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Psicoauditación - Camilo M. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 21/11/2016 La entidad relata un fragmento de su niñez en Umbro. Creció feliz en su familia hasta que más tarde, desavenencias conyugales desembocaron en ruptura y quedó a cargo de su padre. Siguió una época de armonía para todos. Estaba contento.
Entidad: Siempre me han incomodado los preconceptos y los prejuicios.
Una de las vidas pasadas más difíciles fue en una región donde había distintos tipos de seres humanos, algunos de ellos podían lanzar pequeñas descargas eléctricas con las manos. Diréis, en vuestro mundo y en vuestro concepto tan pobre y pequeño, "Es una alucinación". Pues entonces tocad una anguila eléctrica, y si no conocéis de biología os preguntaréis cómo puede ser. ¿Cómo puede ser que un tardígrado pueda resistir doscientos setenta y tres bajo cero en el vacío o resistir altísimas temperaturas si os han enseñado que hirviendo el agua a cien grados Celsius se matan todas las bacterias? ¿Cómo explicáis que hay bacterias en los costados de un volcán a más de cuatrocientos grados de temperatura? ¿Los han domesticado como sociedad diciéndoles "Esto es así, así debéis aprenderlo? Y tened cuidado de modificar algo de vuestros pensamientos porque vuestra obligación es estar preso de esos pensamientos y vuestra libertad es sólo una ilusión. Portaos bien, vivid como autómatas y tendréis la ilusión de ser felices. ¡Ah! Y acordaros de censurar o de apartar o de señalar a aquellos que no se comportan de la manera que vosotros queréis, que no están domesticados, que no aceptan esas reglas, que no están de acuerdo con dogmas ni doctrinas establecidos para teneros presos para jalarlos de las narices".
Nací en un mundo llamado Umbro, mi nombre era Ezeven, con "z" y "v", Ezeven. Me sentía feliz con mis padres, Eleazar y Ervina, ellos tenían ciertos dones mentales, podían provocar en otros seres dolores de cabeza al punto tal de dejarlos inconscientes. Papá Eleazar incluso iba más allá, tenía el don de lo que vosotros en Sol III llamáis telequinesis, podía mover algunas piedras a distancia y hasta lanzarlas mentalmente. Como vosotros tenéis las anteojeras que en vuestro mundo le ponen a los caballos de tiro, -aquí las monturas se llaman hoyumans, que son similares a vuestros caballos-, con esas anteojeras mentales os cuesta aceptar algo más allá de vuestro raciocinio, de vuestra coherencia. ¿Sabíais acaso que hace miles de años se había medido a vuestro mundo Sol III, con aproximadamente cuarenta mil kilómetros de circunferencia y que casi dos mil años después, en la oscura Europa, se hablaba de que más allá de cierto mar había un abismo? Os han manipulado, os siguen manipulando. Y aquí no se trata de ser ilusos y de creer en todo lo que os dicen, pero existen muchas cosas más allá de vuestra comprensión. Desconozco si tengo sabiduría, no puedo medirme a mí mismo como ser espiritual pero sí tengo muchísimo conocimiento, conocimiento dado a lo largo de centenas de vidas. Ese conocimiento me permite elaborar este concepto que el receptáculo que me alberga traduce al lenguaje hablado. Imaginaros a Newcomb, que decía que nada más pesado que el aire podía volar, viendo hoy una nave surcando los espacios.
Mis mejores recuerdos de mi infancia, como Ezeven, era cuando iba con mi padre, Eleazar, lejos del valle a la montaña, le decíamos a madre, Ervina, que íbamos a practicar lucha de espadas con armas de madera cuando en realidad jugábamos a ver quien desplazaba piedras arrojándolas más lejos o bien hasta qué tamaño podíamos levantarla mentalmente. Madre también era de raza mento pero ella no tenía el don de la telequinesis. A veces veía que discutían. Si bien yo tenía cierta inteligencia era niño y no entendía la discusión de los mayores. Sí, estaba todo bien. Estaba bien el trabajo, nos llevábamos bien con los vecinos, yo tenía muchos amiguitos con los cuales jugar. Padre y madre me advertían: "Ezeven, jamás muestres tus habilidades delante de tus amiguitos porque no lo van a entender". ¡Je, je, je! ¿Acaso no pasa lo mismo en Sol III, en el mundo que llamáis Tierra, que cuando hay uno que es distinto ya lo prejuzgan? Esa palabra que habéis adoptado, que se llama Bulling, te acosan porque eres distinto, feo, lindo, bajo, alto, delgado, obeso, raro, nerd, porque en vuestra sociedad domesticada os han enseñado que los niños son inocentes. ¡Je! Y no es así, los niños son crueles, porque lastiman con su sinceridad. El grande, el adulto, aprendió a ser hipócrita, sigue pensando de la misma manera cruel, despótica pero lo disimula. Disimula su manera de ser escondido en su hipocresía. El niño no, y muestra su crueldad acosando, molestando, castigando.
Pero os han enseñado que no es así, el candor, en la inocencia del pequeño... Si hasta los más pequeñitos se llegan a golpear compitiendo por ver quien tiene ese juguete y no se llegan a lastimar demasiado porque al ser tan pequeños son débiles, pero es como que en sus genes ya llevan ese comportamiento. Quizás el único beneficio de la sociedad domesticada sea que ocultan, bajo la alfombra de la hipocresía, ese comportamiento siendo amables, atentos, sonrientes con ceremonia, con gentileza. Sí, por supuesto que hay seres que son Amor, Servicio y es lo que vale el esfuerzo de que en cada mundo la raza siga existiendo, porque como dijo un excelso maestro "Si unos pocos pueden, todos pueden", el tema es que quieran, el tema es que deseen.
Y fui creciendo. A mis siete años ya comprendía mucho más las peleas, las discusiones entre papá Eleazar y mamá Ervina. Padre es como que estaba sacando a relucir su carácter, su personalidad, era bastante hosco, arisco, molesto. A veces es como que trataba, mi mente, de borrar los recuerdos perniciosos para protegerme pero recuerdo que una vez íbamos en la carreta al poblado a buscar provisiones, intentaron asaltarnos y padre con su mente lastimó mucho a esos asaltantes. No supe, en ese momento, si los había dejado inconscientes o directamente los había matado. Lo mismo en el poblado, ya no me llevaba, iba solo. Después me enteré por madre que tuvo una discusión con uno, con dos, con tres habitantes del poblado y acabó con ellos, con su vida.
Umbro era un mundo difícil, vivíamos en una eterna edad entre antigua y medieval, como se llamaría en Sol III, el que vosotros llamáis Tierra. Se escribían pocos libros pero había aprendido que lo largo de los siglos no se avanzaba, había lugares feudales, granjas, poblados, hordas que saqueaban. Sí que era un mundo difícil, y padre es como que estaba enojado con ese mundo y no soportaba a aquellos que trataban de hacer mal, el problema es que su respuesta era más dañina que lo que querían hacer aquellos provocadores.
A mis nueve años, con un tremendo dolor en todo mi ser, comprendí que padre y madre se separaban. Me dolía el pecho. -Y le transmito ese dolor a mi receptáculo porque mi receptáculo no solamente visualiza todo lo que yo, como thetán, repaso en el rol de Ezeven sino que también siente mi dolor, siente mi emoción, siente mi malestar-. Padre Eleazar le dejó a madre la granja con una pareja de mayordomos, entiendo que también tenían hijos. Le dejó también bastantes metales, digamos, como para que ella no pasara penurias, pero se quedó conmigo, o sea, me fui con Eleazar. Si tuviera que decir lo bueno de todo lo negativo es que cada siete amaneceres, como nos mudamos a un poblado vecino, me permitía viajar a lomos de hoyuman para ver a madre, pero ya no éramos una familia, ya mis padres no eran pareja y trasladé, quizá porque nadie me orientó, esa culpa a todo mi ser, cuando yo era una víctima inocente de la conducta negativa de padre y la pasividad de madre, que en realidad no podía prejuzgarla porque ella no podía hacer nada.
Padre es como que cambió, se separó de madre y su carácter mejoró. En este nuevo poblado no lo conocían, no mostraba sus habilidades. Se instaló en una nueva granja. Yo ya había cumplido once años y era feliz ayudando a padre y es como que iba a visitar a madre y también era feliz. Y dije "Gracias, Señor -dirigiéndome a aquel que está más allá de la estrellas-, gracias porque la separación ha sido para bien". Mamá Ervina estaba feliz en su armonía, en su tranquilidad y papá trabajaba con pasión pero con alegría. Entonces yo me sentía dichoso hasta que cumplí los doce. A los doce años, papá Eleazar conoció a Maneva y empezaron a salir. Al mismo tiempo veía que mamá se frecuentaba con un señor llamado Mureno, que ya tenía una hija de una pareja anterior. Lo tomé como algo normal porque no sabía lo que iba a venir, no sabía las nuevas desdichas que iba a tener. Pero eso es otra historia.
Gracias por escucharme.
Sesión 30/11/2016 De niño, mento, ya tenía poderes. Sus relaciones familiares eran complejas, padre y madre tenían segundas parejas. En cada entorno había algo que le incomodaba.
Entidad: A veces la gente no es ni mala ni buena, supongo que se deja guiar por sus instintos errados o acertados, mas como comúnmente las personas se manejan mediante impulsos diría que esos instintos son errados.
Mi nombre era Ezeven, vivía con padre. Padre Eleazar había moderado su carácter, un carácter impulsivo que como mento, y aparte el poder de mover objetos, lo hacía peligroso con su forma de ser impulsiva. Fue uno de los motivos por los cuales a mis nueve años se separó de mamá. Mamá Ervina también era menta pero sabía controlar sus dones. Yo heredé el don de ambos y con el tiempo fui practicando con papá y veía que tenía en mi interior fuerzas que no podía controlar cuando me sentía mal -no digo cuando me enojaba porque no solía enojarme sino que me sentía mal-, era muy obsesivo, hasta diría compulsivo si no me prestaban atención.
Durante años estuve al margen de la atención de mis padres, que daban más importancia a sus discusiones, a veces por motivos infundados. A veces no, a veces por situaciones fundadas. Pero todo se tranquilizó, fui a vivir con papá Eleazar, veía cada tantos amaneceres a madre y empecé a trabajar con padre en la granja ayudando, y papá de alguna manera se distendía al amanecer practicando conmigo distintos poderes y me empecé a sentir incómodo cuando padre me exigía demasiado. Jugábamos, si se puede tomar eso como un juego, a lanzarnos rocas y a frenarlas con nuestra mente o bien esquivarlas con nuestros reflejos. Una vez llegué, no puedo decir sin querer porque lo estábamos haciendo a propósito, a lastimar a padre en la frente con una roca que le lancé mentalmente. Se molestó de tal manera que me lanzó mentalmente un influjo para hacerme doler la cabeza, lo sentí y caí de rodillas contraatacando. Me sorprendí a mí mismo al verlo caer de rodillas semiinconsciente y en ese momento sentí en mis manos como una luz y se la lancé, ahora sí, furioso, y lo golpeó en su hombro. Reaccioné y fui corriendo hacia él, se estaba recuperando, se saca la prenda superior y se ve el hombro derecho y lo tenía rojo, como quemado. -¿Qué es esto último que has hecho, Ezeven? -No sé, padre, estaba ofuscado, yo no quiero estas prácticas, tú me llevas, y te lancé tan rápido la última piedra que no la pudiste esquivar y tu impulso mental quiso lastimarme, me defendí y casi pierdes la conciencia. Se quedó mirándome, asombrado pero sonriente, como orgulloso de mí y me dijo: -Ezeven, ya tienes once años, todavía eres un niño y eres más fuerte que yo, pero esto último no lo hace ningún mento, manejas como energías de luz. -No sé, padre, es la primera vez que lo hago.
Y fue un calvario, fue un calvario porque todas las mañanas me llevaba a practicar con esa luz y se enojaba cuando no me salía. Volvía a tener ese carácter hosco que cuando vivía con mamá Ervina, y me probaba, y me probaba hasta llegar a enojarme y cuando me enojaba lanzaba hacia las rocas esa energía caliente y las partía en dos. Un día, practicando, se acercaron en hoyuman una docena de hombres que pasaban por el camino y nos vieron, vieron a un hombre y a un niño ambos desarmados, no pensaron que teníamos algún botín que pudieran robar, simplemente se acercaron para divertirse con nosotros. Padre dijo: -Déjame a mí.
Pero con su enorme suficiencia se confundió, descuidándose, y uno de los hombres lo golpeó en la cabeza de plano con su espada aturdiéndolo. En ese momento sentí una ira tan grande, puse los ojos en blanco y sentí como que la tierra se movía, las cabalgaduras se espantaron, ocho de los hombres cayeron al piso lastimándose, huyeron todos, algunos corriendo a sus hoyumans para alcanzarlos, otros en sus cabalgaduras. Padre estaba recuperado, mirándome. -¿Has visto lo que has hecho? -negué con la cabeza-, has movido la tierra, has hecho vibrar todo. ¿Cómo has hecho? -No sé padre, vi que te golpearon de plano con una espada y temí por tu vida, y me agarró una ira tan grande y una desesperación tan enorme que quería destruir todo. -¡Vaya! ¡Vaya!
Dejamos de practicar por unos días, pero algo había cambiado en mí, me sentía molesto conmigo. En casa ordenaba las cosas una, dos, tres veces, recogía agua del arroyo en un cántaro y lavaba las jarras metálicas. Padre no me dejaba tomar bebida espumante, "Sólo agua, eres un niño", me decía. Una tarde se me acerca, venía con un fardo, que lo dejó a un costado, y me dice: -¿Ya has lavado esa jarra? Está sucia, mira. -Está bien, ya está. -Lo miré y bajó la vista pensando que lo iba a atacar mentalmente. Me calmé.
Y vino una época de tranquilidad durante casi un año. Cada tanto la iba a ver a mamá. Mamá Ervina era feliz trabajando. Una de las últimas veces que fui se veía con un señor de piel oscura, me lo presentó, me dijo que se llamaba Mureno. Otra vez fui y el hombre estaba en la que había sido mi casa y había una niña poco más de dos años más grande que yo, Eliana, de piel morena pero de rostro simpático. Recuerdo que hablé con mamá Ervina aparte, y me preguntó: -Ya estás a punto de tener doce años, hace tres que no estoy con tu padre. Me siento sola, espero que no te incomode que forme pareja con este señor. -¡Pero madre, tiene una hija! -Sí, es de una pareja anterior. No tengo porque consultártelo, lo hago directamente porque quiero tenerte en cuenta. Le respondí: -Si te hace feliz, madre, está bien.
Mureno era una persona amable, bastante afable en su manera de ser, notaba en su rostro quizás una incomodidad cuando yo conversaba con Eliana, de cosas triviales, nada en especial. Pero era muy observador, veía que Mureno se ofuscaba. Aunque lo sabía ocultar bien a otros, no a mí, yo me daba cuenta que se ofuscaba. Quizá me prejuzgaba, pensaba que yo veía a su hija como mujer pero yo era un niño, mi mente estaba en aprender de la vida. Entonces, cuando vi que ya definitivamente Mureno y Eliana vivían con mamá, no iba tan seguido. Y al poco tiempo veo que papá Eleazar se veía con una señora que tenía mirada huidiza, bastante desconfiada de todo, su nombre era Maneva. La trajo a casa y me la presentó. Me dijo: -Es una señora muy buena y nos queremos, ella es huérfana, perdió a su padre de niña y hace poco a su madre. De curiosidad le pregunté: -¿Y cómo los perdió?
Me comentó que esta mujer había nacido en unas islas al oeste del continente y que había habido un terremoto que las hundió, y que ella y su madre sobrevivieron en una balsa hasta que unos pobladores las rescataron, luego murió su madre y ella quedó sola siendo hostigada por hombres en una plantación donde trabajaba, y se conocieron cuando papá la rescató de unos hombres que querían abrazarla de por demás. Así me lo explicó padre. Siempre fui respetuoso con Maneva y ella no se entregaba del todo, no sé cómo explicarlo, era muy desconfiada y eso me volvía más obsesivo con la limpieza. Había unos lanudos, tenía una herramienta para esquilarlos y a uno lo había lastimado sin querer porque estaba concentrado en otra cosa. Padre me dijo: -Presta atención, ¿en qué tienes tu mente?
No le respondí, tiré las herramientas y marché para el arrollo, me quedé hasta casi el anochecer. Cuando volví a casa ya estaban cenando, Maneva ya prácticamente vivía con nosotros. Me guardaron un plato de comida, lo comí con muchas ansias, luego llevé el plato al cántaro y lo lavé con un manojo de hierbas una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Maneva, queriendo acercarse afectivamente me dice: -Déjalo, ya está. Pero yo lo seguía limpiando. -Déjalo, ya está.
En ese momento enfoqué mi vista hacia el plato: se calentó, se calentó, se calentó hasta partirse en dos. Maneva fue corriendo para la casa, vino padre. -¿Qué has hecho Ezeven? Maneva está aterrada. -Nada, estaba limpiando el plato y me dijo que lo deje y que lo deje y que lo deje y no había terminado de limpiar porque estaba sucio, porque estaba sucio y seguía sucio y mi vista... -O sea, que aparte de lanzar bolas de energía calientes con las manos lo puedes hacer con la vista.
Eso no me tranquilizaba, eso me hacía sentir mal, y cada día estaba más obsesivo con las cosas, con la vida, con todo. Yo estaba cómodo viviendo con padre a pesar de que me exigía. Estaba cómodo visitando a madre Ervina. Pero a mis doce años todo cambió, Ervina vivía con Mureno, quien era una persona afable, incómodo cuando hablaba con su hija Eliana. Y Maneva, la nueva mujer de papá, que me miraba con una desconfianza y hasta con temor por lo que me había visto hacer. Y esto, esto, recién comenzaba, pero eso es otra historia.
Sesión 06/12/2016 La entidad comenta una vivencia en Umbro donde era distinto a otros, tenía el poder de mover objetos. Esta capacidad no era una carga para él, la aceptaba de buen grado pero no era bien vista por su padrastro y esto le ponía reactivo al punto de auto lesionarse.
Entidad: Cada ser espiritual puede relatar la misma vivencia desde un ángulo distinto, quizá desde su conveniencia o, como decís vosotros, de cómo sus roles del ego interpreten dicha vivencia. También habláis sobre los roles de víctima. No me sentí víctima, tenía cierto -no diría rencor ni despecho- desaliento podría decir. Desaliento, un desaliento muy grande. Desaliento porque como Ezeven, disculpad la expresión, me sentía un paria. ¡Ay Dios!
Cuando iba a casa de mamá Ervina, ella ya se había establecido con Mureno, que no era mala persona, pero yo sentía, intuía que él me veía con ojos distintos, como que yo le molestara. Quizá no tenía ningún problema conmigo, el problema es por Eliana, su hija. Para mí, Eliana era un remanso, me llevaba bien, conversaba. Cuando su papá quedó solo a ella le costaba explicarme qué había sucedido con su mamá, siempre cambiaba de tema, pero de alguna manera es como que ella también había perdido algo, entonces es como que había cierta afinidad y me sentía muy cómodo.
A pesar de mis cortos quince de vuestros años siempre me jacté de andar como un animal que anda en la sabana ecuatorial oriental que se llama becela, sería similar al animal vuestro de Sol III llamado gacela. No se me escuchaba. Un amanecer que me había quedado a dormir escucho -¿discutiendo?-, sí podría decir discutiendo, a mamá con Mureno. -No me gusta, Ervina, como Ezeven está con Eliana, él es raro, él es distinto. -¿En qué sentido, distinto? -le preguntó mamá. -Lo vi... lo vi hacer cosas. -¿Hablas de que se portó mal con Eliana? -No, no, no. A veces estoy trabajando afuera y veo que él mueve rocas. -¡Ah!, era eso. -¿Era eso? -Se asombraba Mureno-. ¿Era eso? O sea, ¿no le das importancia? Es peligroso. Mamá se molestó. -¿Por qué lo prejuzgas sin conocerlo? Eso lo hace desde pequeño, lo practicaba con su padre. Mureno se puso mal, con gesto hosco: -Todavía te acuerdas de Eleazar. Mamá se puso peor: -¿Qué te molesta? Eleazar va a ser el padre de mi hijo siempre. Pero sabes porque me separé, no me gustaba su violencia, sus impulsos negativos. -Entonces no es porque no lo amabas, si no fuera por eso hubieras seguido con él. Mamá se puso reactiva y le dijo: -¿A qué viene todo esto ahora?, estábamos hablando de Ezeven y de Eliana.
Entré a la habitación. Allí se comía, Mureno había armado unos estantes con jarros y platos de un metal liviano. -Si quieres hablar de mí -le dije a Mureno- háblame a mí.
Miré hacia esa pared y todos los jarros, platos volaron hacia el piso. Mureno seguía reactivo, intentó acercarse a mí. Levanté la mano e hice un gesto que en realidad no lo precisaba porque era mi mente, lo de mano quizás era un apoyo, como diríais vosotros, psicológico, y lo lancé contra la pared, no muy fuerte. -No os metáis conmigo, no os metáis con mi padre. -Y me dirigí a mamá: -¿Tú quieres que siga viniendo? -Ervina me dijo: -Te amo hijo, contrólate, Mureno es una excelente persona. -No me pareció. Los vi discutir y me molesta cuando discuten.
En ese momento para evitar tirar algo más o romper la mesa contra otra de las paredes me empecé a rasguñar los brazos, me empecé a rasguñar el rostro, casi que me sacaba la piel en tiras de los nervios. Mureno estaba pálido, se le notaba a pesar de su rostro oscuro. Pero mamá no me tenía miedo, a pesar de verme en ese estado se acercó a mí y me abrazó. -Hijo, hijo, no tienes idea de cómo te amo. Fue como un bálsamo, como una capa de aceite. Y me calmé. -Volveré en pocos amaneceres, disculpad mi arrebato, pero no discutáis por tonterías, soy lo que soy -Lo miré a Mureno-, muevo objetos. ¿Y qué?
Di media vuelta y me marché. Mi cuerpo me ardía, mi piel me picaba. La calma que había logrado cuando mami me abrazó, ¡ah!, había sido momentánea. Marchaba por el camino no montado en un hoyuman, caminando, quería caminar, caminar y caminar y caminar. En mis manos iba teniendo bolas de energía, ¡chasss!, las lanzaba contra las rocas pulverizándolas, ¡chasss!, pulverizándolas, tratando de calmarme.
Se acercó un hombre montado en sentido opuesto, lo miré, hizo un gesto de cabeza saludándome y siguió camino. Confieso que si hubiera sido un asaltante lo hubiera lanzado del hoyuman a veinte líneas de distancia, pero no, era sólo un viajero. Gracias por escucharme.
Sesión 07/12/2016 Se había alejado de sus familiares, tenía unos poderes que no aceptaban y le temían. Estuvo tiempo en un pueblo y necesitaba ver a su familia. Deja unas palabras de agradecimiento para el canalizador, por su trabajo.
Entidad: Entiendo que somos responsables de nuestros actos, de nuestras acciones, de nuestras actitudes, de nuestra manera de encarar la vida, de nuestra conducta, obviamente, y no es excusa decir "Bueno, al no ser adulto puedo equivocarme más, que seré disculpado". O "Puedo tener ciertos caprichos, que tendrán tolerancia para conmigo". O bien "Me encerraré en mi mismo para no tener que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer". A veces los actos hostiles se miden por acción o por indiferencia. Ahora bien; como thetán, como ser espiritual suprafísico cuando estás en un entorno, cuando te crías en un lugar con dones especiales y tu entorno no te comprende, te prejuzga, te califica, el prejuzgar, el calificar a alguien ya es directa o indirectamente una invasión a tu libertad, es como que pierdes el derecho de expresión.
Yo ya no podía vivir con mamá Ervina. Ella me había dicho muchas veces: -Lo siento Ezeven, pero Mureno piensa como que tú con tu don buscas someter de alguna manera a Eliana.
Pero qué mente retorcida el pensar eso de mi persona. No soy hipócrita, debo reconocer que sentía un tremendo rencor por acusaciones infundadas. Lo mismo con papá. Papá Eleazar, con quien justamente había desarrollado los dones, él desde pequeño me había hecho ensayar con distintos ejercicios. Aclaro que ambos eran mentos, papá Eleazar y mamá Ervina eran mentos, se separaron cuando yo tenía nueve de vuestros años. A los doce, papá se juntó con Maneva con quien tuvo un bebé, mamá se juntó con Mureno que ya tenía a su hija de una pareja anterior. Obvio que ni Maneva ni Mureno me aceptaban, y papá y mamá a su manera me amaban, pero intuía, olfateaba, algo interno me decía... Aparte, estaba tan a la vista de que yo molestaba en las dos casas...
Prácticamente vivía en el poblado. Bueno, tenía a favor de que estaba el teatro, en general en los poblados de la zona ecuatorial estaba lleno de teatros que los fines de semanas actuaban, no cobraban entrada propiamente dicha, así como en Sol III pasaban la gorra. Me ofrecí, había descubierto un don nuevo, el que llamáis levitación y a pesar de sembrar la envidia de muchos que trabajaban de hace cientos y cientos de amaneceres me llegaban a pagar bastantes metales plateados porque de treinta personas los fines de semana pasaron a más de cien y obviamente yo era el responsable. Por unos segundos que estaba en escena, solamente por el hecho de verme levitar llegaba a subir gente del público al escenario a comprobar que no había ningún alambre, ningún cable, nada y no podían entender como levitaba hasta una línea del piso. Mis compañeros mismos me preguntaban: -¿Cómo haces? -Es un secreto. -Decía secreto y no decía don porque un don, un poder asusta. -Un secreto y algún truco, alguna trampa debe tener Ezeven para flotar.
Pero no tenían miedo a una trampa, a un truco, sí a un don, sí a un poder. Entonces ganaba metales, podía vestirme mejor. Pude rentar una habitación para mí solo, compré la mejor madera, doble cerradura, porque no confiaba en dejar dinero en establecimientos similares a los que vosotros en Sol III llamáis bancos. Las paredes eran de ladrillo reforzado con un material similar a vuestro cemento, era imposible entrar en casa salvo que alguien viniera con una máquina topadora tirada por seis hoyumans. Pero ni así. Incluso la puerta era reforzada a propósito, la hice hacer por un herrero y un carpintero trabajando en forma combinada, una puerta de madera con un blindaje interno de hierro y una cerradura metálica doble con marco también metálico, y guardaba mis ahorros, que eran bastantes, teniendo poco más de quince de vuestros años.
Pero quería hablar con papá Eleazar, tenía muchas ganas de hablar con él, decirle que iba a ser independiente y que los visitaría cada treinta amaneceres para no molestarlos. Llegué a la casa de padre y no había nadie, padre habría salido y su pareja habría ido a hacer alguna compra. Por lo menos me acerqué para acariciar a mi hermanastro paterno, Rasto. Me acerqué a su cuna y vi que estaba helado, morado, vi que no respiraba, le presioné suavemente el pecho y nada, su corazón no latía y me desesperé, lo primero que atiné es a lanzarle energía de rayos en su pecho una y otra vez, al instante el bebé empezó a respirar y a llorar y atrás mío se escucha un grito: su madre, su madre. Maneva pensó que lo estaría matando y se desmayó, vi que el bebé estaba bien pero me sentí molesto porque siempre, siempre, siempre, siempre me prejuzgan. Veo la figura de mi madre, Ervina. Mira a la mujer desmayada. Me mira a mí, mira la cuna del bebé. Salgo, prácticamente la atropello. Golpeo mi hombro con su hombro y me voy sin decir nada. Apenas me doy vuelta veo que madre está atendiendo a Maneva que se recupera y me señala. En el camino me encuentro con padre. -¡Hijo qué haces! -Vine a visitarte. -¿Por qué tienes ese semblante tan osco? -Pensaba visitarlos cada treinta amaneceres pero creo que voy a desaparecer de vuestras vidas. -¿Qué pasó? -Llegué a visitarte y no había nadie, tu pareja había salido de compras. Me acerco a la cuna y veo que el bebé estaba morado, no respiraba. -¿Pero está bien? -Cálmate -le dije. Lo frené. Me dijo: -Hace varios días que respiraba mal, había cogido un enfriamiento. -¿Y por qué no lo llevaron a atender? -Mi pareja le dio unas hierbas a beber en un recipiente con una especie de chupete. -Padre hablaba de un recipiente similar a las mamaderas terrestres-. ¿Y qué pasó? -inquirió. -Prácticamente no respiraba y su corazón no latía, estaba morado... -Intentó salir corriendo. -Cálmate -le dije. Y lo tomé con mis manos. Me sorprendía la fuerza que yo tenía para parar a mi propio padre. Le lancé energía en su pecho, latió de vuelta su corazón y lloró, se recuperó. Pero tu pareja, como siempre, pensó que estaba matando al bebé y se desmayó. Es más, vino madre, qué no sé por qué justo vino a visitar a tu pareja y seguramente pensó lo mismo, que yo quería matar al bebé. -Padre me abrazó. -Eres un muchacho excelente. Obviamente debes controlar tu forma de ser, tu carácter, el temblor que provocaste la vez pasada fue a propósito. -No lo hice para dañar a nadie, me sentía con furia por... porque siempre hubo malos entendidos conmigo. Pero aprendí a dominar mis dones, evito provocar temblores con mi mente, evito mover rocas, ahora incluso puedo levitar. -He visto que de pequeño apenas podías moverte unas micro líneas de piso, pero ¿qué más puedes hacer? -No sé qué más puedo hacer, estoy trabajando en un teatro, gano bastantes metales. -Quédate tranquilo, Ezeven, le comentaré a Maneva y también iré a visitar a Ervina para comentarle que tú hiciste lo opuesto a lo que ellas pensaban, le salvaste la vida a Rasto Zobar. Ponte en lugar de ellas, te ven en la cuna del bebé lanzándole rayos... Lancé un resoplido y asentí: -Tienes razón padre, ven a alguien con dones desconocidos más allá de un mento, un hermanastro, por lo que ellos piensan que yo tengo celos cuando no es así. No las juzgo por pensar eso, pero está bien padre, si se los aclaras a ambas. Deseo seguir manteniendo relaciones con vosotros, nos daremos una oportunidad más pero adonde tu pareja piense que yo hago algo negativo, o la pareja de madre, Mureno, piense también lo mismo, desaparezco de la vida de todos, y no lo digo en broma. -Me abracé de nuevo con padre. Me dijo: -Lo primero que haré al llegar a casa será decirles. Si tu madre ya se marchó iré hasta su casa a comentarle la verdad. Y obviamente llevaremos al niño a atender, pues si es un enfriamiento que no vuelva a sufrir un nuevo colapso. -Interpreto que no -le dije-, pues intuyo que de alguna manera mejoré sus órganos internos con mi energía.
A padre le caían las lágrimas, lágrimas de arrepentimiento porque él muchas veces también me prejuzgó y lágrimas de... de compasión por ellos mismos, de autocompasión, y de agradecimiento. Nos abrazamos nuevamente. Padre Eleazar fue rumbo a su casa. Yo, Ezeven, marché en sentido contrario, a mi trabajo, donde ganaba metales. Pero no estaba cómodo del todo, me incomodaba despertar envidias. Si no me aceptaban, en la zona ecuatorial había decenas de teatros, ya veríamos.
La vida es un continuo aprendizaje. El tema es cuando los demás, los adultos, los que tienen que entenderte, que comprenderte, que tolerarte -no tolerar caprichos, tolerar tu manera-, no lo hacen, ese es el quid de la cuestión.
Me duele mucho el pecho, y que me disculpe el receptáculo que en este momento gentilmente traduce al lenguaje hablado mi concepto porque le transmito ese dolor de pecho. La tarea de este receptáculo que me alberga no es para nada saludable y muchos no entienden los miles de vida que cambia.
Gracias por escucharme.
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