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Psicoauditación - Walter |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 04/01/2020 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 18/04/2020 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 12/08/2020 Aerandor III, Horacio Sesión 30/10/2020 Aerandor III, Horacio Sesión 31/10/2020 Aerandor III, Horacio Sesión 04/11/2020 Aerandor III, Horacio Sesión 22/01/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 11/02/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 15/04/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 21/08/2021 Términus, Séptimo
Sesión 04/01/2020 Su esposa había estado mal y ahora le llegaba el tiempo. Él estaba muy aprensivo, pero por fortuna tenía a sus amigos al lado. Debía esperar que las cosas ocurrieran.
Entidad: Habían pasado tantas cosas... batallas, muertes, yo mismo había perdido la consciencia en determinado momento. Mi amada, Marya, mal herida. Y ahora, subiendo, casi tropezando las escaleras a la alcoba por haber escuchado el grito, abro la puerta. -Majestad... -dice Manuela. -¿Cómo está? -Majestad, está a punto de tener. -¡Aún es pronto! -exclamé. -Majestad, está a punto de tener. -¿Qué... qué hace falta? -Atrás mío Émeris. -Yo me ocupo, Manuela. ¿Qué precisas? -Paños, agua caliente, alcohol destilado. -¿Qué hago? -pregunté. Émeris me dice: -Baja, quédate con Fondalar, con Aranet. Bebe algo, relájate. Nos ocuparemos. -¿Estás bien, Marya? -Marya, su rostro reflejaba dolor, pujaba. Me toma del hombro Émeris y suavemente me lleva hacia la puerta. -Déjanos, Manuela es partera, sabe lo que hace. -Dos niñeras fueron abajo a buscar agua, paños. Bajé, y me sentía como un presentimiento. Aranet me dijo: -¿Qué te pasa? -¿Qué me puede pasar?, tengo un presentimiento. -Déjate de tonterías. -¿Qué haces? -Estaba comiendo una pata de cordero. -¿Cómo puedes comer en esta situación? -¿Y qué voy a remediar?, tengo hambre.
Aranet era, ¿cómo podría explicarlo?, un caso atípico. Una persona se revuelca a luchar en el salón con un guilmo, una persona que tengo a mi esposa a punto de tener familia y él comiendo una pata de cordero y me dice "¿qué puedo hacer?". Pero por otro lado era cierto. De la misma manera que Émeris, Fondalar me tomó del hombre y suavemente me hizo sentar. -No me traten como una criatura -exclamé. Fondalar dijo: -Por supuesto, eres el rey. -Lo miré. -No te burles, tengo un presentimiento. -No es la primera vez que tienes hijos. -Aranet, estuvo malherida Marya, no sé que puede salir de todo esto. -Yo sí. -¿Qué? -Una criatura. -¡Ay! ¿Cómo puedes bromear? -No bromeo, trato de que te calmes. Si no te tendré que dar unas hierbas calmantes. -No, no, no, quiero estar alerta, ya bastante tuve con aquellos hongos que me hicieron perder la conciencia, el razonamiento, todo.
El tiempo no pasaba más pero no quería tomar nada con alcohol, ni nada con hierbas, a lo sumo un zumo de frutas, y no podía estar sentado, caminaba por el salón; iba, venía, iba, venía. Traté de distraerme. La vi a Núria. -¿Cómo estás? -Se encogió de hombros. -Rara, confundida, pero ahora lo importante es Marya. -¿Qué piensas? -Pienso que va a estar todo bien. -¡Ah! Todo el mundo me dice lo mismo. ¡Albano!... -Mi rey. -No, nada, nada. -Mi rey... -No, nada, nada. -Estuve a punto de preguntarle a Albano qué pensaba él. ¿Qué va a pensar?, él se ocupa de... Está bien, es consejero, también se ocupa de la guardia. ¿A quién más le podía preguntar? Y en ese momento alguien me abrazó por la cintura: Ciruela. -Todo va a estar bien. -Te portas muy madura, estás calmada. -Todo va a estar bien, de verdad que todo va a estar bien. -Los veía a todos tan tranquilos... -Escucho... escucho gritos. -Es Marya que está pujando -dijo Núria-. Confía en... la señora... -Manuela. -Sí. Manuela incluso ha ayudado a tener hijos en la feria feudal. y aparte está Émeris, y hay dos criadas también.
Pasó el tiempo y bajó Émeris. Su cara era seria. Me toqué el corazón y sentía como hasta las palpitaciones en mi mano, en mi mano derecha. Émeris se paró frente a mí, me miró a los ojos, me tomó de las mejillas. Sonriendo me dijo: -Eres padre de un varón. -¡Aaah! -¿Y qué esperas? -¿Cómo? -¡Sube, sube a ver a tu mujer! -Subí las escaleras de tres en tres. Estaba mi amor, un bebé de cabello claro, atrás mío, Aranet. Me tomó del hombro y me dijo: -Pero qué suerte que has tenido. -Lo miré. -¿Porque fui padre? -No, porque se parece a ella. -Me senté al costado de la cama. -¿Puedo tenerlo? -Puedes tenerlo. -¡Me había olvidado cómo se tenía un bebé, me había olvidado! Me caían como... como lágrimas de emoción. Le dejé la criatura a Marya. Miré para el costado: Gualterio, mi hijo, con la novia. Me paré (levanté) y me abracé. -Tienes un hermano. ¡Marya, ya sé cómo ponerle de nombre! -No, no mi amor, lo vamos a llamar Baltar. -¡Ah! ¿Ya lo has decidido? -Sí, mi amor. -Baltar. Me gusta, me gusta. ¿Qué te parece, Gualterio? -Gualterio sonrió. -Padre, tu esposa es la que decide. -¡Ja, ja, ja! En realidad es la reina, así que está bien. ¡Ah! Me siento más aliviado. Émeris, ¿está todo bien? -Está todo bien. -¿No es demasiado pequeño? -No, no es demasiado pequeño, pero nació en fecha. -No, nació antes de tiempo. -Está todo bien, está todo bien. Está absolutamente sano. -Fondalar, tú que tienes como una visión más amplia, ¿cómo lo ves? -Lo percibo... lo percibo bien, pero no soy médico, soy simplemente un mento. -¿Pero qué te dice tu intuición? -Mi intuición me dice que tienes que bajar a tomar una copa de licor, y déjate de embromar.
¡Je! Mis amigos me hablaban como si no fuera el rey, pero me hacían sentir bien que me trataran con esa descortesía, no sé cómo explicarlo, por algo eran mis amigos, si me hubiera tratado de una manera educada me hubiera sentido lejano... Me hacían sentir bien. -Marya, ¿estás bien? -Asintió con la cabeza. -Voy a... -Baja, mi amor. Ya sé, y tienen razón, tómate una, dos o tres copas de licor, descansa. -¿Yo? Tú tienes que descansar. -Lo estoy haciendo, mi amor. -Sentí otra vez un brazo: Fondalar. -Vamos abajo. -Me conducían como si... como si fuera un no vidente. Me di vuelta-. ¿Te quedas, Émeris? -Quédate tranquilo, comeré aquí. -Entonces bajo a tomar unas copas. -Me tomé una, dos, tres copas de licor, me sentía como adormecer pero estaba como cansado, muy cansado agotado. Pero le decía a Aranet: -Estoy agotado. -Aranet me dio una palmada que me sacudió, prácticamente fue como un golpe en la espalda con la mano abierta. Y se rio. -Y eso que no has sido tú el que has pujado. -¡Ay, gente, los amo a todos! -Aranet me levantó de la barbilla y me dice: -Te está haciendo efecto el licor. -¿Qué licor? -Lo abracé. -Bueno, basta, basta de confianza. -No te burles, estoy contento pero a la vez estoy como muy agotado. -Fondalar me dijo: -Nervios, angustia de todo lo que pasó, pero por sobre todo lo que más te ha debilitado es la ansiedad, la ansiedad te ha debilitado muchísimo. -No pienso acostarme, quiero ver cómo se desarrolla todo. -Todo se va a desarrollar bien, te aconsejo que subas un par de veces a ver a Marya pero no la atosigues, no conviene que la pongas nerviosa. Cálmate, ya pasó, no tiene que haber ansiedad ahora, la ansiedad es una desmesurada expectativa. Ya ha tenido una criatura, se llama Baltar, ella está bien, la criatura también, no hay ningún tipo de riesgo... ¡Mírame! -Lo iré a Fondalar-, ¿tienes ansiedad ahora? -Negué con la cabeza-, ¿tienes nervios? -Negué con la cabeza-, bien, entonces respira hondo. No te recuestes si no quieres, quédate tranquilo, conversaremos entre nosotros.
Por la tarde bajó Émeris, se quedó un ratito conversando con Núria. Arriba quedó Manuela con las dos criadas. Y yo conversaba con todos, con Fondalar, con Aranet, con mi hijo. Me sentía más relajado pero al estar más relajado no me... no me quitaba el agotamiento, al contrario, el estar relajado es como que me agotaba más. Tenía ganas de... tenía ganas de dormir, tenía ganas de dormir pero mucho, pero a su vez si hubiera ido a mi aposento y me hubiera acostado no hubiera podido dormir. No me toméis por un desequilibrado, yo entiendo lo que quiero decir, quería estar atento por si pasaba algo. Me tomó de la mano Fondalar, atrás había un sillón más tosco, de madera, le puso un almohadón, se reclinaba. -Quédate aquí, estaremos contigo, nosotros haremos vigilia. Descansa, descansa. Cerré los ojos, estaba eufórico pero agotado, muy agotado.
Sesión 18/04/2020
En su mente seguía viviendo los últimos sucesos, demasiadas muertes, estaba como desorientado. Todavía no se sentía bien físicamente pero debían ser alteraciones psicológicas que le tenían atenazado, muy tocado.
Entidad: No podía dormir, me invadía el insomnio. Era algo tragicómico porque de día a veces estaba como cabeceando pero de noche escuchaba ruidos, veía sombras. La miraba a Marya, miraba al bebé, sentía como que lo que había pasado con esos bárbaros me había dejado una angustia tremenda, no por mí, no soy el héroe que no teme a la muerte, porque el que no teme a la muerte es un insensato, es decir, no a la muerte, al dolor, a la tortura. Pero yo ya estaba convencido de que mi amada Marya y mi nuevo hijo iban a morir, y quedé como marcado por dentro, pero marcado mal.
Los bárbaros habían dejado un tendal. Con los soldados que quedaron reforcé entradas, vigías en las torres, pero es como que había un enemigo interno, capaz que ese enemigo estaba dentro mío disfrazado en forma de angustia. Es muy difícil. Es muy difícil ver en riesgo de muerte a tus seres queridos y pensar que no hay desquite, pero por otro lado, ¡que tontería!, aunque uno pudiera sobrevivir a la muerte de tus seres queridos, y ves a los bárbaros y le clavas tu espada una y mil veces, ¿de verdad la angustia se pasa? No, no se pasa. El odio, el rencor, la impotencia no se pasan. Y había días que no estaba como dormitando, había días que estaba como acelerado, como que... como que no sabía por dónde empezar a hacer cosas. Aún después de que hubieron regresado mis amigos -pero no voy a relatar eso, voy a relatar mis inseguridades, circunstancias por las que nadie querría pasar-, parecía una tontería, pero había puesto un guardia en la puerta del dormitorio y otro guardia en la esquina del pasillo y otro guardia en la escalera de abajo.
Marya me acariciaba. -Mi amor, estamos bien, ya pasó todo.
Nunca va a pasar todo, me respondía a mí mismo, no a Marya, a mí me lo respondía. No quería contagiarle mi intranquilidad, pero bueno ella lo presentía. No, no, pasó todo. Mientras haya gente así, gente que te traiciona por lo que fuera, por tener un botín de metales, por apoderarse de mujeres para tenerlas como esclavas, por decir una palabra suave. Pero por fuera no me sentía mal, en el sentido físico, era la mente y la mente afectaba a mi pecho; tenía taquicardia, vivía acelerado. Eso me agotaba, me agotaba mi energía pero mal, mal. A veces me tumbaba en el sillón del trono... mal, mal. Pero ante los demás era el rey Anán, no daba una imagen pésima, no; mostraba compostura, compostura que perdía en la intimidad de la alcoba o estando solo. Y me agotaba. Y me ponía a pensar que qué raro que es nuestro cuerpo, cuántas veces he cabalgado horas y horas... O recuerdo las veces que practicaba esgrima y sí, me cansaba, pero luego tenía un sueño reparador que ni me despertaba ni el trueno de una tormenta, pero este cansancio era un cansancio de la mente, un cansancio de los recuerdos de las cosas que habíamos pasado, de la inminencia de muerte, de saber que tu familia está en peligro, de saber que los puedes perder, y si tú sobrevives, ¿qué queda de ti? Un espectro. ¿Qué queda de ti?, ¿para qué quieres seguir?, ¿de qué sirve seguir? ¿De qué sirve? De nada.
Marya trataba de sacarme las palabras y a veces se lo decía: -¿Qué hubiera hecho sin ti? -Ella era más sabia de lo que yo pensaba. Me respondía: -Mi amor, pon tu mente en el presente, lo pasado ya está, ya pasó. Además, terminó bien. -¿Y qué hubiera pasado si... si no nos hubiera rescatado? -Mi amor, ¿y qué hubiera pasado si hubiera habido un terremoto y se derrumba el castillo? O sea, el 'si' condicionante no tiene sentido, mi amor.
Y yo la acariciaba, le acariciaba el rostro porque tenía razón, y mi parte analítica sabía que tenía razón y que yo no debía pensar en cosas que no fueron. Lo que pasa que dentro tuyo, en la sangre, en el pecho, en las entrañas ese recuerdo te retuerce las tripas, es como que una mano te cogiera por dentro el estómago y te lo apretara y te lo estrangulara, o te cogiera del cuello y te apretara, y entonces tú vas a tragar un bocado de comida y es como que esa angustia te inflama la garganta y no te deja comer, te inflama el pecho y no te deja dormir. Y entonces había dos yo: el que dormitaba con una energía por debajo del piso y el que estaba acelerado haciendo cosas, dando órdenes, buscando qué actividad desarrollar. Y me iba al patío de armas y volvía, no me animaba a salir a cabalgar ni siquiera con veinte soldados de escolta. Estaba como perdido dentro de un laberinto oscuro que me iba desde la garganta hasta los pies, y no podía, no podía conmigo mismo.
Tendría que luchar contra eso, hablarlo con Aranet, porque Aranet me conoce casi tanto como me conozco yo. O con Fondalar, que si bien no me conoce tanto es una persona que con mirarte ya te hace un cuadro de quien eres. ¡Ah!
Estaba cansado, pero cuanto más cansado más apresurado en hacer cosas. Es como ponerte una venda en los ojos, subirte a un hoyuman y galopar y no sabes si hay un precipicio al costado, un abismo del otro lado, un lodazal, un pantano, una ciénaga; galopas galopas galopas sin ver, con una venda, y puedes darte contra una roca, contra un árbol.
Y metafóricamente eso es lo que sucede, que a veces te quedan angustias inconscientes que cuando salen a la conciencia, cuando salen al exterior, cuando salen a relucir es cuando te hacen daño. Y cuesta. Y no, y no; con unas palabras de aliento esto no se borra. Pero tampoco me interesa la inconsciencia de que Fondalar tuviera el poder de tocarme la frente y supuestamente me hiciera olvidar de los últimos amaneceres, porque para mí el inconsciente es tonto, el consciente sufre, pero prefiero estar consciente y sanarme estando consciente, porque lo otro no vale, lo otro no sirve. Lo otro no vale ni una moneda de cobre. Gracias por escuchar.
Sesión 12/08/2020
Seguía en viaje con muchos otros para ver de eliminar al rey tirano. Varios de sus acompañantes eran más duchos que él en pasar desapercibidos y conocían pasadizos en aquella fortaleza. Pero antes, querían encontrar dos princesas desconocidas, hijas del rey.
Entidad: Hacía algunos días que me venía sintiendo mal, tenía tremenda ansiedad, angustia y es como que me sentía falto de fuerzas. Cómo puedo explicarlo. Por un lado es como que estaba acelerado, eso significa con una ansiedad tremenda. A veces parecía hasta hiperquinético, pero por momentos me agarraba un cansancio tan grande... Los granjeros me decían: "Horacio, ponte alegre, toma una copa". Y tomaba hidromiel. Me sentía mejor pero más desinhibido, más alegre. Supongo que sería el costado donde está el hígado que me cogió una puntada tan grande... Me descompuse, vomité, mi mente no estaba lúcida.
Recuerdo cuando llegaron esos dos hombres, Dorian y Robert, las noticias que trajeron. Entonces tenía razón yo, entonces es cierto que Morden no había cambiado, entonces es cierto que era un cruel tirano y que buscaba eliminar a todo aquel que lo traicionara. Y que tenía comprados, como si fueran una masa amorfa, a los aldeanos que lo rodeaban. ¡Muy astuto, muy astuto! Hasta dudaba de que la idea fuera de él. Seguro fue de un esbirro que luego lo mató para quedarse él con la idea. Pero estoy convencido de eso. Se acercó Trement y me dice: -¿Estás mejor? -Estoy un poco mejor. Gracias por el té de hierbas. -No te lo preparé yo, te lo preparó uno de los granjeros. ¿Te acuerdas de Robert? -Lo miré. -No. -Son dos mercenarios, escaparon. De verdad que estás mal, Horacio. ¿Eh? -¿Te burlas ahora, Trement? -¿Te acuerdas cuando fuimos a palacio, que tú decías que era una encerrona, una trampa, y que Trement nos recibió supuestamente bien o fingía, y que detrás estaba ese religioso que nos miraba con ese rostro falso, con esa mirada torva? -De eso me acuerdo. -¿Te acuerdas que había un capitán que nos recibió correctamente? Es él. -Claro, ahora está sin rasurar, sucio. -Me acerqué y lo abracé. -No te había reconocido. -Mejor, eso significa que puedo camuflarme. -Sonrió Robert-. Entonces es todo mentira. Había un capitán anterior, Rodolfo, que seguro que fue quien le dio la idea de subsidiar a toda la periferia, mejorar la parte de las minas. Seguro al comienzo se molestó -explicó Robert-. Me hizo salir al balcón con él y lo aclamaban, yo mismo no lo podía creer, lo veía como un resentido. Aparte, lo comentaba con Dorian, supuestamente desaparecieron de la feria feudal varias jóvenes con un lunar específico y que seguramente, se corre el rumor, que son hermanastras del rey. Por eso vamos al poblado Almera.
En el fondo no me sentía convencido. Tenían razón, era importante encontrarlas, ¿pero qué se iba a lograr?, aunque se demostrara que eran hermanastras del rey, ¿qué más?, eran unas princesas expulsadas del reino. Los mismos granjeros estaban desanimados, decepcionados, con la moral por el suelo. "No vamos a pelear contra nuestros hermanos, no podemos atacar a Morden". -A ver -explicó uno de los granjeros-. Por más que nuestros hermanos de la periferia estén equivocados y que el rey sea de verdad cruel, hoy están mucho mejor. Casi no pagan impuestos, al que le falta provisiones le da provisiones, los ancianos casi no trabajan en las minas... Robert dijo: -He visto yo personalmente a guardias de seguridad ayudando a cargar piedras grandes a quien no podía cargarlas. Fingirá, pero el reinado está bien. Vosotros habéis estado en las mazmorras. Aclaro que no tuve nada que ver, no los conocía de antes, era un simple teniente. -Sólo sé que es todo apariencia. -Mi recomendación -agregó Robert-, es dejar las cosas como están, no podéis vengaros de haber estado en las mazmorras. -No es las mazmorras solamente, es la desaparición de mi gente. Trement también ha perdido gente. Él no terminó de contar lo de su amigo y maestro, Natán. -Y tú y tu compañero Dorian, el mercenario, también estuvieron a segundos de una muerte segura. Pero qué podemos hacer, los granjeros de la periferia los van a defender con su propia vida. Y qué, ¿vamos a matar inocentes? Vamos a ser peores que Morden. Dorian dijo: -Hay túneles, hay pasadizos. Yo tengo mucha experiencia, podríamos ir dos o tres por los pasadizos que ni los soldados conocen ¿Tú los conocías? Robert dijo: -Honestamente no, no sabía que había túneles. -Los hay. Son independientes de lo de las minas, son túneles bien hechos y llegan hasta la alcoba real y a otros puntos que desconozco, pero podemos entrar y secuestrar al rey sin que nadie se entere. Pero tiene que ser alguien de experiencia como yo. Trement se acercó. -¿Por qué dices que tienes experiencias? Dorian dijo: -Siempre fui mercenario, cumplí las órdenes de Morden y he ejecutado gente que verdaderamente se lo merecía. ¿Si me pasé del límite de la moral? Seguramente sí, pero puedo decir de buena fe que nunca he matado a gente inocente. Y justamente por eso, por haber perdonado a gente inocente es que el rey me mandó matar.
Hicimos silencio y llegamos al poblado Almera, un poblado bastante bastante grande, pero muy muy grande, muy muy grande: patios con palmeras, había drómedans, una especie de camélidos, y además la vestimenta era distinta, con cuero fino, bien arreglados. Las mujeres con vestidos sueltos, se notaba un poblado pacífico. Pero no era tan así, vimos que habían bastantes soldados, bastante vigilancia. La mayoría de los granjeros que nos acompañaban acamparon en los alrededores del poblado.
Y entramos a Almera. Se nos acercó un hombre de mirada sincera, alto, bien vestido. -Bienvenidos. Mi nombre es Bruno. -Nos estrechamos la mano. Le comentamos que habíamos escapado de las mazmorras del rey Morden. -Sabemos quién es. -¡Vaya! -Se asombró Trement-. Mirad que estáis a tanta distancia y su nombre ha llegado hasta aquí. -Su nombre no -dijo Bruno-, su fama, su fama de tirado. Pero venid, desmontad, dejad vuestros caballos. -En el poblado había pocos caballos, había más tipo dromedarios. -Qué raro que estos animales estén aquí. Bruno explicó: -Pasando Almera hay otro pequeño desierto y allí estos dromedarios son verdaderamente valiosos para andar en la arena. ¿Quiénes os acompañan? Le explicamos a Bruno: -Son granjeros de la zona, querían levantarse y sitiar el castillo de Morden. -Le explicamos todo a Bruno, de cómo logró simpatizar con los aldeanos de la periferia y con la gente de adentro de su fortaleza. -Muy astuto. -Bruno pensaba como nosotros-. Si es así y verdaderamente los trata bien, olvidaros de la venganza. Dorian dijo: -Tengo un as bajo la manga. Bruno preguntó: -¿Qué significa eso? -¿No conoces el juego de cartas? -Bruno se encogió de hombros. -Apenas. -Bueno, un as bajo la manga significa que el as es el que gana la partida, y de repente si está en el mazo, tú escondes un as falso bajo la manga y lo sacas haciendo trampa para ganar la partida. Pero en este caso no representa eso, en este caso representa que tengo la carta del triunfo. Sé que hay más de una pasadizo debajo de la fortaleza de Morden. -¿Y qué pretendéis de nosotros, que os acompañemos? No queremos dejar desprotegido a Almera. -No, no vinimos por ese tema. Un anciano nos comentó que hay dos jóvenes con un pequeño lunar que está convencido que son hijas del padre fallecido de Morden. -Bruno palideció. -¿Y pensáis que están aquí, en Almera? -El anciano está seguro. El anciano está seguro. -¿Y ellas saben el parentesco? -No, fueron criadas aquí y se ignora. No, no lo saben. -Pero puede haber decenas y decenas de jóvenes con lunares, no hay manera de saber si son las princesas o no. Les diré a nuestra gente que les lleven provisiones a los granjeros que están afuera. Vosotros pasad, haced de cuenta que estáis en vuestro pueblo, sois bienvenidos. Vamos a comer un guisado especial.
Bruno era muy atento. Pero era genuinamente atento, no era alguien que fingía y luego pensaba otra cosa. De todas maneras yo seguía desanimado y no sabía por qué seguía desanimado. El tema es que mi idea original era vengarme. Encontrar, para mí, las princesas no me sumaba ni me restaba. ¿Qué me significaba, qué iban a lograr aunque probaran que fueran hermanastras de Morden? No tengo ninguna duda de que Morden hubiera mandado mercenarios a matarlas. Entonces, ¿para qué?
Dorian me había dado una esperanza. Y se lo dije: -Encontrar estas mujeres a mí no me suma ni me resta. Vinimos aquí, perfecto. Comemos, perfecto. Dorian sonrió y dijo: -Veo que estás recuperado. -No. Físicamente sí, anímicamente no. Y aún siento cansancio. Quizás el cansancio sea provocado por el desánimo que tengo, tengo un bajón tan grande que me cansa quizá no física sino mentalmente, y eso lo traslado a lo físico. -Vaya que eres complicado cómo hablas -dijo Dorian-. Cuál es tu propuesta. -Te acompaño a los túneles. -No, no, tú no, tú no. No tienes la experiencia, no tienes esa... esa presteza. No. ¿Qué has hecho antes de las mazmorras? -Me encogí de hombros. -Nada. -¿Has sido guerrero? -No. ¿Irás con Robert? -pregunté. -No. Si él ni siquiera sabía que había eso. -¿Entonces? -El indicado para acompañarme es Trement. -Trement se dio vuelta. -¿Tú quieres que me meta contigo en esos túneles? ¿Y por qué he de confiar en ti? -¿Y por qué no?, nos has salvado de morir. Si no buscaré voluntarios. -Lo pensaré -dijo Trement-. De verdad que tengo ganas de coger el cuello con mis manos, de Morden, y apretar hasta arrancarle la cabeza del cuerpo. -No tengo dudas que lo harías, con ese cuerpo tan fuerte. -Sonrió Dorian. -¿Entonces? -Primero terminemos lo que vinimos a hacer aquí, al poblado Almera, y luego veremos cómo nos metemos en esos pasadizos. Primero: ¿los pasadizos están dentro?, porque tendríamos fingir, entrar otra vez... Eso lo puedo hacer yo con Horacio, pero a ti y Robert apenas ponen un pie y los ejecutan. -No. A más de mil pasos hay una especie de tapa disimulada en la tierra que va para adentro de la fortaleza. A dos mil pasos al oeste hay otra tapa. Están muy bien disimuladas, pero yo sé orientarme. -Tendríamos que llevar faroles de aceite para saber dónde nos metemos. Quizás adentro haya alimañas, pero no creo que tú, Trement, tengas temor de eso. -¿Temor? Si tengo hambre me las como crudas. -Dorian lo miró dudando si lo decía de verdad, si estaba fanfarroneando o si era irónico. Yo, conociéndolo a Trement, creo que llegado el momento lo decía de verdad. -Me hubiera gustado acompañarlos, porque supongamos que tienen éxito y lo matan a Morden... Para mí eso es algo abstracto, Morden murió. Yo no me enteré, me lo contaron. Quisiera verlo yo, o clavarle una espada en el corazón yo, no que alguien me lo diga.
Y después me sentía mal conmigo mismo por tener esos pensamientos tan negativos, tan negativos. ¿La Excusa? Que tenía mucha angustia, que tenía mucha ansiedad, que esa ansiedad me comía por dentro y me provocaba el cansancio mental y luego físico. Pero me engañaba a mí mismo, mis emociones me dominaban.
En la mesa había hidromiel. -No, no, tomaré alguna bebida espumante o algún jugo de frutas. No, hidromiel no, me cayó mal, estuve intoxicado. Bruno me miró y me dijo: -Lo que te haga mejor. Si no quieres un guiso tenemos también un preparado con verduras. -No, no, está bien, no es para tanto, tampoco. -Pero seguía ansioso, molesto. Tenía un dolor en la garganta tan grande provocado por la angustia, y a su vez tenía un dolor en el pecho que me provocaban los nervios y un dolor de estómago que me provocaba la ansiedad. Y se lo dije a Trement. Trement lo tomó en broma. -Hagamos al revés, Horacio, di qué parte no te duele, que va a ser más fácil. -Me hizo reír. Me hizo bien porque me hizo reír, ¡pero qué ocurrencia la de Trement!
Angustia, nervios, ansiedad, cansancio, falta de voluntad... Quizá era egoísta, porque como dije antes dos veces no me sumaba ni me restaba encontrar a las jóvenes posibles princesas, me interesaba la idea de Dorian, de entrar por alguno de los pasadizos, encontrar al rey desmayarlo para que no grite y sacarlo por los pasadizos en secreto y ejecutarlo adelante de todos, de todos los rebeldes. A mí no me servía que lo mataran adentro. Y se lo dije a Trement. -Tengo voluntad -respondió Trement-, para esperar su momento, desmayarlo y llevarlo. -Y lo miró a Dorian-. Si fuera una trampa, la más leve, eres hombre muerto. Dorian le respondió: -¿Te piensas que me arriesgaría a entrar después de ser perseguido? Puede venir incluso una tercera persona de la que tú elijas, de tu confianza. -Que venga Horacio. -¡Sí! -asentí yo. Dorian dijo: -No. ¿Qué experiencia tiene?, va a ser un lastre. -Pero es de mi confianza. ¿A quién vamos a llevar, a un granjero? -Dorian asintió con la cabeza.
Así que íbamos a ir los tres. Ahora, yo no sabía si podía pensar en mi voluntad de no acabar con Morden en la misma alcoba real.
Cómo cambia la situación cuando es uno el que se venga, el que trata de imponer esa justicia propia. ¡Aaaah! ¡Lo haremos, lo haremos, lo haremos, lo haremos!
Sesión 30/10/2020
No habían podido encontrar al rey y postergaron el plan. Mientras volvería a la vida normal. Simpatizó con una muchacha que se interesaba por él. Y unos primos de ella también se interesaban por él. Y un nene de los primos también.
Entidad: Había aprendido a observar todo y a todos. Había aprendido a tomarme una pausa porque tenía un cansancio tremendo, un agotamiento inenarrable causado por un sinfín de situaciones, Muchas veces Trement me decía: -Vamos, Horacio, ¿qué pasa con tus fuerzas?
Al comienzo me había consumido la sed de venganza contra Morden, y no digo que se me había pasado, estaba más apaciguado, más gastado emocionalmente porque no solamente te consume el rencor, los deseos de venganza, también te consumen las emociones, a veces es como que te quedas sin fuerzas por tu estado emocional. Pero no perdía la lucidez mental y observaba, ¿cómo explicarlo?, como que todos estaban más felices. Y me incomodaba. Pero no, no, no me mal entendáis, por favor, no me mal entendáis; me sentía bien que se sintieran felices, me molestaba..., ¿cómo explicarlo?, como que ya hubiera pasado todo, como que fuimos por el túnel, llegamos a los sótanos, no encontramos la cámara que llevaba a la sala real y no se pudo. Entonces lo dejamos así, porque de todas maneras el rey tiene comprado con subsidios a los aldeanos cercanos a los muros de Esperia. Entonces, ¿para qué molestarnos?, vivamos nuestra vida.
Hasta Robert, que tanto mencionaba a Daria, ahora tenía los ojos puestos en la posadera Delicia. Dorian, el único quizá que seguía pensando en Romina, la hija del noble Mosquet. Bruno ya no era un soldado de Morden, ahora que Michelle por fin confiaba en él se sentía pleno. Y Trement es como que ya se hubiera olvidado de su mentor, Natán, que le enseñó todo y que nunca explicó las circunstancias en las que Natán fue muerto. Ahora cortejaba a Corita y se olvidaba de todo. A eso me refiero, a que Morden había pasado a segundo plano y las muertes que provocó iban a quedar impunes. Está bien, Dorian había matado a su consejero religioso.
Quizá el errado era yo, porque mi deseo de venganza y ese rencor que quizá tenía en mi inconsciente me seguía consumiendo por dentro y me quitaba fuerzas, ganas, deseos. Pero me producía también el efecto adverso, me potenciaba la ira y hacía un esfuerzo impresionante por disimularla. Entonces iba a la taberna, tomaba algo. Dorian con la confianza de siempre me palmeaba y me decía: -¡Epa, epa, Horacio!, recuerda que una vez te mareaste y hubo que llevarte entre todos. Sonreí y le dije: -No exageres, algo me habrá caído mal aquella vez. De todas maneras no es que tomaba y tomaba, tomaba un par de copas.
No estaba atendiendo Delicia, seguramente estaría con Robert, el excapitán, me atendía Manela, una joven algo rellenita pero de rostro muy simpático, y me miraba con unos ojos dulces. Y conversábamos a diario, quizás eso era lo único que me hacía olvidar de Morden. Había otras dos jóvenes atendiendo la posada y Manela me dijo: -¿Sabes montar bien? -Me sorprendió su pregunta. -Sí, claro, obvio, me crié a caballo. -Cómo nunca me has invitado... -¡Cuando tú quieras! -¿Te parece que vayamos por la tarde? -Sí, le aviso a la gente. -¿Avisarle? ¿Acaso Dorian avisa cuando sale?, ¿acaso Trement cuando va pasear con Corita avisa? Tú no tienes dueño. -Me encogí de hombros. -Eso es cierto, nadie me manda.
Me acordaba cuando estuve en las mazmorras, pensaba que no iba a salir vivo en medio de las ratas, que tenías que esquivarlas para que no te mordieran los dedos de los pies... ¡Basta! ¡Basta de recordarme eso! Y me fijé bien en Manela, era bastante atractiva. ¿Por qué no disfrutar el momento? Y salimos a pasear. Era temprano, el sol alumbraba a pleno. Habíamos comido frugalmente una comida como para salir del paso y llenamos las cantimploras y salimos a andar a caballo. -¿Para dónde vamos? -Vamos al noroeste, hay un arroyo espectacular, podemos disfrutar. -Me encogí de hombros. -Vamos. -Y conversamos de mil cosas. Le conté mi historia, cómo mi etnia fue casi exterminada por los soldados de Morden. -¿Te sientes menos por ser moreno? -Para nada, para nada, me siento orgulloso de ser quien soy y de mi etnia. -Bien. Qué pena que no pudieron acabar con ese rey que mencionan, ¿no? Pero bueno, ¿por qué no miran la parte buena? -dijo Manela-, trajeron una fortuna en las alforjas. -Eso es cierto, hay para alimentar miles de días al poblado Almera, incluso a los campesinos de los alrededores. -¡Qué bueno! Recuerdo que Bruno mostró algunas joyas, y en mi vida había visto tal cantidad. -Sí, los llevó a la posada, pero lo que mostró es una centésima parte de lo que trajimos. Fíjate que la mula apenas podía cargar las alforjas de tanto peso que tenían. ¿Cuánto hace que trabajas con Delicia? -No, no hace mucho tiempo. -¿Y antes qué hacías? -Estaba con mis primos, pero me fui porque me maltrataban. -¿Y tus padres? -No sé, no los conocí. Y ahora estoy feliz porque por lo menos tengo un trabajo, estoy lejos de mis primos, los odio. Los odio porque ellos solamente buscan lo material, porque nuestra familia siempre nos inculcó que lo más valioso es lo material. -No, tu familia está equivocada, tu familia está completamente equivocada. Lo material claro que es importante, te puedes comprar ropa de cuero, puedes mantener una familia, pero el amor no se compra con dinero. -El amor es secundario. -La miré extrañado. -¿Cómo? -No, no, no -se corrigió Manela-, quiero decir que el amor sin tener dinero es como que a veces provoca discusiones en las parejas y terminan separándose. -Pero me cayó mal esa frase. -Tú decías que estabas distanciada de tus primos porque pensaban así, y tú dices "El amor es secundario". -Olvídate, olvídate, Horacio, me salió, pero no quise decir eso. -Yo, entre mí pensaba "Lo que sale espontáneamente, es lo que la persona piensa". Me quedé sorprendido y como un poco incómodo.
Habíamos estado prácticamente como media tarde andando a caballo y todavía no veía ningún arroyo. -Creo que hora de volver. -En ese momento en el camino aparecieron dos hombres armados con espadas-. Quédate detrás mío -Yo tenía mi espada-, no sé si serán enemigos o qué. -La miré a Manela y vi que reía. -¡Cómo están, primos! -¿Primos?, ¿ellos son tus primos?, ¿no es que estabas distanciada de ellos? -Sí, discutimos permanentemente, discutimos permanentemente porque son tan ambiciosos, tan ambiciosos que se portan de una manera tan estúpida... Pero yo soy la más inteligente de la familia. -En qué sentido. -¿En qué sentido? En la recompensa. -La miré.
Sacaron sus espadas. -Bájate del caballo. -Me bajé, me di vuelta y la miré a Manela. -¿Qué recompensa? -La tuya. Queremos algo de esa fortuna que trajeron. No mucho, no mucho, solamente lo que quepa en nuestras manos. Es una miseria comparado con todo lo que trajeron. -¿Y cómo lo vas a conseguir? -Enojado estaba. -Pediremos una recompensa por tu vida, así de sencillo. -Pero... Pero tú trabajas con Delicia. -Trabajo con Delicia. ¿Te piensas que con la miseria que me paga me voy a hacer rica?, ¿te piensas que quiero vivir una vejez muerta de hambre?, ¿me crees tan estúpida? -¿Y cómo harás?
Uno de los primos pegó un silbido, se acercó un niño. -¿Qué pasa, padre? -¿Conoces a los chicos del poblado Almera? -Padre, me extraña, no solamente los conozco sino que los puedo golpear a cualquiera. -Le pegó un coscorrón en la cabeza. -No quiero que pelees, quiero que lleves esta nota. -El niño la leyó. -¡Ah, para eso la tía trajo a este tonto! -Señalándome a mí. -Coge un caballo, ve y entrégasela a cualquiera de los niños de confianza, que se la entregue a uno de los que mandan. -El niño leyó la nota: "Que dejen una alforja con joyas en la hondonada y se alejen, si no mataremos al prisionero". -Bien, papá, vamos a ser ricos. -No es por tu padre -dijo Manela-, felicita a la tía. -¡Bravo, tía, bravo! ¿Me compraréis una espada?, yo también quiero pelear. El padre le dijo: -¡Va, ve ya! -Me ataron las manos a la espalda y me ataros los pies y me sentaron en un tronco. -Adónde me voy a escapar, habéis amarrado los caballos, adónde puedo ir a pie. ¿Para qué me atan? -Manela me tocó el rostro y me apretó el mentón. -¡Ay, Horacio, Horacio, Horacio! ¿Te piensas que te vamos a vigilar todo el día? Me quiero recostar un rato a descansar, esperando que vuelva el nene. Cuando vuelva el nene, ¡aaah!, Después uno de los primos va a la hondonada, conmigo obviamente, no sea cosa que el estúpido se quiera llevar todas las joyas. -O sea, que si no lo acompañas tú, uno de tus primos es capaz de llevarse las joyas y abandonar a la familia. -¿Familia?, la familia qué importa, los hijos qué importan, lo que importa son las joyas para pasar una buena vejez. -La miré y miré a los primos. -¿En qué se diferencian de Morden? Si ustedes tuvieran poder matarían a gente. -¿Y la gente para qué sirve? Para ser explotada, para ser engañada. Es lo que nos han enseñado. Es la única manera de sobrevivir, o matas o te matan, o engañas o te engañan, o robas o te roban. Entonces hay que ganarles de mano a todos, hay que ser más listos. -¿Y la honestidad? -¡Ja, ja, ja, ja! ¡Ay, Horacio, Horacio, Horacio!, la honestidad... ¿Te da de comer la honestidad?, ¿te viste la honestidad?, ¿te da amor la honestidad? ¡Te da traición únicamente! ¡Vaya que eres ingenuo!
Casi al anochecer volvió el niño. -¿Qué pasó? -preguntó el padre. -Dijo que se lo iba a presentar a los grandes y que mañana nos encontrábamos en el lugar que nosotros sabíamos. -Me desataron las manos para comer y para hacer mis necesidades detrás de un tronco.
Al amanecer siguiente partió el niño de vuelta. Volvió enseguida, volvió más rápido que el día anterior. -¿Qué pasó? -El tarado este del niño me mandó otra nota diciendo que las autoridades no creen que hayan secuestrado a este tonto. -Señalándome a mí-, que seguramente fue a pasear con la tía. Piensan que la tía es buena persona. -Manela le dio una bofetada al niño. -¡Y claro que soy buena persona! -Sí, tía, pero no quieren pagar, no creen que esté secuestrado. -Es muy sencillo -dijo el padre-, le cortamos un dedo y que mi hijo lo lleve. El niño dijo: -Padre, ¿qué saben si es el dedo de él o de un granjero? Ya dijeron que no nos creen. -¿Y qué hacemos? -La miraron a Manela. -No sé. -¿Alguien te vio partir con Horacio? Manela dijo: -No, honestamente no. -Entonces matémoslo y tú vuelves. Di que los asaltaron en el camino. A lo sumo te haces un tajo en el brazo con el cuchillo. -Y nos quedamos sin las joyas. -¿Y qué quieres que hagamos? -Deshagámonos de este. En ese momento quise hablar: -¿Te piensas que los del pueblo, los de Almera son estúpidos, te crees que no se van a dar cuenta de que yo no estoy, de que tú no estás y de que salimos juntos? Van a ir contigo, van a ver a dónde nos asaltaron, supuestamente. -¿Y cuál es el problema? Dejaremos tu cuerpo tirado al lado de la hondonada y diré aquí, aquí nos asaltaron, y los enviaré en otra dirección por donde huyeron los malvivientes. -Bueno, ¿qué hacemos? -dijo el otro primo-, ¿lo colgamos?, ¿me dejas cortarle el cuello? En ese momento Manela cogió un tronco. -Soy de buen corazón, yo no quiero que sufra ahorcado. En ese momento sentí un golpe en la cabeza y todo se puso oscuro, oscuro.
Sesión 31/10/2020
Tuvo suerte. Lo encontraron a punto de ser colgado porque no podrían cobrar la recompensa. Se quedó con ellos, con la Orden Blanca, y participó en una batalla contra soldados. Tuvo suerte.
Entidad: Abrí los ojos, me dolía tanto la cabeza del golpe que había recibido que reparé lo más obvio, que seguía vivo, atado. Los primos de Manela discutiendo, discutían por el tema de las joyas. Se desquitarían matándome pero la recompensa ya estaba perdida.
Manela se preocupaba por su propia piel, les gritaba: -¡Déjense de tonterías ahora! Busquemos la excusa, por lo menos tengo que tener una herida para mostrar que fuimos atacados. Después se verá, buscaremos otra oportunidad. -De a poco se me estaba pasando el aturdimiento pero me sentía angustiado, no iba a ver más a mis amigos, Morden seguiría vivo.
En ese momento se escuchó un galopar de caballos, era casi un ejército. Atado apenas podía moverme pero los vi, todos vestidos de blanco, menos el que iba delante, todo de negro, con una capucha negra. Fue el único que descendió del caballo. -Explicadme qué sucede, ¿habéis atrapado a un fugitivo? -Sí, ha ultrajado a nuestra hermana, vamos a colgarlo. -Me parece bien -dijo el hombre de negro-, pero primero permitidme, hablaré con él. Manela se interpuso, llorando. -¡Hablar para qué!, me ultrajó. Por suerte mis primos me salvaron, y no es la primera mujer que ultraja. -El hombre la miró a los ojos y luego me miró a mí. -Desátenlo. -No, se va a escapar. -¿Escapar?, mira cuántos somos. -Los primos no le hicieron caso. El hombre sacó su espada, me cortó las ligaduras: -¿Cómo te llamas? -Horacio. -¿Has ultrajado a esta mujer? -No, somos del poblado Almera.
Y le conté la historia del rey Morden, de cómo con Dorian y Trement salvamos a una joven y trajimos unas joyas, y la mujer haciéndose pasar por interesada en mi persona hizo que sus primos me secuestraran para pedir recompensa. La mujer se interpuso: -¿Le vas a creer a él? Míralo, es un moreno, los morenos son todos violadores. -Ah, ¿sí? También conocí a los blancos, que tienen fama de criminales y no es así. También conocí a los hombres anfibios que viven en las ciénagas, tienen fama de devorar humanos y no es así. -El hombre observaba. Uno de los primos lanzó un silbido, aparecieron treinta o cuarenta hombres con palos, con herramientas. Los miré a los primos de la mujer y les digo: -¿Los has llamado para combatir con nosotros?, ¿sabes quienes somos? La Orden Blanca. En minutos acabaríamos con todos vosotros. Aparte, esa actitud hace que sospeche de vuestras palabras. -Habló con los hombres de blanco-: A estos dos prendedlos, los demás pueden retirarse o combatir y morir. Elegid. Uno de los primos dijo: -Yo soy muy bueno con la espada, pero obvio, no combatiré contigo porque te respaldas en tu ejército. -No me respaldo en nadie -dijo el hombre de negro. Hizo un gesto como de resignación-. Si quieres morir en mis manos es tú decisión. -No te pienses que te atacaré ciegamente, soy muy buen espadachín. -Bien por ti. Pero de verdad, ¿de verdad quieres morir? -Estás diciendo que nos atrapen, déjanos ir. -No. Nos dirigimos a un poblado, seguramente debe ser Almera, y allí preguntaremos si los conocen y también preguntaremos por esta mujer y por este hombre que teníais atado, allí nos enteraremos de la verdad. La mujer, sacada de las casillas le dijo al primo: -¿Qué esperas para matarlo? -El primo se avanzó al hombre de negro, espada en mano. Éste lo que hizo fue esquivar el golpe con un movimiento reflejo sin esfuerzo. -Todavía puedes salvar tu vida. -El primo volvió a atacar. Otra vez desvió el ataque el hombre de negro-. No hay tercera vez, atacas de nuevo y morirás. -Pero el hombre ya estaba enceguecido, atacó por tercera vez: el acero del hombre de negro le atravesó el corazón. Miró al otro primo-: ¿Y tú? -Iré con vosotros. -¡Asesino! -le gritó Manela. -¿Asesino por qué?, estaba armado, fue un combate. Vosotros ibais a asesinar a este hombre. Y honestamente, viendo vuestros rostros no creo lo del ultraje, honestamente no creo. -Le agradecí-. Quédate tranquilo, sé leer los rostros, sé leer las miradas, no tienes aspecto de ultrajar a nadie. -¿A pesar de ser moreno? -pregunté. -El color de piel no quiere decir nada. Me presenté: -Soy Horacio. -Me tendió una mano firme y fuerte. -Mi nombre es Tago, y esta es la Orden Blanca. -¿Tú los comandas? -pregunté. -No, simplemente estoy con ellos pero soy independiente. Atadle las manos -Le ataron las manos al primo y a Manela-, y los pies a los vientres de los caballos. -Ahora eran ellos los que iban maniatados.
Y marchamos para el poblado Almera. Pero en la vida siempre hay circunstancias. Subiendo la hondonada venían cerca de quinientos soldados que estaban recorriendo los alrededores, por suerte no llegaban para Almera porque Almera estaba pasando las salinas y pasando el bosque. Se toparon con nosotros: -¿Quiénes sois? -¡Quiénes sois vosotros! -preguntó Tago. -Respondemos al rey Morden. -¡Ah, mira tú! Si bien no conozco la región creo que estáis lejos de Esperia. -Estamos buscando rebeldes. ¿Vosotros sois rebeldes? -No -negó Tago-, pero honestamente, queremos matar a vuestro rey. Lo miré a Tago y le digo: -¡Es un ejército! -Quédate al margen si quieres. ¿Tienes una espada? -Aquí tengo una. -Únete a nosotros.
Lo que vino a continuación fue algo muy difícil de relatar. La Orden Blanca estaba muy bien entrenada quizá para combatir malhechores de aldeas, pero este era un ejército bien puesto y que tuvimos la mala suerte de toparnos. Cruce de espadas, relincho de caballos, gritos, jinetes caídos, caballos muertos, muchísimos muertos, gente muy mal herida sangrando con el vientre abierto sosteniéndose con las manos sangrientas las tripas, agonizando. Murieron cuatro veces más soldados que componentes de la Orden Blanca. Uno gritó retirada y se retiraron galopando los soldados sobrevivientes. -¿Los perseguimos? -No -dijo Tago-, hay muchos muertos y muchos heridos. -Me miró-. Tú me guiarás, tú nos guiarás a todos hasta el poblado Almera. -¿Enterraréis a los muertos? -No, pero no por impiedad, nos tenemos que ocupar de los vivos, de los que están heridos. -En ese momento miré y a pesar de todo lo que había pasado me sentí mal al ver los cadáveres de Manela y del primo, algunos soldados excitados en medio del furor de la batalla acabaron con ellos aún estando maniatados. Lo miré a Tago. Se encogió de hombros y me dijo: -No podemos hacer nada, no esperábamos este encuentro. Y no te sientas responsable, esta batalla se hubiera dado de todas maneras encontrándote a ti o no. Le pregunté: -¿Pero por qué luchar ahora?, ellos eran más. Sí, los vencimos, ¿pero a costa de cuántos heridos y cuántos muertos? -Ellos tuvieron cuatro veces más bajas -dijo Tago. -Pero no es el hecho, no es el hecho, no era el momento de un enfrentamiento. -No conoces a la gente, Horacio -exclamó Tago-, cualquier excusa que hubiéramos puesto, que éramos exploradores, que veníamos de otra región, que no sabemos quién era rey Morden, nos hubieran atacado igual. La Orden Blanca está uniformada de blanco, nos hubieran visto como enemigos de todas maneras, eso te lo puedo asegurar, conozco a la gente. Así como vi tu rostro y vi tú inocencia. Sabía que de todas maneras la lucha era inevitable. Marchemos antes de que algún otro herido muera en el camino.
Paradójicamente no había recibido ninguna herida y había matado a varios soldados. No estaba contento, tampoco orgulloso de mí mismo. Me sentía un sobreviviente. Tago, como leyendo mi pensamiento, dijo: -¿Es tu primer combate así? -He pasado por muchísimas cosas y no creo que ésta fuera la vez que estuve más cerca estuve de la muerte. Estuve en las mazmorras de Morden y pensaba que no saldría con vida. En este momento es como que mi vida es de regalo. Me dijo una frase muy puntual, Tago: -Entonces aprovéchala. Y marchamos al paso porque con los heridos no podíamos ir más rápido. La meta, el poblado Almera.
Sesión 04/11/2020
De camino al pueblo para curar a los heridos de la batalla conversaba con su amigo acerca de de los intereses del rey tirano, de las etnias, del color de piel y cosas más trascendentales, como la maldad de los seres humanos.
Entidad: Habíamos dejado atrás cadáveres, tierra bañada con sangre, desolación, angustia, pero no podíamos quedarnos a enterrar a los muertos, había que llegar al poblado Almera para intentar salvar a la mayoría de los heridos luego de la tremenda lucha de la Orden Blanca contra los soldados de Morden.
Lo miraba a Tago y sentía como que era difícil acercarse, en el sentido de empatía. Voy a tratar de explicarme bien. Tago no era para nada antipático, no, todo lo contrario; podía sonreír, podía conversar, pero es como que lo sentía distante, pero no porque él tomara distancia sino su mismo halo de misterio, su rostro imperturbable que aún con su sonrisa no sonreía con los ojos. Y he conocido mucha gente que sonreía con la boca y con los ojos, Tago no. Pero por lo menos me conversaba y me preguntaba: -Cuéntame, Horacio, de ti.
Íbamos al paso en los caballos camino al poblado, por los mismos heridos no podíamos apresurar la marcha. Y le contaba: -Mira, me crié en una aldea con mis padres. De pequeño, de muy pequeño supe que los soldados del rey Morden asolaron varias aldeas simplemente por el hecho que éramos de otra etnia, de la etnia de los morenos. No dejaron ni siquiera niños con vida, ni siquiera para esclavos. Fui creciendo con un amor tremendo de parte de mis padres, evitando ese trauma de sentirme distinto por ser de otro color de piel. Tago me respondía: -El color de piel no hace a un ser humano o a un elfo o a cualquier otro habitante de más allá de las arenas del desierto. Ese rey, Morden, del que tanto habláis, es blanco y mirad las cosas que ha hecho, los actos hostiles que ha cometido. Seguramente merece una y mil muertes, y ahí está. ¿Y cómo os arreglabais, Horacio? -Yo era pequeño. De alguna manera es como que me fortalecía ayudando a padre en las tareas del campo. Pero nunca fui bueno en el manejo de la espada, era bueno para sembrar, era bueno para cosechar, pero no para pelear, y eso me hacía sentir inferior. -No -negó Tago-, no te hace superior ser el mejor con la espada, ser el más fuerte. Tiene que ver con tu temperamento, tiene que ver con tu manera de adaptarte a las circunstancias. -¡Ja, ja! Disculpa mi ironía, Tago, pero no sé lo que es adaptarme, creo que tendrá que ver con sobrevivir, ¿no? -Tago asintió con la cabeza-. Nos venían cada treinta amaneceres a cobrarnos impuestos, padre les pagaba con metales, y cuando no tenía metales, porque la cosecha había sido poca, les daba animales de mala gana. Los soldados se los llevaban pero nos quedábamos sin animales. A veces no teníamos leche para tomar o para preparar comida. Hasta que vino una tremenda sequía. Mis padres no pudieron pagar los impuestos y teníamos muy pocos animales. Yo ya era un adolescente y, honestamente, sentía un rechazo tremendo por esa gente, no tanto por el tema de los impuestos sino por haberme enterado de que nuestra etnia estaba casi eliminada. Sentía un tremendo rencor que me consumía por dentro. Sé lo que estás pensando, Tago, que el rencor lo consume a uno. ¿Pero cómo evitarlo, cómo? Imposible. -¿Y qué pasó? -Pasó lo que yo sabía. Los soldados no pensaban, los soldados obedecían, pero en el fondo podían haber hecho la vista gorda y decir "Venimos la próxima vez", pero no, eran tan crueles como su rey. Mataron a mis padres. Cuando la vi a madre herida de muerte cogí un cuchillo y salté sobre el soldado que la lastimó mortalmente y le clavé el cuchillo, matándolo. -Me asombra que estés vivo -dijo Tago. -Sí, a mí también. Me llevaron, les iba a ser útil. Uno de ellos me preguntó qué sabía hacer. Me caían las lágrimas y no contestaba. Me dieron bofetadas, latigazos en el camino al castillo de Esperia. Finalmente les dije: -Soy muy bueno en la siembra y en la cosecha. -Esto te ha salvado. -Lo miré desafiante. -¿De morir? Porque no me importa morir. -No, te has salvado de trabajar en las minas. Y me pusieron a trabajar en los campos, obviamente vigilados, en verano, en invierno, comiendo lo justo y necesario como para no desfallec... -¿Cómo dices? -Lo justo y necesario para no desfallecer. -Continúa -pidió Tago. -Por la noche me encerraban en una mazmorra, fría, húmeda. Lo que más me perjudicaba a los pulmones era la humedad, tosía. Me tiraron, no creo de piedad si no porque yo les era útil, me tiraron una sucia y vieja frazada para envolverme por la noche, para protegerme de la gélida humedad que había en la mazmorra. -¡Y estás aquí! Has sobrevivido. -Creo que todo es causalidad. Trajeron un compañero fornido, robusto que se burlaba de todo y vi que en la espalda tenía infinidad de cicatrices de latigazos, y él igual se reía. -¡Vaya! -Estoy hablando de Trement, a quien en breve conocerás. Y gracias a él y a alguien que nos ayudó pudimos escapar de las mazmorras. -¿Y armaron una rebelión? -Sí, pero el rey Morden fue astuto; todos los granjeros, los campesinos, los labradores de los alrededores formamos una resistencia para atacar el castillo. -¿Y entonces? -Y entonces el rey Morden lo que hizo fue repartir en la periferia, a los aldeanos, perdonando los subsidios. La gente que se moría en las minas, todo eso cambió; a los ancianos ya no los hacía trabajar más, alimentaba mejor a los que trabajaban en las minas. Es más, subsidiaba a las familias de los mineros y subsidiaba tanto a los campesinos de la periferia como a los que estaban adentro de Esperia. Tampoco cobraba impuestos en la feria feudal. Y entonces la gente del entorno lo empezó a ver de otra manera, como un rey magnánimo, la gente era próspera, comía mucho mejor, hasta daba gusto trabajar en las minas. -¿Y entonces? -Claro, el rey logró su cometido. Nosotros, los rebeldes, ¿a quién íbamos a atacar, a soldados? No, a los mismos campesinos subsidiados que estaban convencidos que era un rey bueno y resistían a los campesinos rebeldes. ¿Y los rebeldes qué iban a hacer, matar a sus hermanos? Entonces Trement y Dorian, el mercenario, idearon una estrategia de entrar por túneles a la cámara real y matar al rey. No se pudo lograr pero nos llevamos una enorme fortuna. Tago me miró y dijo: -Por eso te secuestraron. -Correcto. Y hablando de Morden, he visto como lucha la Orden Blanca, excelente. Mucho mejor que los rebeldes que tenemos nosotros. Pero ¿qué haréis, mataréis campesinos engañados por un subsidio, comprados por un subsidio creyendo que el rey es lo más grande? -Es cierto, Horacio, es una encrucijada, es una enorme encrucijada. Pero si la primera vez no dio resultado, puede dar la segunda. -¿A qué te refieres? -pregunté. -Dices que hay un túnel que llega a los pasadizos y sótanos del castillo. Se trata de probar de nuevo. -Sí, será la única manera. Pero hay otra cosa que debo decirte, que es muy importante: aparentemente el padre del rey tuvo dos hijas y sospechamos quienes pueden ser, y el rey ordenó matarlas. -Eso no lo entiendo -dijo Tago-. Entiendo que deben ser más jóvenes que él y no van a heredar su reinado. ¿Él tiene hijos? -No -respondí-, no tiene hijos. Y si el día de mañana muere y alguna de las jóvenes hereda Esperia, él ya estará muerto. -Entonces no veo porque ese celo enfermizo de... -Celo, temor diría yo, de perder su reinado. Tago me miró y me dijo: -¿Sabes lo que pasa, Horacio?, esa lucha interna egoica que el ser humano tiene adentro no lo deja pensar, no lo deja razonar, no lo deja... no lo deja elucubrar y la persona se vuelve un animal irracional. Con el agravante de que los animales no son malos; un animal se puede domesticar si vive cerca de los seres humanos, y los animales de la selva o del bosque cazan a sus presas por instinto, para comer o para darle de comer a sus crías. El ser humano no, el ser humano mata por ansiedad de poder, conquista por tener más poder, junta joyas, dinero para tener más poder, como si fuera a vivir eternamente. El ser humano es peor que los animales. Lo miré y le dije: -Sé que en este mundo hay muchas etnias; los morenos, los albinos, a los que muchos les llaman blancos, en los bosques hay un tipo de elfos, hay otros seres con piel como con escamas, pasando las arenas desérticas, que viven en los lagos, que parecen más lagartos que humanos, pero hay buenos y hay malos en todas las etnias. Pero conozco al ser humano y son contados con los dedos de una mano los buenos en comparación con los crueles. ¿Cuántos rey Morden hay esparcidos, cuántos en Aerandor, dime? -Me has dicho que mataron a tus padres. -Sí. -También mataron a los míos. Hay cosas que nos igualan. -¿Pero no te atraparon? -No, eran ocho soldados y los maté a todos. -Tú solo. -Evidentemente soy bueno con la espada. -¿Y no tienes cargo de conciencia de esas muertes? -Me miró con una mirada de hielo. -¿Cargo de conciencia?, eran asesinos. De no matarlos yo hubieran matado a otros aldeanos, a otras familias, a otros seres humanos. No, no tengo cargo de consciencia ninguno. Para nada.
Apresuramos la marcha. Ya estábamos próximos, llegando al poblado Almera, para que atiendan a los heridos de combate. Hasta todo momento.
Sesión 22/01/2021
Había empezado la batalla contra el regente, pero no hubo suerte y se habían retirado a reponer fuerzas. Siendo el rey debía afrontar sus obligaciones con su tropa, pero tenía otra batalla personal y más importante: Su mujer y su hijo por nacer. Debía priorizar, esperaban órdenes.
Entidad: Había una época que vivía practicando con la espada aún siendo rey. Albano, mi consejero, era muy bueno, pero ni siquiera él podía vencerme. Había pasado tanto tiempo. Cuando mi hijo Gualterio era un adolescente y espadeé con él, le quise dar una lección y le provoqué una pequeña herida. Pero corrió mucha agua por el río desde aquella época, mi hijo era más rápido, con más reflejos, lo vi espadear con Albano y lo superaba fácilmente.
Después lo conocí al joven Rebel, y un padre no tiene porqué hacer comparaciones, pero Rebel era todo instinto, hasta que Aranet y Aksel me demostraron que con instinto sólo no basta, que en una batalla real hace falta algo más que reflejos para vencer al contrincante, no es lo mismo un combate a primera sangre que un combate a muerte.
Se aproximaba una batalla y sentía temor de que a mi hijo lo mataran en batalla por más que estuviera acompañado de Aranet, de Aksel, de Dexel. No era sencillo. Y pensaba que no había nada que me distrajera de esa forma de pensar hasta que de repente todo vino de golpe: Marya se sentía muy mal, me cuenta que está embarazada y que había tenido, la noche anterior, una pequeña pérdida, pensó que no era nada pero al día siguiente tuvo más. Obviamente que se ocuparon estas damas tan maravillosas como Núria, como Émeris, como Mina. Incluso la señora Ervina, la mamá de Ezeven. Y Fondalar no podía ayudar porque por segunda vez había recibido en su cuello un dardo envenenado. Lo primero que te preguntas es cómo un mento tan avanzado puede tener tal descuido. Pero había entrado al castillo un elfo, no lo reconocimos pero quien no conoce bien a los elfos piensa que son todos iguales, presumimos que venía de parte de Elefa, los demás estaban emboscados. Dijo que lo sentía pero que el regente Sigmur tenía de rehén a su familia. Y sacó velozmente una cerbatana y le disparó el dardo a Fondalar.
A veces es como que aquel que está más allá de las estrellas nos envía a alguien. Y había venido en una carreta estrafalaria con utensilios, que seguramente eran usados, pero en la parte de atrás tenía una caja que la manejaba con mucho cuidado con frascos, con productos que dijo que había aprendido más allá de la zona oriental de unos viejos alquimistas. Y uno miraba la figura de este enviado, llamado Olafo, un gnomo que tenía menos de una línea y media de altura y sin embargo tenía la capacidad de preparar líquidos que podían sanar por fuera y por dentro. Antes de que cayera Fondalar él ya había salvado a Ligor, que ni siquiera Fondalar con sus polvos de plantas sanadoras lo había podido lograr porque tenía órganos comprometidos, y éste personaje, este gnomo, logró revertir el problema físico de Ligor. Pero con Fondalar era distinto y con Marya era distinto; el veneno de Fondalar no era arare, en esa oportunidad Elefa lo había salvado. Ahora era otro veneno desconocido.
y Olafo decía: -Haré lo que pueda, porque no puedo desarrollar un antídoto si no sé qué veneno tiene.
Se revisó el dardo, la cerbatana. No se descubrió qué veneno era. Olafo le dio dos o tres líquidos distintos para que beba, por lo menos su respiración no era tan agitada y su corazón latía casi normalmente Y usando el sentido común dijo: -No puedo hacer más nada por Fondalar, no por ahora por lo menos. Me voy a ocupar por la dama Marya. Subí con él y le preguntaba: -Qué puedes hacer, qué es mejor darle, cómo frenar esa pérdida que tiene, las contracciones, ella misma está débil, ha perdido el conocimiento. -Olafo habló con las mujeres.
Émeris, Núria, Mina se acercaron a mí y me dijeron: -Querido rey, déjanos, ve a hablar con los demás. -No puedo -argumenté-, no puedo sacarme de la cabeza, está embarazada, tengo otro hijo, ¿y si lo pierde? -Pero eso no era lo peor, el gnomo había dicho que hasta ella podía perder la vida por una infección, ya había pasado en otros pueblos, no sólo con partos, con abortos espontáneos y la mujer no sobrevivía más de veinticuatro horas después. Pero tenían razón, sólo lograba ponerlo nervioso a Olafo y se paralizaba. Les dije-: Me quedo callado en un rincón. -No, no -dijo Émeris-, tu presencia, tus nervios, tus gestos ya se notan, se te sienten. Han regresado todos, parece que la primera batalla la ganó el regente. Ordena un poco abajo. -Todos ya saben que hacer -argumenté. Émeris me dijo: -Eres el rey, yo no puedo decirte lo que tienes que hacer. Pero ahora déjanos aquí, ve abajo.
Y bajé desesperado con tensión nerviosa, una tensión nerviosa que me encerré abajo en una habitación y caminaba de un lado para el otro, no era consciente de lo que hacía, sólo lograba cansarme, agitarme, pero cuanto más cansado estaba, más nervioso estaba, un efecto que no entendía. Por momentos me sentía agotado, me tocaba la garganta y sentía que mi corazón latía más rápido de lo normal. Me tiré en un sillón. En ese momento..., en ese momento sollocé, no sabía qué hacer, de verdad que no sabía qué hacer. Se abrió la puerta. -No quiero que entre nadie. -Obviamente quien entró no me hizo caso. -¿Te puedes callar un poco? -Levanté la vista, a ver quién osaba hablarme así a mí: Aranet. -¿Me quieres decir qué te está pasando? Por favor, Gualterio. -¿Te parece poco lo que me está pasando?, puedo perder al hijo que está engendrando Marya, puedo perder a Marya. -¿Y qué puedes hacer?, deja que se ocupen los que saben. ¿Para qué tienes la corona? -No me hables de esa manera. -¡Cómo quieres que no te hable de esa manera!, estas hecho una piltrafa. -Me paré, Aranet me superaba en altura-. ¿Qué? -me dijo. -No me hables de esa manera, soy el rey. -En este momento no eres nada, eres un ser que se está dejando estar. ¿Por qué no haces honor a la corona? ¡Por favor! Y le grité: -¿Y qué quieres que haga? -Me miró con su mirada imperturbable y me dijo: -Quiero que respetes la corona. -Yo quiero que me respeten a mí, a mí. -No sabes lo que dices -exclamó Aranet-. A mí no me interesa lo que piensa tu persona, yo respeto esto que llevas en la cabeza. -Y me tomó la corona-. ¿La vas a respetar? -En este momento no me interesa. -Con un movimiento de impulso la agarró y la tiró en un rincón. -Ahí está tu corona. Ahí la tienes, si quieres la pongo en un tacho con orina. -En ese momento cerré los puños, estaba reactivo. Aranet sonrió. ¿Piensas pelear conmigo?, ¿piensas que porque eres rey te voy a respetar? Te voy a dar una paliza y después te voy a dar patadas en las posaderas. -Me senté. -No sé qué hacer. -Actúa como lo que eres, actúa como rey. -Está bien. Alcánzame la corona, esa que tiraste. -No, levántate y recógela tú. -Nadie me habló con tal desparpajo. -¡Oh! Así que ahora estás susceptible. -No estoy susceptible, estoy dolido. -Eres un blando. -No soy un blando. -Eres un blando. -Me levanté de vuelta y me abalancé contra él, lo quise tomar de los brazos. Solamente me tomó del hombro me hizo una zancadilla y caí de bruces-. Te estás humillando. -Tú me estás humillando -le dije. -No, te estás humillando solo. Obviamente jamás haría esto delante de los demás, no quiero que te pierdan el respeto. -Me lo has perdido tú, que eras mi amigo. -Yo no te he perdido el respeto, yo tengo la suficiente confianza para darte puntapiés en las asentaderas si no reaccionas como se debe. Y aparte no tengo porque respetarte a ti, lo que yo respeto es eso, eso de oro que te pones en la cabeza. Yo respeto el título, no te respeto a ti. Ahora, ¿tú respetas el título? -De qué me sirve ser rey -argumenté-, el hijo que todavía no nació puede no nacer, el amor de mi vida puede morir. ¿De qué respeto me hablas?, yo mismo no me tengo respeto. -Aranet me tomó de los hombros y me sacudió. -No has hecho nada para que esto pasara. Hay una batalla por delante, si nos vencen van a tomar el castillo, nos van a matar a todos. Aunque Olafo salve a Marya, el regente no va a dejar prisioneros, no es esa persona que deja prisioneros para que luego intenten matarlo. -Lo miré, me agaché cogí la corona y me la puse en la cabeza. -Aranet, eres un desgraciado, un tremendo desgraciado. -Lo sé -me respondió-. Y soy más todavía, soy mucho más que eso todavía. Y si no reaccionas voy a ser peor todavía, te voy a bañar en agua helada para que reacciones. -¿Tú piensas que yo quiero todo esto? -¿El qué, la batalla? -No, lo que le pasa a Marya, ¡ya he estado en otras batallas! -En la de Andahazi no, que yo sepa. -Pero tú sabes por qué, los hongos me alteraron la cabeza, pero antes he estado en otras. -Sí, y como siempre te he salvado el cuello. -Y ahora me lo hechas en cara. -No, prefiero verte enojado, aunque sea conmigo y no que des pena, como estás dando ahora. -Por alguna razón me sentía más calmado. -Vamos.
En el salón principal estaba mi hijo Gualterio, Aksel, Dexel, Figaret, Fayden. Se acercó Undret el jefe de los blancos. Me dijo: -Rey Anán, creo que ya te habrá contado Aranet que la primer batalla tuvimos menos bajas, pero ellos son muchísimos más, el perder doscientos bárbaros nos hizo bastante mella. ¿Qué hacemos? -Todos me miraban a mí.
Fondalar se puso enfrente mío y me dijo: -Mi rey, ¿qué hacemos? Los miré a todos y levanté la voz: -¿Los elfos quedaron en el bosque? -Sí. -Bueno, que salgan de vuelta los bárbaros, que los acompañen algunos de los blancos, no muchos, tampoco quiero que quede el castillo indefenso. Undret me dijo: -¿Y parte de mis blancos para qué?, porque el regente Sigmur atacó a los bárbaros por la retaguardia. -Esto no va a pasar de vuelta, no va a pasar de vuelta. Los bárbaros van a vigilar el camino, los blancos van a vigilar la retaguardia y del otro lado van a seguir camuflados en el bosque los elfos. No hay otra manera por donde la tropa de Sigmur pueda atacarnos por sorpresa. Alimentaros bien, bebed. Si ya descansaron los hoyumans, apenas estéis preparados salid. -Aksel me dijo: -Eso queríamos escuchar, mi rey. -Aranet me miró. -¿Ves? -me dijo aparte-, se trata de eso, de ejercer el reinado. Si no, lo único que se tiene es un metal en la cabeza, de adorno. No te digo que no te ocupes de tu esposa pero organiza la tropa, los soldados, los blancos que quedan aquí. Undret quedará contigo, será tu segundo. -Aranet llamó a Undret-: Tú directamente estarás bajo las órdenes del rey. -Undret me miró. Le digo: -Mira, te daré libertad como para que puedas dirigir a todos, yo solamente supervisaré. -Le agradezco, mi rey, la deferencia -dijo Undret.
Empezó a dar órdenes, a elegir los blancos que iban a ir con los bárbaros y los que se iban a quedar a apoyar a los soldados. -En un rato me iré -dijo Aranet-. Fíjate nada más cómo está Fondalar. Ligor está encerrado, déjalo, déjalo por ahora. Pero no atosigues a las mujeres preguntando a cada rato por tu esposa. Tómate un par de copas de licor, no te digo que te emborraches porque no serviría para nada, simplemente toma un par de copas de licor. -Me adormecerán. -No, no, te despabilarán. -Lo miré extrañado. Le hice caso, me tomé un par de copas de licor y es como que tenía más atención plena-. Listo. Si tienes más sed toma agua o zumo, pero estate atento.
Vi que los demás se marchaban otra vez al frente de batalla y yo me quedaba aquí con los soldados, con Undret, con parte de los blancos y con mi desesperación. ¿Si tenía esperanzas? No voy a mentir, mis esperanzas eran pocas. ¿Si tenía fe? Conocía tanto el mundo que... que me disculpe aquel que está más allá de las estrellas, pero hoy la fe no estaba conmigo. Gracias por escucharme.
Sesión 11/02/2021
Ganaron la batalla contra el regente, pero el rey seguía preocupado por el estado de su esposa y su hijo. Él seguía en el pasado, donde habían corrido peligro. Varios amigos intentaban que recuperara la razón.
Entidad: Me siento como paralizado. -Mi rey... -Miro para todos lados pero no presto atención a nada. Camino hasta el salón del trono. Me entero de que hemos vencido pero estoy como en una irrealidad, no tengo júbilo.
Me encuentro con Olafo: -Novedades, novedades, Fondalar está mejor, se está recuperando. -¿Y Marya? -Todavía está grave. -Ve rápido, alguna pócima, algo. -Ya le acabo de dar. -Dale de nuevo. -Frunce el ceño y se va. Y me molesta, como que me desobedece. Miro para abajo y me choco con una figura. -Fondalar, qué bueno que estás mejor, qué bueno que te has recuperado. Me toma de los hombros y me sacude. -¿Qué te pasa, Gualterio? -Me sorprendo. -Anán. -Te conocí como Gualterio. -Lo miro, le toco la cara. -¡Aranet! ¿Dónde está Fondalar?, Olafo me dijo que estaba bien. -No dijo que estaba bien, dijo que se estaba recuperando. -Me choqué contigo... Me tomó de los hombros. -Eres mi amigo, pero desde antes de la batalla que te veo mal, recupérate. -¡Je, je!, ¿recuperarme? Fondalar se recupera, mi amor se tiene que recuperar. Yo no me tengo que recuperarme de nada. -Estás como ido, como en una irrealidad. -Hay que estar en mi situación. -Hemos vencido. -Sí, ya me enteré, ya me enteré. Me voy a ver cómo está Marya. -Están las mujeres, está mi esposa, está Núria, está Émeris. Siéntate en el salón, tómate una copa de licor. -No, yo tengo que ver cómo está. -No puedes seguir así. -Fondalar estaba peor. A Fondalar le pusieron arare, ahora lo envenenaron de nuevo, está mejor. A Marya no la envenenaron. -Me volvió a sacudir. -Estás en una irrealidad. -No estoy en ninguna irrealidad. Ve con los bárbaros, déjame tranquilo. Voy arriba.
Subí las escaleras. Me dolía cabeza, me dolía mucho la cabeza, sentí como un vahído, un tremendo mareo, como si todo el palacio diera vueltas entorno mío. Y había llegado arriba y caí exánime escalón tras escalón, golpeándome la cabeza hasta que de repente todo estaba oscuro. No sé cuánto tiempo pasó, abrí los ojos. Abrí los ojos. -¡Aranet, estás con otro tipo de ropa! Ese uniforme no te lo había visto, tenías una ropa descosida, mírate las botas nuevas. -Hace tiempo que uso este uniforme y tengo varios similares, el otro lo quemé después de la batalla. -¿Qué batalla? ¿Dónde están mis padres? Yo soy intuitivo, Aranet, yo tenía razón, esa manta azul... ¡Je, je, je! Yo no soy Gualterio, yo soy el príncipe Anán. ¿Dónde están mis padres? -Gualterio, estás confundido. Vamos al salón, tómate una copa. -¡Hay una señora! ¿Quién eres? -Mi rey, soy Ervina. -Rey no, todavía no, soy príncipe. ¿Pero de dónde vienes, Ervina? -Soy la madre de Ezeven. -¿De qué habla, de qué habla? ¿Por qué no me respondes Aranet, qué dice? -A ver, ¿qué hicimos ayer? -Ayer... Ayer estaba de mal humor. Hay una dama muy presumida que sabe que soy el príncipe, me mira con un desprecio, como si yo estuviera contagiado de alguna peste. Sí, estuve de pequeño en una aldea, me crié en Krakoa pero por mis venas corre sangre real. Entonces que me mire con respeto. -¿De quién hablas? -Aranet, ¿qué pasa contigo, te has puesto a jugar con el guilmo y te mordió? -Estoy hablando de Marga... ¿Por qué pones ese rostro? Ese rostro como... Me miras como si yo estuviera alucinando. ¿Fueron a pasear en carroza mis padres?, habrán ido con una guardia, no van a ir solos. -Me asomé por la ventana y miré para el patio de armas-. ¿Padre sabe que hay unos bárbaros ahí? ¿Padre está al tanto de todo eso? ¿Nos han invadido? -¿Cuánto hace que vinimos de Krakoa? -¡Je! ¿Cuántas veces sale el sol al día? -Gualterio, te hablo en serio: ¿Cuánto hace que vinimos de Krakoa? -¡Je! Hace poco tiempo. ¿Pero a qué viene todo este tipo de preguntas? ¿Quiénes son los bárbaros? ¿Dónde están mis padres? Esa señora que dijo que era la madre de ese tal Ezeven, ¿quién es Ezeven? Mira ese joven... ¡Ven! -El joven se acercó-. ¿Cómo te llamas? -Gualterio. ¿No me reconoces? -Te estás burlando. ¿Aranet, quién es este muchacho? -Se llama Gualterio. -¿Dónde vives? -El muchacho lo miró a Aranet. Aranet le habló: -¿Qué le cuentas, qué le dices? -¿Dónde vive? - Aquí vive. -Me dieron algo a tomar que me duele tanto la cabeza. -Estuviste tres días inconsciente. -¿Por qué tengo una venda en la nuca?, huelo como a sangre. -Te has dado un buen golpe, te has caído de la escalera, desde arriba. -Lo miré al muchacho. -De verdad, ¿dónde vives, vives aquí?, ¿eres un consejero, eres algún noble? -El muchacho no me contestaba, lo miraba a Aranet-. Me estoy poniendo de mal humor porque nadie me contesta.
Atrás mío escuché unos pasos, un hombre de mediana edad, de rostro firme. -¿Cómo estás? -¿Quién eres? -Fondalar. -¿De dónde eres? -No tengo un lugar de pertenencia. -¿Aranet, quién es este Fondalar? -El que va a tratar de sacar tu confusión. -Fondalar intentó tomarme de los hombros. -¡No! Soy el príncipe, no me toquen. Se acercó Aranet: -¿Te sientas o te siento yo? -Amigo, te estás abusando. -Me tomó fuerte de los hombros y me sentó. -Me voy a ir a la sala. -No, te quedas aquí. -Se puso detrás mío, me tomó de los hombros y me inmovilizó. Se acercó Fondalar. -¿Qué van a hacer conmigo? ¿Qué pasa, están complotados con esos bárbaros que vi ahí por la ventana?
Fondalar me puso la mano en la frente: ¡Qué calma, qué calma! Mi mente era como que tenía unos ojos internos y cambiaba de escena. Vi a mis padres, murieron. Marga, embarazada. Ese joven... Ese joven es mi hijo, yo le puse Gualterio porque así me llamaba en la isla. Marya "Mi señor" me decía. Yo la miraba con su cuerpo delicado: "Mi señor, ¿le sirvo un zumo de frutas?". Recuerdo que le cogí el plato con la taza y lo puse sobre una mesa, recuerdo que la estreché contra mí y la besé suavemente. Nos casamos. Marga estaba muerta. Marga estaba embarazada tuvimos un hijo.
Sentía la presión de la mano de Fondalar, mi mente estaba en el presente. -Estoy bien, Fondalar, estoy bien. ¿Cómo está Marya? -Mejor. -¿Dónde está Olafo? -Comiendo algo. -Voy a ver a Marya. -Me quise parar y me cogió un mareo. Cerré los ojos, todo me daba vueltas-. ¿Cómo has hecho, Fondalar, qué pasó cuando me caí? -Has estado tres días inconsciente, y parece que tuviste una amnesia y tu mente retrocedió en el tiempo. Pensabas que recién llegabas, que te habían reconocido como príncipe. -¡Ah! Y ya tengo un hijo grande, prácticamente casi de la edad que yo tenía cuando vine aquí. Pero... pero mi esposa está en peligro. -Ya no. Estuvo a punto de perder el bebé, pero está bien. -¡Ah! Gracias a aquel que está más allá de las estrellas. Olafo, lo voy a hacer noble, lo voy a premiar, le voy a dar metales dorados, lo que quiera. Anán me dijo... No, estoy confundido. Fondalar, no me has sanado del todo, veía como que yo estaba sentado en aquel trono y que se dirigía a mí. Aranet me dijo: -Ya estabas mal antes de que cayeras por las escaleras, me confundiste con Fondalar. -Claro, te habían disparado con un dardo. -Olafo me sanó, le debo la vida. Y me pasó dos veces. -Voy a tomar esa copa pero... -Me fijé que por la escalera bajaban Mina, Núria, Émeris, y ahora la reconocía a Ervina-. ¿Cómo está Marya? -Bien, descansando, pero en muy buen estado. Y el bebé también. -¿Cómo saben? -En eso se acercó Olafo, tenía una especie de tubo de madera fino de un lado y ancho del otro-. Parece un parlante, un altavoz. -No. Apóyatelo en tu oído. -Y se lo apoyó en el pecho y sentía 'Ton, ton, ton'-. ¡Epa, escucho tu corazón! Olafo dijo: -Con este mismo instrumento de madera lo pongo en la panza de tu señora y escucho los latidos del bebé. -¿Yo puedo hacer eso? -Sí, pero termínate de tomarte el licor. -No es el mismo de siempre, tiene un gusto amargo. -Porque le puse un líquido para que se te vaya el mareo. -¡Eres un mago! -No soy un mago, soy alquimista. -Eres el mejor de Umbro. -No. Me enseñaron en un lugar que está más allá de la zona oriental, y seguro que dentro de poco veré a mi maestro. Él, a diferencia mía, no vende bártulos ni cosas raras, él se dedica únicamente a experimentar con líquidos. -¡Vaya! -Ahora me encontraba mejor. Subí las escaleras, por supuesto sosteniéndome de la baranda de madera, y entré a la alcoba. -Mi amor, ¿está bien? -Mi amor, lo importante es que tú estés bien. ¿Y el bebé? ¿Estás bien? -Y al lado había una pequeña cuna. En un lapso de tan poco tiempo dos bebés. Bueno, uno todavía no nació, pero... Y tengo un muchachote abajo, enorme. -Señor, tú que me escuchas desde lo alto, que estás más allá de las estrellas, te doy gracias. Olafo seguro que no vino de la zona más allá de oriente, seguro que bajó del cielo y lo has mandado tú, y lo has hecho carne para que nos sane. Te agradezco.
Había pasado por tanto... Pero Aranet tenía razón, antes de la batalla con el regente Sigmur, antes de que fuera a combatir ya mi mente estaba confusa. Se ve que mi mente rechazaba, rechazaba el que Marya pudiera morir y el bebé pudiera morir, entonces es como que me había sumido en una irrealidad para protegerme. Y mi mente estaba tan débil debido a esa irrealidad, que cuando rodé por los escalones y me golpeé es como que mi mente se olvidó desde que llegué al castillo hasta el presente. Y me di cuenta de que a veces la mente nos protege y nos sumerge en un estado de locura para que no nos matemos.
Atrás mío, Fondalar. Me dijo: -Anán, hay mucha gente que no se recupera, que queda para siempre en ese estado de locura por situaciones límites que no pudo soportar. -¿Cómo has hecho para que recupere la memoria? -Te olvidas que soy un mento. -No, pero no sabía que tenías ese don de acomodar. No sé qué tendré adentro, cables, hilos, habrás acomodados esos hilos para que recuerde. -No tenemos cables, no tenemos hilos. ¿Cuántas veces has abierto una nuez? -Sí. -Bueno, si miras la nuez, en grande, así es nuestro cerebro. -¿Cómo sabes, lo has visto tú? -¿Pero todavía no estás bien del todo?, cráneos abiertos en el frente de batalla y ves que no hay hilos, que tu mente es una especie de masa y es lo que te hace pensar. O por lo menos eso creemos nosotros. -¿Cómo por lo menos eso creemos nosotros? -Claro -dijo Fondalar-. Aquel que está más allá de las estrellas nos dio como una especie de soplo de vida y ese soplo de vida está dentro nuestro, y es lo que nos hace pensar. -Un soplo no piensa. -Está bien, pero ese soplo de vida utiliza nuestra mente. -O sea, que ese soplo de vida utiliza nuestra mente y nuestro cuerpo. ¿Y qué pasa cuando morimos? -Ese soplo de vida regresa con aquel que está más allá de las estrellas. -¡Je, je, je! ¡Pero entonces no morimos! -No, volvemos. -O sea, que volvemos otra vez aquí a palacio... -No, no, volvemos naciendo como bebés, y podemos ser granjeros, guerreros, bárbaros, orcos o gnomos como Olafo, o elfos. -Me dices tantas cosas a la vez que me cuesta procesarlas.
Vi que Marya estaba bien pero no quería incomodarla recostándome al lado de ella. Me fui a otra habitación y le dije a Aranet: -Amigo, después me cuentas los detalles de la batalla contra ese regente. Ahora me voy a recostar y voy a dormir un rato.
Sesión 15/04/2021
Su hijo, el príncipe, estaba deseoso de aventura y de abandonar el palacio pero el rey no estaba de acuerdo, no lo veía preparado. La reina debería convencerlo.
Entidad: Cuando parece que todo va bien, que reina la armonía, que uno supera todo lo negativo siempre hay circunstancias, llamémoslo así. En este caso la circunstancia se llama Gualterio.
-Padre... -Dime. -¿Estás bien? -Sí. -¿Y por qué esa cara? Porque quería comentarte algo, lo que pensé y lo que decidí. -¡Ajá! Coméntame. -Estuvimos hablando con Rebel. -Bien. -Hablamos mucho. -Bien. -Hablamos bastante. -¡Aaah! Gualterio, hazla corta. -Yo sé que él ganó el último torneo a primera sangre, el propio Fondalar me lo hizo notar, y que por respeto a quien fuera su maestro es como que prefirió dejarle los honores a su maestro. -Me parece perfecto. ¿A qué viene este tema? -Bueno. Después fuimos a campo abierto y nos entrenaron, y de verdad que tanto Rebel como yo quedamos absolutamente agotados. -Bien. Lo entiendo. -No. -Continúa, te escucho. -A ver padre, sesenta amaneceres estuvimos entrenando independientemente de lo que ya habíamos entrenado antes, seguimos por nuestra cuenta subiendo cuestas con troncos cargando, fortaleciendo las piernas, fortaleciendo los brazos, cogiendo espadas a dos manos, bien pesadas y practicando entre nosotros. -Continúa. -Bueno, al comienzo nos restó agilidad la misma fuerza de brazos, la misma fuerza de piernas nos restó habilidad al punto tal que a Rebel lo vi mucho más lento. -Está bien, pero hasta ahora no capto a dónde quieres llegar. -Voy a eso. Seguimos entrenando y empezamos a ganar velocidad a pesar de que teníamos más fuerza. Hace unos días atrás fuimos con Aranet, con Aranet y con Aksel a practicar y estábamos al mismo nivel que ellos, me refiero que siendo más jóvenes ambos y menos corpulentos que ellos soportábamos sus embates, lo que meses atrás no lo hubiéramos podido hacer. De todas maneras Aksel se puso a fondo, logró hacerme trastabillar y me apoyó la espada en el pecho. -¡Ajá! ¿Entonces? -Falta. Aranet lo apuró a Rebel y si Rebel era la mejor espada, honestamente no lo demostró. Aranet también lo apuró con fuerza, a Rebel le costó parar las estocadas. Y de su velocidad, de sus reflejos, nada. En un momento Aranet le hace una zancadilla y también le apoyó la espada en el pecho. Le dije: -Hijo, ¿y qué pretendes? Todavía eres verde. -Explícate lo de verde. -Claro. Como un árbol que recién está creciendo, su madera es verde, no es una madera fuerte. -Antes que pasara todo esto, antes que fortaleciera mis piernas, mis brazos yo estoy convencido que te podía vencer. -Bravo por ti -le dije. -Y no sé qué pasa por mi mente pero ahora que soy más fuerte para mi edad soy más pesado, me siento más corpulento y a su vez me siento más inseguro. Lo mismo le pasa a Rebel. -Es algo mental -argumenté. -Explícate, padre. -Claro, ambos eran buenos en combates de práctica, no en batallas reales. Lo que están haciendo Aranet y Aksel es enseñarles como se combate en batalla real, y ahí se dan cuenta lo que les falta aprender. Pero ve al punto. -El punto es de que hablamos con Rebel de ir a la isla Baglis y establecernos allí por un tiempo y practicar con ellos, con los bárbaros. -Eeeh, Gualterio, donde vivía tu madre, Marga, ese castillo te lo di para ti, estamos cerca, estamos al lado a un par de pasos de hoyuman, ¿qué necesidad de ir allá?, puedes practicar tranquilamente aquí con los soldados. -No hay soldado que me venza. El mismo Albano que alguna vez me vencía ahora no puede hacer nada contra mí, necesitamos más. -Yo quería armonía, yo quería tranquilidad. -¿Y qué te impide, padre que tengas tranquilidad?, ¿ahora te preocupas por mí? -No me levantes la voz. ¿Cuándo dejé de preocuparme? Es una vida dura allí. -Díselo a Aranet. -Aranet. Aranet monta un gigantesco león, Aranet lucha con un guilmo... ¿Qué le voy a decir a Aranet? Aksel viene del norte curtido en distintas batallas. Pero vosotros..., tú, Rebel, ¿qué hizo Rebel aparte de ganar dinero en torneos de mentira? -Venció a Jonus. -Sí, en torneo a primera sangre. ¿Te acuerdas aquel urzo?, el mismo Rebel lo contó, con velocidad hipotéticamente lo venció, le clavó su espada y el urzo como si nada. Si no fuera por Donk, Rebel hubiera muerto. ¿Te piensas que con una pequeña sangre es fácil matar a una persona? Ahí probó Rebel que no es lo mismo una cosa que la otra. Ni siquiera el mismo Ligor pudo con esa bestia y la terminó matando Donk, y no de frente, de atrás. ¿Te piensas que en el futuro no se presentarán otras bestias como esa? ¿Te sientes preparado? -No, pero seguramente ni el mismo Aranet mano a mano puede vencer a estas bestias. -¿Y? -Pero necesito entrenarme, el día de mañana seré rey. ¿O no? -Espero vivir muchos años -argumenté. -No estoy bromeando padre. -Yo tampoco estoy bromeando hijo, no me mates antes de tiempo, compórtate como príncipe. -De todas maneras no te estoy pidiendo permiso, estoy diciéndote que me voy a ir con Aranet, y Rebel vendrá conmigo. -Qué manera de complicarte la vida. Aquí tienes todo: tienes tina con agua caliente, comes aves seleccionadas. -Padre, ¿Aranet se queja? -No. -Bueno, ¿por qué habría de quejarme yo? -Él está acostumbrado, tú no. No estás acostumbrado a esa vida y no creo que Rebel tampoco lo esté. -Padre, si no probamos no lo vamos a saber. -A todo esto, ¿qué dice Aranet? -Que no estoy maduro, que no voy a aguantar las pruebas. -¿Ves? -No, no veo nada. Tú estás equivocado, Aranet está equivocado. Ellos se van mañana para la isla, nos iremos con ellos. -¿Cómo te llevas con los bárbaros? -pregunté. -Me dicen el principito. -Se burlarán de ti, te molestarán, te desafiarán simplemente para darte una tunda porque eres hijo de un rey. -Están Aranet y Aksel, nos defenderán. -¡Je! No conoces a Aranet -argumenté-, Aranet va a ser un buen espectador, va a ver cómo te pegan una tunda, va a mirar cómo le pegan una paliza a Rebel. Aparte no es todo espada. ¿Sabes pelear con los puños? -Practicamos un poco de lucha. -No hablo de lucha, combate de puños. Los bárbaros saben pelear así. Te dejarán la cara completamente machucada. Allí no va a estar Olafo para darte algún líquido para calmarte. -Tratas de asustarme padre, no lo vas a lograr. -Y se marchó.
Se acercó mi amada, Marya. -¿Qué pasa mi amor? -Este hijo, este hijo me saca de las casillas. Pasamos tan lindos días en la fiesta, hicimos una segunda fiesta y para dentro de siete amaneceres estamos invitados a otra fiesta más en la fortaleza de Núria y tengo que estar preocupando me por este. -Mi amor... -Sí, Marya. -Este, lo que sea que tú dices, ya es un hombre. ¿Cómo te has criado tú? -Me he criado solo. Ni siquiera sabía que era heredero de una corona. Me decían Gualterio, por eso le puse así a mi hijo. Muchas veces estuve con riesgo de muerte, muchas veces, incluso antes de conocerte a ti, mi amor, tuve crisis de pánico, me he llegado a escapar de palacio... -No te molestes, mi amor, pero quizá tu hijo sea más duro que tú. -¡Je, más duro! Se crió entre algodones. No se sacrificó lo que me sacrifiqué yo, yo no tuve una infancia y una juventud entre cortinas, acostado en mi camastro, no. En Krakoa tenía que dormir con un ojo abierto para que nadie me clave un puñal, cuando vine al continente lo mismo. -Y Gualterio, ¿qué? -La madre lo malcriaba. Y dice que es más duro. -Mi amor, no prejuzgues. -No, Marya, no estoy prejuzgando, sé que es bueno con la espada y estoy convencido que actualmente me puede vencer, ha practicado muchísimo ¿Pero qué necesidad?, se ha criado entre algodones, ha tenido de todo la comida servida en la boca. -Mi amor, ha participado de una batalla contra el regente. -Sí. ¿Y te piensas que no me preocupaba? -Obvio que sí, mi amor, pero no puedes estar encima toda la vida, ha crecido, déjalo volar. -¡Je, je! Sólo me trae preocupaciones. -Eres tú el que se preocupa. -Sí, mi amor, obviamente que soy yo, soy su padre. -Ya no es crío. -Tampoco está tan maduro. Me siento, mi amor, con malestar en el estómago y es como que me agota el discutir con él. -Mi amor -dijo Marya-, discutir es levantar la voz. -¡Je, je, je! Mi amor, no terminas tú de conocerme, con mi hijo no nos gritamos, pero él es terco, es empecinado, te dice que sí y después hace otra cosa. Y de verdad que me saca de las casillas, tiene ese poder sobre mí de sacarme de las casillas. No lo tolero. -¿Y por qué no haces una cosa? -Estoy entendiendo tus pensamientos: lo encierro a él y a Rebel en una mazmorra. ¡Je! No, mi amor, ¿estás hablando en serio? -¿Cuál es tu idea, mi amor? -Déjalos que se den contra la pared, déjalos que se golpeen. Pueden pasar dos cosas: que se adapten o que vengan arrepentidos. -O que los maten, ¿no? -¿Por qué habrían de matarlos? -¿Y si atacan la isla?, ¿y si vienen otros bárbaros a atacar la isla? -¿No confías en tu gran amigo Aranet? -Sí, absolutamente, claro que confío. No deja de darme intranquilidad. -Ven, mi amor, vamos a comer algo. -¿Te piensas que tengo hambre? Me voy a tomar un vaso grande de licor. -¿Y con eso vas a solucionar todo, mi amor?, ¿con eso vas a resolver todo? -Marya, pensé que me ibas a apoyar. -Mi amor, mi vida entera te pertenece, te apoyo permanentemente, ¿o quizá prefieras una esposa que no tenga opinión? -No no no no, absolutamente no, me sentiría que estoy con un dibujo si no tuvieras opinión. -¿Entonces? No tengo porque apoyarte en todo, déjalo ser. -¡Je! Me gustas, te veo firme, mi amor. -Siempre fui así. -No, cuando yo te conocí eras tímida, servicial por supuesto, pero tímida. -¿Y cómo querías que me comporte mi amor?, eras un rey, yo no era nadie. -¿Nadie? ¿Te piensas que un título te da grandeza?, siempre por dentro fuiste enorme. -Sí, pero no me atrevía a opinar. Ahora soy la esposa del rey y ahora puedo opinar: Déjalo ser. La abracé y la besé: -Sabes que tenemos dos hijos. -Lo sé mi amor. -Y sabes que te deseo más que nunca. -Yo también mi amor, pero cada vez te respeto más. -¿Antes no me respetabas? -Lo digo de manera figurativa, te respeto por tu sabiduría. -Bueno, gracias por el halago. -Ahora te estás burlando. -Mi amor, jamás me burlaría de ti. -Te estás burlando. -¡Je, je! Yo sé lo que buscas, Marya, hacerme cambiar de estado de ánimo. Pero el estómago me sigue doliendo de los nervios, tomaré esa copa de licor. -Te acompañaré, pero yo no puedo tomar, estoy amamantando al bebé, tomaré un zumo de frutas. -La tomé del hombro y fuimos al salón principal.
Y me quedaba pensando en Gualterio, para mí era un niño todavía. Marya lo veía como un hombre, yo no, para mí era un niño inmaduro, caprichoso, rebelde, su virtud era no hacerme caso. Y digo virtud irónicamente. Y de verdad que me sacaba de las casillas, tenía un poder tremendo de sacarme de las casillas. Y no quería pensar, no quería pensar más. Mañana partiría para la isla Baglis con Aranet, Aksel y el resto de los bárbaros.
-Treinta amaneceres de tranquilidad nunca los pude tener, treinta amaneceres de tranquilidad y de armonía, que por una cosa o por la otra algo pasaba, cuando no era esto, era aquello. Con Andahazi, con Randora. Después mis amigos con el tema del rey Bryce, el regente Sigmur, Ligor con sus problemas. Superamos lo de Núria y ahora este crío me viene con esto. -Déjalo ser. -¡Qué difícil que es vivir, por Dios, qué difícil! -Te has acostumbrado a decir Dios, mi amor. -Es el nombre que todo nuestro entorno le ha dado a aquel que está más allá de las estrellas. Y como dijo Fondalar, como dijo Fondalar más de una vez está allá, pero también está aquí, dentro nuestro. Ya lo conversaremos eso. Entiendo que si ese ser tan grande que abarca todo está dentro nuestro, nos tendría que traer armonía, pero da la impresión que de la misma manera que ésta entidad suprema me la da, mi hijo me la quita. -Basta, mi amor, hablemos de otra cosa. -La besé. -¡Cómo calmarme, cómo calmarme! -Y mañana sería peor al verlo marchar, pero no hablaría más. -Vamos, mi amor, por mi licor y tu zumo. Gracias por escucharme.
Sesión 21/08/2021
Los etéreos, esas entidades negativas, hacían estragos mentales en las personas, las hacían enloquecer manipulando y deteriorando el decodificador de concepto mental hasta llegar al suicidio. La entidad relata cómo lo vivió en Términus, un mundo al borde mismo de la Creación.
Entidad: Uno queda siempre con esas imágenes negativas, esas voces negativas, ese todo negativo.
Por la noche miraba el cielo y veía la parte estrellada y sentía como un anhelo tremendo de algún día poder conocer otro mundo, pero estábamos tan lejos tecnológicamente de aquello... Y por el otro lado una negrura, que si la mirabas fijamente sentías como que te tragaba. Y y yo pensaba para mí "¡Bendita gravedad, bendita gravedad!".
Recuerdo las voces que me decían "Séptimo, te piensas que estás a salvo. No estás a salvo, el mundo en que vives es el último. Si tú te fijas, cada noche vas a ver que las estrellas están más lejos". Y yo me levantaba con pánico y miraba y digo "Sí, es como que las veía más lejos". Y al día siguiente la voz "¡Ja, ja, ja! ¿Y sabes por qué?, porque esa Nada está chupando el mundo y la va a deshacer como polvo". Temblaba de pánico.
Recuerdo que en una reunión que estuvimos todos: Justo, su hermano Máximo, Rómulo, Sotela la maestra, Irvino y Lotvar. Les comenté. Máximo me dijo: -Mira, sabes que soy analista, los etéreos te están creando en tu mente una ilusión. Tenemos astrónomos que te pueden decir con absoluta seguridad de que nuestro sistema solar no se está alejando de ningún otro sistema solar de la galaxia.
Respiré hondo, pero más respiré hondo cuando Irvino, de alguna manera con el incentivo de Máximo, terminaron cascos con nanotecnología con la ayuda de la maestra Sotela, de Justo y de Rómulo. A lo último me consultaron para algunos detalles por el hecho de que yo soy mentalista y cooperé con ellos. El casco es como que de alguna manera nos protegió de sus influjos mentales. Máximo me explicó. -Los etéreos son seres inmateriales que es como que se alimentan de nuestros miedos, de nuestro pánico. Lo puedes comentar con Sotela que es maestra, con Rómulo que es historiador. Desde la antigüedad que hubo gente que se ha suicidado sin motivo.
Le conté que de pequeño tenía una bisabuela, Aida, y murió cuando yo tenía cuatro años. Y un día estaba estudiando, profundizando un hololibro de filosofía y me doy vuelta y en un sillón estaba Aida, mi bisabuela. Digo: -¡Pero tú estás muerta! -¿Por qué, me viste Séptimo, me viste cuando me mataste acaso? -Perdón, ¿cómo que te maté? -Eras niño, andabas con tu pequeño triciclo, me atropellaste, me rompiste la pierna, caí casi desmayada y me golpeé la cabeza con una roca, morí desangrada. ¡Así que no te acuerdas de tu culpa, asesino! -No no no no, esto es una visión. Esto es una visión, una visión, una visión de los etéreos. Primero y principal, mi bisabuela murió de una enfermedad, yo no tenía pequeños juegos, ni triciclo, ni esas cosas de pequeño. Me gustaba mucho incluso leer, antes de empezar la escuela ya leía. No me voy a dejar engatusar por esas visiones, por esos influjos mentales.
Pero ahora teníamos los cascos, era distinto. Pero después pasó, después pasó aquello. Los anticascos, con carteles de protesta: "No somos esclavos". La policía tenía la obligación de llevar casco, pero los anticascos se los sacaban y para qué, para que mentalmente sean esclavos de los etéreos y ataquen a los que llevaban casco. Fue cuando Máximo, Justo e Irvino dijeron de poner cascos directamente que queden insertados. Peor: "No vamos a ser esclavos de nadie". Hubo infinidad de violencia, saqueos de negocios, incendios de coches. Recuerdo que la última vez fui a ver a Justo y a Máximo, me sentía tan confortable con ellos y les agradecí tanto tanto el haber montado la enorme cadena de satélites con inhibidores mentales en todo el planeta. Ahora sí estábamos protegidos de verdad y no precisábamos cascos, y ya no había problemas con los anticascos.
Me sentía no un colega, me sentía amigo de Justo y le pregunté: -Sé que tú estás en pareja con Etna y me siento... me siento bien porque de alguna manera ella y su hermana Anacelis han cooperado con la instalación de poner en órbita los satélites. Y Máximo cómo se encuentra con Anacelis, porque iban detrás de vosotros en el sentido de formar pareja. Justo me tomó del hombro y me dice: -Siéntate, prepararé una bebida caliente -Preparar una bebida caliente, sentarme significa como que va a venir una conversación muy breve-, y además Máximo no me dijo que oculte los detalles de su vida. -¿Detalles, qué pasó? -Ya se veía a venir, directamente Máximo y Anacelis rompieron. Rompieron es: No salen más, no hay proyecto de convivencia, nada. -¡No! Pero si se llevaban bien -comenté. Justo me dijo: -No, para nada. Últimamente es como que había una especie de competencia. Recuérdate que la misma Anacelis quiso agrandar las antenas para ampliar la red satelital de holovisión y de holotelefonía y Máximo se opuso. Dice "¿De qué sirven las defensas mentales si los etéreos van a aprovechar la ampliación de estas antenas?, ¿de qué va a servir entonces la red satelital?". -¿Y entonces? -Había como una lucha de egos pero no de parte de Máximo, una vez sólo Máximo quizá dejo salir su ego, no deja de ser un ser humano, ¿no?, es un hermano al que quiero tanto... -¿Pero en qué sentido dejó salir su ego? -Y le levantó la voz a Anacelis "No es que yo tenga la razón, pero yo salvé el planeta". Y ella le respondió "¿Pero qué quieres, una estatua?". Bueno, en resumen, dejaron de salir. Y bueno, ahora Máximo está tratando a un señor llamado Viber, que de alguna manera le afectaba muchísimo los influjos mentales de los etéreos. -Bueno -le comenté-, pero el hecho de que ya no se escuchen más las voces, de alguna manera lo vuelve a la normalidad, como a nosotros. -No, tiene su decodificador averiado. No al punto de perder la razón ni nada por el estilo, pero es obsesivo compulsivo y eso es independiente de los influjos, es como que los influjos de alguna manera le hicieron un clic en el decodificador, como le llama Máximo a nuestra mente. -Qué pena, la verdad que es una pena. -Pero bueno, si miramos la historia hubo miles y miles y miles de humanos que se han suicidado. -A veces uno tiene que tener los pies sobre la tierra en el sentido de... imagínate yo estudiando y se me aparece mi bisabuela Aida cuando yo sé que murió cuando yo tenía cuatro años. -¡Je, je! Séptimo, no eres el único que ha tenido visiones, madres muertas, hermanos que ya no están más en este mundo. A todos se nos han aparecido o bien seres queridos o compañeros o gente conocida, pero que sabemos fehacientemente que han muerto, y los ves. Y los influjos de los etéreos eran tan, pero tan, pero tan fuertes que hasta sentías que los podías tocar. Y los tocabas, y los tocabas, sentías su cara, su cuerpo, sus brazos, su respiración. -Me ha pasado -le comenté-, me ha pasado con una relación que tuve hace tiempo atrás, que era una escéptica de todo y después me enteré que falleció y me vino a debatir "¿De qué hablas, quién te ha contado que he muerto? Estoy en casa con mis padres, llámalos". Tenía el holomóvil a mano y digo "No, no, no pienso llamar a nadie porque tú eres un influjo". Me puse firme y el influjo desapareció y la imagen desapareció. -Te felicito por tu fortaleza -me dijo Justo. -¡je, je!, fortaleza... A veces me siento con unos tremendos altibajos, mañanas que me levanto pero con toda la fuerza y durante el día voy decayendo, decayendo, decayendo hasta que por momentos es me quedo destrozado anímicamente, y yo digo ¿pero por qué?, ya no hay más voces, ya estamos protegidos. -Séptimo, quedan secuelas, quedan secuelas. Capaz que pase una generación completa. -¿Cómo? -Sí, capaz que pase una generación completa, hasta que estemos convencidos de estar a salvo.
Esa noche salí y fui caminando para casa, puse la vista al cielo y miré las dos lunas, una un poco más grande que la otra, me sentí como reconfortado. Es tan bueno a veces hablar, es tan bueno a veces tener amigos con los cuales poder conversar, no importa si no llegas a ninguna conclusión pero es entablar el diálogo, comunicación. La comunicación es una bendición, la comunicación entre humanos por supuesto. La comunicación con animales incluso, que los acaricias, con los pájaros. Pero "no es comunicación" con esos seres crueles, etéreos, como los llamó Máximo. No, nunca más, nunca más.
Tenía una lucha cada día, cuando estaba en soledad, de no despertarme sobresaltado pensando que al lado mío había un ser querido fallecido y que me hablaba, no quería tampoco que mi decodificador se destruyera.
Me sentía cansado, me senté en un diván en casa con los ojos cerrados, una luz tenue encendida. Estaba agitado pero agradecido a la vida y agradecido al Creador de haber encontrado a estos compañeros, estos amigos. El estar con otras personas es algo que te da aliento, un sano aliento. ¡Ah!
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