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Psicoauditación - Guillermo B. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 28/11/2016 Aldebarán IV, Cantas Sesión 12/12/2016 Aldebarán IV, Cantas Sesión 08/02/2017 Ran II, Serge Nauer Sesión 01/03/2017 Ran II, Serge Nauer Sesión 07/06/2017 Ran II, Serge Nauer Sesión 07/06/2017 Ran II, Serge Nauer Sesión 10/11/2021 Gaela , Luciano Sesión 15/11/2021 Gaela , Luciano Sesión 28/11/2016 En Umbro tenía el poder de mento pero no lo había utilizado. Llegó la ocasión con unos maleantes. Su pareja no lo aprobó, se enfrió la relación por su don.
Entidad: Muchas veces nos pasa que descubrimos que podemos ser mejores en algo y, hipotéticamente, nos empapamos en euforia o nos fundimos en la vanidad o nos envuelve una capa superficial de ego.
Nada de eso me ocurrió. De repente me sentía extraño en el rol de Cantas sabiendo que parte de mí era mento, al igual que Karas, mi gran amigo. Pero las dos preguntas, los dos interrogantes más grandes eran, uno: ¿Por qué no sobresalió antes ese don? ¿Por qué no lo experimenté de niño? Y dos: De quién lo heredé, ¿de padre?, ¿de madre? Porque entiendo que al igual que Karas soy un semimento, esto significa que no tengo la herencia de los dos sino de uno.
Ya había pasado ese capítulo de la menta Arcadia persiguiendo a Osión, que usaba sus dones para el mal. Ya había pasado el capítulo donde Fondalar había salvado nuestro pellejo y reflexioné, reflexioné. Reflexioné que por pecar de ingenuo hacía las cosas mal. Recuerdo cuando me impacté de Barbana, la noble que me invitó a su palacio. Primero me sorprendió porque una noble invitando a un labriego a que vaya con ella, hasta que !je!, me indicó que vaya a donde la servidumbre porque le faltaba gente para servir en su gran fiesta. ¿Me sentí humillado? Sí, pero más me sentí estúpido por haberme engañado porque Barbana en ningún momento me dio pistas; Azula, esta hermosa aldeana que muchísimas veces me hablaba, me daba infinidad de señales y era yo quien no le prestaba atención. Hasta ahora.
Y empezamos a salir. Nuestra vida siguió normal, trabajando con Karas. Karas me decía: -Te comenté más de una vez que voy a seguir mi rumbo. Le respondí: -Es tu decisión. Te extrañaré porque eres un gran amigo pero si buscas otros horizontes... Bueno, te deseo de verdad lo mejor.
Pero aún no se iba y era la tercera vez que me decía que estaba por marcharse. ¿Le retenía el apego al lugar? ¿Mi amistad? De a poco la aldeana Azula me fue entrando en mi interior en el sentido de que empecé a sentir algo por ella. Nos besamos, luego en un lugar apartado ella se abrazó conmigo de una manera muy insinuante y le dije: -Es demasiado apurado. -¿No te sientes seguro? -me preguntó. -Sí, pero por ti. -Yo me siento segura.
Yacimos en el pasto y en medio del bosque intimamos, y para mí era algo nuevo, distinto, bello, sano, puro y sentía, no sé si fue en el desmedro del amor o no, pero sentía como cierta ternura, como que tenía que protegerla, la veía frágil, y luego quedaba extenuado, tendido en la gramilla y veía que ella estaba más entera y me reía por dentro pensando "¡je!, yo soy el que la tengo que proteger y apenas puedo con mi cuerpo". Y estuvimos así muchos amaneceres y muchos anocheceres. Karas no me preguntaba nada, me decía: -Cantas, te veo feliz. Y yo le decía: -Soy feliz, Karas.
Karas la miraba, a Azula. Me miraba con ojos sonrientes y me decía. -Quizás es tu destino.
Y fueron pasando los amaneceres y un día fuimos ambos a tomar un par de bebidas, yo una bebida espumante ella una bebida dulce, en la taberna, en un lugar apartado. Y siempre cuando uno busca tranquilidad algo la altera. Aparecieron dos guerreros desconocidos que aparentemente no se fijaban en nadie, no provocaban a nadie. Se sentaron en un tipo de taburetes en el mostrador hasta que uno de ellos se fijó en Azula y lo golpeó con el codo al otro en las costillas. Se bajaron ambos y vinieron a nuestra mesa. -A ver mocito -dijo uno de ellos-, ¿la joven trabaja acá en la casa o la tienes alquilada por el día? Sin levantarme les dije: -No trabaja en la casa ni la tengo alquilada, es mi pareja. El segundo se sonrió, frotándose la barba. Ambos eran fornidos. -¡Pues vaya lo que es la vida! Aquel que está más allá de la estrellas te recompensó bien, me parece que es demasiado mujer para ti. -Creo que vuestras actitudes, vuestras palabras están de más. -¿Y que vas a hacer al respecto?, veo que ni siquiera estás armado. -¿Quien dijo que no?
Me paré, era un poco más bajo que ellos pero enfoqué la mirada en ambos. Yo no tenía el poder de un mento total pero se retorcieron de dolor de cabeza. En ese momento los aticé a ambos con un madero desmayándolos pero estaba tan fuera de mí que los seguí golpeando en la cabeza, en el cuerpo, hasta que la propia Azula me tomó de los brazos y me frenó. No los había matado pero seguramente les fracturé algún hueso del brazo, de la pierna, varias costillas. ¿Había reaccionado de más?, o pensaría, sino hubiera sido un semi mento me hubieran golpeado o matado, se la hubieran llevado, a Azula, la hubieran violado. Al fin y al cabo se lo merecían. El dueño del lugar no quiso que pagara los daños rotos, un par de bancos, una mesa, ni siquiera mi bebida espumante, ni la bebida dulce de Azula. -Está bien, está bien. -Me conocía de tiempo atrás pero nunca me había visto así, estaba impresionado, asustado o sorprendido-. Puedes irte, nosotros nos encargamos de esta escoria.
En el camino, Azula hizo la pregunta de rigor. -¿Cómo has hecho? -Cómo he hecho, ¿qué? -Vi que te paraste y sentí que tu mirada era distinta y ellos estaban perturbados o con su cabeza embotada y en ese momento tuviste la oportunidad de golpearlos, pero qué fue lo que causó lo primero. -Hubo un episodio tiempo atrás. Había en el poblado, que tú lo habrás visto infinidad de veces, un hombre que era mento y una joven menta que lo buscaba para vencerlo. Le relaté todo el episodio, que no se lo había relatado antes, por lo menos no en profundidad y ahí descubrí, le confesé que era parte mento, no sé si de madre o de padre. Se separó un poco de mí. -¿Y eso es bueno o malo? -Su pregunta me... no me incomodó, directamente me molestó. -¿Es bueno o malo saber montar a caballo? ¿Es bueno o malo saber manejar una espada? ¿Es bueno o malo saber disparar una flecha? -No es lo mismo -me dijo ella. -Es lo mismo; hay guerreros diestros con la espada que la usan para saquear aldeas y otros para defender gente inocente. Este don que tengo ¿por qué habría de ser distinto? -Porque no es normal. -¿Normal para quién? En el norte, muy al norte y casi llegando al oeste con el borde del océano cerca de las montañas azules hay unos hombres que entre la muñeca bajo la mano, el antebrazo, hasta mitad del pecho tienen como una protuberancia que hace de alas, los famosos hombres alados. Son distintos, ni mejores ni peores. He conocido los lomantes, altos, quizá con una fisonomía que puede asustar pero son gente noble y buena. ¿Por qué un mento habría de ser distinto? He conocido un mento, Fondalar, que nos ha relatado un anochecer mientras compartíamos comida y bebida, que había salvado infinidad de vidas. Entonces, no entiendo tu pregunta "¿Es bueno o malo?". Buena o mala es la persona, no el don que posee. El don de mento, el don de manejar un arma, el don de galopar con el hoyuman, el don de actuar en los teatros de la zona ecuatorial, el don de saber labrar la tierra, ¿es bueno o malo? Me parece una pregunta tonta. Estaba molesto, de verdad. -O sea, que me llamas tonta -dijo Azula.
No le dije que no, quedé en silencio, y como decís vosotros en Sol III, el que calla otorga. Seguimos viéndonos pero no estaba cariñosa y yo cada vez más molesto. Se lo conté a Karas. Le digo: -Es como que me tuviera miedo. Me preguntó si era bueno o malo mi don. Karas se rio y me dijo: -Es como que si el sol que sale a la mañana es bueno o malo, porque en verano da demasiado calor y en invierno no. Es como si la nevada en el norte es buena o mala. Es. -Así pienso yo -afirmé-, pero no entiendo porque ella me rechaza.
Y me sentí mal conmigo mismo otra vez, este don que como dije al comienzo del relato podía envanecerme o hacerme sentir con euforia o con una capa superficial de ego. Ahora lo sentía como una carga. Seguí viéndome con Azula pero evitaba ir al bosque, alejarse de donde estaba la gente, no quería estar conmigo a solas. Intenté besarla y le dije: -Quiero estar contigo. -Estoy distinta -me dijo. -O sea, no te atraigo más. -No, no, soy yo no eres tú.
Vosotros, en Sol III, habréis escuchado mil veces esa frase "no eres tú, soy yo", una manera de sacarse al otro de encima. Y sentí que mi estima se derretía como nieve en la zona ecuatorial. Bajaba mi estima y mi molestia, esa rabia interna, esa impotencia, hasta sentía como cierto desprecio por Azula. ¿Qué le molestaba de mí, si yo ya se lo había aclarado? Los dones no son buenos ni malos, buenas o malas son las personas. Y es todo por ahora. Es todo.
Sesión 12/12/2016 En Umbro. Luego de un desengaño, de una humillación con una noble volvió a su pueblo, allí estaba su amada. Un día la encontró con su amigo pero todo se resolvió de maravilla.
Entidad: ¿Qué es más difícil, adaptarse a un lugar, adaptarse a una nueva situación o adaptarse a uno mismo habiendo descubierto cambios?
Sentía como que era otra persona, con un don que no terminaba de asimilar si era un don o era algo negativo, que en el fondo no quería. ¿Y por qué? Porque vi lo poderoso que había sido Osión, el mento de las montañas, o Arcadia, la mujer menta. Es como cuando tú te vas de la zona ecuatorial y aprendes el arte de la espada, si eres bueno se corre la voz en los distintos poblados y siempre va a haber alguien que te desafía para luego poder decir "Yo, guerrero Tanto, he vencido a tal persona". Lo mismo sucede siendo mento, por alguna razón te ves forzado a utilizar ese don -que además es un don a medias porque entiendo que uno de mis padres no fue mento- y que venga otro mento con malas intenciones y busque vencerte hasta aturdirte o directamente quitarte la vida. Por eso digo, ¿hasta qué punto uno quiere ese don si no lo sabe usar?
Ya se me había pasado la humillación que sentí con Barbana, la joven de clase noble. Me había deslumbrado pero yo pensé que era algo más, solamente me había encandilado con sus modales finos, delicados. Cuando me invitó a su palacio era para usarme como servidumbre. Y de alguna manera, cuando te encandilas no miras lo que tienes al lado, cuántas veces Azula me había pasado inadvertida hasta que finalmente empecé a reparar en ella. Yo sé que ella estaba enamorada de mí, sin embargo cuando descubrí lo hermosa que era por fuera, por dentro, lo noble, aparte de amor me dio ternura y luego deseo, y quería expresarlo a través de abrazos, caricias. Sentí que me rechazaba, pero ¿me rechazaba porque yo era un semi mento? ¿Por qué? El don se puede usar para bien o para mal. Tú tienes una daga, puedes degollar a alguien o puedes usarla para defender a alguien o para abrir una herida que supura, limpiarla con hierbas y luego dejar que cicatrice. El don es como la daga, no es bueno o malo, es quien lo porta, quien lo tiene.
Una tarde voy al poblado a buscar provisiones, cuando vuelvo me encuentro a Azula, apartada, hablando con Karas. Él solamente escuchaba. De repente me ven y Azula calla, deja de hablar. Sentí como un malestar en el estómago, ahora estaba cortejando a Karas. Me acerco con cara de pocos amigos. Karas sonríe, me desconcierta. Azula baja la vista. La saludo. Ella hace un gesto con la cabeza pero no abre la boca. Karas me toma del hombro. -Ven. Cantas. -Traje las provisiones. -Déjalas. Ven. -¿Qué sucede? -le pregunto. Quiero comentarte de Azula. -¡Que! ¿Ha decidido estar contigo? Karas me mira asombrado. -¡Qué dices! ¡Qué pasa por tu mente! ¿Qué piensas? -lanza una carcajada-. Hombre, ven. Nos sentamos en un tronco. -Ella te ama, te ama tanto que le daba como cierto pudor confesarte algo.
Yo me imaginaba mil cosas. Karas, como adivinando mi pensamiento, dice: -Espera deja que te cuente, no te imagines nada, no saques conclusiones mentales. No es que tenga más confianza conmigo, te ama y le da vergüenza contarte lo que le sucedió. Cuando era más pequeña fue al poblado, había dos jóvenes simpáticos, a ella no le interesaban pero el hecho de que tenían un rostro noble y estaban medianamente bien vestidos entendió que no eran forajidos ni nada por el estilo. El más joven la ayudó pidiéndole permiso para llevarle las provisiones, ya que ella había venido a pie. Ella aceptó y en mitad del camino el joven suelta las provisiones y empieza a abrazarla, ella le dio una cachetada y sintió una punzada de dolor en la mente cayendo de rodillas. No entendió qué pasaba, el joven era un mento. Ella en ese momento desconocía lo que era un mento, no sabía el poder que tenía dentro suyo pudiendo hasta debilitar, confundir, desmayar a otra persona, y eso es lo que quería, desmayarla y luego violarla. Aturdida pero todavía despierta escucha un 'ziuu', una especie de sonido, y ve que el joven se retuerce con una flecha atravesada en su garganta y una joven de rostro algo oriental a cincuenta pasos de distancia le había disparado al joven que instantes después cayó sin vida. Azula tardó en recobrarse, su mente estaba aturdida. La otra joven vestida de guerrera la levantó, le dio agua de su cantimplora y le dijo "Te he librado de una buena". Fue la joven, la oriental la que le ayudó a llevar las provisiones asegurándose de que nadie más les seguía. El otro joven, el compañero de este mento, no se supo más nada, al ver que su compañero no estaba, se habrá ido del poblado. Pasó muchísimo tiempo pero Azula quedó con la idea de que un mento casi la somete por la fuerza. Me lo contó y yo sonreí. Le dije "Yo también soy semimento, igual que Cantas, no somos todos iguales". Atrás, en el desierto, yendo hacia el este donde están los dromedans hay unos seres mucho más grandes con bastante pelo en todo su cuerpo, se llaman lomantes, quien los ve piensa que son salvajes, sin embargo son tan o más inteligentes que nosotros e igual de pacíficos. Al contrario, es raro ver lomantes que saqueen aldeas. Algunos son nómadas, otros viven en grupos". Conversamos todo el tiempo que tú has ido al poblado y entendió.
Me sentí aliviado. Karas me dice: -Ella te prejuzgó, tú también a veces prejuzgas. No se deben hacer juicios antes de tiempo. Yo me ocupo de las provisiones, ve con ella.
Me quedé congelado, como petrificado en el tiempo. Miré hacia la izquierda y Azula me miraba. Me acerqué, se acercó. Nos abrazamos, las lágrimas rodaban por su mejilla. Le besaba la mejilla, me besaba la otra mejilla. Le besaba la frente, le acariciaba el cabello. Me tomó de la nuca y alzándose en punta, de pies, me besó en la boca. Le respondí el beso tiernamente, suave, muy suave y le dije de todo corazón y con total sinceridad: -Azula, te amo. -Yo también -me respondió-. Yo también, Cantas.
Esa noche nos fundimos en un solo ser y todo lo demás desapareció de nuestras mentes. Mañana sería otro día, era cuestión de vivir el momento. Gracias por escucharme.
Sesión 08/02/2017 La entidad relata que en Ran II trabajaba con circuitos integrados en una empresa aeroespacial, bien pagado. Pero parecía haber algo extraño en lo que se fabricaba. Algo espinoso.
Entidad: Me habéis canalizado en un momento donde mis recuerdos de una vida lejana han salido a flote, me molesta, me incomoda. ¿Pensáis que en el plano suprafísico no existe el mal humor?, os contradigo, existe. O quizá me lo pasa mi rol de esa vida.
Me llamaba Serge Nauer, trabajaba con integrados, integrados de vehículos, integrados de distintas maquinarias, y como lo había hecho desde aproximadamente desde los dieciocho de los vuestros años, a mis treinta de vuestros años verdaderamente me consideraba que sabía bastante. No me pagaban muchos créditos, habían compañeros que eran conocidos del sobrino del jefe que ganaban más que yo, no me preocupaba, tenía antigüedad. Estaba solo, había tenido un muy doloroso fracaso amoroso. Ahora había conocido a una joven, Adela Zouto, era microbióloga y nos estábamos conociendo. Pero vivía solo y con los créditos que me depositaban me alcanzaba y podía ahorrar, por lo cual, honestamente, no me despertaba ninguna envidia -como decís vosotros en vuestro mundo-, los acomodados de turno, los privilegiados. No me despertaban envidia mientras me dejaran trabajar tranquilo.
¿Pero qué sucede con el ser humano en distintos mundos? En Ran II, donde yo vivía, sucedía lo mismo que en Sol III; podían ganar el doble de créditos que yo, trabajar menos horas, estar menos controlados pero siempre, siempre, siempre, siempre, siempre algo les molestaba de mí, el que fuera aplicado, el que a veces aún mordiéndose los codos tenían que pedir ayuda con respecto a un trabajo que no les salía bien, y honestamente de buena manera y de buen corazón los ayudaba, pero en lugar de agradecerme es como que se mordían los labios de tener que pedirme ayuda. Me fueron haciendo hueco. Me fueron haciendo hueco en el sentido de que en el comedor de la empresa prácticamente me sentaba solo en una mesita, había una mesa grande con la que podía compartir pero hablaban entre ellos. De repente yo tocaba un tema y asentían con la cabeza y seguían con su tema, yo era invisible para ellos.
Un día me llamaron de arriba, de arriba se entiende del jefe. -Mire, Nauer, hubo quejas de que sus productos tienen fallas. Le digo: -Señor, justamente tengo a mi supervisor directo que antes de entregar los integrados revisa todo lo que yo hago y -honestamente me abrí con el jefe y le dije- honestamente es uno de los pocos que me apoya, justamente. -Su supervisor fue dado de baja ayer y antes de irse dijo que por amistad a su persona no le controlaba los productos defectuosos. Debido a eso ni siquiera le pagamos indemnización. Para evitar un juicio usted, Nauer, tendrá su indemnización pero... -O sea, ¿ni siquiera me van a dar recomendación? -¿Recomendación?, gracias que no pierde la indemnización. De todas maneras, hoy puede trabajar todo el día. Me rebelé y dije: -No, no es necesario.
Presenté mi móvil, el lector de mi móvil acepta un formulario donde yo renunciaba y leyó otro formulario donde me integraban una suma de créditos a mi cuenta electrónica. Constaté que estaba todo en orden. Me dio la mano, que para mí fue invisible pues no le extendí la mía. Saludé correctamente: -Buenas tardes. Y me marché desolado porque a pesar de estar trabajando tantos años y de que me hayan hecho varias veces hueco, vacíos, desprecios, maledicencias -como decís vosotros en Sol III-, uno es un animal de costumbres y ahora estaba solo en casa. Busqué por la web distintos empleos. Tenía un amigo, un amigo de la facultad que no nos habíamos dejado de ver, con él y otros compañeros, nos reuníamos cada tanto a cenar. En aquel entonces yo estaba en pareja. Me encontré con él y dos amigos más. Me preguntaron por mi pareja. Les dije: -No salgo más hace casi un año. Salgo con una chica llamada Adela, tiene un carácter un poco frontal, una manera de ser quizás no igual a la mía, quizá de más carácter que yo, seguramente exigente pero si tengo que destacar una virtud en Adela es que es frontal, y frontal es estar en la acera opuesta de lo hipócrita, pero claro, tienes que aguantarla si es frontal. Ojalá en mi ex-trabajo hubieran sido frontales y no falsos. Mi amigo principal me preguntó: -¿Qué te sucedió? -le conté todo. Me dijo: -Mira, estoy trabajando en una empresa de investigación espacial, ¿tú dices que trabajas con integrados? -Sí -asentí. -Pues justamente precisamos a alguien allí, si quieres puedes presentarte mañana, dices que vienes de parte mía. -Pero encantado de mil amores, no me importa incluso lo que me paguen.
Me dio una cifra, era casi el doble de lo que yo ganaba en mi antigua empresa. Me pasó la dirección, me la anoto en mi móvil y al día siguiente me presenté con ropa formal. Muy gentilmente la señorita de recepción me envió a la sección dos. Me atendió un señor bastante mayor. -Usted es Nauer. -Sí, señor. -Bien, obviamente va a empezar en grado 1. Quizá le lleve años llegar al grado 2 y años llegar al grado 3 pero haciendo las cosas bien, aquí tiene futuro. -Lo que diga, señor. -No necesito obsecuentes. -Señor, no soy obsecuente, simplemente trato de ser obediente y ordenado, y no digo a todo que sí. -Bien. -Me miró con una mirada más suave. -Mi nombre es Arnold, soy encargado. -¿Qué grado tiene? -No importa mi grado, soy el encargado de toda la planta. Si hay algo que funciona mal, si hay algo que no entiende me lo hace saber. Lo que no quiero son las quejas. -Señor, yo no soy de quejarme. -Bien. El joven que está aquí -lo llamó-, acompaña a Nauer y enséñale los integrados, lo que tiene que hacer. Tengo entendido que trabajó en una empresa anterior pero esto nuevo, esto es investigación espacial. -Está bien señor, lo que no entienda lo preguntaré. -Bien, andaremos bien entonces. Me dio un puntero y me hizo firmar en una superficie electrónica: -Listo, ya está registrado.
Fui a mi nivel, los integrados eran distintos. Ese día, honestamente, lo molesté al joven porque le pregunté veinte interrogantes: Cómo se encastraban, cómo funcionaban, el armado... Tuvo mucha paciencia, pero al tercer día ya estaba práctico. El mismo jefe de planta, Arnold, me dijo: -Hay personas que demoran hasta quince días en tener su facilidad, así que adelante Nauer, no me falle. -No, señor.
Tenía compañeros, no eran nefastos como mis excompañeros tampoco eran la mar de simpáticos, hacían lo suyo, saludaban. También teníamos una planta comedor bastante más grande que en la empresa donde yo estaba y con una comida de mejor calidad que directamente no la descontaban del sueldo, formaba parte. Bien. Y encima ganaría más. ¿Qué podía pretender? Vosotros en Sol III decís "Pero no todo son rosas, a veces las rosas traen espinas". A veces, en realidad no hay rosas que no tengan espinas.
Una tarde vi un integrado que no conocía, el joven no sabía decirme de qué se trataba, quizá llegó a mi sección por error. Llamó a un empleado del grado 2. -Disculpe la molestia, soy Serge Nauer, aquí me llegó un integrado que no entiendo ni siquiera qué integra. Me lo sacó de las manos -yo diría casi bruscamente-, y me dijo: -Esto no es de tu grado. Si alguna vez llegas a ver un integrado así me lo haces saber. -¿Tu nombre? -Dorme. -Bien, Dorme, se lo haré saber.
Quiero ser honesto, Dorme no me gustaba para nada, Dorme tenía una mirada cruel diría yo, más cruel que mis excompañeros, y de la forma que me sacó de las manos casi arrancándome el integrado diciéndome "Esto no es de tu grado". ¿Qué era lo que había encontrado ahí? Conocía todo tipo de maquinarias, maquinarias agrícolas, de transporte, maquinarias de rieles, maquinarias aeronáuticas. Sería algo nuevo en investigación espacial, pero ¿por qué tanto misterio? El joven compañero me dijo: -A mí también me llegó una vez una pieza así y estuvieron a punto de echarme porque quise averiguar. Mi recomendación, Nauer, es que no pregunte. -Está bien.
A la mañana siguiente vino el jefe de planta, Arnold. Me preguntó si había sucedido algo. -No, no; simplemente encontré una pieza integrada que no correspondía a mi sección y nada, pregunté qué era y me dijeron que no era de mi grado, y nada más. -Bien. Bien. -Dio media vuelta y se marchó.
Quería preguntar más cosas. Honestamente, si había una cosa que me molestaba eran los misterios, pero tenía un trabajo firme por ahora, no seguro, ganaba casi el doble que en el anterior, no me descontaban el almuerzo y estaba en una empresa de investigación espacial, salía con alguien que parecía una buena joven... No podía quejarme, todo iba sobre un camino de rosas. Pero creo que ya lo dije antes, ¿no?, en las rosas siempre hay espinas. Me quedo pensando, en las rosas siempre hay espinas.
Sesión 01/03/2017 En donde trabajaba, en investigación espacial había visto aparatos extraños, desconocidos. Lo comentó con otros y los militares se lo llevaron. Antes de desaparecerlo probaron con un lavado de cerebro. Su conducta cambió.
Entidad: Es cierto que cuando pierdes un trabajo o sientes que los que eran compañeros te hacen un hueco te sientes desamparado. Por suerte pude entrar en investigación espacial en el grado uno llegando a ver integrados desconocidos.
Al igual que muchos, cuando tuve mi primer fracaso amoroso fui a visitar a un genetista. Pensaréis, ¿cuál es la relación? ¡Je, je! Que Raúl Iruti, aparte de genetista era asesor, por llamarlo de alguna manera, muchos lo consultaban sobre distintos temas existenciales, afectivos, de soledad. Cuando le comenté que había visto integrados desconocidos me comentó: -No eres el único. No eres el único, pero no le comentes a nadie esto que me comentas a mí.
Una vez me crucé en el laboratorio genético de Raúl y su socio casi hermano Alexis Anasio, con Osmar Belami. Me sorprendí, porque nos habíamos hecho muy amigos con Belami, supongo que él también vendría por problemas. Belami había trabajado en la clínica de su padre y había tratado con nanobots especiales una enfermedad de un gran amigo salvándolo, pero su padre lo despidió porque era un tratamiento no probado con humanos todavía. De alguna manera todos consultábamos a Iruti. Había empezado a salir con Adela Souto, microbióloga, y le comenté mis sospechas, lo que pasaba, al fin y al cabo era mi actual pareja.
Vino un militar de alto cargo y me citaron en otro edificio, fuera del edificio de investigación espacial. Me sentía intimidado porque en el lapso de veinte días habían pasado muchísimas cosas; un corte de la red dejando toda la población desvalida, pues en todo Ran II se trabajaba con dinero electrónico. Hubo manifestaciones, represiones hasta que la última, directamente, los soldados disparaban a matar. Y se proclamó en todo el planeta la ley Marcial. Lo que no entiendo por qué me venían a buscar. -Nos han comentado que has visto integrados desconocidos -dijo el hombre de más alto rango, un hombre que ya había visto en diarios electrónicos y en noticieros. Negué: -Yo trabajo, cumplo mi horario. Y el militar agregó: -Y hablas de más. Así que desaparecerás. Esperaba lo peor para mí cuando recibí una llamada, era Adela. -¿Dónde estás, Serge? -No puedo hablarte ahora. Al mismo tiempo, el militar de alto rango recibió una llamada en su móvil. -No es factible, pero ya tiene varios sujetos. Está bien. Sí. Bien, lo haremos. Cortó la comunicación. Me miró con sorna y me dijo: -Señor Nauer, nos será más útil de esta manera.
Me llevaron al laboratorio de Raúl Iruti. Raúl Iruti me miró con una mirada fría, helada. -Así que has comentado cosas, bien ya no comentarás más nada. Probaremos contigo lo último, lo nuevo, unos nanobots especiales que emiten una vibración y tu cerebro dejará de ser tuyo.
Recordad lo que dije al comienzo, cuando pierdes un empleo y tus compañeros te hacen un hueco quedas en una situación de desamparo. Pero aquí, en el caso de Raúl Iruti era como un asesor espiritual, un maestro que brillaba en su interior, que manaba bondad y ahora veía su mirada fría, helada y me iba a hacer como conejillo de indias en su experimento. Su propio socio, Alexis Anasio, estaba más que extrañado viendo cómo me llevaban los soldados a un lugar, me ataron, me pusieron una inyección. Había dos doctores, Raúl Iruti los ordenó: -Dejadme con el paciente. ¡Ahora! Y cerrad la puerta. -Su socio Alexis quiere pasar. -No, no pasa nadie.
Para colmo de males, mientras me estaba adormeciendo me enteré de que Raúl Iruti era la mano derecha del militar de alto rango que aparentemente, a su vez, estaba trabajando para alguien que no era de este mundo, porque es fácil sumar uno más uno dos: Integrados desconocidos, nanobots desconocidos, genética desconocida... Uno tiene oídos, uno escucha. Antes de dormirme me quedé solo con Raúl Iruti y vi que cogía distintos instrumentos... Oscuridad. Nada.
Cuando desperté me sentía igual. Abrí los ojos, lo vi a Raúl y al militar de alto rango. El militar me miró a los ojos: -No veo cambios. -Los hay -dijo con seguridad Iruti. -Dime cómo te llamas. -Serge Nauer. -¿Te interesa trabajar dónde estabas, en investigación espacial? -Sí. -¿Qué piensas de lo que has descubierto? -No pienso, no le doy importancia. Raúl Iruti se dio vuelta viendo con mirada triunfal al militar. -Es otro, es dócil. -Se dieron la mano. -Son más útiles así -dijo Raúl Iruti. El militar hizo un saludo de alto rango y se marchó. Me quedé de vuelta con Raúl Iruti. -¿Qué me has hecho? Raúl Iruti se acercó a mí. -Nada. -Y por qué siento como que ya no tengo la curiosidad, me da lo mismo todo y estoy como vacío de ansiedad. -Te traté con una medicación especial. -Has esclavizado mi mente. -Para nada, eso es lo que cree el militar, sigues siendo el mismo. Es increíble lo que puede el efecto placebo. -Entonces, ¿no has experimentado conmigo? -Me agarró un absceso de tos de la misma ansiedad. -Cálmate, cálmate, Serge. -¿Soy el mismo? -Eres el mismo. Pero eso lo sé yo y no lo sabrá más nadie, ni siquiera Adela, tu novia, porque si llegan a pensar... Ni siquiera tu jefe de planta, Arnol. -¿Cómo sabe el nombre? -Sé todo -dijo Raúl Iruti-. Ni siquiera Osmar Belami, a nadie, o ya no te traerán aquí, directamente irás a la planta de desechos. -Entonces mis sospechas son ciertas, existe... -Me tapó la boca con la mano. -Nada, nada. Trabaja, muéstrate de forma automática. Si Adela te pregunta le dices que te interrogaron y que tú no sabes nada. Si te pregunta por los integrados desconocidos, fue imaginación tuya. Me quedé pensando. -Entonces, ¿el resto de la gente que han traído? -A nadie se le ha lavado el cerebro, a nadie se le ha cambiado la mente. Yo sé... -me atreví a preguntar-, pero los soldados que me trajeron me dijeron que había dos compañeros de ellos que eran traidores y que había una especie de resistencia. ¿También les has hecho una especie de efecto placebo? -Lamentablemente no -afirmó Iruti-. Lamentablemente no, y no eran traidores, eran soldados de alto rango para probarme y les inyecté una proteína especial con los nanobots y les programé su cerebro. Salieron como autómatas. Con eso me gané la total confianza del militar de alto rango. -¿Pero lo que has hecho es hostil? -Sí. También es hostil cuando en la antigüedad se abría un cuerpo para sacar un tumor y salvabas una vida. ¿Por qué no piensas en grande, Serge? -Entiendo. ¿Volveremos a comunicarnos? -Yo me contactaré. Tú no me llames por nada. Cumple tu horario, come, duerme, puedes navegar por la red visitando lugares inofensivos, cumple los horarios, no salgas después de hora. -Pensé que me había defraudado. -Hay algo que tienes que aprender, todos podemos defraudarte, lo importante es que tú, Serge, no te defraudes a ti mismo no creyendo en tu persona, no creyendo en tu ser porque muchos que están cercanos a ti pueden fallarte y bueno, no todos piensan igual. El problema es que tú te falles a ti mismo. -Es ilógico lo que dices, ¿cómo podría fallarme a mí mismo? -No creyendo en ti, pensando que no puedes, pensando que no eres lo suficiente apto para determinada tarea, determinada relación, determinada amistad, determinado círculo. -Entiendo. -Y ahora vete y compórtate, tratando de no mirar a nadie a los ojos. Muéstrate automático. ¿Puedes hacer eso? -Sí, puedo. Recuerdo que de pequeño me gustaba mucho todo lo que eran las imitaciones, imitaba distintas personas. -Bueno, ahora imita a un autómata y vete, vete.
Abrió la puerta y salí. Me di vuelta y vi la mirada fría, helada. Bajé la vista, pasé al lado de Alexis Anasio sin saludarlo. No había desaparecido, no habían experimentado conmigo pero en Ran II el peligro estaba más latente que nunca. Gracias por escucharme.
Sesión 07/06/2017 Se sentía mal, su vida privada se fue con su pareja y no conseguía recuperar la estabilidad. Un amigo genetista y asesor espiritual le devolvió la confianza en sí mismo con el compromiso de que no culpara a nadie de todo ello. Debía esforzarse y trabajar las relaciones.
Entidad: Cómo haces para volver a creer cuando compañeros te dan la espalda, cuando tu propia familia le eres indiferente a ellos, cuando de repente eres bueno en lo que haces y quedas sin trabajo.
No era famoso ni conocido en Ran II para decir "¡Oh!, Serge Nauer es el mayor especialista en integrados de nanotecnología". Sin embargo era el tercer trabajo que había perdido y luego conseguí un empleo en investigación espacial. Recuerdo la época en que había visto integrados desconocidos, no hace falta ser muy listo para darse cuenta que no eran integrados armados en Ran II. Muchos juzgaron a Raúl Iruti cuando creó esa estratagema para poder librarnos de una amenaza de otro sistema estelar, creo que cualquiera con sentido común hubiera hecho lo mismo. Yo he visto en vuestro juego de Sol III, llamado ajedrez, sacrificar a la dama, la pieza más poderosa, para luego lograr un jaque mate que la otra persona no alcanza a ver deslumbrado por haber obtenido esa pieza.
Pero pasaron los años, por suerte estuve en contacto con todos, con Osmar Belami, Serge Nauer... ¿Por qué hablo de mí en tercera persona? Porque me miro al espejo y digo: "¿Soy Serge Nauer?". No penséis que como rol estaba perdiendo la razón, no penséis que estaba perdiendo la razón. Había logrado un empleo estable en investigación espacial que se afianzó incluso después de que Raúl Iruti lograra derrotar a esa avanzada extraRan. Había tenido fracasos amorosos, comencé a salir con Adela Souto, microbióloga. Y sí, no era arrogante, pero me miraba al espejo y decía: "Ese, ese es Serge Nauer, un triunfador". El ego me cegaba, el ego no me hacía comprender que la vida se compone de etapas y cada etapa hay que trabajarla. ¿Cuándo comienza una etapa? ¿Cuándo termina?, ¿en un año, en un día, en un mes, en una semana? No lo sé, depende de las circunstancias, depende de muchos factores. Entonces, cada día lo tienes que labrar como si labraras un campo. Y no lo hice. Vosotros diríais en vuestro refrán de Sol III, "Se durmió en los laureles". Primero que no tenía laureles, no había ganado un premio planetario ni mucho menos pero cabe, cabe el refrán. Me gustaba mi trabajo, era amigo de mis amigos y no estaba entendiendo que Adela Souto tenía otra manera de pensar, lo cual no está mal.
Ella me decía: -Mira, no te quedes solamente con esa especialidad en integrados, profundiza más en nanotecnología. Los chips que están ahora son diez veces más pequeños y con diez veces más capacidad que los de hace treinta años atrás. Treinta años que equivalían a diez años de Sol III. Pero me sentía cómodo con lo que conocía, y al fin y al cabo no era tan joven. -Para qué profundizar, Osmar Belami sabe un montón de nanotecnología, Julius Delfor, un tremendo informático. Tú misma, como microbióloga, me puedes ayudar en entender cosas que todavía quizás no capto.
Pero mi complejo concepto no es sencillo, ni siquiera para este decodificador que traduce con un 99.99 por ciento de fidelidad, porque al fin y al cabo en el plano físico somos esclavos del lenguaje hablado y no podemos mostrar, hilvanar todo lo que elucubramos. Y yo digo de un día para el otro -pero no fue de un día para el otro, fue a lo largo de una año de Ran II- que Adela se fue alejando, nuestros diálogos eran más pausados, más impersonales, nuestra relación íntima era más automática, más de costumbre -una palabra perversa, muy perversa-, y se terminó distanciando. Y me sentí más solo que nunca porque fue mi mayor historia. Sí, tuve fracasos anteriores a nivel amoroso, pero Adela... Recuerdo que llegábamos de trabajar con poca diferencia, cualquiera de los dos preparábamos una bebida caliente y conversábamos sentados en un sillón, el holovisor apagado, una música ambiente bastante baja en sonido, en volumen. Me contaba lo que había descubierto, las nuevas formas de vida unicelulares. Yo le comentaba los nuevos integrados cómo encajaban, a cada uno le interesaba el trabajo del otro. No es por hacer un descargo, pero no fui yo, fue a ella a la que dejo de interesarle mi trabajo o mi persona. A lo último incluso traté de acercarme más a Osmar Belami para recomendarme cómo profundizar en nanotecnología y cómo acoplarlo a los integrados, pero Adela me decía: -Lo haces por obligación. No había nada que la llenara, no había nada que la llenara. Y cuando se fue quedé solo.
Me reunía con estos queridos genetistas, Alexis Anasio, Raúl Iruti. Lo pasaba bien, conversábamos de mil cosas, con mi amigo Osmar Belami, con Julius Delfor. Pero el tema era cuando volvía a casa, se escuchaba el silencio, la soledad, era algo como que me ahogaba, como que me envolvía, como que me hundía la cabeza debajo del agua y ¡ohhh!, no me dejaba respirar, me provocaba taquicardia, ansiedad. No, no; no era ataque de pánico, como lo llamáis en Sol III, no, no. Y ahí me miré al espejo, y miraba mi rostro y no era yo, no me reconocía, un rostro taciturno, de ojos hundidos, con barba de varios días. Pero la mirada, una mirada de derrota, "¿Ese es Serge Nauer? ¡Ese es un desconocido!", por eso hablaba de mí en tercera persona. Y al día siguiente de vuelta al trabajo. Trabajaba automáticamente, y hacía bien mi trabajo. Al contrario, el jefe de planta me felicitaba. Porque si bien trabajaba automáticamente, lo que había que hacer era para mí sencillo, lo hacía diez sobre diez y nadie se daba cuenta. Y me adiestré, me adiestré cual animal amaestrado. Aprendía a sonreír en el trabajo, aprendí a conversar aunque no tuviera ganas... ¿Era hipócrita? No, no, no, generalmente el hipócrita lo hace por conveniencia o para sacar ventaja.
Y lo fui a ver, a Raúl Iruti, y me descargué con él. Y Raúl Iruti me dijo: -Mira, Serge, como asesor espiritual te comento: eres tú y tus circunstancias. No es al primero que le digo esto, pero para ti aplica bien. Me dices que te miras al espejo y no te reconoces. Yo creo que sí te reconoces, yo creo que te autoengañas, eres el mismo con la misma capacidad. ¿Si pienso que tú dependías de la aprobación de la joven Souto? No. No, no, no, no. Te habías enamorado y evidentemente para ella fue una etapa, no lo hizo a propósito. ¿Que no congeniaron? Sí, yo creo que sí que congeniaron, simplemente que todos cambiamos a medida que pasa el tiempo. Tú me argumentarás: ¿Algunos cambian para peor? No, no, no, no; no necesariamente, ¿por qué el otro va a cambiar para peor y nosotros para mejor?, directamente cambiamos, no le pongamos apelativos. Ella cambia, tú has cambiado. Ella exige cosas que antes no exigía, tú argumentas que te sentías cómodo con el conocimiento que tenías, en otro momento ella hubiera estado conforme. ¿Es culpable por haberse ido? Para nada, porque no lo hizo a propósito, entendió que era una etapa terminada. Y por más esfuerzos que tú hubieras hecho, de estudiar nanotecnología o hacer mil cosas más, no hubiera estado conforme ella. Entonces tú me preguntas... -Eso lo entiendo Iruti. ¿Qué hago ahora? -Vive la vida, Serge. -Es que no tengo ganas ni de ir a trabajar, no tengo ganar de ir a la planta. -Esfuérzate, pon voluntad. Si faltas al trabajo y te quedas recostado en un sillón pensando o bebiendo una copa de alcohol no te va a solucionar nada. Al contrario, los pensamientos te van ahogar, estoy convencido de que ya te ahogaron. Me miras, di en la tecla. -Sí Iruti, hubo momentos en la noche que me sentía que me faltaba el aire. -Es mental, es mental. Puedes llegar incluso a descomponerte físicamente. Mi recomendación es que salgas más. Júntate con nosotros, no trabajamos todo el día, el día lo dividimos en tres: un tercio del tiempo para dormir, un tercio del tiempo para trabajar y un tercio del tiempo para esparcimiento. Ahora, si dentro del esparcimiento hablamos de trabajo es porque nos gusta, pero podemos hablar de música, de pintura, de astronomía, de nanotecnología, de lo que desees, de mujeres, del comportamiento de cada género. Y no se trata, Serge, de que olvides, porque no te olvidas de nada, se trata de que el recuerdo quede neutro, que no te afecte.
Le comenté que hace un par de días había una joven en la planta con la que fuimos a almorzar y me cayó bien. Iruti me respondió: -Mira, el tema es así, si te cae bien y tú sientes, observas, percibes que tú también le caes bien a ella, véanse, pero no en el almuerzo laboral en función de cita, pero no cometas el grave error de reemplazar con esa joven a Adela Souto. Si es así, te recomiendo que no lo hagas porque encima la terminarás lastimando a esta joven. Ahora, si verdaderamente te moviliza por dentro y no es que la buscas para reemplazar a alguien, entonces sigue adelante. Pero piénsalo. -¿Y cómo me doy cuenta? -le pregunté a Iruti. -¡Ah! No, no -me dijo él tajante-, eso lo sabes tú, eso analízalo tú con la mente y con el corazón, analízalo tú. Pero no quieras tapar un agujero con un puñado de arena porque se te va a escurrir por el agujero. Depende de ti Serge. Y no dejes de reunirte con nosotros, no te quedes solo.
Y le hice caso. Me sentía cómodo con la joven, ella se sentía bien conmigo, pero hasta tanto no sentirme seguro yo, no dije palabras que me comprometieran para no lastimarla, porque tampoco me gusta que me lastimen a mí. Recuerdo lo que me dijo la primera vez Raúl Iruti hace tiempo atrás: "No hay nada más confortable que una conciencia tranquila donde te miras al espejo con sano orgullo -que no es ego-, donde te sientes conforme contigo mismo".
A mí me faltaba años luz para eso, pero se trataba de comenzar, me corrijo, de recomenzar y entender que cada día era una etapa y que cada día la tenía que construir esa etapa. Por ahora gracias por escucharme.
Sesión 10/11/2021 La entidad relata una vida en Gaela, cómo su madre lo tenía despojado de todo sentimiento y le propiciaba coerción y manipulación constantemente. Aparte, la sobreprotección lo tenía prácticamente inutilizado. Cuando pudo cambió de entorno.
Entidad: Mi nombre es Luciano Orzuela. Me crié en Corbalán, una ciudad a cuatro horas de tren de Ciudad del Plata, la capital de Plena.
Mi madre siempre fue una persona muy posesiva, pero a su vez se daba maña para manipularme. Por un lado me sobreprotegía, y eso en lugar de templarme me hizo vulnerable. Porque todo niño necesita afecto, contención, pero no confundir contención con sobreprotección, porque te vuelve débil. Y cuando vas creciendo es como que buscas hacer un montón de cosas a la vez y no haces nada porque piensas que tal tarea o tal estudio está fuera de tu alcance. Además siempre me gustó ser independiente, lo cual económicamente no me daba frutos. Y claro, mi madre, sola, se desquitaba conmigo: -Luciano, eres bueno para nada. Yo tengo que bancar la casa, podría tranquilamente rentar el altillo. Pero no, estás tú. -Pero... Pero madre, soy tu hijo. -Mi hijo... Yo ya soy grande. -¡Madre, aún eres joven! -Claro, joven para ti. Tú eres joven, que eres un adolescente, yo ya estoy mayor. -Madre, eres joven. -Encima me discutes y me reprochas. -Madre, no te estoy reprochando, al contrario, estoy alabándote diciéndote que eres joven, que puedes hacer muchísimas cosas. -¡Je, je! Yo sé por qué lo dices, para tú no hacer nada y estar echado todo el día. -Busco infinidad de trabajos pero no me toman. -Quizá porque sales inútil a tu padre. Y capaz que también has heredado lo perverso de tu padre. -¡Madre, nunca te respondí mal! -¿Y qué estás haciendo ahora? Me estás discutiendo. -Pero madre, esto no es una discusión, hago todo lo que tú dices. -Claro, lo dices para que yo me quede tranquila, tratas de engañarme. -¿Pero engañarte en qué? Prácticamente no salgo con amigos para estar contigo. La vez pasada salí con Sergio y llegué a las once de la noche y tú me dijiste que te habías descompuesto, que encima el teléfono cortaron la línea porque no lo pagaste. ¿Pero cómo no me dijiste antes que no te sentías bien? -Y para qué voy a molestarte. ¿Qué ibas a hacer, ocuparte de mí? ¿Haciendo qué, si ni para eso sirves? -Pero madre, si como tú dices yo ni siquiera sirvo para cuidarte, ¿por qué me reprochaste que salí con Sergio? -¡Je, je, je! ¿Te das cuenta cómo das vuelta a las cosas, te das cuenta, Luciano? A propósito finges ser un inútil para no ocuparte de mí. -Entonces tú piensas que yo finjo, no soy un inútil. -¿Ves?, ¿ves cómo cambias las cosas? Finges pero también eres un inútil. -Y así todos los días, todas las tardes creándome complejos de culpa, manipulándome.
Recuerdo que a mis dieciocho años conocí a una joven, Elcira. Era de familia pobre, igual que yo, pero sus padres trabajaban los dos. Cuando la vio madre: -¿Qué haces con esa chica? -Somos amigos. -¡Je! No tiene donde caerse muerta y tú sales con esa. Claro, yo sé lo que busca. -Madre, pero ni siquiera estamos saliendo, somos amigos. -¡Ja, ja, ja! ¡Qué ingenuo, Luciano, qué ingenuo!, busca que la embaraces. Y entonces pues, ¿con qué la vas a mantener si no te puedes mantener tú?, si yo te mantengo. Yo, una vieja, te mantengo. -Madre, lo hablamos mil veces, eres joven, apenas pasas los cuarenta años. -¿Y te parece que cuarenta años se es joven? Tú con dieciocho eres joven. Yo ya estoy para cuidar mis plantas, planchar la ropa. Y vivo de eso. Los vecinos me tienen de mucama. -¡Pero madre, no te tienen de mucama, te traen ropa, tú les planchas y te pagan! Y te pagan bien. Yo he visto gente haciendo fila para traerte ropa. -¡Je, je! ¿Te das cuenta? La gente hace fila por mí, por mí, para que yo trabaje y tú estés escuchando música o quieres practicar teatro, pero con eso te vas a morir de hambre. Y ojo con esa Elcira, no la vayas a embarazar. -¿Pero madre, por qué piensas mal? Ni siquiera estamos saliendo, y si el día de mañana saliéramos me cuidaría. -Si no sabes lo que es cuidarte. Mira tu padre, tuvo un hijo en cada pueblo. ¡Je! Seguro que vas a salir como él. Empiezas con Elcira, después sigues con otra, y como no las puedes mantener las abandonas. -¡Pero madre, estás hablando de un futuro que no va a existir!, yo no pienso abandonar a nadie. Y si algún día salgo con una chica con la que sé que no voy a tener futuro, se lo aclaro de entrada, se lo digo. -¡Je, je! ¡Qué astuto que eres Luciano!, así empezó tu padre, engañando a las mujeres: "Mira, yo contigo no tengo futuro, pero bueno te voy a dar una oportunidad". Y así fue como me embarazó a mí. ¿Y para qué?, si te hubiera perdido ganaba plata.
En ese momento sentí como un tremendo desdén por mi madre. Cuando era chico, que tenía diez años, me decía: "En el hospital donde te tuve, en ese hospital donde te tuve, mira el cartel de la puerta, mira". Y el cartel decía: "Madre hay una sola". Y me llenó la cabeza con eso. -En cambio padres hay muchos porque no sabes quién te preñó. -Pero madre, al decir así estás hablando como si tú fueras una mujer promiscua, al decir no sabes quién te y esa palabra ¿no? -Ahora me estás insultando, ahora me dices promiscua. -¡No, madre, tú interpretas todo mal, interpretas todo mal! Tú dijiste "Madre hay una sola, padres hay muchos". Pero al decir padres hay muchos, ¿de qué estamos hablando? Una mujer de su casa sabe quién es el padre de su hijo o de su hija. -¿Ves cómo tergiversas? -Madre, yo no estoy tergiversando nada. -Y así, y así todo el tiempo.
A los veinte años Sergio me dijo: -Me voy a Ciudad del Plata, hay trabajo en un canal de TV, en TV4. -¡En TV4! ¡Wow! -Sí, dan pequeños bolos. -¿Qué son bolos? -pregunté. Sergio me dice: -Son papeles. -¿Papeles? -Claro. O sea, pequeñas actuaciones, que te dan unos pesos. -¡Ah! -O sea, en una telenovela o en un sketch cómico estás ahí, a veces ni siquiera tienes que hablar. Están los actores principales tomando algo en un bar y el bar se llena de otras personas que fingen hablar. Y son pequeños bolos y les pagan. -¡Ah, pero qué bueno! Y le dije a madre: -Me voy a la capital, pero prometo enviarte plata. -¡Je! Te olvidarás de mí. ¡Ay!, si yo tenía razón, eres igual a tu padre. -Madre, apenas consiga dinero pago la línea de teléfono y te voy a llamar de capital. -¡Je! voy a esperar sentada. O mejor dicho, planchando, esperando que me llames. ¡Hijos! Traer hijos, ¿para qué? -Me dolía el alma. Me dolía el alma, pero razonar con ella era razonar con la pared, la pared por lo menos no te respondía.
Y me fui a trabajar a Ciudad del Plata. Recuerdo que vino un joven, Gervasio, y nos dice: -Chicos -A mí y a Sergio-, los vi en TV. La verdad que no les pagan mucho pero tengo trabajo extra para la noche. -¿Qué hay que hacer? -En el centro, en la Segunda avenida, la de los libros, hay un teatro, Ander, en un subsuelo. -¿Y después? -No es que se cobre entrada pero se pasa gorra. -¿Cómo? -Claro, se pasa la gorra y te dejan lo que sea. -¿Pero viene mucha gente? -Se reparten volantes. Sí, los días viernes a la noche y sábados a la noche se trabaja bastante.
Finalmente Sergio se sentía que extrañaba a su familia y volvió a Corbalán. Gervasio me presentó en el teatro Ander, tuvo un problema de salud y no fue más, así que me quedé yo con los dos trabajos. Me quedé haciendo pequeños papeles en TV4 y los viernes a la noche y sábados a la noche trabajando a la gorra, haciendo pequeños sketch cómicos en el teatro Ander.
Me alquilé una pieza, una habitación pequeña de tres por tres con un bañito, y para mí era bastante. Tenía una radio portátil que había comprado y escuchaba música en frecuencia modulada. Pero... pero no me iba bien me sentía solo. A veces conocía alguna chica y es como que tenía miedo a comprometerme. Me carteaba siempre con Elcira hasta que un día me llegó una carta a mi domicilio diciéndome que se había puesto de novio y que por sentido común ya ni iba a cartearse más conmigo para no ser mal interpretada por su novio. Aparentemente era celoso y no quería que tuviera amigos. Pero bueno.
Recuerdo que una vez fue un tal Pocho al teatro Ander, y a la salida me esperaba: -Quisiera hablar contigo, me gusta como trabajas. -Yo lo miraba medio raro a ese Pocho, estaba muy bien vestido, muy elegante. Le digo: -Quizá te estoy interpretando mal pero yo... no sé cómo decirte, me gustan las chicas. -¡Ja, ja, ja! -Se rio muy fuerte, Pocho-. Quédate tranquilo, a mí me gustan más que a ti. No, no, no es por eso, yo estoy en el club hípico. -¡Ah, vaya! -Me llamo Pocho. ¿Y tú? -Luciano -le dije. -Mira, Luciano, a veces hacemos actos en el club hípico y se paga bien. ¿Cuánto te pagan en el Ander? -En el teatro Ander, a la gorra, recaudo tanto. -Bueno, aquí puedes ganar diez veces más. Obviamente es una vez por mes, pero bueno, algo es algo. -¿Y por qué yo? -¿Y por qué no, Luciano? -Me dio la dirección y fui.
Me paró el portero... La zona era pero muy paqueta, como dicen en Cuidad del Plata, zona muy muy rica, de gente adinerada, paraban coches último modelo. Me paró el portero, le mostré la tarjeta y le dije: -Me invitó un tal Pocho, porque aparentemente va a haber un acto y puedo actuar. -Miró la tarjeta, me miró como si yo no existiera, me devolvió la tarjeta y me dijo: -Pase.
Adentro era impresionante el ambiente frío, un ambiente helado. Yo trataba de pasar desapercibido. Había una mesa con chicas que me miraban pero con esa cara de pocos amigos como diciendo "¿Y este individuo de dónde salió?". Yo estaba bien vestido: Saco deportivo, pantalón y zapatillas deportivas. Pero obviamente se notaba que no eran de marca. Vino un camarero, un muchacho joven. Me trató de vos: -¿Qué vas a tomar? -Eeeh... estoy esperando a Pocho. -¡Ah! Ya llega en un rato. ¿Qué vas a tomar? -No, lo espero a él.
Atrás mío una voz grave, un muchacho de unos veinticuatro, veinticinco años: -Trae un par de cervezas sueltas. -Se sentó, me miró-: ¿Vos sois Luciano? -Sí. ¿De dónde me conoces? -No te conozco. -Me tendió la mano y se la estreché-. Soy Jorge Clayton. Pocho me habló de vos, dice que te vio en el teatro y que trabajas muy bien. En la Segunda avenida, ¿no? -Sí -le respondí. -Bueno. Vamos a ver, mañana es la actuación, así que a ponerse las pilas. -No entiendo esa expresión -le respondí. -Claro, quiero decir a ponerte con todo. -Yo miraba para todos lados. -Discúlpame, Jorge, pero honestamente estoy con lo justo, no tengo para pagar la cerveza. -Quédate tranquilo, yo invito. -¿Tú vienes acá siempre? -No -me dijo Jorge-, vengo a veces. No me gusta mucho el ambiente, es como que la gente es muy creída. Le respondí. -Yo creo que la mayoría que tienen plata son creídos. -Coincido con vos -me dijo Jorge-, seré una excepción. Igual que Pocho. -O sea, que tienes dinero. -Sí, bastante, pero trato de ayudar a la gente. ¿De dónde sos? -De Corbalán. -¡Qué raro, de Corbalán y has venido acá, a capital! Corbalán es lindo. -Sí, Jorge, pero...
Le conté mi niñez, mi juventud, la historia con mi madre. Y me sorprendí de ser tan expresivo con un muchacho que apenas conocía, pero veía su semblante firme, recio y no burlón, para nada. En un momento dado me interrumpió y me dijo: -Te voy a contar una cosa, Luciano, vos no vales por la calificación de los demás vos vales por tu propia calificación. -¡Je, je! Entonces estoy muerto porque tengo una estima por el piso. Fui sobreprotegido, me siento un inútil. -No coincido con vos. Según lo que dijo Pocho en el Ander, en el teatro, estuviste un lujo. Ahí viene. En ese momento llegó Pocho: -¡Luciano, vamos, viniste no más! -Y sí. -¿Cómo estás, Jorge? Me voy a pedir un trago. -Deja, ahora viene el camarero y le pido otra cerveza. -No, no, no, yo quiero tomar un Martini. -Está bien, pídete lo que quieras. -¿De qué estaban hablando? Jorge me miró y le dijo a Pocho. -Estamos hablando del teatro Ander. Luciano me decía que no sé si se va a sentir capaz aquí en el club hípico de hacer un buen desempeño, y yo le dije que toda persona se tiene que valorar a sí misma y que no le tiene que importar la opinión de los demás. -Por supuesto -dijo Pocho. Jorge Clayton lo miró con una mueca irónica. -Las veces, Pocho, las veces, Pocho, que te habré hablado. -Y pocho me miró con una sonrisa tímida. -No entiendo -dije. Pocho me dijo: -Mira, Luciano, yo soy de dinero, quizá no como Jorge Clayton pero mi familia es adinerada. Sin embargo para ellos yo soy un inútil. Y Jorge Clayton me vive, no digo retando, pero a veces sí. ¿Pero por qué, de qué hablaban? -Entonces me sinceré también con Pocho, le conté mi vida en Corbalán. Clayton, en un momento determinado, dijo: -Mira, yo no me jacto de conocer a la gente la primera vez que la veo, pero vos, Luciano, tienes más carácter que Pocho. Pocho se molestó. Dijo: -¡Pará, no digas eso! -Estoy hablando con Luciano -interrumpió Jorge-. Vos tienes más carácter, vos no te vas a dejar llevar por delante. Y lo digo delante de Pocho, porque Pocho muchas veces ha metido la pata queriendo quedar bien con la gente. No hay que tratar de querer quedar bien. Uno queda bien por lo que es uno, pero yo no muevo un músculo para agradar a nadie; habrá quien le caigo bien, habrá quien no le caigo bien, pero no me interesa lo que piensen de mí. Esto te lo digo, Luciano, porque sé que arrastras una historia. Pero la historia eres tú. -Entiendo, entiendo. -Te dejo con Pocho. Atrás hay un cuarto y hay ropa, es para ensayar. Y te va a presentar al resto de la gente. -Te agradezco, Jorge. -Y me fui con Pocho al lugar de ensayo. Gracias por escucharme.
Sesión 15/11/2021 En otro país, otra ciudad encontró donde trabajar. Gustó tanto que lo pidieron para más. Pero seguía con su autoestima baja, era un tema de años atrás, cuando no lo valoraban. Un amigo le inyectaba autoestima en cada encuentro.
Entidad: -Luciano, Luciano... Me di vuelta y lo miré a Pocho: -Ya sé, fue un desastre. -¡No, no, Luciano, no! La gente quedó encantada. Aparte, tienes el don de la improvisación, es impresionante lo que has hecho. -Me fijé que esas chicas que no le hacen caso a nadie me miraban. -¡Ah!, bueno. Estuve divulgando que en Corbalán tienes muchos contactos. Lo miré y me quedé como contrariado. Le digo: -Mira, Pocho, no me gusta que mientas sobre mí, no necesito. -No, no, no es por eso, es que estas chicas se creen lo mejorcito de Ciudad del Plata. -Pocho, de verdad que no me interesa. Trabajo en un teatro, Ander, y bueno, esto de la Kermés en el club hípico es mensual, así que no... no es algo que pueda sacar diferencia. Y a mí no me da vergüenza ser pobre, porque trabajo, porque estudio lo que puedo y porque tengo mucha iniciativa e inventiva. -Luciano, nadie lo duda. -¿Sabes qué pasa, Pocho?, ya te lo dijo Jorge Clayton más de una vez, como que vos tienes plata, así y todo es como que te gusta aparentar. ¿Y qué tienes que aparentar?, tienes un coche de primera marca, vives en un chalet que tiene como siete u ocho habitaciones... ¿Si supieras donde yo vivía en Corbalán? Yo creo que tu toilette, tu baño, es más grande que mi casa entera de allá. -¡Para, para, Luciano! Tampoco te desmerezcas. -No, no se trata de desmerecerme, seguramente estas chicas me van a invitar a tomar un coctel o lo que sea, pero no va a ser por mí ni porque les guste actuando o no; van a querer saber "¿Quién es este misterioso que improvisa en la Kermés, que puede actuar tanto haciendo llorar como haciendo reír a la gente y que tiene contactos en Corbalán?" En Corbalán me conoce mi madre, el almacenero, el panadero, el de la ferretería y nadie más. Entonces... Aparte, he conocido gente que se ha burlado de mí. -Luciano, yo no me estoy... -No, no, no, para, para -corté-, no te estoy hablando de que vos te burles, yo sé que estás haciendo lo que supuestamente es mejor para mí, pero no es mejor para mí. Primero que yo no le voy a mentir a nadie...
En ese momento vino Jorge Clayton, que estaba hablando con dos señores: -Tenemos que hablar. Pocho en ese momento le dijo: -Está molesto porque le inventé a las chicas como que él tenía contactos en... -Está bien -lo cortó Clayton-, no hace falta divulgar una fantasía. -Es lo que yo decía -comenté-. ¿De qué querías hablar? -Estaba hablando con dos señores. Uno es el señor Pedreño... -Pedreño, Pedreño... el único Pedreño que me suena es el dueño del teatro del Plata. -Ese. Y su socio, Lugordo. -A Lugordo no lo ubicaba pero a Pedreño sí. -¿Qué pasa? -Los había invitado. -¿Y qué dijeron? -Dijeron que te pueden dar trabajo en el teatro del Plata. -Lo miré a Clayton, asombrado. -¿Es en serio? -Luciano, sé que me conoces hace poco, yo no miento. -¡Te pasaste, Clayton! -dijo Pocho. Le hizo un ademán que se quede callado y siguió hablando conmigo. -Mira: viernes dos funciones, sábado dos funciones, domingo dos funciones. -Y me extendió un papel-. Y esto es lo que te pagarían por mes. -Estoy viendo mal los números. -No, Luciano, estás viendo bien. -Esto es lo que me pagarían en el teatro Ander en un año. En realidad lo que recaudaría pasando la gorra. -Bueno. -¿Y por cuanto tiempo, por una temporada? -No. -¿Y quién va a ser mi guionista? Clayton me miró: -A ver, Luciano, me da la impresión como que te tiras para abajo. -No... no capto el término. -Claro. Te sientes menos de lo que eres. -¿Y qué te parece de dónde vengo? -Eeeh... Vamos a tomar algo fuera de aquí. -¿Puedo ir? -dijo Pocho. -Es sobre trabajo, te vas a aburrir. Vamos.
Fuimos a un bar discreto de la Segunda avenida, la de las librerías, un lugar tranquilo. -El tema es así. En el club hípico dijiste: "¿Y qué te parece de dónde vengo?, de Corbalán". O sea. Vos piensas que de donde naces o como te criaste o si tu casa es pequeña, ese es el valor que te das como ser humano, como persona. -Bueno, así lo piensan todos. -No, todos no. Yo no lo pienso. -Discúlpame, Jorge, tienes una fortuna impresionante, me entero porque todo el mundo habla de vos: ayudaste a un hospital, ayudaste a una fundación, pusiste una fábrica que van a hacer computadoras personales, ayudaste con una nueva sala, están experimentando con ultrasonido, dentro de poco van a ver un bebé dentro de la panza de la madre. -Así es. -Y has invertido mucho en todo eso. -Correcto. Incluso hice traer aparatos de Beta para el hospital Principal y para otras clínicas. -¿Y todo eso a modo de qué? -A modo de ayudar. Porque me hace feliz. -¿Pero no te reditúa económicamente? -No. Lo económico es un medio, no es un fin. El fin es hacer lo que te agrade y poder ayudar a los demás. Ahora, Luciano, volviendo a tu tema. Ya tuvimos una charla, me has comentado lo de tu madre, de lo manipuladora, del rol de víctima que hace, de que basta que digas "A" para que diga "B", y si sos sincero con ella y le decís "Verdaderamente gracias por darme la vida" te va a responder: "Es un halago para pedirme algo". Y te vas a poner mal. -¿Y cómo quieres que me ponga?, porque piensa que todo lo que le digo, todo lo que le hago es para sacar ventaja por algo. -¿Lo es? -¡No, no, Jorge, claro que no! -Entonces, ¿qué es lo que te molesta, la aprobación de ella? Ponle que ella viva cien años. -¿Y? -¿Y piensas que va a cambiar? -No, me imagino que no. -Y qué, ¿vas a ser infeliz toda la vida porque ella siempre piensa que vas a sacar ventaja por algo? Y aunque tengas éxito, va a decir: "¡Va! Eso es una pavada". -Sí, lo dijo más de una vez. He logrado cosas y no les dio importancia. -¿Y no es hora que cortes los lazos? -¿Pero qué me quieres decir, Jorge, que no la vea más? -No, los lazos emocionales. Que lo que diga no te afecte, que te entre por el oído y te salga por el otro. -¿Y eso no es indiferencia? -No necesariamente, no necesariamente. Por ejemplo, estas chicas del club hípico que te aplaudían a rabiar, en realidad no te aplaudían a vos, aplaudían lo que había dicho Pocho de vos. Si supieran que te criaste en un lugar pobre te van a ignorar. -¿Y eso cómo lo manejo? -¡Je! De la misma manera que hacen ellas, ignorándolas. ¿O te va a doler que te ignoren? -Sí. -¿Por qué? -Y porque a todo el mundo le duele que lo ignoren. -¿Por qué? ¿Qué es lo que te lastima, que no te aplaudan si saben quién sos? -Obvio. -Perfecto. ¿Quién sos? -Una persona que vino del interior. -¿Interior? Cuatro horas de tren no es el interior, interior es un día de viaje. ¿Quién sos? -Una persona que trata de triunfar. -¿Qué más? -Una persona que ha tenido algunas historias con algunas chicas, y... y a la semana se van. -¿Y cuál es el problema? -El problema que me conocen y me dejan de lado. -¿En esa semana que estuviste con alguna de ellas la pasaste bien? -Sí. -Bueno, quédate con eso. -Pero me... me da por el hígado de que me desprecien. -Vuelvo a preguntar, ¿por qué? -No entiendo tu juego, Jorge Clayton, no entiendo tu juego. -Esto no es juego, no es un juego. ¿Por qué te da por el hígado que te desprecien? -A vos no te desprecian. Tienes fortuna, fama. -Te voy a contar una cosa. Había una chica que salía antes, Ana María. Odiaba a la gente rica porque decía que la gente rica era artificial. -Ajá. -Bueno. Fingí ser pobre, que trabajaba como empleado, y la pude conquistar por mí. No sabía que tenía fortuna, no sabía que tenía nada. -¿Y sigues con ella? -No, porque me esperaba en su fiesta y justo había fallecido mi padre. No tenía a mano ningún teléfono público para comunicarme y pensó que yo estaba en alguna gala, inaugurando una nueva sección de un hospital y se molestó. Y al día siguiente fui y no me quiso recibir ni ella ni la madre. -A ver si entiendo -comenté-, ¿por qué no le dijiste que había fallecido tu padre? -A ver, Luciano, de eso se trata. Y yo no tengo que dar explicaciones para que me acepten. La madre quizá no me conocía tanto como ella, como Ana María, pero si ella verdaderamente creía en mí yo no tenía que explicarle qué había pasado. -¡Pero Jorge, estamos hablando de que falleció tu papá! -Sí. Estamos hablando de que falleció mi papá y seguramente se hubiera puesto a llorar, me hubiera abrazado y me hubiera dicho "Perdóname". -¿Y por qué no lo hiciste? -pregunté. -Como dije recién, yo no quiero que me acepten por lástima. -¿Lástima con tu fortuna? -Había fallecido mi padre. Ella tenía que haber pensado: "Si mi novio, Jorge, no vino a mi fiesta fue por alguna causa mayor". La madre también lo tendría que haber pensado. Después se enteraron, por supuesto, pero de la misma manera que... Te juro, Luciano, que estaba como impactado con su belleza, pero no solamente su aspecto de afuera, eso es muy superficial, con su interior. Una chica buena, genuina, trabajadora, seria. Pero tenía un talón de Aquiles: no sabía comprender. -Estás queriendo decir "No sabía perdonar" -No, no sabía comprender. Porque yo no necesito justificarme, "Querida Ana María, falleció mi padre tienes que entenderme". No, no, no me recibió, se terminó. -¿Pero eso no es ser muy implacable? -No, eso se llama dignidad, no permitir que la otra persona te hago lo que tú no le harías a ella. Eso se aplica a todo en la vida. No sé si entendió el ejemplo. -¿Y ahora estás saliendo con alguien? -Sí, pero no es el tema ese. No sé si se entendió el ejemplo. -O sea -pregunté-, ¿hacerte respetar? -Sí. Pero no que no se entienda mal; no hacerte respetar desde la prepotencia, hacerte respetar desde la dignidad. Si una persona te falla, está bien, le puedes dar una segunda oportunidad. Te falla una segunda vez, basta. Porque te está tomando por tonto. ¿Sos tonto? -¡No! Más vale que no. Baja estima, pero tonto no. -Bien. Voy de vuelta Luciano, ¿se entendió el ejemplo? -Sí. ¿Cómo lo aplico eso en mi vida? -Muy sencillo. No te vas a alejar de tu madre como yo me alejé de Ana María, pero te tiene que resbalar su falta de aprobación. -¿Es como que ella para mí sería insignificante? -No no no, no estoy diciendo eso, una madre es importante. Pero olvidémonos de la palabra madre, padre, hermano, primo, amigo, ingeniero, arquitecto, médico, dejemos de lado los sustantivos, hablemos de la persona como ser humano: ¿Esa persona te falló? -Sí. -Perfecto. -Pero le debo la vida. -¿Has sido mal hijo, le contestaste, la maltrataste? -No. -Está bien. ¿Qué le vas a poner una alfombra roja en la calle para que no se ensucie los zapatos a diario? -No, tampoco la ridiculez. -Perfecto, le debes la vida. Perfecto ¿Eso significa que cada día permites que te torture psicológicamente? -No. -Perfecto. Entonces, ¿qué dije antes?, ¿qué aforismo dije antes? -No me lo recuerdo perfectamente. -Te lo hago recordar, Luciano: No permitas que los demás te hagan lo que tú no le harías a ellos. No importa si es madre, padre. Con mi padre, antes de fallecer, he tenido encontronazos, incluso él quería para mí una novia mucho mejor, de más clase. Y a mí no me interesa eso, no me interesa figurar. Entonces voy a la pregunta original: ¿Quién sos? -Soy una persona que va a triunfar en el teatro del Plata. Una persona que van a aplaudir, una persona que no va a ocultar su origen humilde, una persona que va a figurar en los carteles porque lo vale, no porque tenga dinero. Una persona que no va a ocultar que alguna vez estuvo con pies descalzos porque no tenía para comprarse deportivas en Corbalán. -Eso es lo que quería escuchar, que nunca, nunca te avergüence tu pasado ni lo que hiciste. ¿Sabías que de joven... -¡Para, para, no eres una persona grande! -Cuando digo joven estoy hablando de catorce, quince años; estudiaba y sin embargo ayudaba a un mecánico en un taller. -¿Sabes de mecánica? -¡Je, je! Muy poco, casi nada. Era torpe manualmente. -¡Jorge Clayton torpe manualmente! -Me costó mucho aprender. -Pero si venías de familia de plata, ¿qué es eso de trabajar en un taller? -¿Por qué no? -Pregunto al revés, ¿por qué sí? -Porque me gustaba. Un conocido que vino de Beta, fuimos a comer a un restaurant de albañiles con él. Primero estaba como horrorizado: "¿Dónde me ha traído?". Conoció a tres muchachos amigos, Paulino, Tito, Segundo. Tenías que limpiar la silla porque te manchabas con yeso. Obviamente yo no iba de traje. -No entiendo dónde quieres llegar. -¿A dónde quiero llegar? Yo soy la misma persona que va al club hípico donde un cóctel vale más que dos o tres almuerzos en ese boliche de pintores. Pero no me interesa, y si tengo que subirme a las tablas con vos a trabajar y hacer de payaso y hacer reír, lo hago. Le pregunté: -¿Y eso no va a desmerecer al gran Jorge Clayton? -¿Sabes lo que me desmerecería, Luciano? Mírame a los ojos: ¿Sabes que me desmerecería? Que me diera vergüenza hacer eso. No, vergüenza no, me daría asco de mí mismo si me diera cosa subir a las tablas. -¿No te sentirías haciendo el ridículo? -¿Vos te sientes hacer el ridículo? -A mí me encanta lo que hago. -¿Y entonces por qué yo me sentiría haciendo el ridículo? -Porque te veo tan seguro de ti mismo... Entras al club hípico y no le das importancia a nada ni a nadie. Esas chicas que se creen tan listas te miran y te admiran, y vos pasas como si nada y las ignoras. -Es mi manera de ser. Cópiate. -¿Pero eso no es ser creído? -No, no es ser creído. Ser creído, ser petulante, ser vanidoso es otra cosa. Yo sonrío con la gente, me hablo con la gente, me abrazo con el camarero, me abrazo con el que está tras del mostrador del club hípico, le estrecho la mano al portero en la puerta. Eso no es ser creído. Creído es ser... sentirse superior. Yo no me siento superior a nadie. ¿O de verdad te piensas que el dinero, la plata te hace superior? No jodamos con eso. -¡Je, je! Nunca te escuché hablar tan así, tan... tan mundano. -¿Por qué no? Soy uno más. No sé si se entiende, Luciano, vos vales por lo que puedes hacer, no por lo que los demás piensen de vos, tu madre, chicas. No te tiene que importar la aprobación de los demás, ni el rechazo de los demás. Habrá gente que te querrá, habrá gente que no te querrá, y habrá gente a la que les serás indiferente. -¿Y cuáles...? -Vas a ir con la gente que te querrá y punto. Con la que tendrás empatía. El amor, la amistad, el afecto no se compran, se conquistan. Y no vas a poder conquistar el afecto ni el respeto de todos porque hay gente que ella tiene problemas, ellos son los que tienen problemas, no vos. Entonces no te dejes llenar la cabeza por tu propio ser, por tu propio ego. -La verdad, Jorge, que te agradezco tus palabras. -Quédate tranquilo, vamos a seguir conversando. Pero hacerse valer no es ser pedante. Hacerse valer no es ser creído, es respetarse a uno mismo, porque si vos no te respetas los demás no te van a respetar. Todo pasa por vos.
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