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Psicoauditación - Brenda |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 01/06/2012 Psicoauditación Sesión 25/07/2012 Psicoauditación Sesión 17/10/2012 Aldebarán IV, Kena Sesión 11/02/2013 Sol III, Elisabeth Sesión 06/03/2013 Gaela, Trova Sesión 07/03/2013 Gaela, Trova Sesión 21/03/2013 Gaela, Trova Sesión 05/12/2013 Sol III, Ladgerda Sesión 01/06/12 Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda
Respondió preguntas que una entidad amiga, hoy encarnada, deseaba hacerle respecto a relaciones en común tenidas como roles en vidas anteriores. Conocer el pasado puede ayudar a comprender el presente.
Interlocutor: ¿Ya estás incorporado? Entidad: Sí. Interlocutor: Bueno, ya sabes que hay una serie de preguntas que las vamos a hacer, si te parece, tipo ping-pong. Entidad: Está bien. No tengo problemas de mi parte. Interlocutor: Perfecto, entonces comienzo con la primera: Entidad: Lamentablemente sí. Lamentablemente fue una relación muy tormentosa y lamentablemente mi hermana tenía razón, lamentablemente eras un monstruo como Frankenstein. Lamentablemente hay mucho para decir de esa vida y no quiero extenderme porque me pone demasiado mal, demasiado reactiva en mi forma de pensar. Verdaderamente, como Lord Byron, dejabas mucho que desear. La historia no conoce quién verdaderamente has sido en esa vida, ¡NO CONOCE QUIÉN VERDADERAMENTE HAS SIDO! (Aclaración en Wikipedia: Clairmont era la única amante a quien Byron se refirió como «un poco demoníaca». Confesando el romance en una carta a su media hermana Augusta Leigh, Byron escribió: -¿Qué puedo hacer? Es una niña ingenua... Cualquier cosa que le diga volverá a buscarme, o incluso llegará a mis destinos antes que yo y la encontraré allí. No puedo exactamente jugar al estoicismo con una mujer que ha viajado por cientos de millas para despojarme de mi filosofía. Interlocutor: ¿Pasamos a la segunda? Entidad: Está bien. Interlocutor: Perfecto. Después, en todo caso, volvemos. Entidad: No, no me interesa volver a esa historia porque tendría mucho para decir. Interlocutor: Está bien. Entidad: Fui una amazona, como en Umbro lo fue Kena y, a diferencia del trato con Ligor, fue un trato más de compañeros. Tuve, tiempo atrás, un fracaso afectivo, y yo, en esa vida, tenía varios compañeros. Interlocutor: Está bien. Pasamos entonces a la siguiente: Entidad: En esa vida encarné como masculino. Me llamaba Adocles y admiraba mucho todo lo que era la enseñanza de Pitágoras. Pitágoras trascendió su época y "admiré" mucho su enseñanza. Tengo muchas cosas para comentar pero no quiero extenderme. Fue una vida bastante feliz, quizás de las más tranquilas de todas las que he tenido. Interlocutor: Está bien. Entidad: Me llamaba Adena. Era una mujer de otra tribu y tuvimos un romance que él mismo se encargó de no ocultarlo, al punto tal de que parte de su pueblo renegó de su sabiduría porque él se sentía que era más sabio que su padre y seguramente era más sabio que su padre pero le faltaba algo que tenía su padre: le faltaba "tino". Y eso fue lo que le echó a perder. Pero a mí no me afectó en nada. Interlocutor: Está bien. Entidad: No, no, no. Fui alumno, fui masculino pero no le ayudé, fui directamente un discípulo más. No trascendí. Tuve el honor de estar en uno de los banquetes, porque se habla del banquete en singular, pero hubieron muchas reuniones de banquetes donde estaban Aristófanes y otros grandes de la época. Yo simplemente era un joven de 19 años. Interlocutor: Está bien. Entidad: Sí, hay vidas claves anteriores, pero en Umbro Ligor no me caía bien. Lo veía demasiado presuntuoso, como que tenía ganas de batirme a duelo con él. Interlocutor: Está bien, paso a la próxima. Interlocutor: Acá continúa la pregunta, a ver si está contestada con eso que has dicho: Entidad: ¡Ahhh! ¡Eso te gustaría! Eso te gustaría pero eso no lo vas a conseguir nunca porque a mí, como espíritu, no me puedes dominar, puedes dominar la parte física. ¡Eso te gustaría! Eso te gustaría. ¿Por qué no te analizas tú en vez de analizarme a mí? ¿Ganas de dominarme? ¿Ganas de dominarme?... si te veo con el cuerpo tirado... te sacias y te quedas con el cuerpo tirado. ¿Gran Guerrero? Jé. ¿Por qué no reconoces que tengo más vitalidad que tú? ¿Por qué no lo reconoces? A ver cuando lo vas a reconocer que te puedo. ¡Yo te puedo! Já. ¡Gran guerrero! Interlocutor: Bueno, continúo. Entidad: Sí, me volví a cruzar, pero Ligor estaba enamorado de otra persona que había sido una doncella ayudante de una princesa, y él tenía su mente en esa mujer y es como que a ella la amaba, conmigo tenía apasionamiento y, bueno, a mí, la pasión no me disgusta pero no me completa tampoco y seguro que muchos no van a entender eso que quiero decir. La pasión es buena pero la pasión sola no; la pasión puede ser una llama grandiosa pero es una llama efímera. No, no, no sirve. Interlocutor: Claro. Entidad: ¡Si supieras las cosas que tengo para contarte! Sigue, sigue, sigue. Interlocutor: Entidad: He encarnado como femenina en un mundo medianamente civilizado, en un continente muy similar a lo que era vuestra África en el siglo XIX, y era un mundo muy muy similar a la tecnología de Sol III. Y bueno, no relataré el hecho ahora pero, por un accidente, quedé abandonada de pequeña, y me críe sola. Prácticamente apenas sabía hablar, me manejaba con gruñidos. Interlocutor: Parecida a Mowgly, ¿no? Kipling era el autor. Entidad: Pero no, no era parecida, pero es lo más parecido que hay. Pero no, era una vida absolutamente distinta, no hay héroes. ¡Basta de héroes y de guerreros! Interlocutor: Está bien. Entidad: Sí, me he cruzado en otra oportunidad, en las llanuras de América del Norte. Sí, sí y es una vida para relatar. ¡Es otra vida para relatar! ¡Nunca quedo conforme en los tratos contigo! ¡Nunca! Interlocutor: Está bien. Entidad: Esta quizás sea la primera vez que no acuerde con mi parte encarnada porque mi parte encarnada no necesita la aprobación de nadie. Ese es un error de mi parte encarnada. Yo acuerdo en casi todo de mi parte encarnada cuando habla de Ligor. Si yo tuviera sangre me subiría a la cabeza pero soy un ser espiritual y carezco de físico. Pero en este caso no acuerdo con mi 10% porque no precisa la aprobación de nadie, no tiene que demostrar a nadie, solamente a sí misma tiene que demostrar, solamente a sí misma. O sea, ¿buscar la aprobación de alguien? ¿Quién es? ¿Qué le pasa? ¿Qué quiere? ¿Por qué? ¿Qué me va a dar de comer? ¡Lo único que faltaba ahora! No, la aprobación es mía. Sigue. Interlocutor: Ok. Entidad: Bueno, hemos coincidido en Sargón, cuando tú eras Darien. Pero es otra historia. Interlocutor: Está bien. Entidad: Una relación pero fue una relación atípica; una relación, bastante bastante atípica. Tú, como en casi todas las vidas, querías manejar todo en las sombras y te creías, como te has creído en todas las vidas, como que tú eras el que manejaba los hilos y todos los demás éramos títeres. A veces lo lograbas. Eras una especie de Cardenal Richelieu con el rey de Francia, eras como el que mandaba en las sombras pero a mí no me mandabas, a mí no me mandabas nunca. Lo que pasa es que los varones creen que mandan a las mujeres porque nos toman por tontas, no saben lo astutas que somos. Solamente no somos astutas y somos tontas cuando buscamos la aprobación del otro. ¡Por favor! ¿Buscar la aprobación de quién, de un varón? ¿Para qué? (Aclaración: Da la impresión que el thetán interpreta allí el género del rol actual porque Hapuseneb era varón). Interlocutor: Sí. Entidad: No aquí en Sol III, no de mucha importancia. Interlocutor: Está bien. Entidad: En un rol masculino y estuve, al igual que tú, cerca de Leónidas. Y mejor guerrero que tú, como siempre. ¡Bah! Como siempre. Interlocutor: Je, je, bueno. Entidad: La continuación de Umbro, la de Sargón, lo de Cimmer que quedó en el aire y vidas lindas. ¿Por qué no? Vidas como filósofo, como masculino como filósofo (suspiro). ¿Por qué todo tiene que ser sufrimiento y aprobación? ¡Basta de aprobaciones! ¿Qué más? Interlocutor: Entidad: Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja. ¡Ay, Dios! (la risa continúa más tiempo). Interlocutor: ¿Qué pasó? Entidad: Primero que Catalunya estaba dentro de Castilla y Aragón era un reino separado. ¿Por qué no aprenden un poco de historia? ¿Algo más? Interlocutor: ¿Ya está contestada esa pregunta? Entidad: Sí. ¿Algo más? Interlocutor: Sí. Entidad: A ver. Interlocutor: Entidad: Sí, pero debe ser una de las pocas veces que nos queríamos fraternalmente como hermanos, pero esa vida no tuvo mucha trascendencia porque fuimos hermanos, no de sangre sino como hermanos espirituales en esa vida. Un rol más preponderante fue en Sargón cuando encarnaste como Darien, allí. Tiene que ver con el tema de ese príncipe que tanto trajo a mal traer a todos los sistemas de la periferia y no voy a relatar la historia porque eso se lo dejo a Raeldan. ¿Qué más? Interlocutor: Entidad: ¡Deja a Josep tranquilo! Él ya relatará su tema. Sí, sí, así es. Interlocutor: Entidad: Estoy muy tentado de hacer chistes. ¿Qué fue lo que hizo Arquímedes? Dime tú. Interlocutor: ¿Arquímedes? Entidad: Sí. ¿Te recuerdas? Interlocutor: ¿La cuestión de la bañera? Entidad: Bueno, ¡yo era la bañera! Interlocutor: Ja, ja, ja, ja, ja. Entidad: Me retiro. ¡Hasta todo momento! Interlocutor: Hasta luego. Ja, ja, ja, ja, ja. Sesión 25/07/12
La entidad detalla dificultades en su parte encarnada por engramas de no aceptación y por haber sufrido los errores de otros, por causa de ser limitados o por mala fe. Seguidamente, a través de la Psicoaudioregresión, se descubren problemas del 10% en edad temprana y mediante la técnica del psicoaudioregresionista se consigue llevar a la entidad a una situación de calma suprafísica necesaria para ser transmitida a su parte física.
Interlocutor: Bienvenido.
Entidad: Muchas gracias.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Con bastantes inquietudes, no solamente por mi ser espiritual sino por mi parte encarnada Brenda, que tiene distintas sensaciones, sensaciones llamémosle de los sentidos, emociones encontradas en cuanto a que no se siente aceptada. Iría más lejos, diría como que a veces durante muchos episodios de su vida no se sintió querida y es como que eso queda como una mácula difícil de desprender. Ignoro si son engramas porque creo que el engrama es un implante hipnótico y aquí juegan también los roles del ego. Y no se trata de justificar acciones, entiendo que uno debe confrontar esos dolores emocionales porque yo he encarnado en muchísimas oportunidades en distintas vidas, he tenido problemas similares y entiendo que no somos cestos donde se vuelcan papeles que no sirven. Entonces ese dolor que tenemos no tenemos porque contenerlo porque tenemos que sacarlo, confrontarlo y resolverlo. De no poder resolverlo directamente nos alejamos de la fuente de dolor, ¿o no?
Interlocutor: Así es, así es. El tema es que tú, como thetán, puedes percibir todas las cosas de una manera más madura, llamémosla y puedes comprender que en realidad, que la gente que nos rodea no nos demuestre afecto o nos lastime, obviamente que es un problema de ellos pero cuando estamos encarnados y cuando somos pequeños necesitamos del afecto, de la contención, de la guía de otros seres encarnados que deben de cuidarnos.
Entidad: Voy a tomarme el atrevimiento de preguntarte algo. Si bien a veces cuando te lastiman a propósito o sin querer, tú dices que es problema del otro, ¿uno qué culpa tiene?
Interlocutor: Obviamente que ninguna culpa.
Entidad: ¿Por qué tenemos que sufrir por...
Interlocutor: Por causa de los demás.
Entidad: ...limitaciones, llamémosle, de los demás? Porque entiendo que la mayoría de la gente comete errores por ser limitados. Entiendo también que hay gente que es cruel directamente.
Interlocutor: Y que hay gente que es indiferente.
Entidad: Y hay gente que es indiferente y disimula, a veces disimula que es indiferente, pero ¿sabes cómo te das cuenta que es indiferente aunque lo disimulen?
Interlocutor: Dime.
Entidad: Cuando no se juega por ti, cuando no se juega.
Interlocutor: Cuando pone su persona por sobre el bienestar del otro.
Entidad: Hay muchas maneras de poner su persona sobre el bienestar del otro: a veces el dejarte de lado, a veces el ignorar tus necesidades, a veces el poner los anhelos propios a los anhelos de una...
Interlocutor: El no contener...
Entidad: El no contener también. Entiendo que hay muchas cosas que el varón no sabe hacer, no es como nosotras. Mi 10% encarnado Brenda quizá no lo demuestre en público pero es muy pasional, pero pasional en el buen sentido os lo digo. No estoy hablando únicamente de una relación afectiva entre cuatro paredes.
Interlocutor: Lo entiendo.
Entidad: Pasional en el deporte, pasional en los proyectos, pasional en los afectos, pasional en todo lo que desea emprender para bien.
Interlocutor: Eso sí, tú como thetán puedes ver las cosas con una mayor amplitud y justamente el 10% encarnado no lo puede hacer de esa forma.
Entidad: No.
Entidad: Pero es así, es así porque de repente si el otro comete un error tú me dices "bueno es un problema de la otra persona y no tuyo", pero ¿qué culpa tiene uno? A veces me siento impotente, como ser suprafísico, porque quisiera dar marcha atrás al tiempo y poder conceptuar con aquella Brenda más pequeña y enseñarle cosas...
Interlocutor: Vamos a hacer un ejercicio...
Entidad: Con todo gusto.
Interlocutor: ...para que tú, que eres mucho más maduro, puedas contener aquella Brenda del pasado.
Entidad: Sí.
Interlocutor: Relájate y olvida las preocupaciones.
Entidad: Sí.
Interlocutor: No conceptúes nada, sólo escucha mi voz.
Entidad: Sí.
Interlocutor: Vamos a ir hacia atrás, hacia atrás. Vamos a buscar el momento doloroso que aún te duele. ¿Has podido ubicarte?
Entidad: Sí.
Interlocutor: ¿Cómo se siente Brenda?
Entidad: Desprecio, desprecio por ser nena y no varón, desprecio tremendo porque siento como que les fallé porque festejan el nacimiento de los varones y parece que cuando nace una nena es un duelo.
Interlocutor: Te pido que te despersonalices...
Entidad: Sí.
Interlocutor: ...y veas a esa Brenda con amor impersonal.
Entidad: La percibo.
Interlocutor: Tú, como thetán, tienes Luz propia y estoy transmitiéndote Luz para fortificarte.
Entidad: La siento. Luz verde.
Interlocutor: Conceptualmente envuelve a la niña, a Brenda con ese halo de Luz. Conceptualmente protégela.
Interlocutor: Dile que la amas.
Entidad: La amo.
Interlocutor: Que no está sola.
Entidad: Ojos oscuros brillantes, una sonrisa pícara, el cabello atado y está contenta.
Interlocutor: Brenda tiene una fuerza interior...
Entidad: Mucha inteligencia.
Interlocutor: ...que la gente de su entorno no tiene.
Interlocutor: Su fortaleza es muy grande...
Entidad: Le transmito mucho amor.
Interlocutor: ...y es una persona que de adulta será capaz de modificar aquellas cosas que ella sabe bien que no están bien.
Entidad: Luego percibo una Brenda más grande.
Interlocutor: No te vayas aún.
Entidad: No, no me voy.
Interlocutor: Volvamos a la niña.
Entidad: Sí.
Interlocutor: Vamos a recorrer despacio en el tiempo a Brenda que va creciendo. Mentalmente, conceptualmente, transmitimos Luz, la envolvemos en el camino, en ese camino que va desarrollando, que va creciendo.
Entidad: Hay un momento en que la luz no llega.
Interlocutor: ¿Cuál es?
Entidad: Es la que visualiza, preadolescente, y se siente muy oscura, muy dark, muy alejada de todo. En su inconsciente busca dañarse, no se preocupa. Interpreta como que si se daña va a dañar a su entorno, como una especie de revancha.
Interlocutor: Nos vamos a parar un instante en ese momento de la vida de Brenda. Canalizo Luz blanca del Padre que te estoy transmitiendo.
Entidad: Permíteme, permíteme conceptuarla. (Suspiro)
Interlocutor: Siéntela, siente su vibración que te envuelve.
Entidad: Mucha calidez.
Interlocutor: Te envuelve tanto que sentirás que empiezas a emanar haces de Luz. Focalízate en Brenda en ese momento oscuro.
Entidad: Sí, me apoyas, me apoyas.
Interlocutor: Permite que el haz ilumine su rostro, su cabeza...
Entidad: Percibo un cambio.
Interlocutor: ...su cuerpo. Empezarás a verla con mayor claridad, empezarás a transmitirle todas las cosas bellas del presente que tú conoces.
Entidad: Sí, sonríe, siente como que la vida son etapas y esta fue una etapa yerma pero que a su vez la templó. Aunque parezca paradójico pero la templó.
Interlocutor: Escucha mi voz.
Entidad: Sí. Lo que quiero sacar, si me ayudas, es que no puede haber templanza con rencor. Hay que iluminar ese rencor inconsciente. (Suspiro)
Interlocutor: Eso que tú llamas rencor es una rebeldía de lo injusto.
Entidad: Sí, lo es.
Interlocutor: Debe aprender a sublimar en obra constructiva en el presente.
Entidad: Sí y que no permita que nada ni nadie le corte su libertad de poder obrar en Amor.
Interlocutor: Vamos a volver en el tiempo hacia el presente. Mientras vamos regresando visualizamos el camino recorrido de manera iluminada.
Entidad: Veo huellas de Luz, muchas huellas de Luz.
Interlocutor: No me alejo de la Luz, permito que me siga envolviendo y me proyecto al presente.
Entidad: Aquí estoy, ahora, ya.
Interlocutor: ¿Cómo te sientes?
Entidad: Con armonía, con fuerza pero con armonía, permitiéndome ser yo, permitiendo que mi 10% sea ella con su criterio, con su carácter, con muchísimas menos dudas y con más firmeza en sus decisiones.
Interlocutor: Vamos a proyectar un futuro donde pensamiento, palabra y acción serán acordes, donde puedas conseguir modificar lo que te parezca injusto con amor, con inteligencia e iluminación.
Entidad: El pensamiento permite expresarse y permite accionar y entender que mi 10% no es presa de determinada acción o de determinada actividad y que el sendero hacia esa Luz brillante no es uno sólo, hay varias opciones. No debemos sentirnos presa de una actividad, de una amistad, de un estudio, de una labor. Podemos en la vida cambiar mientras no nos dispersemos, mientras mantengamos el cuerpo y el espíritu mancomunados hacia la Luz y entendiendo que podemos ir hacia la Luz sin dejar de disfrutar nuestra vida física teniendo en claro lo que queremos y lo que podemos brindar.
Interlocutor: Teniendo en claro, también, que ahora siendo más maduros tenemos las herramientas para ya no permitir que nos lastimen.
Entidad: Así es, así es.
Interlocutor: ¿Te has sentido bien haciendo esta pequeña regresión?
Entidad: Sí. Me ha costado porque hubo dos momentos de niña y de preadolescente distintos, ambos difíciles y en ambas épocas mi 10% ha recibido Luz. Todavía no conceptúo cómo pero sí puedo afirmar que las ha recibido en ambas oportunidades, y en este presente ya lleva esa Luz incorporada como si fuera de años. Parece mágico pero es real, doy fe de ello.
Interlocutor: ¿Eres consciente de que tú puedes modificar la propia realidad de tu 10%?
Entidad: Sí, sin imponer.
Interlocutor: ¿Te sientes con mayor confianza?
Entidad: Totalmente, totalmente. Y como somos uno mi parte encarnada lo nota, quizá al comienzo inconscientemente pero va saliendo a flor de piel, si se entiende.
Interlocutor: Se entiende.
Entidad: Va saliendo a flor de piel y...
Interlocutor: Sería importante que puedas seguir transmitiéndole que tenga la templanza y la calma para saber cuándo es el momento de tomar decisiones.
Entidad: Claro que sí.
Interlocutor: Siempre respetándose y no permitiendo que los demás hagan de ella lo que ella no quiere para sí.
Entidad: No, el respeto pasa por uno, así es.
Interlocutor: Días pasados me he estado comunicando astralmente contigo y sé que has estado más calmo.
Entidad: Así es.
Interlocutor: De esta manera como proyectamos Luz hacia la parte encarnada, vamos a seguir practicándolo luego de que dejemos esta sesión y vamos a trasmitirle a Brenda la sabiduría que tienes y que percibes de otras entidades que te ayudan.
Entidad: Claro que sí.
Interlocutor: Calma y sabiduría para saber cuándo actuar. Esa Luz la va a ayudar y la va a iluminar en el camino para poder ver las cosas con mayor claridad.
Entidad: ¡Venga, que ya lo estoy haciendo! Claro que sí.
Interlocutor: Gracias por acceder a este pequeño ejercicio y esta charla. Espero que te encuentres más aliviado.
Entidad: Más que excelente. Gracias.
Interlocutor: Eres muy capaz. Hasta todo momento.
Sesión 17/10/12
La entidad relata un suceso en Umbro, donde la supervivencia y los sentimientos se alternaban. Tuvo un encuentro con Ligor y otro encuentro con Jonus, que la había salvado dos veces de unos matones.
Entidad: A veces creemos conocer a una persona y en realidad no la conocemos como pensábamos. A veces una persona nos resulta desconocida y luego te das cuenta que vibras en sintonía con esa persona, como que la vida te diera lecciones, como que las distintas vivencias te enseñaran. De todas maneras, a pesar de mi corta edad entendía que la mayor de las experiencias podía ser inútil ante lo nuevo y por lo tanto jamás presumía de tener vivencias, como sí lo hacían otros. Tenía sentimientos encontrados porque por un lado estaba contenta cuando Ligor me dice: -¡Simplemente has tenido un rato de pasión y luego te vas! Y le respondí: -¡Por supuesto! ¡Porque sé quién eres! Él me miró diciendo: -Kena, en realidad no me conoces. -No, pero conozco de ti por los demás porque escucho y saco mis propias conclusiones. Lo poseí y me marché. Rememoraba esa escena con sonrisa y a la vez con algo de nostalgia. Llevaba mi hoyuman al paso, tranquila, con mis ojos prestando atención, mis oídos siempre alerta cuando escucho el sonido del proyectil. No tuve tiempo de reaccionar, fue un impacto. Me da en la sien derecha y caigo de la cabalgadura. Caigo a tierra y pierdo el conocimiento. No sé cuanto tiempo pasó. Cuando abro los ojos estaba con los tobillos juntos, atados, las manos atadas a mi espalda por las muñecas, la boca amordazada. Apenas me podía mover. Tengo la virtud de estar lúcida casi de inmediato. Escuchaba las risas de dos hombres. Uno de ellos se puso ante mi vista, de edad mediana. No era guerrero, parecía un vagabundo del camino, algo obeso. Luego el otro apareció ante mi vista, delgado, de dientes grandes, nariz prominente, rostro común, no parecía muy listo y sin embargo habían tenido buena puntería con su honda, puesto que me pegaron de lleno en la sien y caí desmayada. No podía hablar así que no gasté energías. Tanteé los lazos con mis muñecas y vi que estaban firmes. Dentro de su mediocridad sabían hacer bien las cosas. Hice lo único que podía hacer, escuchar, así entendía sus intenciones. Hablaban entre ellos. Entendí que habían comido un guisado y se jactaban entre ellos de la presa que habían cazado y a ver cuál de los dos iba a estar primero íntimamente conmigo. Discutían cómo hacerlo. Si me desataban los tobillos usaría mis pies como armas para deshacerme de ellos. Trataba de no mirarlos para que no vean el peligro en mi mirada, mas no eran tan tontos como yo creía. -Pongamos como la pongamos se va a resistir; quizá nos dé un cabezazo. El obeso le dijo: -Le pegamos con una rama en la cabeza, la desmayamos y luego la poseemos. El otro preguntó: -¿Y si la matas? -No veo el problema, la poseemos mientras su cuerpo esté caliente. Me di cuenta que había caído en la trampa más tonta con dos personas mediocres y muchas veces, en el pasado, me había jactado de ser la mejor amazona. Estaba enojada, no con ellos, conmigo. ¡Muy enojada conmigo! Quizás era mi orgullo el que se enojaba por haber caído tan tontamente en la trampa y no haber visto por encima de mi cabeza, en la montaña, ninguna silueta. Finalmente se decidieron. El obeso tomó una pequeña roca y en ese momento se escucharon dos sonidos: 'ziu', 'ziu'. Miro asombrada y ambos hombres estaban con dos flechas enterradas en su pecho, del lado de su corazón. Cayeron sin vida; no se escuchó nada más. Me quedé un rato sin moverme, aguzando el oído: no escuchaba nada, nada. Dejé pasar un tiempo y finalmente me arrastré y, como pude, poniéndome de costado con las manos atadas en la espalda, pude coger uno de los cuchillos. Me llevó tiempo pero logré cortar las sogas y luego me desaté los pies. Vi que habían encendido un fuego y había una pequeña vianda del guisado que habían dejado y lo comí. Luego de cerciorarme de que verdaderamente los dos hombres estaban muertos, por la dirección de que habían venido las flechas el tirador estaba parado sobre una ladera de la montaña muchas líneas atrás; su puntería era excepcional. Cogí un poco de agua, corté el amarre de los hoyumans de los hombres y los dejé en libertad, previo llevarme comida y agua de sus cabalgaduras. Me puse a pensar: ¿quién me salvó la vida? Porque verdaderamente mi vida había sido salvada. ¡Ligor! ¿Y por qué no se presentó? ¿Por qué no se mostró ante mí? Seguía enojado por mi desplante; estaría despechado. ¿Por qué me salvó la vida? Era contradictorio. Seguí mi camino. Por momentos se me nublaba la vista. El golpe en la sien había sido fuerte, había dejado huellas en mi mente. Tenía algunos metales conmigo. Quería llegar en algún poblado y dormir en una posada hasta restablecerme. A lo largo del camino solo escuchaba el viento y a veces algún ave en las alturas. Antes que terminara el día se aproximan tres cabalgaduras, tres hombres más peligrosos que los otros. Pero yo no estaba atada, tenía mi espada y con mi espada no le tenía miedo a nadie. -Mujer -gritó el de más adelante-, no esperábamos a alguien como tú en el camino. Hace rato que no pasamos por ningún poblado y nos puedes hacer feliz a los tres. No respondí. Los miré, puse la mano en la empuñadura de mi espada y esperé. No se bajaron de la cabalgadura porque los hubiera atropellado con la mía y hubiera escapado. No tenía sentido arriesgarme, aún no estaba bien, estaba como algo atontada. Solo desmontó uno, el de delante; los otros me cortaban el camino. Desmonté y saqué mi espada. Me miró riéndose. Iba a hablar pero no le di tiempo, no tenía sentido darle tiempo: le hundí mi espada en su estómago. El que estaba atrás de todo desmontó, el del medio me quiso atropellar, le esquivé y le herí el brazo. En ese momento me sentí bastante mareada y molesta porque no estaba en condiciones de tener una pelea todavía. Otra vez el sonido 'ziu', 'ziu': el que estaba montado cayó con una flecha en la garganta y el que estaba de pie, con una flecha en el pecho -otra vez el salvador-. Al tercero lo había matado yo. Enfundé mi espada y miré hacia las colinas: nada, nadie. Agucé mi oído y no escuchaba nada. Estaban muertos, no habría problema en que revisara qué llevaban. Cogí metales y los guardé. No llevaban nada más, nada que me interesara por lo menos. Seguí el rumbo. Ya casi la estrella se estaba poniendo. Divisé un pueblo a lo lejos y suspiré hondo. Líneas más adelante veía una figura sentada en las rocas. Avancé prudentemente, me fui acercando, conocía a esa figura. Frené mi hoyuman y lo miré. Era Jonus, vi el arco y las flechas. -Tú me has salvado -le dije. -No es la primera vez. -Te lo agradezco. ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué pretendes? Jonus frunció el ceño sonriendo: -No pretendo nada, simplemente me gustan los combates leales. No me gusta quien se aprovecha del más débil. -¡Yo no era más débil que ellos! -Sí, Kena, en ese momento lo eras. -No me imaginé que serías tú mi salvador; aparte, eres tan sigiloso que ni mis oídos finísimos te han escuchado. -Eso indica que soy bueno. -Sé que eres bueno con la espada, con las dos que portas, y sé que eres prudente y no sabía que también sabías manejar el arco. -No soy de jactarme, Kena, pero no conozco a nadie en todo Umbro que me pueda vencer en combate. A veces, para ganar dinero, participo en los combates de la zona ecuatorial por metales, y gano fácilmente. Nos quedamos conversando y fuimos para el poblado. Le pregunté si venía a cenar a la posada y se negó: -Ve tú, Kena, precisas descansar. Nos veremos al día siguiente, si te parece bien. Asentí con la mirada y marché a la posada. Mañana sería un nuevo día.
Sesión 11/02/13
Estaba en Francia, era noble. En una escapada a un mercado del "mundo salvaje", lejos de palacio, su caballo se espanta y conoce a un plebeyo que le presta ayuda calmándolo. Pasan aventuras en el mercado y cuando vuelve a palacio se siente deprimida y echa en falta al plebeyo herrero. La entidad corrige un punto de la historia del rey Ricardo y Arturo de Inglaterra.
Entidad: Es una historia un tanto extraña, una vida pasada difícil, complicada donde uno a veces trata de proyectar un destino y las situaciones, el entorno lo cambian. Nací en Nantes el 3 de marzo de 1190, de nombre Elizabeth. Siempre me gustó ser un guerrero pero el hecho de haber sido mujer me relegaba a tareas cotidianas. Tenía la ventaja de que mis padres eran nobles. Pero tenía tanto temperamento que los jóvenes nobles los veía tan débiles, tan poco hombres... En 1210 me festejaron mis 20 años dando una fiesta en palacio y mi mente estaba en otro lado, prácticamente no disfrutaba de mi vida, no disfrutaba de las cosas que hacía. Mis padres nunca querían que saliese sola. Al día siguiente de mi cumpleaños le dije a mi doncella que me acompañara. Recuerdo que hicimos una pequeña travesura: nos vestimos como plebeyos y salimos por un costado del palacio, cogimos un pequeño carro y marchamos por el poblado. Fuimos al mercado. Olía a rancio, a suciedad, se escuchaban gritos de los vendedores, de gente que peleaba en las tabernas, niños corriendo. De repente se arma una trifulca cerca de donde estábamos y el caballo se espanta y mi doncella no es capaz de dominarlo. No sé cómo de repente una silueta de uno de los tejados salta sobre el caballo y lo frena lentamente y con una sonrisa nos pregunta si estamos bien. Lo miro: un hombre fornido, alto, de espaldas anchas, cabello castaño, ojos profundos. Pero su sonrisa entre genuina y burlona atrae, ¡vaya si atrae! Le doy las gracias por haber frenado el carro y nos censura: -¿Cómo os atrevéis a venir solas por aquí? Somos de aquí -le respondo-. Desvía la mirada y hace una mueca de ironía o quizás de sarcasmo: -No sois de aquí. Tenéis esas ropas pero vuestros rostros os delatan. Se presentó: su nombre era Enrique, tenía 23 años, trabajaba con el herrero, llevaba una espada. Mi doncella me dice: -Elizabeth, volvamos. Enrique se acercó al costado del carro: -¿Elizabeth? –preguntó-. -Sí, ese es mi nombre. -Conozco una Lady Elizabeth que vive en palacio. Supongo que no serás tú. La mira a mi doncella, sus nervios, cómo se frotaba las manos de manera nerviosa. Era muy inteligente ese plebeyo simpático. Sin pedirnos permiso coge de las riendas al caballo y lo ata cerca de un abrevadero y nos invita a recorrer con él el mercado. Cuanto más nerviosa estaba mi doncella más excitada de esta vida distinta me sentía yo. Un mundo que no conocía, fuera de los lujos, de las etiquetas, de la ironía, de las falsedades, de las mentiras, de la hipocresía. Un mundo más genuino, con niños famélicos, lamentablemente. A veces me sentía mal porque veía que el mundo era injusto: los nobles, lujos, dineros, tiraban comida… Los plebeyos a veces juntaban lo que sobraba de los mercados y se tiraba en el barro. Evidentemente Juan no sabía reinar. Sabía bastante historia de la corte, no lo que contaban, lo que yo escuchaba detrás de las cortinas. El famoso Ricardo Corazón de León no era tan héroe como os muestra la historia, era codicioso, muy codicioso. El hermano del rey Ricardo, Godofredo, el cuarto hijo varón de Enrique tuvo un hijo póstumo, Arturo, que en 1196 había sido proclamado duque de Bretaña, educado en la corte de Felipe Arturo, lejos de su tío Ricardo. Pero cuando el rey muere, en 1194, Arturo queda como heredero al trono inglés. Imaginaos el príncipe Juan, su tío, que siempre había conspirado contra Ricardo, lo primero que pensó es en eliminarlo. Cuando Arturo cumplió 11 años Felipe Augusto lo envía con los Bretones y ellos lo llevan al niño a la corte francesa a fin de ser educado allí y lejos de las garras de Juan. La historia cuenta que el rey Ricardo antes de morir deshereda a Arturo y nombra como nuevo heredero a su hermano Juan. Eso no fue cierto, eso es una gran mentira. Siento que me tocan el hombro y Enrique me pregunta: -¿En qué piensas? -No entenderías, plebeyo. Estaba pensando en la historia, estaba pensando en la verdadera historia, la historia de nuestro rey, las mentiras, las mentiras que se tejen en los distintos palacios. -Mujer, deja de pensar ahora y disfruta esto. Seguramente ya te estarán buscando. Seguimos caminando. Mi doncella estaba cada vez más preocupada por andar de a pie en lo que ella denominaba "ese mundo salvaje". Había un círculo de gente y dentro un par de hombres brutos mal vestidos tratándose de matar con la espada. Lo tomo del brazo a Enrique y le pregunto: -¿Por qué permiten esto? -Mujer, no se hacen nada. Se podrán lastimar un poco pero no, no se hacen nada. Parecían dos gigantes. -Aguardadme. En ese momento Enrique se mete dentro del círculo y dice: -¡Parad! ¡Parad vosotros! Parecéis conejos en vez de osos. Saca su espada y dice: -A ver, venid los dos contra mí. Eran mucho más corpulentos pero a su vez más toscos que Enrique. Le lanzan mandobles con sus espadas pesadas y no lo alcanzan a tocar. A uno le pega de plano detrás de la rodilla y lo hace caer y al otro levemente en la cabeza y también lo hace caer. A uno le apoya el pie en el cuello y al otro al espada en el pecho. -¿Queréis aprender a pelear con la espada? Por un par de monedas os enseñaré. Todo el grupo larga una carcajada, hasta los mismos derrotados. Mis ojos brillaban y veía en Enrique a alguien distinto, alguien absolutamente distinto. Quizás mi mundo estuviera cambiando y la noble Elizabeth había conocido la verdadera vida. Cuando volví a palacio en el carro estaba totalmente deprimida porque sabía que nunca podría compartir nada con un plebeyo, nada y sentía que mi vida era más opaca que el día anterior cuando había cumplido 20 años. Y no había nada que cambiara eso, al menos por ahora... al menos por ahora. Posterior sesión cronológicamente relacionada
Sesión 06/03/13
Trova nació en Gaela en el seno de una familia aristocrática, pero teniéndolo todo se sentía aburrida de su estado. A raíz de una conferencia con un gran arqueólogo sintió que su vida había de ser el investigar sobre lo desconocido. Se embarcó con unos expedicionarios.
Entidad: Mis padres me educaron como una noble. Me decían: -Eres la hija de Bersbey Cronner y de Abey Turner. Has tenido la suerte de nacer en Amber. Si bien es una isla es el mejor país de Gaela. Y cuando uno es una niña se cree todo lo que le dicen sus padres. Bersbey Cronner era un noble muy importante, se había casado con Abey Turner, mi madre. Yo había nacido en 1960, año de la Orden de Axxón, en el condado de Grisley, Amber. Mi nombre era Trova, Trova Cronner, criada en un mundo aristocrático, rodeada de un ambiente de parques, jardines, con los juegos que yo quería, con lujo, con tres mayordomos... No lo voy a negar, vivía feliz, pero como dice un excelso Maestro tú te acostumbras, tú te adaptas a lo que tienes. Naces en el medio de la selva, en el barro, comiendo frutos y para ti es normal. Naces en un palacio con escaleras de mármol, con pisos brillantes y para ti es normal. Las mucamas, los mayordomos, se desvivían en atender a la pequeña Trova. No era una niña caprichosa, de aquellas que por estar bien atendidas, como decís vosotros en el plano físico, el ego se le subía a la cabeza, no, para nada. No digo que era humilde, no sabía lo que era la humildad, tampoco sabía lo que era la vanidad. Me gustaba jugar, me gustaba divertirme y a veces incluso me aburría con los distintos juegos, es como que buscaba otra cosa. Cuando aprendí a leer empecé a estudiar historia. Me apasionaba la arqueología, me apasionaba todo lo antiguo, me apasionaba la época de Axxón, me apasionaban las guerras posteriores, el investigar por qué habían sido, porque en Gaela, a diferencia de Sol III, no habían distintas religiones, o sea, no existían las famosas guerras religiosas. Pero eso no era excusa, esta es una opinión mía, pero da la impresión que el ser humano en cualquier planeta, a cualquier distancia y a cualquier modo -y no importa los milenios que hayan pasado, ignoro como será en otros planetas- pero en muchos aspectos Gaela era un calco de Sol III. Recuerdo que cuando fui a la escuela me destacaba por ser buena alumna y cuando llegué a lo que vosotros llamáis la secundaria, ya con 13 años, asistí a una conferencia. Venía del norte un renombrado arqueólogo, un arqueólogo conocido mundialmente, se diría. Fraberg Dan Bez venía de Grafeng. El escucharlo hablar provocó en mí un tremendo interés por la arqueología. Tres años más tarde, a los 16, averigüé que Dan Bez preparaba una expedición a Arbus y hablé con mis padres. ¡No, hablar de esa locura con Bersbey Cronner, no! Mi madre Abey era más condescendiente, se podría decir: -Trova, ¿qué me estás diciendo?, ¿quieres acompañar al profesor Fraberg Dan Bez a Arbus, a una expedición? -¡Pero, madre! Tú me habéis... tú no, vosotros, papá y tú me habéis alentado a conocer mundo, a veces me veíais ambos en el jardín, sentada pensativa: -¿Esta niña que tiene? ¿Qué le sucede? ¿Está enferma? Quizás tenía el alma enferma, quizá quería algo distinto. Madre tuvo que hablar con padre y estuve una semana expectante hasta que padre asintió. Firmaron todos los permisos, hablaron con Dan Bez y él aceptó. Llevé conmigo nada de maletas, nada de equipaje y cosas extrañas, una mochila sobre mis hombros equipada con botas pero con ropa cómoda. Algún abrigo que llevé porque mis padres me obligaron... si era por mí, lo mínimo. Antes de salir de Amber me inyectaron dos vacunas para evitar que cogiera alguna fiebre en Arbus. Me encontraba como excitada, como anhelante. Recuerdo que cogimos un avión por la noche, hicimos dos escalas, tardamos casi un día en llegar a Arbus. Pero bueno, ya era 1976. A comienzos de siglo, en barco se tardaría meses en llegar desde la isla de Amber al continente de Arbus. Arbus era todo jungla, era un continente distinto, misterioso. El profesor Dan Bez buscaba unas ruinas de una ciudad, una ciudad que todos conocían, que nadie jamás había visto. A pesar de mi edad era totalmente inocente, la vida me había tratado bien, no tenía la más pálida idea de lo que me esperaba más adelante, la más pálida idea...
Sesión 07/03/13
Trova y los expedicionarios se embarcan en una aventura que les llevará a descubrir una ciudad perdida en las profundidades de una selva. Allí empiezan a morir algunos de ellos. Dando por terminada la expedición y regresando a la seguridad de la civilización siguen muriendo expedicionarios.
Entidad: Los recuerdos de la parte suprafísica son eternos. Tenemos la facultad de recordar episodios ocurridos hace 100.000 años como si hubieran sucedido hace semanas atrás. Imaginaos una joven criada en el mundo de la aristocracia Amberiana con todos los lujos, completando los años escolares de la mejor manera, con Abey, una madre comprensiva, quizá muy respetuosa de su esposo, Bersbey, mi padre. No voy a negar que de joven conocí la felicidad, no voy a negar que no tuviera carencias, incluso tampoco las afectivas. Mi padre, dentro de su porte aristocrático y de su extrema rectitud, tenía ciertas dosis de cariño para conmigo. Mi cambio fue a los 16 años, en el año 1976 de la Orden del Rombo, cuando averigüé que el arqueólogo Fraberg Dan Bez preparaba una expedición a Arbus y convencí a mis padres para que me dejaran unir a la expedición. ¿Por qué el profesor Dan Bez me llevó? Seguramente para que la comunidad entendiera de que no había riesgo, que no había peligros, que hasta podía llevar a una joven niña y de alguna manera era una propaganda, una gran propaganda para él. Arbus fue toda una experiencia, un continente nuevo para mí. Rodeada con 8 varones yo era la única mujer y tenía cierta confianza con Dan Bez al punto tal que el profesor me dice: -Llámame Fraberg. Yo era muy respetuosa -de niña y de más grande también- pero me inspiraba cierta confianza y lo llamaba por su nombre de pila. Él buscaba una ciudad perdida llamada "Opallar". Era una ciudad mitológica que decían que estaba llenas de tesoros, cofres, monedas de oro, piezas arqueológicas de hace 2 milenios atrás o más. Yo había comenzado tiempo atrás a amar la arqueología pero trataba de tener, como decís vosotros en Sol III, los pies sobre la tierra. Yo pienso que "Opallar" era una ciudad mítica, no real, pero era la aventura. ¿Qué podía decir? ¡Era la aventura! Acampamos en medio de la selva. Arbus era un continente quizá de los más antiguos de todos pero en 1976 había grandes ciudades, grandes capitales, división de países pero no era lo que a Dan Bez le interesaba: a él le interesaba la zona selvática. En la capital de Grafeng, en una catedral, había encontrado un mapa. Era amigo de un sacerdote del Rombo y el sacerdote se lo obsequió. Interpreto que hubo una ayuda económica de por medio para ese templo, así que creo que fue "canje", no obsequio... Bueno. Y en ese mapa había un punto que estaba kilómetros y kilómetros dentro de la selva donde hipotéticamente se hallaba "Opallar". Levantamos campamento al día siguiente. Caminamos... Había todo tipo de insectos, calor, humedad. No nos topamos con ningún animal salvaje salvo alguna que otra serpiente, algunos micos en las ramas de los árboles... Todo tranquilo. A lo lejos se escuchaban unos tambores. Sandler, que era uno de los integrantes de la expedición, temerosamente le dice a Dan Bez: -¡Quizás sean salvajes, quizás no estén civilizados! No tiene que ver la época, tiene que ver dónde estamos. -Cállate, cállate Sandler -le comentó el profesor Dan Bez-. Y seguimos. Los tambores se acallaron. Otra jornada de largo recorrido y volvimos a acampar. Había un límpido arroyo y cargamos las cantimploras con agua. Teníamos provisiones pero el agua es lo más valioso junto con el aire, que es lo más valioso de Gaela... Quien no lo entiende, allá él. Otro amanecer, otra jornada. Levantar campamento. Nuevamente el sonido de tambores más cerca. Yo me jactaba de tener un oído finísimo y en la espesura se escuchaba como roce de cuerpos en las plantas pero no, no decía nada. Tropecé con una rama y caí. El profesor Fraberg se molestó: -No quiero retrasarme. Le dije que siguiera adelante y Sandler con otros dos de los expedicionarios, Alister y Domanson, se quedaron conmigo. Me descalcé las botas. Tenía un ungüento y me lo puse en ambos pies hasta por encima de los tobillos y me calcé nuevamente ambas botas. Me puse de pie y en ese momento a lo lejos se escucharon gritos, muchos gritos. Alister, Domanson y Sandler se adelantaron. Fui avanzando con precaución y vuelven los tres... Alister herido en un hombro manaba sangre. Domanson y Sandler, detrás. Sandler me coge del hombro y me dice: -Trova, ¡han matado al profesor Fraberg! Unos nativos le dispararon dos flechas en el pecho y cayó muerto. Debemos irnos, corremos riesgo de muerte nosotros también. No asimilé en ese momento, no asimilé lo que pasaba. Escuché que Dan Bez había sido muerto a flechazos por los nativos. Yo estaba solamente con Alister, Domanson y Sandler. Hicimos el recorrido inverso lo más rápido que podíamos. La expedición se había terminado. Todo es relativo. El recorrido de vuelta fue mucho más rápido pero para mí fue interminable. No teníamos las dos carpas para acampar, había quedado en las mochilas de los otros expedicionarios. Esa noche llovió muy fuerte, por la noche refrescó. Nuestros abrigos apenas nos protegían del agua. Amaneció y estaba aterida de frío porque estaba toda mi ropa mojada. Las altas copas de los árboles tapaban el Sol pero lo sombrío no era el camino, lo sombrío era el recuerdo de lo que había pasado. Llegamos a la costa. Teníamos nuestros pasaportes pero no había ningún avión que saliera. Había un pesquero y Domanson le dio al capitán unos billetes y nos llevó por el mar, alejándonos de Arbus. No podía creer que Fraberg Dan Bez estaba muerto. Llegamos al otro continente y allí sí, cogimos un avión que nos dejó en Amber. Me reencontré con mis padres, pero de verdad el abrazo más efusivo lo tuve con Alder, el mayordomo que fue siempre mi amigo de pequeña, al que le contaba mis sueños. Era como un tío postizo y si bien mis padres me amaban -obviamente por ser su hija- Alder el mayordomo, era como el cómplice de mis sueños al que le contaba todas mis expectativas, un hombre grande pero lúcido como nadie. La historia no termina aquí, por lo menos esta parte de la historia. Al mes me entero de que Alister murió misteriosamente en una costa de Amber atropellado por un carro. Al poco tiempo me entero de que asaltaron en un camino a Domanson hiriéndolo de muerte. Alister, Domanson... De los que volvimos de Arbus Sandler y yo éramos los únicos que estábamos vivos y, honestamente, yo no creo en las casualidades... Algo pasaba, algo pasaba.
Sesión 21/03/13
En Gaela, después de que en una exploración en busca de una ciudad perdida murieran varios expedicionarios, ya de regreso a la civilización siguieron muriendo los restantes hasta que quedaba solamente ella. Hubo un accidente aéreo pero salvó la vida. Desde ahora investigaría por su cuenta.
Entidad: El haber sido hija de Bersbey Cronner y Abey Tanner seguramente me abrieron algunos caminos, seguramente. Pude ir a una escuela de primer nivel en el condado de Grisley, Amber y pude conocer al renombrado arqueólogo Fraberg Dan Bez. Cuando tenía 16 años pude acompañar a Dan Bez a una expedición a Arbus. Conocí a esa edad la frustración, el temor, el fracaso, las dudas. Aun siendo algo escéptica tenía la ilusión de encontrar la ciudad perdida de Opallar, una ilusión que se disfrazó de muerte donde solamente cuatro pudimos escapar: Alister, Domanson, Sandler y yo. A propósito, mi nombre es Trova, Trova Cronner. Recuerdo que Sandler me dijo que al profesor Fraberg le habían disparado dos flechas en el pecho y había caído muerto. Una odisea fue el barco pesquero, sucio, húmedo. Luego cogimos un avión. Volver a Amber fue como que todo lo que había pasado había sido un sueño, no digo mal sueño, un sueño. Me abracé mucho con mis padres. Fuimos a un lugar de mi palacete y hablé con Alder, mi mayordomo, contándole mis ansias, mis dudas. Y fue pasando el tiempo y me fui enterando de que Alister murió misteriosamente, nunca se descubrió que pasó por medio de las investigaciones, y eso se repitió con Domanson. Una tarde fui al continente, estuve en Amarís. Recibo una llamada a mi móvil, era Sandler. Me pasó una dirección en un barrio apartado de la capital, una casa antigua, no había elevador, cuatro pisos por escalera. Recuerdo habitación 409, la puerta abierta, Sandler en un sillón. -¿Para qué me has citado? El hombre me miró con unos ojos vidriosos, casi sin vida, y me fijo en su pecho y tenía una herida. Cojo el móvil y pido llamar a la asistencia pública, pero niega con la cabeza: -No es la herida, es un veneno que tengo dentro y que no deja huellas. -¿Tenías enemigos? -Sí, siéntate, en lo que me resta de vida te contaré. El profesor Dan Bez sobrevivió. Lo dimos por muerto y el incidente causó un tremendo rencor en él que perduró y se fue gestando como una llama. Él fue el responsable de la muerte de Alister y Domanson. -¿Por qué? -le pregunté-. Sandler me respondió: -Porque quiere vengarse de todos los que lo dieron por muerto y lo dejaron abandonado en Arbus. Ahora vino a por mí y tú estás en peligro. -Pero ¿no le has explicado que...? -No seguí hablando, el hombre estaba sin vida-. Quise evitar problemas. Por alguna razón siempre tenía la precaución de llevar guantes finos, no había dejado ninguna huella. En mi móvil tenía un identificador y llamé, sonó un móvil, lo cogí, lo llevé conmigo. Busqué si había libretas o apuntes, nada. De un teléfono de la calle llamé y dije que era una vecina que había escuchado ruido en la habitación 409 y me alejé. Volví a Grisley, lo comenté con Alder, mi mayordomo: -Niña, si es como te contó ese hombre tus padres no correrán peligro, el rencor no es con ellos, pero te recomendaría que tomes un poquito de distancia. Me fui a un internado en una prestigiosa escuela en Ingran. Practiqué montañismo y todo tipo de deportes. Pasó un año, nunca tuve noticias del profesor Dan Bez. Hablaba con Alder y me decía que en Grisley estaba todo tranquilo. Me interesaba el tema del montañismo y al año siguiente pasé unas vacaciones en Lingenia en busca de un terreno más provocativo para mi práctica. Cogimos un avión de línea, un avión pequeño, y ya quería volver, parece que la mano de Dan Bez había llegado lejos: el avión fue saboteado, empezaron a fallar los motores, los pilotos eran expertos pero no impidieron que el avión se estrellara en las montañas. Sentí un golpe, oscuridad, perdida de los sentidos. No supe cuanto tiempo había pasado. Abrí los ojos, vi un techo de paja, una choza, un hombre oriental y su señora me estaban cuidando. Me comentaron que vieron los restos del avión y que yo era la única superviviente. Quise moverme y me dolía tremendamente el pecho, vi que estaba vendada, fuertemente vendada, había tenido una pequeña fisura en una costilla flotante y esperaban que soldase. Cerca de un mes estuve con esta gente que desinteresadamente me atendió. Pregunté por mi móvil, no sabían lo que era, les dije que era un teléfono portátil. No habían encontrado ningún objeto entre los restos del avión salvo cadáveres e hierros retorcidos. Tiempo después, ya repuesta, apunto de marcharme, una tribu vecina atacó la aldea, el matrimonio me dijo que me vaya por un camino. Pasé dos semanas vagando sola por Lingenia antes de encontrar un remoto pueblo que luego supe que se llamaba Lingemendi. Me encontré en un pequeño templo escondido con unos monjes, unos monjes que serían los únicos de Gaela que no practicaban la religión de la orden del rombo, meditaban. Me alojaron en su templo, eran muy respetuosos, disciplinados, veía que por la mañana practicaban artes marciales y también practicaban con distintas armas: arco y flecha, ballesta, espada, lucha. Comían frugalmente pero sanamente lo justo, lo necesario, trabajaban su mente con meditación y también su cuerpo. Me quede muchísimo tiempo, uno de los monjes me enseño artes marciales y práctica con distintas armas. En 1981 era experta al punto tal de en tiro con arco y con ballesta llegar al más alto puntaje como el más avanzado de los monjes y podía combatir cuerpo a cuerpo con el más avisado luchador. Mi carácter se había endurecido, pero endurecido sin perder la solidaridad, la bonhomía, pero era pragmática, podía llevar tranquilamente la teoría a la práctica en un instante. Cuando dejé el templo en Lingemendi sentí como que dejaba atrás parte de mi vida. Volví a mi hogar, mis padres estaban envejecidos, el mayordomo Alder parecía igual a cuando yo era niña. Siempre le comentaba: –Tú no envejeces. ¿Qué pócima tomas? -Y se reía-. Me sentí incapaz de soportar durante mucho tiempo la atmósfera sofocante de la alta sociedad de Ámber luego de haber conocido Lingenia. Reconozco que Lingemendi era un lugar de monjes disciplinados encerrados en sus muros, pero paradójicamente se respiraba libertad, paradójicamente se respiraba libertad. En Amber ibas donde querías, pero la asfixia... mental seguramente... Me sentía verdaderamente viva y libre viajando sola a través del mundo y nuevamente partí, pero ya partí como investigadora, ya era yo la investigadora. No dependía de nadie, tenía dinero, madurez, a pesar de estos cambios de vida drásticos conservaba la esencia de mi educación, era notablemente cortés y tenía el acento de la clase alta. Es verdad que en Amber tenía una mansión en las afueras de Grisley. Al año siguiente papá falleció y dejó a mi nombre la mansión, una mansión que la utilicé como centro de entrenamiento. En el subsuelo tenía un refugio donde poseía distintos artefactos que había adquirido en distintos viajes. Alder, mi mayordomo, siempre me cuidaba la mansión cuando yo viajaba, nadie podía entrar ahí, él tenía como una especie de obligación paternal para conmigo. Ya estábamos en 1983, iba a conocer a gente que iba a cambiar mi forma de pensar, a gente peligrosa, donde tendría que poner en práctica todo lo aprendido en Lingemendi, todo lo aprendido.
Sesión 05/12/13
En tiempos vikingos la vida de la mujer era brutal. Si no era por amor era difícil distinguir a su hombre de los demás. Tenía a su hijo que la defendía. A pesar de todo se sentía afortunada.
Entidad: Muchos dicen que ser mujer es más difícil que ser varón. He parido tres niños, uno de ellos ha muerto. Esa muerte no me rompió el corazón. Pero en realidad no me preocupaba por mí. Miraba a Rágnar, trataba de leer su mente a ver qué pensaba, si lo había decepcionado. De todas maneras ya le había dado dos niños: Björn y su hermana. Después de Rágnar los niños eran lo que más quería. Otras mujeres de la aldea me decían "no hay amor más fuerte que el de los niños".
Pero Rágnar era parte de mi vida. Mi amor hacia él era incondicional aunque yo sabía -y no hacía falta ni que Odín ni sus valkirias me dijeran nada- que faltaba días enteros y no siempre era por batallas. Exploraba montes, tipos de montañas. Más de una vez venía bebido y se echaba en el camastro a dormir. No me buscaba. Le olía la ropa y olía a otras mujeres. En esa piel llevaba impregnado otro olor que no era olor a batalla, era olor a sudor. Pero así lo conocí.
Cuando él no estaba me entrenaba con la espada. Mi hijo Björn me imitaba pero yo no quería: -Tú eres demasiado pequeño -le decía-. Eres demasiado pequeño para ser un guerrero. -Cuando padre vuelva me va a llevar a la iniciación. -¿Iniciación? Apenas, apenas puedes levantar un hacha.
Pero veía que en su torso pequeño tenía el pecho inflado, músculos en los brazos, en las piernas. Comparado con otro chico de su edad era bastante corpulento. Rágnar se burlaba de mí porque con una roca filosa cada mes le cortaba el cabello a Björn y su ropa de piel la enjuagaba semanalmente en el arroyo para que no huela a estiércol.
Recuerdo que una tarde Rágnar, como siempre, estaba en batalla o vaya a saber dónde. Se acerca un hombre mayor, mal vestido, con una cazuela y me pidió un poco de comer. Björn empuñando su pequeña espada. Lo miro y le digo que quede allí, detrás de la entrada. Le sirvo un poco de guisado, me agradece y se va. Al atardecer vuelve -mi mirada ya no era la misma-. Estaba acompañado por otro hombre más joven, más corpulento y armado. Cojo mi hacha y salgo de la casa. -¿Qué buscáis? -Jaut pide comer. Mi sobrino tiene hambre -señala al hombre-.
El hombre se acerca y -¡me molesta ser distraída!- me pega un puñetazo en el mentón y me tira. Quedo absolutamente aturdida. Mientras el joven trata de desgarrar mis ropas el viejo me pisa la mano derecha y me saca el hacha. Fríamente miro hacia atrás con la mente algo perturbada todavía y veo que los niños no se asoman, no pongo resistencia. El joven se confía y una baba sale por su boca. Saco un pequeño cuchillo de mi bota y antes de que pudiera él hacer nada se lo clavo una, dos, tres, cuatro, cinco veces en la garganta al mismo tiempo que escucho un alarido. Me doy vuelta y Björn, subido a la espalda del viejo, le clavó su pequeña espada en el omoplato, hundiéndosela por completo. Caen los dos al piso, Björn encima del viejo ya sin vida.
Cuando volvió Rágnar no le conté el episodio. Vino y luego de un breve diálogo sacó a los niños afuera y me tendió en el camastro brutalmente pero no me enojé. Supe que no había estado con nadie, por lo menos no esa vez. Discutimos luego por el tema de Björn y su iniciación, comió un poco de guisado y se acostó. Luego se llevó al niño, iba a hablar con el conde Haraldson. Viajar, siempre viajar. Esa locura que tenía de ir al Oeste.
Yo no quería que se enfrentara con el conde. El Conde tenía muchos más hombres y yo no podría decir que los seguidores de Rágnar eran leales. Eran solamente leales a los botines que sacaban, a los saqueos, no a Rágnar, ni siquiera a su hermano Royo que, a propósito, esperó que mi esposo se fuera para llegar a la casa. Le di algo de tomar, me agradeció. Se tomó la jarra de dos tragos, me toma el rostro y le saco la mano violentamente: -Soy de Rágnar. -¿Qué tengo yo menos que él? -No eres hombre. -Soy más fuerte que él, puedo partir un árbol con mi espada. -Un hombre no seduce a la mujer del hermano. Royo me dice: -He visto cómo me miras, mi rostro, mi cuerpo y todo yo. En el fondo me deseas pero no lo admites porque tienes miedo de ti misma. Escupo al piso: -¡Qué fantasías que tienes! -le digo-. ¿Yo desearte a ti? Antes me corto mi sexo, antes te corto el tuyo con mi hacha.
Me coge del cuello y le apoyo mi puñal en su estómago. Me suelta. Retrocede. Corre la lona y se va de la casa a grandes pasos. Esto me lo guardo para mí, no le puedo contar a Rágnar. Royo es un mal bicho, lo envidia, lo mal envidia. Quisiera todo lo que tiene él pero el respeto no se gana hablando, dando el ejemplo, arriesgando. Royo no es Rágnar. Aunque a veces mi esposo me inquieta no quiero que desafíe al Conde.
Si tuviera que elegir entre la iniciación de Björn y que Rágnar viaje al Oeste, bueno, que el niño haga la iniciación pero que Rágnar no viaje. Aunque conociéndolo, ¿quién le va a impedir hacer las dos cosas? Ni siquiera el Conde. Él obedece solo a Odín, a nadie más que a Odín.
A veces, cuando me besa, le huelo el cuello y huelo ese sudor que no es suyo ni de sus manos fuertes, callosas que de la misma manera que cogen la empuñadura de una espada cogen la cintura y las nalgas de otra mujer. Y no quiero pensar porque me hace mal pensar. No quiero pensar. Prefiero seguir así, gastando mis energías practicando con mi hacha, con mi espada y lanzando mi cuchillo a diez pasos de distancia y pegando siempre en el árbol. Y a veces, cuando Björn no me ve, veo que él hace lo mismo y está teniendo casi mi puntería con su pequeño cuchillo.
A veces pienso que Rágnar tiene razón, que ya no es un niño, que es un pequeño guerrero. A veces pienso que Odín no se contacta conmigo por ser mujer. A veces pienso que soy afortunada a pesar de todo. Le di dos hijos hermosos, un varón y una niña. Y lo espero pacientemente pensando si volverá, si va a morir en batalla. Y le oro a Odín, le oro mucho. Y cuando veo que vuelve victorioso o incluso a veces ebrio igual le agradezco al gran dios Odín por traérmelo de vuelta. Con eso me doy por satisfecha a pesar de todo y contra todo. Como que me llamo Ladgerda.
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Sesión con la entidad que fue el rol de su marido, Ragnar. Sesión con la entidad que fue el rol de su hijo, Björn
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