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Psicoauditación - Steve M. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 08/02/2021 Gaela, Alex Sesión 09/02/2021 Gaela, Alex Sesión 10/02/2021 Gaela, Alex Sesión 11/02/2021 Gaela, Alex Sesión 19/04/2021 Gaela, Alex Sesión 02/06/2021 Ran II, Uman Sesión 19/03/2024 Sargón, Teniente Nico Abella Sesión 28/03/2024 Sargón, Teniente Nico Abella Sesión 08/02/2021 La entidad relata una vida en Gaela, en que debía viajar a otro continente para presentar productos fabricados. Pasó por distintos países hasta que llegó a su destino: Todo era maravilloso, lugares, gente... Se sentía contento.
Entidad: En distintas encarnaciones me he interesado por el tema de la astronomía. Hoy estoy encarnado en Sol III como Steve, pero del otro lado de la galaxia, en el otro extremo de la Vía Láctea existe un planeta que podríamos decir que es gemelo de Sol III, con características muy similares en cuanto a sus continentes, su forma de vida, hábitat, etcétera. Y la civilización era muy similar en cuanto al avance tecnológico en cada era.
Mi nombre era Alex Malbrán, había nacido en la ciudad de Itocod, en Marinesia, al este de Defernes, en 1946. Había trabajado mucho y estudiado mucho en el tema de la medicina porque me interesaba la salud de la gente. A diferencia de otros países más occidentales, en Marinesia prácticamente no existía la Orden del Rombo creada en Amarís, teníamos como una mayor libertad religiosa. Entonces pude estudiar medicina, ciencias, aritmética, trigonometría y obviamente lo que más me importaba era la sociología, el entender a la sociedad, el tratar de entender el egoísmo en algunas personas, los apetitos de poder, sabiendo que en el plano físico no somos eternos y que en cada encarnación somos roles que interpretamos un papel, como en este caso en el otro extremo de la galaxia, en el mundo llamado Gaela, en el país llamado Marinesia era Alex Malbrán.
Y había conseguido, en 1970, siendo todavía joven, un puesto como jefe en productos medicinales. Recuerdo que me llamó el director y me dijo: -Malbrán, vamos a empezar a exportar a otros países porque nuestros productos son más económicos y tan buenos o mejores que los que hacen en Beta, en el norte del nuevo continente, y cuestan casi la mitad. Y no se trata de competencia desleal, se trata de favorecer a la gente que precisa esa medicación y que pueda estar al alcance de todos. Le respondí a mi jefe: -Estoy absolutamente de acuerdo. Y me dijo: -El tema que tendría que ir usted con una muestra de productos para luego poder venderlas. -¿A Beta? -No, al sur del continente nuevo, a Plena. -¡A Plena, es lejísimo! El director me dijo: -Tenga en cuenta, Malbrán, que la distancia es lo de menos, lo importante es la obra que va a hacer. Y yo tengo fe en su persona, porque es un joven decidido, voluntarioso y por sobre todas las cosas tiene una bondad intrínseca.
Finalmente combinamos. Y obviamente no había vuelo directo. No había vuelo directo, tuvimos que hacer una escala en Defernes. Defernes era un país que todavía tenían costumbres del siglo XIX, allí sí imperaba la Orden del Rombo, pero no era tan estricta como en otros países occidentales. En Defernes estuve un solo día. Hicimos una segunda escala en Cabo Verde, el estado más importante al sur del continente, Arbus. Y allí sí me encontré con nativos que se creían superiores al resto de Arbus, y lo decían abiertamente.
Me alojé en un hotel muy importante. El conserje me miraba y me preguntó: -¿De dónde viene? -De Itocod, Marinesia, y viajo hacia Plena. -¡Ah! Bueno, tiene la suerte de conocer Cabo Verde. -La verdad que sí, me interesa mucho vuestro país. -Obviamente -dijo el conserje-, a todo el mundo le interesa Cabo Verde, a diferencia del resto de los países de Arbus que son inferiores a nosotros. -Mi forma de pensar obviamente no era la del conserje, para mí todos los seres humanos son iguales, no importa la raza, no importa la cuenta bancaria, lo que importa era el interior de cada ser humano.
La política de Cabo Verde, al sur de Arbus no me gustaba para nada, la gente era muy creída, un sentido de superioridad necio, vano, estéril. Pero yo estaba de paso, era visitante y no ganaba nada discutiendo con el conserje o con quien fuera. El botones cogió mis dos maletas y me dice: -Lo acompaño a la habitación trescientos tres, en el tercer piso. -Le aboné por adelantado al conserje y le di una propina al botones.
Bajé únicamente a comer al restaurant del hotel. Por la tarde paseé, caminé por las calles cercanas al hotel. La gente me miraba, se daban cuenta de que yo era extranjero, trataban de adivinar de dónde, si era de Defernes o de más al este, pero nadie me preguntaba nada, y yo tampoco intentaba entablar conversación. Mi manera de pensar era distinta, yo pienso que nadie es superior a nadie, pienso que hay gente que puede enseñarte distintos temas, pero está en la propia persona el aprender o no, en tener la voluntad, la templanza, el temperamento, pero entiendo de que la gente de Cabo Verde estaba acostumbrada a mirar a los otros países de Arbus por encima del hombro. Traducido significa mirarlos con superioridad. Y era algo que me incomodaba. De todas maneras no podía solucionarlo, así que lo más inteligente era evitar todo tipo de conversación polémica.
Mientras comía en el restaurant uno de los camareros se acercó y me preguntó: -¿Qué le parece Cabo Verde? Le respondí: -Lo poco que conozco me agrada. Me respondió: -Menos mal que su escala de avión paró aquí y no en otros países de Arbus que están en estado semisalvaje.
Yo sabía que no era así, sabía que otros países tenían tanto adelanto como Cabo Verde, pero como dije antes no iba a entablar una conversación incómoda y menos estando de visitante en un país que trataba de estar lo menos posible hablando con gente.
Finalmente al día siguiente, por suerte, salía mi vuelo para Plena. Cogí las dos maletas, marché para el aeropuerto, hice el chek-in: Todo perfecto. Aparte, siendo representante de productos medicinales de Marinesia me abría las puertas, tenía trato preferencial, y era cómodo viajar en primera categoría. Pude dormir un poco, comí algo en el avión y extenuado del viaje llegué al aeropuerto de Ciudad del Plata, la capital de Plena.
Me encontré con un país distinto, mucha gente. Un taxi me dejó en la zona céntrica, me alojé en un hotel en una avenida, y el trato que me dieron era mucho más cordial, muchísimo más cordial que el que me habían dado en Cabo Verde. Me preguntaron: -¿Señor Malbrán, de dónde viene? -De Marinesia. -¡Vaya, bastante lejos, espero se adapte! -De todos modos no me quedaré mucho tiempo -le dije al señor del hotel-, voy a visitar distintas empresas para ofrecer mis productos medicinales, mucho más económicos que los que traen de Beta. -Lo felicito, eso es bueno. ¿Y la calidad? -Es exactamente la misma, es exactamente la misma. -Bienvenido sea entonces. Doblemente bienvenido por su persona y por los productos que trae. -Me dio varios papeles, uno de ellos era lugares de diversión, otro, lugares para comer o tomar algo. Le pregunté: -¿En el hotel tienen restaurant? -Sí, pero puede recorrer la ciudad en zona céntrica, es absolutamente segura.
Me sentí muy bien, me sentí verdaderamente satisfecho. Plena era para mí como un descubrimiento, algo nuevo. Le conté al señor del hotel: -Es impresionante la cantidad de buses que pasan por la avenida. El señor me dijo: -Señor Malbrán, aquí no le llamamos buses, le decimos colectivos. -¡Ah, bien! Y también veo que hay muchísimos taxis, ¿correcto? -Correcto. Y hay todo tipo de comida de distintos países. Le pregunté: -¿Cómo es eso, no hay comida típica de Plena? -Sí, nos especializamos en distintos cortes de carne, pero también tenemos las mejores especialidades de pastas, como en Lisiana, o también tabla de mar, como puede haber en la costa de Saeta. Y también comida rápida en forma de sándwich, como puede haber en Beta. -¡Vaya -me asombre-, qué bueno! -Pero lo que más me interesaba no era la comida, lo que más me interesaba es que la gente tenía trato amable, era gente afable y por sobre todas las cosas con una gran empatía, y eso era lo que más me gustaba.
Tenía en mi agenda las direcciones de por lo menos ocho laboratorios de productos medicinales. El director donde yo trabajada, en Marinesia dijo: "Alex Malbrán, no se apure en recorrer todos los laboratorios el mismo día, prefiero que vaya a uno por día y explique bien los detalles de lo que estamos nosotros vendiendo, y que los precios más bajos no son por mala calidad, simplemente porque no cobramos comisiones extra ni caemos en esa burocracia occidental". Lo tenía todo grabado en mi mente.
Esa noche cené bien. Tomé un trago de zumo de frutas evitando tomar alcohol y pude dormir tranquilo. Al día siguiente recorrería la ciudad. El mismo conserje del hotel me dijo: -Hay direcciones de laboratorios que no hace falta que tome colectivos ni taxis, algunas quedan a pocas calles de distancia de las otras, puede ir caminando, no se va a perder. Si tiene alguna duda, en las esquinas hay agentes de policía que lo pueden orientar. -Le agradecí.
Y esa noche pude dormir tranquilo. Mañana sería otro día.
Gracias por escucharme.
Sesión 09/02/2021 Estaba en lugares nuevos y quería alternar trabajo y conocer personas y sus vivencias. Algo perfecto estando en Plena.
Entidad: Esa mañana había visitado dos laboratorios, uno de ellos se interesó bastante por mis productos medicinales. Me dijo el gerente: -Señor Alex Malbrán, vamos a hacer muy buenos negocios con la empresa que usted representa. -Nos estrechamos la mano y me fui contento diciendo: "Cada semilla germina, algunas pueden ser una pequeña hierba, otras un enorme árbol. Lo importante es brindar.
Pero había muchas más cosas que me interesaban. Si bien trabajaba en productos medicinales me interesaba el tema de la solidaridad, de la misericordia, de la compasión, ¿y por qué no?, del amor.
A la noche no tenía ganas de cocinar y en la avenida había varios restaurantes llenos. Fui a uno bastante grande. El camarero principal me dijo: -Mire, hay para una hora de espera, salvo que en el reservado quiera compartir la mesa con un joven. -Me encogí de hombros y le dije: -De parte mía no tengo problemas. ¿Es usual hacer eso en Ciudad del Plata? -No, pero hay a veces hay jóvenes estudiantes que comparten mesa. -Si bien yo no soy un estudiante -le comenté al camarero-, no tengo ningún problema en compartir. -Lo seguí. Me llevó a un reservado, había una mesa, un joven escribiendo en un borrador. El camarero le dijo: -¿El señor compartirá contigo la mesa? -Con todo gusto -dijo el joven.
Me pedí de comer, trataba de no incomodar al joven iniciando una conversación. Cuando terminé de cenar fue el joven quien me preguntó: -¿Usted es de Ciudad del Plata? -No, vengo de otro país, de Itocod, una ciudad de Medinesia. -¡Vaya -dijo el joven-, bastante lejos! -Sí. Vendo productos medicinales, pero hay muchos temas que me interesan. Lo venía pensando en la avenida, pensaba en la solidaridad, en el amor. El joven se atrevió y me preguntó: -¿Cómo anda de tiempo, señor? -Me encogí de hombros. -Todavía es temprano para mí. -¿Le agradaría escuchar un cuento? Se trata justamente sobre el amor. -Me interesó, y se lo dije-. Entonces se lo contaré -dijo el joven. Estábamos apartados, apenas se escuchaban los murmullos del salón.
El joven empezó a relatar: «Eran aproximadamente las nueve de la noche, había un tráfico inmenso en la avenida. Jordán dio una última pipada a su cigarrillo y arrojó la colilla a través de la ventanilla del coche, se hallaba pensativo con el ceño fruncido. El chofer del taxi lo sacó de la abstracción diciendo: -Es increíble ver tantos vehículos juntos. -Sí, es cierto -dijo Jordán-, y eso que esta avenida ahora es mano única. El agente de policía dio paso y el coche arrancó. Jordán volvió a meditar: "Es inconcebible lo que estoy haciendo -se dijo a sí mismo-, más no tengo el valor suficiente para decirle que no salgamos más".
Se encontraba nervioso y encendió otro cigarrillo quedando más tranquilo al aspirar la primera bocanada de humo. No voy a fumar más -pensó. En su mente afloraron otra vez los recuerdos. Había comenzado a salir con Irene cuatro meses atrás. Al principio todo era normal, como lo son las salidas de todas las parejas en los primeros tiempos. Luego Irene se había ido enamorando, de a poco de a poco se había ido enamorando de Jordán y por el contrario éste se había dado cuenta de que no era amor lo que sentía por ella. "Soy un cobarde, hace dos meses que le tendría que haber hablado, cuanto más tarde en decírselo más va a sufrir al final. Soy un chiquilín". Jordán era alto, de cabellos negros y tenía veintidós años, Irene era un año mayor que él.
El taxi llegó a destino. -¿Cuánto es? -Ahora le digo..., son doscientos veinte, señor. -Sírvase. Está bien. Buenas noches. -Gracias, buenas noches. Descendió del vehículo y se encamino a la casa de Irene. A veinte metros de la esquina observó su reloj, eran las nueve y cuarto. Llegué casi puntual, el pequeño retraso no es por mi culpa. Tocó el timbre dos veces y esperó. Al rato se abrió la puerta. -Hola, Jordán, buenas noches. -¿Qué tal Irene, estás lista? -Sí, vamos. -Mira que hay un tráfico terrible. -¿Y? Como siempre, más un sábado a la noche. -Jordán se abotonó el sobretodo, soplaba un viento frío-. ¿Qué te sucede? -preguntó Irene-, te noto preocupado. -Te parece. No tengo nada. -Como no hablas... -Pensaba. -¿Puedo saber en qué? -Pensaba dónde podemos ir a bailar. Decide tú. -Bueno, vamos a Guanabara. -¿Allí donde fuimos la otra noche? -Sí, bueno, es lindo lugar. -Tomaron un taxi y marcharon rumbo a la elegante confitería.
Llegaron a destino, dejaron los abrigos en el guarda ropa, por los altoparlantes se escuchaba una música de un cantante muy conocido. Se acomodaron en una mesa al lado de la pista de baile, se podía apreciar el fabuloso juego de luces que bañaba el rostro de las parejas que se movían al compás de la música. -¿Qué se van a servir? -¿Qué tomas? -preguntó Jordán. -Un combinado. Jordán dijo: -Un whisky y un combinado, por favor. -Muy bien. -El mozo se alejó a buscar el pedido. -Sigues pensativo -comentó Irene. -Escuchaba la música. -¿Qué disco están pasando? -Uno de un cantante de Ámber, tiene linda voz. A actualmente es lo mejor de Ámber. -¿Bailamos? -Bueno. Marcharon hacia la pista y ya allí se dejaron llevar por el ritmo lento de la canción. "Se lo tengo que decir -pensó Jordán-, más no creo este que sea el momento preciso, no le quiero amargar la noche". -Estoy contentísima -dijo Irene-, es una noche preciosa. Más porque te tengo a ti. -Gracias. -No, no debes agradecerme, yo expreso lo que siento. ¿No es lindo ser franco? -Sí, así lo creo.
Jordán tenía un torbellino en la mente, luchaba consigo mismo, debía decirle a Irene de no salir más juntos. Mas no quería hacerla sufrir, tenía que decidirse, no podía pasar una semana más. Domingo a las diecinueve horas. Jordán observó su reloj al escuchar las señales de una radio. "Me adelanta dos minutos, nunca anduvo exacto". -Apuró el paso y al rato llegó a la tercera avenida. Entrando a un bar se sentó en una mesa donde se hallaba otro muchacho. -Buenas tardes. -Buenas noches, di mejor. -Está bien Julio, perdona la tardanza. -Dijiste que nos encontrábamos a las siete menos cuarto, son siete y tres minutos. -El colectivo se retrasó. -Buena excusa. ¿Qué tomas? -Una cerveza y tostados. -Bien. -Julio le pidió al mozo y luego le interrogó a Jordán-: ¿Saliste ayer? -Sí, anoche fui a bailar con Irene. -Pero, ¿va en serio el asunto? -Bueno, no es que yo sea un necio, pero yo no lo considero así. Es más, quiero dejar de salir. -¿Por qué? -inquirió Julio. -¡Ah! Porque no la quiero y no sé como decírselo. -Tendrás que hacerlo tarde o temprano, cuanto antes mejor. -La culpa es toda mía. -Debes ser hombre y enfrentar el problema. -Tienes razón, Julio. -Julio era alto de cabello castaño, tenía veintiún años no era tan robusto como Jordán, mas le aventajaba en estatura. -¿Me acompañas a casa de Zulema? -preguntó. -Bueno -respondió Jordán. Abonaron la consumición y se encaminaron a la calle, tomaron un taxi y en instantes llegaron a destino.
Julio tocó timbre, abrieron. -Hola, pasen. -¿Cómo estás, Zulema? -Bien, Julio. ¿Qué tal, Jordán? -Bien. ¿Y tú? -Bien, bien. Me encontraba charlando con Marisa, pasen. -Así lo haré. Hola, Marisa. -¿Qué tal, Julio? -Contento. ¿Te acuerdas de Jordán? -Sí, cómo no me voy a acordar. ¿Cómo te va? -Bien. ¿Y tú? -Sorprendida, no los esperábamos. -¿Iban a salir? -En realidad sí, íbamos al cine. -¿Solas? -preguntó Julio. -¿Quieren acompañarnos? -dijo Zulema. -Encantados.
Fueron al centro y estuvieron eligiendo películas más de veinte minutos, al final se decidieron por una cinta musical. A la salida fueron a tomar algo y luego marcharon a casa de Zulema. Ya allí Marisa dijo: -Bueno, me voy a casa, gracias por todo. -Yo te llevaré en un taxi. -Se ofreció Jordán. -Bueno -aceptó Marisa. ¿Qué hora tienes? -Once y veinte. -¿Ya? Se hizo tarde. -¿Trabajas? -Sí, tengo que madrugar. Se despidieron de Julio y Zulema y caminaron hacia la esquina más próxima. -¿Te has entretenido? -Bastante, fue muy buena la película. -Tuvimos suerte en la elección. ¿Tú trabajas, Jordán? -No, estudio ingeniería. -Linda carrera. -Sí, la pena que me retrasé un año al hacer el servicio militar. -No te aflijas, lo principal es que sigas. Ahí viene un taxi. -¡Taxi!
Subieron al vehículo y Marisa le indicó la dirección al conductor. Jordán encendió un cigarrillo y la observó con disimulo, era rubia de cabellos largos, su rostro denotaba energía. -¿Qué edad tienes? -Diecisiete. Tú debes tener cerca de veintidós. -Así es, ni más ni menos. Llegaron a la casa de ella y se despidieron en el zaguán. -Gracias por todo. -Al contrario, fue un placer estar en tu compañía. -¿Nos veremos en otra oportunidad? -¿Por qué no? ¿Tienes teléfono? -Sí, anótalo. -Bien, te llamaré en la semana. -Se estrecharon la mano y Jordán se marchó caminando despacio.
Por primera vez en varios días se hallaba contento, "Es una muñeca -pensó-, y aparte tiene un carácter bueno". Se acercó a un puesto de revistas y compró el diario, luego tomó el colectivo y después de ubicarse en un asiento se puso a leer, más su pensamiento no se hallaba en las líneas del periódico, tenía reflejadas en sus ojos la imagen de Marisa».
El joven interrumpió el relato y me preguntó: -¿Señor, se aburre con mi relato? -le dije: -No me digas señor, mi nombre es Alex, Alex Malbrán. Sí, me interesó mucho, de todos modos ahora me tengo que ir. Si no te incomoda no tengo problemas en venir mañana a cenar aquí y continúas con el relato. -¿De verdad no le incomoda? -Mira, me interesan los temas de compasión, los temas de amor, los temas de brindarse al otro. Y en el relato que tú me estás contando, a ese joven Jordán lo veo como muy indeciso y quizá hasta cobarde en indicarle a la supuesta novia que no siente nada por ella. -El joven asintió-. De todos modos me intrigó mucho el relato -respondí-. Mañana nos veremos.
Me fui para casa y sabía que mañana tenía que visitar, mañana iba a visitar dos laboratorios más. Me interesaba, más que hacer negocios, el poder distribuir los productos medicinales, que estaban mucho más económicos que en Beta y con la misma, o quizá mejor, calidad. Gracias por escucharme.
Sesión 10/02/2021 Había conocido a un hombre que le ofreció contar historias, relaciones entre personas. Quedó interesado como para encontrarse de nuevo con él y continuar escuchándole el relato. Era triste, pero le intrigaba. También seguía visitando clientes para su trabajo.
Entidad: Al igual que ayer, un laboratorio se interesó mucho por los productos medicinales. Otro, no tanto. Mi efectividad hasta este momento era de un cincuenta por ciento: cuatro laboratorios visitados, dos ya tenía un contrato casi firmado.
Estaba de buen humor y de repente me recordé del joven con el que ayer había compartido una cena. Volví al mismo restaurant, me atendió el mismo camarero y le dije: -Ayer compartí la mesa con un joven... -Sí, usted es el señor Malbrán. -Correcto. -El joven lo está esperando.
Lo saludé. Cenamos y después de cenar el joven me dijo: -Señor... -No, no, dime Alex. -Bueno, señor Alex, ¿continuo con el relato? -Adelante.
«Desde aquel domingo habían pasado quince días. Jordán se encontraba en su domicilio tratando de leer un libro, mas no podía concentrarse en la lectura. "Ya son las siete de la tarde -pensó-, Marisa quedó en llamarme a las seis y media". Estaba preocupado, había salido cinco veces con ella y cada vez que la veía la encontraba más y más atractiva. "No puedo negar que me gusta, a cada rato pienso en ella, yo no sé qué me pasa. -Observó nervioso su reloj, eran las siete y cinco-, ¿No estará adelantado? -Cerró el libro y lo depositó sobre la mesa, tomó el paquete de cigarrillos y encendió uno-. Quizá se haya olvidado de la hora, tarde o temprano me tendrá que llamar".
En ese momento el timbre del teléfono se dejó oír. -¡Es ella! -Dejó sonar una vez más y levantó el tubo-. ¿Hable? -¿Me podría comunicar con Jordán, por favor? -Sí, él habla. ¿Quién es? -Irene. ¿Qué tal cómo estás? -¡Ah! Eres tú, ¿cómo te va? -¿Esperabas otro llamado? -Sí, me iba a llamar un compañero de la facultad. -Entonces te llamo luego. -No, está bien, charlemos. -Jordán, yo no sé qué te sucede, hace cinco días que no me llamas. -Es que tengo que rendir exámenes y estoy estudiando mucho, no tengo tiempo para nada. -Ayer domingo te llamé y no te encontrabas en tu casa, eran cerca de las tres de la tarde. -¡Ah sí! Fui a almorzar afuera. -Jordán, algo te pasa, te noto raro. -No sé, yo no me doy cuenta. -Casi ni me hablas, no sé cómo explicarte. -Siempre fui igual, ¿cómo quieres que me porte? -No sé. Antes eras más cariñoso, más atento, me contabas más tus problemas, me hablabas las cosas que hacías durante el día, ahora en cambio no me cuentas nada, no me llamas tan seguido tampoco. -Ya te dije Irene, el estudio. -Jordán, te quiero mucho... -¡Por favor, no sigas! -¿Por qué razón, dime? -Ya sé que me quieres, no hace falta decirlo a cada rato. -Hace casi una semana que no nos vemos, ¿por qué no salimos un rato hoy? -Hoy no, mañana en todo caso. -¿A qué hora? -Llámame a las seis de la tarde. -Bueno. Hasta mañana. -Hasta mañana. -Colgó el teléfono y se recostó contra el respaldo del sillón, luego se llevó una mano a la frente. ¡Qué problema, y no me atrevo a solucionarlo!
Nuevamente sonó el teléfono, y esta vez Jordán levantó el tubo enseguida. ¿Hable? -¿Qué tal, viejo? -¡Ah!, ¡eres tú, Julio! -¿Con quién hablabas recién, que me daba ocupado? -Con Irene. Ahora creía que era Marisa. -¿Te tiene que llamar? -Quedó en hablarme a las seis y media y todavía no lo ha hecho. -Llámala tú. -Eso es lo que haré, Julio, no voy a esperar más. -¿Tanto te preocupa? -Pienso en ella en cada momento, debo estar enamorándome. -¡Ja, ja, tú enamorado! -Así lo creo, Julio. Es más, estoy seguro de ello. -¿E Irene?, ¿qué va a pasar con Irene? -No sé, todavía no le he dicho nada. Recién cuando hablamos me dijo que yo estaba raro. -¿Y qué esperas para decirle que no quieres salir más? -No quiero herirla. -¿Y con tu comportamiento evasivo, qué crees que estás haciendo? -Tienes razón, estoy actuando equivocadamente. -Bueno, te dejo, Jordán. Y hazme caso, sé franco con Irene. Ahora llama a Marisa. Adiós. -Hasta mañana Julio. -Colgó y luego levantó otra vez, marcando nerviosamente. Al otro lado de la línea una voz se escuchó: -Hola. -Sí, buenas tardes, ¿me podría comunicar con Marisa, por favor? -La señorita Marisa no se encuentra en casa. ¿Quién le habla? -Le puede decir que la llamó Jordán. -Bien. -Gracias. Buenas noches.
Luego de cortar la comunicación se hallaba muy apesadumbrado. "¿Y ahora qué?". Se marchó a su dormitorio y se recostó en la cama. Recordó algunas escenas de las veces que había estado con Marisa, pocas por cierto. "Si por mí fuera estaría todo el tiempo al lado de ella" -pensó. Memorizó la noche anterior, cuando se despidieron, él se acercó y la besó en los labios, luego se fue. "Esa boca, esa mirada, la besaría a cada instante". Luego pensó en Irene. No quería hacerla sufrir, tenía que encontrar la manera más fácil de decirle el no definitivo. Por ahora no se le ocurría nada, no se le ocurría cómo. Cerró los ojos con fuerza. ¡Qué dilema! Veinticuatro horas más tarde las cosas habían cambiado algo su aspecto, Jordán se había comunicado con Marisa y combinaron para encontrarse en el centro a las veinte horas.
-¡Jordán! -Sí. -Teléfono para ti, es Irene. -Dile que yo estoy indispuesto, que yo la llamaré mañana. -Bueno. Terminó de peinarse y luego de despedirse de sus padres salió a la calle. -¡Taxi! -El vehículo arrimó al bordón y Jordán ascendió a él, a las ocho menos dos minutos se encontraba ya en la esquina de la cita, encendió un cigarrillo y luego observó en todas direcciones esperando ver a Marisa-. "No creo que llegue puntual, todas las chicas tardan un poquito. -Dio una pitada al cigarrillo aspirando el humo-. No voy a fumar más -pensó-, y esta vez cumpliré".
Pasaron cinco minutos, consultó su reloj. Ahora anda exacto, lo sincronicé con el teléfono. Observó a una chica y por un momento creyó que era Marisa, al mirarla bien se dio cuenta que no. El tiempo pasaba inexorable minuto tras minuto. "Ya son ocho y cuarto, ¿por qué tardará tanto"? Pensó en encender otro cigarrillo, pero se resistió a la tentación, estaba nervioso. Los minutos seguían corriendo y Jordán se impacientaba, a cada rato observaba su reloj, miraba los coches, las luces de la avenida, la gente. No sabía qué hacer, ya eran las ocho y media de la noche. "¿Qué le habrá pasado? Ya no creo que venga". Cinco minutos más tarde se marchaba abatido a su casa. Golpeó la puerta tres veces y esperó, treinta segundo más tarde ésta se abría. -¡Jordán, qué sorpresa! -Hola Julio, ¿puedo pasar? -Adelante, pasa. -¿Estás ocupado? -No, me encontraba leyendo una revista. Estoy solo. -¿Tus padres? -No, han salido. ¿Y tú qué cuentas? -Apenado, turbado, no sé. Quizá nervioso. -¿Saliste ayer con Marisa? -No acudió a la cita. -¿No has hablado hoy con ella? ¡Ja! ¿Te olvidas que trabaja? -Llámala hoy al mediodía. -Sí, eso haré. Nunca me atrajo tanto una chica como lo hace ahora Marisa. -¿Sientes amor? -¡Je, je! Pienso en ella todo el día, quisiera estar a su lado en todo momento, cuando la miro siento que el corazón me late más aprisa. ¿Es eso amor? -Con seguridad. De todos modos, enhorabuena. -Tendría que estar contento, Julio, y sin embargo no lo estoy. -¿Por qué? -¡Je, je! No sé decirte. -¿Y con Irene qué has resuelto? -Voy a llamarla y la citaré para esta noche. -¿Le dirás? -Sí, pero de otra manera. -Lo principal que no pierda más el tiempo. Tú saliendo a desgano y ella pudiendo aprovecharlo con otro que la quiera. -Julio, no seas tan materialista. Me hubiese gustado quererla, es una buena chica. -¿Pero? -Pero ahora conocí a Marisa y estoy enloquecido por ella. -¿Y ella qué siente por ti? -Debo gustarle, de otra manera no hubiera aceptado salir conmigo. -Sí, pero hay una leve e importante diferencia entre gustar y querer. -Claro que hay diferencia, pero se tiene que empezar por gustar para luego enamorarse. Te puede agradar un rostro, un cuerpo, te pueden gustar unos modales en la persona, su carácter, su forma de ser, su simpatía... -A ver, ¿qué predomina en una persona, la belleza física o la espiritual? -Lo correcto sería un equilibro, Julio, y pocas veces la encuentras. -Marisa, ¿cómo es espiritualmente? -Buena, sincera. -¿Es humilde? -Quizá sí... Permíteme el teléfono. -Sí, tómalo. -Voy a llamar a Irene. -¡Por fin!
Al mediodía Jordán consiguió hablar con Marisa. Ella le dijo que no pudo ir a la cita, pues se quedó a trabajar una hora extra. Quedaron citados para el fin de semana. Por la tarde Jordán estudió un poco y luego se entretuvo mirando televisión. A las veinte y treinta horas salió de su casa, era una noche fría y estaba por llover. "Le hablaré de entrada sin titubeos, tendrá que comprender". Eran las nueve menos diez cuando pulsó el timbre en casa de Irene, ésta salió enseguida. -¡Jordán, has llegado adelantado! -¿Te extraña? -Mejor. Espera, que voy a buscar el tapado y salimos. -No, no, no vayas. -¿Por qué, qué sucede? -Necesito hablar contigo, Irene. -¿Por qué no hablamos en el camino, Jordán? -No, aquí y ahora. -Dime, ¿ocurre algo grave, pasó un incidente? -No, Irene, quiero hablarte de un asunto muy serio. -¿Diste mal un examen, discutiste con alguien? -No, no, no. Por favor, déjame comenzar. -Sí, te escucho. -Es sobre nosotros, Irene. -¿Sobre nosotros? No entiendo. -Te explicaré, mas no encuentro las palabras. -No me dejes intrigada, Jordán, te lo suplico. -¿Tú me conoces bien a mí? -Bueno, creo conocerte. -Te diré. Yo tengo infinidad de defectos. Es más, no creo merecer tu cariño. -¿Por qué, querido, por qué? -Tú mereces un hombre más afectivo, que te comprenda, y yo no soy el indicado. -Yo te quiero como eres. -No, no sirvo para ti. -Es imposible que trates de hundirte solo Jordán. ¿Hay algo más? -Sí, hay algo más. -No puede ser. -Lo es. Entiende, y haz que no te lo siga explicando. -Pero querido... -Irene lo abrazó, juntando su cara con la de él. -¡Por favor, Irene, por favor! -Jordán se soltó suavemente. Ella exclamó: -Te quiero, te quiero como jamás quise a nadie. - Lo nuestro no puede seguir, Irene. -¿Así, tan de repente? -Me di cuenta de que tiene que ser así. Comprende, Irene. -Ella apoyó un hombro contra el marco de la puerta y se echo a sollozar. Jordán no la apretó contra su pecho, hubiera sido peor. Espero que se calmara y luego dijo: -Me voy Irene. -Ella se tomó el rostro con las manos y comenzó a llorar de nuevo-. ¡Por favor, Irene, domina el llanto! -¿Por qué lo has hecho, Jordán, por qué? -Te pido perdón. -¿Por qué ha tenido que pasar todo esto? -Yo tengo la culpa, Irene, mas ya no hay solución. Adiós. -¡Jordán! -Es mejor que me vaya. -¡Jordán, no puede ser! -Lamento mucho hacerte sufrir, Irene, lamento mucho, pero si esto continúa después va a ser peor. -Se alejó despacio con la cabeza gacha.
Irene rompió en sollozos, no se podía contener. Él quiso darse vuelta y mirarla, pero no lo hizo, también se hallaba triste, no como ella por supuesto. Él sentía pena, se reprochaba a sí mismo por haber llegado al punto de desencadenar esta dolorosa escena.
Encendió un cigarrillo y caminó más ligero hacia el centro, a pesar de ser una noche de semana había bastante gente en la avenida Segunda. Cosas como esta lo amargan a uno, pero son circunstancias, circunstancias tramadas por el destino. Una finita llovizna comenzó a caer, Jordán se subió el cuello de su piloto y apuró aún más el paso».
El joven interrumpió el relato. -¿Lo canso, Alex? -No -exclamé-, el relato se pone cada vez más interesante. Por lo menos Jordán tuvo, de alguna manera, la valentía de decirle a Irene que no la quería. -¿Qué opina hasta ahora de la historia? -Sonreí con tristeza y dije: -Me parece una historia triste, me parece una historia rara. Yo pienso que cuando sales con alguien tienes que ser genuino de entrada. -¿En qué sentido, Alex? -Mira, joven, si a mí me interesa alguien lo digo de entrada. Si veo que la situación no es algo para comprometerse también lo digo de entrada, que la persona sepa a qué atenerse. No me gusta que me lastimen pero menos me gusta lastimar a alguien, todo tiene que ser parejo. -Lo entiendo -dijo el joven. Miré la hora y dije: -Mañana debo levantarme temprano, tengo que visitar más laboratorios. -¿Sería muy incómodo que nos veamos de nuevo mañana y continuemos el relato? -De mi parte no tengo problema, llegué hace poquito a Plena y Ciudad del Plata me gusta, pero no tengo amigos. Si bien eres joven yo soy más grande que tú, pero por lo menos tengo alguien con quien conversar. Nos dimos la mano y el joven me dijo: -Entonces nos vemos mañana a la noche. Gracias por su compañía, Alex. -Al contrario, el agradecido soy yo. Me interesa la historia y me intriga, a ver cómo continúa. Me marché, mañana sería otro día.
Sesión 11/02/2021 Sus obligaciones profesionales marchaban excelentemente, pero ese sentía atraído por una historia que le contaba aquel hombre que conoció en un restaurante. El final de la triste historia dejaba una importante lección.
Entidad: Mi nombre es Alex Malbrán. Nací en Itocod, una ciudad de Madinesia, al este de Defernes. Estudié y trabajé mucho llegando a ser jefe de productos medicinales de la empresa de Itocod, la empresa más importante de Madinesia.
El director me dijo: -Malbrán va tener que viajar a Plena porque nuestros productos son mucho más económicos que los de Beta y los va a poder colocar a buen precio. Va a tener viático, hotel, todo pago, y encima comisión por los productos que pueda colocar allí.
Hice con el avión una parada en Defernes, luego en Cabo Verde, al sur de Arbus, donde la gente era muy creída, muy orgullosa, despreciando a la demás gente de Arbus. Y finalmente la última escala en Ciudad del Plata, capital de Plena.
Era el tercer día que visitaba laboratorios y pude también firmar contrato con dos de los cuatro que visité. Llevaba un cincuenta por ciento de eficacia, en otros rubros puede parecer poco, pero de doce laboratorios visitados, haber firmado finalmente contrato con seis, para mí era un triunfo.
Así y todo miraba el reloj esperando que llegara la noche para ir a comer a ese restaurant de la avenida donde en un reservado me esperaba un joven que cada noche me contaba parte de un relato. Me había adelantado que hoy me contaba la última parte.
Llegué al restaurant contento por haber hecho negocio con seis laboratorios, ellos también contentos por pagar la mitad por los productos medicinales, comprobando con sus expertos que tenían la misma calidad que los de Beta, que lo que cobraban era la marca, pero la marca no era lo que importaba sino el efecto que podía hacer a favor de la persona que sufría determinado síntoma.
Me senté a la mesa, estreché la mano al joven, él ya estaba terminando de cenar. Me pedí un plato rápido y luego de comer le dije: -Te escucho. Me dijo: -¿Recuerdas lo que había pasado?, ¿recuerdas que Jordán había dejado a Irene? -Sí, lo recuerdo. -Bien, la historia continúa:
-¿Quieres tomar algo? -ofreció Zulema- tengo cerveza o naranjada. -Cerveza -pidió Julio-, así no pierdo la costumbre. -No sé para qué te pregunto, si siempre tomas lo mismo. -Tienes razón Zulema, pero te prometo que la próxima vez tomaré naranjada. -¡Ja, ja, ja!, como quieras. -En ese momento sonó el timbre. -Debe ser Marisa -comentó Julio. Zulema fue a abrir. -¡En efecto, es Marisa! -Hola, Zule, ¿Julio dijo que era yo? -Así es. -Parece adivino. -Julio se levantó de su asiento exclamando: -No le creas, acerté de casualidad. ¿Tomas algo, Marisa? -¿Tienes naranjada? -Sí, ahora te traigo -exclamó Zulema. Otra vez se escuchó el timbre. -Voy a ver quién es -dijo Julio. Tomó el picaporte y abrió-: ¡Jordán! Faltabas tú para completar. Trae otra cerveza, Zulema, que llegó Jordán. -No, está bien. -¿Cómo no?, ¿desde cuándo rechazas cerveza, Jordán? -Zulema trajo las bebidas y luego aconsejó: -Es mejor que se sienten, van a estar más cómodos. -Te haré caso -dijo Jordán. Y luego se dirigió a Marisa-: ¡Vaya, no esperaba encontrarte en casa de Zulema! -¿Por qué no?, es mi mejor amiga. -Ayer te llamé por teléfono y no te encontrabas, más o menos a las ocho. -¡Ah! Estaba aquí. -No te olvides que mañana sábado salimos. -Sí, es cierto, estaré preparada. -Yo tengo más suerte que Jordán -opinó Julio-, mi novia me llama todos los días y cuando no lo hace yo la llamo y la encuentro siempre. ¿No es así, Zulema? -Por supuesto -contestó sonriendo ella. Y le acarició el mentón. Jordán, que estaba ubicado al lado de Marisa la agarró por el hombro exclamando: -En cambio ella parece escaparme, debo parecerle un lobo feroz. Julio soltó la risa, diciendo luego: -No lo creo, tienes aspecto de oveja. -Sacan conclusiones raras -objetó Marisa. Y se levantó caminando hacia una mesita donde tomó una revista. Jordán marchó a su lado diciendo: -Supongo que no pensarás leer. -Quería ver una cosa. -Mírala luego, ahora charlemos. -Entablaron un diálogo general, pero no había un tema predilecto, charlaban de cosas triviales, de cosas sin importancia.
El sábado Jordán se levantó temprano, estaba de buen humor: "A las cinco pasaré a buscar a Marisa a la casa, luego decidiremos dónde ir", pensó. Puso unos discos en el combinado y se dedicó a escuchar
La música inundó el ambiente, el disco se titulaba "Por eso estoy aquí". -Qué maravilla, me gustaría ahora estar bailando con ella. Se ubicó en un sillón reclinándose contra el respaldo. La imagen del rostro de Marisa taladraba su mente, lo perturbaba. "¿Estaré enamorado? Sí, no cabe duda, no veo el momento de estar junto a ella". Trató de pensar en otra cosa más no lo lograba.
Al mediodía almorzó y luego se recostó un rato. A las cuatro de la tarde ya estaba casi preparado para salir, dio los últimos retoques a su aspecto y se dirigió a la calle. "Tengo tiempo -pensó-, tomaré el colectivo". Se tocó el bolsillo y observó que no tenía cigarrillos: "Mejor, no compraré". Caminó despacio y al llegar a la parada tuvo que esperar dos minutos, por fin llegó el micro y ascendió a él. Se lamentó que no hubiese ningún asiento desocupado. Luego pensó: "¿Adónde irá tanta gente un sábado a la tarde?". Al llegar a destino aún no había conseguido sentarse, y se bajó resignado. Consultó su reloj, dieciséis y cincuenta. "Perfecto, llegaré con tiempo".
No pasó mucho rato hasta que pulsó el botón del timbre. Atendió Marisa: -Hola, te esperaba. -¿Cómo te va, preciosa? Veo que ya estás lista para salir. -Así es, podemos irnos. -Ella cerró la puerta y Jordán la tomó del brazo. -¿Qué tal, cómo estás? -preguntó él. -Bien, ¿y tú? -Contento. ¿Vamos al cine? -Bueno. -¿En el centro? -Sí, allí elegiremos la película. -Tomaron un taxi y marcharon al centro.
Caminaban por una calle que estaba llena de cines, eligieron una película dramática, la cual fueron a ver. A la salida se dirigieron hasta la Cuarta avenida y entraron a un bar a tomar algo. -Fue una tarde maravillosa -comentó Jordán. -Bastante linda -opinó Marisa. -Y más porque tú estás conmigo -dijo él. Ella sonrió-. Marisa -prosiguió él-, me gustas muchísimo. -No hablemos ahora de eso. -¿Por qué no?, ¿por qué no vamos a hablar si creo que me enamorado de ti? -No puede ser, Jordán, debes estar engañándote. -No, Marisa, te prometo que... -Escucha, Jordán, hablemos luego de todo esto. -Tomaron las bebidas en silencio.
Y así continuaron durante el viaje de regreso. La mente de Jordán era un torbellino cuando estaban por llegar a la casa de Marisa. Él rompió el silencio: -¿Podemos hablar ahora, por favor? -Jordán tomó a Marisa de los hombros y exclamó-: ¡Te quiero, estoy enamorado de ti! -Por favor, Jordán, recapacita. -Estoy seguro, mi vida, estoy enloquecido por ti, te tengo presente a todas horas del día. -Yo no siento nada por ti, Jordán. -No, Marisa, no... -Me gustas, sí, pero no te quiero. -Marisa, no me defraudes. -La apretó contra su pecho besándola en el rostro. Ella interpuso una mano exclamando: -¡Por favor, Jordán, domina tus emociones! -¿Dominar mis emociones? ¡No puedo hacerlo, ninguna mujer llegó a turbarme como haces tú, no puedes decir que no me quieres! -Lo siento, Jordán, lo único que puedo ofrecerte es mi amistad. -No me tortures, mi amor, di que no es cierto. ¿Qué hago sin ti? -No lo hagas más difícil. -Déjame besarte, Marisa. -No, Jordán, es inútil, mejor será que me vaya adentro. -¡Marisa! -Adiós, Jordán.
Qué destino cruel. Él se tomó la frente con las manos, "¡Qué desdicha!". Se alejó despacio de la casa de Marisa, en su pecho tenía un vacío. "Me siento perdido -pensó-, como desorientado. ¡Marisa!".
El cielo estaba nublado, sus ojos también. La débil luz de la calle apenas si reflejaba su rostro, apenas si se veía su semblante triste. Una gota cayó por su mejilla, todavía no había comenzado a llover.
El joven me miró, había terminado el relato. Le pregunté: -Recuérdame cómo le has puesto al relato de nombre. El joven me miró y me dijo: -Encrucijada de amor. Exclamé: -Es un relato muy interesante. Pero fíjate una cosa -El joven prestó atención-, lo mismo que él, este joven Jordán, hizo con Irene, Marisa hizo con él. -O sea, que es un castigo. Porque Jordán dejó de lado a Irene, Marisa hizo lo mismo con él. -No, no -exclamé-, llámalo destino. De todas maneras hubiera sido así. No todos les caemos bien a todos ni todos podemos enamorar a todos. El joven preguntó: -¿Y por qué la mujer que te quiere no te atrae y la mujer que sí te atrae no le significas nada? -No es tan así -lo corregí al joven-, no es tan así, a veces pasa que vas a un lugar, hay cuatro chicas que se fijan en ti, cuatro que directamente son indiferentes y dos a las que les puedes incluso desagradar. -¿Desagradar, por qué? -Porque no hay una sintonía. -Explícate, por favor, explícate, Alex. -Claro. La empatía entre dos personas se basa en la sintonía con la cual vibras. -Entiendo. O sea, que para que una persona esté enamorada de ti tiene que vibrar en tu sintonía. -De alguna manera es así, de alguna manera es así. Hay muchos tipos de amor, está el enamoramiento. El joven me preguntó: -¿Y en qué se diferencia del amor? -¡Je, je! El enamoramiento es como un deslumbramiento, como una ilusión, sientes que el corazón te palpita más rápido pero es una estrella fugaz, como la llama de un fósforo: ¡Ffff!, se apaga enseguida. El amor es duradero. -¿Y amor y querer no es lo mismo? -preguntó el joven. -No, no es lo mismo. Querer es tratar a la persona como si fuera un objeto, es desearla. -¿El amor no desea? -Sí, pero es distinto. El querer cela, el amor no cela. El querer manipula, el amor no. El querer se encapricha, el amor no: el amor brinda. -¡Pero si yo quiero brindo también! -No, no, es algo ficticio. A propósito, nos hemos reunido varias veces y nunca me has dicho tu nombre. Yo te di el mío, Alex Malbrán, ¿cuál es el tuyo? El joven sonrió y dijo: -Mi nombre es Jordán. -Lo miré, hice una sonrisa con una mueca de pena. -Tú eres la persona del cuento. -Correcto. -Lo lamento, es una historia triste. Pero ponte en lugar de Irene. -Lo hice. Pero hice bien en decirle que no, porque no sentía más que una simpatía. ¿De qué me servía seguir saliendo? -¿La entiendes ahora a Marisa? -No. -Jordán, a Marisa le pasaba lo mismo que a ti con Irene, le gustabas como persona pero no sentía nada a nivel amor. Hubiera quizá salido contigo unas semanas más si no le declarabas tu amor, pero vio que ya no tenía sentido seguir porque te hubiera hecho crecer la ilusión, al igual que tú lo hiciste con Irene. ¿Entiendes ahora cómo es el rol de las personas? No siempre amamos a la persona que te ama y muchas veces la persona que sí te ama de corazón, a ti no te moviliza por dentro, a ti no te sacude tu interior. -¿Y qué hago ahora de mi vida? -¿Me estás hablando en serio? -pregunté. -Sí. -Jordán, tienes casi la mitad de mi edad, tienes toda la vida por delante, puedes conocer infinidad de personas. ¿Cómo un chico como tú va a decir qué hago con mi vida? -El joven recapacitó. -Verdaderamente creo que en un momento hablamos de que no existe la casualidad sino la causalidad, el hecho de que nos hayamos encontrado y que yo haya relatado en un escrito parte de mi vida, me sirvió para que reflexione sobre la misma. -Así es, Jordán -le dije yo-, y eso me permitió orientarte. Con el amor no se juega, con las personas no se juega. Las personas no son juguetes, son seres humanos que merecen respeto. -Yo la respeté a Irene. -No, la has dejado ilusionar demasiado tiempo. Marisa no hizo lo mismo contigo, te cortó a tiempo para que no te ilusiones tanto. Pero tú actuaste cobardemente, lo cual no hizo Marisa contigo. Tú dejabas pasar el tiempo y no te atrevías a decirle a Irene que no sentías nada por ella. Y Julio te lo decía y te lo volvía a decir y tú no te animabas. -Me daba pena lastimarla. -¿Y al final qué has hecho, al final no la has lastimado? De eso se trata la lección de vida. A ti te dolió, obviamente, que Marisa te lastimara. -Correcto. -¿Pero tú piensas que ella lo hizo a propósito? -No, no, sé que es una buena chica, pero si no sentía nada por mí no podía hacer otra cosa. -¿Entiendes ahora? Tú eres un buen joven, tu error fue alargar el noviazgo con Irene, ese fue tu error, y de alguna manera has jugado con sus sentimientos. En cambio Marisa no jugó con tus sentimientos, apenas tú confesaste los tuyos ella te dijo que no. ¿Cuántas veces Irene confesó sus sentimientos para contigo y tú te callabas? -Es verdad, es verdad -confesó Jordán-. Disculpa que te tutee, pero nos conocemos hace varias noches... ¿Vas a volver pronto a Madinesia o te quedarás un tiempo, Alex? -No, me quedaré un tiempo, aprovecharé para conocer bien Ciudad del Plata, que es bastante grande. -Mira, tengo un grupo de amigos, la mayoría son de mi edad, pero no importa que tú seas más grande, eres una persona con chispa. -Explícame la palabra chispa porque me imagino que debe ser un lenguaje coloquial de Ciudad del Plata. -Claro. Persona con chispa significa persona lista, atenta, alerta. No eres como otras personas grandes, que son lentas de entendimiento. -Ahora entiendo lo que quieres decir. Acepto, acepto. Entonces nos veremos, nos encontraremos aquí y tú me llevarás a conocer a tus amigos. -Nos estrechamos la mano.
Y le dije: Gracias por el relato, espero que hayas aprendido la lección. Los objetos se tratan como tales, los seres humanos se tratan como seres humanos, con respeto. Sonreí y me marché.
Sesión 19/04/2021 Todo le iba bien pero deseaba expandirse en sus actividades medicinales, pensaba también en otros campos incipientes. Conoció un personaje que se brindó a ayudarle con un plan magnífico, justo para él, un proyecto tan interesante como irreal.
Entidad: Mi nombre es Rarda-El, plano 3 subnivel 9. Voy a retomar la vida de Alex Malbrán, dejo que el rol se exprese.
Había nacido en Itocod, Madinesia, al este de Defernes. Estudié mucho, comencé a trabajar en una planta de productos medicinales hasta que logré la jefatura. La empresa quería extenderse, crecer, abarcar; me propusieron instalar negocios en Plena, antes de ello mostrar la ventaja de nuestros productos medicinales. El viaje fue larguísimo hicimos escala en Cabo Verde, la ciudad más al sur del continente Arbus, y de allí al sur del nuevo continente, a Plena. En Plena viví muchas historias, muchas vivencias me encontré con un joven que me contó una historia dramática. La historia en sí fue sencillamente una anécdota pero me enseñó a conocer un poco más el interior de las personas, me enseñó a conocer cómo a veces alguien recibe lo que da, para bien o para mal.
Pero volviendo a mi tarea... Me había comunicado con varias empresas para vender mis productos medicinales. En realidad a las empresas les convenía porque el precio que yo ofrecía era mucho más económico que los mismos productos que se traían de Beta, el país del norte. Pero no todo es tan sencillo, esas mismas empresas a las que le ofrecíamos los productos dudaban, con un refrán que hoy, en este presente se utiliza en Sol III: "Lo barato sale caro". Como queriendo decir: "Si usted, Alex Malbrán, nos ofrece productos de Madinesia a precios tan bajos, nos hace dudar de la calidad de los mismos". Una y otra vez repetía que los productos eran buenos, simplemente teníamos bastante stock y podíamos hacer precios acomodados. Pero eran obcecados y no entendían, o mejor dicho, no querían entender. Lo que al comienzo me pareció sencillo, con el tiempo me resultó muy muy difícil.
Me sentía no con angustia pero sí con cierto desánimo, no estaba triste pero sí como defraudado. Siempre dicen que cuanto más alto es el objetivo más te frustras si tu proyecto fracasa.
Vi que había un club hípico. Como yo era representante de una empresa y jefe de una planta no tuve ningún problema al entrar en el club como invitado. Me tomé un highball, un combinado, y vi a un joven que yo lo había visto antes, en dos oportunidades, incluso una vez había conversado con él. El joven me miró y me sonrió, y me hizo una seña. Yo estaba en la barra y me fui a sentar con él. -Te recuerdo -le dije-, tú eres Jorge Clayton. -Así es. Tú eres Alex Malbrán, de Madinesia. ¿Cómo te ha ido con los productos?
Le expliqué la situación, le expliqué que en realidad yo tenía un trabajo y a su vez trataba de hacer más dinero. -¿Cómo? Y le expliqué: -Hay algo que recién está saliendo, algo nuevo, productos distintos a los medicinales, productos para fabricar ordenadores pequeños. -¡Vaya! -me dijo Clayton-, justamente tengo un conocido que tiene una empresa para hacer ordenadores portátiles. -Me pareció sorprendente porque en los años setenta del siglo XX, aún ni siquiera en Beta, se conocían los ordenadores portátiles. Pero Clayton me cambió de tema-. Me interesa lo otro; ¿qué tipo de productos medicinales fabrican en Itocod, Madinesia? -Le expliqué: -Tenemos infinidad de productos, sería muy largo nombrar la acción terapéutica de cada uno de ellos, pero aquí las empresas aún no teniendo todos los productos que nosotros ofrecemos, el hecho de venderlos a un precio más bajo les hace pensar que son de mala calidad. Clayton me preguntó: -¿Son genéricos? -En realidad -le respondí a Clayton-, toda medicación es genérica, lo que pasa que vosotros en Plena tenéis la costumbre de llamar medicación genérica a los que no son de laboratorio de marca y pensáis que si no son de laboratorio de marca la calidad va a ser inferior, incluso los mismos médicos que os atienden dicen exactamente eso, tú tienes tal dolencia tienes que comprar tal producto, pero de ese laboratorio. Clayton me dijo: -¿Y en qué ves mal, Axel, que así sea? ¡Perdón, Alex, je, je! Lo que pasa que tengo un amigo íntimo llamado Axel, ya te contaré de él. Le dije: -Está bien, pero continúa con lo que me estabas diciendo. -Alex, ¿qué es lo que ves mal en los médicos? -En su trabajo nada, en su trabajo, Clayton, está todo perfecto. El problema es que venden determinado producto medicinal porque cobran una comisión. Vienen visitadores médicos con su maleta, les dejan muestras y les dicen: "A este paciente dele esta muestra", para que este paciente "se acostumbre" a consumir esta muestra. "Luego le haces una receta y por cada unidades que vendas cobrarás una comisión". Clayton me dijo: -Pero Alex, no está mal en tanto y en cuanto la medicación cumpla con su cometido. -Sí, pero no deja de ser una mala jugada para otras empresas medicinales. Clayton me preguntó: -¿Y tú tienes plata para invertir en las piezas de ordenadores? -Algo tengo. -¿Por qué no inviertes en algo mejor? -Te escucho -le respondí. -No es que quiera ser un entrometido y no tienes obligación de contestarme, puedes decirme mucho, poco sin darme cifras, ¿pero cuánto ganas como jefe de productos en Madinesia? -Le dije una cifra y me respondió-: Mira, Alex Malbrán, Plena es un país en desarrollo, no es un país tan industrial como Beta en el norte, sin embargo un jefe aquí gana más del doble de lo que tú ganas en Madinesia. -¿Tanto? -pregunté. -¿Tanto? -Me imitó Clayton-, en Beta ganan cuatro veces más. -Bueno, pero a mí me alcanza. ¿Pero qué me decías, tú tenías alguna propuesta? -Sí. Entiendo que tú como jefe de productos medicinales tienes la fórmula de genéricos de todos los medicamentos. -Correcto. Así es. -¿Y no sería importante el instalar una planta de productos medicinales aquí en Plena? Ya no te estoy hablando de vender productos a otras empresas, que tú tengas tu propia empresa. Lo miré a Clayton y le dije: -Quizá tú vivas en las nubes, traducido significa: Vives en un mundo de ilusión. ¿Piensas qué es imaginar una empresa y a la semana ya está construida, tienes gente trabajando, armas un laboratorio? -Espera, espera -me dijo Clayton-, yo no te estoy diciendo eso, te estoy diciendo que puedo ayudarte a formar esa empresa. -¿A cambio de qué? Clayton me dijo: -A cambio de nada. A lo sumo cobraré un 10% de las ganancias. -¿Y los gastos? -Yo me hago cargo, tengo fortuna. La empresa de este amigo que trabaja fabricando ordenadores portátiles lo ayudé yo a construirla. -¿Y tú qué ganas con eso? -le pregunté. -El afán de ser útil, el afán de ver que la gente progresa, el afán de que las empresas dan trabajo a gente que no tiene. Plena no es como Beta, es un país en desarrollo. Le respondí. -Ni hablar entonces de Madinesia, Madinesia está rodeado de un conjunto de islas. Y sí, es cierto que ganamos menos, pero bueno, es lo que tenemos. -¿Te animarías, Alex, a instalarte aquí? -Me animaría, sí. -¿Y qué dirías a los directivos de Madinesia? -Nada, renunciaría. Perdería la indemnización, pero bueno, trabajaría aquí. Obviamente -le dije a Clayton-, esto no se hace de un día para el otro, hay que hablar con abogados, con escribanos, o sea con notarios, hacer contratos y por sobre todas las cosas hablar con hacienda para que apruebe, y con el ministerio de salud para que vea el tipo de genéricos que vamos a trabajar. Y también les tenemos que poner las marcas de fantasía a cada genérico. -Eso es fácil -me dijo Clayton-, tengo conocidos en el ministerio de hacienda, tengo conocidos en el ministerio de salud. -Me sorprendió. -¿Cómo siendo tan joven tienes tantos contactos? -Por la sencilla razón de que tengo dinero, el dinero mueve al mundo. -Entiendo. Y tú haces negocios. -No, yo diría más bien que hago beneficencia, he ayudado a mucha gente sin pedir nada a cambio. En este caso este 10% que te pido como participación no va a ser para mí, va a ser para fortalecer las fundaciones que tengo. -¡Vaya! ¿Tienes muchas fundaciones? -Sí, para ayudar a muchísima gente: a madres solteras, a niños adolescente y adultos con capacidades diferentes, a personas con riesgo de salud... Y muchísimas fundaciones más: contra el cáncer de mama, contra el cáncer de colon. -¿Y tú has logrado todo esto? -pregunté. -He logrado todo esto y más, y me hace muy feliz el poder ser útil porque si en esta vida venimos únicamente para pasar el tiempo, ¿qué nos diferenciaría de los vegetales? Está bien, lo digo en el sentido metafórico, los vegetales nos dan oxígeno, nos dan vida, ¿pero qué más? Nosotros como seres humanos no tenemos que vegetar, somos acción, somos movimiento, somos utilidad, si el ser humano no brinda utilidad no es útil ni siquiera para sí mismo. -Vaya -respondí-, eres bastante maduro para tu edad. -¡Je! Ya te contaré, he pasado muchas cosas. -Miró su reloj y me dijo-: Tengo que irme. -Espera, ¿quién ese Axel del que me hablabas? -Un joven que trabajaba en una empresa farmacéutica y sabe muchísimo de medicamentos. Y en este momento está sin trabajo, la empresa farmacéutica quebró. Y si montamos este proyecto podrías darle trabajo. -Estoy como abrumado. Déjamelo pensar, Clayton, no quiero tomar la decisión de un momento para el otro, déjamelo pensar. -O me llamas tú o te llamo yo. Mi teléfono tiene contestador, cualquier cosa me dejas grabado el mensaje. O yo lo dejo grabado en tu teléfono. -Nos estrechamos la mano y Jorge Clayton se marchó.
Me quedé pensando en el proyecto, me parecía interesante pero como algo irreal. Me sentí abrumado por todas las cosas que me contó Clayton, ¿sería tan así? Bueno, él mismo tenía contactos con notarios, con abogados. Yo también tenía los míos. Y me gustaría también que me presentara a la gente del ministerio de salud y del ministerio de hacienda para conversar yo personalmente con ellos. Gracias por escucharme.
Sesión 02/06/2021 No todos los dones son maravillosos y placenteros, algunos son duros de llevar. Pero se pueden controlar. En una conferencia de genética coincidió con un asesor espiritual. La entidad lo comenta en una vida en Ran II.
Entidad: Entiendo que a distintas unidades biológicas les ha sucedido lo mismo que me pasa a mí, repetimos situaciones, circunstancias, momentos, vivencias similares a la vida actual, porque en esta vida volvemos a experimentar situaciones parecidas a las de otras vidas, que no necesariamente tienen que ser iguales, por la sencilla razón de que pueden ser otras regiones, otros mundos y, obviamente, otras épocas.
Mi nombre era Uman, Uman Canselo. Era joven, me había recibido hace poco en genética con muy buenas notas y había llegado a Ciudad Central, la ciudad principal de Ran II, donde estaban los mayores genetistas del planeta. No es que me sintiera intimidado porque me respaldaba en mi conocimiento, pero obviamente había genetistas de más de treinta años de antigüedad en la materia y seguían estudiando, experimentando. Y bueno, había venido a aprender porque entiendo que es algo que nunca se termina. Para muchos puede resultar una tortura, para mí era dicha, el seguir aprendiendo, el seguir leyendo, el seguir entendiendo.
Y me consideraba un joven lógico, analítico, pero tenía una virtud que al no saberla dominar, al no poder manejarla la consideraba una tortura. Pensaréis "¿Cómo una virtud puede ser una tortura?", porque tenía el don de la empatía. "Claro -pensaréis-, es bueno ser empático, uno empatiza con la otra persona". No no no no no; no me refiero a eso. Yo era empático, iba más allá de la empatía, podía sentir la vibración densa de mi entorno y más si eran personas cercanas, amistades, conocidos que de repente me relataban su drama. Y lo llegaba a sentir como mío.
Pero mi don de empático era tal que carecía de filtro, el filtro necesario para que no me afecte y entonces la tristeza del otro era mía. Y eso me quitaba energía al punto de deprimirme, de sentir angustia, de sentir ansiedad. Había noches que me sentía tan vulnerable que me cogía una situación especial similar a lo que conocéis como ataque de pánico. Pero era analítico, metódico y de alguna manera lo controlaba pero no me hacía bien, no me hacía bien, para nada.
No quería, el tiempo que estuviera en Ciudad Central, vivir en un hotel, así que renté un apartamento. Y fui a una conferencia importante donde exponían dos de los mayores genetistas del momento: Alexis Anasio, locuaz, seguro, firme, y por el otro lado Raúl Iruti, también locuaz pero principalmente mezclaba sus tesis de genética con relatos donde ponía dosis de humor, y eso hacía que el público se sintiera cómodo.
Me habían referido, de la ciudad donde había nacido, que en Ciudad Central estos dos eximios genetistas se complementaban y tenía entendido que eran muy amigos, casi hermanos. Pude conseguir un asiento cercano al escenario y escuché con gozo las conferencias. A su vez cada uno llevaba una holotableta donde tenían libros digitales de estos eximios maestros. Transferí varios créditos para que en mi holotableta comprara dos libros de cada uno de ellos. Mucha gente los rodeaba para que pusieran en la holotableta su firma digital, como antiguamente se hacía en los libros de papel donde se dedicaba una firma a la persona. Me acerqué pacientemente hasta que llegué a ellos, a Alexis Anasio y a Raúl Iruti, y humildemente les pedí que me hicieran su firma digital. Me preguntaron mi nombre. -Uman, Uman Canselo. Ituri me dijo: -Un gusto. ¿No eres de aquí, no? -No, soy recién recibido, pero me ha servido de mucho el haber grabado vuestra conferencia, tengo el anhelo de seguir aprendiendo. Alexis Anasio me preguntó: -Uman, ¿por cuánto tiempo te quedarás? -Me encogí de hombros. -No lo sé. -Te propongo algo ya que eres nuevo aquí. Estamos dando algunos cursos con nuevas materias de genética, anótate, no son costosos para nada, incluso si no puedes te damos una beca. Le agradecí enormemente a Alexis Anasio y le dije: -Sí, cómo no voy a aceptar, es lo que yo buscaba, es lo que yo quería, es lo que yo deseaba.
Raúl Iruti me miraba, y si bien yo era empático no notaba en él ninguna emoción, todo lo contrario, notaba cierta armonía en su campo áurico. Evidentemente, y quizá no tan evidente, evidente para mí, no para los demás, pero notaba como un don empático también en Raúl Iruti.
Sin que yo dijera nada me preguntó: -Apreciado Uman, percibo como cierta inquietud en ti. -Alexis lo miró a su compañero Raúl, le hizo un gesto y se alejó. Me quedé solo con el experto genetista. Iruti me dijo-: Percibo como que tú tienes el don de la empatía. -Sí -le dije-, pero... -Me hizo un gesto. -Entiendo donde quieres llegar. Ese don que tienes es un don que te sobrepasa. -¿En qué sentido? -pregunté. -Es como si tú manejaras un carro y por un momento perdieras el control del mismo. -Me sentí incómodo. Me habían invitado a un curso de perfeccionamiento de genética y no era el momento de hablarle de mi problema. Como si Raúl Iruti leyera mis pensamientos, me dijo-: Prácticamente no estoy trabajando en genética, eso no significa que deje de estudiar porque estudiar es maravilloso, no importa la edad que tengas. -Lo miraba sorprendido porque él me doblaba en edad y sin embargo no perdía la atracción del estudio. ¡Qué maravilla! Le dije: -Es cierto que a veces siento como que no controlo ese carro pero creo que no es momento para incomodarlo. -Uman -me respondió-, no me incomodas para nada. -Sacó su holomóvil y me pasó a mi holotableta su tarjeta digital-. Aquí tienes mi dirección personal y mi número, para que te puedas comunicar cuando lo desees. -No entiendo, pensé que me iba a dar la dirección del curso. -Eso te lo dará mi amigo y hermano, Alexis Anasio. -Explíquese, porque me siento perdido. -Te lo aclararé. Disfruto de mi trabajo como genetista pero no me completa, me complemento con mi otro trabajo como asesor espiritual. -¿Cómo es eso? -Claro, atiendo en consulta personal a personas que tienen determinados inconvenientes que no pueden llegar a dominar y que les puede afectar. -¿Por ejemplo? -No podría darte un ejemplo, hay cien situaciones distintas, porque cada persona es un mundo. -¿Me está diciendo de que usted, profesor, podría ayudarme en mi tema? -Seguramente que sí, pero no hace falta que me cuentes nada ahora, estamos rodeados de cientos de personas hablando de la conferencia. Comunícate a mi holomóvil en el momento que lo desees y sin ninguna presión, no es obligación que lo hagas. -No, no, pero me interesa. O sea, ¿podría hacer el curso de perfeccionamiento genético pero a su vez usted podría atenderme en forma personal, en esa rama que usted llama asesoría espiritual? -Correcto, apreciado Uman. -Bien. En la semana me estaré comunicando, si le parece bien. -Me parece más que bien, me parece perfecto. -Nos estrechamos la mano con afamado genetista y me marché gozoso de la conferencia.
Quizás en un par de día me comunicaría con él y podría comentarle mi problema, esa virtud de ser empático y que no podía dominar, al punto tal de provocarme debilidad energética debilitando mi aura, afectando mi interior. Ahora comería algo y luego descansaría, mañana sería otro día.
Sesión 19/03/2024 La entidad creció dominado, superprotegido por su madre, que le mostraba permanentemente rol de víctima. Se alistó en la Flota de Sargón, ascendió hasta teniente y fue propuesto para estar en la nave crucero, con un capitán planetariamente reconocido.
Entidad: A veces hacemos cosas que nos ponen orgullosos de nosotros mismos, hablo de orgullo sano, pero en realidad muchas de esas veces somos forzados por situaciones externas.
De pequeño ni siquiera conocía al sistema Sargón, vivía en el sistema Éradon donde su tercer mundo, el nuestro, era el único habitado del sistema. Pero sí habíamos llegado primero a conquistar nuestro sistema solar siglos anteriores, y ahora ya hacíamos viajes interestelares. Siendo preadolescente -tendría trece, catorce años cuando nuestro sistema Éradon se adhirió a la Federación Sargón-, lo primero que hice fue inscribirme en la Flota.
Nunca supe de mi papá, me crié con mi madre, Imelda, una persona muy posesiva, muy manipuladora, y cuando no podía manipular hacía rol de víctima: -¡Ay! Nico, Nico, para ti ni valgo nada. -Madre -le respondía-, vivo pendiente de ti, vivo pendiente de tus necesidades. -Y se reía. -¡Ja, ja, ja! Me río para no llorar, eres un hijo desagradecido, te di la vida. -Madre lo tengo en claro. Una, porque estudié biología. Dos, porque no pasa un día sin que me lo digas. -¿Entonces lo reconoces? -Sí, madre. ¿Y tú reconoces todo lo que hago por ti? Estudio y a su vez trabajo en una oficina, todos los créditos los dejo en nuestra cuenta conjunta, yo no gasto nada. -Pero era imposible hacerla razonar. Entonces me anoté en la Flota Estelar de Sargón como cadete.
A mis dieciséis años, con enormes y duras pruebas porque era nuevo, las naves de Sargón eran distintas a las de mi sistema natal Éradon, sin embargo me recibí de alférez, estudiaba, prestaba atención.
Quizá no muy seguido, pero iba hasta Éradon a visitar a madre Imelda. -Claro, te han vuelto a ascender ahora que ya has cumplido veinte años, eres el teniente Nico Abella, te debes sentir orgulloso. -Me siento orgulloso madre. -¡Ja, ja, ja! ¿Orgulloso por qué, porque dejas a tu madre tirada? -Madre, ahora que me han ascendido de cadete a alférez y de alférez a teniente gano tres veces más de lo que ganaba de joven en aquella oficina. Apenas si me quedo con créditos para mí, ya no tenemos cuenta conjunta, te abrí una cuenta para ti, puedes gastar lo que quieras. Tienes amigas en el poblado, sal... -Claro, mis amigas dicen: "Mi hijo Rafadón se casó, pero viene todos los días con mi nuera". "Mi hija Labrina viene seguido a verme y me trae regalos, y mi yerno me quiere". Así son todas mis amigas, y me preguntan: "¿Y tu hijo, el teniente Nico Abella?, debes estar orgullosa de él". Y a mí me caen las lágrimas y le digo: "Está en un mundo lejano". Y me dicen: "Pero Imelda, Sargón no es tan lejos". "¡Para vosotras, que tenéis a vuestra familia cerca! No tenéis un hijo desagradecido que no se ocupa de su madre". -No había manera de conformarla, era imposible.
Pero tuve mucha suerte. Cuando me inicié como cadete tenía un instructor, un teniente que era severo, pero de palabra maltrataba a los cadetes. Cuando ascendí a alférez no lo podía creer, había quedado bajo el mando nada más ni nada menos que de Alexis, el capitán más importante de la Federación Sargón. Obviamente, únicamente para la parte de ejercicios y entrenamiento. Pero conversaba con él, no era una persona creída por ser capitán, era humilde, sonreía, pero severo, muy estricto en los entrenamientos. Pero nunca, nunca nos despreciaba ni nos maltrataba de palabra, si nos equivocábamos, obviamente nos hacía hacer el ejercicio una, cinco, diez, cien veces hasta que nos saliera bien, pero no nos retaba ni nos decía 'inútiles', al contrario, nos daba fuerza, moral. -Vosotros podéis, vosotros podéis. Vamos hacedlo de nuevo.
Y me sentía orgulloso de practicar nada menos que con el capitán Alexis. Y cuando me ascendieron a teniente, el capitán fue el primero, el primero, que vino a felicitarme. Y me dijo: -Estimado teniente Abella, no pienses que porque ya eres teniente vas a aflojar tus ejercicios, vas a aflojar tu entrenamiento en combate, al contrario vas a ser más responsable que nunca. Y él mismo se encargaba.
Había tres tenientes más a los que les enseñaba en forma personal, el teniente Kamal, el teniente Balsertán y el teniente Alserván, con quienes yo notaba que tenía cierta confianza.
Pero una tarde me llamó: -Teniente Nico Abella. -Ordene, mi capitán. -Venga conmigo. -Yo temblaba, ¿habré cometido algún error, habré hecho algo malo, tendré un parte de amonestación? Fuimos al comedor de tropa había muy pocas personas, nos sentamos a una mesa en el fondo-. Tome asiento y relájese. -Pero mi capitán... -Nada, relájese. No vamos a hablar de la parte militar ni de los ejercicios, veo que a veces su mente está en otro lado. -Mi capitán, le ruego que me disculpe, prometo poner más atención. -Calma. Te llamas Nico de nombre, ¿no? -Sí, mi capitán, Nico Abella. Nací y crecí en el sistema Éradon. -Lo sé, vi tu foja de servicios, vivías con tu madre Imelda. -Me sorprende mi capitán, sabe bastante de mí. -Como de ti y como de todos los demás, es mi tarea. -Sé, mi capitán, que ha hecho muchísimas misiones de combate, de exploración y es muy famoso en la flota. -Tranquilo, tranquilo Nico Abella, vamos a hablar un poco de ti. -Vuelvo a repetirme, mi capitán, voy a prestar más atención, no quiero que me vea que estoy distraído. -Está bien, tranquilízate. Explícame por qué a veces te veo pensativo, como en otro lado. Entonces le conté: -Prácticamente no conocí a mi padre, me crié con mi madre. Cuando yo era muy pequeño era muy muy sobreprotectora y eso no era bueno porque me hacía débil, porque me hacía vulnerable, porque no me permitía crecer. Pero ya pasando los once, doce años empecé a estudiar y para que madre no gaste de sus créditos hacía pequeños trabajos de oficina, obviamente en mi mundo natal. Pero claro, madre trabajaba en casa y como yo estudiaba y trabajaba ella cambió. -¿En qué sentido? -En que dejó de ser la madre sobreprotectora pera ser la madre que reprochaba. -¿Qué te reprochaba? -Mi capitán, que la abandonaba. -Pero tú no la abandonabas, estudiabas y trabajabas, y entiendo que le dabas los créditos. -En ese momento teníamos una cuenta conjunta, sí, pero yo prácticamente no gastaba. Tenía amigos, pero casi no salía. -¿Entonces? -Y cada día era peor; hacía rol de víctima, se peleaba, buscaba cualquier excusa para pelearme. Si llegaba temprano: -Hoy dejaste la oficina temprano, ¿por qué, Nico, te peleaste con tus jefes? -No, madre. Si llegaba más tarde: -Te has ido por ahí, has conocido a una niña y te has ido de aventura. -No, madre, me quedé terminando un memorándum. Pero no había caso mi capitán, no había caso. Me quitaba fuerzas, me extenuaba, me cansaba. ¿Me permite ser directo mi capitán? -Adelante, teniente. -Sé que usted es estricto con los ejercicios, pero después ceno liviano, tomo una bebida caliente, caigo rendido en la cama y duermo hasta que el holomóvil me despierta. En cambio, la forma en que me extenuaba mi madre era más corrosiva, mucho más corrosiva que el cansancio del gimnasio militar porque no podía dormir y era enemigo de tomar algún comprimido calmante. -¿Y entonces? -Entonces, mi capitán me anoté. Apenas el sistema Éradon se afilió como mundo participante a la Federación Sargón, me alisté como cadete. Usted mi capitán me conoció cuando me ascendieron a alférez. Lo recuerdo perfectamente porque el primer teniente, cuando era cadete, nos maltrataba verbalmente. A usted, mi capitán, nunca lo escuché decir nada inapropiado. ¿Qué nos exigía? Muchísimo más que cualquier otro capitán. ¿Qué quedábamos extenuados? Pero sin ninguna duda. ¿Pero sabe qué, mi capitán? Usted nos daba valor, usted, mi capitán, nos respetaba, lo que nunca logré con mi madre, que me respete. Todo lo que hacía por ella no me lo reconocía. Y a veces voy a verla y en lugar de ponerse contenta, "¡Nico has venido!", al revés, "¿A qué has venido?, si prácticamente eres un desconocido para mí. Mira tus amigo, se han casado, tienen novia, y todos los días ven a su madre". ¿Qué le podía responder?, "¡que no son como tú, que no hacen pedazos moralmente al hijo!". Si le llegaba a decir algo así le cogía un ataque de ira, y hubiera sido insoportable estar con ella. -O sea, teniente, ¿que estás en la tropa para escapar de tu madre? -No voy a mentir, al comienzo me alisté para alejarme de ella, pero hoy pongo todo mi empeño. Yo no sé si usted me ve, mi capitán. -Te veo. Te veo el empeño que pones, el tesón, la voluntad, y por eso quería hablar contigo. -No entiendo. -Sabes que vamos a entrar en guerra con los fungos. -Sí, mi capitán. -Elegí a tres tenientes: Alserván, Balsertán y Kamal. Tú, teniente Abella, eres el cuarto teniente que irá en mi crucero. -Mi capitán, no lo puedo creer. -Me puse pálido. El capitán Alexis frunció el ceño. -¿Te parece demasiado? -¡No no no no, mi capitán, es un honor, es un honor! -Lo tomé de las manos e inmediatamente lo solté-: Disculpe mi exceso de confianza. -¡Ja, ja, ja! -Sonrió el capitán, pero no con tono de burlas sino con tono condescendiente y empático. Era una persona tan fácil de ganar el afecto de la gente...-. Ahora te toca entrenar, teniente, pero vamos a seguir conversando. Necesito, por ti y por mí, que te saques todos esos traumas, porque el problema no es tu madre. -No entiendo, mi capitán. -Tu madre es como es, pero tú no tienes porque caer en sus redes. -¿Cómo, mi capitán?, no entiendo la expresión. -Claro, ella te pone una trampa de rol de víctima, cuando caes en esa trampa te manipula. Bueno, te enseñaré a que no caigas más en esa trampa, a que sus palabras te resbalen. -Pero, mi capitán, discúlpeme que lo contradiga, ¿pero eso no me convertiría en un ser indiferente? -No, no, no te confundas, no te confundas, indiferente es aquel al que nada le importa. A ti te importa tu madre, ¿pero sabes lo que veo?, que no te importa mucho tu persona, como que no te respetas. -Yo siento que..., yo siento que me respeto, he logrado el llegar a teniente sin favores de ningún tipo. -Pero no te respetas en tu parte interior porque sigues con la mente enlazada a tu madre. Tienes que cortar ese cordón umbilical, ese cordón umbilical, mental. Y te voy a mostrar cómo hacerlo. Y eso no es ser indiferente, apreciado teniente Nico Abella. Y ahora basta, a hacer los ejercicios de combate, muy breve ya te estaré viendo en el crucero conmigo. -El capitán Alexis se paró. Me paré a la par y le hice un saludo militar-. Descansa -me dijo-, descansa porque en veinte minutos te pondrás ropa de fajina y nos veremos en la práctica. -Así será, mi capitán.
Sesión 28/03/2024 Ya estaba en misión, en el segundo navío más importante de Sargón. Su puesto consistía en conocer en todo momento el estado físico y mental de todo el personal, toda la tropa debía estar en perfectas condiciones de combate. Se sentía útil en su trabajo.
Entidad: Siempre me ha parecido que la improvisación estaba hecha para personas incapaces de planificar, no aptas para diagramar tácticas o estrategias. Por los hechos aprendí que no era así.
Estaba intranquilo porque ya estaban partiendo de órbita de Sargón muchísimos cruceros, al igual que de la órbita de otros sistemas estelares pertenecientes a la Federación para neutralizar el ataque de los fungos. Estaba intranquilo porque miraba en mi holotablet la lista de convocados y no figuraba. Evaluaba si quedarme en la base era lo más seguro, pero me mortificaba el sentirme una persona descartable, creo que a nadie le gusta ser descartable.
De repente escuché una voz detrás mío: -Teniente Nico Abella. -Me di vuelta, me sorprendí: el capitán Alexis. -Mi capitán... -Vamos, ven conmigo. ¿Tienes todo? -Sí, mi capitán. Llevo conmigo la mochila con traje de combate, el traje espacial especial. -Con eso basta. -Mi capitán, ¿voy en su crucero? -Sí, vienes conmigo. Preséntate directamente en la puerta doce, ve a teletransporte. Lleva este pase -Era un pequeño chip holográfico-, automáticamente serás teletransportado al crucero que yo comando. Yo voy en unos instantes, espero al teniente Kamal. -Sí, mi capitán.
Hice lo que me dijo. Veinte minutos después apareció el capitán Alexis en la sala de teletransportación del crucero. Me explicó una serie de condiciones. -Tengo entendido de que tú, tal cual me has contado en la última conversación, eres del sistema Éradon. -Correcto, mi capitán. -Bien. Y entiendo que te has anotado en la flota originalmente porque tu madre Imelda era una persona absolutamente demandante. -Así es. -Mira, se aproxima una guerra bastante bastante fuerte, si te fijas la sala de holoordenadores verás que hay cuarenta y ocho alféreces trabajando, cada uno en su especialidad. -Dígame, por favor, capitán, cuál sería mi rol. -Bueno, tienes conocimiento en lo que es sanidad, no estoy hablando de que haya heridos en la nave es un navío que tiene protecciones energéticas y de ultragrafeno, pero he visto en todas las misiones que he cumplido exitosamente gente de la tropa que por ansiedad, por depresión, por expectativas, no por miedo, pero el estar expectante desgasta muchísimo y hay gente que se descompone del aparato digestivo, del aparato respiratorio. Esto te lo alcanzo, es un micro holocomputador de diagnósticos, simplemente lo pones frente a la persona y te da la lectura del problema que pueda tener. -Mi capitán -le dije-, si estamos hablando de expectativa estoy seguro que hago mi propia lectura con este ordenador de diagnóstico y no me va a salir bien. -Tranquilo, tranquilo, Nico. -Me sentí extraño de que me llamara por mi nombre y halagado por la confianza. Obviamente yo mantenía la distancia reglamentaria, jamás le iba a decir Alexis a secas salvo que él me lo autorizara. -Me voy a ocupar, mi capitán. Pero permítame que cualquier consulta lo interrumpa. -Estamos en un navío de combate, es el segundo navío más importante de Sargón al cual le hice muchísimas modificaciones, principalmente la sala de ordenadores. Si no has comido nada ve al comedor que queda en el pasillo doce. -Así lo haré.
Y pensé, no creo en cábalas tampoco soy supersticioso, soy muy pragmático muy realista, el hecho de que la sala de teletransporte esté en la puerta doce del espaciopuerto de Sargón y ahora el comedor del crucero en el pasillo doce, faltaría que mi camarote..., me fijé en mi holotablet y sonreí: era el camarote doce. Todavía no sabía con quién lo compartiría. Pero me dediqué a comer bien, pero lo justo y necesario. A veces estando en la base o en alguna ciudad dormitaba un poco por la tarde, aquí no, en el crucero estaba siempre alerta, no importa la función que cumplieras. Pero me hizo bien, me hizo bien porque me sentí útil, me sentí importante, no me sentí devaluado. Durante muchos años, por quejas de mi madre, por manipulaciones, por recriminaciones me hacía sentir un inútil, recuerdo las veces que trataba de hacerla entrar en razón, pero era como hablar con un sordo que ni siquiera sabe leer los labios o que directamente no quiere escucharte.
Sé, sé que nadie es dueño de la verdad, cada uno tiene su verdad, su convencimiento, pero hay temas, situaciones, momentos donde las verdades individuales se acercan más a la verdad lógica. Ejemplo: hay un incendio en una habitación y no tienes un matafuegos; si tienes tiempo sacas de esa habitación lo más importante, pero escapas de la misma, eso lo haces automáticamente. Y es una verdad. Pero hay situaciones ambiguas u opiniones ambiguas donde cada persona tiene su verdad, lo correcto es departir con esta persona, dialogar y aprender uno del otro. Pero no puedes debatir con alguien que se cree dueño de la verdad y cuando la persona se siente acorralada, figurativamente hablando o verbalmente, y sabe que su razón tambalea porque no está asentada en el sentido común, se abraza al rol de víctima. Pero siempre va a tener una excusa para no quedar en evidencia de que su manera de pensar está equivocada. Y a lo largo del tiempo eso me ha hecho mucho daño.
Recuerdo que al rato me palmearon el hombro, me sobresalté: el capitán Alexis. -Mi capitán, ¿me necesita? -No, me siento contigo. Vine a comer algo liviano porque hay mucho que planificar, ya he dado instrucciones a toda la tropa. Tú ya sabes lo qué tienes que hacer con tu pequeño ordenador sanitario, el que diagnostica cualquier problema de salud por mínimo que fuera. Quiero a todos cien por ciento sanos física y mentalmente. Este aparatito que tú lo ves tan pequeño también marca inestabilidades psicológicas. -Me sorprendí. -Esto no lo he visto en Sargón. -No. Con ayuda, es una creación de mis alféreces. Muchos de ellos aún no han ascendido a teniente y sin embargo son grandes ingenieros, otros biólogos de primer nivel y otros fabricando microbombas de vacío. -Conozco lo que hace una bomba de vacío, puede hacer desaparecer una nave en una singularidad, ¿pero una microbomba de vacío únicamente para hacer desaparecer un ser humano? -Obviamente tenemos armamento con una vibración especial, por no decir rayo, una vibración especial que puede desintegrar literalmente a una persona. -Me quedé pálido. -¿Esto también es nuevo? -Sí, diagramado por mis ingenieros alféreces. Obviamente casi todos los navíos de la Federación están armados en el caso de lucha en un mundo, no tienen tanto alcance como un fusil protónico, pero para lucha de cerca es válido, y su carga tiene una durabilidad de hasta treinta días de Sargón. Y estoy hablando de usándolo periódicamente.
Había terminado de comer y el capitán comió solamente un pequeño platillo de comida. Le pregunté: -¿Esto solo va a comer? -Miraba el físico del capitán, lo había visto en las prácticas de combate, un físico muy muy trabajado. ¿Cómo podía mantenerse comiendo tan poco? Y se lo pregunté. Me dijo: -Nico, quédate tranquilo, como varias veces al día. Apenas puedo y no necesito ir al comedor, en la sala de mandos hay máquinas, puedo programar con la botonera de la holocomputadora lo que fuera. En todos los camarotes también, si quieres tomar una bebida fría o caliente o un pequeño bocadillo, lo puedes tener. Ahora, una comida más abundante en el comedor obviamente, tenemos doce comedores para tropa. -Otra vez el número doce. -¿Cómo? -preguntó el capitán. -Claro, el comedor este va por el pasillo doce, la puerta doce es por donde nos teletransportamos, mi camarote es el número doce, ¡je, je, je!, es un número que me sigue. -Bueno, obviamente sé que eres pragmático, Nico, pero tómalo como un número de la suerte. -¿Usted mi capitán cree en la suerte? -No, pero sí creo en las causalidades. No todo es casualidad. Y a veces a las causalidades hay que buscarlas, por eso diagramamos, por eso planificamos. ¿Cómo te sientes ahora, Nico? -Me siento útil. -Bueno, entiendo que por eso te has alistado en la flota, no solamente para escapar de quien te manipulaba sino para sentirte útil, que no es lo mismo que sentirte importante. -Explíquemelo, por favor, capitán. -Claro. Útil es toda aquella persona que puede ayudar en muchísimos aspectos, en muchísimas situaciones, en distintos ambientes, en distintos tipos de conflictos. Importante es una palabra que no..., que para mí no tiene utilidad. -Mi capitán, usted es importante, con las misiones que ha hecho ha logrado tantos triunfos. -Bueno, eso es ser útil, no importante. -Bueno, la primer ministro Nubia es importante. -Sí, pero es útil con su raciocinio, con su inteligencia, con su don de mando y serenidad, de alguna manera está administrando quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares, eso es utilidad. Lo importante es la relación, si me entiendes ¿no? Lo relaciono más que nada con la vanidad, prefiero a la persona útil. -Entiendo. Si supiera, mi capitán, las veces que mi progenitora me dijo inútil... Sucede, mi capitán, que cuando alguien te dice tantas veces una palabra te lo terminas creyendo y luego cuesta horrores el sacarnos de la mente que no somos inútiles, que hemos logrado cosas, que hemos podido trascender. ¿Y por qué no?, sentirnos importantes. Pero no desde el ego, no desde la vanidad sino ser orgullosos de nosotros mismos. -Coincido contigo, Nico, el tenernos respeto. ¿Tú te respetas? -Estoy aprendiendo a respetarme. Estoy aprendiendo a hacerlo y tengo un agradecimiento infinito por convocarme a participar en este crucero, y nada menos que con usted, mi capitán. -Cada crucero cumple su misión, apreciado teniente Nico, todos somos útiles e importantes desde lo humano. Grábate eso, querido teniente Nico Abella, "importantes y útiles desde lo humano, desde nuestro interior".
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