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Psicoauditación - Vicky

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 11/11/08
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Vicky.

 

Relató una vida en Gaela. Admiraba a sus padres, a él por ser trabajador y ordenado, a ella por su belleza, aunque era narcisista. De pequeña no se cuidaba, y estaba rellena aunque no le daba importancia. Al hacerse mayor se dio cuenta que no era atractiva y se generó engramas. Un día su padre se suicidó, lo que le generó engramas de abandono, y al tiempo descubrió que su madre le había engañado diversas veces. Entró en desidia y dejó de cuidarse, muriendo joven. Explica que su conclusión es que somos responsables de nuestros actos y evolución.

 

Sesión en MP3 (2.177 KB)

 

 

Entidad: Siento que haya un espacio vacío en mi concepto, como que hay algo que no termina de cerrar en mi forma de pensar.

 

Nací en una región llamada Saeta, en un lugar montañoso, muy hermoso para el siglo XVII. Era una zona que era distinta a las demás porque había grandes valles verdes y, a su vez, grandes montañas, ríos que cruzaban los valles, un cielo celeste límpido, con un sol amarillo que te daba esa caricia de calor en la piel. Y uno se sentía tan… tan… dichoso y con tanta plenitud…

 

Encarné como femenino y mi nombre era Samala. Mis padres eran bellos, hermosos. Él era un hombre que había venido a esta región de pequeño. Se llamaba Arthur. Mi madre se llamaba Iva. Ellos eran los seres a los que no solamente amaba sino admiraba. Él era no solamente experto en ganadería sino también había estado hace veinticinco años atrás en una guerra que lo había dejado con bastantes traumas -lo que hoy los Maestros llaman engramas- pero siempre se mantuvo firme en su trabajo.

 

Madre era una persona a la que admiraba porque era muy bella. Era más alta que yo, esbelta, bonita, unos ojos verdes celestes de acuerdo a cómo el sol le dé en el rostro.

 

Yo era más baja que ella -mediría un metro sesenta- y mi genética habrá salido a alguna abuela porque era bastante, bastante rellena. Pesaba ochenta y seis kilos midiendo veinte centímetros menos que mi madre, que ella, con casi un metro ochenta, pesaba setenta kilos.

 

Mi padre era inmensamente grande con un metro noventa y dos, unos músculos, una fortaleza… Y me creé traumas de pequeña. Cuando era niña no me importaba porque vivía comiendo dulces, como esos animales del bosque del norte que comen ese néctar que hacen esos insectos y lo devoran. Así parecía yo, esos animales peludos.

 

Pero a medida que fui siendo adolescente y veía que los jóvenes no se acercaban a mí me miraba en el reflejo del arroyo y veía que no era atractiva. Pero, a su vez, tenía una gigantesca desidia como para cuidarme. Estaba espiritualmente resentido con madre porque en el rol de mujer que tenía nunca me habían aconsejado. Incluso cuando me vino el período por primera vez madre me da unos paños y me dice: -"Toma, ponte".

 

Padre, una vez charlando conmigo sentados a una roca en algunos de esos sagrados sagrados momentos que tenía para mí, me dice:

 

-Niña, yo sé que tú ahora te preocupas mucho por tu peso pero preocúpate también por estudiar, aprende idiomas, aprende el idioma del país del norte, ese idioma viejísimo tan dedicado al amor. Aprende idiomas, no seas como tu madre. Tu madre es una persona tan bella pero tiene unos ojos tan vacíos de nada, de nada.

 

-¿Es torpe o se hace el torpe, padre? Si mi madre habla tres idiomas. Habla el idioma de su región natal, habla el idioma de aquí y habla el idioma del país del norte. Tres idiomas habla, y los lee y los escribe perfectamente.

 

Pero padre se refería a otra cosa y yo no le entendía porque siempre estuve ciega. Madre era bruta y yo no entendía que lo bruto, lo necio a veces no tiene nada que ver con la cultura ni con el que aprendas idiomas o sepas cuentas. Madre tenía actitudes que hoy aquí, en este presente, esos seres que estudian o que dicen que estudian la mente les llamarían narcisistas.

 

Cuando cumplí dieciséis años me llega la noticia de que padre había tenido un accidente. Madre lloraba: "¡Arthur!, ¡Arthur!, ¡Arthur!, ¡Arthur!, ¡Arthur!". Pero yo le miraba el rostro y no tenía ni una lágrima. Era un "¡Arthur!" para los vecinos, para las amistades, para la gente. Y miraba para arriba a ver quién la veía que se desgarraba la ropa.

 

Después me enteré que Arthur, mi querido padre biológico, no había tenido ningún accidente: se había suicidado.

 

Sentí lo que los Maestros llaman un engrama de abandono porque si él estaba mal tendría que haber hablado conmigo.

 

Estaba empezando a estudiar el idioma del bello país romántico y dejé todo. Entré en una desidia tremenda. No me importaba más nada. En seis meses engordé ocho kilos más. Tenía un amigo, Paco, que habíamos sido amigos de pequeños y yo sé que era como mi alma gemela y me decía: - Cuídate, por favor. Ya vamos a entrar en el mil setecientos uno, siglo nuevo.

 

Lo miraba y veía sus lágrimas.

 

Y después supe que él veía en mí una mirada vacía, como que lo miraba pero no lo veía, como que miraba sin ver, como que nada me interesaba.

 

Y una tarde llego a casa y escucho gemidos y era madre que estaba con Ference. Ference era un vecino de su región natal. Corro la cortina y veo que estaban echados en el lecho. Corro sin mirar a nadie y casi me atropella un carro. El animal se encabritó porque se asustó al verme y el hecho de encabritarse impidió que me arrollara el carro. No escuché los gritos del conductor.

 

Caminé como hipnotizada para el arroyo y me di cuenta, por actitudes de madre, que no era la primera vez que estaba con Ference y que seguramente padre lo sabía. Y me dio un odio tremendo por padre, no por madre. ¿Suicidarse? ¿Generarse castigos a su propio espíritu por esa mujer que no valía la pena?

 

¿Pero quién era yo para criticar a padre si yo estaba haciendo lo mismo? No me suicidaba, por lo menos no rápidamente. Pero no me cuidaba. Armaba unos cigarros con una hierba al pie de las montañas y pitaba. Era una hierba que me dejaba con un vértigo que me mareaba, que me tumbaba en la tierra y me evadía de mi cuerpo. Pero, ¿qué me importaba?

 

Esa apatía de vida, esa negligencia de no querer cuidarme, esa ceguera de amor, de no querer ver el amor que me profesaba el que era mi amigo de la infancia, que no se fijaba en mi aspecto físico sino en mi interior. Hasta que abandonó porque veía que yo ni siquiera me quería a mi misma como mujer.

 

A los veintidós años desencarné. Mi corazón es como que no quiso más. Como dicen hoy, aquí en este mundo, los segundos de los que practican ese deporte llamado boxeo: mi corazón tiró la toalla, abandonó.

 

Me quedé con una colección de lo que los Maestros llaman traumas, engramas. Engrama de soledad, engrama de abatimiento, engrama de incomprensión, engrama de traición porque mi madre, si bien no era mi pareja, me había traicionado. Y pensar que yo la admiraba, que admiraba su belleza y por dentro era como esa manzana, que tú la ves por fuera tan roja y capaz que la abres y está podrida, con esos gusanos que te carcomen el espíritu. ¿Qué hace que una persona sea buena, mala, mejor, peor, indiferente, comprometida, necia, amable, sonriente, amargada? ¿Qué transforma el espíritu de esa manera? ¿Podéis decirme qué? ¿Por qué mi espíritu fue tan débil en ese momento, en ese rol femenino? ¡Dios!

 

Pero no puedo quejarme de ese mundo tan hermoso, con varias regiones similar a Sol III. Creo que en todos los mundos pasa lo mismo. Si bien es un problema del otro somos nosotros los que nos tenemos que hacer cargo de nuestro propio compromiso, de que las cosas nos afecten o no nos afecten. ¡Nosotros somos responsables de nuestros éxitos y fracasos de nuestra parte física, de si somos dejados o somos comprometidos con nosotros mismos porque no podemos ser comprometidos con el otro si no somos comprometidos primero con nosotros! Y eso es una gran verdad y no hay otra verdad que ésa.

 

Y yo no fui comprometida conmigo misma, como ser femenino, en esa encarnación, en ese mundo. Entonces, no le quiero trasladar eso a mi parte encarnada hoy. Porque no es solamente que este bendito receptáculo te canalice para que descargues esos engramas sino también para que el espíritu reflexione y para que el 10% encarnado reflexione.

 

Y esta sesión se trata de reflexión tanto como de descarga. Y si estoy alterado, como thetán, bueno. Permiso: Deseo alterarme.

 

Gracias. Hasta todo momento.