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Psicoauditación - Rosa E. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 28/01/2025 Vaquia, Raina Ebner
Sesión 28/01/2025 Ella y su hija eran nuevas en la cuidad Vaquia, ella trabajaba en la facultar y su hija estudiaba allí. Había comentarios acerca de seres siniestros en el Bosque de las Sombras, había mucha prudencia en ir allí. Conocieron a una persona que sabía del tema y les reconfortó, les quitó los miedos, comentó que su novia había nacido allí.
Entidad: Recuerdo cuando nos mudamos con mi hija a la ciudad principal de Vaquia. Vivíamos en una ciudad costera pero habíamos quedado las dos solas y económicamente las cosas no nos iban bien. Tuve la suerte, la grandísima suerte de que había renunciado una señora mayor en la librería de la facultad de medicina y como yo tenía práctica de ventas me dieron el puesto.
Mi nombre era Raina, Raina Ebner, de sesenta años. La tuve medianamente tarde a mi hija, a los treinta, así que ella, llamada Astrid, ya había cumplido los treinta. En la ciudad costera empezó tarde lo estudios, obviamente por la precaria situación económica, por no tener dinero para comprar útiles, portafolio, ropa decente. No digo que en la librería de la facultad me pagaran muy bien, pero era distinto, pudimos rentar un apartamento de dos ambientes pequeños, uno hacía de sala comedor y ahí tenía un sofá-cama un diván que se plegaba tipo cama donde dormía mi hija Astrid y un muy pequeño dormitorio donde dormía yo.
Lo importante es que era... a ver, cómo explicarlo, yo era una persona perseguida por distintos traumas de mi niñez, de mi juventud y quizá, quizá por mi manera de ser le transmití algunos traumas a mi hija Astrid. A ella le costaba hacer amigos varones, incluso algunas amigas mujeres la miraban con desdén como diciendo "¿Y ésta carenciada de dónde vino?". Gracias a que yo trabajaba en la facultad, en la librería, le pude conseguir a Astrid una beca, terminó la escuela secundaria y a los veintinueve casi llegando a los treinta comenzó la facultad. No hizo un curso muy largo, hizo un curso de informática, pero que era una carrera que le servía muchísimo para el futuro. Y ahí, como en el comedor de la facultad, el edificio de la universidad era enorme, de dos hectáreas, o sea de dos vueltas manzanas. El edificio era separado por una calle que en el primer piso tenía un puente para ir por el primer piso sin tener que cruzar la calle. Era un edificio inmenso donde estaban todas las facultades, la facultad de medicina con carreras también de genética, la facultad de arquitectura, la facultad de ingeniería, la facultad de filosofía. Astrid quería estudiar filosofía, le digo: -Mira, es mejor informática. -Pero, madre, me va a ser difícil -me decía Astrid. Le digo: -No, no, todo lo contrario, y además vas a poder tener un empleo en cualquier lado porque esta es una ciudad grande, nada que ver con la ciudad costera donde vivíamos.
Pero claro, había un problema, yo no digo de que mi hija y yo éramos miedosas pero sí es como que nos impresionaban las... las historias extrañas que comentaban en la facultad e incluso en los negocios de la zona. Cerca de donde rentábamos, en el pequeño apartamentito, había en el límite prácticamente de la ciudad, un gigantesco bosque, un gigantesco bosque. A veces le preguntaba a algunas clientas que venían a comprar o directamente a los hijos que venían a consultar por un libro: -¿Qué tan grande es el bosque? -Mire, señora, Ebner. -No, dime por favor, Raina, por el nombre. -Mire, Raina, sabemos dónde comienza, pero que nosotros sepamos, ¡je, je!, quién sabe dónde termina.
Y las historias continuaban, los rumores se expandían como reguero de pólvora de que en el bosque había una niebla permanente, lo cual no era cierto porque cuántas veces de día... Un fin de semana íbamos con mi hija a pasear, nos sentábamos en las orillas del lago..., sí es cierto, había un hombre que llevaba un báculo con cara muy seria, con una edad indefinida, un hombre que parecía de cien años, pero se le veía ágil, fuerte, era el guardián de esa parte del bosque, decía: -Apenas baje el sol, tanto las personas mayores como los chicos jóvenes, regresen a sus hogares.
Recuerdo que una vez me atrevía a hablar con el señor: -Discúlpeme... -Por favor, señora, dígame. -¿Es cierto lo dicen los estudiantes? -¿Qué dicen? -Bueno... Habló mi hija Astrid: -Mi madre es tímida... Le voy a explicar: Mis compañeras dicen que en el bosque hay cosas raras. -No entiendo a qué se refiere, jovencita. -Bueno, mi nombre es Astrid. Dicen que hay bestias, o sea, cosas que en la vida real no existen y en este bosque sí. -¿Vosotras me estáis hablando de figuras mitológicas? -Mi hija se encogió de hombros. -Sí. -No, no hagáis caso, es cierto que hay animales, son animales pacíficos. Obviamente puede haber algunos roedores medianamente grandes que si piensan que los atacan los pueden morder, pero nada del otro mundo. -Sin embargo -dije-, escuchamos también que desaparecieron grupos de estudiantes completos, que solamente quedaron sus alforjas, sus mochilas. Y había dos niñas que estudiaban medicina, que aparecieron muertas. -¡Ah, sí! -dijo el guardián-, ese caso lo conozco, fueron dos maleantes que las asaltaron. -Claro, pero... -Mi madre no se atrevía a seguir molestándolo al guardián. Y agregué yo: -Mi madre le quiere decir que las encontraron a las niñas con dos marcas en el cuello, como si una bestia les hubiera mordido el cuello. -No no no, eso son habladurías, eso no existe. Entiendo de qué están hablando, pero esas cosas no existen. -¿Pero aquí suele haber osos o bichos así de grandes? -No no no no, los osos no son de esta zona, no, no, para nada, para nada. -Porque la vez pasada yo misma vina con mi hija y a lo lejos nos pareció ver un animal enorme, peludo. -Eso es lo que pasa cuando la persona se impresiona con las historias que cuentas los chicos, les parece ver cosas por todos lados. Bueno, tengo que hacer el recorrido, no se alejen del camino. -¿Por qué, hay algún riesgo? -No, el riesgo es que pueden perderse, hay mucho follaje, muchos árboles que en la parte más central del bosque es como que se vuelve casi impenetrable, entonces no pasen de la zona del lago. Y cuando ya vayan viendo que es hora de volver, vuelvan tranquilas, el parque es seguro. -¿Parque?, esto parece una selva más que un bosque. -El hombre no respondió y siguió su marcha. -Vámonos, madre. -Todavía es temprano... -No no no, estoy impresionada, vámonos. -Y volvimos para la ciudad.
Cuando llegamos al apartamento le dije a madre: -El lago, que es lo más cerca que está de la orilla de este bosque que lo llaman el Bosque de las Sombras, ¿cuánto calculas que hay desde la orilla del bosque hasta el lago? Madre me miró y me dijo: -Mira, hija, se calcula que en cuadras, como si estuviéramos en la ciudad, y se calcula en cincuenta cuadras, unos cinco kilómetros hasta el lago, lo que pasa que caminando caminando uno no se da cuenta. -No sé pero al regresar me parecía más lejos. -Esta fue la conversación que tuve con mi hija cuando conocimos al guardián, una figura tan misteriosa...
Al día siguiente, trabajando en la biblioteca, uno de los alumnos me preguntó: -Señora Raina, varios compañeros la vieron a usted y a su hija ir al bosque, ¿qué le pareció? Me encogí de hombros: -Mira, conocimos a un hombre misterioso que decía que era un guardián con un báculo y llevaba un farol, pero apagado. Se ve que de noche lo enciende. Vivirá en las orillas del bosque. -No, señora Raina, aparentemente tiene una cabaña a unos mil metros adentro del bosque, cerca del camino, pero es un hombre que... nuestra familia es de varias generaciones, mi abuelo lo conoció y ya era un hombre grande. -Lo miré al joven. -¿Tu abuelo vive? -No, no, mi abuelo falleció el año pasado a los noventa años -Fruncí el ceño. -¿Pero cómo, tu abuelo a los noventa años, cuando era joven había conocido al guardián y el guardián ya era grande? -Bueno, mi abuelo murió lúcido, no tuvo problemas de alzhéimer ni nada, razonaba bien y no era de mentir, incluso lo llevó a mi padre, y mi padre aun siendo chico también vio que el hombre era grande. Sonreí, pero sin faltarle el respeto al joven le digo: -Pero si es como tú dices, el guardián tiene como ciento veinte años. -Yo solamente repito lo que escucho, señora, no puedo calcular la edad. -Bueno, dime qué precisas, qué libro precisas. -Me pidió un tomo. Y bueno, seguí trabajando.
Al mediodía fui al comedor, me junté con algunas cocineras, preparaban una comida riquísima, les digo: "Esto es maravilloso". Hacía calor, era una comida con vegetales, hortalizas, pero de un gusto maravilloso. Los jóvenes de todas las facultades se juntaban en el gran comedor central, ya sean estudiantes de medicina, ya sean estudiantes de arquitectura, cada uno tenía su sector. Pero como algunos estudiaban más de una materia, a veces se juntaban los cursos. Pero todos hablaban de lo mismo, del Bosque de las Sombras, de lo que vieron, de las cosas que había ahí adentro, que de noche nadie podía ir.
Recuerdo que con mi hija Astrid conocimos a un joven, serio, alto que aparentemente tenía muchísimo dinero, pero muchísimo dinero, se llamaba Dominique. Y un día, cuando salimos mi hija de estudiar y yo de trabajar, fuimos a una cafetería para salir un poquito de ese ambiente, y lo vimos a ese joven. Nos sonrió. Y bueno, tuve el coraje de llamarlo. -¡Dominique! -Señora... -¿Te molestaría sentarte con nosotros? -Para nada. -Le tendió la mano a mi hija-. ¿Cómo estás, Astrid? -Ella quedó pasmada. -Vaya, no sabía que tú siento tan conocido supieras mi nombre. -Dominique sonrió. -Sé el nombre de todos. -¿Es cierto -dijo mi hija- que muchos te consultan por el tema de las bestias? -Sí, me consultan. Pero no hagas caso, no hagas caso, nada más como pasa en cualquier otro bosque, nunca conviene ir de noche. -¿Pero es cierto que a veces desaparece gente? -Bueno, como en cualquier lado. A veces en los callejones oscuros de la ciudad hay maleantes o directamente ladrones que le roban a la gente, y a la que se resiste la golpean. O sea, que el peligro no es solamente dentro de un bosque. Lo que les digo es que es importante que si van vayan de día, e incluso -se dirigió a mi hija-, tú, Astrid, puedes juntarte con otras amigas e ir a un picnic un fin de semana y la pasan bien. Sencillamente no pasen más allá del lago porque hay muchos senderos con bifurcaciones y se pueden perder. Astrid le dijo: -¿Tú lo conoces bien al bosque? -Sí -dijo Dominique-, sí. Es más, mi novia se crió en el bosque. -Lo miré. -¿Cómo se crió en el bosque? ¿Tu novia no es la hija de esa señora millonaria que tiene mucho dinero, al igual que tu madre? -Sí. -¿Y cómo se crió en el bosque? -Bueno, mi novia perdió a su madre cuando era niña, y la señora, su mamá, la adoptó y le cambió la vida a mi novia. Pero mi novia, en retribución, le cambió la vida a la señora. -¿En qué sentido? -pregunté. -En que la trata y la cuida con un amor infinito. Yo tengo un aforismo que dice: "Como el amor no se mide, no se puede describir el infinito, simplemente el amor se siente, simplemente el amor se aplica". -¿Y qué pasa, Dominique -preguntó mi hija-, con esas supuestas bestias mitológicas, porque tengo dos compañeras que dicen que una de ellas es amiga de una chica morena, que la vio transformarse en un demonio? -¿Te lo dijo ella o tú lo has visto? -No, lo dijo ella. -No hagas caso de esas cosas, no se dejen llenar la cabeza porque les va a trabajar más la imaginación. Entiendo que ustedes vivían en una ciudad costera. -Sí -dije yo. -Usted es Raina, ¿no? -Sí. -Bueno, le va a ir muy bien ahí en la biblioteca. Además es muy empática en la manera de atender, todos los compañeros y compañeras le tienen afecto. Y eso es importante. -Y me miró a mí-. Mire, esta ciudad no es la mejor del mundo pero es una ciudad que vale la dicha conocerla, tiene muchas montañas aparte del bosque, castillos antiguos... Habló mi hija: -No, no quiero saber nada con castillos. Lo que me contó una compañera que fue con un grupo de chicas a un castillo y huyeron despavoridas porque dijeron que vieron un espectro. -Es lógico que pase eso. -No entiendo -exclamó mi hija. -Claro, ya van con la idea de que van a encontrar algo raro y les trabaja la imaginación. Con vuestro permiso voy a seguir haciendo cosas. -¿A qué te dedicas? -Me atreví a preguntarle a Dominique. -Bueno, como sabréis estudio, además soy consejero estudiantil de otros jóvenes que me preguntan. Conozco mucho de mitología, pero muchísimo, por eso puedo hablar tanto de lo que supuestamente pasa en el bosque. -¿Pero tú nunca tienes miedo a nada? -No, no, no, sólo le tengo miedo a la gente que depreda el planeta, a la gente que no cuida nada, los mismos compañeros a veces en la facultad tiran al suelo, cuando terminan de comer, sus servilletas de papel y a veces me pongo a juntar. -Pero Dominique, hay personal que les pagan para ello. -Sí, ¿pero por qué no voy a ayudar? -Es raro ver una persona con tanto dinero que sea tan humilde. -Bueno, eso es una falsa idea, apreciada Raina -dijo Dominique-, piensan que una persona que tiene mucho dinero se rebajaría o se sentiría menos por coger un papelito del piso. No no no, esperemos que lo que invada esta región sea el amor y la humildad, y que una persona tenga dinero, que ese metal tan preciado por la gente no le quite la humildad. -Mi hija se encogió de hombros. -Es fácil hablarlo. -¿Tú tienes ordenador? -No -dijo mi hija. -Bueno. Donde yo trabajo, en la parte del laboratorio, hay una laptop que no es tan antigua tiene sólo dos años de uso y tiene un disco sólido de dos terabytes, no tengo ningún problema en alcanzártela mañana. -No, no, pero si es de la facultad... -No, no, son pequeñas donaciones que ha hecho mi familia. Así que podrás practicar en tu casa. -Se me llenaron los ojos de lágrimas. -¿De verdad le vas a regalar a mi hija una laptop? -Sí, señora, Raina. Es importante que el día de mañana ella encuentre su camino. Y usted todavía es joven, debe estar por lo sesenta años... -Justamente cumplí sesenta -dije. -Bien, tiene mucho por delante por hacer. No... No se deje invadir a veces por la soledad, por la depresión, por nada; siempre pasan cosas buenas, siempre pasan cosas malas. Siempre hay que aferrarse a las buenas. -Le palmeó la espalda a mi hija, me sonrió-. Con vuestro permiso me retiro. -Y se marchó.
Mi hija estaba pasmada. -¡Dominique conversando con nosotras tanto tiempo! -¿Lo conoces? -No -dijo mi hija-, a veces un hola. Esto y nada más. Pero en toda la universidad lo consultan por una cosa o por la otra. Aparte sabemos su record, en la escuela secundaria se comenta que tenía títulos de todo, en atletismo, en esgrima, en lucha. Lo mismo su novia. La vi de lejos, no la conozco personalmente, pero es una chica rubia bellísima, hermosísima, tiene rostro serio. A veces se la ve como enojada pero cuando conversa con alguien se ríe con esos dientes tan blancos, tan simpática, y tan segura de sí misma. Es como si fueran tal para cual. Le sonreí a Astrid y le dije: -Bueno, este momento fue muy lindo, es como que ha sido un acierto haber venido a la cafetería. No lo podemos hacer siempre. A veces para ahorrar antes de salir de la 'facu' merendamos en el comedor, pero hoy fue un día con mucha experiencia.
Cuando íbamos para el apartamento me quedé pensando en el Bosque de las Sombras, si las bestias existían de verdad o era imaginación de los estudiantes, y el famoso guardián que tenía supuestamente más de ciento veinte años, son incógnitas, pero me gustaría saber más del tema, muchísimo más del tema. El Bosque de las Sombras es un misterio que según los consultantes, los estudiantes, los mismos profesores dicen que es un misterio milenario ese bosque.
En casa teníamos comida para cenar, un pequeño televisor. Entramos, cerramos con llave, pusimos un pasador y nos quedamos tranquilas adentro.
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