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Psicoauditación - Walter |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión 02/11/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 10/12/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 16/12/2021 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 09/03/2022 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 30/03/2022 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 04/10/2022 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 19/10/2022 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 04/01/2023 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 10/01/2023 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán) Sesión 16/01/2023 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)
Sesión 02/11/2021 La reina tuvo que soportar el interrogatorio de quienes desconfiaban de su palabra, de cómo sucedieron los hechos. Prácticamente deseaban escuchar otra cosa que la que decía.
Entidad: -Te veo contrariado. -Me di vuelta y lo miré a Fondalar. -Mi amigo, mi amigo Aranet se puso en contra mía. -No, Anán, no se puso en contra tuya. -¡Je, je! Albano es leal a mí, Albano lo primero que me dijo es "Mi rey, en las alforjas se llevó toda su dote, tiene todo el dinero". -Pero Anán, tú lo retaste. -Me tenía que haber avisado a mí primero. Me tenía que haber avisado a mí, pero me dice "Mi rey, es el príncipe, yo no estoy enterado de lo que pasaba". -¿Y entonces? Le dije a Aranet: -Se fue con Aksel, que ya estaba bien. Captúrenlo. Sáquenle las alforjas, que se muera de hambre, y que se vaya donde quiera. -¿Y si se resiste? -Me traicionó. Si se resiste ustedes están armados, ya saben qué hacer. -¿Y qué me contestó Aranet? -No vamos a hacer eso, simplemente lo queremos hacer entrar en razón. Y obviamente no le vamos a decir que vuelva porque tú lo has expulsado y le has quitado títulos de nobleza, todo. Pero sabemos que está muy impulsivo.
Fondalar me dijo: -Pero fíjate que no fue con Aksel, fue con Edmundo. -¡Ay, Fondalar! Me da la impresión como que estuvieras lento. No importa si fue con Edmundo, aunque fuera solo. Es Aranet, él lo puede poner en su lugar a mi exhijo. ¡Je! Fondalar me dijo: -Puede ser expríncipe, exnoble pero nunca va a ser exhijo. -Claro, te pones en lugar de él. -Anán, yo no me pongo en lugar de nadie. Aranet sabe lo que hace. -Fondalar, dijo que él no le va a quitar la dote. -Es la dote de él, y estaría siendo un ladrón. -Lo que Aranet no entendió es que el ladrón fue mi hijo, porque la dote era para cuando yo no estuviera y él fuera rey. Si le quito los títulos de nobleza ya no es más príncipe, ¿por qué se va a llevar la dote? Él es el ladrón. -Anán, Aranet tiene sus principios. -Claro. ¿Émeris subió con Núria? Voy a subir. -Déjalas, que deben estar hablando con la reina. -¡Pobre mi amor!, ¡pobre mi amor! Menos mal que no la golpeó cuando ella lo rechazó, menos mal. La deben estar consolando. -Déjalas, Anán, déjalas que hablen. -Soy el rey, todo el palacio es mío. -¿Quién te lo discute? -Me estás dando órdenes, me dices "Déjalas". -Fondalar se encogió de hombros.
Subí a los aposentos. La puerta estaba entreabierta, me quedé afuera. Se escuchaban las voces de las mujeres: (Núria) -Yo no vi que tú lo hayas empujado. (Marya) -Lo rechacé, me tomó de sorpresa. No es lo mismo estar al lado que estar lejos. No viste bien. -Me sentía confundido, Núria tenía buena vista, dice que mi amada no lo había rechazado. -Vi que lo abrazaste -dijo Núria. -Eso fue antes, eso fue para consolarlo porque él se quejaba del secuestro. -Marya, yo vi que te besó y vi que tú le rozaste los hombros. Y luego con los brazos lo abrazaste. -No, nunca pasó eso, me cogió de sorpresa.
Escuché la voz de Émeris: -Querida Marya, yo soy amante de la verdad, sabes que en mi sangre llevo la parte menta que predominó sobre la parte norna, o sea, que casi tengo la misma capacidad mental de mi esposo pero tengo también la misma intuición. Mírame, Marya.
Yo me sentía intrigado pero no quería asomarme, ni siquiera respirar, principalmente por Émeris porque tenía un oído muy fino. Me sentía agitado pero trataba de no respirar fuerte. Seguía hablando Émeris: -Mírame a los ojos, pero mírame bien a los ojos: ¿El príncipe te forzó? -Claro. -No bajes la vista, quiero que me mires a los ojos. -Escuché la voz de Marya como con rencor. -Yo soy la víctima y me da la impresión de le crees a Núria lo que ella supuestamente vio, Émeris. -No, no es que yo crea una versión o crea otra versión, yo quiero la versión. Pero mírame a los ojos, mírame fijamente a los ojos: ¿Gualterio te forzó? -Gualterio me vio sin ropa, que yo salía de agua, y esperó que yo me pusiera una túnica que como estaba mojada era trasparente. Y sin querer incentivé su líbido y entonces es como que me agarró, me cogió en sus brazos. -Ajá, lo que me dices es cierto porque no has bajado la vista. ¿Tú cómo estabas? Estás bajando la vista. ¿Tú cómo estabas, no le correspondiste? -Me envaré porque sentí que Marya estaba sollozando, me quería asomar pero no, no podía asomarme, tenía que escuchar pegado a la pared al lado de la puerta entreabierta, fuera de la vista de las mujeres. -¿Por qué sollozas? -La voz era de Émeris. Marya le respondió: -Estaba vulnerable. El rey es como que está con sus problemas despistado con mil cosas y se olvida de mí. -Sentí en ese momento como un dolor en la garganta, un dolor como de angustia, un dolor como de angustia... ¿Cómo me voy a olvidar de la persona que amo? En ese momento escucho a Émeris. -Cuéntalo, te vas a sentir mejor. -Sí, le correspondí, le correspondí. Le correspondí porque me sentía sola. Le correspondí porque me sentía desvalida. Le correspondí porque me sentía dejada de lado. -Ese llanto que sentí se me bajó al estómago, como que sentí unos retortijones, ira, furia.
Abrí la puerta con los ojos inyectados en rojo, llorando. -No lo disculpo a mi hijo porque le traiciones tú, pero no fuiste víctima, fue una traición de a dos. Yo soy el rey y tomo las decisiones, no preciso pactar un divorcio. Cuando baje voy a escribir un decreto real y se lo voy a dar a conocer a todos. Quedas excluida de palacio, dejas de ser mi esposa, dejas de ser la reina y te expulso. Y no me importa lo que pase contigo.
Bajé. Bajé los escalones temblando. Fondalar estaba abajo, serio. Me miró el rostro, estaba con un rostro demasiado serio. -¿Tú sabías lo qué pasó? -No, no soy adivino, pero ato los cabos y veo cómo bajas. -Me aferré a Fondalar. -Eres un Maestro, ¿cómo resuelvo esto? -Ahora no puedes resolver nada, no estás bien. -Claro que no estoy bien. Te anticipo que Marya se va de palacio sin título, sin nada.
Marya bajaba cargando la criatura. Quise ir para allá y me frenó Fondalar: -No, ahora no, ahora no. Émeris se acercó a mí: -Anán, -Levanté la vista, todavía tenía lágrimas-, se va a quedar con Núria. -¿Por qué? -Se va a quedar con Núria. Tu poder llega hasta aquí. Núria decidió darle cobijo. Lo miré a Fondalar, la miré a Émeris: -Vosotros sois dos de los mentos más poderosos, debo parecerles un tonto. -No -dijo Émeris-, todos somos débiles en algún momento. -No, no, no, Émeris, no, Fondalar, ¿os olvidáis que Marga me quiso matar? ¿Os olvidáis acaso cómo era Marya cuando la conocí? No era nadie, no era nada, yo la hice reina. Pero claro, tengo tareas, la paga de los soldados, el tributo de la feria feudal... ¿Ella qué hace? Nada. Y yo soy el que la descuido. -Anán, la cosa no pasó a mayores. -No, no, pero si Núria no lo hubiera visto, si tú, Émeris no hubieras presionado para que cuente, ¿cómo sabemos que la próxima vez no intimaban? Comentadme. -No me comentaron.
No podía tragar de la angustia, me sentía débil. Me fui al sillón del trono. -Por favor, después voy a escribir un edicto, ahora quiero estar solo.
Sesión 10/12/2021
Le llegó la noticia de que su hijo estaba preso en otro reino y lo habían mandado ejecutar. Aún no entendía cómo había podido ocurrir eso, no sabía qué hacer.
Entidad:
-¿Cómo estás? -Miré para la puerta y vi a Aranet prácticamente sin verlo. -Estoy sumido en mis pensamientos. -Baja a comer algo. -Por un lado tengo ganas de bajar pero sé que ya están todos bien, incluso Aksel, Dexel, y cuentan historias, se ríen. -¿Quieres que los mande con la tropa? -No, no dije eso, está bien que estén en el salón principal, hoy hay muchos nobles reunidos. Aranet me dijo: -Nunca se acostumbran a nosotros, nos miran como si fuéramos salvajes. -Tú eres noble -le dije. -Sí, pero no voy a cambiar mis modos. -Te he visto comer civilizadamente cortando con el cuchillo una porción de carne, te he visto secarte la boca con el mantel, te he visto comer el guisado con una cuchara de madera. Recuerdo que en otra época comías directamente con la mano del plato. -Y lo sigo haciendo, no voy a cambiar mis costumbres. Pero no hablábamos de eso. Baja. -Quizá me hagan mal las bromas. -No, vamos a hablar de temas cotidianos.
Y bajé. Me miraban todos con cara seria. -No me miréis así, estoy bien, no murió nadie. Albano... -Majestad... -Que vayan sirviendo primero las bebidas, no quiero risotadas pero tampoco caras de luto. Vamos.
-Majestad... -¿No te han escuchado en la cocina? -No, no es por eso. Vienen dos emisarios, portan una bandera. Lo miré a Fondalar: -¿Qué dices? -Yo digo que hay que recibirlos. Pero aparte, no hace falta que te indique... -No, quise decir qué piensas. -Los mentos no tenemos el don de la adivinación. -¿Qué supones? -¿Y por qué mejor no recibirlos? A ver qué dicen.
Yo me entendía a mí mismo, a veces preguntaba como para molestar. Émeris me miraba pero con una mirada distinta, de simpatía, no de compasión, no, no; no hubiera soportado una mirada de compasión. Ervina en cambio bajaba la vista, no se atrevía a mirarme. La niña Ciruela comiendo una hogaza de pan despreocupada de todo. La miré y sonreí. -Mirad, mirad a Ciruela, tranquila, desentendiéndose. Así hay que estar, basta de problemas. La niña me miró: -Yo sé todo. -¿Todo? ¿Qué sabes? -Todo. No soy aún adulta pero no soy tonta. -No podía decirle nada porque fui yo el que la busqué. La hubiera dejado comerse la hogaza de pan tranquila.
-Y ahora, Albano, ¿qué? -Están aquí. -Que pasen, que pasen. Todavía estoy esperando las bebidas.
-Majestad... -No, no, no, poneos de pie, poneos de pie, nada de arrodillaros. ¿De dónde sois? -Del reino de Octavio. -Vaya. Escuché hablar de vuestro rey, no sé si no quedó viudo un par de veces y mandó cortar la cabeza de sus esposas. -No, no lo podemos corregir, majestad, pero creo que... creo que pasó una sola vez eso. -Escuché de buena fuente que fue más veces, pero estamos en paz con vuestro reino. ¿Qué sucede? -Ehhh... -Hablad, hablad. -Los nobles estaban todos sentados-. Vamos. -Un joven... -¿Un joven? ¿Un joven, qué? -...en nuestro reino dice ser hijo vuestro. -¿Ah, sí? ¿Y cómo se llama? -Gualterio. -Describidlo. -Cabello oscuro, alto, delgado. -Tuve un hijo, un hijo que me traicionó. Y aquí está proscripto, ya no tiene títulos, no tiene nada, es un simple plebeyo. Así que si está en vuestro reino para sacar ventaja de algo, decidle a vuestro rey Octavio que es un traidor, ha tratado de abusar de la reina. Pero el viaje es largo. ¡Sírvanles! Quedaos. -No, mi rey, debemos volver. -Allá vosotros. Partid entonces y decid puntualmente esto a vuestro rey: "No hay príncipe, no por lo menos adulto. Esa persona que está allí es un plebeyo, no tiene ningún título. Y que el rey haga lo que quiera con él". -Se marcharon.
Albano ordenó que sirvieran la bebida y la comida. Aranet al lado mío y enfrente Fondalar, eran los únicos que me hablaban. -Come. -Ya voy a comer. No te voy a esperar, no voy a hacer el ceremonial. -Nadie te dijo que lo hagas. ¿Tú me vas a esperar? Fondalar me dijo: -¡Je! Honestamente, no. Tengo apetito. Sé que el rey tiene que comer primero pero estamos en confianza.
Los miré a los nobles que estaba en las otras mesas diseminados: -Comed. -Ninguno movió un dedo hasta que yo no me llevé una presa de ave, una enorme presa de ave a la boca. No quisieron comer, hasta tal punto me respetaban. Pero bueno, Émeris me esperó, le hice un gesto con la cabeza, me lo devolvió, como diciéndole gracias por esperarme. Fondalar y Aranet no me esperaron. Aksel, Dexel recién empezaron a comer. Ciruela ni hablar, ¡je!, fue la primera en comer-. Y tú, Ervina, come. -Sí, majestad. -Ezeven, ¿qué te pasa que estás tan serio? -Estoy preocupado por Gualterio. -Ajá. ¿Y tú, Edmundo? -Supongo que uno se tiene que hacer cargo de sus decisiones. -Bien, una salida elegante. Vuelvo a ti, Ezeven, ¿te preocupa un granuja? -Me preocupa un amigo. -¿No temes que yo me moleste si le llamas amigo a un traidor? -No, no tengo por qué tener miedo. -¿No temes que me moleste contigo? ¿No temes que le diga a la guardia que... que te lleve prisionero? -Sé que podrías hacerlo, pero no estarías utilizando el sentido común. -Seguramente no, ¿pero te resistirías? -Sí. -Bueno -Lo miré a Fondalar-, el joven es franco, por lo menos no es un hipócrita que trata de agradar a nadie. ¿Qué dices? -Me encanta Ezeven, lo felicito. -¡Je, je! ¡Ay, Fondalar, Fondalar! Supongamos que Ezeven se resiste y yo te pido a ti, Fondalar, que mentalmente tú lo sometas, que tienes más poder que él. -Déjate de tonterías. No te haría caso, obviamente. -Vaya. Aranet, ¿qué dices?, esto es una conspiración. -Déjame comer y come. Déjalos tranquilos a todos. -¡Aranet, me estás retando a mí, a tu rey! -No eres mi rey, yo no vivo aquí. Yo estoy aquí ahora de paso. Eres mi amigo.
Pero no podía enojarme con ninguno de ellos porque en realidad yo los apreciaba a todos. Lo que pasa que era tan tonto que no sabía cómo sacar mi dolor, no sabía cómo, entonces buscaba discutir. Pero no es que se me acumulaba un dolor en el pecho ni nada, era la forma de tratarme de ellos, como... como si yo fuera un simple amigo de... de taberna.
Miraba más allá, a las otras mesas. Claro, el salón retumbaba y las voces se escuchaban hasta de la esquina más lejana. Los nobles horrorizados, todos mirando para su plato, ninguno levantaba la vista. Claro, porque generalmente cuando los nobles venían al salón del trono no venían estos amigos, muy rara vez se juntaban. Y verlos a los bárbaros... bueno. No Fondalar ni tampoco las mujeres, pero los demás viéndolos el modo, la forma de hablarme... Pero no había ningún temor de que me faltaran al respeto. Con los demás no tenía esa tolerancia, pero para nada. El mismo Albano, que lo vi crecer, me tenía un tremendo respeto, y obviamente un afecto como si fuera su segundo padre, pero nunca se pasaba de la raya, nunca un pero. Y Ciruelita comiendo, agarrando fruta, manchándose la ropa. Ella estaba en otra cosa, qué le importaba todo, qué le importaba nada. -¿No, Ciruelita? -¿No, qué? -No te importa nada. -Sí que me importa. ¿Y si lo matan a Gualterio?, pareces un rey torpe.
Yo la busqué, yo, yo. Yo soy el que le agito el pañuelo para que el vacuno venga a envestirme. Y no puedo decir nada. Intenté debatirle: -¿A ti te parece que está mal lo que les dije a los mensajeros?, ¿mentí en algo? -No. -¿Fui necio? -No pasa por ahí. -Explícate, Ciruela, entonces. -No hacía falta que digas que le has sacado títulos, honores. -¿Por qué no?, si es la verdad. -¿Para qué te piensas que el rey Octavio mandó a esta gente? -Para averiguar. Y les di la respuesta. -Está bien. ¿Y si lo matan?, porque te vas a enterar. -Como dijo Edmundo, él tomó una decisión. -La decisión no era que lo maten. -Está todo encadenado. Pero eres muy chica para entender la serie de circunstancias que llevan a un fin. -Esa serie de circunstancias se podía haber modificado. -Así que, Ciruelita, tu idea era que yo mienta. Y no, no, no voy a mentir. -¿Te han contado la segunda parte? ¿Te han contado de la reina? -Levanté la vista. -Vosotros, que tienen miedo de mancharse los dedos, todos los nobles que estáis aquí, ¿habéis terminado de comer? -asintieron con la cabeza-. Marchaos, marchaos, pero a toda prisa. Albano, cierra la puerta.
-A ver, Ciruelita, ¿te han contado de Marya? -Sí. -Entonces hay dos traidores. -Es un ser humano. -Sí, por supuesto. -Conozco seres humanos que se redimen. El guerrero que fingió el rapto de la princesa Samia hoy luchó hombro con hombro con nosotros en más de una batalla. -Pero hay traiciones, eres tan pequeña que quizá no entiendas, hay traiciones que te dejan otro tipo de heridas, y eso todavía no eres adulta para entenderlo. -¿Ah, no? ¿Sabes que en aquel puerto pensaban que podían abusarse de mí, literalmente, y dijeron que se ponían calientes de verme? ¿Sabes que yo les dije "Acércate más, yo te voy a dar más calor" y los quemé por dentro? Entonces, querido rey, no me hables de inmadurez porque sé perfectamente bien lo que es el sexo, no por experimentarlo pero sí por verlo. Y en este caso que estás planteando, mi querido rey, no hubo tal cosa.
Me tomé un trago de bebida y pensé: "Yo la busco, yo. Y no puedo decir nada, agito el pañuelo y me enviste". Terminamos, me fui a mis aposentos. Fue una cena rara.
Tiempo después vinieron dos mensajeros, estaba solamente acompañado de Aranet, de Fondalar y de Aksel. Dijeron: -Lamentamos darle la triste noticia de que el rey Octavio mandó a ejecutar a su hijo. -Está bien, dile que me doy por enterado. Y que la paz sigue entre ambos reinos, ¿Algo más? -No. -Si queréis comer algo id al patio de armas. -No, majestad, nos marchamos, como la vez pasada. -Tenéis camino libre. Decidle eso: La paz sigue entre ambos reinos.
Pero cuando me quedé solo, cuando quedé solo no lo podía creer, no fue tanto, no fue tanto para que lo mataran. Pero claro, conociendo la fama de Octavio... El que le haya mentido que era príncipe todavía lo tomó como una ofensa. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?
Sesión 16/12/2021
Seguía tocado, seguía pensando en lo que no debió suceder. La situación no la había causado él, él sólo había administrado su poder como rey, pero empezaba a entender que con su decisión sufrían todos, y él también. Decidió escribir sus pensamientos.
Entidad: Estuve toda la tarde reunido con Fondalar, comentábamos sobre la vida, sobre el amor, sobre las distintas circunstancias que nos acontecen a diario. Y le preguntaba: -¿Por qué pasan las cosas que pasan? Me respondió: -Si te refieres a la naturaleza, no podemos predecir cuando llueve, cuando nieva, cuando hace calor o si algún volcán entra en erupción. Si te refieres a los actos humanos, querido Anán, son más impredecibles todavía. Lo importante es saber que no todos los actos impredecibles, son hechos para lastimar, si bien es cierto que muchas veces las personas piensan en sí mismas, en lo que les pasa, en lo que les duele, en lo que les molesta, en lo que les incomoda y no en lo que le duele a otra persona, en lo que le molesta a otra persona. A veces piensas que conoces a la persona y conoces solamente su superficie, lo que muestra, no lo que es. Y eso lleva tiempo. Y aún, querido Anán, aún llevando tiempo, siempre hay espinas dentro del ser que pinchan desde adentro, que producen heridas desde adentro, y en ese momento la persona está tan dolorida por esas espinas que no es capaz de dominar que no se da cuenta que con sus actos puede lastimar al otro. ¿Me entiendes? -Sí -asentí-. Te entiendo, te entiendo perfectamente. ¿Esas espinas pueden ser impulsos? -Así es, Anán. Se trata de deshacerlas. -¿Y una vez que las deshaces, ya está? -No, no. Es como que tu mente fuera un jardín donde crecen rosas, pero esa misma mente es la que también hace las espinas de esas rosas. -¿Y por qué -pregunté-, si una vez que te sacas las espinas te queda el dolor? -Eso pasa con las espinas físicas. No con las espinas mentales, porque depende de tu voluntad el que no vuelvan a crecer. Lo que sucede es que el ser humano es tan complicado que cuanto más dolor tiene más espinas crecen. Más dolor causan, más espinas vuelven a crecer. Le pregunté: -Pero no puede ser tan así, Fondalar. -Y lo es. -Pero entonces qué, ¿nos gusta sufrir? -No, a nadie le gusta sufrir. Es una especie de sufrimiento reactivo que consciente o inconscientemente, y creo más en lo segundo, vuelven a surgir esas espinas que pinchan desde adentro, hieren desde adentro. -Claro -le dije-. Pero por qué, ¿porque primero te hirieron de afuera? -Sí. Pero no cometas el error también de pensar sólo en ti, las demás personas también tienen esas espinas. -O sea, que tenemos que disculpar a todo el mundo porque si te causan un dolor es porque ellos tienen un dolor. -No, no, se evalúa cada caso, Anán. -Pensé que... pensé que conversando contigo iba a tener la solución. -No, no, no, Anán, yo te puedo indicar el camino. Tu compasión va haciendo que esas espinas no crezcan más, pero no es sencillo tener compasión habiendo rencor. -¿Son opuestos? -pregunté. -No, no son opuestos, el opuesto a la compasión puede ser la indiferencia. El rencor es muy reactivo y hace que pienses sólo en ti, en tu dolor, y no te deja ver más allá. -¡Uf! Vaya contigo, Fondalar, pensé que me iba a calmar, estoy más intranquilo. -No, no, no, no. Te he dado un montón de claves, tienes un montón de puertas internas para abrir y sacar a relucir esa compasión. -Hablando metafóricamente, Fondalar, ¿si con tus palabras me has dado un montón de llaves, cómo sé qué llave encaja en cada puerta? -¡Ja, ja! Ese es tu trabajo, ahí yo no puedo interceder. -Bórrame la memoria. -No. Eso es lo fácil, y lo fácil no sirve. Tienes que trabajar con tu persona. -No me parece justo. Dejo salir la compasión, perdono todo... ¿acaso Marya no es responsable de que yo haya enviado a mi hijo al exilio y acabaran con su vida? -¿Lo dices en serio? -Estoy hablando en serio. -Obvio que no es responsable, obvio que tú tampoco eres responsable. -¿Entonces quién es responsable, mi propio hijo? -No. Fue por un camino, se encontró con determinada gente y pasó lo que tuvo que pasar. -No me consuela. -En este caso mis palabras no son un consuelo, simplemente digo que trabajes con tu persona. Haz una cosa, ¿te gusta escribir? -Muy poco. -Ese dolor que tienes, ¿por qué no lo vuelcas a la pluma? Coge una pluma, coge un papel. Di que no te molesten, hazlo esta misma noche, enciende un candelabro con tres velas y que no te molesten, y vuélcate al papel. -Lo haré, lo haré.
Comí frugalmente y bebí un néctar, un néctar de una planta que me calmaba los nervios pero que no me adormecía. Quería escribir, me había entrado avidez de coger la pluma. El gnomo Olafo me había preparado una tinta especial y me obsequió un papel especial más grueso, más resistente. Le agradecí y empecé a escribir. «No supe cual era mi origen y de alguna manera, por un hecho fortuito, me di cuenta que era hijo de reyes. Conocí a una mujer de la que pensaba que estaba enamorado, porque si no puedes hacer comparaciones, ¿cómo sabes que lo que sientes es amor y no quizás un afecto, un cariño? Pero cuando te conocí a ti, cuando te conocí a ti es como que vi tu imagen y mi cuerpo se sacudió, mi mente fue como un torbellino. Y te veía tan sencilla, tan humilde, tan devota que me preguntaba "Marya, tú no puedes ser de verdad, eres una aparición". Y recuerdo el primer beso, y dije estoy soñando, esto no es cierto, esto no es verdad».
Me sorprendía a mí mismo de cómo escribía, de la soltura que tenía en mi mano usando la pluma, ¿quizá habría una influencia de Fondalar, que mentalmente me empujó y me clarificó mi mente para volcar ese sentimiento al papel? «¡Ay, querida! Siempre busqué darte lo mejor pero antes que rey soy un ser humano, tengo mil cosas en la mente, mil cosas de que ocuparme. No te estoy reprochando nada, siempre me has apoyado. El temor que pasé cuando estabas a punto de perder el embarazo y también la vida. Ese pequeño hombre, ese pequeño gnomo, le debo tanto, le debo tanto… ¿Qué pasó por tu mente, qué pasó por tu ser? Te descuidé. Cuando te llegue esta carta serán las palabras de un rey muerto. No, no, no te sobresaltes, no me mataré ni haré que nadie me mate, estaré muerto en vida porque mi sentimiento va más allá de esa piel que besé, de esos ojos que se posaron los míos, de esos labios que eran como néctar, de ese cuerpo que recorrí. Pero no, va mucho más allá, sería muy simple amar solamente tu persona física. Hay algo que te mueve, algo que te impulsa a sonreír, algo que hace que tus ojos brillen, algo dentro tuyo. Eso es lo que amo. Y quizá tú no has hecho que surjan espinas dentro mío, quizás es una espada lo que se clavó dentro de mi corazón. ¿Cómo seguir si estoy muerto en vida, cómo seguir? ¿Y si nos vemos, qué diremos? ¿Habrá reproches de mi parte, pedirás clemencia, dirás que me amas, dirás que estabas confundida? Yo, si bien Fondalar dice que uno no debe personificar, pero sí, yo noto como me siento yo, yo sé mis sentimientos, jamás mis sentimientos hubieran tenido duda, jamás me hubieran hecho posar mis ojos en alguien más. Y cuando mi hijo mayor fue secuestrado es cierto que me encerré en mí mismo y tú estabas sola, lejos de mi atención, pero estamos hablando de un caso extremo. Y mírame ahora, honestamente no sé qué decir, ante ti me siento débil. Si te apareces ante mí soy capaz de abrazarte y llorar en tu hombro pidiéndote yo disculpas siendo yo el agraviado. Dame luz, tú, aquel que está más allá de las estrellas, entra en mí, ilumíname. Fondalar que seguramente está más cerca de ti que yo dice que debo trabajar con mi ser y sacar a relucir mi compasión, pero están luchando en este momento dentro mío mis sentimientos y mi rencor y el dolor de mi pérdida, mi querido príncipe, circunstancias. Nadie puede trabajar solo. Le diré a Fondalar que tengamos más conversaciones. Es cierto que, como dice Émeris, la esposa de Fondalar, nosotros somos barro y alfarero. Muchas veces se lo escuché decir a Émeris. ¿Pero cómo puedo ser alfarero de mi propio barro si dentro del barro hay rosales con espinas? ¡Ah! Me van a sangrar las manos tratando de hacer una forma con ese barro. ¿O la compasión también tiene espinas? No, no, imposible».
El hecho de haber escrito esto estoy en dudas de enviárselo pero necesito hacerlo. Mañana le daré órdenes a Albano. No, que la entregue él directamente. No importa si Núria la lee también, yo no voy a ocultar mis sentimientos. No los voy a ocultar, pero si en este momento estoy muerto en vida, ¿cómo sigo teniendo sentimientos? Tú, Ser Superior, tú que estás más allá, explícamelo. Si estoy muerto no puedo sentir y sin embargo estoy sintiendo. Y mucho. Y mucho.
Se me cierran los ojos, voy a reposar. A reposar.
Sesión 09/03/2022
Seguía tocado, seguía pensando en lo que no debió suceder. La situación no la había causado él, él sólo había administrado su poder como rey, pero empezaba a entender que con su decisión sufrían todos, y él también. Decidió escribir sus pensamientos.
Entidad: Esto que voy a relatar me lo relataron a mí, en persona.
Cuando conocí a Bastián me pareció un joven con una tremenda, enorme empatía, y me contó en primera persona qué sucedió con él. Me dijo que llevó muchos años errante por distintos poblados, por distintas aldeas porque tenía un don. En realidad, dos.
Recuerdo que le pregunté: -¿Se desarrollaron en tu persona?, ¿eran innatos? -No. Sucede que al nacer casi muero porque el parto fue muy traumático, estuve como casi un minuto sin llorar, o sea, sin respirar, hasta que me golpearon varias veces en la nalga y lloré, pero se notaba que no estaba bien. La pareja de mi madre me llevó junto con mi madre, que tampoco estaba bien, en una carreta. Y ¡jé!, tomó por un camino desconocido hasta llegar a un valle perdido entre las montañas, había varias señoras mayores según contaba la pareja de mi madre. Y nos atendieron a los dos, a ella y a mí. Mi madre estaba inconsciente, había perdido mucha sangre, y mi problema principal era mi cerebro. Entonces me prepararon una especie de biberón y me dieron a tomar una leche, una savia de plantas sanadoras que había en ese valle. Y me fui recuperando, me fui recuperando.
La pareja de mi madre me contó que la anciana le había comentado que era una savia especial la de esas plantas, que prácticamente sanaba todo mi cuerpo por dentro y hasta se mezclaba con mi sangre. Eso yo no lo entendía, porque una cosa es digerir un líquido, pero que vaya a tus venas no lo entendía. Pero ya de pequeño era un adelantado, en el sentido de cómo entendía.
Recuerdo que la pareja de mi madre se había torcido el tobillo, que apenas podía caminar. Le toqué el tobillo mandando amor y me dijo: -¿Pero qué has hecho, Bastián?, se me fue el dolor. -Ahí fue cuando descubrimos que tenía el don de la sanación.
La pareja de mi madre les dijo a las ancianas: -No tenemos cómo pagarle. -Sí, olvidándose de este lugar, para que no lo saqueen. -Y cumplió su palabra.
Madre era una excelente persona pero no se terminó de recuperar. Las ancianas se dieron cuenta, se dieron cuenta, tenía como dentro suyo algo degenerativo que la iba comiendo por dentro. -Bastián, Bastián, ponle la mano en el vientre, sánala, sánala. -Pero no pude, no pude. De más grande supe que tenía un enorme tumor y que fue un milagro de aquel que está más allá de las estrellas el que haya nacido.
Y nunca supe de mi padre, mi padre se había ido antes de que yo naciera. Y después de que murió mi madre por ese tumor, el que sería mi padrastro siempre bebía. Pero ahora bebía más de la cuenta y más de una vez le sané la parte del hígado, que le cogían enormes puntadas. Yo decía que era por la bebida, "No, no...", y bebía y bebía. Y tampoco lo pude salvar, se le hizo como piedra el hígado. Si bien yo tenía el don de la sanación, ¡je!, no pude, no pude.
Aprendí de pequeño muchos oficios. Aprendí a manejar el arado, aprendí herrería, me gustaba mucho la carpintería. Trabajé muchos años con un carpintero, me enseñó muy bien el oficio. Y no tenía familia, entonces era como un hijo yo para él, porque como dije antes, no conocí a mi padre. Y muchas veces tenía problemas de pecho, le ponía la mano y lo sanaba. Pero hay algo contra lo que no puedo: contra la muerte, contra la vejez. Sabía que se moría. Cogió un pergamino y escribió con una pluma que me dejaba la carpintería. Yo ya era más grande y la vendí. Me pude comprar buenas botas, buenas alforjas y en un haras me compré un excelente hoyuman. Y guardaba mis metales dorados y plateados. Y cobreados también, por qué no. Y me fui de ese poblado.
Hasta que encontré otro poblado. Había mucha gente molesta porque habían saqueado ese poblado hace tiempo atrás y la gente no es que estuviera temerosa, estaba con odio. Y yo era un forastero y me miraban mal. Hasta que yo les enviaba amor. Y cuál sería mi sorpresa que ellos respondían de la misma manera, con afecto, con sonrisa: -¿Cómo te llamas? -Bastián, señor. -Ven, te invitamos a comer y a tomar algo. -Y descubrí mi segundo don, tenía el don de la empatía.
Un anciano que me veía permanentemente en esa aldea me dice: -¿Pero tú no serás un mento?
Le conté lo que me contó mi padrastro, que me habían dado a beber algo. Y no dije dónde ni cuándo. Y que lo mío no era innato sino que fue producido por eso que bebí. Y luego estudié la raza de los mentos y no, nada que ver, mi don era el de la sanación y el de la empatía.
Dos hermanos que se envidiaban entre ellos por el cariño de los padres, cuando eran tan cerrados por su ira que no se daban cuenta que sus padres sufrían al verlos pelear, los invité a tomar algo y los abracé con ambas manos a cada uno de su hombro, y me abrazaron a mí, y luego se abrazaron ellos: -Hermano, ¿qué nos pasó?, te amo tanto como a mi vida, más que a mi vida, eres parte de mí y yo soy parte de ti. -Y me fui contento de ver como transmitía a los demás ese don de la empatía, gracias a esa savia que entró en mi sangre y en mi mente.
Trabajé con un señor que era sanador en un poblado. Había una joven que me miraba mal, que me decía que yo era un aprovechador porque me empleé como ayudante y la gente se multiplicó. Y claro, Bastián cogía los metales y al viejo no le dejaba nada, cuando era al revés, tenía un plato de barro y casi todo lo que yo cobraba se lo dejaba a él, y podía tener cien vidas de lo que yo le había hecho ganar. Yo me llevaba lo justo, solamente lo justo.
Y luego me marché de ese poblado dejando bienestar en todos los lugares que iba. Y en camino había una señora que rengueaba con una jovencita que era la sobrina: -¿Tienes para darnos algo? -Sí... -Le di metales-. Pero -le digo-, no puedes caminar. -Les dejé mi hoyuman.
Y yo caminaba y caminaba y caminaba, hasta que un día llego a un enorme lugar amurallado, y los soldados en la puerta apostados mirando al extraño que se acercaba. Y radié esa empatía, porque la empatía nace de uno, uno no tiene que esperar que nazca del otro, nace de uno. -Bienvenido -me dijeron los soldados. Abrieron el portón y entré.
De todo: Feria, animales sueltos, cabras, porcinos... Chicos, infinidad de chicos. Hasta incluso una pequeña placeta con un pequeño lugar para títeres y marionetas para los niños. No solamente vendían comida, cereales, también vendían ropa usada. Había soldados pero no se metían con los feriantes, los dejaban trabajar. Claro, y pasando ese lugar ya estaba otro patio donde los feriantes no entraban. Los feriantes por supuesto estaban bien porque tenían viviendas y todo.
Y un noble me preguntó: -¿Quién eres? -Señor, me llamo Bastián. -¡Qué placer! ¿Quieres pasar? -¡Cómo no!
Pero entiéndeme, yo no me aprovechaba de ese empatía para manipular, no me gusta la palabra manipular, yo contagiaba la empatía, no manipulaba a las personas. Al contagiar esa empatía el noble me dejó pasar, y yo que estaba en ropas que no eran de campesino pero tampoco eran de noble. Y conocí muchísima gente.
Y encontré un personaje querido, un gnomo. -¡Bastián, Bastián! -Me abracé-. Todo lo que yo tengo -me dijo el gnomo-, los frascos, los ungüentos, los preparados no son nada comparado con lo que tú tienes en tus manos, esa riqueza de sanar. Ven, ven, te voy a presentar al rey. -No, no, está bien. -No, no hay problema, le tengo confianza. He logrado cosas, me quieren aquí. -Bueno. -Y lo seguí a Olafo, ¡je, je!
Y así fue cuando llegué al salón del trono y te conocí.
El joven dejó de relatar y yo lo miraba en el rostro, debe tener más de veinticinco años. -Pero no sé a quién me recuerdas ¿Estás usando empatía conmigo? -No, mi rey, para nada. No, no. -Entonces por qué siento esa empatía. ¿De verdad? -De verdad, majestad. No, no, no. -Eres mayor que mi hijo. -¿Tienes un hijo? -Sí, pero lo... lo... lo mataron. -No, mi rey, no llores. -Y me tocó, sentí como una luz.
En ese momento vino una gran amiga, Núria. -Anán, vengo de parte de Marya, quiere hablar contigo. -El joven me tenía de la mano y... -Que venga, que venga, quiero darle un abrazo. -Y Núria se marchó a buscar a Marya-. Dime que ahora has intercedido -le dije a Bastián. -Sí, porque intuyo como que adentro tuyo hay como un malestar contra esa persona que nombró la señora, y entonces te envié calma de mi empatía, para que te pongas bien y que afloren tus verdaderos sentimientos. Intuyo que debe ser algo muy cercano a ti. -Mi esposa, y la extraño horrores. ¿Cómo se llamaba tu madre? -Mi madre era una persona que tenía un padre que era malvado y la vendía al mejor postor, y el que fue mi padre pagó por ella, pero no para tenerla como esclava sino porque la empezó a amar. -¡Ajá! Sigue, sigue. -Pero mi madre estaba como apabullada, es como que sentía ese amor como requerimiento, como que él la amaba tanto que no la dejaba respirar. Y entonces es como que ella se recluyó. Hicieron el amor, ella prácticamente lo hizo el amor con él, pero luego se encerró en sí misma porque no quería apabullarlo. Y él malentendió todo, se sintió no querido, no amado. Mi padrastro me contó que estaba destrozado porque sentía que él la amaba más que a su vida y ella no le correspondía. Y se marchó. Y nunca más se supo de él. -¿Cómo se llamaba tu madre?, ¡por favor! -Sheena. Y se sintió tan sola que con el tiempo empezó a salir con el amigo de mi padre, Demetrio. -¿Te contó ese Demetrio de dónde venían? -Sí, majestad, de Krakoa. -¿Cómo se llamaba tu padre? No digas que era Gualterio. -Sí, majestad. No puedo seguir...
Sesión 30/03/2022
Había encontrado a su hijo perdido de pequeño. Ahora ambos eran mayores y no se habían tratado nunca, tenían que conocerse. Era su primer hijo, sería el heredero. Le presentó a su madre y a todos los del palacio.
Entidad: -Todavía no puedo recuperarme, todavía me cuesta asumir, entender, interpretar, interpretar todo esto que después de tanto tiempo es como que... es como que ha vuelto el tiempo, el tiempo donde venía de Krakoa, donde no conocía nada.
Tu madre... Tu madre era una persona tan tan hermosa, y la querían vender como... como a un cabrío, y di lo único que podía dar. Y el hombre, esa persona tan despreciable, la dejó como si fuera una mercadería. Y como ella estuvo toda la vida de esa manera, toda su corta vida, me trataba como si yo fuese su amo, y día tras día, noche tras noche, amanecer tras amanecer le explicaba que no. Y no te voy a mentir, no sólo tenía sentimientos sino también tenía deseos, y más de una vez se lo confesé. Y ella me respondía: "Lo que tú quieras". Pero tú, Bastián, que ya eres grande, no digo que te pongas en mi lugar porque nadie se puede poner en lugar del otro, nadie, pero yo quería, yo anhelaba que ese anhelo de acercamiento, ese anhelo de pasión naciera de ella. Hasta que una noche, que seguramente fue la noche que te engendramos, ella, y discúlpame que lo diga de la manera más sutil posible, ella me poseyó a mí.
Luego tuvimos un percance con una persona provocadora y yo apenas sabía manejar la espada y apareció un tipo paladín de la justicia y es como que ella se encandiló. Sé que no era amor porque enamorarse es ir conociendo a alguien, lo otro es, el enamoramiento es una ilusión, cuidado. A veces el enamoramiento es más fuerte que el propio amor pero dura nada. Pero en ese momento es como que dejó de verme, de admirarme, y cuando este paladín que nos salvó de un provocador se alejó, ella quedó quizá con su mente en él y no me prestaba atención. Mi compañero Demetrio me decía: "Tu valor, tu importancia no es por vencer a un matón, es por lo que hiciste tiempo atrás, que la salvaste a Sheena de... de esa gente despreciable. Eso vale más". Y claro que lo entendí. Demetrio era una persona sencilla pero dio en el punto justo.
Y hoy pienso igual de lo que me decía Demetrio. Pienso que los valores de una persona no están en la habilidad con la espada. Hay personas que nacen con habilidades, hay personas que nacen con dones y quizá sean personas despreciables. Pero me sentí tan dejado de lado, tan excluido, tan solo... ¿Quién no se estuvo solo en compañía, quién no estuvo solo rodeado de personas, quién, quién? Y sin decir nada cargué mis alforjas a mi montura y me alejé.
-Tú eres un regalo de aquel que está más allá de las estrellas, y... y eres el príncipe heredero. Bastián me abrazó, me dijo: -No te voy a llamar mi rey, ¡je, je!, te voy a decir Anán. Puedo decirte padre. Me cuesta. Pero puedo también tocarte, acariciarte el hombro con afecto y aliviarte esas emociones que te perforan el cuerpo, y verás que te vas a sentir mejor. -Sí, ya me siento mejor. Quisiera amarte con toda mi alma, en realidad es como que eres parte de mí, pero ¡je, je, je!, recién nos conocimos. Quisiera que conversemos, quisiera..., no sé qué te gusta comer, qué te gusta beber, qué costumbres tienes. Sé que eres un sanador... ¿Sabes que conozco un tipo de plantas que son sanadoras, y este... este gnomo que te conoce nos ha salvado más de una vez? Pero dice que tú no precisas esas hierbas, esas especies. Tú lo haces naturalmente porque es como que dentro de tu propia sangre al haberte alimentado con ese zumo o ese zumo lechoso de plantas es como que en tu torrente sanguíneo tuvieras el don de las plantas sanadoras. Te voy a... te voy a presentar a todos. -¡Je, je, je! -¿Te ríes? -No lo conoces bien a Olafo. -Sí, sí que lo conozco, Bastián. -No, no lo conoces. Todo el palacio, todos están enterados. -Pero lo que tú me has contado ahora, él no sabe que... Ven. Aranet, Fondalar, Émeris, Ervina, Albano, Núria... Marya, ven aquí, ven aquí mi amor, ven aquí. Hoy no sé qué me pasa, ven aquí. -Me abracé a Marya-. No quiero perderte, no quiero perderte. Hemos sido tontos los dos. -No, mi amor, yo he sido la tonta, tenías infinidad de preocupaciones y yo pensé que me dejabas de lado. -¿Cómo te voy a dejar de lado?
Mi hijo mayor, Bastián, se abrazó con Marya de una manera impersonal. Le tocó la frente y le dijo: -Quítate toda culpa. Marya respiró hondo y...: -Gracias. -Cogió un pañuelo de seda y me secó las lágrimas. -Quédate aquí, quédate aquí conmigo.
Los miré a todos: Es mi hijo mayor. ¿Te acuerdas, Aranet, había una señora que tú la socorriste y te abriste del camino y te fuiste por otro camino? Bueno, en ese otro camino me pasaron cosas. ¿Te cuento una cosa, Bastián? Ese famoso paladín, llamado Novo, que tu madre tanto se deslumbró, antes de ser Novo tenía tantos problemas de identidad, tanta baja estima... Lo conocí, estuvo aquí. Combatimos en distintas batallas y luego se marchó. Su nombre verdadero es Donk, es una historia que ya te contaré.
Bastián los miró a todos. No se abrazó con todos, estrechó la mano suavemente con las mujeres y más fuerte con los varones. Hasta que le tocó Fondalar. Lo miró: -¡Vaya! -dijo Bastián-, ¿tú sabes lo que tienes dentro de tu mente, de tu cuerpo? ¿Tú sabes que en muy pocas ocasiones aquel que está más allá de las estrellas brinda el don que te ha brindado a ti? -Lo sé, Bastián -respondió Fondalar-, lo sé. Y trato de hacer el bien. -Sí. Lo siento, lo siento, están todos bien menos tú. -Me miró a mí. -¿Qué tengo? -Recuéstate. -Me recosté. -¿Qué tengo? -Me puso la mano en el pecho. -Respira tranquilo, tranquilo. -No quiero que me adormezcas. -No voy a adormecerte, te estoy sanando, has tomado mucho frío. -Sí, a veces por la noche no me ponía las botas. Y tengo aparte un abrigo de piel para pasear de noche por la habitación, tampoco me lo ponía, bajaba despacio por las escaleras al salón del trono descalzo. -Has tomado frío y te ha afectado la parte de los pulmones. -¿Qué tengo? -Nada ahora, te he sanado. -O sea, que no sólo te ha enviado aquel que está más allá de las estrellas para que nos encontremos sino que me has sanado. -No era algo grave por ahora, pero con el tiempo podías empezar a escupir sangre. No va a pasar eso. -Bueno, bueno. ¿Cómo Olafo no lo vio? -Anán -dijo Bastián-, Olafo trata de sanar lo que está a la vista, incluso heridas o partos que vienen mal, envenenamientos, pero no puede saber lo que hay dentro de cada organismo. -¿Y tú sí?, porque eso va más allá del don de sanar. -Quizá dentro de ese don mis manos puedan percibir lo que está mal. Me ha pasado hace un tiempo que había un señor grande, había vivido su vida pero tenía hijos, nietos, gente que lo quería y vivía con un tremendo dolor de cabeza, a veces no podía ni dormir y le daban todo tipo de hierbas pero nada, hasta que le toqué la frente y sentí dentro como una masa oscura que le iba comiendo el cerebro. -¿Le has curado esa masa oscura? Algo que llamamos cancro. -No, no, era demasiado. No, no. Al poco tiempo falleció. Los familiares y los vecinos de la aldea sabían que mi fama de sanador me precedía y me ha pasado como en otras aldeas, como en otros poblados, me han despreciado o me han dicho que era falso, que era hipócrita, que me hacía la fama de sanador para ganar metales cuando nunca lo he hecho. El hombre murió porque eso que crecía en su cerebro era imposible de erradicarlo, no había manera, se había expandido. Quizá si nos hubiéramos conocido mil amaneceres después tampoco hubiera podido hacer nada por tus pulmones. No soy aquel que está más allá de las estrellas, soy un instrumento, como lo es este maestro Fondalar, no podemos hacer todo. Y eso es lo que mucha gente no entiende porque sanamos a uno y se desesperan haciendo fila y es injusto para mí porque voy viendo aquel no se salva, aquel otro tampoco, aquel directamente le quedan un par de días de vida. ¿Y cómo se lo digo, qué hago? No es grato. No es grato, para nada.
Interrumpió Aranet: -Bastián... -¡Vaya que eres grande, guerrero, je, je! ¿Qué? -¿Qué te parece si bajamos a comer? -Buena idea, tengo hambre. -Me miró, la miró a Marya-. Quiero que bajen cogidos de la mano, padre, si quieres que te diga padre. Esta joven te ama más que a ella misma. -Es verdad, daría la vida por él. Lo miré a Bastián y le dije: -Yo daría la vida por ella. -Bajen. Hablemos de mil cosas, no me cuentes nada de lo de Krakoa, yo no te contaré las peripecias que he pasado, quiero escucharlos a vosotros. Seguramente, tú, Aranet, tendrás historias. Y tú, ¿cómo te llamas? -Edmundo. -Tendrás historias... -No tan buenas. -Cuenta lo que desees y si no llámate a silencio. Aranet dijo: -Hay otros guerreros en el patio de armas. -No depende de mí, lo que diga mi padre. Pero quiero escuchar historias, comer. -Aranet dijo: -¿Tomas bebida espumante? Bastián dijo: -No, sólo zumo de frutos. -¿De verdad? -¡Je, je! No, de verdad no, tomo bebida espumante. Sí que tomo, seguramente no como tú, pero sí que tomo.
Sonreí. Sonreí, estaba con mi nuevo hijo, o viejo hijo, y con mi amor. La miré a Núria y con los labios le dije: -Gracias, gracias. -Núria me hizo un gesto de asentimiento. Y fuimos a comer y a escuchar historias con Bastián, el príncipe heredero.
Sesión 04/10/2022
El rey seguía torturándose, tanto por lo que pasó con su esposa y su hijo como por lo que no pasó. Es como que deseaba sufrir. Más tarde le dijeron que su hijo no había muerto, lo que aumentó su confusión.
Entidad: Me había despertado hacía instantes. Miré al lado mío, hacia mi izquierda, y dormía mi bella esposa respirando acompasadamente, la luz del ventanal me permitía ver su bello rostro. Había dormido plácidamente después de las caricias que me había hecho Marya.
Pero no sé por qué razón mi mente era un torbellino, me sentía molesto, incómodo. Había pasado tiempo y si lo comentara a los demás me tomarían por alguien malvado. ¡Ay, Dios! Ese ser que está más allá de las estrellas quizá sea el único que me entiende.
Me imaginaba, me imaginaba... ¡Ay, por favor!, esta bella mujer uniendo sus labios con mi hijo muerto. Y tenía una sensación en el estómago tan incómoda, y a su vez me sentía mal conmigo mismo, me molestaba más... Ser celestial que estás más allá de las estrellas, entiéndeme, ¿cómo puede dolerme más en mi interior ese acto que supuestamente ya he perdonado, que la muerte mi hijo? Tendría que tener un duelo eterno, un duelo eterno. ¿Por qué seguía sintiendo ese rencor? Es cierto que la cercanía de mi hijo mayor, Bastián, me provoca esa sensación de armonía, pero mi mente sigue trabajando. Me sentía inseguro, me sentía totalmente inseguro., una mujer que ama no tiene ojos para nadie más.
Pero había pasado tanto tiempo... ¿Por qué me desperté pensando en eso? Me pidió perdón una y mil veces, me dijo que estaba confundida por mi indiferencia. Pero indiferencia no es traición, es cierto. Mi hijo había sido secuestrado y luego quedó con su mente como mezclada, encerrado en su habitación no quería hablar con nadie y yo estaba preocupado por él. Después esa competencia tan tonta con Edmundo, de ver quién la había pasado peor. "Sí, Edmundo había sido sometido, pero mírame a mí, me fracturaron costillas, mira mi pómulo, mira mis manos. A él le daban de comer bien, a nosotros nos daban roedores para comer". Y sí, por supuesto mi mente estaba en otro lado. Pero después me di cuenta de que hacía el tonto porque si Gualterio era el que había sufrido tanto, ¿cómo, después da un paseo en hoyuman y la ve a mi esposa y ya se le fueron todos problemas de su mente por ver una figura que sale del lago? Y yo torturándome.
Pero me sentía mal conmigo mismo, porque cuando me trajeron la noticia en momentos pensé "Se hizo justicia", y hasta pensaba en mandar a Marya a una mazmorra y dejarla allí que se pudra. Le tiene que agradecer a Bastián, Bastián era como una especie de armonizador de mentes.
Me vestí, bajé al salón principal. Y una de las cocineras: -Mi rey, ¿le alcanzo el desayuno? -Llama a Albano. -Sí, mi rey. -Y prepárame el desayuno. -Al momento apareció Albano-. ¿Sabes dónde está Bastián? -En su habitación, mi rey. -Ve a buscarlo, por favor. -No hizo falta, justo bajaba por las escaleras.
Bastián: -¡Qué cara tienes, padre, cómo si no hubieras dormido! -No, dormí plácidamente, pero me desperté. -Y le conté todos mis pensamientos. -Padre, padre, padre, sabes que no hubo engaño. -¡Je, je, je! No, no en ese momento. Supongamos que Núria no hubiera visto nada, ¿cómo sabemos que en nuevos encuentros no hubiera sucedido algo más? Tú me entiendes. -Padre, ¿por qué juzgas lo que no pasó? -Bastián, me extraña de ti, ¿nunca te has adelantado a los acontecimientos? -Muchísimas veces. Cuando mi vida corría peligro veía las posibilidades, por dónde escapar, ¿pero adelantarme a acontecimientos negativos para torturarme yo mismo?, no, padre, no. El que hubiera pasado 'si' es clavarse puñales. -Exactamente, Bastián, eso es lo que siento. -Déjame que te abrace. -No, es como que deseo retorcerme. -Disculpa mi expresión, pero eso es tonto. -Seguramente -dije-, seguramente. Es como que gozo retorciéndome. Hay cosas que me da pudor contarte, pero anoche sus caricias fueron las mejores que recibí en mi vida, y después me imaginaba, hipotéticamente, que esas caricias se las podía haber dado a Gualterio. Desearía que Fondalar me lavara la mente y me provocara amnesia. -Padre, hacía rato que no te veía así, déjame que te abrace. -Me dejé abrazar y sentí como un ramalazo de armonía. -Yo sé lo que haces, Bastián, yo sé lo que haces, pero esto no es un borrador de memoria. -Padre, no quiero que borres la memoria, lo que quiero es que entiendas que Marya es una excelente persona. Si hay algo que aprendí en mi corta vida, padre, es a distinguir la bondad de la maldad, la indiferencia del compromiso, el verdadero dolor de la dicha, la lealtad. -No, no me vengas con eso, una persona leal no se besa con el hijo de su esposo. -Mira, no te voy a hablar como padre, te voy a hablar como un amigo, estamos solos, no nos escucha nadie. Hay una joven llamada Nadia, en la feria feudal. -Nadia... ¡Qué ha pasado con ella, qué has hecho! -¿Yo? No, yo nada, padre, pero ella ha conversado conmigo y tengo el don de no sólo de la armonía sino de que la gente confíe en mí. Pero yo con Nadia no hice ningún juramento ni ninguna promesa, puedo conversarlo contigo. Tú, padre, eres una persona que eres muy querido en el reino porque tus impuestos son nada prácticamente, la gente prospera, te quieren, algunos incluso te catalogan de débil porque a veces evitas batallas con reinos vecinos. Pero te quieren. Entonces no hace falta que vayas por la feria con guardias ni nada, paseas. Y esta joven, Nadia, me ha comentado de que le has comprado algunas baratijas, que no precisas porque son adornos que en palacio no he visto. Entonces dime por qué le has comprado. -Me encogí de hombros. -No sé por qué... -Padre, no finjas que toses, ¿por qué le has comprado? -No sé, para hacerle un favor. -Y le has preguntado si tenía más, y te dijo que en su casa. -Pero esto que te ha contado ha pasado bastante tiempo. -¿Ah, sí? Bastante tiempo para ti, pero ella no se olvida. Ella no se olvida que has ido a la casa y que ella te veía como su señor, como alguien que si ella tocara sería como tocar a aquel que está más allá de las estrellas. -¡Ay, Bastián, hijo!, ¿qué dices? -Exactamente lo que dijo ella. Y que tú le has dicho: "Soy tu rey, pero soy un ser humano, ¿quieres tocarme?, tócame". Y te tocó. Y es cierto, ella reconoció que fue ella la que te tocó en demasía. Pero tú le has correspondido y llegaron a más. -Por supuesto. -Ella no quedó embarazada ni nada, pero nunca se olvidó de que estuvo con su rey. En cambio tú te has olvidado. Entonces, padre, no me hables de lealtad. -Me sentí molesto. -¿Pero quién eres tú para censurarme? -Soy tu hijo, y aparte quedamos en que hablábamos como amigos, hablábamos como tu confidente. No hagas ahora de padre conmigo, no seas hipócrita. -No uses este tono conmigo, Bastián, te pareces a Gualterio, por lo insolente. -No, te estoy diciendo la verdad, tu esposa no te engañó. -Un beso es un engaño. -¿Y una relación íntima con Nadia qué es? -¿Quién lo sabe? -Nadia no se lo contó a nadie salvo a mí, y yo te lo cuento a ti. Y va a quedar entre nosotros. Pero no te hagas el dolido conmigo. No conmigo. No te levantes más por las mañanas con ese rencor estúpido. -Bastián... -¿Quieres que sea hipócrita?, ¿no puedo hablar con mi padre con esa confianza, o quieres que te diga mi rey? ¿O quieres que me vaya? -No no no no. ¿Ahora te ofendes? -No, yo no me ofendo nunca, simplemente tengo dignidad, no permito que se insulte mi inteligencia. Y sé que tú también tienes inteligencia y sé que este rencor estúpido te come la inteligencia, te la corroe. Así que déjate de tonterías, tienes una muy buena esposa. Bella. -Qué, ¿para ti también es bella? -Padre deja de tener esa pose infantil, por favor, no conmigo, ¿eh?
Se escuchó como un griterío y Bastián me dice: Ven. -Miramos por el ventanal. -Los soldados están abriendo el portón. -Llegaba Fondalar, Ervina, Ezeven, Ciruela. -Ven, padre. Vamos. La cocinera había traído el desayuno. -Déjalo ahí -le ordené. Y salimos.
Los jinetes desmontaron. Ciruela vino corriendo, pero pasó de largo, se abrazó con Émeris. Me acerqué a Fondalar: -Se te ve pálido, ¿todo bien? -Me contó la lucha mental con Andreas.
Se acercó Ezeven. Ervina nos saludó y fue a hablar con Émeris. Nos quedamos con Bastián, Fondalar y Ezeven. Fondalar fue el que habló: -Vamos al salón principal. -Llamé a la cocinera-. Desayuno para todos. -Sí, mi rey.
-¿Qué pasa?, entiendo que es una buena noticia. Te escucho Fondalar. -Gualterio está vivo. -¡Cómo, Gualterio está vivo? -Gualterio está vivo, nadie lo ejecutó. Después hubo una tremenda batalla y recibió varias flechas en el cuerpo y ahí sí estuvo al borde de la muerte, por unos aldeanos sometidos por Andreas. Y una joven, Cirina, que luego te comentaré sus dones, le salvó la vida. -Mi hijo Gualterio está vivo, ¿y por qué no vino? -Tiene pareja. Está enamorado, por primera vez, de una joven llamada Noah. -¿Noah? -pregunté-, ¿quién es Noah? -Noah es la hija de Masón, el emperador del imperio Atauro, cuya ciudad principal tiene cien veces mil personas. Y ahora iban para allí. -¿Y por qué no vino? -Anán, encontró un amor verdadero que lo ama y tenía que resolver cuestiones. Su hija Noah se había escapado del imperio Atauro porque el padre la quería casar por conveniencia. -¿Y con quién estaba? -Aparte de esa Noah, con otra joven. Con otra joven llamada Jimena, con la joven Cirina y... ¿Sabes quién es su padre adoptivo? Nada menos que Geralt. -¿Geralt? -Sí. Y además nos encontramos con Ligor y Donk, que también los acompañaban al imperio Atauro.
Mi hijo estaba vivo. Pero ya no sentía rencor, es como que Bastián me había puesto en mi lugar, me había sacudido por dentro acomodándome todas las piezas, ¡je, je! Lo miré a Bastián, asintió con la cabeza queriendo decir: "Quédate tranquilo, padre, el secreto está entre nosotros. Nadia no dirá nada, ni ella misma se lo cree". Y ahora dentro mío sentía arder mi cuerpo. -¿No sabes cuándo lo veré? -Calma, calma, calma. -Tres veces me dijo eso, Fondalar-. Todo a su tiempo. Lo miré a Bastián: -Tu hermano está vivo. -Y bueno, padre, ¿no te parece que es momento de celebrar? -Le contaré a Marya. -Me marché hacia las escaleras y Bastián me siguió y me tomó del hombro: -Acuérdate, acuérdate de mis palabras, ¿hay rencor? -No. -¿De verdad? -Bastián, ya está superado. Queda entre nosotros. -No hace falta que me lo digas, padre. Si Marya se pone contenta se va a poner contenta por ti. No vuelvas a pensar cosas estúpidas. -Bastián, basta. -Tuve un impulso y lo abracé-. Gracias, Bastián, ¡vuelvo a tener dos hijos, vuelvo a tener dos hijos!
Sesión 19/10/2022
Su dolido ego y su rencor lo estaban derrotando. Gracias a su hijo mayor, que lo aconsejó, y gracias a su esposa, que lo serenó, podría salir de la amarga situación en que se encontraba. Esperaba recuperarse, regresar a una vida feliz con ellos. Como antes.
Entidad: Ya había pasado un mes desde que Fondalar me dio la noticia de que Gualterio estaba vivo, me sentía bien de alguna manera porque parte de la feria feudal ya era como una pequeña ciudad, una pequeña aldea que rodeaba al palacio. En ese momento estaba en la habitación besándola a ella, acariciándola mientras ella me devolvía los besos hasta culminar la relación.
Le dije: -Nos vemos en breve. -Sí, mi rey.
Salí embozado, disfrazado del lugar, pero como por arte de magia a lo lejos, a casi cien líneas Bastián me miraba. -Padre, otra vez. Es la cuarta vez que te veo salir de distintos lugares de mujeres que trabajan en la feria feudal, ¿qué pasa con tu reina, con Marya? -Eres mi hijo -respondí-, no voy a contarte mis intimidades. -No, no padre, no te estoy pidiendo que me cuentes tus intimidades, te estoy pidiendo que me cuentes tus emociones. Salvo que no lo desees, y nadie te va a obligar a ello. Le iba a responder: -Por supuesto que no, soy el rey", pero le dije-: No sé lo que me pasa, a veces tengo pudor incluso para comentarlo con mis mejores amigos. Justamente por ser mis mejores amigos me da más pudor. Prácticamente Aranet y yo éramos como hermanos, pero no..., hay cosas que no puedo contarle. Tampoco a Fondalar. -¿Te juzgaría? -No, no, Fondalar jamás me juzgaría por nada. Soy yo. Estoy con Marya y es como que no... no puedo. -¿No puedes amarla? -La amo. No puedo estar con ella; la beso, siento sus caricias y en ese momento tengo un dolor tremendo de estómago. -¿Por qué? -Caminábamos en medio de la multitud yendo para el palacio, nadie me reconocía. -¿Sabes qué pasa, Bastián? Pienso qué hubiera pasado si... si Núria no los hubiera visto. Qué hubiera pasado si seguían adelante. -¡Padre! Ya hablamos de eso muchísimas veces. Ya la perdonaste fue un pequeño desliz, no pasó nada. -No, pero podía haber pasado. -Padre ese es un pensamiento retorcido. -¡Ja, ja, ja! Para ti, para ti es un pensamiento retorcido. Para mí no. Ya sé que no debo hablar sobre hipótesis, a mí tampoco me gusta el "qué hubiera pasado si". Fondalar me lo dice siempre, las hipótesis son hipótesis: "Qué hubiera pasado si nos ganaba Andahazi, qué hubiera pasado si no hubieran estado los dracons, qué hubiera pasado si". Entiendo, son hipótesis, pero hipótesis que se podían haberse hecho realidad. ¿Qué hubiera pasado si Núria no pasaba por ahí? Quizás en ese momento no, pero se hubieran vuelto a encontrar. Y Núria hubiera sido la amante de tu hermano menor. No Núria, Marya. -Padre, ¿estás durmiendo? -No, prácticamente no duermo. -Porque no es la primera vez que te confundes de nombre. El otro día refiriéndote a la reina dijiste: "No sé qué pasa con Émeris que no baja", y ahora en lugar de Marya has dicho Núria. Pienso que al no dormir está afectando tu mente. -¡Je, je, je! -¿Te ríes padre? -No, no me río en son de burla, me río en pensar que tú, mi hijo, me estás dando consejos a mí. El otro día también pasó el joven Edmundo y le dije "Gualterio, ¿qué haces aquí?". "Mi rey, soy Edmundo". Lo miré bien: "Disculpa, disculpa. Sigue tu camino". A veces es como que me imagino ver rostros que no están o de repente mi mente cambia los nombres. Es como que estoy extenuado mentalmente. -Puedo hablar con el gnomo, te puede dar unas hierbas para dormir. -Quizá no quiera dormir, quizá goce de... torturándome mentalmente. -Padre, ¿sabes cómo suena eso, sabes la incoherencia que estás diciendo? -También me podría hacer dormir Fondalar. Es imposible explicarte lo que pasa por mi mente, pienso que si se hubiera consumado el engaño la hubiera puesto en una mazmorra. Y a mi hijo. -A tu hijo ya lo has expulsado y has hecho un duelo pensando que estaba muerto. Ahora que sabes que mi hermano está vivo tendrías que alegrarte, hacer una fiesta, llenarte de gozo. Pero no, piensas en lo que pudo haber sido. Y es algo que no tiene sentido, es algo inútil. Lo miré a Bastián, ya estábamos en la puerta de palacio: -Supón... supón que me engaña con otro. -¡Padre!, ¿qué dices? -Ella me dijo que yo la tenía descuidada. No es excusa. En ese momento los jóvenes habían sido secuestrados y mi mente estaba en otro lado, ahora la tengo más descuidada todavía porque hay noches en las que me abraza y yo no... no respondo, no puedo. -¿Y no te pregunta el porqué? -Le digo que me siento mal. No le doy explicaciones, no tengo porqué darle explicaciones. -Padre, yo creo que sí tienes que darle explicaciones. -No, te equivocas, ahora prácticamente estoy más distanciado que antes. ¿Cómo sé que no va a tener otro impulso y de repente un soldado cualquiera la ve de vuelta en el lago y... y yace con ese soldado? -Padre, te estás envenenando la mente, te estás envenenado el alma. -¡Je, je! Ponte en mi lugar. -Nadie se puede poner en lugar del otro. Pero padre, si yo estuviera en tu lugar dejaría correr las aguas, ya pasó. Habla con ella, sincérate, dile lo que sientes, dile lo que piensas, dile todo. Dile que... qué hubiera pasado si Núria no los veía, y que te mire de frente y te diga. Pero no te envenenes. Habla con ella. Fue un beso. En ese tiempo que pasó, por lo menos las veces que yo te he visto, como cuatro o cinco veces, yendo a distintas mujeres en la feria feudal. Y si alguna tiene un hijo tuyo, ¿qué piensas hacer, como otros reyes de la comarca que se llenan de hijos bastardos, no reconocidos? -Lo miré enojado. -Bastián, me ofendes. -No, es tu ego el que se ofende. ¿De qué manera te cuidas? -Todas ellas toman unas hierbas para no embarazarse. -¿Y cómo sabes que te dicen la verdad? ¿Y si te mienten?, ¿y si tienen un hijo y después lo comentan por todos lados, cómo quedas tú? Y además no es lo correcto, te quejas por un beso que ella misma cortó, porque fue así, los dos se arrepintieron y no pasó nada, y en ese lapso, ¿cuántas veces la has engañado a Marya? -Soy el rey. -Sí. ¿Y qué me quieres decir con eso, que por ser el rey se te puede permitir todo? -Por supuesto, soy el rey. -Padre, estás hablando de una manera muy infantil, muy infantil. Tú no eres así. Y esto va más allá de no poder dormir. Aclara las cosas de una vez por todas o directamente corta la relación. -Lo miré. -Y si corto la relación no voy a permitir que ella esté con otro, no. Antes la encierro. -¿Te das cuenta?, hablas como uno de esos tiranos: no es tu esposa, es tu propiedad. -Si me divorcio de ella no va a ser de nadie, la encierro. -No es ganado, no es un puersario, no es un cabrío, es una mujer hecha y derecha. Escúchate hablar. -Lo miré. -Me da la impresión de que aparte de hijo eres mi consejero.
Entramos a palacio, justo bajaba Marya: -Mi amor, ¿qué haces vestido así? -Fui con Bastián a recorrer la pequeña aldea, en lo que se transformó en la feria feudal. Y no quería que me reconocieran, quería pasear tranquilo sin guardias, sin seguridad. -Bastián me golpeó con el codo y me dijo murmurando: -Háblale. -Y se alejó.
Fuimos al salón del trono. -Marya, quiero hablarte. -¿Qué pasó? -Hace noches que no puedo dormir. -Me di cuenta mi amor, y me di cuenta también como que me rechazas. -Me sentía mal estos días. -No, no me mientas. Te conozco, es como que no te incentivo. Es como que... Cuando me conociste yo era una joven que te deslumbraba, tú me veías como un espejismo, y ahora nada. Y yo sé, yo lo siento... -¿Qué? -Que vas por ahí a desahogarte. -¿Y no te molesta? -Anán, tú no quieres a nadie más que a mí, no puedo estar celosa de personas que ni te acuerdas el rostro. Pero sí, me pongo mal porque me engañas, no te incentivo más. -No pasa por ahí, lo hablé con Bastián. -¿Hablaste con Bastián de nosotros? -Bastián es sabio. No le doy detalles por supuesto, pero él, lo que tú sospechas, él directamente lo vio. -¿Entonces me lo confirmas? -Sí, te lo confirmo. -¿Necesitabas otra mujer? -No, necesitaba sacarme la... la rabia. -Rabia, ¿por qué? Yo no te engañé. -No. Pero supón que no, y se lo dije a Bastián, si no les hubiera visto Núria. -Fue un momento, yo misma me eché para atrás después. Y nunca más hubiera pasado nada aunque nadie nos hubiera visto. Yo misma me torturaba con el error. Dije: -Porque pienso que de la misma manera que te has besado con él lo podrías hacer con cualquier soldado. -¡Plaf! Me dio una cachetada. Cerré mis puños. -¿Vas a pegarme? -No. -Pero te has atrevido a darme una cachetada. ¿Qué te pasa? -Mi amor, me ha dolido más que a ti. Pero me ha dolido que me digas que puedo acostarme con cualquier soldado. Si quieres que no esté más contigo me lo dices. Si quieres encerrarme en una mazmorra, enciérrame. Si quieres castigarme, castígame, pero yo te seguiré amando hasta el fin de mis días. -Sentí una emoción tremenda, pero buena, tenía los ojos con lágrimas. -Yo no puedo vivir sin ti, Marya. No puedo vivir sin ti. -Y sin embargo has ido a yacer por ahí en la aldea. -No significa nada. -No, pero ponte en mi lugar. Hay noches que no habrás dormido pensando que yo podría, y eso es un insulto hacia mi persona, yacer con un soldado. ¿Cómo piensas que me siento yo que sí lo has hecho con algunas mujeres de la aldea? Sí, está bien, para sacarte la ira. La ira por nada, una ira inventada por una supuesta hipótesis. Claro eres el rey, eres el amo. -No no no no, en este momento me siento totalmente arrepentido. -¿Te sientes sucio? -Me siento arrepentido. -¡Ah! Como eres hombre no te sientes sucio. -¿Y eso hace que me ames menos? -No, te amo más que a mi vida, Anán. -Yo también. -Sin embargo no te has contenido, esa es la diferencia entre nosotros. -Ahora me estás creando complejos de culpa. -No es mi intención, mi rey, no es mi intención, pero si no lo digo con mi esposo, ¿con quién lo voy a hablar? Ya no soy aquella niña que conociste, soy una mujer y sé lo que quiero. Y te quiero a ti. Y no me interesa si eres rey o plebeyo, quiero a la persona, al ser humano, no al monarca. -Subamos, te voy a hacer el amor. -No, no, Anán, tómate unas hierbas, quiero que duermas, quiero que comas algo primero. Estás demacrado, ojeroso, apenas puedes tenerte de pie. No te quiero así. -¿No me quieres? -Anán, no seas infantil, te amo no quiero verte así. ¿Acaso debo aclararte las palabras? Tenemos todo el tiempo por delante, pero quiero que estés bien. -Y si algún día vuelve mi hijo menor, ¿qué? -Mi amor, lo veo como... lo veo como un joven. Y, aparte, sé que tiene una buena pareja, lo cual me pone contenta. Y tendrías que estar contento tú. -Tienes razón, quizá te ame demasiado. -Mírame, Anán. -La miré-. Mírame a los ojos. -La miré-. Nunca se ama demasiado. No existe la palabra demasiado para el amor, el amor no se mide.
Y me quedé con esas palabras de Marya: "El amor no se mide". Las escapadas a la aldea se terminaban para mí. Comería algo abundante, me tomaría un té de hierbas y luego dormiría. -Daré la orden que no te despierten -dijo Marya-. Aunque tengas que dormir dos noches enteras, no importa, tienes que recuperar ese sueño. El otro día entré a la alcoba y me dijiste, "¿Qué haces aquí, Émeris?". -Sí, me lo hizo notar Bastián, me he confundido de nombres varias veces. Y la vez pasada confundí a Edmundo con Gualterio. -Tienes que dormir. -Eso haré, después de comer algo. Eso haré, tengo que recuperarme. Me va a costar, estoy muy demacrado, lo noto, y he bajado bastante de peso, pero lo voy a lograr con tu ayuda. -Eso no te quepa ninguna duda, mi amor. Eso no te quepa ninguna duda, mi rey.
Sesión 04/01/2023
Se llevaban a cabo los preparativos para la fiesta. Convidaron a amigos y a distintos personales. Se contaron interesantes historias de aquel mundo guerrero, Umbro.
Entidad: Me sentía excitado, ansioso, quizá nervioso tratando de ver todos los detalles para la fiesta que se estaba por celebrar.
Me sorprendía que veía a Marya tan tranquila: -¿Qué sucede mi amor? -¿Te parece poco?, no quiero que haya un detalle fuera de lugar. -Mi amor, ¿te piensas que la gente se va a preocupar por eso?, es una fiesta informal, la gente viene a divertirse, a beber, a pasarla bien, a contar anécdotas. -No sé, siento como que... como que tengo que estar en todo. -¡Je! Mi amor, tienes decenas de sirvientes que pueden hacer todo por ti, y lo hacen. -Lo llamaría a Albano. -No hace falta, dime a mí qué. -Licores. -Hay licores, mi amor, hay un montón de bebida espumante. Hay zumo, van a venir muchísimos nobles con sus hijos e hijas que van a tomar zumo, yo misma voy a tomar zumo. -Me encogí de hombros. -Está bien, lo dejo en tus manos. -No, mi amor, lo dejas en manos de los sirvientes. -No van a saber qué hacer. -Saben qué hacer, saben qué hacer. Quédate tranquilo.
Me había dado un baño con agua tibia, pensé que me iba a relajar, pero me sentía raro. -Mi amor, los conoces a todos. -A todos no. Núria vino con ese desconocido, ese tal Netrel, tiene un aspecto agradable pero a su vez, como que... no digo que sea introvertido, ¿pero has visto en la zona ecuatorial que juegan a las cartas y el que tiene determinada cantidad de puntos con las cartas gana, y ponen cara de disimulo para que los demás no sepan cuál es su puntaje, y de repente si pasas de ese puntaje pierdes?, o sea, que si coges una carta más alta pierdes. Y se miran los rostros unos a los otros. Bueno, ese el mismo rostro que veo en Netrel como que... como que no muestra lo que tiene, no muestra su juego. -¿Mi amor, acaso desconfías de él? -No no no no, quiero decir que no lo veo introvertido, lo veo seguro. -¿Qué te parece si bajamos al salón principal?, debe estar lleno de gente. No hace falta que saludes a nadie, basta con inclinar la cabeza y todos se inclinarán. -¡Ay, ay!, el rol del rey tradicional no, no me acostumbro. Pensar que fui príncipe siendo apenas un adolescente, pasando de Krakoa al continente, y me encuentro con una herencia increíble. Y ha pasado miles y miles y miles de amaneceres y aún es como que todo esto de la ceremonia me pone tan incómodo, pero tan incómodo... -¿Qué quisieras hacer? -¡Ja, ja! Marya, ¿qué quisiera hacer? No sé, salir con... salir con Aranet, salir con Aksel a galopar, disfrutar del día lejos de las formalidades. Me siento... me siento como prisionero. -Mi amor, ¡je, je!, eres el rey, haces y deshaces, figurativamente hablando, no tienes que obedecer a nadie. ¿Quieres ir a un día de campo?, puedes hacerlo. -Quisiera... Quizá extraño algunas aventuras, las veces que habré escuchado a Ligor yendo de este a oeste, de norte a sur, y yo pensando qué hice. -Mi amor, has participado de batallas, lo de Andahazi por ejemplo, se han perdido vidas. -Lo sé, lo sé. Bajemos, bajemos Marya.
El salón prácticamente no daba abasto, era enorme, pero la cantidad de nobles que habían venido. A la cabecera estaba Fondalar, Aksel, Núria, Émeris. Lo vi a Edmundo y me hizo acordar cuánto extrañaba a Gualterio, Ervina, Ezeven. Me senté a la cabecera con mi esposa y a un costado mío estaba este desconocido, Netrel.
Comimos, bebí moderadamente y luego Aranet me dijo: -¿Qué te parece si nos vamos al patio de los árboles? -Era mi lugar favorito.
El patio de armas era completamente descubierto, para práctica con espadas. El patio de árboles estaba lleno de asientos con respaldo donde podíamos conversar y beber tranquilamente sin la ceremonia de la nobleza.
Los nobles dejaron infinidad de regalos. Me sorprendía Bastián, Bastián estaba sereno, tranquilo, sonriente como si fuera una ceremonia más. Y pensar que él había pasado por tantas dificultades, pero lo tomaba todo tan tranquilamente... -¿Vienes? -le dije. -Sí, padre. -Y fuimos.
Émeris le dijo a Fondalar: -Me quedaré con Núria y con Marya. Ervina, ven tú también. -Las mujeres se reunieron en una gran habitación y nosotros nos fuimos al enorme patio de los árboles.
Pude hablar con Netrel. -Cuéntanos de ti. -¡Je, je, je! Recuerdo que a la dama Núria le dije exactamente lo mismo: ¿"Hasta cuando tienes tiempo"? -¿Qué te respondió? -Que su tiempo era limitado. -Bueno, tenemos hasta el anochecer. -Bueno, hasta el anochecer podré contar alguna de mis historias. -¿Vaya, has recorrido mucho camino? -Nunca es demasiado. ¿Puedo llamarte Anán? -Sí, por supuesto. -Porque me siento más cómodo fuera de la ceremonia. -Comparto contigo eso. -Estuve muchísimo tiempo, muchísimo tiempo buscando al asesino de mi esposa, atravesé comarcas, valles, ríos, crucé montañas, desiertos y después de tanto tiempo lo encontré. -¿Lo has matado? -Había formado familia. No, no lo maté. -¿Y te quedaste con esa llama de venganza dentro? -No, no, hice una introspección después evaluando toda esa época de búsqueda, pero no. Y luego me sentí como vacío, extrañando más que nunca la falta de mi esposa. Y esa sed de venganza era lo que me motivaba. Y cuando lo perdoné, quizá por compasión, me quedé como vacío. -¿Te has cuestionado? -No, no me he cuestionado nada, ese perdón es como que apagó mi ira. -¿Y qué has hecho? -Seguí mi camino. No puedo decir hacia donde, dejé que mi hoyuman decidiera. -Supongo que te habrás topado con maleantes. -¡Je, je! Antes y después. He conocido a personas y a razas que desconocía. Había una zona en el norte que tenía un bosque muy muy oscuro, muy muy espeso, era casi una selva, era una selva calurosa, húmeda, lo cual era extraño porque estaba bastante al norte, pero no hacía frío. Y de repente sentí un golpe en la cabeza que me aturdió, no sé si era una piedra o un fruto duro. Un segundo golpe me aturdió tanto que me volteó de mi cabalgadura, me quedé aturdido, me golpeé la cabeza. Cuando abrí los ojos tenía como diez lanzas apoyadas sobre mi pecho.
-¿Quién eres? -me preguntaron. Levanté la vista, había diez pequeños hombres de una línea, o un poco más de una línea de altura, era la raza de los enanos que estaban allí. -Soy un errante -les dije-, estoy de paso, no vengo a molestar ni a invadir, estoy solo. -¿No vienes a robar nuestros metales? -¿Metales? Tengo un montón de metales en mis alforjas. -No, no hablo de metales en moneda, tenemos una mina de metales. -Desconocía eso. -Qué raro, porque nuestra mina es famosa en varios poblados. -Lo siento, vengo viajando de la zona ecuatorial. -Muéstranos tu espada. -Si me permitís pararme... -Me paré, era casi el doble del tamaño de ellos. Saqué mi espada. -Está bien templada -me dijeron. -Así es. -Se miraron y rieron. -Lástima el metal. -No entiendo. -Un metal débil. -¿Metal débil? ¿Débil? Es uno de los metales más fuertes. -Apoya tu espada entre estas rocas. -¡Esperad esperad!, ¿qué vais a hacer? -Uno de ellos sacó su espada, bastante más pequeña que la mía, ideal para su estatura. Apoyé mi espada entre dos rocas. Levantó su espada, la bajó y partió mi espada en dos. Me quedé sorprendido. -¿Me permites, por favor, tu espada? -Me miró y me la tendió por el mango. La cogí, era un metal oscuro-. ¿Qué es este metal? -Este es nuestro metal que tenemos en las minas. Hemos tenido distintas guerras debido a nuestro metal. -No conocía vuestra raza, no conocía vuestro metal, pero me he quedado sin espada. -Tranquilo, tenemos espadas grandes que hemos fabricado para humanos. -Otro de los enanos me trajo una espada muy similar a la mía. La cogí, la tanteé, era un poco más liviana-. Pégale a esa roca. -No, se le va a hacer alguna muesca en el metal. -Pégale.-Cogí la espada, firmemente, de metal negro. Le pegué a la roca. Cual fue mi sorpresa que la partí en dos. Miré el filo de mi espada y lo toqué con mi dedo: ni una muesca-. Por eso fueron las guerras. De hace miles y miles de amaneceres que vienen y nos invaden, y hasta ahora los hemos rechazado. -¿A quiénes? -A los elfos verdes. Y ahora hay uno que es una peste, nos ataca a solas en el camino y ha matado a varios de los nuestros. Le dicen Grum, el invencible. Y de verdad que es muy bueno. Por eso cuando salimos a cazar nunca salimos menos de una decena. -Lamento que os pase eso. -De repente uno tocó un cuerno 'tuuu', 'tuuu'-. ¿Qué pasa? -Se acerca un grupo de elfos verdes. -Yo pensaba cabalgar en paz, salieron varios enanos al claro y yo con ellos. Los elfos eran de mi estatura, adelante había un elfo corpulento, me sorprendía que el color de su piel era verdoso. Me miraron a mí: -¿Quién eres? -Un viajero. -Venimos a que nos den metales y no los molestaremos por lo menos por treinta amaneceres. -¿Por qué no vivís de vuestro trabajo? -El enano que mandaba me tomó de la mano. -No te metas, va a ser peor. -No, no me gustan las injusticias. ¿Quién está al mando? -Yo -dijo el corpulento-, Crunt. -Hagamos una cosa, vamos a combatir, si me vences no sólo me matas sino que te darán el doble de lo que vienes a buscar. -El enano me tiró de la mano. -¿Qué haces? -Acepto -dijo el elfo. -Desmontó de su cabalgadura. Saqué mi espada, lo primero que se fijó que era una espada de metal negro. -Tienes ventaja. -No tengo ventaja, yo no pienso partir tu espada, yo pienso clavártela. Y si los demás no entienden mi mensaje -mostré mi espada-, correrán la misma suerte. -Somos una docena. -He peleado contra una docena de personas. -Me atacó de improviso, pero yo vivo alerta. Sin dificultad paré el golpe, di una media vuelta y le crucé la espada en el pecho, prácticamente estaba semimuerto. Y le tuve compasión, no quise que sufriera; le clavé la espada en el corazón. Los enanos estaban asombradísimos. Yo, un desconocido, había matado al supuestamente invencible elfo verde, invencible hasta que se topó conmigo. -Vosotros, escuchad el resto de mi propuesta: Si me vencía se llevaban el doble. Si yo lo vencía se iban y no molestaban más o se atrevían a pelear conmigo. -Uno de ellos amagó y un compañero lo frenó. Le habló al al oído. Cogieron sus cabalgaduras y se marcharon. Y me quedé un tiempo a vivir con los enanos enseñándoles un poquito más el arte de la espada.
Netrel dejó de contar su historia y le dije: -Desconocía esas comarcas. Y verdaderamente eres bueno. -Fondalar le dijo: -¿Me permites ver tu arma? -¡Cómo no!, por tu mirada tú debes ser un mento. -¡Je, je! Así es, lo soy. -Fondalar cogió la espada de Netrel-. Es parecido al metal de la piedra que cayó del cielo. Hay un herrero muy conocido llamado Raúl que hace espadas de metal negro. Netrel respondió: -Este metal no cayó del cielo, está en la mina de los enanos. Pero seguramente esa piedra que cayó del cielo, que tú dices, debe venir de algún mundo cerca de aquel que está más allá de las estrellas, donde debe haber una mina similar. Fondalar dijo: -Sí, tú explicación es válida. Mira la espada de Aranet. -Aranet se la ofreció a Netrel. -Es igual, es el mismo metal.
Y seguimos conversando. Yo quedé de lado porque después se quedaron conversando Aranet y Netrel, dos guerreros de primera. Se me había pasado un poco la incomodidad porque no me sentía cómodo con la ceremonia de nobleza, Bastián recostado gozando la conversación, pero no hablaba. -¿Estás bien hijo? -Mejor que nunca. Me encantó la historia de Netrel. Espero que te quedes un tiempo y que tengas más historias. Netrel lo miró a Bastián: -Apreciado príncipe, ¿ves los dedos de mis manos? -Sí. -Tengo diez veces más que los dedos de mis manos de historias a contar, salvo que os aburra, os cantaré. Le dije: -Por favor, ¡je, je!, no hoy, pero si te quedas unos días me harás el bien, porque me alimento de tus historias. Netrel me miró y sonrió. Al sonreír es como que su rostro de jugar a las cartas se hubiera diluido y se sintiera cómodo. Y yo tan cómodo como él.
Sesión 10/01/2023
Le sobrevino un ansia de recordar viejos tiempos, aventuras, pueblos, gente, estaba no aburrido de reinar sino que necesitaba un cambio. Pero tenía responsabilidades, era el rey. Lo habló con sus amigos.
Entidad: Sentía como que me ahogaba, como si estuviera sumergido en un lago y algo me retuviera en el fondo y no pudiera respirar. Lo comenté con quien me pareció la persona que me pudiera dar mejores orientaciones, Fondalar. Me respondió: -Exactamente, ¿qué es lo que te asfixia la corona, el palacio, obligaciones, la pareja? Expliqué que era imposible responder de forma puntual, sólo dije: -Mi pareja no, si bien aún me queda como cierta angustia, no rencor, como cierta angustia por aquel lejano episodio con mi hijo Gualterio, que si bien no desembocó en nada podía haber sido, pero no no no. Cuando fue la fiesta de Bastián estaba como confundido, por momentos había como una dualidad. -Entiendo lo que quieres decir, una disociación. -No... no sé qué es esa palabra. Fondalar me dijo: -Como que no te sentías que eras tú, como que te sentías que eras otro. -¡Je, je! Sí digamos que sí. Veía a todos los nobles y por momentos, ¡je, je, je!, hasta pensé en inclinarme, y después dije "¿Qué estoy haciendo?, soy el rey, ¡ellos se inclinan!". Y no, no me sentí cómodo en la ceremonia, era la ceremonia de mi hijo mayor, o sabría explicarlo. Pero después cuando terminó toda esta ética fuimos al patio de árboles, nos sentamos sin ninguna etiqueta, hablando yo como uno más, y es como que puede respirar, me sentía cómodo. Y encima este personaje tan extraño, con tantas historias, Netrel, me sentí con ganas de vivir historias. Recuerdo las veces que Ligor contaba cuando iba a los apartados, con las amazonas, al nuevo continente. El mismo Aranet, cuando conoció a su pareja que luego fue secuestrada. ¡Ah! Aranet, prácticamente mi mejor amigo, tres veces lo dimos por muerto. -Exactamente qué quieres. -Lo miré a Fondalar. -Vivir. -¿Tienes idea cuantos miles querrían estar en tu lugar? En el crudo invierno bañarte en una tina con agua tibia, tener una cama con dos o tres mantas, esquivar la nieve, esquivar la lluvia... -Entiendo lo que dices -respondí-, te entiendo perfectamente. Pero quisiera vivir alguna historia. Netrel pronto se va a marchar y anoche le dije: "Como me gustaría ir contigo". Me contestó que yo tenía obligaciones y que no podría ir con él. Y pensé, pensé en mi hijo, en Bastián, en dejarle momentáneamente la corona. Fondalar me dijo: -Si hablas de abdicar, una vez que abdicas Bastián va a ser rey y tú el padre del rey. ¿Y qué va a pasar con Marya? -Se quedará en palacio. -¿La amas? -Cuando la conocí fue como una aparición. -Explícate -pidió Fondalar. -Fue como una aparición. Fue como una niña, ya mujer, que superaba cualquier sueño. Y su manera de hablar, una voz que me cautivaba. Recuerdo cuando nos dimos el primer beso me sentí como hasta mareado, no lo podía creer, unos labios suaves... No es correcto que avance más en las cosas que sentí, por respeto a ella. Pero más allá del beso sentí que todo mi ser transmutaba en felicidad plena y como que no había un límite entre la realidad y un sueño vívido. Pero sabía que era cierto y seguía soñando con ella, y me preguntaba cómo podía soñar con alguien quien tenía durmiendo al lado mío. Y me decía a mi mismo "Soy un afortunado, muy afortunado". -¿Entonces? -¡Je, je! Entonces pasó el tiempo. No voy a caer en la tontería porque he conocido muchísimas historias de nobles, de soldados que caen en la rutina, no no no no, pero sí es cierto que pasaron tantas cosas... Incluso cuando secuestraron a mi hijo Gualterio, a Edmundo, mi mente estaba en otro lado y no le prestaba atención a Marya, es como que... ¿En qué se había convertido esa pasión, ese amor?, porque había dejado de estar en mi mente. Yo pensaba en qué le estaría pasando a mi hijo, ¿estaría vivo? Entonces, ¿se había terminado el eclipse, la ilusión, la pasión, el deseo o me invadió lo que le invade a muchísimos, la costumbre, y entonces el amor dejaba de ser algo mágico para transformarse en una simple ceremonia? Pero obviamente que hay amor, pero aquello que sentí aquella vez como si ella fuera una aparición, algo que hubiera bajado del cielo para eclipsar mis ojos no, hoy no la veo así. Pero no soy ciego, sigue siendo igual de bella, su voz sigue siendo la misma. Pero me atrae el conocer, no se trata de tener aventuras con Netrel y conocer otras damas. Para nada. Eso no me llama la atención. Lo aclaro por las dudas. ¿Qué me dices? -Si amas a una persona no tienes intención de alejarte de ella. No hay aventura, no hay historia que compense el estar con la persona que amas. Y entiendo que ella piensa lo mismo de ti. -Quizá sí -le dije-, quizás esa escena en el lago con mi hijo fue una excepción, y quizá si Núria no los hubiera visto hubiera sido una excepción entre varias excepciones. -Entonces es como que sientes, consciente o inconscientemente, algún rencor, y eso te carcome por dentro. -Quizá, Fondalar, quizá. Pero eso no es lo que me ahoga. ¿Entonces qué me dices? -Te va a costar muchísimo. Te irás con Netrel, Netrel está adaptado, ha estado por estepas, por valles, por montes durmiendo bajo la intemperie, soportando el frío, la lluvia, durmiendo recostado en un tronco... ¿Te acostumbrarás a eso? -¿Y cómo saberlo si no lo intento? -Está bien. ¿Por qué directamente no te tomas un tiempo, veinte, treinta amaneceres y regresas? No hace falta que abdiques. Deja como cargo honorífico al príncipe Bastián sin necesidad de abdicar. Explícale ese deseo a tu pareja, por respeto, porque es la reina. -Ya lo hablé, quiere ir conmigo. Le dije que no; quiero no ser yo, quiero conocer lugares que no he conocido más al norte, más al este. Netrel me dijo que lo considere, que no tome las cosas de manera apresurada. Pero ¡je, je!, es una decisión. -¿Lo has hablado con Bastián? -Sí, me ha dicho palabras similares a las tuyas, Fondalar. -¿Lo hablaste con Aranet? -Aranet es más directo, me dijo: "Te has golpeado la cabeza y te has vuelto un tonto". Pero con Aranet no puedo enojarme, es como un hermano, es uno de los pocos que se ha atrevido a decirme cosas que nadie se atrevería. ¿Entonces? -¡Ay! Querido Gualterio grande, en realidad no me estás pidiendo mi opinión, la decisión la tienes tomada, simplemente querías desahogarte conmigo. -Me encogí de hombros. -Tal vez. Mi idea era partir mañana al amanecer, llevar metales, espada. Me considero bueno, aunque obviamente no estoy a la altura de Netrel ni de lejos. Ayer por la tarde, Rebel, quizá, no digo por celos quizá por ego, le preguntó a Netrel si alguna vez había participado de algún torneo a primera sangre. Netrel le respondió que no, que nunca perdería tiempo en algo tan trivial para ganar unos metales. No tenía porque probarle nada a nadie. Rebel le dijo "Yo no preciso probar nada, yo creo que soy uno de los mejores en manejar la espada en todo Umbro". Netrel le respondió lo mismo que en algún momento le dijo Aranet y también Aksel, que no es lo mismo un torneo a primera sangre que un combate. Y recuerdo lo que muchas veces hablamos, Fondalar, cuando a ese ogro enorme, que incluso pudo haber vencido al propio Ligor, Rebel le clavó la espada, pero el ogro era tan grande tan grande que siguió avanzando e hirió muy grave a Rebel, y fue Donk el que acabó con el gigante. Y Rebel estuvo muy grave. Netrel se enteró de esa historia, por eso él no cree en los combates a primera sangre, los combates van mucho más allá de la habilidad. Pero no me malentiendas, Fondalar, yo no quiero arriesgar mi vida para probar nada, quiero conocer costumbres. Y sí, lo que tú has dicho no me lo ha dicho nadie, eso de no abdicar sino dejar un poder aunque sea por escrito con un sello real a Bastián, e irme unos amaneceres. Seguramente la extrañaré a Marya. Fondalar me preguntó: -Cuándo tú la conociste a Marya, que pensaste es real o es una visión, cuando la besaste por primera vez, ¿hubieras pensado en alejarte? -Lo miré. -Por supuesto que no. -Entonces algo ha cambiado en ti o en tus sentimientos. -¿Tú nunca tuviste altibajos con Émeris? -Con Émeris nos respetamos, somos leales el uno al otro y nos amamos. No tenemos porqué estar de acuerdo en todo, pero lo hablamos, lo hablamos hasta agotarlo. Pero cada relación es distinta, mi querido Gualterio grande. Es tu decisión, yo sólo puedo decirte que te cuides, no seas una carga para Netrel, él no va a ser tu cuidador, ¿eh? Si ves que a los pocos días no puedes no te dé vergüenza regresar, nadie te puede decir nada, ni siquiera tú le tienes que rendir cuentas a nadie. Así que bueno, yo sólo digo cuídate. ¿Te sientes mejor el haber hablado conmigo? -Lo miré a Fondalar. -Honestamente no, pensé que el hablar contigo me iba a tranquilizar. Es como que me siento más intranquilo todavía y hasta dudo de partir. -La decisión es tuya. Si con hablar conmigo y desahogarte te fue suficiente, quédate. -No, no, pero no voy a ser una carga para Netrel, no quiero ser una carga para él ni para nadie. Mañana vamos a partir y después veremos qué historia se desarrolla.
Sesión 16/01/2023
Finalmente decidió salir con un amigo. Todo era distinto que estar en palacio, se había olvidado de la vida de aventura. Y de los asaltantes. Debería aprender espada y a pasar desapercibido.
Entidad: Arriba de mi hoyuman me di vuelta, mirando el castillo. -No lo hagas -me dijo Netrel-, no lo hagas. Le iba a preguntar por qué, pero me llamé a silencio y le pregunté: -¿Cómo te has podido dominar? -¿A qué te refieres? -Han matado a tu amada, recorriste regiones buscando al asesino, lo encontraste y no hiciste justicia. -Netrel me miró. -Hice justicia, Gualterio, iba a dejar viuda, huérfana, y mi amada no iba a regresar. -No es justo. -Casi nada es justo en esta vida, pero hay que seguir siempre mirando para adelante. Por eso te decía, Gualterio, no te des vuelta, cuando sea el momento regresarás.
Anduvimos día y noche, día y noche. No estaba acostumbrado a dormir en la intemperie, a comer carne dura, a llenar cantimploras en arroyos o a cazar pequeños animales, encender una fogata y cocinarlos, o directamente comer frutos de los árboles.
Netrel me enseñó como pescar un buen pez. -Fíjate, Gualterio, en estos arroyos que puedes ver hasta casi una línea bajo del agua, puedes ver peces. Mira, aquí tengo una pequeña lanza apenas un poco más grande que mi espada, tranquilamente puedo ensartar al pez. -¿Me dejas probar? -¿Lo has hecho alguna vez? -Cuando era niño en Krakoa, a gente grande lo he visto. Pero honestamente no me recuerdo. -Pasaba un pez de un tercio de libra y lancé el metal, el pez se escabulló. -Fallaste. -Fallé. ¿Por qué?, apunté bien. -No, muy rara vez Gualterio en aguas transparentes el pez se queda quieto. -¿Entonces? -Entonces lo que tienes que hacer es cuando el pez va nadando tú calculas en un instante cuanto ha recorrido. -Está bien, ¿y entonces? -Entonces apuntas con esta pequeña lanza a donde va a estar cuando la arrojes. -Entiendo. -Prueba de vuelta. -Apunté un tercio de línea más adelante y lo atravesé. Saqué la lanza. -¿Ves?, ya tenemos comida.
Y pasaban los amaneceres comiendo peces, pequeños mamíferos, frutos. -¿Por qué evitas los poblados? -¡Para qué!
Me daba como cierto pudor decirle que me dolía todo el cuerpo, a veces íbamos por caminos montañosos y llevábamos al equino de las riendas, me dolían los pies, la cintura, el cuello. -¿Quieres descansar? -No, no, estoy bien, sigamos. -Netrel rió. No era una persona de reír-. ¿Qué pasa, te burlas? -No, no me burlo, pero sé lo que estás pensando. -¿Acaso eres un mento? -¡Je, je! Los mentos no adivinan el pensamiento, pero yo puedo saber el tuyo. Tienes vergüenza de decirme que estás destruido físicamente y estás pensado si no es mejor volver. -Es cierto, lo pensé. -En dos o tres días más ya no te va a doler más nada, tu cuerpo se va ir adaptando y vas a ganar más musculatura. Aprovechemos el amanecer para comer unos frutos y practiquemos con la espada. ¿Cuánto hace que no usas la espada? -¡Je! En las ceremonias. En serio, ya ni recuerdo, creo que la última vez fue con mi hijo menor, y creo que me ganó. -Probemos.
Era imposible llegarle, apenas levantaba la mano con la espada él ya sabía a dónde tocarme con la suya. -¿Cómo haces? -Es muy simple, Gualterio, tú levantas la mano, yo sé dónde vas a dirigir la espada. Directamente no gasto el tiempo esquivando el golpe, directamente por un segundo llego antes con la mía. -Y así pasó diez veces, diez veces diez, le apuntaba al estómago, me tocaba con su espada el cuello. Le apuntaba al pecho, me tocaba un brazo. Y me decía: -En un combate de verdad te hubiera dejado manco, te hubiera rebanado el cuello. No pienses lo que vas a hacer, Gualterio. -Ya no tengo la agilidad de antes, antes era mucho más rápido. -Mírame. -Lo miré a Netrel, esos ojos serios, insondable-. Qué, ¿te piensas que yo soy joven? Tengo tu edad. -¿Y cómo conservas esa agilidad? -Nunca dejé de practicar. Pero no me interesa anotarme en torneos, es llamar la atención, y no me interesa llamar la atención. Para nada.
La sorpresa vino al atardecer. Habíamos llegado a un valle, un camino, y del otro lado venían cuatro jinetes. No me gustaba el aspecto. Iba a hablar, Netrel me hizo una seña que no, que no diga nada. -Espera a que lleguen. No digas nada. -¡Vaya! Dos viajeros y nosotros aquí con ganas de coger vuestros víveres y vuestros metales. Habló Netrel: -¡Vaya! Lo hacéis fácil. -Bajaron de su cabalgadura.
Netrel me dijo: -Quédate en tu equino. -¿Pero? -Quédate en tu equino. -Sacó su espada-. Tienen dos posibilidades: Una, que me maten, luego lo matan a mi compañero, se quedan con nuestros metales, que incluso tengo metales dorados. Pero no os entusiasméis, dejadme que les diga la segunda posibilidad: Que mate a los cuatro y que deje vuestros cadáveres para las aves carroñeras. Veo que tenéis buenas botas, mejor que las nuestras, así que pensándolo bien mataré a los cuatro. -El que llevaba la voz cantante lanzó una carcajada y fue lo último, le rebanó el cuello Netrel. Cuando quiso reaccionar el segundo le clavó su espada en el corazón. Quedaban dos-. Lamentablemente no voy a dejar testigos, así que atacadme.
Atacaron, pero con pánico, y Netrel dio cuenta de los dos restantes. Muy pocas veces había visto tal maestría con la espada. En Aranet, quizás en el veterano Geralt... -Ahora puedes bajar. Tira esas botas, mira esas botas nuevas. -Revisó las alforjas-. Mira, nos querían asaltar..., tienen muchísimos metales, mejor para nosotros. -Yo no decía nada, estaba mudo de la sorpresa-. Vamos, Gualterio, ¿qué bota te gusta? -Elegí unas que me iban recómodas-. ¡Vaya! Mira estas espadas, la mía por supuesto no la cambio, es de metal negro, pero tú puedes elegir. -¿Qué hacemos con los hoyumans? -Hay un poblado cercano por aquí. -¿Cómo sabes? -Gualterio, no hay zona que no conozca, he recorrido mucho. Llevemos los equinos y los vendemos. Y esta vez sí, iremos a una posada y dormiremos en una cama decente y comeremos un guisado caliente, lo hemos ganado. -¿Lo hemos? Lo has ganado tú solo, yo no hice nada. -Ya harás. Seguiremos practicando todos los amaneceres. -¡Je! Imposible tener tu agilidad. -Nunca digas imposible, todo es posible menos esquivar la muerte. Todo lo demás es posible.
Y tenía razón, llegamos a un poblado pequeño. Fuimos a la cuadra, regateó y sacó un buen precio por los equinos, por las monturas, por las alforjas. -¿Ves?, tenemos metales para más de quinientos amaneceres. -Vaya, vaya. -En palacio eso no era nada, pero para dos viajeros... Aparte, mi ropa era tan mundana, tan ordinaria que nadie va a pensar que era un rey.
A la mañana siguiente, en un arroyo, Netrel cogió una piedra muy filosa y se afeitó. -Lo haré yo también. -No, déjate un poco la barba, que tu apariencia sea la más corriente posible. -Le hice caso.
Los amaneceres siguientes dormimos en distintos poblados, yo satisfecho tomando bebida espumante y comiendo guisado caliente. -Esto es por ahora, ¿eh? Seguiremos viaje, seguiremos comiendo peces, seguiremos cazando mamíferos. -¿A dónde vamos? -Falta muchísimos amaneceres. -¿Pero adónde vamos? -A la región de los enanos. -Vaya. ¿Ahí es donde te obsequiaron la espada? -Así es. -Bueno, ¿pero allí no están los elfos verdes? -Sí, me conocen, no son enemigos salvo del que no conocen. -Y me miró a los ojos. -¿Quieres preocuparme? -Sonrió. -Quiero que siempre estés alerta, siempre alerta. Estás acostumbrado a dormir en palacio, tienes cientos de guardias que te protegen, aquí estamos a la intemperie. -Bueno, pero tú eres un maestro de la espada. -No, una cosa es que vengan cuatro, otra cosa es que venga una horda de bosquimanos a atacarte. Hay que estar siempre atento, en estos bosques también hay elfos y no todos son amistosos. -¡Uf! ¡Ahh! -Sé lo que estás pensando. -A ver, ¿qué pienso ahora? -Por qué no me quedé en palacio. -Ahora yo lancé una carcajada. -Sí, de verdad que pensaba eso. -Y seguro piensas en tu mujer, la reina. -Vaya, parece que me conoces más que yo mismo. -No, es sencillo, tendría que ser tonto si no supiera tus pensamientos. Ya te adaptaras. -Yo no estaba de acuerdo. -Una vida a la que... Desde adolescente que no hacía esto. -Te estás arrepintiendo. Pero recuerda esto, Gualterio, te sentías asfixiado, como que no podías respirar. Aquí a la intemperie no hay ceremonia, nadie te dice majestad, nadie te llama por Anán, aquí eres simplemente Gualterio, un errante como yo. Pero he notado en dos poblados que hemos pasado que hubo muchos lugareños que te miraron y murmuraron. -¿Por qué, qué tengo de raro? -Tus ademanes, tus modales, cómo coges la jarra, el guisado lo coges con una cuchara y te lo llevas a la boca. Tienes ademanes de noble. -¿Y cómo hago para disimularlos? -Sé más bruto. -¿Más bruto? -Haz ruido al comer, coge el guisado con la mano, límpiatela luego en la camisa. -Y después la tengo que lavar. -La lavas o la dejas así y no hace falta que te asees todos los días en un arroyo. -Pero voy a oler a estiércol. -Sí, como huelen todos los viajeros. Seguramente en palacio te llenaban la tina con agua tibia y te ponían perfume de flores. Olvídate. -Voy a oler a un puersario. -Correcto, y nadie se fijará en ti.
Lecciones de Netrel, una de las primeras lecciones. Había muchísimas más, muchísimas más. Lo bueno que ya no me dolía tanto el cuerpo y las botas estas de esos bandidos eran mejores que las que yo tenía. Era cuestión de ver lo bueno de esta aventura loca.
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