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Psicoauditación - Walter

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión 06/01/2017 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 02/02/2017 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 02/02/2017 Ran II, Elmes Dess

Sesión 19/02/2017 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 23/02/2017 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 28/03/2017 Ran II, Elmes Dess

Sesión 24/04/2017 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 01/02/2018 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 11/03/2018 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 13/08/2018 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

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Sesión 06/01/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

Ya mayor, el rey Anán -Gualterio-, repasa incidentes, anécdotas de su vida, éxitos, fracasos pero lo que más le ha marcado es la pérdida de su gran amigo, casi hermano. Siente nostalgia de las correrías y de la vida sencilla con él, la vida en palacio no... Y una noche atacan.

 

Sesión en MP3 (3.644 KB)

 

Entidad: Creo que la vida, en las distintas encarnaciones, tiene tantas sorpresas...

 

He conocido personas que dicen "Mi vida es una eterna rutina". ¿Qué es la rutina? Como Gualterio no la he conocido. He estado perdido, me he reencontrado conmigo mismo. Crecí, he tenido amigos, conseguí una esposa, conseguí un reinado, por momentos creí que perdí todo hasta que nuevamente me encontré conmigo mismo.

Pasé por un exilio, un exilio donde me sentí... me sentí poco menos que nada. Recuerdo que era un maestro con la espada, había llegado a tener tal vanidad que me hacía sentir invencible al punto tal de no cuidarme, ya prácticamente peleaba automáticamente y paraba los golpes de mi adversario automáticamente, por reflejos. Está bien, me habían enseñado que esto era lo correcto, me habían enseñado que uno cuando combate no debe pensar porque pensar te hace perder segundos. Hasta ahí todo bien. ¿Pero mi manera era automática total? O sea, uno debe ser un maestro de la espada, combatir sin pensar, pero también sin divagar, sin irse del combate, y de causalidad no recibí heridas.

 

Me fui interesando por otras cosas. Las tonterías de la juventud... Me veo en la corte, no quiero saber más nada de luchas con reinos vecinos, hay que ser estratega, hacer lazos. No me gustaba la comida de palacio, sí una buena carne con cereales, pero le decía a las cocineras que me preparen un guisado.

Marga me decía:

-Esa es comida de aldea.

-Mujer, prueba esto.

 

Entonces mi mano ya no manejaba más la espada, manejaba la cuchara, que la llevaba a mi boca, o la jarra metálica con bebida espumante. Cuanto más peso tenía, cuanta más barriga echaba más me costaba moverme, hasta que vino el desencadenante.

Estando en el exilio he pasado por vergüenzas. Un forastero llamado Netrel tuvo que defendernos. Es más, dijo:

-Si te hubieran atacado a ti quizá no me metía porque si no te sabes defender para qué llevas espada, lo hice por ella, que debe ser tu mujer. -Lo miré intrigado y me dijo: -Sí, porque perdí a la mía.

Le pregunté si se había vengado de quien la había matado, no me respondió.

 

Otra vez también estuvieron a punto de matarme y una joven a la que yo defendía lo golpeó de atrás al hombre que estaba a punto de matarme. Sentí vergüenza de mí mismo. Pero eso es historia pasada. Volví a palacio, tardó en irse todo mi miedo. ¿Cómo explicarlo? En un momento determinado, en el exilio, a lo lejos se veían unos jinetes: "Que me maten, que me maten a mí sólo. Salgo al encuentro".

 

Mi amigo Aranet, de vuelta al trono, otra vez con las prácticas de espada. Pero yo sentía que no era el de antes, yo sentía que ya no era el mismo. De todos modos me cuidaba, de todos modos madrugaba, a veces practicaba con mi propio criado, a veces con alguno de los bárbaros que estaban allí en la población. Y me respetaban. Varios de ellos eran muy buenos, a ver cómo lo explico; yo presentía que no se ponían a fondo "No lastimemos al rey, ¡por favor!", yo me sentía más lento. La edad también, ya no era tan joven.

 

La tropa empezó a aceptarme, no hablo de la tropa de soldados, la tropa de los bárbaros que vinieron a ayudarnos, Me tenían aprecio, al fin y al cabo yo me había criado en Krakoa. A veces, por la tarde noche, dejaba el palacio y me iba a tomar bebida espumante con ellos. Me trataban como un igual, pero tratarme como un igual no era faltarme al respeto, al contrario; me tenían más respeto porque veían que no era un rey estirado, el que está en su trono dando órdenes no, no, no. Cuando atacaron a Aranet, que cayó al precipicio, yo sé que había un complot, que querían desestabilizar la paz y nunca encontré tanta lealtad como entre los bárbaros. Aparte del que disparó la flecha había uno, dos, tres, cuatro, cinco que estaban complotados, porque había flechas para mí, para el capitán de la guardia, y en el patio de armas fueron ahorcados.

 

No voy a ser hipócrita, debo a ser honesto, ¡ahhh! Sentí como... a ver, placer, ira, no me estoy contradiciendo, ira por los muertos que colgaban de la cuerda, impotencia, dolor, vacío, un vacío tremendo en el pecho porque Aranet era un hermano. Jamás me voy a olvidar cuando con el guilmo se revolcaba en la alfombra, cuando el guilmo lo vio se le abalanzó. Digo -¡Lo a va a despedazar! Se pusieron a jugar. El guilmo se comportaba como si fuera un perrito, era un bicho que de una dentellada te arrancaba un brazo. Y después con semejante bicho, con el bagueón.

Bueno, ese era Aranet. Ese era Aranet en medio de la realeza, comiendo con las manos, limpiándose la boca con su ropa, lanzando eructos. Era aceptarlo y quererlo así porque así era él y era tan grande su presencia como tan grande el vacío que dejó, y en honor a ese vacío, a esa pérdida tan grande, más me entrenaba, una, y otra, y otra, y otra. Podría decir que de nuevo, por segunda o tercera, había recuperado casi mi figura. -¡Ya está! -dije-, nunca más me dejo estar. Saldré a galopar, que me siga la guardia de seguridad. Saldré a correr por los jardines, jugaré con las criaturas pero no me dejaré estar nunca más, por respeto. Si Aranet me escuchara se enojaría, me diría: -No, por respeto a ti. Sé que lo diría, porque el respeto pasa por uno, es la única manera de lograr que los demás te respeten. Claro que lo diría.

 

El jefe de guardia me dijo:

-Traigo novedades del castillo de los Belicós.

-¿Los Belicós? Son pacíficos. Joan Belicó es un rey mayor.

-Bueno, se casa su hijo y nos ha invitado.

-¿Nos?

-Perdón, mi rey. Usted, mi rey, la reina, vuestros hijos y toda la corte.

-La corte no me interesa, pero vosotros sí, la guardia que me acompañe. ¿Dentro de cuándo es?

-Dentro de treinta amaneceres, señor.

-Así que se casa el Príncipe Belicó. ¿Y quién es la... la afortunada?

-Una Princesa.

-¿De dónde es?

-No sé, mi rey, un palacio más allá, más para el norte.

-¿Sabéis cómo se llaman?

-No, señor.

-Bueno, iremos, está bien que nos tengan en cuenta. Vete, lo consultaré con la reina para ver que le podemos regalar.

 

Esa noche hablé con Marga.

-Se casa el hijo de Belicó.

-¿Te acuerdas, Anán, cuando el rey nos visitó?

-¡Oh!, creo que yo era príncipe todavía y había un niño, un mozalbete. No, no, no, era niño, el único hijo. ¿Ese niño es el que se casa? ¿Pero qué edad tengo ya? ¿Qué pasó con todos los amaneceres que me perdí? -Me sorprendí porque Marga largó una carcajada, ella siempre era recatada para reírse, hasta se tapaba la boca-. ¿De qué te ríes?

-Los amaneceres se pasan viviendo, Anán, y hemos vivido mucho.

-¿Y estás contenta con eso?

Me respondió:

-Si no te hubiera conocido siempre hubiera estado encerrada en palacio, quién sabe quién me hubiera tocado de esposo.

-Y no hubieras corrido peligro. ¿Te piensas que no me acuerdo? ¿Te piensas que no me acuerdo? No fui hombre para defenderte, sabes cómo me mortifica eso.

-¿Te puedo decir algo, Anán?

-Adelante.

-¿Qué ganas con recordar eso?, ya está. Estas practicando, entrenas, galopas, corres, te diviertes. Espero que solamente vayas con esa turba a tomar bebida espumante.

-Mujer, ya sé lo que piensas, porque hay bárbaros y hay bárbaras.

-He visto por la ventana que hay mujeres del poblado que se les sientan encima de ellos y toman a la par suya.

-No, a mí me respetan en ese aspecto.

-Y está bien que te respeten.

-Sí, mujer, escenas de celos, no. Acabo de decirte que apenas podía defenderte tiempo atrás, ¿y ahora me sales con que estoy atrás de alguna plebeya, de alguna bárbara? No, ese tipo de problemas no.

-Pero qué será de nuestra vida, ¿ya está?

-Seguiré practicando, nuestros hijos crecerán, seremos mayores como lo eran mis padres, me olvidaré de las cosas. Tengo mucha gente que me aprecia, me falta algo.

-Yo no te basto.

-¡Ay, mujer, no se puede!

-Yo no te basto.

-Sí, mujer pero es otra cosa, por favor, es otra cosa. Te amo, disfruto haciéndote el amor pero no eres mi... mi cómplice seguramente sí, mi cómplice, mi compañera, pero no eres compinche de aventuras.

-Claro, porque soy mujer.

-No, no me sé expresar.

-¿Alguien cómo el bruto de Aranet?

-Sí, sí; que quieres que te diga, me hace reír.

-¿Y yo no te hago reír?

-Estás compitiendo con una sombra, con un recuerdo.

-No, porque con los recuerdos no se puede competir.

-Porque los recuerdos se vuelven luz.

-Y yo ya no te ilumino.

-¿Qué has tomado hoy? ¿Has tomado un brebaje oscuro? Está bien, está todo bien, te amo. ¿Quieres que organicemos un baile?

-No, está bien. En treinta amaneceres tenemos esa boda con ese niño que ahora es hombre.

-Bueno mujer, iremos a lo de los Belicó, ya está. Estamos discutiendo, estamos peleando. ¿Puede ser?

 

Esa noche no pude dormir, me despertaba a cada rato. Bajé las escaleras, bajé a la cocina. Había un brebaje fuerte, era casi todo alcohol. Me tomé un sorbo muy, muy largo, que esto me haga dormir. Me cayó mal, sentía como un ardor en el pecho y en el estómago. Afortunadamente vomité todo, algo me había caído mal.

Y justo cuando pude conciliar el sueño, se escucha un tremendo griterío.

La tropa: -¡Nos están atacando!

Estaba en una especie de camisón, me lo saqué rápidamente, me vestí como pude: -No, no, eso no, alcánzame el cuero.

Me puse una especie de campera corta de cuero, las botas. Cogí una especie de espada y salí.

-¿Qué está pasando?

-¡Apure, mi rey!

Habían abierto el portón principal. Miro: La figura de un felino imponente y un jinete tan imponente...

-No. No, no, no, no, no. Es magia, aquel que está más allá de las estrellas lo trajo. ¡Mujer, es el bruto!

-Sí, es Aranet.

-No, no, no; me niego a aceptarlo. No puede ser.

 

Mientras todos vitoreaban yo no entendía nada. ¡Aranet, vivo!

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 02/02/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Su gran amigo no había muerto, como decían. Llegó al palacio a visitarle. Estaba comiendo con él pero aún no se lo creía, tal era su alegría que no creía que estuviera allí. Habría un casamiento en un reino cercano y quiso que su amigo le acompañara. Como rey lo nombró caballero y se empeñó en que vistiera bien. Fue pero en pleno festejo se marchó. Anán no sabía si volvería a verle.

 

Sesión en MP3 (2.916 KB)

 

Entidad: Estaba sentado a la mesa. No comía, sólo miraba. Se me acerca por mi lado izquierdo Albano.

-Mi rey -me dice-, ¿le apetece otro bocado?...

-¿Cómo?

-...porque prácticamente no ha degustado la pequeña ave que le pusimos cocida con legumbres.

-¡Ah! No, no, no, está bien.

-Pero no tengo problema en cambiarle.

-No, no, no, está bien.

Del otro lado, Marga:

-¿Qué sucede?

-Nada, ¿por qué?

-Porque no comes.

-Sí, pruebo un bocado de vez en cuando. Alcanzadme el paño, que me seco las manos.

-Pero mi amor, tienes las manos limpias.

-Bueno, dejádmelo acá.

-Lo tienes sobre tu rodilla derecha.

-Bien.

-Yo sé lo qué le sucede. -Levantó la cabeza y lo miró a Aranet.

-¿Qué me sucede?

-Estás estúpido. -Había como diez, doce personas, todas se asombraron de que Aranet me hablara así.

-¿Pero qué dices?

-No paras de mirarme.

-Es que no... No entiendo cómo estás vivo.

-Hace dos amaneceres que vine, me has preguntado cien veces, diez veces te he contado la historia.

-Cuéntamela una vez más.

-¡Pero cállate, hombre! Come algo. -Me ordenaba Aranet a mí, al rey Anán.

Cojo una pata de ave y la como. Y lo miro.

-Te habías caído al precipicio, me dijeron. Albano, ¿había muerto?

-Sí, mi rey.

-Pero está aquí.

-Sí, mi rey.

Aranet lanzó una carcajada.

-¿Ahora de qué te ríes?

-De que el rey se pone estúpido y todos los demás están estúpidos con el rey porque no lo quieren contradecir: "Aranet vuela. -Sí, mi rey".

-Bueno, tampoco me hagan chistes. ¿Pero cómo fue?

Aranet se paró y sacó la espada:

-Voy a abrirte la cabeza, algo tienes adentro, se te metió algún gorgojo de las hierbas que te está comiendo el cerebro.

-¡Estoy contento!.

-Pues no lo parece -me dijo Aranet.

-Me resulta extraño...

-Sí, eso sí me parece.

-...de verte aquí. ¿Tú qué dices, Marga?

-Que comas.

 

Comí la pata de ave. Tomé una cuchara, comí las legumbres. Cogí el paño, me sequé las manos.

-¿Qué es esto, un brebaje oscuro? El brebaje claro, quiero. El espumante, hay que festejar.

-Festejamos anoche -me dijo Aranet.

-Festejemos de nuevo, esto es grande, esto es... ¿Ese koreón que está afuera es otro?

-Sí, Gualterio, es otro.

-Gualterio es mi hijo, yo soy Anán.

-Sí, Gualterio, es otro gato.

-Pero es igual.

-Albano -dijo Aranet.

-Sí.

-Llénale el vaso.

Cogió el vaso metálico y le sirvió hasta arriba:

-¿Para usted?

-No, Albano, para tu rey.

Me lo dio. Tenía razón, estaba contagiando a todos con mi obnubilación. Bebí la bebida de golpe.

-¡Ah! Ahora sí. Bien. Marga, ¿tú te has ocupado de...?

-Sí, Anán, me he ocupado de la ropa.

-¿Le han tomado las medidas de los pies? ¿Le han tomado los hombros?

-Sí, me lo has dicho como veinte veces.

-Me voy a dormir, mañana partimos. Pero esperad, esperad. Albano, una espada.

-Aranet me dice:

-¿Quieres practicar ahora?

-No, no, no. Al este, al sureste hay un gigantesco lago, por esas casualidades de la geografía está dentro de mis tierras.

-Sí, ¿qué hay con eso?

-Bueno, Aranet, es un lago tan grande que de la orilla parece un mar. En el medio hay una isla, la isla Baglis. Es una isla gigantesca, tiene como veinte mil líneas por veinte mil líneas, no es cuadrada pero calcula más o menos veinte mil líneas por lado, y vive gente que me pagan impuestos. En el centro hay un gigantesco castillo que tiene por lo menos doscientas líneas por cien líneas, con tres niveles de altura, con más de diez habitaciones, está desocupado.

-Sí, eso lo sabía, no esperaba otra cosa.

-No entiendo por qué dices eso, Aranet.

-Porque está destruido, nadie lo ha cuidado, nadie lo habita.

-Es hora de que haga algo por ti. Te voy a dar el castillo.

Aranet se envaró:

-¿Para qué?

-Pues... quiero nombrarte caballero.

-¿Para qué?

-Para que seas noble.

-¿Para qué?

-Para que te respeten.

-Ya me respetan, los que no me respetan se quedaron sin cabeza.

-El lago, la isla, el castillo, todo tuyo. -Me puse de pie. Aranet se iba a parar-. No, no, no, arrodíllate.

-¿Ante quién?

-Ante mí.

-De verdad, te afectó la bebida o sigues estúpido. No me arrodillo ante nadie.

-No es para que me rindas pleitesía -Levanté la espada, sacó la suya y me frenó-. No, no es para combatir, es la costumbre ponerte la espada en cada hombro y en la cabeza y nombrarte caballero.

-Pues déjate de tonterías. ¿Quieres nombrarme caballero?, hazlo, pero nada de arrodillarme.

-Es inusual.

-Yo soy inusual -retrocó Aranet.

-¿Qué hago Marga? Es un personaje.

-Tú eres un personaje.

-Adelante de todos los testigos, de la reina, eres Caballero de Baglis.-Aranet miraba para todos lados.

-¿Qué miras? ¿Quién falta?

-Las trompetas -me dice.

-Aranet, esto es serio, eres noble.

-Yo me veo igual, con mis andrajos.

-Mañana tendrás la ropa, mañana tendrás todo.

 

Marga me había contado que el hombre que le tomaba las medidas sufría como un condenado a la horca cada vez que le apoyaba el hilo para medirlo a Aranet. Aranet lo tomaba del cuello: "No me toques, no me manosees". Era imposible con Aranet pero el hombre insistía, pero no porque tuviera paciencia, estaba aterrado, y finalmente lo logró. Es más, a pesar del gigantesco tamaño de Aranet la ropa le quedaba apenas un poco holgada para que pueda moverse.

 

Cuando al día siguiente lo vi vestido, con las botas, la espada brillante al costado derecho...

-¡Pero te ha hecho el pantalón bastante holgado! ¿Se equivocó?

-No, yo se lo pedí. ¿Cómo monto, si no, al Koreón?

-Pero vamos a ir a la boda, iremos en carruaje, nos acompañará una guardia. A lo sumo, si quieres, monta en un hoyuman pero no lleves el felino este.

-El gato va conmigo, se quedará por las afueras. -No había manera de convencerlo.

 

Y finalmente partimos. La travesía fue sencilla, no hubo ningún incidente en el camino. Marga iba en una calesa con su dama de compañía, yo iba con un hoyuman trotando al lado del koreón de Aranet.

Hasta que avistamos la fortificación de los Belicós, se asombraron cuando vieron semejante felino.

Aranet desmontó, se puso frente a frente a la cara del felino y le dijo:

-Quédate por los bosques, cuando te necesite lanzaré uno de mis silbidos y tú vendrás a la carrera. -El bicho sacó semejante lengua y le lamió la cara.

Pocas veces le vi reír, a Aranet, de una forma tan genuina, tan sincera. Quizá cuando mucho tiempo atrás luchaba en el piso con el guilmo, el canino. Hasta parece que le cayeran mejor los animales que los seres humanos. A disgusto dejó que el koreón se fuera y fuimos caminando con nuestra guardia y cientos de soldados de los Belicós.

 

Alguna vez había visto al viejo Belicós. Al joven Royo no lo conocía, me pareció como demasiado noble, demasiado poco curtido, no me lo imaginaba en un combate, en una guerra, en una batalla, escalando montañas, atravesando pantanos, no, no me lo imaginaba. Me estrechó la mano de una manera tan blanda...

Y allá estaba la familia de la prometida, una joven muy atractiva pero no atractiva de bella, ¡eh!, que lo era, si no por su porte, algo que irradiaba en ella.

Le comenté a Aranet:

-Mira que bella que es la novia... ¡¡Aranet!!

 

¿Habéis visto unos monumentos en una ciudad perdida al noreste? ¿Estatuas que tienen miles de años? Bueno, así parecía Aranet: el rostro pétreo, ojos acerados, no se le movía un solo músculo. Miré su vista, miraba a la novia, luego bajó la mirada.

Todos se dieron la mano, se saludaron. Aranet saludó al joven Royo, le llevaba más de media cabeza de altura, su mano era dos veces la mano de Royo, lo sacudió cuando le dio la mano.

La joven le extendió la mano a Aranet, Aranet no le dio la mano, hizo un gesto de cortesía agachando la cabeza, inclinando su torso y dio dos pasos hacia atrás sin mirarla.

 

-¿Qué le pasa a Aranet? -le pregunté a Marga.

Se encogió de hombros: -No sé.

-¿Aranet, puedo hablar contigo?

-No.

-Quería preguntarte...

-No.

-Lo que pasa es que, tenemos que...

-No.

 

Quizá la caída al precipicio, la cura posterior le afectó de tal manera que estaba como trastornado, porque no entendía.

La novia también estaba pálida. En un momento veo que discute con su novio y se van aparte. Aranet había desaparecido de mi vista.

Lo llamo, a Albano.

-¿Dónde está Aranet?

-Salió de la fortificación.

-¡Cómo, salió?

-Salió, mi rey.

 

Le digo a Marga que me espere. Vamos con Albano corriendo hacia la puerta, los soldados nos abren. A lo lejos veo a Aranet que emite un silbido, se le acerca el enorme felino, lo monta y se va al paso.

-Queda mal que lo sigamos y abandonemos... Soy un rey, estoy invitado.

 

Aranet habrá quedado mal del golpe cuando fue herido con la flecha, desconcertado. Desconcertado desde que volvió, desde que renació. Como en Sol III, que había una mítica ave que renace de las cenizas, Aranet es como que renació de las cenizas, pero volvió distinto. No entiendo por qué vino y se va.

Y resignado volví para la fiesta.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 02/02/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

La entidad destaca que si bien en Ran II se mantenía un estricto control global de la natalidad no dejaba de haber problemas humanos por tal causa, había otros problemas que afectaban a las personas. Relata su propia situación familiar.

 

Sesión en MP3 (2.344 KB)

 

Entidad: No hay ninguna vida que sea sencilla, creo que todas las vidas han sido dramáticas porque hay distintas categorías de dramas; el drama de una batalla, el drama de una separación, el drama de una pérdida, el drama de una incertidumbre.

 

Mi nombre era Elmer, casado, con dos hijas, feliz. Trabajaba en lo que me gusta, estudiaba desde pequeño astronomía, las ondas gravitatorias... Desde pequeño, desde niño estudiaba lo que era el electromagnetismo.

Mi madre, de pequeño, me preguntaba:

-Elmer, hay un trabajo que te va a dejar créditos. El resto de las cosas, ¿para qué las quieres saber?

Desde pequeño, ¡eh!, mi respuesta fue:

-Amo saber, amo entender todo, cómo funciona un universo, el equilibrio universal, la sociedad. He estudiado historia.

 

Me maravillé sobre los componentes pequeños que se podían hacer con el grafeno. Llegaba a casa y era feliz con mi esposa y mis hijas, nos cuidábamos.

Nuestro mundo tenía sus ventajas y sus desventajas, vivíamos en una sociedad exenta de lo que es la religión, respetábamos la vida animal, respetábamos el medio ambiente: los bosques, las selvas, los ríos, los mares. Pero siempre hay algo que, como dice un excelso Maestro, una gota de tinta negra tirada con un gotero en un vaso de agua transparente la tiñe toda hasta dejar el agua turbia, una gota, una. Nuestra gota de tinta era que en nuestra sociedad los matrimonios no podían tener más de dos hijos. Si por descuido, por accidente, llamadlo como queráis, la mujer quedaba embarazada las autoridades apenas nacía la criatura se la llevaban a un centro de cuidado donde la atendían a las mil maravillas, bien alimentada, instruida, pero sin conocer jamás a sus padres.

Si por medio de un ordenador quisiéramos averiguar quién era ese hijo o hija que nos sacaron teníamos una penalidad. Lo mismo, si ese niño o niña querían saber quiénes eran sus padres, también tenían una penalidad.

Pero uno se adapta a las circunstancias y nada de eso me quitaba mi felicidad, amaba a mi pareja, a mis hijas, a mi trabajo y a mis otros trabajos.

 

Tenía ciento veintiséis años, el equivalente a cuarenta y dos años terrestres. El año en nuestro mundo era mucho más corto.

Justo ese año, el que estoy relatando, mi esposa empezó a comportarse de una manera extraña, sus horarios no eran los mismos, ella trabajaba de enfermera.

Y un día me pide el divorcio. Y como mi trabajo era mucho más complejo que el de ella y mis horarios mucho más extensos, se quedó con la tenencia de las niñas, a las cuales podía visitar. A diferencia de Sol III no precisaba pasarle dinero para alimentos, nos manejábamos con dinero electrónico, no existía papel moneda y automáticamente de mi cuenta todos los meses me descontaban determinada cantidad de créditos a la cuenta de mi ex-esposa para la manutención de las niñas. Pero claro, me entero que después se casó con un señor que trabajaba en seguridad, que a su vez tenía dos niños que no estaban con él, estaban con la ex-mujer. Pero como decís vosotros en Sol III, ese sentimiento machista de decir "Lo que me descuentan por el ordenador, el dinero electrónico, es prácticamente tres veces lo que necesitan las niñas para comida, para vestirse, para sus salidas y su educación, tres veces más, y el hombre, en seguridad, la nueva pareja, ganaba mucho menos". Entonces con ese pensamiento machista, yo me hacía la idea de que estaba manteniendo a mis hijas, a mi ex y a la pareja de ella, y me sentía como un tonto. Pero era la ley, la acataba. Nunca me interesó consultar a un abogado.

 

Había perdido no sólo el afecto sino también el respeto por la que había sido mi pareja -y para que se me entienda bien, el perder el respeto, el tener una falta de respeto, en la sociedad de Sol III se entiende como increpar a la persona con palabrotas, para nada-, si alguna vez me cruzaba era lo más cortés posible. Jamás le recriminé nada, respeté su decisión. La falta de respeto hacia ella era interna, si se entiende, porque no todo el mundo entiende que cuando le faltas el respeto a alguien no es faltarle el respeto literalmente, porque no todos lo entienden, no todos tienen la mentalidad de entender eso. Mi falta de respeto hacia la persona era interna, yo no le tenía respeto, sin embargo las veces que tenía que ir a buscar a las niñas mi respeto era total y absoluto, y lo vuelvo a repetir, porque la falta de respeto hacia ella era sólo mía, interna.

 

Hay un excelso Maestro que dice que el concepto es más elaborado, más complejo que el lenguaje hablado y -para que se me entienda-, hay que pasar por el embudo de este receptáculo que me alberga y es muy difícil traducir el concepto mental a través del lenguaje hablado. Por eso, en este mundo, en vuestro mundo, hay gente que se ofende por un tono de voz, por una mirada que se interpretó mal... Con el concepto no pasa eso porque el concepto es transparente, complejo pero transparente.

 

¿Cómo siguió la historia? Quedó embarazada. ¡Ah! -diréis-, pero es un matrimonio nuevo. No. Él, este hombre que trabajaba en seguridad ya tenía dos hijos, ella conmigo tenía dos niñas, al quedar embarazada rompía la ley.

Llegó a término, la atendieron en un excelente sanatorio, no donde ella trabajaba, el gobierno dispuso donde y no vio a su bebé. ¿Si sentí dolor por ella? No soy hipócrita, no, no sentí nada. ¿Si estuve contento por lo que le pasó? No, porque no me considero una persona cruel, estuve indiferente. Como decís vosotros, ¿fue un karma? No lo sé, no quiero meterme en ese tema, en nuestra civilización la ley del karma, mucho no se acepta, de la misma manera que no se acepta la religión, somos muy pragmáticos.

Sé que el hombre estuvo mal, sé que faltó a su trabajo, casi lo despiden. Ella estuvo muy mal, tan mal que desatendió a las niñas y automáticamente el gobierno se comunicó con mi abogado y las niñas estuvieron conmigo.

 

Obviamente yo seguí con mi trabajo, contraté a una señora viuda con unos antecedentes excelentes que hizo de ama de llaves, de cocinera, cuidando la casa y cuidando a las niñas. Y eso entonces no me impedía seguir con mi trabajo. ¿Qué pasó con la madre de las niñas? Algo se habrá bloqueado en su cabeza al tener la pérdida de esa criatura que no las quiso ver más. Al comienzo las niñas la extrañaban, luego es como que... Dicen que el tiempo borra todos los dolores. Entre nosotros, no lo comparto. El tiempo no borra los dolores, habrá técnicas para que los dolores sean neutros pero no es que el tiempo los borre, simplemente que se van diluyendo.

 

Las niñas fueron creciendo con amigas nuevas. Como ya no necesitaba darle la manutención ya no me descontaban de mi crédito, así que el dinero que ganaba era todo mío. Al contrario, había recibido un aumento por unos descubrimientos que había hecho. Amaba a mi trabajo más que nunca, a mis niñas y obviamente, me sentía solo afectivamente, a nivel de pareja, pero el tiempo dispondría de eso.

Había temas graves igual para preocuparse porque en distintas regiones del planeta algo o alguien se había metido en la red electrónica. Tened en cuenta que en todo el planeta, en todas las regiones nos manejábamos con dinero electrónico, no había papel moneda, entonces que de repente regiones durante dos o tres días se queden sin red era el caos. Hasta muchos propusieron que los bancos emitieran papel moneda como reserva, con el aval de oro. El oro en nuestro mundo era tan valioso como en Sol III.

 

Es todo por ahora. Les habló Elmer, de la región suroeste de Ran II.

 

Gracias.

 

 


Sesión 19/02/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

El rey Anán estaba dolido. Su mejor amigo le pasó por encima sin tenerlo en cuenta delante de todos. Después de reflexionar entendió que más allá de las formas está el fondo, y que en el fondo había un ser maravilloso, la persona más leal que jamás conoció.

 

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Entidad: Tenía mi mirada puesta en su rostro, en sus movimientos. Él no me miraba, seguía comiendo. Marga, al lado mío, también lo veía, pero de una forma mucho más sutil que yo tal vez a lo largo de mi vida no aprendí la sutileza.

 

Yo recuerdo al Aranet que se revolcaba en el piso de la sala principal con el guilmo, que eructaba, que salivaba en el piso. Hoy lo veía, primero, sin su sonrisa, esa carcajada burlona pero sincera, los ojos brillantes, rebosantes diría yo. Hoy veía ojos duros, ojos que guardaban rencor, ira. No podía adivinar sus pensamientos, sentimientos o emociones pero sí notaba su forma de comer. Le habíamos preparado un plato distinto, era un guisado pero con carne más grande. Había pedido una cuchara metálica, cortaba los trozos con la cuchara y los llevaba a la boca. Miraba sus manos, absolutamente limpias. Su ropa, ni una mancha. Era otro Aranet. No delicado, no os confundáis, de delicado no tenía nada, era más, no sé cómo describirlo, más parecido a un noble. De todos modos se notaba su rudeza cuando le preguntaban sobre temas que eran obvios, en lugar de responder te miraba fijamente. Cuando pedía algo, no lo exigía de malos modos, pero lo pedía y el interlocutor a su vez respondía con otra pregunta, ejemplo: "Tiene que ser ya o puede esperar" o "Ahora está ocupado, lo llama en un momento". Aranet no se tomaba el trabajo de insistir solamente miraba fijamente y el interlocutor urgente iba a cumplir su pedido. Es como que despertaba un respeto inconsciente. Su manera, su forma, era más civilizada, no es exactamente la palabra pero no menguaba su hombría, su rudeza, su todo. Y a veces uno se preguntaba en qué momento había hecho el cambio. Claro, conociendo su historia no digo que murió dos veces pero estuvo al borde, casi amigándose con la muerte y dos veces volvió a la vida. En realidad tres si contamos cuando la pequeña joven oriental lo salvó a él y al otro guerrero, Ligor. Pero en estas ocasiones, cuando cayó al barranco o cuando las fuerzas de Belicós lo dieron por muerto, supongo que aquel que está más allá de las estrellas intervino para que siguiera en este mundo salvaje, impredecible, pero mundo al fin.

 

Cuando llegó con sus imposiciones al comienzo me sentí humillado y más me sentí molesto cuando mis soldados lo apoyaron porque los salvajes, al fin y al cabo, los trajo él, obviamente le van a ser más leales a él que a mí, el rey, pero me sentí molesto, lastimado, herido de que mis soldados también lo apoyen en una tarea tan difícil como es guerrear contra los Belicós. Obvio que intenté oponerme, digo "Es una fortaleza", y cometí la torpeza de decir "Al fin y al cabo por una mujer". Me miró con una mirada desconocida, yo no conocía su mirada y él no me reconocía a mí hasta que amansó su mirada y me vio y me preguntó "¿Y si fuera Marga?". Cometí la torpeza de decir "Es distinto", como queriendo decir "Bueno, ella es una reina"; simplemente preguntó "¿Por qué?" y mi argumento se derritió como grasa en la sartén bajo el fuego. Y entendí que había algo que no se lograba con ejercicios, ni viviendo, ni con batallas, que es la inteligencia. Aranet era muy inteligente.

 

Sí, uno lo veía tiempo atrás bruto, salvaje, una palabra que a muchos los lastima: ordinario, simple, pero no era ordinario y no era simple, era su manera, su comportamiento y todo por una razón, porque no era hipócrita, porque no fingía, porque no se tomaba el trabajo de impostar nunca porque eso quitaba fuerza, quitaba energía el impostar, el aparentar, y ese era Aranet. Y me enseñó. Me enseñó que vives permanentemente con gente que imposta, que te miente, que te sonríe, que te palmea la espalda y que de atrás hablan mal de ti o confabulan entre varios en contra tuya, y no solamente en contra tuya, en contra de todos los tuyos. Y entonces te preguntas en quién puedes confiar, ¿en tu entorno?, depende, porque dentro de tu mismo entorno hay gente que se aprovecha, que te halaga para sacar ventaja o que te da para luego pedirte, y siempre lo que te pida va a ser más que lo que te da o lo que te ha dado. Y quienes te sonríen, para lo mismo. Para luego pedirte un favor que se lo darás gustoso en tanto y en cuanto no te pida otro y otro y otro, y se acostumbre a vivir de ti.

 

Aranet no pedía. Sí, a ver, toma mi tropa y estaba enceguecido. Es cierto y me sentí mal porque prácticamente pasó por encima mío, figurativamente hablando. No me dijo... Él no me dice Anán, él me dice Gualterio, el nombre que yo le puse a mi hijo. Él jamás me dijo "Mira, pasó esto, esto y esto y con tu aval...", no, él no me pidió ningún aval, me ignoró. Pero no lo prejuzgo, es él, es así y sé que muchos no me van a interpretar porque van a pensar "Entonces Aranet toma lo que quiere, cuando quiere y donde quiere". No, él es muy respetuoso. A ver, no hablo del Aranet que saliva o que eructa, respetuoso en el sentido de que no va a tomar más de lo que le den, esto es una excepción.

Ahora me preguntáis: ¿Qué excepción, no? Y sí, vale por todas las que no pidió.

Pero bueno, de todas maneras mi aprecio con Aranet es incondicional, es... es él, jamás te va a traicionar, jamás. Lo menos que yo puedo hacer es ir y acompañarlo, y si dejo mi vida en la aventura, bueno, habrá valido el esfuerzo.

 

Me interrumpió su voz.

-¿Qué estás pensando?

Le respondí:

-En mañana, que a la mañana partimos.

-¿Y antes por qué me mirabas? -Me agarró frío, me agarró distraído, desprevenido.

No pude urdir una mentira, le dije la verdad:

-Me asombraba tus modales. -Me miró, miró la cuchara, sus manos que no tenían una mancha y lo que hizo es: Aranet, tenía parte del guisado, hundió la mano en el plato, cogió un pedazo, me lo lanzó a la cara me enchastró el rostro y parte de la ropa. Marga abrió los ojos como un pájaro del norte y de repente Aranet lanzó una tremenda risotada.

-¿Querías eso? ¡Ja, ja, ja!

 

No tuve más que reírme con él, sus modales se habrán ido a pasear, había vuelto Aranet, por lo menos esa noche. Qué Aranet me tocaba acompañar mañana, ¿el de la risotada, el de la ira, el del rencor o todos ellos eran uno solo?

Eran él, el que me enseñó infinitas cosas, alguien en quien podía apoyarme, la persona más leal que conocí.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 23/02/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Anán tuvo la más triste despedida, se quedaba sin su amigo, estaría cerca pero no estaría con él. Tampoco Aranet era como antes, había cambiado después de la guerra con el reino vecino para rescatar a su amor.

 

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Entidad: Volvíamos hacia mi palacio. Nos habían quedado muchísimas provisiones. De nuestro lado las muertes fueron pocas gracias a la estrategia de Aranet. Todos estábamos en silencio por el cansancio, por el recuerdo de los muertos que quedaron sembrando el campo de batalla, por un sin fin de cosas.

 

Por consejo de Aranet dejé una guardia en el palacio de los Belicós. El palacio y todas sus tierras pasaban a formar parte de mi reinado, no podía estar más satisfecho, era quien más había ganado, tierras, otro palacio. Bunder Belicós era tacaño, mis tropas ganaban mucho más que las de Belicós. Les prometí igualdad, eso compró su lealtad. El vil metal. Así lo llamáis vosotros también en Sol III.

Aranet se había quedado, tenía que tratar temas con la joven Mina y los Valey, entiendo que volverían a su palacio y por lo que había visto, la joven Mina y Aranet estarían juntos.

 

Marga me recibió con un interminable abrazo. Le dije:

-¿De qué tenías miedo? Sabía que iba a volver contigo.

 

Marga lloraba en silencio y seguía abrazada. El joven Albano, mi consejero, me pidió permiso para ordenar algunos asuntos en palacio. Oksaka también me pidió permiso para que la tropa se alimente, alimente a sus hoyumans y descanse hasta el día siguiente. Otar, su sobrino Dumir y el resto de los bárbaros ya estaban seguramente en las distintas pobladas de los alrededores del palacio consumiendo alguna bebida espumante y vaya a saber, buscando alguna mujer que le venda por un par de metales sus besos. Al día siguiente volvió Aranet en ese espléndido hoyuman negro que él llamaba Salvaje, un animal bastante alto para la raza. Se había despojado de su armadura pero tenía impecable su ropa.

Cuando se acercó vi que no era la misma ropa era similar.

 

-¡Vaya! Así que ahora te vistes como noble. -Me abrazó, me abrazó muy fuerte-. Ya está -le dije-, me vas a quebrar las costillas.

 

No sonrió, salvo la broma de la noche anterior a la batalla cuando me arrojó en el rostro parte de su comida, no era el mismo, sonreía menos, sus ojos estaban más apagados. No, me corrijo, estaban más alerta que nunca, pero en los ojos también se puede ver la sonrisa y no la veía, algo dentro suyo se había quebrado o decepcionado o quizás esas heridas que para mí eran mortales y que por intervención de aquel que está más allá de las estrellas se curaron lo habrán cambiado. Sus maneras eran más medidas, una manera ruda pero contenida, hablaba con voz firme pero a veces se perdía en sus pensamientos y yo lo notaba. Al amanecer, apenas bajé ya me esperaba en el salón del trono y me preguntó adelante de Albano.

-¿Mantienes en pié la oferta?

-¿La oferta?

-Soy un noble, caballero de Baglis. La tierra, el lago, la isla, el fuerte feudal que hay adentro.

-Sí, obviamente. Es más, son ajenos a mi reinado, te he dado mi palabra.

-Bien, entones me marcharé, veré de qué se trata, veré como es el poblado, la gente.

-Pero te aclaro -le dije-, está el poblado nada más, no hay quien proteja el lugar.

-No había, lo va haber ahora.

-Pero tú solo... -Levantó la mano cortándome.

-No iré solo, Otar y Dumir vendrán conmigo.

-¿Pero cómo, Otar no manda sobre los bárbaros?

-Sí, ellos también vendrán -Me sobresalté.

-¿Te llevarás a los bárbaros?

-Sí -asintió-, ellos serán mi fuerza en el nuevo lugar. Si ya Baglis no forma parte de tu reinado, los impuestos los cobraré yo.

-Sí, lógico.

-Bien, con eso pagaré a los bárbaros y seré equitativo con todos, no habrá abusos, los bárbaros respetaran al poblado y me obedecerán a mí.

-¡Pero me dejarás sin gente!

-No te dejaré sin gente, tendrás la misma gente de antes. Iban a atacar tu reinado, yo traje a los bárbaros, se quedará la guarnición que tenías antes.

-¡Es que no son tan numerosos!

-Bueno, trae parte de la tropa que has dejado en lo de Belicós. O directamente abandona Belicós, deja, y que venga toda la tropa de Belicós, tú les pagas más de lo que les pagaban ellos,

Le pregunté:

-¿Qué has hecho con Bunder Belicós?

Aranet se encogió de hombros.

-Nada. ¿Para qué? Maté a su hijo Royo, vencí al comendador Argamez. El viejo no me interesa. Mi consejo es que te despreocupes de ese lugar y refuerces tu reinado aquí, la tropa que estaba con Belicós te acepta, gana más y tendrás mucha más fuerza aquí con todos juntos que distanciados.

-No me queda otra si tú te llevas a mis bárbaros.

Negó con la cabeza.

-No son tus bárbaros, no son míos tampoco, me siguen directamente porque me consideran su jefe pero no me pertenecen. Son libres, no creo en las tiranías creo en la libertad. Si me siguen está todo bien. ¿El día de mañana quieren dejar la isla de Baglis? Allá ellos, veré qué decisión tomar.

No veo a la joven -le pregunté.

-No.

-Pero qué pasó.

-Hubo algunos desacuerdos.

Salté, quizá, un poco indignado.

-No entiendo lo de desacuerdos. La batalla, si bien tuvimos pocas bajas pero los hubo, el traslado, los soldados, el equipo, los materiales, todo fue por rescatarla.

-Sí. Correcto. ¿Y?

-¿Y ahora qué?

-Y ahora nada. Se cumplió el cometido, la rescaté, maté a los responsables. Por eso fue la batalla, porque tomaron lo que no tenían que tomar.

-Pero todo ese trabajo y al final veo que no te quedas con ella.

-Eso es un tema mío.

-Aranet, somos casi como hermanos, nos contamos todo.

Suspiró y miró el alto techo.

-Tuvimos desavenencias, ya se verá. Discúlpame, Gualterio, pero no quiero hablar del tema. Lo importante es que tengo tu palabra.

-Sí, por supuesto.

-Bien.

 

Desayuné con Marga y Aranet se fue a reunir con Otar, su sobrino Dumir y el resto de los bárbaros. Escuchaba carcajadas, hurras hasta que vino Oksaka, que ahora era el capitán.

-Mi rey...

-Oksaka...

-Mi rey...

-Oksaka, por favor, ¿qué?

-Algunos soldados comentan de irse con Aranet.

-¡Buff! -Me pasé la mano por la cara-. Sin apuro, ¿puedes preguntarle a Aranet si tiene un instante para mí?

-Mi rey, ¿cómo no va a tener un instante para usted?

-Ve y dile.

Recién pasado mediodía apareció Aranet.

-¿Has preparado algo para comer?

-Sabes que aquí tienes comida, pero te mandé llamar por otro tema, algunos soldados comentaban en voz baja de irse contigo.

Negó: -No, ya está, ya hablé con los pocos que... -Me señaló Oksaka-. Les dije que si me seguían los correría de vuelta a palacio a puntapiés, que se queden aquí. Aparte, no sé si yo les pagaría tanto. Ahí fue cuando se quedaron. Como ves, no son tan leales a mí, son leales al metal. Si es plateado, mejor, y si es dorado mucho mejor. El cobreado lo usan para la bebida y las mujeres.

 

Al amanecer siguiente partió para las tierras de Baglis, que estaban más al sur, al sur este.

-No es tan lejos -me dijo-, ya he averiguado bien.

Insistí con la pregunta.

-¿Y con la joven Valey, qué?

-Eso ya lo resolveré. Ahora quiero ver cómo está el lago, la isla, las tierras, la fortificación. Me llevo algunas mulenas también para cargar bártulos, provisiones.

-Sí, está bien.

-Igual hay muchas que ya van a tener cría, así que por los animales no te preocupes, mientras estén bien alimentados. Ten a la tropa contenta y al pueblo conforme, evita desmanes.

-Aranet, me estás hablando como si no vinieras más.

-Claro que vendré, nada más te digo eso.

-¿Cuando veré reírte de nuevo? -Hizo una mueca que imitó una sonrisa, me pareció más algo forzado y se encogió de hombros, nos abrazamos.

 

La formación de los bárbaros era tan o más perfecta que la de mis soldados, llevaban una, dos, tres, cuatro carretas, veinte mulenas y todos montados en sus hoyumans, Aranet adelante, al lado Otar, atrás Dumir. Se despidió de Marga, de Albano, de Oksaka y marchó.

 

Quiero ser honesto, cuando se marchó con los bárbaros sentí el palacio como... no sé... como vacío, como que faltaba algo. Lo había dado por muerto, estaba vivo y ahora se iba con su enorme hoyuman Salvaje.

 

La abracé a Marga y marchamos hacia dentro. La guardia real cerró los portones.

 

 


Sesión 28/03/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

La entidad relata haber tenido dificultades en sus relaciones pero a raíz de conocer a alguien que podría haber venido desde otro universo y saber cómo vivió allí cambió su perspectiva en el aspecto que siempre pensamos que nuestras penas son mayores que las de otros.

 

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Entidad: Es muy difícil relatar algo que no alcanzas a comprender. Como Elmer Dess tuve bastantes fracasos en los últimos treinta años, que equivalen a diez años de Sol III. Rescato que conocí a Nambo Flagan, para mí el mejor astrónomo de Ran II.

 

En estos últimos treinta años, que equivalen a diez años de Sol III, me pasaron infinidad de cosas: afectos, amigos, abandonos, traiciones, pérdidas, incomodidad incluso con mi trabajo. De alguna manera, por una maravillosa influencia de Nambo Flagan, me interesé bastante más de lo que me interesaba mucho antes la astronomía, pero me había volcado a una actividad nueva, extraña para mí, y debido a ello muchas amistades se alejaron.

Ran II nunca fue un mundo religioso, a diferencia de Sol III, podríamos decir que era un paraíso; selvas, bosques ríos, arroyos límpidos. Se respetaba la fauna y la flora, no usábamos el dinero, teníamos dinero electrónico, pero la misma astronomía me llevó a investigar fenómenos paranormales, porque a lo largo de la corta historia de nuestra civilización había situaciones que no se podían explicar, dibujos de la antigüedad con visiones que uno podría decir que el artista tenía delirios en su mente porque ya pasaba de lo que vosotros llamáis arte abstracto, y menos siglos atrás.

 

Nambo Flagan era mayor que yo, obviamente. Él siempre me recordaba:

-Elmer, Ran II nació de nuevo hace treinta años cuando se frenó la amenaza alienígena. ¿Y ahora por qué me has citado?

-Porque van a venir dos jóvenes.

-Sí...

-Que van a contar una experiencia.

-Sí...

-Y a ti que te gustan las cosas extrañas quizás puedas deducir algo.

-Bien.

Me sirvió una bebida caliente. Yo miraba todo en su laboratorio.

-¿Qué haces acá? -le preguntaba a Nambo.

-Experimentos. -Me imaginé telescopios, fotos de galaxias-. Estoy estudiando una estrella, una estrella cercana. El súper telescopio en órbita descubrió que tiene varios planetas, los que están cerca de su estrella son rocosos y seguro tienen vida. Quizás la vida ya se haya acabado -continuó Nambo.

-¿Por qué?

-Porque es una estrella vieja, tiene nueve veces, diez veces, la edad de nuestra estrella Ran.

-¡Oh! Entonces puede haber habido civilizaciones hace millones de años y se habrán acabado.

-Seguramente.

-¿A qué distancia está?

-Diez años luz, es una estrella amarilla, un poco más grande que nuestra estrella.

-Interesante.

Sonó el video portero.

-Son los jóvenes. Pasen, directamente.

 

Los miré, el joven era alto, atlético, tendría unos ochenta años, un poco más. La joven estaba elegantemente vestida pero su rostro, su mirada... miraba todo como si recién descubriera el mundo.

Nambo no perdió tiempo, los hizo sentar a los jóvenes. Él se llamaba Bruno, ella Hidden. Fue él el que tomó la palabra.

-Te vi en holovisión -le dije-, tú estás con esto de las peleas.

Y Bruno dijo:

-Mira, no son peleas, se llaman Artes Marciales Mixtas.

-Es cierto te vi en la holovisión, has salido campeón planetario.

-Pero no hay nada extraño en ello, no es eso a lo que vinimos.

Y el joven contó:

-Había una llovizna, mucha neblina y en un parque se encontró con la joven. La joven estaba con un aspecto absolutamente descuidado, toda vestida de gris, desaliñada y sorprendida, no sabía cómo había llegado a ese lugar. Contó que ella venía de una región que estaba en guerra, la guerra había terminado, un socialismo totalitario había vencido.

Bruno explicó:

-Primero pensé que podía ser una viajera del tiempo pero no tuvimos una guerra donde venciera todo lo que fuera gobiernos totalitarios en Ran II.

Luego tomó la palabra Hidden y comentó:

-Me crié prácticamente en un campo de concentración, me educaron para el combate, para la defensa. Practicábamos al amanecer orden cerrado en una especie de estadio techado y aprendí todo uso de armas, a disparar con fusil, con pistola, a combatir con cuchillo y a mano limpia. Algo pasó en mi interior porque sentí que canalizaba una energía y con mi mano podía golpear y lastimar gente al punto tal que mi último instructor, que media mucho mas de dos metros y era más del doble de mi peso, lo golpeé en el pecho y cayó exánime.

No voy a dar detalles -dijo la joven-, pero iba distraída y de repente hay como un... un círculo, más bien vertical, una luz que me envolvió y cuando salgo de esa luz me encuentro en el parque. Lo primero que me invadió en mi nariz es el aroma del césped cortado, flores, el olor a madera de los árboles, el aire tenía otro olor. Y aquí, mi compañero Bruno, me invitó a su casa de manera caballerosa, me cedió su baño, la ropa de una ex-pareja y la ropa vieja directamente la incineró.

Nambo me miró y me dice:

-A ver, Elmer, ¿qué opinas?

-No sé qué conclusión sacar -dije.

La joven sacó de su bolsillo unos billetes.

-¿Qué tienes ahí? -Había billetes de diez, de cincuenta, de cien-. ¡Pero esto es algo del pasado! Hace décadas y décadas y décadas que no usamos dinero en papel o dinero moneda, tenemos pines con dinero electrónico. Sí, justamente cuando hace treinta años cuando ocurrió la crisis alienígena, hubo cortes en toda la web y la gente salía a manifestarse en la calle porque no podían usar su dinero, pero estas figuras no las conozco. Tú no vienes del pasado... ¿Hidden has dicho?

-Sí -asintió la joven.

-Acá no hay guerra, acá no hay tiranía, hay distintas regiones con autoridades. Tratamos de cuidar la población, no podemos tener más de dos hijos por matrimonio. -Lo miré a Bruno y le dije: -Tu compañera viene de un universo alterno, no encuentro otra explicación. Pasó por un vórtex.

Lo miré a Nambo. El hombre me dijo:

-Yo pensaba eso, pero... siempre fue una teoría.

-Pero tú la tenías en cuenta, Nambo.

-Sí, pero aquí está la prueba viviente.

-¡Eh!, espera. Tú, Hidden, ¿quieres volver a tu mundo?

-No, para nada, para nada.

-¿Le has hecho pruebas? -le pregunté a Bruno.

-Sí, no tiene ninguna droga en la sangre, el lector de huellas pasado a la web marca que hipotéticamente no existe.

-Es de un universo alterno donde unos tiranos ganaron una guerra. ¿Tenéis una luna pequeña?

-Sí, pero Bruno me dice que vosotros habéis llegado.

-Tenemos una base, tenemos un cinturón de asteroides, orbitamos el sol cada ciento veinte y dos días.

La joven afirmó:

-¡Es Ran II!

-¡Sí, claro que es Ran II!

Y la joven dijo:

-Pero es otro Ran II, es un Ran II espejo.

-Nosotros le llamamos universo alterno.

 

Y aprendí una lección. Yo me sentía solo. De vuelta había fracasado en pareja, amigos que se me habían alejado porque se burlaban de las investigaciones extrañas que yo hacía, decían que mi mente estaba más en el cielo que en Ran, pero escuchándola hablar, a Hidden, lo que sufrió, los castigos corporales... no nos mostró pero nos contó que tenía su cuerpo marcado de cicatrices, de castigos.

 

Sí, la tiranía los alimentaba bien, si no no servían como maquinas de guerra, porque siempre había un enemigo. Comparado con lo que contaba la joven, mi drama era nada, mi drama era una parodia. A veces, lo que te parece algo grave, conoces a alguien -como thetán hay una frase que dice en Sol III "Mal de muchos consuelo de tontos"-, con esto quiero decir que no es que yo me sienta bien porque ella estuvo peor, sería absurdo, incoherente y necio de mi parte, no quise expresar eso, quise expresar que la angustia que a uno le carcome por la soledad, por los abandonos, por esas traiciones pasan a ser cosas secundarias comparadas con ese mundo que relata la joven, un mundo de tiranía, de sometimiento. Contó que había campos de concentración con miles de muertos, de enemigos. Dio más detalles pero prefiero no conceptuarlos a este receptáculo porque son demasiado crudos lo que comentó y no es necesario porque esos detalles no es algo que vaya a aliviar un engrama mío, el engrama me lo alivia sabiendo que no siempre lo que uno cree muy malo es tan malo y no siempre lo que uno cree excelente es excelente.

 

Hidden sobrevivió porque no se acostumbró -como dice un gran Maestro se adaptó, porque acostumbrarse es someterse-, ella nunca se sometió, de ahí los castigos pero también la templanza, se podía haber quebrado espiritualmente, pero no se quebró.

Y entonces me rio irónicamente pensando que los dramas que yo me hacía por las noches, perfumando mi habitación, mirando mi holovisor, retorciéndome en soledad, mis amigos... pero yo tenía trabajo, tenía bastante dinero en créditos, estaba bien físicamente. La historia me dio una bofetada. ¡Despierta Elmer, despierta!

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 24/04/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Era el rey. Podía tenerlo todo. Lo tenía todo menos la atención de su esposa, la reina. Se sentía solo. Ni la inminente llegada de su más querido amigo, Aranet, le levantaba el ánimo. Pero se le abrió un camino nuevo que no se atrevía a caminar...

 

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Entidad: Siento como que soy prescindible, estoy sentado aquí en el trono y tengo todo a mi disposición, pero me siento muy solo. Escucho una voz.

-Disculpe majestad... -La miro.

-¿Te he visto antes en palacio?

-Sí, majestad, dos o tres veces.

-¿Quién eres?

-Me llamo Marya, mi señor. -Una joven de ojos totalmente celestes y el cabello rubio, tan claro, tan claro, tan claro que parecía como las semillas del campo.

-No te había visto antes.

-Era la doncella de la señora Belicós.

-¿Ahora estás con la reina?

-No, mi señor, ella tiene su doncella. Ayudo en todos lados, en la cocina, a los mayordomos...

-¿Y estás bien?

-Mi señor... -Le caían las lágrimas.

-¿Te han tratado mal?

-No, mi señor, estoy emocionada.

-¿Por qué?

-Porque nunca pensé que iba a servirlo a usted, señor.

-Bueno, en realidad el rey no tiene dama de compañía, yo tengo quien me asista y tiene que ser alguien armado y que pueda defenderme.

-Lo sé, mi señor, pero el hecho de verlo ya para mí es...

-¿Me conocías de antes?

-Lo había visto tiempo atrás, cientos de amaneceres atrás cuando todavía estaban los Belicós. Había venido invitado. Su presencia, su gallardía...

-Me estás halagando, no me gustan los halagos, me ponen incómodo.

-Mi señor, es lo que siento -Miró para atrás y dijo-: Permiso mi señor. -Y se marchó.

-¿De qué te hablaba la joven? Hola, Anán. ¡Hola Anán! ¿De qué te hablaba la joven?

-De nada, Marga, me decía que había sido doncella de la vieja Belicós y que aquí se sentía bien.

-¡Ah! ¿Y tú cómo estás?

-Estoy. Qué quieres que te diga.

-¿Te has preparado?, porque el mensajero dijo que esta noche llegaba Aranet con esos salvajes.

-Son bárbaros, seguramente salvajes, pero no lo digas despectivamente, son seres humanos.

-Sí, que saquean, violan y matan y que ahora están más civilizados por Aranet.

-Nuestros soldados también saquean, violan y matan si los dejas. ¿Te piensas que porque están vestidos con botas, que tiene cascos metálicos o ropa lustrosa son mejores?

-Pero no te veo preparado para esperar a Aranet.

-Estaba pensado. Era anoche, por ejemplo, me quise acercar a ti y estabas cansada.

-Bueno, una de las cocineras estaba enferma, y yo siendo la reina me digne a ir a la cocina a ayudar.

-¿Y antes de anoche? Seguramente fuiste al campo a ayudar a la cosecha. ¿Y hace tres noches?, seguramente estuviste en el patio de armas viendo como luchaban los soldados. ¿Y hace cinco noches? ¿Y hace diez noches? ¿Cuánto hace que no estamos íntimamente?

-O sea, que yo solamente soy para ti un objeto.

-¿Cuánto hace, Marga, que estamos juntos, cuánto hace? ¿Y ahora me dices que yo pienso que eres un objeto porque quiero acercarme íntimamente? ¿Conoces a otros reyes?, tienen cien amantes y la reina es una figura decorativa, no es la mujer del rey, y el rey en su aposento tiene a cualquier persona que quiera.

-¿Y por qué no lo haces, entonces?

-Porque te quiero a ti. ¿Pero no tendrías que estar halagada? ¿No tendrías que estar contenta? ¿No tendrías que estar más que contenta que después de tantas rotaciones siga queriéndote y siga deseándote? Me acuerdo cuando nos conocimos, que yo entraba como un ave mojada por la lluvia, asustado, el palacio me impresionaba, la reina madre me recibió como un hijo. Me dice "Tú no eres Gualterio, tú eres Anán". ¡Pero yo sigo siendo aquella persona! Pasé por momentos bajos, aprendí a tener confianza de vuelta. Pero no me siento pleno, no me siento lleno. Tengo la amistad del mejor hombre que conozco, de Aranet. Mis soldados me son leales, los que vinieron de Belicós están más que contentos. Sí, ganan más metales, pero están más que contentos. No me siento pleno.

-No sé qué quieres que haga.

-No te quiero forzar a nada, es que no me interesa forzarte; yo podría comprar plebeyas, doncellas, cortesanas, lo que quiero.

-Claro, y ese es el ejemplo que le darías a tu hijo Gualterio.

-Ese es el ejemplo que no le estoy dando, mujer, es algo comparativo, algo que te dije que haría si yo fuera otro, pero no lo soy. A veces parece que hablara con una de las columnas de palacio. No, no me entiendes. No-me-entiendes. Me causa desazón. Me causa... me causa malestar.

-Está bien. Subimos a los aposentos y estemos un rato.

-No, no, no, no, no, no, no, no. No. No sale de ti, me conformas. No. Porque yo lo noto, lo siento, lo percibo.

Quiero estar solo. ¿Me puedes dejar? Mejor dicho; te ordeno que te vayas, o llamo a la guardia y te encierro en los aposentos.

 

-Mi señor, ¿está bien?

-Hola, Marya... No, no... Sí, estoy bien. Me acordaba de cosas que pasó hace mucho tiempo. Tú serías una niña.

-No soy tan joven, mi señor.

-Eres bastante más joven que yo.

 

La miré de vuelta. No tenía la cara pálida, tenía un cutis blanco pero con algunos tonos rojos, le corría la sangre por el cuerpo; sus manos delicadas, su figura, pero... era una figura de esos pintores... pero mejor que la figura de los pintores porque generalmente la figura de los pintores son mujeres que parecen los cerdeños del campo que tú vas a cazar con la ballesta. No, no, tenía una figura delgada, pero...

-¿Por qué se me quedó mirando, mi señor?

-No, no te miraba, estaba pensando.

-¿Le puedo ayudar en algo, señor?

-¡Je!

-No entiendo su risa, majestad.

-No, no me hagas caso, no me hagas caso. ¡Ay! Me podrías ayudar en tantas cosas...

-Lo que diga, señor, usted es mi rey.

-¿Marya, te llamas?

-Sí.

-Marya, soy tu rey, no soy tu dueño.

-Pero debo obedecerlo.

-No soy tu dueño, no eres esclava. Supón que el día de mañana te quieres ir de palacio, te puedes ir, en el caso de que tuvieras metales para irte. No soy tu dueño.

-Hay una orden real, señor, de que reciba metales, y los recibo, cada siete días recibo una cantidad de metales, que ahorro.

-Me parece bien, me parece bien.

-Entonces, ¿en qué lo puedo ayudar?

-Tu conversación me hace sentir bien, no me hace sentir solo.

-¿Por qué hace así, señor, ese gesto como que algo le salió mal?

-Porque en el fondo estoy incómodo que sepan cómo me siento.

-¿Por qué se siente solo?, usted es el que manda.

-Hay cosas que no puedo contarte, Marya, hay cosas que no puedo decirte.

-Tengo una amiga que... Había un jefe de guardia que sentía solo y lo abrazó, y ya él se sintió como distinto. A lo mejor lo que usted necesita, majestad, es un abrazo. Se ríe de vuelta, se burla de mí, majestad.

-No, no, no, no, no, no, mi risa no es de burla, mi risa no es de burla.

-No entiendo.

-Te lo explico: si te abrazo...

-Se quedó callado, majestad.

-Si te abrazo no te suelto más.

-¿Y qué se lo impide?

-Yo me lo impido. Yo me lo impido. Mi lealtad a mi presente, mi lealtad a mi soledad... No estoy coordinando bien, no sé ni lo que digo, 'mi lealtad a mi soledad'... Ven, abrázame.

 

¡Ay! Me puso su cara contra la mía, su mejilla contra la mía. Sentí su cuerpo tan frágil, tan cálido, y al tocarla con mis brazos, mi mano izquierda en su espalda y mi mano derecha un poco más abajo... tenía la tentación de bajar de la cadera y tuve que poner todas mis fuerzas de voluntad pero había bastante carne debajo de la piel. "Señor, tú que estás más allá de las estrellas, por favor"...

Y en ese momento Marya hizo lo que no podía hacer con un rey: me tomó de las mejillas y me besó en la boca. La aparté, quizá bruscamente pero quiero que me entendáis, no fui brusco porque sí sino por el sobresalto, y se lo dije:

-Discúlpame.

-Perdóneme usted, mi señor, no quise...

-No, no, lo que has hecho es maravilloso, pero no debo pasar la línea, estoy con mi reina. ¿Tú has tenido hombre? -negó con la cabeza-, habla.

-No, mi majestad, nunca tuve un hombre, una pareja, me estaba prohibido en Belicós porque era la doncella de la señora.

-¡Ah! conozco varios casos así, donde hacen una especie de juramento. O bien la persona del juramento muere o directamente cae derrotada y quedas libre del juramento. Pero no puedo, Marya.

-Lo admiro mucho.

-Pero no me amas. Por otro lado, mejor. Ya hablaremos. Ve a hacer las cosas. -Hizo una reverencia y se marchó.

 

Nunca me sentí tan débil, tan expuesto, me latía el corazón deprisa. Cuando conocí a Marga no me pasó eso. ¿Será que estoy más grande y estoy más vulnerable? ¡Pero será posible! No tengo un consejero, son todos idiotas. A Aranet..., pero tiene sus problemas. Aparte, tengo que despejar mi mente porque va a llegar con sus hombres. Yo ya tengo separados cien hombres de los que eran de la guardia de los Belicós, bárbaros del norte tomaron la fortaleza Belicós.

Del bolsillo del manto saqué una carta: "Rey Anán: Mis respetos a su persona. De la fortaleza Snowza". Tengo que aclarar mi mente, tengo que dejar mi mente limpia. ¿Qué es lo que está bien y qué es lo que está mal? Me duele horrores la cabeza, me duele muchísimo la cabeza, espero estar en condiciones para recibir a Aranet.

 

Me sentía solo, sentía como que Marga me dejaba de lado. En un momento sospeché ¡tiene un amante! La hice vigilar. No, directamente prescinde de mí, no le despierto deseos y me crea... me crea como culpa porque digo ¿en qué estoy fallando? ¿En qué estoy fallando como hombre, no como rey, como hombre? Y después se me aparece esta doncella rubia que parece como que bajara de las nubes, camina como flotando, huele a perfume y me la imagino, me imagino su piel y entonces me olvido... me olvido de esas noches vacías, ingratas, llenas de nada. ¿Pero no soy el rey? ¿No puedo hacer lo que quiero? Otros reyes, de verdad, tienen cien amantes, ejecutan a la reina, se la sacan de encima, la tropa no se mete, a la tropa qué le importa mientras tengan metales, no son censores. ¿Y por qué no me voy a dar una oportunidad con Marya?, hay reyes que en otras comarcas tienen cuatro o cinco esposas y tienen hijos con esta, con esta, con esta y con aquella para asegurar su descendencia.

Pero ahora tengo que tener la mente libre. Y me dolía mucho la cabeza.

 

Llamé a mi ayudante.

-Voy un rato a mis aposentos.

-Sí, mi rey.

-Despiértame... Calcula más o menos... Cuenta hasta mil, es solamente para descansar un rato.

Y me fui a recostar antes de que viniera Aranet.

 

Gracias.

 

 


Sesión 01/02/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Recién despertaba de un sueño real era notificado que se le requería viajar lejos. No había seguridad que no intentaran atacar el castillo.

 

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Entidad: Me levanté exultante. Gualterio ya se había ido, comentó que se iba con Aranet a practicar, lo dijo en la cena. Seguía exultante como en un sueño, le había prohibido a Marya que me diga mi rey, mi señor, iba a ser mi esposa, que me diga Anán y que me trate como si fuera uno más.

Objetó, porque dijo:

-¡Pero eres mi rey!

-Y tu futuro esposo.

 

No hubo nada premeditado. Ella vino a mis aposentos, es como que me sobresalte, me envaré. Cerró la puerta detrás suyo, estaba con sólo una prenda liviana, casi trasparente.

Me puse celoso:

-¿Te ha visto alguien?

-No, acuérdate que hay una antecámara.

-Es cierto. -No me dejaba ni pensar esa mujer, en la antecámara había dejado la otra ropa.

-Faltan varios amaneceres para la boda. Luego que me tengas ¿piensas dejarme? -preguntó.

-¡Dejarte! El día que yo no esté más aquí creo que mi alma se quedara contigo. ¿Cómo te voy dejar?

-¿Entonces por qué esperar?

 

Me empezó a besar, me empezó a acariciar, me despojó de la poca ropa que tenía y de mi mucha vergüenza. ¿Vergüenza? ¿Vergüenza a mi edad? Sí. Apagué todas las velas menos la de al lado.

-No, esa déjala.

Le pregunté:

-¿Por qué?

-Quiero verte. -¿Qué le iba a decir, que así me inhibía más? Pero por otro lado yo también quería verla, sentirla, palparla, besarla. Fue como una especie de ritual de besos, de caricias. Cuando me quise dar cuenta, ella encima mío me puso adentro de ella, como si fuera una mujer experta, pero después se frenó.

-Anán es la primera vez, vamos despacio.

 

¿A mí me decía vamos despacio?, fue ella la que se sentó encima mío. Estaba tan nervioso que enseguida derramé mi líquido dentro de ella. Me siguió besando, la seguí besando.

No sé el tiempo que pasó y comenzamos otra vez con pasión, con amor. Y otra vez. Y así descansé un rato, pero luego a la mañana la tendría de nuevo. Me desperté la vela estaba consumida, las cortinas de las ventanas abiertas, la brisa me había despertado. Marya no estaba. ¿Lo soñé?, sí lo soñé, lo soñé. Me vestí, me lavé con agua perfumada con flores y salí, la antecámara estaba vacía.

Cuando salí al corredor se me acerca Albano.

-Mi rey.

-Sí, Albano.

-La señorita Marya me dijo que le preparó ella personalmente el desayuno.

-Gracias.

 

Bajé. En la mesa de la sala estaba mi desayuno y en frente había otra taza, y la veo a ella vestida elegante con el cabello recogido.

-Gracias por el desayuno. Pero ¿fue cierto o lo soñé?

-Fue cierto, Anán.

-Soy el hombre más feliz.

 

Devoré el desayuno con unas ganas. Me encontraba exultante. Marya se fue a la cocina, quería practicar con la jefa de cocina porque cuando estemos casados no me iba a dejar que nadie me preparara nada, por lo menos no mientras estuviera en palacio.

Y llegó mi hijo:

-Padre.

-Estoy contento, Gualterio.

-Padre, deja esa cara de tonto.

-¡Gualterio!

-Tienes cara de tonto.

-Hijo, ¿qué es esa carta?

-Una invitación.

-Me suena el nombre Andahazi. -Y mi hijo me contó. Era el rey de una comarca gigantesca, un castillo más que gigantesco, una guarnición con más de seis mil hombres.

-¿Cómo sabes todo eso?

-Me lo contó Aranet, padre.

-¿Y Aranet cómo lo sabe?

-Padre, ¿qué poblado no conoce a Aranet?, fue sacando de aquí, de allá, de más allá y él mismo me dijo "Cuando te cuentan algo desconfía, pero te lo cuenta otra persona a dos amaneceres de distancia ya puede ser cierto. Te lo cuenta una tercera persona a cinco amaneceres de distancia: es válido".

-Y nos invita a una fiesta dentro de siete días.

-Serían seis, padre, esto lo entregaron prácticamente al atardecer.

-¿Pero Aranet no te mandó para aquí?

-Sí, con dos soldados, pero no quería venir a la noche, hicimos campamento a mitad del bosque.

-Pero te podría haber pasado algo.

-Padre, ya está, basta.

-¿Aranet sabe que te quedabas a acampar?

-No.

-¡Ay, hijo! Y que más te dijo de esta persona.

-Que había sido hijo de un mendigo.

-¿Cómo?

-Sí, que lo golpeaban de pequeño y que cuando el padre murió lo llevaron de sirviente a ese castillo actual y su rey lo adoptó como protegido.

-¿Al hijo de un mendigo?

-Era un niño y evidentemente ese rey tenía ciertas apetencias por los niños.

-¡Gualterio!

-Y lo tuvo como protegido en su alcoba. Cuando el rey murió dejó un decreto que... Se llamaba Rendo, el hijo de mendigo, entonces le puso de título el rey de la Comarca Andahazi.

-O sea, que se ganó un reinado.

-Sí, pero Aranet comenta que le dijeron de boca a oído que es un rey rencoroso por varias razones, porque lamió la pobreza, porque degustó el maltrato, porque fue atropellado de mil maneras, hasta latigazos recibió. Y encima, después su protector con cariño, con afecto, pero terminó abusando de él. Entonces esa debilidad interna la transforma en rencor y en aires de superioridad.

-Obviamente, Gualterio. ¿Aranet no piensa ir?

-Sí, y quiere que tú también vayas con veinte soldados nada más, como para guardar las apariencias. Si no vais lo podrá considerar una ofensa y...

-Así que seis mil soldados en la guarnición.

-En realidad no, en realidad tiene diez mil.

-Gualterio, me has dicho seis.

-Lo que pasa que hubo dos reinos, que eran reinos pobres, su patio feudal ni hortalizas tenía. Entonces Andahazi les propuso cuidarlos y en lugar de pagar un tributo directamente los incorporó a su protectorado y cada reino tenía dos mil hombres, así que ahora el reino tiene diez mil hombres.

-Deduzco que invitó a más reyes y a otros que no siendo reyes, como el caso de Aranet, pero tiene un título.

 

Mi pequeño Gualterio siendo aún un joven era inteligente y calculador, quizá menos emocional que yo. Y eso era bueno porque dijo:

-¿Te piensas que Andahazi no tiene espías por todos lados? ¿De qué lo conoce a Aranet, cómo sabe que está en la isla Baglis?

-¿Y Aranet viene?

-Aranet viene, padre, un día antes y se va a quedar aquí.

-¿Él viene con algún bárbaro?

-Me dijo que no porque no tiene sentido llevar a los bárbaros, él va a venir bien vestido, con ropa limpia, afeitado.

-Bien. ¿Has comido algo?

-No, padre. Y tengo un hambre que me comería directamente un... cualquier cabrío que haya por el campo.

-Ve a la cocina, hay carne asada o tienes directamente panes, leche de cabra, lo que quieras.

 

Y me quedé solo. Mi mente era un torbellino. ¿Que se me había pasado la sed de besos de Marya? No, nunca, era como un manantial eterno que me daba fuerzas. Pero ahora mi mente estaba preocupada, no creo que hayan sido sólo dos invitaciones, debe haber habido decenas de invitaciones. ¿Fiesta? Por lo que me dijo Gualterio que le contó Aranet, este hombre tenía un apetito enorme de poder. De todas maneras esos dos reinos que anexó estarían cerca, nosotros no estábamos tan cerca, aparte no quería ser anexo de nadie. No tenía sentido seguir pensado.

-¡Albano! -Se acercó Albano.

-Señor.

-Voy contigo al patio de armas, quiero practicar un poco.

-Lo espero, mi rey.

-Sí, ahora voy. Prepárame los guantes y una buena espada.

 

No, esperaría cinco días a que venga Aranet y entre los dos planearíamos qué respuestas dar, cómo tratar. Pero todo es un sin sentido porque no sabremos hasta el momento con qué nos va a salir ese hombre, bastantes problemas debe tener en su mente de una infancia como hijo de un mendigo, sucio, harapiento, huérfano, después su protector con cariño lo lleva a su alcoba. Y es lo que conoce. Por lo menos honestamente no sé nada y el pensar lo que podría pasar, lo que dejaría de pasar, lo que podría no suceder, los planes que podía tener, cómo contra restarlos. todo eso honestamente me desgasta, me desgasta al punto tal de no querer salir al patio de armas. Basta de pensar. Voy a practicar un poco con la espada antes de que se me oxiden las articulaciones. Ya veremos qué pasa.

 

 

 


Sesión 11/03/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Ligor viajó hasta el reino de Anán y se ofreció para lo que estaba a punto de suceder. Hasta los dracons combatirían.

 

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Entidad: Hacía dos noches que no podía dormir, no tenía novedades de Aranet ni de mi hijo, mis pensamientos me agobiaban, me oprimían la garganta, el pecho, el estómago, me retorcía de nervios. María era muy sabia, cuando veía que podía acercarse a contenerme me abrazaba, me acariciaba el cabello. Cuando veía que mis nervios estaban al límite se apartaba silenciosamente, no decía nada, se sentaba a un costado con la cabeza gacha. Dos días sin novedades.

En ese momento se acercó Albano.

-Se acerca un guerrero, un guerrero alto, grande.

-¿Aranet? -exclamé-. Pero cómo, ¿viene solo?

-Es un guerrero de cabello oscuro. No, no, no es Aranet.

 

Había citado a las tropas oscuras y ardeños, Aranet. En veinte amaneceres ya habían pasado dos, pero con el tema de mi hijo mi mente no tenía otro pensamiento.

-Ábranle los portones.

El hombre entró. Miré su rostro, un rostro confiado, actuaba como con desparpajo. Mi palacio no era de los mejores pero impresionaba a los visitantes, a este guerrero no. Dejó su hoyuman en el patio de armas y entró.

-¿Tú eres Anán?

Albano le dijo:

-Dirígete como el rey Anán. -El guerrero no le prestó importancia, le llevaba media cabeza y mucho más corpulento.

-Soy Anán. ¿Y tú?

-Mi nombre es Ligor.

-¡Ah, ajá! He hablado mucho de ti.

-¿Con quién?

-Con mis soldados. En la comarca todos hablan de ti, dicen que tienes el poder del rayo, que eres amigo de los hombres alados de las montañas del norte. ¿Existen de verdad esos hombres?

-Existen, rey, existen.

-¿Y es cierto que puedes montar un dracon?

-Es cierto.

-¿Y que lanzan fuego por la boca? -Sonrió, negó.

-No, no es cierto, lanzan un vapor caliente que puede deshacer tu cara en un instante y cualquier madero lo pueden encender con ese vapor caliente.

-¡Pero si es vapor, es agua!, ¿cómo pueden encender un madero?

-Tendrá algún componente especial, no es solamente agua, el estómago de los dracons es distinto al de los humanos, tienen un aparato digestivo donde sus jugos gástricos son demasiado ácidos y eso es lo que lanzan y que quema, y mucho.

-Bien. ¿Tu presencia es por...?

-Porque un soldado del rey Alanés me visitó, me contó el tema de Andahazi, me contó que quiere someter a la comarca. Hay muchos que se han unido a él. Explícame tú cómo está todo.

-Primero y principal, mi hijo fue mordido por un ofidio bermejo, verdoso, Aranet a quien entiendo que tú conoces, lo llevó a un lugar donde pueden supuestamente curarlo.

-Seguramente que sí -dijo Ligor-, pero cuéntame si tienes algún plan.

-Bueno, no tengo tantos soldados y Aranet menos bárbaros en la isla Baglis, pero él encontró a tropas de oscuros y de ardeños que pueden juntar miles de hombres para unirse a nosotros.

-¿Cuándo se van a unir?

-En dieciocho amaneceres. Van a venir aquí, a mi palacio y... ¡Uf! Igual de todas maneras creo que son pocos.

-¿Cuántos... cuántos se han unido a este demente?

-Bueno, aparentemente bastantes. Mandé a un mensajero, Dionisio, a que vaya a cada reino, a cada principado y a cada casa noble, a ver quienes se unieron verdaderamente. Fueron veinticuatro los invitados -le relaté a grandes rasgos lo que sucedió en la supuesta fiesta, que fue más una proposición o una imposición.

-Si me permites me quedaré y te haré compañía, no te molestaré, si quieres dormiré con los soldados.

-No -negué-, la cocinera está preparando un buen guisado, entiendo que a ti te gustan tanto como a Aranet los guisados. Ya ordené que se ocupen de tu hoyuman. -En ese momento apareció un cachorro de guilmo que había traído mi hijo, que no se daba con nadie, hasta Albano le tenía temor. Ligor lo vio y le brillaron los ojos. El cachorro de guilmo, que en realidad era imponente, se abalanzó contra él, Ligor lo abrazó y rodaron por el piso, parecían estar luchando. Marya pegó un grito-. Espera mujer, espera. -En ese momento vi, sí, vi bien, el guilmo le tenía en sus fauces uno de los brazos y Ligor apretaba sus dientes contra su hocico y de repente lanzó una carcajada y el guilmo le lamió. Mire el brazo de Ligor, estaba intacto, estaban jugando.

Ligor me miró sonriente.

-¿Habías visto alguna vez algo así? -me preguntó.

-Sí, hace mucho tiempo atrás con un querido canino que murió por una traición.

-Seguro que fue Aranet.

-Has acertado, fue Aranet.

-Quién otro podría jugar con una bestia de estas.

-Tú, obviamente -le dije.

 

Pasaron dos amaneceres más, faltaban dieciséis para que llegaran las oscuras y los ardeños, y Aranet aún no venía. Mi congoja era tremenda. Para tratar de despejar mi mente le pregunté a Ligor:

-¿Es cierto que montas dracons?

-Cuando era más joven -dijo- hace mucho tiempo, pero los dracons me conocen, creo que tienen el olfato más desarrollado de todo Umbro.

En ese momento llegó Dionisio.

-Coméntame.

-Majestad, eran veinticuatro reinos, ¿no?, ¿los que fueron a la fiesta?

-Así es. Sigue.

-Bien, de los veinticuatro reinos, principados y de casas nobles que acudieron a esa reunión con ese tal Andahazi, diecinueve aceptaron el protectorado y solamente cinco no. Vos, majestad, eres uno de ellos.

-¿Cómo has hecho para sonsacarlo?

-¡Oh! Mi padre fue mensajero, mi abuelo fue mensajero. Quienes me decían que habían aceptado el protectorado les decía: "Qué bien, porque mi rey está con vosotros". Quienes no aceptaron el protectorado les dije la verdad:"Mi rey Anán se unirá a vosotros".

-O sea, que conmigo, con el rey Alanés, con la casa noble de Aranet y solamente dos reinos más son los que no hemos pactado el acuerdo. Miles y miles de hombres ahora se han unido, es preocupante. Puedes marcharte. Toma -le di una moneda dorada.

-No, mi rey, está bien, cobro un sueldo.

-Toma, sé que tienes mucha familia en el patio feudal. Y ve a la cocina y come algo.

-Gracias, mi rey. -Dionisio se marchó.

-Ligor, te veo muy tranquilo.

-Mira, Anán, el tema es así. -Lo miraba de costado a Albano, que se molestaba cada vez que me decía directamente por mi nombre y no con mi título, pero Ligor parecía como un hermano gemelo de Aranet si no fuera por el don de la electricidad y el manejo de los dracons. Lo miré bien, era mayor que Aranet, se veía cabello plateado a los costados.

 

Ligor me miraba sonriendo.

-Estás mirando mis canas, piensas que no tengo fuerzas. Te aseguro que mi fuerza no la he perdido, ni mis mañas, ni mis ocurrencias, ni mi sentido del humor. Ni mi mal humor llegado el caso, que aquellos que lo conocen no están vivos para contarlo. Te contaré Anán, los dracons son fuertes en manada, por llamarle de alguna manera al grupo de dracons. Yo puedo montar uno y los demás nos van a seguir. O sea, ¿que hay en este momento diecinueve casas nobles que han aceptado el protectorado?, perfecto.

-Seguro que Aranet estará de acuerdo contigo, Ligor.

-Cuando vengan las oscuras y los ardeños, la gente del rey Alanés, las otras casas restantes y vosotros haréis un sitio en la fortaleza de Villarreal.

Le pregunté:

-Pero ahí no está la mayor fuerza, la mayor fuerza está en las diecinueve casas que seguramente acudirán.

-Esas déjalas por mi cuenta. Llevaré al dracon principal y a veinte dracons más, más vale que sobren dracons y no que falten.

-Ten en cuenta una cosa -dije-, he visto catapultas que arrojan rocas de hasta diez veces el peso de un hombre, le pueden dar en la cabeza a un dracon y lo abaten.

-Te digo, Anán -respondió Ligor-, los dracons tienen una piel muy dura y no son torpes, no son para nada torpes, no solamente pueden esquivar esas tremendas rocas sino que hasta pueden desviarlas con sus fuertes alas. No niego que alguno pueda caer pero sus palacios arderán, eso te lo puedo asegurar. De todas maneras esperaré a que venga Aranet con tu hijo a salvo.

-¿Eres optimista o me estás dando aliento?

-Ambas cosas -dijo Ligor-. Ser pesimista atrae el pesimismo, ser optimista atrae el optimismo. Yo busco atraer optimismo, no me interesa ser derrotista, los derrotistas pierden.

Respondí:

-A veces. A veces no es que uno sea derrotista, a veces uno es realista. En este momento no tengo esperanzas, Aranet ya tendría que estar de vuelta con mi hijo.

-Hombre, no te pongas a llorar ahora, eres un rey, mantén la dignidad.

-No puedo mantener la dignidad, no puedo. -Ligor me zarandeó, me zamarreó por los hombros. Albano quiso interceder y Ligor con su mano izquierda le puso el alto, que no intervenga:

-¡Basta!

Mi sorpresa secó mis lágrimas. Nos conocemos recién ahora, hace pocos amaneceres, y me zamarreaba como si yo fuera un chiquillo. Pero me hacía sentir bien. Marya miraba callada la escena.

Ligor le guiñó un ojo.

-¿Tú eres la prometida de este? -asintió con la cabeza sin hablar-. Di que yo amo a mi pareja, amo enormemente a Nuria. Si no, te hubiera llevado conmigo. Anán es aburrido.

 

María entendió que hablaba en broma, para quitar hierro al asunto, y sonrió. Yo también sonreí, pero mi garganta, mi estómago aún seguían con esa acidez tan feroz como el estómago de los dracons, faltaba nada más que echara vapor. Mi mente desvariaba, tendría que descansar.

-¡Asunta! -Vino una de las cocineras.

-Mi rey.

-Trae una bebida bien fuerte.

-Ese es el rey que yo quiero -dijo Ligor. Y gritó:

-¡Asunta! -La mujer lo miró con ceño fruncido-. Tenemos hambre. ¿Qué pasa con el guisado? -No sé qué poder tenía Ligor para caer simpático a todo el mundo. Asunta sonrió.

-Ya va a venir, señor.

 

Ligor se sentó espatarrado en uno de los sillones. Le trajeron la bebida. No se sirvió en ninguna copa, tomó directamente de la botella y pegó un gran eructo.

María asombrada. Yo, acostumbrado de ver a Aranet, o al Aranet de antes. Ahora estaba como un poco más refinado. Quizá, tal vez.

 

Por ahora no tengo nada más que decir.

 

 

 

 


Sesión 13/08/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Seguía la gran guerra entre Villarreal y los otros reinos. El rey Anán fue envenenado, perdiéndose las batallas. El príncipe, su hijo estaba desaparecido.

 

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Entidad: Siento, siento como que estoy en un laberinto flotando. No me siento bien, como que algo da vueltas dentro mío y a su vez yo doy vueltas como flotando, como disperso. Mis pensamientos están confusos, hay como círculos concéntricos, colores. ¡No, son espejismos! ¡Algo! ¡Siento náuseas!... ¡Aaah!

 

-Mi amor, mi amor.

-¿Qué? ¿Quién eres?

-Soy yo, mi amor, Marya.

-Marya, ¿qué Marya?

-Toma esto, por favor, está tibio.

-¿Qué es?

-Te va a hacer bien, te va a hacer bien. -Era un líquido dulzón, al comienzo me pareció raro y no lo quería tomar, dejé la mitad.

-¿Qué es?

-Te va a hacer bien. Tómalo todo.

-No, esto me hace mal.

-Esto es para lo que te había hecho mal.

-¡Ay! No entiendo, no entiendo lo que me dices. -Tomé la jarra y acabé el líquido de un trago-. ¡Ah! Tengo sueño, estoy mareado.

-Duerme otro poco Anán, duerme otro poco, mi amor.

-¿Dónde estamos?

-En nuestro aposento, mi amor. -Se me cerraban los ojos, se me nublaba la mente y caí contra la almohada.

-Mi amor...

-¿Qué?

-Ya amaneció.

-Marya, me habías dado un líquido.

-Eso fue anoche mi amor.

-Tengo frío.

-Aquí tienes, ponte un abrigo.

-Tengo frío en los pies.

-Déjame que te calce las botas.

-Me voy a parar (levantar). -Traté de pararme (levantarme) y caí sentado-. ¿Por qué estoy tan débil? No escucho ruido, ¿dónde están todos?

-Te aislamos las ventanas, mi amor, para que no escuches el ruido.

-¿Por qué estoy débil?

-Estuviste treinta amaneceres y treinta anocheceres así.

-¿Y estoy mejor por lo que me has dado anoche?

-Estás mejor por lo que hace siete anocheceres que te estoy dando.

-¿Y cómo no me acuerdo?

-Pensaba que no te... Pensaba que no te recuperarías, mi amor.

-¿Qué me pasó?

-Mi amor, comenzaste a tener como temores por una batalla que se avecinaba.

-¿Y se fueron sin mí?

-No querías ir, pero a los pocos días empezaste a desvariar- Veías enemigos por todos lados, no me reconocías, mi amor, a mí, no reconocías a tu hijo.

-Me envenenaron.

-No, no fue un veneno, fue un hongo alucinógeno, pero del prado de Avala.

-Del prado de Avala, cerca del mar. Hay leyendas.

-No son leyendas, son hongos que te pueden hacer perder la memoria, te pueden hasta quitar la vida. Pero no lo hicieron para quitarte la vida, te lo hicieron para declararte insano y que... que no seas más rey.

-¡Pero si alguien quería mi corona bastaba con matarme!

-Es que no querían matarte, mi amor.

-Siéntate. ¿Qué pasó?

-Había una cocinera nueva que preparaba viandas y ponía hongos alucinógenos en tu comida.

-¿Y nadie se dio cuenta?

-Al comienzo no porque ella misma la probaba la comida, pero evidentemente tenía una especie de antídoto, alguna planta que evitaba que los jugos de ese hongo se pudieran digerir. No, no, no, yo no conozco mucho.

-¿Y cómo la descubrieron? ¿Quién la descubrió?

-Finalmente la descubrí yo, mi amor, porque primero fue la principal sospechosa pero cuando vimos que ella misma comía lo que te daban, pensamos no, no puede ser, pero uno de los cocineros que es bastante glotón se sirvió a escondidas un poco de tu sopa, un poco nada más, y empezó a desvariar, no hizo falta darle nada porque fue un poco nada más.

-¿Y qué has hecho?

-Llamé a los soldados, a los que quedaban.

-¿Cómo a los que quedaban? Termina de contarme.

-En presencia de los soldados la tomé del cuello y le puse un puñal en la garganta.

-¿Tú? ¿Tú?

-Sí, mi amor, eres lo más valioso para mí, y la hice confesar.

-Cuéntame.

-No te va a gustar.

-Cuéntame, ya me has dicho casi todo. ¿Quién la mandó?

-Ese es el tema.

-Está bien, ese es el tema. ¿Quién la mandó, Marya?

-La mandó, la mandó... Mi amor, la... la que era tu esposa, Marga.

-¡Marga! -No lo podía creer-. Marya, ¿ella piensa que la dejé por ti?

-No sabría decirte, mi amor.

-Cuando yo te conocí la relación con ella estaba terminada, ella estaba pesimista, negativa en todo sentido, distante. Está bien, soy el rey, podía obligarle a todo pero no me parece... Y ella estuvo de acuerdo en vivir con protección en la otra fortaleza. Termina de contarme.

-Yo, yo tomé dos decisiones. Discúlpame, mi amor, pero los soldados me consideran tu reina, aunque todavía no lo sea.

-Sí que lo eres, mi amor. ¿Qué has hecho?

-A la cocinera, me preguntaron si la ejecutaban y di la orden de que sí.

-Le cortaron la cabeza con una espada.

-No, mi amor, con un hacha.

-Y Marga, es la madre de... es la madre de mi hijo.

-Quedó en custodia, mi amor.

-No es que me interese por mí pero si la hubieras ejecutado no sé como lo hubiera tomado Gualterio, si te hubiera perdonado.

-Mi amor, atentó contra tu vida, no sé porque lo hizo. Yo no soy de darte ideas ni de meterte ideas en la cabeza pero si no te quiere, si no le interesas no le tiene que importar si eres feliz o no eres feliz. ¿Por qué vengarse? Si tú no fuiste el que causó esa ruptura, todo lo que pasó.

Mi mente estaba mucho más clara.

-Así que hacía siete días que estaba tomando este brebaje para sacar los restos del hongo alucinógeno de mi cuerpo, de mi sangre. Treinta días estuve así. ¿Y Marga quedó en la fortaleza?

-Sí, pero en una habitación cerrada y custodiada. Al costado tiene una baño o sea que se puede higienizar, y bueno, y todo lo demás. Y le dan comida dos veces al día, y comida sana, mucho más de lo que te dieron a ti.

-Marya, has dicho el resto de los soldados; ¿los otros soldados?

-Se fueron con Aranet, mi amor.

-¡Ah! Había un, no me acuerdo del nombre del lugar, no me sale el nombre...

-Villarreal, mi amor.

-¡Eso! La fortaleza de Villarreal. Había un hombre Andahazi.

-Así es, mi amor. Hubo varias batallas.

-¿Cómo, cómo te has enterado?

-Por los mensajeros, mi amor.

-Recuerdo que escuché hablar a Ligor y a este joven, Ezeven. Iban por unos dracons.

-Y fueron, mi amor. Te cuento si quieres el detalle.

-No, no, estoy un poco cansado, todavía siento el estómago como revuelto, como... ¡Ay! ¿Queda más de ese líquido, del bueno?

-Queda más, mi amor.

-¿Dónde lo has conseguido?

-Me acompañaron dos soldados, mi amor.

-¿Adónde?

-Hay una anciana, no recuerdo muy bien el nombre, que trabaja con hierbas sanadoras.

-¿Dónde está Gualterio?

-Fue para eso, fue para buscar hierbas. La anciana dijo que nunca apareció por ahí.

-¿Entonces se fue con Aranet?

-No, mi amor.

-¿Cómo sabes?

-Por Ciruela, mi amor.

-¿Está acá?

-Sí.

-Llámala. -Me estaba enterando de golpe de todo lo que estaba pasando. Marga me robó treinta días de mi vida, me impidió ir a combatir.

-¿Cómo estás, mi rey?

-Ciruela, no me digas mi rey. ¡Ven, siéntate! ¿Tienes algo para contarme?

-Sí.

 

Me contó las visiones de los reinos que estaban con Andahazi, los reinos que mezquinaban al poblado para comprar más armamento para pagar a los combatientes, los castigos de los que no hacían caso. Me contó que se fue con Gualterio, alcanzaron a Aranet. Me contó que Gualterio no se quedó con Aranet siguió viaje, viaje al sudeste y ella se volvió.

-¿Tienes más intuiciones?

-No, seño. Mi mente está muy confusa, visualizo muchos muertos.

-¿De la gente de Villarreal?

-De ambos lados, mi rey.

-¡Uf! ¿Y todavía no terminó la batalla?

-Todavía están luchando.

-¡Treinta amaneceres!

Si me hubiera dejado llevar por impulsos la hubiera ejecutado a Marga. No lo hice pero no por mí, no lo hice por Gualterio. Y no voy a decir la frase común que dicen todos "Al fin y al cabo es la madre", porque he conocido madres excelentes, he conocido madres que han echado a perder a sus hijos, he conocido padres amorosos, he conocido padres que han violado a sus propias hijas. Entonces eso de "Al fin y al cabo es tu madre", tal vez no lo hago por respeto a Gualterio.

 

-Mi amor, ¿quedan bastantes soldados?

-Quedan bastantes.

-Baja al patio de armas Marya, de orden mía que preparen cincuenta soldados bien armados. Espera no vayas todavía. Ciruela ¿qué camino tomaron?

-El camino de las acacias.

-Aj. Sigue.

-Bueno, es un camino casi recto, tranquilo y después se bifurca.

-¿Se bifurca, dónde?

-Pasando primero el bosque oscuro. Y cuando se está llegando al desierto un poco antes hay un camino que va para el sureste.

-Y lo de Andahazi queda para el noreste. Ajá ¿Habrán ido por el bosque, habrán ido por la arena? Dile a los soldados, Marya, que se preparen, cincuenta dije, y que vayan por el camino de las acacias y antes de llegar al desierto hay un camino que va para el sureste, y en todos los poblados que busquen a Gualterio y que lo traigan.

-Sí, mi amor.

-Espera, que lo traigan como sea, por las buenas o por la fuerza.

-¡Quizá no se lo tome bien!

-No lo hago para mostrarle que soy el que mando, quiero verlo, quiero tranquilizarme, quiero saber que está bien. ¿Él no comió nada de lo que preparó esa mujer que ejecutaste?

-No la ejecuté yo.

-Bueno, has dado la orden, está bien, está bien, está bien.

-No, mi amor, no sé si comió algo.

-¿No te recuerdas?

-Mi rey, creo que se llevó una vianda de la cocina.

-¿Tú has visto, Ciruela, que se llevó una vianda de la cocina?

-Me parece que sí, no estoy muy segura.

-Marya, cuando uno no está seguro de algo, si es para peor yo lo doy por seguro. Mira si le pasó lo que me pasó a mí.

-Voy ya, mi amor.

 

Marya bajó al patio de armas. Los soldados estaban bien entrenados, cincuenta equinos con sus soldados salieron al galope hacia el camino de acacias y luego al sureste en busca de Gualterio.

-Me sigue doliendo mucho el estómago y tengo muchas náuseas. ¡Qué feo, mi amor, que feo!

-Para nada, mi amor.

-¿Cómo para nada?

-Estás vivo, recuperaste la conciencia, la cordura, para mí eso vale más que todos los metales del mundo. -En ese momento Marya me abrazó y me besó en la boca con una dulzura tremenda mientras Ciruela se reía. Ciruela se levantó, me hizo una reverencia y bajó, y Marya con un humor sano me dijo-: Mi amor, sé que mis besos te encienden pero te dejaré tranquilo. -Cuando se estaba por marchar le dije:

-Mi amor, sí, espero no tener que aguardar treinta días más.

Soltó una risa y dijo:

-No, mi amor, pero unos días más, sí. -¡Ah! Quise hacer una broma pero me agarró una puntada tremenda en el estómago-. ¿Ves?

-Sí Marya, no estoy bien todavía ya sé, no estoy bien todavía. Quiero saber qué pasó con Gualterio, quiero saber qué pasó con la batalla pero ahora estoy extenuado de no hacer nada. Pero voy a descansar se me cierran los ojos de vuelta.

-Al mediodía vas a comer algo, mi amor.

-Pero ahora voy a descansar, voy a descansar.