Sesión 17/10/2013
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián.
Tuvo una encarnación en que la falta de respeto por parte de su entorno le causó engramas así como por no ser valorado en su justa medida. Encontró a un hombre que le escuchó y le explicó qué es la vida.
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Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Gracias.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Me cuesta... Le estoy provocando sin querer un nudo en la garganta al interlocutor. Siento como un malestar acumulado. Un malestar acumulado por esta vida que ha sido muy tortuosa, muy severa...
Interlocutor: Estamos aquí para escucharte, para tratar de contenerte. ¿Quisieras hablar de ello?
Entidad: Sí. Fue en Valencia. Me llamaba Francisco. Nací el 1726...
Interlocutor: ¿Y qué pasó en esta vida?
Entidad: ...en 1746 tenía veinte años. Mi padre era una persona muy... Él hacía una masa parecida al pan actual y tenía en su tienda bastantes clientes. No éramos de clase noble, por supuesto, pero económicamente nos iba bien.
Pero a mí me gustaba mucho la música. Mi padre decía que yo tenía que trabajar con él o con el tío Joaquín, que era herrero.
Tenía un físico agradable, medía un metro setenta y cinco, pesaba setenta kilos pero mis manos eran manos de artista. Me gustaba todo tipo de música, tocar la guitarra.
En la casa de la tía Isabel tocaba el piano, había un piano. Pero nosotros no podíamos, papá no quería darme nada de eso.
Decía:
-Tú tienes que trabajar en esto o trabaja en la herrería porque yo no te voy a mantener.
Yo tenía siete años y ya sabía leer y escribir.
Interlocutor: ¿Te sentías bien frente a eso?
Entidad: Me sentía bien, sí, me sentía bien. Me sentía mal el que me impusieran lo que yo tenía que hacer y ya me implantaba de pequeño engramas. Padre mismo me decía:
-Eres bueno para nada. Ayuda a tu mamá entonces con los zurcidos porque es para lo único que sirves, para coser ropa.
Y me lo decía como con desprecio, como diciendo que mi trabajo...
Un día me pegó una bofetada -yo ya tenía quince años- y me dice:
-Tú nunca vas a hacer trabajos de hombre en lo de tu tío.
Yo no le trataba de tú, le trataba de usted. Le digo:
-Y usted nunca va a ser un artista porque usted es un mediocre.
Me dio una bofetada que me sacó sangre de la comisura de los labios. Me sentí muy molesto, muy herido, muy lastimado pero no lastimado del golpe, lastimado del desprecio, lastimado de la incertidumbre. Mamá, a mamá le caían las lágrimas pero mamá no podía decir nada, es como que le tenía pánico a papá.
Interlocutor: ¿Has estado inconscientemente transmitiéndole a tu parte encarnada este malestar?
Entidad: Somos un sólo espíritu. Todo lo que a mí me pasa mi parte encarnada lo siente. No lo sentirá a nivel consciente, lo siente a nivel inconsciente. Pero es lógico que así sea.
Interlocutor: Un malestar que no puede percibir, en realidad, de donde le viene.
Entidad: Pero uno no lo hace a propósito.
Interlocutor: Coméntame, ¿quiénes son tus, digamos, espíritus que en este momento, tu ángel, que te están ayudando?
Entidad: De aquella vida no hay ninguno que haya encarnado actualmente. Ahora te comento. Había una joven llamada Josefa Carrillo, siempre venía a casa a hacerse vestidos. Y nos hicimos amigos, muy amigos. Yo la quería mucho, ella me quería a mí. Incluso me invitó a la casa a tomar el té.
¡Ay, lo que fue la primera vez! ¡No sabes lo que era! Era un palacete. Era una maravilla de palacete. Tenía dos plantas con escaleras de mármol. Yo digo que en mi vida no he visto tanto lujo y sin embargo se confeccionaba la ropa con mamá. Y eso que había tiendas, lugares tan...
Pero claro, Josefa era caprichosa. Ella quería esta manga acá, el escote acá. Cuando iba a las veladas que había -que por supuesto eran para la clase de ella- tenía un corsé con unos metales que la apretaban, que la hacían una cinturita... ¡No sabes la cinturita que tenía! Y un día me muestra toda la ropa en su habitación, tenía una ropa bellísima. Y me sentí como incómodo porque me dio un beso. Yo le digo:
-No quiero perder tu amistad. Vamos a seguir así siendo amigos.
Tenía un hermano, Enrique, que era pedante... Ahora decís vosotros: "Esos narcisistas que se miran al espejo con esos ojos negros, esa piel morena".
Yo me quejaba. Le decía a mi amiga:
-Pero tu hermano se cree que es un Adonis.
Estábamos tomando algo. Venía, tomaba una jarra, se servía y ni nos miraba.
Yo le decía a mi amiga:
-¿Pero no nos ve?
-Déjalo. Déjalo, que es así.
Un día ella no me pudo acompañar y dice:
-¿Quieres que te acompañe Rafael?
-No, no. Está bien. Deja el señor Rafael.
-No le digas señor, es nuestro criado.
-Bueno, deja. Yo bajo solo las escalinatas.
Sube el hermano y me choca con el hombro y me dice:
-¿Por qué no miras por dónde vas?
Yo lo miro y le digo:
-¿Y tú por qué no miras? ¿Qué te crees que eres?
Baja y me sacude de los hombros. Pensé que me iba a pegar un puñetazo y de repente me agarra, me abraza y es como que medio me toca. Me toca mis partes íntimas y larga una carcajada y me empuja despacio y se va.
Sentí como que se burlaba de mí. Entonces me agarró como odio. Tenía odio. Un odio tremendo. Y se lo dije a la hermana al día siguiente.
Le digo:
-Tu hermano es un maleducado, es una persona que es un intratable, es una persona que lo cogería del cuello...
Interlocutor: ¿Y qué te respondió ella?
Entidad: Me dijo que... Ella me conocía. Me dijo:
-¿Lo cogerías del cuello y lo ahorcarías? ¿O qué?
-O qué, ¿qué?
-No, dime tú.
-Le daría una lección -le respondí-. Le mostraría quién soy.
-¿Y quién eres?
No me gustaba ese juego. No me gustaba ese juego de palabras. No quería saber más nada con ese juego de palabras.
Un día él apareció en casa.
-¿Está tu madre? Porque quiero encargarle una chaqueta.
Le digo:
-Mira, mamá ha salido.
No dijo ni "permiso" ni nada. Entró, se sentó ahí. Dice:
-Me espero.
Era joven. Cogió de una bolsa que tenía un habano y lo encendió. Empecé a toser. Yo no estaba acostumbrado al humo de un habano.
-¿Te molesta?
Estaba como cohibido. No tenía ni ganas de hablar. Le dije sí con la cabeza.
-¡Ah! Bueno.
Pero siguió fumando tranquilo. Y me miraba.
Digo:
-¿Qué me miras?
No me contestaba. Se reía.
Le digo:
-¿Qué te pasa conmigo?
-Nada.
Estaba nervioso. Me sentía como nervioso. Me sentía como molesto. Me sentía como...
Interlocutor: Incómodo.
Entidad: No lo so-por-ta-ba. No lo soportaba.
Apagó el cigarro.
-¿Tu madre se perdió por el camino?
-Mi madre vendrá cuando sea su tiempo.
¡Era impertinente! Se dio cuenta que lo miré mal.
Me dijo:
-¡Qué mirada que tienes! Parece que quisieras asesinarme.
No le respondí. Para no agravar la cosa no le respondí. ¿Sabes lo que hizo?
Interlocutor: Dime.
Entidad: En la puerta del dormitorio había como un dintel y me tomó del cuello y me apretó contra el dintel y empezó a acariciarme, una cosa así. Me puse en una situación tan pasiva pero tan pasiva que me di cuenta de que no era que lo odiara, era que me atraía.
No pasó a mayores. No llegó a nada.
Y de repente, así como si estuviera hablando del tiempo, dice:
-Bueno, parece que tu madre no viene. Así que me voy.
-¿Cómo te vas?
-Sí. ¿O acaso tú me vas a tomar las medidas de la chaqueta?
-No.
Cogió el picaporte, abrió la puerta y se fue.
No tuve capacidad de reacción. Sentí como que algo se había despertado en mí.
Al día siguiente voy a casa de mi amiga y lo primero que me dijo:
-Me dijo mi hermano que estuvo de visita en tu casa.
-Sí.
-¿Perdón?
-¡Sí! ¡Estuvo!
Me sentía nervioso. Estaba como sudando. ¿Qué le habrá contado?
Pasó ese día, el día siguiente, el otro, el otro, el otro. Nos cruzamos con el hermano un montón de veces, yo era invisible. Me ignoraba por completo.
Entonces trataba de entenderme a mí mismo por qué sentía tanto odio, si era porque me había rechazado. Me sentí como...
Interlocutor: ¿Humillado?
Entidad: Pero humillado, ¿por qué? Si no llegamos a nada. Yo consentí porque me quedé pasivo. Lo podía haber empujado pero...
Interlocutor: ¿Por el modo de tratarte tan pedante, quizás?
Entidad: O era porque yo quería que hubiera algo entre nosotros y él me ignoraba.
Interlocutor: Yo creo que en este tema que tú estás comentando evidentemente te ha marcado de alguna manera...
Entidad: No. Lo que me molesta, lo que me incomoda es: ¿Yo no soy un ser humano? Soy tan importante como cualquier otro...
Interlocutor: Obviamente que sí.
Entidad: Yo hablaba castellano, hablaba alguna lengua del norte también, conocía incluso un poco de catalán. No era ningún bruto. Me despreciaba mi padre. Pero lo inevitable pasó a segundo término.
Interlocutor: ¿Fuiste a hablar con él en algún momento de aquella situación?
Entidad: No. No me dio oportunidad. Papá tuvo un problema del corazón, a los pocos meses falleció. Era joven todavía aún para la expectativa de vida de aquella época. En 1750 nos mudamos a Alicante.
Interlocutor: ¿Sentiste culpa cuando él murió?
Entidad: No...
Interlocutor: ¿Qué sentiste?
Entidad: Como que no tenía un lugar de pertenencia. Vendimos todo y nos fuimos con mamá a Alicante.
Interlocutor: ¿Comenzaron de vuelta?
Entidad: Yo empecé a trabajar con grafito y hacía pequeños cuadros y trabajaba con eso. Nunca pude dedicarme a la música. Tuve algunos amoríos circunstanciales pero era una época muy, muy difícil. Y te digo que la gente de Alicante era mucho más dada, mucho más abierta que la de Valencia.
Interlocutor: Te estaba comentando que me parece interesante tu relato, conmovedor pero hay un tema que quizá me preocupa más. Es que muchas veces, ¿por qué queremos cosas que en el fondo nos hacen mal? Porque tú mismo has dicho hace un rato que reconociste que te gustaba esa persona.
Entidad: Porque el sentimiento no se razona, se vive o no se vive. El corazón no te dice "tú tienes que querer a tal persona porque es la indicada, tal persona no es la indicada". Eliges lo que no es indicado. ¿Eres tonto? No eres tonto.
Interlocutor: A veces sin darnos cuenta, ¿no es posible que nos pongamos en un lugar donde los demás te puedan lastimar y es esto lo que tenemos que trabajar y tratar de evitar?
Entidad: No creo en eso. O sea, ¿que nosotros somos causa y efecto a la vez? No creo en eso. Yo creo que es así la vida y es así en cada encarnación. Yo sentía que no tenía un lugar de pertenencia.
Interlocutor: Eso lo comprendo.
Entidad: Mamá me entendía pero mamá ahora que no tenía a papá, que podía expresarse más se encerraba más en su dolor, en que era viuda, en que ella hablaba de su problema:
-¡Ay! Si estuviera papá las cosas no serían las mismas...
¡Claro que no serían las mismas! Era una esclava de papá. Claro que no serían las mismas. Pero ella no entendía mi ironía; yo era muy irónico, muy irónico. Yo lastimaba con mi ironía.
Interlocutor: ¿Quisieras comentarme quién es tu guía espiritual, tu ángel?
Entidad: Mi guía espiritual es una entidad el quinto plano subnivel cinco. Es un ser que no está encarnado, se llama Bora-El. Mi entidad angélica es del plano 6 subnivel 2, se llama Sara-El, como vuestro nombre de mujer. Son entidades que no están encarnadas.
Interlocutor: ¿Cuál consideras que es tu misión en esta encarnación?
Entidad: Yo quiero trascender pero no trascender desde el ego, trascender... ¿Cómo lo puedo explicar para que el receptáculo me lo capte? El concepto es tan complicado... Quiero ser...
Interlocutor: Tú ya eres un ser de Luz.
Entidad: Sí. O sea, los Maestros de Luz lo dicen siempre, que todos somos seres, sí, pero...
Interlocutor: Necesitas comprender tu propia importancia.
Entidad: Me siento mucho más relajado después de haber hablado. Le pido disculpas al receptáculo porque lo hice lagrimear, porque le hice doler el chakra laríngeo, el chakra del pecho, sólo que me disculpe.
Me siento feliz ahora. Me siento por lo menos no... No me siento con ese agobio que tenía cuando comencé. Te puedo decir que en esa vida viví para la expectativa de vida bastante, hasta los sesenta y cuatro años. De la época que yo te conté mamá falleció cuatro años después. Había gente que me compraba. No era un gran dibujante pero dibujaba con grafito y siempre me gustó en esa encarnación los cuadros dibujados así con grafito, lo que llamaríais vosotros a lápiz.
Fui, pasé esa vida. No sé si tuve aprendizaje, me quedaron engramas como de que no tenía un lugar de pertenencia afectivo, quizá. Eso te vuelve vulnerable.
Interlocutor: Bueno. Eso es algo entonces en lo que hay que trabajar.
Entidad: Conocí ya de grande, tendría cuarenta y dos años, igual todavía tenía más de dos décadas por delante para vivir… Vino un señor de Países Vascos, se llamaba Raúl Cortaci. Tenía un acento... Le digo:
-¿Tú vienes de Cataluña?
Me dijo que no, que él venía de Oporto. Oporto está en Portugal. Era un hombre que tenía todas las respuestas, un hombre de edad indescifrable, misterioso, se ve que era de dinero pero era misterioso. Y un día conversando con él en una pequeña taberna de las afueras de Alicante dejé surgir parte de mí y le conté muy por encima el trato con mi padre, lo de aquel joven de Valencia… Me respondió:
-Hazte cuenta que tu vida es como un libro y eso fue una página ya leída y visualiza una página. Di un número.
Digo:
-La página noventa.
Dice:
-Bueno. Tu vida está en la página noventa. Hazte cuenta que el libro tiene doscientas páginas. Visualiza las doscientas páginas, están en blanco.
-Sí, Maestro Raúl, están en blanco. ¿Por qué?
-Porque las tienes que escribir tú.
-¿Y cómo supero esas noventa que están mal escritas?
Me respondió:
-No están mal escritas, están escritas. Mal, bien son interpretaciones que tú le das. Obviamente, para completar el resto del libro presta más atención.
Tuvimos otras conversaciones profundas, algunas que me costaba captarle.
Y un día desapareció. Estuvo algunos meses y un día desapareció. Se ve que viajaba por distintos lugares o era una visión, una visión mental que yo tuve pero era de carne y hueso.
Y de esa encarnación me quedó grabado lo del libro que me falta por escribir, lo del libro que me falta por escribir en cada parte encarnada, en la actual inclusive, y como ser espiritual.
Interlocutor: Afortunadamente siempre tenemos hojas en blanco por delante. Gracias por estar aquí...
Entidad: Discúlpame por todo lo que he volcado.
Interlocutor: Espero que te encuentres más aliviado.
Entidad: Sí, sí.
Interlocutor: Te mando toda la Luz a ti y a tu 10%. Hasta todo momento.
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