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Psicoauditación - Walter |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 24/11/2018 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 27/02/2019 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 28/05/2019 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 02/08/2019 Aerandor III, Horacio Sesión 21/08/2019 Aerandor III, Horacio Sesión 24/08/2019 Aerandor III, Horacio Sesión 26/09/2019 Aerandor III, Horacio Sesión 12/10/2019 Aerandor III, Horacio Sesión 28/11/2019 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 21/12/2019 -1- Aerandor III, Horacio Sesión 21/12/2019 -2- Aerandor III, Horacio Sesión 24/11/2018 Pasó como un sueño provocado por algo que le dieron a comer. Se recuperó sin querer recordar demasiado, ahora tenía otras cosas que hacer, tenía que preparar la boda con su reina.
Entidad: -¡Marya! -Sí, mi amor. -Me encuentro bastante mejor. Honestamente, no pensé que me iba a pasar todo esto. -Te entiendo mi amor. -No, no... Te voy a explicar por qué. No, no, quiero que me entiendas de verdad. Yo nací en el sur, yo no sabía quién era, me decían Gualterio, como le puse a mi hijo. En realidad nunca fui Gualterio, era un nombre que tenía, nada más. Supongo que porque aquel que está más allá de las estrellas me guió -porque otra explicación no la encuentro-, llegué a parar aquí. No me recuerdo muy bien pero creo que tenía una frazadita azul que la que era mi verdadera madre reconoció, pero eso ya lo conoces, esa historia ya la conoces. ¿No te molesta que hable de Marga? -¡Mi amor, cómo me va a molestar! Ella coqueteaba con un joven que siempre me dio la impresión como que no le atraían las mujeres, a ese joven, que era noble, un poco creído y yo me sentía como cohibido y noté que Marga, de la nobleza, me miraba de una manera como despreciativa, como diciendo "¿Quién es este advenedizo?". Es más, cuando mi madre me reconoció y sabía que yo era su hijo Anán, a partir de ahí fui el príncipe Anán y Marga es como que me miraba de una manera extraña, como diciendo "¡Qué cosa, viene de la nada y se lleva una corona!". Pero yo en ese momento no lo entendía de esa manera pero además no es que fui inseguro, nunca era inseguro, pero de repente te encuentras en un palacio con piso y escaleras de mármol, todas las velas encendidas y te sientes como apabullado, como intimidado. Entonces sí estaba un poco inseguro en ese momento. Dicen que uno cuando tiene recuerdos que no son buenos, nuestra mente nos ayuda hace como una especie de juego, nosotros tenemos adentro de la mente como distintos lugares: uno para la inteligencia, otro para la memoria y se ve que la memoria tiene varios pequeños compartimentos y casi no recuerdo, de verdad, casi no recuerdo como fue el noviazgo con Marya, la posterior boda, con... Discúlpame, estoy tonto. -Mi amor, ¿qué te está pasando, todavía te dura el efecto de eso? -Siento que te he ofendido. -¡No, no por qué! -Porque estaba hablando de Marga y dije Marya, es como que me cuesta recuperarme. Voy a dejar momentáneamente ese tema. Cuando te conocí a ti sentí como que iluminabas mi vida... -Y... -Espera, déjame terminar; iluminabas mi vida. Yo ya estaba muy mal con Marga, no teníamos acercamiento de ningún tipo, no quiero ponerte incómoda de hablarte del tema pero es como un desahogo. -Lo entiendo, mi amor. -Me alegro. Quizá me mal entiendas, tengo una tremenda fascinación por ti, pero amor, deseo, y a veces estoy sentado en el trono y te veo pasar por ahí, me miras, te sonríes y sigues, y cuando te veo pienso "No lo puedo creer, ¿esta belleza es mía? o yo lo soñé, no puede ser real", ¡Qué haces, qué haces! Gracias por el beso. ¡Je! Sí, eres de verdad, eres de verdad, pero me cuesta creerlo.
Bueno, yo eso no lo sentí, pero no la estoy justificando a Marga, nunca le falté el respeto, nunca le fui infiel, nunca le di motivo como para que se queje. Quizá sí, cuando me cogió un tremendo bajón y huimos, y gracias a Aranet pude regresar, había perdido mi confianza en mi propio ser. Pero no me quiero desviar del tema. Honestamente, no me recuerdo casi nada de la vida con Marga, es como que si hoy hubiera un volcán en erupción y quedara aislado con ella en un páramo infértil los dos solos me daría hasta escalofríos el tocarla, pero no estoy exagerando, no estoy exagerando. Dame por favor un poquito más de ese jugo me duele bastante la cabeza.
Ahora sí, ¿cómo está Gualterio? -Te vino a ver tres veces ya. Está bien, se repuso rápidamente, le costaba acordarse de las cosas, no le pasó lo que a ti. Tú prácticamente estabas sin conocimiento, hasta temíamos por tu vida, mi amor. El niño no, él es como que perdió la memoria. -Y eso es lo que me provoca ira porque lo que hizo la madre fue contra mí y él sin querer comió y le afectó. -Está totalmente recuperado, mi amor, tuvimos largas conversaciones, es como que está más abierto. Y yo decía "Niño", pero no es un niño es un hombre. A veces va a la feria feudal, conversa con la gente, es muy popular. -¡Ah, me voy a poner celoso! Pensé que el más popular aquí era yo, el rey. -No, mi amor, no eres el más popular ahora. -¡Je, je, je! Lo dices con una ternura por favor, tienes una manera de hablar tan dulce, pero a su vez con esa dulzura... ¡Je! Me acuerdo cuando me decías "¿Y qué pasó con tal persona? La hice ejecutar, mi amor". Lo decías con una dulzura... -No me lo recuerdes mi amor, creo que fue necesario. -No, está bien, no lo tomes como burla, ni como reproche. Es lo que me gusta de ti. Es... Hagamos una cosa, ¿cuándo viene la gente para acá, cuándo viene Aranet, Ligor, los soldados?, ¿cuándo vienen... ¿Donk? -Bueno, un mensajero dijo que están volviendo, salió todo bien. El único que no viene es Ligor, quedó un poco... un poco raro de su mente. -¿En qué sentido? -Bueno, esa joven, Randora, que se había unido al señor de Villarreal, lo ayudó a escapar, escaparon juntos y Ligor dejó a su pareja y se fue en busca de esa gente, en pos de venganza. -¡Uf!, debe estar muy dolido. ¿Qué más? -Bueno, los demás vienen para aquí. -Quiero ver a la niña. -La niña no va a venir, mi amor. -¿Qué pasó, le pasó algo? -No, mi amor, la fortaleza de Villarreal se transformó en una especie de escuela de personas que tienen ciertos dones como... -¿Como Fondalar? -Justamente, Fondalar i Émeris son los que llevan la escuela adelante y quedan unos soldados para ayudar a reformar todo. -¿Y Ezeven? -Se queda también allí. Será cuestión de irlos a visitar. -No, van a tener que venir. -¿Qué piensas hacer? -Qué pensamos. Ahora que viene más el calor ya vamos a preparar la boda. -Mi amor... -Es hora, es momento, tenemos que casarnos. Te quedas callada... -¿Cuándo haríamos la boda, mi amor? -Lo más pronto posible, en... en sesenta amaneceres. ¿Te quedas callada? Cuéntame. -Mi amor, creo que... creo que no me vino el sangrado hasta ahora. -¡Marya!, esto significa que... -Sí, mi amor, es casi seguro que estoy embarazada. -Nos abrazamos, nos besamos. -Voy a esperar que lleguen los soldados y voy a mandar emisarios a Villarreal. Quiero que todos, todos vengan a la boda. Vamos a invitar incluso a los que ayudaron, los ardenios, los oscuros... Quiero que sea una fiesta, pero no me mal entiendas no quiero mostrar lujo ni nada, ni que vengan de gala. Humildes, con ropa de cuero, nosotros mismos. Pero quiero ponerte yo la corona. No tengo a mi padre pero tengo un buen amigo, Aranet, él nos va a anunciar como esposo y esposa, él, y nos pondremos los anillos de ceremonia. Sé que normalmente el que dirige la ceremonia es el que le pone la corona a la reina pero no, quiero ponerla yo en tu cabeza como mi reina, mi reina Marya. Supongo que Gualterio estará triste porque su madre está en una torre. -Mi amor, con el príncipe nos llevamos muy bien, es un joven extraordinario, tiene la idea fija, no sabes cómo práctica la espada. -¿Acaso piensas que ya me puede ganar? -Mi amor, yo no soy hipócrita, yo creo que ahora te puede ganar, en realidad no lo creo, estoy convencida que te puede ganar. -¡Ah, qué bien! ¡Ah, qué bien! Mi futura esposa en contra mía. -¡Je, je, mi amor, je!, yo siempre sigo la verdad. -Bien, pero no me vas a impedir que practique, quiero ver hasta qué punto es tan bueno. -Mi amor, espero que no salgas lastimado. -¿Cómo? -Mi amor, ¡te estoy haciendo una broma! -¡Ah! Bueno, ahora tienes una nueva faceta, también haces bromas, con esa voz dulce haces bromas. Bien. Ven sentémonos a la mesa. ¡Tú, ven! -Majestad... -Necesito pergaminos en blanco, una pluma y tinta. -Sí, majestad. -¿Qué piensas hacer amor? -No, sólo un borrador, no pienses que voy a anotar a los invitados porque no cabrían en diez pergaminos, quiero ver que vamos a... Tiene que ser un día justo; qué preparamos de comida, moderados con la bebida, tampoco quiero problemas... ¡Vamos a tener un hijo, vamos a tener un hijo! Me siento egoísta. -¡Mi amor, qué dices! -Marya, hace poco hubo cientos y cientos de muertos, no declaramos duelo y estamos festejando un futuro nacimiento. Estoy afortunado, me siento afortunado pero a su vez me siento como... Estoy triste, estoy contento, pero capaz que es culpa de no haber ido. Está bien, que no estaba en mis cabales, que no era yo, era eso que ingerí. -Deja de pensar, mi amor, el futuro va a ser mejor. -Necesito hablar con Gualterio pero lo haré más tarde, ahora voy a descansar otro poco.
Sesión 27/02/2019
El rey seguía acongojado por las últimas circunstancias. Afortunadamente apareció su mejor amigo, con él pudo explayarse relatándole cómo se sentía.
Entidad: -Me siento confundido, totalmente confundido. No entiendo las conductas, no entiendo los comportamientos, es como que tú te esperas algo y sucede lo contrario.
En ese momento se acercó Donk y le digo: -Te agradezco infinitamente lo que has traído. -¿Cómo esta ella? -me preguntó Donk. -Se está recuperando, pero ha perdido mucha sangre. Por momentos es como que se mueve, se ha despertado un par de veces, por minutos y ha vuelto otra vez a quedar dormida, como inconsciente. Es duro pasar por algo así, es muy duro. Pero eso no es lo que me desconcierta. Me desconcierta lo de mi exesposa, Marga, convivimos tanto tiempo... Me imaginaba que podía tener un desplante, echarme en cara que no fui buen esposo, que por otro lado no es cierto, yo ya estaba distanciado de ella cuando conocí a Marya. Su conducta, es como que hizo un giro de 180 grados su manera de ser. -Dímelo a mí -dijo Donk-, con Shila nos llevábamos bien. -No, no, no, es otra cosa, Donk, es otra cosa. -No, no es otra cosa, me acusaba de que de yo no era buen hombre, de que había engañado a todos disfrazándome de Novo, me echaba en cara cosas. -Donk, Donk, son dos cosas distintas, son dos cosas distintas, absolutamente distintas, trató de envenenarme. Mi hijo Gualterio tuvo amnesia porque también ingirió algo accidentalmente. -Sí, son dos cosas distintas, pero yo también pasé las mías. Me sentí como un paria, sólo, abandonado. -Donk, es un círculo vicioso lo que hablamos, no es lo mismo, no es lo mismo.
En ese momento se escucharon voces, algarabía, el galope de caballos. -Albano, ve a ver quién es, rápido. -Es Aranet, mi rey. -¡Aranet! Dile por favor que venga. Y llama al príncipe. Ya. -Te contaba, Anán, que yo también pasé las mías. -Sí, sí, sí, Donk, sí, entiendo que sí, que pasaste las tuyas, entiendo que has salvado a Mina, entiendo perfectamente, pero mi tema es otro. -¿Y eso? -Mi tema es otro, es como que habláramos de dos cosas distintas y no tienen nada que ver. Aguárdame un segundo. -Ehh, hijo, viene Aranet, llévate a Donk, llévalo a practicar espada, a montar, a donde sea, llévalo, quiero hablar a solas con Aranet, por favor. -Y quedé solo.
-¡Anán! -Pasa, por favor. -¡Cómo estás!, ¿te han contado? -Me han contado. -¿Estaba Donk recién? -Sí, pero no se puede hablar con él. -¿Qué pasó? -¡Ah! Le estaba contando de que… ¿te acuerdas en los comienzos, cuando vinimos de Krakoa, en el medio del salón grande, abajo, te revolcabas con el guilmo?, ¿cuando la que era mi madre reconoció esa frazada azul?, cuando conocí a Marga, era altiva, es cierto que era altiva, pero tuvimos algo entre nosotros, tuvimos algo, quizá se empezó a distanciar porque sufrimos la pérdida de una criatura, pero los dos la sufrimos, no solamente ella, ella se refugió en sí misma, como si fuera la única víctima.
Aranet me escuchaba, no me interrumpía, no trataba de contar lo que a él le pasaba, como hace Donk. -Con Donk era imposible hablar porque competía a ver quién la pasaba peor, su caso era distinto, seguramente Shila era una persona intratable, Marga no, Marga era una persona como que de alguna manera era criada en la nobleza, pero se entregó, se volcó, tuvimos momentos difíciles, hubo un momento en que yo perdí mi rumbo y ella me sostuvo. Y tú, por supuesto Aranet, que me restauraste en mi lugar. ¿Pero a qué voy? A peguntarme por qué una mujer puede cambiar tanto, de querer envenenarte. Sí fue ella la que se alejó. Sí fue ella la que cuando quería acercarme, me rechazaba, quizá no diciéndome "No, no quiero estar contigo". Hay muchas maneras de sentir el rechazo, muchas maneras de sentir que no quieren saber nada de ti. Entonces ¿por qué?, ¿por qué no puedo rehacer mi vida y ser otra vez feliz?, porque finalmente me recuperé y el príncipe Gualterio también. Y entonces envió unos esbirros y Marya cae herida, casi mortalmente. Y no se la castigó porque se la encontró ahorcada en una de las torres. ¿Si me sentí mal? No, al contrario, a veces digo que cruel que debo ser, ¿no?, porque pienso ¿por qué no se colgó antes? ¡Por qué no se colgó antes! ¡Ah! Pero ¿por qué cambia la gente? Sí, alguna vez he cambiado, he titubeado, pero no en mi lealtad, tú tampoco, Aranet, has cambiado, has adquirido modales, pero sigues siendo ese bruto jocoso que monta un felino, que pelea contra un bicho enorme jugando, sabes cuándo reírte, sabes cuándo estar serio y eres un ser humano, porque en el momento que has perdido el control de ti mismo, esa norteña te clavó la espada y casi te mata. Pero eso demuestra tu humanidad también, aunque seguro que no estás contento de haber perdido ese control, te entiendo, venias pensando y pensando y pensando, y pensando y pensando en lo que le había pasado a Mina. Y ahora, mira, tengo a Marya en una situación similar, pero a diferencia de Donk, tú me escuchas, no compites a ver quién de las dos mujeres estaba peor porque entiendes que yo sé que Mina estuvo al borde de la muerte, porque lo sé, y tú sabes que cuando marchaste a batalla yo estaba bajo los efectos de ese hongo venenoso. Y sigo desconcertado Aranet, porque a veces estoy con temor de que quien me rodee también cambie y que no sea quién yo creo que es, es como que Marga me dejó un temor interno. Reconozco que nunca tuvo la décima parte de la dulzura que tiene Marya, ¡nunca!, pero quizá, quizá daba su vida por mí, y ahora... ahora está muerta. ¿Y si no hubiera estado muerta, la hubiera ejecutado? Seguramente que sí. ¿Que Gualterio se hubiera opuesto? Para nada, para nada, su furia era igual o mayor que la mía. Pero nos ahorró la tarea. Y si piensas que soy cruel en ponerme contento, no es que estoy contento, estoy satisfecho y preocupado. -Anán, tu prometida se va a reponer. En realidad veníamos para una boda, pero la boda puede esperar. Quiero contarte que han pasado cosas, muy brevemente. En mis bárbaros hubo una pelea entre algunos que es como que enloquecieron, estaban obnubilados, y con el jefe de los bárbaros, mi ayudante, tuvimos que matar como a veinte que estaban como perdidos. -¡Vaya! Pero vosotros estabais en el desierto peleando contra las huestes de Andahazi; si no hubiera pensado como que hubieran aspirado o comido esos hongos que comí yo. -No sé, no sé lo que pasó, pero por suerte ninguno más perdió la razón. -¿Por qué te quedas pensando, Aranet? -Porque sí hubo uno que tenía una conducta distinta. -¿De quién hablas? -De Ligor. Ligor ama a Nuria y es como que se empecinó en ir a buscar a Randora, que se había escapado. Por momentos la trató mal a Nuria. -¿Piensas que había algo en el agua que le afectó lo mismo que les afectó a esos veinte bárbaros que estaban contigo? -No sé, no sabría decir. Aparte, no tengo la menor idea donde puede estar. -¿Y los demás? -Bueno, Fondalar está en la fortaleza Villarreal y se instaló con su pareja. También Ezeven, la niña Ciruela y muchísimos más que tienen distintos dones, es como una especie de escuela para gente con dones. Pero en breve vendrá para aquí porque está enterado de la boda. -¡Je, je!, ¡Ah! Espero que quede bien mi querida Marya, que no le haya afectado la mente, ha perdido mucha sangre. -Aranet me apoyó la mano en el hombro. -Mírame. -¿Qué? -No todos cambiamos, y si cambiamos es para mejor porque crecemos, porque aprendemos. Y podemos equivocarnos en confiar en quien no debemos porque somos humanos. Pero se trata de reponernos, de salir adelante, y tu prometida lo va a conseguir. -¿Te quedarás? -Me quedaré. Pero he cabalgado mucho... -¡Ja, ja, ja! Bebida espumante y un guisado de cordero. -¿Ves?, tú también tienes dones, me has leído el pensamiento. -¡Ja, ja, ja! Gracias por alegrarme este pequeño momento, gracias, Aranet.
Sesión 28/05/2019
Conversaron. Al poco pareció que una dama se había perdido. Llegaron unos amigos y prepararon su búsqueda.
Entidad: Hoy me siento bien, hoy me siento bastante bastante bien. Quisiera seguir relajado, recostado, disfrutando del día, del momento, de la situación, pero bueno, aquí estoy contigo conversando. Cuéntame, Aranet. -¿Qué puedo contarte? Estoy como más precavido. En la isla dejé a casi todos los hombres, les dije que hagan guardia y que fuera de los que hacen guardia, el cincuenta por ciento esté alerta, el otro cincuenta por ciento disfrute con las mujeres, que beban, que descansen, y cuando estén frescos se turnen. Pero no dejen a la isla solamente con los guardias, por lo menos la mitad de los hombres preparados. Por eso me vine nada más con una docena. ¿Y tú qué cuentas? -Bueno, también estoy precavido. Marya todavía está en reposo, pero está mucho mejor. La criatura bien. Y de la tropa voy sacando veinte soldados por vez, que vayan a dar vueltas por la zona para ver si hay algún movimiento extraño. Pero estoy relajado después de tanto tiempo, lo que pasó de no querer ir a la batalla ya te lo he dicho, fue por esos alucinógenos que consumí. -Lo sé -dijo Aranet-. No, no toquemos ese tema, que es triste. -No, si te refieres a Marga lo hemos conversado, no me molesta volver a conversarlo. Entiendo que hay personas que son de una manera, buscan mostrarse de otra y de repente muestran lo que son. Porque yo no la traicioné, yo ya no tenía relación con ella cuando me enamoré de Marya. -Comprendo -dijo Aranet-. En realidad fíjate con Mina, pero lo de Mina se justifica porque ella pasó prácticamente por la muerte y se aterrorizó, por eso se alejó de mí. -No, no, no, no -negué yo-, ¿cuántas veces has pasado por la muerte? Lo del abismo, cuando te dieron por muerto los guerreros, te dieron por muerto. No, no has cambiado. -No responsabilizo a Mina -dijo Aranet-, no todos tenemos determinado carácter, determinada manera de ser. Aparte, su crianza no es mi crianza, nosotros venimos de Krakoa. ¡Je! Fuimos salvajes, yo lo sigo siendo. -¡Je, je! No, no lo eres, tienes un título, te lo otorgué yo. -¡Ay, amigo, amigo! ¿Qué es un título?, ¿El título se ve? -No -dije. -¿El título te hace más alto, más flaco, más fuerte? -No, pero de repente mírame a mí, por una mantita azul estoy donde estoy, soy rey. -¿Te compra vida? -No, Aranet no me compra vida, es lo que es. -Mira -dijo Aranet-, mira a Gualterio. -Sí. ¿Cómo lo ves? -Un muchacho que es un poco rebelde, no me hace caso. -No, no, ¿cómo lo ves, como persona? -Sencillo. -Ahí tienes. -¿Y cómo se crió? -En palacio, generalmente, no todo el tiempo. -Está bien. Pero ¿es creído, es vanidoso? -No, tiene dos o tres amigos, pero amigos de verdad, en la feria feudal. -¿Entonces?... -A veces no tiene nada que ver la crianza, a veces es la persona, a veces es como es uno. ¿Y tú cambiarías? -le pregunté. -No, yo estoy bien. Si tengo que comer con utensilios comeré con utensilios, si me tengo que revolcar en el piso con el guilmo me revolcaré por el piso. Soy yo, en mi esencia, monté un bagueón. -¡Ah! El famoso Koreón, el koreón dos. ¿No sientes esa armonía? -No, siento galope. -¡Qué oído que tienes! -Ahí viene uno de la guardia. Sí. -Majestad, han llegado visitantes. -¿Amistosos? -Muy amistosos. -Hazlos pasar. ¡Wow! -Llegaron Fondalar, Émeris, Nuria, la pequeña Ciruela-. ¿Y Ezeven? -Se quedó en la academia -dijo Fondalar-, se quedó con los demás. Aparte, hacía falta alguien poderoso para estar en el lugar. -¡Je, je! ¿Qué haces? -Todos rieron, Ciruela se había sentado en mis rodillas-. Pero ya eres grande, ya no eres una niña, ¿Te da pudor? Eres grande ya. -¿Acaso me miras de otra manera? -No, por favor, no. Eres una hija. No. -¿Entonces por qué tienes pudor? -Porque soy tonto. Aranet preguntó: -¿Mina no venía con vosotros? -Sí -dijo Nuria-, pero decidió adelantarse. -¿Venía para acá? -No, iba para la isla, para Baglis. -No, allá no fue, allá no fue. -Aranet me miró. Ciruela se bajó de mis rodillas. -Tú, los soldados están cansados. De orden mía que salgan otros veinte hacia la isla Baglis para ver si la ven a la dama Mina. -Así se hará. -¡Qué raro, salió antes que vosotros! -Así es. -¿Por qué? ¿Cómo habían quedado? -En que veníamos todos juntos. -No entiendo por qué se adelantó. ¿Qué dices tú, Aranet? -Por un lado estoy contento. -¿Contento? -Claro, se fue para la isla. Significa que eligió otra vez estar conmigo, a pesar de todo lo que pasó. -De todo lo que pasaron ambos. Tres veces tú, Aranet, has caído con un bagueón al abismo. Cuando le fuiste a rescatar a Mina te dieron por muerto en el camino y luego perdiste la cabeza y te dejaste atravesar la espada por esa norteña. -Lo reconozco. -Que luego mató Elefa. -Sí, dicen que es muy buena esa Elefa. Me gustaría que viniera para que le enseñe a Gualterio. -A Gualterio le puedo enseñar yo -dijo Aranet. -Sí, enseñarle a que no pierda la cabeza como la has perdido tú, tres veces al borde de la muerte o tres veces muerto y has renacido. Hay una leyenda que dice que quienes renacen son mejores, son distintos, son nuevos. -Aranet se encogió de hombros. -Yo me siento igual. -Igual, ¿de verdad? -No. -¡Ah! Entonces te sientes un poco mejor. -No, me siento con mucha sed. -¡Ja, ja, ja! ¡Ay, Aranet! ¡Ay! Yo tratando de armar palabras, de hablar del renacer y tú me hablas que quieres tomar una bebida espumante. -¿Qué hay de malo? -No, está bien, te acompañaré. Hoy es un día calmo, tranquilo, las visitas están cómodas, no hizo falta que abra la boca. En la cuadra ya están alimentando, dándoles de beber y cepillando a vuestros hoyumans. Y en la cocina están preparando varios platos, al que le gusta guisado, guisado y también tenemos pescado, así que tranquilos. ¡Ah!
-Amigo... -¿Qué Aranet? -Escucho galope. -Ya vinieron los soldados y los que se fueron a la isla no pueden venir tan rápido, es otra guarnición que mandé. ¡Qué pasará ahora, por favor! -Permiso majestad. -Miró a toda la gente. -Habla, habla delante de todos. Está bien. ¡Qué pasó! -No sé por dónde empezar. -Habla, como si estuvieras en la cantina hablando con un compañero tuyo, habla. -Hubo un incidente en un pueblo, al norte. Había un hombre, un tal Gorga, con todo respeto por tu persona, Aranet, pero media cabeza más grande que tú. -Sigue. -Y era un hombre manso, tranquilo, a veces acarreaba leña, a veces troncos, pero buena persona. Y un día, de buenas a primeras se burlaron de él y solamente con golpes de puños empezó a matar a la gente que se burlaba. -No sé qué tiene que ver, pero continúa. -Bueno, obviamente por más fuerte que sea lo atacaron entre cinco o seis. Dos le clavaron espadas, a uno se la partió y después le partió el cráneo, otro le tiró una lanza para no acercarse demasiado. Incluso desde cuarenta pasos, dos con flechas que dieron en su cuerpo, y por fin cayó. -Está bien. ¿Y qué? -No quisieron enterrarlo, lo arrastraron con una mulena y lo dejaron en el borde del bosque que estaba cerca del poblado ese. Y al día siguiente apareció distinto, feroz, casi masacró a media aldea, no se le veían las heridas.
Lo miré a Aranet. -No es creíble esa historia, generalmente cuando va de oído a boca, de boca a oído es como que todo se agranda. ¿No te ha pasado a ti?, montas bagueones, has renacido de la muerte tres veces, pero en realidad no estuviste muerto. Seguro que con ese tal Gorga pasó lo mismo.
Puedes retirarte. -No terminé, majestad. -¡Ay!, ¿otro tema? -No, el mismo tema. En otra aldea unos hombres que se hacen llamar 'Los renacidos' asolaron otra aldea. No era una aldea pacífica, se defendieron, muchos de los atacantes cayeron con dos o tres flechas en el cuerpo, repelieron la agresión. -¿Y qué hicieron con los cuerpos? -No había cuerpos, es como que se levantaron. -¿Está relacionado con el tema de ese hombre, Gorga? -No, no, es una aldea que está a miles de líneas de distancia de la de Gorga, pero el efecto es el mismo, es como que curan sus heridas de repente. -Déjanos. Bueno, todos los que quedamos aquí somos de confianza. Donk aquí presente puede contar, él fue quizás el primero que conoció el valle donde hay unas plantas sanadoras. Aranet, la dama Mina y muchos otros han sido sanados no solamente en el valle, también hay una anciana muy querida, Areca, que estuvo en el valle y tiene su propio lugar donde crecen esas plantas. Quizás en el norte haya otra tierra donde crezcan esas plantas y la gente sane. -Aranet movía la cabeza negando-. ¿Por qué no? -Porque no. Porque es imposible. Tanto yo como Mina como Donk hemos tardado en recuperarnos y no siempre nos recuperamos. Mira tu hijo, si no fuera por Ezeven que de alguna manera es como que le hizo latir de nuevo el corazón, ni siquiera las plantas lo hubieran sanado. -Entonces no entiendo, ¿qué son, muertos? Eso es una leyenda. -No, no, tiene que haber otra explicación, tiene que haber otra explicación. Por ahora no me moveré de aquí, esperaré a que venga tu guarnición, a ver qué pasó, si Mina fue para la isla Baglis. Pero... -¡Pero qué! ¡Dilo, Aranet! -No sé, ahora se complica todo porque apenas Marya se ponga bien está vuestra boda. -¿Por qué? -Porque me hubiera gustado ir con alguno de mis hombres, de los bárbaros, hasta la aldea esa de ese tal Gorga, a ver cómo es que sana tan rápido. Sabiendo como sana él sabremos como sanan esos supuestos renacidos, porque no me gustaría encontrarme con guerreros que agotemos todas las armas y se levanten otra vez. -¡Ja, ja, ja! -Ahora de qué te ríes -preguntó Aranet. -Cuando empezamos la conversación dije "¡Ah!, qué día tranquilo, un día tan espectacular". No sabemos dónde está Mina, en el norte hay gente que se levanta que no se sabe si murieron o estaban mal heridos, se sanan en instantes... Y yo hablaba de día tranquilo. ¿Tú qué dices Donk? -Sí, tienes razón, Anán, es raro ver un día de tranquilidad con todo lo que a uno lo agobia por dentro. Porque no hay días tranquilos. -Está bien, está bien, está bien, está bien, te vas por otro lado. No, no; seamos optimistas, por favor, hoy quiero optimismo. ¿Fondalar? -Optimista cien por cien. ¿Respetada Émeris? -Optimista cien por cien. -¿Nuria? -Pesimista cien por cien. -¡Ah! Donk, apártate de Nuria. ¡¡¡Por favor, es un chiste!!!
-¿Qué ha pasado? -Nuria se acercó, se sentó al lado mío-. El tema es así. Sé que tú has sido envenenado. No has muerto, pero has alucinado, has perdido la memoria y un montón de cosas, al igual que tu hijo. -Bien, sí, algo así. ¿Pero qué tiene que ver? -En Villarreal pasó algo parecido. Randora antes de fugarse con Andahazi puso algo en el agua que volvió locos a los soldados. A nosotros que tenemos dones no nos hizo nada, pero a los soldados les afectó. -¿Y entonces? -Ya está todo solucionado, menos con Ligor. A Ligor ese hongo, o lo que fuera que tiraron en el agua- le afectó, estaba de muy mal genio, huraño. No me llamaba por mi nombre y se fue en un dracon para vengarse de Randora, y no había manera de convencerlo. -Doy fe de lo que dice Nuria -dijo Aranet. -Lo lamento, lo lamento. Un día tranquilo, armonioso. Bueno, vamos a tratar de solucionar las cosas una por una, pero es un atolladero, no sé por dónde empezar.
Habló Fondalar: -Querido Anán, esperemos que venga Mina. Lo de la boda es cómo tú te sientas anímicamente. Si tu amada tarda un poquito más en recuperarse esperemos con lo de la boda y entonces yo acompañaré a Aranet al poblado ese. -Acepto -dijo Aranet-. Llevaremos... -Lo interrumpió Fondalar: -No, iremos tú y yo. Mis dones bastarán. -Pero tus dones... -habló Nuria-, sé muy bien de lo que habla Fondalar, prácticamente él solo -porque si bien estaban Ligor y otros-, fue prácticamente Fondalar el que rescató a la que en un momento determinado fue mi reina, mi princesa, y después mi reina Samia. -Está bien, no lo pensemos más. Ya trajeron la comida y las bebidas, vamos a comer, vamos a beber. Si quieres, Aranet, nos quedamos conversando, si no después de comer descansamos un rato. Pero yo aconsejo mejor descansar un rato hasta que venga la guarnición de la isla Baglis. Y vosotros, este es vuestro palacio también, acomodaros en cualquiera de las habitaciones de arriba. Y tú, niña, ven aquí dame un abrazo muy grande. Si te aprieto y te como a besos no me abrasarás vivo, ¿no? -Depende. -¡Cómo! -Si me aprietas muy fuerte, sí. -Pero mira que soy el rey. -En ese caso te disculpo.
La tomé en mis brazos a la pequeña y la abracé con todas mis fuerzas y la recontrabesé, la adoraba a esa niña, la adoraba y sé que ella a mí. ¡Ah! Ahora me duele enormemente el pecho, lo lamento por este receptáculo. Pero era tan sereno el día, tan sereno...
Gracias.
Sesión 02/08/2019
La vida le llevó a resignarse de la situación en la que se encontraba, preso en un castillo. La casualidad le llevó a conocer a otro esclavo que no se resignaba, se adaptaba, buscaba una oportunidad.
Entidad: En muchas vidas me ha pasado que nunca me he resignado, pero creo que en esta sí, creo que en esta no tengo escapatoria.
Estoy entre cuatro paredes comiendo sobras, con frío, con humedad en una celda donde aparte de ti están las ratas que van y vienen. No les tengo miedo, estoy acostumbrado. ¡Je! Y esa es otra mala palabra resignado, acostumbrado. ¡AY!, he pasado por tanto...
Un día abrieron la puerta de la celda y tiraron semidesmayado a otro hombre fuerte, corpulento, pero con la espalda llena de sangre por los latigazos que había recibido, pero no escuchaba ni un quejido. Pensé que estaría desmayado pero se inclinó y me miró. Y lo que más me desconcertó fue que sonrió. Le pregunté: -¿Te gusta la tortura?, porque veo que sonríes. -¡Ja, ja! No... Obviamente que a nadie le gusta que le torturen -me respondió, pero buen trabajo les he dado. -¿Y no tienes miedo a que te maten? -se encogió de hombros. -Si me matan se les acaba la diversión porque prácticamente les encanta darme de latigazos o maltratarme o insultarme. -Por supuesto no les respondes -dije. -Sí, los insulto yo también y me golpean. Por suerte tengo todos los dientes sanos. -Eres un inconsciente -le recriminé-, yo trato de tener el perfil bajo; me insultan y agacho la cabeza, me empujan y encima pido disculpas. El extraño me dijo: -¿Acaso te dan mejor comida? -No. -¿Tienes mejor trato? -No. -¿Duermes en una cama? -No, en el piso frío. -¿Y entonces de qué te sirve someterte? -Por lo menos sobrevivo. -¿A esto le llamas sobrevivir? -¿Por qué te encerraron? -le pregunté. -Hace tanto tiempo que estoy aquí, tanto tanto tanto tiempo... ¿Y tú? -me preguntó. -Yo estoy desde hace mucho tiempo, por eso me extraño de que nunca nos hayamos visto, ni siquiera cuando salimos al patio, donde nos vigilan los guardias. -Me imagino por qué. -No entiendo -le dije. -Hay dos patios. ¿Cuántos guardias hay en tu patio? -Por lo menos seis soldados, todos con espadas. -¿Ves?, en el patio donde voy yo a recrear un poco de aire libre no hay menos de veinte soldados. -O sea -reflexioné-, que tú eres de los peligrosos. -¡Ja, ja, ja! No -dijo el extraño-, depende de a qué le llames peligrosos. Mira, me dices rebelde, lo acepto. Peligroso... y sí, depende con quién y depende por qué. -¿Cómo te llamas? -pregunté. -Trement. -He oído hablar de ti a los soldados, dicen que eres una fiera indomable. -¡Vaya! Así que he ganado popularidad. -Hasta que te ahorquen o te corten la cabeza. Aprende de mí, por lo menos sobrevivo -le dije. -Como dije antes, depende a lo que le llames sobrevivir. No comes mejor que yo, no duermes mejor que yo. Es más, te tratan con más desprecio que a mí. ¿Cómo te llamas? -Horacio -respondí-. Si tienes ganas y no te duele mucho la espalda te cuento parte de mi historia. -La espalda me duele, me han puesto sal en las heridas sonriendo, esperando una queja, y me les he reído en la cara y me han dado más latigazos. -Es como dije antes, te gusta sufrir. -No, quiero demostrarles que no pueden domarme, no soy un caballo aunque me traten como tal. Aunque en realidad no -se corrigió Trement-; a los caballos los tratan bien porque les sirven para las batallas... Pero me ibas a contar de ti. -Estábamos en una aldea con mis padres, yo era pequeño, venían cada treinta días los soldados a cobrar los impuestos. Nosotros estábamos afuera del poblado, a veces cuando no teníamos dinero les dábamos algunos animales y se iban conformes o les dábamos verduras, hortalizas, de lo que sembrábamos, pero fue el año de la sequía y hasta incluso murieron animales. Pero los soldados no razonan. El rey Morden les dice "Traigan impuestos o serán castigados". Recuerdo que ese año mis padres no tenían para pagar los impuestos, se habían muerto animales, el campo estaba yermo y los mataron a ambos. Yo era casi un adolescente, cogí un cuchillo y al que mató a mi madre salté y se lo clavé en la espalda. Un compañero de ese hombre sacó una espada para matarme y el jefe de ellos, el que mandaba, dijo "No, dejad al chico ¡ja, ja!, dejad al chico, ya lo domaremos". -Vaya -dijo Trement-, o sea, que te has salvado de morir. -Me reí irónicamente. -¡Me he salvado de morir y ahora soy un esclavo! -¿Y estás todo el tiempo encerrado? -No, saben que sé hacer cosas de labranza y me llevan con el resto de los esclavos a trabajar en los campos vigilados por los soldados armados a caballo y aunque te parezca una tontería disfruto, disfruto del sol. Es más, cuando llueve también nos obligan a trabajar, disfruto del agua que me empapa, en invierno también disfruto del frío... El tema es no estar encerrado en la celda todo el tiempo. ¿Y tú? -le pregunté. -A mí me utilizan en las minas, extraen un material que aún no averigüé para qué sirve. -O sea, que haces un trabajo más pesado que el mío -exclamé. Trement respondió: -Pero me sirve y mucho, me mantiene en estado. Trabajo con la maza, con el pico, con la pala, levanto bloques... No me quejo. A veces lleno la carretilla del material que extraemos y la llevo durante larga distancia, por eso a los soldados no les conviene matarme porque les rindo más que dos o tres hombres juntos. Paro un poco a beber agua, eso no me lo mezquinan porque saben que trabajo bien. -¿Y te gusta lo que haces? -Me adapto. -Esa es la palabra que nos diferencia -exclamé-, yo estoy acostumbrado a hacer lo que hago, es como que agacho la cabeza. Pienso "Las cosas son así, no van a cambiar. ¿Qué puedo hacer?". Trement me dijo: -No comparto tu forma de pensar. -¿Por qué? -Porque no, Horacio, porque acostumbrarse es sometimiento. -¡Je! ¿Pero acaso no estamos sometidos? -Yo no me siento sometido, yo siempre espero la oportunidad, sé que en algún momento escaparé y sé que haré justicia. -¿Te vengarás de los soldados? -¡Ah! Los soldados cumplen órdenes, mataré al rey. -Deliras -le dije-, la guardia que tiene es imposible de penetrarla. -¿Eres bueno con la espada? -Sí, ¿y tú? -Regular. He trabajado en labranza, ordeñando animales... No, no soy tan bueno, por eso me mantengo sumiso. Trement me miró y se incorporó, a pesar de su espalda tan lastimada. -Nunca, nunca digas que te sientes sumiso, no eres una oveja. -¿Y qué hago? ¿A ésta altura me rebelo? Ya están todos acostumbrados a verme con la cabeza gacha, y a diferencia tuya yo no rindo como tres o cuatro hombres. Trabajo, soy disciplinado... Tengo amigos entre los esclavos, no me admiran ni me desprecian, son iguales que yo, pero por lo menos gracias al trabajo puedo salir de la celda. No me ofende que me digan sumiso, y no me molesta sentirme así. -Somos distintos -dio Trement. -Y mira lo que logras -le dije-. Si pudieras verte tu espalda... -Ya cicatrizará. -No se trata de que cicatrice, es como que te gustara sufrir, te gusta provocar pero no tienes el poder, el poder lo tienen ellos con el látigo y un día se van a cansar y te van a clavar una espada. -No, les sirvo mucho en las minas. -Pero hay cientos de esclavos, no te creas tan importante -le dije. -Y bueno, si me matan otro hará justicia. Pero yo estoy convencido que escaparé. Yo también he pasado por distintas cosas, en algún momento te contaré. Quizá hoy de casualidad me han dejado en esta celda contigo, Horacio, pero me has caído bien. Si escapo te buscaré y te sacaré de aquí. -¡Je! No me tomes por un tonto o un irónico, pero creo que sueñas demasiado. Estamos en un palacio fortificado. Encima dices que en tu patio hay más soldados que en el mío. ¿Cómo piensas escapar? -Ya veré la forma -dijo Trement-. ¿No corre sangre por tus venas? -preguntó. -¿Por qué lo dices? -¿No sientes odio?, han matado a tus padres. -Bueno, he matado al que mató a mi madre. De alguna manera es como que me he desquitado. -¿Y qué? Has matado a un servidor del mal. ¿Has recuperado a tus padres? -No. -Entonces... Supón que tuvieras el poder de matar a diez, a veinte de los soldados que vinieron a matarlos, ¿hubieras recuperado a tus padres? -No, pero es muy cruel tu pregunta. -No, soy realista, simplemente soy realista. -¿Y tú has perdido a alguien? -pregunté. -Sí, he perdido a un maestro, un amigo. Y he perdido también una especie de padre adoptivo. Tú has perdido a tus padres -dijo Trement-, yo directamente no sé quiénes son mis padres. Todos tenemos problemas, todos hemos pasado por cosas, pero a diferencia tuya yo no me acostumbro, trato de adaptarme a las situaciones, ver, pensar, buscar la oportunidad. No debes acostumbrarte, Horacio, porque acostumbrarse significa "Y bueno, capaz que esto era para mí". No, no, Horacio, no, mientras haya la más mínima posibilidad de modificar las cosas a favor debemos hacerlas, porque este sufrimiento que tú sientes se grava dentro tuyo y te puede transformar en una persona débil de acá -y se tocó su pecho. -Entiendo lo que quieres decir. Lo que yo sé es que a ti te han torturado mucho más que a mí y has sufrido mucho más que yo. -¡No! No no no no; no me han maltratado, me han dado latigazos, se han cansado de golpearme, pero para mí el sufrimiento es otra cosa. ¿Si siento dolor? Por supuesto, soy un ser humano, claro que siento dolor, pero me adapto también a eso. -¿Te acostumbras al dolor? -Acuérdate lo que dije antes, Horacio, no me acostumbro, me adapto y por eso sobrevivo. Y te digo más, seguro me dan mejor ración de comida que a ti para que trabaje mejor en las minas. No tengo amigos entre los soldados -agregó Trement-, pero alguno que otro habla conmigo no porque me respete, los esclavos nunca son respetados, pero alguno habla conmigo. ¿Te gustaría trabajar en las minas? Puedo hablar por ti. Me sorprendió y le respondí: -No... No sé si tengo la fuerza necesaria para trabajar en las minas, el pico, la pala, cargar las carretillas con ese peso... -Hay muchos trabajos para hacer. -Pero me han contado que hubo desmoronamientos y que ha muerto gente. -Sí. ¿Y? -¿Cómo y? ¿No tienes miedo de morir sepultado? -Sí, también me puedo morir si me cae un rayo. Pero no pensemos en el "y si tal cosa, y si tal otra". Aparte, te darán mejor de comer, te lo puedo asegurar. -¿De verdad hablarías por mí? -pregunté. -Jamás falto a mi palabra.
Apareció un soldado que trajo comida, me miró a mí con desprecio. Me dijo: -Hoy has ganado, compartes la celda con este vago y tendrás la misma ración que él. -Y vi que la ración era mucho más abundante que la que me daban normalmente, y me di cuenta que Trement tenía razón, los que trabajaban en las minas comían mejor. Cuando el hombre se estaba por ir Trement le habló: -Torren, ¿te puedo pedir un favor? -¿Qué quieres ahora? -Te puedo conseguir esas piedras pequeñas doradas, las guardo sin que nadie me vea y te las doy. -¿Qué quieres a cambio, alguna mujer de la aldea? -No, no, no; ¿lo pondrías a Horacio a trabajar en las minas? El hombre me miró. -¿A este? ¡Pero mira su cuerpo!, al segundo día se cae a pedazos. -No, yo respondo por él. -Pero me consigues esas pequeñas piedras doradas. -Nunca falto a mi palabra -dijo Trement. -Entonces hecho. Puedo hacerlo.
Se fue cerrando la puerta con llave. Desde mañana trabajaría con Trement en las minas. Comí con ansias el plato de comida mucho más abundante y mucho más sabroso que las verduras que me daban siempre. Trement me miró y me dijo: -¿Viste?, mejor ración. Y mira acá. -Había dos cantimploras con agua, llenas. Bebí con una ansía tremenda. ¡Ah! A veces la vida cambia en un segundo. Mañana sería otro día.
Sesión 21/08/2019
Iba a escaparse de las minas con el otro esclavo pero estaba vigilado. Los descubrieron.
Entidad: Recién era mediodía y ya no daba más, me ardía la espalda, tenía callosidades en las manos, me desesperaba de tomar un poco de agua. En ese momento me empujan y caigo contra las rocas, era Torrens el guardia, y me dice: -¿Qué haces ahí parado, por qué no estás picando piedras? -Sí, señor. -¡Ay, ay, ay, ay, ay! Ya me las veré con Trement, dijo que respondía por ti. -Trabajaré más duro -le prometí. -¡Ja! -Y se marchó. Tomé de vuelta el pico y empecé una y otra y otra vez a golpear rocas, luego con una pala a cargarlas en una carretilla y a dejar libre la entrada hacia la mina.
Tiempo después se acercó otra vez Torrens, con Trement. -Te has salvado hoy por tu amigo -me dijo el guardia. Mostró una pequeña pepita dorada y la guardó en el bolsillo, sonrió y se marchó, una sonrisa ladina, despreciable. Trement me dijo: -¡Qué pasa ahora, Horacio, te veo agotado! -¡Agotado!, ¿sabes lo qué es esto?, es infernal. -Me ofreció de su cantimplora- Bebí desesperado, a los tres segundos me la quitó. -Para, no se toma así de golpe, para. -Mira como estoy al sol. -¿Quieres cambiar lugar conmigo?, ¿sabes lo que es adentro de la mina el calor que hace? -¿Peor que esto? -Es distinto, seguramente abajo no te quema el sol, pero como dijimos la vez pasada, como tú has dicho, puedes morir sepultado. -¿Tendremos oportunidad? -Habla más bajo -me pidió Trement. -No puedo más. -Hace pocos días que estás aquí, tienes que acostumbrarte. -¡Ahhh! Tú me has dicho que no hay que acostumbrarse, que hay que adaptarse. -Está bien Horacio, me molesta que me corrijan. -Tú me has corregido a mí primero cuando estábamos en la mazmorra, me habías dicho que las ovejas se acostumbran, los lobos se adaptan. -Bien, bien -aprobó Trement-, bien, sigue pensando así y estate alerta, pero cuando veas que un guardia se acerca trabaja más que nunca y no te quejes. -¿Tú dices para que no me tengan lástima? -No, no, no, ni lástima ni tampoco que te tomen idea de que te esfuerzas cuando están ellos porque se van a dar cuenta, trabaja normal y trata de no llamar la atención. -¿Y qué pasa con la fuga? -¡Habla más bajo, habla más bajo! Ya nos iremos. -¿Cómo? -Mira -Torrens, me dio diez minutos porque le di una pepita dorada que debe costar muchísimo, así que te contaré-. La mina tiene varios pasadizos, hay pasadizos que hace rato que no se ha entrado porque tiempo atrás tuvo derrumbes. Yo anduve con un farol como doscientos pasos y el camino seguía. -¿Tú dices que hay un desvío donde podemos escaparnos? -No, no digo nada, déjame seguir viendo, tampoco tiene sentido que te haga venir a la mina, que vayamos por ese desvío y nos encontremos con una pared sin salida. A mí no me vigilan. -¿Por qué? -Porque piensan que aparentemente me gusta lo que estoy haciendo. -O sea, te toman por loco -dije. -¡Ja, ja! Ahora eres irónico -dijo Trement-. No, directamente no se meten conmigo, pero no porque tengan miedo. Bueno, hace rato que mi espalda no recibe latigazos. -O sea, ya no te rebelas más. -Trement se encogió de hombros. -No es que no me rebelo, directamente trato de hacer bien el trabajo. Déjame un par de días y te pediré para que vengas conmigo a las minas. -Pensé que íbamos a hacer eso de entrada. -Espera, ten paciencia, ten paciencia. En la cocina, en la cocina grande, ahí no tienes prohibido el paso. Agarras un poco de grasa y te pasas por la espalda, por lo menos hasta donde alcancen tus manos para que no te arda tanto, otra cosa no hay.
Pero pasaron los días, uno, dos, tres, cuatro. Seguía trabajando, seguía picando rocas. Es cierto, es como que tenía más resistencia, no significa que no me agotaba, pero tenía más resistencia y verdaderamente la comida era mucho más abundante que en la mazmorra, comía todo y bebía todo lo que podía. Y sí, me sentía más fuerte. Pasaron doce días, doce interminables días. Los vi a Trement hablando con el guarda Torrens. Disimuladamente sacando algo de su bolsillo y se lo dio. Trement puso un rostro de alegría, aparentemente era una pepita dorada más grande. Siguieron conversando, los dos me miraron a mí. Trement me señaló inclinando el rostro, Torrens me miró, decía "no". Trement insistía, le señalaba adentro seguramente le estaba ofreciendo más pepitas. Torrens se encogió de hombros como diciendo "Es tú problema". Dejaron de hablar, Trement se metió en la mina. Torrens vino para mí. -¡A ver, tú! -Señor. -Ve a ayudar a Trement a las minas. -Sí, señor. ¿Llevo el pico? -¡Y con qué vas a picar si no, claro que sí! Vete antes que me arrepienta. Corre- -Salí corriendo, alcancé a Trement. -Afuera tienes un farol, enciéndelo y vuelve. -Encendí el farol de aceite y seguí a Trement. -¿Vamos a ir a ese desvío? -No, Horacio, no, no, por lo menos tenemos que estar unos días así trabajando, aquí cargando las carretillas. -Es interminable esto. -Sí, es interminable, pero hay que esperar. Si te traigo aquí y desaparecemos los dos nos van a buscar y nos van a matar. Trabajemos como si nada. Vamos, ponte a picar ahora.
Dejé el sol y trabajé en la sombra, la espalda ya no me ardía, pero el aire era denso, casi irrespirable, tremendo. Y pasaron uno, dos, tres, cuatro, cinco días. A lo lejos vi a Torrens, se acercó. Cogió mi mano Trement y me puso algo. -Ofrécelo tú. -¿A... al guardia? -Ofrécelo tú. -Vi que era una pepita. Lo paré al guardia en el camino. -Señor... -Sí. -Vi que no me miraba nadie. -Esto es para usted. -Lo miró, acercó el farol. -Bien, bien, bien, hombrecito, bien, bien, bien. Te has ganado una ración doble. Bien, bien, bien. Veo que estás domesticado, ¡ja, ja! -Y se marchó. Cerré los puños. Le dije a Trement: -Me llamó oveja, me dijo que estaba domesticado. -¿Y eso te molesta? -Me molesta, lo ahorcaría con mis manos. -¿Podrías? -El guardia es bastante grande, como yo. ¡Ah! Me siento impotente. -Deja de quejarte, mañana será el día. -¿De verdad? -Grita. -¿Cómo que grite? -Claro, grita más; di ¡MAÑANA SERÁ EL DÍA!, así se enteran todos. Aquí retumba, hay que hablar más bajo que afuera todavía.
Al día siguiente, temprano, encendimos los faroles, entramos con los picos. -¡Mira, aquí, aquí hay un camino, sígueme! -¿Este es el desvío que dices? -Sígueme. -Caminamos. Perdí la noción de la distancia, era todo oscuridad-. Apaga tu farol. -¡Encima! ¿Solamente quedamos con tu farol? -Sí, apaga tu farol. -Lo apagué. Seguimos avanzando, y en ese momento una pared, una tremenda pared. -Dijiste que había salida. -No dije nada, dije que podía haber una salida. -Avanzamos como dos mil pasos-. Yo siento como una brisa en el rostro, tiene que haber una salida. En ese momento se escucharon pasos detrás nuestro, era Torrens y otro guardia. Me di vuelta y recibí un golpe en la cabeza, todo se hizo oscuridad. Era el fin, era el fin.
Sesión 24/08/2019
Un desconocido dio cuenta de los guardias que acechaban. El desconocido les ayudó a escapar, siguieron camino hacia afuera. Y no era un desconocido.
Entidad: Abrí los ojos, vi una luz que parecía intensa y me sobresalté. Una mano me tocó el hombro. -Tranquilo. -Tenía la visión borrosa, mi visión se fue aclarando. Y ¡ah!, lo vi a Trement y al lado un desconocido. Me quise levantar y me caí tumbado otra vez, estaba mareado. -Te han dado un buen golpe, Horacio. -¿Qué... qué pasó?
Vino alguien a ayudarnos. Levanté de vuelta la vista y me senté apoyándome contra una de las paredes de roca. La luz intensa era una antorcha y otra antorcha que llevaba el desconocido. Varios pasos más allá los dos guardias muertos. Miré de vuelta al desconocido, llevaba una ropa indefinida era como una tela de color beige grisada, pero parecía gruesa como cuero, pero como que brillaba un poco la vestimenta del hombre, igual que su calzado, que parecían una especie de botas pero como más finas, como con menos taco. Llevaba un báculo. Le miré la cara, tenía la cara, ¡je!, como pálida, o sea, yo tenía la piel cobriza, Trement tenía la cara más clara, pero este hombre tenía como más blanquecino el rostro, y sus ojos, con la luz de las antorchas no se veía bien si eran celestes o grises o no sé, y no tenía cabello, pero no parecía un hombre anciano. -¿Cómo te sientes? -Me siento un poco mejor ¿Pero qué pasó? -Este hombre que vino a ayudarnos acabó con ambos golpeándoles con su báculo. -Un báculo de madera no tiene tanto poder, tanta dureza como el metal de una espada. El hombre habló por primera vez: -Es una variedad de almendro, pero una variedad que es muy difícil de conseguir aquí en esta región. Toma -El hombre me dio un cuchillo de caza-, trata de sacarle alguna astilla a mi báculo. -No, está bien. -Prueba. -¡Vaya! El metal duro del cuchillo no lo puede ni siquiera arañar, ni siquiera raspar, ¿qué clase de madera es esta? -Aparte, el báculo era fino. Le devolví el cuchillo. -¿Ya estás bien? -Sí. -Me pude parar (levantar). -Salgamos de aquí entonces. -¿Pero por dónde? -El hombre que nos ayudó señaló hacia su izquierda. -Mirad. -Había como una especie de túnel más pequeño disimulado por unas ramas. Sentí como una especie de claustrofobia porque estábamos casi arrastrándonos. -¿Esto tiene salida?, porque me ahogo. El hombre dijo: -No, no te ahogas, es una sensación en tu mente, puedes respirar perfectamente. Aparte, de aquí vine yo. -¡Pero qué oportuno! -dije-, llegó justo para salvarnos. -Mi idea no era esa originalmente sino colarme entre los esclavos para irlos liberando. Pero bueno, lo pude hacer con vosotros. -¿Quién eres? -pregunté. -Me llamo Jano. -¿De dónde eres? -De otra región -respondió el hombre.
Salimos por fin a un túnel más amplio, tanto Trement como Jano portaban antorchas. ¡Ah! Me dolía el cuello, me dolían los hombros, la nuca, ¡ay, ah! El hombre sacó una especie de pasta de uno de sus bolsillos. -Prueba esto. -¿Qué es? -Pruébalo. -Lo probé y me metí el bocado en la boca, se parecía a la planta llamada menta, tenía como un picor en la lengua. -No lo tragues, deja que la pasta se disuelva. -De repente es como que la lengua se me durmió, la boca se me durmió y lo fui tragando lentamente-. Ahora sigamos caminando. Como a los cinco minutos se me había pasado casi todo el dolor, no digo que no me molestaba, sí me molestaba todavía las cervicales y me molestaba el cuello, pero casi nada. -¿Qué es lo que me has dado? -Es una pasta que alivia los dolores. -¡Vaya, y me durmió la boca también! -No, eso se te pasará en instantes.
Seguimos caminando por los túneles. Vimos una claridad, miré para arriba, como a diez metros había un agujero, pero muy pequeño para que pudiéramos salir, apenas cabía un puño. Había unas escaleras que descendían. -¿Tenemos que ir por acá? -Sí. -No se termina más, paremos un cachito. Paremos, por favor. -Me senté a un costado-. Estoy agotado, pensé que los días trabajando en las canteras me iba a fortalecer, pero cuesta, cuesta, me cuesta mucho, me cuesta muchísimo. -Me quedé en silencio y Trement habló con Jano: -¡Yo te he visto! -Jano le dice: -¿Dónde? -Donde yo vivía. Yo vivía con un anciano que me había criado, al que amaba, y había otro hombre grande que me educaba, me instruía. Yo te he visto hace muchísimo tiempo, yo era un niño ¿Tú tienes familia? -No, aquí no -dijo Jano. -Pero entonces vi a alguien muy parecido a ti... Y también en la biblioteca de mi instructor has ido varias veces, has llevado pergaminos. Yo era chico y veía que él te consultaba, ¿eras tú? -Seguramente, estuve por muchos lados. -¡Vaya -dijo Trement-, pero no has envejecido nada! -El hombre se encogió de hombros y dijo: -Será la característica de mi raza. -Bueno -hablé yo-, yo soy de raza cobriza, ¿a ti cómo te dicen, la raza de los pálidos? -Jano no se rió, se encogió de hombros. -No importa cómo nos llamen, importa cómo nos sintamos nosotros con nosotros mismos. -Tú venías a liberas a algunos esclavos, hay decenas de guardias. Supón que no te hubieras topado con nosotros y hubieras llegado hasta el comienzo de las minas, o hubieras llegado a las canteras. -Me hubiera camuflado de esclavo y de a poco los hubiera ido liberando uno por uno. -¡Vaya, vaya! Trement me tocó el hombro. -Vamos Horacio sigamos caminando. -No doy más, pero bueno, es hora.
Había un camino ascendente ahora. Pensé que las escaleras hacia abajo me llevaban al centro de este mundo y ahora esta cuesta empinada me cuesta, valga la redundancia de la palabra. Pero subimos, subimos. Al fondo se veía una luz. -Esa es la salida ¿no?, ¿o hay otro hueco en la roca? -No, es la salida -explicó Jano. Y salimos.
Pastos, árboles, ¡ah! Había un puente, un puente hecho con baranda de sogas, una especie de puente colgante que atravesaba un río. bebimos ávidamente. Trement me dice: -Bebe despacio. En las mazmorras hacías lo mismo, querías tomar toda la cantimplora de golpe. Despacio. -Me mojé, tenía ganas de meterme en el agua. -Ya habrá tiempo para eso -dijo Jano-. Sigamos.
El puente se bamboleaba me daba como una especie de vértigo, me sostenía bien de las cuerdas hasta que por fin llegamos al otro lado. -¿Ya estamos a salvo? -Sigamos, nadie conoce ese túnel, pero es mejor seguir. Y caminamos.
Por la noche descansamos. Jano tenía en una de sus alforjas que llevaba a la espalda carne cocida, prácticamente la devoré, y me tomé una cantimplora entera de agua y me dormí. Abrí los ojos y ya era de día, ya estaban los dos prestos para salir. -¡Vaya! -Me paré (levanté) y me dolían muchísimo los pies. -¿Qué pasó si descansé? -Es el efecto de haber caminado por esa cuesta empinada y, aparte, de todos los días que has trabajado. El cansancio el primer día te va a hacer sentir como peor, pero después vas a estar bien. -explicó Jano.
Salimos de la floresta. Había un pueblo y me detuve. -No conocemos a sus habitantes, tendría que haber cogido la otra espada del otro guardia. Tú tienes una -le dije a Trement-, y tú tienes el báculo, yo no tengo nada. -Conozco el poblado -dijo Jano. Y siguió avanzando. Lo seguimos: casas derruidas de piedra, no había ni siquiera un animal, vacío, no había gente, casas con las puertas abiertas, algunas que no tenían directamente puerta. -¿Qué pasó acá? -Es un pueblo que lo habrán hecho hará miles de años -explicó Jano. -Vaya.
Avanzamos por el poblado, escalinatas que subían que bajaban, un pueblo interminablemente largo. -Pero aquí habrán vivido miles de personas en una época, pero tampoco veo ni cadáveres ni esqueletos, nada. -Pasó el tiempo -dijo Jano. -Eso lo presumes tú, quizá vinieron guerreros de otros lados y los mataron y enterraron los cuerpos. -Jano se encogió de hombros. Trement observaba todo y no preguntaba nada. -¿No tienes curiosidad, Trement? -pregunté. -Sí, pero si Jano no sabe, ¿para qué voy a gastar saliva preguntando?
Llegamos al final del poblado, Jano dijo: -Tienen que seguir derecho por este camino. Un día más de marcha, una noche y al día siguiente encontrarán un refugio. -Trement dijo: -¿Tú, no vienes? -No, por lo menos he cumplido con la misión de rescataros. -Se estrecharon la mano. Jano me tomó del hombro-: Tienes mucho por hacer todavía, pero no dejes que te consuma la venganza. -¡Je! ¿Qué sabes de mí? -Veo tu piel. -Sí, piel cobriza. -Sé lo que ha pasado con tu pueblo. -¡Pero sabes muchas cosas! -Soy muy observador, he viajado mucho. Antes de despedirse, Trement le dijo: -¿De verdad eras tú el que vi de joven? -Era yo. ¡Vaya que has crecido! -¿Qué edad tienes? -preguntó Trement. -No... no cuento los días, no cuento los años. Quise hacer una broma: -¿Con qué se alimentan en tu región? -Como lo mismo que tú. -¡Vaya!, pero si Trement te vio de niño... No tienes rostro de anciano. -Jano se encogió de hombros. -Nos veremos próximamente. Id adonde os dije, ahí por un tiempo tendréis un refugio. Adentro hay comida, hay velas, podéis encender fuego, nadie se va a acercar. -Nos saludó y se marchó. Lo miré a Trement. -¿No te parece raro este hombre? -Qué importa, lo importante es que nos salvó. Porque nos cogieron de sorpresa; uno te golpeó a ti y el otro me golpeó a mí. No llegué a desmayarme pero quedé como atontado, y entre los dos guardias me hubieran vencido cuando Jano apareció de la nada y con dos movimientos golpeó a los dos en la cabeza con el báculo y acabó con ellos. -Vaya potencia que tendría en las manos para romper el cráneo de los dos. ¡Qué hombre extraño!
Seguimos caminando. Descansamos otra noche más y al día siguiente había como una especie de lago y había como un istmo que entraba en el lago y se veía como una construcción en forma de castillo, pero pequeñísimo, no tendría más de dos o tres habitaciones. Trement dijo: -Este debe ser el refugio que decía Jano. -Tenía una puerta sólida con una manija de cobre. Abrimos. Por fuera parecía vieja, vetusta como las casas de aquel poblado abandonado, pero por dentro tenía algunos muebles de madera, había hogazas de pan y carne cocida seca, faroles de aceite, velas. -Pero este hombre tuvo que haber estado aquí porque esto no tiene más de uno o dos días. -Deja de preguntar y comamos algo. ¡Vaya! -dijo Trement. -¿Qué? -¡Mira lo que hay aquí! -Y mostró una botella. -¡Eso es vino! -Sí. -Y pegó un buen trago-. ¡Ahhh! -No soy de tomar bebidas con alcohol pero para acompañar esta carne... -Cogí la botella y le di un buen trago-. ¿Y ahora qué haremos? -Ahora vamos a planificar. -¿A planificar? Si bien Jano dijo que la venganza te hace daño a ti porque te corroe por dentro, pero yo creo que la justicia está bien, entonces planifiquemos como hacer justicia. -¿Y cómo?, somos dos... -Somos dos, ahora. -¿De dónde sacaremos "colaboradores"? -Déjame a mí, al fin y al cabo conozco bastante bien la región, no como Jano pero conozco bastante, mi instructor se crió por esta zona. -¿Y qué pasó? -Ya te contaré lo que pasó. Ahora comamos, bebamos. Mañana será otro día.
Sesión 26/09/2019
Había estado preso, trabajos forzados, pero con ayuda consiguió escapar con un amigo. Después de varios poblados buscaron gente para derrocar al rey. Entrenaron mucho. Empezaba a ser bueno con la espada, pero tenía que seguir practicando.
Entidad: Me sentía como desorientado, pero a la vez vuelto a nacer. Podía mentirle a otros pero no podía mentirme a mí mismo, creí que moriría, creí que me pudriría en esa mazmorra. El conocer a Trement fue una sorpresa y a su vez una compañía, un alivio. El hecho de que tuviera contactos nos fue útil a los dos, y luego ese ser extraño que de alguna manera nos terminó salvándonos a los dos.
Y llegamos a un lugar que estaba habitado pero Trement no se quiso quedar. -¡Pero hay estantes que tienen hasta comida! -Tenemos que seguir, tenemos que seguir. Conozco la región, hay un valle, una hondonada y después un valle. -¿Y luego nos seguimos escondiendo? -No, no nos vamos a esconder, vamos a reclutar gente. -Trement, son campesinos -exclamé-, labradores, ordeñan vacunos, ¡qué saben de batalla! -Tú sígueme.
En realidad me sentía como seguro en esa casa, era como... como un pequeño castillo de piedra pero muy pequeño. Pero la realidad debía ir. Además, solo no quería quedarme, estábamos en un lugar apartado pero no tenía confianza, podían seguirnos el rastro, así que fuimos a la región que decía Trement. Se ve que estábamos a bastante altura porque descendimos bastante. El valle estaba pasando una hondonada, se empezaron a ver casas, más casas y gente, carretas, caballos, una pequeña feria. El poblado era más grande de lo que pensaba, en mitad de la calle había enorme taberna. -Vamos aquí -dijo Trement. Me encogí de hombros y lo seguí. Se paró frente a todos-: Algunos me conocéis, mi maestro fue Natán -Los miré a todos y vi que algunos asentían con la cabeza, se acordaban de Trement-, no voy a relataros mi historia, solamente decir que las garras del rey Morden, sé que aquí pagáis impuestos, impuestos que no os corresponde porque está fuera de la zona donde reina este tirano, y no perdona al que no paga; mata a él, mata a su mujer, mata a sus hijos. ¿Acaso queréis que vengan soldados y os maten a vosotros? -Vi que negaban con la cabeza. Un hombre corpulento con casi nada de cabello pero con mucha barba dijo: -¿Y qué podemos hacer? -Trement lo miró. -¿Cómo te llamas? -Me llamo Sam -dijo el hombre corpulento. -¿Tienes esposa e hijos? -Tuve, ambos murieron en una redada de soldados. -¿Y estás conforme con ello? -Los odio -dijo Sam. -¿Entonces acuerdas conmigo que debemos armar a todo el poblado? -El hombre bajó la vista-. ¡Mírame! -dijo Trement-, ¡han matado a tu familia! -Tú me ves grandote, corpulento -dijo Sam-, pero apenas sé manejar una espada. -Los entrenaré. No van a ser expertos, pero si tú vas los demás te van a acompañar. ¿O no? -Vi que la mayoría asentía-. Salgamos. -Salimos al medio de la calle principal.
Trement empezó a hablar en voz muy alta: -¡Venid todos! -La gente, por sobre todas las cosas, es curiosa, no se acercaron solamente hombres..., mujeres, niños, ancianos. Se paró (levantó) sobre un cajón, Trement, y empezó a aleccionar a todos-. Hay que derrocar a Morden, hay que derrocar al tirano. Basta de sangre de pobres inocentes.
No tuvo mucho eco. No es que la gente fuera cobarde, pero honestamente ninguno sabía de espadas, ni de hachas, ni de arco y flechas. Sabían de azadas, de palas, de rastrillos, de arados..., sabían podar árboles, no incendiar poblados.
Esa noche nos quedamos en la posada grande. Al día siguiente -la infelicidad de uno puede ser útil para la libertad de muchos-, llegó al pueblo, en un caballo mojado de la traspiración, un hombre con el cuerpo semiensangrentado. Los del poblado lo conocían, el señor Isaías había ido a otro poblado a conseguir unos cueros, lo acompañó la mujer y su hija. Relató que a él le clavaron una espada en el costado y lo dieron por muerto, alcanzó a ver que violaban a su mujer y a su hija y perdió el conocimiento. Cuando abrió los ojos no había nadie solo el cadáver de su esposa, a la hija seguramente se la llevaron. El hombre estaba bastante mal, un día después moría por las heridas.
El pueblo se enojó. Sam y otros hombres fueron a hablar con Trement. -Enséñanos, pelearemos hasta con las herramientas, con rastrillos, con palos, con lo que fuera. Haremos una especie de guerrilla, atacaremos a los soldados en los caminos del bosque cuando salen a patrullar, los mataremos de a poco. -Estaban todos enardecidos y habían asentido que Trement los preparara para el combate.
El tabernero dijo: -Soy un pobre hombre que también paga sus impuestos, los he alojado una noche... Trement metió la mano en un bolsillo y le hizo un gesto que esperara. Sacó una pequeña pepita de oro. -Toma. -El hombre abrió los ojos asombrado, tomó la pepita con la mano, la mordió con los dientes, le tomó el peso. -¡Esto vale una fortuna, es oro! ¡Es oro de verdad! -Lo saqué de las minas donde estuve prisionero. Con esto tienes para aguantarnos a nosotros dos, la comida y la habitación por mucho tiempo. -El hombre asintió y se guardó en su bolsillo la pepita. Comimos una comida abundante.
Trement me decía: -¿Has visto?, ya pasó lo peor. -Trement -exclamé-, nadie tiene más deseos que yo de vengarse, perdí mis seres queridos, Morden quiso acabar con mi raza. Si tuviera la fuerza que tienes tú lo ahogaría con mis manos. Pero estoy mirando esta gente, es un rejunte, desaliñados, mal vestidos, ninguno tiene botas, aunque hagamos entre los árboles una emboscada a los soldados, en un minuto se recuperan de la sorpresa y nos vencen. -Eres un tremendo pesimista -exclamó Trement-, no confías en los demás, los soldados son hombres. -Sí, entrenados para la batalla. Esta gente entrenada para ordeñar vacunos. -No saben lo que pueden hacer en un momento de desesperación. Al comienzo no querían, pero este pobre hombre que fue en busca de cuero le violaron la mujer, le violaron la hija, a la mujer luego la mataron, la hija no se sabe si estará viva o para divertimento de los soldados. ¿Te parece que los demás querrían algo así? Mira cuantas niñas jóvenes, ¿te piensas que los soldados van a decir "Son muy pequeñas, estas no"?, entonces no conoces nada de la vida. Hay hombres que son peores que las bestias, las bestias cuando saciaron su apetito no te atacan. El hombre es insaciable, tiene avidez de poder, tiene deseo y nunca están satisfechos. -Pero estos no son así -argumenté-, esta gente del poblado te brinda su casa, te brinda todo, estamos en la posada porque te parece más cómodo y aparte le has pagado al posadero. -Y está bien que así sea -dijo Trement-. Acabemos con las bestias. Tú también tienes que entrenar, por lo menos estás mucho más fuerte que cuando te vi en la mazmorra, más ágil, más fuerte de piernas, pero si te piensas que eso es todo estás muy equivocado. Mañana a la mañana ven al entrenamiento.
Esa noche casi no dormí de la ansiedad. A primera hora me despertó Trement. -Vamos a comer algo. -No, no, toma un vaso de leche; después desayunamos, esperamos y seguimos con la práctica.
Me sorprendí. Se llegaron a juntar casi cien hombres, y empezamos el entrenamiento. Cuando uno lo ve de afuera, la escena hasta parecía graciosa, ridícula: hombres gordos con una panza tan grande como una joven embarazada trotando, perdiendo el aliento habiendo dado sólo diez pasos. Hombres delgados que apenas podían tenerse en pie, algunos trotaban con un rastrillo al hombro, como si llevaran una lanza. Sí, la escena parecía graciosa, todos desaliñados, fuera de forma. Sam preguntó: -¿Cuándo empezamos a practicar con espadas? Trement le dijo: -Tú eres bastante corpulento, alto. -Les dijo a todos-: Haced un círculo. ¿Eres el más fuerte del pueblo? Sacó pecho. -Soy el más fuerte del pueblo. -Bien. Atácame. -No, eres nuestro amigo. -Atácame. -Nunca vi tanta torpeza. Arremetió como si fuera un toro con la cabeza abajo. Lo único que hizo Trement fue correrse a un costado y poner un pié: el hombre cayó de bruces al barro. Le dio una mano para levantarlo-. ¿Qué has hecho? -Te he embestido. -¿Sabes pelear con los puños? -He roto puertas de madera... -Bueno, pégame. -No quiero lastimarte. -Pégame, no te preocupes. -Lanzó un golpe. Trement lo esquivó. Lanzó otro. Trement lo esquivó. Lanzó un tercero y recibió un derechazo al hígado y cayó de rodillas-. ¿Entiendes ahora? -Sam se tocaba el hígado con la mano izquierda. Le tendió la mano derecha y Trement lo levantó. Se volvió a arrodillar del dolor. -¿Qué es lo que tengo que entender? -inquirió Sam. -Eres el más fuerte del poblado. ¿Habéis visto todos?, eso que hizo él no lo va a hacer más. Les voy a enseñar incluso a combatir a mano limpia. -Me miró a mí-. A ti también. -¡Uf! Yo pensaba "Espero que no me golpee como a Sam".
Y pasaron los días. La escena seguía siendo tragicómica, el dolor que sentía cada uno, el miedo por lo que pudiera venir..., las mujeres con lágrimas en los ojos viendo a sus maridos entrenar, pero no sabiendo si iban a volver con vida. Y pasaron treinta días y muy pocos mejoraban en estado físico. Yo me esmeraba, me esmeraba muchísimo, después de Trement era el que mejor manejaba la espada. No había de todas maneras muchas armas en la región, menos en ese poblado.
-Practicaréis con palos -dijo Trement-. Tomadlo con las dos manos, golpead a otro y que el otro os esquive. -Era lamentable, se terminaban lastimando. Trement tuvo que decir: Practiquen todos contra mí, de a uno, por supuesto. No los golpearé, solamente les voy a explicar cómo frenar un golpe con otro palo, de la misma manera cómo frenar un golpe con una espada.
Y pasaron sesenta días. La mitad estaba medianamente en condiciones, pero todavía faltaba. Me sentía como más... no encuentro la palabra... entusiasmado, esperanzado, porque lo que me había parecido una locura de Trement se estaba haciendo realidad, con este rejunte de cien campesinos íbamos a atacar a patrullas de soldados.
Locura, esperanza. Mis deseos de venganza no se habían ido, para nada, pero sería tonto decir que ya era diestro con las armas, tenía mucho mejor estado físico que antes, mucho más rápido, con mejores reflejos, pero seguiría muchísimo más tiempo practicando porque era solamente un aprendiz. Gracias por escucharme.
Sesión 12/10/2019
Para atacar la fortaleza del rey Morden reunieron un ejército con clanes y granjeros. Tenían miles de hombres pero estaba preocupado.
Entidad: Me sentía intranquilo, veía que Trement iba de aquí para allá entrenando a la tropa y los veía desaliñados, torpes. Y pocos, éramos muy pocos. Se juntaron granjeros de otras comarcas, llegamos a ser quinientos. Quinientos hombres y algunos jóvenes preadolescentes, que le decía a Trement: -No sirve llevarlos, los van a matar enseguida. Me decía: -Todo suma.
Reconozco que tenía sed de venganza. Yo siempre decía: "No, venganza no, se trata de justicia". Pero no iba a ser hipócrita conmigo mismo; en realidad quería vengarme de los responsables de los que causaron mi dolor. Y me llevé una sorpresa porque en la región se corrió la noticia, se mandaban palomas, y cuatro días después miramos por la colina y a caballo venían como dos mil o tres mil hombres. -¡Trement! -Cálmate, cálmate Horacio, vienen en apoyo. -Estaba tan nervioso que sí, obviamente, venían en sentido contrario de donde estaba el castillo de Morden y estaban mucho mejor preparados y pertrechados que los granjeros. Nos acercamos con Trement. -Soy Lungo, el jefe de la tropa. -Trement lo miró. -¿Vienes a ayudar? -Vengo a apoyaros. ¿Asaltaréis el castillo de Morden? -Esta es nuestra idea. -Disiento -dijo Lungo. -Entonces no vienes a apoyarnos. -Sí, disiento en el sentido de asaltar el castillo: rodeémoslos, no dejemos que salgan carretas con provisiones ni dejemos que entren provisiones. Es más; armemos a doscientos o trescientos pasos de distancia catapultas y lancémoslas con el fuego radiante. Me metí en la conversación. -¿Qué es el fuego radiante? -Es una especie de líquido aceitoso que lo enciendes y se enciende la roca y la lanzas y no la puedes apagar con agua, se enciende más todavía. Lo miré a Trement. -¿Qué dices? -Me parece bien la idea de Lungo, me parece bien. Desmontad todos y comamos algo.
El ejército desmontó. Eran tres mil hombres, quinientos nosotros y vinieron mil quinientos más de la región noroeste, era otro clan. Se juntaron todos los jefes. Trement llevaba la voz cantante. -Sé que cada uno de vosotros tiene su tropa, no se va a hacer lo que yo decida pero tampoco voy a permitir tonterías. Lo que dijo Lungo está bien, es mejor rodear el castillo de Morden, evitar entrada y salida de carretas. Si quieren salir soldados, si bien el portón principal es grande, van a ir cayendo con nuestras flechas. Lo interrumpí a Trement, y le dije: -Detrás de las murallas está la feria feudal, van a morir inocentes si se lanzan las rocas con ese fuego radiante por encima de las murallas. Trement se encogió de hombros. -Siempre mueren inocentes. -Lo cual no me parece justo. -Entonces, dime, Horacio -exclamó Trement-, ¿tienes otra idea que sea mejor? -Lungo me miraba. -No, no, honestamente no, pero podemos usar los túneles. -Horacio, en este momento hay cinco mil hombres, nos metemos por los túneles... es un suicidio. -Bueno, como estratega no sirvo. ¿Cuándo atacaremos? -No atacaremos, rodearemos el castillo. -Está bien. ¿Cuándo iremos? -Mañana al amanecer. Veía que los guerreros comían, bebían se tomaban más de un litro de vino cada uno. Le digo a Trement: -Pero ¿así van a combatir? -No vamos a combatir todavía, déjalos que beban, relájate. -No puedo relajarme, Trement, no puedo relajarme, es imposible. A veces me parece como que son demasiado inconscientes, va a haber una batalla y comen, toman... Es más, veo algunos que tienes sentadas en sus rodillas mujeres, ¿cómo pueden tener deseos de disfrutar? -¿Y por qué no? -¡Yo no podría! -Bueno, tú no. -Pero veo que tú tampoco. -Trement se encogió de hombros. -Porque no se me dio la oportunidad. Si viene alguna aldeana seguro la siento en mis rodillas, al comienzo. -¡Je! Me haces reír, de verdad me haces reír. Admiro, no sé cómo sería la palabra, no es inconsciencia, parsimonia, no sé. -¿Tal vez confianza? -No, no, va más allá de la confianza, veo como cierta indiferencia. -No te preocupes, a la hora de pelear van a pelear. -Quizá yo sea distinto.
Y me puse a pensar. Yo sé que cada ser humano es distinto a otro ser humano, pero cuando tienes algo que hacer, una batalla, un riesgo o le que fuera y en ese momento es como que no se te cruza por la cabeza distenderte, es como que tu mente está ocupada en lo que vas a hacer, entonces no es que admiraba a esta gente que tomaba, se reía, contaban anécdotas -¡Había una maldita batalla al día siguiente! ¡Se iba a rodear una fortaleza!-, cantaban, se chorreaban el vino por la barba cantando, tocándoles las posaderas a las mujeres... Trement me tomó el hombro. -Mira, amigo -Era la primera vez que me decía amigo. Trement continuó-, están acostumbrados, se criaron batallando. -¿Y tú?, me has contado algo de lo que te ha pasado, la instrucción con Natán, los combates que has tenido de adolescente, pero no te veo bebiendo desaforadamente. -Bueno, me lo reservo para después, cuando tomemos el castillo. -Sí, una vez que ganemos, si ganamos, yo beberé contigo, pero ahora no puedo, ahora me es imposible, me duele el estómago de los nervios, me retuerzo de los nervios. -¿Un consejo? -Por favor, Trement. -Mira allá. -¡Eso no es vino, eso es licor! -Tómate un par de tragos, te va a relajar. -No puedo pasar bocado. -Tómate un par de tragos, pero tómatelos de verdad. -Me alcanzó la botella. Tomé la botella, probé, sentí que me quemaba por dentro. -¡Esto no es licor, esto es más fuerte! ¿Qué es, no será lo que le ponen a las rocas? -Tremen largó una carcajada. -No. -Y le pegó un buen sorbo a la botella-. Toma. -Tomé un par de tragos. Una vez que se me fue el efecto del ardor en mi interior... ¡Aaaah! Y sí, me sentí un poco más relajado. Iba a tomar otro trago y Trement me sacó la botella-. ¿Qué haces? Ya tomaste dos tragos, está bien. -No quieres que mañana me despierte alcoholizado. -¿Tomas seguido? -No. -Entonces ya está. -Ahora eres mi tutor.
Se alejó, me quedé solo. Se escuchaban las burlas, gritos, carcajadas, canciones. Ya no me retorcía por dentro de desesperación de saber qué pasaría mañana, esos dos sorbos es como que de alguna manera me relajaron, pero estaba consciente. No sé si viviría después de mañana o del día siguiente o del tercer día, en algún momento iban a salir los soldados de Morden a combatir, se mataría a los primeros pero el resto combatiría. Me sentía tranquilo. De quinientos a tener cinco mil hombres... Y estos no eran granjeros mal preparados, eran clanes expertos. Levanté la vista y vi que Lungo me miraba, tenía una botella. La miré. Lungo tomó un trago y la guardó en su alforja. ¡Vaya! ¡Uf! Me recosté y apenas pude dormir. Antes de que amaneciera me patean en el costado. Lo miro: Trement. -Me podías haber tocado el hombro. -No quería agacharme. -Y me pateas. ¡Buf! ¿Ya tenemos que preparar los caballos? -Ya preparé el mío y preparé el tuyo, están las alforjas llenas. Nada más cuida que tengas tu puñal y tu espada.
Y partimos. Partimos para el castillo fortaleza de Morden. Gracias por escucharme.
Sesión 28/11/2019
El rey presenció desavenencias entre varios de sus amigos acerca de los últimos acontecimientos ocurridos, en que algunos fueron intoxicados, sacando su reactividad. Resolvió el conflicto de manera triste, dramática.
Entidad: Había escuchado gritos, incluso algunos improperios y bajé, estaban Fondalar, Aranet, Donk, Núria. En el piso, Ligor. -¿Qué pasó? -Núria me dijo: -Simplemente lo detuve porque quería combatir con Donk, todavía seguía exaltado. -Me quedé pensando. -De alguna manera -dije-, podemos disculparlo a Ligor porque habrá ingerido en aquella fortaleza algo similar a lo que ingerí yo. -Émeris me dijo: -¿Sabes lo que sucede? Que a ti te afectó de una manera distinta, igual que a tu hijo. Gualterio perdió la memoria, tú es como que estabas con el carácter cambiado, pero no agresivo sino como introvertido, de alguna manera es como que disculpabas lo que pasaba en Villarreal, que no era necesario ir a la guerra. Pero era tu carácter tranquilo que esos hongos habían sacado, no eres una persona cobarde pero tampoco eres una persona que gusta de la violencia, y esos hongos sacaron lo que había en ti, una persona que busca la paz tratando de evitar en lo posible la violencia. -Supongo que sí -dije-, pero a dónde quieres ir a parar. -En el caso de Gualterio sacó sus bajas pasiones, le afectaron de una manera distinta, o él era así. -Núria agregó: -Tú sabes, Anán, lo que yo pasé. Lo hablamos. Tuve que sacrificar la mitad de mi vida mientras Ligor disfrutaba de su libertad. Como dije antes, así es fácil esperar a otro a que esté libre, y ahora viene y directamente nos encara mal porque estábamos aquí en el balcón terraza. -La miré frunciendo el ceño. -¡Pero tú le has disparado una carga eléctrica! -Directamente con mi mano. -¿Tanto le afectó?, todavía está sin conocimiento. -Lo que pasa que lo toqué directamente a la cabeza, no fue a lo lejos. -Vi que se estaba despertando.
Al lado mío. -¡Tú eres una elfa! -Un gusto majestad. Elefa. -¡Elefa! Eres una heroína tú también Elefa, un gusto que estés aquí.
Ligor se sentó. -Veo que estáis todos contra mí -dijo cuando se incorporó. -¡Ligor, ¿pero qué dices, qué dices?! -Se dio vuelta y lo miró a Aranet. -¿Y tú? -Aranet se encogió de hombros. -Yo te considero mi amigo e interpreto has estado fuera de lugar. -¡O sea, yo estuve fuera de lugar! Donk lo que hizo fue provocarme, estaba con mi mujer. -Aranet dijo: -¿Haciendo qué? Conversando. -Sí, en el balcón a solas. -¿Y qué tiene, dónde está el problema? -Ligor se rascó la nuca. Dejó de hablar con Aranet y la miró a Núria. -¿Te has dado cuenta lo que has hecho? -Núria dijo: -¿Te has dado cuenta que ibas a sacar la espada? -Y la he sacado. -Y por eso te he frenado. ¿Qué querías hacer, combatir con Donk? -Él también tocó su espada. O sea, que yo soy el responsable de todo, acá. Si me hubieran hecho caso a mí todos los que están acá rodeándome, hasta tú Anán, hubieran venido conmigo a perseguir a Randora, la hubiéramos apresado evitando que pasara lo que pasó. Pero no, me dejaron ir a mí solo y cada uno volvió a sus quehaceres. Fondalar aprovechó que la fortaleza estaba libre y trasladó su academia de mentos. Bien. Mientras, yo buscando solo el poder atrapar a esa mujer. ¿Y qué consiguieron?, se unió con otro, uno poderoso que dominó a los jóvenes mentos. Yo tenía razón. -Habló la elfa: -No, tú no tenías razón, tú estabas fuera de lugar. -Tú no puedes hablar -dijo Ligor-, tú no conoces lo que pasó. -No, pero sé lo que pasó después: Mató al dracon que montaba. Sí, así como oyen, mató al dracon que montaba porque decía que no volaba como él quería, y el dracon en su agonía en lugar de hacer una cabriola y lanzarlo por el aire en la altura, pudo bajar a tierra para morir. Y tengo entendido que él amaba a los dracons. No hay justificación por lo que supuestamente ingirió. -Supuestamente no, Elefa -dijo Ligor-, supuestamente no; ingerí algo, me sacó de mi manera de ser. Le pasó a Anán, le pasó a Gualterio. Y yo soy el responsable de todo. ¿Acaso he lastimado a alguno de vosotros? No. De mi fiel esposa recibí una descarga porque quería cruzar metales con quien estaba haciendo de galán con ella. -Habló Donk: -No estaba haciendo de galán, la estaba conteniendo porque no se sentía bien por tu abandono. -¡Ja, ja, ja! ¿Abandono? -preguntó Ligor-, abandono, ¿en qué sentido? Acabo de decir que fui a buscar a esa perra mientras vosotros habéis vuelto a vuestras actividades. ¿Abandono? Yo fui a la guerra. -Núria dijo: -Eso no es ir a la guerra. Y no nos consultaste, y cuando te hablé me dijiste mujer, como si fuera una desconocida. -Estaba bajo los efectos alucinógenos. -Y sacó lo peor de ti. -Me reprocháis, estáis todos de acuerdo. Tú, Fondalar, que tienes tantos poderes, según dicen, ¿por qué no me frenaste mentalmente? Me hubieras dejado inconsciente en ese momento, me hubieras tratado, hubieras evitado que me fuera. -Fondalar dijo: -¿Sabes qué sucede, Ligor?, en ese momento no sabíamos lo que pasaba contigo, que te habías intoxicado. Es cierto que tengo poderes pero la adivinación no es uno de ellos. -O sea, que eres irónico. -¡Ahhh! -suspiró Fondalar-, soy irónico según el momento pero te estoy diciendo la verdad, no te frené porque pensé que era tu decisión, que estabas recontrareactivo y por eso ibas a buscar a esa mujer. No sabía lo del efecto de los alucinógenos, lo elucubramos después. Porque aparte no has sido el único, hubo soldados que han estado bajo ese efecto. Entonces sumamos uno más uno dos, y nos dimos cuenta lo que te había pasado. Así que lo lamento pero no podía hacer otra cosa. -Ligor nos miró a todos y me miró a mí, y yo le dije: -No se trata de tomar parte, yo los aprecio a todos, son todos mis amigos. Estuve bastante tiempo con problemas por esos hongos, lo estuvo también mi hijo y luego Marya salió herida, y gracias a aquel que está más allá de las estrellas no perdió su embarazo. Mi idea era haber hecho la boda antes de que naciera la criatura, pero esto trastoca todos nuestros planes. -No -dijo Fondalar-, no trastoca nada. Randora y ese mento utilizaron a los estudiantes para ponerlos delante y que no podamos disparar nuestras flechas, pero ahora ya no los tienen. -Ligor dijo: -¡Je, ingenuos que son! Puede traer aldeanos... ¿Mataréis aldeanos inocentes? ¿Eh? No sabéis nada de táctica. -Aranet dijo: -Disiento. Sabemos de táctica y yo he ordenado, por supuesto en acuerdo con rey Anán... -¡Je, je! No me trates con tanta diplomacia. -Sonreí. -En acuerdo con Anán, rodeamos todo el castillo a quinientos pasos de distancia con mis bárbaros. Si viene gente los vamos a dejar atravesar y los vamos a atacar de atrás para no herir a los supuestos aldeanos que vengan como corderos al matadero. ¿Estáis todos de acuerdo? -Todos asintieron. Fondalar dijo: -Los pondría más lejos. -Yo dije: -Pero se precisaría más gente, no hay tantos bárbaros para rodear a mil pasos el castillo salvo que queden espacios abiertos. No hay problema. Tampoco quiero sacar soldados. Los pondremos a mil pasos, Aranet, y dejaremos espacios vacios. No va haber ningún problema porque a quinientos pasos seguramente no terminaran de pasar. -Hablé con Fondalar-: Lo hacemos a mil pasos entonces. -Vamos a hacerlo a mil pasos. -¿Qué piensas hacer, Ligor? -Ligor se encogió de hombros. -Bueno... -Dejó de mirarme y miró a Núria-. ¿Y tú mujer, qué piensas hacer? -Núria respondió: -Nada. No siento rencor por ti, no podría sentir rencor. Tampoco siento rencor por Samia, que me tuvo tantos años encerrada. Siento pena, siento amargura, siento impotencia pero no rencor, no rencor. Es cierto que a veces me invade lo reactivo y cierro mis puños, siendo mujer. Con Samia varias veces pensé eso y ahora lo pensé contigo. Pero desperté. -¿En qué sentido? -preguntó Ligor. -No sé, es como que... -Núria titubeaba-, es como que no siento lo que sentía por ti. -¡Ja, ja, ja! ¡Ay, no me equivoco nunca! -Rió Ligor-. Donk, que pillo que eres, yo sacrificándome buscando a Randora y tú cortejando a mi mujer. ¡Qué pillo que eres! -Núria lo enfrentó: -¿Te piensas que estas palabras me van a atraer, me van a acercar a ti?, me alejan más. Eres irónico, eres sarcástico. ¿Te piensas que Donk podría cortejarme si yo fuese dura, fuerte? No estoy fuerte, estoy vulnerable. -Más a mi favor, mujer, por eso él aprovecha y te corteja, porque estás vulnerable. -No, no entiendes, no lo entiendes, sigues reactivo., y tengo entendido que ya no tienes hongos en el cuerpo. Sigues reactivo, no me entiendes, hablamos idiomas distintos. Ya no somos afines, no somos afines para nada. No me nace abrazarte. -Claro, ¡ja, ja, ja!, ahora tienes quien te consuele. ¿Y como hombre, mi honor, no puedo desafiarlo? -¿Y para qué -preguntó Núria-, por hombría, por machismo? Supón que lo vences, supón que lo matas, ¿piensas que eso me acercaría a ti? No, me alejaría más. -Pero mi honor quedaría satisfecho. -Eres un creído -dijo Núria-. ¿Y qué pasa si Donk te vence? -¿Y qué pasa si los bagueones volaran...? ¿Donk vencerme a mí? A mí no hay espada que me pueda vencer, soy el mejor de Umbro. -Elefa dijo: -Yo te he vencido y Rebel también te vence, no tengo ninguna duda. Los dos mejores somos Rebel y yo. ¿Quieres hacer una demostración delante de todos para que vean como te humillo? -Ligor apretó los labios. -La cosa no es contigo mujer, la cosa es con Donk. -Pero Donk no hablaba, Donk tenía la vista baja-. ¿Tienes temor, Donk? -preguntó Ligor. -No -respondió Donk-, siento pena. -De vuelta, molesto, Ligor quiso sacar el arma. Le tomé la mano. -¡Basta, ya está! Te comportas como un salvaje, basta. -Se dio vuelta y me miró caraca a cara-. Basta. -Suspiró. -He visto que aquí no me quieren. Debo irme. -Hablé: -Ligor, nadie te está echando. Tú sabes lo que me pasó con Marga, me traicionó, casi muere mi actual pareja, di vuelta a la página. Sé que tú has estado con otras mujeres, Kena, por ejemplo. -Pero eso fue antes de que mi esposa, "mi esposa" se librara de Samia, y yo podía hacer mi vida. Una vez que estuve con ella nunca le he sido infiel. -Me alegro -aclaré-, pero ahora creo que tienes que dar vuelta a la página. Por lo que escuché, a ella no le nace quererte ahora. -No; se consuela con Donk. -No se trata de Donk, tengo entendido que no ha pasado nada entre ellos. ¿Qué sienten aprecio? Sí, pero no ha pasado nada. Ella no te ha faltado y no te va a faltar mientras estén casados. -En ese momento habló Núria: -Gracias, Anán, por recordarme eso. Necesito que deshagamos nuestra unión. Rompamos el juramento de fidelidad y rompamos la unión. -¡Qué bien, que bien -dijo Ligor-, qué maravilla! -Ligor estaba burlón-. ¡Qué rápido que te has olvidado! ¿Cuánto tiempo pasó desde que terminó el combate en Villarreal y fui atrás de Randora? Has hecho 'tac' y en un periquete desarmas un matrimonio. Vaya, vaya. ¡Je! ¿Entendéis, todos? ¿Entiendes, Elefa?, yo soy el malo, Elefa. ¿Entiendes, Aranet? -Aranet se encogió de hombros- ¿Es qué nadie tiene el valor de opinar? -Fondalar dijo: -No se trata de opinar, porque lo que digamos te lo vas a tomar a mal, preferimos no opinar. Pero sí comparto lo que dijo Núria. Romped los votos.
Fuimos al salón principal y se hizo una ceremonia de ruptura de votos. Ligor y Núria quedaron libres de hacer su vida nuevamente a nivel de pareja. En ese momento Núria tuvo un ataque de llanto. Ligor dijo: -¿Ves?, mirad, mirad, mirad cómo llora por mí. -Núria dijo: -No, sumo el tiempo que he perdido con Samia y el tiempo que he perdido contigo. -El rostro de Ligor estaba pálido, totalmente pálido. -Me siento humillado, me voy a marchar. ¿Me acompañas Elefa? -Te acompaño, iré contigo. -¿Ven?, ¡la elfa me entiende! -No, iré contigo para que no cometas más torpezas.
Todos me vieron mirando cómo se marchaba Ligor, e hice un gesto con la cabeza. La saludé a Elefa. Y los escoltaron y se marcharon.
Le dije a Fondalar: -Me siento incómodo por una situación así, pero te entiendo Núria, te entiendo. -Núria se acercó y me abrazó.
Y en ese momento, de la alcoba de mi amada Marya se escuchó un grito, un grito tremendo. -¡Algo pasa! -Subimos corriendo las escaleras con Fondalar.
Gracias por escucharme.
Sesión 21/12/2019 -1-
Iban dispuestos a una batalla contra el monarca que los había hecho prisioneros y encontraron a miles que decían que el monarca era de lo más bondadoso. Quizá no hablaban de lo mismo. Tenían que investigar.
Entidad: Todo lo que puedas planificar, todo lo que puedas proyectar o las tácticas que puedan tejer quienes que están contigo pueden frustrarse por mil motivos.
Lo veía a Trement tan dispuesto, un ejército organizado de una manera tan singular... Avanzábamos hacia el castillo, se escuchaban voces a lo lejos y galopes de caballos. Estábamos como excitados. Yo, honestamente, no estaba tan predispuesto. Trement se molestaba cuando se lo decía: -Tienen enormes murallas, el lugar es como una fortaleza. -No importa, haremos un sitio. -Tampoco tenemos tantas armas, tampoco tenemos tantos alimentos. -¿Estás desanimado acaso? -me preguntó Trement. -No, simplemente soy realista. Acuérdate dónde te encontrabas hace poquito tiempo atrás, en una mazmorra. -Y ahora llegó el momento de la venganza. -Sí, eso lo entiendo perfectamente.
Me sentía raro, me sentía distinto, me sentía como pensativo, vosotros le llamaríais como de mal agüero, como que presentía que algo no estaba bien. Sí, miraba para todos lados, los granjeros con tridentes, otros con espadas, otros armados prácticamente con puntas de troncos afiladas... ¡Je! Un ejército tan tan peculiar. Lo bueno que se habían unido de otras comarcas. Nos faltaba atravesar el bosque antes de llegar al claro principal para llegar al castillo de Morden. Y en el bosque, cuando fuimos rodeados, miles y miles y miles de hombres armados así como nosotros, improvisadamente, Trement levantó la mano mirándonos a nosotros como haciendo "¡Alto!". Me acerqué a Trement y le digo: -Se van a unir a nosotros. -No, no, deja que hablen. Se acercaron cuatro con el caballo al paso. -Sé a qué venís. Trement dijo: -Venimos a derrocar al tirano, a quien asola aldeas, a quien mata aldeanos, a quien los soldados violan mujeres, a ese venimos a derrocar. Cuatro hombres se habían adelantado. El que llevaba la voz cantante dijo: -Tengo la impresión de que estáis hablando de otro monarca, el que nosotros conocemos es dadivoso, amoroso, casi no nos cobra impuestos, nos ayuda en épocas de sequía, nos ayuda en épocas de inundación, nuestras familias no pasan hambre. -Me quedé pensando. Me metí en la conversación y le dije al hombre: -Estamos hablando del rey Morden. -Estamos hablando del mismo. -¡Estuve hasta hace poco encerrado en una mazmorra! -exclamé con impotencia. -El hombre se encogió de hombros. -¿Qué habéis hecho? -Perdón... -¿Qué habéis hecho? -Nada, han matado a mi gente. Tiene esclavos trabajando en las minas. -No hay esclavos, la gente cobra su dinero y los que son muy ancianos son ayudados, son absolutamente ayudados. No hay nadie que se queje. Me aparté con Trement. -¡Qué pasó, esto no es así!, esto... nos equivocamos. -¡Pero dijo Morden! Se adelantó Trement. -Vinimos a hacer lo que vinimos a hacer, vamos a sitiar el castillo. -Nosotros lo vamos a impedir, y somos miles. -Entre los árboles aparecieron más y más. ¿De dónde había salido toda esta gente? Y no me callé. Les pregunté: -¿Quiénes sois? -Granjeros, también de la feria feudal, aldeanos de la zona, vecinos de distintas comarcas cercanas al castillo y estamos bien cuidados. No van a atentar a nuestro monarca, lo vamos a impedir. Vosotros también veo que estáis improvisados, algunos estáis con espadas y otros con rastrillos, con palos igual que nosotros. Somos iguales, ¿qué les pasó que quieren atacar? -¡Je, te lo acabo de decir, lo acabo de decir! Estuve encerrado, mi compañero también y muchos más, muchos de los que están atrás nuestro han sufrido vejaciones. -No lo creemos. Nos tienen consentidos. Es más, a veces no podemos pagar el impuesto y nos ayudan. A mí, particularmente, en el frío invierno se me han muerto tres cabras, me las recompensó sin cobrarme nada. En mi vida, en la de mi padre, en la de mi abuelo jamás he visto un rey tan bueno.
No... no lo digería, no lo entendía. Lo miré a Trement. -¿Qué hacemos? Trement me dijo: -Son aldeanos, no podemos combatir contra ellos. No son soldados, son iguales a los que están detrás nuestro. -¿Pero en qué momento ayudó gente? Hemos visto de varias comarcas aldeanos y... Varios de nuestros aldeanos se acercaron y les contamos lo que dijo ese hombre. No lo podían creer; asolaba las tierras, quemaba las haciendas y éste decía que lo había ayudado con las cabras. Pero no podíamos atacar. -Es más -dijo el hombre que llevaba la palabra-, estáis invitados a ver el castillo. -No, no, no, esto es una trampa. Me aparté con Trement. -Son soldados, están disfrazados. -No -dijo Trement-, no tiene tantos soldados, no hay tantos soldados. Aparte, el aspecto, los rostros, los distingo, no son soldados. No pienso ir. ¿A qué?, escapamos hace poco. Le dije al hombre: -¿Y los soldados? -Cuidando el lugar. Nos enteramos que venían a atacar y por eso salimos. -Estuve prisionero, ¿qué garantías tengo de que vaya y no me encierren de vuelta? -¿Qué has hecho? -Nada, tiempo atrás mataron a la mayoría de mi gente. Nada. Regresemos. -No -dijo Trement-, iremos. -¿Después de lo que pasó?, ¿después de haber estado en las mazmorras? ¿Te acuerdas que nos ayudó un extraño?, no hubiéramos salido con vida. ¡Qué pasó en este tiempo, no pasó tanto! ¿En qué momento ayudó a aldeas?
Trement se dio vuelta, habló con los cabecillas nuestros, les explicó la situación. Nadie entendía nada. Al igual que yo. -No os arriesguéis -nos dijeron. -No me interesa arriesgarme, pero estuve antes con Trement, no voy a dejar que vaya solo. Esperad y estad atentos, con los ojos bien abiertos.
Y con los cuatro hombres que estaban adelante los acompañamos para el castillo, los demás quedaron a más o menos cien, doscientos pasos de nuestras fuerzas, como para evitar un ataque sorpresa. ¿A dónde nos estamos metiendo, a dónde nos estamos metiendo? Esto no... no me cierra, pero tampoco puede ser una trampa, son miles de campesinos que lo están defendiendo. No lo entiendo, no lo entiendo, para nada. Gracias por escucharme.
Sesión 21/12/2019 -2-
Pudieron comprobar que el reino que iban a atacar era de lo más tranquilo y agradable y que la gente estaba muy contenta con aquel rey. Marcharon, pero no convencidos, algo se cocía allí.
Entidad: Avanzamos con los cuatro que dirigían a los granjeros leales a Morden. Me sentía tan incómodo, tan molesto, no entendía qué había pasado. Cuando estuve en las mazmorras había gente que se quejaba en otros calabozos, en las minas vi gente que había muerto a latigazos y ahora escucho de estos cuatro que a la gente grande las disculpaban de trabajar y hasta les daban unas monedas para que pasen su ancianidad bien. ¡Je! No, no es lo que yo vi, no es lo que yo vi me están vendiendo algo que yo no quiero comprar, y honestamente no tengo ganas de ir a una trampa, pero se lo debo a Trement, se lo debo. Y bueno, en último caso si no fuera por Trement no sé si aún estaría vivo.
Se abrieron los portones. Adentro cientos, cientos de soldados en el patio de armas, cientos, pero ni un gesto, ni un movimiento, nada. Desmontamos y vi que se ocupaban de nuestras monturas, y seguimos a pie a los cuatro granjeros. Los soldados nos miraban de manera indiferente, menos uno que tenía un par de medallas de alto rango. -Mi nombre es Robert -Hizo un saludo marcial-, soy el capitán de la guardia, acompañadme. Vosotros -A los cuatro granjeros-, quedaros aquí, esperad órdenes. -Lo acompañamos. Trement preguntó: -¿A dónde nos llevas? -Al salón real, veréis que aquí está todo bien. -Haciendo un gesto con la mano. Pasamos por la feria feudal, todos trabajando, en orden, sin vigilancia-. Podéis coger una fruta, no hay problema. -No, no, no, no -dijo Trement. Y seguimos caminando. El hombre delante nuestro.
En determinado momento llegamos al salón real. Había cuatro soldados de vigilancia que se cuadraron cuando vieron a Robert, el capitán de la guardia. Y pasamos. Un salón inmenso iluminado por muchísimas velas y al fondo una figura envuelta en rojo, un paño grueso. No tenía puesta una corona. Cuando nos acercamos el hombre sonrió, o fingió una sonrisa. -Acercaos, acercaos. Trement habló. La diplomacia de Trement era lo mejor que tenía, Trement era sutil, diplomático, pensaba diez veces las cosas antes de decirlas, una persona que jamás iba a ser directa. Ubicado. Por eso le dijo: -En realidad veníamos a matarte. -Mentalmente me tomaba la cabeza. Empezamos bien. ¡Esa era la diplomacia de Trement!, el rey dijo: -¿Pero por qué, qué os hice? -Nos has mantenido prisioneros. -¿A vosotros? No estoy enterado hemos castigado a los soldados y a los capataces de las minas por tratar tan mal a nuestra gente. Nuestra gente merece la comprensión, el amor, por eso soy un monarca tan querido. Lo lamento, lo lamento enormemente si han pasado por un sufrimiento. -Yo estuve en las mazmorras, rey, hubo soldados vuestros que han matado parte de mi gente. -¡Ay! Lo lamento tanto.
El rey se tomaba la cabeza. Lo veía como si estuviera actuando en una obra de teatro porque su voz era teatral, todo era teatral. A lo lejos había un religioso, una mirada torva, siniestra, pero no se acercaba. El rey se dio vuelta lo miró y... -¡Ay! Repito: lamento tanto las cosas que habéis pasado, pero tanta gente ha sido castigada... Mis súbditos, los aldeanos gozan de buena salud, habéis venido con cuatro... Podéis pensar "estos cuatro fueron comprados" para engatusarlos a vosotros, pero ¿y los otros miles, qué? No, me prejuzgáis. Estáis en libertad de acción, podéis marcharos cuando queráis. Si esto fuera una trampa 'clic', hago sonar el dedo y el capitán Robert inmediatamente traería soldados y los ejecutan. No, por favor, no es mi intención. Mis padres me han criado con amor, mi madre que aún vive la amo, he sido criado como un príncipe privilegiado, me han inculcado el amor, la comprensión, la piedad. Sé que habéis venido con varios granjeros rebeldes, pero no tengo nada contra ellos, no; sé que tienen razón. Capitán acercaos, acercaos. -Mi rey. -Cuéntales de esos soldados, esos soldados inútiles, traidores a mi causa. -Les contaré: Hubo una facción de soldados que por avidez de poder han asolado aldeas. Parte de ellos fueron los que os han tenido prisioneros y han sido ejecutados. Esperad, diréis "¿Por qué no condenados?". Porque tenían una forma de pensar de la que no iban a cambiar. Quedamos los soldados leales, los que abogamos por la libertad, por la paz, por la prosperidad del reino y las comarcas vecinas. Yo no soy leal a mi rey porque obedezco órdenes solamente, lo digo delante de su majestad, soy leal a él porque sé, porque entiendo el amor que él tiene por su gente. -Gracias Robert, puedes irte. Déjame con ellos, no hay ningún riesgo. -Pero mi rey... -Robert, por favor, déjame en el salón con ellos. ¿Queréis tomar un té? -No -dijo Trement-, no hace falta. -¿Me creéis ahora? -Tengo que procesarlo. -¿Y tú? -Se dirigió a mí. Me encogí de hombros. -Rey, lo que puedo decir es que si es así como tú dices, es una maravilla, es el mejor reinado que he conocido. -¡Os dais cuenta, os dais cuenta! Quedaos, le diré a mis soldados que ayuden a vuestra gente, les llevaré comida, pero no por medio de los soldados, no tengáis miedo, por medio de los aldeanos que me son leales para mostrarles a los otros aldeanos que no tenemos nada que esconder ¡Ahhh! Estoy un poco fatigado de tanto hablar. A ver... ¿Margal?... Ella es la jefa de la cocina, podéis ir con ella. Yo me voy a retirar a mis habitaciones, estoy un poco fatigado de tanto hablar, ¡ahhh!
El rey se levantó de su trono y se marchó caminando lentamente, levanté la vista y a lo lejos el religioso nos miraba con unos ojos turbios, me daba escalofríos pero el hombre no se acercaba a nosotros. Apenas el rey abandonó el salón, él también se marchó. Le dije a la mujer: -¿Tú te llamas Margal? -Sí, señor. -¿Cuánto hace que trabajas aquí? -Desde pequeña, señor. -¿Y siempre todo... todo estuvo en paz? -La mujer titubeaba. -Que yo sepa sí, señor, somos bien tratadas. Es más, nos enseñan a leer y a escribir, estamos bien. -Pasamos a la cocina. Le digo a Trement: -No como, nos dan comida envenenada. -Horacio, el rey lo dijo, si quisieran matarnos hubiera hecho sonar los dedos y hubieran venido infinidad de soldados. -¿Le crees? -Lo estoy procesando. -¡Qué tienes que procesar, se le cree o no se le cree! -No es así, lo estoy procesando.
Comimos. La comida estaba riquísima; ave con verduras muy bien cocinada, había vino y había cerveza. -Quisiera tomar vino. Trement dijo: -No, tomamos una jarra de cerveza. -¿Por qué la diferencia? -Los vapores se van más rápido. El vino te va a caer pesado y hay que tener la mente lúcida. Y no más de una jarra.
Terminamos de comer. Sentía como cierta pesadez, pero era la pesadez de haber comido bien. Decidimos marcharnos. -Quiero pasar por el patio. -Pasamos por el segundo patio y salimos al muro del costado-. Ahí están las minas. No hay nadie que nos impida el paso.
Había soldados pero nos miraban de manera indiferente, no nos prestaban atención. Había gente trabajando en las minas picando piedras, portando otras piedras en una carretilla entrando y saliendo del túnel, pero todos bien, no había capataces con látigos ni nada. Es más, había uno que apenas podía con su piedra y uno de los que vigilaban lo ayudó. -Esto no puede ser una actuación, esto no puede ser una actuación. Todo lo que veo brilla como oro, pero no... siento como algo en el estómago. -Igual que yo -dijo Trement-, por eso te hablaba de que las cosas hay que procesarlas. -Vamos, me siento incómodo aquí adentro. -Salimos. Se acercó a nosotros el capitán Robert. -Los escoltaré hasta donde están los cuatro granjeros. Podéis marcharos y entrar cuanto queráis. Tú eres Trement. -Me señaló a mí-. Tú, Horacio, Le dije: -Y tú el capitán Robert. -A tus órdenes. -Se cuadró e hizo una especie de venia.
Nos encontramos con los cuatro granjeros. -¿Y...? -Es como tú dijiste, todo una maravilla. -Comentadlo entonces a vuestra gente, comentadles que no hay trampa, comentadles que está todo bien. Comentadles. -Lo haremos.
Finalmente salimos. Atravesamos la tropa leal al rey Morden y llegamos hasta nuestra gente. Los cuatro hombres principales de la tropa leal dieron media vuelta y se marcharon. Hablamos con los nuestros, les contamos todo, les dijimos que los soldados rebeldes que asolaron aldeas fueron ejecutados, que los capataces que maltrataban a gente en las minas fueron ejecutados y que el rey sólo quería prosperidad. Los cabecillas de los nuestros dijeron: -Entonces ¿podemos confiar? -Me encogí de hombros, pero habló Trement: -No, aún no podemos confiar. Hablé yo: -El rey dijo que él podía haber sobornado a los cuatro cabecillas pero era imposible sobornar a miles. Estoy confundido. Trement dijo: -Yo no. Aparentemente Morden es muy listo pero no... no me lo trago. Aparte, detrás de él, a muchos metros, no se acercó, estaba ese sacerdote con una mirada torva, malévola, imposible de disimular; quizá no es tan buen actor como Morden y por eso el rey lo dejó atrás-. Aún no confío. No nos aflojemos, no perdamos el alerta. Volvamos, retrocedamos pero sigamos practicando con las armas, sigamos entrenando. Sigamos vigilando nuestra región, nuestra aldea. Hace poco una de las aldeas había sido atacada, ¿por quién? Si aparentemente los soldados rebeldes fueron ejecutados la historia no me termina de cerrar. Honestamente, soy un eterno desconfiado.
En realidad yo pensaba lo mismo que Trement, pensaba exactamente lo mismo, pensaba que algo raro había, pero nos podían haber matado tranquilamente.
Hay un refrán vuestro, como thetán lo digo, de Sol III que dice "Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía". Y más si el que da la limosna antes cortaba manos.
Gracias por escucharme.
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