Índice

Psicoauditación - Sebastián H.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Página anterior

Sesión del 31/08/2020 (1)

Sesión del 31/08/2020 (2)

Sesión del 30/09/2020

Sesión del 06/10/2020

Sesión del 10/06/2021

Sesión del 07/07/2021

Sesión del 02/09/2021

Sesión del 25/10/2021

Sesión del 23/11/2021

Sesión del 02/12/2021

Página siguiente

 


Sesión 31/08/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Para ayudar al pueblo preparaban un torneo con los mejores sesenta y cuatro guerreros de la región. Él iba a participar, pero debería vencer a todos.

Sesión en MP3 (3.197 KB)

 

Entidad: Era la segunda vez que discutíamos.

-No entiendo tu punto de vista, Samanta.

-Mi punto de vista es simple, mi punto de vista es que no voy a dejar a mi familia.

-Creo que no nos estamos entendiendo -argumenté-, no te hablo de dejar a tu familia, te estoy proponiendo matrimonio.

-¿Y dónde vamos a vivir? Tú estás cómodo aquí en palacio.

-No, tenemos una fortaleza aquí cerca, una fortaleza que me trae malos recuerdos de mi madre, pero no tengo problema que mi padre me la dé, se la he reclamado y no puso peros.

-¿Y mi familia? -preguntó Samanta.

-Es una fortaleza enorme, pueden venir.

-No, están acostumbrados al poblado, me conociste en una herrería. Y te dije que tendrías que haberte buscado una noble. -La miré.

-No te entiendo. Cuando te conocí había perdido la memoria, recuperé la memoria. Te fui a buscar. No te mentí, no me interesa estar con una noble, la nobleza es un título, no te hace ni mejor ni peor.

-Somos jóvenes.

-Sí, Samanta, somos jóvenes pero podemos perfectamente vivir juntos.

 

Habíamos estado varias veces en mi alcoba, habíamos estado juntos dándonos besos profundos, uniendo nuestras almas, nuestros cuerpos, pero no me bastaba. Aparte, recordaba sus palabras cuando la volví a ver: "No quiero que me usen". Y se lo dije. No lo entendió o no lo quiso entender.

-O sea, que me estás proponiendo matrimonio no porque me amas sino porque piensas que me has usado.

-No, Samanta. -Me sentía agotado, me quitaba fuerzas discutir. Por la mañana me iba al patio de armas y practicaba con mi espada contra los mejores soldados y no me agotaba tanto como esta discusión.

Finalmente me dijo:

-Hagamos una cosa, yo no me siento preparada todavía para un matrimonio.

-¿No? -le dije irónicamente-, recuerdo que me dijiste "De chica soñaba con un príncipe". Aquí estoy.  ¿Y?

-Y nada. Necesito tiempo.

-¡Ohhh!

-¿De qué te ríes?

-Esa palabra, "necesito tiempo", se la escuchaba a los mayores cuando yo era chico. Necesito tiempo es inseguridad. Pensé que me amabas.

-No me gustan las presiones.

-¿Presiones? Es la segunda vez que tocamos el tema en sesenta amaneceres. Presiones...

-¿Me acompañas hasta mi poblado?

-No. No. Irás con una escolta de diez soldados.

-¿Me vendrás a ver?

-No. Cuando te decidas vendrás tú.

-¿Y si no me decido?

-No me vengas con adivinanzas, Samanta. Si no te decides es que yo no te alcanzo, aspiras a algo más o algo menos. Quizá te abruma todo esto, los pisos de mármol, la tina con agua tibia.

-No me ofendas, no me ofendas.

-Disculpa, pero estoy mortificado.

-No lo tomes como un rechazo -dijo ella.

-No, lo tomo como una postergación indefinida. Dependerá de ti, no de mí. -Se despidió de todos y con una escolta de diez soldados marchó para su poblado.

 

De verdad que estaba abrumado, sorprendido. Y sentía un vacío. Padre no era tonto, padre sabía que de su alcoba al lado de la mía me visitaba ella por las noches y uníamos nuestros corazones.

 

Aranet se había marchado, había hablado con Núria y con Émeris y dijo que iba a buscar a Orlok, iba a matar a los traidores uno por uno. Émeris lo quiso acompañar, Aranet se negó.

Dijo:

-No, no, no los voy a atacar, no soy un suicida. De noche los buscaré y degollaré a uno por uno. -Mi piel se había erizado de la impresión, de ver la frialdad con la que se expresaba Aranet, pero por otro lado justificaba su ira. Tanto padre como su esposa y el bebé estuvieron en peligro de muerte.

Antes de irse le dije:

-Émeris y Núria, con los nervios que pasaron no trajeron botín, el botín que se habían llevado.

-Veré cómo hago. Obviamente no iré con una carreta.

-¿Irás en un hoyuman?

-No, iré con mi bagueón. -Y se marchó.

 

Padre estaba mucho más repuesto. Había pasado unos días infernales, días que no podía ni dormir pensando que su amada y el bebé iban a morir a manos de los bárbaros. Encima, para colmo de males, en toda la región había sequía.

Esa mañana, padre bajó al salón principal del trono contento y me dijo:

-Voy a organizar un torneo. -Fruncí el ceño.

-¿De qué hablas?

-Un torneo de espadas. Y se cobrará, habrá un pequeño premio para el ganador.

-¿Y el resto de la recaudación? -le pregunté.

-Será para las aldeas cercanas que están sufriendo una espantosa sequía, pierden las cosechas. Hay que ayudarlos.

-Tenemos los medios. ¿Pero porqué no recaudar más?, el patio de armas se ha modificado el doble de tamaño y estaba rodeado por edificios con grandes miradores.

 

Difundió la noticia. Y podían venir gratuitamente de las aldeas, incluso se permitían apuestas.

Los primeros días no vino nadie, hasta que empezaron a caer guerreros conocidos: Azlud, norteño. Argón, otro norteño pero del noreste. Arraquis, que portaba una cimitarra. Artázar, un elfo. Vino un hombre fornido, quizá un poco más bajo que Aranet pero más corpulento, era campeón de espada del norte, Axel. Otro elfo llamado Rubio. Éveret, otro guerrero con cimitarra... Y fueron viniendo muchos más.

 

Padre quería hacer un torneo con sesenta y cuatro participantes en eliminatoria directa.

 

Faltaban todavía seis hasta que apareció un joven descarado, rostro alegre. Con la primera que se abrazó es con la esposa de Aranet, la joven Mina, luego con Fondalar. Averigüé sobre Rebel, decían que era uno de los más importantes espadachines de todo Umbro y ganaba su dinero participando en torneos. Jamás lo habían vencido, jamás.

 

Esa noche en el salón principal se armó una mesa larga, una mesa enorme y todos bebían y festejaban. Me sentí contento al ver a padre feliz, a la dama Marya sonriendo y el bebé en la habitación cuidado por una criada y en la puerta un soldado. Sólo faltaba Samanta para completar mi felicidad.

Me acerqué a Rebel y le dije:

-Yo también participaré. -Se encogió de hombros.

-¿Y qué tal eres, príncipe?

-Muy bueno. Quizá sea yo quien te gane. -Rebel lanzó una carcajada.

-No te ofendas, Gualterio, es mi carácter. -Me caía bien.

 

Fondalar estaba en un rincón hablando con Émeris, todavía arrastraba esa tristeza de haber perdido a su hijo, pero tenía la fuerza interna suficiente para reponerse.

 

El más alegre de todos era Rebel, contando anécdotas. Todos se reían.

Argón, del noreste, le decía:

-Te cerraremos la boca.

Mi padre dijo:

-Acordaros que es a primera sangre. Acá no se mata a nadie, el que sangra queda eliminado. Aunque sea solamente un pinchazo con la punta de la espada, un corte en el muslo, en el estómago, en el brazo. Queda eliminado.

 

Rebel sonreía, era invicto. El mismo Fondalar decía:

-No veo otro con su habilidad.

 

Al día siguiente llegaron los restantes. El último era un hombre medianamente grande, de edad indefinida. Portaba una espada grande a su espalda. Con barba algo canosa. Muchos de los guerreros lo miraron con mucho respeto.

Le pregunté a padre:

-¿Quién es?

-No sé. -Nos acercamos a Fondalar-: ¿Por qué lo miran con tanto respeto?

-Es Geralt. Geralt es un mito. Mira que yo tengo edad -agregó Fondalar-, y desde que era joven ya conocía a Geralt. Tengo entendido que se crió más allá del país de oriente, más allá del desierto. Luego vino para el oeste y estuvo viviendo con los turanios. Es un caza recompensas. Pero no es mala persona, caza asesinos y violadores y cobra por ello. Muchos le temen.

Mi padre dijo:

-Espero que los que se anotaron no se arrepientan, porque veo las miradas de respeto que le tienen.

 

Lo primero que hice fue mirar a un costado y ver a Rebel. Y me sorprendió, había perdido su sonrisa, pero no miraba a Geralt con respeto, lo miraba con seriedad.

Geralt comió algo, tomó una enorme taza de bebida espumante y desvió su mirada hacia Rebel. Se acercó, estuvieron conversando. ¿Se conocían? Aparentemente sí.

 

Volví a preguntarle a Fondalar:

-Tú que estás enterado de todo, ¿Geralt conocía al joven Rebel?

-No te sé decir... Y no es cierto que lo sepa todo.

Padre se acercó a mí:

-¿Tú vas a participar?

-¿Por qué no? ¿Piensas que porque está Geralt voy a perder?, ninguno de los soldados me gana. Ni siquiera Albano, que es bueno. El propio Donk no me pudo vencer. -Lo miré a padre y a Fondalar-. Es una pena que no estén dos de los mejores; Aranet que fue tras Orlok y Ligor obsesionado con Randora. No sé qué hubiera pasado con Aranet y Ligor en el combate.

 

Ya estaban los sesenta y cuatro participantes. En dos amaneceres comenzaría, sería por sorteo. Pobre al que le toque primero Geralt, quedaría eliminado en primera ronda. ¿Había favoritos? Sí, los dos favoritos eran Geralt y Rebel. Lo que no sabían es que yo podía dar la gran sorpresa.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 31/08/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Empezó el torneo. Cada uno tenía una historia distinta, unas posibilidades de ganar. Pero la habilidad y la fuerza se decantaron hacia una situación nunca esperada.

Sesión en MP3 (3.667 KB)

 

Entidad: Estaban todos entusiasmados con el torneo de espadas. Hasta mi padre. Parecían niños con un juguete nuevo. Pero a mi padre qué le podía reprochar, estuvo con su esposa y mi hermanito en peligro de muerte.

Está bien. Fue organizado, más que nada, con parte de la recaudación solventar la sequía de la región y que las aldeas puedan sobrevivir habiendo perdido su cosecha. Y si lo tomaban como un juego, como una diversión, ¿qué?, ¿a quién molestaban?

 

Yo tendría que estar con ánimo pero estaba desgastado, es como que la partida de Samanta me dejó un hueco en mi corazón. Una mano se apoyó en mi hombro y me sobresaltó.

-Tranquilo. -Fondalar, atento a todo. Lo miré y me dijo-: Ahora pon atención a lo que está por venir. Te he observado estos últimos tiempos y has mejorado muchísimo en el arte de la espada, pero fíjate con atención los últimos que han llegado.

 

Había llegado Irsing, un salvaje, una bestia, un hombre que hablaba con sonidos guturales. Obviamente sabía hablar pero quizá para intimidar se expresaba con gruñidos.

Impiro, expulsado de la raza de los blancos, enorme, más de dos líneas de altura, fuerte, pero de rostro cadavérico. La impresión que causaba era como que era un destructor, un tremendo destructor.

 

De causalidad me tocó el primer combate contra un ecuatoriano, en instantes le saqué sangre del hombro. Saludé al público, limpié y luego enfundé mi espada.

Padre me palmeó en el hombro.

-Te felicito. -Era un rival que era fácil. De los sesenta y cuatro quedaron treinta y dos.

 

En la siguiente ronda me tocó contra un norteño que respiraba agitado. Me miraba con sus ojos pequeños, su boca con furia, su gesto de desprecio. Me miraba de arriba abajo, "¿Este joven presumido me vencerá a mí?". Levantó su espada y atacó con todo. Lo único que hice fue dar un paso al costado, dejar extendida mi espada sólo. Su estómago dio contra mi espada y cortó. Manó bastante sangre y lo tuvieron que sacar. Prácticamente no hice ningún esfuerzo.

Pasó la segunda ronda, quedábamos dieciséis.

 

Le tocó a Argón contra Asdaél. Fuertes, potentes, un combate bastante bastante complejo. Terminó ganando Argón con su fuerza, su musculatura.

 

Luego vino Arraquis. Estaba permitido usar cimitarra, el único arma aparte de la espada. Al fin y al cabo era una espada curva.

Venció Artázar. Por poco no son heridos ambos pero ganó Arraquis.

 

Luego vino Axel, tremendo guerrero del norte, fuerte, acostumbrado a usar dos hachas. Aclaro que manejaba muy bien la espada.

Fondalar me comentó al oído: -Es conocido de Aranet. Lo conoció en su peor momento, cuando Aranet fue herido.

Le tocó contra Kambal, un guerrero muy difícil de vencer. Finalmente Axel lo lastimó en su brazo.

 

Rubio. Delgado, fuerte, rápido casi tan rápido como Rebel. Le tocó contra el legendario Geralt.

Geralt más lento pero paraba cada golpe. Rubio se cansó enseguida y Geralt lo marcó en un brazo, hiriéndolo.

 

Me tocó a mí nada menos contra Éveret. Rápido, fuerte, guerrero muy experto.

Esta vez no fue fácil, dos veces estuve a punto de caer distraído y paré los golpes como pude. Di una media vuelta y le herí en un muslo.

Salí del cuadrilátero y padre me dijo:

-Si sigues pensando en tu novia vas a perder. -Asentí con la cabeza.

 

Entró al cuadrilátero el legendario elfo, Olsen, conocido por ser uno de los mejores entre los elfos, y del otro lado Rebel, con su eterna sonrisa.

Elfo, con su tremenda velocidad, parecía que combatía en cámara lenta comparado con la velocidad de Rebel y sus reflejos. En un instante lo marcó dos veces, en el muslo y en el brazo. Bajó Rebel triunfante con su eterna sonrisa.

 

El salvaje Irsing subió resoplando al cuadrilátero. En instantes venció a Nadirín y gruñó triunfante.

 

En el último combate de esta tanda subió Crak, un salvaje del norte de dos líneas de altura, espesa barba, ojos de fuego. Y del otro lado, mirando a todos con desprecio, su cuerpo blanco, su rostro cadavérico, Impiro, aparentemente el más fuerte de todos.

Fue una lucha de fuerza, cruce de metales. Ganó Impiro. Prácticamente casi le arrancó el brazo de un golpe de espada. A Crak lo llevaron para coserlo y ponerle unos polvos para que cicatrice la herida.

 

Hubo un tremendo descanso. Sólo quedábamos ocho. Comimos algo y descansamos.

Esa noche apenas podía dormir. Padre me dijo:

-Tengo unos polvos que te pueden hacer dormir un poco.

-No, no, no, quiero estar lúcido para mañana.

-No vas a estar lúcido, no vas a tener fuerzas. -Me dormí casi a la madrugada y al poco tiempo me despertaron.

-Arriba, Gualterio, es hora. -Me lavé, me puse mis ropas, mi cinturón, mi espada.

 

Al cuadrilátero subió Argón, el que había vencido a Asdaél. Le tocó con Axel, el tremendo guerrero del norte, ágil, fuerte. Lo venció.

 

La siguiente me tocó contra Arraquis, el que había vencido a Artázar. Esta vez presté más atención. Paraba los golpes, contraatacaba, se defendía bien. Finalmente lo herí en un muslo.

Bajé del cuadrilátero y padre me abrazó.

-Vamos, Gualterio, vamos.

 

La siguiente, un combate muy muy bravo, el salvaje Irsing, el que había vencido a Nadirín contra Rebel, un combate raro. Irsing arremetiendo una y otra vez. Rebel esquivando, parecía que huía el combate pero era una táctica. En un momento Irsing resopló agotado y Rebel lo marcó en los dos muslos. Y bajó sonriendo, como siempre.

 

La siguiente, Geralt. Su leyenda, su prestigio. Y del otro lado la bestia, la bestia blanca, Impiro. Geralt era alto, casi dos líneas de altura, pero Impiro le llevaba media cabeza y era mucho más fuerte. Le costó parar las estocadas a Geralt. Un combate agotador, quizás el más largo de todo el torneo. Hasta que finalmente en un avance de Impiro clavó la hoja en el estómago levemente, para no herirlo demasiado: Impiro cayó de rodillas. Se levantó gruñendo, lo miró a Geralt y asintió con la cabeza, admitiendo su derrota. Lo quisieron ayudar y se negó. Sí, por supuesto, luego permitió que lo cosieran.

 

Quedábamos cuatro, solamente cuatro. Un descanso. Almorzamos al mediodía, no quise comer.

Se sentó al lado mío Fondalar:

-Te recomiendo que comas algo liviano, no quiero que estés débil. No te vi desayunar.

Le dije:

-No, no desayuné. -Comí un poco de ave, tomé un poco de zumo de frutas.

 

Y a la tarde subí al cuadrilátero. Frente mío el rostro sonriente de Rebel.

Quedábamos cuatro, semifinales. Era a suerte y verdad. Utilicé lo mejor de mí.

Ataqué, contraataqué, retrocedí, avancé... Estaba desconcertado porque es como que Rebel adivinaba un segundo antes cada golpe que vaya a dar, incluso usaba la espada de manera distinta de cómo la usaba siempre para desconcertar a Rebel, pero era imposible. Me hizo un leve tajo en el brazo e hizo un gesto como disculpándose. No me enojé, sonreí, trató de lastimarme lo menos posible.

Le di la mano.

-Te felicito.

-Te felicito a ti -me dijo-, eres mejor de lo que pensaba.

-En breve te alcanzaré.

-¿A qué le llamas 'breve', a cuando tengas hijos? -Y lanzó una carcajada y bajó del cuadrilátero. Era Rebel, era su forma de ser. Pero me simpatizaba, a pesar de que me haya ganado.

 

El siguiente combate, Axel. El guerrero del norte con su fuerza, con su furia contra Geralt, la leyenda, el invencible Geralt al que todos respetaban, el que había vencido a Impiro.

Fue un combate muy muy parejo, incluso más parejo que el de Geralt con Impiro. Axel sabía combatir, sabía lo que hacía. Por momentos lo vi a Geralt desconcertado de la resistencia que le ofrecía Axel. En un momento, un movimiento de espada de Geralt y tocó con su filo el hombro de Axel: había ganado Geralt. Se miraron y se dieron un fuerte abrazo. Axel reconoció la derrota contra alguien que aparentemente era lo mejor que había en Umbro. Solamente me daba pena que no estuvieran Ligor ni Aranet.

 

A última hora llegó la final: La leyenda, el respeto, el hombre contra el insolente Rebel invicto, supuestamente la mejor espada de todo Umbro. Se hablaron y comenzó el combate.

Ninguno de los dos atacaba, se estudiaban. De repente avanzaba Rebel, paraba los golpes Geralt, atacaba Geralt, paraba los golpes Rebel. A Rebel lo veía distinto, como con menos reflejos, a Geralt lo veía cansado, cansado del combate que había tenido contra Impiro. Pero me sorprendía Rebel, tan lento.

En determinado momento un avance, una estocada a fondo de Rebel, parece que da en el cuerpo de Geralt; este se corre y lo toca en el brazo sacándole sangre. Todo el mundo aclama, aclamaba a Geralt, el ganador, y Rebel por primera vez en su historia había perdido. Bajó del cuadrilátero, no sonreía.

Geralt habló:

-Hipotéticamente, parte de la recaudación era para mí y el resto para los aldeanos, para compensar la pérdida de su cosecha. No; sumen lo mío, sumen lo mío. Solamente quería practicar un poco y estar entre gente amiga. Espero tomar ahora un buen vino y comer un buen trozo de carne. -Todos aplaudieron.

Mi padre me dijo:

-¿Has visto?, la leyenda le ganó al intrépido.

-Sí, sí -asentí. Lo miré a Fondalar. Fondalar hizo una mueca que semejaba una sonrisa. Bajó la cabeza como llamándome. Me tomó del hombro y me empujó muy despacio, como invitándome a caminar.

 

Llegamos a una esquina y a un costado estaban hablando Geralt con el sonriente Rebel:

-¿De verdad no te acuerdas de mí? -le decía Rebel.

-Escuché hablar de ti -le dijo la leyenda-. Sé que eres muy bueno, estuviste a punto de vencerme.

-Tu nombre es Geralt.

-Todos me conocen como tal.

-Pero tú has estado en Ardeña y en Turania, allí tenías otro nombre.

-Mi primer nombre.

-Dímelo.

-Nadie me conoce por mi primer nombre...

-Omar.

 

En ese momento discretamente me asomé y vi que Rebel se abrazaba a Geralt, que le llevaba media cabeza de alto. Fondalar me tomó del brazo y me tiró un poquito para atrás para no quedar en evidencia de que me vieran.

-Nunca me he olvidado de ti -le dijo Rebel.

Geralt frunció el ceño.

-No me digas que tú eres el joven..., el joven paria sin padres al que le enseñé todos los secretos de la espada cuando eras apenas un crío.

-Por fin te acuerdas. Por fin te acuerdas, querido maestro. Eres como un padre para mí, eres como un padre. Cómo podía..., cómo podía atreverme a vencerte.

-Gracias -dijo Geralt-. Me di cuenta de que estuviste tres o cuatro veces a punto de tocarme y te frenaste. Evidentemente estoy lento.

-No, eres la leyenda, eres el mejor. En un combate de verdad seguramente me vencerías porque un corte lo hace cualquiera, pero hay que ver después en un combate verdadero quién es el que aguanta de verdad. -Se abrazaron.

Geralt le dijo nuevamente:

-Gracias.

-Gracias a ti. Hoy, soy lo que soy por ti. No podía vencerte, no debía vencerte.

-Sé que para ti, tu "Invicto" era como un título.

-No -dijo Rebel-, no. Hay algo más importante, que es el honor, y mi honor fue el respetarte. Tú eres mi maestro. Qué más puedo decir.

 

Esa noche Geralt y Rebel se sentaron juntos compartieron carne, pollo y vino. Rebel otra vez con su sonrisa como si hubiera vencido en el combate y yo al lado de Fondalar.

Habiendo ambos escuchado la conversación privada, le pregunté a Fondalar:

-¿Cuándo me tomaste del hombro y me llevaste, querías que escuchara eso?

-Sí.

-¿Por qué?

-Para que veas que Rebel también es un personaje, pero que dentro de su personaje tiene una enorme humanidad, una enorme bondad. Aún es joven y por muchos años nadie le va a ganar, es la mejor espada. Le ganó tiempo atrás al que era el mejor -y que obviamente conocí-, a Jonus.

 

Esa noche comimos, tomé vino, y por primera vez dormí tranquilo sin pensar siquiera en Samanta. Mañana sería otro día.

 


Sesión del 30/09/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

El grupo de guerreros, amigos todos ellos, comentaron cómo fue el torneo. Hubo discrepancias. Luego se tomaron unos días de entrenamiento, para mejorar la supervivencia frente a combates armados. No faltaron las enseñanzas que cada uno brindaba al grupo.

Sesión en MP3 (4.714 KB)

 

Entidad: Me sentía como ahogado, como encerrado. El ver llegar a Aranet fue para mí como un alivio, fui el primero en recibirlo.

Se abrazó conmigo y me dijo:

-¿Cómo estás?

-Cuéntame tú, por favor.

-Hice lo que tenía que hacer, acabé con todos ellos. -Siguió andando y se dirigió a mi padre, tiró en el medio del salón dos bolsas que había cargado con la mulena-. Este es el botín que se llevaron. -Salí al patio y miré que los soldados estaban desatando un pequeño venado.

-¿Y esto?

-Esto es un venado.

-¡Ja, ja! Aranet, ¿qué pasó? -Me contó que un dingo, un perro de las estepas había matado a la madre, a la cérvida, y rescataron a la cría.

-Algún médico que sepa arreglarle la pata.

-Sí, habrá que entablillarlo. Y después, seguramente, nos haremos un festín.

-No -negó Aranet-, ténganlo. Tienen un fondo grande atrás de palacio donde puede... -Me rasqué la nuca pensando en las facetas de Aranet. Acabó el solo con todos los malhechores y de repente se apiada de un venado como si fuera una mascota más, como el guilmo, como el bagueón.

 

Nos sentamos a comer y comía a lo salvaje, como cuando yo era chico, cogía el guisado con las manos y se manchaba toda la ropa. Me miró y pegó un tremendo eructo, lancé una carcajada.

Frunció el ceño y me dijo:

-¿Qué te causa gracia?

-Tus modales.

-Estamos nosotros, los varones.

-¡Aaah! -le dije irónicamente-, adelante de tu esposa te comportas y coges la cuchara.

-Hoy voy a descansar. Mañana a la mañana vamos a salir.

-Sí, lo estaba deseando desde hace tiempo. -Le conté del torneo, se encogió de hombros.

-No me interesan esos torneos a primera sangre, no es mi manera de ser, me parece una práctica para lucirse, no para otra cosa.

-Será -le dije-, pero estuvo una leyenda.

Paró de comer y me dijo:

-¿Quién?

-Geralt, el caza recompensas. -Frunció el ceño.

-¿Geralt participando de un torneo de esos? La vida te da sorpresas. ¿Y quién ganó?

-Geralt, obviamente. -Le conté con detalles como fue el torneo.

Me respondió:

-Bien. ¿Y se fueron todos?

-No, quedó Rebel, debe estar descansando en una de las habitaciones. Y está Aksel, practicando en el patio de armas.

-Aksel. -Lanzó otro eructo y después dijo-: Lo voy a ir a saludar más tarde.

 

Ya estaba disfrutando de antemano el día siguiente. Me levanté y ya estaban conversando en una mesa larga, en la cocina Aksel, Rebel y Aranet.

-Únete a nosotros, Gualterio.

-No, voy a preparar mi hoyuman, las alforjas, ya tengo lista mi espada. ¿Qué vamos a ir, a cazar?

-No, vamos a practicar supervivencia. -Fruncí el ceño pero no dije nada. Fondalar dijo:

-¿Por qué camino van?

-Por el camino estrecho.

-Tened cuidado por ahí. Más tarde me uniré a vosotros. -Y partimos.

Aksel me miró y me dijo:

-¡Ja, ja, ja!, el príncipe viene con nosotros.

-No, nada de príncipe. Gualterio. Gualterio y punto.

-Les quiero comentar algo -dijo Rebel.

Aranet lo miró y dijo:

-Has hecho un buen gesto.

Rebel le dijo:

-No entiendo.

-Llegaste a la final con Geralt.

-Sí. ¿Pero cuál es el buen gesto?

-Hay dos tipos de combate -dijo Aranet-, un combate real y un combate ficticio a primera sangre. Y eres el más rápido de todos nosotros. No me imagino que hayas perdido. Lo habrás hecho por respeto. -Sonreí. Aranet era muy observador y bastante inteligente.

Rebel dijo:

-Ahora que estamos tranquilos por el camino les quiero comentar algo de hace treinta días atrás. Ahora que terminó el torneo, ahora que terminó todo esto les quiero comentar que hace treinta días atrás había participado de otro torneo.

Le dije:

-Y seguramente lo ganaste.

-Sí, lo gané. Había alguien que no participó y que si nunca nos enfrentamos no voy a saber si es mejor que yo o no.

-¿Quién?

-Elefa, la elfa.

-Vaya. Y quién más estaba.

-Estaba la joven guerrera, Kena, un amigo de ella, Sturgion, y una joven noble, Diana, que tenía una facilidad, una intuición tremenda con la espada. Pero ese no es el problema...

-¡Explícanos! -Seguíamos al trote en nuestros hoyumans.

Rebel siguió hablando.

-Resulta que Diana es una noble y derrocaron al rey de la región de ellos, el rey Bryce.

-¡Ajá! -dijo Aranet-, escuché hablar de él.

-Y ella logró reunir unos rebeldes y derrocaron al rey tirano, repusieron en su puesto al rey Bryce.

-¡Eso es bueno!

-No -dijo Rebel-, la noble Diana comentó que el rey cambió, empezó a disfrutar del poder. Su mente se trastornó, empezó a ser despótico incluso con los suyos. Es más, sumó a sus fuerzas las fuerzas vencidas del rey que lo había derrocado a él. Empezó a cobrar altos impuestos. Los rebeldes se unieron y les dio una buena paga a costa de los altos intereses que les cobraba a los campesinos de la zona. Es más; y a los nobles de la zona.

-Continúa -dijo Aranet.

-Bueno. Y Diana comentó que ella no estaba de acuerdo con la política del rey. Y uno de los rebeldes que era un gran amigo de ella, le dijo que ella era una traidora. Finalmente se marchó. La conocí justo en medio del torneo. Terminado el mismo fuimos a una posada a tomar algo y comentó que estaba muy desanimada. En ese momento vino una diligencia y bajó una jovencita, una niña casi, dieciséis años tendría, y resultó ser prima de la noble Diana. Y contó que el rey Bryce había mandado matar a sus padres porque no pagaban la cuota y los consideró rebeldes.

-Continúa -pidió Aranet.

-Bueno. Y le dije que conseguiría ayuda. Elefa, la elfa, por su parte iba a buscar en su región aliados elfos, de los buenos. -Aranet frenó su hoyuman.

-¿Estás diciendo que el padre de Gualterio preste sus soldados para derrocar al rey Bryce? -Rebel se encogió de hombros.

-Sí.

-¿Y en el tiempo que estuviste aquí no le contaste nada?

-No, lo quería hablar primero con vosotros.

Aranet dijo:

-Es meternos en otra guerra. Todavía no terminó lo de Andahazi, Randora está suelta, vaya a saber por dónde anda Ligor.

Rebel dijo:

-Yo no volveré al castillo, me marcharé y me juntaré con ellos.

 

En ese momento de un costado de las montañas vino un jinete de piel muy blanca, rostro cadavérico, con un gigantesco mangual: era Impiro, que había quedado eliminado en semifinales por Geralt. Se acercó a nosotros.

Aranet lo miró y dijo:

-¿Qué buscas?

-A él. -Lo señaló a Rebel.

Rebel guió su hoyuman hacia Impiro.

-Estoy a tu disposición. ¿Qué pasa?

-Te desafío a pelear ahora, pero no con esa tontería de a primera sangre, un combate de verdad. Y no con espadas, yo no sé manejar muy bien la espada, con el mangual, y tú con lo que quieras. -Rebel se bajó del caballo, Impiro hizo lo mismo-. A ver cuánto me duras -le dijo Impiro-, soy una cabeza más alto que tú, mucho más pesado. ¿Te crees que con tus malabarismos de espada podrás vencerme en un combate de verdad?

Intervino Aranet:

-Basta, Rebel no te hizo nada.

-Lo estoy retando, eso es legal.

Rebel le dijo a Aranet:

-No te metas, le enseñaré que soy la mejor espada de Umbro.

-No, déjamelo a mí.

-Contigo no tengo nada, no te conozco.

-Perfecto. Soy de tu estatura, de tu peso y tengo una buena espada. Vénceme a mí y luego te encargarás del joven. -Yo miraba la escena, no decía nada.

-Está bien.

Rebel objetó:

-¿Por qué sacas la cara por mí?, soy incluso más rápido que tú.

-Lo reconozco -dijo Aranet-, pero quiero que veas algo. -Rebel accedió y retrocedió.

 

Aranet sacó su espada larga.

-Fíjate -le dijo a Impiro-, es una espada a dos manos, con eso tengo una fuerza tremenda.

-¿De qué te servirá?, con un golpe con mi mangual te la partiré en dos.

-Perfecto. Veamos entonces. -Hicimos un hueco con nuestros hoyumans, y ellos en el medio dando vueltas.

Aksel dijo:

-Me hubiera gustado acabar con él, yo.

Aranet sin mirar, no perdiendo de vista a Impiro, dijo:

-Mira tú también. -Asestó el primer golpe Impiro. Aranet lo paró con su espada firme. Impiro se desconcertó-. ¿Ves?, ¿ves que no la has partido? -Ahora el que dio un golpe fue Aranet, y le partió el mangual en dos-. Ahora estás desarmado. ¿Y?

Nunca vi la cara de Impiro tan desconcertada.

-¿Cómo has hecho eso?

-El material de mi espada está hecho de una piedra del cielo. Pero con eso te quiero demostrar, Impiro, de que no depende tanto del arma, depende también del espíritu interno de cada uno. Supón que el joven Rebel te hubiera clavado; tú soportabas esas heridas y le hubieras partido la cabeza con tu mangual. Y en este momento estarías muerto.

-No entiendo -dijo Impiro.

-Sí, porque yo me hubiera encargado de matarte. Como lo puedo hacer ahora, ¿porque esto es un duelo, no? ¿Por qué tengo que tener piedad de una persona desarmada que me retó a duelo?

-Es que yo no te reté a ti.

-No importa, yo tomé el lugar de Rebel. -Y le puso la espada en la garganta-. Antes de morir di que quieres. -Impiro levantó el rostro, ofreciendo su garganta.

-No quiero nada, jamás pedí piedad. -Aranet guardó su espada.

-Bien, eso habla bien de ti dentro de lo bestia que eres. ¿Por qué no estás con tu gente, con los blancos? -Impiro se encogió de hombros.

-Me gusta ser independiente. Ahora tengo que conseguir un buen herrero para reponer mi mangual.

-Aksel... -Aranet lo miró al guerrero del norte.

-Dime.

-Sé que en tu alforja tienes dos hachas.

-Sí.

-La que tienes de repuesto lánzamela.

Aksel sonrió.

-¡Ja, ja! Sí. -Sacó el hacha y se la lanzó a cinco líneas de distancia. Aranet levantó la mano y la tomó como si fuera una pequeña herramienta. Se la ofreció a Impiro-. Toma, para defenderte hasta que consigas tu mangual.

-Les agradezco el gesto. -Luego lo miró al joven Rebel-. Tu amigo te ha salvado. -Rebel dijo:

-Yo no lo creo así; no soy débil, no soy un niño, mi espada es más corta que la de Aranet pero te hubiera atravesado el pecho antes de que tú puedas mover tu mangual. Pero nunca lo sabremos, ¿no? -Impiro se encogió de hombros. Dio gracias por la segunda hacha de Aksel, dio media vuelta al equino y se marcho. Rebel quedó ofuscado.

 

Avanzamos un poco más. Escuchamos un galope detrás nuestro, era Fondalar.

-Has venido.

-Estaba a pocas líneas, en aquella colina. Mirad. -Miré hacia atrás, había una colina con árboles-. Estaba ahí aguardando.

Aranet lo miró.

-¿Hubieras intervenido mentalmente si algo raro pasaba?

-Seguramente. Me uniré a ustedes.

-Desmontemos todos -dijo Aranet. Y me miró a mí-. A ver, Gualterio, ven. Has crecido mucho, eres bueno, eres bastante bastante bueno.

-Todavía me falta -dije-, Rebel me venció.

-Yo estoy seguro de que todos los que estamos aquí somos buenos con la espada, pero no se trata solamente de eso, no se trata de ver qué tan bueno eres sino qué dolor resistes, qué soportas.

 

Aranet trajo una alforja, un alforja extraña, larga. Había varias espadas pero no eran filosas, eran más bien como redondas, parecían más bien palos metálicos, obviamente con empuñadura-.

-Bien. ¿Aksel? -Aksel lo miró-. ¿Quieres practicar con el príncipe?

-No, Aranet, no.

-¿Por qué no?, estábamos hablando del dolor.

-Yo puedo con Aksel -exclamé. Me dio las espadas sin filo.

-Esto golpea -dijo Aranet-, esto no clava, esto te puede partir un hueso. Y esto no es a primera sangre, no quiero que se lastimen, nada más que practiquen.

 

Me puse frente a Aksel. Sentía como que era más ágil, pero me paró el golpe y me golpeó al costado del cuerpo y caí de rodillas. En ese momento Aksel me pateó la cara y caí al piso, y me puso la imitación de espada en el cuello.

-Muerto. -Me tendió la mano y me ayudó a levantarme.

-Ahora yo -dijo Aranet.

-No, no, no; estoy dolorido.

-No, no contigo, con Rebel. -Fondalar seguía montado en su hoyuman y sonreía.

Rebel dijo:

-¡Umm! Hace rato que quería cruzar armas con Aranet.

 

Movió el palo en forma de espada haciendo malabarismos-. No me verás llegar. ¡Ja, ja, ja! -Se acercó a Aranet. Aranet tenía su palo en forma de espada apoyado en su hombro. Cuando Rebel se acercó le pegó un puntapié tremendo en los testículos, cayó de dolorido y lo pateo en las costillas, y le puso la espada en el cuello.

-Muerto.

 

No sé quien estaba más dolorido, si Rebel o yo. Estábamos tan doloridos que ni podíamos ni montar.

Rebel dijo:

-¡Qué es esto!, me has atacado a traición.

-¿Traición? ¡Qué hicimos! -Aranet miró a Aksel-, explícaselo tú.

-Hicimos un simulacro de combate real, en batalla. En batalla no existen los caballeros, en batalla es supervivencia. En batalla, la menor distracción y mueres. El último torneo sé que Rebel se dejó vencer a primera sangre por Geralt, pero en un combate real hubiera pasado esto.

Rebel dijo:

-¡Pero un puntapié en los testículos...!

-Sí, o un golpe en el mentón, o una zancadilla, o un golpe con la espada en las piernas para desestabilizarte y luego te atraviesan el pecho en el barro.

-¡Pero eso no es leal!

-¿Leal?

Habló Fondalar:

-Lo que están diciendo Aranet y Aksel es la realidad. -Lo miramos los dos, Rebel y yo, a Fondalar.

-O sea, que tú estás de acuerdo con Aksel y Aranet.

-Estoy de acuerdo.

-Bien. ¿Qué sigue?

-Lo que sigue va a llevar bastante tiempo, por lo menos treinta días.

Rebel se quejó:

-Me está esperando Diana.

-No hay apuro. Si tú le has dicho que volverás, te esperará.

 

El resto de los días Aranet y Aksel, a Rebel y a mí, nos hicieron cargar troncos y caminar con esos troncos en el cuello y en los hombros, líneas y líneas y líneas.

-¿Esto para qué es?

-Para fortalecer brazos, piernas, el cuerpo. -Volvimos a practicar con las espadas tipo palo, pero más largas, a dos manos. Me costaba incluso sostenerla-. Tienen que fortalecer el físico. -Rebel se quejaba.

 

-Tengo buena memoria -dijo Fondalar-. ¿Te acuerdas cuando te enfrentaste a esa bestia que era el doble de tamaño?

-Sí, y le clavé varias veces mi espada.

-¿Y cómo terminó?

-No caía. Me desconcentré y me abrió el vientre. Y te agradezco, porque me habéis salvado la vida. -Fondalar me miró.

-Lo que le pasó a Rebel te puede pasar a ti, también.

-¿Y entonces cómo vencemos una bestia así?

-Rebel, tranquilamente le podía haber ganado. Y también podía haber ganado a Impiro.

-¿Pero qué fue lo que pasó con la bestia?

-El mismo Ligor no pudo con esa bestia porque también se desconcertó.

-¿Ligor?

-Esto pasó hace muchísimo tiempo, quizás antes de que tú nacieras, Gualterio. Y tuvo que utilizar su electricidad para vencerlo. Pero Rebel lo hubiera podido vencer, no lo venció porque se desconcertó; lo clavó varias veces, vio que no caía y se quedó como tildado, como frenado, y de casualidad no murió porque lo atendimos. Entonces se trata de nunca desmerecer al enemigo, nunca desconcertarse. Y si el enemigo no cae porque es muy grande, no bajar la guardia. La habilidad, la agilidad también tiene que ver.

-¿Y entonces porque nos hacen practicar con troncos?

-Porque también tiene que ver la resistencia. ¿Cuántos días hace que hacéis esto?

-Vamos por el tercero, y a la noche no podemos ni dormir del dolor.

-Bueno. Faltan veintisiete amaneceres, yo pienso que dentro de cinco o seis amaneceres el cuerpo va a dejar de doler, las piernas van a dejar de doler, el hombro va a dejar de doler. Porque tiene razón Aranet, y seguro que Aksel piensa lo mismo, estos torneítos a primera sangre sirven para mostrarse, pero no para una batalla.

Lo miré a Fondalar, a Aranet, a Aksel, y le dije a Rebel:

-Tenemos mucho que aprender. -Rebel estaba molesto, es como que su ego estaba herido. Me daba la impresión que su ego le dolía más que su cuerpo. Y ni hablar de mí, ni hablar de mí.

 


Sesión del 06/10/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Estaban preparando el encuentro con el ejército del rey que cambió a tirano. Pero había que practicar, esforzarse. Y tenían poco tiempo.

Sesión en MP3 (2.197 KB)

 

Entidad: Ya no me dolía el cuerpo y además es como que había ganado en peso, en musculatura. Pero no habían pasado treinta amaneceres, habían pasado más de sesenta amaneceres, al mismo Rebel lo veía más fornido, más musculoso. Y practicábamos entre nosotros.

Le dije a Rebel:

-Te noto más lento. -Me mira y sonríe.

Y me dice:

-Casi tan lento como tú. Te sigo ganando.

En ese momento se acercó Aranet.

-Y chicos, ¿cómo vais?

-Lentos -le dije-. ¿Estás seguro que esto es para mejor?

-Esto es la primera parte -exclamó Aranet-. Fortalecieron vuestros músculos de todo el cuerpo, las piernas y los brazos principalmente. Tenéis espadas más grandes y las podéis manejar con total facilidad; podéis parar el golpe de un mangual, podéis parar el golpe de un hacha con vuestra espada sin que se os escape de las manos. ¿Que habéis perdido velocidad? Seguramente, pero la recuperaréis, por esto digo que esta es la primera parte. Pero no hay tiempo para la segunda parte, que es volver a que tengáis la velocidad de antes, para batalla. De todas maneras hay algo que no habéis perdido, que es la velocidad mental. No hay tiempo.

-¿Por qué no hay tiempo?

-Porque nos habéis convencido. Lo hablé con tu padre.

-¿Qué dijo padre?

-El no quiere dejar desprotegido el castillo después de lo que pasó con ese bárbaro traidor, que supuestamente estaba bajo mi mando y al que tuve que eliminar.

-¿Entonces?

-Entonces mandé a buscar a los bárbaros de isla Baglis ya hace tres amaneceres, y ya están llegando.

-Me enteré de que hubo una peste hace tiempo atrás.

-Sí -dijo Aranet-. Murió el que tenía de encargado, y mi segundo también.

-Y entonces, ¿quién los comanda allí cuando tú no estás?

-Alguien que... alguien que presenció mi caída. -Lo miramos con Rebel.

-¿Tu caída?

-Había una norteña, Snowza, que en un momento dado nos enredamos, no afectivamente sino apasionadamente, pero era muy posesiva y estuvo a punto de matar a mi esposa. Quise vengarme y estuve poseído por el ego, poseído por el afán de venganza. No comía, bebía, me debilitada. Y me crucé con alguien que me ayudó bastante, un tal Dexel. Fue en el mismo momento que conocí a una elfa maravillosa, mitad elfa mitad humana, Elefa.

Rebel dijo:

-¿La has conocido a Elefa?

-En mi peor momento. Estaba en mal estado y quise vengarme de Snowza y estuve a punto de morir. La norteña me atravesó con una espada.

Rebel dijo:

-¡Te han vencido!

-No me venció Snowza, me venció mi estúpido ego, mi estúpido capricho. Estaba debilitado, mareado, me cogían vértigos, las piernas se me doblaban, era imposible luchar así.

Rebel dijo:

-¿Y qué pasó luego con Snowza?

-Supuestamente se comentaba que era la mejor guerrera. No lo era, la venció Elefa. Y acá no estamos hablando de torneos a primera sangre, Elefa la venció bien, de alguna manera me vengó. Mi ego se molestó. Le reproché, le dije: "Hubiera esperado a que me repusiera y hubiera combatido de vuelta". La Elfa me dijo: "Sí, en tanto y en cuanto la hubieras encontrado".

-Está bien. ¿Y qué pasa con Dexel?

-A Dexel lo nombré el jefe de mi gente mientras yo no estuviera. Ninguno dijo nada de los bárbaros, se ve que tenían referencias de él. Y es una excelente espada.

 

Ese atardecer vimos desde las torres del castillo una fila de bárbaros comandados por Dexel, que llegó al castillo y se abrazó conmigo:

-Un gusto verte, Aranet. A tus órdenes, como siempre. -Me llevé una tremenda sorpresa cuando se vio con Aksel y se abrazaron.

-¿Os conocéis? -Me miró Aksel.

-Sí, príncipe, nos conocemos. Ambos hemos pasado por circunstancias nefastas en nuestras tribus del norte. Tuvimos vidas separadas pero comienzos similares; traiciones, malos tratos, y ambos somos buenas espadas. No nos vimos mucho -dijo Aksel-, pero nos tenemos un gran afecto y un gran respeto.

Aranet dijo:

-Bueno. Como tu padre, Gualterio, y con toda la razón del mundo, quiere guardar la seguridad del castillo, vamos a ir con los bárbaros a ver a tu conocida Diana.

Rebel dijo:

-Y ahí está Elefa, así que la volverás a ver. Y está Kena, que entiendo que era una amiga de Ligor. -Preparamos todo, hoyumans, mulenas.

Le dije a Aranet:

-¿Irás con tu bagueón?

-No, no, no; cogeré un hoyuman bueno, el bagueón se quedará.

 

Así que salimos con Aranet, con Aksel, con Rebel, con Dexel y los bárbaros de isla Baglis hacia el norte. Por supuesto que no nos precipitaríamos, hablaríamos con la noble Diana, averiguar bien todo sobre el rey Bryce y por qué había cambiado tanto, volviéndose un tirano.

Recuerdo que en el camino le dije a Aranet:

-Qué ha cambiado, tú estabas cansado de batallas y batallas, más con lo de Andahazi y sabiendo que Randora aún no ha sido atrapada. -Se encogió de hombros.

-Mi idea era salir.

-¿Y qué dice tu esposa Mina a todo esto?

-Ya me conoce. En el castillo está segura, se queda con Émeris, se queda con Núria... -Atrás nuestro se escuchó un galope, me llevé una tremenda sorpresa cuando lo vi a Fondalar. Se puso a la par de Aranet.

-Iré con vosotros. -Aranet asintió.

-Siempre eres bienvenido. -Los bárbaros de la isla Baglis ya lo conocían a Fondalar y le tenían un tremendo respeto por su poder mental.

 

En el camino hablamos de tácticas de combate. Aprovechamos Rebel y yo para hablar con Aranet, con Aksel y decirles cómo recuperar la velocidad que teníamos.

-Estamos más fuertes pero más lentos.

Aksel dijo lo mismo que Aranet:

-Pero no de acá -y se tocó la frente-. Se trata de tener agilidad. Habéis practicado con troncos sobre los hombros. Todavía os falta bastante: subir pequeñas montañas con carga en sus alforjas sobre las espaldas llevando casi el mismo peso que tiene vuestro cuerpo. Los primeros días no llegarán a la cima pero pasado un tiempo será una carga tan liviana para vosotros, y eso con el tiempo os dará la misma velocidad que teníais antes. -Miró a Rebel-. Y tú no solamente serás muy bueno en esos torneos a primera sangre sino en combate real. Todo es para bien. Yo soy más grande que vosotros -dijo Aksel-, y sigo practicando.

 

Por la tarde acampamos y vimos una exhibición con espadas, tipo tubos, entre Aksel y Dexel, los dos bárbaros del norte. No se sacaban ventaja el uno al otro, obviamente tomaban precaución de no lastimarse ni golpearse el cuerpo, pero había una sincronización tan grande... Luego probó Aranet con Aksel y con Dexel. Se notaba la... la presteza, se notaba la lucidez que tenía Aranet. Aranet dos veces apoyó la espada tubo sobre el cuello de Aksel y cuatro veces sobre el cuello y el pecho de Dexel. Aksel reconoció que Aranet era superior.

Y le dijo:

-Me hubiera gustado que estuvieras en el torneo.

-No -negó Aranet-, no tiene sentido. No tiene sentido un torneo a primera sangre, el mismo Rebel seguramente me hubiera vencido. Pero no demuestra nada eso en combate real. Y ya lo hablamos cien veces. -Yo lo miraba a Aranet y pensaba que en combate real, no estando, obviamente, reactivo como aquella vez con la norteña Snowza, no había quien lo venciera, ni siquiera Geralt, la vieja leyenda.

 

En un par de amaneceres llegaríamos al poblado donde estaba Diana con Elefa, con Kena, y planificaríamos cómo poder destronar al rey Bryce, que tan bien prometía y tanto cambió después. Eso demuestra que la mente, cuando tienes un objetivo favorable hace que la persona sea noble, pero cuando es presa de bajas pasiones, de tentaciones oscuras, esa mente puede volverse sucia, torcida. Pero también se trata de nuestro interior.

Jamás sería así, jamás. Y creo que ninguno de nosotros.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 10/06/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Habían sido secuestrados, estaban prisioneros y estaban en terreno desconocido. No tenían esperanza de ser rescatados, iban a ser vendidos.

Sesión en MP3 (3.915 KB)

 

Entidad: Nunca me encontré tan agotado. Al final mi padre tenía razón, lo que menos que hicimos fue cazar aves o pequeños mamíferos; practicamos con la espada. A mí me tocó Dexel, es como que yo era más rápido y quizá, quizá, no lo sé, en un combate real le podía ganar.

Pero teníamos, aparte de las espadas verdaderas, espadas de madera para practicar. Y claro, yo lo tocaba con una espada de madera y Dexel me daba con su espada en la cabeza. Caí varias veces de rodillas.

Dexel me decía:

-Te toca una espada de verdad, te cortan el cuello. -Y me levantaba, y me volvía a caer, y me volvía a levantar.

En un momento dado me senté sobre una roca y le digo:

-Paramos un momento.

 

Entonces puse la vista en la práctica de Rebel, el supuestamente invencible, con Figaret. Me tapé la boca para no reírme, porque Figaret con su espadín..., con Rebel. Podría decir que Rebel era más rápido. Y miraba la espada de madera que tenía Figaret, y era una espada de las más pequeñas, parecida a su espadín verdadero. Y Rebel avanzaba y de repente Figaret le pegaba un puntapié en la entrepierna: Rebel revolcado por el piso. Figaret sin piedad, con su espadín de madera, ¡pa!, ¡pa!, ¡pa!, cuatro, cinco golpes en la cabeza. Despacio, obviamente.

Rebel se molestaba.

-¡Eso es trampa!

Figaret se reía:

-¿Te piensas que en una batalla de verdad...?

-¡Estuve en una batalla de verdad!

-¿Y? ¿Son todos caballeros? Si te pueden clavar un cuchillo en la espalda te lo clavan. O sea, ¿qué estamos practicando? -le decía Figaret. y Rebel se levantaba.

 

Siento una mano en el hombro: Dexel.

-¡Vamos Gualterio, arriba!

-Te digo que no puedo más, no puedo más. -Aparte tenía hambre, quería comer algo, quería tomar algo, aunque sea agua del lago, lo que fuera.

 

Podría decir como que Rebel y yo éramos más jóvenes, inexpertos en cuanto a estar alerta. ¿De Figaret qué puedo decir? Nunca fue guerrero. Era un juerguista, le gustaba la juerga. Se defendía con su espadín pero no era un guerrero nato. Pero Dexel sí, y encima del norte. Pero él también estaba abstraído en lo que estábamos haciendo. Hasta que nos vimos rodeados de dos docenas de personas, todas armadas.

 

Y nos atacaron. Los cuatro sacamos las espadas verdaderas, las metálicas. Pero la diferencia era abrumadora aún para Rebel con su velocidad.

No nos lastimaron en el sentido de herirnos, nos golpearon con palos grandes. Antes de perder el conocimiento alcancé a ver que lo hirieron en un costado a Dexel, pero al menos tres hombres lo clavaban a Figaret.

 

Cuando desperté estábamos en una habitación, no estaba acostado, estaba sentado en una silla con las manos atadas detrás del respaldo.

Y de repente pregunté:

-¿Dónde estoy? -Y vi que estaba Rebel. Había más hombres pero era un salón largo.

¿Cuánto hace que estás despierto?

-Un buen rato.

-¿Has visto lo que le pasó a Figaret?, parece que directamente lo mataron. Y no sé si a Dexel. El que se salvó es Edmundo, mientras practicábamos fue a recorrer los alrededores.

-No, Gualterio.

-No, ¿qué?

-Mira. -Levanté la vista. Atado a otra silla, Edmundo.

-Lo encontraron.

-Obviamente.

 

Se acercó un hombre.

-¿Qué quieren de nosotros?

-¡Je, je, je!

 

Nunca vi caras tan torcidas, tan atemorizantes. De alguna manera, ¿no? No eran grandes guerreros: sucios.

Rebel me dijo:

-Son piratas.

-¿Piratas?

-Sí. Tienen barcos y asaltan y roban. Joyas, metales. Están dudando si nos van a llevar a su barco, a que limpiemos la cubierta o trabajemos en la cocina o directamente nos venden como esclavos.

 

Apareció un negro, gigante, de más de dos líneas.

Rebel me dijo:

-Ni lo mires. Es Lotar, es el que manda.

-¿Es el jefe de todos?

-No, es el segundo. Malacara no está.

-¿Cómo sabes el nombre del jefe?

-Gualterio los escuchó hablar.

 

Vimos que desató a Edmundo y lo llevó a una habitación. Edmundo se quejó y le dio una bofetada con una mano tan grande que casi le hacía girar la cabeza, como esas aves nocturnas que giran la cabeza, como si tuvieran un torniquete. Y se me desvanecieron, lo llevó a una habitación.

Lo miro a Rebel:

-¿Es lo que yo pienso?

-Creo que sí.

-Pero en todos los pueblos hay posaderas o mujeres que se venden por un par de metales. No entiendo al gigante ese. -Rebel se encogió de hombros.

-Debo decir que conozco un poco más de mundo que tú.

-Sin embargo aquí estás.

-Gualterio, no se trata de competir. Me dices "Sin embargo aquí estás". Prefiero estar aquí y no estar como Dexel o como Figaret, cadáveres.

-Pero no entiendo la costumbre de esta gente.

-Gualterio... -Me quedé pensando.

 

En ese momento vinieron dos hombres y nos desataron, nos trajeron un guisado. Tenía el estómago revuelto de los nervios pero comí, porque verdaderamente tenía hambre. Me trajeron una jarra con agua y bebí desesperadamente.

-¡Espera, espera! -me dijo Rebel-, te vuelca más de lo que bebes.

 

Me acordaba de mi padre, que me decía "Aún no estás maduro para...".

Pero esto no era la isla Baglis, nos habían secuestrado. Cuando recuperé el conocimiento pensé que Edmundo se salvaba porque en lugar de practicar había ido por los alrededores, pero se ve que esta gente barrió toda la zona.

 

-¡Mira!

-¿Qué?

-Mira más allá, al fondo del salón. -Había tres o cuatro jóvenes más-, los deben haber secuestrado en otro poblado.

 

Nos volvieron a atar con las manos en la espalda y nos ataron los tobillos. Iban todos en hoyuman y nos metieron en una especie de carro y nos tiraron como si fuéramos bolsas de fardo. Nos quisimos resistir y nos golpearon la cara a puñetazos, me sangraban los labios, sentía la sangre salada en mi boca.

-No te resistas más.

-¡Mira tú quien habla! Mira tu ojo cómo lo tienes, tienes todo morado y tienes inflamado el pómulo -le dije a Rebel.

 

Al rato vino el gigante moreno con Edmundo. Edmundo caminando impecable, la ropa no la tenía desgarrada ni nada, no tenía ni una marca y no estaba atado. Lo subieron a un hoyuman, el gigante le dijo algo, Edmundo asintió con la cabeza y nos fuimos de ese poblado.

Recién al día siguiente acamparon en un campo y nos dejaron los pies y las manos libres. ¿A dónde íbamos a huir?, no teníamos armas, no teníamos nada, ni siquiera una cantimplora para beber por el camino. Aparte estábamos ahí, ¡qué íbamos a salir corriendo! Me dolía todo el cuerpo no iba a correr más de doscientas líneas que me alcanzaban.

Se acercó Edmundo:

-¿Cómo están?

-Como tú no, no te vemos ni un solo moretón ni una sola marca. Parece que te tratan bien. -Edmundo cerró los puños.

-¿Te gusta que te golpee, príncipe?

-¡Epa, epa! ¿Por qué no te explicas primero en vez de buscar pelea? Nos peleamos entre nosotros, la gente esta nos va a agarrar a garrotazos. -Y es cierto porque había como ocho o diez jóvenes más. Y se habían sumado más piratas que estaban en el camino y a cuatro o cinco les dieron una golpiza tremenda porque discutían.

 

Había un tercero que tenía la cara un poco cortada, el que mandaba después del negro, que decía:

-Pueden hablar en voz baja. Si discuten la van a pasar mucho peor. -Asentimos con la cabeza.

Le dije a Rebel:

-Nadie sabe dónde estamos. Mi padre no sabe nada, Aranet tampoco. Seguramente van a ver los cadáveres cerca de la orilla del lago y van a saber que nos secuestraron. -Levanté la vista y lo miré a Edmundo-. Toma asiento. ¿Cómo es que no te golpearon, que te trataron tan bien? ¿Y por qué te molestas cuando digo "La pasaste mejor que nosotros"?

-Porque no la pasé mejor.

-¿Era lo que nosotros pensábamos?

-¿Qué pensabais? -preguntó Edmundo.

-Que el moreno te llevó a una habitación, a una cama. -Edmundo se encogió de hombros-. ¿No estás molesto?

-¿Y qué gano con estar molesto?

-¿Pero te sientes bien?

-No, ¿pero qué gano con estar molesto? Por un lado hay una ventaja de que nadie me va a golpear porque soy el ayudante, por así decirlo, del que manda.

-Así que ahora le llamas ayudante. -Edmundo me tomó del cuello y me golpeó y me tiró. Para qué, vinieron cuatro o cinco piratas y me dieron una tunda en las costillas, en el pecho, en los brazos. A Edmundo no le tocaron.

Les digo:

-¿Y él?, fue el que me tiró. -En ese momento me sentí molesto.

 

El gigante moreno lo llamó a Edmundo y le sirvió un plato abundante de comida.

Le dije a Rebel:

-¿Has visto eso?

-Pero yo eso ya lo veía a venir.

-Mi padre me decía que era inmaduro.

 -Y seguramente que sí. Te estaba diciendo que nadie lo iba a tocar a él porque está de ayudante.

-Bueno, esa palabra me molestó: Ayudante. Ayudante en la cama. -No sé cómo iba hacer para caminar. Le dije a Rebel-: ¿Esto es madurar? ¿Que te secuestren, que te golpeen? Tengo una de las piernas tan dolorida que no sé si puedo caminar cien líneas.

Vino uno de los secuaces, mal entrazado.

-Toma este aceite, póntelo por el cuerpo.

-¿Cómo?

-Te tienes que sacar la camisa, te tienes que sacar el pantalón y te frotas.

-¿Acá, adelante de todos? -El hombre me miró serio y largó la carcajada.

Rebel me dijo:

-Más vale que te desvistas y te pases ese ungüento aceitoso. -Me saqué la ropa, me pasé en las piernas, que era donde más me dolía, en las costillas, en el cuello. Luego me puse la ropa de vuelta. Me trajeron de comer algo liviano-. Esta noche acamparemos aquí.

 

Y dormí. Al día siguiente no sé si ese ungüento era mágico o qué, pero apenas me dolían las piernas, apenas me dolían. Y de las rocas venían caminando el gigante moreno con Edmundo. Edmundo impecable, hasta incluso tenía puesta otra ropa.

-¿Has visto eso, Rebel?. Mira lo que es mi ropa, me huelo, tengo el olor de un cerdo.

-Gualterio...

-¿Qué?

-No te imaginé quejoso.

-Está bien, no abro más la boca. Simplemente digo lo que veo, lo que siento, lo que pienso.

 

Y seguimos viaje. Nos ataron de vuelta los tobillos, las manos a la espalda y nos tiraron otra vez como fardos en una especie de carreta.

Apenas podía hablar y Rebel me dijo:

-¿Ves la parte buena?, estamos acostados.

-Sí. Hay como metales, no sé qué es lo que llevan, se me incrustan en el cuerpo.

-Pero por lo menos descansas.

-Sí, ¡je, je!, el movimiento de la carreta hace que los metales, todo lo que hay acá abajo, se me incruste en el cuerpo.

-Reitero que eres quejoso.

-[Tose] Hay polvo en el camino, ¡por Dios! No digas nada, ya sé soy quejoso. ¿No tienes incertidumbre?, ¿no tienes interrogantes, Rebel, de saber qué va a pasar?

-Nos van a vender como mercancía, nos van a llevar a un barco.

-¿A dónde? ¿Cómo nos van a encontrar, cómo salimos de esta?

-Adaptándonos.

-Yo no quiero adaptarme, yo quiero que nos vengan a rescatar. Mi padre va a mandar un ejército.

-¿A dónde?

-¿Sabes tú dónde estamos?

-No tengo la menor idea. Bueno, tu padre menos. ¿A dónde va a mandar un ejército? -Me encogí de hombros.

-Supongo que Aranet verá huellas.

-¿Tienes idea, Gualterio, las vueltas que hemos dado? Hemos pasado por lo menos por tres poblados, estuvimos en un campo, después fuimos por un camino rocoso...

-Sí, pero siempre en la misma línea. Yo me guio por el Sol, vamos hacia el noroeste. Llegaremos al mar.

 

El moreno habló con Edmundo y nos señaló. Trajo un plato de comida para mí, otro para Rebel y otro para él.

-Voy a comer con vosotros.

-Está bien.

-¿No dices nada? -Lo miré a Edmundo.

-¿A qué te refieres, a que te pida disculpas porque me reí cuando dijiste "Soy ayudante"? A mí me dieron palos, a ti no te hicieron nada. Pero ya está, no nos peleemos entre nosotros. Pero no veo manera que nos podamos escapar. A menos que tú no te quieras escapar.

Edmundo cerró el puño:

-No tengo ningún problema en golpearte y tirarte de vuelta.

-No, porque a ti no te van a hacer nada, me van a dar palos a mí.

-Entonces no seas tan irónico.

-Por ahí estoy bromista de los nervios que tengo, por ahí no soy yo.

Rebel le dijo a Edmundo:

-Ayer estaba recontraquejoso. -Edmundo hizo una mueca como de sonrisa, pero no sonrió.

Lo miré y le dije:

-Discúlpame, me imagino que no estás a gusto con esa persona. -Edmundo se encogió de hombros.

-Está bien. No me dan palos, no me pegan, pero soy más esclavo que vosotros. Extraño..., pienso en Soledad.

-¡Eh!, ¿quién es?

-La segunda de la señora Núria. Y pienso en un poblado que estaba más al norte, en una chica llamada Chelsea. Eso es algo que me hace evadir de todo esto.

-¡Je! -Sonreí. Y le dije-: Yo no pienso en nada. Pienso cuando era más chico y practicaba con Aranet en el bosque, cuando se reía de mí, pero yo no me enojaba con él. Cuando mi padre conoció a Marya...

-¿No hay ninguna chica en la que pienses?

-Había una pero no... no prosperó. Yo creo que se sentía poca cosa, porque cuando me conoció pensó que yo era una persona común y se encontró con un príncipe. Pero al fin y al cabo, ¿qué?, ¿cuál es la diferencia? Me duele el estómago como al granjero, al carpintero. Fue ella la que no entendió eso. Porque nos llevábamos bien y yo estaba sintiendo algo por ella. Y ya no la veré más. Pero bueno, no sé qué destino nos espera, no sé qué destino nos espera.

 


Sesión del 07/07/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Estaban destrozados de golpes, eran esclavos. De repente aprovecharon un ataque armado externo para escabullirse de los piratas secuestradores. Ahora tenían que desaparecer, si los encontraban no habría segunda suerte.

Sesión en MP3 (2.125 KB)

 

Entidad:

-¡Gualterio, Gualterio!

Lo miré a Rebel: -¿Qué pasa?

-Me pareció escuchar ruidos. -Teníamos la ventaja de que éramos los únicos en esa carpa-. Vamos a ver, asomémonos. Tengo todo el cuerpo dolido, hoy me han golpeado muchísimo.

-¡Ah! Rebel, Rebel, tienes que aprender a dominar tu carácter, les contestas y te golpean.

-Claro, me tengo que dejar someter.

-Ya aprendí la lección, yo. Las veces que me han golpeado, de casualidad no me han roto una costilla.

 

En ese momento se escuchó un griterío más fuerte. Sabíamos que por la zona había bandidos dispersos en la parte montañosa o en la parte boscosa y pensaron que era una oportunidad atacar a esta caravana, supuestamente, para ellos. Se escucharon gritos, ruidos de espadas chocando unas contra las otras.

Salimos. Sí, estaban atacando la guarnición.

 

En ese momento nos sorprendimos, lo vimos a Edmundo todo cubierto de sangre: -¡Me han herido, me han herido! -Los mismos captores que nos habían secuestrado se impresionaron al ver la cara, las manos, la ropa toda cubierta de sangre-. ¡Estoy herido, estoy lastimado!

Le grité a nuestro captores: -¡Denos armas, vamos a luchar con ustedes, contra nuestros atacantes!

-No, armas a ustedes no.

En ese momento Edmundo nos tomó a cada uno de los dos del brazo y nos apartó: -¡Vengan!

-¿Pero qué pasó?

-Nos están atacando.

El último vigía dice: -¿Qué están haciendo?

-Nos están atacando. Mire cómo estoy, lo hirieron a Lotar, yo tengo dos heridas, mire mi cuerpo lleno de sangre.

 

El hombre no le prestó importancia a Edmundo, un muerto más un muerto menos entre los secuestrados no hacía importancia. Pero Lotar era el que mandaba, si lo habían herido, los bandidos que atacaban iban a ser exterminados. No quedó ningún guardia a la retaguardia.

-¡Vamos!

Lo miré. Le digo: -¡Pero estás herido!

-¡¡Vamos!! -Fuimos al corral-. Este, este y este, desaten esos tres hoyumans.

-¿Qué hacemos? -pregunté.

-¡¡Desaten esos tres hoyumans!! -gritó Edmundo. Subimos-. Despacio, alejémonos al paso. Fíjense que ya tienen las alforjas y todo. -Nos alejamos como quinientas líneas-. Ahora sí, vayamos al trote, todavía no galopemos. Aparte, galopar en la noche el hoyuman puede tropezar y podemos caer desnucados. ¡Vamos, vamos! -Nos fuimos alejando hacia atrás.

 

Estaba, por un lado, ¿cómo decirlo?, excitado de poder escapar de nuestros captores, pero por otro lado preocupado por Edmundo.

-¿Quiénes eran?

-Aparentemente salteadores de caminos. Veinte, veinticinco serán. Pero no saben con quién se metieron. Estos piratas los van a acabar enseguida y después se van a dar cuenta que no estamos. Y después se van a dar cuenta de Lotar.

-¿Qué pasó, entraron a vuestra carpa, lo mataron a Lotar y casi te matan a ti?

-Para nada.

-Explícate -le pedí.

-Aproveché el griterío, la confusión. Lotar estaba con la mente en mí, no estaba con la mente en que venían bandidos de la zona. Cogí un puñal y lo degollé.

-¡Cómo! ¿Y la sangre que tienes en el rostro y en la ropa?

-Es muy sencillo. Toda esa sangre, abracé a Lotar mientras estaba agonizando. Y la sangre le chorreaba por la garganta e hice que empapara mi ropa, con las manos me empapé el rostro, el resto de los brazos.

-O sea...

-O sea, Gualterio, que no tengo ninguna herida. Yo degollé a Lotar. ¡Ah! Me saqué el gusto.

Rebel dijo: -Se van a dar cuenta que a Lotar no lo mataron los bandidos estos.

-Vamos a estar lejos. Este pequeño asalto de estos maleantes del bosque nos vino bien para escaparnos. Pero salgamos del camino. Hay un camino lateral angosto, tomemos ese camino para el suroeste.

Lo miré: -Ese camino va rumbo al palacio de padre, pero hay por lo menos tres amaneceres de viaje o más.

-Los que sea, pero alejémonos. Sé que estamos todos cansados pero aprovechemos la noche para andar, andar, andar y andar.

 

Había algunos caminos demasiado pedregosos y llevábamos los equinos al paso, se escuchaban ruidos de bestias en el bosque pero ninguna se acercaba.

-El problema es que no tenemos armas -dijo Rebel.

-Tenemos armas. Cuando estaban desatando los hoyumans yo ya había traído tres espadas de tres cadáveres. -Me asombré de Edmundo, de la lucidez que tuvo en ese momento. No sólo degolló a su principal captor, que lo tuvo de esclavo, sino que en medio del fragor, de tres cadáveres logró sacar tres armas.

-¡Vaya, vaya, que eres digno de respeto!

-No pensemos en eso ahora -dijo Edmundo-, sigamos.

 

Anduvimos toda la noche. Llegamos al día siguiente a un poblado, por suerte encontramos en las alforjas unos metales. Comimos rápidamente. Fuimos a los grandes almacenes, compramos ropa, compramos botas. En el abrevadero de los hoyumans nos enjuagamos un poco.

Edmundo se sacó la sangre del rostro, de las manos y tiró la ropa vieja, ahora parecíamos gente normal. Compramos cintos con las vainas de las espadas, ya estábamos bien armados.

-No tenemos tiempo de quedarnos más -dijo Edmundo-, sigamos viaje.

 

Había uno que representaba la ley en el poblado. Le dijimos:

-Fuimos raptados por una banda que obedecen al pirata Malacara, pudimos escaparnos. Le recomiendo que si aquí tienen gente de seguridad estén preparados por si esta gente aparece, porque seguramente nos van a perseguir. -El hombre agradeció y seguimos viaje.

 

Yo estaba sumido en mis pensamientos. Recuerdo que esa misma noche viendo a Rebel tan lastimado no daba dos metales por nuestra vida, y ahora otra vez se nos había abierto la esperanza.

Le dije a Edmundo: -Al tomar este camino lateral los despistamos porque van a pensar que volvimos por el camino.

-No -dijo Edmundo-, no son tontos, no son tontos. Aparte, saben seguir huellas. No iremos tampoco por este camino, nos desviaremos un poquito al norte.

-¡Pero Edmundo, eso nos alejará del castillo de mi padre!

-Luego tomaremos de vuelta camino al sur. Pero vayamos por lugares rocosos donde no se puedan ver huellas. Evitemos dejar señales, es más fácil en un bosque, ellos encuentran ramas rotas, marcas en los árboles. En las rocas es más difícil. Obviamente, con los hoyumans tendremos que andar más despacio, que no se quiebren una pata o algo. -Rebel callado, con su cuerpo dolorido.

 

Edmundo era el que había tomado el mando. Yo no decía nada, lo veía con tal poder de decisión que dejaba que él dirigiera nuestra marcha. Y seguimos andando el día entero.

En un momento dado Rebel dijo:

-Necesitamos descansar. No puedo más, tengo todo el cuerpo molido de los golpes.

Edmundo lo miró: -Te entiendo perfectamente, te entiendo perfectamente. Podemos tirarnos entre las rocas un rato, pero si dormimos los tres no sé si vamos a despertar. Nos encuentran y nos matan. No nos van a llevar de vuelta, nos matan directamente. Me quedaré yo despierto. -Asentí con la cabeza, había dormido un buen rato. Edmundo estaba cabeceando.

-Duerme un rato, me quedo yo despierto.

-Un rato nada más. Y luego partimos. -Rebel apenas se podía mover.

 

Tiempo después partimos. Pasamos por un arroyo, cargamos las cantimploras, los hoyumans abrevaron del arroyo y seguimos viaje. Viaje a la esperanza, viaje a la supervivencia.

 


Sesión del 02/09/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Después del secuestro regresaron a palacio. Tuvo una agria discusión con el rey y con Aranet. Todos habían resultado dañados pero había diferencia en el comportamiento de cada uno. Había reproches que hacer. Duros reproches.

Sesión en MP3 (4.549 KB)

 

Entidad: -Vienes y no golpeas la puerta.

-¿Desde cuando tengo que golpear a la puerta para entrar a la habitación de mi hijo?

Estaba boca abajo, me di vuelta y me senté en la cama:

-Por respeto, porque aquí no somos el rey y el príncipe, aquí soy una persona que busca privacidad.

-¿Comiste algo?

-¡Je! Es el colmo. Sí, comí a la mañana. Comí. No tengo hambre. Dormí. No tengo sueño. No caminé. No me cansé. ¿Estás satisfecho, padre, ahora?

-¿Te das cuenta que eres impertinente?

-¡Je, je! ¡Ah! A ver. Estoy descansando, no estoy de buen humor, no quiero tener trato con nadie. Entras en mi habitación y yo soy el impertinente. No, claro claro, cierto cierto cierto, eres el rey, cómo se te va a contradecir, cómo se te va a contradecir. El rey no se equivoca, el rey es perfecto. Pero yo conozco tu historia, no eras nadie.

-Yo creo que eres demasiado impertinente, te mereces una bofetada.

-No escuché bien. Yo no soy un crío, ¡eh!, no soy un crío.

-Te comportas como tal. Yo soy mayor que tú, y no por ser rey, por ser tu padre y por ser mayor.

-¡Je! Eso de ser mayor yo ya lo sé. Yo no estoy todo el tiempo en la habitación, yo ando por los pasillos, escucho.

-No entiendo a qué te refieres.

-A que dices que eres mayor. Y parece que sí, parece que los años te pesan.

-Todavía puedo vencerte con la espada.

-No, no no no no, primero que no lo creo, segundo que yo no estoy hablando de espada.

-Entonces no entiendo. ¿Lo dejamos así?

-No tengo ganas de discutir ahora, padre. Voy a descansar un rato, después voy a hacer buena conducta, voy a bajar a comer. ¿Quieres que me junte con los demás? Me junto con los demás. ¿Con quién, quién quedó? ¿Los heridos? ¡Ah, no! Es cierto, escuché que Aranet, como Aksel está herido lo nombró su segundo a Edmundo, Edmundo ahora es el segundo de Aranet. ¡Ah, las cosas que uno se entera andando por los pasillos!

-No te he visto por los pasillos.

-Estarás ocupado con tus asuntos de rey, a ver si hay algún reino para pelear o algo.

-Ahora estás siendo irónico hijo, cómo se nota que eres joven.

-Sí, y a ti se te nota que eres mayor.

-Otra vez con eso, no entiendo.

-Yo digo lo que escucho.

-No me gustan las adivinanzas.

-No me gusta discutir a mí, pero si quieres te lo comento. Pero claro, después vas a hacer un drama.

-¡Gualterio! ¿Desde cuándo hablas de esa manera tan sarcástica?

-Porque las cosas no son como parecen, ni con Edmundo ni con Rebel ni conmigo. Ni contigo. Ni contigo, padre.

-¿Qué has escuchado?

-A Marya hablando con Émeris.

-¿Sobre qué?

-Déjalo, déjalo ahora. En un rato voy a bajar, voy a comer algo, voy a conversar. Voy a preguntarle a Aranet si puedo unirme a ellos. O por ahí Olafo me revisa la cabeza, por ahí tengo algo en la cabeza.

-¿Qué has escuchado?

-A Marya. No se quejaba pero le decía a Émeris: "No sé qué pasa con mi amor, con Anán, no me atiende, está con su mente en otro lado, se acuesta conmigo y es como que si yo no estuviera". -Padre me miraba-. ¿No dices nada?

-¿Qué más dijo?

-¿No soy explícito? No la atiendes porque ya pasó tu tiempo, porque Marya es joven y tú... ¡Plaf! Me has dado una bofetada. ¿Te piensas que porque soy tu hijo o porque soy príncipe no te voy a responder? Si tengo que tomar una espada para pelear contigo lo haré, y si tengo que irme del palacio me iré, pero no te permito que me pegues más. Yo solamente transmito lo que escuché, que no atiendes a tu esposa en la cama. Y no me pegues de nuevo. En todo caso, por qué no le preguntas a tu esposa, porque aparentemente está desatendida. Porque aparentemente estás con la mente en otro lado.

-Me preocupo por ti.

-A ver. O sea, que como yo estuve secuestrado, golpeado, maltratado y tú aquí lo más cómodo, tienes la excusa perfecta para decir que por eso no te atraía más una joven que está más cerca de mi edad, ¡je, je, je!, que de la tuya. Partamos de esa base.

-Estás siendo demasiado insolente, Gualterio.

-Estoy diciendo la verdad, es lo que yo escuché. ¿Te da como vergüenza hablar con tu propia esposa? Habla con Émeris, no le digas lo que yo te dije, dile que la encuentras un poco rara a tu esposa y que no entiendes por qué, a ver que te responde Émeris. -En ese momento golpearon la puerta-. ¡Aranet! ¡Ja, ja, ja! ¡Oh, estamos todos! ¿Has venido solo?, ¿no está tu lugarteniente?

-¿A qué viene todo esto?, vengo a ver cómo estás.

-Aquí me ves. ¡Quédate, quédate padre, quédate, quédate! Siéntate, siéntate tú ahí. A ver, ¿qué pasa?

Aranet dijo:

-No, ¿a ti qué te pasa? Estás como ido, no respondes, comes poco. Yo sí te vi deambular por los pasillos.

-¡Ah! Escuchas detrás de la puerta. Entonces has escuchado lo... ¿Has escuchado? ¿El gran guerrero Aranet escucha detrás de la puerta lo que el príncipe le cuenta al rey? ¿Sabes que puedes ser colgado por eso? ¡Ah! No, claro, claro, son compinches de jóvenes, son amigos, pero me enteré de que hasta hace poco mi padre no te quería ni ver, te echaba la culpa de que me secuestraron. Y has nombrado a Edmundo tu segundo. ¡Je! Te juro que me causa una risa tan grande, tan grande.

-Eres egoísta.

-¿Yo soy egoísta, Aranet, por qué?

-¿Has preguntado por Rebel cómo está?, ¿has preguntado por Aksel?

-Los está atendiendo Olafo, seguramente que ya están bien. ¿Ellos han preguntado por mí?

-A cada rato.

-¿Ah, sí? ¿Y qué les has respondido? ¿Y tú, padre, qué les has respondido?

Aranet dijo:

-Y qué les vamos a responder si no hablas.

-Así que quieres que hable. No, no, quédate padre, quédate, quédate, quédate, quédate. Vamos a hablar. ¿Quieren hablar? Vamos a hablar. A ver. Nos secuestraron a los tres. Es verdad, Rebel es el que vino más herido, pero yo soy el que vine más golpeado, no me quebraron huesos de casualidad.

-¿Te olvidas, chico, lo que le pasó Edmundo?

-¿Me estás hablando en serio Aranet?, ¿me estás hablando en serio? ¡Qué le pasó!

-Ya sabes.

-No, no, no sé nada. ¿Qué le pasó? Tú, padre, ¿qué le pasó?

-Ya lo contó. Había un gigante negro, Lotar, lo tuvo de esclavo, lo sometió.

-¡Pobre, pobre Edmundo!, dadme un pañuelo que me seco las lágrimas, pobre Edmundo. Tú eres rey, tú eres el mejor guerrero, ¿cómo vivieron hasta ahora?

-Por qué no te explicas mejor.

-Sí, claro que me voy a explicar, Aranet. Es cierto que los dos primeros días me sentía molesto y lo provocaba a Edmundo:

            -Pero tú sí que la pasas bien.

Me respondía:

            -¿Yo la paso bien con una persona que me somete?

-Pero por lo menos comes comida asada, comes cereales, te dan una servilleta para limpiarte los labios, nadie de los piratas te puede tocar. A nosotros nos tiran el plato en el barro, si no comemos rápido con las manos nos patean la cintura. ¡Tú sí que las pasas bien! -Entonces venía, me tomaba del cuello y nos peleábamos, dos veces por lo menos nos peleamos. ¿Saben qué pasó?, lo agarraron a Gualterio por un lado, me sujetaron. Lo agarraron a Edmundo por el otro, muy suavemente, no sea cosa que Edmundo se enoje y le diga a Lotar "Tus hombres me maltrataron". Entonces me daban un puñetazo, me abrieron el labio. Me daban un puntapié en los testículos, caía de rodillas. Me daban un puntapié en las costillas y me tiraban el plato y no comía. Dos veces. Entonces aprendí a que tenía que callarme la boca. Y encima, Rebel-:

-Yo sé que nosotros la pasamos mal pero Edmundo sometido, torturado... -Claro, Rebel, claro, torturado... Pero mira cómo come, hasta le ponen un almohadón debajo de la banqueta, no sea cosa que le duela la pierna después. Mira las botas, ¿ves alguna mancha de barro? No, el señorito se limpia con la servilleta después de comer. Y después, ¡Borp!, un pequeño eructo, y le dan bebida espumante. Nosotros agua del arroyo. ¡Pobre, qué mal que lo pasa!

-¿Te parece gracioso?

-¿Me ves reír, Aranet, me ves reír? En ese tiempo que estuvimos, ¿tienes idea cuántas veces me patearon la cara? ¿Tienes una pálida idea cuántas veces me golpearon el cuerpo, los brazos? ¡Cuántas heridas tiene Edmundo? Ninguna. Ninguna. ¡Qué temple que tiene Edmundo! ¿Ustedes piensan que yo no escucho?, yo deambulo por los pasillos y escucho "El príncipe está caído, el príncipe está quebrado, el príncipe no es el de antes. ¿Qué le pasó durante el secuestro, qué le hicieron?". Mirad Edmundo, lo sometieron, lo tuvieron de esclavo un negro que tenía como cinco líneas de altura, un gigante que no cabía en la casa, su pie tenía una línea de largo, enorme. No pasaba por la puerta de lo grande que era. Y lo sometía. Y sin embargo Edmundo vino templado, fuerte, hasta parece... hasta parece más gordo con el hambre que pasó". ¿Hambre que pasó?, comía más que yo y que Rebel juntos. Y ni hablar de los otros chicos que estaba ahí, capaz que como eran más jóvenes que nosotros algunos cogieron fiebre, murieron en el camino, otros vomitaban y lo dejaban ahí. Y si no se podían mover directamente les cortaban la cabeza, no servían para esclavos, no servían para venderlos. Nosotros aguantamos.

-¡Pero Edmundo los salvó!

-¿Nos salvó?, aprovechó que nos atacaron unos imbéciles que no sé de dónde venían. Y sí, aprovechó que el negro estaba bebido y le cortó la garganta. ¿Adónde está la hazaña? ¡Aaah, mató a su torturador! ¡Cómo se vengó, eso es un hombre! Ni un sólo golpe. Sí, a Rebel lo hirieron, pero todos se ensañaron conmigo porque le había discutido al favorito de Lotar, al favorito del segundo de Malacara. Entonces buscaba cualquier excusa; si yo estaba sentado al costado del camino y sin querer un pirata se tropezaba conmigo, ¡Plaf!, Un puntapié en el rostro porque estaba sentado. Y en el piso me seguían pateando. ¿Lo contó Rebel eso? No, no lo contó porque él está ocupado a que le cosan sus heridas. Por eso no hablaba, por eso no me comunicaba, por eso me encerraba en mí mismo, por eso dejé que Edmundo decida para dónde íbamos. ¿Qué no tenía heridas? Sí, algunas heridas pequeñas pero por dentro no podía moverme. ¿Me han preguntado cómo me pude mantener al lomo del hoyuman? Íbamos al paso pero a cada sacudida del hoyuman, mi cuerpo, pero me dolía desde la cadera hasta el cuello, no podía cerrar los puños de tan inflamados que los tenía. No de golpear, me caía en el piso y me pisaban las manos. Y Edmundo es el que la pasó mal porque lo sometieron. Claro. Que te golpeen en el piso, que te escupan, que te escupan la comida y más vale que te la comas porque te rompen los dientes, eso no es sometimiento, eso no es sometimiento, no. Que te miren con desdén, que te digan "¡Je, je, je! estos van a llegar a Puerto Grande hechos una ruina", eso no es sometimiento. Que te pateen el plato de comida y lo tengas que juntar con la mano y en el plato haya barro "Más vale que te lo comas todo porque te clavamos una espada en el pecho", y te tenías que comer la comida con el barro, eso no es tortura, eso no es sometimiento. Eso no te hace trabajar la cabeza, no, para nada. Total, no había ningún negro gigante que me sometiera, había veinte tipos que me agarraban a patadas, había veinte tipos que buscaban cualquier excusa para inflamarme el rostro. Dos días con uno de los ojos inflamado que no podía ni ver. Pero no, eso no es sometimiento. Entonces cállense la boca. Una vez, una... me muerdo para no decir una mala palabra, una vez Olafo me vino a ver, me tanteó, me tocó... ¡Ah, claro!, Gualterio no se quejaba, estaba ido, acostado, no comía. Edmundo, con su temple, Aranet lo nombra su segundo por su valor, por su coraje porque se enfrentó a todos, porque mató al gigante, ese gigante enorme enorme enorme. Lo mató. Lo mató alcoholizado, en la cama y lo degolló, como yo agarro un ave le retuerzo el cuello y lo degüello. Mira que fácil. ¡Ah!, que sencillo. Ya está. Bueno, porque yo no lo voy a repetir, cuando los demás Aksel, Dexel, los soldados les pregunten "¿Qué le pasó al príncipe?", cuéntenles.

-Hijo, pero yo no...

-Ya está, padre, ya está. Y gracias por la bofetada, pero no te enojes conmigo.

-No me enojé contigo, era por el tono en que lo dijiste.

-¿Hablamos del tema delante de Aranet? Yo no tengo ningún problema. ¿Aranet, estás bien con Mina?

-¿Me explicas, chico, qué tiene que ver esto?

-¿Chico? ¡Je, je, je! Habla con mi padre después. Yo, si no incomodo, si no le incomodo a nadie me gustaría disfrutar de una tina con agua tibia. Claro, en el campamento pirata no había, eso le faltó a Edmundo, la tina con agua tibia le faltó. Claro. ¿Puedo, padre, darme un baño de inmersión en una tina con un poquito de agua perfumada?, ¿no molestaré?

-Estás siendo irónico.

-Yo no digo, padre, que la hayas pasado bien en tu vida, yo sé que la pasaste mal, mi propia madre te ha traicionado, lo reconozco. Y yo sé, Aranet, que estuviste tres veces al borde de la muerte, pero no me hables de temple, porque de repente montas un león raro o porque te peleas con un guilmo amistosamente y ya eres el guerrero salvaje. Pero no me conoces. Tú piensas que aquel está templado, tu querido ayudante, y que yo estoy quebrado, pero te voy a decir una cosa, me muerdo por no decir malas palabras, yo no estoy quebrado, yo te puedo asegurar que estoy más duro que cualquier metal de cualquier espada y estoy diez veces más duro que Edmundo y que Rebel, y que voy a seguir practicando con la espada para ser el mejor. Pero que no se me acerque ningún bandolero en los caminos porque no voy a preguntar, primero le corto el cuello y luego le pregunto quién es, si puede hablar sin la cabeza. No me vengan con temple, no me vengan con quien es más duro porque me parece que lo que ustedes dos han vivido no les ha servido para conocerme a mí, no les ha servido de nada a ninguno de los dos. ¿Hay posibilidad, majestad, que pueda tener una tina?

-No hace falta que seas irónico, enviaré un par de sirvientes.

-Gracias, mi rey.

-No hace falta que seas irónico.

-Quiero bromear.

 

-No sabía todo eso.

-Cómo, ¿no te contó nada Edmundo, Aranet? ¿Olafo vino a revisarme si tengo algún dedo quebrado o por qué no puedo cerrar el puño o por qué lo tengo inflamado o qué le pasa a mi codo que apenas puedo moverlo? ¿Olafo vino a verme? No, porque el héroe no soy yo, el héroe es Edmundo que logró escapar, tener los hoyumans y todo. Vamos. Rebel dos puntos... dos puntos le tuvieron que dar en la cabeza, como diez puntos de sutura en el cuerpo, apenas podía mantenerse en el equino. Yo estuve tres veces a punto de caerme de mi hoyuman, me sujetaba de la rienda automáticamente. ¡Ay!, me duelen muchísimo las cervicales. Voy a descansar. Cuando esté la tina abajo me quedo un rato, me cambio de ropa y prometo bajar para comer, pero este tema no quiero tocarlo más. Estoy enterado de que Fondalar, Ezeven, Ervina y la niña Ciruela fueron a acabar con Malacara, ya contarán cuando vuelvan qué paso, pero de nuestro secuestro no quiero hablar más. Pero que voy a ir al bosque a practicar, ¿me vas a impedir padre?

-No te voy a impedir nada.

-Perfecto. Voy a ir a practicar las veces que yo quiera. Si puedo ir a la isla o no me da lo mismo, hay cien lugares para practicar. Y si no con los soldados. Ahora quiero estar solo hasta que el sirviente me avise que está la tina con agua tibia.

 


Sesión del 25/10/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Paseando por el bosque la casualidad le llevó a coincidir con su madre, la reina. Los dos tenían cosas que contar, de los últimos acontecimientos. Se sinceraron. Pero fueron vistos.

Sesión en MP3 (3.316 KB)

 

Entidad: Estaba tan mal que no me soportaba a mí mismo. Siempre trato de dar la cara.

Hablé con Aranet nuevamente y le dije:

-Yo trato de ser honesto y escuchar a ambas partes, tú escuchaste a Edmundo. "¡Oh!, va a ser mi ayudante aquí". A mí no me escuchaste.

Aranet me respondió:

-Obvio que no, estabas recostado en tu catre, encerrado en ti mismo.

-¿Qué querías?

-Recién cuando tu padre y yo te vimos empezaste con tus quejas.

-¡Je, je! Perdón, ¿quejas?, ¿quejas? O sea, quejas son las de Edmundo, ¿no?, las mías no son quejas...

-Nadie dijo eso.

-Acabas de decir recién "Comenzaste con tus quejas".

-Claro, tendría que haber dicho "Nos fuimos de vacaciones". Está bien, dentro de esas vacaciones nos pegaron un par de tundas.

-No es necesario que seas irónico.

-¿Irónico?, ¿irónico? Yo pienso que la edad les está afectando a todos ustedes, a ti, a mi padre. Pienso que les está afectando, pienso que no entienden mi manera de expresarme.

-Lo que no entendemos es una ironía tonta.

-¡Ah, bueno!, ironía tonta. El único que da respuestas inteligentes es Edmundo.

-Te estás atajando solo. El estaba a mano, lo puse como mi escolta.

-¡Qué bien, qué maravilla! Bueno, me voy a desintoxicar un poco, me voy a dar un paseo.

 

Nadie dijo nada. Cogí mi hoyuman, cargué mi espada, me puse mis mejores botas. Un par de soldados querían acompañarme.

-No, no preciso escolta, no preciso escolta. Al contrario, espero que alguien se me cruce por el camino, tengo ganas de que mi espada se empape en sangre. Espero que alguien se cruce en mi camino. -Los soldados callados, no se animaban a decir 'A'. Me abrieron el portón del lado norte y salí al galope.

 

No tenía ningún destino, quería tomar aire, despejarme, todavía no se me había pasado la impotencia. Ya no me dolía el cuerpo de las patadas en las costillas, en los riñones, en el pecho, en la cara, no, ya no me dolía. Me dolía la impotencia, me dolía la angustia de no haber podido ahorcar a uno por uno de los piratas con mis manos, ¡ah! Tenía ganas de cruzar espadas con algún maleante del camino, pero desafortunadamente no me crucé con nadie.

Me desvié del camino para el lado oeste. Que tranquilidad, un pequeño bosque, arbustos. Siempre me gustó la naturaleza. Voy a atar mi hoyuman y me voy a recostar en el pasto. ¡Ah! Me encantaba el olor a plantas.

Escuché un chapoteo... ¡Claro, hay un pequeño lago!, van muy pocos porque está lejos del camino.

 

Me quedé asombrado, había una joven (que aparentemente no llevaba prenda alguna) chapoteando en el agua, sonriendo. Até mi hoyuman y me senté allí en la orilla. Cuando se dio vuelta la joven me vio. Me quedé totalmente asombrado: ¡Vaya, la dama Marya!

Me sonrió. Me puso de buen humor, le sonreí. Se le veía solamente su rostro, estaba sumergida en el agua.

De repente me hace un gesto con el dedo pulgar, en redondo.

Frunzo el ceño, no lo entiendo. Le hago con las manos "¿Qué?".

Y me hace un gesto como que me de vuelta.

¡Ah, ja, ja! Me fijo al costado y en el césped había ropa liviana de color blanco. Me doy vuelta.

Sale del agua y se pone la ropa.

La miro y el cuerpo mojado moja la ropa, y se transparentaba su cuerpo. Honestamente, no disimulé nada lo que vi. Veía un cuerpo que no parecía que había sido madre un par de veces, se veía perfecta. Ella vio que la miraba.

 

En un momento sonrió y en otro momento se puso a lloriquear. Se sentó al lado mío:

-¿Qué te sucede?

-Nada.

-Marya, ¿qué te sucede?

-La forma en que me has mirado.

-Disculpa, no quise ofenderte, no... no te miré...

-Sí lo has hecho, me has mirado con deseo.

-Bueno, te pido nuevamente disculpas, es que te vi así... Lamento haberte ofendido.

-No es por eso.

-Espera, no entiendo. ¿Y por qué lloriqueas, tanto te molestó que te mirara?

-No es eso. Tu padre está con la mente en otra cosa.

-Seguramente por lo de mi secuestro.

-No, de antes. ¿Te acuerdas antes de que Núria tuviera la fortaleza?

-Me acuerdo de que se habían apoderado del castillo de la reina Samia, de la batalla.

-Bueno. Desde aquella época tu padre está con la mente en otra cosa, asuntos de palacio lo llama él.

-Bueno, es un rey. ¿Qué te molesta?

-Me molesta que ya no me mira como me has mirado tú.

-Eeeh, te vuelvo a pedir disculpas, lo mío fue un reflejo condicionado.

-No, no lo fue, no lo fue, me miraste como un hombre mira a una mujer, me has valorado para bien. Tu padre no me está valorando, es como que me ignora. Por la noche... bueno, no puedo contarte.

-Queda entre nosotros.

-Sí, pero no puedo contarte, son cosas íntimas entre tu padre y yo, no debo.

-Pero has dicho que no te mira como te miré yo.

-Me ignora. Me ignora como si se hubiese cansado de mí. -Me puse incómodo porque se puso a lloriquear y la abracé. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y sentí que su cuerpo temblaba, y seguía lloriqueando y lloriqueando.

-Cálmate, eres una joven tan bella que seguramente él está con su mente perdida, pero no significa que dejó de desearte ni de amarte.

-Honestamente, no lo veo de esa manera tan optimista como lo ves tú, a veces se queda horas en el sillón del trono y sube a los aposentos, se saca las botas, no se termina de desvestirse, se tumba en la cama y se duerme.

-Bueno, me pone incómodo que me cuentes eso, ya te dije que él lo debe haber pasado mal cuando yo no estaba. Y todo el mundo lo tiene a Edmundo como a un mártir porque lo sometieron; lo que no saben es que lo alimentaban bien, le daban de comer, los secuestradores tenían prohibido tocarlo. Y es cierto que yo soy irónico porque no puedo controlar mi carácter, mi impulso.

Le digo:

-¡Qué bien que las pasas! -Y se enojaba conmigo.

Me decía:

-¿Bien?, ¿me someten y me dices bien?

-Por lo menos comes y nadie te toca.

-Nadie menos el gigante.

-Por lo menos comes bien, nosotros comemos basura.

Recuerdo que nos empujamos. A él lo separaron como un señorito.

Le dijeron: "No te meas con esos", y a mí y a Rebel nos patearon hasta gastarse las botas, tenía todo el cuerpo destrozado. Pero claro, como a él lo habían sometido él era la víctima, nosotros no. Me sentía con una impotencia tan grande...

Marya me dijo:

-Acércate. -Esta vez puse yo la cabeza en su hombro-. Eres una buena persona pero no tienes que ser tan emotivo ni tan impulsivo, los que no han vivido lo que has vivido tú solamente saben por lo que les relatan los demás.

-Rebel no ha relatado nada.

-Rebel se está reponiendo recién ahora.

-Tienen mi versión y la versión de Edmundo, y me da la impresión de que le creen más a él que a mí.

-Gualterio, yo escuché las dos versiones y las dos son ciertas, ambos han sufrido, ambos han pasado lo suyo. A ti te han golpeado, maltratado, yo vi cómo has llegado, hecho una ruina. Sé que Edmundo no, pero también hay que ponerse en lugar de él, que lo han sometido íntimamente.

-Está bien, pero no es para que reciba condecoraciones y a mí me dejen de lado. -Marya me tomó el rostro.

-Madura, tienes que madurar.

-¿Tú también?, ¿tú también te pones en mi contra? -Marya me acarició el rostro.

-¿Cómo me voy a poner en tu contra?, eres una persona tan linda...

 

No sé, me dijo así y me dio tal impulso que le tomé el rostro y la besé. Me sorprendió porque me correspondió. Alargué mi mano y le toqué la espalda, la empecé a acariciar. En ese momento es como que se envaró, como que se puso dura.

-No, basta, basta. -Me frené, y sentí como que me tiraba un balde agua fría.

Y le digo:

-Disculpa, quizá lo interpreté mal, pero has correspondido a mi beso.

-No sabía lo que hacía, no sabía lo que hacía, estaba desesperada porque tu padre no me presta atención y...

-Y qué, ¿me usaste, como un paliativo?

-No, no, no, lamento si... si te hice pensar otra cosa.

-Tampoco seas hipócrita, me has correspondido. Quizá yo tuve intenciones de algo más y ahí es como que te frenaste, pero si hubiera seguido sin acariciarte hubieras seguido besándome. Y no me lo puedes negar.

-No soy... no soy yo, no estoy... no estoy en mis cabales, Gualterio, tienes que disculparme. Eres prácticamente como un hijo.

-¡Je, je, je! ¡Ay, Marya, Marya, Marya!, estás más cerca de mi edad que la de mi padre. ¡¿Qué hijo?! Bueno, oficialmente sí, eres la esposa de mi padre. ¡Buf! Me voy a tener que alejar porque... no sé, mi mente es como que me dio un vuelco.

-Explícate -pidió Marya.

-Claro. Hacía tiempo que no besaba a alguien y sentí dentro como una sacudida.

-No, no, no, estás confundido.

-De vuelta te digo no seas hipócrita. ¿A ti no te pasó nada?

-No, no, no debo.

-No, no me estás respondiendo, estás eludiendo la respuesta. Dices "No debo". Yo tampoco debo. Yo te pregunté qué has sentido, no si debes o no debes sentir.

-No puedo responder.

-No quieres responder. Pero yo estoy seguro que también has sentido algo que te sacudió por dentro.

-Pero no debemos.

-Eso es otra cosa, eso es otra cosa. -Marya se puso pálida-. ¿Qué pasa?

-Me pareció ver a Núria con un hoyuman, se estaba yendo.

-¿Cómo Núria?

-Seguro que nos observó. -Me puse pálido yo también.

-¿Estás segura que era ella?

-Pasó muy desapercibida pero yo aprendí a estar muy atenta desde antes de conocer a tu padre.

-¡Uf! Voy a dar un paseo con mi hoyuman, y te recomiendo que vayas para palacio, no nos tienen que ver juntos.

Marya dijo:

-Pero si Núria nos vio, seguramente va a comentar.

-Diré que te forcé.

-No, fue de común acuerdo.

-No, no, Marya, no; diré que te forcé. Diré que tú estabas en el lago y que yo de sinvergüenza me quedé y me burlaba de ti.

-Pero si nos vio se da cuenta que apoyé mi cabeza contra tu hombro.

-Diré que te dije insultos, que eres buena para nada, que sólo sirves para satisfacer a un varón y nada más, y por eso te pusiste a llorar. Y diré que yo te forcé con el beso y que tú me apartaste y me dijiste de todo.

-Pero Gualterio, te condenas tú.

-¿Y qué quieres que haga, condenarte a ti? No, no, no. Mi padre puede soportar que yo me comporte de esa manera y hasta que te falte al respeto, pero mi padre no va a soportar que tú lo traiciones. Si no pasa nada nos hacemos los tontos, si nos interrogan actúa, haz rol de víctima, acúsame.

-Entonces qué me dices, ¿que vaya llorando al castillo diciendo "El príncipe se quiso abusar?

-No, llega con cara triste. Si te preguntan qué te pasa di "Nada". Ve atajándote por cualquier cosa. Si Núria comenta algo y luego te preguntan van a relacionar por qué has llegado con cara triste.

-¿Y si me dicen por qué no dije nada al comienzo?

-Di que fue por vergüenza, porque tenías una enorme vergüenza de relatar ese episodio.

-Pero te sacrificas...

-Marya, conmigo no hay problema. Yo, de todas maneras, mi idea era alejarme del castillo, quiero conocer mundo, tengo metales ahorrados. Pero tú no, lo tuyo fue un arrebato por sentirte sola. No te culpes por eso. Ahora vete. -Me quiso abrazar-. No, no me abraces. Nada. No pasó nada. Yo fui el que te quise forzar. Le echaré la culpa a mi impulso, a que estaba mal por lo que pasó con los secuestradores y es como que me quise desquitar contigo. Esa va a ser la historia que se cuente. Enójate conmigo adelante de todos.

-Es injusto.

-No importa, salva tu honor. -Se marchó. Iré a dar un paseo, pensé.

 

No me importa sacrificarme. No me importa sacrificarme, no pierdo nada. Ella tiene mucho que perder, yo no tengo nada que perder. No tengo a nadie, verdaderamente. Así que, ¿qué me importa?, no me importa nada, de nada, de nada.

 


Sesión del 23/11/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Por la situación anterior el príncipe fue desheredado pasando a ser un fugitivo que andaba huyendo. Pero fue encontrado en un reino lejano y sentenciado por el rey de aquellas tierras, que sabía de su nueva condición.

Sesión en MP3 (3.702 KB)

 

Entidad: Estaba con sentimientos encontrados, mejor dicho con emociones encontradas. Por un lado sentía cierto alivio de haberme alejado de los problemas, por el otro me sentía como un paria, como que me habían abandonado, como que no le interesaba a nadie, y los que supuestamente eran mis amigos, en este momento eran mis enemigos o por lo menos yo les era indiferente. Y era indiferente todo lo que pasara conmigo, con mi vida, con mis circunstancias.

 

Iba despacio con el equino, todavía me molestaba la herida.

Escuché un grito de mujer. Instintivamente aceleré el hoyuman: "¡Vamos, vamos!". Dos maleantes manoseando a una mujer, una mujer que parecía noble, muy bien vestida, aunque tenía el vestido rajado.

Bajé de mi equino y los maleantes me vieron.

-Aléjate, es una diversión para nosotros, salvo que te matemos y luego sigamos con la joven.

-Creo que os equivocáis. -Saqué mi espada-. Tenéis dos opciones: os marcháis o dejáis aquí la vida.

-¡Ja, ja, ja! Somos guerreros. Tú pareces noble, creo que llevas la espada de adorno.

-Bueno -exclamé-, podéis probarlo. -El primero, en un descuido le clavé mi espada en el corazón. El segundo de ellos era muy bueno y a mí me molestaba la herida. Recibí otra herida en el hombro. Hasta que pude rasgarle la garganta. Quedaron los dos sin vida. Caí de rodillas del dolor.

La joven se acercó:

-Estás sangrando...

-¡Ah! Sí, dama, ¡ah!, pero no iba a dejar que abusaran de ti. ¡Ah!

-¿Puedes montar? Aquí cerca está el castillo donde vivo.

-¿Castillo? ¿A quién tuve el honor de salvar?

-Soy la princesa Neba.

-No he escuchado hablar de ti.

-Soy la hija del rey Octavio, el dueño de toda esta comarca.

-¡Vaya! Pues ha sido un gusto.

-¿Puedes montar?

-¡Ay! Sí.

-Yo llevaré los equinos de esos maleantes.

 

Y fuimos en dirección al castillo donde vivía la joven que había salvado, la princesa Neba. Más que un castillo parecía una fortaleza.

-¡Vaya! Es impresionante.

-Tú eres noble, ¿no? -me preguntó la joven.

-Soy el príncipe Gualterio, hijo del rey Anán.

-¿De verdad?, conocemos al rey Anán. ¡Pero vaya, un príncipe me ha salvado la vida! -Abrieron los portones.

Se acercó un soldado:

-Princesa, te has escapado de vuelta.

-Basta, Eleazar, basta.

-¿Y este joven herido?

-Eleazar, es el príncipe Gualterio, y me ha salvado la vida de dos maleantes que querían... que querían...

-¿Te das cuenta, princesa?, si este joven no hubiera aparecido... Te dije que no salieras sola.

-¡Ponte en tu lugar, eres un soldado, yo soy la hija del rey!

El soldado me miró:

-Estás herido.

-¡Ah! Ya me habían atacado antes en el camino y me habían herido, y ahora uno de los dos maleantes también me hirió.

-Ven, necesitas curarte.

 

Me llevaron a la enfermería y me atendieron de primer nivel. Me dejaron en reposo, me trajeron alimento. Cerré los ojos y me dormí.

 

Abrí los ojos. Miré: Neba, la princesa. Al lado un señor con una ropa de piel y una corona.

-Un honor -me dijo-, tenerte aquí, príncipe Gualterio. Has salvado a mi hija. Pídeme lo que quieras.

-Apreciado rey -respondí-, lo que he hecho con la princesa cualquier noble lo haría.

-No. Te has jugado, y has jugado tu vida por salvar la de mi hija. Mi agradecimiento será eterno. Te quedarás con nosotros el tiempo que quieras.

-Acepto -exclamé. Pasaron por lo menos veinte amaneceres hasta que ya me sentía en plenas condiciones.

La princesa me veía cada día. Me dijo:

-¿Quieres venir al palco? -Fruncí el ceño.

-Sí. ¿Qué hay en el palco?

-Puedes mirar hacia abajo, al patio de armas. -Accedí y fui con ella. Miré para el patio de armas y había cerca de sesenta soldados. En el centro un círculo, cuatro soldados, y del otro lado el que ya conocía, el soldado Eleazar.

-¿Qué van a hacer?

-Eleazar es el mejor -me explicó Neba-, y práctica contra varios.

-Pero están practicando con armas de verdad, pueden lastimarse.

-Él no, imposible que lo lastimen. Tiene que tener cuidado de no lastimar a los otros.

 

Y comenzó la práctica. Lo que vi fue impresionante, no podían alcanzarlo; él los tocaba de plano sin lastimarlos a los cuatro. La práctica duró bastante hasta que los soldados quedaron agotados. Había tocado de plano por lo menos cinco veces a cada soldado y ninguno de ellos pudo tocar a Eleazar. Pero me sorprendía que no sonreía, estaba como huraño.

-¿Qué le pasa?

-Nada, nada. -Neba se cogió de mi brazo-. ¿Tienes novia? -Me sorprendió la pregunta.

-No, ¡je, je!, no.

-¡Hum! Eres un buen candidato.

-Espera, espera, ¿acaso te gusto?

-Te debo la vida.

-Apreciada princesa, no te pregunté eso.

-Claro que me gustas. ¿Y yo te gusto?

-Eres muy bella, muy bella. Pero te estaba preguntando por el soldado Eleazar.

-No quiero acordarme.

-¿Me vas a dejar con la intriga?

-No. Tiempo atrás, cuando yo era más joven tuve una pequeña aventura con Eleazar, fui yo la que lo busqué. Nos besamos, no pasamos de ahí, pero no por mí, yo me hubiera entregado en cuerpo y alma porque verdaderamente me había enamorado de él, fue él quien me rechazó.

-¿Por qué? -pregunté.

-Porque decía que si mi padre, el rey Octavio, se enteraba lo mandaba colgar.

-Bueno, entiendo que un padre quiere casar a su hija, y más si es una princesa, con un noble. -Ella me miró:

-Y más si es un príncipe.

-Espera, espera, ¡je, je!, apenas nos conocemos.

-Conozco bodas arregladas que ni se conocen, simplemente para unir reinos.

-No es mi caso. No me llevo bien con mi padre, por eso me he tomado un descanso. -Se quedó pensando-. ¿Qué sucede?

-¿Por qué no te llevas bien?

-Tenemos diferencia de opiniones.

-Esto tenemos que festejarlo. Mi padre mandó al castillo de tu padre una comisión porque quiere proponerle una boda.

-¿Boda? ¿Cómo boda?

-¡Pero Gualterio! -dijo Neba-, somos la pareja ideal: tú príncipe, yo princesa, reinos vecinos. Jamás pertenecí a nadie y tú dices que soy bonita.

-Sí, pero ¿acaso estás enamorada de mí?

-¡Ay, Gualterio, Gualterio! Eso viene con el tiempo.

-Sin embargo del soldado Eleazar estabas enamorada.

-¡Je, je, je! Era una niña, era una niña. Ahora soy más grande, ahora pienso con el cerebro, no con el corazón.

-¿O sea, que tú te casarías por conveniencia?

-¡Gualterio, Gualterio!, tú no eres un viejo, eres joven, eres atractivo, no es que me case con alguien que me de asco o que rechace, tú me gustas, el amor ya vendrá.

-¡Je, je! Bueno, no es mi manera de pensar, pero.

-Ven, vamos a comer algo.

-Ahora voy. Voy a mis habitaciones a cambiarme de ropa -exclamé.

 

Por el camino me encontré con Eleazar.

-La verdad, te felicito, te miré varias veces del palco y vi que eres excelente con la espada. Mira que yo me creo bueno pero...

-No te la mereces.

-Perdón, ¿de qué hablas?

-De Neba. No te la mereces.

-A ver, vamos por partes. Primero, yo no te quité nada, Neba me comentó que tú la dejaste porque si el rey se enteraba te colgaba de una cuerda hasta que mueras. Segundo, ella programó una boda por su cuenta. Mi ilusión es enamorarme de alguien, me gusta Neba pero no estoy enamorado.

-Encima eso. Yo sí estoy enamorado y lo que ella te contó es la mitad. Le dije: "Escapémonos". Si ella hubiera estado enamorada, como decía, se hubiera escapado conmigo. Pero dijo: "Soy una princesa, yo no me voy a escapar con un plebeyo y perder todo lo que tengo. ¿Quién te crees que eres?". Así que no es como te lo dijo. ¿Pero tú quién eres, porque has nacido en cuna de oro la vas a poseer y yo porque soy un simple soldado...

-¿Por qué me prejuzgas? -le dije-, no conoces mi vida, no sabes lo qué me pasó. Podría contarte tantas cosas de mí, gente que quería me ha despreciado. Es cierto que he cometido errores en mí vida, pero la gente que apreciaba me ha dado la espalda. ¿Te piensas que porque yo soy príncipe y tú un soldado yo la paso bien? Te equivocas, te equivocas y mucho. Yo, honestamente, no soy una persona que se casa por conveniencia. No es mi manera, no es mi forma.

Eleazar me miró:

-Quizá me equivoqué contigo, pensaba que eras un presumido.

-Si fuera un presumido no me hubiera jugado la vida con esos maleantes para salvar a Neba. -Asintió con la cabeza.

-Es cierto. Quizá si yo fuera noble o tú un plebeyo podríamos haber sido amigos.

Le pregunté:

-¿Y tú no tienes familia?

-No. Perdí mis padres de chico, me crié con unos guerreros, me enseñaron el arte de la espada, la espada fue como parte de mí. Y hasta el día de hoy, soy un poco más grande que tú, sigo practicando.

-Te he visto -le respondí-, has podido contra varios soldados. En una batalla de verdad los hubieras podido matar a todos.

-Vivo de eso y sin embargo no soy el jefe de la guardia, el rey ni me tiene en cuenta. Neba me desprecia. Trato de cuidarla, siempre sale sola. El rey quiere que la vigilen y al menor descuido ella se escapa. Si no hubiera sido por ti la hubieran ultrajado y la hubieran matado. Pero lo sigue haciendo. Y cuando yo la reto me dice: "Tú no eres nadie. Ponte en tu lugar, estás hablando con una princesa". -Me encogí de hombros.

-Lo lamento por ti y por tus sentimientos, pero estás hablando de una joven que elije una posición, elije la comodidad antes que el amor. Y yo pienso que sí, que en un momento se enamoró de ti. No sé actualmente como serán sus sentimientos pero si tú hubieras sido noble seguramente se hubieran casado.

-Es lo que yo pensaba -dijo Eleazar.

 

Se abrieron los portones. Vinieron los soldados de la encomienda, pidieron hablar inmediatamente con el rey, que al rato me citó al salón principal. Estaba Neba, varios soldados y, obviamente, también Eleazar. Había varios nobles reunidos, cortesanas, y todos me miraban.

-Este joven que veis aquí es un fraude: no es príncipe, no tiene títulos, es un proscripto. Su padre lo ha desheredado y le ha quitado todos los títulos porque ha cometido un acto que el rey Anán no quiso nombrar.

El rey Octavio me miró:

-No voy a matarte delante de todos, te mereces la horca por habernos mentido de que eras un príncipe.

-Lo soy. Soy hijo de un rey, eso se lleva en la sangre.

-¡Je, je! No, no, el rey tiene la potestad de quitarle títulos a cualquier hijo o hija que cometa deslices. -Y la miró a Neba-. Por supuesto mi hija me obedece. Tú no sabes quién soy -continuó el rey Octavio-, la madre de ella me engañó con un soldado. Al día siguiente en la plaza del poblado pasando el patio de armas, adelante de nobles y plebeyos de la feria feudal los hice decapitar a ambos. -Empalidecí, decapitó a la reina. ¡Je, je! Ya no era reina-. Mediante una proclama me divorcié y le quité el título, y luego los decapité a los dos, a ella y al soldado ruin. No me molestó tanto el engaño como que se acostara con un plebeyo. -Lo miré a Eleazar. Eleazar evitó mirarme. En ese momento el rey dijo-: Eleazar... -Empalidecí, ¿se habrá enterado que él ya tuvo una relación con la princesa Neba?

-Mi rey... -Eleazar se cuadró.

-Lleva a ese proscrito lejos de aquí y lo matas.

-Mi rey...

-¿Estás dudando?

-No, mi rey.

-No importa la forma en que lo hagas, lo matas y dejas el cuerpo para los buitres. El hecho de que haya salvado a mi hija no lo salva de morir, lo salva de morir ahorcado aquí en el patio. -Eleazar me miró con gesto duro.

Me tomó del brazo:

-Sube a tu montura. -Lo miró al rey y le dijo-: Mi rey, me alejaré lo bastante y lo dejaré tirado a un costado del camino sin vida. -La miré a la princesa Neba, la cual me miraba con desprecio. Eleazar me dijo-: ¡Pon las manos a la espalda! -Puse mis manos a la espalda y me ató. Cogió mi espada y la puso de su lado izquierdo-. ¡Vamos!

 

El caballo domesticado iba solo, el soldado Eleazar detrás mío. Abrieron los portones.

 

Salvé a una princesa, y el soldado Eleazar, quien estaba enamorado de ella, acabaría con mi vida.

 


Sesión del 02/12/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

El soldado que debía ejecutarlo conocía su historia y no cumplió la orden del rey, aunque diría lo contrario. Aprovechó para enseñarle cómo espadear mejor. Se volverían a ver.

Sesión en MP3 (3.247 KB)

 

Entidad: -¿Por qué la venda?

-Porque no quiero que veas el camino.

-¡Je, je!, me haces reír. ¿Acaso no voy a morir? -Frenó el hoyuman. Me sacó la venda, había un claro. Me desató las manos-. ¿Me vas a matar a sangre fría o me vas a permitir defenderme? -Eleazar tenía del lado izquierdo mi espada, me la tiró. La agarré, la apreté bien, ahora me sentía más seguro, ahora sí. Está bien, si muero es porque me ganó alguien mejor.

 

Se puso en frente mío, en guardia. Ataqué, me paró el golpe. Ataqué de vuelta, me paró el golpe.

-Gualterio, pareces un aprendiz.

-¡Je, je, je! No voy a entrar en ese juego de enojarme, ya me enseñaron otros que si me enojo pierdo. No voy a seguirte el juego. No importa que me llames aprendiz, no me voy a enceguecer. No soy como los soldaditos con los que practicas.

-Vamos a ver. –Cambiamos. Era imposible entrarle, bloqueaba, bloqueaba, bloqueaba. Me tocó una vez el brazo de plano, me tocó otra vez el costado derecho de plano.

-¿Qué pasa, no me quieres lastimar? Yo te voy a lastimar. -Ataqué con todo pero nada. Es más, me resbalé. Me tocó de plano en la cabeza, caí. Me apoyó su espada en la garganta-. ¿Aquí se termina? -En ese momento se escuchó un galope.

 

Eleazar no dejó de apoyar la espada en mi garganta, miró de costado.

-Gran Comendador Racaut, ¿me siguió?

-Seguí la pista.

-¿Cambiaron las órdenes del rey?

-No. Quiero ser testigo de la muerte. -El gran Comendador Racaut se bajó de su hoyuman, se puso al lado mío, estaba molesto.

-Así que tienes testigos -dijo Gualterio. Eleazar se rió.

-Sí.

-Gran Comendador, le recomiendo que se corra una línea aunque sea, para no ser lastimado. ¿Le parece que le raje la garganta, gran Comendador o directamente le travieso el pecho?

-Lo segundo es mejor, es mucho mejor. -Y en ese momento atravesó el pecho del Comendador Racaut, que cayó sin vida.

 

Me senté en el pasto.

-¿Qué pasó?

-Te contaré. El rey está totalmente agradecido de por vida porque salvaste a la princesa, y por más que seas un proscrito, por más que ya no seas príncipe, para él la vida de su hija es todo. Nunca te iba a matar. Entonces la excusa de llevarte fuera de palacio y matarte en un lugar remoto era para que dentro de palacio no lo vean débil. Porque es cierto que decapitó, no a una, a dos de sus esposas, y decapitó también a varios traidores. Pero contigo es distinto, su hija es su tesoro, y tú la salvaste.

-¿Y el Comendador? -pregunté.

-No tenía que haber venido.

-¿Y qué vas a decir?

-Yo no lo vi, no sé nada de él, lo habrán asaltado en el camino.

-O sea, que no me matarás.

-No.

-¿No tienes rencor de que rechacé esa boda?

-Igual no se habría dado apenas se enterarán de que no eras príncipe. Pero no, nadie es dueño del otro. Y yo pensé que podía llegar a algo con la princesa pero... pero no se dio, Gualterio, no soy noble, y me considero el mejor en la espada de todos los que conozco.

-¿Entonces me puedo ir?

-Te puedes ir, pero nos veremos.

-No entiendo.

-Yo no tengo familia, pero alguna vez al rey le inventé una historia. No me preguntes por qué. Le dije que tenía un primo lejano y que lo quería ver. El rey nunca tuvo quejas de mí y me dijo: "Te puedes tomar quince amaneceres cuando quieras verlo". Así que volveré con la noticia adelante de todos de que te he matado y enterré tu cuerpo.

-¿Y el Comendador? -pregunté.

-Queda ahí. Queda ahí.

-¿Su hoyuman?

-¿Quieres llevártelo?, lo vendes en el pueblo más cercano. Si yo lo llevara de vuelta sería la prueba de que me encontré con él. No, llévatelo. Si alguien lo encuentra, lo asaltaron unos maleantes.

-¿Y qué harás?

-Le pediré esos quince amaneceres que me ofreció y te veré.

-¿En función de qué? -pregunté.

-Te quiero enseñar algunos trucos. Hay un pueblo, Ramela, por este camino. Entre uno y dos amaneceres te encontraré ahí. Aquí tienes.

-¡Vaya!

-Estos son los metales que tú tenías en las alforjas. Están enteros. Nadie te sacó nada.

-¡Vaya! Bueno. -Y me marché.

 

Dos amaneceres después veo un jinete. Yo estaba alojado en la posada Central. Era Eleazar.

-Antes que nada estoy hambriento y sediento, vamos a comer algo. Dejo mi hoyuman en la caballeriza. Y luego hay un descampado, te voy a enseñar un par de cosas.

 

Y eso hizo. Me enseñó trucos, postura, firmeza, reflejos.

Eleazar me dijo:

-Tus reflejos son innatos. Tu problema es que aún habiéndote entrenado otras personas piensas, en lugar de espadear en forma automática. Es como respirar, lo que tienes que hacer en forma automática.

Le comenté:

-Yo me consideraba bueno, unos guerreros mayores que yo me han enseñado a cargar troncos, a subir cuestas con un tronco para fortalecer las piernas, los brazos. Y eso me ha quitado velocidad.

-No tiene por qué. He conocido un guerrero que era mucho más grande que yo y mucho más pesado, pero tan veloz como yo. Lamentablemente estábamos en bandos contrarios. Me llegó a herir en un costado y con un golpe de revés le abrí la garganta. Mientras se estaba muriendo le dije: "Lo siento, qué pena que no estés de mi lado". Entonces, que tengas más fibra, más músculos no te resta velocidad, tu velocidad está aquí -y se tocó la frente-. Ya sabes, te han enseñado que la espada es la extensión de tu brazo, pero con eso sólo no basta, tienes que tener postura firme, saber cuándo te apoyas, cuando das una estocada con el pié de adelante, cuando paras el golpe con el pié de atrás. Cuando retrocedes, retrocedes primero con el pié de atrás luego en el de adelante. Cuando avanzas, avanzas primero con el de adelante y luego recoges con el de atrás, y no pierdes el equilibrio. Cuando estás en retroceso, el pié de adelante apenas lo dejas apoyado porque te pueden hacer una zancadilla y pierdes el equilibrio.

-Hagámoslo. A ver.

 

Y estuvimos practicando mañana y tarde, mañana y tarde, mañana y tarde. Faltaba un amanecer para que se cumplieran los quince.

-Vamos a hacerlo en serio, ahora.

-Pero podemos lastimarnos...

-A primera sangre.

-Bien. -Espadeamos bastante tiempo, él bloqueaba bien, yo también. Estuvimos bastante tiempo muy muy parejos hasta que en una estocada mía él corrió de costado y me tocó en un brazo.

-¿Ves?, apenas te mana un poco de sangre. Si te hubiera hecho más fuerte el brazo te quedaba inútil. Esto no es nada, es un pequeño raspón que te hice. Pero me asombro de que en casi quince amaneceres tienes casi la rapidez mía. Si sigues practicando quizá nos crucemos el día de mañana y seas mejor que yo.

Lo miré y le dije:

-Ha nacido en mí un afecto por tu persona, Eleazar. Espero que si nos crucemos estemos del mismo bando.

 

Al día siguiente, el último día, no practicamos nos quedamos conversando en la posada de mil temas.

Y me dijo:

-Cuando te conocí veía en tus gestos como cierto rencor, como que te sentías humillado, como que te sentías molesto porque no te daban la razón, y ahora tu semblante es como que cambió. ¿Qué pasó?

-¡Je, je! -le respondí-, entendí que uno tiene que hacerse cargo de sus errores, y yo tuve un error. Y tanto mi padre como el resto de mi entorno que no me apoyó tenían toda la razón del mundo. Yo cometí un error, no importa si la otra persona también, no importa, yo no puedo hacerme cargo de la otra persona. Yo tengo que hacerme cargo de mis errores, la otra persona se hará cargo de los suyos o no. -Obviamente Eleazar ya sabía toda la historia, lo que había pasado con la dama Marya, y él no justificaba a ninguno de los dos.

-No la conozco a la dama, pero entiendo que aunque tu padre tuviera mil problemas ella tendría que haber hablado con él y decirle "Me siento sola, me siento descuidada", porque podrías haber sido tú el del lago como podría haber sido otro, y cuando ella dijo "No" tú respetaste el "No". Supón que hubiera sido un guerrero desconocido y hubiera querido pasar de los besos a algo más íntimo, le hubiera dado un puñetazo y la ultrajaba desmayada. De todos modos me extraña que una reina esté sola en un lago sin vigilancia.

-Entiendo que quería estar sola -dije-. No, no tengo la respuesta. Yo tengo la respuesta por mí. Estoy arrepentidísimo, no dominé mis impulsos, fui esclavo de mis impulsos. Es, o era, la esposa de mi padre.

-Mira, te digo algo más, Gualterio.- Mi rey, a quien respeto a pesar del carácter que tiene y de su forma de manejarse, en las mismas circunstancias la decapita. Al fin y al cabo es el rey.

-¿Tú qué dices, que mi padre es débil, que no tiene carácter?

-No, Gualterio, no estoy diciendo eso, no lo conozco. Yo creo que él la ama y que el tiempo dirá si ese dolor cede y la perdona. Al fin y al cabo fueron un par de besos, no hubo más nada.

-Yo me siento culpable, Eleazar. Supón que ella no me hubiera frenado, supón que ella hubiera aceptado intimar conmigo; yo no voy a ser hipócrita, yo hubiera aceptado. Y después me hubiera sentido peor, después me hubiera sentido muchísimo peor. Me alegro que me frenó, pero no me alegro de haberme acercado, tenía que haber tenido el recato y de entrada no acercarme. Por eso en este momento cambió mi semblante, porque no tengo ningún rencor por nadie. Es mi responsabilidad, mi culpa si quieres llamarlo así. No me considero un joven malo, para nada, creo que tengo buenos sentimientos. A veces me dejo llevar por las emociones. ¡Je! Ya sé lo que estás pensando, las emociones y la esgrima no van de la mano. Ya sé, ya lo sé. Mente fría, automática. Ya lo sé.

-Pero Gualterio -dijo Eleazar-, eso no es solamente con la espada, es en todas las cosas de la vida. No reaccionar, salvo que esté en peligro tu vida o la de un ser querido. No reaccionar, evitar la pelea. Ahora, si está en riesgo tu vida... y bueno, ahí no tienes otra. Lamento no haber practicado hoy contigo.

-No, no, no, Eleazar, esta conversación que hemos tenido me ha servido de mucho, de muchísimo. Igual no me siento bien, no estoy acostumbrado a estar solo, no estoy acostumbrado a andar por los caminos.

-Siempre hay amigos en algún poblado. ¿Y tú dices que de verdad conoces a Aranet?

-Sí, prácticamente él fue uno de los que me enseñó.

-Bueno, él tiene una isla que le donó tu padre. Ve a verlo, él te recibirá. No es necesario que estés solo siempre. Hay gente que ha perdido su familia en ataques en aldeas y se han quedado directamente solos, pero no solos porque los alejaron, solos porque han muerto todos los que le rodeaban. Siempre hay alguien peor que uno, siempre hay alguien peor que uno, Gualterio. Yo mismo estoy solo.

-¡Je, je! Tienes a los soldados.

-Me obedecen. No tengo amigos, no puedo tener amigos, no puedo darles confianza. Y no es que me respeten por temor, porque no los trato mal, me respetan porque soy mejor con la espada y porque aparte estoy siempre aparte. De eso trata. Pero estoy tan solo como tú. Pero no me puedes visitar, tú estás muerto.

 

Nos estrechamos la mano, cogió su hoyuman y se marchó.

Y me quedé pensando, ¿voy para el norte, vuelvo para el sur? En el norte encontraré gente nueva, en el sur la isla Baglis. Lo consultaría con mi catre, durmiendo en el primer piso de la posada Central.

 

Gracias por escucharme.