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Sesión 18/04/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Tenía poderes de mento y podía obligar a los demás a actuar cómo quisiera sin que después recordaran nada. Decidió que todos olvidaran que era mento.
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Entidad: Nunca me sentí como un niño normal, pero no me sentía responsable de ello, a ver, es como que los demás niños me trataban distinto y mis padres nunca me decían hijo, me decía Zizer, las dos veces con "z", Zizer. No digo que no me tuvieran cariño.
Trabajaba con padre en la granja y estábamos a instantes del poblado, a veces lo acompañaba en la carreta a buscar mercadería al almacén de ramos generales. Al comienzo los niños jugaban conmigo, como toda criatura en la zona ecuatorial, jugábamos a ser guerreros con espadas. Y me pasó más de una vez que perdía y me daban un golpe y sentía una tremenda indignación hacia quien había "peleado" conmigo, y después me sorprendía porque constataba que se caía de rodillas tomándose la cabeza. Y no me pasó con un amigo, me pasó con varios. Si perdía en un juego o discutíamos por algo me ponía como furioso y la otra persona se tomaba la cabeza o caían de rodillas o huían corriendo. Y por alguna razón empezaron a tenerme miedo.
Le comenté a madre y a padre. Les digo:
-Si yo nos les hago nada ¿por qué a veces cuando me enojo les duele algo?
-Se sentirán mal porque tú te enojas -me decía madre sin darme más explicaciones. Hasta la gente grande me miraba rara.
Al fondo de la calle, en el poblado había un tal señor Anastasio, era un hombre muy muy grande, a veces la gente le iba a consultar por cosas. El hombre no trabajaba, ya apenas tenía fuerzas para moverse de tan grande que era, pero la gente le traía alimentos y él a cambio les daba orientación sobre algún tema. Yo era chico todavía y con mucho miedo y mucho respeto lo fui a ver.
-Disculpe señor quería preguntarle algo. -A diferencia de otros señores no me miró raro, me miró con cariño.
-Adelante, Zizer.
-¿Me conoce?
-¿Cómo no te voy a conocer? Te has criado aquí, vienes siempre con tu padre a comprar al poblado. Dime que precisas.
-Mire, no sé cómo explicarle, yo juego con los niños y cuando pierdo ya sea una lucha con espadas de madera o en algún juego de escondite en el bosque me enojo y los otros niños es como que sienten dolor generalmente en la cabeza y no, no entiendo.
-Es que tienes un pensamiento muy fuerte.
-Sí, bueno, pero ¿y eso qué tiene que ver? ¿Por qué al otro le duele la cabeza? Es raro, ¿no?
-Zizer, tienes que tratar de no enojarte.
Cuando lo fui a ver al anciano, tenía seis de vuestros años y traté de cambiar mi carácter, de no molestarme cuando perdía en algo, de no molestarme cuando algo me salía mal, y es como que los niños empezaron a confiar en mí. Y así llegué hasta los doce de vuestros años.
Y había una niña que me gustaba. Diréis "¡Vaya, qué joven precoz!, a los doce años". Pero bueno... Y le pregunté si queríamos ser amigos. La familia de ella tenía muchos metales, el padre era un próspero comerciante.
Y me dijo de mala manera:
-Y por qué yo habría de salir contigo, Zizer, eres un simple granjero, no tienes nada para ofrecerme.
Le respondí:
-No entiendo, ¿cómo ofrecerte?, te estoy diciendo de ir a jugar.
-¿Y qué juegos tienes, tienes alguna espada de verdad?
-¡Pero soy un niño, cómo voy a tener una espada de verdad!
-Mis amigos tienen espadas de verdad que sus padres le compran, así que si no tienes una espada de verdad no seré tu amiga.
Hacía rato que no me molestaba. Me enojé con ella mucho y vi que se retorcía de dolor y me dio una pena tremenda. Y frené en mi pensamiento y noté que ella se había calmado. Y me asusté. ¿Hasta tal punto mi pensamiento le podía afectar? En ese momento anhelé, deseé con toda mi alma que ella se acercara a mí y me sorprendió sobre manera que sonrió y me dijo:
-Me agradas, no importa que no tengas espadas de verdad, seremos amigos. -Y me tomó de la mano. Quisiera que me diera un beso, pensé. Se acerco a mí me tomó de la mejilla y me dio un pequeño beso en la boca. Pegué un respingo, me... como que me sobresalté, como que me asusté.
Se llamaba Josera y empezamos a ser amigos. Y después de tanto tanto tanto tiempo lo volví a ver al anciano Anastasio y le conté.
-Ya tienes edad para que te cuente, si tus padres no te contaron.
-¿Contarme qué?
-¡Ah! Aparentemente te habían dejado abandonado en el bosque, en el bosque que está pasando la llanura extensa de la zona norte y después nos dimos cuenta que no te habían abandonado, estabas como oculto en la espesura y en el camino había dos cadáveres, un hombre y una mujer.
-Pero, pero a ver si entiendo, no, no...
-Mira, Zizer, aparentemente esas dos personas que mataron era tus verdaderos padres. Les dispararon con flechas, les dispararon desde lejos porque tenían miedo de acercarse.
-No entiendo, pero ¿y papá y mamá?
-Ellos te adoptaron. -Me quedé helado.
-¡Pero no son mis padres! Por eso no me decían hijo.
-No, no tiene nada que ver. Ellos te aman, ¿acaso te han mezquinado cariño, te han mezquinado afecto?
-No, me han criado bien, con amor, pero ¿por qué soy distinto, por qué ese poder del pensamiento?
-Porque aparentemente tus padres eran mentos.
-¿Qué es eso?
-Es una raza de seres humanos, Zizer, que tiene poder mental. Tú me comentaste muchísimo tiempo atrás que te enojabas con los niños y algunos caían de rodillas por el dolor fuerte de cabeza, eso se lo provocabas tú con tu mente. Y puedes hacer muchas más cosas.
Y le conté lo de Josera.
-Me había enojado con la niña y también pasó lo mismo, le provoqué dolor de cabeza, pero luego me dio como un arrepentimiento y deseé que estuviera conmigo, que me aceptara como amigo, y en ese momento se acercó a mí y me aceptó como amigo y luego pedí mentalmente que me diera un beso y me besó. -Fue la primera vez que le vi una mirada alarmante al anciano Anastasio.
-Tienes mucho más poder de lo que yo pensaba no solamente puedes provocar malestar en las personas si no que puedes ordenarles mentalmente que hagan lo que tú quieras.
-¿Pero señor, me está diciendo que ella me besó porque yo lo pensé mentalmente?, quiero decir que si le digo que se tire al lago, se tira al lago.
-Sí, pero por favor, por favor ten mucho cuidado, si la aldea se entera de tus dones...
-¿Cómo dones, qué son dones? -pregunté.
-Como poderes, pero en realidad no son poderes, son dones que vienen contigo, con tu raza. -Me miré las manos, me miré mi cuerpo.
-¡Pero señor, yo no soy distinto!
-No, los mentos son iguales a cualquier otro ser humano, pero tienen algo en el cerebro, algo que hace que tengan una mente distinta cuyos pensamientos...
-Pero aparte, por las noches es como que siento ruidos y veo como siluetas.
-Vaya.
-¿Cómo vaya, que yo me vaya?, ¿quiere que me vaya?
-No, no, vaya es una palabra como de sorpresa como diciendo "¡Caray, mira este niño!"
-¿Pero qué significa eso de ver siluetas, de escuchar como ciertas voces?
-Es como que aparte tienes otro don, aparte como mento tienes otro don de que puedes percibir cosas que otros no.
-Hay leyendas que mis padres me dijeron de niño, de que hay como espíritus en la naturaleza que rodean las aldeas. ¿Usted piensa, señor, que yo estoy viendo eso o escuchado esos espíritus? ¡Pero eso me da un miedo tremendo!
-No tiene que darte miedo, Zizer, porque eso no te va a afectar.
-¿Ah, no? Pero a veces no puedo dormir al escuchar eso.
-¿Y nunca has deseado que se callen?
-Sí, más de una vez.
-¿Y qué ha pasado?
-Y no los he escuchado.
-¿Te das cuenta?, con tu pensamiento puedes dominar incluso a esos espíritus.
-Primero me sentí con un miedo casi llegando al pánico, pero después... después es como que me sentí omnipotente. ¿Esto significa que cuando crezca puedo mandar a cualquiera?
-No, Zizer, no puedes hacer eso, eso no sería bueno, tienes que hacerlo para ayudar a los demás.
-¿Hacer qué?
-Esos dones los tienes que usar para ayudar a otros. Tú de repente me has comentado que has deseado que la niña Josera te besara y te besó, el día de mañana puedes ir al banco donde guardan los metales y ordenarle al cajero que te de metales y que luego se olvide de que te los dio.
-¡Vaya, qué bueno!
-No, Zizer, eso no es bueno, ahí serías un ladrón, estaría mal que hicieras eso.
-Pero no dañaría a nadie, no sería un asaltante.
-No, Zizer, eso no se hace.
-¡Pero usted me dio la idea!
-No, no te di ninguna idea, fue un ejemplo que te di.
-O sea, que puedo hacer que todas las niñas de la aldea quieran salir conmigo.
-No, Zizer, eso no está bien. Hablaré con tus padres, los pondré al tanto.
-¿Qué es ponerles al tanto?
-Les contaré, les contaré que ya te he contado y que tú sabes quién eres.
-No, no lo hará. -Tengo que ir...
Lo miré con ojos fijos: -No anciano, te ordeno que no lo hagas. -El anciano es como que temblaba, cerraba sus puños, intentaba pararse (levantarse). No, anciano, siéntase. -El anciano se sentó-. Mírame. -El anciano Anastasio me miró-. Quiero que te olvides de lo que me has dicho, quiero que te olvides que soy de esa raza mento, quiero que te olvides de esta conversación. ¡Ahora! ¡Ya! -El anciano abrió los ojos y me miró cariñosamente.
-Querido Zizer, ¿qué buscas? -Pensé rápidamente en mi corta edad.
-Lo quería consultar porque hay una niña que me gusta, ¿cómo puedo hacer para que me acepte, sería bueno que le dé algunos regalos?
-Mira, querido niño, la amistad, la verdadera amistad no se compra con regalos, o te aceptan o no te aceptan, no puedes obligar a nadie a que te acepte si no quiere.
-¿Pero podría aceptarme?
-¿De quién hablas?
-Una tal Josera, que es hija de comerciantes.
-Y no sé si te aceptará porque tiene otro tipo de amigos.
-¿Cómo otro tipo de amigos?
-Claro, sale con niños ricos que tienen su propio hoyuman, su propio equino, tienen incluso sulquis para ir a pasear y tú no tienes nada de eso. Esto no significa que no te acepte por ser quien eres, es como que es una niña de estas jóvenes ricas caprichosas que...
-Pero yo le podría regalar cosas de valor.
-No, no podrías porque tus padres son granjeros, no tienen tantos metales. -Estuve a punto de equivocarme y decirles "pero yo puedo conseguir" y me callé, aparentemente el anciano Anastasio se había olvidado de todo. Le agradecí y saqué de mi bolsillo una moneda cobreada y le dije:
-Tome, por la atención.
-No, en el pueblo ya me traen alimentos, ¿cómo tú que eres un niño me vas a dar algo? No, no, no, puedes venir a conversar cuando quieras, pero eres un niño, ¿cómo te voy a cobrar? -Me abrazó, me acarició la cabeza y me dijo- Ahora ve, ve que seguro que tus padres esperan. -Me di vuelta y le dije:
-¿Mis padres me quieren, no?
-¡Pero claro!, ¿cómo no te van a querer?
-¿Puede ser que de cara sea parecido a mi padre?
-Pero obvio, ¿cómo no van a ser parecidos si tu eres su hijo? -Qué bien que mentía el anciano, pero lo había hecho olvidar y había olvidado todo lo que me había contado.
Así que yo era adoptivo, huérfano de pequeño y me adoptaron padre y madre que parecían más mis abuelos que mis padres porque eran grandes también. Pero es cierto, no podía quejarme siempre me habían dado amor, pero ahora me sentía como raro, tenía poderes, podía dominar a la gente.
A los dos días siguientes me pasó algo extraño, había un hombre grande que la gente lo respetaba mucho, era muy fuerte, era leñador y sin querer tropecé con él.
-¡Oye niño, por qué no mira por dónde vas!
-¡Y por qué no mira usted que es más grande, en vez de ser tan estúpido!
-¿Qué has dicho? -lo miré y le dije:
-Tú me tienes miedo, tú me tienes mucho miedo. -El hombre se pudo a temblar y me dijo:
-Discúlpame, discúlpame, Zizer, por haberme tropezado contigo. -Y se marchó corriendo. Me di cuenta que podía dominar hasta a un adulto. Y me sentía bien, muy bien. Y también podía dominar a esas entidades de la noche que me hablaban en mi cabeza.
Llegué a casa y hablé con padre y madre:
-Quiero que nos sentemos a la mesa. -Los miré mentalmente y se sentaron en la mesa-. Quiero que me digan la verdad, ¿sabéis quién soy? -Estaban comiendo guisado.
-Sí, te encontramos en el camino, eres un mento.
-Quiero que os..., no antes, ¿Quién más sabe esto?
-Pocas personas en el pueblo.
-Escribid la lista de las personas que saben quién soy. -Lo escribieron. Lo bueno que hicieron por mí que a los seis años yo ya sabía leer y escribir. Los miré fijamente a padre y madre-. A partir de ahora os olvidaréis ambos mi origen, soy en verdad vuestro hijo.
Al día siguiente fui a visitar a todos los de la lista, que eran pocos, menos de una docena y a uno por uno los hice olvidar a donde me habían encontrado. Así que para toda la aldea yo era hijo verdadero de mis padres y nadie, nadie sabía que era un mento. Y recién tenía doce de vuestros años.
Gracias por escucharme.
Sesión 03/05/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Se sentía invencible porque podía defenderse y manejar a los demás gracias a su don. Pero no estaba satisfecho. Y se sentía culpable.
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Entidad: A veces, de un momento para otro, situaciones que te parecían nefastas, insoportables, angustiosas, enloquecedoras cambian, se modifican, mejoran o no es que mejoran, las comprendes, las entiendes, las aprovechas, las sufres, las exprimes y ya no te angustian, ya no te duelen, ya no te molestan, ya forman parte de ti.
Recuerdo que tenía seis años y visité al anciano Anastasio, le preguntaba cosas que no entendía y que me pasaban. Me decía: "Zizer, con el tiempo vas a entender".
Y lo entendí cuando seis años más tarde, a mis doce años, logré que una niña rica me besara. Pero todavía no entendía bien qué era lo que yo tenía hasta que el anciano me lo dijo. Me contó mi origen, mis verdaderos padres eran mentos tenían dones o poderes, llamadlo como queráis, y me adoptó una pareja de ancianos en la aldea, a los que consideré mis padres.
Pero fui entendiendo mis dones. Averigüé sobre la raza mento, podían hacer que a la otra persona le doliera la cabeza, que se desmayara, ¿pero sugestionarla como para que obedezca tus órdenes?, eso me pasaba a mí. Es más, recuerdo que una vez esta niña malcriada la besé con demasiada fuerza: "No quiero saber más nada de ti, eres demasiado brusco". Intencioné mentalmente que olvidara esa escena y al rato me dice "Recuérdame Zizer de qué estábamos hablando porque se me hizo como una laguna, como una amnesia". Y me di cuenta de que tenía el don de hacer olvidar las cosas.
¿Pero eran episodios inmediatos o eran mucho más? Entonces intencioné con el anciano Anastasio, que olvidara todo lo que sabía de mí. Y recuerdo que me miró y me dijo:
-No me recordaba de que estuvieras aquí, Zizer, ¿precisas algo?, dime que me has traído algo de comer...
Y le respondí:
-Justamente pasaba para saber si precisaba algo, prometo traerle.
-Gracias.
Y tampoco me convenía que mis padres adoptivos supieran, tampoco me convenía que gente del pueblo que hayan hablado con mis padres superan del origen. Y había una docena de personas que conocían mi origen, pero como yo no sabía no dejé no un solo habitante del pueblo sin hacerlo olvidar; para todos ellos yo era un joven, un joven que ya había cumplido dieciséis de vuestros años.
Y en ese lapso aprendí a obtener beneficios. ¿Qué está mal? Seguramente, seguramente. Iba al depósito bancario del poblado y hablaba con el que atendía delante y le decía:
-Tu jefe me ha llamado. -No dudaba, para él su jefe me había llamado. Cuando venía el jefe le decía:
-Tú me debes cien monedas plateadas. -Lo miraba fijamente y al momento me traía las cien monedas plateadas.
-Ahora estamos a mano.
-Estamos a mano, pero inmediatamente te olvidarás de que estuve. -Y cuando salgo le digo al joven de adelante-: Te olvidarás de que yo, Zizer, estuve aquí. -Me iba con las cien monedas plateadas y no quedaba nada registrado.
Ayudaba a mis padres adoptivos, me criaron con amor, no puedo decir nada de nada. ¿Tenía rencor porque me ocultaron mi origen? No, no. Pero vuelvo a lo que dije al comienzo, cosas negativas espantosas ahora yo las usaba a favor.
Recuerdo que desde que tenía seis de vuestros años escuchaba voces o de repente es como que veía sombras y me asustaba, me asustaba mucho.
Y una tarde hablé con el anciano Anastasio.
-¿Qué es lo que nos da vida? -Y el anciano me dijo:
-Mira, Zizer, ¿tú crees en aquel que está más allá de las estrellas?
-Por supuesto.
-Pero no lo ves.
-No lo veo.
-Pero sabes que está.
-Por supuesto.
-Una muy pequeñísima parte de él es lo que nos da vida a nosotros.
-No, eso no lo entiendo, ¿cómo?
-Claro, aquel que está más allá de las estrellas, pequeño Zizer, es más grande que todo este mundo.
-¿Más grande que todo Umbro?
-Sí, y que todas las estrellas juntas. Y él nos ha creado -Me toqué.
-Pero yo nací de una mamá.
-Claro, Zizer, pero él nos ha creado de manera incorpórea y entonces nos incorporamos en nuestro cuerpo cuando nacemos.
-¡Ah, tú hablas del alma!
-¡Ah! ¿Conoces esa expresión?
-Sí.
-Bueno, hay almas que se niegan a reconocer que han muerto sus cuerpos y vagan por el mundo, y eso es lo que tú ves y eso es lo que tú escuchas. -Por supuesto que cuando me fui le ordené mentalmente al anciano Anastasio que olvide lo que hablamos.
Y esa noche presté atención y cuando escuchaba voces, mentalmente le decía "Quiero que se aparezcan como fueron la última vez en su vida", y de repente se veía como una figura fantasmagórica. Y yo hablaba con esa figura:
-¿Quién eres?
-Me llamo Añac, fui un guerrero oriental.
-Pero tú estás muerto.
-No, ¿cómo voy a estar muerto, no ves que hablo contigo?
-No, tú eres un alma, un alma perdida. -Notaba como que se molestaba.
-Puedo atormentarte -me decía-, haciendo escuchar mi voz todas las noches.
Y en ese momento pensé "¿Por qué no puedo hacer lo mismo con él?". Y mentalmente le dije:
-¡Tú vas a estar bajo mis órdenes!
-Ordena qué quieres que haga.
-Hay una niña, una niña que se llama Josera. Quiero que la asustes esta noche. Y no vengas hasta mañana, o yo te voy a atormentar a ti.
Al día siguiente me crucé con Josera y me dijo:
-Zizer, tuve una tremenda pesadilla.
-¡Qué te ha pasado!
-Escuchaba como voces, pero sé que es un sueño, no puede ser real.
-Quédate tranquila, mentalmente rezaré con aquel que está más allá de las estrellas para que nada negativo te atormente.
-¿Puedes hacerlo?
-Claro que sí. ¿Pero qué me merezco como premio?
-Te daré un beso.
-No, eso es un consuelo.
-Entonces seré tuya.
-Ahora estamos hablando mi idioma. -Y estuvimos en el bosque hasta casi el anochecer. Cuando volvimos al pueblo la miré y le dije:
-Josera, olvida que has estado conmigo y olvida que has tenido esa pesadilla. -Me miró y me dijo:
-¿Qué haces aquí? Qué casualidad cruzarnos.
-Sí, justo venía de hacer un recado -le dije-. Espero verte pronto.
-Sí, cómo no. -Y se marchó.
Me sentía poderoso, pero aparte podía manejar mentalmente a esas almas que renegaban, que no querían estar desencarnadas. Pero cuando vino ese guerrero, Añac, le dije:
-No la molestes más a Josera. Y cuando yo te convoque vendrás inmediatamente.
-Así lo haré, amo.
-No, dime Zizer.
Tenía el poder pero quería más. Es como que quería salir de ese poblado. Y a veces me sentía como con complejo de culpa, como ¿no estoy abusando de mi poder? Hice mía a Josera, le saqué metales al señor del banco...
Me había cogido como un complejo de culpa y al día siguiente me fui por el camino a pensar. Cuando en ese momento aparecieron tres hombres montados en hoyuman.
-Vaya, un joven solo seguro que trae metales con él. -Miré los tres estaban con grandes espadas. Desmontaron, sacaron sus armas-. A ver, a ver niño, cuántos metales tienes, antes de que te quitemos la vida. -Los miré a los tres y les dije:- Ustedes se odian, no se soportan el uno al otro, se odian tanto que tienen deseos de matarse.
Y en ese momento los tres se trenzaron en una tremenda pelea cayendo los tres heridos mortalmente. ¿Si me dio pena? Para nada, me hubieran matado si yo no hubiera tenido este don. Les revisé sus alforjas y tenían algunos metales cobreados, era poco, pero valía el esfuerzo que yo había hecho. Me sentía como invencible pero tenía que tener precaución, me tenía que alejar rápidamente de allí; cuando vieran a los tres hombres no iban a entender nada, pensarían "Se habrán peleado entre ellos para despojarse los metales el uno del otro", no sería nada extraño.
Estaba cansado, volví a casa. Madre me dijo:
-Zizer, amor te prepararé un rico guisado. -La abracé, le di un beso en la frente, lo acaricié a padre y comí con un tremendo apetito. Y esa noche me acosté sin voces, sin molestias y dormí plácidamente hasta el amanecer.
Gracias por escucharme.
Sesión 17/05/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Había descubierto que tenía un poder mental ilimitado sobre otros, los podía dominar, avasallar, sojuzgar. De todas maneras estaba convencido de que no hacía mal. En un pueblo encontró a un mento. Se midieron.
Sesión en MP3 (2.179 KB)
Entidad: Me doy cuenta del tremendo poder que tengo, un poder donde puedo dominar mentes, comportamientos, situaciones. Incluso esas figuras de la oscuridad las puedo mandar, las puedo ordenar. Entonces ¿por qué tengo tanto miedo?, ¡de qué tengo tanto miedo! Estoy mal, tengo ganas de desgarrar las paredes, la corteza de los árboles. ¿Por qué tengo tanto miedo? ¡Puedo hacer que peleen guerreros y se maten entre ellos! ¡Soy Zizer!
Pero de noche, de noche me invade como cierta impaciencia, como cierta ansiedad, nervios, ¡oh! ¡Por qué!
Nadie puede hacerme daño, hasta esas figuras de la oscuridad que a veces me hablan las domino y les digo que se callen, que no susurren, que no me molesten. Y me doy cuenta de que mi actitud es irracional, cien por ciento irracional. ¡Ah!
Cuando cumplí dieciocho de vuestros años le dije a padre y a madre que iba a conocer nuevos lugares. Ya me había ausentado por varios amaneceres y les traía metales plateados y dorados.
-Hijo, ¿de dónde has sacado eso? -me preguntaba padre.
-He hecho intercambios de telas, he conseguido telas de seda baratas y las he vendido al triple del precio.
-¿Y cómo sabes tú de eso?
-Padre, las veces que me ausento aprendo de otros mercaderes.
Por supuesto que no era cierto. Por supuesto que podía controlar conductas y actitudes. Lo de las telas era un invento, pero por lo menos me marchaba dejando a mis padres adoptivos con metales como para sostenerse sin tener que trabajar tanto, siendo ya grandes. ¡Ja, ja, ja!
Me sentía misericordioso, sí, porque soy misericordioso con quien me trata bien. Mis padres me dieron amor, entonces yo les recompe... A ver cómo podría decirlo, les recompenso con lo mismo, pero guay, ¡eh! Aquellos que me quieren poner un palo en la rueda... ¡Ah! ¡Soy Zizer!
Y me marché. Recorrí lugares, tuve perfil bajo, iba a las posadas comía y bebía. Miraba al posadero y le decía: "Tienes que darme el vuelto del metal dorado que te di". Y me daba ochos metales plateados por los dos metales plateados que había gastado, y en su mente él pensaba de verdad que yo le había dado una moneda dorada. ¡Ja, ja! ¿Es aprovecharme? No, él tenía otros comensales que le pagaban.
Recuerdo que una vez vino en otro pueblo, a una posada un hombre de mediana edad, veía que tenía una alforja bastante bastante gorda, debería tener bastantes metales. Me acerqué a su mesa y le dije:
-No conozco a nadie aquí, le convido con una bebida espumante. -El hombre me miró y asintió. Traje dos bebidas espumantes y me senté con él. En ese momento lo miré a los ojos y le dije- ¿Qué tienes en tu alforja? -Y sentí una tremenda puntada de dolor, un enorme dolor en mi cabeza y me entró pánico. Me paré. Yo digo "serán... serán de vuelta estos seres del error, estos seres oscuros que me molestan", pero no percibía nada. Y veía que el hombre me miraba con una mirada fija, penetrante y me entró pánico-. ¿Por qué me miras así? -El hombre estaba totalmente sereno.
-Porque tú me querías doblegar mentalmente.
Confusión, una tremenda confusión. Nunca nadie sabía lo que yo iba a hacer.
-¿Quién eres? -le pregunté.
-¿Quién eres tú? -me preguntó él.
-Mi nombre es Zizer.
-Yo soy Darien.
-¿Tú me has provocado ese dolor?
-Así es, porque tú me querías doblegar, querías doblegar mi voluntad para saber qué tenía en mi alforja. Tus intenciones no eran buenas.
-¡Mírame! ¡Me vas a dar lo que hay en la alforja ahora! -Sentí un dolor penetrante otra vez en mi cráneo. ¡Aaah! Pero ya no sentía miedo, sentía furia, una furia que dirigía contra este Darien. ¡Ja, ja! Ahora es él el que se tomó la cabeza.
-¡Basta! -pidió. Y paré-. Eres igual que yo -me dijo Darien-, tienes un poder tremendo siendo tan joven.
-¿Igual que tú? -inquirí-, ¿qué eres tú, quién eres tú?
-Soy un mento -dijo Darien.
-¡Ah, vaya! -Desconcertado-. Un mento.
-Hay muchos mentos, muchísimos, pero pasan inadvertidos, como cualquier ser humano normal. Rara vez mostramos nuestro don y ninguno se aprovecha de la gente. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Trabajamos, ayudamos.
-¿Y por qué si podemos hacer más cosas? -El hombre me miró de una manera extraña como enojado, pero a la vez como abatido.
-Es una pena -me dijo- que tú siendo tan joven te inclines por el mal.
-¿Qué?, ¿qué?, ¿de qué hablas?, ¿qué mal? No he matado a nadie. Es decir, varias veces me quisieron asaltar y los obligué a pelearse entre ellos. Y una vez un hombre solo, y le obligué a clavarse su propia daga. ¿Si he sacado metales? Sí. ¿Si de repente alguna joven requerí de su amor obligándola? Sí. Pero luego le borré su memoria, así que no se sintió lastimada.
-¿Te das cuenta de lo que dices? -exclamó Darien-, tienes un poder tremendo, superior al mío. Puedes obligar a la gente a olvidar, puedes someter a la gente a tu voluntad. Podrías hacer tanto bien, tanto bien... protección a las aldeas, entrenar a otros como nosotros.
-¿Qué?, ¿por qué habría de hacer eso, para que después me quieran vencer a mí? ¿Me has visto cara de tonto?
-¿Por qué querrían vencerte, Zizer, por qué querrían vencerte?, serías su maestro, te adorarían.
-¡Ah! Darien, me pueden adorar igual. En fin, esta conversación terminó. ¡Mírame!
-No lo lograrás.
-Mírame, Darien. ¿Qué tienes en la alforja? -Temblaba, se resistía y temblaba, intentaba provocarme dolor pero yo lo frenaba, es como que ponía una especie de cortina mental para que no me llegara ese efluvio suyo, pero el mío sí llegaba. Hasta que lo vencí. Y me dijo:
-Tengo un cuero, muy buen cuero para vender, y tengo varias monedas doradas.
-Quiero esas monedas. No te resistas, quiero esas monedas -Cogió las monedas y me las dio. Las guardé en uno de mis bolsillos. Lo miré y le dije- Tú recién me has visto, te he invitado a tomar algo, una bebida espumante. Ya le he pagado al posadero. No hemos hablado de otra cosa. En tu alforja llevas cuero, los metales los has gastado.
-Los metales los he gastado -repitió automáticamente Darien-. Me erguí y le dije con voz amistosa.
-Estuvo muy buena la bebida espumante.
-Te agradezco mucho joven, rara vez me invitan.
-Ya le he pagado al posadero, disfruta tranquilo. -Fui al posadero-. Te he dado una moneda plateada por las dos bebidas espumantes, quédate con el vuelto.
-Gracias, joven, muchas gracias. -Y me marché.
Me sentía extraño, era la primera vez que me cruzaba con un mento. Habría otros más poderosos, tendría que ejercitarme más. Al comienzo sentí ese punzante dolor en mi cabeza y luego lo pude frenar, Darien no tuvo ya poder sobre mí. ¡Qué bueno! Frené a otro de mi especie, vencí mentalmente a otro de mi especie, logré que me diera metales dorados, logré que se olvidara que me dio esos metales. Ya no estoy hablando de una persona común, he doblegado a otro como yo, lo he doblegado por completo. ¿Quién podrá detenerme? Nadie.
Pero reconozco que seguía teniendo ese temor, cuando llegaba la noche quería rasgar las paredes.
Una noche me agarró un ataque de ira, me desgarré la ropa, me rayé parte del cuerpo con mis uñas. Y al día siguiente estaba enojado conmigo, no puedo perder el control, soy poderoso, soy muy poderoso; puedo contra otros de mi raza. Tengo que vencer ese miedo, tengo que vencer ese temor. Lo puedo lograr, yo sé que lo puedo lograr. Yo sé que lo puedo lograr, lo voy a lograr. Lo voy a lograr.
Gracias por escucharme.
Sesión 11/06/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Seguía molesto porque tenía que usar su poder para gobernar a los demás. Quería que fuera así, pero sin usarlo. Se encontró con un ejército. Probaría hasta dónde llegaba.
Sesión en MP3 (3.529 KB)
Entidad: Qué difícil es lograr una armonía, como que dentro mío hay una confusión, como que en mi mente hay una batalla. Por un lado me siento pleno, fuerte, por otro lado me siento disconforme porque nadie puede resistirse a ese don que tengo en mi mente.
Pero he probado de ir a otras aldeas a comprar algo en un almacén de ramos generales y digo:
-Mi nombre es Zizer.
-Un segundo, estamos atendiendo.
Y así me pasa en muchos lados. No es que me traten con malos modales, me tratan como al común denominador. Aunque en realidad no es así.
Fue un personaje importante, un tal Kildar, un hombre que tenía varios campos al almacén de ramos generales y pasó directamente sin hacer la fila.
-¡Señor Kildar, bienvenido! Elija lo que usted desee.
Y ahí me di cuenta que hay gente que sin tener ningún don, solamente por el hecho de tener posesiones y metales es preferencial ante los ojos de los demás. Y eso es lo que me puso mal. Obviamente no pude con mi genio, los fui mirando a todos los clientes, los vendedores, al encargado y al importante señor Kildar.
Diréis "Es muy infantil". Los hice poner a todos de rodillas y al señor Kildar a andar por el piso (suelo) de ramos generales gateando con manos y pies, pero no se me iba la ira. Le dije al encargado:
-¿Cuál es vuestra mejor espada?
-Una de estilo muy bien labrada.
-Dádmela.
-Pero ésta está labrada por un artesano, no por el herrero, vale un metal dorado.
-¡Ah! Como el que te he dado.
-Claro.
-Perfecto. Entonces la llevo.
Chasqueé los dedos y es como que todos volvieron a su conciencia, ni los vendedores, ni los clientes, ni el encargado entendía porque el señor Kildar estaba gateando como un cerdo con las manos llenas de barro, ni él mismo lo entendía. Entonces yo me di vuelta.
-¡Ayudad al pobre hombre, no veis que se ha tropezado? -Y salí silbando. Pero por dentro sentía como una disconformidad, como que para lograr cosas tenía que utilizar mis dones. Entonces no es que se doblegaban a mí, a Zizer, se doblegaban a mi don.
He hablado con consejeros, a los que luego les hice olvidar dicha conversación, y les he preguntado:
-¿Cómo hago para que me acepten a mí? -Y me han dicho varios lo mismo:
-¡Pero si tienes el don! ¿Cuál es tu problema?, usas el don y te aceptan.
-Claro, pero porque les manejo la mente. ¿Cómo hago para que me acepten a mí? He tenido muchas niñas en mi cama, pero las he doblegado.
-Cuando te refieres a niñas, ¿qué quieres decir?
-Claro, no, no, niñas me refiero a adolescentes mayores, tengo un límite.
-Entiendo. ¿Y tú piensas que por ti mismo una adolescente no te aceptaría? -Me encogí de hombros.
-He probado un par de veces y me han ignorado.
-Pero eso le pasa a todo el mundo -dijo el consejero de turno-. No a todo el mundo le caemos bien, tampoco a todo el mundo le caemos mal.
-¡Ah!, pero no me conforma tu explicación, en realidad yo no quiero caer bien, quiero mandar, quiero ser quien dé la orden.
-Pero eso no lo logra nadie salvo el rey de alguna región, y tú no eres rey.
-No, pero podría llegar a serlo. -Al igual que a los demás consejeros, con el que hablaba le tomé el mentón, lo miré a los ojos-: Te olvidarás de lo que hemos hablado, te habré preguntando intranscendente. -Y me marché.
La mayor prueba fue en una región distante, porque cada vez me alejaba más de la pareja de ancianos que me había adoptado. Me encontré con un ejército de soldados bastante bastante grande, por lo menos había quinientos soldados, y al lado del jefe, el que uno se daba cuenta que era el que mandaba, una mujer montando un caballo negro. Primero pasaban de largo, me ignoraban. La mujer habló con el que supuestamente mandaba, hicieron parar a la tropa y ambos se acercaron a mí.
-¡Oye, tú!, ¿de dónde eres?
-De una aldea, al sur.
-¡Vaya, qué hermosa espada que llevas!
-Es artesanal, la pagué, un metal dorado.
-¡Ja, mira tú! -exclamó la joven-, mi general lleva una espada común y tú, un aldeano, una espada artesanal. Te dejaremos seguir, pero tendrás que hacer un pago.
-Dime -exclamé tranquilo.
-Le regalas la espada artesanal a mi general y luego te marchas.
-Hagamos una cosa -dije yo-. ¿Qué te parece si matas a tu general y me nombras a mí tu general? -El hombre lanzó la carcajada, la mujer no, me miró de manera misteriosa.
-¿Quién eres?
-Mi nombre es Zizer. ¿Y tú cómo te llamas?
-Randora. Quizá no hayas oído hablar de mí, pero prácticamente fui la dama de la fortaleza de Villarreal. -Negué con la cabeza.
-No... no escuché hablar de Villarreal. Sé que tiempo atrás hubo una batalla pero no le presté atención, era bastante lejos de mis tierras.
-Pues supuestamente perdimos y ahora tengo hombres nuevos y vamos en busca de otros que quieran unirse. -El hombre le dijo a Randora:
-Jefa, déjame matarlo y sigamos viaje. -La mujer levantó la mano haciéndolo callar.
-¿No tienes miedo de nada? Mi general quiere matarte.
-Mucha gente quiso matarme y te demostraré porque no pueden, si me lo permites.
-Adelante -dijo la mujer, con una mueca burlona. Lo miré al general.
-Tienes un miedo tremendo, bájate ya del hoyuman. -El hombre se bajó temblando-. Me tienes miedo, tienes un pánico tremendo, sabes que con mis manos que trituran las rocas puedo arrancarte la cabeza.
-¡No, por favor, no lo hagas, no lo hagas!
-Tienes demasiado miedo, un miedo tremendo, escucha como te late el corazón, escucha como te late el corazón más fuerte, más fuerte, más fuerte, más fuerte... -Y el hombre cayó sin vida de un ataque cardíaco. La mujer estaba pálida.
-¿Cómo has hecho eso, eres un mento?
-Así es. -Sin prestarle atención a la tropa hurgué la ropa del general y tenía algunos metales que me los puse en mis bolsillos. Mi caballo era mejor que el suyo, me puse a la par de Randora-. -Y bien, ¿me aceptas como tu general? -La mujer era bastante lista.
-Si te digo que no, me dominarás mentalmente, hasta podrás acabar conmigo y podrás dominar a toda la tropa mentalmente. Si te digo que sí, incluso podrás hacer lo mismo, quizá no eliminarme pero quedar a cargo de todo, de los quinientos hombres.
-Así es -asentí.
-Claro, pero ahora me toca preguntarte: ¿Y qué ganarías con eso?, ¿qué harías, saquear aldeas? Tú no precisas eso, por el don que tienes, que vi; puedes entrar a cualquier almacén de ramos generales, a cualquier banco y llevarte los metales que quieras, no precisas saquear nada. ¿Entonces para qué te serviría esta hueste?
-Está bien -asentí-. ¿Cuál es tu plan?
-Reconquistar Villa Real.
-¿Para qué?
-Porque tengo muchos enemigos. Me alié con una persona que no estaba en sus cabales, fue un mal estratega y perdimos. Tuve que huir. Al hombre lo maté y ahora junté bastantes metales dorados y tengo una tropa nueva...
-Que obviamente -la interrumpí-, no te es leal a ti si no a tus metales dorados. -La mujer se encogió de hombros.
-Sí, pero lo importante es que los tengo.
-Está bien, ¿y qué ganaría yo?
-Compartiríamos la fortaleza una vez que la conquistemos. Aparte, con tus dones sería mucho más fácil.
-Está bien. Y una vez que la conquistemos por qué no te elimino y me quedo yo con todo.
-¿Y para qué? -dijo la joven-, tendrías una fortaleza, podrías tener una guarnición de cinco mil soldados.
-¿Y qué más?
-Serías más que un rey, un emperador, tendrías varios reinados, que es lo que quería ser ésta persona, veinticuatro reinados.
-¿Y qué más?
-No te aburrirías. -Me encogí de hombros.
-Posiblemente. ¿Qué alternativa me das?
-Ser tu compañera, me agradas. -Me quedé pensando rápidamente, era la primera mujer que me decía que yo le agradaba sin haber usado mis dones. Pero tampoco era tonto.
-¿Cómo sé que no lo dices para obtener lo que quieres?
-¿Cómo te lo puedo demostrar? Me agradas como persona, me agradas como hombre. Y no seas hipócrita, no me digas que yo no te gusto como mujer.
-Por supuesto. He tenido chicas más jóvenes en mi cama a las que yo les llamo niñas, pero tú eres una mujer madura y debes saber bastante del amor.
-Ahí te equivocas -me dijo Randora-, del amor no sé nada ni me interesa. Ahora, si tú me dices de intimar, sí, puedo enseñarte bastante.
-¡A mí, ja, ja, ja! Yo soy Zizer, tuve docenas de mujeres.
-Claro, ¿pero cómo?, las has ordenado con tu mente, hacían lo que tú querías.
-Así es.
-¿Entiendes bien, Zizer?, lo que tú querías, pero tú no sabes lo que ellas quieren. -Me quedé pensando.
-Muy zorra, muy astuta.
-Unámonos, conmigo no corres riesgos, no puedo hacerte daño. Tú tienes un don, has matado a mi general sin tocarlo, murió de pánico, un pánico provocado por ti.
-Está bien. Pero al igual que vosotros yo también duermo, ¿cómo sé que no me clavarás un puñal mientras duermo?
-¿Y por qué sería tan tonta?, si tú eres un arma, todo tu ser es un arma, tu mente es un arma, desconozco cuales son todos tus dones. Pero hipnotízame, busca dentro mío y dime que te diga la verdad.
-No, no hace falta -dije-, no hace falta. Si fueras mentirosa no te atreverías a decirme eso, ¡je, je!, salvo que te pases de lista. Así que sí voy a hacer la prueba. Mírame, mírame fijamente. ¿Cómo te llamas?
-Randora.
-¿Qué es lo que quieres?
-Poder.
-¿Qué precisas de mí?
-Tu ayuda.
-¿De verdad te gusto?
-Me atraes.
-Bien. ¿Tu idea es matarme?
-No, ¿por qué haría eso?, nos podemos servir el uno del otro.
-¡Despierta! -Randora estaba segura, no tenía temor de haber dicho ninguna cosa negativa.
-¿Y bien?
-Has pasado la prueba. Eres mala.
-¡Vaya, para eso no precisas un don! Jamás dije que sería buena. Quiero conquistar Villarreal, seremos aliados. Sé que tú tienes el don, no lo uses conmigo, si quieres tenerme vas a disfrutar más dejándome ser yo -dijo la mujer.
Le dijo a los demás soldados que había encontrado al mejor estratega de todo Umbro, el mejor general. Los soldados me vitorearon y me uní a ellos con mi espada artesanal. En el camino Randora me decía:
-Dentro mío tengo como un mal estar, ansias de venganza. ¿Y tú?
-No, yo no, yo tengo como cierto recelo de que a veces entidades que están con aquel que está más allá de las estrellas bajan y se meten en mi mente y me dicen cosas. Las escucho. -Randora me miró y preguntó:
-¿Escuchas entidades invisibles? Mira que alguna vez me ha pasado.
-Sí, pero aprendí a dominarlas. Tengo un poder tal que incluso a esos seres de la sombra sé cómo manejarlos, hasta más de una vez envié alguno de esos seres de las sombras a molestar a seres vivos.
-Vaya, pero noto en tu cara que igual estás incómodo.
-Sí, porque no sé cómo... por ejemplo mis oídos físicos; me puedo poner un paño en mis oídos para no escuchar, pero los oídos mentales, no sé de qué manera nombrarlos, no tengo como taparlos y a veces esas voces me invaden por la noche y no me dejan tranquilo. Les mando mi ira mentalmente, gimen, pero vienen otras y otras, como que les gusta el dolor, y eso me molesta muchísimo. Entonces es como que soy un ser dual, me siento el más poderoso de todo Umbro, pero a su vez vulnerable con esas entidades que me hacen sentir sus voces en mi cabeza, y no sé como sacármelas. -Y Randora me dijo:
-¿Y no será que tu mismo don, al ampliar tu mente, justamente hace que escuches esas voces? Quiero decir, ¿si no tuvieras ese don no escucharías las voces y estarías tranquilo?
-Sí, pero perdería mi poder.
-Bueno, todo no se puede. -me dijo la mujer. Era bastante inteligente, y obviamente yo no iba a sacrificar mi poder. Igual no lo podría hacer, no sabría cómo para no escuchar esas voces.
Apuramos el paso. Randora me dijo:
-Zizer, más adelante hay una ciudad grande. Íbamos a invadirla para buscar comida, provisiones, pero ahora estás tú, has salvado a la población, no precisamos derramar sangre.
Ya estaba pensando en hacerme una corona dorada de emperador, el emperador Zizer con Randora a mi lado, como mi pareja. Seríamos invencibles, in ven ci bles.
Gracias por escucharme.
Sesión 11/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
La entidad relata una vida en Aerandor III. Fue menos tenido, ignorado, despreciado por sus padres. Ellos estaban por su hermano mayor, el príncipe. Se generó odio y resentimiento.
Sesión en MP3 (2.629 KB)
Entidad: Hay cosas que me molesta que me digan, que nací en cuna de oro, que tengo todo lo que quiero, que tengo el poder. ¡Sí! Me ven y me temen pero no saben de mi vida, no saben lo que pasé, no saben lo que sufrí, no saben las humillaciones que sufrí. Sí, soy el rey Morden, prácticamente el más poderoso de todo Aerandor III. ¡Sí!
¡Qué fácil! ¡Hipócritas, que fácil que ven todo! Me hago mala sangre al tener que relatar estas cosas, estas vivencias. Y me duele la cabeza, es como que se me nubla la vista, a veces es como que pierdo el entendimiento de la ira que me ciega.
-¡Ah!, pero te desquitas con tus súbditos.
¡Ay! Qué fácil que es hablar, que fácil que es opinar, que fácil que es hablar por el otro sin haberlo vivido, sin haberlo sufrido, sin haber entendido nada. Colgaría a toda esa gente que habla o que piensan que justifico mi conducta. Y si la justifico, ¿qué?, ¿a quién le tengo que dar explicaciones?
Mi padre era el rey Alisio, mi madre la reina Augusta. Mi padre era un... para todos un buen rey, orgulloso pero buen rey. Mi madre siempre fue noble y él se casó enamorado de ella. Pero mi madre es como que era que en la intimidad tenía el control, fría en todos los aspectos, hasta sus caricias eran gélidas, hubiera preferido que no me acaricie nunca.
Y su voz chillona:
-¡Ay! Morden, Morden, otra vez te has equivocado en tus tareas.
-¿Qué pasó, mi amor?
-¡Ay, Alisio! ¡Ay! Este hijo, nada que ver con su hermano mayor, nada que ver. Crono es muy... es muy bueno, Crono nunca nos hace hacer mala sangre. Encima aún siendo príncipe fíjate como estudia, fíjate como practica con la espada.
-Eso no es nada, mi amor.
-¿Por qué Alisio?
-Porque aparte mira, el físico que tiene salió a ti querida.
-En eso tienes razón, Alisio, Morden salió a ti tiene más panza que cabeza.
-Bueno, mujer, soy tu rey, tampoco me digas así.
Y yo escuchando esa conversación. Me vigilaban y al menor error, a la menor equivocación. Tenía un maestro que me enseñaba a leer y a escribir, a sumar, a restar, filosofía. ¿Para qué quiero filosofía, para qué quiero filosofía?
Y nunca sería el rey porque Crono era bueno en todo, era simpático, agradable, bueno con los soldados, lo respetaban, no precisaba ser severo, grosero para que lo respeten aún simpático como era.
Y envidiaba su simpatía. Pensaban que yo era resentido... Y si era resentido, ¿qué?
Mi padre me despreciaba:
-A ver, Morden, a ver, ven conmigo Morden, espero que vayamos a cazar perdices en el bosque. Obviamente vamos a ir con la guardia, pero espero que no te caigas del caballo como la última vez, estás demasiado gordito tendrías comer más frutas y verduras.
-¡Ay! Alisio, déjalo, déjalo, ¿no ves que no puede cambiar?, él es así.
Mi madre Augusta... ¡Ja! En el fondo los odiaba a los dos.
Me consumía la ira de noche, cuando me acostaba me daba vueltas de un lado para el otro en la cama. Esas voces que me volvían loco, esas voces, voces que me decían "Eres bueno para nada, por algo tus padres no te quieren. Nunca vas a ser rey, Crono te opaca, Crono es diez veces mejor que tú".
¿Si me castigaban? No, no me castigaban, me ignoraban. Creo que ese era el mayor castigo.
Como dije antes, mi padre, el rey Alisio, no era un mal rey, era bueno, tenía cada vez más tropa porque tenía una enorme feria feudal, no cobraba altos impuestos y a pesar de que madre lucía las mejores joyas, podía darse ese gusto.
Recuerdo que me compraron una ropa, unas botas.
-Alisio, fíjate. (Mi madre). Ese pantalón no le entra. Por lo menos dos tallas más grande. ¿Qué comes hijo, qué comes, Morden?
A mí no me gustaba la comida que comían ellos, una picadita de acá, una picadita de allá, un poco de ave, un poco de pescado... Yo iba a la cocina y me servía a escondidas un plato de guiso, papas, arvejas, zanahorias, carne.
Un día fue mi madre, la reina, a la cocina:
-¿Qué pasa aquí, cómo le permitís a mi hijo comer esa bazofia?
-Mi reina, es el príncipe.
-No es el príncipe, Crono es el príncipe. Él... Él es Morden.
Sí. Cuando no eran indiferentes conmigo me despreciaban, me despreciaban, me hacían sentir nada. Me dolía mucho el pecho, es que era como un dolor crónico, un dolor que me consumía. A veces me tocaba el pecho y el corazón tac, tac, tac me latía a más de cien por minuto y me hacía doler la cabeza y aparecían esas voces. Pero generalmente pasaba de noche, como que alucinaba, pero no, no, me daba cuenta que la misma ira, la misma impotencia me hacía escuchar lo que no quería escuchar.
Recuerdo que un reinado vecino nos atacó. Papá ni se inmutó. Alistó a la tropa, le dijo al jefe de la guardia que se defiendan y que cuando veían que las tropas enemigas aflojaban que salieran de la fortificación y atacaran.
Crono tenía ¡quince años! y participó de la primera batalla. Tuvo una herida.
Vencimos al enemigo, vencimos. Digo yo: vencieron.
La cara de padre, días enteros llorando.
-Han tocado a ¡mi hijo!, ¡mi hijo! -no decía mis hijos, decía mi hijo, por Crono.
El rey vecino murió y años más tarde, cuando yo cumplí quince, volvieron a atacar. Padre hizo la misma estrategia.
Crono le dijo de participar. Padre le dijo:
-No, basta, basta. Te dejé participar siendo mozalbete porque estaba inconsciente y a la vez orgulloso, pero basta.
Pero Crono tenía mucho carácter, más carácter que padre y participó. La tropa enemiga cayó derrotada nuevamente. Los soldados regresaron con cara larga, no se animaban a hablar con el rey.
El jefe de la guardia, adelante mío le dijo:
-Mi rey, el príncipe Crono está mal herido. -Ambos salieron corriendo, mi padre, el rey Alisio y mi madre, la reina Augusta. Instantes después murió.
Hubo una semana de duelo. En ese lapso mi padre estaba consumido, tremendamente consumido.
Debo reconocer que sentía dolor a pesar de la envidia que había sentido por mi hermano mayor, pero a mí siempre me había tratado bien, creo que era el único que me había tratado bien con respeto, con cariño, con afecto. Y las veces que iba a cazar con él disculpaba mis errores, o si montaba mal nunca se burló, nunca se rió de mí. De ahí el dolor que sentía por haber perdido a mi hermano. Y después me di cuenta de que yo era el heredero.
Diez años estuve tratando de hacer buena letra, obedeciendo, tratando de comer menos y conservar la silueta. Sí, pude adelgazar, pude adelgazar. Crecí en estatura, me sentía más fuerte, pero es como que olfateaba, es como que sentía, es como que presentía que todavía estaba ese desencanto de padre y la indiferencia de mamá Augusta.
Una vez los escuché hablando detrás de una cortina:
-¡Ay! Alisio, ¿tú no extrañas a Crono? Morden no es ni la mitad de lo que era Crono. ¿Qué nos espera el día de mañana cuando no estemos? ¿Qué va a pasar con el reinado? Y ya es tarde para que tengamos otro hijo, no tenemos la edad. Va a acabar con el reinado, es un inútil. Mi amor.
-Mujer, no digas eso, en el fondo es inteligente. Quizás un poco corto de luces, pero algo de inteligencia tiene.
Otra vez me dolía el pecho, otra vez me sentía con una ira tremenda.
¿Por qué voy a ser hipócrita? No los quería a mis padres, no los quería para nada, no es que les deseaba la muerte pero me daba lo mismo si estaban como si no estaban.
Y cuando cumplí veinticinco años, en menos de dos días, seguramente por un problema cardíaco, papá Alisio murió. Madre en total silencio ofició la ceremonia del entierro de padre.
Pero yo era el legítimo rey y la postergué:
-Madre, ¿qué pasa con mi ceremonia?
-¡Pero hijo! Tu padre...
-Mi padre ha muerto, soy el rey. Quiero los mayores lujos, las mejores prendas para mí. Ahora. -Mi edecán me ayudó a vestirme-. No quiero esa corona, quiero que me hagan una corona nueva. Mientras tanto nómbrenme.
-Mi rey, no hace falta nombrarte, automáticamente a la muerte de tu padre, el rey Alisio, eres el rey.
-Quiero la ceremonia. -Me hicieron una ceremonia con pompas, baile. En el salón posterior mucho licor, baile, mujeres.
Madre horrorizada:
-¡Hijo, qué haces!
-Cállate. -Era la reina madre-. Si no te gusta ve a tus aposentos.
En el fondo es como que me desquitaba por toda esa indiferencia. Permití que a padre lo enterraran con honores, pero no me cayó una sola lágrima.
Hablé con el jefe de guardia:
-Quiero que la tropa se entrene bien.
-Mi rey, la tropa está bien entrenada.
-Quiero ver combates simulados.
A partir de ese momento el reinado cambió, pero no como dijo mi padre.
Lo primero que hice fue atacar al reino vecino que dos veces nos había atacado. Matamos a los nobles. El reinado fue anexo al nuestro, su parte feudal pasó a pagarme impuestos a mí. La tropa de ellos formaba parte de nuestra tropa.
¡Ja, ja! ¿Padre se pensaba que iba a ser un inútil?, mi reinado era mucho más poderoso, con el tiempo sabrían quién era el rey Morden. ¿Débil? ¡Ja, ja! No, débil no, simplemente que no perdonaría, no perdonaría. Tomaría prisioneros únicamente a quienes atacáramos y se rindieran, pero si alguien nos atacaba a nosotros no, nada de prisioneros, no piedad, no compasión. Conmigo no la habían tenido mis padres.
Escuchaba comentarios que decían que no era como mi padre, que me estaba transformando en un tirano. Eran comentarios indirectos, si hubiera escuchado algún comentario directo, al autor del mismo le hubiera cortado la lengua yo personalmente, porque ahora era rey, el rey Morden, mucho mejor rey de lo que hubiera sido Crono, mi hermano fallecido.
Gracias por escucharme.
Sesión 31/07/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Podía dominar a todos pero con la jefa de los soldados bajó la guardia. Desconfiaba de ella pero ella tenía otro tipo de poder sobre él.
Sesión en MP3 (2.129 KB)
Entidad: No sé porque, por qué razón me sentía insatisfecho. tenía todo a mi alcance, todo a mi favor.
Llegamos a una aldea. Le dije a Randora:
-Quedémonos tranquilos, hoy quiero despejar la mente. Es más, que los soldados compren provisiones y se queden a las afueras del pueblo para no incomodar a los aldeanos. -Y así lo hicieron.
Comimos en la posada con Randora, me tomó de la mano, le di un par de metales al posadero y subimos a una habitación del primer piso. Me empezó a desabrochar la ropa de cuero que me cubría el pecho.
-¿Qué haces?
-Quiero estar contigo.
Estaba tan... no sé cómo explicarlo. Había tenido decenas de mujeres que intimaban bajo mi orden, pero era la primera vez que una mujer, sin que yo la obligara mentalmente, quería intimar conmigo. ¿Y por qué tonta razón?, ¿por qué estúpida razón desconfiaba?
-¿Por qué lo haces?
-Porque me atraes, Zizer.
La tomé del cuello obviamente in apretar.
-De verdad, ¿por qué te atraigo? No suelo ser simpático.
Me respondió mirándome a los ojos sin ningún tipo de temor.
-Porque tienes carisma, porque tienes el don de mando. Me atraes por eso.
Y me empezó a besar el cuello, la cara, resbaló su mejilla con la mía hasta darme un beso cálido y largo en la boca. Sentí como un estremecimiento en mi cuerpo porque cuando yo mentalizaba con mis dones a las jóvenes, es como que fueran muñecas, es como que no había manera de que yo estuviera inhibido porque estaban, llamémosle, hipnotizadas, pero Randora no, y me sentía cohibido, es el colmo. Y en ese momento pensé "La voy a subyugar con mi poder mental para que haga todo lo que yo quiero". Y después pensé "Pero por qué, si ella se entrega por gusto porque me desea, porque verdaderamente me desea, la atraigo". Pero no sé cómo explicarlo mejor. Ella no estaba subyugada, eso era lo que me intimidaba, pero yo era Zizer, el de mayor poder mental de todo Umbro, podía ir con los doscientos soldados y hacer que se comporten como hoyumans, y me intimidaba una mujer. ¡Pero es el colmo! Porque con las otras que yo manipulaba mentalmente hacían lo que yo quería, no importa si lo hiciera bien o lo hiciera mal, pero ahora es como que estuviera rindiendo un examen.
Y Randora como leyéndome el pensamiento me dice:
-Zizer, por qué no te relajas, disfrutemos esta tarde tranquilos, los soldados están en el bosque, nadie va a molestarnos. Déjate llevar, déjame que te conduzca yo.
-¿Cómo conducirme tú? -Me atajé.
-Claro, déjame que te muestre cómo son mis besos, déjame que te muestre cómo son mis caricias, déjame que te muestre cómo es mi mirada.
¡Ay! Me relajé. Me relajé, dejé que me sacara la ropa. No estaba excitado, reconozco que no estaba excitado quizá porque estaba intimidado. Me tiró sobre el camastro y se puso encima de mío y me empezó a acariciar, a besar, pero yo estaba como petrificado. ¿Pero tan difícil de entender es?, ¿tan difícil de entender? Las jóvenes a las que yo subyugaba con mi poder mental es como que eran autómatas, no importa si las acariciaba si no las acariciaba, si saciaban mis instintos de una manera grosera. Total, luego despertaban y estaba todo bien, pero Randora estaba pendiente. ¿Y si hacía las cosas mal?
Y otra vez como leyendo mi pensamiento me dice:
-Deja de pensar, disfruta el momento.
-Es que no puedo. -Me salió. Y me arrepentí de decir eso, me arrepentí. ¡Ay! Me arrepentí horrores de decir eso.
Me sacó las botas, quedé expuesto. Me miraba mi cuerpo, instintivamente con las manos me tapé, me tapé lo que ya sabéis. Me sacó las manos, me besó las palmas, me pasaba la lengua por las palmas, me hacía cosquillas, me besó el pecho, me besó donde me había cubierto con las manos.
Me empecé a relajar y me acariciaba con esos toques y en ese momento sí logré una excitación.
Se terminó de desvestir y quedó encima mío y puedo decir que ella me hizo el amor a mí. Y luego repetimos y luego lo hicimos por tercera vez, y ya es como que tenía confianza y la miraba y me miraba.
Y me decía:
-Zizer, nunca conocí a alguien como tú, tan entero, tan hombre, tan dispuesto. ¿Seguro que no has hecho nada con tu mente?
-¡No, te juro que no hice nada! Eras tú.
Me volvió a besar.
-¿No me has manipulado? -preguntó Randora.
-No, no te he manipulado, eras tú.
-Entonces eres el hombre de mi vida.
-¿Cómo puedes saberlo? -pregunté-, estuvimos apenas instantes.
-No son instantes, fue toda una tarde. Nunca me había sentido tan mujer. Dime que no me dejarás.
-¿Dejarte?, ¿dejarte? -pregunté-, pero si eres la mujer de mi vida.
-Dime que no me manipularas con tu mente para que te quiera.
-¿Necesito hacerlo?
-Claro que no mi amor -dijo Randora-, creo que ya te estoy queriendo, nunca quise a nadie así, nunca quise a nadie directamente, pero tú eres tan distinto, tan hombre, tienes ese don de mando... y juntos podemos hacer tantas cosas. -Y ahí sí me froté las manos de ambición.
-¿Me dejarás que domine a los demás?
-Sí, mi amor -dijo Randora-, domínalos a todos. Yo seré tu reina, pero tú, tú, tú serás el amo de todo, yo solamente te acompañaré, a mí no me interesa el poder, a mí me interesas tú,
Pero yo no era tonto, y le dije:
-¿Pero antes de conocerme a mí no te interesaba el poder?
-No, me interesaba la venganza porque me había aliado con un hombre que... me alié con un hombre que era débil, que él pensó que porque tenía muchos reinos a su disposición podía dominar todas las regiones y no, y tuve que huir. En cambio, en cambio contigo es distinto porque me siento protegida. Nunca me sentí protegida.
Yo no era tonto. Le dije:
-Yo no te veo en el rol de indefensa, tú mandas a toda esa gente o la mandabas hasta que llegara yo.
-Sí, pero una cosa es mandar y otra cosa es estar con un hombre de verdad donde tú te entregas apasionadamente y sientes que el hombre te domina.
-Pero, pero Randora, me habías dicho que yo mentalmente no te dominé.
-No, Zizer, no te hablo de eso, me dominas con tu manera, con tu forma, eres un hombre que me vuelve loca.
-¿Seguro que no me estás trabajando el orgullo?
-Mi amor, ¿acaso no te parecieron genuinas las caricias, los besos íntimos que te di?
-Sí que me parecieron genuinas, me volvieron loco, me transportaron.
-¿Entonces?
-¿Podremos dormir juntos todas las noches?
-Claro, mi amor -dijo Randora-. ¿Por qué me dices eso?
-Porque a veces escucho voces y me pongo mal. Tú sabes que existen esos espíritus que rondan en la oscuridad y que se ponen en mi mente, pero sabes que yo los domino, he llegado a dominar esos espíritus invisibles, pero igual siempre hay uno que entra en mi mente y me dice cosas. Seguramente estando contigo me abrazaré a ti y se me pasará eso.
-Mi amor -me dijo Randora-, claro que puedes contar conmigo. De día tú serás el amo de todo, dominaremos todo el mundo. De noche... acurrúcate a mi lado, yo te contendré porque tú eres mi hombre para toda mi vida.
Me sentí nuevo, me sentí que no tenía que disimular más. De todos modos le pregunté como si fuera un principiante, ¡porque en realidad era un principiante en el amor si todas las demás eran autómatas en mi mente!
-¿Estuve bien?
-Mi amor, estuviste maravilloso, me hiciste transportarme a otro mundo como cuatro o cinco veces.
-¿En serio, mi amor?
-Sí, y no digo que sigamos estando porque tenemos que cenar, darles más provisiones a los soldados y mañana a la mañana partimos. Esta noche no hagamos el amor, descansemos.
-Lo que tú digas Randora, lo que tú digas.
-No, mi amor, no es lo que yo diga, yo solamente sugiero; tú eres mi amo, mi dueño, mi todo.
Randora me hacía sentir bien, me ratificaba que yo era Zizer, el mayor mento del planeta, y tenía la mujer más bella del planeta. Solamente quería que esas voces desaparecieran, y Randora me iba a ayudar porque con Randora iba a llegar muy muy lejos.
Gracias por escucharme.
Sesión 18/09/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
El rey no tenía miedo de nada. Podía ejecutar a quien quisiera o le hiciera sombra. Pero parecía que alguien podía cuestionarle su corona. Su consejero se apresuraba a ejecutar sus más bajas decisiones.
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Entidad: Miraba por el balcón; valles, montañas..., todo lo abarcaba mi reinado de Esperia. Pero me sentía molesto; tenía poder, la gente me temía... "¡Mirad, ahí viene el rey Morden!". Todos se inclinaban a mi paso.
Todavía me quedaban esos dolores en el pecho del mal trato que había sufrido de mi padre, el rey Alisio, y el desprecio que sentía por mí mi madre Augusta, que ahora era la reina madre, ¿Si me dolió la muerte de padre? No, honestamente no, quizás a veces extrañaba a mi hermano Chrono. Por lo menos él murió como un caballero y nunca me trataba mal, salvo que había sido el heredero de la corona.
Me sentía satisfecho de mi consejero Adolas, era muy religioso, pero no me molestaba, era totalmente leal a mí.
¿Cómo sabía que no me iba a traicionar? Sería muy tonto. Conmigo tenía todo, ganaba bien y cumplía con su función. La gente me odiaba menos cuando lo veían a Adolas, le encantaba ejecutar gente, gente que por supuesto era desleal a mi persona. Es más, Adolas había armado una red de espías para descubrir traiciones en todo el reino de Esperia y dábamos el ejemplo: a los traidores los colgábamos en el patio de armas.
Una mañana vino Adolas con el rostro pálido, ya era de rostro pálido pero más pálido que de costumbre.
-Mi rey, he averiguado algo.
-No me cuentes, si hay traidores ejecútalos.
-Mi rey, esto es grave –Le presté atención.
-Cuéntame.
-Es grave. –Me empecé a preocupar porque Adolas no era de titubear, él me respetaba, pero no me tenía miedo.
-No me hagas esperar, cuéntame.
-Su padre, Alisio, el fallecido rey…
-¡Qué tiene, está muerto y enterrado!
-Él no se llevaba bien con la reina madre.
-¡Pero eso lo supe desde niño! Mi madre, Augusta, siempre fue más fría que un témpano, pero son temas personales que no te incumben. ¿O hay algo más?
-Averigüé, con mucha gente por mi red de espías, gente grande que conocían los pasos de su padre el rey Alisio...
-Adolas, deja de dar vueltas.
-Mi rey, él engañó a su madre, a la reina madre Augusta, con una noble. –Me encogí de hombres.
-Ni a mí. Hasta sus manos eran heladas cuando me acariciaba, por eso ahora no sale de su alcoba. Bueno si es eso déjame, que voy a tomar un desayuno.
-Mi rey, falta algo.
-Adolas, ¿desde cuándo titubeas?
-La noble tuvo dos hijas mellizas de su padre, el rey fallecido. –Fruncí el ceño.
-¿Puedes repetirme eso?
-Disculpa, rey, mi léxico, pero en una de las andanzas de su padre se enredó con una noble y salió bastante tiempo, la mujer tuvo dos hijas mellizas. –Me quedé pensando.
-¿Quién es la noble?
-Se llama Elcira, mi rey.
-Está bien, que son mujeres. Pero mi hermano ha muerto, no tengo otros parientes. Pueden atentar contra mí y pretender mi reinado. Quiero que vayas con una guardia en total secreto y traigas a esa noble… ¿cómo se llama?
-Elcira, mi rey.
-La traes con sus dos hijas y las ejecutamos en secreto.
-Mi rey, a la noble ya la traje.
-¡Bien! ¿Sabes cómo llamo a eso?: eficacia. Vales lo que ganas. ¿Por qué esa cara, qué pasa ahora, Adolas?
-Las hijas ya deben ser adolescentes y no… no están, hemos perdido el rastro.
-Trae a la madre, la torturaremos hasta que diga donde están.
-Mi rey –dijo Adolas-, me tomé el atrevimiento de hacerlo. La hemos torturado un poco y dice que de pequeñas las entregó separadas a dos desconocidos. -Fruncí el ceño.
-¿Y por qué separadas?
-Seguramente, mi rey, para que pierdan la pista de ellas, porque la noble Elcira se imaginaba que en el futuro podrían descubrirla, que es lo que hizo mi red de espías.
-Se me fue el hambre. ¿Está muy lastimada esta mujer?
-No, mi rey.
-Tráela aquí, al salón central.
-Mi rey...
-Tráela aquí no hay problema.
-Mi rey, permiso. -Levanté la vista, una mujer medianamente joven, representaría unos cuarenta... unos cuarenta años, de cabello castaño claro. La mujer me miró, mi mente quedó en blanco, estuve casi medio minuto con mi mente en blanco, sentí como que me había quedado tildado, como desconectado de la realidad. Abrí los ojos, estaba Adolas, la mujer no-.
¿Qué pasó, Adolas?
-La saqué de tu vista, mi rey.
-¿Por qué?
-Porque cuando la viste, en ese momento es como que te quedaste paralizado, mi rey, es como que estabas como sin conocimiento pero despierto, no sé cómo explicarlo mejor, y no quería que la mujer viera nada vulnerable en tu persona.
-¡Yo no tengo vulnerabilidades, cómo te atreves a decirme eso, Adolas!
-Mi rey, había..., está bien la vuelvo a traer.
-Tráela. -Pero me sentía preocupado porque sentía punzadas en la cabeza, y es como de repente por... por medio minuto había quedado como tildado, como que mi mente no estaba. Volvió la mujer, quedó de pié. Con una fuerza bruta Adolas la hizo arrodillar.
Me acerqué a ella:
-Dime tu nombre.
-Elcira.
-¡Elcira, mi rey!
-Elcira, mi rey -repitió ella.
-¿Quién te crees que eres? Mi padre te usó, mi padre te usó para satisfacer sus necesidades. ¿Quién te crees que eres, que estás a la par de mi madre, la reina madre Augusta?
-No, mi rey. -Pero no me miraba con temor y eso me hacía enojar más.
-¿Me han dicho que tienes dos hijas? -No respondió. Le pegué una bofetada tremenda, la hice caer de costado-. Levántala -le dije a Adolas-. Adolas la cogió del cabello y la levantó-. ¿Dónde están tus hijas?
-No lo sé, mi rey.
-Adolas, ven. ¿Cuándo se calcula que fue la aventura ésta?
-Desde hace más de veinte años, mi rey, pero se calcula que las jóvenes deben estar por los dieciocho años.
-¡Vaya! Ni siquiera sabe que aspecto tienen.
-No.
Me acerqué a la mujer.
-¿Puedes decirme algo más?
-No, mi rey, aunque quisiera no podría, eran pequeñitas cuando las entregué.
-¿Y por qué lo has hecho?
-Usted sabe bien porque, mi rey, ellas nunca hubieran pretendido nada más que ser nobles.
-No, no es así, se hubiera corrido la voz de que eran hijas de mi padre, Alisio, y hubiera perdido poder ante el pueblo. Así como mi gente averiguó esto, ¿quién más lo sabe?
-Mi familia.
-¿Eh?
-Pero están todos muertos.
-¿Tienes padres?
-Murieron.
-¿Hermanos?
-No tengo, podéis averiguarlo.
-Claro que lo averiguaremos. Sabes que no te dejaré con vida aunque me prometas que no vas a hablas ni a decir nada, no confío ni siquiera en mi sobra. -La noble se encogió de hombros-. Pero claro, hay dos maneras de morir: rápidamente o sufriendo.
-No me sorprende -dijo la noble Elcira con desdén, sé cómo es usted, mi rey, y sé cómo es este lacayo que está al lado tuyo. ¡Plaf! -Un tremendo bofetón de parte de Adolas la tiró al piso.
-Llévatela. Y no hace falta que te diga nada, déjala en prisión. Y ya sabes qué ordenar al verdugo. Y luego vuelve.
-Sí, mi rey.
En ese momento no estaba pensando en Elcira ni en las dos hijas que había tenido con mi padre, me preocupaba que había estado medio minuto fuera de la realidad, como que mi mente se había desconectado, y no era la primera vez que me pasaba, me molestaba mucho.
¿De qué me servía tanto poder? Tenía los esclavos trabajando en las minas, en los campos, en la feria feudal, me pagaban bien los impuestos, sabían que quien se negara sería colgado, o quien quería mentir diciendo que ese mes había ganado menos también sería colgado.
-Permiso, mi rey. -Me sobresalté, era Adolas.
-Tengo una tarea para ti. Tú dices que tienes una red de espías.
-Sí, mi rey, entre los soldados, son cien por ciento leales a ti.
-A mí no lo creo, al dinero que tú les das, que en otro lado no lo ganarían, por eso no me traicionan.
-¿Qué tengo que hacer, mi rey?
-Primero busquemos por la región, en la parte cercana a palacio. En la feria feudal. Busca entre las jóvenes, si hay alguna pista de que alguna de ellas pudiera ser alguna de las hijas de esta Elcira.
-¿Y luego, de no encontrarlas?
-Buscaremos en toda la región, en todo el reinado de Esperia, pero que estén vivas es un riesgo para mí, para mi poder. Tú sabes que si yo pierdo mi poder tú pierdes el tuyo.
-Lo sé mi rey, esto no va a pasar.
-Así lo espero. Puedes marcharte. Llévate soldados contigo.
-Sí mi rey.
Me quedé solo. Normalmente soy de buen comer, recuerdo que mi madre me decía: "¡Ay! Morden, Morden, siempre comiendo, siempre comiendo. Mira tu hermano, Chrono, el físico que tiene". ¿Pero quién mandaba ahora?, ¿quién era el rey ahora? Chrono estaba bajo tierra, mi padre estaba bajo tierra, la reina madre encerrada en la alcoba. Ahora, si opinaba en contra mía le cortaba la lengua. Qué me importa que fuera mi madre, ahora tenía el poder y ahora podía comer lo que quisiera. Sin embargo no me sentía bien, entre la noticia de esas dos herederas y esto que pasaba con mi mente tan seguido me sentía preocupado.
Llamé a un sirviente:
-Que me preparen un té con una planta calmante.
-Sí, mi rey. -El sirviente salió corriendo.
-Tomaré un té para calmarme.
No dejaría que las cosas siguieran su curso, yo trazaría el curso de las cosas. Yo, el rey Morden, trazaría el curso de los acontecimientos de la misma manera que podía cambiar, si quisiera, el curso de un río.
Hasta todo momento.
Sesión 23/09/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Iba a conquistar la fortaleza Villarreal pero le molestaban unas voces interiores. Se cuidaría más tarde de eso, ahora la fortaleza. Y allí no había nadie para defenderla.
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Entidad: Por momentos me sentía espléndido, exultante. Por momentos inseguro. Randora había logrado en mí dos estados opuestos.
La última noche que hicimos el amor. Me dijo de nuevo:
-Entra en mi mente, pregúntame lo que quieras.
Esta vez le iba a preguntar sobre si me usaba para tener poder. Le pregunté:
-¿Yo te intereso?
-Mucho. No quedé conforme.
-¿Tú me quieres?
-Más que a cualquier otro hombre.
-¡Vaya! -Era imposible mentir, no sabía que más preguntarle. Más de una vez me había dicho "Vive el momento, disfruta".
La última noche la vi entre preocupada y asustada. Habíamos terminado de amarnos y escuchaba esas voces en mi cabeza, voces que no llegaba a captar lo que querían decirme. Cerraba mis puños con impotencia. En un momento dado me levanté y golpeé el puño contra la pared hasta sacarme sangre.
Randora encendió una vela y luego el farol.
-¿Qué pasa, Zizer?
-Hay como demonios que quieren dominarme.
-Mi amor, ¡eres Zizer!, me has dicho más de una vez que tienes la cualidad de imponerte mentalmente no solamente con los seres vivos, los que tocamos a diario, sino también con esos demonios invisibles, los manejas, los dominas. -La miré. ¡Ah! Mi rostro se tranquilizó, mi interior también, había cambiado mi semblante.
-No les tengo miedo, no es por eso, Randora, no quiero que me molesten.
-Capaz que sé por qué te molestan -me dijo ella. -La miré.
-Te escucho.
-Porque te envidian tu poder. Mira Zizer, la vez pasada me dijiste, porque lo habías pensado primero, que tú podías hacer que toda una tropa de soldados bajo tus órdenes mentales podían comportarse como hoyumans.
-¿Qué tiene que ver con las voces? -inquirí.
-Puedes hacer que cojan su espada y ellos mismo se rebanen el cuello.
-Sí, por supuesto, o que se claven un puñal en el corazón. Pero repito, ¿qué tiene que ver con las voces?
-A veces escuchas más de una, ¿no?
-Sí.
-Domínalos, haz que se peleen entre ellos, haz que sufran una fuerte agonía, imponles dolor.
-Me desconciertas, son demonios, son invisibles, no sienten dolor como sentimos nosotros.
-Eso dices tú -me dijo Randora-. A veces, cuando te acuerdas de desprecios o cosas que supuestamente te pueden haber hecho, ¿no sientes como rabia, como ira?
-Sí.
-Y si tú descubres que alguien te traicionara, ¿no sentirías ira?
-Sí.
-Y si fuera algún ser que quisieras, algún padre, alguna madre, ¿no sentirías también dolor?
-Sí.
-¿Y sería físico?
-No, claro, entiendo lo que quieres decir. Tú dices que a esas entidades les haga sentir un dolor, llamémosle mental, para que no me molesten más.
-Algo así.
-La próxima vez lo probaré, la próxima vez lo probaré.
-Déjame que te cure. Mira el puño, deja que te ponga una pasta.
-No, está bien.
-Es un momento, por favor, Zizer. -Le ofrecí mi mano, me pasó suavemente una pomada, luego me tomó de la mejilla y me besó en la boca. Es como que ya no podía vivir sin esos labios.
Bajamos y desayunamos, me sentía mejor, con ganas.
-¿Sabes, mi amor -dijo Randora-, que estamos a media jornada de la fortaleza de Villarreal? Cumpliré con mi venganza. Reconozco que sin ti me hubiera llevado mucho más tiempo. ¿Por qué te has quedado callado, Zizer?
-Porque no entiendo lo de la venganza. Tú los vences pero el que voy a reinar voy a ser yo.
-Mi amor, no me interesa reinar en el sentido que tú le das a la palabra, sólo no quiero que ellos ganen.
-Bien. Entonces no va a haber problema, los mataremos a todos.
-¡No, no, no!
-¿Cómo piensas vengarte?
-No quiero matar a ningún soldado.
-Está bien, por un lado me tranquilizas. Y no me tomes por puritano, pero no quiero matar a nadie. -La miré-. Tú hablas de dominarlos mentalmente, que sean una especie de esclavos nuestros. -Randora se encogió de hombros.
-Sí. De todos modos no va a ser fácil, actualmente es una fortaleza, hay soldados, pero es como una especie de escuela. Antes de conocerte, mi amor, tenía varios espías que se acercaron hasta la fortaleza, espías que no se conocían entre ellos para saber si alguno mentía porque todos tenían que decir la misma versión, de lo contrario sabía que alguien mentía, pero no, todos dijeron lo mismo.
-Te escucho.
-En este momento hay como una escuela de... de seres especiales.
-Hace un tiempo atrás me topé con un... me topé con un mento -exclamé-, y lo pude subyugar, digamos como que tengo más poder que los mentos comunes.
-No hay solamente mentos, o bien son mentos con otros dones, algunos que pueden hacer que las piedras leviten o levitar ellos o lanzar rayos o hacer como que tu cuerpo se queme.
-Sé como anularlo todo eso, quédate tranquila, déjame a mí.
Cuando llegaron los soldados al poblado buscamos nuestros hoyumans y encabezamos la marcha a un paso rápido.
Al atardecer llegamos a Villarreal. Me sentía como excitado, como con ansiedad, quería probarme. De lejos avistamos las murallas, había soldados en las mismas, no dispararon sus flechas porque vieron que nosotros veníamos al paso sin ademán de sacar espadas o de que los arqueros dispararan hacia las murallas.
Llegamos a la puerta principal, dos hombres abrieron un pequeño portón.
-¿Quiénes sois?
Los miré.
-Soy el nuevo emperador de Villarreal, el gran mento Zizer. He venido a darles instrucción.
-Pero no nos dijeron... -Hice un gesto con la mano.
-Es una sorpresa. Abrid. -Los dos hombres abrieron el portón. Entramos. Desmonté y me adelanté, Randora y los soldados seguían montados siguiéndome a un par de líneas. Se acercaron dos jóvenes, no eran soldados, evidentemente eran mentos-. Vosotros: Soy vuestro nuevo maestro.
-Fondalar no avisó que venía nadie.
-Miradme: Sí os avisó, os habéis olvidado.
Los hombres es como que resistieron, y el que estaba más cerca dijo:
-Tienes razón, Fondalar dijo que vendría un tal Zizer a instruirnos. Estamos a vuestras órdenes.
-Llamad a todos, no a los soldados, al resto de los... ¿cómo os llamáis?, ¿estudiantes?, ¿discípulos? Como sea, Llamadlos a todos. -Me sorprendí porque había un centenar de jóvenes, entre hombres y mujeres, incluso algunos niños y niñas-. Les comentaba a los que nos recibieron -dije en voz alta, mirándoles a todos y utilizando todo mi poder mental-, que Fondalar se olvidó de avisaros, que soy el nuevo instructor por ser el mento más poderoso de la región. Espero que estéis todos de acuerdo.
Una joven se acercó y dijo:
-Por supuesto, maestro Zizer, no entiendo cómo nos olvidamos del mensaje de Fondalar. Bienvenido, esperamos anhelantes vuestra instrucción.
-Decidle a los soldados que atiendan a la nueva gente que se va a unir a los otros soldados, que alimenten y den abrevar a todos los hoyumans y que alguno de los sirvientes vaya a la cocina y prepare un gran manjar para nosotros, que hicimos un tremendo viaje.
-Así lo haremos, amo Zizer.
Randora desmontó.
-¿Ves? -le dije-, nada de batalla, nada de... de nada.
Randora le preguntó a un soldado:
-Dime, entiendo que Fondalar no está.
-No, mi señora.
-¿Nuria?...
-Se han ido, mi señora.
-Había un joven, creo que se llamaba Ezeven...
-También se ha ido, con una niña, Ciruela.
-Había un guerrero que montaba dracons...
-Desapareció en otro rumbo, mi señora. Paradero desconocido, no sabemos nada. ¿Habla de Ligor, mi señora?
-Así es. Y había otro guerrero, Aranet...
-Se fue con los demás.
-¿No dijeron para dónde?
-Creo que a una boda, mi señora.
-Está bien. Ve, ve. -El hombre hizo un saludo y se marchó.
-¿Qué piensas? -pregunté,
Ella me dijo:
-Una boda, claro, claro. Aranet y Ligor venían con soldados de un rey llamado Anán, él no vino, él quedó con su prometida, seguramente esa debe ser la boda.
-¿Entonces qué hacemos aquí? -pregunté.
-Tranquilo, mi amor, nos quedaremos unos días, luego veremos de trazar una estrategia para ir al castillo de Anán.
-Pero va a ser más fácil que esto -argumenté-, acá hay como cien mentos y todos me hacen caso.
-Claro, sacando al guerrero Ligor que no sé dónde está... Esa mujer, Núria, lanza rayos... La vi por una ventana a la pequeña que con su mente podía incinerar el cuerpo de los que estaban cerca... Y un joven, Ezeven, que tenía el poder de lanzar hasta rocas grandes.
-Puedo dominarlos -exclamé.
-Sé que eres el más poderoso de todo Umbro, sólo quiero que te cuides.
-¿De qué, de quién? -me sentí como impaciente.
-Hay un tal Fondalar, un hombre ya maduro, sé que tiene el don de desactivar o de frenar el impulso mental de otros.
-¿Es tan poderoso como yo?
-No, no creo, pero seguramente te dará batalla. Pero eso es lo de menos porque mientras tú combates mentalmente con él, pondré cerca dos hombres con ballesta y le dispararán mientras vosotros...
La interrumpí:
-No. No. ¿Y qué pasa con mi orgullo?
-¿Y qué pasa con tu vida? -me preguntó ella. Era la primera vez que me enojaba con ella, mi ego se enojaba con ella.
-¿Qué pasa con mi vida? ¿Tú piensas que yo preciso de gente con ballesta para vences a ese, como dices, Fondalar? ¿Te parece que debo preocuparme? ¿Sabes que puedo hacer un gesto y matar a decenas de soldados? Obviamente no quiero hacerlo, yo no siento que sea cruel, es cierto que he usado mis poderes para sacar ventaja de obtener dinero o caricias de otras mujeres, pero quitar vidas, en lo posible no, pero ahora tú me has dejado con esa intranquilidad, piensas que Fondalar puede vencerme.
-¡No!, no mi amor, sólo digo que puede... resistir más. ¿Y para qué gastar tu mente?, lo podemos agujerear a flechazos.
-No, mi orgullo no estaría satisfecho. Además, no me interesa matarlo, quiero vencerlo y que él esté a mi servicio, como todos estos. ¿Por qué pones esa cara, como escepticismo?
-Mi amor, mírame. -La miré-. ¿Tú prefieres que no me preocupe?, ¿que me dé lo mismo?
-No, tienes razón, si te preocupas por mí es porque me amas.
-Claro, mi vida.
-Pero nunca dudes de mi poder si verdaderamente quieres estar bien conmigo.
Todavía estaba como molesto, como enojado, y lamentablemente cuando estaba molesto, enojado, ansioso o nervioso venían esas voces que esta vez no esperaron hasta la noche.
Los soldados me vieron como tambalearme. Randora dijo:
-Zizer está cansado del viaje. ¿Qué pasa que no lleváis los hoyumans a beber? -Me tomó del brazo, entramos a palacio y me llevó a una de las habitaciones-. No te tienen que ver tambalearte como si estuvieras débil.
-Pero mujer, esas voces.
-¿Qué habíamos hablado?
-Tienes razón. -Me concentré en las voces, eran varias-. "Deseo que sufran, que se retuerzan por dentro y que se odien unos a los otros". -Ya no escuchaba voces, escuchaba como quejidos, como aullidos de lobo y las voces cesaron. La miré a Randora-: Eres maravillosa, eres maravillosa. Hice que se odien y que se peleen entre ellos y estos demonios dejaron de molestarme. Bueno, ahora estoy de buen humor. Que preparen algo rápido. Quiero comer y luego que estemos los dos solos.
-Claro, mi amor.
Sin haber movido un dedo era dueño de Villarreal y tenía a mi amor al lado, a Randora. ¿Qué más podía pedir?
Sesión 18/10/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
El rey esperaba un atentado por parte de otros reinos. Planeaba eliminar a todos los que estuvieran en su contra.
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Entidad: Todavía se me retorcía la mente de los malos tratos. ¡Qué complejo que es el ser humano, qué complejo!
Hoy tenía todo el poder. ¿Si confiaba en mi consejero? No. Era muy autoritario, muy parecido a mí pero muy servil, y por experiencia sé que las personas serviles si pueden te traicionan. Pero en este momento Adolas me servía, me era útil, pero yo no confiaba ni en mi propia sombra.
Muchos pensaban que mi apetito de poder me enceguecía ¡Ja, ja, ja!, ¡Qué tontos, qué tontos! Pensaban "El rey Morden está sumido en sus pensamientos, no ve más allá de sus narices". ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, qué ingenuos!
Tenía soldados y conocía el nombre de sus padres, de sus hermanas y me eran leales por miedo. Me corrijo, por terror.
Los citaba de a uno y les decía:
-Sé dónde está tu hermana, tus padres y tengo gente que los vigila.
Me decían:
-Majestad, soy cien por ciento leal a su persona. -Y se ponían de rodillas.
-Quiero que vayas a caballo a las distintas regiones con ropa común, no de uniforme, te mezcles en los poblados, en las granjas. Lleva botas viejas, porta una espada, pero una espada que no tenga el mango real, y averigua, averigua.
-Majestad, ¿qué debo averiguar?
-Si hay levantamientos contra mí. Averigua si hay tropas, resistencia, porque intuyo que hay regiones que están alborotadas.
-Cumpliré con su orden, majestad.
-¡Je, je, je! De eso no tengo dudas. De lo que tú hagas depende la vida de tu hermana, de tus padres, de tus sobrinos y de quien sea.
-No le fallaré, majestad.
-Ahora ve.
-¿Hacía dónde me dirijo?
-Tú ve, recorre, mira, observa, escucha, y si te preguntan, de acuerdo a lo que digan de mí, tú ponte a favor de ellos.
-¡Pero majestad!
-No lo entiendes, ¡je, je!, no lo entenderás. Sígueles la corriente, habla lo que ellos quieren que hables. Si hablan mal de mí tú habla mal de mí, porque yo te juzgaré como actúes. Ahora vete.
Y así con veinte soldados por separados. Algunos tenías tíos, padres, sobrinos incluso hijos. Muchos volvieron rápido y me dijeron lo que yo ya intuía.
-Hay regiones que se están armando, incluso traté de unirme a unos granjeros armados que iban a determinado lugar. Me preguntaron:
-¿De dónde eres?
Les inventé:
-Del Valle Ceres.
Uno me dijo:
-Conozco el Valle Ceres. ¿Conoces a los Bergamín?
-Sí.
-Bueno, allí no hay ningún Bergamín, vete.
-Majestad cometí el error de nombrar determinado lugar.
Le dije al soldado:
-Pero bueno, cualquiera podía caer en la trampa dialéctica, pero has averiguado que hay levantamientos. Ahora vete.
Y así varios que vinieron dijeron que en distintos lugares había levantamientos, pero ninguno pudo averiguar en qué punto se reunían, para salir a acabar con ellos. Mandé soldados que se dejaron crecer la barba, con ropa desaliñada, con botas viejas, rotas. Así y todo no les permitían unirse para espiar.
Les preguntaban:
-¿De dónde eres, quién es tu familia? No eran tontos estos ignorantes.
¡Ah, mis pulmones! He cogido un enfriamiento y tengo los pulmones que me duelen. Me duele el pecho, me duele todo. ¡Ah! Me pondré unos paños calientes. Me pondré unos paños calientes... ¡Esas malditas voces! Esas benditas voces deben ser espíritus pero del mal, que no quieren que triunfe.
Una vez le dije a Adolas:
-Hay unas voces en mi cabeza. Tú que eres religioso, qué me dices, ¿son voces de los dioses?
Adolas me respondió:
-Mi rey, seguramente son voces de demonios, pero oraré por usted. -¡Qué ingenuo! Se piensan que con una oración pueden sacar esos demonios. ¡Ah!, no me dejan pensar, no me dejan elucubrar.
Llamé al jefe de guardia.
-Majestad.
-Quiero doble vigilancia. He averiguado que va a haber un levantamiento muy muy grande en las regiones vecinas. Quieren atentar contra mi autoridad, quieren dejar la región desunida, indefensa para que los bandidos o la gente del norte asolen las aldeas y violen a las jovencitas y maten a los ancianos.
-¡Majestad, lo que cuenta es tremendo!
-Por eso nosotros, yo como el rey y vosotros como mis soldados protegemos las regiones. Es cierto que les cobramos impuestos, pero están seguros, están seguros. Cuando os mando a alguna región a castigar a alguien es porque he descubierto traiciones, sedición, motines y eso no lo voy a permitir porque al fin y al cabo es en bien de todos, lo que yo estoy haciendo es en bien de todos. Pero no me comprenden.
-Yo lo comprendo, majestad.
-Sí. Ve. Ve ya y refuerza la guardia, refuerza la vigilancia, que están preparados. -El jefe de guardia se marchó y quedé solo, porque siempre estuve solo.
Recuerdo que estaba comiendo una presa de ave. Se acerca madre y me dice:
-Hijo, ¿qué pasa que veo soldados por todas partes?
-No pasa nada, madre, obvio que tiene que haber soldados porque todos atentan contra mí porque no me valoran, no valoran lo que yo hago.
-Yo sí te valoro.
-¡Ja, ja, ja! ¡Hipócrita!, eres una reina madre hipócrita, nunca me has querido, nunca. No vengas ahora a halagarme, a querer contenerme.
-Hijo, pero...
-Hijo no: Majestad. Tengo la corona. Por más que seas mi madre estás bajo mi sometimiento. ¿Quieres comer ave? Ve a la cocina y pide un plato pero cómelo en tus aposentos, no quiero hipocresía. Nos conocemos bien madre, nos conocemos bien, tengo buena memoria. ¿Quieres saber si te odio? ¡Ja, ja! No, no te odio, no te odio; tengo rencor, tengo rencor por mi niñez, tengo rencor por mi adolescencia, tengo rencor por todos aquellos que me han despreciado.
No soy tonto, madre, en el fondo hay muchos que piensan que mi corona me queda grande. En las aldeas también lo han pensado, por eso mandé tropas a destruir esas aldeas.
Pero en el fondo los protejo, en el fondo los protejo a todos, yo solamente ataco a aquellos que están en contra mía. Tú no entiendes, madre, tú no entiendes. ¿Te acuerdas madre aquel pueblo, Ontar? -Madre asintió con la cabeza-. ¿Te acuerdas que mandé incendiarlo? -Madre asintió con la cabeza-. ¿Y por qué te piensas que lo hice?: Todos los habitantes estaban endemoniados. Hay que purificar, madre, hay que purificar. Pero qué vas a entender, siempre fuiste obsecuente de padre. ¡Ja, ja, ja! Ahora vete, ve a buscar esa presa de ave y ve a comerla a tu habitación.
¡Ah! Qué difícil es tratar con todos. Lo importante es que me sirvan a mis necesidades, que me sean útiles a mis planes.
¿Si me interesa el poder? Me interesa mostrarles que la corona no me queda grande, si he torturado gente ha sido porque se lo merecían. En el fondo yo me considero una buena persona, son ellos, son ellos los malvados que ven en mí a alguien que no merece el cetro.
¡Ah, esas voces, esas voces! No son las voces de mi consciencia, no soy tonto, son voces que buscan perturbarme. Pero mis planes están intactos, he redoblado la guardia, no podrán conmigo. Mataré a todos los rebeldes, mataré a la resistencia, acabaré con todos. Y los soldados espías que me vayan contando. Los poblados, las granjas que yo sepa que estuvieron en contra mía, el fuego purificará todo ¡Ja, ja!
Se creen que la vida es fácil. ¿Que un monarca es más feliz que un granjero? Están equivocados. Uno tiene que cuidar sus espaldas, ¡ja, ja!, y yo cuido las mías. Nadie podrá contra mí, nadie. Soy el rey Morden.
Sesión 02/12/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
La entidad relata cómo se sentía después de la batalla en que cayó herido por descuidar su entorno. Perdió sus dones por unos momentos.
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Entidad: Me incomoda la gente que te prejuzga y no te conoce, me molestan aquellos que hablan de tu persona como si te conocieran de toda la vida cuando en realidad te vieron quizás un par de veces y sacan conclusiones: "Que es así, que no es así". Acá no se trata de justificar actitudes ni conductas ni maneras de ser ni hechos, se trata de entenderse uno mismo las cosas que le van sucediendo.
La vida de Zizer no fue una vida grata, fue una vida bastante difícil. De mis padres adoptivos no puedo decir nada porque me criaron, me amaron -y de verdad, ¡eh!, de verdad, acá no estoy engañándome a mí mismo sería muy... muy tonto, sería como esconder la cabeza debajo la alfombra. No, no, no-, me amaban de verdad. En cambio los demás me ignoraban.
Y cuando descubrí mis dones empecé a sacar ventaja. ¿Que está bien, que está mal? Está y punto. Son hechos.
Yo puedo decir: -Bueno, a veces viene un huracán y devasta todo, ¿a quién le vamos a echar la culpa, al viento? No.
-Pero es distinto Zizer, tú eres una persona que puedes decidir. -Y es cierto. Y nadie se equivoca.
Decidí sacar ventaja, sacar ventaja de las circunstancias. Las jóvenes que no me miraban con mi mente las dominaba y empezaron a mirarme y a tratarme con amor.
-¿Pero cómo puedes disfrutar eso si no lo sienten de verdad, están manejadas mentalmente? -Haced de cuentas que me encojo de hombros. ¡Je! Me da lo mismo, me da lo mismo. Si como algo dulce y me gusta no voy a decir de dónde lo sacaron, lo como y listo. Lo disfruto y punto.
¿Si aprendí a no tener sentimientos? Sí, pero ahí sí me copié de mi entorno. Mi entorno no tenía sentimiento, por lo menos no conmigo, yo era invisible para ellos. Hasta que dejé de serlo, entonces utilicé mis dones a mí favor. ¿Por qué no? En realidad trataba de hacer el menor daño posible. Pero me di cuenta de que si tenía poder podía lograr más cosas.
Y ahí fue cuando conocí a Randora. ¿Qué fui demasiado..., ¡buf!, no encuentro la palabra, demasiado ingenuo? No, porque en realidad soy desconfiado y Randora se dejó atrapar mentalmente, y mentalmente la sometí. Le pregunté si me iba a traicionar, dijo que no, que no le interesaba tener todo el poder sino compartirlo, y que yo le interesaba como persona. Y, honestamente, fue la primera persona que me amó, que intimó conmigo sin que yo la manipulara mentalmente. Y es tan tan extraña la sensación, tan y tan extraña..., yo mismo no me lo creía. Yo digo "Estoy soñando. Una joven hermosa, inteligente...
¿Buena? No, no; le gustaba el poder. Sí, sí, lo reconozco, pero conmigo se entregaba por amor, por deseo, pero se entregaba, sin que yo la manipulara mentalmente. Y me costaba creerlo.
¿Si tenía complejos de inferioridad y por eso me costaba creerlo? Si yo no tuviera los dones que tengo todavía estaría de ayudante de labrador en el pueblito o vaya a saber haciendo qué.
¿Desquitarme? No, no, no; es muy tonto, es un gasto de energías, ¿desquitarme de quienes? La gente es así, la gente, cada uno mira para sí mismo, entonces yo miro para mí mismo también. Punto.
Pero las cosas no salen siempre como uno quiere.
Recuerdo que fuimos con Randora para una fortificación llamada Villarreal y había estudiantes con dones, con bastantes poderes y me probé, me probé y los sometí a todos y con Randora decidimos atacar el castillo de Anán donde estaban sus enemigos. Y yo digo, ¿por qué no?
Y pusimos adelante de todo a los estudiantes. No iban a lanzar flechas, no, porque matarían a sus amigos, ¡ja, ja, ja!
Pero allí había gente con dones. Había un joven que tenía una mente muy, muy poderosa y había un hombre mayor cuya mente era insondable. No alcancé a medirme con él mentalmente porque una de nuestras flechas lo hirió gravemente. Y en ese momento sentí como una adrenalina en mi cuerpo, como que me sacudía el éxito, los pasaríamos por arriba. La miré a Randora y tenía una risa irónica como la mía, de triunfadores.
Pero dejamos de estar alerta, dejamos de estar alerta y un hombre se filtró en nuestras filas, algo que no me lo voy a perdonar nunca. Llegó a trepar por las ancas de mi equino y me clavó un puñal en la espalda. Empecé a manar sangre y así como vino se escurrió.
Randora me dijo:
-Te han herido, te ves muy mal.
-Los voy a atacar a todos, los voy a pulverizar la mente. ¡Ay! -Pero me dolía la herida tremendamente.
¡Cómo no estuve alerta, cómo no estuve alerta! Hay un juego donde mueven las piezas y gana el que se come al monarca. Y en ese juego estás a punto de comerte el monarca cuando te descuidas y tu rival te come al tuyo, porque tú estás mirando tu jugada y Randora y yo estábamos mirando nuestra jugada.
Habíamos herido gravemente a un mento muy muy fuerte, digno de respeto, y teníamos el camino allanado hasta que un insignificante hombre sin ningún poder llegó hasta mí y me clavó un puñal.
Randora tomo mis riendas.
-Vamos Zizer, vamos. -Me sentí tan impotente, tan impotente, tan impotente..., teníamos todo para vencer, para comer la ficha del monarca y no prestamos atención. Y nos fuimos a todo galope perdiendo a los jóvenes, los jóvenes mentos.
Nos alejamos casi un día de camino, me sentía desfallecer. Muy y muy mal. Hasta que en determinado momento perdí el conocimiento.
Desperté y era de noche. Estaba Randora a mi lado, me había curado, me había cosido la herida, me había puesto alcohol en la misma. La miré y me dijo:
-Esta es la segunda noche, has estado casi un día inconsciente. -Me sentí impotente pero con rabia.
-¿Qué pasó?
-Ya sabes lo que pasó, no estábamos conscientes de que el enemigo podía infiltrarse en nuestras filas.
-¿Quién era ese mento poderoso?
-Fondalar.
-¿Quién es?
-Es muy conocido en distintas regiones.
-¿Es tan fuerte como yo? -pregunté.
-Sí, sí.
-¿Podría vencerme? -Randora se encogió de hombros.
-No sé, quizás. Él era el maestro de esa escuela que hicieron en la fortaleza de Villarreal. -Me quedé pensando y por un momento me... me sentí demasiado cauto. Randora me miraba-: ¿Sientes miedo? -me preguntó. Si me lo hubiera preguntado otro lo hubiera sometido mentalmente, torturándolo mentalmente, pero Randora me lo preguntaba, no de una manera burlona sino de verdad. Y le dije la verdad:
-Mira, no sé si siento miedo, por momentos es como que siento como una revolución en mi estómago.
-No entiendo -me dijo.
-Claro, como una adrenalina que me corre, como que tengo ansiedad de medirme, pero ¿y si me vence? Estamos en un punto muerto porque no creo que la flecha lo haya matado, estaría grave como yo y lo deben haber atendido. ¿Podemos conseguir nuevos rehenes "granjeros" de la zona y ponerlos adelante?, ellos no van a hacer lo mismo porque cuidan a sus filas. -Randora me miraba. Le pregunté-: Me ves cruel, como que no me interesa la vida de otro... Al fin y al cabo yo no soy el que los mata, ¿no?, yo los pongo adelante. ¿Piensas que es lo mismo? -Me acarició el rostro.
-Zizer, yo no te juzgo... ¿Qué es lo que quieres escuchar? Estoy tan resentida como tú, ya me veía triunfante a tu lado.
-Hagamos una cosa -Randora me miró-, volvamos a esa fortaleza, quedémonos en ella. -Le vi el gesto.
-Quieres vengarte. Quieres vengarte, lo entiendo, lo entiendo.
Me volvió a acariciar y me dijo:
-Es tu decisión, es tu voluntad, yo solamente propongo. Puedes, si quieres, dominarme con la mente y obligarme a volver a la fortaleza y punto. -La miré.
-¿Por qué habría de hacer eso? Tú me apoyas incondicionalmente, nunca precisé manipularte. Es más, has pasado la prueba donde he manipulado tu mente y nunca me has mentido, eres sincera. Decidamos entre los dos, acordemos: Quieres vengarte. -Randora se encogió de hombros.
-Tenía de "socio" un tal Andahazi que resultó ser un cobarde y lo maté. Lo despreciaba. -La miré.
-¿Y a mí?
-¿Si te desprecio? Para nada. Te admiro.
-¿Y si no tuviera dones?
-No sirve de nada el decir "Si no tuviera esto, si no tuviera aquello", es como si un guerrero me dijera "Si no tuviera la maestría de la espada... Y bueno, serías campesino o estarías en una feria feudal, pero tienes la habilidad con la espada y eres guerrero". Y tú, Zizer, tienes un don, el más potente de Umbro, no sirve el "¿Y si no tuviera tal cosa y si tuviera tal otra?".
-¿Pero me admirarías igual? -Randora me miró fijamente, sin pestañear. Ella no despreciaba mi inteligencia y sabía que yo era inteligente y muy observador. Y me dijo directamente:
-No, seguramente no te admiraría, seguramente pasarías inadvertido. -La admiré, de verdad que la admiré. La admiré porque nadie me hubiera dicho la verdad, hubieran intentado halagarme, quedar bien. Le dije:
-Por un lado me molesta lo que dices, o sea, te fijas en mí porque tengo el don, pero por otro lado eres confiable, me dices la verdad, no hace falta que manipule tu mente porque me lo has dicho directamente. ¿Y qué es lo que admiras de mi poder? -Se quedó pensando nuevamente.
-Primero y principal porque eres único. He conocido algunos mentos pero han sido muy débiles, tú eres poderoso. Por otro lado me atraes, sabes que te amé sin que me manipularas. -Pero mi desconfianza estaba otra vez conmigo.
-Claro, pero por otro lado dices que si yo no tuviera el don no te hubieras fijado en mí. ¿Entonces por qué estás conmigo?, ¿por qué has intimado?, ¿por qué me has besado?, ¿por qué todo?
-Porque eres una suma. -Ahora me desconcerté yo.
-Explícamelo, tradúcemelo.
-Claro; tu personalidad, tu manera, tu forma, Zizer, es otra con el don. No eres temeroso, eres seguro de ti mismo, eres otra persona, no eres la persona que hubieras sido si no tuvieras el don; entonces esa persona me atrae. No sé cómo sería la otra, esa persona no me hubiera atraído. Pero estamos hablando de hipótesis porque esta persona, tú -Y me tocó el hombro- eres la que me atrae. Dar vueltas a eso es gastar energía.
-Está bien. Volveremos a atacar, veremos cómo armar todo. Pero necesito descansar unos días, por más que mi mente esté bien mi cuerpo no está bien.
Lo que no le dije a Randora es que la noche anterior la herida me había provocado bastante fiebre y esas voces internas me comían la mente, y por un momento dado entré en pánico, lo disimulé porque la misma fiebre me sacudía -Randora no se dio cuenta que tenía un ataque de pánico-, pensando que esas mismas voces debilitarían mi poder, derrumbarían ese don haciéndome una persona normal. Pero la fiebre ya se me había pasado y me di cuenta que el don lo seguía teniendo. Así que debería dejarme de pensar en tonterías y planificar el próximo ataque.
Randora me besó pero yo no estaba con fuerza física como para estar con ella, me dejó descansar. Mañana sería otro día.
Sesión 26/12/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José A.
Sus informadores le contaron que se estaba preparando una revuelta contra él. Planeó una estrategia para salir al paso de la rebelión, contaba que miles de su reino le apoyarían.
Sesión en MP3 (2.860 KB)
Entidad: Me arrimé a Adolas, era mi consejero. Por un lado era frío, hasta su rostro era cortante de tan gélido, pero a mí me era útil no sólo a mí sino también a Esperia, mi reinado.
Más de una vez extrañé a mi hermano Chrono, que fue el único me trató bien cuando estaba segundo en la línea de heredero.
¿Si lo sentí cuando murió en batalla? Sí, pero tuve que esperar diez años más, hasta mis veinticinco, para heredar el trono.
Mi madre, la reina Augusta, siempre me despreció, siempre me trató mal. Si pongo excusas de que por eso -muchas veces, lo reconozco-, fui despótico, tirano...
Recuerdo que el viejo capitán de la guardia -un hombre grande que incluso trabajó para mi padre, el rey Alisio-, Rodolfo, me dijo:
-Mi rey, yo también tengo informantes.
-Cuéntame -le exigí.
-Distintas regiones se están levantando, se están sublevando.
-Los vamos a sofocar.
-No, mi rey, son demasiados pueden hacer un asedio de días, de semanas, hasta de meses.
-¿Y qué me sugieres?
-Tú sabes, mi rey, que tengo esposa e hijos, ni siquiera a ellos les conté mi plan.
-¿Tú plan? Los planes son todos míos.
-Majestad, lo que quise decir es que ideé ese plan para ti.
-Espero me sea útil porque no tengo mucha paciencia con planes tontos y con personas que los idean. A ver, dime cuál es tu plan. -Miró para atrás mío, y atrás mío estaba Adolas, mi consejero-. Déjanos solos Adolas. -Se quedó parado-. Déjanos solos Adolas. -Y se marchó. Me quedé con el capitán Rodolfo-. A ver, habla, no perdamos tiempo.
-Tú tienes que conquistar, mi rey.
-¡Ja, ja, ja!, ¿y qué te piensas que hago?
-No, no, mi rey, tú tienes que caerles bien a la gente.
-¡Qué me importa! Se trata se someterlos.
-Sí, claro, pero de manera inteligente, mi rey.
-Esta vez no te estoy captando, explícate mejor. Y explícame rápido porque me duele la cabeza, siento como... como una pesadez que me pone mal, no tengo paciencia.
-¿Desea, majestad, que venga en otro momento?
-No, toma asiento y me lo explicas ya.
-Las regiones más cercanas, majestad, todavía son leales a ti, casi no las sometes.
-Ya habrá tiempo para ellos.
-No, majestad.
-¿Me dices no?
-No me malinterpr...
-¿Te trabas?, ¿tienes miedo?
-Majestad... Sí, es cierto, estoy nervioso. Quiero decir, hay otra manera, incentívalos.
-¿En qué sentido?
-Bájales los impuestos.
-¡ja, ja, ja! ¿Y quién va a llenar las arcar tú?, ¿no le pago a mis soldados?
-Majestad, no dije que les corte los impuestos, dije que los baje. Es más; si hay campesinos, aldeanos o de la misma feria feudal que precisan de alguna ayuda, ayúdelos, cáigales bien.
-¿Qué gano yo con eso? Estoy despilfarrando mis arcas.
-No, todo lo contrario. Sé, mi rey, que tú no te rebajarías a trabajar en el campo pero entiendes del tema.
-¿Puedes ser más explícito? -pedí.
-Majestad, se siembra, y uno tiene paciencia y espera, y luego se hace una gran cosecha. Y ganas.
-Por su puesto -asentí-, claro. ¿Qué tiene que ver eso con el pueblo?
-Hazte cuenta de que tú bajas los impuestos, ayudas al más necesitado; eso son semillas que siembras.
-¡Ajá! Te capto. ¿Y luego?
-Y luego van a ser no solamente leales, van a dar la vida por ti, majestad.
-No me quieren, me desprecian.
-No, majestad, no majestad, el pueblo es muy moldeable, muy maleable.
-¿Los tomas por tontos?
-Majestad, hay dos tipos de gente: los que piensan y la muchedumbre. Yo te hablo de la muchedumbre, tú los compras.
-¿Puedo comprarlos?
-Los puedes comprar, les das una ayuda, los que tienen muchos hijos les bajas al mínimo los impuestos...
-Vacío mis arcas.
-No, compras lealtad.
-¿Tú quieres decir que todas las regiones más cercanas pegadas a Esperia van a ser leales al reinado?
-Más que leales, van a dar la vida por ti, mi rey.
-¡Ajá! ¿Eso es todo?
-Hay algo más. He visto las minas, muchos son...
-¡Habla!
-Sí, majestad, no... no te molestes conmigo por mi opinión; muchos son incluso muertos por el castigo.
-Pues se lo merecen, no rinden.
-Tienes que ser más suave, deja que los esclavos más fuertes carguen las piedras, llenen las carretillas, bajen a las minas... Deja que los ancianos descansen.
-¿Y de qué me sirven si no producen? Me sirven mejor muertos.
-No, acuérdate que esos ancianos tienen hijos, tienen sobrinos que también podrán apoyarte, que también serán leales a ti en tanto y en cuanto tú a esos ancianos les des medicación, los ayudes en su vejez.
-¿Tú me hablas, capitán Rodolfo, que encima les tendría que dar algo de mis arcas para que tengan un buen pasar en su vejez?
-Es la semilla, es sembrar... Sus hijos, sus nietos te adorarán.
-Muy bien pensado, muy bien pensado. ¿Y cuándo lo haría? Rodolfo, ¡cuándo lo haría!
-Mi rey, tú me has dado libre albedrío y tengo ascendencia sobre todos los soldados, incluso soy amigo del que cuida las arcas, el teniente. -Frunció el ceño.
-Y entonces, ¿qué?
-Desde hace tiempo ya lo estoy haciendo.
-¿Has sacado monedas de oro de mis arcas?
-Estoy sembrando por ti, para ti.
-¿Y tú que ganas?, ¿quieres un ascenso?, ¿quieres ocupar el lugar de Adolas, ser mi consejero?
-No, yo tengo familia, tengo hijos, tengo mujer, no me interesa eso; mi idea es servirlo y la mejor manera de servirlo es que el pueblo lo quiera, que usted sea el protector.
-¿Y de qué me sirve que mis aldeas vecinas, que los condados cercanos, que la misma feria feudal, que los campos que circundan toda Esperia me sean leales?
-Por lo que dije al comienzo, majestad. Hay muchas aldeas en regiones no tan cercanas que se están levantando porque en algún momento han sufrido algún atropello. No voy a ser hipócrita contigo, majestad, sé que hubo atropellos de parte de Esperia.
-¿Y entonces?
-¡Ya están viniendo! Y el hecho de que yo me haya tomado la libertad de... de ir sembrando, ya hay alguna cosecha. En las regiones más cercanas, las que están pegadas al castillo no van a permitir que los aldeanos rebeldes se acerquen porque seguramente a los aldeanos rebeldes no les va a importar luchar contra los soldados, pero no van a pelear contra sus hermanos, los otros aldeanos.
-No me imaginaba que eras tan... listo, pero me tendrías que haber consultado.
-Majestad, no sé si me hubiera dado el permiso para hacer eso.
-Entonces lo has hecho a mis espaldas.
-Pero para bien. En este momento tú puedes salir al balcón principal y lo van a ovacionar.
-¿A mí? Nunca lo han hecho.
-¿Cuánto hace que no sale, mi rey?
-¿Y Adolas?, ¿qué dice al respecto mi consejero?
-Él no está al tanto. Tú, mi rey, eres el primero al que informo. Tú y obviamente el encargado de las arcas, el teniente Doris.
-¿Y el teniente, Robert, está al tanto?
-No, no, él no lo hubiera aprobado, lo hubiera consultado primero con su majestad.
-Ve a llamar al teniente Doris.
-Pero...
-Ve ahora. -En ese momento llamé a varios de los guardias, los puse a un costado con las alabardas y espadas prestas. Volvió el capitán Rodolfo con el teniente Doris-. ¿Y tú estás de acuerdo, Doris, con lo que hacía Rodolfo?
-Me convenció majestad, él dijo que iba a hablar contigo.
-¡Ajá!, pero sin mi consentimiento.
-Pero para tú beneficio, majestad -dijo el teniente. Miré a los guardias, eran ocho-. Ejecútenlos aquí mismo. -Murieron atravesados-. Limpien esta basura. Llevaos el cuerpo del capitán Rodolfo y el teniente Doris. Y tú, ve a llamar al teniente Robert.
Se acercó Robert, hizo un gesto marcial.
-Mi rey.
-Te voy a dar una mala noticia, el teniente Robert pasa a ser el capitán Robert.
-Pero... pero majestad, el capitán es Rodolfo.
-Y aquí viene la mala noticia, tanto Rodolfo como el teniente Doris me han traicionado, estaban gestando una sublevación con aldeanos lejanos. -Robert se puso pálido.
-Me conmueve mucho esa noticia, jamás hubiera pensado eso, yo daría mi vida por ti majestad.
-Lo sé. Ahora eres capitán, eres el nuevo capitán de la guardia.
-Es un honor, majestad, un honor.
-¿Tienes familia?
-No, majestad.
-Mejor, me servirás las veinticuatro horas del día.
-¿Algo más, majestad?
-Sí, te voy a contar mi plan. Desde hace tiempo atrás sin que nadie lo supiera estuve gestando amor.
-¡Mi rey, no entiendo! -Y todo lo que me había dicho el ya muerto capitán Rodolfo se lo expliqué al actual capitán Robert, diciéndole que la idea era mía y que los muertos se habían sublevado. A otro teniente también leal como Robert lo puse a cargo de las arcas, pagando con su vida si faltara una sola moneda sin consultarme primero a mí.
Adolas se acercó y le conté lo que yo, Yo, el Rey Morden, había gestado.
Adolas dijo:
-Mi rey, me parece muy imprudente.
-Tú no entiendes. Es una estrategia que tengo. Ahora saldré al balcón con el capitán Robert.
-Iré contigo.
-No, no te molestes. Y no te ofendas; mi cara es dúctil, puedo fingir empatía, y el capitán tiene una mirada tremenda de lealtad a mi persona. En cambio tú tienes esa cara tan agria que no sabes cómo fingir.
-Mi rey, no soy hipócrita, ¿por qué voy a fingir?
-¡Ay, ay, Adolas, Adolas! A veces hay que fingir, a veces hay que ser hipócrita. Puedes quedarte detrás de las cortinas. -Y salí al balcón principal convocando a la gente.
Me sorprendí pero no lo demostré, la gente me vitoreaba, "Viva el rey Morden".
Entonces me atreví a hablar:
-Mi querido pueblo, mi querido pueblo, ha habido cambios. Fijaos en las minas, antes era trabajo insalubre, ahora tenéis un seguro de salud, asistencia a los enfermos. He ejecutado a los capataces que maltrataban y a los esclavos no les digáis más esclavos, ahora cobran por hacer eso. Por supuesto que sigue habiendo prisioneros, son los que se han rebelado a la causa; pero ahora los ancianos están protegidos, igual que los niños, hay una libertad total.
Pero les quiero decir algo, se está gestando una rebelión y vosotros me protegeréis. No los soldados, vosotros, que sois mi pueblo. Vuestros hermanos más lejanos están montando un levantamiento, vosotros los enfrentaréis porque vuestro amado rey, que soy yo, les da todo, ha vaciado casi las arcas para ayudarlos.
Fue tremendo el vitoreo. "¡Viva por siempre el rey Morden! ¡Viva por siempre! ¡Aleluya!". Adolas, detrás de las cortinas, con su cara avinagrada, no entendía nada.
Pero este era mí plan, Mí Plan. Sí, reconozco que el capitán Rodolfo me había dado una pista, pero Yo, Morden, fui el que ideé todo, de plantar semillas y cosechar amor. ¡Ah! Y así va a crecer Esperia, en amor.
Y entré al salón. Lo tomé del hombro al capitán Robert y le dije:
-Con tiempo, con tiempo y de a poquito iremos levantando nuevamente los impuestos, de a poco. Deja que la muchedumbre se vaya amaestrando, se van a sentir bien tratados, no se van a dar cuenta que con el tiempo iré saqueando sus bolsillos, ¡ja, ja, ja!
-Mi rey, usted es un genio- -Se cuadró y se marchó.
Me senté en el trono y a uno de mis siervos le dije:
-Tráeme, por favor, una bebida, deseo meditar y descansar. ¡Ay! Hoy ya he cansado mi mente de tanto pensar.
Gracias por escucharme.
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