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Psicoauditación - Brenda |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 25/09/2018 Aldebarán IV, Kena Sesión 26/09/2018 Aldebarán IV, Kena Sesión 08/10/2018 Aldebarán IV, Kena Sesión 09/11/2018 Sigma II, Una Sesión 06/12/2018 Sigma II, Una Sesión 06/12/2018 Sigma II, Una Sesión 07/06/2019 Aldebarán IV, Kena Sesión 27/07/2019 Aerandor III, Wolva Sesión 05/08/2019 Sol III, Hua Mulan
Sesión 25/09/2018 Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Brenda
La entidad comparte sus pensamientos de cuando estuvo en Umbro. Jugaron mucho el sentido de pertenencia y el apego por las personas.
Entidad: Me ha pasado muchísimas veces que no terminaba de encontrar mi lugar de pertenencia. O quizá no sé explicarme bien. Para la gran mayoría un lugar de pertenencia es un hogar, una familia, seres queridos. Para otros un lugar de pertenencia es una querencia o la costumbre de estar en determinado lugar y acostumbrarse a él. No dije adaptarse, dije acostumbrarse.
Para mí era sentirme cómoda. Lo cual era un contrasentido porque he tenido muchos lugares donde he vivido, muchísima gente que he conocido. Como Kena he nacido en la región de los Apartados, pero mi crianza, mi formación por así llamarla fue en la región de las Amazonas con una líder muy cruel. Digamos que mi infancia y parte de mi juventud fue ingrata. Y no me acostumbré, es decir, nunca lo tomé como lo normal, eso sería acostumbrarme, sino que me adapté. Para sobrevivir, un cervatillo del bosque se pude acostumbrar, se domestica. Un guilmo, un lobo de las montañas no se acostumbran, se adaptan y yo era como un guilmo, como un lobo de las montañas, me adaptaba para sobrevivir. Pero tampoco podría decir que con las Amazonas tuve un lugar de pertenencia.
Creía en la igualdad de la mujer y del varón. En un mundo como Umbro, un mundo salvaje, generalmente la mayoría de las mujeres eran tratadas como personas de segunda categoría, y no me da vergüenza decirlo puesto que con las Amazonas el hombre era un ser de segunda categoría. Vosotros tenéis un refrán "No hay mal que por bien no venga". No sé hasta qué punto estoy de acuerdo con ese refrán. La líder que me maltrataba me enseñó el arte de la espada, cómo lanzar flechas montada en hoyuman, pero ¿a costa de qué?, de sufrimiento, de desamor... Hasta que hubo una nueva líder, Azahara, mucho más accesible. Pero yo quería conocer mundo y pactamos que me fuera.
He conocido gente, el presuntuoso Ligor... Pero no tenía apego por las personas. con Ligor tuve un dejo de pasión y luego me marché, no éramos compatibles de carácter. Y con Jonus inicié una relación. Jonus estaba considerado el mejor de todo el mundo en el arte de la espada y aprendí muchísimo con él. Yo me creía muy buena pero Jonus me demostró que no lo era. ¿Qué puedo decir de Jonus?, las comparaciones son odiosas, si lo comparo con Ligor, más callado, escueto en su manera de hablar, de demostrar, no frío pero si medido. ¿Si intimé con él? Por supuesto, claro; ¿por qué habría de negarlo? ¿Si era apasionado? No, era tan medido íntimamente como en su manera de hablar. ¿Por qué seguía con él? Primero porque era leal; me molestaba estar con un hombre que mirara otra mujer mientras estaba conmigo. Jonus no lo hacía y de alguna manera le sacaba provecho a la relación porque así todos los amaneceres practicábamos, al punto tal de que luego de mil amaneceres estaba casi a su altura en el arte de la espada. Alguna vez lo he llegado a tocar de plano en las costillas, que si lo hubiera tocado de filo lo hubiera herido. ¿Si se sorprendió? No. Le pregunté: -¿Por qué no te has sorprendido? -Porque te he enseñado yo.
Pero no me molestó su respuesta porque no lo dijo de una manera pedante, como si lo hubiera dicho Ligor, lo dijo como si yo le hubiera preguntado "-¿Por qué la bebida está caliente? -Sí, porque tu taza metálica estuvo expuesta al sol". O sea que la respuesta fue de una forma natural espontánea, no hubo atisbo de ego ni nada por el estilo. Y una vez que aprendí es como que decidí separarme. ¿Si le molestó? No, no le molestó. Me dijo incluso: -Kena, me imaginé que algún día te ibas a apartar de mí. -¿Te sentirás bien? -le pregunté. -Sí -me dijo-, pero reconozco que tengo por ti un aprecio muy grande. Lo abracé y le dije: -Yo también por ti, de verdad que te aprecio enormemente.
¿Entendéis que ninguno de los dos habló de amor a pesar de haber estado mil amaneceres juntos? Y me di cuenta que en realidad no había tenido apego amoroso por ninguna persona. Afecto, cariño por Jonus, un rapto de pasión por Ligor que a veces me sacaba de las casillas, tenía el poder de hacerme enojar... Y eso es otra de las cosas que aprendí con Jonus, a templarme, a modificar mi carácter, a no ser tan impulsiva, a medirme.
Sesión 26/09/2018
Por el camino, tratando de encontrarse a sí misma, coincidió con quienes se encontraría bien, disfrutaría su manera de ser. Pero también había maleantes.
Entidad: ¡Je, je! A veces pienso que en cada encarnación tenemos determinado rol, determinada manera de ser. Es verdad, pero es como que en mi rol de Kena, en Umbro, juntaba varios roles: rol de luchadora, rol pasiva cuando debería serlo, rol activa cuando se precisaba, y eso para mí era importante.
Honestamente, le agradecía a Jonus el haberme enseñado a modificar el arte de la espada, tener mayores reflejos, la mente en un estadío superior al de alerta todavía. Si antes de conocer a Jonus yo pensaba que podía vencer a la mejor de las amazonas, a Azahara, ahora estaba convencida de que me resultaría mucho más fácil derrotarla al punto tal de que había podido tocar con mi espada, traspasando la defensa de Jonus, el mejor espadachín de todo Umbro.
Reitero lo que dije antes. Después de mil amaneceres decidimos apartarnos uno del otro. Él sentía por mi afecto, yo sentía por el cariño, ninguno de los dos habló de amor. De alguna manera eso me hizo sentir bien porque si él hubiera estado enamorado de mí me hubiera creado como un complejo de culpa, pero él era así, no era demostrativo y era escueto, escueto tanto en sus palabras como en su intimidad. ¿Si había obtenido satisfacción con su cercanía? Sí, pero no me movilizaba por dentro, no me movilizaba. Era lo opuesto a Ligor, Ligor era una persona con la que en su momento sentí una tremenda pasión, pero vosotros tenéis un refrán "Muerto el perro se acabo la rabia", y eso es lo que pasaba con Ligor, una vez satisfecha mi pasión no había algo interno que me hubiera unido a él. Además, él siempre pensaba en un amor que no sabía si iba a poder consumar en algún momento, una tal Nuria.
Reconozco que me costó seguir sola. Por un lado me sentía cómoda, aclaro que con Jonus tomábamos juntos las decisiones, pero es distinto; gozar de mi libertad, ir a donde yo quisiera... Me sentía muy segura, a mi costado derecho la espada, a mi costado izquierdo un puñal, al hombro arco, atrás las flechas, estaba bien equipada. ¿Que podía tener alguna sorpresa? ¿Que asaltantes me dispararan desde lo alto de algún acantilado? Todo era posible, al fin y al cabo era un mundo salvaje.
Cuál era mi lugar de pertenencia, ¿donde nací?, ¿con los Apartados? No. ¿Con las amazonas? No. Si tuviera que decir si me encariñé con alguien, si, con Luomor, el lomante, un ser tan, tan bueno... Si tuviera que hablar de a quien respetaba..., a Fondalar el Mento. Lo respetaba sobremanera, su mirada era correcta, noble, transparente.
Y pasé por distintos poblados, ya no era una niña, ya era una mujer. Cuando paso bordeando un arroyo me encuentro con una niña gritando, una niña jovencita. Me acerco muy despacio y veo a un hombre, un hombre que está con ella en el arroyo y la toma de los brazos y la hunde en el agua. Mi reflejo fue desmontar rápidamente, sacar mi espada e ir hacia el hombre. -¿Qué está pasando aquí? -¡Hey, hey, hey, hey! -El hombre levantó sus dos manos mostrando que estaba desarmado, el torso desnudo. Miré a la niña, estaba sonriendo hasta que me vio y se puso pálida. -¿Por qué gritabas niña? -Estábamos jugando. -¡Ufff!... Enfundé mi espada. El hombre sonrió y me dijo: -¿Pensabas que la estaba agrediendo? -Ponte en mi lugar -le digo-, escucho de repente una niña gritando, tu tomándola del cuerpo y hundiéndola en el agua. -Jugábamos.
Salieron del agua el hombre tenía el cabello desprolijo, la barba bastante bien recortada, un torso muy atractivo, una mirada risueña pero no burlona como la de Ligor, risueño, simpático, una risa franca. Y la niña una belleza. -¿Cómo te llamas, pequeña? -Me llamo Reda. ¿Y tú? -Mi nombre es Kena. -El hombre se acerco y me tendió la mano. -Me llamo Sturgion. -Le tendí la mano y me la apretó fuerte, firme. Se puso su camisa, una campera de cuero, se ató el cinto con la espada. Vi que llevaba una muy buena espada. Él se fijó en la mía, en mi puñal, en mi arco y flechas. -Eres una guerrera. -Y veo que tú eres un guerrero -Me llevaba media cabeza de altura, parecía bastante, bastante fuerte. -¿Es tu hija? -No, no es mi hija. -¿Y qué haces con ella? -Hace muchos amaneceres que estamos juntos. Cuando la conocí la estaba por despedazar un guilmo salvaje al que le lancé una lanza y lo atravesé. Desde ese momento la niña está conmigo. -¿Y su familia? -pregunté. -Quemaron su aldea, ella se salvó porque quedó entre unos maderos. -¿Y tú? -Mi historia es más complicada -dijo Sturgion-. Estaba casado y tenía una niña de la misma edad que tiene ahora Reda, y las perdí a ambas. -Vaya, lamento escuchar eso. -Cuéntame de ti -exclamó Sturgion. -Mi historia es larguísima. -Siéntate, tenemos algunas provisiones. -Invitó Sturgion.
Nos sentamos en unos troncos, comí con ellos y a grandes rasgos le conté parte de mi historia omitiendo lo que no interesaba contar. Quedó interesado con la parte de las amazonas: -Así que te has criado con ellas. -Sí. -Entonces eres buena con la espada. -Sí, ¿por qué iba a mentir? -Vaya eso es importante, más para una mujer que anda sola. -He tenido otros instructores, muy buenos. -¡Ah, pero qué bien! ¿O sea, que has tenido un maestro? -Me encogí de hombros. -No, un compañero de viaje que me enseñó bastante. -¿Puedo saber su nombre? -No viene al caso pero tampoco tengo por qué ocultarlo, Jonus. -¡Aah!, mira tú. -¿Lo conoces? -No -dijo Sturgion- pero en varias regiones he escuchado hablar de él. Dicen que es muy bueno. -Yo no diría muy bueno -lo corregí-, yo diría que es el mejor. -Siempre hay alguien mejor que otro -exclamó Sturgion.
Por alguna razón no me fui, me quedé varios días. Sturgion era la contracara de Jonus; hablaba, hablaba, simpático, bromeaba con la niña, hacia chistes... Y estuve cuatro amaneceres con ellos. Nunca me dijo nada de acercarse a mí, yo tampoco dije nada. Reconozco que me atraía muchísimo, era agradable, simpático pero por sobre todas las cosas muy lindo, un joven muy, muy, muy atractivo y no tenia pareja, pero esperaba que él diera el primer paso. O tal vez se medía porque estaba la niña.
El cuarto amanecer escuchamos unos cascos. Me paré (levanté), Sturgion me hizo una seña, que me quede tranquila. Se acercaron tres jinetes, apenas los vi me di cuenta que eran indeseables por sus rostros, por sus miradas. Hablaban entre ellos, me miraban a mí y señalaban a la niña. Discutían entre ellos, señalaron a la niña y se encogieron de hombros. No hacía falta escucharlos, sabía lo que estaban hablando. De nuevo Sturgion me dijo: -Espera. -Esta vez no con la mano, sino hablando. Se acercó a ellos. Los tres desmontaron. -Aquí no hay nada para vosotros. -No estamos de acuerdo, vemos dos mujeres. -¿Ah sí? -dijo Sturgion-, yo veo una mujer y una niña. -Para nosotros es una mujer. -¿Estáis expresando lo que yo quiero entender? -Sí.
Lentamente Sturgion sacó la espada. Me erguí. Como si tuviera ojos en la nuca, con la mano izquierda me hizo alto. Me quedé esperando a ver qué pasaba. Los tres hombres sacaron su espada y sin aviso arremetieron contra Sturgion, que frenó un golpe, otro golpe, otro golpe. Una estocada, una barrida de costado: automáticamente uno de los hombres cayó con el pecho manando sangre y el otro con el estomago abierto. Murieron en segundos. El tercero, el más fornido, arremetió contra él. Lo esquivó fácilmente, le dio una pequeña estocada de atrás. El hombre gritó y Sturgion le dijo: -No me interesa matarte por la espalda. El hombre alzó su espada arremetiendo y Sturgion le desagarró con su espada la garganta. Cayeron los tres sin vida.
La niña Reda se abrazó a mí. -¿Es la primera vez que ves esto? -le pregunté a la niña. -No, ya nos habían asaltado por el camino y Sturgion dio cuenta de ellos. -¿Qué haremos con los cuerpos? -le pregunté. -Nada, buscaré en sus ropas y en las alforjas si tienen metales, a ellos no les van a servir. Me preocupan los hoyumans, no los quiero dejar aquí. Si no te incomoda, Kena, los llevaré al pueblo vecino y allí los venderé. -Me encogí de hombros. -Está bien. -Me caía cada vez más simpático, se preocupaba por los animales, porque las verdaderas bestias eran esos tres hombres que supuestamente querían violarme a mí y ultrajar la niña, y si no hubiera sido a nosotros hubiera sido a otras. Tres alimañas menos. Le dije: -Sturgion, eres muy bueno con la espada. -Tengo un don, antes de que hagan el movimiento yo sé que movimiento van hacer. -Fruncí el ceño. -¿Acaso eres un mento que conceptúas lo que va hacer el otro? -No, no, no -negó Sturgion-, no, no, no; no tengo dones mentales, tengo como una elevada intuición, sé lo que va a hacer el otro. -¿Cómo? -pregunté. -No lo sé, Kena, sólo sé que tengo esa percepción de pequeño. -¿Y cómo murió tu esposa y tu niña? -Había estado tres amaneceres sin querer tocar el tema. Finalmente me dijo: -Tuve una discusión con mi esposa, la quería mucho pero era muy caprichosa. Yo tenía conocimientos de distintas labores, sabía sembrar y cosechar el campo, conocía el arte de poder templar una espada como el mejor de los herreros, he trabajado en almacenes como vendedor y siempre por la mañana practicaba el arte de la espada a solas. Cuando la conocí a mi esposa era una joven pobre que había perdido a sus padres y le di un hogar. Tuvimos una niña, pero ella cambió, quería más: -La señora de Aramis tiene ropa de cuero, yo quiero una igual. -Pero mi amor, en este poblado no hay. -Pues ve a al poblado siguiente. ¿Para qué trabajas si no es para darme los gustos?
Y en realidad es como que vivía fuera de la realidad. Obviamente eso no me impedía amarla pero no éramos compatibles, incluso estuve a punto de cortar la relación pero quedó embarazada, tuvimos una niña a la que amé muchísimo. Y un día se le antojó una tela que no había en ese poblado ni en el siguiente. Fui tras las montañas, tardé dos amaneceres en volver con líneas y líneas de tela. Y tuve una historia muy parecida a lo que le pasó a la niña Reda, habían asolado nuestro pueblo, había sobrevivientes pero no mi esposa y mi niña. Le pregunté a los que quedaron vivos que describan a los asaltantes. Dijeron que eran gente como cualquiera, no eran ni guerreros del norte, ni turanios, ni ardenios, ni gente del sur... incluso se llevaron mujeres. Estuve amaneceres y amaneceres y amaneceres buscando en distintos poblados, nunca los encontré. Bueno esa es la historia. Muchos amaneceres después encontré a la niña, desolada, a punto de ser devorada por un guilmo y bueno aquí estoy. -¿Y no te has vuelto a enamorar? -inquirí. Se encogió de hombros. -Yo no sé si sentía amor por mi esposa, yo sí que la quería mucho pero como dije antes, no éramos compatibles, no éramos compatibles para nada. Se me quedó mirando, bajé la vista porque me atraía muchísimo, me parecía un ser tan excepcional, pero tan hermoso por dentro y por fuera... Sonrió y me dijo: Eres muy bonita. -Vaya, te has atrevido a decirme algo. -No quiero que te lo tomes como una falta de respeto, soy muy respetuoso con las mujeres. -Me acerque a él, lo tomé de la mejilla y le di un beso largo, largo... y lo solté cuando sentí las carcajadas de la niña. -¡Son novios, son novios! -me reí también. Sturgion me miró y me dijo: -¿Te parece que vayamos al poblado a vender los hoyumans de esas tres alimañas? -asentí con la cabeza.
Sturgion era distinto, no era el burlón tipo Ligor, ni el osco como Jonus, era de mirada franca. Me hubiera gustado intercambiar espadas con él pero me parecía muy infantil preguntarle. Montamos los tres. La niña me caía bien y se ve que yo le caía bien a ella e iniciamos la marcha para el próximo poblado, la niña Reda, Sturgion y yo, Kena.
Sesión 08/10/2018
Llegaron a un pueblo al que un hombre con poder tenía amedrentados a todos sus moradores. Su acompañante, a pesar de ser pacífico tuvo que enfrentársele.
Entidad: Me sentía desconcertada pero a su vez cómoda, había visto niñas en la época que estaba con Azahara, en el bosque de las amazonas, pero esta niña era distinta, dulce, inteligente y fuerte por dentro, que eso era lo verdaderamente importante.
En todas las edades duele cuando pierdes un familiar, más si es un familiar directo, pero en un niño o una niña es como que se te abre la tierra y te traga. Cuando somos más grandes es como que nuestros apegos son distintos, estamos más curtidas, más duras por las situaciones de la vida y tenemos más resistencia al dolor, aunque no por ello no nos va a llegar. Nos va a llegar y vamos a sufrir igual, pero una niña tan tierna, tan dulce habiendo perdido a sus padres y estar tan serena... Quizá estaba muy apegada a Sturgion, lo había tomado como a un segundo padre, y Sturgion tenía un afecto recíproco por ella porque había perdido mujer, había perdido una hija. Es como que... quizás está mal dicha la palabra necesitar porque el amor no necesita, el amor brinda. Pero no seamos hipócritas, no seamos hipócritas, somos seres humanos, necesitamos, punto. Fin del debate. Se necesitaban el uno al otro. Yo misma me sentía cómoda con ellos.
Había conocido gente de toda calaña: bandoleros, abusadores, traidores... Mujeres también, mujeres también. Me acuerdo de Sena, una cruel y despótica amazona, pero también he conocido gente buena. Y gente indescifrable.
Pasó un episodio curioso. Estábamos a mitad de camino entre dos poblados y se largó una tremenda tormenta con truenos, relámpagos y rayos que caían a tierra. Miré la cara de Sturgion y lo vi como, no atemorizado, pero receloso mirando hacia todos lados. En cambio la niña Reda no, la niña Reda estaba tranquila, como acostumbrada a la tormenta, pero Sturgion... Obviamente me acerqué, y en medio de la fuerte lluvia, con voz bastante alta para que me escuche, le pregunté: -¿Por qué estás así? Estás como atemorizado. -Negó con la cabeza. Me acerqué más-: ¿No estás atemorizado? Porque estás negando. -No, no, no estoy atemorizado -respondió Sturgion-, es como algo adentro es más fuerte que yo y me hace dar como... como cierto temor. -¿Pero por qué? -Porque pasé por un episodio, de pequeño, muy muy traumático. -Si no te incomoda contarlo...
En ese momento se escuchó un tremendo trueno que sacudía toda la tierra. Reda se abrazó a Sturgion, yo me quedé del otro lado de Reda también protegiéndola con mi cuerpo. Estábamos debajo de una roca como una especie de hondonada que no llegaba a ser una caverna apenas nos protegía del agua, pero la niña se durmió nosotros no, nos quedamos atentos, los hoyumans atados. Amaneció casi despejado, el sol rojo asomó en el horizonte y pudimos marchar para el siguiente poblado. Quise tocar de vuelta el tema de la tormenta y Sturgion es como que se sumió en un denso silencio, como esquivando el tema. Respeté su silencio. Íbamos un poco más fuerte que al paso, casi al trote hasta que tiempo después llegamos al poblado, todavía no era mediodía.
Un poblado extraño. Había carretas cargando leña, otras cargando parva de heno, pero la gente casi no hablaba, nos miraban a nosotros y apuraban el paso como esquivándonos. Llevamos los hoyumans a la cuadra. Sturgion le dio unos metales al hombre. Le dijo: -Cepíllalos y dales de comer. -El hombre asintió temeroso con la cabeza y cogió los metales y los guardó en su ropa. Yo pregunté: -¿Dónde está la posada? -El hombre me miró y no me prestó más atención. Habló Sturgion: -La joven te preguntó dónde está la posada. -El hombre no habló, señaló con el dedo índice, miramos al final de la calle. Marchamos hacia allí caminando con la niña. Entramos a la posada. -Queremos pan caliente y zumo de frutas. -¿De dónde sois? -No somos de aquí -respondí yo de mala manera. Estaba como molesta por ese silencio, ese esquivar miradas de la gente. -Tomen asiento. -Había otros dos hombres mayores en otra mesa y se levantaron y se marcharon. -¿Qué sucede? -le pregunté al posadero-, ¿de qué tienen miedo? Nos quedamos y por la tarde nos marchamos. -No es por vosotros. -¿Entonces? -No, nada, nada. -Siguió limpiando las jarras metálicas.
En la calle se escuchó un grito muy fuerte. Nos paramos (levantamos) los tres a la vez. Con Reda nos asomamos a la puerta. Vimos un hombre de negro con una capucha y un hombre grande cargando unas bolsas. -¿Por qué has tardado tanto? -Porque no encontraba leña, mi señor. -¡Hoy no cobrarás el día! -¡Pero señor! -¡Cállate! ¡Sabes lo que te espera si me respondes impertinentemente! -Sí, señor. -Ahora ve. Rápido. -Y nos miró a nosotros. Iba a venir hacia la posada y algo le llamó la atención y se marchó para otro lado. Sturgion le preguntó al posadero: -¿Quién es? -Es el dueño del pueblo, se llama Rageno. -Nos fuimos a sentar. Le dije a Sturgion: -Conozco un tal Rageno, tiene poderes, como un conocido mío. -¿Qué tipo de poderes? -me preguntó Sturgion. -El poder del rayo. El conocido del que te hablo lo usaba para bien, pero este... Este hombre veo que no, por lo que veo tiene al pueblo sometido. -Me paré (levanté) y le pregunté al posadero-: ¿Por qué es el dueño del pueblo? -Te he escuchado joven. Es cierto, tiene el poder del rayo, es invencible. La vez pasada vino una banda de salteadores, esos que asolan poblados, le disparó rayos a todos y los mató. Prácticamente vivimos para pagar los impuestos, apenas nos queda para comer. De la posada le doy casi todo, apenas me deja para que pueda reponer la comida. -Estábamos de mal humor todos. Yo le dije al posadero: -No sé cómo será vuestro pueblo pero yo a cien líneas de distancia puedo acertar con una flecha a un frijol. -¿Y si la erras? -Si la erras, mueres.
En ese momento entró esa figura que atemorizaba a todos, ese tal Rageno. -¿Quienes sois vosotros? -Estamos de paso -dijo Sturgion. -No sé si le dijo el posadero que sobre lo que tienen que pagar por la comida y la bebida tienen que poner un cincuenta por ciento más para mí, lo mismo en la cuadra donde están sus hoyumans. Si no, me quedo como prenda los hoyumans. ¿Están de acuerdo? -En realidad no -dijo Sturgion. Lo tomé del brazo: -Estamos de acuerdo. -¿Ves? -dijo Rageno-, la joven es más inteligente que tú. -La joven no quiere causar problemas, nada más. Pero vuelvo a insistir, yo no estoy de acuerdo. -Aquí hay muy poco espacio, ¿por qué no sales a la calle y me lo dices en voz alta? -Sin esperar respuesta de Sturgion, Rageno salió a la calle y gritó en voz alta- ¡A ver, todos! ¡Hay un forastero que me desafía! -La gente asomó la cabeza pero no quiso salir-. ¡Si no salís de inmediato iré casa por casa y verán lo que les ocurre! -Todos salieron a la calle. Evidentemente a Rageno le gustaba el espectáculo. -¿Qué piensas hacer? -le dije. -Darle una lección. -¿Has visto los poderes que tiene? -No he visto nada, tú me has dicho que tiene el poder del rayo, y de eso conozco mucho desde que era niño, por lo de la tormenta. -Le tienes temor a la tormenta y te vas a enfrentar a Rageno. -No le tengo temor a la tormenta -negó Sturgion-, simplemente me incomoda la tormenta, me incomodan los rayos. -¿Entonces? -Es hora de enfrentarlos. -Sturgion salió, la niña quería ir tras él y la tomé de los hombros y la apreté contra mí. Miramos desde la puerta de la posada, estaban los dos en mitad de la calle. -¡Mirad, gente! -dijo Rageno-, este forastero me desafía, no quiere pagar impuestos por lo que está comiendo y lo que está bebiendo. -Quiero pagar lo justo -dijo Sturgion-. Aparte, me he enterado de que tú explotas a la gente, tienes al pueblo sometido y no me parece correcto. -¿Qué piensas hacer al respecto? -Lo ideal sería detenerte. -¿Y cómo lo harías? -Que te entregues. -Rageno lanzó una carcajada. -¡Qué me entregue! ¿A quién a ti? ¡Aquí yo soy la ley, aquí yo soy el juez, aquí yo soy el amo! Soy Rageno, nadie puede vencerme. -Sturgion se encogió de hombros. -No me gusta quitar vidas, no quisiera matarte, estoy cansado de ver morir gente. -Rageno lanzó otra carcajada.
Yo lo miraba a Sturgion desconcertada, hablaba con una gran seguridad. Se fue acercando a Rageno, quien en ese momento levantó las dos manos y lanzó una tremenda descarga sobre Sturgion. Cerré los ojos, tapé los ojos de la niña. Al rato levanté la mirada y vi que Sturgion seguía avanzando, con el tremendo, el enorme asombro de Rageno. -No me lances más descargas, no quiero matarte. -¡Vaya, eres resistente! -Lanzó otra descarga más. No alcanzó a lanzar otra descarga cuando Sturgion le hundió la espada en el pecho, quitándole la vida: el cuerpo de Rageno fue al piso. Sturgion tenía la cara compungida, casi con lágrimas, no estaba bien. Y murmuraba en voz alta: -No me gusta quitar vidas, no me gusta matar gente, pero no tenía otra.
El pueblo reaccionó distinto, todos se abrazaban, gritaban de alegría. Se abalanzaron contra Sturgion para abrazarlo, para felicitarlo por haberlos librado del yugo, pero Sturgion los rechazó. -No, no, no me felicitéis, no era mi intención matarlo, pero no quería que siguiera haciendo eso. El posadero tenía los ojos abiertos como un búho: ¡Lo ha logrado, ha matado a Rageno, soy libre! Lo miré, Reda se escapó de mis brazos y lo abrazó a Sturgion. Sturgion la levantó, la cubrió de besos y volvió para la posada. Me dijo: -Terminemos de comer y luego nos marchamos. -El posadero no nos quiso cobrar. Sturgion dejó igual una moneda plateada y otra al que atendía a los hoyumans-. Sigamos viaje, no quiero estar más aquí. Tú -le dijo al sepulturero-, toma. -Le lanzó otra moneda plateada que el sepulturero cogió en el aire. -Nunca he estado feliz de enterrar a nadie hasta hoy -dijo el sepulturero-. Gracias, forastero. -No me des las gracias, no estoy contento de haber hecho eso, amo la vida, amo la paz, amo el amor, pero a veces es necesario hacer lo que hice. -Y nos marchamos.
Finalmente en el camino me contó que a los cinco de sus años le cayó un rayo y se desvaneció. Cuando despertó estaba totalmente sano, sus padres no lo podían creer que había sobrevivido a una descarga tan grande de la naturaleza. Luego, por accidento o por alguna razón, sufrió tiempo después una nueva descarga, la cual no le hizo mella. Y se dio cuenta que era inmune a las descargas eléctricas de todo tipo. Incluso en la zona ecuatorial había una especie de anguilas en un río que descargaban electricidad, Sturgion las podía tomar con la mano sin que le causara ningún daño, por eso Rageno no le pudo hacer nada como tampoco le podría hacer nada ningún otro ser que maneje el rayo.
Había vuelto a sumirse en silencio, apenado por lo que había pasado. Me acerqué y le dije: -Sturgion, creo que en el fondo las personas buenas somos amantes de la paz y enemigos de la violencia, pero a veces el mal es como un tumor que tienes en el cuerpo y si no te lo arrancas acaba con tu cuerpo, y ese tipo de gente es como tumores que si no acabas con ellos depredan toda la región. -Lo entiendo, lo entiendo Kena, pero eso no me quita la tristeza. No me gusta matar, me gusta ver crecer las flores, que salga el sol rojo a la mañana, que se ponga de tarde, la armonía. Soy bueno con la espada, soy bueno en el combate cuerpo a cuerpo porque amo el deporte, pero no me gusta lastimar a nadie. -Asentí con la cabeza.
Me di cuenta de que Sturgion era un hombre extraordinario y humilde, que eso se ve en muy muy muy pocos hombres.
Gracias por escucharme.
Sesión 09/11/2018
Participando en otro torneo descubrió quien era aquel apuesto viajero con quien coincidió tiempo antes. La decepción la dejó muy muy tocada.
Entidad: Estoy aquí contactado con vosotros. Hermoso recuerdo de mis padres Asde y Utah, ambos labradores, pero me sonrío cuando me recuerdo de mi tío Alino, hermano de padre, que me había enseñado desde muy pequeña el tiro con arco. Es más, a medida que fui creciendo me enseñó a montar bien a caballo y a disparar con el arco montando, lo cual es sumamente difícil para la mayoría. También aprendí esgrima.
Me sentí plena cuando gané mi primer torneo local de tiro con arco montando a caballo. Recuerdo que el tío Alino me dijo "No será el único torneo que ganarás". La temporada siguiente gané el torneo regional ampliamente disparando a más de cien pasos de distancia. A diferencia de la mayoría, el tío me había enseñado a calcular el viento, el ángulo de disparo, porque no se trataba de apuntar al blanco, se trataba de calcular el ángulo, la velocidad del viento en ese momento y siempre daba en el blanco.
Pero más me sentí plena cuando conocí a Duane. Era un joven que intuía que escondía muchas cosas, no era transparente como su amigo Beno, que podía leer su rostro perfectamente, un rostro tímido, un rostro que hasta se podía ver abiertamente que guardaba secretos, huía la mirada. Duane era como esa luz que atrae y quedé prendida a su atracción. Recuerdo que nos besamos, recuerdo que yo misma lo empujé a... al beso y también recuerdo que se marchó. ¡Ah! Nunca me prometió nada, pero a veces no hacen falta las palabras en las personas honestas. Por lo menos yo no entrego mi corazón porque sí.
Pasó el tiempo y el tío Alino me dijo: -Hay un torneo bastante difícil, es un torneo mixto donde participan muchos arqueros de otras regiones, o sea, que es interregional, no creo que haya menos de sesenta participantes. -Me encogí de hombros. -Tío, estoy convencida que voy a ganar. ¿Es un torneo de pie o montando a caballo? -Ambos. -Está bien.
Sé que quien practica la arquería no debe estar cien por ciento confiada porque sería subestimar al rival. Pero cada mañana me entrenaba, cada mañana montaba a caballo y disparaba, a veces si erraba el blanco por centímetros, ¡Ah!, suspiraba hondo, cerraba los ojos, con mi rostro sentía la velocidad del viento, volvía a grupas con mi caballo y lo espoleaba y a toda velocidad disparaba calculando el viento y el ángulo y daba en el centro. Me despedí de padre Asde y de mamá Utah. El tío Alino me acompañó. Llegamos a un castillo que me impresionaba sobremanera. El tío me decía: -Una, no te dejes impresionar, es una construcción, felicito a los constructores pero no deja de ser una construcción. Concéntrate en lo tuyo, a lo que viniste a hacer. ¿Qué has venido a hacer, a participar? -Sonreí. -No, tío, he venido a ganar. -¡Vaya! ¡Vaya que eres presumida! -No tío, estoy convencida, que es distinto.
Llegamos. Estaban las autoridades menores. Había un patio enorme, un patio que tendría como mínimo cuatrocientas líneas de largo por cien líneas de ancho y había postes a distintas distancias con los blancos. Primero el torneo empezó disparando de pie. La primera jornada se eliminó a la mayoría de los participantes. Quedamos ocho para la segunda, en la tercera jornada sólo dos. Alejaron el blanco. -Acuérdate -me dijo el tío-, la velocidad del viento y el ángulo. -Lo tengo en claro. -Y gané.
Esperaba el premio, pero comunicaron que lo darían junto con el segundo premio el más difícil, el disparar montando a caballo. De los sesenta participantes sólo se anotaron ocho, se ve que era difícil. Para ellos, no para mí. Me sorprendió que eran muy buenos, quedaron cuatro -yo entre ellos-, dos y finalmente tras un galope disparamos a cuarenta líneas de distancia. Mi contrincante varón era muy bueno, pegó en el círculo central casi en el borde. Respiré hondo, soplaba bastante viento, bastante, pero ya estaba acostumbrada. Mentalmente incliné mi blanco en contra del viento y el ángulo en diagonal también en contra del viento: Mi tiro fue perfecto. En el centro. El tío me abrazó, había ganado de pie y montando a caballo. Muchos de los contrincantes me vinieron a felicitar: -Jamás vimos una tiradora de tal magnitud, una muy buena arquera. -Y lo decían con sinceridad.
Me sobresalté cuando... cuando vi pasar a Beno. ¿Qué hace él allí?, pero muy bien vestido, de noble. Le dije al tío Alino: -¡Ese es Beno, el compañero de Duane, mira cómo está vestido! -Me miró y rápidamente salió por una puerta.
A la entrega de premios el propio rey Esper iba a entregar los mismos. Cuando llego a la fila lo veo al rey excelentemente vestido sin la corona, con una especie de gorro que le hacía juego con su manto. Nos miramos a los ojos. Empalidecí. El rey Esper era Duane, el rey Esper era Duane. Noté su incomodidad. Me dio los premios, extendió su mano y yo puse mis manos a un costado. Hice una inclinación de cabeza o respeto, noté que el rey se quedó sin palabras. Di media vuelta inclinando la cabeza y me marché. Le dije al tío Alino: -Vámonos. -Pero Una, va haber un ágape, bebidas, comida. -Vámonos.
El tío no me discutió, me conocía. Sabía que toda decisión tenía una base lógica. Por el camino de regreso le conté de Duane, de los besos que nos dimos y de la no explicación. Y me sentía engañada, no puedo decir que fue una aventura porque no llegamos a intimar, pero puedo decir que fue una distracción. A mitad de camino, atrás nuestro escuché un galope. Me di vuelta, era Beno que se acercaba a nosotros. -Una, señor Alino, el rey me manda a dar una explicación. -¡Je, je! No hace falta -le dije-, no hace falta, Beno. -Mi nombre es Lerner, soy el consejero del rey. -Qué explicación puedes darme. -El rey no quiso faltaros al respeto, el rey estaba pasando por un momento muy delicado y me ordenó que nos tomáramos un descanso de unos días. Su idea nunca fue molestar a nadie. Encontramos vuestro poblado de casualidad. -¡Ah, sí? -le dije-, ¿y por qué ocultaron quienes eran? -Porque no pretendíamos engañar a nadie -exclamó Beno, ahora consejero Lerner. -¿Cuál era el problema de que dijera su verdadera identidad? -Insisto, el rey no pensaba engañar a nadie, simplemente ocultó su identidad para que en los poblados no lo encimen, como hacen con los reyes. Quiso pasar por un viajero más. -Claro, eso lo entiendo, pero sentí que conmigo se sentía bien, me podía haber dicho y me faltó al respeto, porque entiendo que el rey está casado. -En realidad no. -No me digas más nada, no me digas más nada. Vuélvete al castillo y dile a tu rey, a tu amo, que gracias por nada. Los trofeos me los llevo, los gané en buena ley. Pero dile que le pido un favor. -¡Sí, por supuesto! -dijo el consejero Lerner-, ¿qué favor? -Que no me busque más, no me gusta ser burla de nadie. -Le hice una seña al tío Alino y espoleamos los caballos y marchamos. Miré para atrás, Beno o consejero Lerner volvía para el castillo.
Me sentía mal, muy mal. Pero claro, cuando te sientes mal te puedes sentir aún peor. Al costado del camino una dama muy bella se acercó a nosotros. -Tengo entendido -porque escuché hablar al consejero Lerner con el rey Esper y saqué mis conclusiones-, tú eres la joven que el rey conoció hace algunos amaneceres atrás. -¡Algunos! Hace bastante tiempo. Y luego no supe más nada de él. ¿Por qué? -Quiero hablar contigo en privado. -Puedes hablar delante de mi tío. -Es delicado. -Puedes hablar delante de mi tío, o directamente no hables. -Está bien -dijo la bella joven noble-, soy la reina Dara. -¿Qué haces aquí? -Nada. Quería comentarte quien es el rey Esper en realidad, es un aventurero, me ha engañado decenas de veces con distintas mujeres de distintos poblados. -Cada vez estaba más pálida yo-. Pero eso no es todo -agregó Dara-, me embaracé, pensé que se iba a sentir contento: me golpeó, me abofeteó, me obligó a tomar unas hierbas para que abortara la criatura. Y así fue. Y después me expulsó del reino acusándome de que lo había engañado con el jefe de la guardia, Brunei, lo cual no es cierto. Nos expulsó a los dos. Estuve en una aldea, me curaron unos ancianos porque tenía mi cuerpo debilitado por el aborto que me habían provocado sus hierbas. No se lo voy a perdonar nunca.
Me sentía mal de lo que me había contado la reina Dara, expulsada por un ser que parecía tan noble, y era tan brutalmente cruel... Y el hecho de que le había hecho perder la criatura... ¡Qué hombre puede hacer eso, qué hombre! Peor que un animal. La reina nos saludó y se marchó. Vi como lloraba. -¿Dónde irás? ¿Quieres venir a nuestra aldea? -No, me quedaré en otro poblado con esos ancianos que me cuidaban, pero tengo tal vergüenza que oculto qué poblado es. Simplemente quise advertirte de ese ser que se cree que porque es rey puede hacer lo que quiere. Y seguramente habrá embarazado a alguna posadera también. Pero claro, es rey, ¿quién se le va a oponer?
Me quedé pensando. Al fin y al cabo fue una suerte de que solamente fueran un par de besos los que me robó. Me sentía tan mal y sentía tanto odio por ese ser cuya cara te engañaba, cuyas palabras te mentían... Y lo que le hizo a la pobre reina, ¡qué ser despreciable! Qué odio que tenía en mi corazón, me dolía el pecho, me dolía enormemente el pecho. Me puse a llorar, el tío trataba de consolarme pero no había cómo. Le dije al tío: -No le cuentes a padre Asde y a mamá Utah, no les cuentes nada, voy a tratar de sonreír y mostrar mis trofeos, que me los gané en buena ley.
Por suerte no lo vi antes al rey Esper, si no de la indignación me hubiera temblado el pulso y no hubiera ganado. ¿Cómo me recuperaría de esa decepción?, ¿cómo combatiría ese odio, ese rencor que llevaba dentro mío? Tendría que hacer un enorme, enorme, enorme trabajo interno que me llevaría meses porque esto que siento no se iba de un día para el otro.
Gracias por ahora por escucharme.
Sesión 06/12/2018
Estaba resentida por un desengaño, sentía odio, rencor. Encontró a alguien que la ayudaría a poner las cosas en su sitio.
Entidad: ¿Siempre fingir un sentimiento o fingir un estado de ánimo o fingir una emoción es ser hipócrita? Interpreto que no.
Llegué con el tío Alino. Padre Asdi y madre Utah me recibieron con un abrazo al enterarse de que había ganado los torneos, me felicitaron. Yo con una enorme sonrisa por fuera pero por dentro me sentía destruida. Le pedí al tío Alino que me prometa no decir nada a mis padres para no amargarlos. Me sentía desmoralizada. El tío Alino me dijo: -Una, tú no eres importante por los premios que has logrado, como tampoco te desmereces por los engaños que puedes haber sufrido. Tú eres importante por ti misma, si no sería todo tan... no sencillo, injusto. -¿En qué sentido tío? -le pregunté. -Claro, todos en la vida cosechamos éxitos y no necesariamente somos reyes, también cosechamos fracasos y no por eso somos abono de las plantas. Somos lo que somos independientemente de triunfos y fracasos. -Lo miré al tío a los ojos y lo abracé y le dije: -¡Ah! Si fuera tan sencillo como tú dices, si fuera tan fácil. De verdad que sentía algo por Duane, o Esper. Te preguntarás cómo en tan poco tiempo. -El tiempo es relativo.
Es cierto sólo nos dimos unos besos pero algo me removió por dentro, me sacudió, me dio vuelta, se agitaba mi corazón, ese corazón que ahora tengo destruido. Y Beno, que parecía tan inocente y cubría a su amo, en realidad era Lerner el consejero, ¡je! Y la pobre reina golpeada, marchitada por ese rey tan déspota... En un momento dado hasta sentí celos porque Dara era tan bella y había estado en la cama del rey. Pero me asolaron esas bajas pasiones no de deseo, de furia, de rencor, quizá era ego porque me sentía engañada, no puedo decir maltratada no, no me trató mal pero no sé cómo describir mi estado de ánimo.
Estuve como siete amaneceres ayudando a padre, ayudando a madre. El tío me decía: -No dejes de practicar con el arco, si quieres ser la mejor no puedes dejar la práctica. -Me encogí de hombros. -Para qué, ya es hora que me dedique a otra cosa. Gané trofeos, qué más quiero, ya está. Pero ya no puedo creer en nadie, ya es como que quizá me quedé sola. -El tío hizo una mueca mitad sonriendo y mitad de descreimiento. -¡Pero Una!, quien tuviera tu juventud, tienes tanto por delante y te sientes desahuciada, no te permitas decir eso.
Claro, he conocido tanta gente que de palabra hacía y deshacía, hacía y deshacía, pero a la hora de llevarlo a cabo... Un recuerdo no se borra como una marca en el barro no, el recuerdo está. Dicen que con el tiempo ese recuerdo se va diluyendo, lo cual no creo. Hice lo que nunca pude, cogí una carmañola con alcohol y tomé. (Tos) -Eso no se hace, Una, tú no tomas alcohol, has tomado de golpe. -Me cogió un impulso. -¿Quieres lastimarte?, ¿quieres castigarte a ti misma?, si tú no has hecho nada malo, ¿te castigas tomando alcohol? -El tío tenía razón, los impulsos es como que no te llevan a ningún lado bueno.
Y después de diez amaneceres salí a cabalgar. El tío me acompañó, me hacía bien la compañía. Vimos en el camino un hombre desaliñado, desarreglado, no parecía peligroso, ni siquiera llevaba espada. -¿Estás bien? -le pregunté al hombre. -Sí, joven, estoy bien, quizá sediento y con hambre. Estuve vagando por los caminos, me he quedado sin metales. -¿Pero no tienes trabajo? -Mi trabajo era de jefe de soldados, es lo que yo hacía. -¿Pero no llevas espada? -No, tenía una espada pero me la partieron en dos, por deshonor. -¿Por deshonor -pregunté-, has cometido traición? -No, no, considero que no, no desde mi punto de vista, no. -¿Cómo te llamas? -Mi nombre es Brunei. -Brunei... ¡Espera, espera, espera! Tú estabas con ese ser tan perverso, el rey Esper. -Sí, joven. -¿Quieres comer algo? -Me encantaría. -Lo miré al tío, el tío asintió con la cabeza. Volvimos con los caballos y el hombre desaliñado nos siguió. Llegamos a la casa, padres respetaron mi decisión, madre Utah preparó un enorme guisado. Le dije al hombre. -Come sin vergüenza. -Le temblaban las manos quizá de debilidad, quizá hacía un par de días que no comía y solamente bebía, le ofrecimos bebida espumante y no quiso. -No, no, agua nada más, si sois tan amables. -Sí, por supuesto. -Terminó de comer y el tío me dijo: -Utah... -Vino mi madre-. Prepárale un pequeño catre. -¿Por qué llamaste a mamá Utah? -Míralo, Una, míralo como se siente. -De verdad que estaba totalmente extenuado. Nos pidió disculpas por estar así y se recostó, recién al atardecer se incorporó. -Agradezco vuestra atención, voy a seguir camino. -No, no, no, cuéntame puntualmente qué pasó. -Bueno, yo era jefe de la guardia del rey Esper y empecé a salir con una joven. La joven es como que ocultaba nuestra relación hasta que finalmente me dejó y ahí fue cuando apareció la noble Dara, quien luego fuera la reina. Me pidió que le enseñara el manejo de la espada, el lanzar cuchillos y empezamos a vernos en secreto e intimamos y después de un tiempo no me vio más, me evitó y me di cuenta que estaba siendo cortejada por el rey. -Continúa -pedí. -Bueno se terminaron casando, pero eso sería lo de menos. Dara siendo reina me volvió a buscar y me negué "Ahora estás casada y no quiero tener problemas". "Soy tu reina, te obligo". Y me doblegó, aparte ella podía mentir y decir como que yo la había forzado, así que acepté sus encantos y seguimos viéndonos en secreto en mi habitación del patio de armas. Reconozco que fui débil, podía inmediatamente haberle dicho al rey que ella me estaba obligando a intimar pero era mi palabra contra la de ella, y si ella decía que yo la había violado me hubieran ejecutado inmediatamente. Pero el consejero Lerner nos vio. Yo no tenía buena relación con Lerner, me parecía siempre un sometido, un tonto, un elegido, un protegido del rey. En ese momento me cogió un impulso e intenté acabar con él pero me venció y le contó al rey y nos expulsó a los dos. -Yo estaba con el ceño fruncido. -A ver, Brunei, pero ella estaba embarazada y el rey la golpeaba. -¿Quién te ha contado eso?
Le conté, le conté todo, que el rey Esper se hizo pasar por un tal Duane y Lerner por un tal Beno y que nos habíamos llegado a besar sin que pasara nada más, obviamente, y Lerner por el camino cuando volvíamos de haber ganado el torneo de tiro con arco me dio una explicación que yo no creí y luego, creo que a propósito, estaba Dara esperando y me contó que estaba embarazada y que el rey le dio una hierbas para que abortara. -¡Eso no es cierto! -exclamó sorprendido Brunei-, eso no es en absoluto cierto. Me siento responsable que junto con Dara engañamos al rey, de todas maneras no me sentía culpable porque sabía que Dara y el rey tenían una relación que no era tal, en los últimos tiempos ni siquiera dormían juntos, pero eso del embarazo no es cierto. Nada de eso es cierto, el rey es un buen hombre. -Dije: -Pero si lo que tú cuentas es verdad, por qué te expulsó. -Primero porque no me creyó -argumentó Brunei- y después porque tenía razón, yo no lo engañé el que haya tenido intimidad con Dara antes, pero después tendría que haber rechazado el intimar con la reina. -Claro -le dije-, pero tú mismo comentaste que si ibas y le decías "la reina me busca", ella podía decir "Es mentira, él me acosaba o intentó violarme". -Sí, así es. -No me gustan las injusticias, duerme aquí esta noche, mañana iremos a palacio del rey Esper. -No, no, no puedo volver, si vuelvo de verdad me van a ejecutar. -Nadie te va a ejecutar, te ordeno que te quedes. -Brunei es como que se achicó ante mi supuesta autoridad, comió una abundante cena y se acostó.
Hablé con el tío Alino. -¿Has escuchado todo? -Sí, Una, pero no veo que estés contenta. -¡Ah! Es mucha información para mí, eso no quita que el rey Esper haya ocultado su identidad para conmigo pero me alegra saber que no es un ser despótico, cruel y que esta exreina inventó todo porque sabría quién era yo, de alguna manera lo sabría. -¿Y cómo te sientes? -me preguntó el tío. -¡Ah! ¿Cómo me siento? Aliviada pero no contenta, no contenta. Esto no significa nada, no significa que yo haya sido alguien importante para el rey, ese rencor que sentía se diluyó, me siento de alguna manera aliviada de que el rey no fuera tan cruel ni despótico y no haya sido responsable de esa atrocidad inventada por Dara, pero quiero lograr que Brunei recupere el puesto, quiero lograrlo. -¿Vas a dormir? -Sí, pero mi sueño es liviano, no quiero que por la noche Brunei se vaya porque está como acobardado, voy a dormir con un ojo abierto figurativamente hablando y por la mañana iremos a palacio. El tío Alino comentó: -Obviamente, iré con vosotros. ¿Y qué les dirás a tus padres? -Les diré la verdad, les contaré todo lo que pasó. Ellos me apoyan, pero no me apoyan incondicionalmente, jamás apoyarían caprichos, simplemente quiero poner las cosas en su lugar. Si así y todo el rey sigue enojado con Brunei más que nada será por machismo, no por otra cosa. Al fin y al cabo Brunei no me parece mala persona.
El tío Alino se marchó. Me recosté pensando. Mañana será otro día.
Sesión 06/12/2018
Aquel dolor remitió cuando aclaró malentendidos con el que había conocido. Había esperanza, una nueva oportunidad.
Entidad: No siempre nos comportamos bien, no somos perfectos.
Tenía como cierta incomodidad, como cierto reparo, no sé cómo explicarlo mejor. Brunei había aclarado todo; Esper no era el que había descrito Dara, aparentemente era una persona de bien. Terminé entendiendo de que él no quiso engañar a nadie, terminé entendiendo de que el rey Esper quería tomarse un respiro y cambió su identidad para que la gente no le esté encima o bien que podía ser víctima de alguna emboscada, al fin y al cabo un rey rara vez sale con un acompañante solamente.
Analíticamente lo entendía perfectamente, pero no tenía ni la más mínima duda, analíticamente. El problema era mi otra parte, mi parte reactiva. Mi parte reactiva es como que tenía... ¿despecho? No, despecho no era. ¿Furiosa por el desaire? No, no fue un desaire. Orgullo, orgullo tonto. Al fin y al cabo no me prometió grandes cosas. Estaba molesta no con él, conmigo, y a veces por las noches me retorcía cuando no sabía, cuando pensaba que él era un monstruo, pero la última noche después que Brunei me contó la verdad -supongo que sí era así-, no me había sacado de encima ese retortijón que tenía en el estómago. Sentía que me había robado los besos, pero era mí idea, una idea reactiva porque en realidad fui yo quien le robó besos a él. ¿Que después él me respondió con creces?: sí.
Por la mañana ensillamos los caballos. Le dije a Brunei: -No es que porque comiste algo a la tarde y cenaste bien ya estás repuesto, come algo ahora con el desayuno, yo me levanté temprano. -Pero, pero Una... -Nada.
Me sentía también rara, ¿no?, que un jefe de guardia se sintiera como disminuido ante mi presencia. O sea, él me veía como una mujer con carácter, pero yo no era una joven que imponía cosas pero sin embargo me mostraba firme, más firme que nunca. Y fui a la cuadra a cepillar los dos caballos. Había alguien cargando fardos y sin querer me rozó. -¡Otra vez tú!, ¿por qué no miras? -el joven tiró el fardo al piso y me dijo: -Porque no miras tú, que no tienes nada. -Cerré los puños, tenía una furia tremenda, quería golpearlo-. ¿Tú eres Labrego? -Sí y no es la primera vez que pasa esto, tiempo atrás también sin querer, porque tenía la vista tapada por los fardos te rocé sin querer y también me gritaste. -En ese momento me sentí culpable. Labrego estaba por levantar el fardo y lo tomé de la mano. -Te pido disculpas. Ahora es como que estaba con un problema y tú fuiste la descarga. Obviamente que no tiene que ser así, no debía ser así, tú no tienes nada que ver en todo esto. Supongo que la vez pasada estaría pasando por un problema similar, no soy una persona que trate mal a la gente, te pido disculpas por aquella vez y te pido disculpas por ahora. -Labrego reaccionó de una manera distinta, me miró a los ojos y me dijo: -Yo siempre te quise Una. -¡Ah!, que situación incómoda. -Sí, me acuerdo de ti de pequeño, incluso alguna vez habremos jugado juntos, creo que mi tío te invitó a aprender a tirar con el arco. Me acuerdo de ti, no pienses que no me acuerdo pero te veo como un conocido, ni siquiera un amigo porque nos tratamos muy poco. No, no me hagas sentir responsable de todo. -Pero nunca te fijaste en mí. -No -confesé-, no me fijé. -Y con ese joven que vino con el acompañante te has besado. -Fruncí el ceño. -Y qué. ¿Tú me espiabas? -No, yo no espío a la gente, no me veas de esa manera, simplemente pasaba con una carreta y te vi. -¿Y por qué sacas a colación eso? -le pregunté-, ¿qué tiene que ver si me estaba besando? -¿Cuánto hace que lo conocías? -Labrego, estás desubicado, ¿qué tiene que ver? -Yo te conozco de miles de amaneceres. -Labrego, insisto, no tiene nada que ver, no hagas que me enoje contigo. El amor no es algo que se impone, el amor se siente. -Y yo lo siento. -Sí, Labrego, pero yo no. Y qué, ¿me vas a hacer sentir culpable por no quererte? -No puedo decir siquiera que tengo aprecio, después dejamos de tratarnos a medida que fuimos creciendo. -Me pones en un compromiso tremendo, no sabes tratar con la gente, piensas que porque conoces a una persona desde mucho tiempo tienes derecho a que te quiera y que otra que la conoces hace poco no tiene derecho. El amor no se deja llevar por el tiempo, por una antigüedad, el amor se siente y punto. No estoy enojada, quiero que entiendas eso, por ahí tienes el... no es un defecto, por ahí es como que te falta el tacto. -¿Qué es el tacto? -El trato, te falta el trato. No tengo problemas en ser tu amiga y explicarte las cosas, tengo una amiga que competía conmigo, era casi tan buena como yo en el arco y no tiene pareja, quizás el día de mañana puedas hablar con ella. -Labrego me pidió disculpas por su manera de expresarse-. Está bien -le digo-, está bien, te pido disculpas yo por haberte gritado, al fin y al cabo tenías razón, tú no me podías ver. -No sé qué impulso tuve que lo abracé y le di un beso en la mejilla. Abrió la boca, se quedó sorprendido-. No, Labrego, es una muestra de afecto. Creo que hice mal. -No, no, está bien, me lo guardo como un recuerdo. -Sí, pero no me mal entiendas, por favor, no me mal entiendas. -¿Me prometes que hablaremos? -preguntó Labrego. -Sí, en tanto y en cuando te portes bien y me trates como una amiga y no hables más de amor ni nada de eso, por lo menos no conmigo. Ahora si el día de mañana conoces a una joven y me quieres comentar, de mil amores trataré de orientarte. -Asintió con la cabeza, levantó el fardo y se marchó. Cepillé los caballos, Brunei ya estaba dispuesto. -¡Vamos! -Espera, espera, espera, ahí viene el tío Alino, él dijo que nos acompañaba.
Marchamos. Por el camino noté varias veces que Brunei estaba como reacio. -No me siento bien, Una, en el sentido de que cuando Lerner nos descubrió le dije "¿Quién más sabe esto? Y me dijo Nadie más", y honestamente yo intenté matarlo. -Iba a hablar y Brunei siguió-. Espera, déjame terminar. No soy un asesino, entré en pánico, honestamente entré en pánico, me alegro que me haya vencido, me alegro enormemente. Entré en pánico, no lo maté. -Porque te venció -respondí-, pero lo ibas a hacer. Y entrar en pánico no es ninguna excusa, las cosas hay que confrontarlas. -El rey no me hubiera creído. -Las cosas hay que confrontarlas. Es lo que vas a hacer ahora.
Llegamos al castillo, había dos soldado en la puerta. -¿Qué buscáis? -Me llamo Una, quiero hablar con vuestro rey. -Esa persona no es bienvenida. -Esa persona era vuestro jefe de guardia, se llama Brunei y le quiere dar una explicación al rey. -No sois bienvenidos. -En segundos tenía en la mano mi arco con una flecha y otra flecha en la otra mano. -En dos segundos puedo acabar con los dos. Uno de los dos que vaya a buscar al rey. -El hombre abrió el portón, el otro se quedó. No vino el rey, vino una pequeña tropa de veinte hombres. -Pasad. -En lo alto, en la escalera estaba el rey Esper. -Para qué traes ese traidor. -Porque tiene mucho que explicar. O si no, escúchame a mí. -Guardias, quédense con Brunei. Vosotros dos, venid conmigo. -El tío Alino subió conmigo-. Ante todo quiero explicarte -dijo el rey- qué fue lo que pasó. -No, déjame explicarme a mí todo.
Le expliqué que cuando nos fuimos su consejero Lerner nos alcanzó y prácticamente estaba tan molesta que no le presté atención y luego le conté lo de la exreina Dara. Se puso pálido, molesto, enojado. -Nunca pasó eso y tú le creíste. -Yo no te conocía, aún no te conozco, yo conocía a Duane, a ti no te conocí. -El tío Alino me tomó del brazo y me dijo: -Olvido, debes llamarlo mi rey o majestad. -Esper escuchó y en voz alta yo le respondí: -Por qué le he decir rey, él no es mi rey- yo no estoy en su reinado. -Quería explicarte... -No, déjame terminar. Honestamente, sentía mucho odio, te veía como un monstruo. Vi una joven desamparada, no me di cuenta que estaba actuando, que estaba fingiendo, creí todo o que me contó. Y bueno, galopando con mi tío nos encontramos con Brunei, estaba desnutrido, sediento, hambriento y le dimos hospedaje y me contó todo, me contó la verdad, pero me contó cosas que tú no sabes. Antes de que tú te casaras con la reina, ella había tenido relaciones con Brunei y no lo puedes acusar de traición porque todavía ustedes no salían. Luego él dejó de verla y ella se comprometió contigo. Pero evidentemente era una persona tan peculiar que volvió a ver a Brunei, él se negó pero ella lo obligó. -El rey Esper dijo: -Nadie obliga a nadie. ¿Ah, no?, supongamos que él se negara, supongamos que en ese momento la reina, de cual tú tenías un buen concepto, te decía "El jefe de la guardia me hizo una proposición deshonesta o intentó abusarse de mí", ¿a quién le hubieras creído? -Pero él tendría que haberme hablado. -Claro, y tú lo hubieras creído. Hubieras creído a Dara. Dale una oportunidad. -Cuando mi consejero y amigo los vio quiso matarlo. -Sí, es cierto, porque entró en pánico, porque los impulsos siempre son negativos, y él mismo se siente agradecido porque Lerner lo venció. -Pero lo molestaba. -Sí, seguramente le tenía envidia porque Lerner era tu consejero, tu protegido. Nadie es perfecto. -Ya tengo otro jefe de guardia. -No te pido que lo contrates como jefe de guardia, pero reúne a los soldados y explícales que él se vio forzado, que no es un traidor a ti. -El rey se quedó pensando como cinco largos minutos, finalmente dijo: -Está bien, aguardadme aquí. -Tardó bastante en regresar. Luego me enteré que había reunido a todos los soldados, a toda la tropa y les explicó la verdad. El mismo Brunei se puso de rodillas y le pidió disculpas a Lerner y al rey le besó la mano diciendo: -Gracias por creer. -Esper le respondió: -No sé si te hubiera creído, me convenció la joven Una.
Finalmente el rey habló conmigo: -Tienes razón, ¿cómo ibas a creer en mí si no me conoces? Me has visto como Duane y luego de repente te encuentras con que era un rey y encima casado. Lo que no sabes es que mi matrimonio fue un fracaso total, hay cosas que me resultan incómodas responder y más porque eres mujer, pero estar con ella era como... como abrazarte con un árbol, con la ventaja que con el árbol sientes la energía de su madera, de sus raíces. -Entiendo. -Así y todo no me conoces. Entonces mi pregunta es: ¿Cabría la posibilidad que intentaras conocerme? -Lo miré. -Está bien, pero vamos lentamente. -No pido otra cosa. -Lo miré. -Mira, Esper, no te voy a llamar rey, no pienses que porque estoy asintiendo en conocerte de entrada vamos a ir al fuego de los besos. No, basta. Quiero conocerte bien, quiero saber quién eres. -¿Te quedarás aquí? -No, ahora no. -¿No me darás la oportunidad, entonces? -preguntó Esper. -Dije "ahora no", porque con el tío Alino vamos a ir hasta casa, y le voy a contar a mis padres toda la historia. -Ellos pueden venirse... -No, tienen que atender la granja, son labradores. Pero me puede acompañar de vuelta el tío Alino, quizás encuentra alguna dama que le guste. -¡Una, no digas eso! -Por qué tío, tú no tienes compromisos. -¿Y cuándo volveréis? -En un par de amaneceres. -Permíteme que una guardia te escolte. -No, no, no. -¿De verdad volverás? -¿De verdad estás dudando de mí? -No, no quise decir eso. -Entonces no preguntes "¿De verdad volverás?". Yo digo en un par de amaneceres y es un par de amaneceres. -¡Vaya, que tienes tu carácter! -Sí, tengo mi carácter, pero no traiciono ni engaño.
Me tendió la mano. Le di la mano firme. La llevó a su boca y me besó la mano. Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo simplemente porque sus labios se apoyaron en el dorso de mi mano derecha. Y partimos para casa, volveríamos en un par de días. Ya me sentía más aliviada, esos retortijones de estómago, ese mal estar en el pecho había desaparecido. Ahora quedaba abierta una puerta, una puerta llamada esperanza.
Gracias por escucharme.
Sesión 07/06/2019
De repente encontraron un personaje curioso que habría para matarlo, pero era tan simpático... Era bueno robando y era bueno con la espada.
Entidad: En honor a la verdad, es como que estaba cansada de andar de un lado para otro, es como que mi vida se había transformado en una rutina.
Lo veía a Sturgion, sentía como un afecto. Me enternecía más por la niña Reda, a quien Sturgion había salvado de un guilmo.
Pero, ¿cómo explicarlo conmigo misma? Soy una mezcla de guerrera y amazona, me gusta la libertad, pero veía que otras mujeres tenían su pareja, su lugar, criaban niños, hacían tareas, y miraba sus semblantes y no los veía para nada aburridos, todo lo contrario, rebosaban de alegría, de esplendor. Antes no me pasaba esto, quizás el hecho de estar sola... Está bien, estuve con Jonus, pero antes estaba sola y me sentía como libre de poder hacer lo que quisiera, ¿pero acaso ahora no? Sturgion no decía: "Hagamos esto, hagamos aquello"... O me había como... -Es cruel, ¿no?, porque la palabra es cruel-, ¿o me había hastiado de su compañía? No era como Jonus, Jonus era una persona no fría pero... A ver, ¿cómo lo describiría a Jonus?, recta, noble, recta, programada, ¡je, je, je! ¿Cómo era Ligor? Ligor era como si disparas una flecha al aire sin mirar y no sabes para dónde iba a caer, así era Ligor. ¿Qué en algún momento me atrajo? Sí, pero entiendo que él tenía su gran amor Núria... y aunque no lo hubiera tenido no, no, no me sentía compatible con una persona que se toma todo a la ligera. Jonus era lo opuesto: recto, noble, estructurado... Y ahí es donde ¡Mmm!, me provocó como cierta urticaria en la piel. Sturgion era bueno, permisivo, sincero... bueno, bueno, permisivo... Quizá no se me entienda, quizá mi ironía sea demasiado sutil. Pero bueno, permisivo no es lo que yo quiero en un hombre. A ver. Otras dirían "¿Pero qué busca Kena? ¿Qué busca Kena? ¿Cuántas daríamos un brazo o una pierna por encontrar un hombre bueno, permisivo, noble, que no te engañe?".
Esa tarde acampamos al costado de una cascada, me sentía bastante bastante cansada y me recosté contra una roca y dormité. Le dije a la niña: -Reda, cuida los víveres y mira que hay ahí una alforja con metales.
Sturgion había salido a cazar y estaba exhausto, quedó casi desmayado recostado contra un tronco. Cuando me desperté lo sacudí a Sturgion: -¡Eh! -¿Qué pasa? -¿La alforja y los víveres dónde están? -Se encogió de hombros. -Reda, ¿la alforja y los víveres? -Mirad qué hermoso. -Qué hermoso, ¿qué? -Me mostró un tronco de árbol tallado como de medía línea de alto, parecía un osezno, lo habían tallado con alguna cuchilla. -¿Y esto quién te lo dio? -Esto me lo dio un amigo, Robi. -¿Tienes amigos imaginarios? -¡No! Tenía hambre, me pidió algo de comer. -¿Cómo no escuchamos nada? -¡Estabais dormidos! -dijo Reda. -¿Qué pasó con la alforja? -Reda se encogió de hombros. -En un momento dado me dijo que había otra rama tallada más allá, y la fui a buscar y él había desaparecido. -Niña, sé que eres pequeña, ¿pero te diste cuenta de una cosa? -No... -¿Te diste cuenta de que ese Robi nos robó?, había metales en la alforja. -Puso cara como de llorar. Le digo-: No, no, no, está bien, tú no tienes responsabilidad, eres una niña, lo que quiero decir es... Descríbeme cómo era. -De cabello negro, delgado. -¿De qué edad? -Sí, más joven que vosotros, un muchacho, pero muy ágil. Fijaos en el bosque, que se trepaba entre las ramas. -Le dije a Sturgion: -Quédate aquí con la niña, iré al bosque. -¿Tú sola? -Lo miré e hice una mueca irónica, como diciendo "¿Cuál es el problema de que vaya sola?, toda mi vida fui sola". -No me dijo nada.
Los hoyumans quedaron. Fui con mi espada y me interné en el bosque. Aguzaba mis oídos para ver si escuchaba algo o ese tal Robi estuviera agazapado arriba de un árbol y se lanzara sobre mí. Pero no. Tiempo después de andar y ya a punto de volver encuentro un joven casi acostado sobre un tronco comiendo. Al lado nuestra alforja. -¡Hola! -¿Tienes el coraje de saludarme?, me habrás visto durmiendo. -¡No entiendo! -Tú eres Robi. -¡Vaya, me conoces! -No, la niña Reda dijo que te llamabas así. Estuviste en nuestro campamento, nos robaste. -Saqué mi espada-. ¿Qué debo hacer contigo? -Disculparme. -¿Por qué habría de disculparte? -Se encogió de hombros. -Porque primero, porque eres una bella mujer. -No, no, no; con eso no me vas a convencer. ¿Por qué debo disculparte y no cortarte la cabeza? -Porque tengo una enfermedad. -Empalidecí. -¡Tan joven! -Sí, una enfermedad muy muy grave. -Vaya. ¿Qué enfermedad tienes?, ¿algo que no te permite respirar?, ¿el corazón te late mal? -No, no, no tiene que ver con lo físico... -Pero entonces no es una enfermedad. O tienes un problema mental que no deja pensar bien. -Quizá sea eso. -¿Te puedes explicar mejor? -Yo seguía de pie con la espada en la mano, él seguía acostado y no paraba de comer-. ¿Puedes escucharme? -Te estoy escuchando, pero dime tu nombre. -Mi nombre es Kena. ¿Cuál es tú problema de salud? -Se encogió de hombros. -Que tengo el hábito de robar. -¡Vaya caradura, eso no es una enfermedad! -Sí lo es. -Juntó sus manos como implorando-. Es un hábito más fuerte que yo. Veo una cantimplora, una alforja o metales en un mostrador, en una posada y los cojo sin que nadie me vea. -¿Y qué haces con ellos después, ayudas a alguien? -Me compro algo. -¿Y por qué no trabajas? -Y por qué habría que trabajar. -¿Tienes familia? -No. -¿No tienes conocidos? -¿Conocidos? Cientos. -¿Con quién vives? -Aquí, allá, más allá, en un poblado, en una aldea, si está lindo me quedo a dormir en el bosque, si no me refugio en un granero. -¿Nunca te han corrido? -¡Uf! Decenas de veces, pero les caigo simpático. -Pues a mí no me caes simpático, Robi. ¿Has sacado algo de la alforja? -No. -Enfundé mi espada y cogí la alforja. Miré. -No sé si se contar bien pero me parece que faltan metales. -Bueno, alguno me puse en mi bolsillo. -Tú no estás enfermo, tú eres un ladronzuelo. -No, no, no, no, Kena, espera... -Dejó de comer y se puso de pie, era bastante alto, flaco, desgarbado, pero se notaba que tenía buena musculatura. -¿No llevas armas? -No, no me gustan las armas. -¿Tienes miedo? -¡Para nada! -¿Y por qué no usas? -Porque no me gusta la violencia. -¿Nunca te han querido matar por robar? -Sí. -¿Y cómo te has defendido? -No me he defendido, he huido. -O sea, que eres un cobarde. -No, no soy cobarde, le podía quitar el arma tranquilamente al que me perseguía. -¿Quitar el arma?, algún tonto debía ser. Tú tratas de quitarme mi espada y te corto la cabeza. -Debes ser muy buena, entonces. -Si no fuera por la ira que tenía me hubiera hecho reír. -¿Qué haces de tu vida? -A veces ayudo a la gente. -¡Ah, ah, ah! ¿O sea, que con lo que robas ayudas? -¡No! ¿Y qué me queda para mí? -¿Te puedes explicar?, porque no entiendo. -Bueno a veces es como que sí, si me sobra algo veo familias que... o ancianos o familias con muchos niños pequeños y les dejo algunos metales plateados y me lo agradecen. -¡Ay!, de todas maneras eso no es vida. Supón que nosotros fuéramos un par de granjeros pobres y tú nos hubieras robado la alforja. -Me hubiera dado mucha pena, pero vi que estabais armados y que podíais defenderos. -¿Y si te hubiéramos pescado en ese momento? -¡Pero! ¡Hubiera salido corriendo! -¿Y si te alcanzábamos? -Muy difícil, yo puedo correr y también trepar por los árboles e ir de rama en rama como un bosquimano cualquiera. -¿Y no tienes miedo a las fieras? -No, están acostumbradas a olfatearme. -¿Sabes que esto no es vida? -¿Y cuál es vida, Kena, hacer lo que hacéis vosotros?, ¿ir de un lado para otro? Yo hago lo mismo. ¿Trabajáis? -No, pero podemos cazar nuestra comida. -Bueno, a veces cazo algún animal pequeño salvo que encuentre alguna alforja como la vuestra. -A propósito -tendí la mano-, los metales de tu bolsillo. ¡Vamos! -Por favor, déjame uno aunque sea. -Y a no sé si eres simpático, si eres ingenuo, si te burlas... ¿Te burlas? -Sí, a veces sí. -¡Ja! ¿Y lo dices tan claramente? -Escuché ruidos atrás mío y me di vuelta, eran Sturgion con la niña. -¿Este es el que nos robó? -Sí. -¿Sabes que puedo partirte en dos? -No, no lo creo, primero me tienes que alcanzar, y segundo, aunque me alcances tienes que tener la suficiente celeridad como para atravesarme con la espada.
Será que Sturgion estaba cansado o de mal humor, tomó su espada y quiso de alguna manera herirlo; el joven Robi dio un salto sobre sí mismo y cayó detrás de Sturgion y lo empujó. Pero mientras lo empujaba le puso un pié: Sturgion cayó al piso humillado. A todo esto, Robi, estaba como a diez líneas de distancia. -Me alejo por las dudas. Por favor, no me sigas... -Sturgion hizo una mueca mostrando sus dientes y lo sujeté. -¡Espera, espera, espera, espera! -Déjame arrancarle la cabeza, es un burlón. -¡Espera, espera! Es así. -Entonces es como que le falla la mente. -Seguramente. Dice que tiene el hábito de robar. -Pues yo le voy a cortar la garganta junto con el hábito. -Déjalo, déjalo. -¿Te parece que lo dejemos libre? -Me encogí de hombros. -Es su manera de ser, es un ser tan raro, tan raro... -Mirad, hay una pequeña casa de madera en el bosque, es como un pequeño refugio. Tengo carne seca, hogazas de pan, los invito. -Sturgion ladeó la boca. -No nos interesa. -Espera, espera -dije yo-. Vamos a ver como es tu lugar. ¿Es un hogar? -No, es un refugio. -Claro -dijo Sturgion-, es un ladronzuelo, ¿cómo va a tener hogar?, tiene refugio. -Hoy estás demasiado quejoso -le dije a Sturgion. -¿Me parece a mí o estás a favor de este chico? -No, no estoy a favor de nadie -argumenté-, no me cae mal. -¿Te das cuenta que lo estás justificando?, él te escucha y después lo va a hacer peor porque piensa que lo que hace está bien. -Sturgion, no es un niño es un joven, no lo compares con Reda. -Reda le dijo a Sturgion. -A mí me gusta, es mi amigo. -Sturgion le dijo: -¿Tu amigo porque te regaló esa madera tallada? -Pero es un osezno, mira qué hermoso. -De repente le dije a Robi: -¿Eso lo has hecho tú? -Sí, en esa casucha de madera tengo muchas más. -¿Pero sabes que podrías llenarte de metales? Vas a un pueblo grande a los grandes almacenes y los dejas y te quedas con el cincuenta por ciento de la venta, y ganarías muchos metales. -Lo he pensado. -¿Y entonces? Te ahorrarías todo esto. -¿Y el placer? -¿Ves? -dijo Sturgion-, hay que cortarle la cabeza. -Sturgion, tú no eres así, eres bueno, eres permisivo... ¿Qué te pasa con Robi? -Me saca de las casillas. -¿Pero acaso tienes celos de él, de su manera de ser? -¡Ja, ja, ja! -Sturgion rió-, ¿celos de quién, de un inútil?, ¿de una persona que hace hermosas esculturas y prefiere robar alforjas? -Robi de lejos dijo: -¡Ah!, reconoces que soy un buen artista. -Eres bueno para nada, ni siquiera sabes usar la espada. -¡Sí que la sé usar y muy bien, pero no me gusta! -Déjame hacer una cosa. Sturgion dale tu espada. -No, no, no, no, a ver si huye con ella, que yo le tengo un aprecio tremendo. -No va a huir. Robi, ¿me puedes mostrar tu habilidad? -Sí, pero un poquito, no sea cosa que te lastime. -Tú no sabes quién soy, no hay otra mujer que maneje la espada como yo. -Eso crees tú, he visto otras. -Lo miré a Sturgion. -Por favor. -Sturgion le tiró la espada, que Robi la tomó, pero con una habilidad tremenda, y saltó de la rama al piso. -Pero un poco nada más, ¡eh!
Intercambiamos golpes y es verdad, yo no le llegaba. Lo apuré, luché un poco más intensamente y tampoco le llegaba. Más intensamente y tampoco le llegaba. En un momento dado perdió el equilibrio, saltó para atrás y se alejó como a tres pasos. Pero en realidad no perdió el equilibrio, era un movimiento calculado. Estuvimos un rato intercambiando golpes de espada, obviamente no fui a fondo, no quería lastimarlo, pero me di cuenta que él tampoco se empleaba a fondo. -Paramos aquí. Devuélvele la espada a mi compañero Sturgion. -Robi se la lanzó, lo agarró tan de sorpresa que Sturgion apenas pudo tomar la espada y se le cayó al piso, y eso le molestó. -¿Te das cuenta que yo no soy torpe como tu compañero? -Sturgion volvió a molestarse. -No soy torpe. Si combatimos en serio no me duras nada. -Robi levantó las manos. -No me gusta la violencia, no tienes que ser tan agresivo. -No te olvides de darme las monedas. -¡Buf! -Robi metió las manos en un bolsillo, contó las monedas. Se guardó una-. Me prometiste que me dejabas una. -No te prometí nada. -¿Pero me la dejas? -Está bien. Dame el resto, por favor. -Me dio el resto.
Caminamos hacia la cabaña. Era muy humilde, tenía platos sucios, comida por el piso, algunos roedores... -¡Esto es un asco! -dijo Sturgion. -Me ofendes -dijo Robi-, ésta es mi casa. -¡Perdón!, ¿no era tu refugio de ladrón? -Esta es mi casa. -Era imposible enojarse con este personaje.
En determinado momento es como que me olvidé de la rutina, me olvidé de que buscaba otra cosa, de que quería un hogar. Me olvidé de que Sturgion también se estaba volviendo una rutina para mí porque lo veía predecible, y me di cuenta que no me gustaba la gente predecible. -¿Queréis quedaros aquí? Dormiréis en el piso. -No -le dije-, no Robi. ¿Qué garantía hay de que no nos robes y te vayas, salvo que nos quedemos y te atemos? -No, no, no, está bien, iros cuando queráis.
-Eres un personaje. -Atrás tenía un montón de esculturas de madera, una más hermosa que la otra. A Reda se le iban los ojos-. Eres un desperdicio -le dije-. Podrías vivir tallando madera, que te llenarías de plata. ¿Quieres ayudar a la gente que no tiene?, ¿a los ancianos, a los matrimonios con varios hijos pequeños? Mira, ahí tienes con qué y no precisas hurtar nada. -Déjame pensarlo. -Es tu vida, no es la mía.
Pero ésta vivencia con este Robi, un personaje tan raro... De verdad, me había hecho olvidar de la rutina, pero a su vez me hizo pensar: No estaría más con Sturgion, tenía decidido no estar con él. El problema era Reda, él la había salvado. ¿Le podría dar a elegir a la niña?, Sturgion también le tenía cariño, al igual que yo. Es como cuando una pareja se separa y los hijos tienen que elegir con quien quedarse.
Pero, tenía que andar mi camino y Sturgion no me terminaba de completar como mujer. Gracias por escucharme.
Sesión 27/07/2019
Se llevaba mal con los hombres, desconfiaba de ellos. Pero encontró a un hombre en el camino. Hablaron. Era distinto.
Entidad: Seguramente Wildora era la persona que más amaba en el mundo, pero paradójicamente era con quien más me peleaba. Éramos distintas. Ella rubia, dos años mayor. Yo morena y más rebelde, por lo menos así me catalogaban. "Wolva la rebelde". ¿Era de verdad rebelde o estaba disconforme con la vida que llevaba?
Muchos varones nos consideraban inferiores: "La mujer no está hecha para la batalla. La mujer no tendría que usar espada, tendría que utilizar utensilios de cocina para servir al hombre". ¿Servir al hombre, yo? Pero le puedo dar con una flecha en la garganta a cien pasos de distancia. Y no hay hombre que me pueda vencer con la espada.
Es cierto que con mi hermana, Wildora, entrenábamos juntas, a veces nos enardecíamos combatiendo y resultábamos con alguna pequeña herida en las piernas o en los brazos. Obviamente nunca perdíamos el control de nuestro sentido de enfurecernos y atacarnos, nos amábamos como hermanas. Wildora me decía: -Yo no sé si te amo o te tolero. -Y me hacía poner mal. Después sonreía y me abrazaba, y a mí se me pasaba toda la furia.
Pero no soportaba esa mirada burlona de un varón, como diciendo: "¡Ja, ja, ja, es una mujer! Puede hacer dos cosas por mí, o prepararme la comida o satisfacerme". Y sí, yo sabía cómo satisfacerlo, cortándole la garganta. Ahí se le iba todo el deseo. Diréis: "Vaya, a esta joven no me le acerco ni a veinte pasos de distancia". Y a veinte pasos con los ojos cerrados te puedo dar con mi flecha en el pecho.
Wildora se enojaba conmigo. -¿Pero por qué ese disgusto? Hay varones buenos, hay varones que nos tratan de señorita. -¿Y qué somos, somos conejos del bosque?
¡Ah! El mayor remanso era cuando nos recostábamos en el bosque, cerca de la cadena montañosa donde estaban las cuevas, nuestros oídos cada vez estaban más agudos y escuchábamos los pasos, pasos que no escuchaba nadie. Y de repente sentía en mi oreja una nariz fría, el olfato y una lengua en mi rostro, y acariciaba a ese cuerpo peludo. Jamás, jamás los lobos se metían con nosotras. Sería una tontería decir que éramos parte de la manada, pero corríamos con los lobos, y si alguna vez estábamos en apuros -nos ha pasado seguramente-, podíamos enfrentar a dos o tres hombres cada una. Pero una vez nos ha tocado una situación donde un grupo de maleantes se acercó con las intenciones que ya suponéis: Los lobos los despedazaron. ¿Si nos dio pena? Quizás a Wildora. A mí no, honestamente no. ¿Qué iban a hacer ellos con nosotras? Ultrajarnos y después cortarnos la garganta. Entonces por qué voy a ser hipócrita de decir: "¡Oh! Me dan pena, estos lobos, estas bestias feroces qué han hecho, pobre gente". No, yo soy Wolva, yo soy sincera. Y a veces estaba tan rebelde que no quería ni siquiera tener la compañía de Wildora.
Y otra de las cosas que me gustaba, obviamente -no sólo tenía oídos si no que es como que me hubiera contagiado el olfato de los lobos, obviamente, que no es así, era una humana, pero podía oler a un humano a distancia, y podía de la misma manera que puedo oír el deslizarse de un lobo. Imaginad a un torpe humano a mil pasos, lo podía escuchar aunque vaya arrastrándose. Ni hablar de un caballo, a quilómetros de distancia lo podía escuchar-, entonces podía sacarme mi ropa y bañarme en las aguas del arroyo. ¡Ah! Qué delicia. Era otra cosa de las que me gustaba.
Y presté atención, presté bastante atención. Escuchaba a la distancia un caballo, pero era tan agudo mi oído que es como que el caballo estuviera solo, sin jinete, pero ya más cerca escuchaba los pasos de un hombre y ahí me daba cuenta de que el hombre caminaba llevando al caballo de las riendas.
Salí del agua y me vestí con el cuerpo mojado, me calcé, me puse las pequeñas botas, cogí mi arco y flechas y mi espada al costado. A los cinco minutos veo a un hombre por el camino. Me vio. Puse la mano sobre el mango de mi espada. Me miró a los ojos, miró mi cuerpo, pero como no dándome importancia, una mirada distinta a la que tenían otros hombres -esa mirada codiciosa, esa mirada de deseo-, no, no la veía en este hombre, al contrario, veía como una mirada, cómo lo puedo expresar, una mirada gastada, un rostro cansado, pero a su vez enérgico, un cuerpo musculoso, cabello medianamente largo, un par de cicatrices en el rostro y apenas barba, por eso le podía ver las cicatrices. Cuando estaba a diez pasos pregunté: -¿Qué haces por aquí? -Trato de encontrar un poblado -me respondió-. No hace falta que tengas la mano sobre la espada, mi intención es ir hacia el poblado. A propósito, tienes que tener cuidado de bañarte en el arroyo estando sola. Lo miré con los ojos entrecerrados. -¿Cómo sabes que estaba en el arroyo? -Primero porque te veo con el cuerpo mojado sobre la ropa, segundo porque mucho antes de llegar escuchaba un chapoteo y me imaginé que alguien estaría en el arroyo. -Y me di cuenta de que el hombre tenía los oídos tan agudos como los míos. En ese momento se acercaron cinco o seis de los lobos de la manada. Le dije al hombre: -Si quieres vivir no hagas ningún gesto porque mis lobos te van a despedazar. -Miré la cara del hombre para ver su rostro de terror. Y no, su mirada seguía cansada, apagada, como sin importancia. Los lobos se acercaron, lo olfatearon y quedaron al acecho, ni siquiera lo gruñeron. Me sorprendió y le dije:- Es raro, es la primera vez que no gruñen a alguien. -El hombre me respondió: -Será porque no olfatean el miedo, en los seres humanos el miedo sale por los poros. Yo no tengo miedo, he pasado por muchas cosas. -¿Cómo te llamas? -le pregunté. -Trement. ¿Y tú? -Wolva. ¿Qué son las cosas que has pasado? -¿Me permites quitarme la camisa? -¿Con qué pretensiones? -Con ninguna, sólo mostrarte alguna de las cosas que he pasado. -Su movimiento fue tan natural que los lobos ni se inmutaron, olfateaban que no había peligro de parte de este hombre, Trement. Se sacó la camisa y miré su pecho musculoso, fuerte, pero con algunas cicatrices. -¿Y eso que me demuestra -le dije-, que has estado en alguna batalla? -El hombre se dio vuelta y vi su espalda cruzada de latigazos, muchos latigazos ya cicatrizados, heridas de las que sólo quedaban secuelas. El hombre, como leyendo mi pensamiento, me dijo: -Las heridas cicatrizaron, pero en mi mente siguen estando. -¿Qué te ha pasado, eres un prófugo? -No. O sí, si lo quieres llamar así. -¿Eres un maleante?, ¿eres un asaltante? -No, fui un esclavo. He pasado por muchas cosas. -¿Tienes deseos de venganza? -No lo sé -me respondió el hombre-. Te puedo decir que la venganza desgasta. -¡Ah, no, no! No es mi forma de ser -le dije-, la venganza te da satisfacción. Basta que a mí me toquen un dedo para que le corte la garganta a la persona. El hombre hizo una mueca que semejaba una sonrisa, pero era una mueca, pero no irónica, denotaba cierta tristeza, pero a la vez una firmeza muy muy grande. Exclamó: -No se trata de hacer comparaciones, tampoco es momento de contar mi historia, ¿para qué?, sólo te puedo decir que a veces el deseo de venganza te desgasta. Nada más quiero recuperar mi vida, una vida que he perdido durante años. -O sea, que te han dañado mucho. -Te puedo decir que sí, pero creo más en la justicia que en la venganza. -No es lo mismo -exclamé yo. -Seguramente que no, pero se llega al mismo resultado. Quizás a mí -agregó el hombre-, no me da placer vengarme, se trata de hacer justicia, cada cosa en su lugar. Alguien cometió un acto hostil, debe pagar por ese acto hostil. -De eso se trata, de eso justamente se trata, de pagar los actos hostiles.
Sesión 05/08/2019
La entidad narra cómo sucedió su vida en un periodo de la antigua China, en el rol de un guerrero que nadie conocía su verdadera personalidad. Da detalles de sucesos no documentados.
Entidad: Hay un poema que han escrito para mí y apenas conocen mi verdadera historia. ¡Je! El poema dice:
Los insectos celebran con su canto la tarde. Mulán está tejiendo ante la puerta, no se oye girar la lanzadera, tan sólo los lamentos de la niña. Preguntan dónde está su corazón, preguntan dónde está su pensamiento. En nada está pensando si no es en el rey Kong, su bello amado. La lista del ejército ocupa doce rollos y el nombre de su padre figura en todos ellos.
No hay un hijo mayor para el padre, un hermano mayor que Mulán "Yo iré a comprar caballo y una silla, yo acudiré a luchar por nuestro padre".
Ha comprado en oriente un caballo de porte. Ha comprado en poniente una silla y cojín. Ha comprado en el sur una brida. Ha comprado en el norte un buen látigo.
Al alba se despide de su padre y su madre. Cuando anochece, acampa junto al Río Amarillo. Ya no escucha el llamado de su padre y su madre, tan sólo el chapoteo del caballo en el agua.
Al alba abandona el Río Amarillo. Cuando anochece llega a la Montaña Negra. Ya no escucha el llamado de su padre y su madre, tan sólo a los caballos relinchando en el monte. Cruzó miles de millas en busca de la guerra, corrió como volando por pasos y montañas, las ráfagas del cierzo traían son de hierro, a la luz de la luna brillaban armaduras. Allí los generales luchando en cien batallas morían y después de haber dado diez años volvían a su casa, volvían valientes, los soldados.
De vuelta es recibida por el Hijo del Sol que se sienta en la Sala de los Resplandores. Le concede medallas por sus méritos, muchos. Le ofrece, alas de pato crujientes por millares. El Khan le ha preguntado qué quiere hacer ahora. "Mulán no necesita honores oficiales, dame un burro robusto de cascos bien ligeros y envíame de vuelta a casa de mis padres".
Cuando escuchan sus padres que su hija se acerca los dos salen a verla, dándose de codazos. Cuando escucha su hermana que su hermana se acerca se arregla y se coloca delante de la puerta. Cuando escucha su hermano que su hermana se acerca, saca filo al cuchillo, sacrifica un cordero.
"He abierto la puerta de mi cuarto oriental y en el occidental me he sentado en la cama. Me quité la armadura que llevaba en la guerra y me he puesto la ropa que llevé en otro tiempo. Delante del espejo, cerca de la ventana me he peinado el cabello enmarañado y he adornado mi frente con pétalos dorados".
Cuando Mulán salió ante sus camaradas todos se sorprendieron, quedándose perplejos; doce años estuvieron con ella en el ejército, ¡ja, ja, ja!, y ninguno sabía que era una muchacha. Las patas del conejo saltan más, los ojos de la hembra son algo más pequeños, mas cuando ves un par corriendo por el campo, ¿quién logra distinguir la liebre del conejo?
Es muy difícil. Es muy difícil la vida, es muy difícil todo.
Mi nombre era Hua Mulán, fui más conocida disfrazada de guerrero. Me han hecho el famoso poema "La balada", una obra que seguramente se compuso en el siglo VI. ¿Pero tan fácil es la historia? ¿Tan fácil es relatar el sufrimiento, el dolor, la muerte, el abandono, la traición, la confusión, el anhelo? Yo me sentía inútil porque a diferencia de los hombres no podía servir a mi amada China hasta que los Sonyou liderados por Lao Shan Sanshu nos invadieron.
Padre Fan Show ya era grande, y le dije: -No padre, vas a la muerte. -¡Oh! Mulán, ¿qué haces? -Padre, me cortaré el cabello, me cambiaré de ropa y cambiaré mi nombre. Ya no soy más Hua Mulán, ahora me llamaré Pinyin.
Y me fui a servir al emperador Shaowon. Las luchas tremendas, muertes, llantos de esposas que perdían a sus esposos, de hijos que perdían a sus padres, de ancianos que perdían a sus hijos. Mi mente no pensaba, mi mente solamente quería abatir a los Sonyou, odiaba a Lao Han Sanshu, el líder de ellos. Pero me hice de amigos; Shando, Lensu y Pao Xen eran con los que siempre estaba. Recuerdo que Pao Xen lo hirieron, estuvo al borde de la muerte, lo curé con unas hierbas. Alguna vez me dijo: -Pinyin, tú me confundes, me confundes, porque te miro de una manera distinta. -Cállate, cállate, Pao Xen. Pero él se sentía como raro, sentía un anhelo distinto. -Eres mi camarada, eres mi hermano de batalla. Sin embargo, ¿por qué siento ese anhelo? -Te ordené que te callaras, Pao Xen. Y él no hablaba, luchaba al lado mío hombro con hombro venciendo a los enemigos. Y pasaron los años y no dábamos cuenta. Morían hombres de ambos bandos. Me había vuelto como insensible.
La leyenda. La leyenda agrandó mi imagen. Fui una humilde mujer transformada en hombre que se volvió insensible, pero no por la insensibilidad misma si no por... porque no tenía lágrimas para derramar. La batalla ocurrió dentro de la dinastía Wei del norte, en la época de Bei Wei, del 386 al 534. Hay tantas leyendas... Dicen que me pretendía el emperador Xoi Jiandi. Lo que no saben los recopiladores de leyendas, que ese emperador vivió un siglo más tarde. ¡Ja, ja! Sí es ciento que había un emperador Khan que me había visto y le pasaba lo mismo que a mi compañero, me miraba de una manera distinta y se sentía como confundido "¡Cómo voy a mirar de esa manera a un hombre!".
Busqué alejarme en batallas, en muchas batallas, hasta que finalmente se logró la victoria, una victoria grandiosa para gloria del Khan. Fue una victoria triste, triste. Es cierto que Khanwen me ofreció los más altos honores, fui el soldado que más luchó y después de doce años me despedí de todos volviendo a casa, triste, desahogada. Muchos meses después ya estando en casa como mujer, tres de mis antiguos compañeros Xando, Lensu y Pao Xen se acercaron a saludarme. Le preguntaron a padre, Fan Show. -¿Dónde está Pinyin? -¿Quién? -Pinyin, nuestro héroe. -¡Je, je, je! -Padre rió-. Tú estás hablando de Hua Mulán. -Quedaron absortos. Xando y Lensu abrían la boca de sorpresa, no entendían nada, pero no Pao Xen, aquel que había caído herido y que yo curé y que siempre me miraba de manera distinta. Se acercó a mí, me miró con unos ojos de amor y me dijo: -Hua Mulán, tenía razón y me siento tranquilo. Yo miraba a Pinyin con ojos de anhelo y me sentía confundido; ¿cómo podía amar a un camarada?, ¿cómo podía ser?, pero algo dentro mío me decía que tenía que haber una explicación. Le puse mi dedo índice de mi mano derecha en la boca. -Cállate, cállate. La guerra ha terminado. Hemos vencido. Vencimos a los Honiu, matamos a Lao Han Shanxu... Ahora viene una época de paz, de prosperidad. Pao Xen me dijo: -¿Tienes pareja? -negué. -No. -¿Me permitirías cortejarte? -Habla con mi padre, habla con el venerable Fa Show.
Tenía tantas heridas, tantas heridas sin cicatrizar todavía... Heridas internas pero no del metal de las espadas, heridas de la muerte, de los saqueos, del incendio, de los gritos, de las viudas, de los huérfanos... ¿Curaría mi pareja esas heridas?, ¿curaría yo las de él? Ahora vendría una nueva historia, una historia seguramente aburrida para vosotros, la historia de Hua Mulán, la Hua Mulán que tuvo pareja en un excompañero de batalla al que una vez le salvé la vida, y ahora nos salvaríamos la vida el uno al otro intentando por lo menos ser felices y borrando, borrando aquellos recuerdos, unos recuerdos atroces, totalmente atroces.
Ya siendo mi esposo, mi excompañero de armas, estuvimos en el funeral de padre. Me recosté sobre el hombro de mi esposo sintiéndome por primera vez mujer, débil, pero débil en el sentido de la ternura, en el sentido de la congoja; pero mi alma, mi alma interna jamás se quebraría, y si tuviera que volver a hacerlo y si tuviera que volver a empuñar la espada lo haría de vuelta. Pero estaba cansada de tanta sangre, de tanta carne quemada, del choque de metales, del relincho de los caballos. Y venía una nueva etapa, una etapa donde podía pintarme el rostro de un color más claro, no teniendo más que disimular ante los ojos de los demás.
Mis otros dos compañeros se quedaron para la boda y prometieron jamás decir una palabra. ¿Cómo transcendió entonces la leyenda? No está en mí explicarlo, sólo puedo decir que soy Hua Mulán, el guerrero chino. La mujer hecha hombre y vuelta otra vez a ser mujer.
Nota del transcriptor: Muchos términos pronunciados no se han podido encontrar como documentados y quedan escritos según se ha entendido la pronunciación.
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