Sesión 23/10/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Stephannie
Con muchos engramas de temor pasó su juventud huyendo de la violencia. Los engramas afectan y a veces están tan ocultos que ignoramos que estamos condicionados, que ignoramos que a veces vivimos en forma automática, no analítica.
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Entidad: Hace mucho tiempo he tenido infinidad de engramas, engramas que me han afectado por muy distintas razones. Engramas que me han dejado condicionamientos, condicionamientos muy fuertes que inconscientemente me están afectando.
Había encarnado en Cumbria, al norte de lo que hoy es Inglaterra, al límite con Escocia. Era una época donde las batallas estaban a la orden del día, los daneses se apoderaban de territorios. Prácticamente Northumberland estaba tomado por daneses, Durham y parte de Cumbria. Cuando asolaron mi aldea, padres, tíos fueron muertos. Yo era una joven de dieciocho años.
Mi padre, antes del ataque, me había dado un puñal y me dice:
-Sabes lo que tienes que hacer antes que te deshonren.
Pero pude tomar un caballo y marchar hacia el sur. Pasé por Lands, Merseyside, Cheshire, Shrop y me fui al este, a lo que hoy se conoce como Gales. Y en Gales me refugié bien al este.
Me hice amigo de una familia de pescadores. Mi nombre era Cindy, Cindy Abafala. La familia de pescadores también huía.
Volvimos a Inglaterra, a Somerset, bajamos a Devon y llegamos a la punta de Cornwall lo más lejos posible de los bárbaros daneses.
Prácticamente viví con la familia de pescadores. Tenían dos hijos, ambos me pretendían. Uno tenía veinticuatro, el otro veintiocho pero mi mente estaba en otro lado. Estuve seis meses con esta familia en Cornwall cuando el más grande de los hijos, Peter, me acorraló en el granero, me quiso rajar mis vestiduras. Yo pensé "Es una familia humilde pero adentro, en el alma hay algo que se lleva, que muchos tienen podrido, arruinado, difícil de corregir".
No sé cómo pero se quiso abalanzar sobre mi persona y levanté un rastrillo y él se lo clavó, solo, en el pecho. No me iban a creer y aunque así fuera, era el hijo.
Había un cuchillo oxidado tirado, me lo clavé dos o tres veces en el brazo y sangrando fui hasta la casa pidiendo auxilio. Dije que habían venido dos hombres a pie, me habían querido ultrajar a mí y mataron al hijo.
Vino gente de Cornwall, buscaron huellas, no había. Buscaron en el granero, la historia no les cerraba.
Me han preguntado:
-¿Seguro que pasó lo que dices?
-Mirad mis heridas, mirad mi ropa desgarrada.
Esa duda fue la que me hizo tomar una decisión. Fui con una señora mayor que sanaba, Elizabeth. Me dio una pequeña pócima para tomar, me curó las heridas con una preparación en base a hierbas que tenía.
-Me dijo:
-Querida hija -Hija, cariñosamente-, toma un caballo y vete. Todo te acusa a ti. Pero me imagino lo que pasó.
-Es que yo no lo hice, él mismo se clavó el rastrillo.
Era cierto. Era tanto el impulso que tenía que la horquilla le atravesó el cuerpo y las puntas salieron por la espalda. Eso fue otra de las dudas, porque una mujer no tendría tanta fuerza para atravesar el cuerpo. Pero como siempre, la sociedad busca un culpable, o una culpable.
A la tarde noche, muy despacio, tomé un caballo y bordeando la costa sur marché para Devon, Somerset, Dorset, Hampshire, Sussex hasta llegar a Kent, en la orilla este. Había pasado un mes deambulando, trabajando en posadas por unas míseras monedas, esquivando a los parroquianos que allí bebían con esa mirada lasciva y me di cuenta lo sola que puede estar una mujer en aquella época tan bárbara de muchos, muchos siglos atrás.
Me quedaron engramas de desamparo muy inconscientes porque, por supuesto, esa vida no tiene nada que ver con la vida actual, es un rol completamente distinto pero los engramas quedan marcados muy en el inconsciente y a veces pueden afectar cuando uno quiere tomar una decisión o confiar plenamente en determinado proyecto o en determinada persona. Y cuando uno inconscientemente se cierra a algo, el consciente pregunta "¿Por qué, si está todo bien?". Pero es el inconsciente donde está el engrama, el que te condiciona.
Crecí en Kent, una familia mayor sin hijos me ofreció un trabajo en una tienda. Aprendí a trabajar con telas, era bastante hacendosa, también limpiaba la casa. Me pagaban poco y nada pero me daban de comer, y en un altillo tenía una cama. Para mí eso era más que recompensa.
El engrama me impedía conocer una pareja, es como que por dentro tenía como cierto temor a la brutalidad, al mal trato y seguí trabajando con ellos. Tenía treinta y cuatros años cuando ambos fallecieron con tres meses de diferencia.
Dejaron un papel escrito al notario, como no tenían familia me dejaron la tienda. Y seguí trabajando con mucho dolor de perderlos porque me había encariñado tanto, porque era tan difícil encontrar gente honesta, buena, desinteresada en una época tan salvaje.
Desencarné a los cincuenta años, acordaros que la expectativa de vida de la época no era como la actual.
Los engramas afectan y a veces están tan ocultos que ignoramos que estamos condicionados, que ignoramos que a veces vivimos en forma automática, no analítica.
Gracias por escucharme.
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