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Psicoauditación - Brenda

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 02/06/2011 Aldebarán IV, Kena

Sesión 24/07/2011 Aldebarán IV, Kena

Sesión 26/07/2011 Aldebarán IV, Kena

Sesión 02/08/2011 Aldebarán IV, Kena

Sesión 03/01/2012 Aldebarán IV, Kena

Sesión 25/02/2012 Aldebarán IV, Kena

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Sesión 2/6/11
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

Relató una vida en Aldebarán como Kena. Nació en el pueblo de los Apartados pero por circunstancias acabó siendo una Amazona. Explicó su sistema de vida y varias vivencias. Se generó diversos engramas aunque encontró cierta estabilidad.

 

Sesión en MP3 (3.831 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido…

Entidad: Es muy difícil tomar conciencia de los daños que dejan en la memoria conceptual ciertos recuerdos, de malos tratos, de impotencia, de dudas, de no saber qué camino elegir, de llegar a la cima y en ese momento trastabillar y caerse, de que te indiquen un camino errado, de que te tiendan la mano para sacar ventaja de ti, de que te busquen por el hecho de burlarse, de que te desprecien, de que te ignoren, de que te sometan, que te esclavicen, etc. siglos y siglos y siglos de Sol III atrás.

Interlocutor: ¿Has tenido muchas encarnaciones?

Entidad: He tenido bastantes encarnaciones pero voy a relatar la de Umbro, el cuarto planeta de Aldebarán. Encarné allí en una región sur del continente este.

Interlocutor: ¿Encarnaste como mujer o como varón?

Entidad: Encarné como mujer. Mi nombre era Kena (se escribía con vuestra K). Kena.

Interlocutor: ¿Te encuentras muy apegada a ese rol todavía?

Entidad: Al contrario, era un rol que me cuestionaba mucho. Encarné en una tierra donde no nos querían. Éramos una raza de apartados porque generaciones atrás toda nuestra raza había sufrido una peste; por ello nos habíamos alejado del resto de la población, escondiéndonos en medio de bosques y pantanos. Y luego esa peste pasó y nuestra gente siguió apartada, enemiga de todos lo demás.

Mi madre era muy independiente y no se llevaba bien con padre. A veces íbamos en una pequeña carreta hasta el poblado más cercano que quedaba a muchas millas de distancia a comprar víveres. Nos vestíamos como gente común, no como apartados.

Yo tenía cinco de vuestros años y, a la vuelta, en el camino, nos asaltaron y nos robaron todos los víveres. A madre la violaron y luego la mataron.

Interlocutor: ¿Qué fue de ti?

Entidad: La carreta se cayó de lado, los dos hoyumans se espantaron y caí desmayada en el barro. Me dieron por muerta. Cuando abrí los ojos era el amanecer siguiente y lo primero que veo son unas sandalias y una mujer alta, mayor, que me levantó.

Me preguntó mi nombre. Dijo llamarse Isaria. Estaba vestida de manera rara, pues tenía muslos, piernas y brazos descubiertos. Llevaba una indumentaria donde portaba flechas. Me asusté porque en el poblado había escuchado la leyenda de que del otro lado del bosque había un territorio solamente de mujeres que se llamaban “amazonas”. Me llevó con ella a lomos de su hoyuman.

Por el hecho de ser niña fui bien recibida y me quedé allí, en un mundo nuevo, distinto. Por otro lado, lo positivo es que había otras niñas pero, a diferencia de las niñas de mi región, ellas no jugaban sino que las hacían practicar todo el día con espadas de madera, o con arcos y flechas más pequeñas les hacían disparar a un blanco. Las hacían ejercitar.

Interlocutor: Imagino lo desorientada que te habrás sentido en ese momento, sola, sin tu madre.

Entidad: Extrañaba mucho a mi madre y, a pesar de que con papá no nos llevábamos bien -ni mamá ni yo-, extrañaba todo. Al comienzo me sentía como perdida.

Interlocutor: ¿Te sentías protegida por tu padre a pesar de no llevaros bien?

Entidad: No, me sentía protegida por mi entorno.

Interlocutor: ¿Hubo alguien en ese mundo nuevo que de alguna manera te contuviera?

Entidad: Me fui acostumbrando a las actividades. Había varones pero eran considerados como nada, o sea, esclavos, y no tenían opinión. Entonces me acostumbré a que el rol de la mujer era muy importante allí. De alguna manera me hizo sentir bien porque en mi región había un jerarca que tomaba las decisiones. Y, bueno, quizá era mi ego, pero...

Interlocutor: ¿Te sentiste importante, digamos?

Entidad: No importante como individuo, sino como género; digamos que se respetaba al género femenino.

Y me alimentaban bien. Fíjate que cuando tenía doce años -ya habían pasado siete de vuestros años, porque la rotación planetaria de Umbro es distinta a la de Sol III- había crecido bastante y era ágil en batalla. Cuando quien me recogió desencarnó -porque ya era una persona grande- vino una mujer muy fuerte, muy poderosa, que tenía voz de mando y me dijo que yo me quedaría a su cuidado y que ella me entrenaría porque podía sacar de mí una buena guerrera. Las demás chicas estaban pálidas. Me enteré que quien me cobijaba era Senna -la que mandaba a todas las amazonas- y cuando me equivocaba me golpeaba. Si de repente erraba por centímetros a un blanco me abofeteaba. Cuando espadeaba con ella para practicar lo hacíamos con metales -no con maderas- y a veces recibía cortes en los brazos y en la pierna.

Y había aprendido a no quejarme ni a increparla jamás. Hubo una joven que la increpó, le cortó el cuello y la dejó morir desangrada. Decían que era justa pero a mí no me lo parecía. Me consideraba inteligente y la mejor manera de no recibir castigo era aprender lo que me enseñaba lo más rápido posible.

Interlocutor: ¿Nunca pensaste en escapar?

Entidad: No, porque me había criado con los apartados donde me habían enseñado que afuera era riesgoso, peligroso, y ahora, en este mundo de mujeres, no es que supiera estar contenida pero no conocía nada afuera.

Interlocutor: Era lo único que tenías.

Entidad: Había algunos hombres que mandaban a buscar provisiones y ellos sabían que no debían escaparse porque los iban a perseguir y a matar. Todos volvían de buscar provisiones. Ninguno se escapaba.

Interlocutor: ¿Qué sensación tenías en batalla cuando te tocaba herir a alguien o matarlo?

Entidad: No participé en luchas contra gente de afuera pero cuando practicaba con compañeras, si me vencían, no solamente era la humillación de la derrota sino que encima Senna me cogía del cuello y me castigaba. Me decía: -Tú estás bajo mi protección. Solamente hay una persona por encima tuyo: ¡Yo! Entonces debía vencer como sea.

Cuando cumplí dieciséis de vuestros años era diestra con el hacha, con la espada y con las flechas. Me enseñaba a galopar arriba de un brioso hoyuman y disparar flecha en blanco fijo y en blanco móvil. Me ponía de costado en el hoyuman, disparaba y siempre pegaba en el blanco.

Pero no era un ser al que quería porque me seguía maltratando. Ahora ya no tenía excusa, ya peleaba casi tan bien como ella e igual me maltrataba.

Un día le llevé un guisado, me lo pateó porque decía que estaba desabrido y me lo refregó en el rostro. Por dentro me hervía la sangre. Tenía un pequeño puñal y se lo quería clavar. Es como que me leyera la mente: me miró los ojos, me miró el puño cerrado y me dijo: -Pero coge ese puñal, ¡cógelo! ¡A ver si te atreves!

-Disculpa mi gesto, Senna.

-¡Cállate, Kena! Vete a acostar, que hoy no comerás el guisado.

Y me iba aterida de frío, envuelta en pieles, a dormir. Y dentro de mí tenía quizás odio. Es verdad, le agradecía el haberme enseñado tanto pero, ¿y el amor, el respeto y las formas?

Interlocutor: Bueno, quizás ellos no lo conocían directamente.

Entidad: No. Había una joven, Azahara, que era como una líder, y muchas jóvenes la admiraban. Obviamente Senna era muy recelosa de esta joven pero años antes esta joven le había salvado la vida a nuestra reina y entonces es como que esta reina era condescendiente con Azahara hasta que llegó un día en que discutieron mucho por una táctica de expansión. Senna quería expandirse y en realidad no éramos tantas como para ocupar otras regiones. Hubo una gran discusión hasta que llegaron a combatir y Azahara mató a Senna. Ella no quería ser jefa, no quería mandar, pero varias le dijeron que no había otra que las representara.

A mí, prácticamente, me ignoraba porque yo siempre había estado con Senna y Azahara pensaría erróneamente que yo tenía la misma forma de pensar. Entonces adopté un perfil bajo, seguí entrenando más que nunca, más fuerte que nunca, montando a lomos de mi hoyuman, disparando, etc. pero por sobre todas las cosas, en batalla.

Un día era hora de prácticas, al atardecer, y se formaron filas para lo que sería un combate que había cada temporada. Antes del torneo elegían a las diez mejores guerreras y sería como una eliminatoria. Y, bueno, obviamente superé la prueba y quedé entre las diez mejores.

Y recién ahí Azahara empezó a reparar en mí y me llamó. Acudí a ella con temor, pero no temor a su persona -yo me consideraba diestra con cualquier arma- sino simplemente tenía la intriga de saber qué quería. Vi que era amable -nada que ver con quién me adiestró- y me preguntó mi nombre.

-Kena. -le dije.

-¿Cómo te sientes para conmigo?

Me encogí de hombros y le dije: -Me pareces una buena líder.

-¿Aún habiendo matado a tu protectora?

-No era mi protectora, me trataba mal. Era como una esclava, no una protegida.

Frunció el ceño. Me dijo: -Te prejuzgué. Pensé que me odiarías porque interpreté que la querías como a una madre.

La miré fijamente a los ojos y le dije: -No sé si conoces mi historia pero mi madre no era de aquí.

-Sí -me dijo-, algo me han contado.

-Espero que aquel que está más allá de las estrellas no se enoje conmigo -le dije-, pero el hecho de que la hayas matado me ha causado un alivio tremendo. Y no puedo decir que esté agradecida porque en realidad no me gusta la violencia, pero tampoco me gusta la injusticia. Yo no ganaba los combates amistosos para sobresalir sino porque si perdía recibía un castigo.

-Y ahora, Kena, ¿qué piensas?

-Ahora creo en mi misma y sé que puedo ganar por mí y para mí.

-¿En función de qué?

-En función de los demás, porque estamos mancomunados.

-Eso es lo que quería escuchar.

Y comenzó el torneo. Gané en todo: en montura, en disparo con flecha, en combate con hacha y en combate con espada. Cuando tenía diecinueve de vuestros años era prácticamente una guerrera casi invencible.

Azahara, curiosa al ver que había vencido el torneo, me dice: -Me gustaría practicar contigo, para medirte a ti y para medirme yo.

Estuvimos con la espada cuatro de vuestros minutos hasta que me desarmó. Caí al piso y me apoyó el metal en el pecho. Lo guardó, cogió mi mano y me levantó.

Me miró y me dijo: -¿Sabes por qué perdiste?

Negué con la cabeza.

-¡No te gané!

-¡Me ganaste!

No, tú perdiste porque no te tenías confianza y me viste como la líder. Nadie me ha vencido y tú entraste vencida de entrada. Prueba de vuelta.

-No me atrevo.

-Ése es tu problema, te falta la confianza todavía porque piensas que no puedes.

-Y si la venzo, ¿qué? ¿Qué dirán las demás? Yo no quiero ser líder de nada, no quiero compromisos. Soy joven.

-No soy mucho mayor que tú -dijo Azahara-.

-Repito la pregunta: Y si la venzo, ¿qué? ¿Qué dirán las demás?

-¿Por qué te preocupas tanto por los demás? ¿Por qué buscas la aprobación de los otros? ¿Por qué te preocupas por el qué dirán? ¿Qué te importa lo que digan los otros? Crece tú, ocúpate de ti, de tu interior. Yo hago más cosas.

Y no la entendí. -¿Qué haces?

Y Azahara me dijo: -Miro el cielo y veo esos puntitos a la noche.

-Sí, las estrellas.

-Y más allá está aquel que lo creó todo. Esas estrellas asumo que son soles como el nuestro y que hay otros mundos. No es solamente coger una espada y combatir o montar en un hoyuman brioso y que te tire a tierra cuando le estás domando. Hay más cosas: ¿Por qué crecen los árboles? ¿Cómo nacemos? ¿Por qué nos engendran los varones a los que luego corremos de aquí? Hay muchas cosas para plantearse en la vida: ¿Cuál es nuestra función? ¿Por qué hay otros seres? Fíjate en los pantanos, donde hay Horloks.

Los Horloks eran seres muy parecidos a los míticos orcos de la mitología de Sol III. Había pequeños de cincuenta a ochenta centímetros de estatura hasta grandes de más de dos metros en los distintos pantanos. Algunos eran amigables y estaban con nosotros.

Y Azahara me decía: -¿Por qué viven? ¿Por qué en el norte hay leyendas de que hay hombres alados o dragones que lanzan chorros de vapor por la boca? ¿Por qué todo eso?

Y mi pregunta fue: -¿Y en qué nos atañe a nosotros?

-En nada. No es solamente vivir para guerrear y comer o no permitir que invadan nuestro territorio; también es plantearnos el sentido de la vida, la importancia que tenemos en este mundo.

Y así tuve infinidad de conversaciones con Azahara, pero hasta el momento de este relato nunca volvimos a combatir. Quizá mi temor era doble.

Interlocutor: ¿Porque la respetabas?

Entidad: La respetaba y le había tomado cariño pero el temor era de que me volviera a vencer. Me molestaba perder o que yo la venciera y no quería vencerla porque ella tenía imagen de invencible y lo era, porque era muy buena. Pero si la vencía, ¿qué? Porque ahí elegían a la que mandaba a la más diestra, no a la más estratega, a la que tenía mejores tácticas. A veces eran muy limitados en sus elecciones y yo estaba cansada de los límites.

Me quedaron engramas de desprecio, de abandono, de no saber mi rumbo, de no saber mi futuro, de no tener un lugar de pertenencia verdadero.

Bueno, finalmente había encontrado mi camino: ser guerrera, y ser la mejor, no para aparentar sino por mí misma.

Interlocutor: ¿Volviste a ver a gente de tu pueblo original?

Entidad: He visto. Pero...

Interlocutor: Participaste nuevamente.

Entidad: No. Yo era una desconocida para los apartados. Nunca supe de mi padre biológico nada y en realidad no me interesó tampoco. Ahora tenía una nueva vida y la iba a aprovechar. No puedo decir que estaba entre gente querida porque tenían una forma de ser tan rara... A veces quién era tu amiga no era tu amiga, y entonces aprendí a desconfiar.

Azahara me decía: -A veces tienes que abrirte ante los demás pero ten cuidado siempre; estate con una coraza puesta.

Interlocutor: A estar atenta.

Entidad: A estar atenta y a no mostrar del todo mis sentimientos, mi manera de ser. Entonces es como que había un doble sentido en sus palabras: abrirme, no abrirme, mostrarme, no mostrarme, quebrarme, no quebrarme... Incluso a veces veía que otras guerreras traían hombres para reproducir y los trataban mal...

Interlocutor: ¿Qué pasaba cuando nacían hijos varones? 

Entidad: Los tenían, respetaban su vida y luego los dejaban marchar.

Interlocutor: ¿No les dolía a las madres desprenderse de sus hijos varones?

Entidad: No, porque la forma de pensar era que el varón era útil únicamente para reproducir, para cargar leña, para traer comida, etc. Quizá se le daba algún arma para cazar un animal pero generalmente nosotras éramos las cazadoras. Ése era mi presente y tenía muchos anhelos por delante y muchas expectativas para cumplir, y espero hacerlo.

Te agradezco mucho el haberme permitido desahogarme.

Interlocutor: Me alegro mucho que hayas estado aquí con nosotros y que hayas podido descargar todo esto que nos acabas de contar. Me gustaría volverte a escuchar y encontrarte próximamente.

Entidad: Seguro que sí. Acuérdate de mí: Kena.

Interlocutor: Te tendré presente, Kena. Toda la Luz para ti.

 


Sesión 24/7/11
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

Relató una pequeña vivencia para introducir una serie de pensamientos que busca evaluar.

 

Sesión en MP3 (1.912 KB)

            Entidad: A veces te sientes agotada de tanta rutina. A veces te sientes como con un anhelo interno, un anhelo que te empuja a ver otros paisajes, a conocer otras regiones.

            Me sentía contenta cuando nuestra reina Azahara nos enviaba a alguna aldea cercana a buscar algunas provisiones.

            Una mañana me dice Azahara: -Kena, necesito que vayas hasta la aldea Digoria.

            -Pero Azahara, la aldea Digoria no es la más cercana a nuestra región.

            -Sí, pero allí puedes conseguir distintos metales que aquí podemos trabajar para las puntas de las flechas. Es una tienda de ramos generales. Coralia y Versemia han ido un par de veces a la aldea Digoria. Son bastantes líneas pasando la aldea vecina. Seguramente pasarás la noche afuera. En dos amaneceres estarás de vuelta.

            Me dio unos metales -los equivalentes a vuestras monedas- los cogí y los puse en mi alforja. Monté en mi hoyuman y partí.

            Cada vez que salimos de nuestra región nos vestimos de una manera absolutamente distinta. Llevamos, obviamente, nuestra espada, no así las flechas ni otra arma. Podría pasar por una guerrera cualquiera, pero no me identificaban con las amazonas.

            Me sentí libre llevando al trote a mi hoyuman hacia la aldea Digoria. Por el camino pensaba muchas cosas: pensaba en mi pasado, mi origen en el mundo de los apartados, mi crianza, mi aprendizaje luego con la ex reina, los malos tratos a medida que iba creciendo, la experiencia que ganaba con las armas, montando, luchando, cazando, llegando a ser, después de Azahara, la mejor guerrera amazona. Estaba convencida de que en un combate de verdad la podía vencer a Azahara. Si bien la reina tenía muy buenos reflejos, yo tenía algo en mi mente -lo que vosotros en Sol III llamaríais genética tal vez o espíritu quizá- que me hacía anticipar por décimas de segundo al golpe de mi contrincante. Pero siempre opté por un perfil bajo, no me interesaba sobresalir y no me interesaba mandar sobre las amazonas porque era esclavizarme y de verdad que era de naturaleza libre.

            He conocido gente fuera de la región de las amazonas y aprendí a no juzgar por su aspecto, aprendí a juzgar por su interior o por lo menos eso creía.

            Había pasado ya el poblado cercano a nuestra región. Acampé durante la noche sin encender fogata. Llevaba una comida salada que podía comer fría y una cantimplora con agua. Mi oído era finísimo: por la noche escuchaba ruidos y a veces, como la respiración de alguien, pero yo dormía empuñando mi espada y me despertaba hasta con el crujido de una rama o el deslizar de una pequeña alimaña en la tierra.

            Cuando amanece -cuando salió la estrella- monto a mi hoyuman y sigo el viaje. En un costado del camino veo a un hombre. Me sorprendió, porque a lo lejos veía que era de una estatura casi gigantesca, diríamos. Estaba sentado, comiendo algo.

            Me vio llegar pero ni se mosqueó, no se alarmó a pesar de que portaba mi espada a la vista. Cuando llegué a pocas líneas de él se paró con una semi sonrisa y primero desvié mi vista y vi que también portaba una espada y luego miré su rostro. Y a pesar de que soy poco demostrativa y mi mirada no demuestra nada -mi mirada es neutra- se notó en mí como un asombro: Su rostro era no desagradable pero si distinto, feo. Una nariz grande, boca grande, pómulo muy salido, frente ancha, mentón ancho, manos el doble que las mías. Pero vi sus ojos y sus ojos no mostraban agresividad, quizá algo de curiosidad.

            Sin desmontar, le pregunté, en forma neutra: -¿Cómo estás viajero?, qué raro ver a un hombre solitario.

            Me respondió: -Estoy bien. Qué raro ver a una mujer solitaria por el camino. Si bien veo que te sabes defender -miró mi espada- no es fácil ver a una joven sola por estos lados peligrosos.

            -¿Tú eres de aquí? -Le pregunté.

            -Soy de dónde me coja la noche, pero en realidad soy de más allá del desierto. Mi nombre es Luomor.

            -Mucho gusto, Luomor, mi nombre es Kena.

            Hubo un silencio. Nos miramos. Él no amagó con seguir la charla, a diferencia de otros hombres que al ver una joven sola, a toda costa quieren dialogar para intentar algo más. Tampoco quise charlar, quería llegar pronto a la aldea.

            Le pregunté: -Luomor, ¿queda a pocas líneas la aldea Digoria?

            -Sigue por este camino. Cuando salgas de la zona montañosa baja por el valle a la derecha y llegarás a la aldea. Supongo que irás a aprovisionarte.

            -¿Eres adivino?

            -No, pero veo que llevas dos alforjas vacías al costado de tu hoyuman.

            Su rostro no lo delataba, solamente sus ojos. Luomor era inteligente. Quizá se apartaba de la gente porque él mismo se veía distinto, tenía tranquilamente una cabeza más de alto que cualquier guerrero común. Yo me consideraba alta y sin embargo, Luomor, me sobrepasaba por una cabeza y media. Lo saludé y seguí marcha hacia la aldea Digoria. Pronto seguiría camino.

            Qué difícil es ser libre, tomar decisiones, conocer gente, no saber cuál será tu meta, cuál será tu futuro, conocer gente que no te decepcione, porque tú depositas todas las esperanzas en alguien y aún teniendo compatibilidad todos somos distintos, tanto en la vida en Umbro -como Kena- como en cualquier otra vida. Tenemos que tener amplitud de criterio para aprender a ser tolerantes, a ponernos en lugar del otro, porque a veces, aún venciendo nuestros impulsos, hay cosas de los demás que pueden molestarnos y nos corre la adrenalina por nuestro cuerpo, y estar apacible, neutro, no es sencillo. En el mismo Sol III hubo un sabio que alguna vez dijo: "El hombre más poderoso es aquel que sabe vencerse a sí mismo". Qué gran frase, qué gran frase. Verdaderamente, qué gran frase.

 


Sesión 26/7/11
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

Llegó a una aldea para comprar víveres. Se enteró que había un asesino causando el pánico, y buscó cómo enfrentarlo.

 

Sesión en MP3 (3.579 KB)

 

            Entidad: Es muy difícil en determinados momentos entender el porqué de las cosas y es más difícil aún poder ver el interior de las personas y no su parte externa.

            Mi nombre era Kena. Mientras montaba en mi hoyuman camino a la aldea de Digoria no podía sacar de mi mente, no podía sacar de mi pensamiento el rostro de Luomor, un hombre alto, casi gigante, con un rostro casi deforme –diríamos- y no era de movimientos torpes. Yo, debido a mi condición de guerrera podía ver, entender, percibir, captar el movimiento de otras personas y con solo verlas caminar, deslizarse, erguirse, ya podía saber si tenían destreza o agilidad o torpeza, y Luomor no era torpe, vi sus ojos y me pareció un alma noble.

            Pensé que llegaba a la aldea ese mismo día pero me cogió otro anochecer bajo las estrellas. Al amanecer del día siguiente pude llegar a Digoria, era más lejos de lo que pensaba. Yo llevaba una pequeña lista con lo que tenía que comprar, porque a diferencia de muchas otras guerreras sabía leer y escribir perfectamente.

            Encontré una aldea demasiado tranquila, con poco movimiento, un señor mayor tirando un carro, azuzando a su hoyuman, un tendero que me vio llegar y cerró sus puertas.

            Antes de pasar por la tienda entré a la taberna y pedí una bebida espumante. Generalmente los hombres aunque vean una mujer con espada la miran de una manera codiciosa y algunos hasta se atreven a acercarse. Yo aprendí a mirar sin ver. Veía con el costado del ojo y veía que estaban todos temerosos. Y no soy de callarme y le pregunté al tabernero qué había pasado.

            –Eres forastera.

            –Obvio, afuera dejé atado mi hoyuman.

            –Anoche por quinta vez pasó una desgracia. Mataron a la anciana Verkania. Anteanoche al matrimonio Jonti, que eran granjeros que no se metían con nadie. A ambos les sacaron sus pequeños ahorros. Y en distintos amaneceres nos encontramos con granjeros muertos durante la noche.

            – ¿Habéis visto al asesino o a los asesinos? ¿Alguna banda de saqueadores?

            –No, aparentemente es un solo hombre. El obeso que está sentado allá en la punta vio algo pero no quiere hablar, está con miedo.

            – ¿Que vio?

            –Algo que no existe, una figura gigante que con la pequeña luz nocturna vio que tenía un rostro deforme y salía huyendo de la granja dónde habían asesinado a otra pareja de ancianos, los Tormes.

            No entendía. No entendía nada, porque me estaban describiendo a Luomor. Yo vi su mirada y en mi corta edad aprendí o creí aprender a leer los rostros y me pareció una persona sufrida, muy sufrida pero noble. No me pareció que fuera él, pero ¿quién otro podría ser?, a veces sí las apariencias engañan. Tomé mi bebida espumante y pagué con un metal.

            Le dije al tabernero: –Me quedaré una noche en el poblado. ¿A dónde puedo dejar mi hoyuman?

            –Hay un establo que lo cuida Ramán. Es una buena persona. Le alimenta, le da bien de comer y al día siguiente lo retiras.

            –Y una pregunta, tabernero: ¿hay otras personas así indefensas?, ¿mayores?

            –Los Etoil, que viven al otro lado del pueblo, a algunas líneas a fuera, y no tienen familia, no tienen hijos. Pero nadie se quiere acercar, porque querían protección y hasta la pagaban, pero la figura del gigante los aterra.

            – ¡Ah! O sea que el señor obeso que no quiere hablar ya le contó a toda la aldea que había un monstruo gigantesco matando gente.

            –Y no mintió, joven, no mintió.

            –Está bien. ¿Dónde hay una posada para alojarme?

            –Mmm... Digoria era próspera pero hay mucha gente que se ha ido de aquí. Teníamos una posada que se incendió.

            –Está bien...

            Cogí unas mantas de mi cabalgadura y dejé el hoyuman en el establo. Las provisiones las compraría al día siguiente.

            Comí bien, un guisado caliente y me refugié a la sombra con la mente en blanco, dormitando con los ojos abiertos, hasta que llegó la noche.

            Me alejé de Digoria y llegué a la pequeña granja de las posibles víctimas. Me envolví en la manta, con la espada en la mano y me quedé esperando y tuve éxito: Tiempo después, una figura enorme se acercó a la granja, sigilosamente, nada torpe para su enorme estatura.

            Líneas antes de que llegara a la pequeña casa me acerqué: – ¡Alto!

            La figura se paró y vi en la poca luz de la noche que en su mano derecha tenía un madero sin forma, como si fuera un pequeño garrote, y se acercó a mí en forma amenazadora. Me lanzó un mandoble con su garrote, lo esquivé. Me sentía distinta porque siempre había combatido con mis compañeras, no con una figura que me llevaba casi dos cabezas de alto. Supo esquivar la estocada de mi espada. Era un duelo de agilidades.

            En un momento dado -porque tenía un alcance de brazos mucho más largo que el mío- me llega a rozar en la sien izquierda con su garrote y me marea y caigo de rodillas, pero como buena guerrera, instintivamente, trazo un semi círculo con mi espada y le corto parte del muslo derecho en un costado. Siento un quejido pero sigue avanzando. Ruedo sobre mí misma tratando de recuperar la lucidez. Siempre aprendí a no menospreciar a ningún adversario y estaba en inferioridad de condiciones por lo que con el mareo me escapé. Pero yo sabía a quién buscar, ya sabía a quién buscar.

            Al día siguiente, la pareja de gente mayor fue al poblado y comentó que escuchó ruido de lucha en su terreno. El tabernero vio que tenía una pequeña herida en mi sien y bastante lúcido me dijo:

            –Has enfrentado al gigante, ¿lo has matado?

            –No, casi me mata a mí. Suelo no confiarme ni menospreciar a ningún adversario pero no era tan sabia como yo creía. Pensé que iba a tener movimientos más lentos. Porta un garrote y seguramente entre en sus ropas debe tener una cuchilla. Logré escaparme, pero por lo menos impedí que matara a esa gente.

            –Están los Tirasi, a varias líneas para el lado del mar.

            –No, va a volver allí.

            Si conozco como piensa un asesino va a volver allí, no va a ir a atacar a otro, va a volver a ir. Y esta noche lo voy a esperar otra vez y seguramente él también va a saber que lo espero. Va a ser un duelo de sagacidad, de astucia, de estrategia, pero Luomor va a pagar con su vida.

            Me marché. Y para mí, cabalgar es como desintoxicarme de todo. Y fui al establo a buscar mi hoyuman y cabalgué. El hoyuman brioso relinchó contento de que lo sacara y fuimos por el camino.

            De repente me quedo paralizada y freno a mi montura: una figura sentada comiendo a un costado del camino. Me mira y me saluda. Saco mi espada. Mi rostro decía todo. La figura se pone de pie.

            Le digo: –Luomor, esta vez no escaparás de mi espada.

            Luomor se aleja viendo mi rostro decidido a combatir. Me hace una seña con las manos atajándose y diciendo: -No entiendo...

            –No tienes que entender, si tienes una arma sácala, no me interesa matar a nadie a sangre fría.

            No hablé. Vi que a un costado tenía un gigantesco garrote y sonreí: -Con este me has lastimado.

            –No he lastimado a nadie, lo uso para defenderme.

            Hice una pausa de segundos y pensé. Aceleradamente pensé. –Déjame ver tu muslo.

            Luomor se desconcertó. –No entiendo que es lo que deseas, no tengo interés en tener intimidad con nadie.

            –Eres feo y presuntuoso, no busco intimidad. Combatí con una persona que para mí eras tú y lo herí, le corté. Una herida muy grande en el muslo. Déjame ver tu muslo.

            Tenía un ropaje amplio, unos pantalones de color marrón amplios y se los bajó. No tenía ninguna herida. No me desconcerté, porque cuándo antes estuve con la mente en blanco, esos segundos, pensé: la mirada de este hombre no era la de un hombre feroz asesino.

            Guardé mi espada y mi semblante cambió. Él se relajó y dejó su machete de madera en tierra. Volvió a sentarse y me senté a su lado.

            -¿Puedo preguntarte algo?

            –Sí.

            – ¿Hay más como tú?

            – ¿Como yo?, ¿cómo?

            –Como tú, de tu estatura, con un rostro distinto.

            No me respondió.

            -¿Estás encubriendo a alguien? ¿Tienes algún familiar, algún hermano...?

            –No es por eso, mujer, no es por eso. He sufrido tantas discriminaciones en mi vida que no tiene sentido contarlas ahora. Pero sí, hay una raza en la zona ecuatorial, yendo un poco para el norte y al oeste, pasando el desierto dónde están los gromodans. Más allá hay unas montañas y allí viven los lomantes.

            – ¿Lomantes?

            –Sí, es una raza de seres, varones y mujeres, una cabeza más alta que vosotros. Pero así como para vosotros nosotros parecemos deformes o feos, vosotros parecéis ante nosotros pequeños, con una cara algo chata. Pero para mí, eso, no es que sean distintos. Entiendo, mujer, que tenemos algo adentro que nos diferencia de otros seres: hay hombres alados muy al norte que son buenos; hay una raza de mentos que dicen que son crueles siendo que la mayoría son una comunidad pacífica; hay gigantes del norte dónde habitan en el hielo eterno que son pacíficos siendo que la mayoría tienen fama de saqueadores y que arrasan poblados con sus hordas. Entonces no juzguemos por las apariencias, mujer.

            –No, es verdad... es verdad. Me disculpo por ello. Entonces entiendo que tú perteneces a la raza de los lomantes.

            –Sí, en parte. Pero no quiero contarte mi historia, no me interesa. Hay lomantes que son -para vuestro punto de vista, para vuestra apreciación- más deformes, con manos más grandes. Yo no soy un lomante puro, pero jamás haría daño a nadie. No me meto con nadie. Bastante daño me han hecho a mí. Y ahora estoy errante por el camino.

            –Pero entiendo que sabes defenderte.

            –Sí, mujer, y muy bien. Pero no me interesa lastimar a nadie. A veces me acerco a un poblado con un sombrero que me cubre parte del rostro para que no me vean y sin embargo se atemorizan igual. Voy a un almacén general y compro comestibles que me duren unos amaneceres porque ni siquiera me gusta cazar los pequeños roedores. A veces me alimento con frutos o con raíces. Evito hacer daño.

            –Pero sí tienes sentido de la justicia.

            –Sí, mujer.

            –Dime Kena.

            –Tengo sentido de la justicia, Kena. ¿Por qué?

            –Porque hay un asunto pendiente y si bien me creo capacitada para resolverlo sola, soy también lo suficiente inteligente para poder pedir ayuda cuándo es necesaria.

            – ¿Quieres que te ayude a atrapar a ese lomante?, porque supuestamente es un lomante, ¿no?

            –Sí, Luomor.

            –Está bien. Explícame todo, te escucho.

            Y le relaté lo que había pasado: Las muertes en la aldea de Digoria.

            Que las amazonas me esperaran otro amanecer porque me quedaría en Digoria. Y ahora tenía un compañero, un raro compañero: Luomor, que por el momento nuestros destinos se habían unido. Después nos separaríamos cada uno por su lado.

            Nos dimos la mano. Su mano eran dos de las mías pero me gustó su apretón fuerte. Era el doble de fuerte que yo. Solamente con el puño cerrado podía partir la cabeza de un hombre común, sin embargo era pacífico. Pero no era un gigante tonto, era inteligente. Pero eso no era lo más importante: era una buena persona, era un buen ser, y entre los dos trataríamos de resolver esos crímenes. Y había una sola manera para resolverlo: acabando con el asesino, acabando con ese lomante.

            Gracias por escucharme.

 


Sesión 2/8/11
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

Con la ayuda del recién conocido Luomor derrotaron al asesino. Decidió irse del pueblo de las amazonas, buscando decidir su lugar de pertenencia.

 

Sesión en MP3 (5.079 KB)

 

            Interlocutor: Bienvenida...

            Entidad: ¿Qué tal?

            Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

            Entidad: Bien, rememorando una historia en el cuarto planeta de Aldebarán.

            Interlocutor: Dime, ¿tú, como thetán, estás más tranquila? ¿Te hace bien contarnos sobre esas vidas? ¿Te sientes más tranquila?

            Entidad: Los maestros de luz dicen que cuando uno repasa incidentes dolorosos, descarga.

            Interlocutor: ¿Y tú cómo lo ves?

            Entidad: Entiendo que sí, el problema es el mientras tanto, cuando tú estás recordando. Aparte, el receptáculo, de alguna manera, me indica que relate el incidente que me causa el engrama como si fuera en tiempo presente, como que yo, el thetán, asumiera el rol de lo que sucedió en esa época.

            Tú, de repente, te crías en una familia y es lo que conoces. Sabes que papá y mamá no se llevan bien.

            Cuando tenía cinco de vuestros años nos asaltan, violan a mamá y la matan. Yo quedo desmayada al borde del camino y cuando me despierto me encuentro con todos mis temores, porque me recoge una amazona.

            Existían leyendas. El hecho de que haya sido niña me salvó, quizá, de que me dejaran morir ahí al borde del camino. Pero luego quedé bajo la 'protección' de Senna, que en ese momento era la reina. Y los malos tratos que recibí los tengo grabados célula por célula.

            Cuando murió mi protectora me sentí más libre. Con Azahara era otro trato, pero como dije la vez pasada, a mí me gustaba conocer y tuve la suerte de que me mandaran a una aldea.

            En esa aldea -que quedaba a algunos amaneceres de distancia de la región de las amazonas- había un gigante que mataba generalmente granjeros mayores para robarlos y los mataba a garrotazos.

            Cuando lo conozco, a Luomor, erróneamente lo acuso de ser él el asesino y constato luego que no. Formamos una especie de alianza y fuimos nuevamente a la aldea, pero le dije que por precaución él se quedara en los alrededores, que yo lo iba a ubicar.

            Llego a la taberna y estaban festejando. De repente es como que mi piel se eriza, mis vellos se erizan y automáticamente cojo la empuñadura de mi arma.

            El tabernero, sonriendo, me mira y de repente pierde la sonrisa.

            Me dice: -¿Qué haces?

            Y mira y ve la dirección de mi mirada: De espaldas a mí, a unas líneas, en una mesa, compartiendo con otros parroquianos, había un gigante de espaldas, de cabello negro. Y yo digo -sumando uno más uno dos-, si es de la raza de Luomor tiene que ser el asesino.

            Cuando de repente, riéndose, se da vuelta y no: un rostro agradable, ojos celestes, tez blanca, una sonrisa amplia. Se para y su estatura me supera por una cabeza y media y pide más bebida espumante para todos.

            Interlocutor: ¿Qué festejaban?

            Entidad: Apenas se fija en mí y me siento en otra mesa llevando mi bebida y escucho la conversación.

            -Mataré a todos los asesinos. Tuve una lucha, hace varias noches, con uno de esos gigantes, pero como yo también soy alto como ellos y tan o más fuerte, lo pude vencer y lo atravesé con mi espada. Y no preciso que me invitéis, tengo varios metales. En algunos poblados me pagan incluso por cazar esas alimañas salvajes que matan gente y desde hoy seré vuestro protector.

            De repente mira a su derecha, me ve y dice: -¿Y tú?

            -Yo luché -le dije- contra uno de esos gigantes y estuve a punto de matarlo pero con un golpe de suerte que me dio con su garrote me dejó mareada y preferí no arriesgarme, pero lo herí.

            -No te preocupes pequeña, yo acabaré con él y el pueblo tendrá una deuda conmigo, porque en todos los pueblos tienen deuda conmigo porque libero a los poblados de las alimañas. Como que me llamo Brusel que así lo hago.

            Parece que el pueblo tenía un nuevo héroe. Aunque que yo supiese, ahí no había logrado nada todavía, pero aparentemente venía precedido por una gran fama de cazador de alimañas y de asaltantes en los caminos. Por lo menos eso es lo que se decía. Yo jamás había escuchado hablar de él.

            Averigüé qué otras víctimas potenciales podía haber y decidimos repartirnos con Luomor, yo en una granja y él en la otra. Luomor no quería.

            -Acuérdate -me dijo- que la vez pasada estuvieron a punto de matarte.

            -Eso no volverá a pasar, eso no volverá a pasar.

            Por la noche, justo donde estaba yo, se acerca una sombra alta. Mis ojos, como si fuera un felino, se habían acostumbrado a la oscuridad y podía visualizar lo que otros no.

            Estaba acurrucada y vi la faz del gigante: Era... no deforme pero sí como repulsiva a los ojos de la mayoría de la gente -no a mis ojos porque a mí me interesa el interior de los seres y no su aspecto externo, porque si no, sería prejuzgar-. Su rostro era más repulsivo que el de Luomor -Luomor tenía una mirada tan querible, tan, tan querible, unos ojos tan queribles, que cuando te hundías en esa mirada te hacía olvidar el resto del rostro- pero los ojos de este ser es como que en ellos veía crueldad.

            Me preparo y cual felino salto con la espada de punta.

            -Otra vez estoy aquí frente a ti.

            Me quiere lanzar un golpe con su garrote y rápidamente le corto parte del brazo. Pega un quejido y esta vez evalúa la situación y a diferencia de la vez pasada es él quien huye con trancos tan largos que no lo puedo alcanzar y se pierde a lo lejos.

            Tiempo después nos encontramos a un costado del camino con Luomor y le conté lo que pasó.

            -Si me hubieras hecho consejo, Kena, yo hubiera estado a pocas líneas de ti y entre los dos lo hubiéramos atrapado. ¿Cómo era?

            Y se lo describí.

            Y me dijo: -Sí, seguro que era un lomante, seguro.

            -Por la mañana iré de vuelta a la taberna, hablaré con la gente y le diré que ya tiene dos heridas.

            -Te acompañaré.

            -¡No!, no. Están buscando a alguien parecido a ti. Te van a acusar. Espérame cerca del poblado. Veremos que sucede.

            Interlocutor: ¿Qué sucedió después?

            Entidad: Comimos algo frugal, dormimos a un costado del camino y al día siguiente voy de nuevo al poblado y cuando llego a la taberna, nuevamente todos festejando.

            -¿Qué festejan ahora?

            -El gigante se topó con Brusel y Brusel acabó con él.

            Me acerco a Brusel y le digo: -¿Te has topado con el gigante?

            -¡Por supuesto niña! Él venía huyendo de algún lado y se topó conmigo. Me quiso golpear con su garrote y le clavé mi espada en su pecho. El pueblo está en deuda conmigo.

            -¡No te preocupes! -gritó el tabernero-. Juntaremos metales entre todos y te pagaremos.

            No me causó buena impresión eso. Le dije a Brusel: -Así que ahora cobras recompensas por hacer justicia.

            -Arriesgo mi vida, ¿no?

            -Bueno, pero nadie te ha llamado.

            Brusel se pone incómodo y dice: -¿Acaso no estáis de acuerdo en lo que hice?

            -¡Sí, por supuesto! -gritaron todos.

            Y agrega él: -Y estoy seguro que tenía cómplices, otros como él, otros engendros, otras alimañas.

            Le corté y le dije: -No todos son así, no todos son así. Pero bueno, ya no me atrapa nada más en esta aldea. Así que iré a comprar las provisiones, que es por lo que vine, y me marcharé. Paz y prosperidad para todos.

            Cuándo salgo a la calle se acerca Luomor.

            -¿Qué haces aquí?

            -Nada Kena, había escuchado gritos y pensé que te estarían atacando o algo.

            -¡Vete, vete!

            En ese momento salen los parroquianos de la taberna y dicen: -¡Mirad, el monstruo! ¡Debe ser un cómplice del otro, del que mató Brusel!

            Cuándo sale Brusel, Luomor se sorprende de ver a una figura tan alta como él.

            -¡Parad, parad! ¡Este es amigo mío, él no es ningún asesino! Al asesino yo le corté el muslo y le corté el antebrazo con mi espada. Mirad, él no tiene ninguna marca.

            -¡Por supuesto! -dice Brusel- A ese que tú dices yo lo maté. Este debe ser un cómplice.

            En ese momento algo pasó por mi mente. Vosotros lo llamaríais intuición, porque como decís vosotros, no existe la telepatía en el plano físico.

            -¡Tú! -a Brusel- ¡Muéstrame tus brazos!

            -¿Para qué?

            -¡Déjame ver tu muslo!

            -¿Para qué?

            -¿Cómo sabemos que no eres tú el asesino?

            -Porque el asesino es un monstruo, mirad mi rostro.

            -Tranquilamente puedes llevar una máscara. ¡Muéstrame tus brazos! ¡Arremángate la ropa!

            -¿Me estás desafiando? -Y no coge su espada, coge un garrote.

            Saco mi espada. -¿De qué te atajas? -le digo- ¿De qué te atajas? Es nada más mostrarme que no tienes ninguna marca.

            -¡Nadie duda de mi palabra!

            -¡Yo dudo de tu palabra, Brusel! ¡Lo pagarás con tu vida!

            -¡Lo pagarás tú!

            En ese momento se acerca a mí, esquivo su golpe, me pega en el hombro y me tira de espaldas. Cuándo se abalanza contra mí, le hundo la espada en el pecho al mismo tiempo que Luomor, con su garrote, le deshace la cabeza. Todo un doble golpe mortal: El mío y el de Luomor.

            La gente lo rodea a Luomor.

            Saco la espada del cuerpo de Brusel y les digo: -Si nos atacan, estoy segura que... ¿cuántos sois, diez, doce?, los mataremos a todos. Sin ninguna duda los mataremos a todos. A ver, ¡tú! -al tabernero- desviste al cadáver.

            El tabernero, sin titubear, le saca la ropa y tenía una cicatriz sin cerrar en el muslo y una cicatriz fresca en el antebrazo. Le revisan las alforjas y le encuentran una máscara de esas que utilizan en el teatro de la zona ecuatorial.

            -Ahí tenéis a vuestro asesino. Alguien que directamente robaba a los pobres ancianos granjeros y encima tenía el coraje, el tupé, de cobrar recompensas por matar a enemigos imaginarios. Y esto lo habrá hecho en distintas aldeas. Habrá matado granjeros...

            Interlocutor: ¿Cómo te sientes tú, al haber sido la heroína de esta situación?

            Entidad: Bien. No sé si heroína, yo diría justiciera.

            Interlocutor: Y ayudaste, salvaste la vida de Luomor.

            Entidad: Y Luomor me protegió. Si yo no hubiera tenido la fortuna de que él se tirase encima de mí y yo clavarle -hablo de Brusel- la espada en el pecho, igual no me hubiera hecho nada porque en ese momento le deshizo la cabeza Luomor, que estaba detrás de mí.

            -Ahí tenéis, ahora no tiene rostro. Pero, ¿qué veíais?, ¿qué veíais todos vosotros en Brusel? Un rostro supuestamente noble, unos ojos celestes, simpático, sonriente, les pagaba bebidas espumantes... ¿En mi amigo qué veis? Un rostro que os parece repulsivo porque no estáis acostumbrados, una raza que no conocéis y sospechabais de él. Y mirad: Él es el noble, incapaz de matar a nadie salvo que se lo mereciese, porque en ese caso no es un asesinato. Es como si vosotros tuvierais en vuestro cuerpo un absceso y con un puñal yo te punzara para sacarte ese absceso y luego curarte. Y hay gente que es así, hay gente que son como esas inflamaciones del cuerpo que hay que curarlas y extirparlas. No es asesinato, es justicia.

            Compré las provisiones, llené mis alforjas...

            Interlocutor: Y te fuiste, nuevamente.

            Entidad: No, no me fui. Juntaron metales y el tabernero me las obsequió: -Llévate tú la recompensa.

            No dudé, dije que sí. Y cogí la bolsa. Hasta Luomor se extrañó que haya aceptado.

            Cuando salimos del pueblo le digo: -Es para ti.

            -¿Pero por qué?, yo no quiero nada.

            -Tú, es como que a veces tienes dificultades para encontrar un empleo... Muchos te rechazan por tu estatura o tu rostro. Ten, ten los metales. Yo no preciso a donde voy, yo pertenezco a la región de las amazonas.

            -Yo voy para ese lado.

            -Pero no conmigo, te recibirían a flechazos. Ellas buscan hombres para aparearse pero no creo que te elijan a ti, con todo el cariño te lo digo, porque no todas tienen mi visión interior.

            -Mujer, otra vez me estás proponiendo intimidad.

            -Sé que lo dices en chiste Luomor, pero de verdad quiero independizarme, quiero el día de mañana irme de la región de las amazonas. Quiero ser libre, recorrer mundo y capaz que sea el día de mañana compañera tuya de andanzas, pero nada más que eso.

            -Siempre eres tú -me dijo Luomor- la que hablas de ello, porque tengo un pasado bastante difícil y a mí no me interesa involucrarme con nadie. No tengo aspiraciones de futuro. Me gusta haberte conocido porque hemos ayudado a un pueblo, de alguna manera, y me gustaría hacer eso el día de mañana, seguir ayudando a distintos poblados.

            Nos dimos la mano -mi mano es grande pero se perdió dentro de la mano de Luomor-. Monté mi hoyuman y me dirigí para el sur. En un par de amaneceres llegaría a mi región y hablaría con Azahara, porque no me interesa escaparme, me interesa dejar las cosas en claro.

            Fui galopando lentamente y esa noche acampé. Nunca enciendo fogata, pienso que así atraigo a algunos malhechores. No me asusta la oscuridad para nada ni las alimañas que pudiera haber.

            Esa noche se acercó un mamífero parecido a lo que sería un coyote de Sol III. Me olfateó, le tiré un poco de carne seca y se marchó, no me molestó. Da la impresión como que ellos huelen el miedo y yo tenía cero miedo.

            Al día siguiente voy galopando y veo arriba de un pequeño monte una figura con doble sable, distinto al mío.

            Interlocutor: ¿Qué criatura era?

            Entidad: Tenía rasgos como vuestros orientales, o sea, ojos marcados y más bien inclinados. Mediría un metro ochenta y cinco de vuestra medida de Sol III y estaba sin cabalgadura.

            Detengo mi cabalgadura y baja del pequeño montículo.

            -Eres una Amazona.

            -¿Cómo lo sabes? -porque yo llevaba otra ropa.

            -Por tu destreza, cómo manejas el hoyuman y cómo portas la espada.

            -Y tú, ¿quién eres?

            -Jonus.

            -¿Eres de por aquí?

            -De por aquí, de por allá, de todos lados.

            -¿Andas en busca de aventuras?

            -Trato de no meterme con nadie, para beneficio de ellos.

            -Eres presuntuoso.

            -No, soy lo que soy.

            -Veo que llevas dos espadas.

            -Dos espadas, dos puñales, otro pequeño puñal aquí en el pecho...

            -Y entiendo que los sabrás manejar.

            -Hasta ahora no he encontrado rival.

            Estuve tentada de decirle si quería practicar. Había algo en mí -que vosotros llamáis ego- que quería desafiarlo. Yo creo que yo era mejor que Azahara. No había nadie que me venciera con la espada.

            Como adivinando mi pensamiento -y sé que el pensamiento no se puede adivinar, pero tenía una intuición igual que la mía- me dijo: -¿Quieres practicar?

            Me pareció una tontería -me pareció algo ilógico de mi parte, porque era muy lógica- pero desmonté y le dije: -¿Por qué no?

            Él solamente sacó su sable izquierdo con la mano derecha: -Tú tienes una espada, así que no voy a sacar ventaja de usar los dos. Practicaremos despacio para no lastimarte.

            Me subió -lo que diríais vosotros- como una adrenalina y quise atacarlo furiosamente, pero recordé las lecciones de cuando entrenaba -de más pequeña- con las amazonas, de que la pasión te vence.

            Sonreí y le dije: -¡Aquí estoy!

            Lanzamos algunos golpes y era impenetrable. Lanzaba golpes de todos modos, de todas maneras, como pudiese, y no podía llegarle. En un momento me pega de plano en las costillas y entendí que si me hubiera pegado de filo me hubiera abierto la mitad del cuerpo. Me pega de plano nuevamente en la sien, en la sien derecha, y me molestó porque era justamente la mano que tenía mi espada. Nunca había visto a alguien tan veloz, nunca, con tantos reflejos, nunca. En un momento paró y guardó su sable.

            -Por hoy es suficiente. ¿Cómo te llamas?

            -Kena.

            -Jonus.

            Nos dimos la mano. No podía creer tanta destreza.

            Me dijo: -Eres buena. Tiempo atrás practiqué con alguien casi tan bueno como tú, pero tú eres muy buena.

            Yo pensé: si yo soy buena él es excelente.

            -Te volveré a ver. -Me dijo.

            -¿Quién lo dice?

            -Yo.

            -¿Eres un hechicero que sabe lo que va a pasar?

            -No, soy un ser común. Simplemente estoy convencido de que te volveré a ver.

            Hinqué los talones en mi cabalgadura y me fui al galope.

            Finalmente llegué a mi región. Me vieron venir de lejos, o sea, que ya estaban todas avisadas. Azahara llegó a mi encuentro y me preguntó qué pasó que me demoré tanto. Le conté con lujo de detalles toda la historia. Pensé que me iba a decir: Yo no me hubiera involucrado, pero me dijo: -Has hecho bien.

            Lo que omití es contarle el encuentro de Jonus. No sé por qué. Tal vez para que no salgan a cazarlo o para que él no mate a ninguna de mis compañeras, eso no lo conté. Pero iba a hablar con Azahara, porque no quería estar más allí.

            Interlocutor: ¿Fuiste a hablarlo con ella?

            Entidad: Lo hablé dos amaneceres después.

            Interlocutor: ¿Qué te contestó?

            Entidad: Que yo era una amazona y que mi lugar era estar allí.

            Le dije: -Azahara, te tengo un aprecio muy grande y toma lo que te digo muy amistosamente, muy amistosamente. Estoy segura de que si lucho en serio contigo te puedo vencer y yo sería la nueva reina, pero a mí no me interesa estar aquí. Podría en alguno de los mandados a las aldeas desaparecer, pero quiero quedar con vosotras en forma amistosa, y de esa manera sería como una fugitiva y no tengo porque. Al fin y al cabo, me recogieron cuando yo tenía cinco años, y en realidad, yo nací con los apartados, no con vosotras.

            Al amanecer siguiente me dijo: -Carga lo que desees, provisiones... y coge tu hoyuman, el tinto aquel que es el que más está contigo. Pero eso de que me venzas está en tu imaginación.

            Nos dimos la mano -no como dais vosotros- cogiendo yo su antebrazo y ella el mío, como vuestros antiguos romanos de Sol III. Y me marché. Me marché yendo para la costa.

            Interlocutor: ¿Qué sentiste en ese momento?

            Entidad: Sentí como alivio, como libertad, como angustia, porque de chica, prácticamente, no llegué a tener un lugar de pertenencia, era muy niña y con los maltratos de Senna, la antigua reina, tampoco tuve un lugar de pertenencia con las amazonas. He recibido muchos agravios, malos tratos. No sé si pertenezco a un lugar...

            Interlocutor: Pero tenías la intención de encontrar ese lugar, ¿verdad?

            Entidad: Mi idea es encontrar ese lugar con una persona o con una familia o en un poblado o algo, eso es lo que busco.

            Interlocutor: Actualmente en tu vida como diez por ciento encarnado, ¿también sigues buscando ese lugar?

            Entidad: Yo no diría sigue buscando su lugar, yo diría sigue en la búsqueda. A veces es como que mi diez por ciento tiene miedo de aferrarse a las frustraciones, en esta misma vida ha tenido frustraciones. Entonces, conscientemente, es como que se entrega, como que se vuelca a los afectos, pero inconscientemente, muy inconscientemente, muy dentro...

            Interlocutor: Escapa, ¿verdad?

            Entidad: ...hay como cierto resquemor, como para...

            Interlocutor: ¿Preservarse?, ¿de alguna manera?

            Entidad: Sí, diríamos así.

            Me despido hasta la próxima porque hay una próxima.

            Me fui para el lado del mar, y no solamente tenía una percepción auditiva alta sino que también mi vista era muy buena. A muchísimas líneas de distancia escuché como un galopar, bajé de mi hoyuman y puse el oído en tierra. Y sí, venía un grupo de gente. Miré para mi izquierda y no entendí, porque ahí no había nada. Era una región donde alguna vez, hace muchísimo tiempo yo estuve: La región de los apartados.

            Iría al encuentro de esa gente a advertirles que no se acerquen, porque no tenían ni idea con quién se iban a encontrar.

            Gracias por escucharme.

            Interlocutor: Hasta todo momento y ha sido un gusto tenerte aquí.

 


Sesión 3/1/12
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

La entidad habló de que los engramas de vidas pasadas se pueden reactivar en la vida actual, en el 10%, por situaciones imprevisibles. Continuó relatando la vida en Umbro donde quería encontrarse con un grupo que sabía que se acercaba por la costa, pero se encontró en un poblado donde tuvo que resolver trágicamente una serie de violaciones y asesinatos que estaban sucediendo. Kena quería hacer justicia, no venganza.

 

Sesión en MP3 (2.903 KB)

 

         Interlocutor: Bienvenida...

            Entidad: Muchas gracias.

            Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

            Entidad: Como thetán me encuentro muy bien y con muchas dudas porque mi parte encarnada ha aprendido mucho de estas sesiones y sabemos que, a veces, por situaciones imperceptibles, por vivencias que pueden parecer mínimas, un engrama puede reactivarse.

            Uno a veces se pregunta: -Pero quizá en una vida pasada hubo vivencias fuertísimas. ¿Por qué de repente un cambio de palabras actual o que alguien no nos tenga en cuenta puede afectarnos de tal manera? Porque los engramas tienen un mecanismo que lo comparamos con un barril de pólvora con una pequeña mecha, que apenas hay una mínima chispa, esa mecha se enciende y el barril puede explotar.

            En ese caso la explosión del barril sería activarse un engrama que puede condicionar causando altibajos psicofísicos, emocionales, personales, a veces impulsos de luchar y a veces impulsos de dejarnos estar, como que nada tiene sentido. Y puede parecer una contradicción, como que de repente mi 10% encarnada como Brenda se sienta autosuficiente y por momentos dependiente y hasta demandante. ¿Pero demandante por qué? Por la vida de Kena.

            Interlocutor: Ahora bien, parece ser que, a veces, aunque nos resulte difícil o queramos evitarlo, surgen estos engramas de vidas anteriores, esos recuerdos que quedan en nuestra mente conceptual como espíritus, que muchas veces salen a la luz por pequeñas cosas que suceden en nuestra vida cotidiana que nos hacen reactivar estos engramas.

            Entidad: Correcto.

            Interlocutor: O sea, siempre pueden aparecer pero si nosotros tenemos nuestra mente bien integrada, nuestro ego bajo control, vamos a hacer que esos engramas no tengan tanto efecto nocivo sobre nuestra vida actual.

            Entidad: Pero fíjate que a veces las cosas no son como parecen y entonces tú no tienes la suficiente capacidad -ni siquiera como thetán a veces- de entender un desarrollo de una vivencia...

            En esa vida como Kena yo iba a galope con mi cabalgadura -estaba por fin libre, independiente, y había hablado con Azahara y ya había quedado de acuerdo en que cortaba ese lazo- e iba en busca de un grupo que sabía que se acercaba por la costa pero algo me frenó, como que algo en mi mente me guiara, y cogí las riendas de mi hoyuman y fui para mi derecha. Me alejé de la zona del mar y me adentré en una zona de granjas líneas y líneas y líneas y líneas. Acampé una noche. Amanecí y seguí andando, andando...

            Llegué a un pequeño poblado. Dejé atado mi hoyuman y entré en una pequeña posada, donde comí algo y tomé una bebida espumosa. Había hombres pero ninguno me importunó; tal vez los intimidaba mi espada.

            Marché andando tranquila por la zona de granjas cuando de repente mi hoyuman se encabrita y veo que hay una mujer con sus ropas rotas. Evidentemente había sido ultrajada. Manaba sangre de su garganta y con sus ojos vidriosos me miraba e intentaba hablar pero no podía y murió en mis brazos.

            Una granjera, corriendo, vino hacia donde yo estaba con el cadáver de la joven y llorando el nombre de su hija: -Sora, Sora...

            No hizo falta que yo le comentara; se dio cuenta por sus ropas que había sido ultrajada por alguien.

            Le comenté si en la zona solían hacer eso y me dijo que era una zona de granjas, que durante cientos de amaneceres nunca había pasado nada hasta hace pocos amaneceres atrás, que habían matado a una joven cerca de la zona de los bosques y hace siete amaneceres atrás habían matado a una señora de mediana edad. Las ultrajaban y les cortaban la garganta. Y esta niña que murió en mis brazos era la tercera.

            Interlocutor: ¿Qué sentiste en ese momento?

            Entidad: Impotencia...

            Interlocutor: ¿Querías vengar esas muertes?

            Entidad: Quería hacer justicia, no vengar, quería hacer justicia. Pero, ¿contra quién?

            En ese momento me recibió una pareja de granjeros mayores y me dijeron si quería pasar a su casa, que necesitaban compañía. Tenían una cara de gente agradable y entré. Era una casa que tenía una especie de sala, de comedor, una mesa de madera y jarras. Me sirvieron una bebida dulce y si bien yo no estoy acostumbrada -un sabor agrio dulzón de alguna planta- me gustó. Y había otra habitación atrás y se escuchaba como un diálogo que yo no entendía. Los miro y me niegan, como diciendo "no hagas caso". Los vuelvo a mirar, miro la habitación y la señora dice: -Es Elmo.

            En ese momento se corre una cortina y sale un joven. Le miro el rostro y era un rostro como los que no había visto nunca, como que me miraba y me da la mano y habla como si fuera un niño. Tendría mi edad o más edad que yo y hablaba como si fuera un niño pequeño, como que si su mente no tuviera...

            Interlocutor: ¿Madurez?

            Entidad: ...la luz, como que no tuviera la luz... Aparte se notaba en su rostro, en esa sonrisa que no se entendía.

            Señala mi espada: -Mira: yo también, yo también.

            Entra otra vez a la habitación y sale con una espada de madera: -Yo guerrero, Elmo guerrero.

            Y sentí como que me enternecía. Les comenté por qué era así; nunca había visto a una persona así.

            Y la señora me dice: -Lo tuvimos ya de grandes y aquel que está más allá de las estrellas quiso que naciera así. Pero siempre fue manso, nunca me causó problemas. No tiene amigos porque tiene jarrones. Le compramos pequeños hoyumans de madera para que juegue como un niño y entonces no quiere que nadie lo saque de aquí. Y a veces en la parte trasera de la vivienda juega a que es un guerrero y a veces va a caminar solo. No le gusta andar en hoyumans porque una vez un hoyuman lo tiró y decía que era malo y entonces nunca más quiso montar. Sí es verdad que a veces vamos con el carro tirado por dos hoyumans hasta un poblado cercano y él viene pero cuando vamos a comprar a una tienda él se queda, no quiere bajar, no quiere tratar con la gente, o quizá tenga vergüenza de que hablen con él.

            Sentí como cierta piedad, como cierta compasión por esa gente y les comenté que yo estaba de paso y que, bueno, evidentemente no tenían hijas mujeres y no corrían riesgo de que ese depredador que andaba por la zona pasara algo o matara alguna otra niña.

            -Niña, niña-decía Elmo.

            Le digo: -Si, hay niñas que las atacan y se duermen y no despiertan.

            -No, no, no, no, no despiertan no, no despiertan no.

            Y se puso a llorar y se fue a su habitación. Les pedí disculpas por haber tocado el tema.

            Dicen: -Lo que pasa es que es un joven muy emotivo, con sus pocas luces, con su poco entendimiento... pero es muy cariñoso porque por la granja hay animales pequeños y él los acaricia y nunca le muerden.

            Y les dije que les agradecía su hospitalidad pero que no me quedaría, que estaría por la zona pero que yo dormía bajo la luz de las estrellas. Y estuve un par de amaneceres en la zona de granjas.

            Dejé a mi hoyuman al costado -y como fui criada por las amazonas sabía caminar sin que se me escuchara; únicamente el oído fino de un animal podía escucharme pero no una persona- y me quedé en silencio, apenas dormitando, cuando a muchas líneas de distancia escucho como un grito y a toda velocidad me acerco y veo a una figura que golpea con un garrote en el cuerpo a una joven y saca de su costado un puñal. Me acerco en ese momento y con mi espada, mi instinto, le corto directamente de cuajo la mano derecha donde portaba el puñal.

            El hombre pega un alarido feroz y sale corriendo. Lo dejo que corra; ya lo alcanzaré.

            Le pregunto a la joven como está. Me dice: -Estoy bien, estoy bien pero tengo un susto tremendo y me duele muchísimo el hombro y parte de la cabeza por el golpe...

            -¿Pero qué haces tú en medio de la noche sola, en lugar de estar en tu casa con tu familia? Y cuando me estaba por contar le coge un mareo y se desmaya.

            No la quiero dejar ahí y la cargo sobre mis hombros y voy detrás siguiendo las huellas. Tenía la fortuna de que mis ojos se adaptaban a la oscuridad y podía ver alguna rama cortada, alguna huella en el barro y no importa que me llevara distancia porque podía seguir las pistas del violador asesino -aparte veía bastante sangre porque le había cortado prácticamente la mano desde la muñeca-. A las pocas líneas de distancia dejo a la niña que había cargado recostada en el pasto y veo a lo lejos, boca abajo, caído, desmayado por haberse desangrado, al violador. Le doy vuelta y... era Elmo.

            De repente veo varios faroles encendidos -con un combustible de plantas- que se acercan. Distintos granjeros -incluso los padres de Elmo- y les cuento lo que pasó. La madre llevaba encima un cuchillo y gritando me quiere atacar. Yo levanto mi espada con tan mala suerte que la madre se la clava ella sola -¡ella sola!- en el estómago hasta atravesarla porque mi espada tenía un filo que apenas tú la tocabas ya te cortabas. El padre cae de rodillas llorando por la pérdida de la esposa.

            Les digo a los demás granjeros: -Lo lamento pero Elmo era el violador. Aquí está la niña a la que estaba atacando, que si yo no llego la viola y la mata. Todos los granjeros entendieron. Elmo no se salvó, y murió desangrado. La madre también. Digamos que fui ejecutora de los dos sin quererlo.

            No sé como viviría el padre pero no me hubiera gustado estar en lugar de ese hombre, si entendería lo que yo hice o me odiaría pero creo que fui justa y no había otra cosa que yo pudiera haber hecho. Si yo tardaba un segundo más en bajar la espada y cortarle la mano le abría la garganta a la niña porque todos en la zona de granjas pensaban que las violaba y luego las mataba y era al revés: las mataba y después las violaba y les desgarraba las ropas, por eso no tenía ninguna marca de uñas en el rostro ni nada.

            Interlocutor: ¿Cómo te hace sentir recordar eso?

            Entidad: Con compasión porque yo no sé si Elmo entendía el alcance de lo que hacía; él satisfacía su instinto. Y yo pienso que si les abría la garganta sabía que después esas niñas no despertarían de ese sueño. Y no importa que él haya acariciado los animales pequeñitos...

            Sentía compasión por la situación, no sé si por Elmo, porque al fin y al cabo había matado a gente, había matado a niñas inocentes. Quizá sentía compasión por el padre porque la madre reactivamente me quiso matar al ver que yo ataqué a su hijo, entendiendo que él había matado a las niñas pero no le importaba. Entonces no sentí pena por la madre que se ensartó ella misma con mi espada.

            La zona de granjas iba a estar tranquila. Enfundé mi espada y una vez que vi que la niña estuvo bien lo único que les dije a los granjeros fue que dejen al hombre tranquilo, que él no es responsable por lo que hizo el hijo.

            -Era gente noble -dijeron-. Obvio que no; ya bastante dolor tiene con las dos pérdidas.

            Monté mi hoyuman y, ahí sí, cogí las riendas y fui para la izquierda, para la zona de la playa para encontrarme por fin con ese grupo que se acercaba a una zona que no sé si era conveniente para ellos porque era la zona de los apartados, una zona que yo había conocido de pequeña.

            Gracias por escucharme.

            Interlocutor: Gracias por contarnos esta historia. Te envío toda la Luz, a ti y a tu 10%. Hasta todo momento.


Sesión 25/2/12
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda

 

Relató una historia pésima que le ocurrió en Aldebarán 4, Umbro, donde percibió visiones infundadas por un extraño ser que la engañó para robarle. Luego se encontró con un guerrero socarrón que le sacaba de quicio. Fondalar la ayudó a superar la rabia y el ridículo.

 

Sesión en MP3 (3.917 KB)

 

            Interlocutor: Bienvenido...

            Entidad: Muchas gracias.

            Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

            Entidad: Bien. Como tú sabes la memoria de los thetanes o de los espíritus 100% es intacta, a diferencia de vosotros, que al estar encarnados podéis olvidaros de muchos detalles de vuestra vida física puesto que el decodificador, que es quien codifica los conceptos, puede irse deteriorando, y aparte tiene las limitaciones de los paquetes neuronales. Bueno, a diferencia de vosotros, tenemos la memoria intacta.

            Interlocutor: ¿Cómo te encuentras en comparación a la última sesión que hicimos?

            Entidad: Con deseos de superación y mi parte encarnada Brenda también con deseos de superación. Y si bien cada rol es distinto al otro porque en cada vida experimentamos vivencias distintas deseo -para completar las experiencias de la vida en Umbro- comentar un episodio atípico, extraño e imposible de entender. Y a veces es como que la mente física te juega en contra, lo que en vuestra región llamaríamos “malas pasadas”, como que la mente te engaña.

            Iba cabalgando con mi hoyuman -porque mi instinto sumado a mi oído y mi olfato sabía que había unos viajeros que iban a una zona que les iba a resultar difícil- cuando, de pronto, en el camino me encuentro con una figura rara. Era un hombre de edad indefinida, sentado en una roca, atemorizado. Sentí como cierta compasión por ese hombre.

            Me bajé de mi hoyuman y le dije: -No temas, no te haré daño.

            El hombre era delgado, de nariz afilada y ojos saltones. Un rostro casi cómico, diría. Llevaba un gorro como de colores, muy similar a un bufón de siglos anteriores de Sol III.

            Interlocutor: ¿Por qué te recuerdas tanto, en particular, de esta encarnación como Kena y de esta persona?

            Entidad: Primero porque es una encarnación que me atrapó mucho, donde tuve muchísimas experiencias desagradables y agradables.

            Bajé de mi cabalgadura y le ofrecí un poco de alimento que llevaba en mis alforjas y lo comió desesperadamente, como si hubiera hecho días que no ingería alimento. Le di agua de mi recipiente y también bebió desesperadamente. Paró de temblar. Temblaba de hambre, de miedo, no lo sé, pero me hacía acordar de cuando estaba con las amazonas y había hombres que eran castigados a latigazos y temblaban.

            Incluso le pregunté:

            -¿Te has escapado de las amazonas?

            -No, mujer, no, para nada...

            -Mi nombre es Kena. Simplemente he chocado contigo y nada más. ¿Tú para dónde vas?

            -Voy de camino en camino. Me gusta mucho la zona ecuatorial.

            -Pues te diré, por si no lo sabes, que está bastante lejos. ¿Cuál es tu nombre?

            -Mi nombre es Fondenor.

            -¿Y de dónde eres?

            -De bastante al norte y me he alejado de mi región porque allí me rechazaban.

            -¿Y de qué vives, Fondenor?

            -Bueno, a veces hago actos.

            Tenía una alforja con unas bolas talladas de la madera de los árboles.

            Y le pregunté:

            -Y con eso, ¿qué haces?

            Se puso de pie -era media cabeza más alto que yo- y empezó a hacer un número de manos con las bolas -lo que vosotros en Sol III llamaríais malabarismo- y luego las guardó.

            -¿Y eso lo haces?

            -Eso lo hago en la zona ecuatorial y me pagan bastantes metales. Hago divertir a la gente.

            -¡Bravo!

            Cogí de mi alforja un pequeño metal y se lo lancé. Lo cogió y se lo puso en la boca.

            -¿Por qué haces eso?

            -Porque voy evaluando qué metal es.

            -¿Pero acaso no tienes vista, hombre?

            -Si, pero a veces es como que hay metales falsos.

            -Fondenor, no entiendo. Explícame eso de metales falsos.

            -Claro, hay metales dorados, plateados y metales dorados de un dorado más sucio que valen menos que el plateado. Después hay metales grises, o sea, que es un plateado sucio. Son varias categorías de metales.

            -Sí, hombre, eso lo sé.

            -Pero a veces hay metales que los hacen los herreros y que los sacan de un metal mucho menos valioso y lo hacen pasar como si fuera un metal cobreado pero que tú lo puedes morder y quedan marcas y te das cuenta de que es un metal falso.

            -Sí. Una vez, cuando yo estaba en la tribu, ha pasado eso y hay una manera que no hace falta tantearlo con los dientes: lo tanteas con la mano, por el peso; el metal valioso pesa más...

            Me dio como un sopor en ese momento y me quedé como dormida. No sé cuánto tiempo estuve dormida porque era de noche y el hombre no estaba y no estaba mi hoyuman. Tenía mi espada y en ese momento veo una figura alada que se acerca.

            -No puede ser -pienso-. En esta zona no hay dragones.

            Aparte, era extraño porque los ojos del animal estaban rojos, brillaban. Y en ese momento me lanzó un vapor y quemó parte de mi cuerpo y sentí un tremendo dolor. Saqué mi espada y lo quise atacar y, de repente, como que la figura desapareció. Pero mi oído finísimo detectó a mi derecha, del lado de los bosques, como gruñidos.

            Pero nosotras -porque me considero amazona a pesar de no haber nacido con ellas- éramos amigos del pueblo de los orcos. Una piedra me pegó en la sien y sentí como que me desvanecía y me atacaron los orcos pequeños.

            Mi instinto de supervivencia hizo que cogiera rápidamente mi espada y a diestra y siniestra blandía mi arma dejando cuerpos pero venían más y más y me golpeaban con unos maderos. Y perdí el conocimiento.

            Me desperté a la mañana; ya había amanecido. Primero me miro mi cuerpo y no tenía ninguna quemadura. No había ningún cadáver. Mi espada estaba enfundada; no tenía sangre. El dragón y los orcos nunca habían estado...

            Interlocutor: Había sido un sueño, ¿verdad?

            Entidad: No, no era un sueño, no había sido un sueño.

            Estaba mi hoyuman a pocas líneas de mi lado. Corro hacia allí y miro las alforjas y no tenía un solo metal. Me faltaban los metales, no tenía para comer, me faltaba la comida. La alforja que guardaba a mi espalda tampoco estaba.

            Interlocutor: ¿Este señor que tu quisiste ayudar te había robado?

            Entidad: No sólo me había robado, no soy tonta.

            Interlocutor: ¿Te había drogado?

            Entidad: No, no me había puesto ninguna hierba.

            Interlocutor: ¿Y cómo caíste en ese sopor?

            Entidad: Creo que por su mente. Su mente, fue su mente. Me hizo daño con su mente. No abusó de mí ni nada; conozco mi cuerpo. Me implantó imágenes, sueños, pesadillas, llámale como quieras...

            Estaba con un pésimo humor, con un pésimo humor.

            Interlocutor: ¿Volviste a verlo después de ese episodio?

            Entidad: En ese momento pensaba en vengarme, en desquitarme. No creo que haya ido para los bosques porque me parecía un hombre atemorizado, o tal vez fingía, pero un bufón con ese poder mental... No lo entendía, de verdad que no lo entendía...

            Cogí mi hoyuman y lo monté. Fui para el lado del mar. En ese momento mi cabalgadura tropieza y cae y me golpeo la cabeza -pero esta vez no soñando-, me golpeo de verdad pero no me desmayo. Quedo en el piso y cuando voy a coger mi espada un pie se apoya sobre mi muñeca y no me deja. Siento un frío metálico en mi pecho y sé lo que es y me quedo quieta. Recupero la respiración, pasan unos instantes y escucho una voz de hombre, pero mi mente no la reconoce. Instantes después ya estoy lúcida y puedo ver bien y escucho de nuevo claramente:

            -¿Quién eres?

            -¿Quién eres tú y por qué me has tendido esta trampa?

            -Me llamo Ligor y puse directamente una cuerda porque no queremos caer en más trampas; ya tuvimos bastantes en el camino en la playa.

            -Como verás no tengo nada que ver. Si puedes, aparta la espada de mi pecho, o directamente mátame. No sé lo que quieres.

            El hombre se rió con una confianza que me pareció demasiado irónica, mordaz, y me dio la espalda.

            No lo ataqué pero no por temor ni por respeto. Todavía estaba como un poco aturdida. Se dio vuelta y vi que era bastante, bastante corpulento. Miré sus manos, su rostro.

            Me preguntó de dónde venía.

            -De ningún lado, de todos lados. Me llamo Kena y no me interesa pelear contigo.

            -Mujer, eres demasiado optimista porque aunque te interesara no eres rival para mí. Aparte, mi mente está en otro lado.

            -Ahora entiendo. Tú estás con un grupo y os dirigís para los apartados.

            Por primera vez vi que perdió su compostura y se puso serio. Bueno, le hice borrar su sonrisa, su sonrisa tonta.

            -¿Tú eres de allí?

            -No, no soy de allí pero sé que vais para ese lado. Dejadlo, no os conviene.

            -¿Qué sabes de los apartados?

            -¿Te puedo decir que los conozco, que es un pueblo que tiene una tremenda peste que es altamente contagiosa, que si vais allí llenaréis vuestro cuerpo de llagas de pústulas y moriréis a los pocos días?

            -¡Qué bien, mujer! ¿Y por qué ellos no mueren?

            -Porque ellos tienen en su sangre algo que los protege pero vosotros no y moriréis. Dad media vuelta y...

            -Te agradezco, mujer, el consejo pero seguiremos.

            Interlocutor: Y coméntame: ¿te han quedado engramas de toda esa vida tan difícil que puedas estar transmitiéndole a tu 10% en este momento? Engramas como de desconfianza...

            Entidad: Sí, muchos engramas de desconfianza. Tenía desconfianza hasta de mis propias compañeras -las amazonas-, desconfianza de la gente, desconfianza de los porqués, desconfianza de los cómos, desconfianza de las actitudes...

            Me molestan las sonrisas socarronas, esas sonrisas de superioridad. No me cayó bien Ligor, no me cayó bien para nada. Me pareció que nuestro encuentro iba a ser trágico.

            Pero no era ningún tonto. Es como que adivinaba lo que yo pensaba. Se puso amistoso y me dijo:

            -Te invitamos con nosotros a que por lo menos puedas comer algo y tomar algo. Por tu rostro veo que no has pasado una buena noche... ¿Quieres contarme?

            -No.

            No me gustaba contar mis debilidades porque para mí fue una debilidad el haberme encontrado con ese bufón. Pero no sé, quizá era una persona curiosa y dentro de lo precavida, dentro de lo cuidadosa que era conmigo misma marché con Ligor, con su sonrisa socarrona, burlona. Tenía como deseos de apretarle el cuello -y es un deseo ilógico, tonto, dentro de lo lógica que yo era, porque él era más fuerte- y en ese momento tenía como odio hacia él y estaba enojada conmigo misma mientras marchaba detrás de él. ¿Odio? ¿Por qué? Si no lo conocía. Pero tampoco sacaba mi espada, no tenía ganas de combatir, no me interesaba.

            Y llegué al grupo. Me saludaron efusivamente. Me sorprendió que hubiera mujeres en el grupo. La más joven me saludó de manera hosca y el muchacho más joven también me saludó de manera hosca, como que no se quería abrir. De alguna manera es como que éramos parecidos. Vi que casi todos tenían espadas y por mi instinto me di cuenta de que la gran mayoría las sabía usar bien.

            Me sentí cómoda y me atreví a contarles la experiencia que tuve con ese bufón. Uno de ellos, quizá el mayor del grupo, se acercó a mí y me pidió detalles de mi supuesto sueño, del dragón, de los orcos, de la quemadura de mi cuerpo que había sido imaginaria o inducida.

            El hombre se quedó pensativo y me dijo:

            -Era un mento, estoy seguro que era un mento y un mento peligroso porque induce realidades que no son tales. ¿Y tú dices, mujer, que al comienzo sentiste como un sopor? También te lo indujo él y te podía haber matado pero se conformó con robarte. Los mentos son igual a cualquier otro hombre, no se diferencian en nada y muchos pueden ser peligrosos.

            Estaba tan enojada por haber caído con ese mento que cogí mi espada y la saqué y dije:

            -Si llego a ver otro mento le corto la cabeza...

            Interlocutor: Me imagino que no deben ser todos iguales; a veces no tenemos que generalizar...

            Entidad: Me sentí ridícula. Me sentí ridícula porque ese hombre mayor sonrió y agachó la cabeza y dijo:

           -Bueno, aquí tienes la mía: yo soy un mento.

            Los miré a todos y a todas y sonreían y enfundé mi espada. Me tendió la mano y se la estreché.

            -¿Cuál es tu nombre?

            -Kena.

            -Mi nombre es Fondalar y soy de la raza de los mentos y soy amigo de aquel guerrero que te encontró, Ligor.

            No hablé, no dije nada. Asentí con la cabeza.

           Me pasaban cosas que no me habían pasado antes: que la noche anterior me hayan engañado, que ahora estuviera con pudor -¡pudor yo, la mejor guerrera!-. Aparte, nunca había experimentado el sentido del ridículo. Me sentía como ridícula, como que había estado en una postura estúpida y eso me molestaba y eso me hacía sentir como humillada pero conmigo misma porque nadie hizo nada por humillarme, salvo Ligor cuando puso la cuerda para tumbar mi hoyuman. Y las cosas que experimentaría todavía, las cosas que experimentaría todavía. Pero eso lo dejo para otra historia.

            Te mando un abrazo conceptual, querida interlocutora.

            Interlocutor: Te mando un abrazo y toda la luz para ti. Y, bueno, espero que te sientas más descargada contándonos estos episodios de esta vida que te fue tan difícil y le envío toda la luz a tu 10% Brenda porque estoy segura de que vas a superar todo esto.

             Entidad: Gracias.

             Interlocutor: Pero trata de no generar esa... porque a veces, en la raza que sea, el ser es capaz de crear dolor pero no somos todos iguales.

             Entidad: No, ya lo sé, pero lo que más me molesta de todo esto -y en esta vida como Brenda también- es el sentido del ridículo o de sacar conclusiones antes de tiempo. El sentido del ridículo me molesta más, quizá, que la derrota.

             Interlocutor: A lo mejor hay una solución para esto y es tratar de no ser tan impulsivo y analizar las cosas para no generalizar, para no prejuzgar...

             Entidad: Claro.

             Interlocutor: Te mando toda la luz.

             Entidad: Gracias.

             Interlocutor: Hasta todo momento.

 


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