Sesión 28/01/2014
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Regente, rol de la entidad.
Se pregunta si realmente somos dueños de nuestro destino ya que por cualquier pequeña causa puede terminársenos todo. También siente que los recuerdos de anteriores vidas le pueden condicionar hasta la parte física. Para olvidar el pasado sueña, proyecta. Proyecta su futuro.
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Entidad: Este es un pequeño preámbulo. Tuve tantas vidas, frustraciones, éxitos, laberintos donde a veces mi rumbo estaba perdido, donde buscaba el oriente y no veía la salida del Sol. Penumbras, oscuridad. Tuve tantas vidas, tantos nombres -César, Antonio-, nombres que me marcan hoy.
En la vida que voy a vivenciar me llamaba Regente, como si fuera el regente de algún imperio pero no, era un humilde ser que escapaba de la pobreza de Krakoa con otros compañeros cruzando el largo brazo para buscar fortuna en el norte donde los ancianos ancestrales comentaban que había aventuras, muchos metales, reinos ignotos, desconocidos pero que estaban sumergidos en el lujo.
Qué raro que estaba. Ignoraba cómo era la vida real, la vida cotidiana. A ver, cómo lo explico. Cuando tú te alejas de tu pasado, cuando tú te sueltas de ese lastre llamado recuerdos queda como un vacío en el pecho, queda como que algo cambia dentro de ti.
Tú cambias a medida que vas madurando y aquella familia que cuando te faltaba un día entero te sentías como huérfano. Hoy te adaptas a nuevas circunstancias, te adaptas a los cambios. Es decir, no sé si te adaptas, es que no tienes otra, no tienes otra manera más que aceptarlo y no sé si lo terminas aceptando o resignándote a lo que aquel que está más allá de las estrellas tiene destinado para ti.
Cuando era niño en Krakoa había hablado con un anciano sabio de una tribu perdida y me decía que tú eres artífice de tu destino. Yo le creía. Tú con tus decisiones modificas lo que está por venir.
Al día siguiente le asaltaron en un camino de las rocas por robarle dos metales. Le quitaron la vida. Le cercenaron el cuello. ¿Qué destino trazas? ¿Qué destino? Planificas amaneceres y amaneceres y amaneceres y el día menos pensado algo ajeno a ti termina con todo eso que en un momento habías soñado.
Aldenor, un amigo que era como un hermano, estuvo infinidad de amaneceres para conquistar a su pareja. Iban a hacer una ceremonia en el fuego. Un amanecer antes, un amanecer antes la violaron y mataron. ¿Tú trazas tu destino? ¿Estás seguro de que tú trazas tu destino?
Pero tampoco podemos dejarnos llevar como manada de dromedans, aquellos animales que en el norte viven en el desierto, no, no podemos. Aun cuando el Señor que está más allá de las estrellas es el que tenga las riendas de tu vida, bueno, igual decides. Por lo menos, mientras tienes vida eliges. Mal, bien, no importa, eliges. Y yo elegí la aventura.
Mis compañeros eran distintos. Gualterio, por ejemplo, buscaba su origen. ¿Y yo qué buscaba? Buscaba aturdirme en la aventura para olvidar mi pasado, olvidar frustraciones, olvidar. A veces por las tardes me quedaba pensando, viendo el largo brazo. Recuerdo que había crecida y el brazo no llegaba hasta la unión con el continente norte. Tuvimos que construir una balsa, unos maderos.
Las tardes que estaba pensativo los demás me decían:
-¿En qué anda tu mente?
-Mi mente vuela como aquellas aves.
-Eres un caso perdido, Regente. Vuelve a la realidad.
-¿Para qué? -les decía-. ¿Para que la realidad me lastime con mis recuerdos? ¿Para que esa realidad no me deje vivir? Quiero emborracharme pero no con bebida espumante, con aventuras, con nuevas tierras, con nueva gente, olvidarme de todo, de todo lo pasado.
Gualterio no estaba de acuerdo. Me decía:
-Mis recuerdos son los que me mantienen fuerte, mis recuerdos y lo que aprendí, que tengo que vivir por alguien importante.
Lo miré y le pregunté:
-¿Tienes algún amor?
-No, no, no. Me refiero a mi propia persona, vivir por mí. Y lo que me da fuerzas es mi recuerdo.
A diferencia de Gualterio yo no tenía ninguna venganza para llevar a cabo, tenía ansias. Y tenía como desolación por traiciones de un amor, por alejamiento de un gran amigo, por pérdida de otro amigo, por un gran anciano que me enseñaba y fue muerto de un amanecer para el otro, por entender que lo más preciado que tenemos es la vida y a su vez algo que podemos perder como un metal de cobre, de un instante al otro. Una flecha que se te clava al cuello y todo eso tan valioso deja de ser.
Logramos finalmente llegar a la nueva tierra. Nada distinto: desolación, vacío. Algunos pequeños animales que uno de mis compañeros cazó. Encendimos un fuego y lo comimos.
Llevábamos unos recipientes parecidos a unas cantimploras que los llenamos en un arroyo de agua. El hecho de comer algo caliente y tener otra vez agua recuperó nuestras fuerzas, nuestro estado de ánimo y seguimos adelante.
Tengo muchísimo más para contar, muchísimo, muchísimo. En esa tierra salvaje donde cada uno de nosotros no solo tenía su historia, cada meta era distinta, cada instante era distinto, cada forma de ver las cosas era distinta, cada interpretación era distinta. Tú puedes tener una persona al lado y mirar el mismo objeto y describirlo, definirlo de una manera distinta. A las personas las definimos de distinta manera, tú estás al lado mío y miras a alguien y lo ves como alguien extraordinario y yo lo puedo ver como alguien sencillo, sin nada que se destaque. Y por un lado está bien que así sea porque qué aburrido sería que pensáramos igual, que sintiéramos igual, que juzgáramos igual, que tuviéramos la misma óptica. Lo que pasa es que esos recuerdos te jalan hacia abajo, no te permiten ser tú.
En este presente, en aquel mundo salvaje que estoy relatando, en cada vida los recuerdos no te permiten ser tú porque te condicionan, porque exacerban tus deseos por un lado, pueden afectar tu autoestima, hacerte sentir más pequeñito. O como eres exitista, de repente tienes un éxito y te crees el más grande.
-Otra vez sigues soñando, Regente -me decían mis compañeros de andanzas-.
No sé si sueño. No sé si sueño o planifico. Quizá planifico. Quizás estoy viendo mentalmente cómo va a ser mi futuro.
-Nadie adivina -me dijo Gualterio-. Nadie.
Quizá tenía razón.
Pero no encontraba la manera de sacarme esa angustia que me cerraba la garganta y a veces me dolía al tragar cuando comía un pequeño animal o de repente sentía en el pecho esa opresión tan grande que a veces me hacía caer de rodillas. Pensé que era mi corazón pero era la angustia, la ansiedad pero por otro lado me corría como una marea, como un cosquilleo en el cuerpo, en la piel al imaginar las cosas lindas que vería en el futuro. A veces, el soñar, el proyectar es como que de alguna manera te hace olvidar del pasado, de esa angustia que no te deja tragar, de esa ansiedad que te carcome el pecho. Entonces piensas en el futuro.
Alguno diría: -No puedes pensar en algo abstracto porque es algo que no llegó. El futuro no existe. Es un ideal.
El pasado tampoco porque aparte no lo puedes modificar. Entonces todo aquello que te ha lastimado, que te ha herido, que te ha marcado de alguna manera tu interior, que son las cicatrices más peligrosas y más difíciles de sacar que si te cortaran con una espada el rostro o el brazo o la pierna porque esas heridas pueden cicatrizar o quizá quede una pequeña marca. Pero, ¿y las internas? ¿Cómo las vences esas internas? ¿Qué trabajo tienes que hacer? ¿Es solamente darte cuenta de que tú eres un hijo de aquel que está más allá de la estrellas?
He visto infinidad de cadáveres que eran hijos de aquel que está más allá de las estrellas. Y, ¿tuvieron algún privilegio? ¿Tuvieron alguna chance de cambiar su historia personal?
Por lo menos aprendí a no ser hipócrita. A veces era demasiado frontal y eso me podía generar enemigos o tenía que aprender el camino de la ética. No sé, mucho no me gustaba. A veces pensaba que ser ético es ser hipócrita, como que te callas lo que piensas a veces para no incomodar al otro. Entonces es como que te reprimes porque no puedes decir lo que sientes porque al otro le va a molestar. Y no tiene nada que ver con buscar la aprobación de los demás, nada que ver.
Aquel anciano que un día me enseñó tanto dijo:
-Busca tu propia aprobación.
Algo muy similar a lo que dijo Gualterio, que había alguien importante por lo que vivir. Y era él mismo. ¿Por qué no adoptar esa misma tesitura? ¿Por qué? ¿Por qué no? Entonces manos a la obra porque la aventura continúa. La aventura continúa.
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