Índice

Psicoauditación - Juan H.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión del 30/12/2022

Sesión del 02/01/2023


Sesión 30/12/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetan de Juan H. (Edamaris)

La entidad relata una vida en Gaela. Se interesaba por el humanismo y encontró una persona con quien podía hablar de ello, preguntarle acerca de unos problemas personales que tenía, para no resultar afectado por el comportamiento de los demás.

Sesión en MP3 (3.627 KB)

 

Entidad: Mi nombre, Edamaris, plano 3 subnivel 8. Voy a relatar una vivencia de hace cien mil de vuestros años en un mundo gemelo de Sol III, Gaela. O si queréis, como nombre astronómico, Gaela III.

 

Mi nombre era Juan, al igual que en el rol actual, Juan Orsini. Había nacido en Guacre, un país del sur del nuevo continente, por encima de Plena.

Me sentía demasiado consentido de pequeño. Recuerdo que teníamos una pandilla, y si otros chicos se peleaban conmigo, mi madre en lugar de enseñarme a defenderme, me protegía.

-No se metan con Juancito, fuera de aquí.

 

Y entonces en lugar de templarme, de fortalecerme, en esa parte me crié en un lugar de confort porque estaba sobreprotegido. Pero claro, a medida que fui creciendo doce, trece, catorce, quince, dieciséis años, mi madre dejó de ser la sobreprotectora y por su edad pasó a ser la demandante, la inquisidora, la que hacía rol de víctima, la que de repente se quejaba por tus supuestos errores, y de esa manera te hacía la vida imposible.

 

Cuando cumplí veinticinco años me gustaba todo lo que tenía que ver con los derechos humanos, una de mis frases favoritas era "Mi derecho termina donde empieza el derecho de la otra persona", algo que mi madre no entendía.

A pesar de mi timidez, a los dieciocho años salí con alguna chica, pero las relaciones por una cosa o por la otra no duraban.

 

Recuerdo que en el diario principal de la capital de Guacre salió una noticia: "El duque de Wynot, Jorge Clayton, viene a Guacre desde Plena a inaugurar una fundación, una fundación para madres solteras con niños, aquellas madres cuyos padres desaparecieron en la neblina y nunca dieron la cara".

 

Recuerdo que armó una conferencia en el aula magna de la facultad de filosofía y letras. Por supuesto que fui, un tema que a mí me interesaba muchísimo, al igual que el humanismo. Me senté en segunda fila prestando mucha atención a sus palabras. Lo que Clayton comentaba era muy similar a mi forma de pensar.

Él comentaba:

-Hay algo que tenéis que tener en cuenta, querida gente, el ser humano es el último baluarte de este mundo. Disculpadme que diga baluarte, pero es para que se entienda. Somos seguramente la raza más inteligente, ¿pero por qué no lo aplicamos?, ¿por qué depredamos especies de animales?, ¿por qué invertimos en maquinarias de guerra en lugar de invertir en ecógrafos, en medicación, en vacunas? A veces gastáis demasiados créditos en diversión, lo cual no está mal, pero en este mundo no hay igualdad, sigue habiendo mucha desproporción entre pobres y ricos.

 

Fue una conferencia que duró cincuenta minutos, Clayton se fue muy aplaudido.

Tuve un impulso venciendo mi timidez y lo saludé en uno de los pasillos:

-Un gusto conocerlo, Clayton.

Me miró con su mirada firme y me dijo:

-El gusto es mío. ¿Tú eres de aquí, de Guacre?

-Sí, me gusta mucho Filosofía y Letras, me gusta el humanismo... Hay tantas cosas que debo aplicar en mi vida personal y no lo hago.

-Vaya. -Se interesó más en mi persona-. ¿Y por qué no lo haces?

-¡Je! Ojalá lo supiera.

-¿Te incomoda si te invito a tomar algo?

-Al contrario, es un honor; tú vienes de Plena, eres una persona conocida incluso en el viejo continente, hasta en el norte, en Beta.

-¿Cuál es tu nombre?

-Juan Orsini.

-Juan, vamos a algún lugar donde no haya tanta gente, en la facultad no. ¿Conoces algún bar discreto? -Me encogí de hombros.

-Sí, a la vuelta de la facultad. El de la esquina no, el del estudiante no, se juntan todos.

-Te sigo.

-Pero tienes un montón de fotógrafos que quieren sacar fotos para sus periódicos.

-Dime por donde puedo escapar, ¡je, je, je!

-Sígueme. -Clayton me siguió por un pasillo lateral y salimos a la calle del costado-. Aquí, a treinta metros, tenemos el barcito. ¿Pero por qué un bar discreto?

-Para que puedas soltarte en profundidad y contarme qué te sucede.

-¡Je, je, je!

-¿Qué hora es?

-Mediodía en punto. Si te parece bien a la una aquí mismo comemos. ¿Tienen menú?

-Tienen. Primero tomemos unas bebidas y después... Disculpa mi ironía, Clayton...

-Dime Jorge.

-Disculpa mi ironía, Jorge, pero si me quieres escuchar, ¿tendrás tiempo hasta las ocho de la noche?

-Vaya, ¡je, je, je! -Miró la hora-. A las dieciséis tengo otra reunión. Pero conversemos. ¿Cuál es el problema?

-Mi primer problema es mi madre, que de chico me sobreprotegió y eso impidió que desarrollara mi instinto de defensa, me quedaba como desprotegido.

-¿Y luego?

-Luego fue al revés. A medida que yo iba creciendo ella iba cambiando, me echaba en cara, me decía: "Todo lo que hice por ti y tú no me lo agradeces". ¿Qué le iba a agradecer? Yo era un buen hijo, estaba con ella, la ayudaba en lo que podía.

-Entonces no entiendo, Juan, ¿de qué se quejaba?

-No sé si en Plena dicen lo mismo que en Guacre, se quejaba de lleno y siempre buscaba una excusa para maltratarme: "Eres bueno para nada, fracasas en todo". Después empecé a salir con un par de jóvenes. Había una chica que me gustaba mucho y ella vivía en un pequeño apartamento, y para escapar de madre me fui a vivir con ella.

-Bueno, saliste de tu lugar de confort.

-Sí, ¿pero para qué? Ella prácticamente no trabajaba y yo trabajaba en mensajería hasta terminar la carrera. Y me exigía:

-¿Esto es lo que has traído, Juan?, esto no sirve para nada.

-Te doy lo que tengo, déjame para viajar.

-Ve a pie, tienes tu trabajo a veinte calles.

-¿Y por qué voy a hacer veinte calles a pie pudiendo tomar un bus?

 

Y así durante ocho meses, hasta que no la soporté más. Era una persona que vivía aprovechándose de mí.

-Permíteme un comentario, Juan.

-Por favor, para eso vinimos.

-Mira, si se han aprovechado de ti es porque tú lo has permitido. Si de entrada, y no sé si en Guacre lo dicen igual que en Plena, si de entrada ponías los puntos sobres la íes eso no hubiera pasado. ¿Y qué hiciste, volviste con tu madre?

-Sí. ¿Pero para qué? "Ni para tener una pareja sirves. Y claro, eres tan poco hombre que la mujer se cansó de ti". Y así. O sea, ponía el palo hirviendo, caliente en la llaga de mi ego haciéndome creer que yo era poca cosa.

-¿Y luego?

-Conocí a otra joven más dócil, conversadora. Me gustaba porque conversaba y conversaba y conversaba.

-¿Y?

-No sé si casualidad o causalidad. Vivía con una amiga, pero la amiga viajó a otro país, y bueno, me fui a vivir con ella.

-¿Distinta que la otra?

-Absolutamente. Buena mujer. Conversadora, conversadora, conversadora. Pero claro, llega el momento en que quieres silencio, que quieres paz. Sentía como que me ahogaba, como que me quitaba mi espacio. De repente yo me ponía a escribir, se ponía de atrás y me abrazaba y me besaba.

-Cariñosa.

-Sí, cariñosa. Pero yo le decía:

-¿No te incomoda que te pida que me dejes terminar de escribir?

Y me reprochaba:

-¿Te molesto?

-¡Claro que no me molestas, no!

-¿Por qué me echas?

-No no, no te estoy echando, quiero terminar de escribir.

-No te interesan mis abrazos.

 

Te la hago corta Jorge, así durante seis meses. No podía ni respirar, estaba encima mío.

-Pero no te quejes, cuántos varones querrían que su pareja esté encima.

-No, te ahogaba, te ahogaba por completo. No no no no. Y pasé un año y medio sin pareja. Y cuando cumplí veinte y tres, ahora tengo veinticinco, tuve una tercera relación. Alquilamos entre los dos una pequeña habitación, ella trabajaba en la casa, hacía costuras. Y a mí me iba bien haciendo de comisionista, pero a veces me demoraba en las entregas y llegaba tarde.

            -¿Adónde has estado?

            -Me tuve que ir hasta la calle Margal, ya terminando la capital de Guacre.

            -¿Y por qué vienes tan despeinado y con la ropa así?, ¿no habrás estado con alguna zorra?

            -¿Zorra, zorra? Yo estoy para ti, no me interesa más nadie. ¿Me reprochas porque trabajo mucho? ¡Sería el colmo!

La cuestión que tenía que reportarle todo lo que hacía. De tal horario a tal horario. A tal despacho a llevar una carta, por la tarde hasta a una auditoría a llevar un balance. Y así. Me volvía loco. Y en la casa lo mismo; si sacaba una cosa de lugar, "¡Qué haces, Juan, ponla donde estaba! Siempre tan desordenado. Con razón tu madre no te quiere". Alguna vez le había dicho que discutía con mi madre y ella se cogía de allí para manipularme. La cuestión es que tienes que pedir permiso para, disculpa mi grosería, hasta para ir al baño. Y no. Se terminó. Me fui a vivir solo.

-Bueno, es un adelanto.

-No, Jorge, para nada. Me sentía agobiado, me sentía con traumas, traumas que mi propia madre me había dejado y... ¡Ah!

-¿Pero al estar solo no era un alivio? Nadie te manipulaba, nadie te ordenaba, nadie te estaba encima... ¿No sentías opresión?

-Sí, sí, Jorge, la sentía. La soledad era una opresión.

-Juan, basta, lo que me estás diciendo no tiene sentido. Tienes que aprender a estar solo contigo, tienes que llenarte en tu interior, da la impresión como que tu interior está hueco.

-¿Jorge, escuché mal, me estás llamando hueco?

-No, escuchas lo que quieres escuchar. Te dije que tu interior está hueco, tu interior.

-No termino de entenderlo.

-Mira, el tema es así. Hablemos de las convivencias. Cuando tienes una nueva relación, querido Juan, lo primero que tienes es una proyección, una ilusión, una fantasía basada en esperanzas. Depositas ahí todas tus fichas en lugar de ir viendo de a poco cómo va la cosa. Te juegas por completo, y eso no debe ser.

-Bueno, ¿pero y no es así el enamoramiento?

-Claro. El enamoramiento refuerza una idea de que ambos son similares, como que tienen almas afines.

-¿Pero a veces no es así?

-El enamoramiento es una ilusión, no tiene que ver con el amor verdadero.

-Está bien. ¿Entonces cómo me manejo a nivel de pareja?

-Primero con diálogo y con respeto. Pero si tú le respetas a la otra persona, tienes que exigir lo mismo de la otra persona para contigo, eso evita conflicto. De entrada, ¿eh?, de entrada. Pero hay una diferencia entre el diálogo y el falso diálogo.

-Me perdí.

-Claro, Juan. A veces las palabras ocultan las verdaderas intenciones. Ensalzan, sacan a relucir lo positivo de la persona y ocultan el error. Toda persona tiene por costumbre hablar bien de sí misma: "Si estás conmigo en pareja tendrás esta ventaja, aquella, la otra, la otra, la otra". Y tú compras.

-No entiendo eso de comprar.

-Claro, comprar significa, en la jerga de Plena, que te lo crees. Y de entrada tú no tienes que creer todo lo que te dice la persona porque después, como tú has dicho, está la que te exige, está la que te quita tu espacio. Porque está bien que te abrace, pero de repente no te deja hacer cosas y te ahoga. Está la persona que se aprovecha de ti, está la persona que desconfía hasta de un estornudo y que tienes que marcar la hora, tienes que marcar la tarjeta como cuando vas a una fábrica. No. Eso es un infierno, no una pareja.

-¿Y cómo se resuelve?

-Hay mujeres y hay varones que tuvieron malas experiencias de relaciones anteriores y miden a todos con la misma vara: "Aquel hombre me hizo tal, 'hablaré bien', tal tontería seguramente que este Juan va a ser igual o peor". Entonces lo todo empieza con un idilio, después la persona te termina echando en cara: "Pensaba que eras otra cosa, eres un mediocre".

-¡Je, je! Esto que comentas, Jorge, me hace acordar a mi madre.

-Bueno, daría la impresión como que te buscas relaciones parecidas a tu madre. Una convivencia siempre trae sorpresas, no solo para ti, ¿eh?, para la otra persona también, ella también deposita sus expectativas en ti. No es que tú tienes toda la razón y la otra persona está cien por ciento equivocada, cuidado, ¿eh? Y después están aquellas que le buscan la quinta pata al gato.

-No entiendo esa frase.

-Claro, que buscan hasta el mínimo detalle en lo que dices: "¿Qué has querido decir con eso?". Con ironía. "Nada, simplemente cometes...". "No no no, a mí ahora no me digas eso, tú me has querido decir algo...". O sea, la otra persona te trata de imponer, Juan, lo que en realidad ella quiso entender.

-Bueno, ¿qué hago ahí?

-Muy simple. Le dices firmemente, pero asertivamente, sin levantar la voz: "Honestamente, lo que yo quise decir es esto, esto y aquello. Todo lo demás seguramente fue una mala interpretación". Si así y todo la persona, la otra, sigue buscando pelea, llámate a silencio.

-Ya lo he probado eso: "Ahora te haces el sordo, me ignoras, piensas que yo soy una basura cuando la basura eres tú". Y no es fácil, no es fácil.

-Yo digo que antes de convivir hay que salir un tiempo. -Me molestó lo que me dijo Jorge.

-¿Y tú lo has tenido todo fácil?

-Sabes que no. Creí que me sentía enamorado de una joven, pero ella, como había tenido malas experiencias de amigas, odiaba a la gente rica. Entonces me hice pasar por pobre. Y lamentablemente, no es que los obligué pero les pedía a mis amigos que también mintieran. Me hice pasar por un simple oficinista. Finalmente supo quién era. Otra joven me había hecho una trampa, otra joven que me pretendía. Pero finalmente supo la verdad y salimos. Pero claro, a veces tenía distintas cosas que ya te contaré, que ya te contaré.

 

 

 


Sesión 02/01/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetan de Juan H.

Seguía la larga conversación que trataba de no ser influenciado por otras personas, que no necesariamente sean negativas pero que no tienen la misma sintonía que uno. Y de no entregarse francamente a otros sin conocer qué compatibilidad hay primero.

Sesión en MP3 (2.364 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Edamaris, plano 3 subnivel 8. Me comunico para continuar el relato de mi primer rol en Gaela, planeta gemelo a Sol III, hace cien mil años atrás.

 

Había nacido en Guacre, en el nuevo continente, un país un poco más arriba de Plena. Mi nombre era Juan Orsini.

Había inaugurado una fundación de madres solteras con hijos o sin hijos el millonario de Plena, Jorge Clayton. Le decían duque de Wynot aunque él lo negaba.

Decía:

-En Plena no hay títulos nobiliarios. Es de mis ancestros, y la familia lo usa por costumbre.

 

Había dado una conferencia, a la que acudí, y luego me acerqué a él, lo que derivó posteriormente en una conversación en un pequeño bar a la vuelta de la facultad de Filosofía y Letras.

Le conté parte de mi historia y él me dijo:

-Mira, Juan, hay dos maneras de afrontar tu situación: haciendo rol de víctima o aprendiendo de los errores. Pero hay algo más, Juan, espera que te lo digo. Capaz que tú tienes una información sencilla de quienes son nuestros maestros, aquellos que nos enseñaron el camino.

-La tengo -le respondí-, entiendo que son seres humanos ilustrados.

-No lo niego, Juan. Pero en mi caso, me pongo como ejemplo y quizá te caiga la ficha.

-Explícame te caiga la ficha -le pedí.

-Caer la ficha es darse cuenta.

-Continúa -pedí.

-Quizá te caiga la ficha. Pero de las personas que yo más aprendí es de las personas negativas. Y mucho, muchísimo, lo cual no es para darles una cucarda ni un primer premio, son personas absolutamente negativas, son personas que terminan marchitando el afecto que se les tiene.

-Me ha pasado -le dije-. Y a veces siento un complejo de culpa por no sentir afecto por esa gente que me ha dañado, por así llamarlo.

-No, no puedes sentir culpa -me respondió Jorge Clayton-, porque fueron esas personas las que con su actitud una, otra, otra, otra, otra y otra vez terminan marchitando tu afecto. Y en un momento dado te preguntas, "Qué raro, no siento nada, no tengo ningún afecto por dicha persona. Pero tampoco siento odio, siento una total y absoluta indiferencia".

-¿Y está bien eso?

-En este caso sí, está bien, pues si sitieras odio es como que algo todavía te estuviera molestando.

-Entiendo. ¿Pero no es que las personas indiferentes no son buenas?

-No no no, Juan, Juan espera, espera; yo no te hablo de las personas indiferentes que andan indiferentes por la vida, yo te hablo de personas que son indiferentes a aquellas que les hicieron daño, a las cuales no les desean ni bien, ni mal. Y ahí es cuando te das cuenta de que tu interior está sanado, por lo menos con respecto a esa persona. Ahora, eso no significa que tengas un blindaje para todas las personas que te puedan hacer daño porque hay personas que hacen rol de víctima, otras personas que te atosigan, o como tú mismo has dicho, personas que te invaden tu espacio y no te dejan respirar, te ahogan, personas a las cuales les tienes que pedir permiso hasta para estornudar, ¡je!, figurativamente hablando. Entonces es como que cada persona tiene un método.

-¿Y lo hacen a propósito?

-Mira, con mi poca experiencia de veinticuatro años... ¿tú tienes veinticinco, Juan?

-Sí.

-Yo tengo veinticuatro. Con mi poca experiencia sé que hay todo tipo de personas, hay personas que directamente tienen mala entraña.

-Explícame la palabra.

-Mala vibra. Y hay personas que no lo hacen a propósito lo de dañarte ya es su manera, su forma. Son personas incompatibles contigo. Quizá son cien por ciento compatibles con otro tipo de persona, pero no contigo.

-¿Y cómo reconozco cual es cual?

-Bueno, ya te lo he respondido, no es que estés con la persona un par de meses y convivas; trata con la persona, conócela. Es preferible a que des la cabeza contra la pared. Y eso lo vas a entender sin que te lo traduzca, antes a que te des la cabeza contra la pareja después.

-¿Me estás diciendo que la pareja es la pared?

-¡Je, je! En algunos casos sí. ¿Sabes cuándo?, cuando ya es demasiado tarde. Cuando de repente tienen un hijo en común y ahí ya es más difícil separarte de esa persona porque terminan dañando a un inocente que no tiene culpa.

-Me estaba comentando que usted también pasó por circunstancias.

-Sí, pero no conviviendo, Juan. Tuve algunas historias cuando estaba en la facultad. Pero yo era honesto; salimos como amigos, y si luego me alejo no tienes que reprocharme nada. Era mi manera de ser. La sigue siendo, ¿eh?

-Pero en un momento dado te enamoraste.

-Sí, me enamoré de una joven que tenía un trauma con los ricos: "Los ricos te usan y te tiran".

-¿Acaso la mayoría no es así?

-Juan, no podemos medir a todos con la misma vara. Yo no soy así, soy de familia rica y tengo mi propia fortuna que supe invertir, pero no soy una persona que vive paseándose en yacht o vacacionando en cada costa del viejo continente, la prueba está que vine a Guacre a inaugurar una fundación absolutamente solventada por mí. Si a su vez aprovecho para conocer gente, como te conocí a ti, para disfrutar de la ciudad, para conocer vuestras costumbres, bienvenido sea, pero para mí sigue siendo un trabajo.

-¿Y qué pasó con esa persona?

-Me demandaba. Bien; me amaba, pero quería que estuviera en todo momento con ella. Y era incompatible con mi trabajo, yo viajo mucho.

-Bueno. Continúa -pedí.

-Es triste, pero estaba con un buen amigo cuando me entero que fallece mi padre, y mi novia me esperaba para su fiesta, a la cual le fallé. Al día siguiente luego de enterrar a mi padre me presento en su casa para explicarle la mala nueva, la amargura de perder un padre. Y me atiende la madre, me atiende de muy mala manera pensando que yo estaría, no en alguna aventura sino como que le daba más importancia a fundar un ala, un pabellón de un hospital que a la fiesta de ella. Luego me atiende la hija y lo mismo, prácticamente me terminan cerrando la puerta en la cara. -Me quedé pálido.

-¿Y por qué no le has dicho lo que pasó?

-Porque no me dieron tiempo.

-¿Por qué no insististe, por qué no has insistido?

-Porque si no me dejaron que les explique es porque no les interesaba que yo les explicara. Su ego, tanto la madre como la hija, podía más que el saber qué me había pasado. Supongo que se enteraron después, se enteraron después por amigos o amigas. Pero ya está. Lo que me sorprende es el haber sentido tanto y en poco tiempo el sentir nada.

-Eso es imposible.

-Te aseguro que sí Juan.

-¿Porque te dolió lo que te hizo, el no haberte escuchado?

-No, me desilusionó. Uno tiene una ilusión y eso está en contra de lo que yo enseño a mis amigos, a mis conocidos, de que uno no tiene que proyectar en la otra persona la perfección, no. Somos seres humanos, con nuestras virtudes, nuestros defectos. Si proyectamos en la otra persona una luz de perfección nos vamos a desengañar. Y eso lo digo por ti, lo digo por ti, Juan.

-¿Qué hago entonces, no me ilusiono con nadie?

-No, no digo que no te ilusiones, ilusiónate en un nuevo afecto, ilusiónate si conoces a un nuevo amigo, pero no abras de golpe tu pecho para que te claven puñales, espera a ver cómo es la persona.

-Pero Jorge, yo no soy un ser frío que va a estudiar a la persona como si estuviera tomándole un examen.

-¡Je, je! Juan, no te tomes todo tan literalmente. No te estoy hablando que la estudies como para pedirle que... ¡je, je!, o que le hagas un test de personalidad, ¡je, je!, no. Te digo que salgas, estés, aprendes sus costumbres y luego verás si hay compatibilidad o no. Quizás es más fácil una amistad que una relación de pareja, porque el amigo tiene que vibrar en tu misma sintonía, es un amigo, puede tener su opinión política, su opinión personal, hasta su opinión religiosa. Pero bueno, en una pareja es distinto.

-¿Tienen que vibrar puntualmente en sintonía?

-No necesariamente, pero sí tienen que tener amplitud de criterio. A mí me gusta la música, a la otra persona el periodismo; ella tendrá que aprender a amar esa música y yo tendré que amar las letras. De eso se trata. No creo en las almas gemelas, creo en seres que se complementan. Si tú entiendes eso nadie te va a invadir, nadie te va a invalidar, no vas a ser presa de nadie ni tendrás que ser controlado por nadie, porque tú no vas a permitir que eso pase. Esa es la manera de erradicar todo tipo de negatividades que puedan haber incorporado en tu ser.

-¿Y los roles del ego?

-Eso es un trabajo tuyo, ya no tiene que ver con la otra persona. Eso es algo que tienes que dominar tú.

-¿Y mis emociones?

-Juan, todos tenemos emociones, eso no lo podemos manejar. Pero el fruto de esas emociones, el enojarte, el gritar a la otra persona, el discutir en voz alta, eso sí lo puedes dominar. Y no intentes caerle bien a todos, habrá gente a la que le caerás bien, habrá gente a la que no. Y no es tu problema, es problema de la otra persona.

 

-¿Cuándo vuelves a tu país?

-Mañana. Ahora tengo que..., tengo una actividad. Si quieres a la noche cenamos. Y bueno, te paso mi tarjeta, estás invitado para ir a Plena cuando quieras.

 

Nos dimos un abrazo en ese momento, y ya le respondería cuando iría para Plena.