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Psicoauditación - Josep |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 27/07/2011 Aldebarán, Luomor
Médium: Jorge Raúl Olguín. Interlocutor: Karina. Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Josep. Explicó alguna contradicción que tiene. Relató una vida en Aldebarán IV donde era hijo fruto de una violación de un ser de raza distinta, lo que causaba rechazo tanto en su propia familia como en el poblado. Al hacerse mayor decidió irse. Visitó diversos sitios, siempre en solitario. Conoció a Fondalar, con quien aprendió diversos temas, mayormente sobre la autoestima.
Jorge Olguín: Voy a intencionar, canalizar al tetan de Josep para que relate algún episodio con emociones dolorosas y que pueda ir erradicando engramas conceptuales, con la interlocución de Karina. Comienzo.
Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Muchas gracias.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Bien, siempre con contradicciones. A veces nos sentimos sanamente orgullosos, como thetanes, de haber logrado cosas importantes en el plano físico y a veces nos sentimos insatisfechos pensando que en cada encarnación podríamos haber logrado un poco más…
Interlocutor: Lo importante es que en cada momento y en cada lugar uno tenga la tranquilidad de saber qué hacer, todo lo que está a su alcance. Siempre nos va a quedar cosas por hacer pero lo importante es el ahora, es hacer lo que sea mejor en este momento.
Entidad: Entiendo que el pasado es inmodificable y como nosotros –como thetanes- tenemos la memoria intacta de todas las vidas, repasando situaciones conceptuamos que podíamos haber optado por hacer las cosas de otra manera.
Interlocutor: ¿Hay alguna situación, en particular, de la que tú en este momento sientes que estás incómodo, como que te hubiera gustado hacer las cosas de otra forma? ¿Pasó algo, puntualmente?
Entidad: Quizá no… Quizá es porque a través de los milenios trato de ser, si se permite la expresión –porque como sabemos, las palabras son más pobres que el concepto-, diría que estoy siendo perfeccionista. Y quizá ese sea un rol del ego porque la insatisfacción, aún a sabiendas de que podemos hacer cosas importantes, no deja de ser incómodo el tener, a veces, insatisfacciones.
Interlocutor: Piensa que lo importante es que tú -como thetán- cada ser encarnado debe hacer lo que está a su alcance. No podemos pretender modificar el mundo, pero si cada persona puede modificarse a sí misma y puede modificar a su entorno entonces seguramente que entre todos sí van a poder mejorar.
Entidad: ¿A veces no sientes como que estás en un bote remando en el oleaje marítimo y a kilómetros de distancia contra tu proa viene un maremoto y el maremoto sería el pensamiento opuesto de miles de personas o una oleada de indiferencia en contra de lo que tú quieres hacer y por momentos dices: -Qué hago con mi pequeño botecito? Fíjate, hay una encarnación en Umbro, no voy a darte ahora lecciones de geografía, pero en el continente más habitado, que es el continente oeste, tú pasas mirando hacia el norte, la zona del ecuador, hay una zona muy poblada. Luego, más al oeste hay una zona desértica habitada por unos animales camélidos llamados gromodans, y más al oeste hay una zona montañosa casi inexplorada. Muy muy arriba de esa zona está la raza de los orientales, pero por debajo hay una zona montañosa inexplorada. Yo nací en un pueblito –o creí que nací en un pueblito- cerca de las montañas. Tenía un hermano menor, absolutamente distinto a mí. Mi padre era labrador en la zona. Con madre se trataban educadamente pero a veces entre ellos había una mirada de reproche ignorando yo el porqué. Y fui creciendo feliz al comienzo, pero a media que fueron pasando los amaneceres me di cuenta de que el trato conmigo al de mi hermano –mi hermano se llamaba Lemes, yo me llamaba Luomor en esa encamación en Umbro- el trato era distinto. A él le daban todo, tenía espadas de juguete que le había hecho mi padre en una carpintería... Yo me dedicaba a los quehaceres de la casa porque midiendo con vuestros años de Sol III era dos años mayor. En Umbro los años se medían de distinta manera por la rotación de nuestro planeta, que era el cuarto sistema de Aldebarán. Y uno se acostumbra, se adapta a un ritmo de vida. Pero a medida que fui creciendo –quizás era casi adolescente- me di cuenta de que mientras a Lemes le daban de todo, a mí no me daban nada.
Interlocutor: ¿Y cómo te hacía sentir eso, sentías broncas, tristeza?
Entidad: No, no sentía broncas ni rencor, sentía incomodidad, porque no entendía por qué mamá me trataba normal, no con cariño pero tampoco con desprecio, a veces es como que hacía gestos con la mano de querer acariciarme y se frenaba. En cambio, padre, me hablaba lo necesario, con monosílabos o con frases cortas: -Alcánzame la jarra. Trae el guisado. Coge un banco. Acompáñame hasta la tienda. -Había una tienda de venta de provisiones. Pero…
Interlocutor: Pero no con cariño, digamos, no como a ti te hubiera gustado.
Entidad: A veces lo miraba de reojo y veía una mirada hacia mí y veía una, no sé... una mueca en su boca, como un desprecio a mi persona y no lo entendía…
Interlocutor: Y no entendías por qué.
Entidad: No…
Interlocutor: ¿Y hoy tú sabes por qué fue eso?
Entidad: El otro tema es cuando tenía catorce de vuestros años. Yo era más alto que papá y cerca de allí había un arroyo y me miraba en las aguas del arroyo y veía que mi rostro era distinto, como deforme, como que no entendía… O sea, no era igual a ellos. Era una persona absolutamente extraña a los demás. En el poblado es como que me miraban… No se acercaban, no me rehuían porque ya me conocían desde muy niño, pero mis rasgos distintos se fueron acentuando. No te impresiones por mi dramatización pero necesito descargar, ¿me entiendes?
Interlocutor: Te entiendo.
Entidad: Un día estábamos en la cena. Yo cogía un pequeño apunte de mi hermano Lemes y a escondidas aprendía a leer, porque ni siquiera me enseñaban a leer. Le dije: -¿Por qué esa diferencia conmigo y por qué yo soy diferente? Me siento como deforme, soy mucho más alto que vosotros y mi rostro los pómulos más salidos, el mentón más cuadrado, las orejas más largas, mis manos son mucho más grandes que las vuestras y todavía no he crecido del todo… ¿Qué pasa? Qué pasa conmigo? Aquel que está más allá de las estrellas, ¿qué castigo me dio?
Interlocutor: Eso es un rol…
Entidad: Después me enteré qué pasó, pero yo no tengo la culpa de lo que hacen los demás...
Interlocutor: Dime, ¿qué sucedió?
Entidad: Mamá hacía poco que se había unido con papá y papá fue hasta otro poblado a hacer una diligencia. Mamá salió del poblado y en ese momento fue asaltada en el camino por un hombre o un ser - diríamos- gigantesco, y no sólo le robó los metales que tenía en la alforja sino que la violó y quedó embarazada de mí. Mamá, llorando, me contó que había una raza detrás de las montañas llamada los lomantes. Los lomantes eran seres dos cabezas más altos que nosotros –cuando digo nosotros es porque yo me considero ellos- y bueno, yo soy mitad lomante y mitad como ellos, no soy tan alto como los lomantes pero ya a los veinte de vuestros años les llevaba una cabeza a cualquier otro ser.
Interlocutor: ¿Tú entiendes que eres un ser muy lindo? Y que lo importante es lo que somos por dentro, no cómo nos veamos.
Entidad: Hablé con el que era, supuestamente, mi padre y le dije: -No me odies, yo no tengo la culpa de lo que le hicieron a mamá. Yo vine a este mundo a tratar de ser útil. Fíjate que vosotros a veces vais de caza y a mí no me gusta cazar ni siquiera un ave o un pequeño roedor, a veces me alimento de frutos. Es cierto que como un guisado y a veces el guisado tiene carne, tiene vegetales pero no mato siquiera un insecto. A escondidas, de pequeño, practicaba el arte de la esgrima pero la espada me parecía como pequeña. Entonces, había restos de maderos en la carpintería y cogí un madero y lo usaba como garrote, ¿se entiende?, como una especie de maza. Y aprendí a pelear por si hubiera algún peligro, pero sabía, era consciente de la fuerza que tenía. Papá me dijo fríamente: -Yo no tengo nada contra ti, Luomor, pero no puedo amarte porque te miro y veo en tu rostro a la bestia esa que atacó a mamá muchísimos amaneceres atrás y tú eres el hijo biológico de esa bestia. -No sé si me permites seguir llamándote padre -le dije- pero a cada ser -y esto lo entiendo porque creo que es así-, aquél que está más allá de las estrellas nos puso una Luz dentro y esa Luz que tenemos dentro es lo que nos hace distintos, no el aspecto de afuera. ¿Te acuerdas del tendero Jones, el señor calvo que había quedado a cargo de su sobrina? Todo el pueblo sabía que la violaba todas las noches y nadie decía nada. ¿Esa es la gente que tú aceptas y a mí me rechazas? ¿Esa es la gente que tú aceptas? No quiero ser una carga para vosotros. Yo estuve ayudando al señor Guano, el de la carpintería, y por las tardes me ganaba unos metales y tengo lo suficiente como para vivir un tiempo. No tengo para pagarte un hoyuman y si tú quieres me puedes dar uno y yo me voy. -No podemos darte uno. Puedes caminar perfectamente. O si no, cuando atravieses el desierto coges un gromodan, son animales tontos, los domesticas en seguida. -Me voy a despedir de mamá. -No hace falta. Ni de Lemes, tampoco. Al fin y al cabo no es tu hermano. -Es mi hermano, salimos del mismo vientre. Lo siento por ti. -¿Por mí? ¡A mí nadie me desprecia! -Yo tampoco, yo te tengo compasión. Y me da pena la situación y me das pena tú. Y me marché. Me marché de un hogar que para ellos nunca había sido mío, con una madre que nunca tuvo el coraje de enfrentarse a padre. Ella se sentía culpable de haber sido violada y no tenía nada que ver... era inocente.
Interlocutor: ¿Tú entiendes que eso ya pasó, verdad? Y que lamentablemente fue obra de esas criaturas que no podían entender lo que tú sí habías entendido...
Entidad: Pero te quedan en ese momento esos engramas de rechazo...
Interlocutor: De falta de amor, de falta de comprensión...
Entidad: No es solamente eso, hay mucha gente en tu entorno que no tiene noción de lo que es 'familia', porque el concepto que tienen de familia es absolutamente equivocado. Yo los amaba, aún con su desprecio, mucho más de lo que los podía haber amado Lemes, mi hermanito. El propio Lemes fue instruido a no aceptarme y él podía haberse rebelado. Y no, él aceptó, como los gromodans del desierto, los camélidos, que aceptan porque no entienden, porque no razonan, porque no conceptúan...
Interlocutor: Dime, ¿dónde fuiste después?
Entidad: Fui por el desierto, atravesé los distintos lugares. A veces pasaba por los poblados a comprar algún comestible, me bebía alguna bebida espumante con muy poco alcohol -no me gustaba el alcohol, en lo posible pedía algo sin alcohol- y nadie se metía conmigo. Quizás era ego, pero tenía un poco de pudor de acercarme a los poblados, más bien andaba por los caminos y me sentaba en los costados de los caminos a meditar.
Interlocutor: ¿Tu vida siempre fue solitaria o pudiste a conocer gente afín a ti?
Entidad: Hay un episodio muy bonito, muy lindo. Yo aprendí a conocer las distintas razas. Sabía que muy al norte, para el lado del mar había una zona montañosa donde habitaban hombres alados, había zona de dracons, muy similares a vuestros míticos dragones, se nombraba mucho a un mítico guerrero, Ligor, que tenía como una especie de estática que lanzaba descargas eléctricas. En el medio había un poblado, en un valle, de unos seres que tenían dones mentales que podían incluso hasta dejar sin sentido a otros seres. Se llamaban los mentos, pero eran muy pacíficos y se tejían leyendas sobre ellos. Una tarde, nuestra estrella todavía no se ponía, era media tarde, hacía bastante calor. Se acercaba un viajero en un hoyuman y de repente –yo tenía un oído muy fino- siento en el desfiladero como ruido de rocas y una de las rocas golpea al hombre, lo hiere y lo tira de su hoyuman y bajan cuatro asaltantes a robarlo. Uno de ellos desenvaina su espada y me pareció una situación absolutamente injusta y cojo mi garrote que siempre lo llevaba conmigo. Primero se asustaron al ver mi figura tan grande y con un rostro para ellos deforme -pero en realidad, no era un rostro deforme, simplemente la frente amplia, los ojos quizá demasiado juntos, la nariz como chata, la boca grande, un mentón muy cuadrado, pero era mi raza así- y como vieron que eran mayor cantidad numérica se enfrentaron. Yo soy enemigo de la violencia pero no podía dejar que mataran a ese hombre y los enfrenté. Lograron herirme con una de las espadas en mi brazo izquierdo y los golpeé a los cuatro con mi garrote en la cabeza. Lamentablemente, creo que a uno de ellos le quité la vida. Como thetán sé que eso trae karma, pero entiendo que a veces el mundo espiritual justifica una vida por otra. Y lo levante al caído, era de rostro muy noble, bastante alto para su raza y me di cuente de que me sangraba parte del rostro izquierdo y me dolía bastante la cabeza y también me dolía el hombro. El hombre abrió los ojos, me miró. No se impresionó por mi rostro, para nada. Es la primera vez que alguien no se impresiona. Sonrió y observó la escena y me dijo gracias. Me tocó la frente y me tocó el hombro: mágicamente, al instante, se me pasó el dolor. Le digo: -¿Quién eres? Me dice: -Me llamo Fondalar. Siempre suelo estar atento, pero bueno, somos seres falibles. El único infalible es aquel que está más allá de las estrellas. Gracias por salvarme la vida. Y me dio un abrazo con una fuerza tan potente, casi tanta como la mía, no lo podía creer. -¿Cómo has hecho esto –le digo-, que me has calmado el dolor? -De todas maneras, yo, en mi alforja llevo elementos como para coserte la herida del hombro. Te he calmado el dolor con mi mente. -¿Eres un mento? -Sí. -¿Fondalar? He escuchado hablar de ti. He escuchado mucho hablar de ti. Eres muy conocido, has hecho mucho bien en la zona norte. Me siento distinto. Siempre he sido despreciado y ahora salvo una vida. Pero mira, no quería matar a esa persona. -No lo has hecho a propósito. No eres culpable, eres responsable. No tienes que pedir disculpas. Permíteme que pueda coser tu herida. Tenía como una especie de hilo fino en su alforja y un metal punzante similar a las agujas de Sol III y me cosió la herida. Luego, tenía como una especie de frasco pequeño con un polvo y me lo pasó por la herida. Le pregunté para qué era eso. -Para que cicatrice rápido –me respondió. Subió a su hoyuman y me dijo: -Ven, quiero invitarte a ingerir algunos alimentos en el poblado cercano. -No soy muy amigo de ir a tabernas. -Por favor, permíteme por lo menos estar unos amaneceres contigo. Te debo la vida y tengo mucho por hacer y gracias a ti lo podré seguir haciendo. Compartí con Fondalar varios amaneceres. Hablamos infinidad de temas. Fue más que un amigo, un hermano. Me miraba como un igual y yo admiraba su postura, sus diálogos. Me enseñó muchas cosas. Le conté de mi origen, le dije que yo era medio lomante y que eso me avergonzaba y me preguntó por qué. -¿Por qué te tienes que avergonzar? Yo sé lo que tú piensas. -¿Puedes ver mi mente? -No, nadie tiene la facultad de ver la mente del otro. Puedo ver tus gestos y a través de tus gestos sí puedo ver tu mente y sé que te sientes distinto. Todos somos distintos. Cada ser es tan grande como el cielo. Todos somos distintos. Lo que nos hace iguales es el amor, el brindarnos... -¿Y qué sucede, Fondalar, cuando te desprecian? -Tienes que sentir compasión por aquel que te desprecia porque es una persona que aún no conoce lo que es el afecto. -¿Y el afecto es bueno? -El afecto es lo mejor que podemos tener para dar y para recibir. El afecto sano, el afecto puro. Me sentí distinto, feliz, pero sabía que Fondalar tenía asuntos importantes que atender. Le pregunté si lo volvería a ver y me dijo: -Sé que sí. -¿Pero cómo?, es un mundo tan inmenso, tan grande... Apenas conozco una centésima parte o menos de lo que es este mundo... ¿Cómo sabré yo dónde encontrarte? ¿Cómo sabrás tú dónde encontrarme? -Quizá no lo sabemos, quizá no lo sabremos nunca cómo encontrarnos, pero tú sabes que existe aquel que está más allá de las estrellas y Él nos guiará el uno con el otro. Nos dimos la mano. Si bien él tenía una mano grande, la mía era el doble de la suya.
Interlocutor: Y seguiste tu camino, ¿verdad?
Entidad: Me quedé pensando en Fondalar, que fue la única persona hasta ese momento que me miraba de frente sin fingir, porque hay algunos que se impresionan de ti, de tu aspecto distinto y fingen ser cordiales, pero tú te das cuenta cuando tienen una mirada sincera. Y hasta ese momento de mi existencia como Luomor, un mitad lomante y un mitad normal -para ellos humano, diríais vosotros-, era la primera persona que me trataba de igual a igual.
Interlocutor: Me imagino que tu vida de allí fue más distinta, que aprendiste a ver las cosas de otra forma, con otra mirada.
Entidad: No, no tanto. Te puedo decir que tanto Fondalar como yo sentimos tanto afecto el uno por el otro como si fuéramos hermanos reales. Y se lo dije antes de que se fuera. Y me dijo: -Hay distintos tipos de hermandad. Así que no cambié mi forma de ser, siempre es como rehuía a las multitudes pero...
Interlocutor: Al menos pudiste conocer otra cosa, el afecto, que no todo era desprecio, que no todo era soledad en tu vida y que las cosas podían ser distintas
Entidad: Conocí el afecto, conocí la aprobación pero también conocí el reto, pero no el reto de retar a duelo, sino el reto de censurarme, porque en un momento dado le digo a Fondalar en una fogata a la noche, antes de que se fuera al amanecer siguiente. -Tú eres el único que me apruebas y es bueno tener la aprobación del otro. Fue la primera vez que le vi fruncir el ceño. Y me dice: -No, no. Primero me sentí como nervioso, casi me caían las lágrimas pensando, porque no entendí, en mi torpeza. -¿Tú no sientes afecto, Fondalar? -Sí, pero no debes buscar mi aprobación, buscar el afecto para la aprobación es nocivo porque es como que no te quisieras. -Es que no sé si me quiero, Fondalar. -¿Por qué no? -Porque soy distinto. -¿A quién, a mí? Yo también soy distinto a otros pero me acepto. ¿Por qué no habrías de aceptarte? ¿Has cometido algún acto hostil? -Bueno, esa tarde que te salvé la vida... -Eso no es un acto hostil, me has salvado la vida. -Pero, entonces, no entiendo. ¿No me apruebas? -Sí, por supuesto que te apruebo, apruebo todo lo que haces -me dijo Fondalar- pero no busques mi aprobación como si tuvieras que pedir permiso para hacer las cosas: las haces y punto. Cuando tú apruebas el afecto del otro no es para que te sientas más importante, simplemente lo aceptas. De lo contrario es como que buscarías el afecto del otro para sentirte importante y no es así. -Entiendo. -O sea, que el afecto tiene que ir y venir de forma natural pero no para que eso te engrandezca. -¿Sería al revés, no? O sea, como que tú sabes quién eres y el afecto viene por consecuencia. -Así es. Y eso es lo que me enseñó. Y eso es lo que me enseñó a pasar distintas etapas de crisis en mi vida, porque yo tengo muchas más cosas para contar. Me volví a ver con Fondalar en Umbro y me junté con sus amigos, con Ligor, y conocí otra gente amiga en otros episodios que he vivido como Luomor. Y en otra encarnación también me encontré con Fondalar. En esa encarnación yo era Jaime y él era Juan Zebedeo. Gracias por escucharme.
Interlocutor: Hermoso lo que nos has contado. Tienes mucho por seguir. Hasta todo momento. Nos volveremos a encontrar para seguir charlando.
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