Sesión 03/07/2018
Sesión 10/07/2018
Sesión 18/07/2018
Sesión 03/07/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sharon
En Umbro, de pequeña, hordas salvajes mataron a su familia y quedó con su tío, un herrero que le enseñó a templar su alma y el acero. Practicaba espada con un amigo pero quería conocer mundo.
Sesión en MP3 (2.448 KB)
Entidad: Estoy aquí comunicado con vosotros para relatar una vivencia de las tantas que he tenido en distintas vidas, las cuales me dejaron muchos engramas, engramas donde no encontraba un lugar de pertenencia, donde no encajaba con lo que la gente llamaba la normalidad, eso hacía que me llenara al comienzo de inseguridades haciéndome introvertida, desconfiada, intentando creer en otras personas pero con dudas, dudas, enormes dudas.
Mi nombre era Samanta. Fui criada con mucho amor por mis padres cerca de la zona ecuatorial de Umbro. Vivíamos en una villa tranquila, era pequeña no tendría más de quinientos habitantes. Rara vez venían extranjeros, pero cuando cumplí cinco años sucedió algo fatídico, una horda de salvajes del norte asoló nuestra villa matando a muchas personas, violando mujeres, matando niños y a algunas niñas se las llevaban con fines que me abstengo de nombrar ahora. Me escondí debajo un carromato sollozando pero tratando de que mi sollozo fuera silencioso, viendo que quemaban casas, gente que conocía atravesada por flechas. Saquearon el almacén de ramos generales y se marcharon dejando heridos, muertos entre los cuales se encontraban mis padres.
Durante mucho tiempo estuve como fuera de la realidad, me negaba a aceptar lo que había pasado. En el poblado vecino, mi tío Repeto, viudo sin hijos vino a nuestra villa y me llevó con él. El tío Repeto era bastante calvo pero con una gruesa barba, un poco gordo pero de mirada bonachona, mirada sincera, buena y me decía mientras trabajaba con su fragua en la herrería "Mírate Samanta tu cabello es rubio como el fuego de la fragua. Mira este hierro candente tiene el mismo color de tu cabello". Y me enseñó a usar la fragua. Me enseñó a trabajar con el hierro candente, a forjar espadas, y me explicaba que un buen metal podía ser templado de la mejor manera. Y que lo mismo pasaba con nuestra alma, Nuestra alma podía sufrir y quebrarse o sufrir y templarse. Todavía no había tomado conciencia de mi pérdida, así que estaba a mitad de camino entre quebrarme y templarme.
Fui creciendo, me fui haciendo de amigas en el poblado. No es que no me acordara de mis padres, directamente los tenía permanente en mi recuerdo, si se entiende lo que quiero decir.
El tío Repeto era bueno. Muchos dirían "Pero hace trabajar a una niña de cinco años". No, no, no; en las horas libres me enseñó a leer y a escribir, y aparte el hecho de que yo trabajara en la herrería me servía para distraerme y no pensar, pensar, pensar, pensar, porque ahí sí me quebraba, ahí sí hubiera sido imposible templarme, me hubiera quebrado como el mal metal.
Y también tenía tiempo de jugar con otras niñas, pero si bien eran buenas niñas a veces me decían que yo era rara porque "¿Cómo siendo tan pequeña y siendo niña, aparte trabajas en una herrería?, eso es para varones".
Y así fui creciendo. Y tuve diez de vuestros años, quince de vuestros años. El hecho de trabajar en la herrería me había hecho fuerte, seguramente no con la fortaleza de un hombre pero bastante fuerte por ser mujer y si bien no solamente trabajábamos con espadas sino con herraduras también para los hoyumans, el hecho de tener una espada a mano hizo que aprendiera a manejarla. Y era parte de mi brazo. El tío Repeto apenas sabía manejar una espada en el sentido de combatir, pero cuando cumplí quince de vuestros años me dijo:
-A ver, veamos tus reflejos.
Y me lanzó pero con mucho cuidado un golpe que lo paré como si nada y se asombró. Me lanzó otro golpe también con cuidado, lo paré como si nada. Un tercer golpe: lo paré como si nada. Hasta él empezó a tener confianza sabiendo que yo tenía reflejos y empezó a lanzar golpes más fuertes y más rápidos y los paraba una y otra y otra vez sin ningún esfuerzo, sin molestarme.
Un día, para sacarse la duda llama a Dimas. Dimas era un joven de dieciocho de vuestros años, corpulento pero con muy buenos reflejos.
-Te pido un favor Dimas, ¿puedes intercambiar algunos golpes, pero con mucho cuidado con mi sobrina Samanta? -Dimas se asombró.
-¡Pero es una joven, puedo lastimarla!
-Por eso te digo -comentó Repeto-, con mucho cuidado. -Y Dimas empezó a lanzar golpes y se los paraba. Luego de un rato-: ¿Puedes atacar tú? -me preguntó.
-Sí, tío.
-Pero también con mucho cuidado.
-Sí, tío. -Y lancé con mucha velocidad, a Dimas le costó mucho pararme los golpes.
Finalmente dijo Dimas:
-Es muy difícil así porque ambos nos contenemos por temor a lastimar al otro. Un primito tiene dos espadas de madera de tamaño normal, permíteme. -Y las trajo-. Ahora podemos soltarnos un poco más. -El tío Repeto paró de trabajar y nos vio en el patio trasero intercambiando golpes con las espadas de madera. Dimas estaba considerado el mejor espadachín en la aldea pero no podía doblegarme. Es más, una vez se tambaleó y lo toqué en el pecho.
El tío Repeto dijo:
-Si hubiera sido una espada de verdad lo podías haber cortado.
Se corrió la noticia y me empezaron a tener respeto. Pero aparte era buena trabajando en la herrería, el tío había mejorado en su trabajo y me daba metales, ya no es que trabajaba solamente por ayudar al tío y tener una vivienda, ya me pagaba por trabajar con él y yo juntaba, tenía mis ahorros.
Cuando cumplí dieciocho de vuestros años era una experta en herrería. El tío me decía: "En diez años me has superado. La terminación, la perfección que haces con las espadas es exquisita". Venían gente de otros poblados, el tío llegó a contratar dos empleados más para que lo ayuden en la fragua.
Pero yo me sentía..., a ver, me gustaba lo que hacía pero quería otra cosa, no quería la vida de un varón; obviamente si me hubieran vestido como una dama con vestido largo, se hubieran reído porque estaban acostumbrados a verme con el delantal grueso de un cuero muy grueso para que las salpicaduras no me quemen, pero honestamente quería otra cosa. Al tío lo adoraba, prácticamente pasé mi niñez y mi adolescencia con él, me quería como a una hija, respetuoso, amable, atento, jamás me faltaba de comer. Como dije antes, él además me enseñó a leer y a escribir pero no tenía un lugar de pertenencia y mis amigas hablan entre ellas, hablaban de jóvenes, de que les gustaría salir con éste o con aquel..., yo no digo que a mí no me gustara pero mi pasión era otra, era conocer lugares, y a veces me sentía, como decís vosotros, con complejo de culpa por no sentir que la herrería fuera un lugar de pertenencia, mi hogar, a pesar de que desde los cinco hasta los dieciocho, habían pasado trece de vuestros años, no sentía como que fuera mi hogar.
No me sentía conforme conmigo misma, es como que... al igual que otras jóvenes, sí, soñaba con ese amor, pero era más... como decís vosotros, más de poner los pies en la tierra, no soñar algo elevado; ellas soñaban con un príncipe que vendría en un hoyuman blanco, yo me conformaba con un muchacho sencillo, honesto, trabajador y por sobre todas las cosas leal, porque no hubiera soportado que me engañe, no, no lo hubiera soportado.
Un día yendo a la casa de una de mis compañeras, yo tenía un oído finísimo, escucho que estaban atrás de la casa y voy por el costado y estaban hablando entre les tres, que eran mis principales amigas. "Samanta se cree que es bella, por eso aspira a otra cosa. Con ese cabello rubio, largo se piensa que es la más hermosa. Pero al fin y al cabo ¿qué es?, la sobrina de un herrero. Mi padre es el dueño de los almacenes, el tuyo es la autoridad del poblado, el de ella es un hacendado. En cambio ¿Samanta qué tiene?, un tío que toda la vida fue herrero".
Volví sobre mis pasos y me di cuenta de que eran demasiado básicas, ellas medían a la gente por lo que tenían, no por lo que eran interiormente y me decepcioné, me decepcioné mucho. Las seguí tratando, y no digo que era hipócrita, no fingía sonrisas falsas, pero mi aspiración era irme, verdaderamente mi aspiración era irme.
Dimas me agradaba, me agradaba bastante, pero no era más que un amigo para mí, no sentía otra cosa por él. Más de una vez él me dijo:
-Me gustaría ser algo más para ti.
Y le respondía:
-Te aprecio mucho, Dimas, pero eres un buen compañero, y sabes que yo no soy de mentir ni de crear falsas expectativas.
Me dijo:
-Te agradezco por ello Samanta, te lo agradezco de verdad, ojalá todas fueran sinceras como tú, tus compañeras no lo son.
-Lo sé -admití-, las he escuchado más de una vez hablar de mí no de muy buena manera y me dan pena, pero no lo digo menospreciándolas, quisiera que fueran mejores.
Mi ilusión era seguir creciendo pero no económicamente si bien tenía mis pequeños ahorros y el tío encima me había regalado un excelente hoyuman que tendría dos de vuestros años. Por las noches soñaba y pensaba "Mañana será otro día, veremos cómo amanece".
Como dije antes, no aspiraba a conocer un príncipe pero yo no soy la que decidía, aquel que está más allá de las estrellas tenía algo reservado para mí. Pero ese es otro capítulo de la historia.
Gracias por escucharme.
Sesión 10/07/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sharon
Su amigo de entreno la pretendía pero lo veía solamente como amigo. Se enfrentaron. Más tarde con un viajero dieron cuenta de unos malhechores. Se interesó por él.
Sesión en MP3 (2.682 KB)
Entidad: No es malo soñar porque en base a los sueños pueden luego planificarse proyectos. Obviamente que la realidad es como una fuerte lluvia que te empapa de verdad, te empapa destruyendo tus sueños, tus proyectos porque cuando nos imaginamos la vida que queremos experimentar, gozar quizá la ¡je, je!, proyectamos demasiado alta.
¿Qué joven no ha soñado con conocer a un príncipe? Pero es cierto, yo tenía los pies sobre la tierra, sabía mis limitaciones. ¿Que la gente me miraba? Sí, era la única joven herrera y era buena en lo que hacía. Es más; el tío Repeto, que me enseñó el arte del temple del metal, admiraba mi destreza en la fragua, en el golpe del metal candente. Y me decía:
-Niña, me has superado.
No despreciaba mi trabajo, amaba lo que hacía, había aprendido a respetar todo lo que es trabajo de herrería, pero quizá volaba demasiado alto en mis sueños.
Recuerdo que Dimas, que era como un amigo, me decía:
-Sé que planeas irte cuando tu tío no esté en este mundo.
Yo me enojaba y le respondía:
-El tío va a vivir muchísimo tiempo. Y seguramente sí, planifico irme. Busco conocer otras regiones y quizá se cruce en mi camino alguien especial.
Dimas me decía:
-Alguna vez ya lo has dicho, piensas que se va a cruzar un príncipe en tu camino. Un príncipe no se va a fijar en una herrera. -Me molestaba que dijera eso porque pareciera que hablaba por despecho.
Yo le tenía mucho aprecio a Dimas, pero más de una vez le dije:
-Eres un gran amigo, tanto como eso, pero nada más que eso.
-Me desprecias porque soy un aldeano.
-No, te tengo un tremendo aprecio, pero no me atraes de la manera que yo entiendo cómo debe atraer un chico a una joven, y te estaría faltando al respeto si te permitiera que me cortejes porque no va más allá de una amistad.
-Te crees que eres mejor que yo.
-No, yo creo que nadie es mejor que nadie, el tener muchísimos metales no hace mejor a la gente. Sé que hay nobles que son crueles y aldeanos que son seres maravillosos. No me busques por ese lado porque no, daría la impresión entonces de que no me conoces.
-Estuvimos tres años practicando con la espada de madera y con la espada de metal pero sin llegar a lastimarnos -dijo Dimas-, porque en realidad yo me medí.
-¡Ah, sí! -Hice una mueca irónica-. Y te piensas que porque soy mujer tienes que tener cuidado. Vayamos al centro del pueblo, hay un lugar donde practican espada. Y hagámoslo a primera sangre. -Me miró, empalideció.
-No quiero que tu tío Repeto me rete si te lastimo.
-Bueno, el tío ya no manda sobre mí, ya no soy una niña. -Y fuimos.
Es verdad que Dimas era bueno con la espada pero me fue, casi diríamos sencillo, vencerlo; lo toqué en el hombro izquierdo, en el brazo derecho y ya no tenía fuerzas para mantener su espada. Se asombró, me dijo:
-Samanta, nunca te vi tan rápida.
-Porque yo también me medía -hizo un gesto de aprobación.
-Discúlpame por ser tan pedante.
-No, no, está bien, ¡je, je, je! La mayoría de los varones piensan que la mujer es débil, y se equivocan.
No teníamos buenos metales en el poblado, así que fui al poblado siguiente a buscar buenos metales para nuestra herrería. El tío Repeto estaba un poco molesto.
-Mira -me decía-, si Dimas te hubiera lastimado ¿cómo trabajabas? -Le respondí:
-Tío, sé lo que hago. -El tío me dijo una frase muy importante y muy coherente:
-Nunca subestimes a un adversario. -Le respondí:
-No, nunca subestimo a nadie, por eso estoy siempre alerta.
Llegué al poblado siguiente. Había un almacén que más parecía un lugar de chatarras pero tenía buen ojo para los metales. Pagué, cargué varios en la carreta. Era bastante cantidad, por suerte la carreta era arrastrada por dos mulenas.
Tenía sed, me fui a la posada a pedirme una bebida espumante. Vestía distinto que las demás mujeres, con ropa de cuero, con pantalones y botas. Obviamente que no parecía un varón, por mi cuerpo y por mi cabello dorado largo. El bar estaba vacío, me pedí una bebía y me senté en la mesa. Al lado había un muchacho joven, atractivo vestido también con ropas de cuero, y miré a su costado, una espada. Miré disimuladamente, como suelen mirar las mujeres, pero se ve que el joven estaba atento porque se dio cuenta de que lo miré. Levantó su jarra metálica y me saludó. Hice un gesto saludándolo. Tomé tranquila mi bebida espumante. Lo miraba al joven, su ropa parecía gastada pero conocía de prendas, eran ropas nuevas y sus botas sucias de polvo, pero sus suelas eran nuevas. Vio que lo seguía observando y se acercó.
-¿Te puedo invitar a una segunda bebida? -Me encogí de hombros.
-Por qué no.
-Mi nombre es Josué.
-Samanta -dije yo-. ¿Eres de por aquí?
-No, vengo de muy lejos.
-¿Y qué haces? -el joven me dijo:
-Conociendo lugares.
-¡Oh!
-¿Qué?
-No, mi exclamación es porque siempre quise conocer otras regiones. Vivo en el otro pueblo con mi tío Repeto. Soy herrera.
-¡Vaya! -Se asombró el joven-. Nunca vi una mujer herrera.
-No, yo tampoco -exclamé-. ¿De dónde eres? -pregunté.
-De más al oeste.
-¿Y qué pasó que te ha dado a recorrer caminos?
-Estaba hastiado de estar donde vivo, mis padres están separados y bueno, y han pasado cosas, por eso quise recorrer un poco para cambiar de aires. No soy errante, pienso que en algún momento volveré. Pero quería conocer mundo sin que nadie me diga qué hacer.
-O sea, que tus padres eran estrictos.
-No, no tanto, pero no solamente mis padres, otros conocidos que no viene al caso nombrarlos ahora, es como que siempre me aconsejaban. Y si bien no está mal que te den un consejo, es como que a veces te cansas, te hastías de recomendaciones. Hace tres amaneceres que estoy aquí, justamente pensaba ir al otro pueblo. Si no te incomoda y con todo respeto, si quieres te acompaño.
Me encogí de hombros y le dije:
-Está bien.
Terminamos de tomar las bebidas, el joven Josué pagó y marchamos. Subí a la carreta y azucé las mulenas. Él con su hoyuman al lado mío conversando.
El camino era tranquilo pero siempre pasan cosas, galopando detrás nuestro tres jinetes que seguramente nos vieron salir del pueblo y nos rodearon.
-¡Vaya! Hacía rato que no veíamos una mujer tan rubia, un cabello como el trigo del campo. Espero que el mozalbete no moleste si queremos pasar un buen rato con la joven.
Lo miré a Josué, a ver cómo reaccionaba. Josué estaba tranquilo, habló en voz baja pero clara:
-Tienen una sola opción, acá no hay dos opciones, vuelvan por donde vinieron.
Uno de ellos largó la carcajada y dijo:
-¡Ja, ja! ¿Así que no hay más opciones?
-En realidad sí, pueden morir
Los hombres desmontaron, sacaron sus espadas. El joven desmontó, bajé de la carreta también sacando mi espada.
-¿Qué tal eres?
-Buena -le respondí.
-Ocúpate de aquel, yo de los otros dos.
No perdí tiempo, con dos movimientos atravesé el corazón de uno de ellos. En ese mismo momento el joven atravesaba el pecho del segundo y esquivaba un mandoble del tercero; hizo una maniobra y le cortó el cuello. Quedaron los tres cadáveres. El joven los revisó, tenían metales.
-¿Les robas a los muertos?
-No, no te apresures a juzgarme. Sigamos. -Llegamos a mi pueblo-. ¿La autoridad?
-Allí. -Lo acompañé. Describió lo que había pasado y le dio la bolsa con los metales de los muertos.
-Para el sepulturero. La joven puede dar fe de que lo que digo es cierto, querían ultrajarla y obviamente a mí me matarían.
Llevé la carreta a lo del tío Repeto, se había preocupado. Cuando le contamos lo que había pasado el tío Repeto abrazó al joven Josué.
-Gracias, ella es muy buena con la espada, pero contra tres no hubiera podido. Aquel que está más allá de las estrellas hizo que se cruzara este joven en tu camino -me dijo el tío.
Asentí: -Es verdad.
-¿Quieres quedarte a comer? -Ofreció Repeto.
-Acepto. Y luego me alojaré en la posada, me quedaré un par de días en este poblado.
Me atraía mucho el joven, mucho. Tenía una sonrisa no burlona sino una sonrisa sincera, pero en sus ojos había como una chispa de picardía como que hasta podía saber lo que uno pensaba, pero obviamente era mi mente, no existía la adivinación.
Cenamos, conversamos, tenía como ademanes de noble pero su barba, su desprolijidad, su falta de aseo me daba cuenta de que de noble no tenía nada, así y todo me atraía. Es como que Josué, a pesar de que recién lo conocía me hacía olvidar ese pensamiento mío de querer conocer a un príncipe. Basta de soñar cosas inalcanzables.
Josué se despidió, lo saludó a mi tío y me apretó la mano pero casi acariciándomela, me produjo en el cuerpo como algo extraño, como un cosquilleo. Luego estando sola en mi cuarto casi no pude dormir pensando en el joven.
Nada más que decir por ahora.
Sesión 18/07/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sharon
Le interesaba un viajero que conoció pero que estaba lleno de mentiras. Vinieron a buscarle unos soldados y quedó sola y herida en su interior.
Sesión en MP3 (2.810 KB)
Entidad: No me siento bien relatando esta vivencia. Como Ema-El, del plano 3 subnivel 8 he tenido muchísimas vivencias en distintas vidas y no siempre se repasa el engrama base, a veces se tocan vivencias que de alguna manera, cercana o no, están relacionadas o encadenadas en distintas vidas. Y bueno, aprendí que no me mientan o que me oculten cosas o que me disfracen la realidad. Me gusta la verdad, no importa si es dolorosa. En realidad sí importa pero uno sabe a qué atenerse, pero las mentiras dulces o los engaños para obtener algo, no, no van conmigo.
Recuerdo mi vida como Samanta. Habían matado a mis padres a mis cinco años y fui criada por el tío Repeto. De muy joven había aprendido la herrería y me enseñó a mí el oficio siendo la única niña que templaba el metal. Recuerdo que el tío me decía que mi cabello rubio era como el fuego de la fragua, como el hierro candente. Y luego a los quince años empecé a practicar con espada.
Había un joven, Dimas, que me pretendía. Le tenía afecto, era un buen amigo pero no, no sentía por él nada más que una sincera amistad, y quizás eso le molestó.
Recuerdo que fui al pueblo vecino a buscar metales en el almacén de chatarras donde conocí al joven Josué, que me acompañó de regreso. En el camino nos emboscaron tres maleantes, seguramente querían ultrajarme, no tengo ninguna duda de ello. Maté a uno y Josué a los dos restantes. Cuando el tío Repeto se enteró le agradeció enormemente el haber salvado mi vida porque de verdad aún siendo buena con la espada no hubiera podido con los tres, aquel que está más allá de las estrellas hizo que lo conociera.
El tío me pidió que le invite.
Le digo:
-No, dile tú. -Entonces el tío le invitó a cenar.
Y se hospedó en la posada cercana a nuestra vivienda, dijo que se iba a quedar un par de amaneceres y se quedó más tiempo. Iniciamos una relación, sus modos eran raros, raros en el sentido de que el guisado no lo comía con la mano como otros pobladores sino que agarraba un cucharón de madera y se lo llevaba a la boca. Sus modales eran como más delicados y me hacía acordar al sueño que yo tenía de niña de conocer algún a un príncipe, un sueño que ya se me había ido porque no era más que eso, una fantasía tonta. Pero claro, los modos de este Josué me hacían acordar eso. Pero no, era raro. De repente venían algunos jinetes en hoyuman y él miraba como sobresaltado y a veces es como que daba vuelta la cara para que no lo vieran. Yo no me guardo las cosas las digo directamente, le pregunté:
-¿Eres un fugitivo?
-No -negó-, simplemente me interesa conocer regiones.
-Igual que yo, y sé que algún día lo voy hacer.
Y Josué me dijo:
-Bueno, yo lo estoy haciendo.
-No sé, presiento que a veces te ocultas. Vienen visitantes y tú das vuelta la cara o te tapas el rostro.
Me dijo:
-No me interesa tener tratos con nadie.
-¡Pues vaya, conmigo los has tenido!
-Eres hermosa... Y bueno, aquel que está más allá de las estrellas me puso en tu camino. Me imagino que esos jinetes te hubieran ultrajado.
-Y te lo agradezco -exclamé-, y te lo agradezco de verdad.
Y finalmente comenzamos una relación, nos besamos, nos acariciamos, pero estaba como reacia a entregarme a él. Hasta que la séptima noche le dije al tío que llegaba más tarde y fui a la habitación de la posada donde él estaba alojado y nos besamos e intimamos. Al comienzo me sentía nerviosa porque para mí era algo absolutamente nuevo y él me dijo:
-Tú eres para mí lo mejor que me ha pasado.
Y le dije luego:
-¿Por qué? ¿Te han pasado otras cosas parecidas?
-No -negó-, no.
Y estuvimos así varios días. Yo me sentía como trasportada a otro mundo.
Le pregunté:
-¿Pero nunca se te acaban los metales?, porque el otro día has cambiado un metal dorado, casi nadie tiene metales dorados. -Se encogió de hombros.
-He trabajado bastante.
-¿En qué?
-Bueno, me gusta cocinar y me gusta trabajar con cueros.
-Bueno, veamos si es cierto.
-¿Me vas a dar alguna prenda de cuero?
-No, le voy a decir al tío Repeto que cocinas tú. -Y aceptó. Y cocinó un guisado con unas especies en polvo, rojas, amarillas que le daban un gusto distinto. El propio tío Repeto dijo:
-¡Pero esto es una maravilla! Si tú trabajaras en una gran cocina en una gran ciudad tendrías un impresionante sueldo como cocinero. -Josué se encogió de hombros.
-No es lo que yo quiero, quiero conocer mundo, ya estuve bastante prisionero de mí mismo.
-Habías contado que tuviste problemas -le dijo el tío Repeto.
-Sí -admitió Josué-, mis padres están separados y quería cambiar un poco de aires. Mamá tuvo problemas.
-¿Tu papá la engañó? -pregunté.
-No, Samanta, para nada. Ella empezó a demandar, a demandar, a demandar, a demandar..., exigencias de aquí, exigencias de allí... Estaba encima, muy absorbente, no lo dejaba respirar a padre, buscaba cualquier excusa para atosigarlo. Y se terminaron separando.
-Lo lamento -exclamé.
-No, está bien, está bien.
-¿Y siguen viviendo juntos?
-No, no -dijo Josué-, están separados en distintos lugares. Se hablan pero la relación ya no tiene vuelta atrás.
No quiso hablar más del tema pero prácticamente salíamos al atardecer, ya cuando estaba apenas un poco oscuro. Durante el día prefería estar o en la posada o a veces ayudaba al tío Repeto con la herrería. A veces me daba risa porque era un poco torpe trabajando en ello y cuando yo se lo decía se molestaba.
-Bueno, nunca he trabajado de herrero. Tengo entendido que tú has trabajado desde los cinco años. -Admití sonriéndome-. ¿Te burlas de mí?
-No, no, simplemente me hace gracia de ver la forma que tomas, cómo manejas la fragua...
-Bueno, evidentemente no es mi trabajo -dijo él-, pero manejo bien la espada, tuve un buen maestro.
Al día siguiente vinieron tres hombres de otro poblado, desconocidos, querían cambiar las herraduras de sus hoyumans. Estaba trabajando y Josué ayudaba como podía. Los hombres lo miraron a Josué y murmuraron entre ellos. Josué se puso de espaldas. Cuando el tío terminó de herrar los hoyumans los hombres pagaron, miraron de vuelta a Josué y se fueron al galope. Lo miré a Josué, estaba con una cara como preocupada, como molesto. Y yo siempre soy directa, le dije:
-¿Te han reconocido de algún lado? ¿De verdad que no eres un fugitivo?
-No, Samanta, no soy un fugitivo. -Esa noche no quise ir a la posada.
-No puedo entregarme a ti si tengo dudas.
Me tomó de los hombros suavemente, con cariño y me dijo:
-Samanta te amo. Nunca amé a nadie. Debes confías en mí.
-Entonces cuéntame de quién de escondes, de qué te escondes.
-Me escondo de mí, de mi vida. No quiero la vida que tengo, quiero libertad.
-¿Entonces te has escapado de alguna prisión?
-Se podría decir que sí.
-Entonces tengo razón, eres un fugitivo.
-Se podría decir que sí.
-Entonces me has mentido, no estabas conociendo nuevas regiones estabas escapando.
-Se podría decir que sí. -Me puse mal.
-¿No tienes otra cosa que decir más que "Se podría decir que sí"?
-No.
-La verdad que lamento enormemente -exclamé- haberme entregado a ti, enormemente. Me va a quedar como una marca.
Josué me miró a los ojos y me dijo:
-A diferencia tuya, Samanta, yo le agradezco a aquel que está más allá de las estrellas el haberte conocido y que nos hayamos entregado en cuerpo y en alma uno al otro. Esa es la diferencia entre nosotros, tú lo lamentas, Samanta, y yo soy un eterno agradecido.
Por un momento sentí como una congoja de verlo tan abierto, pero después me reactivé de nuevo.
-Al fin y al cabo yo no te oculté nada y tú sí. Y tú me has ocultado muchas cosas. Es más, todavía no sé de qué te escapas, de quién te escapas.
-Te lo dije, de mí mismo, de mi vida. No soy un fugitivo de la manera que tú piensas.
Estaba muy molesta y le dije:
-De pequeña soñaba con un príncipe, luego mi sueño desapareció cuando crecí porque eso son cuentos de niños y de niñas, y me vengo a entregar en cuerpo y alma a alguien que se escapa de sí mismo y que admite haber estado en una prisión.
-No, no es la prisión que tú piensas. No cometí ningún delito, no cometí ningún acto hostil contra nadie indefenso, pero es fácil prejuzgar, es mucho más fácil prejuzgar cuando no se sabe la verdad.
Me atajé y le dije:
-Claro, también es mucho más fácil decir la verdad, así nadie te prejuzga.
Al atardecer se escucharon galopes de decenas de hoyumans. Al rato se vieron los jinetes, Josué no tuvo tiempo de nada, estaban todos armados y llevaban un uniforme de un ejército, eran soldados. Uno de ellos se bajó de su hoyuman y lo encaró a Josué. Estuvieron discutiendo, discutieron, discutieron más. Josué se acercó a mí.
-Me tengo que ir. -Lo miré con desprecio.
Tenía razón yo, te buscaba la ley.
-No, no te he mentido. Te amo, te amo Samanta, te amo como nunca he amado a nadie, te amo de mil maneras.
-Pero te vas.
-Voy a volver.
-¿Te van a dejar?
-Te prometo que voy a volver.
-¿Me disculpas -inquirí- si no te creo?
-¿Por qué?
-¿Me disculpas -repetí-, si no te creo nada? Me has mentido. Y reitero: lamento haberme entregado a ti.
Y él repitió:
-Y yo estoy agradecido por haberme dado tu amor, que es recíproco de mi parte.
Negué con una sonrisa triste:
-Nunca me gustó que me mintieran, ni que me traicionasen.
-No te he traicionado, no tengo ningún amor y no te he mentido. Te amo.
-Pero me has ocultado cosas. No sé quién eres, no sé qué haces, no sé porqué te vienen a buscar. Voy a hablar con uno de los guardias.
-No -cortó él-, déjalo, así no te van a decir nada.
Otro de los soldados trajo su hoyuman de la caballeriza y lo montó. Me miró, desvié la mirada, mi rostro estaba bañado en lágrimas. Josué desmontó, pensé que iba a venir a abrazarme pero no, se abrazó con el tío Repeto y le dijo: Créame que volveré, créame que volveré. El tío lo abrazó.
Me miró, no se atrevió a acercarse Josué. Montó y se marchó con la guardia de soldados.
Y yo me quedé sola con mi soledad, llena de mentiras. Josué se llevaba un pedazo de mi persona, me había arrancado parte del corazón.
Gracias por escucharme.
|