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Psicoauditación - Ligor - Ra-El-Dan
Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

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Sesiones

18/10/2012

25/09/2015

04/01/2017

09/01/2017

28/02/2018

18/04/2018

12/11/2019

18/11/2019

04/12/2019

06/01/2020


 

Sesión 18/10/2012
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Ligor llegó a un pueblo de Umbro donde se celebraba un torneo y reconoció a unos amigos, Kena y Jonus. En el combate entre Jonus y el finalista ocurrió una situación inesperada. Ligor iba a intervenir pero apareció Fondalar. Finalmente todo se resolvió bien. Siguió hacia la región vampírica.

Sesión en MP3 (3.115 KB)

Entidad: A veces la soledad pesa.

 

En mi mente tenía infinidad de recuerdos, recuerdos de un amor que me había engañado con un amigo. No importaba que luego se arrepintiese, ya no podía confiar.

 

Otro amor, que tenía hecha una promesa de servir a su princesa y tenía que permanecer lejos de cualquier hombre. Sentía, sentía por esa mujer no pasión sino verdaderamente algo más: sentía como amor, sentía necesidad. Era difícil analizar mi sentimiento.

 

En Umbro muchos pensaban "Ligor sólo tiene afán de aventura" y, como dije en algún momento, mencionas la palabra 'guerrero' y te imaginas a un ser temerario, con armadura, luchando con espada, a mazazos con un rival, su cabalgadura impecable. Pero ya lo he dicho: hay amaneceres que estamos en el desierto, en la montaña, en compañía del viento, solos, absolutamente solos y no tenemos nada que nos consuele esa soledad, nada, el recuerdo quizás.

 

Y recordaba a Nuria, ese gran amor que nunca se había ido de mi mente ni de mi corazón. Nuria era como un complemento, era como lo mejor que me podía pasar, pero era imposible.

 

Luego hice una mueca como una sonrisa triste recordando amaneceres atrás a Kena, esa joven indómita que me sacaba tanto de las casillas. Es verdad que había despertado mi pasión, pero era...

 

Teníamos unos caracteres tan parecidos o quizás ella era más impulsiva, y era una convivencia imposible. Sin embargo, me atraía y me descolocaba y no la entendía.

 

Cabalgaba en soledad. Quería conocer la zona vampírica de esos seres extraños que se alimentaban de sangre de sus víctimas. Corrían leyendas de que eran seres inmortales y yo sabía que no era así; simplemente eran una raza distinta como los mentos, como los lomantes, y que el filo de la espada los mataba como a cualquiera.

 

Llegué a un poblado de la zona ecuatorial y escuché un griterío pensé que había alguna pequeña gresca en la posada; suele ocurrir. No. Atravesé el poblado y en las afueras, del otro lado, había un torneo de espadas, no torneo de verdad, torneo con espadas simuladas, las de madera. Cada uno tenía que dejar algunos metales, cobreados o plateados, y el ganador se llevaba el botín más grande. Le daba un porcentaje al que organizaba y el resto para él. No ganaba el segundo ni el tercero, solamente el que ganaba.

 

Dejé el caballo a cuidado que le dieran de comer y de beber, pasé por la posada, tomé una bebida y apenas un bocado de algo y fui caminando hacia donde estaban los combatientes. Me sorprendí: entre el público estaba Kena gritando. Seguí su mirada y me sorprendí de nuevo: el que combatía era Jonus. Alguna vez Jonus había dicho que a él no le gustaba combatir, que le gustaba la espada para enseñar pero, bueno, entiendo que todos precisamos metales y no le hacía mal a nadie. Apenas terminaron mis pensamientos, Jonus había vencido. Averigüé que era la semifinal, así que había llegado al final. Averigüé quién era el otro finalista, un guerrero corpulento, turanio, que tenía apoyo de sus amigos. Visualicé sus rostros y vi que parecían pendencieros, de aquellos que cuando van a un poblado enseguida buscan problemas.

 

Kena me vio, Jonus la miró e inmediatamente me vio y sonrió.

 

Me acerqué, nos estrechamos el brazo y me dijo:

 

-Ligor, nunca me olvido de aquel tiempo cuando rescatamos a Samya.

 

-Así es, por el camino venía pensando...

 

-No lo digas: en Nuria.

 

-Así es hermano, en Nuria.

 

Señaló a Kena.

 

-Esta joven dice que te conoce.

 

-Tú sabes que me conoce; varias veces te he visto en las montañas camino de los apartados. Siempre estás vigilando pero nunca te acercas a los grupos, pero te he visto.

 

-Muy bien, eres uno de los pocos que puede verme cuando yo no quiero que me vean.

 

-Bueno, estoy en esto.

 

-Sí, eres guerrero. Veo que te toca un turanio.

 

-¡Será fácil!

 

-Vigila a sus amigos.

 

-Lo sé.

 

De todas maneras quedé preocupado porque en esos torneos no se permite ir armado de verdad pero vi que Kena portaba las espadas de Jonus.

 

Llegó el combate final y Jonus ampliamente dominaba al turanio. Quizá presa de ese orgullo, no le marcaba puntos enseguida, tal vez para lucirse con Kena. El turanio cayó a tierra y cogió un puñado de ella y se lo lanzó en los ojos a Jonus. Jonus no pudo ver, yo sí: vi que un compañero lanzaba un sable verdadero, metálico, que el turanio lo cogió y lanzó un golpe hiriendo la pierna izquierda de Jonus. Jonus retrocedió, se limpió la vista, esquivando como podía los golpes que podían ser mortales. Miró hacia Kena y Kena le tiró una de las espadas. Jonus la cogió en el aire y en menos de dos segundos le cortó la cabeza al turanio.

 

Pero rabiaba, tenía un corte bastante profundo en su muslo izquierdo. Algo pasó por su mente -la herida o la traición del turanio-; es la primera vez que lo vi fuera de sí. Los amigos del turanio lo atacaron y en pocos segundos eliminó a los cinco. Quisieron pararlo y nadie podía; podía salir lastimada gente inocente. En ese momento cojo mi espada no para lastimarlo pero de alguna manera para frenar sus estocadas a ciegas. Una mano fuerte me toma del hombro y avanza, adelantándose. Tremenda sorpresa: era Fondalar con una espada y trata de calmar a Jonus.

 

Jonus estaba bastante reactivo y, a veces, estando reactivo puedes ver pero no reparas a quién tienes enfrente. Con una habilidad increíble, Jonus lanzaba golpe tras golpe tras golpe -que no sé si, siquiera, yo los hubiera podido frenar, por algo era considerado el que mejor manejaba la espada en todo Umbro- pero Fondalar, décimas de segundo antes, le paraba un golpe tras otro tras otro tras otro sin emplear su poder mental, sin atacarlo tampoco, solamente frenando un golpe tras otro tras otro con la misma velocidad mental o aún mayor, y todo se fue decantando. Jonus se fue cansando, su mente reactiva fue desapareciendo hasta que bajó su arma. Fondalar bajó la suya y lo abrazó.

 

Me acerqué a ambos. Jonus lo separó a Fondalar y mirándolo a los ojos le dijo: -Gracias, es la primera vez que me pasa.

 

Fondalar sacó una bolsa con hierbas. Tenía un recipiente con un líquido, lo llevó a un costado y le curó la herida y luego le hizo un fuerte vendaje.

 

-Esto no te cicatrizará de un amanecer para el otro pero estarás bien. Se dirigió al que organizaba el torneo y tendió la mano, mirándolo fijamente. El otro dudó, luego sacó una bolsa de monedas y se la dio. Fondalar se la alcanzó a Jonus.

 

-Esto es tuyo, te lo has ganado.

 

Kena estaba paralizada por la escena y yo callado. En ese momento advertí de que detrás estaba Émeris y la pareja de lomantes. Fuimos todos a comer a la posada. El posadero no tuvo reparo en que también entraran los lomantes mientras hubiera metales para pagar; estaba todo en regla.

 

Hablé con Fondalar y le dije: -¡Así que te has hecho muy amigo de Émeris!

 

-En eso estamos.

 

Me dirigí a los lomantes: -¿Y vosotros habéis formado pareja?

 

Luomor, imitando la voz de Fondalar, dijo: -En eso estamos.

 

Largué una carcajada y me tomé una jarra completa de bebida espumante, lanzando luego un fuerte eructo.

 

Con Kena casi no hablé, me dio la impresión de que agradaba Jonus y está bien que así fuera. Yo no me olvidaba de Nuria, nunca me olvidaría de Nuria. ¿Qué iba a pretender de Kena? Si ella era afín a Jonus era porque "aquel que estaba más allá de las estrellas" así lo quería. Disfrutaría esta en compañía de amigos, quizás mañana también y luego partiría a la región vampírica. Dos amaneceres después me separé del grupo. Jonus también se iría por otro camino con Kena. Y Fondalar y Émeris estarían con los lomantes.

 

Sólo tenía una duda que le pregunté a Fondalar: -Es la primera vez que te veo usar la espada y has frenado los golpes del guerrero más veloz, del de mejores reflejos. ¿Cómo lo has hecho?

 

-Bueno -me respondió- soy un mento, sé lo que va a pensar el otro.

 

-¿Acaso lees la mente?

 

-No, Ligor, por supuesto que no pero dentro de mí es como que algo me dictara el movimiento del otro.

 

No respondí, no tenía palabras para responder. Nos abrazamos y le dije: -Maestro, espero volvernos a ver. Y suerte con Émeris.

 

Monté en mi hoyuman y marché para la región vampírica. Otra vez con mi soledad pero con más vivencias, con más recuerdos y con un pensamiento más positivo.

 


Sesión 25/09/2015
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

En viaje hacia Krakoa, Ligor es capturado por la raza de vampiros con la intención de disfrutarlo y después no dejarlo vivo. Aunque débil logra desatarse en el último momento y a pesar de todo perdona la vida al atacante. Y continúa su viaje.

Sesión en MP3 (2.883 KB)

Entidad: En mi rol de Ligor siempre he tratado de, valga el juego de palabras, desdramatizar los dramas.

Mi rol tenía varias facetas, me podían considerar burlón, descreído, irónico, sarcástico, temible, conquistador tanto de territorios como de mujeres. Quizás lo último era para cubrir el gran vacío hasta que me encuentre con mi gran amor. Pero algo me impulsaba a conocer territorios porque sabía que en diez amaneceres o en mil amaneceres podía irme con aquel que está más allá de las estrellas y me perdería conocer lugares, como el nuevo continente del Oeste al que fui dos veces, como la zona de los apartados, de las amazonas, la zona oriental, la zona desértica, la zona boscosa, la zona montañosa, la zona turania, hasta las nieves del Norte. Sólo me faltaba conocer, muy muy al Sur, el continente -desconocido para mí- de Krakoa.

Ahora marchaba para la zona vampírica porque dudaba de la mayoría de las leyendas que habían escuchado mis oídos. Estaba casi oscureciendo, iba por un camino solitario lateral. Mi nariz olfateó un aroma dulzón penetrante que me embotó la mente. La alarma llegó tarde. Mi mente inconscientemente decía peligro, peligro, sentía que me dormía y ese aroma penetrante me hacía cerrar los ojos hasta caer, caer, oscuridad, inconsciencia...

 

Desconozco cuánto tiempo estuve así. Abrí los ojos y tenía un pequeño dolor de cabeza, sentía la espalda fría, estaba despojado de mis ropas, quise moverme y tenía los pies atados, las manos atadas a un costado, mi espalda apoyada a una roca fría y veo el rostro de una mujer. Me sujetó la cabeza y me dice:

-¡Toma! ¡Bebe! -Era una pócima dulzona, caliente.

Estaba atado, no tenía nada que perder. Si era el momento que tenía que ir con aquel que estaba más allá de las estrellas. De mala gana lo aceptaba y digo de mala gana porque no quería que mi historia se terminara ya sin estar con mi gran amor. Bebí esa pócima y sentí una tremenda energía, una energía que me erotizó. Me fijé bien el rostro, era una mujer joven, atractiva:

-¿Quién eres?

-Onira. ¿Y tú?

-Ligor.

-Ligor, el guerrero. Me han contado algunas cosas de ti.

 

Me empezó a besar el rostro, el pecho, el cuello. De repente sentí dos filos incisivos en mi cuello, algo que me irritaba y de repente algo que me calmaba el dolor. Onira retiró su rostro y tenía su boca con mi sangre:

-No te preocupes Ligor, mi saliva es absolutamente cicatrizante.

No perdí mi sarcasmo: -Tú bebes la sangre de tus víctimas hasta matarlas.

-¿Por qué haría eso? Me quedaría sin alimento.

 

En lugar de pensar en mi indefensión, mi curiosidad sobrepasaba el estado en el que me encontraba y preguntaba y seguía preguntando:

-¿Quiénes sois vosotros, os alimentáis solamente de sangre de vuestras víctimas?

-No, para nada... nos alimentamos de comida como todo el mundo.

-Todo el mundo humano...

-Todo el mundo, todo Umbro.

-¿Por qué lo de la sangre? Las leyendas son ciertas, atacáis en la oscuridad, os transformáis en mamíferos voladores.

 

Onira lanzo una carcajada: -¡Eso sí es leyenda! Para causar más temor y que no nos ataquen. La mayoría desconocen donde estamos. Aparte, ponemos trampas en el camino, trampas mortales. No somos tantos.

-Me has dado una poción que me hace hervir la sangre, metafóricamente hablando.

-Por eso te la di. Una sangre de ebullición tiene más gusto para mi paladar, pero aparte -continuó- me sirve para otras cosas.

 

Se despojó de una prenda, estaba completamente desnuda y montó sobre mi persona. Mi libido estaba al máximo y sentí una sensación placentera mientras Onira me hacía el amor una y otra y otra vez.

 

Volvió a darme una poción, la bebí con ansiedad.

-Es para que no te debilites.

Lo que llamáis ego u hombría hizo que la contestara:

-Mujer, no me canso tan fácilmente, he conquistado territorios...

-Pero no mujeres. Has cortejado granjeras, campesinas, mujeres de las posadas. Nos enteramos de muchas cosas, no solamente de ti, no pienses que eres tan importante.

 

La poción me reanimó y Onira me atacó sexualmente nuevamente. A la mañana siguiente, al abrir los ojos, me di cuenta que salvo la infusión que me dio varias veces, no había comido nada, pero no tenía tampoco apetito.

-¿Y ahora qué harás? ¿Me matarás? ¿Me dejarás ir? -Me miraba-. Si tienes miedo que te ataque, olvídate, no haré nada, la he pasado bien. Considera que mi sangre ha pagado el placer que hemos tenido mutuamente.

 

Estaba aflojando mis cuerdas, en ese momento aparece una figura imponente con una capa negra, rostro casi blanco. Onira se da vuelta y grita:

-¡Ruker! Aparentemente Ruker era uno de los que mandaba en la zona vampírica.

-¿Quién es?

-Un viajero.

-¿Por qué no me has avisado?

-Porque quería disfrutarlo.

 

Una tremenda bofetada lanzó a Onira contra una de las paredes.

-¿Le has dado poción a la mañana?

-No -dijo Onira, levantándose a duras penas.

-¡Pues también saborearé su sangre!

 

Pero Ruker no era Onira, sentía rechazo de que beba de mi cuello. Con toda mi potencia, con toda mi fuerza me liberé de las cuerdas pero me di cuenta que estaba un poco mareado. Ruker me tomó del cuello -¡no pensé que sería tan fuerte!- o yo en realidad estaba débil y la poción no era tan regenerativa como pensaba. Me tiró de nuevo contra la roca e intentó atarme. En un gesto de desesperación mentalicé con mis dos manos, lancé un rayo a Ruker, que lo absorbió. Me desconcertó, he visto humanos que han caído inconscientes. Volví a lanzar nuevamente un rayo, allí tambaleó, lo tomé de las dos sienes, apretándole la cabeza y con toda intensidad volví a lanzar una descarga eléctrica: cayó inconsciente. Seguí apretando, lanzando otra descarga eléctrica.

Onira, me tomó detrás del hombro:

-¡Déjalo!

-¡Está bien! -Lo solté-. ¿Por qué debería perdonarle la vida? ¿Y a ti?

-Es nuestra esencia.

-¿Él me hubiera matado?

-No lo sé, tal vez para que no reveles el lugar.

-Entonces, ¿por qué yo tengo que perdonarlo a él?

-Es su naturaleza.

-No es excusa. Contadme de vosotros.

-Te puedo decir que somos varias familias con miles y miles y miles de amaneceres sobre la faz de Umbro, escondidos. La gente nos teme y eso nos favorece porque no somos tantos, somos un par de centenares de sobrevivientes.

-¿De qué se alimentan aparte de la sangre?

 Onira me respondió:

-Carne asada de animales que andan por el territorio. Evitamos matar humanos, generalmente los dejamos inconscientes con un vapor perfumado que tenemos, les chupamos la sangre estando inconscientes y los dejamos a un costado de un camino. Ni se enteran.

-Pero la gente os conoce -le dije-, muchos hablan de la zona vampírica.

-Sí -dijo Onira-, como leyenda.

-¿Dónde está mi ropa? -Señaló a un costado.

-Mi alforja, mi espada, mi cuchillo... -Señaló a otro costado.

 

Me vestí lentamente.

-Tengo algo para ti -me dijo-, un guisado de legumbres con carne.

-Espero que no haya ninguna trampa, que no haya ninguna poción adentro.

-No, te irá bien para el camino.

 

Comí con un voraz apetito, me sentí más recuperado. Ruker aún estaba inconsciente pero no me fui, esperé a que se despertara.

Me miró con otros ojos, de respeto. Era tan alto como yo. Me miró y vio que ya estaba armado.

-¿Qué es eso que me has lanzado?

-Yo también tengo mis secretos -le dije-. No os preocupéis, no revelaré vuestro lugar. ¿Me hubieras matado?

 

Ruker no era cobarde, asintió:

-Sí, seguramente para que no reveles nuestro sitio.

-Está bien, no has mentido. Valoro tu... no digo lealtad, tu valor, tu sinceridad. No habrá ninguna represalia.

-¿Onira es una de tus mujeres?

-¡No hombre, es una de mis hijas!

 

Me sorprendió... Ruker era el padre de Onira.

-¿Tú eres el que manda?

-En esta región sí, pero hay otras regiones cercanas con otras familias también escondidas. Nos protegemos de vosotros.

-¡Qué irónico! -le dije-, sois vosotros los que atacáis.

 

La situación resultaba tragicómica, ellos tenían temor de nosotros.

Abracé a Onira y le dije:

-Ten cuidado, hay mucha gente mala por aquí.

 

Lo miré a Ruker, le saludé con la cabeza y me marché.

Me siguió y me dijo:

-¡No me has contado cómo haces eso!

-Es un don que tengo. Y antes que me arrepienta mejor me marcho porque sigo pensando que si no fuera por ese don me hubieras matado y yo te estoy perdonando la vida. Eres fuerte como yo pero estando en plenitud puedo ahorcarte con mis manos antes de que llegues a mi cuello con tu boca.

 

Ruker bajó la vista y me marché por el camino. Mientras me alejaba pensaba en Onira, su rostro engañosamente bello, su cuerpo engañosamente apetecible y su boca, tentadoramente peligrosa.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 04/01/2017
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

La entidad, en su rol Ligor, en Umbro, a lomos de su hoyuman repasa situaciones, anécdotas, incidentes vividos mientras viaja en búsqueda de su gran amor. Pero aún no sabía si era hijo de su padre...

Sesión en MP3 (1.810 KB)

Entidad: Mi nombre es Ligor, voy cabalgando con mi hoyuman.

 

Nuria estaba libre de sus votos, la querida princesa y luego reina, Samya estaba con aquel que se encuentra más allá de las estrellas. Iba en su búsqueda, nos lo merecíamos. Ella por haber mantenido su promesa a su princesa y luego reina. Yo por esperar ese amor, esa mujer a la que amé apenas la conocí.

No niego que tuve aventuras, no niego que hubo mujeres que me han traicionado, no niego que tuve aventuras jocosas pero mi gran amor era Nuria, y pensaba que a veces nuestra mente por alguna razón, por querer negar el pasado o por olvidarse de acontecimientos que podrían ser dolorosos, como abandonos, uno quizás no se esfuerza en recordar, nunca pensaba en mi infancia, en quienes supuestamente eran mis padres: Aguedor y Luana.

 

Aguedor era alto, casi alto como yo, pero no era musculoso. Luana era también alta, delgada, pero sus facciones eran distintas a las mías. ¡Los quise tanto! Pero también recordaba que se asombraban cuando de pequeño me veían utilizar el rayo. Hasta mis compañeros de juego me decían:

-Ligor, ¿cómo haces?

-No lo sé.

 

Yo mismo me sorprendí al comienzo. Hay ciertas serpientes marinas que tenían la electricidad y que podían fulminar a un ser humano, pero lanzar rayos a distancia era algo sorprendente y yo tenía entendido que eso se heredaba, pero Aguedor y Luana no tenían ese don.

Recuerdo también que de pequeño, de muy pequeño no sólo era amigo de seres humanos, sino también de otros niños que desarrollaban pequeñas alas, eran de la raza de los hombres alados. Yo prácticamente había convivido con ellos y luego es como que me había olvidado.

También recuerdo que de pequeño esos feroces dracons que lanzaban un vapor candente por la nariz y por la boca, conmigo sacaban su lengua y me lamían de una manera tan bruta que me lanzaban al piso, y no les tenía miedo, los montaba. He llegado a volar en el lomo de los dracons y había un hombre que siempre vestía con una bata roja que me indicaba y me decía que los dracons obedecían a ciertas señas. Luego dejé de verlo hasta siendo ya adulto.

 

Mi memoria es como que se fue abriendo y me acorde de Storm, a quien llamaban el rey del rayo. Algunos decían que era el hijo del Dios de las Tormentas, yo decía que no existe ningún Dios de las Tormentas, el único Dios es aquel que está más allá de las estrellas, la tormenta es algo de la naturaleza. Pero fui atando cabos, como decís vosotros: ¡Era hijo de Storm!

 

Me acordaba de mi primera infancia, cuando jugaba con los niños y las niñas aladas, cuando montaba los dracons, cuando con ese hombre de bata roja practicábamos el lanzar rayos. Si era Storm, ¿por qué me dejó?

No me puedo quejar de mi infancia, Aguedor y Luana me criaron como un hijo, ellos eran granjeros pero nunca me dijeron no, no uses la espada. Aprendí a usar la espada, el mangual, el hacha, combatí a mano limpia. Siendo adolescente, en un crudo invierno los vi morir, enfermos, con días de diferencia, sin poder hacer nada.

 

Muchísimo, muchísimo tiempo después me cruce con Storm, lo había borrado de mi mente. Yo no me acordaba quién era él, conocía su fama, su nombre, pero no lo recordaba de mi niñez. Lo que no podía concebir es que él no supiera quién era yo pero no me sentí molesto, tampoco intentaba justificarlo. Sí tenía curiosidad, ¿por qué me había abandonado? ¿Por qué no me crié con él? ¿Por qué no me dejó crecer con los dracons, con los hombres alados? Todo eso me iba acordando en el camino a lomo de mi hoyuman en busca de Nuria.

 

Pasé mil aventuras. Conocí un nuevo continente, conocí el sur de la zona oriental, una tierra desconocida pasando el desierto donde habitaban los lomantes. La costa oeste, la parte sur donde estaban los Apartados, donde nadie se atrevía a llegar. Conocí la tierra de los turanios, la tierra de las nornas, la tierra de esos seres nocturnos que gozaban alimentándose de la sangre de sus víctimas. Participé en cien torneos...

 

¿Importaba acaso saber el origen o importaba vivir el presente? Mi interés no era buscar a Storm y preguntarle si verdaderamente él era mi padre, y de serlo, por qué me dejó con Aguedor y Luana. De no serlo, ¿por qué de pequeño me acuerdo de los dracons, de los hombres y de los niños alados? Mi mente estaba confusa. Durante cientos y cientos de amaneceres vivía el momento, pero ahora ya agotado de aventuras buscando ese gran amor, poder estrecharla en mis brazos. También saber de ella, ella también tenía el don, quizás no tan desarrollado como el mío, pero ella también tenía el don del rayo. ¿Cómo? ¿Por qué? Esos eran mis interrogantes.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 09/01/2017
Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Llegó a palacio, su amada le esperaba. Con su ayuda recordó su pasado, su padre. Pensó que era hora de cambiar de vida.

 

Sesión en MP3 (2.721 KB)

Entidad: A lo lejos se veía el impresionante palacio. Mientras mis ojos veían la edificación, mi mente visualizaba los recuerdos... El rescate de la princesa Samya, cuando puso su espada en mis hombros y en mi cabeza dándome un titulo, título que nunca ostenté.

 

Mis vestimentas siempre fueron humildes, de guerrero, lo que menos me interesaba era vestir como un noble, aunque en realidad lo era. El nombramiento de quien luego fuera reina me daba el título de noble.

 

Seis jinetes salieron a recibirme. Había un hombre grande, de barba blanca, que me reconoció de inmediato. Estrechó su brazo con el mío:

-Bienvenido. Sabes que esta es tu casa. Aquellos que hoy reinan lo hacen gracias a ti.

Sonreí y dije:

-Bienvenido sea si es así. Aquella gesta, como decís vosotros, fue hecha sin recibir nada a cambio.

Y el hombre agregó:

-Y justamente por eso lo valioso, por el desinterés de obrar directamente por altruismo.

 

Dejé de prestarle atención cuando en la puerta se asomó una figura femenina, Nuria.

Desmonté, llevaron mi hoyuman. Me acerqué a ella, la abracé. Se separó y me miró a los ojos:

-¡Has tardado mucho! -Lancé una carcajada.

-He tardado toda mi vida. -Cogió mi rostro y me besó. Obviamente correspondí el beso con ternura, no con pasión, con ternura.

 

Me llevó a una habitación, habló con varios sirvientes, me prepararon un baño, ropa limpia. Me cambié, se deshicieron de mis sandalias, estrené botas nuevas. Ahora parecía civilizado y ya estaba en condiciones de ir a saludar a los herederos del reino, que me recibieron con una total y absoluta confianza, aparte del tremendo afecto que sentían por mí porque sabían lo que yo había significado para su madre, quien fuera reina madre hasta que murió.

 

Luego me liberaron de mi obligación y salimos a pasear por los jardines, caminando. Nuria me contó de sus días, yo le relaté alguna de mis aventuras del nuevo Continente, del viaje a los Apartados. Finalmente le dije:

-Tengo recuerdos que me vienen y me van, recuerdos que me vienen y me van. Y le conté mi infancia, los retazos, los flashes que me venían a mi mente.

Nuria me comentó:

-Yo, prácticamente no conocí a mis padres, supe que vivían en la zona de los hombres alados. Supe que fueron asesinados por una horda del Norte, pues a pesar de saber usar el rayo ambos, la horda los mató y exterminó a todos quienes estaban con ellos. Un hombre mayor me rescató siendo todavía una criatura y llegué al palacio de quien era la princesita Samya, y pasé a ser su doncella, con el voto de castidad mientras ella viviera.

-He leído muchos libros, no siempre el don es dañino.

-Siéntate, permíteme. -Me senté. Nuria apoyó sus dos manos suavemente en mis sienes, sentí una leve descarga eléctrica en mi cerebro y me sobresalté-. Tranquilo mi amor, tranquilo.

 

Es como que si mi mente se hubiera sacudido. mis recuerdos empezaron a brotar. Vi el rostro de mi padre, Raúl... Raúl del Clan de las Tormentas.

Era pequeño. Raúl y Storm eran rivales, se respetaban. Había otro niño, más pequeño que yo, Rayeno, también tenía un fuerte don a la par del mío. Su padre había muerto, se criaba directamente con el Clan. Recuerdo que hubo una guerra de poder, había adultos crueles que con tal de debilitar a las familias exterminaban a los niños que tenían el don lanzándoles fuertes descargas eléctricas a la cabeza hasta matarlos. Rayeno y yo nos salvamos. Recuerdo que caí entre las rocas y varios hombres atacaron a mi padre. Mi padre se defendió lanzándoles descargas a su vez. Dos hombres me lanzaron descargas a mí.

Lo vi morir a mi padre. Vi que uno de los del clan, amigo de mi padre, me subió a una carreta, me envolvió en una manta. La carreta tirada por dos hoyuman bajó hasta el valle alejándose de la zona de conflicto. Perdí el conocimiento.

Cuando desperté estaba con Aguedor y Luana, que fueron mis padres adoptivos. Mi memoria estaba condicionada por el ataque que había recibido.

Así que Storm no había sido mi padre, tampoco era mi enemigo, él no tuvo nada que ver con la muerte de Raúl, mi padre. Desconozco la infancia de Rayeno pero no lo habrá pasado muy bien tampoco. Por eso mi mente estaba mezclada: el recuerdo de los hombres alados, de haber montado dracons y de repente estar en la granja con Aguedor y Luana.

 

Nuria me escuchaba, callada, con atención. Cuando finalicé el relato me dijo:

-Esta pequeña descarga que te hice en tus sienes afloró tus recuerdos. ¿Cómo te sientes?

-Me siento agradecido a aquel que está más allá de las estrellas por haber recordado, me siento agradecido a Aguedor y Luana, agradecido a aquel hombre del Clan de las Tormentas que me salvó la vida y agradecido a la vida por haberte conocido

-En realidad -dijo Nuria-, tú me has conocido justamente por haber hecho un acto de altruismo, haber salvado de las garras de Borius a quien en ese momento era mi princesa. Entiendo que la vida a veces, no siempre, pero a veces recompensa en la propia vida de lo que hacemos.

 

Me abracé con Nuria. Ella me contó que no solamente estaba libre de sus votos de castidad, por lo cual podía formar pareja conmigo, sino que también le habían dado un título de nobleza a la par del mío y una posesión, un castillo antiguo a dos días de camino de allí. Formaba parte del reino todavía pero no teníamos que pagar impuestos ni nada. Le regalaron a Nuria una hermosa calesa que era tirada por dos hoyumans, até mi hoyuman atrás. Llevó varios paquetes de ropa que ella tenía, yo prácticamente estaba con lo puesto.

Me mostró una bolsa y me dice:

-He juntado en este tiempo muchos metales dorados y plateados, podríamos vivir lo que nos resta de vida sin hacer nada. Pero no hace falta que me digas nada, Ligor, sé que ni tú ni yo podríamos estar inactivos. Mientras estaba aquí, en palacio, mil veces decoré y redecoré lugares, era lo que podía hacer.

No me considero absorbente, si quieres seguir conociendo lugares puedes hacerlo, yo te esperaré.

Le respondí:

-Sinceramente, no me considero viejo, pero tampoco soy un joven, Nuria. En este momento quiero estar contigo, disfrutar los amaneceres, los atardeceres, los anocheceres, la lluvia, el frío, el calor, contigo, y si algún día visito algún otro paraje, acompáñame, alguien quedara a cargo en ese castillo que no sé en qué condiciones lo encontraremos.

¿Quién es ese hombre? -le pregunté. Un señor bajo gordito, de edad, se acercaba.

-Nuestro conductor.

-Pensaba que íbamos a conducir nosotros la calesa.

-Ahora somos nobles, viajemos como pasajeros.

Largué una carcajada: -No pienso dejar mi espada.

-Nadie te ha pedido que la dejes, Ligor. Eres tú, es quien eres, y de ese ser me enamoré.

 

Nos besamos, entramos a la calesa, el hombre azuzó los caballos con unos chistidos y nos fuimos alejando del palacio. ¿A un nuevo castillo? Nuevo es una manera de decir; a una nueva vida, a un nuevo amanecer. Con viejos recuerdos y nuevos comienzos.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 28/02/2018

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

La entidad relata un pasaje de una vida en Umbro. Fue comunicado que se preparaba una gran batalla en la que un gran señor con miles de guerreros pretendía tomar reinos por la fuerza. Entendió que era una causa justa ayudar a los afectados.

 

 

Sesión en MP3 (1.915 KB)

Entidad: El artesano del poblado había puesto una lámina especial detrás de un cristal y ahora podía ver perfectamente mi rostro mucho más claro que en un arroyo. Y detrás mío vi la figura de mi señora. Todavía no me acostumbraba a decirle mi señora, mi esposa. Tantas y tantas y tantas mañanas y noches solitarias, pero me había adaptado a la nueva vida. Levanto la vista y miro a través del espejo la figura de mi esposa riéndose.

-¿Qué sucede mujer? -preguntó.

-¡Ja, ja! Tienes el pelo algo blanco.

-¡Discúlpame!

-Tienes algunas hebras de cabello blanco, como encanecido.

-Mujer, mi cabello es negro.

-Pues fíjate en los costados, tienes algunas canas, ya no eres tan joven.

-Bueno, te pediría que hables en plural, ¡no somos tan jóvenes!

-Ligor, tú eres mayor que yo.

-Bien, y mira como me conservo, puedo montar al más terrible de los dracons, se podrá sacudir, sacudir, sacudir pero voy a seguir montado.

-Ligor, no me digas esas cosas porque pienso en otras. -Me desconcerté.

-Mujer, no te entiendo.

-Ligor ¿qué pasa con tu lucidez, es la edad?

-Mujer, no te entiendo.

-Pensaba en nuestra intimidad.

-¡Ah! Sí, pero es distinto; tú no lanzas vapor humeante.

-No, pero puedo hacer otras cosas.

-¡Mmm! A ver, dime cuáles. -Apoyó su mano derecha en mi hombro y recibí una leve descarga eléctrica que me sobresaltó.

-¡Mujer!

-Ligor, ¿te habías olvidado de que yo también puedo lanzar pequeños rayos?, seguramente no como tú, pero de alguna manera mi organismo me permite generar cierto tipo de electricidad. ¡Ligor, escucho la puerta!, golpean.

 

Bajé los escalones de madera, llegue a planta baja y abrí, una figura pequeña pero uniformada venía con un mensaje.

-¿Qué sucede?

-¿Tú... tú eres Ligor?

-Pero sí, ¿qué sucede?

-Aquí traigo una... una carta.

-¿Pero qué pasa que titubeas?

-Pues he escuchado hablar tanto de ti que me siento como, como que me...

-¡Habla!

-Me siento como que me intimidas.

-Déjate de tonterías, hombre. -Lo tomé del hombro y lo hice pasar-. Siéntate, coge una silla, siéntate. -Me senté cerca de él-. Ahora voy a leer la carta. Dime qué pasa.

-Bueno, yo sé que esta comarca está lejos, pero tú no vives en un castillo.

-Bueno, hombre, esto es un castillo.

-Pero no, es un castillo pequeño, es más bien una vivienda, no está fortificado.

-Pues hombre, tengo gente a mi disposición que cuida el lugar.

-¿Cuántos?

-Pues cerca de veinte -afirmé.

-Veinte no pueden contener a diez mil o veinte mil. -Mi rostro se puso serio.

-¿Me explicas de qué hablas?

-Sí, por supuesto. Hay un monarca... ¿ubicas Villarreal?

-Sí, sí, está muy al este, muy al este y un poco al norte. Un lugar muy muy grande.

-Bueno, y grande es la fortaleza que hay allí. Hace tiempo murió el monarca y dejó un heredero que parece que tiene problemas mentales y quiere apoderarse de esa región y regiones aledañas.

-No conozco ningún monarca que pueda afrontar una guerra tras otra, tras otra.

-Es que no es ese su método, Ligor, su método es cuando ve reyes con una economía tambaleante les ofrece metales dorados o plateados a cambio de protección y de indirectamente quedarse con sus tierras. Permite que los reyes sigan siendo tales, permite que los reinados sigan llamándose con el nombre de sus reyes, pero ese hombre, Andahazi, es el que manda todo. Originalmente tenía seis mil hombres y sumó dos reinados con dos mil hombres cada uno, ya diente diez mil. Hizo una enorme reunión con más de veinte monarcas y por lo menos dieciséis o diecisiete de esos monarcas están pensando seriamente en ponerse bajo su protección, directa o indirectamente cederles sus hombres. O sea, que no se extiende invadiendo, y si lo hace es una invasión muy muy sutil. Pero hay otros reyes en la zona que no se prestaron a esa jugada bastante perversa y están planeando, no rebelarse sino directamente unirse y atacar a Villarreal.

-¡Uf! -Fruncí el ceño-, una tarea bastante dudosa. Villarreal es inmensa, he pasado he visto sus muros, son altísimos, es muy difícil tomar esa fortificación. A propósito ¿quién te manda?

-El rey Aladen.

-¿Aladen?

-Está un poco más arriba de la zona ecuatorial, tiene muy pocos hombres, no llega a ochocientos, pero se ha corrido el rumor de que tú manejas la electricidad y además tienes como contacto mental con los dracons.

-¡Hombre!, no tengo contacto mental directamente, me conocen y me conocen sus crías.

-Pero los puedes montar y los puedes dirigir que ataquen.

-Dile a tu monarca Aladen que no, que no cuente conmigo. Yo estoy bien aquí con mi esposa. Aparte, me estaba diciendo ella que tengo algunas canas, ya no tengo edad para andar peleando.

-¿Y qué sucede -me dijo el hombrecito- si el día de mañana las fuerzas de ese... de ese tal Andahazi llegaran hasta aquí?

-No lo creo, son miles y miles de líneas de distancia.

-Hay reyes que viven a miles de líneas de distancia y que se han unido ya. ¿Te quedas callado, Ligor?

-Déjame pensar. ¿Alguno que conozca?

-¿Ubicas a Anán? Lo apoya un tal Aranet.

-¡Aaaja, ja, ja, ja! Ahora sí, Aranet es un amigo, Aranet es un gran amigo.

-¿Lo conoces bien? -me pregunto el hombrecillo.

-Lo conozco muy, muy poco, hemos pasado por una anécdota muy graciosa que no voy a contar pero es un gran guerrero, a mi nivel. ¿Y ese Aranet apoya a Anán?

-Sí, Ligor.

-Ubícame donde está el castillo de Anán. -Me hizo una especie de plano y me dejó la carta de su monarca. Lo convidé con una bebida frutal. Me pidió una bebida espumante. Le dije: -No, no quiero que te caigas de tu hoyuman. Vamos, toma y vete. -Se marchó haciendo una reverencia.

 

Atrás mío mi esposa había escuchado todo. Me di vuelta con la carta en la mano.

-¿No la vas a leer, Ligor?

-Sí, pero no me va a dar muchos más detalles de los que me dio el hombre.

-Ten cuidado.

-Mujer, no dije que iba a ir.

-Ligor, te conozco de siempre.

-¿No dices nada?

-Ligor, el matrimonio no es una jaula ni una cárcel, y aparte es una causa justa si es verdad que esa persona busca apoderarse de varias regiones. Nada más cuídate y vuelve, no hagas que te maten.

-Mujer, lo han intentado muchos. -Le di un beso a mi amada. Le dije:

-Quédate tranquila, me voy mañana al amanecer. Ahora tengo hambre, quiero comer un enorme guisado, descansar un rato a la tarde, hacerte el amor intensamente a la noche. Espero que no me eches vapor caliente. -Sonrió.

 

Y mañana parto a una nueva aventura.

 


Sesión 18/04/2018

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Otra batalla en Umbro iba a tener lugar. Miles de guerreros de todas las razas habían partido hacia Villarreal. El objetivo era contrarrestar las aspiraciones de Andahazi de gobernar todos los reinos. Los mejores guerreros estarían allí.

 

 

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Entidad: A lo largo de mi vida como Ligor muy pocas veces me había sentido sorprendido, digamos.

 

Mi compañero de travesía, Ezeven, era un joven con un aire misterioso, hablaba poco, pero su mirada metálica era directa, firme, no esquivaba la mirada del interlocutor dando la impresión de que no tenía nada negativo que ocultar.

Mientras íbamos en el trayecto, hacia la zona de los dracons, me contó parte de su historia. No la pasó muy bien, padres separados, ambos mentos, ambos habían conseguido nueva pareja, la madre estaba en pareja con un señor que a su vez tenía una hija adolescente, el hombre pensaba que Ezeven podía influenciarla para conseguir algo de ella. A su vez la pareja del padre había tenido un bebé que pensó que Ezeven por celos lo quería matar, había tenido un pequeño problema de bebé y Ezeven le lanzaba una pequeña descarga para reanimarlo y cuando la madre de la criatura lo vio pensó que lo estaba matando.

Las cosas se aclararon, pero Ezeven podía disculpar a la persona como se disculpa a todo ser ignorante, pero perdonar no es olvidar, y cuando tenemos un recuerdo con dolor, como decís vosotros en Sol III, los engramas van dejando muesca dentro de la persona.

 

Me sorprendía porque Ezeven aparte de ser mento tenía el don del rayo, al igual como lo tengo yo, pero además podía levitar. Si bien yo sabía leer, sumar, restar y hacer otras cuentas más complicadas como multiplicar y dividir, no tenía tanto conocimiento de lo que vosotros en Sol III llamáis la física, por lo cual no entendía cómo podía levitar o cómo podía lanzar rocas a distancia. Ezeven me dio una explicación muy por encima, una explicación muy básica, me dijo que de la misma manera que en su cuerpo -como en el mío- tenemos la posibilidad de recargarnos, lanzando luego las descargas eléctricas, de la misma manera una especie de magnetismo o electromagnetismo hace que algunos seres que tienen ese mismo don puedan alejarse de la tierra y puedan rechazar ciertos objetos, o sea, no es que la persona tenga el don de hacer una imposición de manos y lanzar una roca, sino lo que hace es rechazar el objeto con esa especie de magnetismo. Es una explicación muy somera, muy por encima. Tampoco es tan así, pero es más o menos para que yo entienda de la manera que él hacía eso que en el teatro ecuatorial lo llamaban truco y con eso ganaba muchísimos metales.

Pero tanto el rey Anán como Aranet estaban agradecidos porque lo que esta vez las plantas sanadoras no pudieron hacer con el príncipe Gualterio lo hizo Ezeven, reanimándole su corazón. Las plantas hicieron el resto. Si el corazón tuviera en ese lapso que estuvo parado, llamémosle así, alguna herida interna, las plantas lo sanarían, dejarían ese corazón a nuevo. Lo que no pudieron hacer las plantas es hacerlo funcionar, que sí lo hicieron las descargas de Ezeven, y salvo alguna muerte violenta el príncipe tendría vida para rato.

 

Llegamos por fin al territorio de los dracons. El olfato de los dracons era superior al de los cánidos y al de los felinos, a distancia ya me habían olfateado. Los dracons no solo olfateaban a la persona sino también su miedo y para ellos olfatear miedo es olfatear desconfianza o que la persona ocultaba algo, e instintivamente se ponían en contra de la persona al punto tal de quemarla o abrasarla con su vapor si se acercaban demasiado, cosa que no pasó con Ezeven, Ezeven se acercó a alguno de los dracons, inmutable, como si los conociera de toda la vida. Le pregunté:

-¿Habías visto un dracon?

-No, no.

-¿No sientes alguna impresión o alguna emoción?

-Expectativa.

 

Me asombraba y lo admiraba porque lo veía como si estuviera viendo un drómedan en el desierto o un vacuno en el campo. Uno de los dracons, el más fuerte, se acercó, lo olfateó. Ezeven con su mirada acerada cruzó su vista con la del dracon. El dracons bufó, lanzó una especie de vapor caliente por la nariz. Ezeven sonrío, el hecho de que haya bufado Ezeven lo tomó más como un juego del dracon como animosidad hacia él y le acarició el hocico. Atrás estaban los hombres alados, tenían sus alas plegadas.

También le pregunté:

-¿Te asombra ver seres parecidos a nosotros, quizás más pequeños, que puedan volar?

-He visto aves en las altas montañas cuya envergadura de las alas era de tres líneas, una envergadura mucho mayor que la de estos hombres voladores. Así que nada me asombra. Aves que vuelan a más de tres mil líneas de altura... Es más; en algunas cumbres, yendo para el lado del desierto, que llegan hasta las seis mil líneas de altura he visto a lo lejos aves posadas en la cima.

-¡Vaya vista que tienes!

-Bueno, gracias a aquel que está más allá de las estrellas, que me ha dado buena vista, buen oído.

 

Combinamos con los seres alados llevaríamos dracons de repuesto, para que te puedas sujetar bien. Le pondremos a los dracons una especie de liana en su cuello atada a parte del cuerpo para que pueda sostenerte.

-Está bien. -Los dracons se dejaron hacer, solamente con nosotros dos porque los hombres alados no precisaban sujetarse. Y salimos con los dracons rumbo al castillo del rey Anán y de allí partiríamos hacia las fortificaciones, evitando que salgan.

 

No voy a relatar el viaje de regreso, no tiene sentido, dejamos a los dracons afuera del castillo y del patio feudal puesto que en el patio feudal había gente que no estaba acostumbrada, mejor dicho, que en su vida había visto un dracons y no teníamos porque hacerlos entrar en pánico aunque los habían visto acercarse volando y muchos se habían escondido en los rincones.

Entramos caminando por el patio feudal, pasamos por la feria y le dijimos a la gente:

-No tengan temor, nos obedecen a nosotros. -Así y todo, muchos seguían con desconfianza.

 

Nos juntamos con Aranet, con Donk.

-¿Anán? -Aranet dijo:

-En sus aposentos, sigue insistiendo en que el no va a participar, pero podemos llevar a la mitad de sus soldados. Tengo mis bárbaros, ya está la gente de la oscura Irax. También están los Ardenios.

-Bien, tú irás con ellos.

-Así es -me dijo Aranet.

-Bien. Iréis entonces hacia la fortificación de Andahazi. Bien. Nosotros iremos a los aliados de Andahazi a evitar que salgan.

Aranet me dijo:

-Vamos a tratar de evitar muertes, esperemos que no haya una batalla. Al fin y al cabo en algo tiene razón Anán, hasta ahora no ha provocado a nadie Andahazi y no obligó a los reyes que se unieron por la fuerza.

Le respondí a Aranet:

-Entre nosotros. No nos engañemos, los reyes que se unieron lo hicieron por temor. He conocido aldeas que pagaban por protección y la protección era contra los mismos que cobraban ese pago, si la aldea no pagaba, la arrasaban. Estoy convencido que esa gente, nobles, reyes que se han unido lo han hecho directamente para que Andahazi no tome represalias. Es cierto que hasta ahora no ha hecho ningún movimiento, pero no somos ingenuos.

 

Aranet marchó con los oscuros, con la joven Irax a la cabeza y los Ardenios. Se encontraron con la gente del rey Alanés, que también era aliado nuestro y marcharon.

En la marcha llevábamos decenas de mulenas, cargando mochilas, alforjas, comida y obviamente agua, otras mulenas cargando distintas armas. Y hoyumans, por supuesto. No había soldado de pie, todos estábamos montados.

Lo salude a Aranet, a Donk. Le hice una seña a Ezeven, montamos los dracons afuera de palacio y levantamos vuelo. Desde la altura veíamos la marcha de las tropas, llegaríamos bastante antes. Acordamos con los hombres alados de que cada uno con sus dracons haría un sitio en cada fortificación que apoyaba a Andahazi, simplemente para no dejarles salir, para que no presten ayuda. Mientras, Aranet, Donk y el resto de la tropa rodearían a Villarreal.

Y sí, evitaríamos muertes. Pero a veces hay cosas que se salen de control.

 

Gracias por ahora.

 


Sesión 12/11/2019

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Parecía estar fuera de sí mismo, mató un dracon y ahora quería matar la elfa, era como si hubiera ingerido algo que le transformaba. La elfa le ayudó con unas hierbas. Luego seguiría buscando a un ser perverso.

 

Sesión en MP3 (2.754 KB)

 

Entidad: Me invadía un odio tremendo. A su vez mi mente estaba confusa, desfilaban mil imágenes, guerras, sangre, gritos desgarradores. Cerraba los puños, mi corazón latía desaforadamente. Me decía a mí mismo "Ligor, Ligor, Ligor, qué te está pasando". Me prendía del cuello del dracon que volaba de un lado para otro, de un lado para otro. Este animal no me hacía caso, le golpeaba el cuello "¡Qué haces, qué haces!", dio vuelta su cabeza y emitió un pequeño rugido como de queja, como de protesta. ¡A mí! ¡A mí! ¡A mí nadie me protesta!

Lo golpeé con los tobillos en el costado para que volara más rápido, tenía que encontrar a esa zorra, sí. Sí.

 

Mi mente estaba confusa pero más fuerte que nunca, muy fuerte, y este dracon que no me hacía caso de repente voló bajo. "¿Por qué vuelas bajo?, pierdo la visión".

Me enfurecí, me enceguecí, cogí mi espada como si fuera un puñal y se la clavé en su cerebro. El bicho emitió un rugido de agonía y fue planeando lentamente hacia abajo. Me sentía tan reactivo que no me daba cuenta que lo había herido mortalmente y sin embargo planeaba para... para que yo no me lastimara.

Descendió lentamente y terminó de morir. Pensaréis "Tendré complejo de culpa, me asolará la lástima". Nada de eso, no me había hecho caso, se merecía lo que le hice.

Cogí de nuevo mi espada, me fijé si había algún enemigo. ¡Aaah! Allí entre los bosques vi una figura.

-¿Quién eres?

 

La figura se quedó ahí, parecía más pequeña que yo. Ligor no iba a tener miedo de nadie, he luchado contra gigantes, he luchado contra magos, contra vámpirs, he estado en los apartados... ¿de qué voy a tener temor?

Era una mujer morena. Vi sus orejas, una elfa. ¡Ja, ja, ja!

-A ti te conozco.

-La mujer dijo:

-Yo a ti no.

-Sí que me conoces, sí que me conoces, yo te he visto, yo te he visto alguna vez montada en un pantero. Sí, he hablado con Aranet de ti. ¿Por qué dices que no me conoces? Soy Ligor, todo, Umbro me conoce. Tú eres Elefa.

Ella dijo:

-No, no te conozco, ¡has matado a ese animal! Te has criado con ellos.

-¡Ja, ja, ja! ¡Aaay! ¿Y tú cómo sabes?

Ella se encogió de hombros y dijo:

-¿No es que todo el mundo te conoce? Saben de tu historia con los dracons. ¿Qué te está pasando?

-¿Por qué dices que no me conoces, entonces? -inquirí.

-Porque no eres tú -me retrucó-, no eres tú, el Ligor que todos mencionan ama a los dragones.

-¡Ay! No a los que no me hacen caso. -Y saqué mi espada. Pensé que la mujer iba a retroceder. Se quedó en su lugar, no sacó la suya, solamente sonrió.

-Explícame qué haces -inquirió.

Me dio odio. -¿Qué hago? Te muestro mi espada, mi espada invencible.

La mujer se encogió de hombros.

-Hay muchos que dijeron lo mismo. Tu amigo Aranet, por ejemplo, que fue vencido al estar reactivo por una guerrera del norte.

-Conozco esto, una guerrera a la que tú venciste.

-Así es, así es.

-¿Y por eso te crees buena?, por qué no pruebas conmigo, con Ligor?

-Porque no me interesa lastimarte, y menos en el estado en que estás -argumentó Elefa.

-¡Discúlpame!, ¿en qué estado estoy?

-No eres tú, algo está afectando tu mente, no eres tú.

-Tú no eres quién para decirme quién soy yo. -Y arremetí contra ella. Me esquivó fácilmente y sacó su espada. Le lancé un golpe, otro, otro. Me paró los tres golpes fácilmente y me tocó un costado. Me toqué el costado de las costillas, me miré la mano, tenía sangre-. ¡Has visto lo que has hecho, me has herido!

-Apenas te he tocado, no voy lastimarte.

-Te voy a cortar el cuello, te voy a cortar el cuello, elfa.

-¿Acaso me dices elfa para insultarme? Me encanta lo que soy, me encanta quien soy, me respeto a mí misma.

Lancé de plano mi espada contra su cabeza y me la paró sin esfuerzo. Volvió a tocarme ahora del lado izquierdo, otra vez sangre.

-Te mataré. Nadie hiere a Ligor. Te mataré. Te mataré. -La mujer guardó su espada-. ¿Te entregas así?, ¿fácilmente? ¡Ah, zorra, no quieres luchar, quieres que te posea! ¡Aaah, ahora entendí! ¿Pero cómo vas a pagar... -Me toqué los costados: sangre-. Sé que apenas me has tocado, pero cómo me vas a pagar esto?, ¿qué caricias me vas a dar para compensar esto?

 

No sé cómo pero la mujer tenía un grueso bastón, hizo un movimiento que apenas pude percibir y sentí un golpe en la cabeza, y caí sin sentido.

Abrí los ojos, me sentía mareado, me dolía donde la elfa me había golpeado. Estaba recostado, quise levantarme y no pude, me di cuenta que tenía las manos atadas a la espalda con lianas y los pies atados por los tobillos.

-Cobarde, ¡je, je, je!, cobarde, me atas porque me tienes miedo.

-Te ato para que no te lastimes -dijo la elfa-. Toma, bebe esto.

-No..., no te atreves a enfrentarte con la espada y me vas a dar un veneno.

-Ligor, si quisiera matarte ya estarías muerto. -Sacó su espada y la apoyó contra mi cuello-. Con sólo moverla te quito la vida. Déjate de tonterías. -Guardó su espada. Me tomó del cuello y me miró. Quise liberar mis manos para ahorcarla-. Deja de resistirte, quiero sanarte. Bebe estas hierbas.

Bebí. ¡Ah! Un gusto amargo, muy amargo.

-¿Qué me has dado, jugo de hiedra? ¿Qué me has dado, algún brebaje elfo? Cobarde. -Sentí sueño y volví a dormirme.

 

Me desperté y amanecía, vaya, dormí toda la noche. Mi mente estaba más lúcida.

Me acordé de Villarreal, me acordé que estaba enceguecido, quería vengarme de Randora.

Tenía ganas de vomitar, levanté la vista y estaba Elefa.

-¿Quieres vomitar?

-Sí. -Sacó su espada-. ¿Qué vas a hacer?

-Ligor, estás mucho más lúcido, -Soltó las lianas de mis manos y de mis tobillos-, no trates de ponerte de pié todavía, estás mareado. Habrás ingerido algo que te ha afectó tu mente.

Me dolía mucho la cabeza, seguramente tendría razón Elefa.

-Algo habré ingerido en Villarreal, algo habré ingerido, algo que potenció mis deseos de venganza, porque no me quiero justificar. ¡El dracon! ¿Qué pasó con el dracon?

-Tuve que cavar una fosa muy grande para enterrarlo, pero me lo puede permitir mi estado físico -dijo Elefa.

-¿Qué le ha pasado?, sé que caímos en vuelo planeado.

-¿No te acuerdas, Ligor? -dijo la elfa-, yo observaba que iban en picado y tu espada estaba clavada sobre la cabeza del dracon.

-¡No, no, no, yo jamás haría eso!

-No eras tú, era el alucinógeno que habías ingerido.

-Pero, pero mujer, ¿si ese alucinógeno sacó lo peor de mí significa que parte de mí es así?

-Nadie es bueno del todo, nadie es malo del todo.

-Estás equivocada mujer. Andahazi, el señor de Villarreal es perverso, y ni hablar de Randora, son malos por naturaleza. Pero me asombro de mí, me asombro de haber hecho eso. -Quise pararme (levantarme) y me tambaleé-. ¿Qué me pasa, qué me has dado?

Elefa dijo:

-Algo que te cura, algo que directamente te va a despejar tu mente. Pero demora, se ve que lo que has ingerido es muy fuerte. Da gracias a aquél que está más allá de las estrellas de que no te ha matado, eso.

-¿De dónde has sacado este brebaje?

-¡Oh!, es un tradición élfica, es una planta curativa muy amarga.

-¿Tiene que ver con algún valle escondido? -pregunté.

-No, no, sé de qué hablas pero no, esto es de la tierra de los elfos, pero te hará bien.

 

Pasé el día entero tratando de descansar pero tampoco podía descansar, me dolía mi cuerpo, me dolía la cabeza, seguía con ganas de vomitar.

Hasta que pasó otro día.

La miraba a Elefa.

-No has parado de comer ni de beber y yo no puedo probar bocado. -La mujer se encogió de hombros.

-Debo alimentarme. Y en los momentos que tú dormías me entrenaba.

-Si tú dices que eres buena, ¿para qué te entrenas tanto? -pregunté.

-Para seguir siendo buena.

 

Al tercer día ya me sentía bien. ¡Aaah! Tenía la mente lúcida, clara. Me sentía mal por haber dejado a los míos e ir en persecución de esa zorra, Randora.

-Necesitas ponerte en forma -dijo Elefa-, tienes que volver a tener tus reflejos.

-¿Y cómo?

-Practica conmigo.

-Mujer, ahora estoy bien, ya no estoy bajo los efectos de esa cosa que he ingerido.

-Practica conmigo, entonces.

-Está bien, pero tendré cuidado.

-No te midas, no te preocupes.

 

Practicamos con la espada haciendo pasos como de malabarismo. Era imposible entrarle, Elefa era la mujer más rápida que había visto con la espada, varias veces se midió para no tocarme, varias veces se frenó para no golpearme. Y entrenamos dos, tres, cuatro días más.

Ya habían pasado casi ocho días desde que caí con el dracon y me topé con Elefa. Día tras día, tarde tras tarde practicábamos con la espada. Volví a tener la agilidad de siempre y así y todo sentía que ella me superaba.

-¡Vaya que eres buena, admito que eres buena! No sé como retribuirte lo que has hecho por mí pero debo volver, debo volver a Villarreal.

-Iré contigo si quieres.

-¿Me acompañarías?

-Quiero asegurarme de que estés bien de verdad.

-Iremos caminando.

-Yo tengo mi pantero en el bosque. El pantero tiene parientes, si te animas a montar un felino...

-¡Je, je! Mujer, monto dracons, mi amigo Aranet monta un bagueón..., ¿cómo no voy a atreverme a montar un felino?

-Primero déjate olfatear, a ver si le caes bien al felino.

-Mujer, mujer, sé cómo es la cosa.

 

Verdaderamente el pantero y su pariente eran muy feroces. Ambos me olfatearon, no olieron en mí una pizca de de miedo.

Pude montar al otro pantero y marchamos para Villarreal, a ver qué encontraríamos allí.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 18/11/2019

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Estaba mejor. Partió hacia el castillo del rey, con la compañía de la elfa. Encontró a su esposa en actitud firme, seria.

 

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Entidad: Me sentía extraño y a la vez humillado, en todos los episodios de mi vida nunca me había pasado algo así, de perder el control. En el fondo buscaba engañarme a mí mismo diciendo que fue responsabilidad de esos hongos que digerí y que me afectaron en mi comportamiento.

La elfa no estaba de acuerdo, ella me decía:

-Has sacado una parte de ti que tenías oculta.

 

Por otro lado me sentía triste. Haber matado un dracon, mi animal preferido... No me imaginaba a Aranet matando un bagueón por un efecto alucinógeno. Pero hasta que las cosas no salen a relucir no sabemos cómo se va a comportar la persona.

Por el camino pasó un dracon, le hice un gesto de acercamiento y pegó como una especie de graznido y siguió vuelo. Elefa me miró. Pensé que había una especie de conexión entre ellos como una mente indivisa, y en este momento todos los dracons, por instinto no por razonamiento, estaban enterados de... de lo que yo había hecho.

 

Con mucha prudencia nos fuimos acercando a Villarreal. No había vigías en la torre, no había cadáveres, no había nada.

Elefa muy pragmática me dijo:

-Vamos al portón principal. -El portón principal era una puerta gigantesca de por lo menos seis o más líneas de altura por cuatro líneas de ancho, y en el medio un portón más pequeño, que estaba entreabierto.

Entramos: nadie a la vista.

Elefa me tocó el hombro. -Mira. -Escondidos había unos mozuelos. Nos vieron y fueron apareciendo, eran más de veinte entre varones y mujeres.

-¿Dónde están todos? -Me miraban y no respondían-. ¿Vosotros no sois los de la academia de Fondalar? -asintieron con la cabeza-. ¿Qué pasó con el resto?, había más de un centenar.

Uno tomó la palabra. Dijo:

-Nos escondimos.

-¡Je!, se escondieron de la batalla. O sea, sois cobardes.

-No nos prejuzgue -dijo otro joven-, cuando nosotros llegamos la batalla ya estaba terminada. Se montó una academia.

-Eso yo ya lo sabía -argumenté-. Pero explicadme, ¿dónde están todos? Yo lo que recuerdo es que me fui persiguiendo a Randora y a Andahazi.

Otro de los jóvenes dijo:

-Randora volvió.

-Bien. ¿Y mis compañeros?

-No estaban.

-No entiendo, ¿dejaron la fortaleza desprotegida?

Me respondió otro de los jóvenes, una chica:

-Habían ganado la batalla. Randora había huido con Andahazi, iban a la boda del rey Anán y nos dejaron aquí.

-Explícate mejor; ¿el resto de los estudiantes se fueron al castillo? ¡Por qué os quedáis callados? Explicad qué pasó.

-Volvió Randora.

-¡Ah! O sea, yo como un tonto buscándola y ella volvió. Pero vosotros tenéis dones, ¿la dominaron? ¿Dónde está?

Otra joven dijo:

-No, no es así. Vino con un ejército nuevo y un hombre.

-Un hombre. El ejército era de hombres. Me dices "el ejército y un hombre". ¿Por qué lo separas?, ¿qué tenía de especial ese hombre?

-Era un mento.

-Vaya, como vosotros. ¡Pero eran más de cien!

-Dominó a todos.

Empalidecí. -¿Los mató?

-No, los dominó mentalmente, hacían lo que él quería.

-¿Y vosotros?, los que estáis aquí...

-Pudimos escondernos y quedamos fuera del dominio mental de ese hombre.

-Está bien. ¿Y qué pasó con Randora?

-Ella estaba al lado de ese hombre, estaban juntos.

-¿Qué pasó después?

-Agregó a los estudiantes al ejército y marcharon para el castillo de Anán.

La miré a Elefa.

-¡Te das cuenta de los que dicen! Un mento fuerte dominó a los estudiantes. Pero bueno, allá están Ezeven, Fondalar, Émeris, mi esposa Núria y la chiquitina Ciruela. Estoy intrigado, vamos para el castillo de Anán.

Elefa me dijo:

-Espera, no te precipites.

-¡Qué no me precipite, ya ha pasado tiempo! ¡Vaya a saber lo qué pasó!

-Hemos andado días -explicó Elefa-. Comamos algo, descansemos. Que lleguemos un día antes o un día después no va a cambiar la historia.

-A veces la historia se cambia en medio amanecer.

-¿Quieres ir adelante? Ve, yo comeré algo y descansaré -argumentó Elefa.

-¡Ah! -Si las mujeres humanas son difíciles, las mujeres elfas pienso que son más complicadas. Descansamos.

Los jóvenes nos dijeron:

-Adentro hay tinas con agua tibia, si queréis cambiaros de ropa.

-¡Por qué no! -dijo Elefa.

-Vaya. -Hice un gesto de impotencia y dije-: Está bien, supongo que habrá guisado, no esas comidas raras.

-Hay guisado -dijo un joven-, sí.

-Bien, descansaremos un día.

 

Nos bañamos, nos cambiamos de ropa, descansaron los hoyumans y partimos al amanecer. Los jóvenes querían acompañarnos.

-No -dijo Elefa-, quedaros acá, no sabemos lo que pasó allá. No dejéis vacía la fortaleza, con vuestra mente podéis dominar a una persona común. -Asistieron.

 

Y nos marchamos para el castillo de Anán, fue interminable atravesar el desierto. Hasta que llegamos a la parte de bosque, el arroyo. Prácticamente me tiré de cabeza, bebí hasta saciarme, bebieron las cabalgaduras.

 

Le pregunté a Elefa:

-¿Por qué no seguimos viaje con los panteros?

Elefa me dijo:

-No les gusta el desierto, y no sé como hubieran reaccionado acercándose a la fortaleza donde estaban los chicos mentos.

-Por eso en el último poblado pagaste los hoyumans.

-Así es.

-Eres inteligente.

-Ya lo sé.

-Y eres vanidosa.

-También lo sé.

-Y eres buena con la espada.

-De eso estoy absolutamente segura.

-Y tienes respuesta para todo.

-No, para todo no, pero para la gran mayoría de las cosas sí. -Sonreí. Hacía rato que no sonreía. ¡Cómo estarían todos, cómo estarían!

 

Al tercer atardecer avistamos el castillo, me tranquilicé que había vigías en las torres. Uno de ellos avisó que llegaban dos jinetes, nos miraron con un cono de aumento.

Escuché que decían:

-¡Es Ligor y una elfa! -Abrieron los portones. Me tranquilicé, estaban todos los que conocía. Fondalar, su rostro estaba pálido.

-¿Qué te ha sucedido?

-Me han herido.

¿Herido a ti? -Le conté lo que me dijeron los jóvenes que quedaban en la fortaleza.

 

Me contaron todo. Randora había venido con un mento muy poderoso llamado Zizer, que había puesto adelante, a la vanguardia, a los jóvenes académicos para que no disparemos las flechas del lado de adentro.

-¡Vaya! Astuto pero desgraciado. Pero lo han vencido.

-No, hemos terminado peor nosotros: Émeris herida, yo herido con flechas envenenadas. No eran flechas de veneno mortal sino de veneno alucinógeno.

Fondalar me dijo:

-¿Y a ti que te ha pasado?

-Debo haber comido algunos hongos que me afectaron.

-Presumíamos eso por tu comportamiento.

 

Nos sentamos a comer, Elefa al lado mío.

-Me comentaron pormenores del relato de la batalla que no fue. De lo heroico que fue Donk... A propósito, ¿dónde está Donk?

-Núria también fue herida...

-¿Dónde está?

-Ellos no participan, han pasado por mucho.

-¡Quiero verla!

Aranet me dijo:

-Está en un pequeño balcón, comiendo aparte. -Me dirigí para allá.

Lo saludé a Anán:

-Mira que te has salvado de muchas, ¿eh?

-¿Me lo dices a mí? ¿Y tú? -me respondió el rey.

 

Llegué a la pequeña terraza balcón y estaban charlando animadamente Donk y Núria.

-Bueno, mirad vosotros -Atrás mío Aranet-, vaya confianza que tenéis hablando tan animosamente en lugar de venir a comer con nosotros.

Núria se paró (levantó) y dijo:

-Hola, entiendo que cuando uno llega saluda.

-¡Buf! -resoplé-. Hola, ¿estás bien?

-Sí, no gracias a ti, que te has ido como un loco.

-Mujer, fueron los efectos alucinógenos.

De repente vi atrás a Elefa y dijo:

-Mató a un dracon. -Núria empalideció.

-¿Te has vuelto loco?

-Estaba bajo los efectos de un alucinógeno.

-Nosotros también, y no nos matamos entre nosotros.

-Bueno, cada uno es distinto -me defendí-, pero he venido aquí a ver qué pasa, no a que me acuséis.

Donk dijo:

-Creo que le estás hablando en un tono demasiado fuerte a Núria.

-¡Vaya, el gallito tiene plumas!

-El gallito que tú dices -habló Donk-, cuidó a Núria, la contuvo a Núria mientras tú estabas como loco buscando a Randora, que a propósito, también estuvo aquí.

-De todas maneras muy pocos se atreven a hablarme en ese tono.

-Es el tono que te mereces. Te crees un paladín y eres una persona reactiva, no otra cosa. El hecho que hayas matado un dracon muestra quien eres en verdad, una persona descontrolada cuando está fuera de sí.

-¿Qué conoces de mí? No conoces nada de mí. Te quemaste la cara y te la curaron con unas plantas y te escondiste con otra personalidad porque no querías mostrar tu verdadera cara. Y me dices a mí... ¿Por qué no te fijas en lo que eres tú?, un cobarde que se escondía detrás de una máscara.

En ese momento Donk tocó su espada: ¡Ja, ja, ja!, ¿quieres intercambiar los metales? No tengo ningún problema.

Elefa dijo:

-Ya está, basta.

Anán, de detrás mío:

-Ligor, suficiente.

-¡El que primero tocó la espada fue él! -Y saqué mi espada.

 

Y en ese momento sentí como un choque en mi cabeza de electricidad y caí desvanecido. Se oscureció todo, todo, absolutamente todo.

 


Sesión 04/12/2019

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

Iba con Elefa y por el camino encontraron unos maleantes con dos niñas: Dieron cuenta de ellos. Más tarde tuvo un bajón anímico por todo lo ocurrido con Núria y se expuso ante la elfa.

 

Sesión en MP3 (3.493 KB)

 

Entidad: La elfa me miraba.

-Estás callado. -Giré la cabeza.

-No estoy callado, estoy pensativo.

-¿En qué piensas?

-Mujer, no tengo muchos deseos de hablar. Por otro lado, ¿por qué has decidido venir conmigo? -Elefa me dijo:

-Si me respondes mi pregunta, te respondo la tuya.

-¡Je! -Hice una mueca que era una media sonrisa-. Pienso en todo lo que pasó. Me parece como que..., a ver cómo te lo explico, Elefa, entre ser puritano y ser hipócrita creo que la brecha no existe, es una línea muy delgada.

-No entiendo, Ligor.

-Claro. A ver, es cierto, Anán consumió hongos y es como que deliraba, no quería entrar en batalla. Su hijo le afectó mucho más al punto tal de perder la memoria. Y a mí me sacó una persona que no creo ser. Soy bromista, he sido mujeriego, lo reconozco, salía con posaderas, lo reconozco, pero desde que estuve con Núria jamás la traicioné. ¿Piensas hacerme algún comentario?

-Sí -asintió Elefa-. Ha sacado lo que tú tienes adentro, como el que bebe alcohol, y de repente puede desear pelearse o caer en ridículo.

-Disiento contigo -exclamé-. ¿Cómo sabemos que eso no me envenenó, no me envenenó mi alma y sacó algo que no soy?

-Puede ser -dijo la elfa-, pero cuando llegamos al castillo y ya no tenías ese efecto alucinógeno estabas muy irónico, y hasta -y no sutilmente-, buscando como discutir o ir más allá cuando viste a Donk con Núria en el balcón terraza.

-Ponte en mi lugar -dije-. Desaparezco durante un tiempo, caigo bajo los efectos de un alucinógeno, llego al castillo... Ponte en lugar de Núria, una mujer que no ve a su esposo durante un tiempo, ¿y qué es lo primero que tiene que hacer? Levantarse y correr a abrazarlo, colgarse de sus hombros. ¿Lo hizo? No. Siento que me miró como si me hubiera visto el día anterior, como si fuera una figura inapropiada en ese momento. ¿O me equivoco?

-Es tu punto de vista -dijo la elfa-. Yo no puedo ponerme en el lugar de Núria, no puedo. no sé lo que pasaba por su mente. Sí escuché frases de ella que quizá tú no escuchaste porque estabas encerrado en ti mismo, donde decía que estuvo la mitad de su vida como una esclava disfrazada de dama de compañía, y si bien la princesa, que luego fue reina, era una buena mujer, tan buena no sería al momento que no la liberó de su promesa. Mientras tanto tú eras libre de ir y venir a donde sea. Y como dijiste antes, eras mujeriego, ibas de posadera en posadera, de guerrera en guerrera.

-Está bien -admití-. ¿Pero qué tiene que ver con el presente? O sea, razona esto, Elefa. Ella estaba bajo un juramento o promesa o como lo quieras llamar, yo no, ella estaba encerrada en el castillo de Samia. Muy bien. ¿Y yo qué debería hacer encerrarme en un granero? ¿Y si Samia vive más tiempo?, ¿y si Núria era la que moría antes? O sea, supongamos que sí; hacía votos de castidad hasta que ella estuviera libre. ¿Qué ganaba con eso, qué ganaba ella con eso?, ¿qué ganaba Núria, la iba a liberar más rápido Samia? No, tuvo que esperar a que se muera y que los hijos la liberaran de la promesa. ¡Qué hay de malo que yo haga mi vida mientras tanto! Lo que sí tienes que señalar qué hice mientras estuve con ella; vivimos juntos una relación perfecta hasta que llegó la nota de que había problemas en Villarreal, y ahí se desencadenó todo. Pero sentí, tuve la sensación, y tú eres testigo, de que yo era el victimario y Núria la víctima. Ahora: ¿por qué romper los lazos conyugales? Entonces Núria no... no estaba tan segura de su amor. Imagínate tú, el día de mañana tienes una relación, por alguna razón tu pareja cae herido y falta sesenta amaneceres de tu lado, vuelve repuesto a su hogar y tú dices "Me di cuenta de que no te amo". ¿Es tan así, es tan así, Elefa? -La elfa se encogió de hombros y continué-. ¿De alguna manera Donk no aprovechó la vulnerabilidad que ella tenía para cortejarla?

-Por lo que tuve entendido -dijo Elefa-, él no la cotejó de la manera que tú piensas, se hicieron amigos, es como que ella avanzó más sobre él.

-¡Ajá! Muy bien, Elefa, muy bien. O sea, que me estás dando la razón en todo.

-No, solamente digo eso. Pero yo no prejuzgo a nadie -dijo la elfa-, hay que ponerse en el lugar de la persona, qué sentía en ese momento, cómo se encontraba.

-¿Y cómo me encontraba yo -pregunté-, cómo me encontraba yo?

-Has matado a tu dracon.

-Sí y no sabes cómo me siento, me siento muy mal por eso. ¿De verdad piensas que en condiciones normales yo haría algo así? O sea, alguno de ellos dijeron "El efecto del alucinógeno te muestra cómo eres". O sea, yo soy un mata dragones, eso soy. ¿Sabes la gente que he salvado, sabes la gente que he ayudado? Hasta ayudé gente en el otro continente. Cruzamos a otro continente, algo que no hizo nadie, y ayudamos a la gente de hordas salvajes. ¿Eso no suma puntos a mi favor? -La elfa me miró y dijo:

-¿Lo has hecho de buena fe?

-Por supuesto -admití-, claro que lo hice de buena fe.

-¿O buscabas reconocimiento? -La miré.

-No, no buscaba reconocimiento, lo hice porque era lo que tenía que hacer. Pero por otro lado yo no soy hipócrita como los puritanos del castillo de Anán, porque son puritanos, o fingen que son puritanos, y cualquier mácula que tiene el otro ya se la señalan.

-No es tan así.

-¿No? ¡jo, jo, jo, jo! Yo creo que sí. Aranet no se pronunció pero tampoco me defendió, es como que todos miraron para el otro lado y ninguno se opuso cuando Núria dijo de cortar los lazos conyugales.

-¿Y por qué no te negaste?

-¿Negarme? ¿Y por qué me iba a negar?, ¿tú piensas que yo soy una persona tipo Donk? "¡Ay! Por favor, no, Núria, no hagas esto conmigo...", ¿tú me ves una persona llorona?

-No creo que Donk sea llorón.

-¿No? Siempre vivió comentando lo que le pasaba con su ex y con la gente de su pueblo que lo rechazaba hasta cansar, vivía haciendo rol de víctima. Yo no soy así. ¿Núria quería la ruptura de lazos conyugales?, perfecto. Pero me queda en el estómago como un nervio, como un nudo de impotencia. A ver, no por el amor de Núria, el amor que lo ponga en una cajita de regalo y lo tire al pantano, sino por... me molesta que me vean como... como el malo. He hecho por Umbro más que todos ellos juntos. -La elfa me dijo:

-Estás egocéntrico, estás mirando lo que te pasa a ti. Aranet arriesgó su vida por lo que le pasó a su esposa y él no lo anda pregonando.

-Yo no sé, yo puedo hablar por mí, no puedo hablar por otros. Sé que cada uno tiene su historia. Donk a veces estaba insoportable contando sus pesares, nadie lo condenó. Anán le esquivó el bulto a la batalla..., está bien, fue por los hongos alucinógenos, pero nadie le dijo "Los hongos alucinógenos te volvieron cobarde". ¿Qué dices a ello?

-No digo nada. A mí no me caes mal pero tendrías que bajar un poquito tu estado de... de éxtasis.

-¿Éxtasis? Ojalá estuviera en un estado de éxtasis, estoy como en estado de rebeldía, no me siento bien.

 

En ese momento se escuchó un griterío, la elfa se puso el dedo índice en los labios. La entendí. Desmontamos, sacamos nuestras espadas. A través de las rocas vimos dos jóvenes, dos niñas bastante jóvenes, rodeadas por seis guerreros. Una de ellas ya tenía las ropas casi desgarradas, bebían y las besaban por la fuerza, el próximo paso era violarlas.

Nos asomamos y nos dimos a conocer. No la vieron a la elfa, me miraron los seis a mí:

-¡Vaya! ¿Te unes a la fiesta y encima traes a otra mujer? ¡Es una elfa! Pero bien, que se sume a la fiesta. -Me volvieron a mirar y la volvieron a mirar a la elfa-. Parece que es una guerrera... ¡Más interesante! Nos gusta, nos excita que las mujeres se resistan, ¡ja, ja, ja!

-Creo que estáis equivocados, tanto la elfa como yo venimos a rescatar a estas jóvenes, a estas niñas. -Los seis rieron, y el que estaba al mando dijo:

-Te voy a corregir, guerrero, venís a morir, por lo menos tú. A la elfa la lastimaremos lo menos posible y disfrutaremos de ella también. -Elefa habló:

-Podría dar cuenta de los seis, pero como tengo aquí a mi compañero no me esforzaré tanto. -Me miró y dijo-: Atiende a este bocón y a aquellos dos, yo me ocuparé de los otros tres.

 

Sacaron sus armas y se dirigieron a nosotros. Di cuenta del primero y casi me distraigo con el segundo y el tercero al ver la rapidez con que Elefa despachaba a los tres. Me demoré más pero di cuenta de los tres que me correspondían a mí. Obviamente, no tuve piedad. No soporto al bandido, no soporto al que asola aldeas, pero menos soporto a los que violan jovencitas. Los seis cadáveres quedaron ahí. Le dije a Elefa:

-Atiende a las jovencitas, aparentemente no fueron ultrajadas, por suerte. Yo veré si tienen metales en sus ropas. -Efectivamente, los tenían.

-Los repartimos entre nosotros -le dije a Elefa.

No, démosles los metales a las jóvenes, trabajan de lavanderas, dijeron, en el poblado vecino. Estaban en el riachuelo lavando ropa cuando aparecieron estos seis, estas seis lacras. -Las jóvenes nos agradecieron. Una de ellas dijo:

-No sabemos cómo recompensarlos. -Elefa dijo:

-Ya nos recompensaron el hecho de que estén bien. ¿Queda lejos vuestro poblado?

-No, pero tampoco tan cerca.

-Es prudente que sean más cuidadosas. Si escuchan pasos o galope de hoyumans escóndanse en el bosque, no sean blanco tan fácil de los depredadores. Humanos o animales. -Una de ellas dijo:

-Con respeto a vosotros, pero los depredadores humanos son peores. Por suerte queda gente buena. -Una de ellas se acercó y me abrazó.

-Gracias. -Me quedé duro, sorprendido.

-Cuídense -les dije. Y seguimos viaje.

Elefa me volvía a mirar.

-¿Cómo te sientes?

-Raro. Fíjate la diferencia -agregué-, para aquellos soy una mala persona.

-Nadie dice que seas una mala persona.

-Sin embargo la que era mi esposa rompió los lazos conyugales y ahora una jovencita me abrazó porque le salvé la vida. Me siento muy emocionado. Me siento mal. -Elefa se acercó y me miró a los ojos.

-Tienes los ojos húmedos, ¿estás tan vulnerable?

-Es que se suma todo; mi impotencia, me prejuzgaron... Pero me sentía como envuelto en una coraza de rabia y esa coraza de rabia me protegía... El abrazo de esta niña me desarmó, es como que esa roca con la que me sentía protegido se me rompió. Me siento expuesto ante ti.

-¿Y te da vergüenza? -me preguntó la elfa-, ¿te da vergüenza que te muestres humano?, ¿normal? Hemos salvado la vida de las jóvenes y tú te quiebras emocionalmente.

-¿Ves?, eso es malo.

-No -dijo Elefa-, eso es bueno, te muestras humano.

-¿Compensa lo del dracon? -pregunté.

-No, un acto bueno no compensa un acto negativo aunque fuera bajo los efectos de algo, pero ante mí te muestras humano, y eso para mí vale mucho.

-Mujer, ¿acaso me estás proponiendo algo? -Me dio un golpe en la cabeza, un golpe amistoso.

-¡Basta! Nadie está proponiendo nada, no eres... no eres mi tipo de hombre.

-¡Ah!, bueno. ¡Ah!, bueno.

-Y yo no creo que sea tu tipo de mujer, lo que pasa que tú eres hombre y cualquier carreta te viene bien.

-¿Eso piensas de mí?

-Sí, eso pienso de ti Ligor. Sea elfa, sea una mujer de los apartados, sea una mujer del desierto pienso que te viene bien para combatir tu soledad.

-Mira la fama que me he hecho. -Elefa se encogió de hombros, hizo un gesto de impotencia con las manos.

-Es la fama que te has hecho.

-¡Ah! No sé lo que será de mí ahora, me gustaría mostrarle a los del castillo de Anán de que no soy la persona que piensan que soy.

-¿Acaso vives de la aprobación de los demás?

-No, honestamente no, jamás viví de la aprobación de los demás, jamás.

-¿Y entonces?

-¡Hum!, pero ahora es distinto, es como que les quiero demostrar quién soy, que vean quién soy de verdad y entonces yo marcharme, mostrarles a esos puritanos que... que soy distinto.

-Ligor -dijo la elfa-, te haces demasiado problema, no le tienes que demostrar nada a nadie, a nadie, será lo que tenga que ser. Nosotros solos no podemos vencer a esa tal Randora acompañada con ese mento tan poderoso, no podemos, y me considero la mejor espada de Umbro.

-Vaya si lo eres, en segundos has vencido a tres. Y casi me cuesta una herida a mí porque me he distraído mirándote lo rápido que has manejado la espada.

-Lo vi, lo vi, y eso te lo critico, porque uno casi te clava su espada por mirarme a mí. Estás bajando la guardia, Ligor, tenemos que practicar más seguido. -Le dije:

-Mira, allá hay una roca alta, plana, podemos practicar un poco.

-Lo haremos -dijo la elfa-, pero tranquilo, con tranquilidad, sé que eres muy bueno con la espada pero últimamente te veo muy reactivo y eso te quita puntos.

-¡Ja, ja! Muy bien. Y después a tomar una bebida espumante en el próximo pueblo.

-Está bien. He dejado en el bosque grande, en el bosque negro a mi pantero, me siento más cómoda montando al pantero que montando un hoyuman. A así que práctica, bebida espumante, y me voy a buscar a mi pantero.

-¿Pero seguirás junto conmigo? -pregunté. Hizo un gesto con las manos como diciendo "Quién lo sabe".

 

Y es así, quién sabe lo que va a pasar, ya veremos.

 


Sesión 06/01/2020

Médium: Jorge Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan

 

En Umbro, los caminos son lugares de encuentro. Mientras iba en busca de los dracons encontró un hombre sabio que había aprendido de Fondalar.

 

Sesión en MP3 (2.939 KB)

 

Entidad: La miraba de costado a Elefa, la veía como distante. Sin embargo su mirada era amistosa y su rostro sonriente.

 

En determinado momento me dijo:

-Yo no juzgo tus acciones. Y me pareces alguien interesante. Pero debo seguir mi camino.

Le dije:

-Pensé que te caía mejor.

La elfa me respondió:

-Sé a dónde quieres llegar, pero no... no quiero comprometerme en una relación.

Le dije en tono humorístico:

-Nadie habla de compromiso.

-¡Ja, ja, ja! -La elfa sonrió-. Me imaginaba esa respuesta. Tampoco deseo una relación esporádica, no es mi tiempo.

-¿Y cuándo sería tu tiempo? -pregunté.

-Cuando yo lo sepa lo podré contestar. -Se acercó y me dio un beso en la mejilla. Me sorprendió, no lo esperaba. Y se marchó para el bosque.

Recuerdo que en el camino me dijo:

-Tienes una asignatura pendiente. Sé que los dracons no son telepáticos, pero hay como una especie de mente indivisa, no es que sepan, pero todos presienten lo que pasó con tu dracon. Resuelve ese tema.

 

Y partí rumbo al noroeste, a la región de los dracons. Pasé por decenas de poblados, evité ponerme en algún problema, recibí en un par de posadas un par de provocaciones de gente alcoholizada. Los ignoré, y me sentí bien de haber evitado conflictos.

Al décimo amanecer llegué a la región conocida. Es más, miré hacia el cielo y había alguna figura volando, algunas emitían pequeños gritos que podrían asustar a algún viajero. Uno de los dracons hizo un vuelo... vuelo planeado bajo, y olfateó fuertemente y levantó el vuelo rápidamente, pero no se acercaban. Por supuesto no esperaba un ataque pero tampoco se acercaban.

 

En el camino vi a un hombre de conceptura media, de edad indefinida, rapado. Me miró con tranquilidad.

Bajé de mi montura y me acerqué.

-¿Cómo estás, viajero?

-Bien. Intuyo a qué vienes.

-¿Intuyes a qué vengo? -repetí.

-Es lo que acabo de decir -dijo el hombre.

-¡Vaya! Eres adivino.

-No. Eres Ligor.

-Ya sé lo que dirás a continuación: "Tu fama te precede".

-No -dijo el hombre-, pero sé del episodio.

-¿Te conectas con los dragones?

Me dijo:

-En realidad sí, pero no me hablan, simplemente sé.

-¡Vaya, vaya, que tienes dones! -exclamé sin asombro, quizá irónicamente.

Y él me dijo:

-El episodio no lo sé por los dracons, la noticia se divulgó por toda la región de que has matado un dracon, y era tu montura preferida.

-¿Y cómo sabes que soy yo?

-Por tu descripción; alto, musculoso, cabello oscuro, algunas canas... los años no pasan solos. -No me reí, lo miré con curiosidad.

-No sabía que alguien se contactaba con los dracons, pensé que era el único.

-Bueno -dijo el hombre-, la región es muy amplia, muy muy amplia. Tú llegas hasta el mar, pero hacia el norte hay mucho mucho más camino para recorrer, incluso hay unas montañas. Por eso le llaman más al norte "La costa inaccesible", los barcos se estrellan. Y de alguna manera eso protege a los dracons.

-¿Protege? -pregunté-, los dracons no precisan protección, se defienden solos. Si gente de los barcos bajara a la costa y quisiera coger una presa se cocinarían con el vapor hirviente que echan los dracons.

-Hay flechas especiales con veneno o con una hierba que los adormece, y con una punta especial que penetra la piel de los pobres bichos.

-A propósito, ¿cuál es tu nombre?

Me miró y me dijo:

-Ryuji.

-Ryuji. ¡Vaya nombre! Alguna vez de pequeño escuché ese nombre, y que habrá algún dios de los dragones con ese nombre. Pero obviamente es todo mito...

El hombre se encogió de hombros.

-Por eso me lo habrán puesto, porque de pequeño siempre amé a los dragones.

-¿Los montas como los monto yo?

-Totalmente, pero no voy a aventuras ni a batallas ni a nada.

-Vaya. ¿Nunca te han atacado?

-¿Por qué habrían de hacerlo, por qué? No dejan de ser animales, algunos tienen un carácter distinto, dos machos se han peleado por el liderazgo y el que perdió quedó muy lastimado y nadie se le podía acercar porque estaba con un humor tremendo. Es más, quiso acercarme a mí para, o lanzarme vapor hirviendo o querer masticarme, pero con mi mente lo frené.

-No entendí lo último -exclamé-, ¿cómo con tu mente lo has frenado? Espera, no me digas que eres un mento.

-Sí, te lo digo.

-¡Vaya! Mento y amigo de los dracons. Ahí vienen dos de ellos. -El hombre los silbó, se acercaron, lo olfatearon. Los tocó y les habló:

-Amigos míos, sabéis que os quiero. Mirad, ante vosotros llegó vuestro amigo, aceptadlo. Lo que él ha hecho ha sido bajo un influjo maléfico, él los ama tanto o más que yo. -Los dos dracons me miraron y se acercaron. Uno se acercó con su morro, con su nariz y me dio un golpe en el pecho haciéndome sentar en la tierra-. ¡Ja, ja, ja! -Ryuji se rio-. ¿Ves?, ese es el cariño que te tienen.

 

Me levanté, le acaricié el cuello y de un salto lo monté. Pegó una especie de gruñido y salió volando. ¡Otra vez montando sobre un dracon! No sé si me entendería pero le dije: "Discúlpame, discúlpame por tu hermano, daría lo que sea por revertir esa historia, pero no estaba bien, no estaba bien para nada".

Volví a tierra y desmonté. Había más de treinta dracons en trescientos pasos a la redonda. Me acerqué en el medio de ellos y los fui tocando y acariciando. Algunos gruñían, otros lanzaban como un sonido 'eggg, eggg'.

Y atrás mío Ryuji, el mento.

 

-Nunca había escuchado hablar de ti. El nombre sé que es mitológico, pero...

Me miró y me dijo:

-Ligor, Umbro es grande, Umbro es muy grande.

-¿Y qué tan bueno eres como mento? -pregunté. -Se encogió de hombros.

-Nunca me interesó competir.

-Vaya. ¿Qué paso con ese dragón que perdió la jefatura? -Me miró.

-Me permitió que lo curara. Y el alfa de los dracons es con el que volaste.

-¡Vaya! El que me pegó con el morro y me sentó en la tierra. Vaya poder que tienes para a un dracon herido controlarlo.

-Tuve un buen maestro, un muy buen maestro.

-¿Quién?

-Fondalar. Sé que tú lo conoces.

-¿Tú eres discípulo de Fondalar?

-No... En este momento y desde hace mucho tiempo vivo de manera solitaria.

-¿No tienes pareja?

-No. Amé una vez a una joven pero ella estaba casada. También quiso estar conmigo, también me amaba, pero pudo más mi voluntad y mi moral. Y me alejé de ella y nunca más busqué a ninguna pareja.

-Vaya, yo la hubiera hecho feliz.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay Ligor, entonces es cierto que tu fama te precede!

-Qué raro que eres, qué raro que eres, Ryuji.

-Enseño a mucha gente, hay tribus salvajes que se han amansado con mis enseñanzas.

-¿De qué les hablas, de guerra, de batallas?

-No, todo lo contrario; les hablo que aquel que está más allá de las estrellas está dentro de cada uno de nosotros, vivimos por él, vivimos en él y él vive en nosotros. -Me rasqué la cabeza. Este hombre era un sabio o era un loco. Y por supuesto se lo dije.

-¡Ja, ja, ja! Quizá las dos cosas -me respondió.

-¿Por qué te alejaste de Fondalar? -pregunté.

-No, no me alejé del maestro, él tenía una misión, yo tenía una misión. Yo soy más solitario, voy a distintas tribus, a distintas regiones, enseño el amor del Padre. Fondalar trata de enseñar a la gente otras cosas, buenas costumbres, buenos deseos. Pero otro estilo, otra manera , la cual respeto, la cual venero. Y él me respeta a mí.

-¡Pero nunca me habló de ti! -exclamé.

Ryuji se encogió de hombros.

-Para qué iba a hablar de mí. Yo soy solitario, no evado la compañía de nadie. Pero no suelo ir a poblados, generalmente voy a tribus pequeñas, a poblados pequeños a enseñar. Yel que no quiera aprender, no insisto.

-Pero lo que tú haces es religión.

-No, tiene que ver con lo que tienes adentro.

-Vaya que hablas raro. Vaya que hablas raro.

-¿Te irás?

-Sí -le dije-, quiero seguir mi camino. Pero no es momento de que me lleve un dracon, seguiré con mi hoyuman. Tengo que resolver muchas cosas.

-Bueno, esta ya la has resuelto, los dracons te aman, te respetan.

-Eso no quita lo que hice. Es cierto, me reconforta, pero no quita lo que hice, aunque haya estado con mi mente alterada.

 

Y me marché. Por el camino observé mil cosas; el viento, los árboles... Sentía como una especie de congoja, por momentos es como que quería ir a una posada y beber hasta cansarme y estar con posaderas hasta agotarme, pero no no no no; no era quizá lo que yo buscaba.

 

Por el camino vi a dos jóvenes, uno era una niña, tendría unos dieciséis, diecisiete años, y un jovencito de diez. Me miraron como con temor, con aprensión.

Desmonté y les dije:

-¿Tenéis para comer? -La joven se encogió de hombros y dijo:

-Se han agotado nuestros recursos y es como que no queremos ir a un poblado para no tener problemas.

-Problemas, ¿por qué? No entiendo.

La joven dijo:

-Yo me escapé de mi casa.

-Pero eso no está bien.

-Eso crees tú. Mi padrastro quería violarme, por eso me escapé. Y mi madre no me creía.

-¿Cómo te llamas?

-Delfina.

-Pobre niña. ¿El niño es tu hermano?

-No, él se llama Carlo. Era huérfano, lo crió un herrero y a medida que fue creciendo, la intención del herrero fue cambiando, en un momento dado quiso abusar del niño y él se escapó. Tuvimos ambos la suerte de encontrarnos.

-Vaya historia.

-¿Tú eres buena persona? -me preguntó la niña.

-Mirad, soy un guerrero. Me gusta la bebida espumante, he salido con posaderas... Pero no tengáis miedo de mí, soy protector de los niños y las niñas.

-¿Y si vienen muchos, podrías defendernos contra muchos?

-Soy amigo de los dracons -confesé.

-No, nadie es amigo de los dracons -dijo Delfina.

-Soy amigo de los dracons. Y además, tengo el don desde niño de lanzar rayos con las manos.

-Eso no existe.

-¿No? ¿Ves aquella piedra?

-Sí. -El niño y la joven miraron. Lancé una descarga y la partí en dos.

-¿Veis?, puedo defenderme.

-¡Vaya!

-Si estáis solos no hay problema en que me hagáis compañía, los invitaré a comer y estarán bajo mi protección.

-Aceptamos.

 

Tenía un hoyuman un poco más pequeño que el mío y montaron ambos, la joven Delfina delante y Carlo atrás de la joven. Y marchamos a la par.

Un nuevo destino, una nueva historia.

 

Pero se venía algo bravo...

 

Gracias por escucharme.

Quinta parte