no?

-Sí.

-Le hablas. ¿Sí, no?

-No.

-Bien, no le hablas. ¿Qué porcentaje tienes de no?

-No entiendo la pregunta.

-Claro. Tú no le hablas a esa joven. ¿Qué porcentaje tienes, para con ella, en no?

-Un cien por ciento.

-Perfecto. Si le hablas, ¿qué porcentaje tienes de no y qué porcentaje tienes de sí?

-Entiendo que cincuenta y cincuenta.

-Perfecto. ¿Entonces por qué no le hablas?

-Pero, Iruti, usted mismo lo dijo, o me lo hizo decir a mí, tengo un cincuenta por ciento de que no me acepte.

-Claro. Es verdad, si no le hablas tienes un ciento por ciento de que no te acepte, porque directamente no hay diálogo entre vosotros.

-Sigo sin entender.

-Es fácil. ¿Has reparado en el cincuenta por ciento a favor que tienes?

-Es que no me gusta perder.

-¿Perder? Te refieres a que si buscas una joven y le expresas tus... no digamos sentimientos, porque si apenas la conoces no tienes sentimientos si no un gusto, le expresas tu atracción hacia ella, ¿en qué pierdes?

-En que me diga que no siente lo mismo.

-¿Y? Miras otra.

-Iruti, aquí creo que se equivoca porque me da la impresión como que me está diciendo: "Si A te rechaza ve a B. Si B te rechaza ve a C. Si C te rechaza ve a D. Si D te rechaza ve a Z", recórrete el abecedario.

-Julio, eso lo piensas tú -me dijo Iruti-, yo no te estoy diciendo eso. Te estoy diciendo que tú vas a una reunión, supón que hay diez jóvenes interesantes, va haber cuatro a que le caigas bien, va haber cuatro a las que no le caigas bien, va haber dos a las que les seas totalmente indiferente. Pero como tú no sabes cual es cual, por ahí le hablas a las primera cuatro a las que les caes mal y entonces piensas que les caes mal a todas.

-No, Iruti. Usted se olvida de algo, se olvida de que yo tengo intuición. Entonces yo sé.

-¿De verdad lo sabes? Porque hace rato me has dicho: "He conocido a una joven e intuí que no era la indicada". Bueno, a esa joven yo la conozco, la tuve en mi cátedra. -Empalidecí.

-¿De verdad?

-¿Por qué habría de mentirte? Es una persona que ha tenido mala suerte en los afectos. Conoció a un joven, sintió algo por él y el joven era una persona que jugaba con el amor. Entonces esa joven es una joven que busca un hombre genuino, leal, firme en sus convicciones. Pero esa intuición que tú dices tener, que es buena, la descarto porque piensas que ves oportunidades, oportunidades que se te presentan, y ¡Mmmm, cuidado con meter el pie en la trampa del oso, que se cierra y te corta la pierna! Cuidado, porque no todas son lo que parecen. Entonces llegas a tu casa y dices: "Mi destino es estar solo". ¿Tu destino o tu decisión o la decisión de tus egos?

-¿Y entonces qué hago?

-Julio, déjate fluir, no repares en lo negativo.

-¿Usted piensa que todo el mundo es positivo?

-No, Julio, no dije eso, pero tampoco tengas una mirada pesimista.

-Usted sabe la infancia que tuve, se lo comente al comienzo.

-Sí, ¿pero cuánto hace que pasó?, ahora eres un adulto. Hazte cargo, hazte responsable de ti mismo, hazte responsable de tus actos. No digo de tus fracasos porque no tienes fracasos, hazte responsable de tus negaciones porque lo que tienes no son fracasos son negaciones. Piénsalo.

 

Le transferí los créditos de la consulta, nos estrechamos la mano y me fui meditando para mi casa.

Y mientras más pensaba más me daba cuenta lo valiosa que había sido la consulta con este hombre, Raúl Iruti. Explicaba las cosas de una manera tan sencilla, tan sencilla que es como que tenías la claridad frente a tus ojos y no la veías porque tenías los ojos cerrados. Paradójico, ¿no? Pero a veces vas por la vida con los ojos cerrados y le echas la culpa a los demás que te ponen el pie para hacerte caer. Qué frase, ¿no? Pero qué frase real. ¡Qué frase real!

 

 


Sesión 03/05/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

Hay conceptos, como el Servicio, que aun siendo comúnmente utilizados es necesario aclarar cómo se relacionan con la vida diaria. Una Psicointegración de Raúl Iruti, terapeuta espiritual, enseña la diferencia entre qué es útil, qué es ser útil y quién es útil.

 

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Entidad: Cuando tienes dudas, a pesar de que supuestamente te las están resolviendo, ¿pero qué sucede?, quizá no le pase a todas las personas, cuanto más ves el panorama claro más situaciones encontradas ves en el camino. Y te pones a pensar: "Mi misión es tender una mano". Pero como dijo un excelso Maestro para ello hay que estar primero de pie, y a veces noto que muy dentro mío no estoy erguido del todo.

 

En el rol de Julio Lamela, en Ran II, aprendí a degustar un debate como la gente degusta una comida o un buen vino.

Recuerdo que cuando me nombraron a Raúl Iruti, genetista pero terapeuta espiritual sobretodo, dije bueno, ha llegado la hora de que aclare mi mente, mis dudas. Y tuve el placer de conocerlo. Pero ahora quería verlo nuevamente porque tenía muchos peros, no objeciones a lo que me decía, objeciones a la vida en general.

 

Recuerdo que fui a su despacho y me saludó muy amablemente y me dijo:

-Julio, es un gusto. Toma asiento, por favor.

-No..., no vengo a una orientación.

-¡Ajá! ¿Entonces?

-Vengo a... ¡Uf!, no podría decir a hacer un debate pero sí a distintos cuestionamientos a la vida cotidiana, no a la mía, de todos.

-Te escucho, y te responderé.

-Bien. ¿Qué función cumplimos aquí?

-El ser útiles -dijo Iruti.

-Bien, hasta ahí todo bien. Yo creo en que hay un mundo más allá de este mundo físico.

-Acuerdo contigo -dijo Iruti.

-Y que supuestamente podemos elegir donde encarnar.

-Bien. Continúa.

-Pero a veces nuestros mayores eligen por nosotros qué estudiar, qué carrera seguir, o a veces directamente no eligen. Tenemos progenitores que hacen determinada tarea y es la que aprendemos. ¿Y entonces qué, nuestra misión se va al traste? Porque seguramente para hacer determinada misión queremos estudiar lo que desde nuestro ser, desde nuestra conciencia más allá de la vida física teníamos que hacer, pero nuestros mayores deciden por nosotros. ¿Y entonces qué?, nuestra misión se tiró por la borda.

-No, no, Julio, no necesariamente.

-¿Por qué?

-Porque tú tienes tu esencia incorporada a ti. Y quizás al comienzo, cuando eres un niño, luego un adolescente, quizá no estudias lo que quieres o no tienes las posibilidades, mil cosas puede haber para que no hagas lo que has venido a hacer, pero si tienes una esencia fuerte con el tiempo las cosas se acomodan.

-No lo creo.

-Explícate.

-¿No se molesta, no, que diga que no lo creo?

-No, no, por supuesto, porque seguro tienes un motivo para decir esto. Explícate.

-A veces quieres ir a una universidad importante y no cuentas con el dinero y tu familia tampoco: misión por la borda. A veces conoces una persona que te agrada, te casas prematuramente y misión por la borda.

Iruti me miró y me dijo:

-No... no tiene porque ser así; a veces podemos tener un trabajo provisorio para pagarnos esa universidad o directamente podemos estar en pareja con una persona y no tiene por qué impedirnos estudiar.

-Lo que pasa que hay que conocer lo que es un matrimonio, a veces exigen.

-Espera, Julio, espera, todo se acuerda, todo se acuerda antes, si no no sirve. Lo que se acuerda y lo que se promete es lo que se lleva a cabo. Pero las dos partes tiene que acordar, no existe el acuerdo de uno. Sigue.

-Soy una persona que puedo conocer a otro por sus gestos, su faceta, su manera de ser.

-Bien. ¿Entonces?

-He visto mucha gente que lleva implantes. -El profesor Raúl Iruti se rio pero tenía una ceja levantada como no entendiendo. Y para mí fue como un desafío, el afamado Iruti no me entendía. Y le dije, le reiteré-: Hay gente que lleva implantes.

Iruti me respondió:

-He conocido mucha gente así.

-¿Ah sí?, ¡cómo!

-Impostan, no se muestran como son y no siempre detectas su manera de ser por su rostro o su manera de ser.

-¡Ah, ja! No, yo sé cuando alguien finge una sonrisa.

-Apreciado Julio, es que a veces la propia persona no sabe que está fingiendo, adopta un papel de tal manera que se lo cree, el implante le queda permanentemente, el implante de personalidad. De todos modos, ¿no te estás desviando del tema? O sea, en qué afecta a tu misión. Por último, ¿cuál es tu misión?

-El poder ser útil.

-Pero tienes cien maneras de ser útil, he conocido gente que no es universitaria y es útil.

-He conocido gente importante -le respondí a Iruti- que son indiferentes.

-Sí, acuerdo contigo, importante no necesariamente es útil.

-Hablemos del dinero.

-Hablemos. ¿Qué compras con el dinero?

-¡Je, je, je! Lo que yo quiera.

-Lo que tú quieras para poder luego ayudar a otros.

-Sí, por supuesto. ¿Pero por qué no ayudarme a mí mismo también?, ¿acaso no tengo que estar fuerte para poder tender una mano?

-Bien, entonces respóndeme.

-Con el dinero compro salud.

-No, y te lo puedo decir con seguridad. Soy uno de los mejores genetistas de Ran II, no lo digo con soberbia, pero sí estudié medicina en profundidad y a veces hay problemas de salud que pueden ser irreversible y puedes pagar el mejor médico, pero no compras la salud. ¿Que tienes una posibilidad de revertir el problema psicofísico? Seguramente, pero no tienes una seguridad total. Tampoco puedes comprar amor, puedes comprar pasión, puedes comprar compañía. No compras amor, no compras lealtad. Entonces el dinero es importante pero no es útil.

-Dígaselo al que no tiene un plato par llevarse de comer a la mesa.

-Me estás planteando extremos. Y coincido contigo, para esa gente el dinero va a ser importante, pero no necesariamente útil. Supón que son personas que no saben administrarse y de repente alguien le dona una pequeña fortuna, al año se quedó sin nada porque no la supo administrar. Quizá se llenó de lujos, de comodidades suntuosas y al año está igual. Insisto el dinero es importante, no útil, útil es la educación.

-Claro, que también depende del dinero.

-Sí, por supuesto, por supuesto. Pero antes dije que hay muchas personas que tienen profesiones sin estudio o estudio básico y que son tan o más útiles que profesionales, ecónomos. De repente vives en un apartamento y tienes una cañería que empieza a perder agua y si no la corriges con el tiempo se te inunda el apartamento. ¿Y vas a llamar un profesional, un estudiante de derecho, de economía? No, vas a llamar a un plomero, y el plomero en ese momento te solucionó el problema, te fue útil a ti, es su misión.

-Eso no es una misión, eso es un trabajo.

-A ver, ¿qué crees que es una misión, Julio?, ¿qué crees que es una misión?

-El salvar ciudades, hay gente que lo ha hecho.

-¡Je, je, je! Hay gente que ha salvado mundos, apreciado Julio, pero no viene al caso ese tema ahora. No tenemos que hablar de cosas excepcionales, hablemos de cosas normales, cotidianas. Una misión es llevar a un niño a la escuela, criarlo con amor, ser leal a tus amigos, indicarles cuando se equivocan. No obligarlos, porque ellos también tienen libre albedrío; una vez que tú les indicas el error, si persisten en el mismo ya tu conciencia está tranquila, porque tú has cumplido con tu misión.

-Pero Iruti, mi misión fracasó porque le indiqué el error a la persona y la persona persistió con el mismo, entonces fracasé.

-No, en absoluto. Es como el profesor que enseña en la facultad y sabes que va a haber un porcentaje de alumnos que no van a aprobar, no porque no tengan luces, no porque no sean inteligentes sino porque más bien son indiferentes a las materias que les están explicando, pero no es el profesor el que está fracasando en su misión de enseñar porque hay un porcentaje alto que ha aprobado y son gente de bien en el futuro. Entonces, hay un mal entendido de lo que es una misión.

-No me venga con la paradoja esa de para salvar al mundo primero te tienes que salvar tú.

Iruti me miró y me dijo:

-Eso es un aforismo, como diciendo "Abre los ojos para poder guiar al que no ve". A eso se refiere salvarte tú. O si tú cometes un error tras otro no puedes modificar el error de otros porque no lo ves. Salvarte tú es corregir tus propios errores, abrir los ojos, estar firme.

-No sé...

-¿Qué no sabes Julio?

-Cuando yo hablo de una misión hablo de ayudar a muchos.

-Está bien, eso es loable, pero prueba con uno, prueba con otro y con otro. No busques salvar a la masa, porque la masa es informe, la masa quizá no te entienda, la masa quizá pueda ser manejable ante el bien, ante el mal, ante la indiferencia. Cumplir una misión es el poder ser útil a los demás pero abarcando lo justo, abarcando lo necesario.

-De la manera que me lo pinta, doctor Iruti, no alcanza una vida.

Iruti me miró y me dijo:

-Nunca alcanza una vida, ¡je, je, je!, nunca. Pero eso no te tiene que desmoronar, se trata de hacer lo que uno pueda y más. Todos tenemos una ambición sana, el poder brindarnos. No todo el mundo te va a escuchar, no todo el mundo abrirá los ojos y no les puedes obligar porque si representas el bien, el bien respeta el libre albedrío del otro.

-O sea, que la misión tiene la debilidad del libre albedrío.

-No, no. El libre albedrío puede ser usado de muchas maneras. Discúlpame, (tos).

-¿Qué le anda pasando, profesor?

-He cogido un pequeño enfriamiento. He salido la vez pasada con distintas personas y al salir de la conferencia hemos cogido una fuerte lluvia. Pero es algo leve.

-Bueno, vamos a lo que yo digo al comienzo, circunstancias de la vida. Suponga que usted al día siguiente tenía que dar una conferencia y que lo podían ver por el holovisor millones de personas y cogió un enfriamiento y no la pudo dar, su misión de ilustrar a esas millones de personas por el holovisor, el enfriamiento lo echó por la borda.

-¿Por qué?, la puedo dar al día siguiente.

-Y quizá al día siguiente esa gente al día siguiente tenga otro compromiso.

-Julio, puedo dar cincuenta conferencias al año. No siempre va a venir la misma gente, y la que no pudo venir una noche va a venir otra noche. El tema es ser perseverante, no porque un día no puedas tu misión se fue por la borda. Seamos realistas, seamos concretos, pero tengamos los pies sobre la tierra.

-Entiendo. Tengo mucho más en el tintero, como decían nuestros abuelos, pero lo dejamos para una próxima.

-De mil amores.

 

Nos estrechamos las manos con Iruti y me marché. Tenía mucho para pensar muchísimo para pensar. Raúl Iruti me permitió grabar la conversación, me recostaría en mi sillón y la volvería a escuchar.

 

Hasta todo momento.

 


Sesión 30/06/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

El rol dialoga con un terapeuta espiritual acerca del sentido de la vida, la utilidad de la misma y cómo afrontarla. Se habla también del contacto con el yo interno, su función y su ayuda.

 

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Entidad: Había aprendido muchísimas cosas, como terapista personal, y el hecho de haber conocido a Raúl Iruti me servía para aprender más aún.

 

El tema es que él tenía su tiempo ocupado, ya sea en atender consultantes o bien en hacer conferencias. No tenía tiempo para conversaciones sencillas, más bien es como que tenía que combinar una consulta. Y en este caso no era una consulta, en este caso era un debate que quería hacer con el profesor Iruti.

 

Me recibió con una sonrisa, siempre empático, siempre atento.

-¿Cómo estás, Julio Lamela?

-Bien. Voy directamente al grano: ¿Qué es la vida?

-Aprovechar el tiempo.

-¿Qué más?

-Disfrutar el tiempo.

-¿Qué más?

-Servir a los demás.

-Bien. ¿Y uno?

-Explícate mejor, Julio.

-Claro. ¿Qué saca uno de la vida?

-¿Hablas de ventajas?

-Bueno, supongamos.

-El ser útil a los demás es una ventaja.

-Está bien, eso es retórica.

-¿Te parece?

-Me parece que sí, que es retórica. Lo tengo claro. ¿Qué otras ventajas puedo sacar?

-¿No suena muy como... materialista?

-Digamos que sí.

-Bueno, tú eres terapista, entiendo que también atiendes gente en consulta. Tienes créditos en el banco. Ahí tienes una ventaja para sacar en la vida.

-Bien. Y en la parte personal, ¿qué?

-Pero eso depende de ti.

-Quizás es como que de joven me han sobreprotegido y a su vez es como que me han dejado de lado. No sé si se entiende.

-Sí -dijo Iruti-, yo te entiendo, pero me gustaría que tú lo expliques.

-Bien. De repente mi madre me tenía bajo sus alas, pero cuando tenía una inquietud me decía "No no no, ahora no, ahora no tengo tiempo". Digamos como que los tiempos los marcaba ella. Y a mí no me servía, no me era útil.

El profesor Iruti me miró y me dijo:

-Me estás hablando del pasado. Háblame de ahora, no puedo creer que siendo terapista sigas con ese ancla.

-No.

-Pero lo has nombrado.

-Lo he nombrado, lo he nombrado como... en una conversación, no significa que sea un ancla. No me... no me afecta, lo nombré como al pasar.

-Bien. ¿Has quedado satisfecho con la explicación de qué es la vida?

-No, profesor, no, me parece como que es muy..., de vuelta la palabra, "muy retórico" esa exposición. La vida es servicio, la vida es ser útil, la vida es disfrutar de las cosas... ¿No es muy simple, no es muy...? ¿Y qué pasa con los temores?, ¿y qué pasa con..., qué pasa con las inseguridades?, ¿eso no es parte de la vida?

Iruti volvió a mirarme y me dijo:

-No se puede dar de lo que no se tiene.

-Ahora soy yo el que no entiendo -comenté.

-Claro. Cuando hablas de inseguridades, cuando hablas de ese tipo de cosas, ¿las estás pasando tú?

-A veces sí. A veces tengo ansiedades, inseguridades... Mmm... Me quiero, de alguna manera, comunicarme con mi parte interna y es como que no puedo.

-¿Y por qué no te dejas fluir?

-Claro, de palabra es muy fácil dejarse fluir, pero es como que cuando trato de comunicarme con esa parte interior me... me coge una tensión, y esa tensión es la que no me permite dejarme fluir. Y de alguna manera... si no me contacto conmigo mismo, con ese alma que me anima es como que no tengo la seguridad como ser humano. Y a eso me refiero con el tema de la vida, como que la vida mía no está completa si no siento esa percepción de mi parte espiritual, llamémosle.

-¿Y si la sientes?

-¡Je! Ahora no entiendo, profesor.

-Claro. ¿Y si la sientes y no la captas?, ¿y si la sientes y no te das cuenta que la sientes? ¿Y si de alguna manera esa parte espiritual te envía ideas y piensas que son tuyas y quizá te las envió ese interior tuyo, esa parte que dices que no captas o que supones que no captas?

-Claro. Pero acá es un... es un poquito galimatías, es un poquito laberinto un comentario así, me pierde más de que... que en lugar de allanarme el camino.

-¿Por qué?

-Claro, porque no, no, no siento clara la respuesta.

-A ver, Julio, ¿estás queriendo decir que no tienes en claro si cuando buscas una respuesta y la hallas, si es tuya o de tu alma? Más claro imposible, ¿es así?

-Me siento como... como ahogado. (Tose)

-Tranquilo, Julio, tranquilo, tranquilo. No puedes hacer un cuestionamiento pensando si captas o no a tu interior, si percibes o no a tu propio espíritu. Aparte, ¿por qué esa tensión nerviosa cuando tratas de contactarte?, ¿por qué?, ¿por qué te invade eso? ¿A quién le tienes que rendir examen? A ti mismo, no hay nadie más. Yo tenía estudiantes, y grandes, ¿eh?, estudiantes adultos que se ponían nerviosos en un examen porque es como que buscaban la aprobación del profesor. O a su vez tenían inseguridad de fracasar de no haber estudiado. En tu caso no tienes a nadie enfrente tuyo a quien rendir ese examen, es a ti mismo. No puedes tener temor de fracasar porque no tienes nadie que te juzgue.

-¿Y cómo sabe, profe, que no me juzgo yo mismo?

-Porque sería absurdo, Julio, sería absurdo. Porque no tendría sentido, porque nadie te está corriendo.

-Yo me estoy corriendo.

-¿Por qué?

-Porque es como que ese anhelo de contactarme me invade cada vez más.

-¿Y no será que ese mismo anhelo es lo que te causa tensión? A eso me refiero con dejarte fluir. No estés pensando a cada momento en qué haré, qué va a pasar, cómo me contactaré. ¿Nunca te has contactado?

-Pienso que sí, pero es algo como muy leve, como muy tenue, como muy, ¡uf!, casi imperceptible.

-¿Te das cuenta, Julio, que lo estás hablando con pasión? Y la pasión es parte del ego que te consume. No es una cosa de vida o muerte. Tranquilízate, tranquilízate, déjate llevar.

-¡Je, je! Bien, eso es la parte de la vida. ¿Y qué pasa, Iruti, con las relaciones?

-Las relaciones son contactos entre las personas. Podemos coincidir o no con las personas. No tenemos porque imponer nuestras ideas y tampoco aceptar las ideas de los otros si no estamos de acuerdo con ellas. Eso no significa que las partes sean irreconciliables, tengo infinidad de compañeros y amigos con los cuales no coincido en muchas cosas. Se trata de tener criterio, se trata de tener la mente abierta.

-La mente abierta me parece una falsedad.

-¿Por qué? Explícate, Julio.

-Claro. De repente yo no coincido en infinidad de cosas, pero claro, el profesor Iruti me dice "Hay que tener la mente abierta a todo".

-Me malentiendes, Julio. Tener la mente abierta no significa..., a ver..., aceptar todo, significa comprender al otro aunque uno no comparta sus ideas. No se trata de decir "Bueno, no pienso como tú: No te trato". Hay cosas en las no vas a coincidir, hay cosas en las que sí. No hay dos personas que coincidan en todo. Entonces, por qué hacer un conflicto de eso. ¿Lo entiendes?

-Sí -respondí-, lo entiendo, lo entiendo, lo entiendo.

-Es un trabajo interno que hay que hacer. Es un trabajo sencillo, Julio. Es tener la mente amplia, no estrecha. Y como dije, tener la mente amplia no significa aceptar todo "Todo, venga, entre, entre todo, entre lo bueno y entre la basura". No, la mente amplia tiene un filtro. Filtras lo que te sirve. Lo que no, lo dejas.

-¿Y eso no sería como segregar?

-No, para nada, para nada. Estás mezclando cosas. No le estás diciendo a una persona "No te acepto porque no coincido contigo" o "No te acepto porque tus creencias son distintas a las mías". Eso te lo guardas para ti. Pero no por eso vas a dejar de tratar a la persona, salvo que la manera de pensar sea absolutamente opuesta. Y en ese caso, bueno, tratas a la persona en las cosas cotidianas y en el resto no. No te tienes que sentir cómodo con todos y con todas. ¿Hasta ahí se entiende?

-Sí, hasta ahí lo entiendo. Tampoco me causa gracia los rechazos.

-Explícate mejor.

-Sí. De repente me interesa alguien y para ese alguien yo no existo.

-¿No existes?

-A ver, quiero decir como que paso desapercibido.

-¡Pero eso nos pasa a todos!

-¡Ah! No, no, profesor, no. No me imagino que Raúl Iruti pase desapercibido.

-Pero eso no es por mí, eso directamente porque soy conocido, porque doy conferencias, porque me ven por la holovisión. Es distinto. Pero en mis comienzos había gente a la que le caía bien, había gente a la que le caía mal y había gente a la que no le caía directamente, porque yo era el hombre invisible.

-¿Cómo?

-No me registraban.

-Qué raro...

-No, raro no, nos pasa a todos. Pero no nos podemos poner mal porque alguien no nos mire, no nos vea, no nos registre, o con cada persona que no te registre vas a pensar internamente "¡Pero quien se cree que es!". Es su manera, es su forma, es su problema. No puedes coger el problema del otro y hacerlo tuyo, hacerlo carne. ¡Por favor! Porque en ese caso estás dependiendo de la aprobación del otro. Que cada uno haga su vida.

-Pero ahí se contradice, profesor, que cada uno haga su vida significa como que si uno cae en desgracia, entonces, ¿para qué servirlo?, ¿para qué serle útil? Se cayó en desgracia, es su problema.

-No no no, ahí te estás yendo por las ramas, ahí te estás yendo por las ramas. El Servicio es lo mejor que tenemos. Yo estoy hablando de las coincidencias y las no coincidencias. Si alguien no coincide contigo, bueno, no es tu problema, a eso me refiero. Ahora, si esa persona que no coincide contigo el día de mañana precisa una mano, se la tiendes.

-¿Y eso significa que después va a coincidir conmigo?

-No, no necesariamente, no necesariamente.

-¿Y entonces por qué tenderle la mano?

-¡Ah! No no no no, Julio, pero eso está en ti, ¿o solamente le vas a tender una mano a los que están de acuerdo contigo?

-No, es cierto, es cierto. Ahí fui tonto en mi respuesta.

-No, no, no, no te califiques en negativo, la conversación que tenemos es justamente para que crezcas. Pero no soy yo el que te hace crecer, eres tú el que luego llegas a tu departamento, te sientas en un sillón y meditas sobre lo que hablamos. Y te vas a sentir bien, aliviado, tranquilo, y en el momento menos pensado te contactas con esa parte "invisible" que te anima, ese espíritu tuyo, personal, único.

-¡Qué fácil que lo ve, profesor!

-No no no, yo no digo que lo sea. Se trata de intentarlo, pero no estar pendiente de ello, pendiente pendiente pendiente. No, Julio, no, no es así la cosa.

-Bien, bien. Me satisfizo esa conversación. Me siento..., me siento bien.

-Bueno, de eso se trata, que te vayas bien, con menos dudas. -Le quise estrechar la mano y Raúl Iruti directamente me abrazó-. Vamos, Julio Lamela, vamos. A trabajar contigo mismo.

-Lo haré.

 

Gracias.

 


Sesión 15/09/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

Se enfrentaba a una situación extraña, como terapeuta no podía llevar un consultante a buen fin porque el consultante no creía en él. Se comunicó con un conocido terapeuta para encontrar el fallo en su terapia, pero sorpresivamente el fallo no estaba en el consultante. Tenía que trabajar por otro lado, por dentro suyo.

 

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Entidad: Muchísimas veces estuve con dudas respecto a si mi terapia funcionaba o no.

 

Me remonté mentalmente a uno de mis primeros consultantes, un joven, tendría en aquel entonces dieciocho años, se llamaba Arturo Rosenberg, supuestamente estable psicológicamente. Vino a mi consulta y me dijo:

-Profesor Julio Lamela, necesito que me ayude.

-Ponte cómodo -exclamé.

Se sentó en un sillón frente a mí y me dijo:

-Quizás estoy arrepentido de haber venido porque no sé si me va a entender.

-Tranquilo -le respondí-, tranquilo, tú coméntame, no será un monólogo tuyo. Hablaremos, haremos un breve repaso de las cosas que tú piensas que te han preocupado.

-No me va a creer.

Le digo:

-Mira, Arturo, la única manera que puedo ayudarte es que me comentes. ¿Qué es lo que te afecta?

-Está bien, espero que no se burle de mí.

-Arturo, es mi trabajo como terapeuta personal, no podría burlarme de nadie porque justamente lo que hago con mi tarea es darle las herramientas.

-Pensé que las herramientas eran suyas y me ayudaba de esa manera.

-Mira, coméntame y luego seguimos.

El joven me miró y me dijo:

-Profesor Lamela, yo sé que tenemos un alma.

-Sí. Si bien estamos en una sociedad algo escéptica, tecnológica, avanzada, una sociedad no religiosa, sin embargo sabemos que hay una esencia que nos anima.

-Eso me tranquiliza -exclamó el joven-, porque no todo el mundo cree en eso.

-Pero dime, ¿ese era tu problema? Yo también creo que tenemos una esencia en nuestro interior que nos anima.

-No, falta.

-Está bien, te escucho.

-Le hablo despacito.

-Estamos solos en mi consultorio, no nos escucha nadie.

-Es que no lo sé.

Comencé a pensar como que el joven verdaderamente estaba inestable, pero le dije:

-Suéltate, quédate tranquilo y coméntame.

-Esas esencias que usted dice, profesor, que nos animan, ¿no?...

-Correcto.

-Entonces está de acuerdo conmigo en que existen.

-Lo dije.

-Bueno. Yo las escucho.

-Repíteme eso, por favor, apreciado Arturo.

-¡Yo las escucho!

-O sea, escuchas a tu alma.

-No, a las almas de todos. Me hablan.

-Espera, espera. O sea, tú sientes voces que te hablan.

-No, no, me hablan en mi mente. Y ahí hay de todas, pero la mayoría son malas.

-¿Por qué?

-Porque de repente... A ver, no tengo muchos amigos, y algunos es como que me tratan con desdén, incluso había conocido a una... una joven y había salido conmigo por una apuesta con sus amigas. Me humillaron, me sentí burlado.

-¿Entonces?

-Entonces, bueno, una de esas voces me dijo en mi mente "Busca, busca vengarte".

-Pero Arturo, obviamente no está bien eso. Supongamos que esa chica se haya burlado.

-Es que se burló, profesor.

-Está bien. ¿Pero a qué le llamas venganza? O sea, agredir de hecho o insultar de palabra está mal, eso no se debe hacer.

-Yo no dije eso, profesor, yo dije de que las voces me hablaban de ponerle en ridículo.

-A ver, continúa.

-Claro, es como que esas almas que me hablaban eran inteligentes y me decían "Coméntale a tus amigos que has ganado una apuesta en un parque de diversiones y que de repente me he encontrado con muchos créditos, y como ya soy mayor de edad ya tengo cuenta y tengo muchísimos créditos".

-Continúa -le pedí.

-Entonces es como que lo comenté, y como tenía algo de créditos guardados cogí mi holotablet y le mostré una parte de mi cuenta. "Esto es, la parte parcial, después tengo una cuenta secreta que solamente puedo entrar con una clave porque pueden jackearme la cuenta".

-No, Arturo -le dije-, hay muchísima seguridad en las cuentas personales, en las holocuentas, nadie te va a quitar tus créditos.

-La cuestión es que se lo creyeron.

-¿Pero por qué esa mentira?, porque tú no has ganado ninguna apuesta.

-No. Hasta que se enteró esta joven y empezó otra vez a hablarme "¡Ay, Arturo!, cómo has cambiado" ¡Hipócrita!, habían pasado solamente seis meses. Y yo me daba cuenta que fingía.

-Continúa.

-Bueno. Y me pidió de salir y yo le dije que sí, y me exhibía delante de mis amigos y las amigas de ella. Es más, me invitó a un club privado que yo no conocía en el centro de la Gran Ciudad, y estábamos tomando un combinado y por primera vez con una satisfacción tremenda vi que tanto sus amigas como mis amigos nos habíamos juntado todos en una mesa y después de tomar el combinado la chica apoyó su cabeza en mi hombro. Y hablé en voz alta "Basta Giselle, basta, no soporto que seas tan pegajosa, que estés siempre encima mío. No es con la primera que pasa, me ha pasado con varias, no sé qué les pasa a las mujeres, que son tan pegajosas que están encima de uno. Honestamente, Giselle, me cansas". Me levanté y me marché.

-O sea, te habías desquitado humillando a la joven. ¿No te has arrepentido?

-Arrepentirme, ¿por qué?, ella me dejó delante de todas sus amigas. Yo hice lo mismo pero multiplicado, con sus amigas, con mis amigos. Y no era una chica fea, era una chica muy agradable, pero no le podía perdonar el ridículo. Y jamás me hubiera atrevido a hacer algo así si esas voces no me hubieran convencido. ¿Usted qué piensa, profesor Lamela?

-Supongamos que fuera cierto y que te contactas con esas almas a nivel mental, no me parece correcto lo que te han aconsejado.

-Profesor, usted me dijo que la agresión verbal, la agresión física estaban mal. El ponerle en ridículo no me pareció una agresión verbal, no le dije ninguna palabra grosera, simplemente la expuse ante todos mis amigos y sus amigas. Y me sentí pleno, pleno, pero luego cuando salí a la calle estaba como vacío, como diciendo "¿Y ahora qué hago, no hubiera sido conveniente que aprovechando la mentira hubiera seguido con ella todo el tiempo que yo quisiera?".

-Mira, Arturo -le comenté-, de las dos maneras está mal, primero porque no se puede jugar con la emoción de nadie, menos con sus sentimientos.

-Perdón, profesor, pero me parece que está equivocado, porque fue ella la que primero jugó con mis sentimientos y con mis emociones, yo lo que hice es devolverle la moneda, como se decía en la antigüedad.

-Está bien. ¿Y luego?

-Bueno, luego había amigos que me decían que fui demasiado crudo, demasiado bruto, ¡je, je!

-¿Y otros?

-Y otros me felicitaban "Así que tienes varias chicas que te siguen". Y yo, por supuesto, les seguía el juego.

-¿Te das cuenta de una cosa, Arturo? Inventaste una mentira, que ganaste muchos créditos por una apuesta.

-Obviamente una apuesta legal, ¿no?

-Sí, inventada, obviamente. ¿Y luego cómo haces para sostener esa mentira? Porque los jóvenes te van a decir "Bueno ya que tienes tantos créditos invítanos a todos a cenar", y tú no podrías hacerlo. ¿Cómo sostienes esa mentira? Sabes que la mentira termina lastimándote a ti.

-Profesor, el goce de haber hecho eso no me lo quita nadie.

-¿Pero por eso has venido a mi consulta, para contarme tu hazaña?

-Usted no piensa que lo sea, entiendo.

-Yo creo que no se debe lastimar a nadie.

-¿Ni siquiera si ellos te lastiman a ti?

-Ni siquiera. Al fin y al cabo una persona te pone en ridículo porque tú lo permites o bien porque en ese momento eras demasiado ingenuo y creías que esa Giselle era una persona que de verdad se interesaba en ti.

-Entonces usted piensa, profesor, como que tengo muy poca experiencia con las chicas.

-Eso dímelo tú.

-Y sí, es verdad, sin embargo pude desquitarme gracias a esas esencias, almas o como se quieran llamar, que me hablaron. Y que son buenas porque me indicaron lo que tenía que hacer.

-No creo que sean buenas. Supuestamente si tú escucharas al alma de alguien no te aconsejaría ese alma que lastimaras a otro.

-No la lastimé.

-Sí, la humillación es lastimarla.

-¿Y ella qué hizo conmigo?

-Está bien, pero tú te has puesto a la misma altura o peor. O sea, todo lo que tú en este momento piensas de ella, que es una mala persona, que se burla de la gente, es exactamente lo que has hecho tú, Arturo.

-Claro, pero lo mío fue por una razón.

-No, no hay razón para lastimar a alguien, no hay razón.

-Y qué, ¿me tragaba yo todo el veneno?

-Mira, quizá no tenga tanta experiencia como el famoso profesor Raúl Iruti, pero hubieras hablado en privado con ella y te hubieras sincerado en parte. No digo que comentaras lo de la apuesta porque hubiera sido ella la que se hubiera burlado de nuevo, pero le hubieras dicho directamente "Discúlpame, te acuerdas de aquella vez que tú te apartaste de mí? Bueno, me quedé pensado, me quedé trabajando en mi interior y me doy cuenta de que no teníamos compatibilidad". Y ella seguramente te hubiera preguntado "¿Y por qué aceptaste salir de nuevo?", "Para darme una oportunidad a mí mismo y verme como me sentía. Pero lamentablemente no me sentía bien, así que discúlpame pero rompemos".

-¡Je, je! Profesor, yo no estoy dudando de su título ni nada, pero lo que me dice es una tontería.

 

En ese momento sentí como que mi ego me estaba afectando porque el joven se atrevía a decir que mis palabras eran una tontería. Pero obviamente no podía enojarme, yo era el terapeuta, era Julio Lamela.

Y le dije, con mucha paciencia y tratando de dominar mi ego:

-¿Por qué piensas que lo mío es una tontería?

-Claro, ella me puso en ridículo delante de sus amigas. Si yo le hablo a solas y le digo que verdaderamente me di cuenta de que no somos compatibles, no la pongo en ridículo porque estamos solos.

-No, pero por lo menos es una especie de desquite.

-Pero no me sirve. Lo que hice fue mucho mejor, humillarla delante de todos.

-Honestamente no estoy de acuerdo ¿Pero verdaderamente has venido por eso o has venido para jactarte de lo que has hecho?

-Yo pensé que usted ayudaba a la gente. Me está censurando, me está diciendo que soy un aprovechador, que soy peor que ella.

-No, no, no aumentes mi criterio, yo digo que está mal y que te has puesto a su nivel.

-Por eso no me gusta esta consulta, me siento incómodo. Y obviamente no vine por eso, vine para preguntar por qué escucho las voces, pero veo que no fue de ayuda. -Arturo Rosenberg se levantó y se marchó.

 

Me quedé como molesto, incómodo. Y sí, debía trabajar yo mi ego porque me sentí como humillado, como que el joven se fue con la idea de que yo no le servía. Y yo siendo terapeuta y teniendo tanto conocimiento de saber que uno puede repasar un incidente y de alguna manera poder borrar ese incidente, en este caso me dio la impresión de que el joven Arturo se fue más encendido, como más firme con su idea, es como que en mi consulta en lugar de apaciguarlo se fue más fuerte con sus convicciones negativas.

 

Y obviamente pedí una cita con el gran profesor Raúl Iruti, no era la primera vez que conversaba con él, no era la primera vez que descargaba mis emociones.

Dos días después lo fui a ver y me atendió con una inmensa cordialidad y empatía. Y no perdí tiempo, fui al tema.

-Un gusto verte de nuevo, apreciado Julio Lamela.

-Mire, profesor Iruti, voy directamente al nudo de la cuestión. -Le comenté lo del joven Arturo Rosenberg, le comenté que él creía comunicarse con las almas de la gente, le comenté lo de la chica Giselle, de cómo ella lo despreció y de cómo él luego guiado por esas voces la humilló a ella delante de todos, vengándose.

El profesor Iruti me dijo:

-Pero Lamela, esto no es lo que te molesta, ¿no?

-No, me molesta que dijo que lo que yo le estaba explicando eran tonterías, que no lo apoyaba, que al contrario, me ponía de parte de ella, de la chica que lo humillaba, cuando nunca me puse de parte de ella. Simplemente le decía que toda venganza es negativa, por más leve que sea.

-Mira, mira, Lamela -me dijo Raúl Iruti-, el problema no pasa por este joven, Arturo, el problema pasa por ti. Cuando tienes un consultante que piensa que tu técnica no da resultado ya te molestas, entonces es como que tienes que hacer un trabajo contigo.

-¿Y cómo a usted nadie le dice nada? -Iruti sonrió, pero de una manera cálida, no de una manera grosera ni ofensiva sino amigable. Y me dijo:

-Mira, querido Lamela, no tienes idea las veces que me han contradecido, pero entiendo que es un problema de la otra persona. Cuando viene un consultante no te puedes «enfrentar» al consultante, tú tratas de guiarlo al consultante.

-¡Ja, ja! Claro, ¿y si el consultante no se deja guiar?

-Se trata justamente de tener toda la calma.

-¿Y entonces por qué yo perdí? Obviamente el joven Rosenberg no lo notó pero por dentro mío estaba que hervía. Más que me molestó cuando me dijo que yo decía tonterías. Pero obviamente en mi rostro no se notó eso, pero por dentro estaba que hervía.

-¿Y por qué te afecta tanto? ¿Te das cuenta que estás buscando la aprobación de los demás?

-¿Y acaso no la busca todo el mundo?

-Pero tú eres terapeuta también, tú has estudiado. ¿Qué es lo primero que se aprende en primer año? De no buscar la aprobación del otro sino buscar la aprobación de uno mismo. ¿Hasta ahí estamos de acuerdo?

-Sí.

-Bien. Y si tú tienes tu aprobación y no logras la aprobación del otro, ¿por qué debería molestarte? Si tú sabes que tus palabras son las correctas y las dices de una manera calmada buscando que la otra persona esté tranquila pero la otra persona está en su mundo y piensa que tú hablas tonterías, ¿por qué te molestarías? O sea, ¿que encima buscas la aprobación de un consultante, de una persona que está teniendo problemas? -Me puse a meditar, y el profesor Iruti, como siempre tenía razón.

-Bueno, y lo de las voces, ¿qué?

-¿Es una persona que está desequilibrada, ese joven Arturo?

-No, no.

-Es cierto que tenemos una esencia que nos anima y es cierto que esa esencia existe en un plano invisible para nosotros.

-¡Ah, vaya! O sea, ¿que usted está de acuerdo con Arturo de que esas entidades existen y que pueden hablarnos?

-Mira, Lamela, hay personas que tienen el don de captar.

-¿De captar la voz?

-Una entidad, llamémosle suprafísica, no tiene voz, no tiene cuerpo; entonces no hay voz, hay un concepto mental que llega a la mente de la persona receptora. Evidentemente el joven Arturo es una persona receptora. Pero hay un problema: Una, que las entidades que capta son negativas. Dos, que su mente, si su mente no está estable esas entidades pueden incluso, y no estoy exagerando, Lamela, hasta enloquecerlo, porque el día de mañana lo pueden empujar a que haga cosas más graves en nombre de su honor.

-¿Pero tan así?

-Tan así. Pero no quiero ocuparme ahora de Arturo, quiero comentarte a ti, apreciado Julio Lamela, no busques la aprobación de los demás, busca tu propia apreciación.

-Mire, yo tuve una maestra, una de las maestras más importantes...

-Continúa.

-Bueno, ella me enseñó una especie de terapia que se llama "Terapia de repaso", donde cuando tú vives algo muy negativo, lo cuentas las veces que sea necesario, lo repasas y es como que eso se termina borrando, queda en tu mente como un recuerdo estéril. ¿Es tan así?

-A ver...

-Lo escucho, profesor Iruti.

-A ver. Debería ser así, debería ser así, pero depende mucho del terapeuta que guía a la persona, al consultante.

-No entiendo -comenté.

-Claro. Si no sabes guiar bien a la persona en ese repaso del incidente corres el riesgo de encenderlo más. ¿Quieres que te dé un ejemplo? El ejemplo que me has comentado tú con el joven Arturo. Arturo vino excitado a tu consulta.

-Correcto.

-Tú trataste de dejar de lado lo de las voces y pusiste foco en lo que pasó con la joven esa. Y él no venía por eso, eso lo hizo para jactarse contigo, para mostrarte lo grande que fue, y de alguna manera es como que lo has contradecido.

-No no no, profesor, hagamos al revés: Arturo lo viene a ver a usted y le comenta todo eso. ¿Usted no le dice acaso que toda venganza está mal?

-Busco el momento, busco cómo decírselo, evito contradecirlo, busco la manera de que él se sienta cómodo y lo voy llevando a que él mismo razone que esas voces le malindicaron el camino.

-Supongamos que así y todo le dice "¡Ay, profesor Iruti, lo que dice usted es una tontería!". ¿Cómo reacciona?

-Muy sencillo; le pregunto "¿Dime por qué es una tontería, puntualmente qué frase, cuál fue la frase que te pareció tonta?". Y cuando él me da la frase que le pareció tonta le digo "Bueno, analicemos esa frase en profundidad, a ver por qué piensas que es tonta, porque no está de acuerdo contigo, porque la tomas como una censura... Explícate por qué". Lo voy llevando. En cambio en tu consulta se fue más reactivo de lo que vino, porque piensa que tú no te pusiste de parte de él.

-Pero ahí se equivoca usted, Iruti -le dije-, porque no se trata de ponerse de parte del consultante para que se vaya bien aun con ideas equivocadas.

-No, yo no dije eso, yo no hablo de ponerme de parte de él, yo hablo de que se vaya calmado. Y le doy una nueva cita, que entienda que con una consulta no va a resolver su problema. Además, hay cosas que él no te ha contado.

-O sea, Iruti, que usted es adivino.

-No no no, lo que pasa que él estaba tan reactivo que contó el tema de la venganza contra esa chica, Giselle, para hacerse ver. Pero él vino por el problema de las voces, y ese problema es el que no se trató. Te recomendaría que si se comunica de nuevo contigo, que le pases mis datos.

-¿No se ofende, profesor? -le pregunté.

-¿Por qué?

-¿No está tratando de quitarme un consultante?

-Para nada, porque tú también vendrías y los créditos de la consulta serían para ti, yo simplemente sería un apoyo. Me dejarías llevar a mí la consulta y te demostraría cómo se hace. Se trata de no confrontar con el consultante pero se trata también de no darle la razón en todo, porque si no estás avalando sus errores.

-A ver si entiendo, no contradecirlo pero tampoco avalarlo, me la pone refácil.

-¡Je, je, je! Ahora estás siendo irónico, Lamela. Siempre hay caminos medios, siempre hay caminos medios. Pero depende de tu seguridad, de cómo tú te sientas contigo mismo para atender a otras personas, porque puedes en tu terapia (que no es igual a la mía) saber todo de 'P' a 'Pa', saber todo, todos los manuales, incluso en tu holotablet puedes tener toda la historia de la terapia que has estudiado, pero eso no te da garantía de que seas un buen terapeuta en la Terapia de repaso, como la llamáis vosotros.

-Entiendo. Esto significa que a veces lo que uno aprende, por más erudito que sea, la clave está en saber cómo aplicar la terapia.

-Exacto, Lamela, exactamente. Pero todo pasa por tu seguridad, por tu convencimiento, porque te des cuenta de que tú verdaderamente eres experto en el tema, no dejarte avasallar por el consultante ni molestarte porque el consultante no esté de acuerdo en algo, si no la falla es tuya.

 

Me fui de la consulta del profesor Raúl Iruti con más esperanza, pero por otro lado sabía que tenía que seguir trabajando conmigo mismo. Me acuerdo cuando me recibí "Ahora soy terapeuta, ahora yo atiendo consultantes, ahora no preciso nada de nadie". ¡Qué equivocado que estaba! Qué equivocado que estaba, todo lo que todavía me faltaba por recorrer. ¡Qué difícil que es recorrer el camino!

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 02/06/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

La entidad relata cómo conoció la vida en Albor, mundo en el que la población disfrutaba de lo que el entorno le daba sin tener que esforzarse. Hasta que con el tiempo los recursos disminuyeron y hubo enfrentamientos para seguir teniendo de todo sin trabajar.

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Entidad: Me sentía molesto. No, no, no, quizá molesto no era la palabra, quizás era desanimado. O tal vez tampoco, tal vez la palabra era... desbastado, enojado.

 

Mi nombre era Raúl Isaac. Me encantaba estudiar historia y me encantaba estudiar todo tipo de terapias, terapias alternativas que no reemplazaban obviamente a la medicina sino que la complementaban. Pero no me gustaba llamarlas terapias complementarias porque eran independientes de la medicina, entonces alternativas quizá sonaba mejor.

 

¿Pero qué me había enseñado la historia? La historia me había enseñado que aquí en este mundo, Albor, durante milenios, milenios, reinó la paz, la prosperidad, la abundancia. Había una felicidad en todo el planeta.

Pero había muchos filósofos a partir de hace dos, tres siglos que se pusieron a pensar en profundidad y los leí, los devoré los libros de ellos pensando "¿Y si tienen razón, y si era una comodidad ficticia, y si era una felicidad ficticia, un mundo abundante donde tenían de todo, donde el lugar de confort era el planeta entero"?

¿Pero qué sucede cuando el ser humano tiene un lugar de confort permanente?: Se deja estar.

 Hay algo más, hay algo más; pierde... pierde la meta, pierde la motividad, pierde el estar atento, el estar alerta, pierde... pierde el deseo, pierde la ganas. Es como que se deteriora cognitivamente de alguna manera, pasa a ser un idiota pensante. Y pensante hasta cierto punto.

 

No era un mundo como Sol III donde se devastaban bosques, selvas, se deterioraba el océano, había caza indiscriminada de animales, no no no no; había abundancia, cada uno tenía lo suyo, nadie envidiaba al otro. ¿Qué ibas a envidiar si tenía lo mismo que tú?

Pero qué, imagínate desde que tienes uso de razón, a los cinco o seis años, estar en una reposera bebiendo un zumo, ¡Aaah!, bostezando todo el día. ¿Estudiar? Para qué. ¿Aprender? Con qué objeto. ¿Entender las circunstancias? Pero cuál sería el motivo si tienes todo al alcance de tu mano.

 

Pero dentro de la comodidad había gente que creaba aparatos, aparatos para hacer la comida más rica, aparatos que directamente cocinaban para que uno no tenga que ni siquiera encender un fuego. Sí, sí, había gente que trabajaba, pero tenían sus beneficios; aquellos que trabajaban tenían un poquito más.

 

Y entonces hubo como una especie de cortocircuito. Aquellos que trabajaban y tenían un poquito más se pusieron a pensar, pero a pensar de verdad, ¿eh?: "¡Ah! Pero esto es nuevo, yo puedo tener más que fulano, yo puedo tener más que mengana". Y esa luz se prendió más en el hemisferio norte: "¡Ah, qué maravilla, tengo más!". Y empezaron a acaparar.

Pero ahí hubo otra enfermedad, la enfermedad de la ambición causada por roles del ego: ¿Para qué acaparar tanto en un mundo donde había abundancia de todo? "¡Ah!, pero qué me importa, yo tengo más que la otra persona".

Y del hemisferio sur decían: "¡Ja, ja, ja! Por favor, se están esforzando, ¿para qué?, si aquí tenemos de todo. ¡Ay, ay! ¡A esta gente quien la entiende, quien la entiende!".

 

Pero pasaron los siglos y el mundo no es ilimitado, porque no era un mundo donde se sembraba, donde se cosechaba. Había y cogían, había y tomaban, pero cada vez había menos porque cada vez había más población.

¿Y qué pasó en el sur? No se notó porque esto es a lo largo de varias generaciones, no de una. Entonces no se encendió la alarma. Hasta que se dieron cuenta de que las cosas empezaban a escasear.

 

¿Y qué hicieron? Miraron al norte:

-¡Vaya! Mirad todo lo que tienen, que lo compartan.

El norte dijo:

-No no no no, ¡je, je!, ¿compartir? No, no, nosotros trabajamos, y todo esto lo conseguimos trabajando. ¿Vosotros qué habéis hecho?

El sur dijo:

-Siempre compartimos.

-No nunca compartimos -respondió el norte-, cada uno tenía lo suyo. Vosotros os habéis dedicado a no hacer nada.

-Pero nunca hicimos nada.

-¡Ja, ja! Y ahí está la cosa, el mundo es limitado.

-¡Nos daréis nuestra parte!

-No, trabajad y hacéis lo vuestro.

 

¿Y el norte qué hizo?, levantó murallas en todo el planeta. Y en la parte del océano tenían barcos sumergibles, similares a vuestros submarinos, y si una barca del sur quería pasar, lamentablemente era bombardeada, a pique. Los tripulantes morían, uno, dos, tres, diez, veinte, cien veces. Hasta que el sur acusó al norte de tiranía, de mezquindad.

El norte dijo:

-¿Mezquindad? ¿Vosotros, los holgazanes, nos llamáis mezquinos? Todo lo conseguimos por mérito propio. ¿Estáis en contra del mérito?

-No -dijo el sur-, estamos en contra de la ambición. Sois ambiciosos.

-No somos ambiciosos -respondió el norte-, somos gente que trabaja, que estudia, que investiga. Sabemos astronomía, estudiamos música, ciencias naturales, ciencias sociales y hasta tenemos terapias.

 

¿Qué hizo el sur? Impotente porque no tenían ni siquiera armamento empezaron a crear terapias para atender a aquellas personas desoladas, deprimidas, ansiosas, con baja estima.

 

Y pasó otro siglo más: "No tenemos nada, somos pobres infelices. Voy a ir a mi terapeuta".

Pero las terapias no servían para nada. Había una terapia que recorría tu línea de vida, y el consultante le decía al terapeuta:

-De niño tal cosa, de adolescente tal cosa...

-¡Ah! Bueno, simplemente me lo cuentas y ya descargas.

Pero el consultante le decía:

-Me siento condicionado y tengo miedo a la exposición, y no me acuerdo en esta vida haber estado expuesto a algo.

-¡Ah! No, no, no, quizá lo hayas heredado de tu padre.

-Para nada. Mi padre, dentro de todo era rebelde porque odiaba al norte, y era muy audaz y no tenía miedo de exponerse. Y hasta con pancartas gritar: "Muera el norte".

 

Hasta que visité a un terapeuta que se llamaba Esteban Lazo, con 'Z'.

Y Esteban Lazo me dijo:

-Mira, tú te llamas Raúl Isaac.

-Correcto.

-Tus condicionamientos no son de esta vida, son de vidas anteriores.

Me distancié un metro de él y lo miré:

-¡Je, je, je! ¿De qué hablas, Lazo?

-Hablo de que existen determinados traumas y condicionamientos de otras vidas, y eso podemos solucionarlo repasando esas otras vidas.

-¿Y cómo?

 

Esteban, que no se hacía llamar Doctor porque era una técnica que había creado él, que se llamaba Rueda de Vida, y en esa rueda que giraba él captaba mentalmente parte de nuestro espíritu, porque Esteban Lazo decía que no éramos un espíritu completo sino éramos un espiritual parcial, y que el resto estaba en su plano espiritual.

Le respondí:

-Eso es absurdo, tenemos un alma entera.

-No -dijo el terapeuta Esteban-, no. Si me permites te voy a demostrar que no es así, querido Raúl Isaac.

-A ver.

-Ponte cómodo. -Me puse cómodo pero lo miraba con ojos entrecerrados como desconfiando. Él a su vez cerró sus ojos, respiró hondo y se puso a hablar.

 

Y decía: "Mi nombre es Ismael". -Ese Ismael había nacido hacía dos siglos y medio atrás y sentía mal por la escasez que ya empezaba a notarse en el hemisferio sur y quiso empezar a producir por su cuenta. Sus propios compañeros empezaron a decir: "¿Qué haces, por qué te esfuerzas? El problema es sacarle al norte".

Y sus amigos dejaron de ser sus amigos y nadie más le habló, hasta se puso su propia familia en contra y cogió tremendos traumas. Entonces tuvo que encerrarse en sí mismo por miedo a exponerse.

 

Cuando terminó la sesión me sentí un poco más aliviado, pero le dije:

-¿Me estás diciendo, Esteban, que este fue un rol mío de una vida pasada en Albor?

-Correcto. ¿No te sientes un poco más aliviado?

-Sí, pero, ¿cómo sé que no es un efecto placebo?

-Espera, espera Raúl, esto es una sesión, pero hay muchísimo más.

-Pero la vez pasada visité a un terapeuta que me hizo una especie de repaso de esta vida y después me dijo que lo había heredado de mi padre. Pero mi padre nunca tuvo miedo a la exposición.

-Bueno -dijo Esteban-, esa terapia es incompleta porque no conoce lo que traemos de otras vidas.

-¿Y cómo, si no recordamos otras vidas?

-No, pero nuestro espíritu sí. -Me sentí como confuso, aliviado pero confuso.

 

Y pensé "Tengo que volver, tengo que volver".

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 26/08/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

Había un vicerector que se interponía en su trabajo como psicólogo, cada vez que contactaban quedaba deshecho. También tenía una costosa comunicación con una psicóloga y no conseguía mantenerse calmado. Visitó a su terapeuta genetista, quedó que tenía que trabajar su mente reactiva.

 

Sesión en MP3 (4.189 KB)

 

 

Entidad: Mi nombre es Julio Lamela, terapeuta, psicólogo.

Es más, había avanzado tanto en mi trabajo que en la misma facultad donde yo había estudiado había logrado un puesto importante de analizar las tesis de los alumnos. La junta de profesores era la encargada de aprobarlos o no pero en mi caso con el doctorado tenía la posibilidad de instruir a esos jóvenes para que mejoren sus tesis en función de sus futuros consultantes.

¿Si me iba bien en el trabajo? Bien en el sentido de que era mucho más conocido, ya no era el ignoto Julio Lamela, ahora tenía un doctorado y estaba a cargo de corregir y supervisar las tesis.

 

Y por enésima vez tenía problemas con alguna chica, y digo por enésima vez porque varias veces por una razón o por la otra siempre pasaba algo. A veces salía con alguna chica absorbente, me gustaba, pero era tan dominante que sentía como que me quitaba el aire, como esas personas que están siempre encima de tuyo y psicológicamente sientes que no puedes respirar. Obviamente mi mente analítica me decía es una sugestión. Ahora, sugestión o no, era lo que sentía.

 

Al poco tiempo salí con otra que era cariñosa, amable y por momentos indiferente. Y a veces nos citábamos y ella tenía un compromiso. Siempre sospeché que se veía con otra persona.

Hasta que la vi. Me controlé, no hice ninguna escena ni tampoco me reactivé. Es más, cuando vino por casa le dije que la había visto y que lo nuestro se había terminado. Me imaginé la escena, ¡je, je, je! "Por favor, no, Julio, esto no...".

No fue así, sonrió descaradamente y dijo: "Bueno al fin y al cabo no pierdo nada". Y se marchó.

De verdad me hubiera gustado que me implorara algo, pero era más que nada por mi ego.

 

Me sentí tan mal que me atraganté y me empezó a doler el pecho, me tuve que recostar. Tenía un aparato en casa que me tomaba la presión y estaba hipertenso, mal, mal. Cogí del cajón una pastilla, la tomé y descansé. Era enemigo de los ansiolíticos, ¡un doctor en psicología tomando ansiolíticos! Pero a veces no podía conmigo mismo y de vez en cuando tomaba uno para no sacarme lo reactivo, que estaba siempre al acecho.

 

Hacía dos años desde la última vez que había visto a Raúl Iruti. Él no era psicólogo, él no tenía nada que ver con todo eso, era un afamado genetista y sin embargo los últimos tiempos se dedicaba a ser terapeuta de almas, como le gustaba que le dijeran. No es que yo fuese escéptico, sé que algo nos anima dentro, pero terapeuta de almas me sonaba algo más bien ridículo.

De todos modos lo fui a ver.

-¿Cómo estás, Julio?

-Bien, ¿cómo anda usted?

-Excelente. A propósito, te felicito, lo que has logrado en la facultad.

-¿Está enterado? -Me asombré.

-Pero por supuesto, por supuesto, tengo infinidad de conocidos. Pero me imagino que vienes a una consulta.

-Bueno, hablamos por teléfono y le dije que sí, que quería verlo.

-Toma asiento. ¿Cuál sería el tema a tratar?

-Dos.

-Te escucho.

-Bueno, a ver cómo lo explico. En la misma facultad donde superviso tesis es donde estudié y después de tanto tiempo me encontré con una psicóloga, a la que le veía cara conocida:

            -¡Vaya, tú eres mi compañera!

            Ella sonrió y me dijo:

            -Julio, ahora eres tan conocido que te olvidas de los psicólogos comunes.

            -¡No, por favor, no no no no!

Y la cuestión es que comenzamos a frecuentarnos, salíamos, nos veíamos. Eso fue durante más o menos seis, ocho meses.

-¡Ajá! ¿Y qué sucedió?

-Bien... Yo ya había tenido fracasos afectivos y de verdad que me gustaba, aparte éramos afines, ambos psicólogos. Ella era licenciada, no tenía el doctorado, pero eso es una nimiedad por lo menos para la relación que yo pretendía.

            Le dije que quería asentarme.

            Me respondió:

            -¿Qué, vivir en un lugar de confort, en la rutina?

            Me sorprendió su pregunta. Le digo:

            -No, ¿qué tiene que ver formalizar una relación con la rutina?

            -Mira, Julio -me dijo-, tengo experiencia en el tema y me pasó con dos personas que fueron completamente rutinarias, y yo soy una persona que odia lo que llaman "situación de confort", me gusta la libertad.

            Le dije:

            -Pero tú, como terapeuta, sabes que en una relación uno puede tener una visión más abierta de las cosas. -Se puso a la defensiva.

            -¿A qué te refieres?, porque pareja abierta se llama a los que tienen relaciones con otros sin ningún problema.

            Le digo:

            -No, no me has interpretado -Y me extrañó porque era psicóloga-. Yo relación abierta le llamo a no ahogar uno al otro, no a estarle encima. Me ha pasado con otras parejas. Se puede ser libre aún estando juntos, no veo el problema. Y qué sé yo, el día de mañana poder tener hijos.

            -¿Perdón?

            -No sé si me has escuchado o si tienes problemas de audición; como toda pareja el día de mañana tener hijos, hacer una vida...

            Me hizo un gesto con la mano: -¿Una vida normal?

            -Y sí.

            -Y no -me respondió-. Lo que para ti es una vida normal para mí es una esclavitud.

            -¿Perdón?

            -¿Qué, necesito ser más clara? Porque ese es mi nombre, ¿eh?, capaz que ni te lo recuerdas.

            -Sí que me lo recuerdo, Clara.

            -Bueno, entonces no pongas ese gesto, como si yo fuera una tonta. A mí me gusta la libertad, no me gusta esclavizarme.

            -O sea, que para ti tener una pareja, vivir en un hogar, hacer una vida sencilla es ser esclava.

            -Sí, porque yo amo mi trabajo, no tengo que estar cambiando pañales. Te has quedado callado, Julio.

            -No, simplemente veo que no somos tan compatibles como yo pensaba.

            -¿Compatibles? No nos llevamos mal, cuando queremos tener intimidad la tenemos, cuando queremos salir salimos, pero convivir es otra cosa. ¿Cuál es el problema?

            -El problema es que lo que yo quiero no es lo que tú quieres.

            -Bueno. Mira Julio, yo creo que te estás poniendo pesado, denso, ahora salió el macho dominante.

            -¡Je, je! Estás diciendo una tontería, en ningún momento te impuse nada, simplemente te hice una propuesta.

            -Y ahora encima te enojas.

            -Es que no estoy enojado, estoy asombrado porque desvirtúas todo lo que yo digo.

            -¡Ah! O sea, que como tú eres doctor y yo una licenciada me dices tonta.

            -Pero todo eso lo estás diciendo tú, yo no estoy diciendo nada, nada, nada.

La cuestión que ella dijo que tenía planes de vida diferentes y me sentí muy mal en lo emocional,

Iruti me dijo:

-Pero Julio, no es la primera vez que tienes relaciones no compatibles. ¿Pero por qué lo tomas como que fuera tu problema?

-Iruti, lo tomo porque me pasó a mí.

-Y por qué no piensas que es un problema de ella. -Me encogí de hombros.

-Porque en parte quizá tenga razón, a mí tampoco me gusta vivir en un lugar de confort y estar en una rutina. Pero no era lo que yo quería, uno puede estar en pareja, puede casarse... Mi padre tuvo tres parejas, se divorció dos veces, no le fue bien, y sin embargo con la tercera, con mi madre, le fue bastante bien. Lo que pasa que ahora ya está grande, él sigue dando conferencias como hace..., no sé, años atrás. Yo me acuerdo que era chico y padre me decía:

            -¿No te gusta la astronomía?

            -No, me gustaría ser psicólogo.

Jamás se impuso. Me dice: "Lo que a ti te guste es lo que serás". Siempre fue amplio de criterio. Aparte, tengo muy en claro que él se vio con usted infinidad de veces, y eso fue lo que lo sacó adelante.

-¿Qué más te sucede?

-Bueno, lo segundo es en la facultad. Hay un vicerrector que es una persona que no lo quiere nadie, ni los alumnos, ni los profesores, pero como es primo del rector y el rector es una autoridad que tiene contacto incluso con políticos es intocable, y el vicerrector al ser su primo es intocable también, pero con la diferencia que se cree una persona que todo lo puede.

-¿En qué sentido? -me preguntó Iruti.

-En que por culpa de él vivo con estrés. De repente yo hago valoraciones de las tesis, al lado pongo notas, qué habría que modificar, qué no habría que modificar. Y me las pide, prácticamente me exige verlas, lo cual no es su tarea, para eso me contrataron. Pero obviamente es el primo del rector y se la doy.    Mira las carpetas -yo sé que soy muy bueno-, y me dice:

            -¿Qué es esto?

            -Bueno, acá hay una corrección donde el estudiante...

            -No no no, esto no puede ir así.

            Con toda mi paciencia le dije:

            -Dígame qué desea que modifique, al fin y al cabo esto es para enseñarlo a los alumnos,

            Y me responde:

            -¿Ahora yo tengo que enseñarte a ti? -Me trataba de tú-. Tú sabes qué tienes que corregir. Esto no sirve para nada.

Y así con cinco o seis correcciones de tesis hizo lo mismo.

            La última vez me sacó de quicio y le dije:

            -Pero, con todo respeto, yo soy el doctor en psicología.

            -¿Y? Yo soy el vicerrector y digo que esto es una porquería.

Iruti me miró.

-¿Dijo la palabra porquería?

-Sí. Pero no podía hablar con el rector, es su primo. Además, ha discutido con algunos profesores que se han quejado al rector: o fueron despedidos o suspendidos. Y mucha gente no lo quiere. Recuerdo que esa vez, esa última vez que dijo que mis correcciones eran una porquería llegué a casa cogí mi aparato, me tomé la presión, estaba en dieciocho once.

-¿Y qué hiciste?

-Obviamente tomé la pastilla que me recomendó el cardiólogo.

-No...

-¿No?, ¿no tenía que tomar la pastilla?

-No no, Julio, me refiero que independientemente de tomar la medicación tendrías que haber ido al cardiólogo porque no puede una situación así levantarte tanto la presión, te puede agarrar un accidente cerebro vascular, te puede coger una fibrilación auricular, puedes tener un coágulo en cualquier parte del cuerpo. No. Aparte, tu vida es más importante que, y discúlpame la expresión, Julio, que la de ese vicerrector cretino. Si no tienes ninguna posibilidad de cambiar de facultad tienes que ver la manera de sosegarte. La persona no va a cambiar. De la forma que me lo comentas entiendo que es un imbécil por naturaleza.

Lo miré a Iruti y le dije:

-Claro, ¿y yo me tengo que tragar toda la basura que me dice? Yo no soy un tacho de basura.

-Nadie dijo que lo fueras. Nadie, nadie.

-Lo que pasa, Iruti, que ya venía casi noqueado, como si me hubieran dado un golpe en la mandíbula, por esta chica, Clara, que me dice que yo quería un lugar de confort y ella quería libertad. Fui malinterpretado.

-El problema es de ella.

-Lo sé, analíticamente lo sé, pero reactivamente no.

-Bueno, Julio, ahí tienes que entender que el poder a la mente reactiva se lo damos nosotros.

-¿Y cómo no me voy a reactivar cuando un vicerrector, y la palabra imbécil fue suya, dice que lo mío es una basura cuando yo sé cien veces más que él estudiando tesis? ¿Qué hago entonces, qué hago, cómo venzo ese estrés? Yo ya había ido al cardiólogo, me dio distintos fármacos, incluso visité a un psiquiatra y me sentí mal en el sentido de que, ¿pero cómo después de tanto tiempo tengo ese logro de tener un doctorado en psicología y tengo que ir a ver un psiquiatra?

-Julio, son dos cosas distintas, el doctorado en psicología no te hace médico. El psiquiatra es médico y él puede recetarte lo que considere conveniente. Pero entiendo a donde quieres llegar, entiendo perfectamente. Acá el secreto es contener tu mente reactiva, contenerla.

-¿Cómo manejo mis impulsos?

-Lo que no puedes controlar son tus emociones, los impulsos los puedes controlar.

-Claro. Pero acá hay un problema, si yo me trago toda la basura mi cuerpo reacciona y para mal, hasta llegar incluso a descomponerme.

-Mira, mi recomendación es que no te agotes tanto trabajando.

-¿Usted qué hace Iruti?

-Bueno, yo a pesar de ser una persona mayor sigo yendo al gimnasio.

-¿Para sacarse el estrés?

-No, para mantenerme en forma, para estar bien. ¿Y por qué no?, para que mi mente reactiva esté bien guardadita. Disfruto el gimnasio, también disfruto la buena música.

-Iruti, yo no soy un tonto, soy una persona inteligente, con cultura, y entiendo todo. Yo es como que conozco mi cuerpo, hago introspección y sé de alguna manera como calmar esa ansiedad. Pero...

Iruti completó la frase:

-Pero la mente reactiva te puede.

-Y sí. Y sí. Y sí. ¿Y eso como lo manejo, como manejo ese trauma?

-Primero y principal, Julio, entender que eres importante.

-Ya lo sé, por eso tengo el título que tengo.

-No, no lo digo por el título, no importa si eres doctor, licenciado o qué, eres importante como persona y eres mucho mejor persona que ese vicerrector.

-¿Y con eso voy a impedir que venga a criticarme mis correcciones de las tesis?

-Seguramente que no, pero le vas a dar menos importancia.

-Es muy fácil hablarlo, Iruti.

-Entiendo perfectamente que es mucho más difícil llevarlo a la práctica, pero una vez que lo logras, una vez que tienes el control de tu mente, porque primero pasa todo por tu mente, después tendrás el control de tu cuerpo. ¿Por qué te piensas que te sube la presión?

-Por el estrés.

-Claro. ¿Pero qué órgano de tu cuerpo hace que te suba la presión?

-El corazón.

-No.

-¿No? El cardiólogo me dijo que sí.

-Julio, el cardiólogo tiene toda la razón, pero en realidad el órgano que te hace subir la presión es tu cerebro, tu cerebro maneja todo.

-O sea, me está diciendo que mi mente domina a mi corazón.

-Dicho de una manera sencilla, sí.

-Entonces lo que tengo que trabajar no es mi cuerpo.

-No, no, tu cuerpo trabájalo. Haz como hago yo, a veces voy hasta tres veces por semana al gimnasio y soy bastante mayor que tú. Puedes hacerlo. Está bien trabajar tu cuerpo pero nunca, nunca dejes de trabajar tu mente, la parte analítica. No vas a evitar a la gente tóxica, siempre va a haber gente tóxica, vas a evitar que te saquen de control, y al no sacarte de control tu cuerpo va a estar mejor. Esto no es de un día para el otro, apreciado Julio, pero debes hacerlo. Espero verte más seguido, aunque sea para conversar, no para consulta, pero no dejes pasar dos años de vuelta. ¡Je, je! -Nos dimos un abrazo.

 

Mientras bajaba por el ascensor pensaba "El tema es llevar todo a la práctica". Trabajar el cuerpo, sí, pero tenía que trabajar mi mente, mi mente era la responsable, mi mente reactiva.

 


Sesión 12/09/2024
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Raúl

En una siguiente sesión de valoración de avance, el doctor genetista sugirió cambiar el diálogo con quien le estaba presionando sin motivos, pedir razones claras y no ambigüedades. Pero siempre se manera analítica, cero reactiva.

 

Sesión en MP3 (3.368 KB)

 

 

Entidad:

-¡Hola, qué tal! ¿Cómo estás, Julio? ¿Julio Lamela?, pon por favor la imagen en pantalla en tu holomóvil.

-¿Cómo está, Iruti?

-Bien, pensé que hoy ibas a venir.

-Lo que pasa que estaba un poco confuso, ¿podemos hablar por vídeo conferencia?

-No tengo ningún problema, Julio, no tengo ningún problema.

-Desde la última vez que nos vimos, esta persona en la facultad dos veces más me molestó criticando. El problema pasa porque yo me trago las cosas.

-Explícate, Julio -me pidió Iruti.

-Claro, tragarme las cosas significa como que no respondo, no le contesto... le digo: "Está bien".

-Mira, en todo hay un término medio. Yo siempre enseño, estimado Lamela, que nosotros no somos un tacho de basura.

-¿Cómo es eso?

-Claro, no somos un tacho de basura para ir comiendo residuos, comiendo basura. Todo lo que nos dicen en forma agresiva y no respondemos, lo tragamos hasta que llega un momento en que el tacho está lleno y explotamos. Y eso tampoco sirve porque nos ponemos muy reactivos y a veces no somos dueños de nuestros impulsos. En ese caso podemos cometer el error de llegar a insultos, a agresiones verbales, o peor, eso sería gravísimo, a agresiones físicas.

-Entonces, Iruti, ¿qué hago?

-Mira, hay un equilibrio: ni tragar basura, ni responder de manera grosera, simplemente defender nuestro derecho.

-¿Cómo puede hacerlo con un necio?

-Tu pregunta está perfecta, Julio. Es muy difícil convencer a un necio de que tienes razón porque el necio solamente se escucha a sí mismo, a su propia verdad, a su propia razón, a su propio criterio. Pero sin perder la paciencia, sin perder la cordura, siendo totalmente analítico explicarle a la persona que por ejemplo en tu caso, cuando revisas las tesis psicológicas, las revisas más de una vez y te tomas el trabajo detallado de corregir lo que piensas que está mal, como para que los alumnos que hagan la tesis se preparen para cuando tengan que hacer la tesis definitiva.

-Lo que pasa, Iruti -le comenté-, es que este señor no atiende a razones.

-Insisto. Analíticamente hablando de manera cero reactiva le preguntas de muy buena manera: "Explíqueme por favor -no hace falta halagarlo aunque mucha gente necia cae precia del halago, pero eso te transformaría a ti en un hipócrita, no hace falta decirle- usted que sabe mucho por favor muéstreme", no no no no, eso sería ser hipócrita y es algo que no me gusta ver en nadie, menos en ti. Entonces, ¿qué harías? Le dices: "Mire, cuál es la parte que usted piensa que está mal enmendada o que me salté de enmendar, así por lo menos entiendo que parte de la tesis de tal alumno hay que corregir, y que no vi".

-¿Sabes lo que pasa, Iruti? Este hombre directamente dice: "No, no, esto no va", y no explica qué parte. Cuando se va yendo dice: "Espero mañana verlo corregido".

-Lo sigues: "Discúlpeme que lo incomode, pero mientras no me aclare qué parte tengo que modificar va a seguir censurándome y no voy a saber por qué".

-Seguramente esto no le ha pasado con ningún otro consultante, Iruti, pero si yo le digo así a esta persona, se va a dar vuelta y me va a responder agresivamente: "¿Cómo?, ¿usted es el que corrige las tesis y yo le tengo que explicar qué parte? ¡Entonces para qué está usted!". Me va a responder así.

-Bueno, qué haría yo, estimado Julio: "Tiene toda la razón, yo soy el especialista, yo soy el que directamente modifico o corrijo las tesis psicológicas. Ahora bien, yo no necesito aprender, yo me considero el mejor dentro de lo que hago, si usted no me aclara en qué partes omití ver un error y lo salté, mientras no me lo señale, para mí mis correcciones son sobresalientes".

-¡Je, je! Pido disculpas de vuelta, Iruti, por hacer video conferencias, pero me siento como más contenido aquí en casa hablando por el holomóvil.

-Julio, es cómo a ti te parezca más cómodo, no tengo ningún problema, al fin y al cabo era el horario que teníamos. Continua.

-Iruti, si yo le respondo así, me va a decir: "¿Usted me está diciendo que yo estoy equivocado? Entonces voy a contratar a otro".

-Lo que tienes que hacer en ese caso, estimado Lamela, es una especie de juego de palabras, dices lo mismo, pero al revés.

-No entiendo.

-Claro, le dices: "No en ningún momento dije que usted esté equivocado, lo que yo afirmé es que mis correcciones son excelentes". O sea, en ningún momento lo descalifiques a él.

-Pero él me va a descalificar a  mí.

-Sí, porque es un necio. Pero no te pongas en hipócrita de darle la razón ni nada porque honestamente no lo sientes. Es cierto que esa gente es presa del halago, ¿pero por qué lo vas a halagar, para ganarte su confianza? No no, no corresponde. Mi pregunta es, ¿tú estás ciento por ciento seguro de que las correcciones son excelentes?

-Iruti, podría decir ciento un por ciento seguro de lo que hago está perfecto.

-Entonces se lo dices así. Si él responde: "¿Entonces yo me equivoco?", lo niegas: "Nunca dije eso, dije que mi trabajo está perfecto, y mientras a mí no se me señale en qué parte me equivoco, sigo pensando que mi trabajo está perfecto". Seguramente va a insistir: "O sea, que el equivocado soy yo. O sea, que un subordinado piensa que yo estoy equivocado". Sigues con la misma tesis, le dices valga la redundancia, ¡je, je!, le dices: "En ningún momento le dije que estaba equivocado, lo que estoy diciendo es que mi trabajo es excelente".

-Lo que pasa, Iruti, que es una persona de mucho poder, de muchísimo poder.

-Te cuento. No me gusta la palabra poder, es una palabra que, honestamente, no me gusta. Pero yo también tengo mucho poder, tengo décadas como doctor en genética, décadas, cientos de conferencias, y tengo amigos rectores en todas las universidades y en cada facultad de especialidad, y honestamente ya le he comentado al rector donde tú estás trabajando que el vicerrector es una persona irracional.

-Bueno, le agradezco. Pero ahora no voy a hablar por mí. Tengo amigos, no solamente en facultades, apreciado Iruti, en oficinas, en departamentos donde se hacen estudios sobre proyectos de fábricas, también hay gente con poder que descalifica a quienes están armando nuevos proyectos y no todos tienen la suerte que tengo yo de haberlo conocido a usted y que tenga tan buenos contactos, donde seguramente el rector, al vice le dirá, directa o indirectamente: "Llegó a mis oídos que censuras a mucha gente, modérate o directamente cumple con tu función". ¿Pero qué pasa con los otros casos?, ¿qué pasa con los casos donde un amigo mío, muy querido, tiene proyectos, proyectos de ley, otros tienen proyectos de mecánica donde directamente eso puede ayudar a las empresas a mejorar y algunas son instalaciones militares donde el que manda, que es como pasa muchas veces el que menos sabe, se mete, interrumpe, descalifica a aquel o aquellos que están trabajando en pos de la mejoría de esas empresas?

-Bueno en ese caso no es una tarea sencilla, si yo pudiera atender a cada uno de ellos les diría lo que te dije a ti de la misma manera, pero lamentablemente yo trato con catedráticos, no trato con otro tipo de personas por ejemplo, militares, servicios especiales porque sé que muchos son necios, la misma necedad que le da el poder. Y sí, lamentablemente hay mucha gente víctima de ese tipo de gente, por llamarla de alguna manera. No es, Julio Lamela, una tarea sencilla con esos amigos de los que me hablas. Lo tuyo ya está resulto porque no creo que el vicerrector te vuelva a molestar, te podrá mirar con cara de pocos amigos pero no te va a interrumpir en tu trabajo. Eso no significa que no te sigas esmerando cada vez más porque es nuestra obligación.

-Eso lo entiendo.

-A ver, te lo voy a explicar de una manera personal. Uno de mis primeros consultante fue este gran astrónomo Nambo Flagan. Es una eminencia. Pero en lo personal tenía temas que pulir y le enseñé como pulir esos temas. Quiere decir que vengo de hace mucho tiempo trabajando en esto y tengo grabaciones de hace una década atrás y las comparo con las que tengo ahora y siento como que me perfeccioné. Esto significa que nunca tenemos que dejar de perfeccionarnos en lo que hacemos o en una tarea nueva que se nos designe, pero no seamos, como dije al comienzo, tachos de basura de juntar toda las palabras hediondas que nos lanzan los demás porque quien sufre es nuestro cuerpo. Primero nuestra mente, primero nuestra mente, es nuestra mente la que después ocasiona todo lo que pasa en nuestro cuerpo, hipertensión, problemas cardíacos, incluso accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades que quizá ya estén levemente, pero nuestro cerebro las amplifica.

-Una pregunta. Yo, como persona avanzada en psicología, no me imagino que nuestra mente tenga tanto poder.

-Apreciado Julio, yo como doctor en genética, te puedo decir que sí, que nuestra mente tiene todo el poder. Y que a veces no la podemos manejar cuando estamos reactivos y es nuestro cuerpo y nuestro propio cerebro el que lo sufre.

-A ver si entiendo, ¿la mente se ataca a sí misma?

-No, no te confundas, el cerebro es una masa con miles de millones de neuronas, la mente es el resultado de ese pensamiento que fluye del cerebro, podríamos decir que el cerebro es lo concreto y la mente es lo abstracto. Pero no es que la mente ataque a su propio receptáculo, la mente directamente consciente o inconscientemente cuando recibe un ataque verbal o una agresión de hecho o un desprecio o una descalificación siempre va a modificar el ADN y va a ser vulnerable en nuestro cuerpo. No es sencillo, para nada, controlar esa mente reactiva, para nada es sencillo por eso nuestro cuerpo paga las consecuencias. Y el cerebro es parte de nuestro cuerpo. Entonces, lamentablemente a veces nos tenemos que defender con medicaciones especiales, ya sea para la ansiedad, ya sea para la depresión, ya sea para otro tipo de problemas que la mente provoque en nuestro cerebro porque a partir de allí todo nuestro sistema nervioso es afectado y al estar afectado todo nuestro sistema nervioso, estimado Julio, afecta a todo lo demás; persona con diabetes, personas inmunodeprimidas y podría nombrarte muchas cosas más. No somos tachos de basura. Pero tampoco podemos esgrimir la bandera de una causa cuando el otro es el que tiene el poder, no hablo de someternos, no hablo de humillarnos tenemos que defender nuestros derechos de la manera más civilizada posible porque el tesoro más preciado que tenemos es nuestro cerebro, nuestro cuerpo, nosotros. De eso se trata. Te mando un muy muy fuerte abrazo, Julio.