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Psicoauditación - Marcelo

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 12/07/2021 Ran II, Mirel

Sesión del 14/08/2021 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 17/08/2021 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 12/11/2021 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 27/12/2021 Ran II, Mirel

Sesión del 16/02/2022 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 08/06/2022 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 05/07/2022 Gaela, Alfred Danish

Sesión del 22/07/2022 Ran II, Mirel

Sesión del 19/12/2022 Aldebarán IV, Remigio

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Sesión 12/07/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

La entidad relata que en una vida, en Ran II, sufría por causa de que su elección afectivo-sexual no era la comúnmente aceptada, y aparte, su imagen física no le ayudaba en nada en cuanto a relacionarse. Una amistad le sugirió visitar a un conocido asesor espiritual. Salió con mucho trabajo por delante, tenía que aprender a quererse, a aceptarse.

 

Sesión en MP3 (3.559 KB)

 

Entidad: A veces repetimos situaciones y queremos poner esa fuerza de voluntad para modificar circunstancias. Algunas son externas, otras son, ¡uf!, provocadas por nosotros mismos aunque no queramos. Es como que estuviéramos hechos de determinada manera y no pudiéramos modificar nuestro propio ser.

 

Ya había cumplido treinta y dos años, mi nombre es Mirel, Mirel Ocayo.

Siempre me costó tener relaciones, ya sea de pareja, ya sea de amistad. ¿Y si tenía complejos? ¡Ja, ja, ja! ¡Uf!, los podría contar de a cientos. Me miraba al espejo y sentía que estaba un poco obeso. Hacía lo imposible por verme mejor, pero me sentía cien por ciento inseguro.

Mamá era una persona que siempre me consintió en todo: "Dejen al nene tranquilo". "Cuidado con el nene". El nene, el nene, el nene. Ya había cumplido dieciséis años y seguía siendo el nene, el nene, el nene. Me sobreprotegió. Y obviamente, eso no me fortaleció, eso me debilitó, me debilitó mucho.

Con ella no podía hacer rol de víctima:

-Mamá, no sabéis lo que me pasa.

-¡Ay! Mirel, Mirel, Mirel, siempre quejándote, siempre quejándote. ¿Por qué no te fijas en tu madre? Mira lo enferma que estoy, apenas puedo moverme.

-Pero madre, simplemente te estoy diciendo como...

-No, no me digas nada. ¡Qué egoísta que eres!, siempre piensas en ti.

-Pero madre, yo no estoy...

-¡No! -Y no me dejaba hablar. No me dejaba hablar, era todo ella, ella, ella.

Sí, me quería, a su manera, casi tanto como se quería ella misma.

 

Papá... ¡Je, je, je! Papá era una figura ausente, de la cual no, no, no voy a hablar.

 

Tenía una amiga, Bety. Tenía muy poca visión, usaba unos lentes gruesísimos.

Le decía:

-Bety, pero en las clínicas en este momento te operan en un instante.

Pero ella tenía miedo:

-Me van a dejar ciega.

 

Era una chica poco atractiva pero tan dulce, tan... tan dada, y sin embargo era casi tan insegura como yo. Prefería usar unos lentes tipo telescopio a operarse, que le dejaban los ojos como nuevos. Apenas veía.

Una vez me dijo:

-Mirel, hay un profesor que no... no cobra tanto.

-¿Para qué?

-Es una especie de asesor espiritual. Te convendría ir a verlo.

-¿Pero por qué, Bety?

-¡Vamos, Mirel! -Era mi única amiga, era la única que conocía casi todas mis debilidades. Aclaro que con ella nunca nada ¿eh?, porque nos llevábamos como hermanos. Pero ni ella me atraía ni yo la atraía.

-¿Y quién ese profesor?

-Raúl Iruti se llama. Mirel.

-¿De dónde es? Porque al único Iruti que conozco es al genetista.

-Es este.

-Pero Bety, ¿te estás burlando?

-No, Mirel, no, es un asesor espiritual muy bueno.

-¡Debe cobrar carísimo!

-Para nada, para nada. He enviado a dos amigos, una amiga...

-¿Y?

-Y bueno... No sé. No es que me cuentan, me dicen que les fue bien pero no me dan detalles. -Bety me pasó su número de holocelular y llamé, me dio turno para dentro de dos días.

 

Cuando fui me encontré con una persona de edad media, atento, seguro de sí mismo.

-Hola, ¿cómo estás?, tú eres Mirel Ocayo.

-Sí, profesor.

-Adelante, toma asiento. Cuéntame.

-No sé por dónde empezar.

-Por el comienzo, por donde tú quieras.

-Bueno. Mire, mi aspecto obeso, inseguro de mí mismo.

-¿Qué cosas te gustaría cambiar?

-Primero mi aspecto físico.

-Bueno, tú sabes que eso no se hace de un día para el otro, tienes que hacer dieta, ejercicios y sobre todo tener paciencia y voluntad porque no es que de un día para el otro modifiques tu aspecto, eso lleva tiempo. Por momentos podrás caer en la desesperación y comer, y otra vez engordar. Todo cuesta.

-No es eso solamente, profesor.

-¿Qué otras cosas te gustaría modificar?

-¡Uf! Nunca tuve suerte con las mujeres.

-¿Has salido con alguna joven?

-Sí, pero a veces me sentía tan inseguro que no podía.... que no podía concretar la... la intimidad.

-Bueno, no eres al único que le pasa, hay muchos varones que les pasa eso. No significa que sea algo normal pero a veces los nervios juegan un papel en contra de la relación. Y en una relación uno se tiene que dejar fluir. ¿Qué más?

-Siento dudas en cuanto a... ¡Uf!

-Explícate, explícate, lo que cuentes no sale de aquí.

-En cuanto a mi sexualidad.

-A ver, ¿por qué dices eso?

-Bueno, a veces me sentía como más seguro si algún joven me... ¡je, je! me buscaba. Yo sé que eso es censurable, ¿no?

-¿Por qué dices eso, Mirel?

-¿Para usted no es censurable?

-Mira, tu elección sexual, tu elección en cuanto a qué género te atrae es ejercer tu libre albedrío, no veo que eso sea algo condenable.

-¿Y entonces por qué después me siento mal? Como que... como que no quiero, como que deseo que me atraiga una chica.

-¿Y entonces?

-Y entonces no sé...

-A ver, Mirel. Levanta la vista, mírame. -Lo miré al profesor-. No hay un no sé, hay una... una manera de disfrutar. ¿Cómo disfrutas más? -Me encogí de hombros.

-No sabría explicarlo. Quizá disfruto con algún joven que se me cruza, y después es como que siento como culpa.

-¿Por qué?

-Porque siento que no... siento que no corresponde, como que no es para mí eso.

-A ver, Mirel, ¿lo dices por ti o por lo que pensarán los demás de ti? Porque se trata de tu propia aprobación.

-¡Je, je! Disculpe que me ría, ¿pero de qué aprobación hablamos? Me miro al espejo y veo que mi figura es cero atractiva.

-No no no, me refiero a... a las dudas en cuanto a tu sexualidad. Si depende de ti es una cosa, si depende de la aprobación de los demás es otra.

-Pero profesor, vivimos en una sociedad donde hay empleos, hay estudios donde... donde te discriminan si tú tienes una elección sexual distinta a la normalidad.

-Te comento, Mirel. ¿Qué es la normalidad?, ¿has estado alguna vez enamorado o has sentido algo por alguien?

-Cuando tenía dieciséis años mi madre todavía me decía el nene y salí durante un tiempo con una niña de quince, no pasaron de besos pero me sentía muy atraído. Y cuando cumplí dieciocho me relacioné con un joven al que yo admiraba, y tenía como un sentimiento muy muy profundo. Y me daba... me daba como impotencia.

-¿Por qué?

-Profesor, ¿cómo por qué?

-Sí, ¿por qué, Mirel?

-Porque era un varón, y uno tiene que tener amor por... por el otro sexo, por el otro género.

-¿Por qué?

-Porque es lo... es lo que dice la sociedad.

-¿Tú no tienes hermanos?

-No.

-¿Pero conoces amigos o por lo menos conocidos que sí los tienen?

-Sí, obvio.

-Y se aman.

-Bueno son hermanos... Pero es distinto. Este joven no era hermano, este joven era un... un más que amigo, y yo tenía como una especie de sentimiento.

-¿Y qué pasó?

-Yo lo fui alejando.

-¿Por qué?

-Porque sentía como que él venía para una satisfacción personal y después se iba. No sentía él nada y entonces yo me sentía como un objeto que era usado y luego la persona se marchaba. Yo quería que correspondiera a mi sentimiento y no correspondía a mi sentimiento, y eso me hacía sufrir.

-Entiendo. A ver. Mira, la obesidad es un detalle físico.

-Sí, como muchos otros. Yo lo veo como un defecto.

-No es un defecto.

-Entonces una enfermedad.

-Está bien, aceptémoslo así. Pero es tratable.

-Sí me lo dijo: dieta, ejercicio, voluntad, paciencia...

-Bueno, si lo sabes pon manos a la obra.

-Pero profesor...

-Espera, espera. Hagamos una hipótesis. Supón que pasan varios meses y tú te esfuerzas y cambias esa actitud en cuanto a la inseguridad, porque te miras al espejo y te ves más delgado, te ves mejor. ¿Hasta ahí me sigues?

-Sí, profesor, pero lo que me está diciendo es algo que puede pasar o algo que no.

-Mirel, ¿por qué no habría de pasar? Si tú te empeñas en hacerlo, ¿qué te lo impediría?, ¿qué te impediría que te vayas sintiendo mejor?

-Porque no tengo incentivo.

-¡Ahí está la cosa!

-No entiendo, profesor.

-Claro. Tú empiezas a hacer dieta, empiezas a hacer ejercicio de a poco, de a poco. Tú vas a ver que en diez, veinte días vas a tener una pequeña mejoría. No pienses en grande al comienzo pero vas a tener una pequeña mejoría, y vas a decir: "¡Vaya, he bajado un par de kilos!".

-¿Qué es un par de kilos? Nada.

-No, pero quizá en dos meses sean cinco, en tres meses podrían ser ocho kilos.

-Pero me voy a debilitar.

-Mirel, yo no digo que no comas, digo que comas alimentos más saludables, que aporten vitaminas y que aporten menos calorías. ¿Hasta ahí me entiendes?

-Sí.

-Bien. Ahora mira a ese Mirel Ocayo del futuro de aquí a seis meses, ¿seguirías estando cien por ciento inseguro?

-No, si me veo con mejor aspecto no. Pero mi timidez no es solamente por mi aspecto, es como que de repente si tuviera una intimidad con una joven me sentiría como que...

-Continúa.

-Me da como pudor.

-Acordamos en que soy un profesional, queda entre nosotros.

-Bueno, como que no la conformo. Y eso quizá no me pasa con un joven.

-Entonces es como que para ti, para ti, sientes como que te cuesta más complacer a una mujer que a un varón. -Me encogí de hombros.

-Sí, pero la diferencia es que me incomoda estar con un varón.

-Nadie te obliga.

-¿Y el sentimiento que alguna vez tuve?

-No tienes que dar explicaciones por tus sentimientos. Y los sentimientos son independientes del género; puedes tener un sentimiento por una mujer, puedes tener un sentimiento por un varón. Está en ti, porque el sentimiento es tuyo y el sentimiento es puro. Sentir amor, sentir compasión, sentir afecto, sentir piedad, ¿cómo podría avergonzarte? Es lo más puro que hay.

-¡Sí, je, je!, ¿Y el deseo?

-¿Y el deseo?... Eres un ser humano, cómo no vas a tener deseos.

-¿Y mis complejos?, porque siento que no puedo complacer a la otra persona.

-Mirel, pero en una relación no estás jugando una competencia contra nadie.

-Yo creo que sí, contra mí mismo.

-Ni siquiera. Déjate llevar, déjate llevar.

-¿Y si me dejo llevar es como que todas las personas me aceptarán íntimamente?

-No necesariamente.

-¡Ah! Qué apoyo que me da, qué aliento que me da.

-Pero Mirel, eso nos pasa a todos. Nadie le puede agradar a todas las personas, pero va a haber personas a las que sí le agrades.

-Entiendo. De la misma manera que a mí no me agrada todo el mundo exteriormente.

-Exacto. Pero también te puede pasar que no te agrade una persona exteriormente y cuando la conoces, conoces su manera, su forma y te das cuenta que es mucho más de lo que esperabas. Lo mismo le puede pasar a otra persona contigo, que quizá tú no le atraigas a la persona, y la persona una vez que te conoce, que ve tu interior...

-Claro. Usted, profesor, lo hace muy fácil, porque de repente una persona no tiene un buen físico pero tiene carisma, simpatía... Yo no tengo eso.

-Pero tú mismo te lo cortas eso, porque tienes esos complejos. Quedamos en que vas a ocuparte de ti mismo porque no puedes pensar en agradar a otra persona si primero no te agradas a ti mismo. ¿Te gustas?

-Eso es una pregunta tonta, uno siempre gusta del otro.

-No no no no, uno también gusta de sí mismo.

-¿Pero esto no es ego, eso no es vanidad?

-No, eso es autoestima, vanidad es otra cosa. Estamos hablando de aceptarte, de quererte, porque si tú sientes que no vales nada, ¿cómo vas a hacer que otra persona vea que vales? Todo pasa por ti, todo empieza por ti. Pero tienes que poner manos a la obra, Mirel. -Miré mi holomóvil y vi que ya había pasado el tiempo.

-¿Si tengo dudas puedo volver a consultarlo?

-Mirel, las veces que lo desees. Me mandas un holomensaje y ya está.

-¿Cómo le abono?

-Digitalmente. Me envías créditos por el holomóvil.

 

Mi amiga Bety tenía razón, el profesor Iruti no cobraba de manera desmedida, su consulta era muy accesible.

Pero me había dado a entender que él no iba a hacer el trabajo por mí. Tenía que empezar por mí mismo a aceptarme, a quererme, pero con eso sólo no bastaba si no me ocupaba de mi parte física. Había cosas que no podía modificar. Hay gente que es calva y salvo que se haga un implante capilar el cabello no le va a crecer. Tenía complejo incluso con mis partes genitales.

 

Se trataba de aceptarme. Y vaya que era un trabajo enorme, pero como dijo el profesor Iruti, tenía que empezar por mí, por quererme yo, por aceptarme yo.

 

 


Sesión 14/08/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

La entidad delata una vida en Gaela, donde era un reconocido escritor. En una conferencia coincidió con alguien que sin serlo manejaba la palabra como él la pluma. Después de varios encuentros hablaron de las elecciones que tomamos en la vida, elecciones a las que la sociedad siempre les pone peros.

 

Sesión en MP3 (3.254 KB)

 

Entidad: La gente me aplaudía, me vitoreaban. Había hecho una breve conferencia sobre mi último libro, que había vendido cien mil ejemplares, la venta más importante de los últimos años en Gran Metrópolis, la ciudad más grande de Beta. Las paredes de las salas llenas de posters con mi rostro: Alfred Danish, escritor. Escritor contemporáneo de ensayo.

¿Por qué me dedique a hacer ensayos? ¡Je! Porque es la forma más sencilla de relatar vidas. Y principalmente la mía.

 

Recuerdo cuando era niño. Pobre, despreciado, inseguro, quizá por ser un poco obeso y no tener clara mi identidad de género. ¡Hipócritas! Se ve cómo el dinero tapa todo, el dinero tapa todo.

 

Me llevé una sorpresa cuando a los cuatro días fui a otra conferencia de un joven que no era escritor, no era filósofo, no era médico. Daba conferencias sobre autoayuda. ¿Era terapeuta? No, tampoco.

En la entrada al salón daban un pequeño programa con la biografía de este joven: Jorge Clayton, de Plena. Millonario. Ayudaba en distintas obras, hospitales, sanatorios, clínicas, fundaciones.

 

Pero me interesó. Conversaba sobre el cómo brindar, por qué brindar, cómo no caer en depresión si las cosas no salen como uno lo desea.

Yo no tenía el atrevimiento de encarar a alguien que no conocía pero me devoraba la curiosidad, y cuando Jorge Clayton terminó su conferencia me crucé con él en una de las salas y me presenté.

Me sorprendió que me dijo:

-¡Tú eres Danish, Alfred Danish!

-Sí.

-He estado en tu conferencia y he leído tu último ejemplar. Te pido por favor que me lo autografíes.

-¡Pero por favor, es un honor!

 

Y conversamos varias veces. No voy a decir que nos hicimos amigos pero contamos varias cosas sobre la vida, su punto de vista, mi punto de vista. No coincidíamos en muchas cosas y Clayton me decía:

-Lo que pasa, Alfred, que tú eres muy pesimista en la forma de mirar, regodéate en tu triunfo, has vendido cien mil ejemplares de tu libro.

-¿Pero eso no es vanidad?

-No, no es vanidad. No es vanidad, es empuje para que puedas escribir el próximo. -Empecé a ganar confianza y le conté parte de mi historia.

 

Mi padre una persona sin carácter y mi madre una mujer sobre protectora, demasiado protectora, siempre me veía como un niño. Y es como que yo adoptaba ese papel.

No éramos personas de dinero pero mi madre, mientras mi padre trabajaba, me llevaba a comer afuera, a cualquier restaurant, y me compraba revistas de historietas, de dibujos.

Recuerdo que el diariero se burlaba de mí: "¿Sabes el dinero que dan si un muchacho queda embarazado?

 

Yo era muy niño, no entendía la ironía. La entendí de grande y en silencio. Mil veces, le reproché a mi madre el no haberme defendido. Ella lo tomaba como un chiste o quizá su cabeza no le daba, o quizá su inteligencia no era la de una persona normal, porque cualquier madre sale en defensa de su hijo por más inocente que sea la broma, y en este caso no lo era. Y nunca me defendió. Es decir, me defendía cuando otro chico trataba de pegarme: "¡Déjalo tranquilo a Alfred!". Me criaba como un mojigato, un protegido, no me dejaba ser yo, era como una continuidad de ella y eso no era lo correcto.

Jugaba con otros chicos a la lucha, y otros chicos es como que me rozaban. Hasta que llegó un momento que la relación con ese otro amiguito pasaba de un roce, y yo me sentía cómodo que ese amiguito me rozara.

Y ahora es como que de grande me siento frustrado porque tengo como una especie de..., primero de rencor por la sobreprotección de mi madre cuando era chico, hasta incluso cuando era adolescente. Y luego porque sentía como una especie de vergüenza de sentir esa atracción por otro joven.

 

Jorge Clayton me miró y me dijo:

-Mira, Alfred, yo no soy un terapeuta y lo que conozco de la vida es poco, al fin y al cabo yo también soy joven. Pero tú, ¿qué es lo que te atrae cuando ves a una chica? -Me encogí de hombros.

-Nada.

-¿Y cuando ves un joven?

-¡Uf! Mucho. Pero yo no puedo encarar a un joven, porque por ahí reacciona mal y me da un puñetazo. Pero tuve de chico y de adolescente amigos que se aprovechaban de mí.

Clayton me miró y me dijo:

-¿Por qué dices se aprovechaban?

-Pero Jorge. es obvio, en el medio de esa supuesta lucha que hacíamos, de juego, el rozar nos pasaba más allá del roce y llegaban a consumar una relación conmigo.

-¿Y a ti te molestaba?

-No.

-Entonces no entiendo la palabra aprovecharse. Aprovecharse es cuando uno no quiere y lo fuerzan.

-Pero quizás en el fondo yo no quería.

-¿O te engañas a ti mismo? -inquirió Jorge.

-Hay muchas cosas, hay muchas cosas. A veces es como que todavía me siento como un niño a pesar de ser un escritor famoso en Beta y habiendo conquistado Gran Metrópolis. Me siento muy inseguro. Y alguna que otra vez tengo una aventura en secreto, obviamente no llevo a nadie a mi apartamento porque tengo temor de que me asalten o que me golpeen, y vamos a un hotel con otro joven y cuando me posee siento como una especie de protección.

-Pero a ver, Alfred, ¿a ti te incomoda?

-No, no, para nada, siento como que estoy a gusto.

-Entonces, ¿dónde está el problema?

-El problema es que la sociedad ignora mi..., mi elección de género, llamémosle así. A veces firmo ejemplares y hay chicas muy bonitas, porque el hecho de que no me atraigan no significa que no sepa la belleza femenina, y me miran con un gesto como pensando "Me gustaría estar contigo", y yo sonrío y enciendo un cigarrillo y fumo y me tomo una copa de coñac, y me hago el que conozco mundo.

-Bueno, Alfred, pero ahora conoces mundo, el hecho de que seas escritor te contacta con otros escritores y con otro tipo de artistas.

-Eso es cierto -admití-. Me invitaron a conciertos de rock, me invitaron a ver obras de arte, pinturas.

-¿Y te atrae?

-La música sí, el arte no tanto, pero voy porque por ahí pesco algo.

-¿Te refieres, Alfred, a que puedes conocer a alguien que te guste y pases a la siguiente etapa?

-Exacto. Y a veces me pongo incómodo cuando se acerca una joven, una joven atractiva que me pregunta si soy soltero, si tengo novia. Y a veces invento "Sí, estoy prometido", para sacármela de encima.

-¿Es como que te da vergüenza revelar tu elección sexual?

-¡Buf! A ver, Clayton, yo no lo llamaría elección sexual, a veces es como que me siento incómodo de ser como soy, no me termino de definir.

-¿Pero has tenido intimidad con alguna joven?

-No, no. A lo mejor de niño, ¡je, je!, algún beso con una niña, pero nada, nada. No, no, no. Amigos tenía muchos, y amigos buenos. Cuando éramos chicos, hasta los diez, doce o más años, no teníamos..., cómo decirlo, no me sale la palabra, no teníamos cómo el catalogar a alguien.

-¿Te refieres a que cuando eras niño, los juegos llamémosle sexuales, de tocarse, era una cosa común en vuestra comunidad?

-Llamémosle así -expliqué-. Y no era el único que jugaba a eso, había otros chicos que también jugaban.

-Explícate.

-Claro. Hacían que luchaban y se apoyaban y luego intercambiaban roles. Pero era solamente jugar. En cambio conmigo nos molestaba el tener la ropa puesta y jugábamos, como se dice comúnmente, como Dios nos trajo al mundo. Y yo siempre la parte pasiva, era.

-Está bien, pero me dices que no te sentías incómodo.

-No, pero es que no me gusta ser así.

-Mira, Alfred, tú no te pones de acuerdo contigo mismo, no te pones de acuerdo contigo mismo porque en el fondo es como que tienes una especie de complejo de culpa.

-¿Y por qué habría de tener culpa?, yo no lastimo a nadie.

-No, culpa contigo mismo por ser así.

-Entonces tengo razón yo de molestarme como soy.

-No, al contrario, estás equivocado, porque debes aceptar tu manera de ser. Tú no estás lastimando a nadie, tú no estás perjudicando a nadie, eres como eres y punto. Se trata de aceptarte a ti mismo, aceptar esa condición, disfrutar de esa condición.

-Pero me hace menos hombre.

-No hablemos de hombre, no hablemos de género, hablemos de ser humano. ¿Piensas que porque eres así te hace menos ser humano? -Me encogí de hombros.

-No, entiendo que no. Entiendo absolutamente que no.

-Exactamente, no te hace menos ser humano. No te hace menos ser humano porque ayudas a mucha gente con los ensayos que escribes. En algunas cosas nos parecemos -dijo Clayton.

Y le pregunté:

-Disculpa que me inmiscuya, ¿pero tú tienes alguna tendencia parecida a la mía?

-No, no, no, yo soy heterosexual. Estuve prometido con una joven y por un hecho trágico nos separamos, pero mentalmente estoy abierto a todas las elecciones de género. Y condeno a aquellas personas que señalan al que para ellos es distinto.

Lo miré a Clayton y le dije:

-Ojalá fueran todos como tú en esa amplitud de pensamiento, ojalá fueran todos como tú.

-¿Sabes lo que pasa, Alfred? -me dijo Clayton-, el amor, el sentir, la pasión no tienen que ver con el género. El disfrutar de un abrazo tampoco no tiene que ver con el género.

-¡Je, je, je! ¡Ay! Pero Jorge, pero no es lo mismo un abrazo que un... que una intimidad.

-La intimidad también es un abrazo; un abrazo erótico, un abrazo sexual. Al fin y al cabo no deja de ser un acto fisiológico. El secreto está en no lastimar a nadie y que nadie te lastime a ti.

-No, no me lastiman.

-Entiendo. Pero ten en cuenta una cosa -explicó Clayton-, por tu manera de pensar es como que te lastimas a ti mismo reprochándote, reprobándote, censurándote. Libérate, déjate fluir y disfruta.

-Está bien, Clayton. Pero si el día de mañana, ahora que soy un escritor afamado, conocido diera a conocer, cómo explicarlo, mi manera de disfrutar la sexualidad, ¿cuántos me censurarían? No me digas que no.

-No, Alfred, no te digo que no, seguramente que muchos te darían la espalda, se decepcionarían, pero habrá muchos que te aplaudirían por tu valentía, por tu coraje de mostrarte como eres.

-Mi madre no se sentiría orgullosa.

-Mira, lo que me has contado, de que ella ha sido sobreprotectora, no tiene mucho para reprocharte. Vive tu vida, disfruta tu vida. No permitas que ese pudor te cause un trauma, porque al fin y al cabo es un pudor, y el pudor no es por lo que haces, el pudor no es por tu gusto sexual, el pudor no es porque eres pasivo sexualmente, el pudor es por el que dirán. -Asentí con la cabeza.

 

-¿Cómo es que has venido aquí?

Clayton frunció el ceño:

-¿A qué le llamas aquí?

-A Gran Metrópolis, a Beta.

-¡Ah! Tuve una pequeña decepción en Plena y me tomé un mes de respiro para descansar un poco mi mente.

-Pero te ha mandado Dios, sino nunca hubiera tenido una conversación como esta. ¿O es una casualidad?

-No -dijo Clayton-, es una causalidad. -Nos estrechamos la mano y le digo:

-Espero verte, Clayton, antes de que vuelvas a Plena.

-Sí, nos veremos. Compartiremos otro café o alguna bebida. ¿O por qué no un almuerzo?

-Me siento bien hablando contigo. Pero no me lo malinterpretes, por favor.

-No tienes que darme explicaciones -dijo Clayton-, te entiendo perfectamente, Alfred. Déjate fluir.

-Te haré caso.

-No, no, no; no se trata de que me hagas caso, haz lo que tú sientas. Y no busques la aprobación de la sociedad, la sociedad hagas lo que hagas siempre va a buscar algún pero.

-Eso es cierto -admití-, eso es cien por ciento cierto.

 

Nos saludamos y me marché bastante bastante más aliviado.

 


Sesión 17/08/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Entendió y se atrevió a lanzarse a encontrar la libertad de expresión. Pero sólo con eso no se libraría de su soledad, debía acompañar la libertad con trato, relación, afecto. Aunque antes debía aceptarse sí mismo.

 

Sesión en MP3 (3.370 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Sora-El, plano 3 subnivel 6. Me interesa mucho la vivencia en el rol de Alfred Danish porque si bien tiene muchas diferencias con mi vida actual como el rol de Marcelo, también hay unas similitudes.

 

No veía la hora de encontrarme con Jorge Clayton para contarle las buenas nuevas. Quedamos en encontrarnos a las dieciocho horas en el bar de la Sexta avenida de Gran Metrópolis. Cuando llegué ya estaba tomando un café.

-¡Alfred Danish, has venido!

-Te he hecho caso.

-Toma asiento. -Se acercó la camarera.

-Un café, por favor. -Me sirvió una jarra con agua y me llenó una taza con café y se marchó.

-Cuéntame las buenas nuevas -pidió Clayton.

-Desde que nos conocimos hemos tenido tres, cuatro conversaciones que me han hecho muy bien, es como que me han liberado.

-Continúa.

-Bueno, tuve cuatro experiencias en estas dos semanas que pasaron.

-Explícame lo de experiencias -pidió Clayton.

-¡Je, je, je! Experiencias. O sea, conocí cuatro personas con las cuales tuve relaciones. Me siento libre, me siento distinto. Ahora por fin siento la libertad sexual. Me sentía como cohibido, como encerrado, como encadenado y rompí las cadenas, deshice los eslabones. Entonces soy otra persona, ¿te parece bien?

Clayton me miró y me dijo:

-A ver, si no escuché mal me has hablado de libertad sexual, lo cual no está mal, siempre hablamos de no lastimar a terceros ni lastimarnos a nosotros mismos.

-No no no no no, eso lo tengo claro, Clayton, lo tengo muy muy claro.

-De todos modos no recuerdo haber hablado de libertad sexual.

-¡Vamos, Clayton, vamos, cuántas veces me lo has dicho!

Clayton me miró y exclamó:

-Yo he hablado de libertad de opciones, no estar enclaustrados en un género masculino, femenino u otros.

-Perdón... ¡Ja, ja, ja!, me parece que... me parece que no entiendo, ¿qué significa otros?

-Tal vez esté adelantado a la época, estamos en los años setenta del siglo XX, pero hay muchas maneras de interpretar los géneros.

-Clayton, si te escucha la Orden del Rombo te clava en un rombo en la plaza pública.

-Lo estoy hablando contigo, no estoy hablando por altavoces.

-Siento como que... como que me estás diciendo que me equivoqué

-No no no no no -negó Clayton-, no estoy diciendo eso. Tú te sentías como reprimido, ¿de acuerdo?

-Sí, acuerdo con eso.

-Hemos conversado y te has, de alguna manera, liberado. ¿Está bien?

-Sí, también acuerdo con eso.

-¿Pero a qué le llamas liberado? ¿Has comentado con seguidores de tu último libro tu preferencia sexual?

-No.

-¿Pero has tenido aventuras?

-Sí.

-¿O sea, que has tenido libertad sexual?

-Sí.

-Pero no te has dado a conocer como, llamémosle, una opción de identidad de género.

-No, es como que todavía tengo como cierto pudor, incluso la familia...

-Mira. Alfred, mírame.

-Sí.

-Quien te quiere te va a aceptar como eres, quien no te quiere no es tu problema. ¿Te recuerdas de mis palabras?

-Me has dicho tantas...

-Todo pasa por quererte a ti mismo, por aceptarte a ti mismo, por ver lo importante que eres.

-¿Tú dices importante porque vendí cien mil ejemplares de mi último ensayo?

-A ver. Sí, eso te da importancia al público... Yo hablo de importancia ante tu propio ser, independientemente de que seas escritor, importancia porque eres único.

-Bueno, yo me miraba al espejo y no me veía atractivo.

-Mira, hace muchos años atrás viajé a Porísido.

-No sabía.

-Sí, fuimos con un amigo. Conocimos un grupo de chicas de una universidad. Y había una joven, de sobrenombre Tati, que no era atractiva de cara, usaba anteojos de mucho aumento, tenía correctores en los dientes... pero tenía tal carisma, tal carisma, tal carisma que durante casi un año nos estuvimos escribiendo una carta tras otra hasta que por distintas circunstancias dejamos de escribirnos. Pero me quedó su imagen, no en mi memoria, en mi corazón. Era tan tan carismática, tan simpática en su manera de hablar...

-Pero me dices que no era atractiva.

-No desde el patrón, no desde el común denominador de los hombres, porque los hombres a veces somos como monos que imitamos. Nos dicen "Este es un sinónimo de belleza" y tenemos que seguir ese sinónimo, ya sea una mujer, ya sea un varón.

-¿Y no es así?

-No, no, Alfred, no es así. Y pasaron los años y la recuerdo a esa chica, Tati, como... como un bello espíritu que pasó por mi vida.

-¿Pero nunca nada?

-¡Je, je! ¿Te refieres, Alfred, a si nos besamos o tuvimos intimidad? -Me encogí de hombros.

-Bueno, sí.

-No, no, fuimos buenos amigos.

-¿Y si se hubiera dado?

-Y si se hubiera dado, qué, se hubiera dado. Punto.

-Pero luego te hubieras ido. ¿Eso no hubiera sido un engaño?

-A ver, Alfred, vamos a repasar lo que es una relación, lo que es el amor, lo que es la verdad, lo que es la mentira. Si tú, si yo, si cualquiera tiene una relación con alguien pero no promete nada, no está engañando.

-Entonces una relación esporádica está bien. Lo que yo hice está bien en estas dos semanas.

-A ver, no es que uno conoce a una persona, tiene una intimidad y a la semana se compromete y convive con esa persona, se case o no se case. Pero una relación no es sólo sexo.

-Ahora te estás refiriendo a lo que yo hice.

-Claro. O sea, de repente te liberaste. Supuestamente, porque liberarse es darse a conocer ante los demás su preferencia sexual. Y eso no lo has hecho. Te has liberado contigo mismo y de repente has tenido cuatro relaciones en dos semanas.

-Sin compromiso.

-Sí, por supuesto, sin compromiso. ¿Has sentido algo?

-Sí, placer. Me sentía contenido.

-¿Pero algún afecto?

-Me vi una vez solamente con cada uno de ellos. ¡Je! Qué afecto voy a sentir.

-Bueno, has dado un paso. Tal vez era un paso que no debería ser el primer paso.

-Yo creo que ahí, Clayton, que te equivocas, y discúlpame si disiento contigo. Me estás diciendo que primero viene un afecto y después una relación. Pero con ese criterio, entonces...

-No no no no no no, no pasemos de cero a infinito.

-¡Je! Clayton, ¿me puedes hablar en un idioma más sencillo?

-No quiero decir que ames a todo aquel con que tengas una intimidad, pero tampoco es como que seas un objeto de deseo, que conoces a alguien y ya tienes una intimidad por una necesidad fisiológica.

-¿Y acaso no lo hacen los varones con toda mujer que se le cruza?

-Algunos sí.

-¿Tú no lo haces, Clayton?

-No.

-¿No tienes oportunidades?

-Tengo cientos de oportunidades. Tengo fortuna, en mi país me conocen, voy a un club hípico y estoy seguro de que no tendría problemas en salir con ninguna de las jóvenes de allí. Pero a ver... Si te acostumbras a tener una intimidad porque sí después te sientes vacío, y el efecto que logras es el opuesto. Cuantas más relaciones tengas sin comprometer tus afectos, más vacío te vas a sentir.

-No, ¡je, je, je! Perdón, Clayton, pero también disiento ahí. Yo de repente conozco diez amigos y tengo intimidad con ellos, yo no me voy a sentir solo.

-¿Ah, no?

-No.

-Porque te van a invitar a una reunión personal, porque te van a presentar a sus amigos...

-No, ¡qué me van a presentar!, si ni siquiera a veces me dicen su nombre.

-Y entonces cuando terminan la relación, ¿qué hacen?

-Salimos de su habitación o del hotel donde vayamos y cada uno por su lado.

-¿Te dejan un número de teléfono?

-Uno me dejó, y después llamé y era un número equivocado. O sea, me mintió.

-¿Y los otros tres?

-No. Directamente no me dejaron.

-Entonces vamos a lo que yo digo, Alfred, te sientes solo.

-Entonces, como me has dicho tú una vez, ¿qué tengo que tener, un amigovio?, ¿comprometerme con alguien?

-No, pero puedes salir con una persona más de una vez, dos, tres, cuatro. No significa que tengas que comprometerte. Y eso lo hablas: Tenemos que conocernos, tenemos que conocer nuestros gustos, si somos compatibles, si somos afines, si te gusta la lectura, si te gusta la pintura, si te gusta la música, lo que fuera. Pero si ni siquiera te dan el nombre.

-O sea, tú hablas de que yo me tengo que comprometer.

-Nunca dije eso, simplemente digo que... A ver, voy a dar un ejemplo inventado: Estoy en Plena, en Ciudad del Plata, conozco una chica, salgo, me doy a conocer, y lo primero que le pregunto es su nombre. Podemos llegar a algo más o no, pero no es que de entrada "Hola, cómo te va, vamos a acostarnos". Hablaré de música, hablaré de literatura, hablaré de mil cosas y podré quedar o no con la persona. Podré intimar o no con la persona, pero va a ser algo mucho más profundo que una relación íntima aunque después no siga nada.

-Entiendo, entiendo, entiendo, entiendo. O sea, que mi liberación fue ficticia.

-No, Alfred, no fue ficticia, está bien, todos los seres humanos tenemos una necesidad fisiológica pero también importa el trato. No es el acto e irse, no es el acto y quizá te vea quizá no. Va más allá. Eso se llama ser civilizado.

-No, ahora lo entiendo, ahora lo entiendo. Mira que conversamos varias veces y ese punto no lo tenía en claro. Entonces me siento mal por haber hecho esto de salir con desconocidos y...

-No, Alfred, no, está bien, está bien, pero va más allá. Esto te lo comento porque mañana a la mañana vuelvo a mi país y quiero que entiendas a qué me refiero. Y no te acobardes en darte a conocer, no sólo con tus seguidores de tu última obra, de tu último ensayo, también con tu entorno familiar y de amigos. Habrá quien te dará la espalda, habrá quien te aceptará. Habrá quien te dirá ¡qué valiente que eres!, pero no tengas miedo de ser quien eres, no te anules a ti mismo, no borres tu importancia.

-Pero, Clayton, no todo el mundo va a aceptarme.

-Eso es lo de menos. Coge un espejo, mírate. Y cuando te mires, a esa imagen le dices: "Yo te acepto".

-Entiendo, debo aceptarme a mí mismo. Y si los demás me aceptan o no, ya no es mi problema.

-Exactamente, exactamente, Alfred Danish.

-¡Je, je! Me encanta que me llames por el nombre completo.

-Es una manera de decir.

 

Tomamos el café y le pregunte:

-¿Y tú cómo estás emocionalmente?

-Reponiéndome. Hace poco y ya te lo he contado, ¿no?, perdí a mi padre, tuve una ruptura afectiva. Ambas tienen relación. Pero vine a despejar un poquito la mente aquí, a Gran Metrópolis, en Beta.

-¿Y qué has hecho este tiempo?

-Bueno, ¿has visto el museo de la calle Séptima?

-Sí.

-Bueno, he invertido para hacer una ampliación porque hay muchos cuadros antiguos que los tenían en archivo, algunos incluso va a haber que restaurarlos. Pero esa ampliación va a servir para colgar esos cuadros, para que la gente pueda extasiarse con ellos.

-Pero eso no es plata invertida, es plata gastada.

-¡Je, je! ¿Por qué gastada? Seguramente el año que viene regreso a Gran Metrópolis y voy a disfrutar de aquello.

-¿Pondrán una placa con tu nombre?

-No. Les dije que no. No me interesa figurar, basta que yo sepa que lo hice.

-Ya lo comentaré con mis amigos.

Clayton se encogió de hombros y levantó los brazos, como diciendo:

-No puedo prohibírtelo, coméntalo. Pero mi satisfacción es esa, poder hacer. Porque puedo.

-Es un mérito.

-¿Un mérito? No, no es mérito, hay gente que tiene mucho menos y también da. Eso es mérito.

-¿No es falsa humildad, no es hipocresía, Clayton, lo que me dices?

-No no no, porque lo siento de verdad. Hay muchísima gente que tiene mucho menos y sin embargo da.

 

Nos estrechamos la mano, intercambiamos nuestros teléfonos y me marché.

Me marché con una nueva manera de pensar. La libertad no pasa por una intimidad sin prejuicios, pasa por un destape, un darse a conocer quién eres, en gustos, en elecciones, en ideas, en identidad de género. Y en no tener pudor porque sepan quién eres, cómo eres, qué te gusta y qué no te gusta, porque si no vives esclavo de la opinión de los demás. Y eso no debo permitirlo, ni ahora ni nunca.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 12/11/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Antes de regresar quería aclarar unos conceptos que durante muchos años le preocupaban, le dolían. Los comentó con su mejor amigo y gracias a él finalmente se propuso no prestar más atención a lo que la sociedad pensara acerca de sus elecciones personales. Deseaba ser feliz.

 

Sesión en MP3 (3.366 KB)

 

Entidad: De qué me ha servido haber vendido tantos ejemplares de mi último libro si no me sentía bien conmigo mismo. Muchos reconocían mi poster: "El gran escritor, Alfred Danish".

 

Me reuní por última vez con Jorge Clayton, de Plena:

-Este es un estudio donde escribo.

-Perfecto, podemos conversar tranquilos.

-Prepararé dos cafés -comenté.

-Me parece muy bien.

-Coméntame algo.

-Coméntame tú primero -pidió Clayton.

-¿Qué puedo decir, qué puedo agregar de todo lo que hemos hablado con respecto a la elección sexual, a la sociedad? Qué puedo decir de la Orden religiosa del Rombo, que más, incluso en el viejo continente, que aún siendo los años sesenta te persiguen si eres distinto.

-Mira -me explicó Jorge Clayton-, te lo voy a hacer simple, te lo voy a hacer sencillo. Primero: Todos somos distintos porque todos somos únicos.

-Espera -interrumpí-, no me refiero a eso, yo sé que no hay nadie igual a otro. Cuando me refiero distinto no es lo que la sociedad espera de uno.

-¿A si? ¿Y qué espera, Alfred, la sociedad de uno, que seas una buena persona, que seas un buen esposo, que seas un buen padre?

-¿Y yo qué puedo mostrar? No estamos tan avanzados todavía como para... Hay una frase nueva que se usa aquí en Beta que se dice: "Salir del armario". Se refiere a una persona que ocultaba que le gustaba el mismo sexo y de repente lo cuenta a todos, y en ese momento es como si mentalmente la sociedad lo clavara en un rombo. ¿Qué dices?

-Mira, a ver, vamos por partes, vamos por partes Alfred. He conocido personas que han declarado abiertamente su elección sexual, y te digo que en Plena aún es como que hay menos amplitud de criterio que en Beta. El tema es lo que te haga feliz. A veces... a veces es como que no nos atrevemos a tomar decisiones por el qué dirá la familia, el qué dirán los amigos, el qué dirán nuestros conocidos. Tu físico, tu persona es un templo y no debes maltratarlo.

-Espera, espera -lo interrumpí-, yo no me maltrato.

-Eres muy buen escritor, muy buen escritor, pero no te veo bien físicamente. Cuídate.

-¿Qué tiene que ver eso con mi elección? -pregunté.

Clayton me dijo:

-Todo tiene que ver con todo. Para sentirnos bien de acá -se tocó la frente-, y para sentirnos bien de acá -se tocó el pecho, del lado del corazón-, nos tenemos que sentir bien en todos los aspectos, en lo físico, en lo psíquico, en lo anímico, en todo. Y me da la impresión como que tú estás viviendo de la aprobación de los demás.

-¡Clayton, Clayton, lo hablamos ya, lo hablamos una y mil veces!

-Y no está de más repetirlo, no está demás repetirlo, Alfred. Nosotros somos seres humanos independientes. Yo no te estoy diciendo que en una nueva edición del libro, en la contratapa comentes: "Sí. Yo, Danish, el escritor, tengo una identidad sexual distinta".

-¿Pero entonces cómo es, se sale o no se sale del armario?

-No está condenado, ni siquiera por la Orden del Rombo. No por lo menos en Beta, donde tú tengas una elección de tu mismo género. Pero eso no significa que lo expongas ante millones de personas. ¿Para qué? ¿Pasas del anonimato a esparcir tu manera de pensar, de ser, de sentir? No. ¿Para qué? Vive tu vida, sé feliz, acéptate, acepta lo que eres.

-Bien. Eso estaba esperando que dijeras Clayton. ¿Qué soy?, porque me dices acepta lo que eres. ¿Qué soy?

Clayton sonrió pero no burlándose, sonrió con una mueca distinta pero con empatía, con afecto:

-Te diré qué eres: una persona frustrada.

-¿Frustrada? Vendí cien mil ejemplares...

-Sí. ¿Y estás contento?

-De mi éxito sí.

-De tu vida personal.

-No.

-Entonces te has frustrado en eso porque no te atreves a mostrarte como eres. Yo no te estoy diciendo que andes por la calle con vestidos con ropas extrañas mostrándote, no, no; en Plena tengo amigos que han hecho su elección sexual y son normales.

-O sea, yo no soy normal.

-No me la hagas difícil, Alfred. Cuando me refiero a normales me refiero a que no actúan gestos, no se visten con ropas de colorinches; se visten normalmente, hablan normalmente, pero tienen intimidad con personas de su mismo sexo. Pero no hacen espamento, no hacen alarde, porque pasan... no se trata de pasar del anonimato a hacer alarde: "¡Ay, sí, porque me comporto más como una niña que como un varón!".

-Te burlas.

-No, no me estoy burlando, estoy hablando en serio. No hace falta pasarte de un extremo a otro, acéptate como eres, una persona, un ser humano, a eso me refiero, que genéticamente... porque esto es algo genético.

-¿Cómo algo genético? La vez pasada me has dicho que era una elección de vida.

-Sí. Ahora, ¿qué te impulsa a esa elección de vida? Lo genético.

-¿Siempre es así?

-No, no, Alfred, no siempre es así, a veces tiene que ver con quien te crían, como te crían. A veces una sobreprotección te vuelve débil y te sientes como que refugiándote en los brazos de un amigo te sientes más protegido, y a la larga es como que ya no es una protección sino una atracción.

-¿Pero puede ser eso?

-Puede ser eso, puede ser lo genético, pueden ser mil cosas. Lo importante es aceptarse uno mismo, no condenarse.

-Yo no me condeno -le expliqué a Clayton-, es la sociedad.

-La sociedad, la sociedad... No quiero repetirlo tantas veces. Seguramente muchos no van a aprobar tu manera de pensar, tu manera de elegir. Si bien en los años setenta somos modernos, escuchamos radios FM, tenemos televisión, pero todavía, todavía esta sociedad en la que vivimos, sea Plena, sea Beta, sea Porísido, sea Mágar, cualquier país de Gaela, es como que siempre puede haber prejuicios.

-¿Y qué opinas de esa gente? -pregunté.

-Que son retrógrados.

-Pero tú me dijiste que eras hetero sexual.

-Sí, por supuesto, por supuesto. ¿Y eso qué, me hace enemigo de los homosexuales?, ¡por qué habría de ser enemigo! Mira, una vez estuve en una reunión, había donado una sección completa en un hospital de mi país y fui a comer con personal de salud y tres de ellos eran homosexuales. La pasamos muy bien. Comimos, tomamos una copa de vino, contaron anécdotas, anécdotas graciosísimas, algunas relacionadas incluso con el sexo.

-¿Y no te ha dado vergüenza? -pregunté.

-Quizá -me dijo Jorge Clayton- tú pienses que hablar del sexo en una reunión es ser bruto, ordinario, de mal gusto. Y no es así. Tú puedes hablar de temas sexual como si estuvieras hablando de filosofía, no tienes por qué ser grosero.

-Pero hacían chistes.

-Sí, Alfred, hacían chistes sanos, humorísticos, y la pasé muy bien. Y ellos no tienen prejuicios. Y en su trabajo, en el hospital saben que son homosexuales y no tienen ningún problema.

-¿Y la familia los acepta? -pregunté.

-A uno de ellos no. Vive solo, se independizó, tiene su trabajo, cumple perfectamente con su trabajo y tiene novio.

-Qué envidia.

-Perdón, perdón, Alfred, ¿envidia por qué? Lo que él hizo lo puedes hacer tú.

-No es tan sencillo, no es tan sencillo. No todos tenemos el carácter de afrontar el ver a los demás, a tus conocidos y decirles "Yo soy distinto".

-Mira, distinto... todos somos distintos.

-No, no, no, Jorge Clayton, me estás esquivando. Distinto, sabes a qué me refiero. Un homosexual y un hetero sexual son distintos.

-A ver. Conozco muchísimas parejas heterosexuales que no duraron un año casados. Fracasaron, se llevaban mal. Ella le decía al esposo que era un infeliz, un impotente, que no le servía en el sexo. Él le decía a ella "Lo único que sabes hacer es cocinar, porque ni hijos puedes tener". A ver, ¿te piensas que porque una relación sea heterosexual ya va a ser feliz?, ¿tienes idea de la cantidad de divorcios que hay?

-¿Y qué? -pregunté-, ¿los homosexuales no se separan?

-¡Oh sí!, sí -me dijo Clayton-. Es más; muchos tienen un... yo no le llamaría defecto o quizá sí, es como que, hablo de los varones porque también hay mujeres homosexuales, las lesbianas, pero es como que vi más en el varón, por lo menos en mi país, más promiscuidad, como que no son fieles en la pareja. -Me quedé pensando.

-A ver, quizás a mí también me guste la diversidad.

-Nadie te está diciendo nada, Alfred, nadie te está diciendo nada, pero va a llegar un momento en que te canses de la diversidad y quieras una persona para ti. Y asegúrate de que esa persona también este cansada de la diversidad y de probar y probar y probar y busque también tener una persona para toda la vida. ¿Te piensas que en los heterosexuales no hay infidelidades? A montones.

-Y sí, los varones son promiscuos.

-Alfred, mira, yo soy asiduo en el club hípico de Ciudad del Plata, conozco infinidad de chicas que viven saliendo con uno y con otro. El tema pasa por la persona, sea homosexual, sea heterosexual, sea varón, sea mujer. Hay personas que tienen tendencia a ser promiscuas, hay personas que les gusta ser leales en una relación, y no tiene que ver con ser hetero u homosexual.

-Te contradices -comenté-, porque hace un rato me dijiste de que el homosexual tiene más tendencia a ser promiscuo que el hetero sexual.

-Sí, lo dije y lo sostengo. Pero no significa que el homosexual sea un santo, salen con otras personas ¡y cómo salen con otras personas! Y tengo amigos que conozco que salen con más de una persona y engañan a su pareja. Pero el hecho de que el homosexual pueda ser más promiscuo no significa que cuando encuentra a la persona indicada no sea leal. El tema es, hablando de ti ahora, de tú persona exclusivamente: atrévete a ser feliz, que nada te lo impida, que eso no te cause traumas y que no te molesten las críticas. Por favor, por favor, que no te molesten las críticas.

-No sé, me hubiera gustado ser de otra manera.

-No te creo.

-Sí, sí, Clayton. Porque hubiera sido feliz, no me hubiera tenido que ocultar. Saldría con una chica, andaría por la calle, me abrazaría. No me veo haciéndolo con un varón.

-No lo hagas. En la calle no hace falta que vayan de la mano, la sociedad quizá no está preparada. Pero tú no eres la sociedad, tú eres un ser humano y habrá personas que piensen y sean igual que tú, discretos.

-Pero a ti, en mi situación, Clayton, ¿no te daría bronca, no te daría ira el tener que ocultarte, el tener que no tomarte de la mano, el tener el que no cogerte a la otra persona del hombro?

-Seguramente que sí, pero es el mundo en qué vivimos.

-¿Y entonces cómo se sale del armario, como decimos aquí en Beta, si no puedes tomar a tu pareja de la mano?

-A eso me refería; no hace falta publicarlo ni andar por la calle exhibiéndote a los besos. Simplemente a tus conocidos, familiares, amistades le comentas cómo eres, quién eres, y si no les gusta es problema de ellos, no tuyo. Acéptate tú, te lo he dicho la vez anterior, te lo he dicho la anterior. Pasa por ti. Te aceptas tú, sé feliz como eres. El tema es no dañar ni a tu propia persona ni a terceros.

-Y a veces me daño porque no me siento bien.

-No, no. Si no te sientes bien no es por lo que has elegido ser, si no por lo que dirán los demás. Piénsalo, no es por ti. Si tú estuvieras en una isla desierta con otra persona y no le tuvieras que rendir cuentas a nadie, ¿serías feliz?, sí o no.

-Sí.

-¡Ah! Entonces no es por ti, es por los demás: "Cómo me mirarán, qué pensarán, me condenarán, no me van a comprar más libros, me echarán del trabajo", mil cosas. Ya te conté del personal de salud allá en mi país, son felices. Aprende a ser feliz.

 

-¿No tendremos más conversaciones?

-Seguramente que sí. Coge un pasaje de avión y visítame en Plena, en Ciudad del Plata.

 

Nos estrechamos la mano. No, la mano no; me sorprendió porque me estrechó fuertemente, es como que me leyera el pensamiento.

Me miró a los ojos y me dijo:

-Alfred, ¿por qué no te iba a abrazar?, ¿porque me daría cosa?, porque no, porque es un homosexual, ¿cómo lo voy a abrazar? ¡Pero vaya que eres un niño, ¿eh?, vaya que eres un niño! El abrazo es una expresión del alma, no tiene que ver con una elección de género, no tiene que ver con un gusto sexual, el abrazo es impersonal.

-Entiendo.

-Espero que sí, espero que sí.

-Ya tengo los pasajes para mi regreso. Prométeme que tendremos más conversaciones.

-Pero espero que la próxima vez que te vea, Alfred, espero que me digas "Me acepté, y no me importa si los demás me aceptan. Y por eso soy feliz".

Lo miré y le dije:

-Espero decírtelo.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 27/12/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

La entidad relata una vida en Ran II, en que no se sentía de acuerdo con él mismo, físicamente y mentalmente. Raúl Iruti, genetista y terapeuta espiritual le describió la diferencia entre inclinaciones y gustos, y que todo pasa por aprobarse a sí mismo.

 

Sesión en MP3 (2.628 KB)

 

Entidad: Estaba contento. Es más, me sentía exultante.

Un amigo, Núñez, me había recomendado un profesor, un profesor que tenía una técnica exclusiva. Él decía que mediante un tipo de hipnosis podía revertir todos lo que yo llamo traumas, por mi niñez, porque no estoy acorde con mi físico, porque me miro al espejo y no me siento bien, porque estoy cien por ciento inseguro de las cosas que hago y porque cuando quiero tener una amistad o algo más no... no me siento seguro. En fin, es como que... es como que no tengo suerte.

 

Y el profesor que me recomendó Núñez me dijo:

-Todo pasa por la mente, convéncete de que no es así. -Y pensé que tenía razón, pensé que tenía toda la razón.

 

Pero no cambiaba mi manera de pensar, mi inseguridad, y pensé "Más vale ir sobre seguro".

Y después de tantos meses volví a ver al terapeuta espiritual y a su vez uno de los más grandes genetistas de Ran II, Raúl Iruti.

 

Conversamos bastante rato hasta que finalmente me dijo:

-A ver, Mirel. -Mi nombre, obviamente, era Mirel Ocayo. Y lo escuché detenidamente. Iruti me dijo-: Si bien es cierto que todo pasa por la mente, tampoco se trata de practicar decretos. Los decretos no existen. Yo decreto tal cosa… Eso sería demasiado fácil y a su vez demasiado infantil. Lo mismo otra técnica que alguna vez me has comentado cuando recién nos conocimos, donde en vida repasas incidentes y esos incidentes se van borrando. Hay algo, Mirel, que la mayoría no entiende. A pesar de que tú me ves un científico y pensarás "Es todo lo opuesto a lo que debe creer un genetista, un médico que de alguna manera trabaja con la vida". Pero justamente, apreciado Mirel, de tanto trabajar con la vida he podido entender la vida, la otra vida, la vida espiritual. Y las veces, cual rueda en el tiempo, encarnamos. -Lo miré con una sorpresa tremenda.

Le digo:

-¿Pero un afamado genetista que ha escrito los mejores hololibros me está hablando de otras vidas?

-Y si no, ¿cómo te explicas, Mirel, determinadas tendencias que todos tenemos cuando nacemos, preferencias, gustos, miedos? Miedos. ¿Por qué puedes tenerle miedo a algo si no sabes lo que es? Ejemplo: Gente que le tiene miedo al mar o incluso a estar en una pileta de natación aún sabiendo nadar bien.

-Estoy esperando la explicación -pedí.

-Muy sencillo, porque en una vida pasada habrás tenido algún incidente tú o quien fuera que tiene ese tipo de miedos y quedó como una marca en la parte espiritual, y al volver a encarnar eso hace mella en la parte física. ¿O no has visto acaso pequeños de cuatro o cinco años que tocan el piano como concertistas? Y con la edad que tienen tú te preguntas: "¿Cómo puede ser? Es imposible, apenas han tenido tiempo de practicar con el teclado, muchos a esa edad ni siquiera saben solfeo". Y bueno, eso es lo que se llama "Lo lleva en los genes".

-Claro, profesor, pero llevarlo en los genes, ¡je, je, je! ¿qué más que un genetista me puede decir?, eso se trata de herencia.

-¿Ah sí, se trata de herencia? ¿Y qué sucede cuando ni los padres, ni los abuelos o la rama familiar hasta donde recuerden no hubo ningún concertista ni de parte de madre, ni de parte de padre?

-¿Entonces?

-Entonces sí lo lleva en los genes, pero trasmitido por su parte espiritual. -Me rasqué la cabeza.

-Entonces lo mío, mis temores, mis atracciones a nivel amorosas, ¿son por esos traumas de otras vidas?

-No todo, no todo.

-Yo tengo dudas en cuanto a mi sexualidad.

-¿Por qué todo habría de ser por algo de una vida pasada?, ¿por qué no puede ser una elección de vida? -Lo miré y volví a rascarme la cabeza.

-¿Entonces no siempre hay impulsos, deseos, negaciones, miedos que vengan de una vida pasada?

-No necesariamente.

-¡Ah, pero eso es algo nuevo! Recuerdo que una vez que conversamos me dijo que todo era una secuela de una vida pasada.

-Nunca dije la palabra todo. Dije muchas cosas son secuelas de una vida pasada. Hay miedos que no tienen explicación y por más que buceemos una vida pasada no la vamos hallar. Lo mismo que los gustos, necesidades. Pero sí a veces cambiamos de gusto en esta misma vida. A mí, apreciado Mirel Ocayo, cuando era más joven me gustaba el vermouth claro, ahora me gusta el vermouth rojo. ¿Cambié porque había un trauma? Para nada, fui cambiando mi gusto.

-¿Evolucionando? -pregunté.

-No, no, no, porque para mí es mejor el rojo, actualmente, que el claro tipo amarillento, y para otros es mejor el vermouth amarillento que el rojo. Es una cuestión de paladar. Antes me gustaba determinada fruta y en este momento no la tolero. Cambié. Y no tiene nada que ver con una vida pasada.

-Pero a ver si entiendo -comenté-, ¿esto significa que mi elección sexual también puede modificarse?

-No, no, y no tienes porque modificarla si te gusta estar así. A ver, la sociedad no tiene porque imponerte reglas. Me corrijo; reglas como comportarte en público, el uso de las buenas costumbres, de la educación, de la cortesía, eso siempre, absolutamente siempre. Porque no se trata tampoco de exhibirte, hay lugares que se entra de etiqueta y tú no vas a ir en camisa, y no se trata de no ser decoroso, se trata de que justamente elijen una manera de cómo presentarse en determinada ceremonia, conferencia, premio, lo que fuera. Pero cuando estás en privado, en lo personal tú te vistes o no te vistes como quieras, y si estás con otras compañías, amistades, conocidos, pareja, lo que fuera, se acuerda de antemano, porque no se trata de que tú estés cómodo, se trata de que todos estén cómodos. Lo que se acuerda en privado no hace daño a nadie. Entonces, vamos a hacer un repaso: tú puedes ejercer tu libertad y nadie puede criticarte en tanto y en cuanto no faltes la regla de las buenas costumbres, el decoro, el comportamiento, la educación, la cortesía, etcétera. Pero eso, en privado, con un grupo de amigos, amigas os comportáis como quieran en tanto y en cuanto lo acuerden antes. De eso se trata.

-Ahora quiero volver al otro tema que me quedó muy picante.

-Dime -lo miré al profesor.

-Esos temas de repasar vidas, de hipnosis, todo eso o nuevas técnicas…

-Mira, hay algo que tú debes saber y que yo lo digo siempre a mis consultantes. Acepta todo aquello que no te hiera, que no te lastime tu sentido común y que no te lastime tu manera de ser.

-Sea más explícito.

-Claro. Yo no te voy a decir "Busca tal trabajo y no importa qué cabezas pises para lograrlo", porque ahí no estaría siendo correcto yo como profesor.

-Entiendo.

-También hay técnicas cuyos profesores tienen auxiliares que cada tanto se conectan con su consultante y le indagan hasta día y hora lo que está haciendo. ¿Pero de qué estamos hablando, de qué hablamos, Mirel, de un curso de espionaje? A mí no me agradaría que me indaguen mi vida o que me revisen mi holoteléfono o mi holomóvil a cada rato, o se metan en mi ordenador cuántico a ver con quién conversé y con quien dejé de conversar. Eso no es una técnica, eso es una inquisición, y no sirve porque en lugar de mejorar retrocedes.

-Lo que pasa, profesor, que todavía no entiendo su técnica.

-Mi técnica no es una técnica en sí, mi técnica se basa en el espiritualismo, se basa en el yo interior, en evitar que esos roles: el presumir, el creérsela, el adoptar una postura de deidad sean los que manden. Para nada. Justamente es lo opuesto, buscar la humildad. Yo no creo en gurúes: "Síganme, yo les mostraré el camino".

-¿Entonces cuál sería su postura?

-Señalarte el camino que a mí me parecería mejor para ti. Pero eres tú quien lo debe caminar, yo no debo tomarte de la mano para que tú andes. No soy un andador, no soy un bastón, sería la linterna que te muestra el camino, pero tú eres quien debe recorrerlo.

-¿Y si me tropiezo?

-Te levantas. Porque justamente el camino está lleno de piedras, de obstáculos y seguramente puedes tropezar. Pero de eso se trata el camino. ¡Qué sencillo sería si todo fuera tan fácil! Pero ten en cuenta esto: a medida que tú avanzas, caes y te levantas, vas endureciéndote, fortaleciéndote. Cuando digo endureciéndote no digo de que tu alma se ponga dura y no des cabida al amor ni a nada no, no, no, tu alma va a estar templada pero el amor va a estar intacto. No confundir dureza con frialdad y no confundir frialdad con indiferencia.

-Lo entiendo, lo entiendo perfectamente.

-Lo que pasa que hay tantas ramas que enseñan…

-O sea, que usted no está de acuerdo con ninguna.

-No, no, apreciado Mirel, ¿cómo no voy a estar de acuerdo con ninguna? Te señalé las dos o tres que pueden ser negativas a tu persona, pero hay otras técnicas que son buenas. Pensar lo contrario estaría mal de mi parte, no sería yo, porque mi verdad no es LA VERDAD, mi verdad es una verdad, pero mi verdad no va a hacerte sentir mal porque lo que yo te muestro es el amor, el amarte a ti mismo, el aceptarte, el entender quién eres, el no permitir que otros manejen o dirijan tu vida, porque es tu vida. Por eso esos profesores que tienen ayudantes que les hacen preguntar a toda hora del día dónde está el consultante, con quién sale, con quién se junta... Como dije antes, inquisición no, inquisición para nada. Si entiendes eso vas a aprender a ser permisivo con la gente que es empática contigo y vas a ser cero permisivo con aquellos que quieren manejarte, manipularte y dominarte, porque tú eres el propio dueño de tu vida, nadie más que tú.

Lo miré y pregunté.

-¿Pero sí puedo dejar que me orienten?

-¡Ah, sí, por supuesto! -me respondió Iruti-, por supuesto, pero una cosa es que te orienten y otra cosa es que te dirijan. En mi caso me abstengo cien por cien de dirigir a alguien, puedo dirigirme a mí mismo como ser humano pero no a otro ser humano. Entiende la diferencia, por favor.

 

Nos estrechamos por enésima vez la mano y me fui más clarificado. Pero con Iruti me voy Clarificado.

 

Gracias.

 


Sesión 16/02/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Se encontraron de nuevo, su amigo Clayton viajó para verlo. Se alegró muchísimo, pero seguía desalentado, seguía dependiente de su falta de estima. No encontraría la felicidad si no estaba de acuerdo consigo mismo, si no se aceptaba él mismo, le insistía su amigo.

 

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Entidad: ¡Ja, ja, ja!, pensaréis que me rio de felicidad. Estoy siendo totalmente irónico, estoy totalmente en el centro de Gran Metrópolis, una urbe gigantesca, mucho más grande que Ciudad del Plata, aquella ciudad tan empática que dejé en el sur. Cientos y cientos de personas caminan en las aceras comprando en los negocios, consumiendo en los bares, comprando en los quioscos, llevando a los niños pintándoles su rostro con artistas que pintan en grafito, felices, contentos. Autos por todos lados a paso de hombre porque tan numerosos... Los carteles gigantes, carteles de cuarenta metros de largo, no estoy exagerando. Y sin embargo me siento tan vacío...

 

 

Otros dirán "¡Pero cómo!, Alfred Danish? Es un excelente autor, su último libro vendió cien mil ejemplares". Conocen al escritor sí sí sí sí. He salido en televisión, he salido en distintos periódicos en el continente. Es más, hasta en el viejo continente "Un Novel, Danish. Novel". Hace tanto que escribo, tengo tantos libros tirados que los editores me dijeron: "Mire, Alfred Danish, dedíquese a otra cosa".

 

Me acuerdo el último libro. Un señor delgado, una nariz huesuda con lentes que los tenía prácticamente fuera de los ojos, colgando de la nariz casi cayendo... casi cayéndose los lentes al piso.

-¿Qué me trae? ¿Qué es esto, usted piensa que yo voy a invertir en esto? -Me fui con la cabeza baja.

 

Pero mi problema no es que me haya rechazado sino la manera, porque no me dice: "Mire, Danish, corrija esto, corrija aquello, yo le veo pasta, yo le veo futuro". ¿Pero por qué esa agresión, ¡je, je!, para nada sutil? Faltaba que me dijera: "Fracasado, váyase de aquí, de esta editorial".

 

Y caí en una editorial importante. Digo: "Para que me rechacen, más vale que me rechacen de una grande, por lo menos sé donde estoy parado". Y la ayudante de edición me dijo: "Llámeme en cuarenta y ocho horas". Y me dio la tarjeta.

 

Llamo...

-¿Sí?

-Soy el señor Danish. Yo...

-¡Ah! Sí, sí, justamente estaba hablando con mi jefe. Mi jefe lo quiere ver.

-¿Me quiere ver?

-Sí, sí. ¿Cuándo podría pasar?

-Bueno, en este momento estoy cerca, justamente del centro.

-¡Ah, perfecto! ¿Podría venir en una hora si no es mucha molestia?

-No, no, puedo pasar.

 

Abrevio. Me dijo:

-Vamos a empezar con una tirada de diez mil ejemplares.

-¡Diez mil ejemplares!

El hombre me mal interpretó:

-¿Por qué, le parece poco?

-No, no, está bien, está bien.

 

¿Quieren que les diga la verdad? Yo hubiera estado contento que me dijeran empezamos con quinientos ejemplares. ¡¡¡Diez mil ejemplares!!!

 

Nunca supe de aquel editor delgado, de edad, que sus lentes si no los tenía sujetados de las patillas por una cadena se le hubieran caído al piso cuando vio que Danish vendía cien mil ejemplares.

 

Pero no, no soy una persona que se frota las manos desquitándose o golpeándole la puerta: "¿Has visto tú que me tomabas por fracasado?". No, no, yo no soy ese tipo de persona, yo soy el tipo de persona que quiere ser feliz.

 

Y no lo soy; estoy con depresión, me consumen los nervios, tengo ansiedad. Tengo conocidos, no sé si amigos... ¿Amigos? ¡Ay!, si se entiende el concepto de amistad, al que le puedes contar todo lo bueno y lo malo, y que te miren y te abracen y no que se burlen de ti o que hablen detrás tuyo a tus espaldas o que te den una sonrisa de amigo y por detrás, "¡Ja, ja! ¡Pobre hombre, pobre Alfred!". Odio esa palabra, me molesta, me molesta horrores. "¿Pero de qué te quejas?, tienes fortuna, has salido en televisión... ¿Qué más quieres?". Quiero una mano amiga, quiero una relación genuina, alguien que te mire a los ojos y que vos te sumerjas en esos ojos y veas autenticidad. ¿Estoy pidiendo mucho? ¿Estoy pidiendo mucho acaso? ¿Pero será posible?

 

Y esa noche suena el teléfono... "Y ahora quién será...", estaba componiendo otros temas, pero tenía este inconcluso, el otro inconcluso, aquel inconcluso... Qué, ¿se me había acabado la creatividad?

 

-Hola...

-Alfred, amigo.

-¡Clayton, qué bueno! ¿Me estás hablando de larga distancia?

-No, estoy alojado en un hotel de la Quinta avenida.

-A ver si entendí bien, ¿de la Quinta avenida de Ciudad del Plata?

-No, de la Quinta avenida de Gran Metrópolis.

-¡Estás acá! ¿Cuándo has venido?

-Hoy, hoy llegué. ¿Has cenado? -De repente es como que se me despertó el apetito.

-No -le dije.

-Te paso a buscar.

-Bueno. ¿Cuánto tardas?

-Calculo cuarenta minutos.

-Bien. -Me duché rápidamente, me cambié de ropa, tenía una barba de dos días... ¡Ahh!, está bien, voy así.

 

Sonó el portero eléctrico y bajé. ¡Qué espontáneo, abro la puerta y recibo un fuerte abrazo! Y ahí sí, miré a los ojos de Jorge Clayton, eran ojos en los que podías bucear y encontrabas autenticidad.

-¿Qué te sucede?

-¡Je, je, je!, no sé cómo empezar.

-Mira, hay un restaurant aquí a tres bloques, caminemos.

-Pero la gente...

-Esquivamos a la gente, nadie va a escuchar nuestra conversación. Y después nos sentamos en un reservado. ¿Conoces el restaurant Alegoría?

-¡Vaya, es carísimo!

-Mira, yo no lo busco por si es caro o no es caro, Alfred, lo busco si tienen buena comida. Hoy tengo ganar de comer pasta con una buena salsa.

-Vaya, ¡je, je, je!, yo que a veces al mediodía busco en la lista la colación del día y ya está. Pero no porque no quiera gastar, simplemente porque no tengo ganas de andar eligiendo en la lista.

-Relájate, Alfred, relájate.

 

Llegamos y pedimos.

-Bueno, cuéntame primero tú -le pedí-. ¿Qué haces por aquí?, estamos hablando de un viaje de más de nueve mil quilómetros, ¿qué haces aquí?

-Tuve una pequeña discusión.

-¿Tú, discutiendo?

-El tema es que hubo una injusticia tremenda en el club hípico de Ciudad del Plata, y si bien yo tengo acciones no soy el mayor accionista. Y dejaron de lado, despidieron a dos personas de mi afecto. Y no hubo manera, porque los que votaron eran más que yo en cuanto al porcentaje de acciones.

-¿Y qué has hecho?

-El caballo ganador y el resto del haras, el haras Clayton, lo di de baja.

-¿Pero para tanto?

-Para tanto -me dijo Clayton.

-¿Y qué has hecho?

-Es muy sencillo. Hay un club hípico en la Provincia en las afueras de Ciudad del Plata, en un barrio privado, espectacular. Incluso es más; el club hípico tiene pista de barro, pista de tierra. El hipódromo de las afueras tiene pista de césped y no viene menos gente. Invertí una suma tremenda y en menos de un mes, primero, han armado una confitería a mi gusto. Segundo, han modificado la confitería del hipódromo, no hay más tribuna popular, la eliminé, es todo tribuna especial y pasando la bandera verde el paddock.

-¡Je, je! Discúlpame, Clayton, no entiendo nada de carreras.

-Bueno el paddock es especial, de donde puedes ver los caballos cuando llegan a la meta. Y después tienes la tribuna oficial para la gente de fortuna, y la eliminé. A ver, no me gusta, Alfred, las clases. Sí, está bien, dejé la especial, que la uní con la popular y dejé el paddock, que lo uní con la oficial. Es más, antes había dentro del hipódromo cuatro confiterías distintas; modifiqué todo con un arquitecto de renombre y hay una confitería que va desde el paddock a la oficial, que ahora ésta ya no es más oficial, y cruza hasta la especial. O sea, que ahora no importa si tienes mucha o poca plata, todos van a la misma confitería. Ahora, esto es el hipódromo, al lado donde está el club hípico. Ahí sí tienes que ser socio, obviamente, como la de capital, como la de Ciudad del Plata.

-¿Y tus amigos del club hípico, de capital?

-Muchos me han seguido, otros no, pero me importa nada, me importa nada. Después veremos cómo se desarrolla la historia. He venido nada más un par de semanas a despejarme la mente, ver algún espectáculo, alguna obra de teatro, algo. Y obviamente espero que me acompañes.

Lo miré y le dije:

-Me vendría bien, me vendría bien, porque tengo unos tremendos nervios, ansiedad... Y es como que por la noche estoy bastante bastante depresivo.

-Mira, te tengo un aprecio tremendo, Alfred, ¿pero porque no te dejas un poco de...  de desmerecerte a ti mismo?

-¡Ja, ja! O sea, ¿tú te piensas que yo todo esto lo hago por desmerecimiento? Yo me merezco mucho y más, me merezco amigos, me merezco amor y no los tengo. Está bien, está bien, está bien, te tengo a ti de amigo y espero que sea recíproco.

-Alfred, eso ni lo tienes ni que preguntar -me dijo Clayton-, eres el primero y único que he venido a ver en Gran Metrópolis, por algo será. Pero de verdad, no te desmerezcas. ¿Te acuerdas lo que yo te decía cuando viniste al sur, de que si uno no se respeta los demás no lo respetan?, que si uno no se quiere, ¿cómo vas a lograr el afecto de los demás? O sea, la aceptación pasa por uno.

-¿Cómo hago para aceptarme?

-Explícame qué precisas. Eres joven, tienes mucho por delante. No todos los seres que te rodean te van a aceptar. ¿Y qué? La aceptación pasa por tu persona, por tu persona.

-Lo que pasa es que a veces me miro al espejo y no me gusto.

-A ver, ¿y cuál es el prototipo de persona que te gustaría que fueras, esas estatuas de la antigüedad talladas en mármol?

-Te estás burlando, Clayton.

-No, no me estoy burlando.

-Tu tienes buena figura, ¿qué debes pesar, setenta y cinco kilos?, ¿un metro ochenta, uno ochenta y dos?, apuesto...

-Alfred, sé que no me conoces mucho, ¿pero de verdad te parece que mi seguridad, mi aplomo viene porque yo mido un metro ochenta y dos, porque pese setenta y cinco kilos, porque practique deporte?

-Entonces vendrá por tu enorme fortuna...

-Mira, tiempo atrás estuve enamorado de una chica. Fingí ser pobre porque la chica decía que todos los millonarios abusaban de la gente pobre y luego los dejaban. Y le quise demostrar que no era así; trabajé de oficinista...

-¡Ah, hacías ver que trabajabas!

-No no no, trabajaba, trabajaba, trabajaba de verdad; estaba ocho horas quemándome la vista. No, no, trabajaba de verdad. Y ahora con la fortuna que tengo, Alfred, ¿te piensas que no trabajo? Voy a alas de hospitales, lo que se llaman pabellones, me fijo si precisan reparaciones, llamo a arquitectos, les digo: "¿Qué mejoras podría haber aquí?", llamo a médicos, voy a quirófanos qué precisan. Bueno, se están experimentando con ecógrafos.

Le pregunté:

-¿Qué son ecógrafos?

-Son aparatos de ultrasonido que pueden ver dentro de tu cuerpo -me explicó Clayton.

-¿Y?

-Bueno, y aquí justamente en Beta es donde están experimentando. Y les prometí que los primeros prototipos los compro para llevar a Plena. Entonces trabajar no es solamente coger un pico y una pala y romper roca, hay muchas maneras de trabajar. Una vez discutí con un señor que me decía: "No es lo mismo un albañil que está ocho horas bajo el sol que una persona que está cómodamente sentada escribiendo a máquina". Le digo: "Seguramente que no, seguramente ese señor que está bajo el sol va a tener que bajar de su andamio diez veces por día a tomar agua, a refrescarse la cabeza. Pero el otro señor que está en una máquina de escribir va llegar a su casa con la cabeza nubosa de tanto trabajar con su mente". Lamentablemente la sociedad piensa que el otro que está sentadito escribiendo a máquina siendo dactilógrafo está cómodo. La vez pasada vi un chofer de bus, me invitó a comer a su casa con la señora. Me dice: "Clayton, ¿le puedo mostrar algo?". El hombre se sacó la camisa, se sacó su camiseta y me mostró su espalda. Si vieras cómo tenía toda la columna vertebral con marcas de estar arriba de quince años, diez horas conduciendo un bus... Entonces, ¿quién puede decir 'este trabajo es mejor que el otro', quién lo puede decir?, ¿quién, Alfred? No, no, pero claro, tiene fortuna, está todo el día tomando un zumo es su yacht. Sí, hay gente así, hay gente así, Alfred, pero no todos son así. Tú, por ejemplo, has ganado una fortuna con tu último libro que ha vendido. En este momento no son cien mil ejemplares, si tú miras la encuesta ya llevas ciento veinte seis mil ejemplares vendidos y sin embargo tu vida no es una vida de persona de dinero. Cambia de apartamento.

-Estoy cómodo en ese donde estoy.

-No, no te digo que vayas a un lugar de lujo. A mí tampoco me interesa el lujo. La casa donde yo vivo en Ciudad del Plata no es una casa de lujo, pero búscate algo en altura, que tenga ventanales grandes, que a la mañana te entre el sol, que no estés metido en la oscuridad. Hay muchas maneras de sacar la depresión, muchas, muchas. Paseando. Obviamente, no un día de lluvia. Incluso ¿por qué no?, a veces mojarte, disfrutar. Luego te das una ducha, te cambias de ropa. Chapotea en el barro... ¿por qué la persona grande pierde la niñez? -Lo miré desconfiado.

-A ti se te ve tan aplomado en el club hípico...

-¿Qué, qué? -me repitió Clayton-. A veces me voy a cien kilómetros en las afueras de Ciudad del Plata, me descalzo y chapoteo en el barro.

-No, es un chiste.

-No, no, Alfred, no es un chiste, no es un chiste, para nada. Hay mil maneras de disfrutar.

-Yo me imaginaba la gente de fortuna con chofer, con mayordomo, con mucama, hasta con una persona que te alcanzaba un té con bandeja de plata en tu bañera.

-¡Je! ¡No no no no! ¿Sabes qué ridículo que sonaría eso? No, no, no, Alfred, no, no. Se trata de querernos, de aceptarnos, ¡por favor! Voy a sacar las entradas para ver esta nueva obra de teatro, este estreno.

-Es medio musical.

-¿Qué tiene?, ¿por qué tiene que ser todo drama? Disfruta. Después vamos a comer a otro lado, vamos a comer al puerto.

-Está bien, está bien.

-Antes de terminar esta conversación, porque ya es tarde, mira, Alfred, los nervios, la depresión, la ansiedad no es porque vayas al teatro o porque tengas amigos, yo creo que tiene que haber un cambio y una aceptación en tu persona también. Una vez que haya un cambio en tu persona recién se va a acercar la agente compatible.

-¿Pero no tendría que ser al revés?

-No, porque todo pasa primero por ti. Te lo repito para que me entiendas, una vez que hagas el cambio en tu persona, la gente que es compatible, esa gente que puedes mirar de frente, y la gente te va a mirar de frente a ti, recién se va a acercar esa gente.

-¡Ufff! Es fácil hablarlo, es difícil llevarlo a la práctica.

-Nada es fácil, querido Alfred, nada es fácil. ¡Vamos, Alfred, vamos! ¡Arriba! ¡Vamos!

 


Sesión 08/06/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Encontró un amigo, aprovechó para hablarle de unos problemas internos. Este amigo, sin ser un analista, había estudiado y corrido mucho más mundo que otros. Le recomendó olvidar su pasado, su pasado que le agrede, que le provoca baja estima y sufrimiento.

 

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Entidad:

-Mi pregunta es, Alfred, ¿por qué cada tanto tienes nuevamente bajones anímicos, depresión? Es la enésima vez que te recuerdo que tu último libro vendió cien mil ejemplares. -Lo miré a Clayton, al joven Clayton.

Le dije:

-¿Por qué te piensas que viajo permanentemente de Beta a Plena, de Plena a Beta? ¿Por qué te piensas que no me siento cómodo en Gran Metrópolis, tampoco en Ciudad del Plata? ¿Por qué piensas que a veces no encuentro un lugar de pertenencia? -Clayton me miró.

-Alfred, no pasa porque no encuentres un lugar de pertenencia, yo creo que en tu mente no encuentras un lugar de pertenencia. -Sonreí.

Y le dije:

-No me vengas ahora con lenguaje raro.

-No es lenguaje raro, Alfred. Cuando digo que en tu mente no encuentras un lugar de pertenencia es que tienes un torbellino de recuerdos. -Lo miré.

-Eres joven y es como que yo tendría que hablar con alguien mayor. Espero que no te ofendas. -Clayton sonrió.

-¿Por qué habría de ofenderme? ¿Cuál sería el motivo de que me ofenda, porque me consideras inmaduro? Es tu punto de vista, no es el punto de vista mío. ¿Por mi corta edad? Mi corta edad para tu punto de vista. He hecho muchas cosas, he logrado muchas metas y la palabra conversar de igual a igual no me gusta porque tú tienes una edad, yo tengo otra, y el común denominador piensa que uno tiene que tener una edad similar para conversar de igual a igual, y no es así.

Lo miré nuevamente a los ojos y le dije:

-Bueno, te comento mi tema. Esto no lo sabe nadie, pero no siempre fui Alfred Danish, el gran escritor. De pequeño era, ¿cómo decirlo?, débil, de poco carácter. Y sufrí muchas... malas experiencias, muchísimas. Y no me las puedo olvidar. Es más, esas malas experiencias no me traen depresión, me traen ira, como que quisiera retroceder en el tiempo con mi edad actual y desquitarme. Si a eso le llamas torbellino en mi mente... Y sí, lo reconozco. Tuve una niñez caótica con muchos traumas. Muchos dirán: "¡Oh! Pero el profesor Danish, con los libros que ha escrito ha dejado atrás esa niñez". No, porque esa gente que opina gratuitamente no se da cuenta que nosotros tenemos algo llamado memoria, memoria y hay cosas que no se olvidan. -Clayton me miró.

-Yo no soy analista, pero te puedo conversar como una persona común. Siempre me ha gustado el humanismo, me ha gustado estudiar al ser humano, su conducta, sus complejos, su compasión, su egoísmo, su indiferencia, su caridad. Virtudes y defectos.

-Está bien. ¿A dónde quieres llegar?

-Los recuerdos que tienes no son ni virtudes ni defectos, son simplemente lazos de memoria.

-Insisto si puedes ser más breve y decirme puntualmente a dónde quieres llegar.

-No te vas a olvidar de lo que te ha pasado, de tus experiencias de la niñez, pero lo que tampoco puedes hacer es borrarlas, tu mente no es una pizarra de escuela donde coges un borrador y borras todo lo que has escrito con la tiza de tu vida.

-Ahora me hablas como filósofo.

-No, es mi manera de hablar. La tiza de la vida significan: las circunstancias, los hechos buenos, malos, regulares. Y no los puedes borrar.

-Ok. O sea, que toda mi vida va a ser una agonía por esos recuerdos que no me puedo olvidar, y que no puedo borrar según tú.

-No, no es según yo -dijo Clayton-. ¡Je! Qué sencillo sería poder borrar un recuerdo, pero en los años setenta no tenemos una técnica como para decir "Entro en la mente de la persona, tomo un grupo neuronal y lo desactivo", y entonces ese recuerdo queda olvidado. Y te voy a explicar porqué no, aunque se pudiera hacer. Hay algo que se llama cadena de recuerdos -dijo Clayton-, que la mayoría de la gente desconoce, que desconocen los mismos neurólogos.

-Ahora no entiendo -comenté-, ¿qué significa cadena de recuerdos?

-Claro. Supón que te pasó algo negativo a los seis años.

-¡Ajá!

-A los diez te pasó algo más y se enlazó con la primera circunstancia, aunque fueran dos cosas distintas. A los quince te has acordado y has consolidado esos recuerdos al acordarte o porque pasaste por otra experiencia traumática y acrecentaste ese recuerdo y se fijó más en tu mente. Esas cadenas neuronales se consolidaron en distintas sinapsis.

-No me hables en difícil, explícamelo normalmente.

-Bueno. Tenías un recuerdo negativo, feo de cosas que te pasaron, incluso agresiones, pueden ser incluso hasta vejaciones o pueden ser cosas que te atraían y que no eran del común denominador, pero te sentías como culpable por sentir ciertas atracciones que el resto no sentía o ciertas cosas que te gustaban que al resto no. Y entonces pasaste por experiencias traumáticas que acrecentaron esas dudas, ¿Quién soy, qué cosas me gustan, por qué me siento autocensurado?

-Espera, espera, explícame lo de autocensurado.

-Habiendo escrito libros tan profundos, ¿me preguntas qué es auto censurado? Lo sabes, simplemente quieres que te lo ratifique. En lugar de que otros te censuren, tú mismo te censuras a ti mismo, tú mismo te sientes culpable. Tú mismo te causas complejos de culpa, nadie de afuera. Porque, ¿qué complejos de culpa te van a causar si no saben tus inclinaciones, tus gustos, tus deseos, nada? Tú te culpas de cosas que no debes culparte.

-¡Je, je! No, no es tan así -aclaré-. Me han pasado en mi niñez muchas cosas: desprecios, malos tratos, vejaciones. ¿Y cómo me voy a olvidar? ¿Y por qué voy a ser culpable yo de situaciones que he vivido? ¿Por qué? Y los demás, ¿qué? ¿Por qué todo tiene que ser por algo que me gusta?, que no lo voy a negar, ¿cosas quizá fuera de lo normal?

-Alfred, ¿es algo que lastima a otros?

-No.

-¿Te lastima a ti? -Me encogí de hombros.

-No.

-Entonces no hay culpa porque no dañas a nadie, quizá tienes gustos que otros no. ¿Y qué? Claro qué van a pensar los demás.

-Sí, supongamos que sí, supongamos que pienso eso.

-¿Eso no te crea traumas? Alfred, te crea traumas en tanto y en cuanto tú busques la aprobación de los demás.

-¡Qué fácil que lo haces Clayton!

-Ahora estás siendo irónico.

-Obvio que estoy siendo irónico. Vivimos en una sociedad donde dependes de los demás. Dependes de los demás para un estudio, dependes de los demás para un trabajo, dependes de los demás para una aceptación en sociedad. "No, pero son los años setenta, estamos avanzados". Mentira, mentira. "Mira que yo soy de Beta, de Gran Metrópolis, que es quizás el país más..., ¿cómo diríamos?, no hablo de lo industrial, de nada. En cuestión de que no hay prejuicios como en el sur del nuevo continente". Quizá lo más parecido a Beta sea Plena, que tienen amplitud de criterio y todo eso, pero no es tan así, no es tan así. Dejando de lado la Orden del Rombo, la orden religiosa, donde persiguen al que no es de esa orden, también se persigue a los que no tienen el mismo color de piel. Y más en Beta. Aquí quizá no tanto en Ciudad del Plata. Pero hay otros prejuicios, prejuicios de género.

-A ver, explícate, Alfred.

-Claro. Supón que no te sientes identificado con tú género y lo das a conocer: se burlan, se ríen. La sociedad no está preparada todavía para aceptar otras elecciones de género.

-Es cierto -dijo Clayton.

-Ok. ¿Y a ti qué te sucede por dentro cuando ves otra que tienen otra elección de género?

-A mí no me sucede nada. Tengo amigos y amigas, incluso en el mismo club hípico, de gente de mucho dinero y es ahí donde ves más gente que tiene otra identidad de género, que no se siente sexualmente de su género y nadie les dice nada.

-Claro. Pero, ¿por qué? Porque es el club hípico, tienen millones. Pero cuando tú te has criado de abajo como me he criado yo, ¿tú piensas que Gran Metrópolis es todo lujo? ¿Has conocido, Clayton, los barrios bajos? Yo he visto policías que apalean a alguien que no es del mismo color de piel o a alguien que de repente es amanerado o que tiene otros modos de expresarse. Entonces no me hables de la libertad.

-No -dijo Clayton-, yo no te hablo de la libertad. En un mundo donde la Orden del Rombo en pleno siglo XX sigue siendo inquisidora como en la edad media, ¿qué te voy a hablar de libertad? Pero por lo menos Beta y Plena, no está tan afianzada como en el viejo continente donde hasta te hacen desaparecer. Y creo que me entiendes lo que te quiero decir, hasta te hacen desaparecer del mapa. Pero volvamos a tu tema, volvamos a tu tema. No puedes borrar esa niñez, no la puedes borrar.

-¿Entonces qué, entonces qué, Clayton, la tengo que aceptar?, ¿tengo que aceptar lo que sufrí?: "Bueno no importa". ¿Tengo que estar feliz y decir "Bueno, es algo que pasó"? "¿Sufrí pero ya pasó, borrón y cuenta nueva?".

-De vuelta estás siendo irónico. Es muy fácil, Alfred, todos esos episodios traumáticos que has tenido en tu niñez no los puedes borrar. ¿Hasta ahí me sigues? Bien. Tampoco puedes vivir un infierno permanente porque no es vida.

-¿Entonces qué hago? Voy a ser grosero: ¿Meto los recuerdos en un bolsillo cierro el bolsillo y ya está o los barro debajo de la alfombra? ¿Qué hago?

-Sabes que yo tengo mucho dinero y que hago muchas obras.

-¿Qué tiene que ver eso con lo que te hablo de mi niñez?

-Cuando era chico, pero muy chico nunca me llevé bien con mis padres. Mi padre era una persona, ¿cómo diríamos?, que siempre buscaba lo mejor para mí y era una persona demasiado creída: "¿Pero cómo vas a salir con esa persona? ¿Pero cómo te vas a tratar con aquella, tú que eres descendiente de duques?". Y yo le decía: "Padre, en Plena no hay monarquía, por lo tanto eso de duque de Wynot es simplemente una tontería familiar". Pero voy al tema. Me costaba hacer amigos de pequeño, de muy pequeño, y madre era una persona que me consentía en demasía. Y cuando yo era chico, padre era muy indiferente. Me mandaban a la mejor escuela, incluso tenía profesores privados, profesores que si una lección no la aprendía bien me trataban miserablemente. Me quejaba con padre, padre gozoso se frotaba las manos: "Pero así te tienen que tratar, así, que te templen, para que seas un buen chico, porque el día de mañana vas a manejar una gran fortuna y vas a tener que tener carácter". Lo que pasa que esos profesores hacían lo opuesto, me trataban mal. Encima madre me consentía, y eso en lugar de darme poder me debilitaba. A veces me sentía solo. Entiendo que es distinto, Alfred, de lo que te pasó a ti, pero quiero decir que todos tenemos recuerdos y que a veces quisiéramos tener una máquina del tiempo y tomar a esa persona del cuello... En fin, no quiero reactivarme yo porque no debo, aparte no es mi manera. Y tampoco tendría que ser la tuya. Lo que pasó, pasó, y si pierdes tiempo con tus recuerdos no disfrutas el ahora.

-Lo que pasa que es fácil para ti, yo cargo con una familia que... me odian.

-¿Cómo?

-Sí, Clayton, así como lo cuento. Me has dicho: "Sí, tu último libro vendió cien mil ejemplares, ¿entonces por qué no eres feliz?". Porque mi familia dice que he tenido una vida fácil. Tengo más familia que dicen: "Y te has ido a vivir solo. ¿Y nosotros?".

-¿Ayudas a tu familia?

-Ayudé, y dilapidaron plata. Porque tienen vicios, porque tienen dependencias y entonces es como... como que no saben vivir. Y ellos encima te crean complejos de culpa: "Eres indiferente con nosotros, eres una basura, te olvidas que en tu niñez estuvimos contigo". ¿Conmigo? ¡Maldita sea! Pero si fueron testigos de las cosas que me pasaron de niño, de los malos tratos y no movieron un... Iba a decir una mala palabra. Y no movieron un dedo, ni un dedo movieron. Pero claro, ahora soy el gran escritor Alfred Danish y los tengo que ayudar a dilapidar el dinero. ¿Te piensas que es fácil, Clayton? -El joven me miró y me dijo:

-Jamás dije que fuera fácil. Lo que estoy diciendo que esos recuerdos van a acabar contigo. Es el pasado. Coge mentalmente una tijera y corta ese lazo con el pasado, vive el presente y trata de proyectar un futuro, porque ese pasado, esos recuerdos son como un enorme peso en tus espaldas que no te dejan caminar, que no te dejar vivir, que no te dejan hacer nada ahora. Te hacen esclavo de las circunstancias y te hacen esclavo de la aprobación de los demás. Basta, basta. Pero yo no soy el que te estoy diciendo basta, es como que como que la vida, de alguna manera te tiene que decir basta con tus recuerdos. Basta.

-De verdad que merecerías con tu corta edad de ser un gran analista.

-Pero te olvidas de algo; nuestra mente no es una llave de luz donde haces 'clic', la luz se apaga, el recuerdo se borra, 'clic', la luz se prende, el recuerdo vuelve. No tenemos una llave que haga 'clic' en la memoria. Entonces es un trabajo muy arduo, muy muy arduo el que hay que hacer. Y no es tan sencillo, no lo es.

-Ya sé. Me lo has dicho una y cien veces que ningún trabajo con uno mismo es sencillo. Admiro por tu corta edad tu sabiduría. Y gracias por contarme que tampoco la has pasado bien en tu niñez a pesar que ahora eres Jorge Clayton, que te conoce todo el mundo. Pero quizás yo no tenga tu temple y quizá deba seguir trabajan con mi propia persona. Lo que no sé cuánto tiempo me llevará porque sigo pensando, la mente no es como un 'clic', no hay más recuerdos, no hay más dolor. No se puede. Esos recuerdos van a vivir con uno. ¿Hay una fórmula para dejarlos atrás, una fórmula matemática?

-No, no la hay.

-¿Hay alguna teoría, alguna hipótesis aunque sea, de cómo hacer?

-No. Todo lleva su tiempo.

-Yo entiendo, me lo has dicho más de una vez Clayton. A veces repasas un incidente y ese incidente permite que hagas catarsis, que vayas descargando. Pero a veces tu mente te puede jugar una mala pasada, en lugar de descargar es como que te das manija. En el idioma coloquial de Plena se entiende dar manija, te retroalimentas pero para mal. Entonces hay que tener cuidado de qué manera repasas esos incidentes, para en lugar de hacer catarsis e ir descargando no hagas el error de retroalimentar esa basura, esa carga, ese complejo. No es fácil. Y vaya que hay que trabajar con uno mismo. Vaya.

 

Quedamos en contacto, Jorge Clayton. Y gracias por esta conversación.

 


Sesión 05/07/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

La entidad relata que de mayor, en aquella vida, le seguían dañando situaciones acontecidas hacía muchos años, situaciones que no podía olvidar y que le causaban angustia, ira. Su amigo le aconsejó pasar página, borrar el dolor, el rencor.

 

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Entidad:

-En parte me da vergüenza.

-¿Qué te da vergüenza, Alfred?

-Soy una persona grande y le estoy contando cosas de mi vida a un joven.

Clayton me miró y me dijo:

-Mira, Alfred, a veces hay una confianza mutua que es independiente de la edad, me has contado muchas cosas de tu persona.

-No -negué-, te he contado parcial. Y tengo proyectos. ¿Cuántas veces te he comentado que tendría que estar pleno, seguro de mí mismo, feliz porque mi último libro vendió cien mil ejemplares? Pero la gente conoce al escritor Alfred Danish, no conoce a la persona: Alfred, el tímido, el retraído, el que era abusado de niño. Mis padres no me entendieron nunca, para mí ir a la escuela era un infierno, un verdadero infierno. Muchas veces me has dicho que atarse al pasado es como atarse a un ancla, te hunde. Pero entiéndeme, no puedo borrar mi memoria, no puedo borrar mi rencor.

-Alfred, el rencor hace daño a uno. ¿Te crees que alguno de los compañeritos se acuerda de ti? A ver, cada uno hizo su vida estando en su mundo.

-No, el hecho de que me hiciera conocido como escritor.

-No no no. No. Muchos se casaron, otros se divorciaron, otros tuvieron hijos, otros fracasaron en sus trabajos. Ya bastantes dramas tienen con ellos mismos como para acordarse de ti.

-El problema no es ellos, el problema es que yo me acuerdo. Y si bien es como dices, que el rencor es un ancla, ¿cómo me lo saco? A veces pensaría, ¡je, je!, tómamelo en chiste, ¿no?, pero inventar una máquina del tiempo, volver y desquitarme...

-Lo que dices es algo ilógico, es como que hay ahí engramas dentro de tu persona. Imagínate a ti mismo, adulto, maltratando o golpeando a compañeritos que a su vez acosan a ese niño Alfred. Piénsalo de ese modo.

-Lo otro sería meter esa fuerza dentro de mi cuerpo pequeño y poder desquitarme de todos, golpearlos si fuera necesario.

-Y te pondrías a la altura de ellos.

-No, me haría respetar. ¿Cómo has hecho tú?

-Te puedo contar.

-No, quiero hacer un nuevo libro.

-Está bien. ¿De qué trataría? -preguntó Clayton.

-Quisiera basarme en tu persona.

-¿Cómo? ¿Te refieres a que crecí en una familia de fortuna? ¿Te piensas de verdad que siempre fue feliz?

-Sería ilógico que no lo fueras. ¿Te han acosado?

-No.

-¿Has sufrido privaciones?

-No.

-¿Y te has llevado bien con tus padres?

-Ahí podría decir que no; madre era muy condescendiente y padre es como que siempre buscaba imponerse. No te pienses, Alfred, que porque hoy soy Jorge Clayton y tengo una fortuna siempre fui feliz. Es cierto, tenía muchos compañeros, obviamente no sufrí acosos porque me hacía respetar, pero pasé mucha soledad.

-¡Ah, ja, ja! En esto estamos parejos.

-Distintas soledades, Alfred. En tú caso porque te has sentido solo, aislado.

-¿Y en tu caso?

-¡Je, je! Sí, también me he sentido solo y aislado, pero los motivos son distintos.

-O sea, estás separando lo que te ha pasado a ti de lo que me ha pasado a mí.

-Separar lo que le ha pasado a cada uno -explicó Clayton-, no es algo negativo, nadie tiene una vida igual al otro. Tú has pasado acosos, yo no, pero he tenido inquietudes que mis compañeros no comprendían. Por eso estudié humanismo de adolescente.

Lo miré a Clayton y le dije:

-Si hubiéramos tenido la misma edad y hubiéramos estudiado juntos quizá nos lleváramos bien, yo soy una persona que siempre me gustó entender la conducta del ser humano. El hecho de que hayas estudiado humanismo me acerca a tu manera de pensar.

Clayton me miró:

-A ver. A mí el humanismo me ha servido para tratar de comprender...

Repetí preguntando:

-¿Tratar de comprender? ¿No es que tú me has dicho muchas veces "No hay tratar, hay que hacer"?

-Sí -dijo Clayton-, pero en este caso vale la licencia, porque no siempre se comprende a la otra persona, a veces uno trata de comprenderla y no lo logra. Cada ser humano tiene mil aristas.

-Explícate -pedí.

-Mil fases, mil roles, mil caretas.

-Creo que exageras.

-No, no exagero; hoy conversas con una persona y mañana no es la misma persona.

-¿Me estás hablando de alguien que tiene problemas psicológicos o psiquiátricos?

-No no no, no, Alfred, no me refiero a eso, me refiero a que puede arrastrar tantos traumas que puede cambiar de humor no de un día para el otro, de una hora para la otra. Y no es una persona que necesite un tratamiento, ya directamente es como que la persona es así. Entre mis amigos he visto varias personas así.

-Yo no -dije-. Mis compañeritos eran burlones, cretinos, idiotas y siempre tenían la misma careta, como tú le llamas, la misma máscara. No es que algún día eran buenos o comprensibles, siempre eran idiotas. Y eso es lo que me retuerce el pecho, el estómago, todo.

-Ahora que eres una persona adulta, ¿nunca se te cruzó por la cabeza que era un problema de ellos?

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay, Jorge Clayton! Un problema de ellos hacerme a mí la vida un infierno, ¿y es un problema de ellos? Eran enfermos.

-Lo estás diciendo, tenían problemas.

-Claro. ¿Y por qué yo tenía que pagar con sufrimiento sus problemas? ¿Qué ganaban haciéndome la vida imposible, tomarme como divertimento? A veces también me manoseaban, ¿y qué iba a responder, para que luego me golpearan? Y sí, era tímido y pagaba esa timidez siendo permisivo. Una vez uno me ahorcó con una cinta donde se cuelga la mochila a la espalda. Estaba sentado detrás de mío. Yo me saqué la cinta y quise darle una cachetada. El profesor estaba explicando algo en el pizarrón, se da vuelta y justo me ve a mí mirando hacia mi compañero de atrás. Y sin preguntarme, "¿Qué pasó, Alfred?", me dijo de mala manera: "A ver, Danish, si presta atención, o quiere que lo haga repetir". Le tenía como un aprecio tremendo a ese profesor, como si fuera un segundo padre, pero era un reverendo... no puedo decir la palabrota. "¡A ver si lo hago repetir!". Era el mejor del grado, era el de las mejores notas.

--¿Y por qué no les has dicho en ese momento -preguntó Clayton-, que tu compañerito te molestaba?

-Porque tenía un nudo en la garganta, tenía ganas de llorar. Y esa ira, esa bronca no la tuve con mi compañerito de atrás, la tuve con el maestro. Supongo que ya habrá muerto, pero tengo esa sensación, en mi pecho, de odio hacia ese maestro que no me entendió, porque yo era el de mejor conducta. ¿Por qué no preguntó: "¿Qué le pasa, por qué se dio vuelta?"? Ahí me hubiera dado pie a que le explique. Mi compañero se llamaba Farina, tampoco nunca me voy a olvidar. Y siempre me molestaba. Cuando terminó la hora se burlaba, "¡Ja, ja! Así que el maestro Figueroa te tiene entre ceja y ceja". ¿Qué le voy a responder? No dije nada. Todavía tenía los ojos con lágrimas de impotencia, no de miedo ni de dolor, de impotencia. Entonces mi idea sería hacer un ensayo sobre tu persona, cómo has logrado dominar esas emociones, cómo has logrado...

-Qué, Alfred, ¿escribir sobre mí?, me conocen todos.

-No conocen tu niñez.

-Mi niñez. Mi niñez es común.

-Fuiste a una escuela privada.

-Sí. ¿Te piensas que los chicos que tienen sus padres dinero se sientan correctamente, beben su desayuno limpiándose luego la boca con una servilleta? No, no. Hacen travesuras como cualquier niño. Un niño no tiene noción de lo que es el dinero.

-No es lo mismo. No es lo mismo criarte en una habitación donde escuchas gritos a tú, que te has criado en un cuarto privado que seguro           de pequeño tendrías tu tren eléctrico, tendrías un fuerte con soldaditos.

-No, me gustaba más escribir.

-¡Ah! Pero por favor Jorge, ¿tienes algún cuaderno de tu infancia?

-Sí, en algún cajón de la casa de mamá.

-¿Podría leer alguna cosa?

-Estamos hablando de cuentos escritos por un chico de seis, siete años u ocho años, ¡je, je!, no vas a descubrir nada allí.

-Quizá me serviría para comenzar el libro que quiero hacer sobre tu persona.

-No sé... Me gustaría resolver lo tuyo.

-¿Tienes algún aparato que borre la memoria, Clayton?

-No.

-Entonces qué, vas hacer como los talleres de autoayuda, ¿si perdonas al otro te perdonas tú? ¡De qué demonios tengo que perdonarme, de qué demonios tengo que perdonarme! Yo no comparto lo que dicen los talleres de autoayuda, de que primero hay que empezar en perdonarse uno.

-Pienso igual que tú, Alfred. La mayoría de los talleres de autoayuda aprenden de memoria y repiten como loros, o como borricos.

-¡Vaya, Clayton insultando!

-No no no no no, estoy generalizando. Y me hago cargo de mis palabras. Hay talleres de autoayuda donde hablan de perdonarse a uno mismo para perdonar al otro, y para mí esa frase es repetir como borricos. Me hago cargo de lo que digo. No creo en eso.

-Está bien. Entonces coincides conmigo que no debo perdonar a mis compañeros.

-Alfred, no se trata de perdonar, se trata de que no te tiene que hacer más daño. ¿Cuánto tiempo pasó, veinticinco años, treinta? Basta. Eres otra persona.

-Lo que pasa que no me olvido, Clayton.

-Ese es el problema.

-¿A veces no sientes que tienes un nudo en la garganta y que no puedes tragar?

-Permanentemente. ¿Y piensas que es culpa de ellos?

-¡Ah, ja, ja! Seguro.

-No. Lo provocas tú con tu angustia, con tu ira reprimida.

-Si supieras en las cosas que me reprimo.

-¿Y por qué no te sueltas, por qué no te desinhibes?

-¿Desinhibirme en este mundo tan censor, en este mundo donde todos te miran y opinan gratuitamente? No, no. Ya miras la hora, Clayton.

-Alfred, conversamos bastante, tengo qué hacer. Acompáñame y luego cenamos.

-¿Qué vas a hacer?

-Una nueva fundación, se está inaugurando el edificio. En dos o tres meses ya está habilitado. Voy a conversar con los ingenieros. Acompáñame, salvo que tengas algo que hacer. -Negué con la cabeza-. Vamos, cenamos y seguimos conversando. -Me palmeó la espalda.

-Bien, bien. -Y fuimos juntos, y conversamos por el camino también.

 

Lo que me decía Clayton era una cosa lógica, pero llevarla a la práctica... ¡Ufff! Era como subir por un palo enjabonado o por una cuesta muy empinada.

Vaya que es difícil la vida, vaya si lo es.

 


Sesión 22/07/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

Seguía inseguro en muchas facetas de su vida. Había visitado a un terapeuta espiritual y había salido animado para afrontar sus conductas, pero de nuevo necesitaba orientación, algunos miedos seguían estando.

 

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Entidad: Como thetán tengo afán de superación, y reconozco que tengo roles del ego. Es cierto que mientras en mis vidas anteriores los roles que he vivido descargan diversos engramas, también permiten que esos roles del ego que tanto me angustian vayan perdiendo fuerza y pueda integrarlos. Obviamente no puedo estar en un plano maestro con roles del ego, por eso estoy en el plano 3 subnivel 6.

 

Tuve dos vidas problemáticas: como Alfred Danish, el escritor en Gaela, y como Mirel Ocayo, en Ran II, donde me costaba tener amistades, donde me sentía con muy baja estima por tener un poco de obesidad, y eso hacía que me sintiera cien por ciento inseguro. No tenía suerte en las relaciones de pareja y tenía dudas en cuanto a mi sexualidad. Vivía con mi madre en la periferia de Ciudad Central.

 

Lo he visitado muchas veces al terapeuta espiritual, Raúl Iruti, que en realidad era un enorme genetista. Y volví otra vez a verlo.

Recuerdo que me dijo:

-Mirel Ocayo, es un gusto verte.

Le respondí que me sentía muy bien el hacer consultas con él, pero quisiera cortar esos lazos, independizarme.

Iruti me dijo:

-Querido Mirel, la última vez me habías contado que era muy difícil tratar a tu madre. Como que a ti no te dejaba pasar un error y eso te hacía sentir como con cierto rencor, consciente o inconsciente. Y que a su vez todos los engramas que has sufrido desde niño te han llevado a ser una persona obsesiva-compulsiva. Pero Mirel, eso lo hemos tratado y has mejorado en cuanto a ese tema. ¿A qué se debe tu consulta de hoy? -Suspiré.

-El tema es así. Sé que el tiempo de la consulta es limitado y no puedo cargosearlo, tengo que ser escueto, entonces no voy a contarle todo a la vez lo que me pasa.

-Te escucho. ¿Hay un nuevo tema?

-¡Je, je! No, no es nuevo, es un tema que arrastro de muchísimo tiempo. Pero primero quiero preguntarle. Sé que aparte de ser un asesor espiritual es un afamado genetista. Por ende cree en la ciencia.

-Espera -me dijo Iruti-, no te precipites. Es cierto que creo en la ciencia y creo que es una bendición de Dios la ciencia, pero también soy un asesor espiritual, por lo tanto creo en el espíritu.

-Voy a ir al punto -exclamé-. ¿Y qué sucede con los espíritus de aquellos que ya no están aquí?

-¿En qué sentido? ¿Quieres ir al punto?, ve al punto.

-Quizás es un tema psicológico mío -le comenté-, pero a veces siento como ruidos en la noche, muebles que crujen... ¿Y por qué de noche, por qué no de día?

-Iruti me dijo:

-¿Y cómo sabes que de día no? Quizá por el ruido de la calle, de la gente los ruidos se disimulan. Y, obviamente, a las tres de la mañana que está todo en silencio los escuchas.

-Está bien. ¿Y qué explicación hay? -le pregunté.

-Muebles que se acomodan...

-¡Je! No, no me venga con eso, profesor, no me venga con eso.

-Yo no soy ingeniero -me dijo Iruti-, pero cuando se hacen losas se deja a veces hasta una pulgada de lugar entre losa y losa, incluso entre columnas, entre vigas porque el cemento tiende a expandirse. Entonces no está mal cuando yo digo que la casa se acomoda. Y basta que un milímetro se acomode y un mueble de madera puede crujir mínimamente. Y si tienes un oído fino lo escuchas.

-Supongamos que fuera así -exclamé-, también a veces es como que me parece escuchar voces. Y hay noches que siento un pánico tremendo, y que lo alimento, y que lo retroalimento, y que lo sigo alimentando. Y no lo soporto, no puedo vivir con miedo.

-¿Quieres tomar un té caliente?

-¡Le estaba comentando...!

-¿Quieres tomar, Mirel, un té caliente?

-Si usted toma, sí. -Preparó un par de té de hierbas y me dio uno, con un edulcorante, un gusto agradable.

-Es una hierba que te va a calmar un poco.

-¿Piensa que estoy nervioso?

-Pienso que sí -dijo Iruti-. Hemos tratado tantos temas contigo, querido Mirel... En una de las consultas te he dicho:

-¿Quién eres tú?

Y tú me has dicho:

-Mirel Ocayo.

-Muy bien. ¿Y cómo te ve la gente?

-Seguramente mal.

Y te respondí:

-Es una apreciación tuya. ¿O quieres esforzarte en ser como te gustaría que te vieran los demás?

-Y sí -le respondí ahora-. No recuerdo qué le respondí en aquella oportunidad, pero sí.

Iruti me respondió a su vez:

-¿Y no te sentirías más cómodo siendo como eres tú?

-¿Y cómo soy?

-Dímelo tú.

-¡Je, je, je! O sea, ¿que usted, profesor Iruti, piensa que yo me voy a sentir cómodo mirándome al espejo y viéndome obeso, no aceptándome, sintiéndome inseguro, sintiéndome sin suerte en las relaciones de pareja...? No... A ver, cómo lo podría decir... ¿no sacándome las dudas en cuanto mi inclinación sexual?

-¿Te recuerdas lo que yo te dije la última vez?

-No sé, me ha dicho cientos de cosas.

¿Por qué no aceptas lo que eres?

-¿Y qué soy?

-Un ser humano. Un ser humano que tiene gustos distintos.

-¡Qué fácil que es para usted!

-No, no no no; aclaro que la consulta es para ti y no corresponde que hable de mí. Pero a mí me ha costado mucho llegar donde estoy. Tuve que quemarme las cejas estudiando, tuve que tragarme mi ira con profesores que desdeñaban que yo pudiera saber tanto como ellos. Y he sufrido malos tratos de esos profesores. Pero tuve que tragarme todo eso porque, como digo siempre, yo no puedo manejar mis emociones pero sí con una rienda puedo sostener mis impulsos. No. No la he pasado bien. Pero basta, no se trata de hablar de mí, lo tomé como un ejemplo para decirte que todo ser humano tiene cosas difíciles o las ha tenido en su vida. El tema es no claudicar.

-Está bien, puedo trabajar mi obesidad.

-Mirel, al fin y al cabo no eres tan obeso, tú te parece, tú te ves así.

-No tengo voluntad para hacer una enorme dieta.

-Tampoco tienes que hacerla, Mirel. Come lo necesario, lo justo.

-Y quedo con hambre.

-Toma agua antes de comer. Tres, cuatro vasos. Te sentirás como harto y comerás menos. Tampoco se trata de bajar enormemente en poco tiempo porque eso no te haría bien, todo tiene que ser en su justa medida.

-Está bien. ¿Y la parte insegura?

-¿Inseguro por qué, por lo que piensen los demás de ti? Si supieras que cada persona tiene tantos problemas que lo menos que van a hacer es fijarse en ti...

-Claro. Una vez me lo dijo eso. Eso significa que soy indiferente para los demás.

-No, no, Mirel, no; significa que cada uno está en su mundo, no viven mirándote.

-Pero yo veo que sí.

-Claro. Si tú piensas que la gente te mira y tú los miras, ellos te van a mirar pensando "¿Y este por qué me está mirando?". Quizá tú provocas esas miradas. Parte de ser obsesivo-compulsivo es pensar que los demás viven mirándote, como si ellos no tuvieran problemas.

-Entiendo. ¿Y los miedos?

-Los miedos. ¿Acaso te han dañado esos ruidos y las voces? Las voces pueden ser engramas que hacen que te imagines esas voces. La vez pasada, cuando te dije que fueras a mi amigo, el neurólogo, has ido, te has hecho ultra resonancias, te has hecho resonancias holográficas y han salido bien. O sea, no pasa por tu cerebro, pasa por tu mente el problema. -Lo miré a Iruti.

-¿Y no es lo mismo cerebro y mente?

-No, no. Al cerebro lo puedes observar de mil maneras. Lo último que ha salido es la resonancia holográfica y no se ve ninguna mal formación, ningún problema. La mente es otra cosa, la mente es lo pensante.

-O sea, la mente tiene que ver también con eso que usted, profesor, llama el espíritu.

-Correcto. Pero tú eres independiente de tu espíritu en este momento, puedes decidir no tener temor.

-Siempre tenemos temor, temor de ser lastimados, temor de ser estafados, temor de ser maltratados, temor de ser ignorados, temor de que nos consideren menos...

-Mirel, estamos otra vez en lo mismo, que nos consideren menos, maltratados, ignorados. Estamos hablando de los demás. Ocúpate de tu persona.

-Bueno, entonces los miedos, los miedos a los ruidos.

-No les prestes atención, las voces están en tu mente. No les prestas atención, desaparecen.

-¿Cómo lo sabe?

-Ponlo en práctica. Ponlo en práctica y luego me dices.

-Que fácil que es para usted, profesor Iruti.

-No, nada es fácil, todo lleva su tiempo, todo lleva su esfuerzo. Por eso yo siempre digo cuando llego a un resultado: "Este resultado vale el esfuerzo". Nada se hace sin esfuerzo y nada se hace sin voluntad. Deja de quejarte y ponte a caminar.

-No entiendo, profesor, ¿cómo me pongo a caminar?

-Quiero decir, pon manos a la obra, los miedos se trabajan.

-¿Cómo?

-Confrontándolos.

-Claro. Me imagino en una calle oscura con miedo a que alguien me persiga.

-Eso nos puede pasar a todos.

-¿A usted también?

-¿Por qué no?, eso nos puede pasar a todos. El tema es controlar ese miedo.

-Me gustaría ser valiente, no tener miedo.

-No. No tener miedo es de una persona inconsciente, de una persona que está fuera de sí, de una persona que tiene problemas en su mente.

-Pero usted me lo hace todo al revés, profesor, ¿no era que yo tenía problemas y por eso tenía miedos?

-A ver, te lo voy a hacer fácil Mirel: ¿qué es un cobarde?

-¡Je, je, je! , una persona que tiene mucho miedo y no se anima a nada.

-¿Y qué es un valiente?

-Lo opuesto, una persona que no tiene miedo.

-No, una persona que no tiene miedo es un inconsciente. Valiente es el que confronta los miedos, valiente es el que los enfrenta, valiente es el que hace las cosas aun con miedo.

-No lo había visto desde esa perspectiva, pensé que valiente era el que no tenía miedo.

-No, valiente es el que tiene miedos y los enfrenta.

-¿Me está hablando de poner el pecho a las balas?

-No, ese es el inconsciente, ese es el que no tiene miedo. Y todos tenemos miedo por algo, por alguna razón. Podemos tener miedos a abandonos, miedos a enfermedades. Hay cientos de miedos distintos y no se trata de no sentirlos, se trata de manejarlos, de la misma manera que podemos manejar nuestros impulsos.

-Pero acá hay un error -exclamé-, usted dijo que no podemos dominar nuestras emociones.

-Correcto.

-¿Y el miedo no es una emoción?

-Está bien. ¿A dónde quieres llegar?

-Claro. Usted dijo que no podemos dominar nuestras emociones, podemos dominar nuestros impulsos.

-Perfecto.

-¿Y entonces cómo hacemos con los miedos?

-Bien. Hagamos de cuenta que el miedo es una emoción y no lo podemos dominar, pero podemos dominar el impulso que producen esos miedos: el sentir pánico, el sentirnos encerrados, el sentirnos con ataque de pánico, porque al fin y al cabo eso es un impulso inconsciente pero no deja de ser un impulso. Entonces tú tarea es evitar que esos pequeñitos miedos, por temas insignificantes, se transformen en pánico.

-Bien. Otra tarea más para trabajar.

 

Nos estrechamos la mano y me marché de la consulta de Iruti. Cada consulta una tarea más para trabajar.

 


Sesión 19/12/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Marcelo (Sora-El)

La entidad relata una vida en Umbro, donde tuvo una infancia y adolescencia complicada. Era entre no querido y odiado por su familia. Tuvo que soportar vejaciones de su tío y desprecios de su madre. Decidió que tenía que alejarse de casa.

 

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Entidad: Quiero aclarar algo. En todas mis encarnaciones siempre me gustó tener un lugar de confort, pero en la sociedad actual está mal visto que uno se quede en un lugar de confort porque pareciera que soy una persona perezosa, dejada, que tengo miedo al riesgo y que me siento protegido en ese lugar de confort.

 

Lo cual es mentira, una total y absoluta mentira, porque en cada vida que he encarnado no he encontrado ese lugar de confort.

Y no siempre es malo tener un lugar de confort, no para refugiarse sino para protegerse de los ataques externos, de la gente con roles del ego, de la gente que te prejuzga, de aquellos que te catalogan sin saber los porqués, ni los cómo, ni los cuándo. Porque para los demás es muy fácil hablar de tal o cual persona sin saber cómo vivió su vida, qué le pasó en su vida, cómo le trata el entorno. Y como hablar generalmente es fácil, porque lo difícil es pensar, muchos hablan sin pensar, sin recapacitar, sin saber qué le está pasando al otro. Lugar de confort.

 

Recuerdo cuando encarné en Umbro, un mundo salvaje. Vosotros lo llamaríais un mundo medieval o un mundo sumido en la era antigua, un mundo que durante amaneceres y amaneceres no progresaba. Encarné cerca de la zona ecuatorial.

A papá prácticamente no lo conocí, mamá Jazmine me hablaba de padre Orán.

Y me dice:

-Murió. Lo encontraron en el camino, muerto, con varias heridas. -Eso me lo contó después, cuando yo tenía ocho años.

 

El que nos mantenía era el hermano de papá, el tío Gofo. El tío Gofo a madre la trataba mal, pero como traía los metales, metales no bien avenidos, ¿eh?, metales seguramente que traía de producto de sus robos; no es que asolara aldeas, robaba a gente indefensa y estoy convencido que a muchos los mataba.

Y antes de pasar por casa primero iba a la taberna, no tomaba bebida espumante tomaba bebida fuerte, prácticamente casi alcohol puro, y llegaba tambaleante.

Madre nunca le decía nada, pero ese día, lamentablemente para ella estaba de mal humor y le reprochó. La bofetada que le dio la tiró contra la pared.

Yo tenía ocho años. Recuerdo que lo golpeé en la espalda; se dio vuelta y me dio una cachetada que me partió el labio.

-¿Qué te metes tú, Remi? -Mi nombre era Remigio.

 

Esa noche madre no me preparó de comer, se acostó a dormir. Yo sabía que el tío Gofo se acostaba con ella, pero ese día no fue a su habitación, me vino a visitar a mí, y con el aliento a alcohol me dijo al oído:

-¿Así que ahora te haces el machito?, ¿así que ahora golpeas a tu tío?

-Maltrataste a madre. -Me cogió del cabello por la espalda y me hundió la cara contra la almohada.

-¿Así que ahora te haces el machito? Yo te voy a enseñar quien acá es el machito de la casa.

 

Y entonces fue cuando me ultrajó a lo bestia, a lo bestia. Yo me resistía y me golpeó con un puño en el pómulo derecho, y con el codo me golpeó en la espalda, prácticamente me paralicé del dolor. Pero mayor era el dolor que tenía cuando me ultrajaba.

Y se quedó dormido. Mi idea era agarrar un puñal que había en la cocina y clavárselo en la garganta. Pero apenas me podía mover del dolor, prácticamente no podía respirar del codazo me que pegó sobre el pulmón derecho. Y me quedé dormido yo también.

 

Me desperté al amanecer. Gofo ya no estaba, había salido a hacer sus tareas, a emborracharse a la cantina o a encontrar a algún pastor indefenso a quien golpear y sacarle metales. Metales cobreados o plateados. Difícilmente un pastor o una aldeana tuvieran metales dorados, que era lo más valioso.

 

Me levanté con un dolor tremendo y le dije a madre lo que me había hecho el tío. Mamá Jazmine en lugar de enojarse por el hecho se enojó conmigo por reclamar.

-¿Y tú qué haces por mí, qué haces, Remi, por mí? Aparte de comer, aparte de usar un catre y traer algo de leña, ¿qué haces? Todavía no entiendo porque tu padre, Orán, me preñó. Y bastante que sufrí al tenerte. ¿Y para qué? No sirves para nada más que para quejarte.

-Pero madre, el tío me...

-El tío, el tío, el tío... El tío, es el que nos da de comer.

-Ayer vi que te dio una bofetada.

-Y bueno, algo habré hecho yo para molestarlo. El tío es bueno.

-¿Bueno? Viene bebido todas las noches, madre. -¡Plaf! Una cachetada en el pómulo izquierdo, del otro lado de donde me había pegado el tío-. No hables así de Gofo, él nos da de comer, estaríamos muertos si no fuera por él.

 

Me caían las lágrimas. Pero mitad por la cachetada y mitad por la furia que tenía. Y me puse a juntar leña, quería fortalecer mi cuerpo pequeñito de ocho años.

 

Y fueron pasando los días. Cada amanecer pensaba, "Hoy va a ser distinto". Pero cada tanto, cada diez o quince amaneceres el tío me ultrajaba. Yo ya no me resistía porque no quería que me golpeara.

Y había días que ultrajaba de prepo a mamá Jazmine. Si bien ellos estaban juntos a veces él la cogía por la fuerza y no le importaba, no le importaba nada más que su propia vida.

 

Recuerdo que me hice amigo de una niña llamada Brunilda, y un día en el campo me dio un beso en la boca. Sentí que me gustaba, que me gustaba mucho, pero no pasó más de eso.

 

Y los amaneceres fueron pasando y pasando y pasando. Mi cuerpo fue creciendo. Cuando tenía mis dieciséis años era tan alto y seguramente más fuerte que el tío Gofo. El tío Gofo el mismo alcohol le había afectado la parte hepática y muchas veces vomitaba y vomitaba, no tenía fuerzas para nada. No tenéis idea las veces que pensé, "Ahora que está débil y enfermo por la bebida, ¿por qué no le abro la garganta?".

Pero madre me decía:

-No molestes al tío. Él, cuando está bien, que no vomita, todavía trae algunos metales. Podrías hacerlo tú.

-Voy a ir a trabajar al poblado, voy a emplearme en los grandes almacenes. No pienses que voy a robar como el tío, no soy así.

 

Recuerdo que a mis dieciséis años la volví -después de tanto tiempo- a ver a Brunilda, ya era prácticamente una mujercita y era tan hermosa...

Recuerdo que fuimos al bosque y volvimos a besarnos y yo sentí como cierta pasión dentro mío, pero me daba vergüenza el decirle que quería estar con ella, me daba una vergüenza tremenda. Pero ella no lo tomó como que yo era tímido lo tomó como que... como que yo la despreciaba. Y despechada se lo dijo al hermano. El hermano era más grande que yo, tenía dieciocho.

Y me dijo:

-Tenemos una amiga que se llama Romina, pero le decimos Romi. Es una aldeana que se acuesta con cualquiera, a veces incluso conmigo. Pero evidentemente tú no sé si rechazas a las mujeres por timidez o porque no te gustan. ¿Es cierto, Remigio, que te dicen Remi? Yo no te voy a llamar Remi, yo te voy a llamar Romi, como a Romina.

 

Me molestó que me dijera así y quise golpearlo. Me dio un puñetazo en la mandíbula que me acostó en el barro y me pateó las costillas. Casi quedé inconsciente del dolor. Cuando me recuperé ni Brunilda ni el hermano estaban. Y me fui caminando a duras penas para casa.

Cuando llegué me acosté en el camastro.

-¿Qué pasó, quisiste robar a alguien y te dieron una paliza? ¿Ni para eso sirves? No eres ni la cuarta parte de lo que es tu tío Gofo.

 

Tenía ganas de gritarle, pero no tenía fuerzas para nada. Prácticamente me quedé dormido en mi camastro.

Cuando me desperté ya era de noche y me sentí indefenso, flojo. Y pensaba, "¿Por qué no me atreví a intimar con Brunilda? Ella me besaba, me acariciaba, me tocaba... y yo paralizado". Y encima, después el hermano se burló de mí, en lugar de Remi me decía Romi, porque decía que no me gustaban las mujeres.

E incluso me puse a pensar que la única experiencia que tuve fue con el tío Gofo, que lo hizo durante bastante tiempo cuando era más chico.

 

Y a veces había jóvenes por la comarca y me fijaba en ellos, en su cuerpo bien moldeado, su pecho fuerte. Y me traspiraba todo el cuerpo, no sabía si de deseo o de envidia por no tener ese cuerpo. Si bien yo hacía ejercicio y seguía acarreando troncos todavía no tenía un cuerpo bien bien moldeado.

Una vez me quejé con madre.

-Hago ejercicios, ¿por qué no tengo ese cuerpo?

-¿Y si eres un inútil?, te la pasas acostado o comiendo pan. Vives comiendo pan. Comes comes comes comes como un puersario. En la granja tenemos puersarios que se revuelcan en el barro, ¿por qué no vas con ellos?, ¿por qué no duermes con los puersarios en lugar de venir acá a ensuciar el catre? -Madre siempre me insultaba, siempre me tiraba para menos.

 

Un día llego a casa y madre estaba llorando.

-Ponte contento, ¡basura!

-¿Qué pasó?

-Lo encontraron muerto. Seguramente le clavaron una espada al querido tío Gofo. ¿Quién nos va a mantener ahora? Ponte contento, basura. Si tú lo odiabas.

-Y si tú, madre, sabías lo que me hacía...

-Él nos mantenía, tenía derecho sobre nosotros.

-¿Derecho?, ¿derecho sobre nosotros? ¿Ultrajar es un derecho? ¿Y me dices basura a mí?

-No te atrevas, ¿eh? -Me amenazó con golpearme-, no te atrevas a decirme nada, ¿eh? -Agaché la cabeza, no sabía si por cobardía, por indecisión o porque tenía miedo de que me echara de casa.

Le dije:

-Mañana voy a buscar trabajo en los grandes almacenes del poblado, porque no pienso robar.

-Bueno, busca trabajo. Espero que sirvas para algo, basura. -Me caían las lágrimas, pero me contuve.

 

Me fui a recoger leña. Mañana iría para los grandes almacenes.