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Psicoauditación - DSG |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 05/12/2019 Cimmer, Credi Sesión 02/01/2020 Aldebarán IV, Donk Sesión 21/01/2020 Aldebarán IV, Donk Sesión 12/02/2020 Aldebarán IV, Donk
Sesión 05/12/2019 Le estaban torturando unos guerreros de una orden que adoraba al diablo y fue salvado por un caminante. Por el viaje le hablaba a su salvador de las enseñanzas que recogió de su maestro, le hablaba de Dios.
Entidad: Pasaron tantas cosas en mi vida como Credi... Podría decir que Doménico me cambió la vida al iniciarme en la Orden de los Peregrinos de la Espiga. Viéndolo de afuera, impersonalmente, se podría decir que mi vida cambió para mejor. ¡Je!. Sin embargo, en realidad, me llevó a pasar por muchas más experiencias peligrosas de las que hubiera imaginado.
La antítesis de la Orden de los Peregrinos de la Espiga era la Orden Roja, que decían que adoraba demonios, no reconocía al único Dios y se manejaba con magia roja. Los primeros tiempos estudié mucho, muchísimo, cambié mi manera de ser. Me instruí, podía entender a las personas, por lo menos a las personas civilizadas.
Recuerdo que una tarde Doménico vino agitado, había encontrado a un hombre moribundo que le había sacado a la Orden Roja un talismán verde que se decía que anulaba los efectos de la magia roja. Yo amaba al único Dios, pero era escéptico, muy escéptico en cuanto al poder de la magia. Doménico me decía: -Credi, no conoces nada de este mundo y de las cosas que pasan, no conoces la crueldad de los seres de las estepas que a veces están confabulados con la Orden Roja. Quiero que lleves contigo el talismán verde para que te proteja.
Pasé por infinidad de experiencias que no voy a relatar ahora, sólo puedo decir que la Orden Roja no sólo tenía sacerdotes, también tenía guerreros crueles, insensibles, podría decir que hasta disfrutaban el dolor de los demás al punto tal de causarlo sin mostrar un ápice de compasión. Cinco de esos guerreros me alcanzaron y empezaron a torturarme, querían que les entregue el talismán verde, pero sería traicionar a la Orden de los Peregrinos de la Espiga. Nunca me sentí un héroe y creo que nadie puede soportar el dolor, el dolor físico; esas frases hechas "Prefiero morir antes de entregar lo valioso que llevo conmigo" son frases nada más, nadie soporta el dolor, y más el dolor causado por la Orden Roja, que eran expertos, es como que estudiaban la anatomía de cada ser para saber donde le dolía más. Hasta que un guerrero, que seguramente Dios lo puso en mi camino, me salvó, un guerrero irónico que hablaba de manera extraña, sus palabras eran sarcasmos verbales, le interesaba más su caballo que mi persona, pero no por eso iba a negarle mi agradecimiento, mi eterno agradecimiento. No hablaba mucho, le conté parte de mi vida y sólo decía: -Me aburres Credi, me aburres enormemente. -Pero sabía que en el fondo tenía ese rasgo de humanidad. Le dije: -Los lugareños piensan que tú eres hijo de un Dios y una mortal, por eso te llamaron Cimmer, como al planeta. Pero cuéntame de ti. -El gigante se encogió de hombros, medía más de dos de vuestros metros y pesaba ciento veinte de vuestros kilos. Me dijo que su nombre de nacimiento era Feder, un nombre que no le agradaba y se lo cambió por Xagor, con 'X' inicial, Xagor, como nombre de guerrero. -¿Y por qué te dicen Cimmer? -El gigante se encogió de hombros. -Me dicen Cimmer porque como tú bien dices, los lugareños piensan que soy hijo de un dios. Obviamente, si fuera cierto ese dios tuvo que encarnar para engendrar a mi madre. -Pero cuéntame más de ti. -¿Para qué?, me aburres. -Quiero saber; supuestamente eres una leyenda en el norte. -¡Je, je! Una leyenda no maneja esta espada pesada. Pero bueno, de mi padre no puedo decir nada, porque no lo conocí a mi padre y mi madre me crió con mucho amor en un norte muy salvaje. -¿Ella te puso Feder? -Sí. -¿Y no dijo nada que tú te cambiaste el nombre a Xagor? -A madre le importaba mi seguridad. De pequeño me crié con los guerreros de la tribu y no permitía que me faltaran al respeto. -¿En qué sentido? -pregunté. -Tenía seis años, guerreros adolescentes pasaban y me empujaban. Quizá lo dejaba pasar pero cuando uno de ellos empujó a madre, me le trepé a la espalda y le clavé un puñal, murió ahogado en su sangre. -¿Y no te castigaron? -pregunté. El gigante se encogió de hombros. -Era pequeño, me respetaron porque maté a un adolescente siendo niño. No, no me castigaron. Madre sí me retó. -No me gustaría que te críes como esas bestias a los que no le importa la vida ajena. -No voy a permitir que te maltraten, madre. -¿Y qué pasó? -¡Je, je, je! -El gigante rió-. Tengo cien historias para contar, pero no me alejé de la tribu mientras madre vivió. -¿La mataron? -No. A lo último su cuerpo se deterioró por el frío del norte y murió. Supuestamente está con tu Dios. -Es también tu Dios -argumenté. -¡Ay, Credi, Credi, eres tan ingenuo! Te iban a matar por un supuesto talismán que anula magias... Es un simple metal verde. -Te diré Xagor, no Cimmer, que es tu verdadero nombre. -El gigante se encogió de hombros-. ¿Qué tiene de especial ese metal verde? -Primero, quien me inició, mi maestro, Doménico, me dijo que ese metal no existe en todo Cimmer, que cayó del cielo y que un herrero lo talló y lo dejó en forma de talismán. -Muéstramelo. -Me invadió el miedo de que el gigante me lo quitara. Vi su rostro burlón y se lo mostré-. Tiene forma de rombo. Déjamelo tener en mi mano. -¿Para qué? -Quiero, quiero ver una cosa. -Se lo entregué. Movió la mano de arriba hacia abajo con el talismán-. ¡Vaya que es pesado! Es más pesado que el hierro, mucho más pesado, el doble de pesado. -¿En qué piensas? -le pregunté. Me devolvió el talismán. -Soy práctico -dijo Xagor-. Pienso en... ¿Dónde está ese herrero? -No lo sé, habría que preguntarle a mi maestro, Doménico. ¿Por qué?, ¿para qué quieres al herrero? -Porque si es una piedra que cayó del cielo debe ser mucho mucho más grande que el talismán que llevas. Imagínate que el herrero me haga una espada con ese material tan pesado. -¡Ah! Yo pienso en anular la magia de la Orden Roja y tú piensas en tener un arma más perfecta. -¿Y por qué no? -dijo el gigante-, ¿de qué te sirvió tu talismán contra los cinco guerreros que te estaban torturando? Ésta -se tocó la espada-, ésta te salvó. -Tú me salvaste, y te lo agradezco. -Ahora deja de conversar, me aburres. Ya te dije, si me aburres te dejo solo. -No creo que lo hagas, creo que en fondo te simpatizo. -¡Qué dices! Apenas te conozco, me has contado parte de tu historia, una historia aburridísima, muy aburrida; un padre alfarero, alcohólico... ¿Qué historia es esa?, una historia vulgar, común y corriente. ¡La mía es una historia para contar! -argumentó el gigante-. Si te digo las cosas que he vivido, las cosas que he pasado, las mujeres que he tenido te asombrarías. -¿Y dónde está la gran historia en eso?, ¿en conocer mujeres, en tener aventuras? ¿Dónde está Dios en todo eso? -El gigante me miró: -Deja de hablar de Dios. ¿Te ayudó Dios con los guerreros que te torturaban? -Claro que me ayudó. -Xagor frunció el ceño. -¿Cómo te ayudó? -Te trajo a ti. -¡Je, je, je! ¡Ay! Credi vine buscando mi caballo. -Te trajo Dios. -¡Ah! Deja de hablar, por favor, o de verdad voy a seguir el viaje solo. Así que me trajo Dios..., por favor. A las casualidades les llamas designios de Dios. -Y sí, les llamo designios de Dios porque no existen las casualidades -argumenté-, existen las causalidades, todo es causal. -El gigante se encogió de hombros y adelantó el paso, lo seguí detrás en silencio.
Quizá mi vida era más gris, quizá mi vida era más monótona pero yo también tenía proyectos. Me gustaba estudiar, había cientos de libros en la biblioteca de la Orden de los Peregrinos de la Espiga, libros que estaban en los sótanos con puertas bajo tres candados para que nadie los saquee. A los de la Orden Roja no les interesaban los libros, les interesaba los pactos de sangre, les interesaba el sufrimiento ajeno. Y sin embargo Doménico me dijo: -Ellos también son hijos de Dios. -¿Y por qué actúan así, querido maestro? -Doménico me decía: -Porque sus almas están desviadas, pero uno tiene fe de que se enderecen. -¿Fe en que la Orden Roja se enderece? Adoran a los demonios, no reconocen a Dios, ¿cómo se van a enderezar? -Quizá con el tiempo -dijo Doménico. Y yo pensaba "¿Y el ingenuo soy yo?".
Adelante mío iba Xagor sumido en sus pensamientos, yo en los míos. Y yo creo que la vida te da oportunidades para modificar cosas, si no creyera eso, ¿de qué sirve vivir? ¿Que la vida tiene matices? Sí, lo reconozco, qué a veces pasamos por momentos en los que pensamos que el camino se cerró, que ya no tenemos una puerta de salida, y de repente Dios te la muestra a través de alguien, a través de alguien que con su mano te abre esa puerta, a través de Xagor, que me salvó la vida. Y la mayoría no lo reconoce "No fue Dios, fue el destino. No fue Dios, fue la casualidad. No fue Dios, fui yo". Pero sé que en el fondo es Dios el que teje el destino. Muchos se preguntan "¿Y entonces por qué permite las crueldades de la Orden Roja? ¿Por qué permite los abandonos? ¿Por qué permite que mi padre se haya hecho adicto a la bebida? ¿Por qué permite que mi madre, la lavandera, haya sufrido tanto?". Doménico me decía: -Porque Dios da libre albedrío. -¿Y si no lo diera quizá sería peor? -Claro. -Si no tenemos libre albedrío no tenemos libertad, pero el libre albedrío hace que otras personas nos quiten la libertad, es un círculo vicioso... ¿Cómo se sale de ese círculo? -Tenía tanto por aprender todavía. Gracias por permitirme expresarme.
Sesión 02/01/2020 Después de la no agradable conversación con la esposa de un compañero marchó de palacio. En un pueblo encontró una mujer que le cautivó, pero no estaba preparado para entenderla. Tenía que aprender más de la vida.
Entidad: Tenía la cabeza como embotada, me dolía muchísimo, Núria me había preparado un jugo de hierbas porque quizá sería algún problema hepático por alguna comida que me afectó en demasía. Pero aparte mi carácter era mi enemigo, no en el sentido de tener mal carácter si no de ser demasiado perceptivo, y eso me hacía vulnerable.
Recuerdo que había conversado con Núria, y yo mismo le dije: -No me siento responsable de que te hayas separado de Ligor. Me respondió: -No, entiendo de que quizá haya sido la gota que desbordó el vaso. -No, no, no, no; porque de esa manera estás diciendo como que te incité a que lo dejes. Me contestó: -No has captado todas mis palabras. Un vaso tiene mil gotas, no se le puede echar la culpa a la última. Le dije: -Está bien. ¿Cuáles fueron las otras novecientas noventa y nueve? -El que se haya ido a buscar a Randora. -No me lo creo, y tampoco quiero asumir una responsabilidad que no tengo. Me dijo: -¿Acaso te estoy echando culpas? -No lo sé. -De todas maneras quédate tranquilo, Donk, no visualizo mi futuro contigo. -Entiendo que Ligor se fue con la idea de que yo soy el responsable de todo... Y yo soy un ser humano que pasó por muchas soledades, y en algo congeniamos, los besos no fueron inventados ni forzados. -Yo me sentía mal -dijo ella. -Claro, es una manera de hablar "Yo me sentía mal". ¿Por qué no descargaste esa "soledad" tuya con Aranet o con alguno de los otros jóvenes? -Me parece que estás diciendo incoherencias, Aranet tiene esposa, tú no. -Entonces viste en mí alguien en quien disfrazar tu soledad. -No me gusta tu... no me gusta tu argumento, estás haciendo rol de víctima, pensé que habías superado eso. -¡Perdón, perdón! La que se ha quejado de que la princesa y luego reina Samia la tuvo casi una esclava has sido tú, la que ha dicho "Mientras yo estaba en palacio con Samia, tú, Ligor, te ibas de posadera en posadera por unos metales". -No da para más esta conversación -dijo Núria-, me da la impresión como que me estás ofendiendo, me estás atacando. -Es tu punto de vista, no es el mío. Tú dices que yo hice el rol de víctima, yo digo que tú también, y yo pienso que de alguna manera todos agachamos la cabeza. -Ahora estás de defensor de Ligor. -Yo no estoy de defensor de nadie -argumenté-, yo sólo digo que no voy a construir mi felicidad a costa de un castillo derrumbado, de un matrimonio derrumbado, no, y no me siento responsable. Es más; hablé con el rey Anán, con Aranet, con el mismo Fondalar... voy a tomar un poco de distancia, no creo que Zizer vuelva por ahora con Randora. -Núria se encogió de hombros. -Que tengas suerte. -La suerte no existe -le dije-, uno arma su destino. -Vaya, rol de víctima y pesimista. -¡Ja, ja, ja, ja! Bueno, ¿sabes de qué me rio?, y discúlpame, Núria, que lo diga, no somos pareja, no fuimos pareja y estamos peleando como si fuéramos una pareja, esto es absurdo, absurdo. Por momentos hasta me acordé de Shila. Núria respondió: -Si fuera otra mujer diría 'no me compares', pero sería una falta de respeto a Shila. Y entiendo que cada mujer, cada varón, cada persona es distinta a la otra. El diálogo no da para más, la puerta está abierta.
Di media vuelta y me marché. Me puse el cinto, cogí mi espada, puñal, monté mi hoyuman, y antes de la conversación con Núria ya me había despedido de todos, y me marché. Estuve varios amaneceres de un lugar para el otro, de un lugar para el otro hasta que llegué a un poblado, un poblado bastante interesante porque era próspero, grande, no había una sola calle central, había varias calles, rara vez había ido a un poblado tan grande. Pregunté su nombre, se llamaba Dubarra, el poblado Dubarra. Desmonté y dejé el hoyuman en la cuadra, le dejé unas monedas al cuidador. Iba a ir a la posada a tomar algo, en ese momento en la acera me cruzo con una joven muy elegante, muy bien vestida pero no engreída, ¿eh?, simpática, dada. Fue ella la que me habló: -¿Eres nuevo aquí? -Sí, acabo de llegar, dejé recién mi equino, voy a almorzar algo. -Bueno, qué bueno alguien nuevo en el pueblo. -Me dio la mano y se la tomé-. Un gusto. Mi nombre es Lola. -Donk. -¿Donk? Qué nombre raro, ¿eres guerrero? -No, soy... Hice tantos trabajos, fui talabartero, granjero, alguna vez tuve un accidente en mi rostro pero he pasado por infinidad de cosas. -Me tomó la mano y me la miró. -Tienes una mano curtida, ya prácticamente con una callosidad uniformada. Se ve que usas bastante la espada. -Me encogí de hombros. -No, no, no. -¿Me invitas a almorzar? -Me sorprendió. -Sí, Lola, por supuesto. -Pero no a esta posada, vamos más allá, hay una posada más pequeña, más íntima.
Y fuimos. El mismo... el mismo conversar con esta joven, sentía como una ansiedad, como nervios al estómago, y comí poco. Ella también. No tomé bebida espumante, solamente zumo de frutas. Lo mismo ella. -Eres muy atractivo -me dijo. -¡Je, je! ¿Pero en Dubarra todas las mujeres son así de... -¿Me llamas atrevida? -No, espontánea, si no te molesta la palabra. -No, es verdad, soy espontánea y digo lo que siento. Eres bastante atractivo. -¿Dónde vives? -le pregunté. -¿Por qué?, ¿quieres venir a mi casa? -¡Epa! ¡Ja, ja, ja! ¿Por qué?, ¿podría? -Me has invitado a comer, yo puedo invitarte a casa. -Está bien. -Le di un par de metales al posadero y la acompañé. Justo al final del pueblo una casa muy muy linda con un jardín adelante, pero sí, tenía una reja bastante bastante grande-. ¿Y esto? -Por las dudas, para que nadie entre a robar. -Abrió el candado y entramos. Entramos y apenas entré a la sala me tomó del cuello y me dio un beso largo, largo. -Vaya, eres espontánea. -Y me siguió besando.
Abreviaré el relato. Terminamos intimando y me sentí como renovado. Había quedado atrás el recuerdo de Núria ante esta boca fresca, distinta. -¿Dónde trabajas? -le pregunté mientras me vestía. -En la posada grande. -¡Ah, ah! Por esto no quisiste ir a la posada grande y fuimos a la del final de la calle. -Exacto. -¡Ajá! Bien, bien. ¡Pero te pagan bien!, mira como... veo todos los vestidos que tienes, varios pares de botas, ¡vaya! Y eres tan atractiva... qué raro que no tengas pareja o novio, o nada. -No, no podría, por mi trabajo. -¿Trabajas muchas horas? -Sí, y no quiero que ningún hombre me haga perder el tiempo. -Iba a decir algo y me puso la mano en la boca-. Discúlpame, quizá me expresé mal, contigo no he perdido el tiempo, me has hecho disfrutar. -Bueno, me quedo más tranquilo. Me quedaré un tiempo aquí, espero volverte a ver. -¿Sí?, si me invitas a comer mañana. -Por supuesto.
Estuvimos toda la semana haciendo la misma rutina; la invitaba a comer, estábamos un rato tomando un zumo de frutas y luego me llevaba a su casa, al final del poblado Dubarra. La segunda semana fue distinta porque le dije si quería pasear en hoyuman. Y del otro lado del pueblo había bastantes varones que miraban y se reían. Le digo: -¿Se están riendo de mí o de ti? -No les hagas caso. Aparte, no hace falta que te metas en conflictos. -Eso es lo de menos, Lola, manejo la espada mejor de lo que piensas. -Igual no tiene sentido.
Esa semana es como que evitó que la invitara a comer, evitó también invitarme a su casa. Y al tercer amanecer de la segunda semana la veo con un señor mayor del brazo y a los besos. ¡Ah! Soy cualquier cosa menos impulsivo, aparte no soy un mozalbete impulsivo, tampoco soy una persona madura aunque tengo mis años. Otro se hubiera enfrentado. "¿Pero qué haces?". Yo no dije nada, quizá ni me vieron. Por la tarde me topé con ella y se lo dije: -Te vi con un señor mayor a los besos. Pensé que estábamos saliendo. -No entiendo -me dijo. -¿Qué es lo que no entiendes? Pensé que estábamos saliendo. -A ver, Donk, me has pagado la comida, yo no quiero que nadie me pague nada. Me has hecho un favor, te hice otro favor. Por eso te invité a casa. -Me rasqué la cabeza. -A ver si entiendo, tú... ¿tú cobras los favores? -Sí, te dije que trabajaba en la posada grande. -De posadera. -No, de dama de compañía. Me dan unos metales, me invitan a algo y en el piso superior les correspondo con mis caricias. No puedes quejarte, Donk, eres el único al que he llevado a mi casa. -Me quedé pálido. -O sea, que tú eres una... -Me tapó la boca. -No digas. Es mi trabajo, como cualquier otro. -Por eso los hombres se reían cuando íbamos a galopar al prado. -Se encogió de hombros. -Quizá. -Pero entonces quedé como un tonto. -¿Por qué? Me has invitado a comer y has obtenido mis caricias a cambio. Tonto, ¿por qué?, ¿qué hay de malo en eso? -Me ilusioné. -¿Qué edad tienes?, no eres una criatura. ¿No has visto mis ropas?, ¿has visto alguna vez una posadera con cinco botas de cuero, pantalón de cuero?, ¿piensas que una posadera gana tanto? Te falta conocer mundo. -¿Qué edad tienes? Eres una niña. -Se encogió de hombros. -No eres mi padre para censurarme. Además, no tengo familia, tenía unos tíos pero no se meten conmigo. Rescata lo bueno, ¿lo has pasado mal? -No. -Entonces no entiendo por qué ese gesto, como si de repente hubiera ocurrido una desgracia. -Me había ilusionado. -Repito, no eres un chaval, no eres una persona grande, pero ya tienes que tener experiencia, salvo que hayas estado metido en un agujero toda tu vida. -Para nada. Estuve casado, me separé. -Entonces te falta conocer mundo, te falta conocer distintos poblados con distintas posaderas. -¡Je! Conozco una persona así. -¿Ah, sí? -Sí, que antes de casarse vivía de posadera en posadera por cuatro metales. -Bueno, una persona que sabe vivir la vida. -Y sin embargo ahora se separó. -Bueno, volverá a su vida de antes. ¿Cómo se llama tu amigo? -No sé si es mi amigo, se llama Ligor. -Ligor... sí. Yo era pequeña, apenas tenía experiencia y Ligor fue uno de los que me inició en las artes amatorias. -Vaya, no lo puedo creer, ¿estás hablando en serio? -Te lo describo: alto, cabello negro, fuerte, una espada enorme, igual que sus manos, igual que todo él. -¿Y qué pasó? -Nada, él no se complica la vida, me amó un par de veces y luego se marchó, como si nada. -¿Y sirve una vida así? -Sirve. ¿Y a ti te sirve, Donk, tu vida, que te vives haciendo problemas por todo, que te amagas por cualquier cosa? -No me conoces. -No hace falta -dijo Lola-, basta con verte. -O sea, que debo tomarme la vida livianamente. Debo, y disculpa el lenguaje, fregarme en todo, no ayudar a nadie, pisar cabezas. -Te fuiste al otro extremo -dijo la joven-. Nadie habla de pisar cabezas, nadie habla de irse al otro extremo, nadie habla de nada de eso; estoy diciendo que uno debe disfrutar la vida mientras pueda. Fíjate en mí, ¿cómo me ves?, me ves joven, me ves atractiva... dentro de mil amaneceres por ahí esté demacrada, por ahí ya no se fijen en mí. Y de eso se trata, de ahorrar para cuando ya no pueda trabajar. Y te dejo, tengo que seguir haciendo lo mío. -Asentí con la cabeza.
Fui a la cuadra, le pagué lo que restaba al cuidador de equinos, subí a mi hoyuman y dejé el poblado Dubarra. De verdad, como en los teatros ecuatoriales tendría colgarme en la espalda un cartel que diga tonto. Pero esto no era un teatro ecuatorial, era la vida real, tenía que aprender a no entusiasmarme por cualquier cosa, tendría que aprender a saber que no todo lo que brilla es oro y tampoco desdeñar el trabajo de esa joven, era lo que hacía. ¿Quién era yo para cuestionarla? Pero lo más irónico es que quien la había iniciado en... en eso, no sé como denominarlo, había sido Ligor. Aparentemente tengo un lazo con Ligor; amigo, enemigo, compañero, no sé, pero no... no lo envidio y tampoco siento antipatía por él. Pensaréis "¿Entonces me es indiferente?", no, tampoco, no me es indiferente. No me sentí bien cuando se marchó del castillo de Anán, no me sentí bien. Sentí como en parte que yo era responsable de algo. Y Núria dice "No, quizá fuiste la gota que derramó el agua del vaso". Yo no vi novecientas noventa y nueve gotas anteriores. Está bien, no conviví con ellos, pero hasta antes de la batalla de Villarreal no se llevaban mal, y si a mí me quieren hacer creer que la reacción de Ligor en Villarreal fueron novecientas noventa y nueve gotas, no. Sé que soy ingenuo pero no tanto, o por lo menos eso creía hasta que conocí a Lola. Hay muchas cosas que debo aprender todavía.
Quizá vuelva para el castillo de Anán. Gracias por escucharme.
Sesión 21/01/2020 Encuentro cara a cara de dos grandes personalidades. Acusaciones, alegaciones acerca de la situación vivida con Nuria. Había que aclarar las cosas para ser aliados de nuevo.
Entidad: Es cierto que me decepcioné con Lola. Es cierto que pensé que se fijaba en mí por mi ser, por mi persona y me doy cuenta de lo mucho que me falta conocer a la gente. A veces se dice que la experiencia se gana teniendo vivencias, pero yo creo que también se debe prestar atención. El tema es buscar el centro medio y no pasarse al otro extremo de desconfiar de todo y de todos. Quizá me vino bien esa experiencia, el conocer a una joven que yo la idealizaba, por ingenuo, y luego me frustré. Pero entendí que la manera de no frustrarse es no generarse expectativas, ese es el camino, no idealizar y no generarse expectativas, y menos expectativas desmedidas.
En el camino me encontré con Burden. Burden me contó parte de su historia. De pequeña criada por sus tíos que la maltrataban, a los dieciséis años escapó de la casa y conoció a Crafti. ¡Je! Una persona que le parecía noble, que le prometía todo la invitó a su hacienda, donde la terminó encerrando y sometiéndola. Ella se terminó escapando y el malvado la alcanzó, ella lo hirió con una espada, lo hirió mortalmente pero él alcanzó a arrojarle un tazón, un tazón con hierro candente que le cayó en parte de la cabeza. Estuvo más de treinta amaneceres al borde de la muerte, la pobre Burden hasta que terminó sanando. Recuerdo que le pregunté si la familia del herrero que fue la que la ocultó y de alguna manera la atendió y la salvó, qué opinaba de ellos. Burden me dijo: -Creo que el agradecimiento es eterno, pero debía seguir mi camino.
Era muy joven pero muy madura y hablábamos y hablábamos. Yo le contaba parte de mis cosas y no... no le pasaba como otras personas que se aburrían, se interesaba, y no es que lo de ella fuera similar a lo mío, lo mío es nada comparado con todo lo que vivió Burden, pero me prestaba atención. Me sentí como... no asustado, no sería la palabra, impresionado cuando le observé su cabeza y en su cráneo había como un metal fundido del tazón de hierro candente que le había arrojado Crafti, el que la había sometido en su hacienda.
Muchos dicen "Qué pequeño que es el mundo", cuando en realidad no es así, Umbro tiene varios continentes es inmensamente grande. Pero entiendo el refrán, hay miles de caminos por donde andar miles, miles. Y en ese momento veo un guerrero, un guerrero que venía de la región de los dracons acompañado por una adolescente y un niño. Cuando me acerco mi sorpresa llegó a límites inconcebibles, era Ligor. Me sorprendió doblemente; Ligor acompañado por dos niños. Desmonté y me acerqué a abrazarlo. Se acercó a mí, abro mis brazos para abrazarlo y ¡plaf!, en ese momento recibo un puñetazo en el mentón y caigo sentado en el barro. Quedé anonadado. Y Ligor me espetó en la cara: -Me has quitado a Núria. -Levanto mi mano en señal de que la coja y me levante, y pone sus puños en la cintura. -Levántate tú. Y si eres hombre combate conmigo. -Me levanté. -Mi intención no es combatir, mi intención es explicarte, usa tu sentido común. Vas con dos niños, no creo que quieran ver violencia, tampoco la niña que me acompaña a mí. -¡Ahhh! -Ligor respiró hondo. Me dijo-: Ella es Delfina, una joven muy maltratada, y él es Carlo, otra víctima. Y me los crucé en el camino. Le respondí: -Aquí la misma situación; ella es Burden, también una víctima. -Nos sentamos todos en unas rocas.
Le dije que me permitiera contarle mi versión y explicándole de que no me siento inocente de nada pero tampoco soy el perverso y el culpable que Ligor pensaba que era, ni tampoco Núria que había pasado por muchísimo. Hablamos prácticamente media tarde. Me contó que se sentía arrepentido de haber matado a su dracon preferido pero que se había de alguna manera amigado con los dracons, que había conocido a una persona extraña, un hombre llamado Ryuji, un mento criado con los dracons, y que en algún momento había sido discípulo del maestro Fondalar. Nos relajamos. Ligor me advirtió: -Estamos en un impás, pero yo no me olvido de todo lo que pasó, tú eres el responsable de mi separación. -No -negué-, Núria hablaba conmigo, Núria se acercó a mí. Pero en el fondo tú nunca te has preguntado el por qué. Lo hablé con ella, discutimos, en algún momento me dio a entender o me lo dijo directamente a la cara que quizá yo fui la gota que rebosó el vaso. Pero si es así, ¿tú no te has preguntad, Ligor, el resto del líquido que estaba en el vaso quién lo puso?, ¿qué acciones volcaron ese líquido en el vaso? -Ligor insistía en que lo dejaron solo persiguiendo a Randora y que yo asumí el papel de héroe cuando detuve a Zizer. Le dije: -Ligor, ¿de verdad te piensas en el fondo de tu ser que yo planifiqué meterme entre todos los enemigos, incluso los mentos controlados por Zizer arriesgando mi vida para quedar bien? -¿Y entonces qué fue? -Un impulso, fue un impulso, no lo pensé. ¿Si fui un héroe? Bueno. -Otros lo podían haber hecho. -Sí, me tocó hacerlo a mí. ¿Pero acaso me ves que me estoy jactando de ello?, lo tomo como un acto normal, como un reflejo condicionado. Quizá no seamos amigos pero debemos ser aliados. Randora estuvo cariñosa conmigo, ¿acaso te piensas que es de verdad? Porque sí, yo soy ingenuo, lo reconozco, y en algún momento me lo creí, pero me quiso matar. Así que también es mi enemiga, como la tuya, y seguro que Zizer no va a perdonar que estuve a punto de acabar con él. Tenemos enemigos en común, podemos ser aliados. Ligor me miró y dijo: -Esto es nuevo para mí, tengo que asimilarlo... Aliado de Donk. -¿Por qué no? -Porque eres insufrible. -¿En qué sentido? -Porque vives quejándote. -He pasado por cosas -dije. -Todos pasamos por cosas -argumentó Ligor-, pero no hacemos rol de víctima. -Creo que en este último tiempo sí lo has hecho -le expliqué. Cogió el mango de la espada con un impulso-. ¿Ves? -le digo-, ¿ves?, ya estás reaccionando. ¿Qué es eso?, ¿qué te está dominando?, tus pasiones oscuras. ¿Y a qué le hechas la culpa ahora, a los hongos? No has consumido nada, eres reactivo por naturaleza. -Soy divertido, le agrado a la gente. -Pregúntale a la niña Delfina y al joven Carlo si no los asustas ahora con tu postura. -Ligor miró a los niños y vio que tenían cara de asustados. -¡Ahhh! -Volvió a resoplar-. Está bien. ¿Para dónde ibas con la joven Burden? -Para el castillo de Anán. -No quiero regresar ahí -explicó Ligor-, no soy bienvenido. -¡Pero qué dices!, todos te queremos. -¡Ja, ja, ja! Eres cómico Donk, eres cómico. Si me quieres como dices no hubieras estado cortejando a la que era mi esposa. -No la cortejé -le expliqué-, cortejar es otra cosa, es estar atrás de ella, es ser galante, es insistir. -El acercamiento se dio. -Y espera, espera, no esté reactivo, no ha pasado absolutamente nada. Te lo puedo prometer por aquel que está más allá de las estrellas, podré ser ingenuo pero no mentiroso. -¿Os habéis besado o no? -Sí -re conocí-, sí, fue un momento de debilidad de ambos. ¿Pero es para que me claves una espada?, ¿de verdad es tan así? Me has dado un golpe en el mentón, está bien, quizá me lo merezca quizá no, pero ya basta. -Le tendí la mano-. Estréchame la mano... Ligor me dijo: -Acordamos que no éramos amigos, que éramos aliados. -Estréchame la mano como un pacto de caballeros. -Los caballeros no seducen a las damas de otros. -¡Ay! Ligor, el irracional eres tú ahora, hablamos toda la tarde y toda la tarde te lo expliqué. -Burden era bastante más grande que Delfina e intercedió en la conversación. -Ligor, en este momento pareces un guerrero bruto, tiene razón Donk. -Ligor abrió los ojos, una mirada rara, extraña. La miró a la joven Burden y en ese momento largó una enorme carcajada, no paraba de reírse. Se acercó a Burden. Yo me puse tenso pensando que la iba a zamarrear o sacudir, y lo que hizo fue abrazarla. Le toqué el hombro. -¡Basta, basta! Tú no mides tus fuerzas, la puedes quebrar. -Pero vi que Burden sonreía. -Sostengo lo de que eres bruto -dijo-, pero no eres mal tipo. -Ligor la miró. Me miró y me tendió la mano. Nos estrechamos la mano con fuerza. -Iremos todos. Y está bien que vayamos para el castillo porque me siento muy vulnerable con la joven Delfina y el niño Carlo, allí estarán protegidos y también podrá quedarse Burden. -No, yo quiero aliarme a vosotros, fui maltratada, fui ultrajada, estuve al borde de la muerte más de una vez, el metal candente podría haber quemado mi cerebro y lo que hizo fue como ponerse como una placa en mi cráneo. Si hay gente muy perversa me uniré, no soy tan pequeña y puedo manejar perfectamente una espada. Justamente con una espada acabé con el que me ultrajó. Ligor me miró. Y le dije: -¿Por qué no? Burden, sufrida, muy sufrida, maltratada, pero una aliada más contra Zizer. Ligor me dijo: -Entiendo que hay que acabar con Zizer, es muy peligroso. -Puso sus manos como garras, los brazos tensos, se le veían los tendones. Y dijo-: Yo quiero acabar con esa zorra, esa zorra de Randora. -Todos pensamos igual. Y en el castillo serás bien recibido. -¿Y Núria? -Núria no te odia, Núria es parte de tu vida y tú sigues siendo parte de la vida de ella. -Me estás vendiendo una mentira. -No, no te vendo ninguna mentira, no estoy diciendo de que volveréis a ser pareja, no te hagas el desentendido, me has comprendido perfectamente lo que quise decir. -Ligor asintió. Corregimos el rumbo y marchamos todos, con Burden, con la niña Delfina y con el niño Carlo al castillo del rey Anán.
Sesión 12/02/2020 La entidad repasaba hechos anteriores de su vida, de la cual no estaba contento. Tenía que reflexionar y elegir. Un amigo le ayudó a enfocar los puntos y marcar el camino.
Entidad: Recuerdo que cuando llegamos al castillo de Anán, primero se sorprendieron de verme junto con Ligor, luego las cosas fueron normalizándose de alguna manera. Tanto Émeris como Núria se ocuparon de la joven adolescente Burden. Y de los niños, de Delfina que había sido maltratada por su padrastro y del pequeño Carlo, otro niño que también estuvo a punto de ser abusado.
Me sentía por un lado conforme, conforme porque logré aclarar algunas cosas con Ligor y si bien no nos transformamos de repente en los mejores amigos, por lo menos hicimos una tregua cada uno dando su explicación. Pero no era tiempo de bajar los brazos, todavía teníamos una amenaza por delante; Zizer con un poder tremendo y Randora, una de las personas más astutas que había conocido. De todos modos, por momentos me había sentido útil por haber ayudado a frenar la amenaza escabulléndome entre los equinos e hiriendo al líder. Muchos me decían: "No, no has ayudado, has sido el protagonista directo", pero no estaba conforme. Empecé de nuevo a repasar mi vida, algo que no debería hacer. Me alejé de todos y me fui al famoso balcón-terraza donde por la noche muchos días atrás había hablado con Núria. Sentí una presencia detrás mío, era Fondalar. -¿En qué piensas, Donk? -me preguntó. -¡Je!, me rio porque no sabría decirte en qué pienso, estoy haciendo un repaso de mi vida, de mi fracaso con Shila, en la confusión que tuve con Núria. De alguna manera es como que hago un descargo diciendo que ella también tuvo una confusión. Y luego lo más grave, luego lo más grave; cuando en el camino encontramos a Borius, un malvado, el ser que muchísimo pero muchísimo tiempo atrás había raptado a la que luego fue reina a Samia y que tú, Fondalar, con Ligor y otro joven más rescataron y así fue como Ligor conoció a Núria. Y fíjate como cambia la historia, tú mismo lo has constatado con tus dones mentales de que Borius no mentía, de que Samia, la princesa en ese momento le había pagado al villano Borius para fingir un secuestro, todo por haberse enterado de que Núria tenía dones en sus manos y podía lanzar descargas eléctricas y protegerla. No bastaba que tuviera una guarnición con quinientos soldados, no, quería tener una protección personal. O sea, Núria ya no era su doncella, era su guardaespaldas personal. Y uno, al escuchar eso, al ser testigo de la confesión de Borius, ¿cómo no te va a descolocar? Fondalar me miraba y me dijo: -Yo pienso que tu mente estaba en otro lado, no estabas pensando en Borius, en que si bien sigue siendo el villano de Umbro no lo era tanto o Samia resultó peor que él, porque la hipocresía hace mucho daño. Y tampoco estabas con tu mente en el posible ataque de Zizer y Randora, estabas en otra cosa. ¿Exactamente en qué? -Lo miré. -¿Tú puedes leer el pensamiento? -No -negó Fondalar-, puedo ver tu rostro, percibir tu mirada, y estabas con tu mente en otro lado. -Está bien, aprovecho para preguntarte como si fueras un anciano sabio -no te rías, sé que no eres anciano, tienes muchos amaneceres por delante-, pero de verdad quiero preguntarte, Fondalar ¿por qué no estoy conforme con mi vida a pesar de las cosas que he logrado?, que no fueron tantas pero fueron significativas. ¿Y por qué por momentos finjo estar bien cuando en el fondo hay cosas que no cuadran, en el fondo hay cosas que no me cierran? Por momentos es como que vivo en armonía, pasaron las discusiones, pasaron las idas y venidas, es como que todo se normalizó por momentos y sin embargo dentro mío es como que siento un malestar en el estómago pero no de haber comido algo que me cayó mal sino de nervios, de intranquilidad, ansiedad, no sé, llámalo como quieras... ¿Pero por qué, a qué se debe? -A que todavía tienes que trabajar contigo mismo -explicó Fondalar-, a que todavía no has resuelto el rol de tu vida. -¿Resolver el rol de mi vida? -repetí-, he sido Novo, el justiciero. -¿Y cómo te sentías con ese rol? -Bien. -¿Pero te das cuenta de que Novo no existe, te das cuenta que eras tú, te das cuenta de que te sentías bien interpretando un papel? -Supongamos que fuera así, ¿cómo lo resuelvo? -Es muy sencillo -explicó Fondalar-, ¿quién interpretaba el rol? Tú. ¿Quién hacía las hazañas mientras interpretabas ese rol? Tú, Siempre has sido tú. Pero a diferencia de los actores del teatro ecuatorial que hacen el papel de guerrero, de maestra, de granjero para divertir a grandes y a chicos, tú interpretaste el papel de Novo con la destreza de Novo, con la audacia de Novo. Porque los actores del teatro ecuatorial cuando terminan el teatro vuelven a su normalidad, dejan de ser el guerrero, dejan de ser el granjero, dejan de ser la maestra. -Sí, ¿y eso qué me dice?, yo he dejado de ser Novo. -No, has dejado de ser un nombre pero sigues siendo el que portaba esa esencia. No te vistes de blanco, te muestras como eres pero tu esencia sigue siendo la misma. Eres quien eres, eso no cambia. -¿Y por qué no me siento bien? -Está bien. ¿Qué te gustaría, qué querrías Donk, qué te haría sentir feliz? -Tal vez encontrar a alguien que me quisiera de verdad. Yo los veo a vosotros, a ti y a Émeris, lo veo a Anán con la dama Marya, el mismo Aranet con su esposa, Mina lo ama. Hasta el príncipe Gualterio, hasta el príncipe Gualterio con su novia. Quizá lo mío con Núria fue un espejismo por una necesidad y entiendo que lo de ella también, pero fue solamente un espejismo más de parte de ella que mío, porque no voy a ser hipócrita contigo Fondalar, si ella me hubiera permitido yo no hubiera tenido ningún problema en ser su pareja. A ti no te voy a mentir; no importa que yo sea más joven, no importa que ella haya tenido una experiencia de vida tan fea con Samia en el sentido de que estaba enjaulada en jaula de oro, y más ahora que se enteró de que fue todo premeditado, hubiera estado yo Donk para consolarla pero a cambio de que me amase. -Donk, el amor no se obliga, se siente o no se siente de ambos lados. Pero por otro lado tú esperas amor, ¿es así? -Sí -asentí-, es así. -Bien. Pero todo pasa primero por ti. -¿Cómo, en qué sentido? -¿Tú te amas? -me encogí de hombros. -¡Je, estoy acostumbrado a ser quien soy! -No, no, no es esa la respuesta que tienes que sacar de tus adentros, ¿tú te aceptas? -Sí. -Disiento contigo. Si te aceptaras no estarías con esa disconformidad con la que te veo. Por eso te decía de entrada que tus pensamientos son ajenos a lo que relató Borius, a la traición de Samia, a que en cualquier momento aparece Zizer con Randora; a pesar de todo este alboroto tu mente estaba en otro lado. -Está bien, ve al punto -le pedí. -El punto es de que tienes que quererte a ti mismo. -Eeeh... No lo veo claro el punto -insistí. -Claro. De alguna manera es que buscas amor de alguien, indeterminado por ahora, sin nombre, muy bien. Pero para que ese ser indeterminado te ame te tienes que amar a ti primero. Para que ese ser te respete te tienes que respetar a ti primero. Para que ese ser te acepte te tienes que aceptar a ti primero. -Todo lo que has dicho no tiene ni una sola falla. Ahora, mi pregunta es ¿cómo lo logro, cómo lo hago? Espera, espera, déjame seguir, Fondalar. Reconozco que es cierto que la esencia de Novo estaba en mí, Novo no hubiera existido si no estuviera yo, la audacia o improvisación o locura que tuve al ir entre los hoyuman a clavarle un puñal a Zizer, otro no lo hubiera hecho, y muchas cosas que no he contado; sin embarco me falta algo, siento que me falta algo. -¡Pero has hecho muchísimo! Has hecho muchísimo; has formado parte del triunfo de Villarreal, más no se puede pedir. Repasa con un pensamiento todo lo que has logrado. -Es cierto, es cierto. Lo hago, lo hago. -Porque en una batalla no solamente es combatir hierro con hierro, sangre por sangre, también es rescatar gente en peligro, también es ir en las sombras desenmascarar a tus enemigos. -Lo entiendo perfectamente, Fondalar. Lo que yo quiero es dejar de fingir armonía y que por dentro aún siento cierta intranquilidad, como que de repente hubiera un volcán oculto en una cima y yo estuviera sentado en la punta y ese volcán estuviera a punto de estallar y lanzar la lava ardiente. ¿Por qué me siento así?, ¿por qué espero que de un momento a otro algo estalle?, y no te hablo de estar alerta, es algo mío. Fondalar me miró y me preguntó: -¿Está pequeña conversación que hemos tenido te ha servido?, ¿te ha sido útil? -Sí, me siento de alguna manera con la mente un poco más clara. Lo de aceptarme, lo de amarme me resulta ridículo, o sea, no... no lo termino de entender. Está bien, me acepto, me respeto y no permito que el otro me falte al respeto, perfecto. Pero amarme no lo entiendo, no lo termino de entender. Fondalar me dijo: -Está bien, deja eso de lado, acéptate y respétate. Al respetarte puedes exigir respeto del resto. Al aceptarte será más fácil que otros te acepten. Después ya vendrá el tercer paso, el amarte para que otros te amen. -Iba a decir ¡vaya que eres complicado!, pero creo que no, Fondalar, creo que el complicado sigo siendo yo. Discúlpame, aún creo que tengo mucho trabajo por hacer en mi interior, pero sé que si igual no me impide estar presente, estar alerta que venga lo que venga, estaremos todos juntos codo con codo o espalda con espalda luchando o compartiendo un licor o una bebida fuerte. Fondalar me dio una palmada en el hombro y me dijo: -Voy a ver cómo están los chicos. -Me sentía... me sentía raro, quizá todavía el polvo del camino me estaba afectando. -Tómate una bebida espumante -me dijo Fondalar. Me volvió a palmear el hombro y se marchó. Pero ya no me quedé con mi soledad, ya no me quedé con mi soledad.
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