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Psicoauditación - Francisca

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 28/11/2016 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 27/12/2016 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 24/01/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 15/03/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 07/06/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesiones de roles relacionados

Sesión del 23/06/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 10/11/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 13/12/2017 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 13/07/2018 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 17/10/2018 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 04/12/2018 Aldebarán IV, Ervina

Sesión del 08/05/2019 Aldebarán IV, Ervina

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Sesión 28/11/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

La entidad relata una vida en Umbro donde ella y su pareja eran de raza mento. Ella era moderada y no le gustaba cómo le enseñaba a su hijo a usar el poder, pues no parecía que era para prevención y defensa. Su pareja creció en agresividad en el uso del poder y ocasionó muertes. Hubo separación y quedó sola. Sin su hijo.

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Entidad: Mi nombre en esta vida es Francisca. Rememoro una vida de mucho, mucho tiempo atrás, en un mundo distinto, salvaje que me ha dejado infinidad de engramas. Es una vivencia que no sé por dónde comenzarla.

 

Mis padres eran distintos, y había heredado esa diferencia. Éramos una comunidad humana apartada del resto no por temor, todo lo contrario, sino para evitar dañar a nadie. De aspecto éramos iguales a cualquier humano del planeta pero nuestra mente era mucho más fuerte, nunca lo supe interpretar. Entiendo que el pensamiento emite una vibración muy sutil, imperceptible que quizás en mi mundo actual -al que los Maestros le llaman Sol III-, con algunos aparatos pueden medir cierta vibración mental pero nuestra vibración era tal que podía afectar a otros seres si así lo quisiéramos. Nuestra comunidad se llamaba a sí misma "los mentos".

 

Mi nombre era Ervina, con la "b" corta o "v", Ervina. Fui creciendo y jugando, como todos los chicos. Conocí a un joven de una comunidad independiente a la nuestra llamado Eleazar. Eleazar era un joven muy peculiar, alto, atractivo. Nos hicimos amigos desde jóvenes hasta que finalmente formamos pareja. Nos alejamos de nuestro núcleo -él del suyo, yo del mío- y marchamos hacia el sur a hacer una vida en la zona ecuatorial.

Ambos teníamos metales que habíamos heredado de nuestros padres, compramos entre ambos una propiedad con un pequeño campo, con animales y armamos una pequeña granja. Como nuestra habilidad podíamos ocultarla, nadie sabía que ambos éramos mentos. Sí es cierto que lo peculiar de Eleazar, mi pareja, es que cuando era joven, jugando con otros niños, mentalmente llegaba a mover algunas piedras y se las lanzaba.

 

Alguna vez le pregunté a mamá sin decir por qué:

-¿Todos tenemos la misma habilidad en nuestra región?

Madre me dijo:

-Ervina, todos los que somos de familia de mentos tenemos la misma habilidad, algunos más, otros menos, de la misma manera que hay humanos que son más fuertes físicamente que otros.

-¡Ajá! O sea, que hay mentos que tienen más poder que otros.

-Sí, totalmente.

-Pero ¿pueden mover objetos?

-No, no he visto que puedan mover objetos. ¿Por qué me preguntas hija?

-Curiosidad, curiosidad.

 

Con Eleazar éramos una pareja con mucha empatía, diálogo, respeto. Nos queríamos, nos deseábamos, teníamos una gran comunión entre ambos pero es como que a veces tienes, cómo lo diría, cierto carácter oculto.

La granja no nos daba todas las provisiones, nos hacían falta algunas cosas. Yo estaba embarazada, íbamos en la carreta al poblado, el dueño del almacén nos apreciaba mucho, además éramos buenos clientes. ¡Je, je, je! Eleazar cargaba las bolsas en la carreta, compramos incluso alguna ropa y calzado.

Y volvíamos para la granja cuando en el camino cuatro jinetes de no muy buen aspecto, montados en sus hoyumans nos cortaron el paso. No tenía miedo porque Eleazar era un mento bastante fuerte y podía provocarles un fuerte dolor de cabeza hasta dejarlos inconscientes sin necesidad de tomar su espada.

Les dijo:

-Sería oportuno que os corráis del camino, mi esposa está embarazada y quiero evitarle disgustos. -Los hombres se rieron.

Le dije:

-Eleazar, déjame que les provoque un dolor de cabeza.

-No, este tipo de gente no entiende.

 

Enfocó la vista en uno de ellos, el que estaba más cerca, y lo lanzó del caballo -del hoyuman, como le decíamos en nuestro mundo-, a varias líneas de distancia, me quedé asombrada. Cuando éramos jóvenes lo había visto hacer esto con rocas pequeñas, algunas más grandes pero no con un humano. Los otros se asombraron. Antes de que Eleazar lance alguno más, emití mis ondas mentales. Se tomaron la frente del dolor y cayeron a un costado de sus monturas desmayados.

-No hacía faltaba que intervinieras.

-Fíjate en el que has lanzado, se golpeó en una roca, está muerto.

-Mujer, eran asaltantes, quizá querrían matarme y a ti violarte.

-Podíamos habernos deshecho de ellos como hice yo con los otros.

-Eres demasiado compasiva, Ervina.

 

Tiempo después tuve al nene, le pusimos de nombre Ezeven, con "z" y "v", Ezeven, seguramente heredaría nuestros dones. Fue creciendo feliz jugando con otros niños, practicando duelo de espadas. A sus cinco años discutió con un niño y sin conocer sus límites le causó un fuerte dolor hasta desvanecerlo.

Con Eleazar hablamos con él y le dijimos:

-Ezeven, ya tienes edad para entender. A diferencia de otros seres, a diferencia de nuestros vecinos, tenemos un poder aquí, aquí -me toqué la frente- y podemos lastimar sin querer a otros.

-Pero madre, él se lo merecía.

-No, no Ezeven, nadie se merece nada, nadie se merece nada.

 

Nos preocupamos porque el pequeño hijo de vecinos estuvo dos días sin recuperar el conocimiento, el don de Ezeven era muy elevado y recién tenía cinco años. Por la mañana, antes de que Eleazar fuera a trabajar al campo, se llevaba al niño. Cabalgaban bastante tiempo, se iban a una pequeña montaña y practicaban con la espada. Eso me decían.

Le dije a Eleazar si podía ir, habíamos contratado a un mayordomo, como le decíamos a los capataces, que se quedara cuidando la granja -el mayordomo era casado con dos hijos, responsable, sus hijos también- y marché con Eleazar y nuestro hijo para ver qué le enseñaba. Me quedé asombrada cuando vi que no practicaban con la espada, en esa pequeña montaña había rocas sueltas y lo que hacían era lanzar mentalmente las rocas, el propio Eleazar se molestaba cuando veía que el niño, que ya tenía más de seis años, para siete, lanzaba rocas más grandes y a mayor distancia. Yo misma me asombraba y me preocupaba por Ezeven.

 

Pero tenía todo controlado. El problema era mi pareja, episodios como los de la carreta, cuando veníamos del almacén de ramos generales, ocurrió en varias oportunidades y a pesar de que le decía a Eleazar:

-Contrólate, si nos quieren asaltar o provocar, evita la pelea. En última instancia, con tu mente confúndelos, ni siquiera hace falta desmayarlos, puedes atontarlos mentalmente.

Eleazar decía:

-No, la gente que provoca merece castigo.

 

Y dos, tres hasta cuatro veces ha lanzado gente de encima de su hoyuman a líneas de distancia, en tres casos más el incidente fue fatal, al caer a cierta distancia golpearon la cabeza y murieron inmediatamente.

Lo veía cambiado a Eleazar, más enérgico pero para mal, poco tolerante, y sabemos que la tolerancia es una de las más grandes virtudes. Cuando Ezeven tenía ocho años Eleazar no me quería llevar al poblado, luego me enteré que había causado dos o tres muertes más en el poblado simplemente porque lo provocaban.

Cuando Ezeven cumplió nueve años le dije:

-Eleazar no tenemos la comunicación que teníamos antes, el diálogo, la empatía, el respeto, no me prestas atención.

-Y tú qué puedes hablar, Ervina -me respondía-, me censuras en todo lo que hago. Eres buena para nada.

-Quizá sea mejor que nos separemos.

-No hay problema, nos separamos. Tengo bastantes metales ahorrados para empezar de nuevo. Me llevo la carreta grande y algunos animales. Tú te arreglarás sola con el campo, tienes el matrimonio de mayordomos que te ayude, pero Ezeven se viene conmigo.

-Es un niño, tiene nueve años.

-No soy tan cruel como piensas, Ervina, no me iré tan lejos. Hay un pueblo vecino que ya he visitado varias veces, allí también hay granjas disponibles. Empezaré de vuelta y Ezeven puede visitarte cuando quiera, ¿no?

 

Y nos separamos. Sentí como que la Tierra se me abría al medio, como que me tragaba muy hondo. El amor no se va de un día para el otro. Si bien me sentía defraudada de la conducta de Eleazar estaba acostumbrada a tener una familia, esa era la palabra, acostumbrada, y eso no era amor. Hay temas que me resulta incómodo tocar pero en los últimos tiempos estábamos infinidad de amaneceres sin acercarnos íntimamente, con Eleazar, él no me buscaba y en realidad yo tampoco, algo había cambiado, el deseo se había apagado, quedaba el cariño, pero eso no era amor.

Pero las vivencias no terminan allí, pasaron cosas graves. Pero esa es otra historia.

 

 

 


 

Sesión 27/12/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

En Umbro ella era mento. Su hijo, también mento, tenía poderes y su familia tenía miedo de él. Se encontraba solo, de adolescente y tuvo que marchar. La entidad, en rol de su madre, quedó con dolor que le sigue afectando.

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Entidad: A veces creo que la ley de entropía, la segunda ley de termodinámica, afecta en todas las vidas, todo tiende para ir para peor. Muchos habréis estudiado que los fenómenos químicos son irreversibles, encendéis un fósforo o cerilla, luego que la flama se apaga no vuelve a ser otra vez utilizable. Y a veces parece que en las distintas vidas esa flama llamada esperanza, deseos de seguir adelante tienden a apagarse, obviamente por situaciones que escapan a nuestro manejo.

 

Mi nombre era Francisca. Había conocido a Eleazar, él no tenía buen carácter y con el tiempo fue deteriorándose al punto de cometer actos que para mí eran demasiado hostiles. Amábamos a nuestro niño, Ezeven, pero es como que Eleazar lo acaparaba. Ambos éramos mentos, descendíamos de familia de mentos pero Eleazar, por algo en su interior tenía otro don, virtud o defecto pero don, podía mover objetos a distancia. Y practicaba con Ezeven cuando era una criatura y lo exigía y lo exigía y lo exigía. Cuando el niño cumplió nueve años nos separamos.

Al poco tiempo conocí a Mureno, él ya tenía una hija de una pareja anterior, Eliana. Mureno era una persona, ¿cómo diríamos?, amable, tolerante nada que ver con el carácter de Eleazar. Eleazar no puso reparo de que haya formado pareja con Mureno puesto que él, a su vez, se había juntado con Maneva, con quién había tenido un niño.

 

Ezeven venía seguido a casa, él prácticamente vivía con su padre pero lo poco que hablaba conmigo, las pocas palabras que lograba sacarle, formaban un triste relato, como que Maneva era una mujer muy sufrida y con muchos problemas y le tenía cierta aprensión a Ezeven.

Ezeven fue desarrollando más poderes que mi ex, muchos más poderes al punto tal de no solamente mover objetos, no solamente dominar las mentes sino que también llegaba a juntar bolas de energía como algunos seres del noroeste pero mucho más potenciado.

Varias veces Mureno se quejó conmigo, diciéndome:

-Ervina, Ezeven se acerca mucho a Eliana.

Yo le decía:

-Pero Mureno, es su hermanastra, o sea, no entiendo, no entiendo.

-Ella está muy afectiva con él -me dijo Mureno.

-Ok. ¿A qué conclusión quieres llegar? ¿A qué...? ¿A qué conclusión quieres llegar? Dime, -insistí.

-Creo que la somete mentalmente.

-Mureno, mi hijo no haría eso. Aparte, tú dices ¿someterla para tenerla como mujer? ¡Es un niño!

 

Ezeven había crecido, ya había cumplido quince de vuestros años, había desarrollado su cuerpo. No era todavía tan alto ni como Mureno ni como su papá Eleazar pero sí ya estaba a mi altura. No solamente por la mañana seguía haciendo ejercicios mentales como cuando de pequeño su padre le enseñaba, ahora lo hacía en ausencia de su padre. Se iba al borde de la montaña, al pie, y empezaba a mover objetos.

Recuerdo que una tarde en el poblado, por causalidad, me encontré con Eleazar. La distancia, el hecho de que cada uno tenía su pareja hacía que pudiéramos hablar armoniosamente.

-Pero claro -inquirí-, está viniendo muy seguido y es como que no quiere volver. ¿Qué pasa, Eleazar?

-Nada Ervina. Bueno, en realidad, sí.

-En realidad, sí, ¿qué?

-Maneva me comentó que ella sufrió de pequeña en las islas al oeste del continente, terremotos, la isla se hundió y ella llegó con su madre al continente, su papá no sobrevivió.

-¿Pero qué tiene que ver eso con Ezeven? -lo interrumpí.

-Ella quedó con problemas, con miedos a los temblores, también tenía secuelas físicas por un golpe que recibió en un derrumbe. Luego tuvimos a Rasto Zovar.

-Insisto, ¿qué tiene que ver esto con Ezeven?

-Bueno, no sé si provocado o qué, pero Ezeven provocó un tremendo temblor en la casa donde vivíamos poniendo en peligro al bebé y a Maneva. Prácticamente Maneva me pidió que esté lo menos posible en casa.

-¡Pero yo acá no puedo tenerlo!

-Mureno piensa que él somete a su hija mentalmente.

-Mureno es una persona torcida, ¿cómo va a pensar eso de mi hijo?

-Bueno, qué puedo decir de Maneva, ¿me estás diciendo que él trató de matarla derrumbando la casa con sus poderes?

-No dije eso, pero tú sí has dicho y afirmado que él somete a tu hijastra.

Nos saludamos fríamente pero sin discutir.

 

Traje en una carreta provisiones pero Ezeven a sus quince años sabía leer los rostros.

-¿Qué pasa, madre?

-Lo vi a tu padre, me contó lo de Maneva, me dijo que tú casi derrumbas la casa, y más que ella es temerosa con los terremotos.

Ezeven hizo una mueca de tristeza, de pena pero sus ojos reflejaban como odio, como ira, cólera.

-Yo me doy cuenta de las cosas madre, tu pareja tampoco me quiere, la pareja de padre tampoco me quiere, Eliana tiene ciertas dudas conmigo pero me tiene afecto, jamás la sometería. Aparte, vuestra mente está podrida si pensáis que yo haría algo así.

Yo pensaba en mi pareja y le pregunté, quizás egoístamente:

-¿Volverás pronto al lado de tu padre?

-Madre, te acabo de decir que Maneva no me soporta. Parece que cuando alguien es distinto no lo soportan, por eso tú no lo soportaste a padre.

-Per hijo, ¿qué dices?, yo también soy de raza mento.

-Claro, pero no mueves objetos ni manipulas energías, yo puedo manipular bolas de fuego y bolas eléctricas, no sé de quién lo heredé o si es naturalmente mío. Aparte puedo provocar aludes, sí madre no te asombre, lo he probado primero viendo que no había gente en los alrededores, he provocado un gigantesco alud en la montaña del oeste, decenas y decenas de piedras y rocas gigantescas caían sobre mí.

-¿Y cómo no te has lastimado? -le pregunté.

-Porque aprendí a poner una capa de energía protectora sobre mí.

-¿Tu padre sabe eso?

-No le conté aún.

-O sea, que si tú prestas atención y alguien te dispara una flecha o te tira una lanza, ¿tú puedes poner una especie de energía y no te llega?

-Así es, madre.

 

Me quedé pálida, creo que ni el propio Ezeven sabía el tremendo don que tenía. Que aquel que está más allá de las estrellas me perdone, que esa hermosa Esencia que mora en el cielo me disculpe pero tenía miedo de mi propio hijo, de que un día se enojara con Mureno, que perdiera la paciencia y lo matara con su mente. Lo tanteé y le pregunté:

-¿Estás molesto que haya formado pareja con Mureno?, tu padre formó pareja y no le has dicho nada, ¿por qué no iba a rehacer mi vida? Él está bien con Maneva, yo estoy bien con Mureno, ¿por qué no podemos ser felices?

Ezeven me respondió:

-¿Quién impide que lo seáis? Cuando estoy con padre quiero comer, dormir, hacer mi vida, lo ayudo a padre con las tareas agrícolas, no tengo problemas en ayudar a Mureno pero es como que tuviera una enfermedad contagiosa, Mureno me mira como si yo fuera una criatura deforme, es capaz de abrazarse con un lomante, esa criatura alta, peluda y no conmigo. Lo mismo pasa con Maneva, la pareja de papá, no quiere ni tocarme, ni que me acerque a su bebé Rasto Zovar. Estoy contaminado, estoy condenado a no estar en la casa de papá ni en la tuya.

-Nadie ha dicho eso.

-Sí, sí, lo habéis dicho, lo habéis dicho. No pelean con papá para ver quién se queda conmigo si no para ver quién... quién se deshace más rápido de mí. Pero no os preocupéis, he conseguido metales cobreados, plateados y hasta dorados.

-¿Cómo?, ¿qué has hecho?

-¿Ves?, ya piensas mal, piensas que heredé el carácter de papá. ¿Te piensas que no sé que padre, cuando yo era mucho más pequeño, ha llegado a hacer un mal uso de su poder mental? Yo no tengo ese carácter pero me empujan, me impulsan. -Se acercó a mí y me abrazó, me dio un beso en la mejilla-. Trataré de venir lo menos posible.

-Pero es yo no quiero...

-Quédate tranquila, dile a Mureno que vendré muy esporádicamente. Salúdame a Eliana.

 

Y se alejó, llevando una mochila sobre sus hombros. Y me quedé pensando cómo logró tener tantos metales, hay gente que trabajaba cientos de días para tener un solo metal dorado, pero no me quiso contar y más temor me dio. Sentía que mi mundo se hundía, me dolía el pecho enormemente. Me sentía mal conmigo misma, muy mal, pero por otro lado sentía compasión por Ezeven, él estaba solo. Directa o indirectamente nosotros éramos los responsables y era algo con lo que teníamos que vivir. Al igual que mucha gente del sur yo entendía que luego que morimos, volvemos a nacer con otra forma, con otro nombre pero que ese dolor que llevamos dentro lo llevamos a esa otra vida, aunque no nos recordemos.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 24/01/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

La entidad relata que a raíz de que a su hijo lo habían visto en determinada situación estaba siendo prejuzgado de ser dañino. Como madre no quería aceptarlo pero se dejó convencer de ello. De aquella vida salió con multitud de engramas.

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Entidad: ¿Estamos seguros de lo que vemos? ¿Estamos seguros de lo que creemos haber comprobado? ¿Estamos seguros que no es nuestro prejuicio el que dirige nuestras vidas? ¿Estamos convencidos de que nuestras apreciaciones son las correctas?

 

En la vida de Ervina me había separado cuando mi hijo Ezeven tenía nueve años. Mi expareja, Eleazar, tres años después se juntó con Maneva, con quien tuvo un niño. Yo formé pareja con Mureno, quien ya tenía una hija de una pareja anterior, Eliana.

Ezeven fue desarrollando dones, por llamarlos de alguna manera, más potentes que los de Eleazar y los míos. Tanto mi expareja como yo éramos mentos, pero en mi caso simplemente podía apenas manipular una mente en caso de defensa propia. En el caso de Eleazar no, él incluso llegaba con su mente a mover objetos. Pero Ezeven, a medida que fue creciendo desarrolló dones que jamás podría imaginarme -lo que vosotros llamáis telequinesis-; podía lanzar una especie de energía eléctrica con las manos, hasta podía elevarse del suelo con su poder mental.

 

Es verdad que cuando venía a casa -porque vivía con Eleazar-, cuando mi hijo Ezeven venía a casa, Mureno estaba incómodo, varias veces lo encontró hablando muy cercanamente a Eliana y pensaba como que con su mente la podría manipular para estar íntimamente con ella. Discutí muchas veces con mi actual pareja diciendo "Mi hijo jamás haría una cosa así", pero honestamente, su conducta, su manera de guardar las cosas dentro suyo y no decirlas me hizo llegar a pensar que Mureno tenía razón. A veces conversaba con el papá del niño, con Eleazar, quien se quejaba. Me decía:

-A veces en casa es difícil tenerlo porque mi pareja tiene miedo que dañe el bebé.

 

Una vez había provocado una especie de temblor -hasta tal punto había crecido su don- derrumbando parte del techo. Maneva había sufrido porque nació en la islas Nalares, al oeste del continente antiguo, allí había pequeños temblores, el último había hundido la isla donde ella había nacido, tenía pánico a que la tierra se moviese. Y desde el día que por alguna razón mi hijo provocó ese temblor en la casa del padre, su pareja, Maneva no quería que estuviera. Todos éramos responsables, yo, mi pareja, Mureno, mi expareja Eleazar y su actual pareja Maneva. Todos éramos responsables de que Ezeven se hubiera transformado en una especie de paria y se aislara de nosotros. Amaneceres enteros ni Eleazar ni yo sabíamos dónde estaba, la última vez habían pasado más de veinte amaneceres sin tener noticias de mi hijo.

 

Le dije a Mureno:

-Voy a ir a la granja de Eleazar.

-¿Para qué?

-Quiero saber noticias de mi hijo. ¿No estarás celoso? El padre de Ezeven está en pareja, tiene un niño, Rasto.

-Está bien, ten cuidado.

 

Preparé un hoyuman, no iba a ir en una carreta, no tenía sentido. Llevé una alforja con dos cantimploras con agua, algunas monedas cobreadas, por cualquier contingencia.

No era tan lejos la granja de mi expareja. Llevé la montura al paso estando alerta de que no me topara con ningún maleante en el camino. A lo lejos avistaba la granja de Eleazar, fui descendiendo por el camino sinuoso hasta llegar al valle.

A pocas líneas de la casa escucho tremendos gritos de mujer. Apuro el hoyuman, voy al galope, desmonto rápidamente y corro. Entro a la casa, lo veo a Ezeven, a mi hijo, saliendo de la pequeña cuna del bebé, la veo a Maneva desmayada en el piso. Ezeven corre y se aleja, me choca con el hombro, me mira casi sin ver y se aleja de la casa. Corro a ver al bebé de Maneva, estaba bien. La asisto entonces a esta mujer. Salgo afuera, muevo la palanca de extracción de agua del pozo, cojo un pequeño recipiente y con un paño le mojo la cara. Maneva se despierta, me mira, se asusta, me mira de nuevo y me reconoce y se abraza a mí -nunca tuvimos ese acercamiento-, se pone a llorar, luego se aleja.

-Tú -me dice-, tú eres la responsable, tu hijo quiso matar a mi bebé.

-¿Qué pasó? Escuchaba tus gritos.

-¿Cómo no voy a gritar? Mi esposo no está, llego de hacer unas compras, sabes que tu hijo con las manos lanza una especie de rayos eléctricos, le estaba lanzando rayos a mi bebé para matarlo. Cuando pegué un alarido dejó lo que estaba haciendo, me miró y en ese momento me desmayé.

-Cuando yo llegué estaba dejando la cuna del bebé, casi me atropella, y se marchó.

-Ervina -me dijo Maneva-, tu hijo es un asesino, tienes que reconocerlo. Cuando venga Eleazar se lo voy a decir, no quiero que venga más aquí. No sé tú pero si tu pareja se entera de lo que pasó aquí, y le voy a decir a Eleazar que se lo diga, tampoco lo van a aceptar ustedes.

-No hace falta que digas nada, yo misma se lo voy a decir a Mureno y a mi hijastra Eliana. -Y le reproché-: Tú me dices que yo tengo la culpa... Cuando uno engendra un hijo, ¿qué sabe qué va a salir? ¿Hasta qué punto somos responsables?

-¿Acaso no sabíais cómo era?

-¿Acaso tú no sabías -le retruqué-, que Eleazar le enseñaba a mover rocas? ¿Acaso tú no sabías que su padre lo entrenaba de pequeño? ¿Acaso no te contó?

-¿Y acaso no te contó a ti -me dijo Maneva-, que casi derrumba nuestra casa porque nos odia?

 

No tenía sentido seguir hablando. Fue corriendo Maneva a abrazar a su niño, lo alzó, lo puso en su pecho.

Le dije:

-Está bien, ya lo constaté.

-De todas maneras lo voy a llevar al poblado para que lo vea alguien que sepa.

-Lamento todo esto -le dije antes de irme.

Me respondió:

-Más lo lamento yo. Y no te ofendas Ervina, pero cuando menos nos tratemos mejor, que cada pareja viva su vida, yo con Eleazar, tú con Mureno. Tú tienes una hijastra que no es tuya pero aprende a quererla, yo tengo un hijo propio, Rasto Zobar, y es bebé todavía, y no quiero problemas.

-Está bien -asentí-. -Y me marché.

 

Por el camino las lágrimas apenas me dejaban ver. Llegué a casa, Mureno con su rostro oscuro, así y todo, se puso pálido.

-¿Qué sucedió?

Le conté a grandes rasgos.

-¿Ves que yo tenía razón? -me dijo mi pareja-. ¿Ves, Ervina? No pienso hacer nada, su padre Eleazar se va a encargar, -me comentó Mureno.

Le comenté:

-Honestamente, estoy cansada, quiero vivir tranquila, quiero ser normal, en armonía, no quiero más dramas. Me duele el pecho, no sabes cómo me duele el pecho.

Me abracé con Mureno, le conté lo que me dijo Maneva.

-¿Qué querías que te dijera?

 

Me quedé pensativa. Esa noche apenas probé bocado, la niña Eliana había preparado un guisado muy sabroso pero no me sentía con ganas de comer. Me abracé con ella, me dijo que había escuchado lo que le conté a su padre.

-¿Y qué opinas?

Eliana negó con la cabeza.

-No lo puedo aceptar, no tengo esa opinión de Ezeven, no. ¿Por qué iba a asesinar al bebé?

Me encogí de hombros y respondí:

-Porque Maneva lo maltrató muchas veces y sería una manera de vengarse.

La niña dijo:

-No tiene sentido, no tiene sentido, lo estás prejuzgando, y es tu hijo.

 

No quise discutirle, al fin y al cabo era una niña todavía, no sabía cosas de la vida. Pero esa noche no sólo no comí, tampoco dormí porque en el fondo, consciente o inconscientemente, tampoco digería la conducta de Ezeven, porque honestamente no la entendía, no me cerraba, no encajaba. Pero Maneva lo vio lanzando rayos al bebé y yo lo vi apartándose de la cuna. Ante lo visto ya no se trata de un prejuicio, lamentablemente, y con dolor lo digo.

 

La vivencia en el rol de Ervina es una vivencia que, como decís vosotros, me ha dejado muchísimos engramas, de incomprensión por sobre todas las cosas y de no aceptación a realidades que no queremos aceptar, porque si las aceptamos nos duelen más, nos destrozan, nos destruyen. Entonces, a veces queremos negar la realidad, pero la realidad, a veces, habla por nosotros.

 

Gracias, ¡Ay Dios!, por escucharme.

 

 

 


 

Sesión 15/03/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

La entidad relata cómo llevaba de mal su vida en Umbro al punto de dejar a aquellos con quienes convivía. Había mal ambiente y reproches cruzados por tristes sucesos anteriores. Un hombre sabio les puso las cosas en su lugar explicándoles la diferencia entre culpa y responsabilidad. Empezaron a vivir de nuevo.

Sesión en MP3 (2.923 KB)

 

Entidad: Mi nombre como thetán es Asdanel, del plano 3 subnivel 8.

 

Habían pasado muchísimos, muchísimos amaneceres y me sentía con lo que vosotros llamáis complejo de culpa viviendo felizmente con Mureno y con su hija Eliana. Recuerdo cuando vino mi expareja, Eleazar, a contarme que nuestro hijo Ezeven, en realidad, mediante ese bendito don que le dio aquel que está más allá de las estrellas, había salvado la vida del bebé que Eleazar tenía con Maneva. En el momento en que lo vimos lanzando una descarga al bebé en su cuna tanto Maneva como yo pensamos que lo estaba matando cuando en realidad le estaba salvando la vida, pues se le había parado su corazoncito.

 

Y pasaron más de mil amaneceres sin ver nunca más a Ezeven y sus dones. Sabía que trabajaba en un teatro ambulante que recorría toda la zona ecuatorial y en distintos poblados grandes y aldeas pequeñas ganaba metales. También me enteré que era envidiado por el resto de la compañía teatral porque era a quien más iba a ver el público. ¡Ay! Por alguna razón que sólo aquel que está más allá de las estrellas sabe, el don de Ezeven, aparte de ser un mento, tenía el don de la telequinesis, podía mover todo tipo de objetos, podía lanzar descargas eléctricas, podía levitar... Y cuántos dones más que ocultaría. Pero sí, nadie se metía con él, pues ya sabían lo que era capaz de hacer.

 

Recuerdo que hace cien amaneceres atrás le dije a Mureno:

-Voy a recorrer las aldeas para saber si está bien, quiero verlo.

Mureno me dijo:

-Mira, Ervina, que una mujer sola vaya por los caminos...

-Es la zona ecuatorial, aquí prácticamente rara vez pueden asaltarte o querer ultrajarte.

 

Pero dijera lo que dijera Mureno yo estaba desesperada en ese momento por saber de Ezeven, que seguramente ya tendría dieciocho de vuestros años. Pero no, recorrí siete, ocho, hasta nueve aldeas distintas. En todas me hablaron de él. "Sí, es un joven así, es asá, va vestido de tal manera, hace tal cosa. ¿Tú quién eres?". Pero no estaba. Ni la compañía de teatro.

Recuerdo que al comienzo, a los primeros días, la compañía estaba fija en un lugar, pero al saber que se corría la voz en las distintas aldeas de lo que era capaz de hacer Ezeven, ellos mismos aprovecharon y como decís vosotros hoy, se iban de gira. Lo odiaban, lo envidiaban. Era el que traía la gente, era el que podía hacer cosas. Verlo solamente levitar cinco minutos valía el esfuerzo de haber gastado hasta dos metales plateados por persona. Y el resto lo envidiaba y lo odiaba por eso. ¡Ignorantes! Porque gracias a eso, gracias a Ezeven ellos comían.

Ezeven era listo, muchos que lo conocieron contaban que le había pedido un aumento. Y ganaba, aparte, más metales que los demás pero se lo merecía. Y cosechaba más envidia, más odio, más bronca, más ira. ¿Pero quién se iba a atrever a decírselo?

 

Y me resigné, me resigné a no verlo más, a haberlo perdido. Hubo una etapa en mi vida en que me aislé, no quería intimar con Mureno. Más de una vez lo acusé de que él me separara de Ezeven al llenarme la cabeza diciéndome que él utilizaba sus dones con su hija Eliana para manipularla y luego intimar con ella.

Más de una vez le grité en la cara:

-Lo has acusado falsamente.

La propia Eliana a veces se ponía en contra mía.

-No acuses a papá.

-Tú cállate, al fin y al cabo no eres mi hija. -¡Ay! Después me arrepentí de haber dicho eso, después me arrepentí enormemente de haber dicho eso.

 

Eliana ya tenía diecisiete años y más de una vez amagó con marcharse, pero Mureno era un buen hombre y la niña también era una buena niña. Una tarde hablamos y quedamos en que nos íbamos a separar.

Pero un día vino un hombre extraño al poblado, un hombre de edad indefinida, se llamaba Fondalar, muchos habían escuchado hablar de él. Era un mento pero un mento muy poderoso, legendario, que tenía el don de orientar a la gente, incapaz de usar sus dones para el mal. Y me atreví a abordarlo.

-Señor... -Me miró sonriendo con sus ojos indefinidos de color celeste u obscuros o grises, podía cambiar el color de los ojos, o era lo que yo creía percibir.

-Dime en que te puedo ser útil.

-¿Tú eres Fondalar?

-¿Y tú?

-Ervina. Quisiéramos invitarlo a comer.

-¿Quisiéramos?

-Mi esposo y su hija, mi hijastra. -Y aceptó de inmediato. Preparamos un humilde guisado que lo comió gustoso.

Nos miró a los tres con una sonrisa cálida y nos dijo:

-No estáis bien, ¿qué pasa con vosotros?

 

Y cada uno expuso su dolor. Eliana sintiéndose relegada, Mureno sintiéndose -equivocadamente-, una sombra de Eleazar cuando justamente yo había dejado a Eleazar porque lo percibí violento. Y yo, confesando que acusaba a los dos, a Mureno y a Eliana de haber perdido a Ezeven.

El hombre, el mento, el consejero Fondalar se interesó por Ezeven. Se quedó con nosotros toda la tarde prestando en todo momento atención a lo que contábamos. Le conté que me separé del padre cuando Ezeven tenía nueve años, que a los doce me junté con Mureno.

Le pregunté a Fondalar:

-¿No te asombras de que me haya juntado con un hombre de raza oscura? -Fondalar me miró extrañado.

-Ervina, ¿asombrarme?, ¿por qué?, todos tenemos algo adentro que forma parte de aquel que está más allá de las estrellas, eso de adentro es lo más valioso que tenemos. La piel, el color es secundario, eso no te hace ni más ni menos especial; al igual de los orcos que viven cerca de los apartados o los elfos o los seres alados del noreste donde viven los dracons o los vampirs o los lomantes, todos portamos dentro nuestro esa Luz que nadie o casi nadie puede ver, vislumbrar, percibir, y vosotros la tenéis. Hay heridas que no se pueden enmendar, no puedo decir que nunca más veréis a Ezeven, él tiene libre albedrío, seguramente estará experimentando su vida como vosotros experimentáis la vuestra. Tú, Ervina, has sido la substancia que lo ha traído a este mundo, pero él es libre.

-Eso lo entiendo -argumenté-, pero lo lastimamos mucho, hasta lo acusamos de que quería matar al bebé de mi ex pareja que había tenido con su actual pareja Maneva.

-Al fin y al cabo -dijo Fondalar-, debéis separar lo que es culpa de lo que es responsabilidad.

-No entiendo -pregunté.

-Culpa -explicó-, es cuando uno hace las cosas a propósito. Responsabilidad es cuando puede cometer una torpeza sin darse cuenta, pero que así y todo debe hacerse cargo. Vosotros, según tú me has contado, habéis visto e interpretado algo que no era, y el error -que no fue exprofeso-, fue mal interpretar esa escena y haber acusado a Ezeven. Pero ya pasó hace muchos, muchos, muchos amaneceres. Y según tú, estimada Ervina, me cuentas, vive tu vida. Dejad de acusaros unos a otros como queriendo expiar vuestras culpas, que no las tenéis. Cuando tu pareja Mureno pensó que el joven buscaba, quizás, abusar de Eliana mediante sus dones era lo que él creía percibir. Muchos hubieran pensado igual pero ya saben que no era así. Disfrutad, disfrutad vosotros tres. Tenéis mucho por hacer por delante. No tiene sentido echaros en cara cosas porque lo único que logran es falsamente sacarse ese peso que vosotros mismos os habéis puesto encima. Hay cargas que tendrán que llevar toda la vida, pero que cada uno lleve la suya, no le haga carga al otro ese peso. Y que tampoco ese peso les impida disfrutar. Son gente de bien, actúen como tal.

 

En un impulso la joven Eliana se abrazó al hombre, el hombre la abrazó y le acarició la cabeza sonriendo. Le tomó el rosto y le dijo:

Y tú, niña, tienes mucho para dar. ¿Sabes leer y escribir?

-Sí, señor -asintió Eliana.

-Bien, en el poblado hay muchos niños que no saben leer y escribir. Veo que tenéis una habitación espaciosa que no usáis... Avisa en el poblado y enseña a leer y a escribir a los niños, y de paso ganas unos pocos metales.

A Eliana le brillaron los ojos, por lo menos haría algo que le gusta. Le agradecí.

-Quisiéramos pagarle.

-¡Mujer! Me habéis pagado con vuestra grata compañía, con la sabrosa comida.

 

Se estrechó la mano con Mureno, me dio caballerosamente la mano a mí, acarició la cabeza de Eliana. Y con esa sonrisa tan, tan bella se marchó.

 

Le dije a Mureno:

-Ese hombre es un poderoso mento, es conocido en varias regiones de Umbro. Y mira, ¡qué humilde!, ¡qué sencillo! Ha ayudado a otros en rescates de personas secuestradas, se comenta que ayudó a rescatar una princesa de las garras de un hombre del norte. Se comenta tantas cosas que con el tiempo no sabes lo que es cierto y lo que es leyenda.

 

¡Ay! Pero ya me sentía más tranquila. Me abracé con Mureno, se unió a nuestro abrazo Eliana. Y dije:

-Somos una familia.

 

Nunca me olvidaría de Ezeven, por supuesto que no, y anhelaba con algún día verlo, pero mientras tanto aprendería a ser feliz, porque la única manera de ser feliz es apreciar lo que tenemos y no estar triste por lo que carecemos, eso no sirve, porque no es justo tampoco para uno. Y ser feliz con lo que uno tiene no es resignarse, es aceptar la situación sin dejar de soñar, pero no sueños tipo espejismos, sueños que podrían concretarse. Pero por el momento, por el momento era esto. Fondalar, en un mediodía, en una tarde nos había hecho reflexionar para bien.

 

Gracias por escuchar, gracias.

 

 

 


 

Sesión 07/06/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

La felicidad no existe, es un proceso mental. Aparte, ser feliz implica que se cumplan demasiadas cosas. La entidad relata que de repente, lo que se aguantaba precariamente se cayó y marchó, dejando la familia por segunda vez. Los roles de ego de todos ellos hundieron las precarias relaciones.

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Entidad: ¡Je! No existe el mundo perfecto, no existe la vida perfecta ni tampoco las relaciones perfectas. A veces anhelamos la felicidad. Entiendo que los Maestros de Luz dicen que lo sabio es captar, comprender, digerir, que la felicidad son aquellos momentos donde compartes un diálogo, una comida, una bebida con tu entorno, con amistades, con una relación afectiva, pero siempre falta algo, siempre hay alguien que quieres y está lejos, de la relación que sea ¿eh?, sea de pareja, hijos, familia, amigos, hermanos, pero es como que no está la mesa completa. Entonces, si tuviera que medir una escala de felicidad diría "sí, soy feliz, pero...", y como dicen los Maestros, el pero es objeción, como diciendo "soy feliz, pero no tanto", o "soy feliz, pero sería más si tuviera tal cosa o tal persona estuviera cerca".

 

Mi actual pareja, Mureno, interrumpió mis pensamientos.

-Ervina, no es la primera vez que te cuelgas en pensamientos inútiles, nos descuidas a nosotros, vengo de trabajar y estás en el sillón sentada, no has preparado nada, no has ayudado a Eliana a estudiar. Yo sé que no es tu hija pero el hecho de que compartamos la vivienda es como si fuera tu hija adoptiva, porque tú eres mi pareja y ella es mi hija.

 

Terminó de hablar, de hacer el reproche. Y hay un Excelso Maestro que dice que cuando uno está depresivo dice la verdad.

-No soy feliz del todo -respondí-, y en este momento estoy en un bajón anímico.

 

Y muchos seres humanos en lugar de entender o tratar de contener en ese momento, reprochan, y obviamente obtienen el efecto contrario.

-Seguro que es por Ezeven, por fin lo sacamos de encima. Todavía tengo en duda si no quiso matar al bebé de Maneva, de la pareja de tu ex.

Medité. Levanté la vista, lo miré fijo a los ojos.

-¿Has terminado de decir estupideces?, ¿has terminado de decir necedades?

-¿Me estás llamando necio? -Se defendió Mureno.

-Sí, te estoy llamando necio. Con Maneva ya acordamos que al bebé le había salvado la vida.

 

El tema era que no todos entendían que Ezeven era especial. Tanto su papá Eleazar como yo éramos de origen mento, pero por alguna razón, en su interior, en su sangre, en su mente o vaya a saber en qué parte había desarrollado otros dones, la gente le llamaba poderes a mí no me gustaba la palabra. Podía lanzar descargas eléctricas, a veces calentaban tanto sus manos que lanzaba fuego y me enteré de que podía levitar. Con la niña Eliana no nos llevábamos mal pero ella se sentía, quizá con razón, apartada, pero yo no..., ¿cómo puedo explicarlo?, no, no le prestaba atención, no, por ni por negligencia, ni por indiferencia si no por, como decís vosotros, por complejo de culpa. Su padre lo apartó a Ezeven de su vivienda por presión de su pareja Maneva, yo lo aparté por presión de mi pareja Mureno. Y se fue. Me enteré que estaba trabajando en una compañía de teatro, él no actuaba pero mostraba sus dones, la gente pensaba que eran excelentes trucos porque en los teatros ecuatoriales podía venir quince, veinte personas a ver las historias que relataban, batallas figuradas o a veces comedias, pero verlo a Ezeven levitar... y llegaba a haber hasta cien personas. El dueño de la compañía cobraba infinidad de metales plateados y cobreados y Ezeven cobraba su parte. Pero la gente, la bendita gente -irónica estoy siendo-, es tan malévola que todos cobraban más que Ezeven, pero no, igual despertaba envidias. Venía tres veces más gente, ganaban tres veces más todos, igual despertaba envidias y odios, pero más de allí no porque nadie se atrevía a decirle nada o a enfrentarlo porque no sabían hasta donde había desarrollado sus dones, como dije antes, lo que ellos llamaban poderes.

 

Y con Mureno las cosas fueron deteriorándose. Yo sentía algo por él y tenía un efecto tremendo por Eliana, que aunque no era mi hija, de verdad que le tenía afecto, pero no podía discutir cada día, y no lo hacía a propósito, a veces, de sumergirme en llantos silenciosos o en pensamientos oscuros echándome culpa de todo.

Y un día cometí un error, Mureno se puso mal casi al extremo de la violencia. Como decís vosotros, no me achiqué; lo enfrenté al punto tal de empujarlo. Claro, toda acción trae una reacción y si bien Mureno no era muy tolerante no soportó que lo empujara e intentó darme una cachetada. En ese momento sufrió una tremenda puntada en la cabeza y cayó de rodillas. Lo miré fijamente:

-Jamás te atrevas ni siquiera a intentar algo contra mí. -Lo miré fijamente y cayó recostado de costado. Recuperé en ese momento mi mente analítica, lo levanté, lo senté en el piso, me senté a su lado y lo abracé:- Discúlpame.

Mureno me miró con unos ojos que nunca me había mirado.

-Es la primera vez que te veo usar tus poderes mentales, me has lastimado la mente.

-No te he lastimado nada -negué-, simplemente vi que me ibas a pegar una bofetada y te frené mentalmente.

-Fue un amague, jamás te pegaría. Pero ahora entiendo de dónde sacó ese instinto Ezeven; de ti, más potenciado. ¿Cómo sé que cuando estoy trabajando Eliana no haga una travesura, porque no deja de ser una adolescente, y no la castigues mentalmente hasta llegar a desmayarla?

Los excelsos maestros dicen que lo que se ofende es el ego. Y me ofendí.

-¿Me estás hablando en serio Mureno? ¿Cómo podría hacer con la chiquilla eso?

-No lo sé.

-No lo sabes, tienes dudas. Entonces terminemos aquí o bien démonos un tiempo. Me voy a marchar por unos amaneceres.

-No tienes a nadie -argumentó Mureno.

-Tengo un hoyuman, tengo muchísimos metales ahorrados. Quiero despejar mi mente. -Mureno me miró, me dio la impresión como que tenía los ojos vidriosos, pero a uno le enseñaron en Umbro que los varones no lloran, lo cual no era cierto.

Al rato vino la niña y preguntó qué pasó. Le respondí:

-Tuvimos un pequeño cambio de impresiones con tu padre y ambos nos hicimos daño de palabra y quizá de hecho, y me quiero alejar por un tiempo.

-Nos abandonas como nos abandonó Ezeven. -¡Oh!, la niña también...

Argumenté:

-Ezeven no nos abandonó, tu padre pensaba que Ezeven quería usar sus poderes para aprovecharse de ti, para acostarse contigo, directamente te lo digo. Ezeven se fue para que no lo culpen de algo que jamás haría.

Eliana dijo:

-Es verdad que él gustaba de mí, no puedo decir lo que hubiera hecho o no, pero tampoco puedo asegurar nada de lo contrario.

-No puede ser -dije-, se están mostrando tal cual son, crueles. Tu padre es una persona grande, puedo entenderlo, ha pasado por mucho, pero tú, una... apenas poco más que una niña diciendo eso... Siento vergüenza, humillación y seguramente ira. Despejaré un poco mi mente por unos amaneceres. Lamento todo esto, lamento mucho que no me comprendáis, como no habéis comprendido a Ezeven, a mi hijo.

-Ahora es tu hijo -dijo la joven-, pero no hiciste nada cuando se fue.

-¿Buscas manipularme? -le pregunté-, ¿buscas ponerme en mí como que yo soy la causante de todo? Si yo no me hubiese puesto de pareja con tu padre, Ezeven estaría conmigo. ¡De qué hablas!

-Y sí -dijo la joven-, siempre lo has preferido a él.

 

¡Ahhh! Era como una mulena, terca, pero daba la impresión que lo hacía a propósito, que buscaba manipular, que buscaba escarbar la herida en lugar de contener. Y Mureno se callaba la boca, miraba la escena. Hasta se me cruzó por la cabeza lanzarle un poder mental a la niña para que le duela la cabeza horrores, pero era... era mostrarles que yo era igual a ellos.

Me acerqué a la niña, la puse contra mí, la abracé, le di un beso en la frente. Lo miré a Mureno.

Preparé mi hoyuman, dos alforjas, ropa, me calcé unas buenas botas y me marché. A medida que me iba alejando de la viviendo, cuanto más lejos estaba más lágrimas surcaban mi rostro y de verdad, no entendía como todo esto había pasado, se precipitó de repente por una conversación o porque Mureno me encontró en un sillón meditando. Y así ocurren las cosas, como en el norte de repente una pequeña piedra cae, un pequeño alud de nieve y de repente una avalancha que puede sepultar un poblado. Honestamente, iba al paso con mi hoyuman y no acababa de entender lo qué había pasado, no acababa de entender lo qué había pasado.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


 

Sesión 23/06/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Había dejado a dos parejas y había perdido a su hijo. Lo encontró finalmente, pero no sabía si sería aceptada. La entidad relata parte de su vida en Umbro, Aldebarán IV.

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Entidad: De la misma manera que en anteriores ocasiones dije que las circunstancias se ponen en contra nuestra como si tuvieran vida propia, de la misma manera que afirmé que a veces somos actores de reparto y creemos que somos los actores principales de nuestra propia película, las veces que he afirmado que conocemos una persona, como me ha pasado a mí en el rol de Ervina.

 

Recuerdo que me separé de Eleazar porque mostraba síntomas de intolerancia al borde de la violencia con algunos brotes reactivos peligrosos. Y tuvimos un hijo, Ezeven, un hijo especial. En todas las sociedades, en todas, en todos los mundos, hasta en el mismo Sol III, cuando decimos especial ya se habla de discapacidad. Ezeven no tenía discapacidad, Ezeven había heredado de Eleazar y de mí el don de lo que sería la especie mento, porque éramos seres humanos absolutamente normales pero con una diferencia, nuestro cerebro estaba conformado de una manera distinta, quizá, que podíamos... ¿cómo llamarlo?, desarrollar un don para defendernos o bien algunos le pueden dar un mal uso para manipular a otros. Ezeven había desarrollado ese don más otros dones: además de mento tenía el poder de lanzar descargas eléctricas, como los rayos que vienen de las nubes y se comentaba que hasta podía levitar.

 

Recuerdo el último relato donde comentaba que a veces me quedaba pensando y lo extrañaba. Una charla que llevó al final a una gran discusión con mi actual pareja Mureno y con su hija Eliana, adolescente. Me sentí herida, pero no herida desde mi ego, desde mi orgullo o vanidad, me sentí maltratada de alguna manera. Y a diferencia de Eleazar que tenía brotes reactivos, mi pareja Mureno que siempre intentó comprenderme, a lo último no me comprendió. Y su hija, que la apoyé en muchísimas oportunidades me acusó de tomar partido. ¿Creer en el amor es tomar partido? ¿Necesitar afecto es buscar un interés? No. ¿Es tomar partido? No, es directamente el querer sentir. ¡Ahhh! Es obvio que la felicidad no existe y más cuando formas nuevas parejas porque no todos te aceptan que tengas hijos. Pero si tuviera que señalar con el dedo un culpable me miraría a las aguas de un arroyo y me señalaría a mí misma porque de alguna manera es como que yo, como diríais vosotros en Sol III, cometí el pecado de omisión y Ezeven se marchó.

 

Es más, tanto la nueva pareja de Eleazar, Maneva, como yo cuando vimos a Ezeven lanzando con su mano una descarga eléctrica en la pequeña camita del bebé de Maneva, ella incluso llegó hasta a perder el sentido, del terror de que Ezeven estuviera matando a su bebé cuando en realidad lo que pasó fue otra cosa, se le había parado el corazoncito y Ezeven le había salvado la vida con esa descarga en su pecho. Y voy a ser honesta, se marchó como un paria, como un huérfano haciendo números en teatros de la zona ecuatorial.

Y le seguí le rastro poblado tras poblado, región tras región y en todos los poblados me comentaban: -Sí, un tal Ezeven, un tal Ezeven que hace unos trucos increíbles.

 

Hasta que finalmente llegué al pueblo de Furca, allí lo conocían. Llegué a una posada y me mandaron a un almacén diciendo que su dueño, Obregón, lo conocía. Obregón también tenía una historia triste. Su mujer, Arelda, lo había dejado y había vuelto a Turania con su familia. Pero pobre Ezeven, habían aparecido cadáveres de jóvenes aldeanas en las afueras de Furca y ¿cuándo no?, mi hijo era otra vez sospechoso. Me acerqué al teatro ecuatorial en un día de función, fue imposible acercarme cerca del escenario, había más de cien personas mirando el acto. Comentaban que nunca un teatro de la zona ecuatorial juntaba más de treinta personas, pero querían ver nada más cinco minutos lo que hacía Ezeven, que era el acto de cierre para que la gente se quedara hasta lo último, y Ezeven levitaba a media línea y hasta a una línea del piso del escenario. La gente se volvía loca, literalmente hablando, aplaudían, gritaban, ni siquiera los compañeros de la compañía teatral entendían cómo podía hacer ese truco, buscaban cuerdas invisibles. Pero yo, Ervina, su madre, sabía que él podía levitar de verdad.

 

Ezeven no solamente era listo, no solamente tenía un instinto superdesarrollado sino también, si bien no tenía poderes telepáticos -porque la telepatía no existe tal como la consideran escritores de ciencia ficción en Sol III-, pero él podía ubicar por sus rasgos mentales a una persona. De la misma manera que vosotros en Sol III podéis saber mediante una huella digital quién es tal persona, él podía leer las huellas mentales y detectarlas no a una gran distancia pero a cien pasos o más podía detectar a una persona. Y mientras hacía el acto me miró, no hizo ningún gesto simplemente me miró. Su mirada no era tensa, tampoco dulce, era una mirada neutra. Al comienzo sentí una especie de escalofrío pensado que él estaría molesto, enojado.

Terminó el acto, aplaudían todos a rabiar. Me aparté un poquito de la multitud, esperé unos instantes, la multitud se dispersó y allí estaba alto, fuerte, firme pero siempre con una especie de capucha y se cubría parte del rostro. Se acercó a mí, me besó en la mejilla y me abrazó.

-Hola, madre. -Me caían las lágrimas.

-Hijo, te he buscado por distintas regiones.

-¿Qué ha pasado? -me preguntó.

-Nada, tenía necesidad de verte, de sentirte, de saber de ti.

-¿Y qué te ha dicho tu actual familia?

 

No tenía deseos, como decís vosotros, de hacer rol de víctima. Apenas di una pequeña explicación, que hubo un intercambio de opiniones y no nos pusimos de acuerdo y me marché.

Me dijo:

-Las cosas no se deben tomar apresuradamente. -¡Como diciendo que me tendría que haber quedado con Mureno y su hija Eliana!

Me preguntó si había almorzado.

Le dije:

-No, pasé por el almacén de Obregón y me indicó que te podía encontrar aquí, en el teatro.

 

Se acercaron varias compañeras y compañeros y me los presentó. Yo soy menta, no tengo el poder de mi hijo pero soy menta y tengo una elevada intuición, no puedo captar como él las señales mentales pero sí sentir, no sé cómo explicarme mejor. Y sentí un poco de temor en sus compañeros, envidia. Y bueno, fuimos varios a almorzar a la posada más grande del pueblo. Me pedí un guisado, ¡que me gustaba tanto! Tomé un refresco, no quise tomar bebida espumante, nada de alcohol, quería estar lúcida para disfrutar de la compañía de mi hijo. Él también tomó un refresco. Prácticamente no hablamos entre nosotros. Eran siete, cuatro varones y tres mujeres los compañeros. Con nosotros dos nueve. Ocupamos un par de mesas y los escuché a hablar sobre el acto de Ezeven, que ahora entraban tres veces más metales que antes gracias a que Ezeven estaba en la compañía, que en ningún pueblo se habían quedado tanto tiempo como aquí en Furca... ¿Y qué noté? En la misma conversación, en forma inconsciente, noté en ellos admiración por Ezeven, temor, respeto y lo que es peor, envidia, una muy mala envidia en casi todos menos una de las jóvenes, que lo admiraba, y presentí como que lo deseaba, lo deseaba como hombre, como pareja. No sé si Ezeven se daba cuenta de ello, seguramente que sí pero no le atraería o no querría tener algún compromiso todavía. Causalmente, porque nada es casual, la joven se llamaba Eliana, como la hija de Mureno pero obviamente más grande.

 

Y me sentía molesta con los compañeros de Ezeven porque me había enterado de que antes de que él estuviera, al teatro le alcanzaba únicamente para traslados, pagar gastos, mantener animales, comida y un poco más y ahora por Ezeven, con los metales que entraban, todos cobraban el doble y les molestaba que él cobrara más porque era el arreglo que había hecho con el dueño de la compañía, si no, se iba. Y así es la gente, él les hacía ganar el doble pero como a su vez él ganaba más les molestaba, querían tener todo. Y me di cuenta que eso pasa en Umbro en la región ecuatorial, en el poblado de Furca y en todo el universo donde reine el homo sapiens porque el homo sapiens es así, no se conforma con estar bien, lamentablemente casi nadie está bien, pero aún estando bien no se conforman, así y todo si el otro está mejor lo envidian igual aunque ellos estén bien. Los Maestros de Luz dicen "Eso es ego". Yo digo que eso es espíritu torcido.

 

Pero aprendí, aprendí a conocer al ser humano, a entender sus bajezas, sus riquezas, sus envidias, sus angustias porque estuvimos hasta el atardecer conversando y cada uno relataba su problema, como que tenían ansiedad o competían por ver quien había pasado peor su vida. Una de las jóvenes había sido ultrajada, es lamentable, nunca encontraron al culpable, se cambió de región. A otro de los jóvenes le mataron a sus padres. Era muy común en Umbro, un mundo como diríais vosotros en una eterna edad media donde reina el salvajismo... Pero qué, en Sol 3, en mi rol actual, ¿acaso la cosa es mejor porque tenemos ordenadores, porque tenemos televisores, porque tenemos una web, porque podemos comunicarnos telefónicamente a miles de kilómetros? ¿Acaso pensáis que desapareció el egoísmo, la angustia, la soledad, la baja estima? ¿Acaso no seguimos buscando la aprobación del otro? Acaso no le preguntamos a una amiga "¿Me queda bien esta ropa? ¿Te gusta este peinado?" para que nos digan, a la fuerza "Ah, sí, te queda maravillosamente". Entonces una se pone contenta, "Que bien", y a lo mejor la otra persona te lo dice por compromiso o para no lastimarte o para no decirte "Mira, ese peinado es de bruja. Esa ropa que te has comprado es de tercera, ni siquiera de segunda". Entonces qué, ¿eran más auténticos los nativos de Umbro, donde directamente mostraban sus debilidades porque no eran tan sutiles, porque no disimulaban tanto? Y sí. ¡Ufff! Que me disculpe el receptáculo, que le hago doler fuertemente el pecho por esta mezcla de angustia, ansiedad, recuerdos.

 

Pero me sentía gratificada porque estaba de vuelta con mi hijo, no sé por cuánto tiempo. Tampoco sé por cuánto tiempo se quedaría la compañía teatral. Obviamente yo no podía ir con ellos, ¿para qué?, ¿para hacer qué?

Nunca me gustó hacer de lastre ni de contrapeso de nada ni de nadie. Pero bueno, un maestro con el que me crucé una vez dijo "Disfruta el momento, disfruta el ahora". Un tal Fondalar, que me lo crucé camino a Furca. Era un mento. Traté de entrar en su mente pero estaba tan cerrado como la más dura roca. ¡Uf!, pensé, debe ser un mento muy antiguo, de las primeras generaciones. Pero me desarmó su mirada dulce, un hombre indefinible en cuanto a su edad pero dulce. Y su compañera Émeris, también menta, con una belleza que deslumbraba.

Me preguntaron:

-Este camino va para Furca, ¿vas para allí?

-Sí, así es.

-Bien, tendrás una buena sorpresa.

-¿De qué se trata?

-Ya lo sabrás.

 

¿Acaso sabían que yo buscaba a Ezeven? ¿Acaso sabían lo que pasaba por dentro?, porque no existe la adivinación al igual que no existe la telepatía. Y me quedé pensando en eso.

A lo último, cuando nos quedamos solos, se lo conté a Ezeven:

-Los dos mentos que me había encontrado en el camino y que me dijeron que en este poblado tendría una sorpresa.

Ezeven me respondió, taciturno, como siempre:

-Quizá te lo dijeron para alentarte y que no desfallezcas y que sigas en el camino.

-O quizá no -le respondí. -Se encogió de hombros.

Me dijo:

-Te he pagado la habitación aquí en la posada. -Le agradecí.

-¿Me dejarás que te vea mientras esté aquí?

-¿Por qué no?

-¿Te agradó verme? -le pregunté. Ahí estaba buscando la aprobación de mi propio hijo.

-Sí, es agradable verte -me dijo.

Lo miré fijo al rostro. Sus ojos estaban un poco más humanizados, su boca hacía una mínima mueca de sonrisa, pero era tan difícil quebrar esa dureza de granito... Claro, todo lo que había pasado, pobre hijo. De alguna manera es como que mi rol de víctima o de supuesta víctima pasaba a segundo plano.

Ezeven me tomó de la mano, me acarició la mejilla y me dijo:

-Ve a descansar, ya hablaremos.

Lo besé. -Te amo -le dije-. Te amo, hijo.

 

Y me marché a descansar. ¿Tranquila? No, me dolía el pecho. Angustia, ansiedad, como dije recién. Pero bueno, pude descansar un poco.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


 

Sesión 10/11/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Había encontrado a su hijo. Parecía distinto a como lo conocía, lo encontró distinto. En un momento dado se comunicaron más allá de los roles.

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Entidad: Tuve muchísimos roles que me marcaron interiormente como muescas hirientes, como marcas conceptuales en mi parte espiritual y que luego en cada encarnación me fueron condicionando.

 

Vuelvo a rememorar la vida de Ervina, la búsqueda de mi hijo perdido, Ezeven, al que finalmente encontré. Trabajaba en la zona ecuatorial en un teatro, la gente iba más que nada por él. Él tenía infinidad de dones que había heredado de nosotros, sus padres, pero los potenció seguramente por un regalo que le hizo aquel que está más allá de las estrellas. En algún momento se lo dije, en el reencuentro con mi hijo.

-No, no, no me parezco en nada a mi padre Eleazar, tampoco a ti, madre. Vosotros sois mentos, yo no sé lo que soy y no lo veo como un regalo, si bien gano metales porque puedo levitar.

 

Era una palabra que yo desconocía, él quería decir como que flotaba levemente y la gente en los teatros en los que iba buscaban los hilos invisibles. Su función era muy limitada en cuanto a tiempo, diez minutos, y le pedían más y más. Y cómo es la gente ¿no?, el resto de la compañía ganaba más dinero al haber más público, sin embargo la envidia era tal que muchos lo odiaban.

Me invadió una fuerte depresión, pensé que al verlo me sentiría plena. No, no. Hoy lo llamaríais complejo de culpa porque discutimos con mi actual esposo, Mureno, de que Ezeven con sus poderes quería manejar a su hija Eliana y si bien yo creía fielmente en Ezeven, a veces es como que consentí, como que cedí a los pensamientos de Mureno.

 

Pasó un tiempo y lo volví a ver. Estaba entusiasmado, pero no entusiasmado por lo que hacía, entusiasmado porque podía ayudar a alguien. Un joven que tenía el equivalente a dieciséis años de Sol III, Oriano, tenía un mal dermático, un problema que se le caía el cabello y Ezeven lo iba a llevar a un lugar llamado Valle Escondido. No me explicó que sucedía en ese valle pero me dijo que el joven iba a volver curado de su problema.

Le pregunté:

-¿Cómo, hay alguna agua mágica? -me respondió:

-No existe la magia, existen las propiedades sanadoras.

 

A veces me sorprendía porque Ezeven hablaba en un... no en un léxico sino una manera, una forma de expresarse distinta. Yo desconocía la palabra "mal dermático", me explicó que significaba, un problema en la piel que le producía peladilla.

Y le dije:

-Con la mano en el corazón, hijo, ¿en ese valle pueden curar mi alma? Tengo un montón de bajones anímicos por haber sido tan permisiva y lo que no quiero que me culpes por todo lo que estás pasando.

Ezeven negó con la cabeza.

-No madre, no te culpo ni culpo a padre, ni a tu pareja Mureno. Tampoco... ¡ufff!, tampoco a Maneva, la pareja de padre, porque me di cuenta que toda la gente que conozco teme a lo que no sabe que es, teme a lo desconocido. Déjame meditar dos minutos...

Lo interrumpí:

-Si quieres me voy.

-No, está bien, está bien madre, quería dejar mi mente en blanco unos instantes.

-¿Puedo preguntar por qué o para qué?

-Porque a veces es como que siento demasiado, siento ideas.

-¿Escuchas voces en tu mente?

-No madre, siento ideas, como que alguien invisible me pasara conceptos.

-¿Qué es un concepto, hijo?

-¿Cómo te puedo explicar? De repente nosotros estamos hablando sobre un tema, ejemplo, cómo sembrar determinada semilla. Bueno, si tú lo sabes es un concepto que has aprendido. Y esas son las ideas que me transmiten.

Me quedé mirándolo preocupada. ¿Estaría perdiendo la razón Ezeven?

Me miró fijo y sonrió.

-No madre, estoy absolutamente cuerdo

Pegué un respingo asombrada.

-¿Sabes lo que pienso? ¿Tú lees mi pensamiento?

-No, madre, no, no hace falta. Vi tu gesto, tu semblante, tu mirada. Me di cuenta de lo que pensabas. Y no, no, no, no estoy loco. No, madre.

-Está bien. Si no estás loco, ¿quién piensas que te transmite esas ideas?

-Creo, madre, que dentro nuestro tenemos parte de aquel que está más allá de las estrellas y cuando morimos esa esencia que llevamos dentro sigue viviendo con aquel que está más allá de las estrellas.

-¿Cómo viviendo, en un campo, en un valle? ¿Dónde?

-No madre, no lo sé determinar bien, pero es en un lugar donde no se precisa un cuerpo.

-Y entonces, si no tienen un cuerpo ¿cómo pueden transmitirte ideas?

-Aún no lo sé, pero estoy convencido de que esas esencias que alguna vez fueron seres humanos, siguen estando y pueden contactarse.

 

Me sentí desconcertada. Ezeven no era el mismo, el pequeño que yo conocí, tampoco el de hace poco tiempo atrás. Cada día es como que -vosotros diríais- evolucionaba, yo desconocía esa palabra.

A lo lejos vi venir un joven. Ezeven lo recibió. Es Oriano, un joven de rostro simpático. Le veía su rostro, tenía bastante baja estima y su rostro pálido. Ezeven fue a la cuadra y trajo dos hoyumans. Ezeven y Oriano montaron.

Me acerqué y le dije:

-Vuelvo a preguntar, ¿en ese lugar donde vais pueden sanar mi interior? Si yo también tengo una esencia, como tú crees, ¿cómo la sano?, porque es esa esencia la que me oprime el pecho, la que me causa un peso tremendo sobre mis hombros. ¿Cómo la sano?

Mi hijo me respondió con una mirada dulce, como hacía tiempo no veía, porque siempre estaba hermético.

Y me dijo:

-Madre, sólo tú puedes curar tu interior aceptando tus errores como ser humano y entendiendo que eres importante. -Me caían las lágrimas.

Le dije:

-¿Importante? Te he perdido.

-No -negó Ezeven-, no me has perdido, estoy. Simplemente que ahora tengo otra vida.

-¿Volverás pronto?

-Volveré pronto y habré sanado a Oriano. -El joven estaba callado y miraba hacia adelante, como que estaba ansioso de partir.

Así que le dije a Ezeven:

-Ve, llévalo. Y quiero seguir hablando contigo sobre el tema ese de las ideas que recibes o que percibes y sobre el interior de las personas. Prométeme.

-Claro, madre, te lo prometo.

 

Se sujetó de las riendas, se inclinó y me dio un beso en la mejilla. Fue como una carga eléctrica hermosa, como un calor en todo mi rostro, un calor que destilaba amor. Y la gente le tenía envidia, miedo, desprecio.

En un impulso le dije:

-¿Por qué no te cambias de ropa? ¿Por qué esa ropa oscura? ¿Por qué esa capucha?

Se encogió de hombros y me dijo:

-Es mi vestimenta. No me importa lo que digan los demás. -Otra vez es como que hubiera leído mi mente.

 

Espolearon sus hoyumans y marcharon hacia ese Valle Escondido. Y me quedé quieta, parada en el medio de la calle de ese poblado viendo como se alejaban.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


 

Sesión 13/12/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Mientras viajaba pensaba en su hijo que había dejado atrás, solo. Se sentía mal por ello. En un momento dado tres maleantes aparecieron.

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Entidad: Regresaba sobre mis pasos, ¿pero regresaba a dónde? Mi forma de pensar, mis ideales, mis afectos... Me sentía con lo que vosotros en Sol III llamáis complejos de culpa por no tener el valor o la decisión o el carácter de tener a mi hijo conmigo. Más por otro lado no podía echar la culpa a los demás porque al fin y cabo consciente o inconscientemente yo también lo elegí.

Y me sentí contenta de que él haya encontrado su camino, me sentí contenta. Me sentí contenta de que supe que ayudaba a otras personas, y angustiada por otro lado porque veía, entendía, captaba que Ezeven no encajaba en ningún lado. Pero bueno, eso ya escapaba a mis posibilidades. Había nacido así eso no tenía nada que ver con la crianza, con lo que yo le enseñé, con lo que omití enseñarle, con los dramas familiares, no, no, no; ahí no tenía nada que ver, pero no quitaba que me hiciera responsable, ¿no?, no, no quitaba. Una madre es como que siempre inconscientemente entiende o cree entender que es responsable y a veces no es así, a veces son circunstancias que escapan a nuestro manejo, escapan a nuestra forma de ser, escapan a todo en lo que creemos.

¿Cómo me consideraba yo?, una persona emocional. Habrá sabios que dirán "La emoción es perniciosa porque te debilita, te vuelve vulnerable". Entiendo que eso viene con uno. ¿Que podemos cambiar? Entiendo que también tenemos que tener fortaleza para ello.

 

Estaba abstraía en mis pensamientos cuando en un recodo del camino se aparecen tres hombres mal vestidos, la ropa roída como que la hubieran sacado de... de pedazos de tela y hubiesen armado alguna... algún abrigo. Lo único que estaba en buen estado eran las espadas que portaban, sus rostros barbudos, sus ojos de mirada perversa. ¡Ah! ¿Sería ese mi castigo por no tener a mi hijo conmigo, por no intentar retenerlo a costa de todo? ¿Sería ese mi castigo morir ultrajada por tres maleantes mal entrazados en el camino? Levanté mi pensamiento a aquel que está más allá de las estrellas y le dije: "No te culpo de nada, quizá me lo merezca esto, sólo espero que no me hagan sufrir mucho".

Escuché unos pasos detrás mío y me di vuelta, en realidad no eran pasos eran ramas que crujían. Al frente los tres sujetos, detrás mío un gigantesco felino negro y una mujer montada. Me sentí tan sorprendida que el temor de lo que pasaba con los maleantes había desaparecido. Puse mi hoyuman de costado, miré a la mujer, vi sus orejas, era de raza elfo.

La mujer no me miraba. Cabello oscuro, mirada serena, semblante calmo. Y miró a los hombres.

El más audaz de ellos dijo:

-Bueno, ahora tendremos dos mujeres para ultrajar y al felino lo usaremos como comida.

 

La ágil mujer desmontó de su felino, me hizo una seña que retroceda, retrocedí con mi hoyuman saliendo del camino. Los tres hombres desmontaron, sacaron sus espadas. Nunca, jamás había visto tanta velocidad en las manos de un ser viviente, es imposible describir con palabras lo que vi: La mano de la joven no se veía, sólo vi tres cuellos cercenados y tres hombres sin vida. Me quedé muda no podía emitir sonido.

-¿Quién eres? -dije después que recuperé el aliento.

-Mi nombre es Elefa, te he salvado de una buena.

-¡De una mala, querrás decir! -Hice una pequeña mueca de sonrisa-. Has llegado justo. ¿Qué es ese felino?

La joven dijo:

-Es una tumera negra. Mi nombre es Elefa. Mi padre era humano, se llamaba Cordel y mi madre era elfa, Síbelu. -Veía que en sus espadas tenía arco y flechas también, y cruzada a la espalda una lanza.

-¡Wow! ¿Dónde has aprendido?

-La vida me enseñó -dijo la joven elfa.

-¿Has dicho que te llamas Elefa? Eres... eres una enviada de aquel que está más allá de las estrellas.

-No -dijo la joven-, soy una persona que pasé en el momento y en el lugar justo.  -¿Y tú?

Le dije:

-Vi a mi hijo, un hijo que está apartado de todo porque tiene dones especiales y la gente le respeta o le teme. Es bueno pero es raro que haga amigos, hay quienes le respetan, hay quienes le temen y hay quienes le tienen envidia, un paso previo al odio. Le conté parte de la vida de mi hijo que se ganaba la vida en teatros.

 

Elefa me contó parte de su vida. Me contó que prácticamente si bien tiene familia se crió sola y que de joven, de muy jovencita aprendió a defenderse. Incluso desde pequeña siempre tuvo afinidad con los grandes felinos. Aparte de una tumera negra también montaba un turión amarillo.

-Mujer -me dijo Elefa-, debo seguir mi camino. Allí tienes en una de las alforjas una cuerda, ata a los tres hoyumans en la silla de montar del tuyo y llévatelos. Siempre van a hacer falta, yo no los preciso. -Le tendí la mano. Me miró a los ojos y me dio la mano-. Que aquel que está más allá de las estrellas te proteja.

-Seguro que sí -le dije-, si hay seres como tú en el camino siempre me van a proteger.

-No siempre habrá seres como yo en el camino -me dijo Elefa-, seguro que venías abstraía en tus pensamientos. -¡Como que me hubiera leído la mente!

-Pero aunque no hubiera sido así -le dije-, ¿cómo los esquivaba a estos hombres que has matado?

-Podías haber salido del camino si hubieras prestado más atención o hubieras escuchado. -Asentí con la cabeza.

-Gracias -le dije. Hizo una leve sonrisa y siguió su camino.

 

Y yo seguí el mío nuevamente con los pensamientos en mi hijo Ezeven y entendiendo que nadie tiene la vida comprada y no tiene sentido perderla con arrepentimientos permanentes.

Hicimos algo que está mal. Está bien. Si lo podemos corregir, perfecto. Si no, el arrepentimiento es como una especie de... de catarsis. ¿Que es lo ideal? No, porque lo que está hecho no se puede deshacer y lo que está roto no se puede volver a armar. Pero es lo que hay. Y siempre hay nuevos comienzos.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 13/07/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Tomó la decisión de dejar a los que eran, a los que habían sido su familia. Se dedicaría a su malentendido, malinterpretado hijo. Sí él quería. Se fue cargada de engramas.

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Entidad: A veces tomamos decisiones que pueden ser equivocadas, consintiendo situaciones previsibles o no tanto. ¡Je! Y para enmendar esos errores tomamos decisiones que agravan aún más nuestra situación o no. De qué depende ¿de nuestra mirada o de cómo se va a desarrollar el futuro? Porque si el futuro se desarrolla mejor pensamos "¡Oh, la opción que he tomado era buena!". De lo contrario "Tomé una decisión equivocada". ¿Y es tan así? ¿Y si a veces los problemas vienen por terceras personas?

 

Sí, me sentía con complejo de culpa porque Ezeven se había marchado. La relación con Mureno no fue la misma, él pensaba que Ezeven con su poder mental podía de alguna manera someter -¡qué palabra horrible!- a Eliana, su hija, que en ese momento tenía catorce años. ¡Je! Y la situación no daba para más.

Mureno me preguntaba:

-¿Qué piensas hacer de tu futuro, Ervina?

Y le respondía:

-Debo ser sincera, no nos estamos llevando bien, no coincidimos en casi nada. Tengo un afecto muy grande por Eliana, que la considero una hija, pero ella también dudó de Ezeven. Y llámale intuición o que yo también soy una menta, y según vosotros los mentos tenemos nuestra intuición más desarrollada, pero yo creo en todo lo que me dijo Ezeven, por eso lo he ido a ver una y dos veces, y está trabajando en un teatro ganando buenos metales haciendo "trucos", que en realidad no son trucos pero la gente piensa que sí, y gracias a ello el teatro donde él trabaja recauda el doble de metales. Pero tanto tú como tu hija habéis dudado de Ezeven y es una muesca, es como una cicatriz que queda.

Mureno me dijo:

-Pero tú eres injusta, Ervina, porque en un momento determinado tú también has dudad. Es más, tu expareja Eleazar tuvo una nueva pareja, Maneva, que pensaba que Ezeven quería matar al bebé que habían tenido y tú los has disculpado.

-No -dije-, no, no los he disculpado, entendí que en un momento de pánico lo ve a Ezeven que está mandando como una electricidad el pecho del bebé; lo menos que va a pensar es que le está salvando la vida porque tenía un problema en el corazón. Cualquier persona que lo ve a la distancia piensa "Está matando al bebé". Y lo entendí. Ahora, ¿tú me preguntas, Mureno, si la disculpé? -Me encogí de hombros-. Yo no estoy viviendo con ellos, yo estoy viviendo contigo y con tu hija. No sé si podría vivir con ellos en la situación que fuera. Entonces, si Maneva sigue pensando que Ezeven es una influencia negativa, allá ella, a mí honestamente, no me interesa.

Pero yo sé -porque miro tus gestos- porque tú piensas que como soy menta leo el pensamiento. Eso es ridículo, nadie lee el pensamiento, sólo aquel que está más allá de las estrellas puede hacerlo. Nadie lee el pensamiento, pero tengo la facilidad de entender los gestos de duda, las emociones y me doy cuenta que tanto tú como Eliana siempre han dudado, hasta el día de hoy dudan de la gentileza que tiene Ezeven.

Mureno me respondió:

-Pero tú misma me has dicho que tiene un aire misterioso, que ahora de mayor se viste con una capucha, que intenta ocultar su rostro. -Hice un ademán con mi mano izquierda deteniendo su diálogo y exclamé-:

-Es su forma de ser, es su personalidad. Algunos dirán que es hosco, tal vez lo sea, pero tú nunca te has preguntado que todos le hemos fallado: Su padre Eleazar. Yo, su madre, Ervina. La pareja del padre, Maneva. Y mi actual pareja, Mureno. Más Eliana. No, le hemos fallado todos. Y yo estoy convencida de que él lo superó, él pasó página como se pasa la página de un libro. ¿Pero que le quedó adentro una muesca, una marca, una cicatriz? Sí, seguro. Entonces es como que no se entrega fácil.

-¿Así, qué?

-Me voy.

 

En ese momento entró Eliana a la habitación.

-¿Cómo te vas?

-¡Ah! Estaba hablando con tu padre. Sí, me voy. Me marcho. Voy a cambiar de aires, de poblado, de región. Tengo muchísimos metales ahorrados. No voy a llevarme ninguna carreta, ningún carromato pequeño, solamente un hoyuman joven, un par de alforjas con mi ropa de recambio. Y me marcho.

Lo que no has escuchado de la conversación te lo explicará tu padre. Pero seguramente yo misma me culpo de tantas cosas... Yo misma no he creído en Ezeven en su momento, yo misma haciendo la vista gorda, haciéndome la desentendida busqué la comodidad. Y para evitar desgastes miré para otro lado cuando Ezeven se marchó, porque según tu padre, Eliana, Ezeven buscaba con sus poderes mentales aprovecharse de ti. ¡Qué horrible pensar así, qué horrible pensar de esa manera de mi hijo! Pero de qué voy acusaros si yo misma miré para otro lado buscando la comodidad, una comodidad que nunca encontré, porque la comodidad no es un catre blandito o tener un guisado caliente en invierno o tener una pareja que te acaricia por las noches. Y discúlpame mi manera de hablar, pero no voy a ser hipócrita, no, pasa por otro lado la cosa. La verdadera armonía es con uno mismo; y yo misma, obviamente, no me encuentro con armonía porque fui permisiva en cosas equivocadas y ahora quizá vuelva a equivocarme porque me alejo de vosotros y no hay marcha atrás porque aunque quisiera hacer marcha atrás o me arrepintiera vosotros también quedaríais con heridas por mi abandono y quizá no me lo perdonaríais. Y está bien, es su manera de pensar, al fin y al cabo cuando yo me junté con tu padre tú tenías catorce años, ya eras casi una señorita y no sabías como era Ezeven. Él siempre fue callado, introvertido, pero introvertido no significa misterioso, simplemente que él se abre, abre su corazón a quien se lo merece, y ni su padre Eleazar, ni yo Ervina, ni la pareja de Eleazar, Maneva, ni tu padre, ni tú merecen que él abra su corazón.

Eliana me dijo con despecho:

-¿Y tú te lo mereces?

No me molesté que me hablara en ese tono, me encogí de hombros y sonreí. Le dije:

-Honestamente no, no me lo merezco. Lo dije antes pero parece que tú no prestas atención, sólo prestas atención a lo que te conviene a ti. Ya expliqué que yo di vuelta la cara, hice la vista gorda. En lugar de tomarlo del hombro y retenerlo dejé que se marchara. Y lo he ido a ver dos veces, la primera me ha costado encontrarlo pero me ha recibido bien.

Mureno me dijo:

-¿Y ahora qué, te alejas y vas de vuelta a ver a tu hijo?

-No necesariamente -le respondí-, no necesariamente. Pero sí es cierto que me quedo con muchas cosas en la cabeza; me siento mal por haber sido permisiva, me siento mal por haber dudado, o sea, que soy tan responsable como ustedes, pero tengo la valentía de hacerme cargo, de reconocerlo. Y seguramente mi caso es más grave porque al fin y al cabo soy la madre. ¡Je, je, je! Vosotros no teníais ninguna obligación de creerle pero tampoco teníais ninguna obligación de condenarlo, de sospechar, principalmente tu padre, que está aquí. Porque acusar a mi hijo de que utilizaba sus poderes para someterte me parece muy vulgar.

Y honestamente me siento ¡aah! mal, como en este momento el contacto de tu padre me revuelve el estómago.

Mureno se molestó y dijo:

-¿Qué, de buenas a primeras pones un párate de un día para el otro?

-No, no, no, no es de un día para el otro, esto lo fui procesando. Por eso por las noches dormía sola, no porque me sintiera mal físicamente, me sentía mal emocionalmente. Y en este momento yo soy tóxica para ustedes y ustedes son tóxicos para mí.

La joven se molestó más y dijo:

-Perfecto, estaremos más tranquilos sin ti. -Podía haber reaccionado y haberle gritado. Solamente me reí.

-¡Je, je, je! Perfecto, mejor entonces. Todos estaremos mejor.

 

La joven fue a su habitación y cerró la puerta, me encogí de hombros. Mureno entendió que no servía de nada implorarme o pedirme. Aparte, él mismo estaba ya un poco molesto por mis acusaciones. Mejor.

Tomé mis cosas envolví mi ropa, tomé mis metales que eran bastantes, podía vivir bastante tiempo sin trabajar, sin hacer ninguna actividad, monté mi hoyuman y me marché. Y como se dice en los cuentos, sin mirar atrás. Conmigo llevaba el hoyuman, dos alforjas, un cambio de botas, un cambio de ropa, una espada obviamente, pero la mayor carga que llevaba eran mis propios engramas que de a poco necesitaba sacar. Y lo iba a lograr porque cada capítulo de tu vida te cambia, no eres la misma, no eres la misma que hace un año atrás, que hace cinco años atrás, no, no eres la misma aprendes, conoces, experimentas, vivencias. Ahora, ¿es para mejor o para peor? Depende, depende de las circunstancias, porque si bien el destino no está escrito y uno es amo de su destino, porque el destino lo va trazando con las decisiones que toma, es cierto también que hay otros factores, las decisiones de terceros, terceros que te allanan el camino o terceros que te ponen piedras en el camino, entonces tienes que ser fuerte, muy fuerte para frenar todo eso.

 

Sí, tenía una seguridad de que el hecho de ser menta podía de alguna manera eludir o manejar a algún enemigo difícil, pero le pedía a aquel que está más allá de las estrellas de que me hiciera las cosas más fáciles porque obviamente volvería a encontrarme con Ezeven. ¿Reparar el daño? No, los daños no se reparan, uno puede recompensarlos con otras actitudes pero hay cosas que no se reparan.

 

Gracias, por ahora, por escucharme.

 

 

 


 

Sesión 17/10/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

La entidad introspecciona respecto a los engramas que le afectan a ella y a su parte encarnada. Lamenta que en todas partes que ha conocido puedan crearse esos injustos engramas que van a afectarles a los dos por vidas. Comenta qué pueden llegar a hacer los engramas en el cuerpo físico.

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Entidad: Dicen que cuando uno tiene un problema espera que ese problema se termine. Pero me ha pasado en muchas ocasiones, en más de una, en bastantes más de una, me ha pasado que las cosas se pusieran peor, es como si de repente tú estás en medio de una tormenta y te cubres en un rincón esperando que pare de llover y en lugar de parar de llover empieza a caer granizo, piedras de una pulgada, de dos centímetros y medio de tamaño o más. Bueno, a veces así en la vida.

El hecho de que yo como thetán relate esto, ¿estoy dramatizando? No, no estoy dramatizando, para nada, me sirve para repasar momentos difíciles, y al repasarlos automáticamente luego cae a recuerdo neutro. Y el hecho de que quede en mí el recuerdo neutro, en mi parte encarnada como Francisca, va a tener menos peso en los hombros, figurativamente hablando, y eso es importante, eso es importante.

 

Mucha gente no le da importancia a los engramas porque los confunde con algo llamado traumas, un engrama es algo más grave que un trauma porque aparte de contener traumas también es como una especie de implante a nivel de ADN haciendo que te pueda afectar la parte psíquica, la parte física, la parte emocional, la parte mental, y eso no todos lo saben. Un engrama es mucho más dañino que un trauma, que un trauma psicológico hablo, ¿no?

 

¿Y por qué toco este tema de que la lluvia en lugar de parar encima cae granizo? Porque decidí alejarme de la que era mi familia porque siempre discriminaban a mi hijo Ezeven porque era distinto. Y eso no solamente pasa en Umbro, pasa en el mundo donde vive hoy mi rol, donde te diferencian por el color de piel si eres directamente de piel negra o si eres de piel morena. Porque eres latina también es como que te discriminan. Te discriminan quizá por ser mujer porque tienes el mismo trabajo que un varón pero ganas la mitad por ser mujer, o sea, no es solamente en un lugar, es en todos los lugares en los cuales he encarnado que por una u otra razón siempre es como que te discriminan. Pero bueno, si me discriminan a mí, como decís vosotros en Sol III, vaya y pase, pero que encima discriminen a mi hijo porque tiene unos dones que para otros serían milagrosos, serían maravillosos... y la gente que no entiende mira a mi hijo como si fuera una bestia de los bosques. No. Por dignidad, por amor, eso no lo puedo permitir.

 

Bueno, ¿y por qué el granizo?, porque me entero de que se había avecinado una gran batalla; un hombre llamado Andahazi con una mentalidad errática, un hombre extravagante que heredó el poder en una enorme fortaleza y tenía como veinte reinos a su disposición planificó conquistar no una región, la mayor cantidad de regiones posibles.

Y eso también es una cosa para pensar porque es como si tú tuvieras una riqueza para vivir diez vidas, no una, diez vidas y te sobra y puedes estar sin trabajar y sin hacer nada porque tienes una enorme fortuna, ¿para qué quieres más, por qué no disfrutar? Lo ideal sería ayudar a otros, pero bueno, no ayudes, no importa, pero ¿por qué, encima, ya que no ayudas, encima pones palos en la rueda de los otros? Si tú estás bien, si tú vives bien, ¿por qué perjudicas encima a otros?, ¿cuántos años te crees que vas a vivir?

Estoy hablando de Umbro, de Andahzi, el señor de la fortaleza de Villarreal, pero también le cabe a cualquier persona de Sol III; gobernantes, políticos de todo tipo que amasan fortunas legales o mediante la corrupción, pero no se conforman, quieren más, porque hay una enfermedad también producida por engramas, porque no me estoy yendo del tema, también producida por engramas que es el "apetito de poder"; no basta con tener fortuna, también se necesita poder, someter.

 

Y entonces hubo una enorme resistencia de muy poquitos reinos que se le opusieron a ese señor Andahazi, al de la mente delirante, y me entero, porque a pesar de que el mundo es enorme y a pesar de que estamos en una época donde solamente podías mandar recados lejanos con un comisionista montando en un equino o con una paloma mensajera, me entero que mi hijo Ezeven estaba prendido en esa batalla y que podía morir en la misma. Y arriesgando mi vida averigüé pueblo por pueblo, granja por granja, aldea por aldea, región por región hasta que ubiqué el lugar del conflicto, era pasando un enorme bosque y atravesando un desierto y me encontré con mucha gente herida y me encontré con muchos muertos, me encontré con gente que se había anotado en una batalla para defender su libertad, gente que había perdido a su familia, a sus amigos, a compañeros.

Pregunté por mi hijo, no lo conocían. Les digo:

-Trabajaba en el teatro ecuatorial, hacía trucos.

-No, no sabemos quién es. -Y yo me ponía mal. Pero ellos tenían razón, había gente muy mal herida y qué le van a prestar atención a una pobre mujer preguntando por su hijo, ¡je, je!

 

Y nadie entiende los engramas. El engrama va mucho más allá de un trauma, va mucho más allá de ver a una persona sabia y que le aconseje. El engrama se implanta en el cuerpo -y disculpad la comparación pero no me voy a arrepentir de decir lo que digo-, se implanta como un cáncer y si no se extirpa termina con la persona. Pero claro, el que no conoce lo que es un engrama dice "Bueno, me siento mejor, ya está". Pero el engrama va trabajando por dentro.

 

Y yo, como Ervina, arrastraba muchos engramas: Engrama de soledad, porque dos parejas no me entendieron, dos no una. Engrama de no tener un lugar de pertenencia; la actual pareja de mi ex pensaba que mi hijo era un asesino, un criminal cuando le había salvado la vida a su bebé porque tenía una especie de electricidad en las manos. Si no fuera por eso el bebé de la señora hubiera muerto de un problema cardíaco. Como vuestros aparatos de Sol III que reaniman a la persona con choques eléctricos, bueno, eso es lo que hizo mi hijo Ezeven con su mano y pensaban que lo estaba matando al bebé. ¿Cómo no me voy a poner mal?

Y ahora me volvía loca buscándolo. Aparentemente en algunas zonas la batalla ya había terminado, pero estaba ignorante de quién había ganado, si la resistencia donde estaba mi hijo o ese hombre siniestro, Andahazi. Y estaba como perdida. Se veía humo, casas quemadas, hombres heridos, mujeres heridas.

Preguntaba:

-¿Y la fortaleza dónde está? Porque debe estar por allí mi hijo.

 

Algunos señalaban para el norte, otros para el este y yo iba caminando para el norte. En mi alforja llevaba algún alimento y obviamente dos cantimploras, pero ni pensaba en comer de la angustia que tenía.

Pero nunca, nunca, nunca perdí la fe, yo sabía que lo iba a encontrar y tenía la esperanza de que lo iba a encontrar bien, en buen estado y tenía la esperanza de que aquel que está más allá de las estrellas, el que vosotros en Sol III llamáis Dios, tenía la esperanza de que me ayude a encontrar a mi hijo vivo.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 04/12/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Buscando a su hijo que participó en una gran batalla le encaminaron a una gran fortaleza donde había gente extraña. Pero encontró a gente maravillosa.

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Entidad: A veces es como que me siento deprimida porque voy sin rumbo, algunos me mandan para el oeste, otros para el sur. Finalmente tomé rumbo norte, que es lo que me dijeron la mayoría.

 

¿Mi estado de ánimo? Bueno ya lo dije, deprimida pero a su vez preocupada, angustiada y con mucho miedo. ¿Por qué? Porque hace poco se comentaba que hubo una feroz batalla y mi hijo Ezeven estaba allí.

Me encontré en el camino con un señor mayor, bastante anciano, le pregunto:

-Señor, por favor, ¿dónde fue esa batalla que todos mencionan?

-¡Ay! Mi hija, no conviene que vayas por esos lados.

-¿Por qué, señor?

-Bueno, la batalla terminó, pero dicen que el lugar ahora quedó como con gente rara, gente que hace hechizos, y hay monstruos y todo eso y transforman a la gente en piedra.

-Eso no es ciento, eso son leyendas.

-No, no son leyendas, incluso he visto lagartos gigantes voladores.

-Señor, eso no es cierto. Indíqueme nada más dónde es el lugar.

-Bueno, por este camino vas bien, es el camino que divide el bosque negro del desierto, cuando llegas allí el camino se pierde. Y si te animas, ve por el desierto y encontrarás una enorme fortaleza. Averigua pero no digas que no te advertí.

-Gracias, señor.

 

Espoleé mi hoyuman y seguí. ¡Ah, qué bueno! Divisaba el bosque y había un arroyo, dejé beber a mi equino y tomé bastante, bastante agua y llené mis dos cantimploras. No había nadie me saqué las botas y pude remojarme un poco los pies, descansé pero tenía que seguir viaje. No había ningún poblado, nada cerca, hacía casi un día que no comía pero por lo menos había tomado bastante agua.

A lo lejos todavía había olor como humo y podía ver algunos cadáveres. Mi rostro bañado en lágrimas pensando si alguno de esos cadáveres era mi hijo.

 

Ya estaba mal de antes con mi primera pareja, me llevé no mal, directamente es como que no congeniábamos. Y mi segunda pareja, con su hija, es como que no confiaban en mi hijo, decían que era raro y les daba hasta temo. Pero de qué lo puedo culpar, yo misma dudé una, dos, diez veces dudé, es como que siempre me costó que me rodeara de una familia íntegra, y yo sé que aquel que está más allá de las estrellas no castiga, eso lo dicen algunos ignorantes, a veces es mala suerte, son elecciones que hacemos y bueno, no nos sale bien. Me asombré de lo impresionante que era la fortaleza, enorme, grande como cinco castillos juntos, un muro impresionante.

 

No, no vi soldados en la puerta, me pareció raro. El portón era cinco veces más alto que mi persona, por suerte estaba abierto y pude pasar, porque yo no creo que una persona sola, ni siquiera que fuera un hombre fuerte, podía empujarlo.

Y entré. Había un patio interior, había bastante gente, generalmente gente joven, jóvenes, niñas estaban haciendo tareas de campo, algunos con sierras, otros con hachas cortando leña, otros cultivando un jardín a un costado.

Vino un joven rubio, agradable.

-¿Se encuentra perdida señora?

-Mi nombre es Ervina, no sé si aquí estará mi hijo Ezeven. Me habían dicho que hubo una gran batalla.

-Sí, eso fue hace tiempo atrás, señora.

-¿Qué es esto un fuerte, un palacio, una fortaleza?

-No, es una escuela señora. ¿Ezeven, me dijo?

-Sí, dime que está vivo.

-Señora, es uno de los más grandes aprendices y a su vez nos enseña a nosotros. Venga.

-¿Puedo pasar sin problemas?

-¡Venga, venga!

 

Pasamos por un segundo portón gigante y entramos al segundo patio. Muchísima más gente, la mayoría jóvenes, y al fondo estaba él, mi hijo. No estaba trabajando, estaba con una pequeña y estaban... si no lo conociera mi mente se hubiera negado a entender lo que veían mis ojos: una roca grande quizás imposible de levantar con mis manos y Ezeven se la lanzaba a la joven, a la niña y la niña se la devolvía y él se la volvía a lanzar, pero no la tomaban con las manos, es como que la lanzaban mentalmente y antes de llegar a donde estaba la niña, la niña se la volvía a lanzar mentalmente.

Ezeven me vio automáticamente tomó la roca con sus manos, la depositó en el piso, habló con la niña y vino hacia mí.

-Madre, ¿cómo has llegado hasta aquí?- Lo abracé, le besé la mejilla y me puse a sollozar-. ¡Madre, me alegro mucho de verte! Pero cómo has llegado...

-Me ha costado muchísimo; amaneces y amaneceres buscándote. En el camino me asustaban, me decían que aquí había gente que… bueno… monstruos, lagartos alados y todo eso. ¿Por qué me han mentido? –Nunca lo había visto reír a Ezeven. Se rió y hasta una pequeña carcajada emitió.

-¡Ja, ja! No, madre, esto es una escuela de personas que tenemos dones. Tú sabes que yo tengo dones.

-Y la niña, ¿quién es?

-Se llama Ciruela, ella tiene otros dones bastante peligrosos y le estamos enseñando a manejarlos.

-Pero ¿es una mento como tú?

-No, no, pero es una niña excepcional porque ella no tenía poderes de levitación ni dones de poder lanzar objetos pero es como que su mente de alguna manera se acopló a la mía, no sé cómo, no sabría explicártelo y es como que incorporó y aprendió nuevos dones.

-¿Y antes qué hacía?

-No madre, no importa, sus dones eran peligrosos porque no los sabía manejar bien, ahora los maneja bien y a su vez ha incorporado nuevos dones.

-¿Y ustedes estaban jugando?

-No, estábamos practicando sus nuevos dones.

-¿Ella puede levitar ahora?

-Sí, lo incorporó de mi mente pero puede hacer muchas cosas que yo no, es una niña prodigio.

-¿Y ahora te quedas aquí?

-Soy muy feliz aquí, me encuentro con mis pares, nadie me tilda de raro. Trabajaba en los teatros ecuatoriales para ganar metales y pensaban que yo ocultaba trucos cuando en realidad levitaba de verdad, y si bien yo al teatro le hacía ganar cuatro veces más metales, cuatro veces más recaudación y todos cobraban más, me envidiaban porque yo era la atracción, o sea, en lugar de ver lo bueno de que les hacía ganar más metales sentía su desprecio, su odio, su rencor, su envidia. Y aquí soy feliz.

-¿Y quién es tu maestro? –pregunté.

-Tengo dos maestros, ven que te los presento.

-No, no quiero molestar, nada más…

-Ven, madre.

 

Una mujer hermosa de mi edad, un poco más alta que yo y un hombre de edad indefinida y de una mirada tan cálida, tan noble. Los dos se acercaron a mí.

-Un gusto conocerte, eres la madre de Ezeven –dijo la señora.

-Me llamo Ervina.

-Yo soy Émeris, puedes quedarte aquí.

-No, no tengo problemas en quedarme por esta noche.

-No; puedes quedarte aquí.

-Pero no quiero molestar, y aparte no tengo dones, entiendo que ésta es una escuela de personal con dones.

-Bueno, ¿qué sabes hacer?

-Se hacer de todo –les expliqué-, he trabajado en granjas, se cocinar.

-¡Ah! Pero con eso es suficiente, nos hacen falta cocineras. ¿Tienes familia?

-No, mi hijo, pero no quiero distraerlo, no quiero que piensen que voy a estar todo el día encima de él, no, no soy acaparadora. Es cierto, hace tanto que no lo veo que quisiera conversar de todo pero…

-Te entendemos, te entendemos, eso es lógico y está bien que así sea pero el día de mañana podrás hablar con todos.

-Les aclaro que yo no soy indiscreta, no es que yo hable con cada uno y le pregunte qué don tiene, qué sabe hacer, no, no me interesa. Mi primer esposo era un mento y yo tengo dones también, por supuesto mucho menores a los de mi hijo.

-Bueno, ¿ves?, tu voluntad te ha guiado pero el que te ha señalado el camino es aquel que está más allá de las estrellas, puedes trabajar también tus dones.

-Tengo cosas negativas, cuando Ezeven era pequeño muchas veces dudé de él.

-Quién no comete errores –dijo Émeris. Otra vez las lágrimas asomaron por mis ojos.

-Acepto vuestra invitación, me quedaré con vosotros... Me siento un poco mareada. –Mi hijo me miró.

-Me preocupas, madre, ¿qué te pasa?- Émeris habló.

-No le pasa nada, Ezeven, está desnutrida, le falta comer y descansar. –Levanté la vista y la miré.

-¿Lees el pensamiento?

-No, ¡je, je!, nadie puede leer el pensamiento, ni el mejor de los mentos. Pero es obvio. Tenemos ropa limpia y tenemos fuentones grandes con agua tibia para que te puedas bañar y cambiarte de ropa. Pero eso luego, primero vamos al comedor así comes algo, y tú ven Ezeven y tú también Ciruela ven, descansen un poco y coman con la señora Ervina.

 

Pensé que la fortaleza era un lugar lleno de demonios, de monstruos y me encontré con las mejores personas. Siempre hay esperanza, la gente a veces la pierde por desconfianza, por descreimiento pero no se debe juzgar a todos por igual, siempre va a haber gente mediocre, envidiosa, negativa pero como compensación también va a haber gente como esta, como la que ahora estoy conociendo, amable que empatiza con uno.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 08/05/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Francisca

Fue un viaje accidentado, había caído de su montura y fue atacada por alimañas. Afortunadamente alguien la encontró. De este suceso meditó acerca de cómo manejar la propia vida, de quién es el responsable de la propia vida.

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Jorge Olguín: Vamos a hacer una sesión para Francisca y me gustaría que el thetán pudiera completar el rol de Ervina, quiero ver qué tiene para contar, ver qué tiene para decir.

 

Entidad: Hubo momentos en que me sentía perdida, hubo momentos en que me sentía mal. Había pasado por situaciones nefastas, alejamientos, separaciones, pérdidas, pero entendí que debía modificar el rumbo de mi vida. Y no se trataba de probar cómo hacerlo porque el tema no era tratar, porque tratar es quedarme en el camino. Yo trato de... pero trato; entonces no se trata de tratar, se trata de hacer, de llevar a cabo. Se trata de entender que las cosas pueden ser llevadas a cabo igual que la vida de una misma.

 

Hubo un momento en que me encontré perdida en el camino, como que había perdido el rumbo porque mi mente, mi mente era mi enemiga, mi mente era mi enemiga porque mi mente me dispersaba. Y prácticamente llevaba automáticamente las riendas de mi cabalgadura, pero me llevaba para cualquier lado. Y me encontré en un bosque. "¿Qué estoy haciendo aquí?, puede haber animales peligrosos, puede haber asaltantes".

Pero a veces es que una con el pensamiento pareciera como que atrajera las cosas. Los guilmos, que son caninos más grandes que vuestros lobos, normalmente no están en los bosques, están más en la parte más montañosa y aparte cuando atacan, atacan en manada. Pero este guilmo espantó a mi equino y caí de espaldas y me di de cabeza contra una roca, quedé como atontada. El guilmo se asustó, y no le podemos pedir a un animal que razone, se asustó por mis movimientos... ¡Pero yo me caí y me golpeé quedando casi inconsciente! Y en mi costado izquierdo sentí como unos dientes, como que el animal me mordía y quizá lo que me salvó fue que quedé inconsciente.

 

Y no me desperté de noche, cuando abrí los ojos estaba saliendo el sol, o sea, que fue mucho tiempo que quedé... ¡Ay! El dolor que sentía al costado era tremendo. No había ninguna fiera, estaba tirada en mi alforja. Trato de pararme (levantarme) como puedo y por suerte estaba mi equino, estaba pastando, no se había alejado o quizá sí y volvió.

Como pude monté, tenía la ropa como destrozada, pero quizá la misma ropa evitó que los colmillos del animal me lastimaran. Ponía el dedo en mi boca y sentía la sangre salada, tenía miedo de desmayarme de vuelta arriba del equino. Lo espoleé y dejé que trotara, que me llevara.

Salimos del bosque y se metió por un camino. A lo lejos veo una casa, veo que salía humo de la chimenea. Un camino raro con un recodo, no reconocía donde estaba, me sentía perdida. Se asoma una señora que escucha el trotar de mi equino y en ese momento me mareo, trato de aferrarme a las riendas y me caigo.

 

Vuelvo a despertarme, pero ya era distinto, un calor agradable, no sentía el dolor en el costado. Me doy cuenta que estaba en una cama, trato de levantarme pero todavía me tira la herida. Veo una señora, una señora grande muy muy anciana.

-Parece que te atacó un guilmo -asentí con la cabeza sin hablar-. Pues vaya, que te has salvado, podía haberte devorado, algo lo espantó.

-Gracias por darme cobijo en su casa, pero no me duele.

-Claro, te he curado.

-¿Cómo?

-Lo primero que hice, fíjate que no tienes tu ropa. -Me sobresalte, tenía como una especie de camisón de lino, me dio como pudor de que la anciana me haya sacado la ropa-. No tengas temor, vivo sola y no tengas vergüenza, tu ropa ya no servía, estaba rota y ensangrentada. -Me puse a llorar-. ¿Por qué lloras?

-Porque, porque tengo miedo que me lastimen.

-Ya te han lastimado, ya te he curado.

-Tú no sabes, anciana, tengo heridas peores que las de ese guilmo. A propósito, ¿cómo sabe que era un guilmo?

-Por la mordida. Además, en el jardín de atrás tengo una mascota. -Me sobresalté.

-¿Qué mascota?

-Un guilmo.

-¡No!

-Quédate tranquila, es manso. Le gusta jugar, lo tengo de cachorro, pero no quiero que te impresiones ni que te sobresaltes. Está atrás.

-¿Atado?

-No, ¿cómo lo voy a atar?, me obedece.

-¿Eres severa con él?

-No, me obedece por amor.

-¿Cómo me sanó?, me miro y apenas tengo una cicatriz. ¿Qué pasó?

-Usé mis plantas.

-¿Cómo?

-Son unas plantas que tienen una propiedad sanadora. Y también con unas lianas sanadoras a las que les saco como un hilo. Y te he cosido.

-¡Pero es magia!

-No, estas plantas son un regalo de aquel que está más allá de las estrellas, y las cuido, las riego y voy esparciendo semillas para que haya más.

-¡Vaya! ¿Cómo ha dado con este tesoro?

-Vengo de un valle perdido donde todo el valle está sembrado con estas plantas y hay una comunidad que las cuida. Por suerte el valle está protegido por cadenas montañosas, porque la gente común no entendería, las arrancaría todas. ¿Y qué le durarían?, días.

-Pero se podría salvar a mucha gente.

-Sí, pero la gente es codiciosa, querría más a estas plantas que a los metales dorados. Ya tuve intentos de saqueo y hubo gente que me ha defendido, y gracias a ello ahora te he salvado la vida. Podrías haberte sanado de la herida como hubieras podido tener una enorme infección y podrías haber muerto. Pero esto no es todo.

-No entiendo.

-Ya puedes sentarte. Bebe este caldo, está hecho con las mismas plantas y está saborizado. Es muy rico. -Lo tomé con muchas ansias.

-¿Y esto qué me hará?

-Te sanará por dentro, mejorará tus órganos, mejorarás tú.

-No tengo como pagarle.

-Me pagas con tu silencio. Nunca reveles lo que te ha pasado. Olvídate donde has estado, cuanta menos gente lo sepa, mejor.

 

De todas maneras me quedé seis días con la anciana. Le conté parte de mi vida, le conté parte de mi historia, le conté que tenía un hijo llamado Ezeven. Fue la primera vez que la anciana abrió los ojos sorprendida.

-¿Lo conoce?

-Lo conozco. Tienes un hijo que es una maravilla, y él también tiene dones distintos al de las plantas, pero también ha salvado vidas.

-¡Vaya! ¡Vaya! Tan grande que es este mundo, en un camino perdido y me encuentro con una anciana que conoce a Ezeven. ¿Cuál es tu nombre, anciana?

-Areca.

-El mío Ervina. -Y al octavo día me marché tras un largo, largo, largo abrazo.

 

Y pensé "¿Hubiera preferido -si pudiera elegir mi destino-, pasar por el ataque del guilmo y conocer a la anciana para que me curara, porque me dejó con apenas una pequeña marca que ni se nota, o hubiera sido mejor ir por otro camino y que ninguna bestia me atacara?

Pero lo que pasó no se puede modificar porque pasó, y de alguna manera conocí a una mujer ya grande, muy grande que conocía a mi hijo.

 

Es cierto que nosotros manejamos nuestro destino, por eso me alejé de mi expareja y su hija que despreciaban a mi hijo, yo elegí. Pero lo del bosque no lo elegí yo, mi mente estaba divagando y mi equino fue por ese camino y nos encontramos con el guilmo.

Y a veces hay terceras personas que buscan manejar nuestro camino, que buscan hacerse dueños de nuestro destino y en lugar de tener el timón, a veces por temor, otras veces por inseguridad y otras veces por comodidad le damos a la otra persona el timón, y por ahí nos hace caer por un barranco. ¿Pero hasta qué punto tiene la culpa la persona?, ¿hasta qué punto la responsabilidad no es mía? Porque yo puedo equivocarme el rumbo teniendo la manos en mi timón, pero me equivoco yo y puedo aprender de mis errores, pero si dejo que otro maneje mi vida nunca voy a aprender de mis errores.

 

Gracias por escucharme.