Índice |
Psicoauditación - Adriana |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
|
Sesión del 07/03/2020 Aldebarán, Núria Sesión del 17/07/2020 Aldebarán, Núria Sesión del 18/07/2020 Aldebarán, Núria Sesión del 20/10/2020 Aldebarán, Núria Sesión del 20/11/2020 Aldebarán, Núria Sesión del 17/03/2021 Aldebarán, Núria Sesión del 13/04/2021 Aldebarán, Núria Sesión del 14/04/2021 Aldebarán, Núria Sesión del 25/10/2021 Aldebarán, Núria Sesión del 01/11/2021 Aldebarán, Núria
Sesión 07/03/2020 Los bárbaros se habían llevado al rey, dama Marya y al bebé. ¿Pero qué podían hacer ellas dos? Decidieron ir tras ellos, ya se les ocurriría qué hacer.
Entidad: Me sentía bastante molesta, por un lado insegura también. Me parece que lo que estábamos haciendo era una odisea que no nos iba a llevar a ningún lado.
Émeris me daba ánimos, me decía: -Núria, no es así, no se trata de enfrentarlos abiertamente. Le respondía: -Entiendo, pero pasa por... pasa por otro lado mi inquietud. Primero, obvio que no podemos enfrentarlos; quizá tú no tengas el don que tiene Zizer tan extremadamente alto pero eres también una menta, podrías de alguna manera doblegarlos. Mi temor -con todo cariño, Émeris, por el rey Anán y por la dama Marya-, mi temor es el bebé, que no le pase nada. Son bárbaros, son salvajes. Y si le llegara a pasar algo al bebé aunque sea por accidente... Yo creo que Aranet... yo creo que directamente los mata a todos. Por lo menos todos los que conspiraron con Orlok.
Descansamos en medio de un bosque. Al amanecer le dije a Émeris: -Estamos yendo para el sur, tendríamos que ir para el este. Ya prácticamente pasamos la latitud de la isla Baglis. Émeris me respondió: -Aún estás como aturdida, es como que no estás pensando bien. -No entiendo. -Claro, tú piensas que todos los bárbaros son iguales, como que los puedes comprar con metales. Y hay dos cosas por las que no: una, ¿te piensas que Orlok va a ir a la isla?, los bárbaros que están ahí son totalmente leales a Aranet y seguramente los van a combatir, no se van a aliar con ellos. Ahora, Núria, supongamos que la codicia de los que están en la isla es mayor que su lealtad y Orlok los comprara. Y aquí viene la segunda parte: la codicia de Orlok es mayor; pudiendo quedarse ellos con el botín, ¿por qué lo van a compartir con los otros, con los otros bárbaros? No, van para el sur. Ellos saben que para el norte hay una batalla. Ellos se van lejos del conflicto. Yo pensaba. Y le dije a Émeris: -Cuanto más tardemos en encontrarlos y ellos se sientan bastante seguros ha pasado casi un amanecer. Yo no sé buscar huellas, ¿tú? -Tampoco. -Estamos yendo por intuición, por instinto pero yo sé, porque conozco... conozco por dentro como es un bárbaro, un bárbaro de estos retorcidos que por dentro tienen una suciedad del alma. Cuando se sientan seguros que ya crean que nadie los va a alcanzar se van a deshacer del rey, de la dama y del bebé. También puede pasar que a la dama la ultrajen entre todos y la maten después o que muera durante el ultraje y al bebé quizá no lo maten quizá lo críen como un bárbaro. Pero me da... me da como una sensación de dolor interno, me vuelve a doler el cuerpo como me dolía en el castillo. Me parece que es injusta la vida, me parece que es injusto todo esto. ¿Por qué la gente reacciona así, por que quiere más y más y más? Émeris me miró y me dijo: -Me voy a tomar el atrevimiento de usar mi don para contigo. -No ¿Para hacer qué? -Núria, ¿piensas que te voy a manipular? No. Te voy a mandar mentalmente armonía para que te clames. -Es que quiero estar alerta, tal vez eso me haga como una especie de soporífero, no quiero. -No, Núria, no, la armonía te va a dar calma pero vas a seguir estando alerta. -¿Y cuándo lo vas a hacer, sentiré algo por dentro, sentiré... no sé, alguna sensación? -Ya lo hice. -¿Cómo? No sentí nada, tengo como una angustia en la garganta todavía. ¿Hace efecto eso? -¿Cómo te sientes? -Me duele la garganta, me duele al tragar, me duele un poquito el pecho pero... Pero no..., es como que me cuesta un poquito respirar. Pero de a poco..., me cuesta hablar... -Espera. -Émeris me hizo hacer silencio. Respiraba por la nariz estando más calmada.
Frenamos los equinos. Le hago señas con la mano a Émeris como preguntándole qué pasa. Émeris se toca los oídos y señala para adelante y me hace un gesto con la boca, como que hay gente que está hablando, y me hace gestos de desmontar. Atamos los hoyumans a un par de árboles. Se agacha y me señala una rama, le hago un gesto como que no entiendo, se toca el pie como tratando de pisar la rama y que al quebrarla va a hacer ruido, todo eso por señas. Entendí. Entonces vamos a avanzar muy despacio por dentro del bosque saliendo del camino, tratando de no pisar ramas, evitando todo tipo de ruido. Los equinos quedaron atrás, ya estaba atardeciendo y a lo lejos se ve una fogata, me impresioné, me empezó a coger taquicardia. Le hago señas a Émeris me toco el pecho y abro y cierro la mano como mostrándole que mi corazón latía más fuerte. Me hace un gesto de tranquilidad, de tranquilidad de avanzar un poco más. Divisaba muchos bárbaros armados, pero con una ventaja a favor nuestro, en sus cantimploras llevaban bebida alcohólica y tomaban y tomaban y cantaban. Eran básicos, totalmente básicos. No había vigías, no había nadie apostado, porque lo correcto era que hubiera por lo menos alguno de los bárbaros fuera del cántico del alcohol, vigilando. No, eran tan básicos que todos cantaban y tomaban.
Y ahí sí, a un costado estaba la dama Marya con el bebé arropado, y al lado Anán. Anán atado con las manos en la espalda no podía hacer nada. Aparte, él solo, aunque se hubiera liberado y hubiera estado con una espada, ¿qué podía matar uno, dos, tres bárbaros? Lo mataban al instante o directamente hubieran cogido a Marya, le ponían un puñal a la garganta y Anán hubiera tenido que soltar su espada y después lo hubieran ejecutado igual. La miro a Émeris y le hago con las manos el lenguaje de señas: "¿Qué hacemos?". Me dijo que espere. Estábamos más o menos a cincuenta líneas. A cuarenta líneas no nos podíamos acercar más porque estábamos ya en el límite de los árboles. Si salíamos del bosque nos veían. Le hice de vuelta el lenguaje de señas, tocándole la frente con dos de mis dedos, que la distancia era muy grande para que ella llegue con su influjo mental. Me hizo de vuelta con sus dos manos calma. Se cruzó de brazos Émeris, se concentró.
Veía que seguían cantando. No pasaba nada, seguían tomando. Algunos tomaban tanto, les hacía tanto efecto el alcohol que se apoyaban en el hombro del compañero y quedaban como dormidos. Yo le hacía señas con mi mano como diciendo "Están tomando mucho". Me decía "No". Y me hacía un gesto con las dos manos pegadas, como de almohada, tocándose su mente.
Primero no le entendí. Claro, no les estaba infundiendo terror como hubiera hecho Fondalar, les estaba influenciando sueño, mucho sueño. ¡Ah! Me quedé tranquila. Además, los demás bárbaros miraban a los que se dormían, pegaban una carcajada y seguían tomando. Seguramente a los que se dormían los veían como débiles, como flojos, como que no servían para nada. Ellos eran los machos, los que tomaban más, los que asolaban aldeas y vejaban mujeres, los ganadores, los mejores. Una escoria, eso es lo que eran.
Pero mi temor era que cuando la mitad de toda la tropa de bárbaros estuviera dormida empezara el resto a sospechar que había algo más que la bebida que los hacía dormir, porque si bien eran brutos -bruto no significa tonto-, en algunas cosas eran listos. No lo reconocí a Orlok, de treinta y cinco, cuarenta líneas no lo podía reconocer, pero cuando más de la mitad se quedó dormida uno de ellos levantó la mano y dijo -porque intuí eso-, "No tomen más", porque todos dejaron de beber. Y había un par que sin beber se durmió también, pero no sospecharon que hubiera nadie. Uno de ellos, que llevaba la voz cantante, que parecía Orlok, olfateó su cantimplora, bebió otro poco y escupió el líquido. Y hablaba con los otros con gentos ampulosos, como diciendo "La bebida tiene algo". Los otros hicieron un gesto como diciendo "No, no puede ser". Es como que estábamos interpretando el lenguaje de señas. La miré a Émeris y seguía enviando influjos de sueño, de cansancio, de sueño.
Émeris era casi tan fuerte como Fondalar, pero el influjo de sueño mental no es algo que uno pueda dirigir. Vi que la dama Marya se recostó contra Anán y cayó dormida. Y eso fue un problema porque quedaban pocos despiertos, cerca de dos docenas, por lo menos veinte y algo de hombres quedaban despiertos. Y señalaron a Marya. Hablaron con Anán. Anán se encogió de hombros y le dieron una bofetada que lo hicieron caer de espaldas. Sabían que Marya no había bebido y sin embargo estaba dormida. Estuve a punto de levantarme correr hacia los que quedaban y lanzarles descargas con mis manos. Me tomó de la mano, me cogió del hombro Émeris, me dijo que espere. Su rostro era como que estuviera haciendo una fuerza tremenda, como levantando peso. Era tanto el influjo mental que estaba casi agotada. Quedarían quince despiertos. Me miró y me dijo: "Un dedo, dos dedos, tres dedos y vamos". Me dijo que espere y me dijo: "Ahora". Levantó un dedo, levantó el segundo, levantó el tercero y salimos a la carrera. Estaban tan ocupados en saber qué estaba pasando que recién nos vieron cuando estábamos a diez pasos, y ahí la mente de Émeris era mucho más potente a ocho líneas de distancia, y a cuatro líneas ya alcanzaba con las descargas. No les dimos tiempo a nada, los que no se durmieron cayeron bajo mis descargas eléctricas. Me sentía tan aliviada pero a su vez... ¿Habéis visto cuando uno se siente como... como que lo logramos. -Gracias. Émeris, gracias.
Pero me desahogué. Me puse a llorar, a llorar con toda la fuerza. Y estaba irracional porque empecé a golpear los rostros de los bárbaros que estaban dormidos. -Émeris me abrazó. -Ahora podré hablar. -No, no, Anán está despierto. Yo me ocuparé de Marya y del bebé. Desata al rey. -Fui, lo desaté al rey. -¿Estás bien? -Estoy algo maltrecho ¿Qué pasó? -Émeris. Estábamos detrás de los árboles, los fue durmiendo a casi todos. -No me hubiera imaginado que nos hubieran alcanzado. ¿Nos siguieron el rastro? -No, honestamente, no. No sé si fue intuición o qué. Voy a coger una espada y los voy a degollar uno por uno. -Anán me cogió la mano. -No, no, no, no, no. -No hay lianas para atarlos a todos, ¿qué vamos a hacer? -Se habían recobrado bien, Marya y el bebé, llorando. Lo miré al bebé, estaba bien, una belleza de niño. -Émeris, ¿qué hacemos con los bárbaros? En cualquier momento se despiertan. -No son inocentes -me dijo Émeris-, pero matarlos estando dormidos no; no es un acto loable. Yo seguí irracional porque le dije: -El mundo no va a perder nada. -Me tomó del mentón: -Núria no, Núria no. Espantemos los hoyumans, cogemos un par de hoyumans más y volvemos para el castillo. Anán dijo: -Émeris tiene razón. -¿Y los vamos a dejar así más bien? ¿Y si nos siguen? -Van a tardar en despertarse.
No cogí ningún arma, pero lo vi a Orlok y algunos de los que estaban dormidos y les lancé rayos aún estando dormidos, su cuerpo se estremeció. Ya está, ya está -me dijo Émeris. Montamos. -¿Puedes ir bien en el equino? -le preguntó Émeris a Marya-, ¿la rienda con una mano y el bebé? -Así nos llevaron también. Puedo perfectamente -dijo Marya.
Y volvimos para el castillo. Yo miraba hacia atrás, que aquel que está más allá de las estrellas me disculpe, pero yo o voy a ser hipócrita, yo los hubiera degollado a todos. Gracias por escucharme.
Sesión 17/07/2020 Ya en el castillo descansó. Como en un ensueño, iba repasando los últimos sucesos vividos. Pero quizá no eran sueños.
Entidad: Yo sabía que algo no iba bien, me daba vueltas en la cama de un lado para otro, mis pensamientos eran un torbellino y de repente me despierto y... y pego un sobresalto, en el piso de abajo se escuchaban gritos. Bajo la mitad de la escalera y... ¡Ligor y Donk! ¿Cómo entraron, le habían avisado al rey? Pero eso no importaba, hablaban entre ellos.
-¿Qué hacen aquí? -dije desde la mitad de la escalera. Me miraron los dos. -¿Y a ti que te parece mujer, a ti qué te parece? Vengo porque sospechaba y mira con quien me encuentro. Me mira Donk y me dice: -¿Por qué no le cuentas, por qué no le cuentas lo nuestro? -¡Por qué no le cuento, qué? -Por qué te piensas que me fui, por qué te piensas que me alejé, ¿pensabas que tenía miedo de la batalla?, me alejé por ti porque tenía el corazón roto. Ligor dijo: -Eres un caradura. Nosotros estábamos casados y tú te aprovechaste. -¡Ja, ja, ja! Yo no me aproveché de nada, ella me buscó, nos besamos. Cuéntale lo demás, cuéntale Núria, cuéntale lo nuestro, sé valiente de una vez por todas. -Pero fue algo que no tuvo importancia... -¿No tuvo importancia? ¿No tuvo importancia que estábamos abrazándonos debajo de las sábanas? -¡No! Pero espera, qué estás diciendo! En ese momento Ligor interrumpió. -O sea, que tú la has hecho tuya. Yo voy a acabar contigo, te voy a cerrar esa boca. Donk lo miró con aires de suficiencia y le dijo: -No te olvides que cuando Anán no era Anán, que era conocido como Gualterio, existía un tal Novo que le salvó la vida, o sea, yo. Eres más grande que yo, pero también más torpe que yo, siempre fui mejor que tú con la espada. -¡No, paren, paren! Desenfundaron su espada y empezaron a cruzar metales. En ese momento Ligor le rasgó el brazo izquierdo. -¡Aggg! -Pegó un alarido Donk-. Es lo último que haces. -Dos, tres, cuatro embates más de Ligor. Donk se agachó, se estiró de repente con su mano y la espada atravesó el pecho de Ligor-. ¿Te das cuenta?, ¿te das cuenta que yo era más rápido? ¿Te das cuenta que Núria va a ser mía? Ligor me miró desfalleciendo, muriendo. Cayó de rodillas y finalmente cayó tirado al suelo frío, sin vida. Me cogió un tremendo mareo y me desmayé en la escalera.
Abrí los ojos, me acordé de la escena. Me tomé de la baranda de la escalera y miré hacia abajo... Las lámparas de aceite, los mosaicos impecables, ni una mancha de sangre, los soldados limpiaron todo. ¿Pero dónde estaban, dónde estaban?
Sentía mi corazón roto, destrozado. En ese momento escuché pisadas en las escaleras que daban al aposento real. Bajé las escaleras, corrí las veinte líneas del pasillo descalza, subí las escaleras que daban al aposento, mi intriga era mucha. Abrí la puerta y me tambaleé: en el lecho estaban Anán y la dama Marya sin vida, cada uno con una daga clavada en el pecho. Miré al costado donde estaba la cuna: un hombre todo de negro. La luz de la lámpara de aceite dejó ver su rostro, era un vampir, y tenía al bebé, al bebé en sus brazos. -Al bebé no lo verás más. Me cogió de vuelta un mareo, un mareo tremendo y me desmayé, por segunda vez me desmayé.
Cuando recupero el sentido estaban los dos cuerpos sin vidas, del del rey y de la reina. La cuna vacía, el vampir se había llevado al bebé.
Bajé las escaleras corriendo y lo veo a Aranet. -¡Aranet, no sabes lo que...! -Aranet no me prestaba atención, la tenía arrinconada contra la pared a Mina ponía sus manos apretando su cuello, la estaba ahorcando-. ¡Qué haces! -¿Qué hago? Me enteré que me engañó con Rebel. ¡Ja! Claro, Rabel herido, ella lo cuidó, Fondalar se fue y ella se quedó con Rabel, cuidándolo, acariciándolo, haciéndole el amor. Y yo en la batalla como un tonto. Pensaréis que es mi orgullo herido. Pensad lo que quieran pero... la mato, la mato.
Me acerqué para tratar de separarlo porque Marya había muerto, Anán había muerto. Se lo dije. Mina me miraba con los ojos sin aliento. Traté de separarlo y ¡Plaf! Una tremenda bofetada de Aranet me tira al piso. La cabeza me estallaba, todo me daba vueltas. Me dolían las cervicales en ese momento me dolía la espalda, me sentía cansada como en estado febril, apenas podía respirar, me faltaba el aliento, me faltaba el aliento.
Levanto la vista, me había puesto de rodillas. La miro a Ciruela. -Mi amor, mi amor. -No estaba ni Aranet, ni Mina. La habría matado, se la llevó-. Mi amor, ¿quién les abrió la puerta a Donk, a Ligor? ¿Dónde están los soldados, que no acuden? Porque están todos enloquecidos entiendo, algún cómplice de los bárbaros habrá puesto alguna planta de esas venenosas en la comida que los enloqueció a todos. Se lo dije a Ciruela. -Mi amor, espero que tú no hayas comido. Yo ayer no tenía hambre, no quise cenar. Todavía no había salido el sol, la lámpara de aceite iluminaba toda la escena, el gran pasillo estaba vacío. -Ciruela me miraba pero su cara era como de odio-. ¿Qué pasa, mi amor? -No me digas mi amor, no seas descarada, Núria. Mi amor mi amor mi amor.. Hipócrita tú. Tú fuiste la culpable de que Ligor muriera a manos de Donk, tú lo engañaste. -No lo engañé, me sentí vulnerable y un par de besos, pero lo que dijo Donk "Debajo de las sábanas", eso nunca pasó, eso nunca pasó. Mi amor, ¿si tú no me crees quien me va a creer?, ¿quien me va a creer? -No te puedo creer, no te puedo creer. Cuando Donk se llevaba el cuerpo de Ligor se cruzó conmigo y me contó todo, llorando. Me dijo: "Me besaba, me acariciaba, decía que era el amor de su vida y luego me despreció. Y por eso me tuve que ir". Pero a Ligor no le dijiste eso, a Ligor le mentiste: "Voy a deshacer la boda". Lo humillaste delante de todos. Y ahora... y ahora murió. Vi que las manos de la niña se ponían rojas. -¡Qué haces, qué haces!
Sentía como que mi cuerpo quemaba, sentía un fuego por dentro. La mirada y las manos de la niña me abrasaban, quemándome. Me estaba muriendo. Y luego... nada.
Sesión 18/07/2020 Todos sintieron efectos extraños cuando regresó quien terminó con Zizer, porque tuvo que tomar drogas potentes para acabar con él. Irradiaba influjos mentales que a otros les producía sueños negativos. La entidad lo relata porque también lo sintió.
Entidad: Abrí los ojos, confundida, y vi el rostro de Fondalar. Me levanté y lo tomé de los brazos. -Calma, calma, Núria -me dijo. Lo miré con ojos interrogantes y sentí como una calma mental. -¿Qué pasó? -A todos les pasó lo mismo. -¿Fue la comida? -No, no, Núria, no fue la comida, estuve con casi todos, con Anán, con su esposa, con Aranet, con Mina, con el joven Gualterio, con todos. Todos tuvieron de alguna manera un temor. -¿Fue una pesadilla? -Fue un poco más que una pesadilla. -¿Y quién lo provocó? Trajo un banco y me dijo: -Siéntate. Me llevé una sorpresa enorme cuando volvió Jordi. El príncipe Gualterio, exultante contando la hazaña, no sabíamos qué había pasado con Zizer, quién había acabado con él. Tuvimos un reencuentro afectivo muy grande con mi hijo. Esa noche, ¿te recuerdas que hubo fiesta en el salón real? La mesa larga repleta, incluso en el patio de armas los soldados festejando. Lamentamos que no estuviera Ligor, que aparentemente fue en busca de Randora, pero el principal enemigo ya no estaba. La fiesta fue en honor a Jordi. -Me recuerdo perfectamente. Entiendo el orgullo que tendrías por tu hijo, que hace tanto tanto tiempo que no veías, y te sentías sanamente orgulloso de cómo había madurado. Más de una vez contaste lo poco que podía manejar su ego cuando era joven, cuando fueron para los apartados. -Tiempo después noté como unos cambios, por momentos es como que perdía la memoria, por momentos es como que estaba con un estado febril. -Sí -le dije a Fondalar-, algo noté, pero sería el cansancio o la lucha mental que tuvo contra Zizer. -No. -El rostro de Fondalar para nada festejaba el triunfo, tenía una tristeza tremenda. -Pero cuéntame, ¿qué es lo que produjo todo esto? -Como te dije antes, Núria, cada uno tuvo una visión distinta, muy realista y a la vez muy real. En ese momento se acercó Émeris y me abrazó: -Núria... Le dije: -¿Tú también? -Sí, yo también tuve visiones horrorosas. Casi todos. -¿Producidas por qué, un hongo que pusieron en la comida? -No. -Émeris lo miró a Fondalar y le preguntó-: ¿Has terminado de contarle? -Estaba en eso. -Fondalar me miró y siguió-. Y cada día empeoraba, tenía más estado febril y se quedó recostado en una de las habitaciones, prácticamente Émeris y yo sabíamos que no estaba en buen estado. -¡Pero cuando vino estaba excelente! -Claro. Y ahora voy a explicar por qué. Me contó que... me da pena repetir sus palabras, pero nunca voy a ocultar la verdad, por más cruda que fuera. Siempre tuvo como ciertos celos, cierta envidia de mi don. -¿De tu don?, ¡acababa de vencer a Zizer! -Claro, pero no tenía mi fortaleza mental ni mi equilibrio, a veces le dominaba su ego. Una vez se hizo amigo de un comerciante, muy amigo, y tenía una hija casada, y la fue influenciando mentalmente. -¿Qué? -Sí, Núria, la fue influenciando mentalmente para atraerla. -¿Para que deje al esposo? -No, le potenciaba su pasión para con él, para que engañe al esposo. -No lo puedo creer. -Yo tampoco lo creía. Finalmente había otro mento por la zona, vio la conducta errática de la joven y le mandó influjos positivos sin que Jordi se enterara. Finalmente no se pudo consumar esa pasión gracias a la intervención de ese mento. Por suerte Jordi no se enteró, porque sí bien no tenía el don tan desarrollado como el mío podía haber acabado con ese mento. Nunca maduró, siempre especuló. No digo que llegó al nivel de Zizer de influenciar a las mujeres para estar con ellas o convencer a los banqueros de que él tenía dinero en ese banco y robarles, pero sí hacía cosas menores, y cada vez se sentía más resentido con la vida. -¿Por qué? -Porque todo lo que lograba no le satisfacía, porque no era por él, era por el influjo que él provocaba a la gente. Y cada vez crecía más su rencor para con la vida. Y me confesó que llegó a odiarme. -¿Pero... pero por qué, Fondalar, si tú no tienes la responsabilidad de nada? -Era su mente, era su mente la que estaba enferma espiritualmente. Hasta que conoció a un señor que vivía en lo hondo de un bosque, había oído hablar de él en varios pueblos pero era imposible encontrarlo, un hombre llamado "el albino". -Me sorprendí. -Fondalar, ¿tiene que ver con el albino que le daba hongos y una mezcla a los llamados retornados para que las heridas no les hicieran mella? -Sí, ese mismo. Le pagó infinidad de metales dorados para que le preparara un hongo especial. El albino, que no tenía prácticamente sentimientos ni emociones, era una persona fría como un témpano, puso reparos. Y le dijo: -Estos hongos multiplicarán tu poder mental al máximo, pero te irán comiendo «de alguna manera lo dijo, básica, ¿no?», te irán comiendo tu cerebro.
Jordi no hizo caso, pagó una fortuna y se llevó una bolsa grande de polvo de hongos. Solamente con un pequeño puñadito en la cantimplora con agua le daba un poder y una claridad mental tan grandes..., un buen ánimo. Se sentía seguro, firme, completo, se sentía como una persona importante. Pero volvía a decaer al poco tiempo y cada vez precisaba más y más polvo de hongos para mantenerse estable. Le quedaba una cuarta parte de lo que había comprado y volvió a ver al albino. La casa estaba desierta, el hombre había abandonado su vivienda llevándose todo lo que podía, porque no es lo mismo venderle a una persona común que a un mento, y más a un mento desquiciado, y estaba convencido que volvería a pedir más y no tenía más, y conociendo el desequilibrio de Jordi sabía que hubiera terminado muerto. No hubo manera de encontrarlo. Dejó de relatarme porque perdió el sentido. En mi alforja todavía tenía polvo de plantas sanadoras de la anciana Areca, le di a beber un caldo, recuperó el conocimiento y me preguntó qué le estaba dando. -Unas plantas sanadores -le respondí. -No, el efecto va a ser provisorio. Le dije: -Son casi milagrosas. -No padre no, los hongos del albino te vuelven dependiente y a su vez te van consumiendo el cerebro.
Y me relató que el día anterior al encuentro con Zizer había consumido el resto de esos hongos que le había dado el albino y le dio el poder suficiente para vencer al malévolo Zizer, que en estado normal no hubiera podido hacerlo. Y fue decayendo. Podía haber decaído de dos maneras: la abstinencia le hubiera provocado un carácter irascible tremendo, pero no, le provocó debilidad. Y él me decía: -Si tú pudieras ver a través mío, como si mi frente, como si mi cabeza fuera transparente, verías que mi cerebro está como una centésima de línea reducido, como que los componentes de ese cerebro se estuvieran achicando, atrofiando, deteriorándose. Ese era el pago del poder. -¿Me estás diciendo que tu hijo se está muriendo? -Lo mismo que te digo a ti, Núria, se lo conté a todos. Primero al rey y a su dama, Marya. Con el dolor del corazón te digo de que sí. Y por la noche le cogían espasmos mentales, y esos espasmos mentales, a todos los que estaban en palacio les provocó visiones realistas y a la vez irreales, como te pasó a ti, Núria. -¡Pero podía haber habido una masacre! Imagínate los soldados cogiendo las armas y disparándose los unos contra los otros. -No, Núria, no es así. Tú en ningún momento te despertaste de tu cama, ni Anán, ni los soldados. A mí no me afectó, a Émeris tampoco, pero sí a todos los demás, y cada uno tuvo su... llamémosle pesadilla, con un miedo profundo. -Soñé que se peleaban Ligor con Donk y que Donk lo mataba. Soñé que habían matado al rey y a su dama y que raptaban al bebé. Soñé que Ciruela... -En ese momento me cayeron lágrimas. -Son miedos internos, miedos provocados por la mente febril de Jordi. Siento una tremenda compasión porque vivió una vida injusta. Sé que no soy responsable de lo que pasó, se crió con otra gente, me vio siendo adolescente y su ego estaba exacerbado. Luego siguió su camino. Pensé que con el tiempo maduraría, pero no fue así, al contrario, aprovechó su don para sacar ventaja de la gente. Así como esa mujer casada se salvó de estar en su lecho hubo otras que no, que no se salvaron. Y estudiando su interior, lo que yo llamaría su alma, su alma es así. -¿No entiendo? -comenté. -Claro. Todos nosotros tenemos dentro nuestro una partícula de aquel que está más allá de las estrellas, que es lo que llamamos alma, y cada alma es distinta, y quizás en otra vida esa alma vuelva a animar otro cuerpo. -¿Tú hablas de que el alma no muere? -No, Núria, el alma no muere, y generalmente cada alma vuelve a encarnar en una nueva vida con roles que pueden ser similares. Ahondé en la mente de mi hijo y supe que en una vida pasada a la de Umbro, en otro mundo también hostil, obviamente no tenia los poderes, los dones de mento, pero también se aprovechaba de gente humilde. Y por como percibo su interior, su alma no va a cambiar; en vidas posteriores va a seguir siendo un aprovechador, una persona que se va a aprovechar seduciendo mujeres, convenciéndolas de cosas con vanas promesas. -¡Pero no entiendo! -¿Qué no entiendes, Núria? -Hay algo llamado herencia, heredamos el carácter, la forma de ser de nuestros padres... -Sí, podemos heredar rasgos, manera de ser, pero la mente es más poderosa, y el alma es más poderosa que la mente. -Discúlpame, todavía estoy un poco aturdida de lo que pasó en mi mente. Explícame de vuelta esto último. -Claro. Tú heredas rasgos de tus padres. Puedes ser parecida a tu madre o a tu padre, hasta puedes tener algunas maneras de ser similares a las de ellos, pero... Pero tu alma no hereda las maneras de tu familia, tu alma es siempre igual, puede evolucionar, estar igual o involucionar. Y yo penetré de alguna manera la mente de Jordi y no está arrepentido de nada, su alma. Y eso es lo que más me hace trizas mi corazón. -Fondalar, debemos agradecerle lo de Zizer. -Sí, por supuesto que sí, pero no te conté ni la décima parte de lo que me ha contado en la noche febril que tuvo. -¿Y ahora qué va a pasar con él? -pregunté. -Nada, Núria, no hay manera de salvarlo. Su cerebro está consumido, no creo que tenga más de uno o dos días de vida por delante. Ya no tiene fuerzas, ni siquiera los polvos sanadores de la anciana Areca hacen efecto. -Pensé que hacían efecto en todo. Mira Donk, tenía la piel quemada y... -Es distinto. se la regeneraron. Pero las plantas no son mágicas, si te cortas una pierna las plantas no te la hacen crecer de nuevo. Hay un límite, no van a restaurar el cerebro de Jordi.
De la misma manera que esa noche que llegó contando la hazaña con humildad se comió carne, se comió aves, pescado, verduras, se brindó con vino, con bebida espumante. Ahora el palacio estaba de duelo por la muerte del hijo de Fondalar. Las palabras de Fondalar fueron: -Como consuelo lo recordaré como un héroe que ha vencido a Zizer, pero no quiero tampoco sentirme responsable por todo lo que hizo, porque entiendo que cada uno es responsable de sus actos, y si el alma de la persona está torcida, es más fuerte que cualquier herencia sanguínea. -Me acarició la cabeza y se marchó. Me quedé con Émeris y la abracé llorando.
Todos estaban bien. El rey Anán, Marya, Aranet... Ligor y Donk jamás habían regresado. La niña Ciruela se sentó en mi falda. Cuando le conté todo me dijo: -Jamás te haría daño. -Lo sé, niña, lo sé.
Jordi había inducido el terror en nuestras mentes y ya no estaba con nosotros. Normalmente se dice que el alma descanse en paz, pero me imagino el alma de Jordi desencarnando con un rencor tremendo y tratando de desquitarse en cada vida. Gracias.
Sesión 20/10/2020 Estaba sola, todos habían marchado a una batalla. La reina y el rey estaban poco accesibles para reconfortarla. Un día llega su exesposo, cansado de una guerra, y vuelven a repetirse las recriminaciones cruzadas.
Entidad: Prácticamente estaba sola en palacio, sola con mis demonios internos, sola con mi inquietud. Tenía anhelos, mi idea era que pudiéramos estar todos en la academia, donde había sido la fortaleza de Andahazi, sin desmerecer para nada la hospitalidad del rey Anán y su hermosa dama, Marya, pero soñaba con que estuviéramos todos allí practicando, trabajando, siendo útiles primero a nosotros mismos.
A veces me aquejaban dolores y me enojaba conmigo misma porque aún era joven, aún era joven. Extrañaba enormemente a Émeris, mi compañera. El príncipe se había marchado con Aranet, Aksel, Rebel, Dexel junto con los bárbaros de isla Baglis. Luego se fue el maestro Fondalar, al día siguiente se marcharon Émeris, Ezeven y la niña Ciruela siguiendo a Fondalar.
EL rey y su dama bajaban a la sala real, comíamos juntos pero se encerraban en la alcoba, y los soldados me saludaban con una enorme cortesía pero no conversaba con ellos. Me sentía con una enorme soledad que me agobiaba. Y daría la impresión que esa soledad, ilógico e irónico, daría la impresión que esa soledad me pinchaba el cuerpo. Me sentía disconforme conmigo misma, como que las cosas no me cerraban, como que la vida no me cerraba. Pero no podía ser tan incoherente de echarle la culpa a la vida por los acontecimientos ocasionados por circunstancias o por seres humanos. Es lo que es, es lo que es.
Y estuve tantas veces a punto de decirle a Émeris: "Tenemos un pequeño palacete que habíamos habitado con amor antes de que viniera la famosa guerra con Andahazi. Y si el día de mañana puedo quedarme definitivamente en la academia, ¿para qué tenerla?, venderla y con ese dinero utilizarlo para seguir instruyendo personas con habilidades diferentes". Porque no todos eran mentos puros, la propia Émeris era mitad mento mitad norna. Ciruela, que no podría definir su habilidad, su don. Yo misma con mis descargas eléctricas...
Leía, leía bastante. Había manuscritos antiguos pero me distraía, me sentaba en un sillón cómodo leyendo y dejaba el manuscrito y paseaba de un lado a otro como felino enjaulado. ¡Je! En eso me parecía al bagueón que paseaba de un lado a otro.
Al amanecer siguiente uno de los soldados vigías gritó: -¡Se acerca un jinete! El rey Anán, sorprendido: -¡Qué raro! Prestadme el catalejo. -Y miró-. ¡Es Ligor! -Sentí como que el corazón me palpitaba más fuerte. "Ligor acá... ¿Qué pasó?".
Del portón norte abrieron una puerta pequeña y pasó Ligor con su hoyuman. Se abrazó con el rey, saludó cortésmente a Marya, conversó con algunos soldados con sonrisa forzada. Su rostro lo veía como apagado, como cansado. Levantó la vista y me vio en el piso superior, subió lentamente las escaleras. -¿Cómo estás? -me preguntó. -Aquí me ves. -¿Dónde están los demás? -¿No estás enterado? Fueron a otra batalla. -Me miró. -¿Quienes? -El príncipe, Aranet, Rebel, Aksel, Dexel y los bárbaros de isla Baglis, los bárbaros de Aranet. -¿Fondalar? -Fue con ellos. Detrás se fue Émeris, con Ezeven y la pequeña Ciruela. -¡Vaya! ¿Qué batalla? -Aparentemente hay un rey llamado Bryce, que había sido despojado de su cargo por un rey rebelde. Le ayudaron a tomar otra vez el mando de su reinado y el poder lo enloqueció, ya no era el mismo, y la noble Diana estaba arrepentida porque ella fue una de las responsables de haber logrado que el rey recuperara su trono. ¿Y para qué? -Me crucé -dijo Ligor- con una joven, Diana, una noble. Me crucé. -Estás a tiempo de ir, se fueron hace pocos amaneceres. Se sentó en un banco. Me miró. -¡Aaah! No, Núria, estoy cansado. -¿Cansado de? -De andar, de buscar. -¿Has desistido por fin? -Se encogió de hombros-. Te veo como derrotado. -No, derrotado nunca. Cansado. Cansado de búsquedas estériles, de luchas inútiles, de placeres sin sentido. -Seguramente -le dije en tono irónico-, desde que te alejaste buscando a esa mujer, Randora, habrás tenido placeres provisorios por allí. -No, no, me da la impresión como que no soy el mismo. -¿En qué sentido? -pregunté. -Cuando era más joven todo lo tomaba como una aventura. Fui a un nuevo continente, un continente de gente salvaje a la que ayudé. Conocimos la zona de los apartados muy al sur, al suroeste, una zona misteriosa que linda con la zona de las amazonas. He estado en el norte, he estado en Turania, he estado en la zona oriental, he estado en la zona lomante... Pero ya el andar no lo tomo como una aventura, me aburre. -Perdón -exclamé-, ¿te aburre la vida o te aburre tu vida vacía? -Núria, ¿me estás reclamando algo? -No, no, para nada, para nada. Pero si lo que antes tomabas como una aventura ahora lo tomas como algo aburrido y ni siquiera te da placer esos amores circunstanciales que tenías antes de conocerme, es que tu vida es aburrida. -Te estás recordando de algo que no tiene nada que ver; en esa época yo no estaba comprometido contigo, ni siquiera sabía si te ibas a liberar de tu princesa, luego reina, Samia, y sin embargo no me comprometí con nadie. -No, por supuesto, simplemente no te privaste de placeres. -Llego de amaneceres de viaje y estamos discutiendo. -¿Discutiendo? -pregunté-, ¿acaso estoy levantando la voz?, ¿acaso me ves fuera de mí? Estamos hablando, estoy diciendo hechos que sucedieron. -¿Y qué iba a hacer? -dijo Ligor-, no sabía si iba a estar contigo. Estaba soltero, ¿cuál era el problema de que saliera y me divirtiera?, ¿a quién le debía fidelidad en ese momento? -A nadie. Pero mira qué contraste, yo también esperando esa libertad que llegó ya siendo yo muy adulta, y sin embargo encerrada entre cuatro paredes. Ligor se paró y me dijo: -¿Acaso me echas la culpa de ello? -No, estoy comentando un hecho. -No, no estás comentando un hecho, estás queriendo decir directamente "Los dos esperamos, pero yo divertido a más no poder, con cientos de aventuras, mientras tú encerrada". Eso le tienes que reclamar a Samia, no a mí. Yo no tengo nada que ver en ese sentido, si no directamente no la hubiera rescatado de las garras de Borius, que en ese momento... A propósito, ¿y Borius fue con ellos? -No, él se quedó aquí, está con los soldados, los entrena. -¡Ja! Borius entrenando soldados. ¡Qué ironía, qué paradoja!
No hablemos del pasado. ¿Cómo estás? Le dije: -Sola, leyendo pergaminos, pasando de un lado a otro. -Te propongo mañana por la mañana ir a galopar por el campo, cerca. -¿Para qué, con qué fin? -Mujer, con ningún fin, esparcimiento, salir de la rutina. -No me termina de convencer. Siempre tienes, como dicen aquellos que juegan a las barajas, un as bajo la manga. -No tengo ningún as bajo la manga. -Lo miré. Me senté, se sentó a mi lado-. Éramos una buena pareja y vino la guerra. -Pero la guerra fue una circunstancia -le dije. Ligor me respondió: -No, si no hubiera sido por la guerra aún estaríamos juntos. -Claro. Pero justamente eso me deja pensando. -¿En qué, mujer? -Estábamos bien, vivíamos en un pequeño palacete con sirviente, no teníamos ningún problema, económicamente estábamos bien, lejos de reyertas, lejos de problemas. Bastó que hubiera un conflicto para que tú cambiaras. -No, no cambié, simplemente vencimos. Pero un enemigo escapó, y eso me sacó de las casillas. -A eso me refiero. Si tú amor, ese que tú decías sentir por mí, hubiera sido real no te hubieras llevado por tu infantil ego. -Posiblemente. Pero ten en cuenta de que en medio de esos alimentos también comí unos hongos y me desestabilizaron la mente. -A veces sí, a veces no. -Ahora no te entiendo, mujer. -Es como el alcohol. El alcohol te desinhibe, muestra a la persona como es en realidad. Hay personas que son muy amables y el alcohol las vuelve pegajosas. -Tradúceme, Núria, pegajosas. -Claro, se vuelven demasiado cariñosas que no te las puedes sacar de encima, hasta que se vuelven pesadas de tan cariñosas. Hay otras; el alcohol las desinhibe, les libera su demonio y buscan pleitos por todos lados. -¿Y en mi caso? -Y en tu caso te sacó un rencor oscuro, denso, negro, deseos de venganza, de insatisfacción. Me has tratado mal, con desprecio. Es más, perdiste tu confianza. -Mujer, mi confianza no la pierdo nunca. Soy Ligor. -¿Ah sí? Y por qué desconfiabas de Donk. -Porque sabía las intenciones de Donk. ¿Acaso no os habéis besado? -Sí, sí, lo admito. -¿Y consumiste hongos? -No. -¿Entonces? Yo no me voy a justificar porque consumí hongos, maté a un animal amado, a un dracon. Cuando reparé lo que hice después que recuperé el sentido, el sentido común, no me va a alcanzar la vida para arrepentirme, si bien después fui a la zona de los dracons me olfatearon y me volvieron a aceptar. Pero... pero me han pasado cosas. Y no estuve de aventura a nivel de placer sino en búsqueda de venganza. Pero tú, ¿qué puedes decir, qué la soledad, que el que yo me haya ido te llevó a los brazos de Donk? -No me llevó a los brazos de nadie, fue un par de impulsos, pero no más de eso. Seré directa: si te refieres a si intimamos, jamás, porque no te faltaría al respeto, porque aún estábamos casados. -Y después de divorciados, cuando me volví a marchar, ¿qué? -Tampoco. Tampoco. Quizá Donk se fue por eso, porque me negué quizás a sus requerimientos. Y hasta tengo dudas de que él me quisiera de verdad, creo que estaba despistado por su soledad. No lo sé y no lo voy a saber. Pero eso también es pasado, por qué removerlo. -¿Y qué piensas de tu futuro? -preguntó Ligor. -¿Qué pienso? Estamos divorciados. El palacete que tenemos, salvo que tú quieras la mitad, quiero venderlo e invertirlo en la academia para que todo joven despreciado, dejado de lado por tener dones que la gente no entiende los pueda desarrollar allí para bien de la humanidad, no para mal como en el caso de Zizer. -Me parece bien, no necesito dinero. ¿Y piensas quedarte en la academia? -No lo sé, no depende de mí. Quisiera estar en la academia, pero acompañada por todos, por Émeris, por Fondalar, por Aranet, por la oven Mina... -¿Y Mina? -Mina... Mina está encerrada en su alcoba. A Mina le dolió mucho que Aranet partiera también. Y no se queja porque sabe que va a una guerra justa, a derrocar a alguien que le falló la cabeza y se volvió tirano. Pero prácticamente no hablo con ella, está encerrada permanentemente. -O sea, que irías a la academia si van todos, y aquí quedarían solamente Anán y su esposa. -Esa es la idea. ¿Y tú qué harás? -le pregunté. Se encogió de hombros. -Estoy cansado de andar, quisiera establecerme. -¿Te buscarás a alguien? -Todavía tengo sentimientos por ti. -No, no. No confío en ti, no confío. No confío porque el día de mañana tienes novedades de Randora y desapareces de vuelta. No confío. Además, estoy como decepcionada, estoy muy decepcionada de ti. -¿Y si te doy tiempo? -No. No te rebajes a eso. Tú eres Ligor, tú no pides amor, tú lo tomas. -No soy un joven ya, y no me atraen los placeres momentáneos. -Hay cosas que tú sabes mejor que yo, Ligor. ¿Cuántas batallas has pasado? -Muchas. -¿Cuántas heridas has tenido? -Más. -¿Cuántas heridas han cicatrizado? -Todas. -¿Ves? -No te sigo. -Las heridas físicas cicatrizan y si son muy grandes te mueres, pero la mayoría cicatrizan. Las heridas del alma tardan mucho más y a veces no cicatrizan en toda la vida. -Entiendo -dijo Ligor-. O sea, que para ti te causé una herida que no cicatriza. Ahora fíjate bien: yo no te he engañado, yo fui a vengarme y estaba con unos alucinógenos. -Sí, pero cuando regresaste no tenías ningún alucinógeno y te pusiste mal porque percibías que Donk estaba muy cerca mío. -¿Y está mal ser celoso? -No, pero quizá tú con toda tu experiencia, Ligor, no sepas dos cosas: una, los celos son baja estima, no confías en tu propia hombría. Y dos, no confías en la otra persona. -¿Acaso me equivoqué, acaso no te has besado? -Ya pasó, no hablemos más del pasado. Y es cierto que has cambiado, Ligor, estás más viejo, más gastado, no te atrae la aventura. E incluso... incluso ya no eres el mejor guerrero de Umbro. -Explícate. -¡Oh! Ha habido un torneo para ayudar a los campesinos y lo ganó Geralt. -Lo ubico a Geralt. Mira que yo soy grande, pero ya escuché hablar de Geralt cuando yo era un joven. Debe ser bastante mayor. -Lo será. Sin embargo ganó el torneo. -¡Vaya! ¿Pero a qué viene lo del torneo? -No sé si tú hubieras participado hubieras llegado a la final. Los rumores corren, corren más que el viento. -¿A qué te refieres? -Te ha vencido una elfa. -No me sentía bien... ¿Acaso a Aranet no lo venció una norteña que luego la eliminó la misma elfa? Puedo volver a entrenar, puedo volver a ser el mejor. -¿Te das cuenta tu contradicción?, me habías dicho que querías asentarte, vivir una vida normal y ahora hablas de ser el mejor. ¿Por qué no te pones de acuerdo contigo mismo? -Volví a sentarme, sentía nervios que me pinchaban los hombros. Ligor se dio cuenta. -¿Qué te pasa? -La soledad, los nervios de estar aquí paseando de un día para el otro no haciendo nada, leyendo pergaminos, dejándolos, paseando, bajando, subiendo... A veces esporádicamente hablando con Mina, pero ella está encerrada en sí misma, sufre por la ausencia de Aranet. Y afecta mucho mi parte física, me pesan los hombros, tengo un cansancio de vida. -Qué puedo decir yo que me recorrí medio Umbro. -Ligor, esto no es una competencia a ver quién está mejor o quién está peor. Fíjate que desde que llegamos e iniciamos esta conversación fueron reclamos de un lado y del otro. No te pongo la responsabilidad a ti, yo también soy responsable, yo también participé de los reclamos. -Bueno, eso me deja tranquilo. -No, antes hablábamos de amor, de caricias, de respirar aire, aroma de flores, ahora hablamos de cansancios, de dolores físicos, de malestares. No es lo mismo, Ligor, no es lo mismo. -Subió una de las sirvientas y nos invitó a bajar al salón real a comer. La conversación se interrumpió.
La dama Marya no me vio bien, y me dijo: -Luego de comer te prepararé un té de hierbas para calmarte las contracturas. -Te lo agradezco, querida, te lo agradezco.
Sesión 20/11/2020 Su exesposo seguía apurando las posibilidades de retorno a la relación anterior, pero ninguno de los dos era el mismo, el tiempo había cambiado las cosas y las personas. Las posibilidades de reencontrarse eran prácticamente nulas.
Entidad: A veces tengo miedo de que algo no esté bien conmigo, de que algo no esté bien en mi interior, soy una persona diametralmente opuesta a la que era mucho tiempo atrás, para peor. No tengo paciencia, no tengo tolerancia, tengo angustia, tengo ansiedad. Alguien que no me conoce o que me conoce poco podría pensar "Pero Núria, has estado tanto tiempo encerrada, ¿ahora eres libre y te sientes mal? No es coherente, no es lógico". ¡Je, je, je!, no es lógico. ¿Y si es un efecto retroactivo? ¿Y si es una acumulación de cosas?
Atrás mío escuché unos pasos. -¿Qué haces? -Meditando. ¿Y tú? -Esperando. Me di vuelta del todo. -¿Esperando qué, Ligor? -Una respuesta de tu parte. -Entiendo que las respuestas se dan cuando primero hay una pregunta. ¿Has preguntado algo?, porque que yo sepa hemos conversado. -Quiero decir, yo no soy el mismo de antes, el aventurero, me siento como más apagado, como más decaído. -A ver si entiendo, no lo has dicho pero lo pienso. Y lo pienso en voz alta: ¿Me buscas como consuelo?, porque las parejas se basan en el amor, y yo viéndote, sintiéndote... -¿Me sientes? Yo te mostraría como es sentir. -No, no, no, yo hablo de otro sentir. Te percibo, te percibo. -¿Por qué, Núria, hablas tan raro ahora? -¿Qué pasa con tu entendimiento, Ligor?, eres espada y aventuras. ¿Qué pasó contigo? -Tengo una explicación. -La escucho. -Los famosos hongos alucinógenos que probé accidentalmente, en lo que antes era la fortaleza de Andahazi. -Bien. El rey Anán, el príncipe Gualterio también probaron, y en mayor cantidad. -Pero cada uno tiene su forma de pensar y de actuar. -Sí, no tengo duda. Yo pienso que no siempre, porque para eso son alucinógenos, pero también pueden tener el mismo efecto del alcohol. -¿Cómo el mismo efecto? -Claro, te desinhiben, te muestran tal cual eres. -Mujer, he bebido una decena de jarras de bebida espumante y reía permanentemente, no me atacaba esa amargura, ese rencor. -¡Qué contradicción, Ligor! Tú hablas de rencor siendo que yo soy la que estuve encerrada con Samia. -Y otra vez vuelves a eso, y otra vez vuelves a lo mismo. Yo creo que tienes un problema mental, que estás encasillada, entonces buscas desquitarte con todo el mundo. -El único todo el mundo que veo eres tú, no me desquito con más nadie. -Yo creo que te estás abusando por ser mujer. -¡Je, je, je! Entiendo lo que quieres decir, si fuera hombre me desafiarías a combatir para mostrar ese machismo que tienes, ese machismo que cuando no puedes vencer a un rival utilizas las argucias eléctricas. -Yo puedo vencer a cualquiera sin argucias eléctricas, como tú dices. O sea, ¿qué pasa, Núria, pretendes rebajarme?, ¿pretendes...? -No pretendo nada. ¿Hablas de rencor?, yo puedo hablar de rencor. -No, tú tienes algo grabado en la mente y buscas culpables.
Se escucharon unos pasos era Borius. -¿Todo bien, dama Núria? -Iba a contestar y se adelantó Ligor: -Mejor que salgas de aquí, estoy hablando con mi esposa. -No soy tu esposa ahora... Siguió Ligor: -Hubiera dejado que te lleves a Samia y todo lo demás no hubiera pasado. Borius dijo: -Ligor, con todo respeto, sabes que todo fue una trampa, que fue preparado. Soy inocente. La que era princesa me pagó para simular un secuestro. -¿Inocente? Si fueras inocente no hubieras aceptado. -Hoy no soy el mismo. -Claro, claro -dijo Ligor-, ahora nadie es el mismo. Núria no es la misma, tú ahora eres el más bondadoso de los seres, no eres el saqueador del norte. Pero todos mejoraron: Núria es libre, tú estás alojado aquí en el castillo del rey Anán, ya no estás con esa lacra que te acompañaba. -Tampoco tienes porque ofenderme. -Mira, ofendo a quien quiero. -Y se tocó la espada-. Cualquier cosa lo arreglamos con la espada. Me metí yo: -Deja a Borius tranquilo, él nada más vino a preguntar qué pasaba. -¡Ja, ja, ja!, ahora defiendes a Borius. ¿Por qué no te quedas con Borius? -¡Plaf! Le di una cachetada. Ligor cerró el puño. Lo miré, desafiante. -¿Vas a pegarme?, porque no me voy a defender, pero después de atendrás a las consecuencias, mis amigos te partirán en pedazos. -¿Sabes lo que puedo hacer con tus amigos, con todos? Les puedo cortar el cuello de a uno. O sea, ¿te piensas que perdía habilidades? Le dije: -¿Te piensas que me interesan tus habilidades? ¿Te das cuenta que no podemos llevar una conversación normal? ¿Te das cuenta que tú mismo lo has dicho, estás acabado, has perdido la alegría, has perdido las ganas? -Déjame que me entrene. -Entrénate, pero no aquí. ¿A qué has venido? -Quizás a buscarte. -¿Para qué, para consuelo? Yo no soy consuelo de nadie. Honestamente, no soy consuelo de nadie, bastante tengo conmigo. Por las noches me retuerzo con contracturas cervicales, me duele todo el cuerpo, tengo tensión nerviosa. -Yo te podría calmar. -O sea, ¿que tú piensas que intimando conmigo ya me calmas todo? ¡Qué bárbaro! -Permiso, no quiero ser indiscreto, me marcho. -exclamó Borius. Ligor dijo: -Sí, mejor, mejor para ti.
En ese momento bajaron Anán y su esposa Marya. -¿Todo bien? -No, todo mal. Parece que aquí hay un invitado desconforme con su vida, un invitado con el que no se puede hablar, un invitado que no sabe lo que quiere. Ligor dijo: -Y Donk sí sabía lo que quería, ¿no? -¿Estás bien? -le pregunté-, tú dices como que yo tenía problemas mentales porque me acordaba del encierro con Samia. Yo ni me acordaba de Donk, ¿qué problema tienes con Donk? Honestamente, ¿qué problema tienes? -Se aprovechó de que yo no estaba. -No se aprovechó nada. Yo me sentía sola, y lo reconozco. Donk no tiene nada que ver en todo esto. -Él podía haberse negado a besarte. -Sí. -Y no se negó. Perfecto. Se aprovechó. -¿Y? No puedes reprocharme nada, no estamos casados. -Pero lo estábamos en ese momento. -Bueno, quizá me sentía sola porque te fuiste a buscar a esa zorra, Randora, sin explicaciones. Y no me vengas con lo de los hongos alucinógenos porque a lo sumo te pueden durar un día el efecto, o los efectos, pero has desaparecido tanto tiempo..., y luego vienes con reclamos. Anán dijo: -No hablo como rey, hablo como amigo, pero no estoy cómodo con las discusiones. Hay dos posibilidades acá: Núria, obviamente se va a quedar el tiempo que lo desee. Y tú, Ligor, tienes dos posibilidades. -¡Ah! O sea, ¿soy yo el de las posibilidades? -Sí. O conversan amistosamente o te tendré que invitar a que te marches. Eso no va a afectar a nuestra amistad pero me pone incómodo que dos seres a los que aprecio discutan. -O sea, tú no has discutido nunca con Marya. -No, no, no; eso es un problema nuestro. ¿Nos has escuchado discutir? -No. -Perfecto. Y si hemos discutido es cosa nuestra. Vosotros lo estáis haciendo en el salón, hasta los soldados en el patio de armas escuchan. Así que tienes dos posibilidades: O hablan tranquilamente o tú verás qué haces. Ligor me miró a mí: -Y tú qué quieres que haga, ¿me quedo?, ¿me marcho? -Suspiré. -En este momento no puedo pensar, necesito recostarme. Tengo una tensión nerviosa que la parte de los trapecios y el cuello me duelen muchísimo. Anán dijo: -Hay una señora, Cervina, que te puede hacer masajes con un jugo de hierbas que te va a calmar. También puedo darte algo para tomar. -Sí, aceptaré. Que venga a mis aposentos... ¿Cervina, me has dicho? -Sí. -Que venga con todo lo necesario. Si me duermo y no me despierto para el almuerzo dejadme, seguid de largo. -Lo miré a Ligor-: Si quieres quedarte quédate, pero no esperes nada de mí, no toques más el tema Donk, no te quejes de tu vida, es lo que has elegido. Y si quieres ser útil el día de mañana me acompañas al castillo donde estuve tanto tiempo prisionera, porque no lo voy a decir de otra manera. Y quiero hablar con el actual rey, con el hijo de Samia, porque estoy convencido de que él estaba al tanto de todo. Ligor me dijo: -Está bien, no hablaré más de nosotros en cuanto a relación, no seré más irónico de decirte que tengo una manera de sacarte los dolores. Está bien. Lo pienso pero no lo diré. -Lo estás diciendo. -Y una vez que te acompañe, qué, ¿piensas apretar el cuello del rey y matarlo?, ¿lanzarle una descarga eléctrica?, ¿qué? Lo que pasó, pasó. -Quizá es orgullo, un feo orgullo de mi parte de mirarlo a los ojos y decirle que es una porquería de persona. -¿Ir hasta allá para eso? -¿No buscas aventuras? -Eso no es una aventura, eso es un paseo. ¿Pasearías conmigo? Anán lo miró a Ligor y le dijo: -Yo aceptaría. -Me siento ridículo. Entiendo que todos los demás Aranet, Fondalar, Ezeven han llegado noticias que están prontos a una batalla y yo haciendo de acompañante de mi exesposa para que le diga al hijo de Samia que es una porquería. Entiendo que hay algo de ridículo en todo esto. -Yo no voy a seguir conversando -comenté-. Me duele el cuello horrores, pero mal, mal, mal. Tengo esa tensión nerviosa que no me puedo sacar. El tiempo está muy feo afuera, yo creo que en un par de amaneceres va haber pleno sol. Si no te incomoda ser mi acompañante iremos a ver al hijo de Samia, Anán dijo: -¿Precisan una escolta? -No, no, no, no hace falta. Ligor se encogió de hombros, dijo: -Me voy a la cocina a servirme una bebida. Me encogí de hombros y le dije Anán: -Espero a la señora en mis aposentos. Y como dije antes, si me duermo no me despierten, estoy cansada. Pero no me van a entender mi cansancio, cansancio en muchos aspectos. Quizá al igual que Ligor yo tampoco sé que hacer con mi vida. La reina Marya me miró y me dijo: -Querida, vende esa propiedad y quédate en la academia que fundaron Fondalar y Émeris. -Me encogí de hombros. -No lo sé, mi amor, no sé siquiera si estarán bien. Me abracé con Marya y subí las escaleras a mi aposento.
Sesión 17/03/2021 La entidad comenta la postura de su 10% en aquellos momentos en que había vuelto la tranquilidad, después de varias batallas. Ella defendía su manera de ser, de pensar y de obrar, habiendo llegado a regente del castillo de su princesa. Pero los otros no la entendían.
Entidad: Antes que saquéis conclusiones apresuradas voy a hacer un poquito de geografía.
Viví tanto tiempo de mi vida en el castillo de la princesa Samia... Líneas y líneas y líneas al sur estaba el castillo de los padres de Anán, nunca supe nada. Al norte, al norte, al norte, tirando para el este pero mucho mucho más lejos, para que tengáis una idea, el castillo del rey Bryce. Pero había otros reinos menores en los alrededores.
¡Je! Samia me consideraba su amiga, conversábamos de muchas cosas, pero no de temas del reino, eso lo conversaba con sus dos consejeros, con el capitán de la guardia. Yo ahí quedaba recluida en mi habitación. Pero tenía ojos y tenía oídos, y me enteraba. Nunca la invadieron ni siendo princesa ni siendo reina. ¡Qué bien, habiendo tantos reinos!
En las tierras existía lo que se llama derecho de peaje, si uno estaba dentro de los límites de cada reino. Samia no cobraba. A veces venían de otros reinos a pedir algún favor, mil cabras, quinientos vacunos, Samia les daba. Pero claro, no era un reino pobre pero no prosperaba, tenía una feria feudal que trabajaba pero no prosperaba porque hacía favores a otros reinos. Entonces, ¿para qué la iban a invadir si tenían una reina (primero princesa, luego reina), tonta que no les cobraba peaje, que a veces les daba vacunos, porcinos? Había paz, había prosperidad, la guardia prácticamente no se entrenaba.
Claro, yo quedé libre cuando murió. Después me enteré cómo el regente Sigmur se apoderó del lugar, era un regente que a su vez tenía mercenarios bajo su mando y tomaron el castillo como si hubieran tomado una pequeña aldea, y ahí se fortaleció. Por eso yo me fortalezco, porque yo no voy a hacer lo de Samia; ¿los reinos cercanos quieren pasar?, pagan peaje. No los viajeros, pero si pasan de repente mensajeros o pequeños soldados con encomiendas pagan metales dorados.
Preguntaréis por qué me hice regente. Primero porque soy noble. Quizá no tenéis memoria pero cuando mi exesposo rescató a la princesa Samia, ella lo nombró caballero. Fue caballero mucho antes que Aranet y otros, y yo siendo esposa era noble. Pero a mí no me interesa tener título, soy regente porque me corresponde por derecho, porque soy la persona viva que más habitó este lugar. Muchos me dicen que mi mente está alterada, que veo enemigos por todos lados, ¡je, je! Samia no veía enemigos, si les daba lo que quería, ¿por qué no se atreven a pedirme a mí? Primero que cualquier reino vecino se acercara a cinco mil líneas de distancia no reconocerían el castillo de Samia, unas murallas tan altas con las torres enormes, es prácticamente una ciudad. Hay muchas grandes aldeas en los alrededores que son más pequeñas que la fortaleza donde soy regente.
Y envié a mi dama de compañía, Soledad, y le pedí un favor a Elefa, que la acompañe, lo mismo a Edmundo. Pero ¡je!, Edmundo tiene un carácter tan especial..., se ofendió por cosas que le dijo Soledad y se volvió al castillo de Anán. ¿Por qué las mandé a espiar? Porque sé que hay muchos que miran para este lado. Preguntaréis, "¿Y de qué tienes miedo, Núria?, tienes una fortaleza quizá tan grande como la que tenía Andahazi, y los reinos vecinos son mucho más pequeños". Pero pueden unirse. Saben que aquí hay riqueza, una feria feudal próspera. ¿Por qué las gigantescas ballestas que apuntan hacia arriba? Porque desconfío de Ligor, de que no venga con un ejército de hombres alados con dracons y por rencor quiera derrotarme. Y sigo construyendo, y todavía son pocas, tengo por lo menos veinte gigantescas ballestas con enormes flechas para abatir al dragón más potente. Y evito viajar. ¿Me quieren ver?, que me vean. ¿Quieren conversar?, conversamos. Me dirán: "Pero así te transformas en ermitaña". Para nada, absolutamente para nada. Ese es otro error. El poblado me quiere, los soldados están bien pagos, el patio de armas prácticamente no es un patio de armas es una especie de cuadrado con infinidad de pequeñas viviendas y los soldados perfectamente pueden tener su pareja y vivir su vida mientras sigan entrenando. Les pago con los pequeños impuestos que deja la feria. Esto significa que los feriantes ganan dinero porque prácticamente lo que pagan es mínimo. Entonces, ¿por qué querrían una rebelión? Serían tontos. ¿Por qué los soldados se rebelarían? Serían tontos.
Saqué apenas el 10% de todos los metales que fue escondiendo Samia en corredores ocultos entre dos paredes. Felicito al constructor porque lo habrá hecho en la época de los abuelos de Samia. Hay sótanos que nadie conoce. Obviamente que también hay celdas, pero están vacías. Nadie precisa robar, hay abundancia. Permito tabernas, permito que beban lo justo y lo necesario. Si al día siguiente un soldado de la guardia está ebrio va a la celda de castigo. De acuerdo a su intoxicación van a ser los días que esté en esa celda, tenga o no tenga pareja. Pueden divertirse, pueden organizar bailes. Hay soldados que pueden llevar a alguna feriante a su habitación, en eso yo no intervengo. Otros directamente se casan, tienen su pareja, tienen hijos. Está todo bien.
¿A qué voy? A que permito las fiestas, a que permito las tabernas, con límites. Nadie se abusa de nadie. Si hay algún tumulto o algún problema en la feria feudal llamo a las partes y llamo a testigos. Si hay un culpable, al sótano, a la celda. Ya llevo infinidad de amaneceres como regente: no hubo una sola muerte, una sola disputa.
Y esta mañana viene la comitiva de Anán con el príncipe, con su esposa, que ya está a punto de tener a su otro bebé. Aranet con su esposa Mina. Las cocineras prepararon una enorme mesa con comida. Es mi fortaleza: A la cabecera me senté yo, el rey a un costado, al costado derecho, su esposa al costado izquierdo, y así. Aranet enfrente a su esposa. Me simpatiza mucho el querido Ezeven y su mamá Ervina, me incomodan quizá Fondalar y Émeris por sus dones. En realidad Ezeven también los tiene, pero Fondalar es como que los esconde más, los guarda más. Él, tranquilamente podría conquistar la fortaleza infundiéndoles pavor, terror a los soldados, haciéndoles visualizar bestias invisibles, pero obviamente son tonterías mías, juegos de mi mente. Fondalar no haría eso, es una persona pacífica. Y justo levanto la vista y ambos me estaban mirando. Por un momento es como que temblé: ¿Los mentos leen el pensamiento? No, tienen intuición.
Me habló Émeris: -¿Cómo estás, querida Núria? -Me encogí de hombros. -Ya veis, basta con ver la mesa, la suntuosa comida. -No me has respondido. ¿Cómo estás, querida Núria? -Me sentí incómoda, como que me puso de mal humor. -Te he respondido, sobra comida. Habló Fondalar: -Mi esposa te quiere preguntar cómo estás tú como persona, si te sientes bien. -Mira, ¡je, je, je!, acaba de llegar mi dama de compañía, Soledad, con Elefa, y tenía yo razón, en un par de poblados comentaban que hay un par de reinos que ambicionan este lugar, pero son reinos pequeños. Pero uno no sabe si el día de mañana se juntan cuatro, cinco o seis reinos y quieren invadirme. Me habló Anán: -Siendo así cuenta con nosotros. Lo miré y le dije: -Sin ofender, pero si no fuera por Ezeven y Ligor... Vosotros teníais a los bárbaros de Aranet, a los elfos de Elefa y a esa raza los blancos, y hubieran perdido igual con vuestros soldados, con los bárbaros, con los blancos, con los elfos, hubieran perdido igual. Elefa me dice que los elfos se vuelven a su tierra, los blancos ya se fueron. Sin ofender, no; pero Anán, tu ayuda sería mínima. Aranet dijo: -No escuchas, Núria. -Lo miré. -¿En qué sentido? -Mis bárbaros siguen estando. Y todo suma. No desprecies que seamos menores en cantidad, si te llegarán a atacar sumaríamos nuestras fuerzas. De todas maneras no lo creo posible, tienes armamento para defenderte contra diez reinos. Es más, si Andahazi hubiera tenido esas enormes ballestas contra dracons no lo hubiéramos vencido, no lo hubiéramos conquistado. O sea, tu fortaleza es superior a la que ahora figura como academia de mentos. Entonces, ¿cómo estás? Lo miré a Aranet, a Fondalar y a Émeris. -Estoy bien, estoy feliz. Émeris dijo: -Pues no lo parece, es como que adentro guardas como un rencor oculto. -¡Je, je! Tú piensas que lo sabes todo, Émeris. -No, todo no, pero estoy hablando de ti. -¿Y qué te parece? Viviendo tantos años en este lugar casi como una esclava... Y esta sería mi revancha, mi desquite. Fondalar dijo: -¿No te sentirías mucho más feliz en ese pequeñito castillo donde vivías con Ligor? -No, ¡je, je!, no, absolutamente no. Me recordaría a una persona que en este momento no me es grata. -¿Y otro lugar? -¿Y por qué? ¿Porque tendría que ir a otro lugar? Aquí me siento poderosa, tengo todo lo que quiero, la gente me adora. Émeris dijo: -No malinterpretes mis palabras, pero no te adoran a ti, adoran lo que les das. Estás comprando lealtad, estás comprando cariño. -Quizá hablas de envidia. Émeris me miró y me dijo: -¿Por qué tendría que tener envidia? Yo tengo todo lo que quiero -Y lo tocó a Fondalar-, no preciso otra cosa. No preciso fortalezas, no preciso miles de soldados. Al contrario, me quitan libertad. Respeto los compromisos, pero cuando el compromiso me supera, lo supera a costa de mi libertad. -Espera espera espera, no te entendí, Émeris, ¿Tú estás diciendo que yo estoy presa aquí? Yo soy la regente. Fondalar habló: -Estás presa de tu compromiso; mandas, ordenas, pero estás aquí. -Miré a Anán. -¿Y él?, ¿él no está preso en su castillo cumpliendo los deberes de rey?, cuando era un sencillo habitante de Krakoa y heredó algo que ni sabía. ¿Y tú, Aranet, en la isla Baglis no estás preso de un compromiso de mantener a los salvajes, esos que están contigo? ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué yo tengo que ser el centro de atención, por qué los cuestionamientos? Sí, asumí el compromiso, pero es lo que yo quiero. Y el rencor no me lo voy a sacar en toda mi vida porque aquí, aquí mismo estuve tantos años cumpliendo un juramento. ¿Para qué? Perdí prácticamente la mitad de mi vida. Y ahora soy poderosa. Fondalar dijo: -No entiendo cuál sería el desquite. -Menos mal que eres un mento, porque no me entiendes. Yo prácticamente era una esclava, ahora soy la dueña de todo. Émeris dijo: -¿En qué te diferencias de aquella Núria? -Quizá no me has escuchado: Era una esclava, hoy soy la dueña de todo. -No quise decir eso, estabas atrapada. -¡Je! Espera espera espera, ¿piensas que hoy estoy atrapada?, chasqueo los dedos y tengo cien soldados, y salgo a pasear donde yo quiera, soy libre. Qué sé yo si el día de mañana conozco a alguien y... y formo otro matrimonio. -¿Cuál es la diferencia? -Antes estaba aquí para cumplir un juramento ahora estoy aquí porque quiero. Pero me da la impresión de que no me entienden, me da la impresión como que ven que me encierro en una prisión y no es así, salgo a la feria feudal con escolta. Aranet dijo: -¿Y si te aman por qué sales con escolta? -¡Je, je, qué pregunta que me haces! Siempre puede haber alguno que otro revoltoso. ¡Pero esto era una comida, porque íbamos a conversar y desde que llegaron siento como que me cuestionan, como que lo noto como un interrogatorio! Espero, Marya, que te vaya bien con el nuevo bebé. Y bueno, yo me voy a ir a mis aposentos. Si quieren licor pidan, pero después son libres de marcharos. No, no, no me siento cómoda con la conversación.
Y me fui a mis aposentos. Me caían las lágrimas de bronca, ¿pero por qué tantas preguntas?, que el rencor, que no soy libre... ¿Qué les importa de mí, qué les importa?, ¿qué tienen miedo, que los invada? Yo tranquilamente podría en dos amaneceres apoderarme del castillo de Anán, en un amanecer apoderarme de la isla Baglis. Pero no me interesa estoy bien así. ¿Pero para qué se meten con mi vida?
Y si el día de mañana hay alguien que me interese y lo puedo tener de príncipe consorte... Y si algún día se le suben los humos, se le sube el ego a la cabeza... y lo decapito. Porque no voy a volver a ser esclava de nadie, de nadie. De nadie. Gracias por escucharme.
Sesión 13/04/2021 Estaba afectada de grandes dolores. Eso no le permitía manejar cosas importantes, como las que tuvo que soportar en el castillo del rey Anán. Recordaba que un gnomo había salvado vidas de amigos suyos. Lo buscaría.
Entidad: Escuchaba por una de las ventanas el bullicio de la feria feudal y me dolía la cabeza, me dolí el cuello, me dolía todo el cuerpo y no lo soportaba. No soportaba que la gente me hablara, estaba al límite de la exasperación. -Permiso. -Miré con... con ira. Me calmé, era Soledad. -¿Qué? -Traje un té de hierbas. -Muy acertado de tu parte. Gracias. Pero déjame, por favor. -Se marchó. Tomé el té aromático. Me sorprendí por Soledad, como si adivinara que necesitaba tomar algo calmante.
En el patio de armas los soldados estaban practicando, hasta me molestaba el ruido de los metales. Abrí la puerta y la llamé a Soledad, vino enseguida. -¿Qué hay en la torre de arriba? -Nada, está vacía. -Habla con gente de la servidumbre que me armen un lugar, que me pongan una cama, mesa, un par de bancos. -Es muy tórrido arriba. -Estoy lejos del ruido, eso es lo que me importa. -Es menos cómoda. -¡Soledad, me estás contradiciendo? -No no no, es por su beneficio. -No sabes cuál es mi beneficio, no sabes lo que le siento, no sables lo que pienso, no sabes... ¡Aaah! Habla con la servidumbre y que me preparen la alcoba y me avisas. Ve. -Sí, sí, señora.
Me habían traicionado los que yo creía mis amigos. Después, cuando volvía para la fortaleza pensé "Creo que fue lo mejor, honestamente fue lo mejor, no tenía dudas que había sido lo mejor". Me hubiera sentido muy apabullada de conversaciones, de risas, del ruido de los platos al servir la comida; quería silencio. Me dolía mucho la cabeza, no podía quebrarme. En cualquier momento venía Soledad, ni ella ni nadie me iba a ver quebrada.
Cuando me avisó subí al segundo piso y una escalerilla pequeña en forma redonda, acaracolada me llevó al altillo donde estaba la torre más alta, era la única torre que no había vigía porque ni había cómo acceder, solamente se podía acceder al altillo. Aún se escuchaban los ruidos de la práctica de armas del patio donde estaban los soldados y el bullicio de la feria, pero mucho más tenue. ¡Aaah! Ahora sí, me recosté en el catre que me habían preparado y era bastante mullido. ¡Aaah! Esto es lo que necesitaba. Pero no, no.
Me asomé: -¡Soledad! ¡Aaah! -Bajé por la escalera caracol-. ¡Soledad! -Bajé hasta el primer piso, me asomé y vi que estaba Soledad camino al salón central-. ¡Soledad! -Señora... -Hay una señora obesa, un poco corpulenta que está en la cocina. Dile que suba, que se higienice bien las manos y que suba. -Sí, señora Núria. -Fui otra vez a la habitación del altillo, la habitación más alta de la fortaleza.
Al rato golpearon la puerta. -Pasa. -Una señora imponente, fuerte. -Señora... -Se inclinó. -No perdamos tiempo- ¿Cuál es tu nombre? -Rebeca. -Bien. Me voy a recostar boca abajo y me vas hacer aquí -Me toqué la parte de atrás del hombro-, y aquí -En la parte de atrás del cuello-, masajes con todos los dedos y los pulgares en la parte del cuello. -Pero señora... -No, no acepto la palabra pero. -¿No me castigará si la lastimo? -Yo te diré la intensidad en que lo harás. -Me recosté y sentí sus manos fuertes-. No, aprieta más, no soy una niña. -Hizo masajes fuertes, soporté el dolor-. Está bien. ¡Aaah! Puedes marcharte. -¿Está satisfecha, mi señora? -Sí, puedes marcharte.
No estaba de buen humor pero me había calmado bastante la parte de la cervical y los hombros, pero me dolían los oídos y la cabeza, y eso no había cómo sacarme el malestar. ¡Aaah! Me dolía el pecho, pero me dolía muchísimo el pecho, muchísimo muchísimo, apenas podía respirar, sentía como una especie de... sobre el esternón, ¡aaah!, Inflaba los pulmones respirando y ahí sentía menos dolor, ¡aaah! Cuando exhalaba el aire ya me dolía un poco más. Me puse boca arriba, respiraba profundo, aspiraba, ¡ufff!, y exhalaba, ¡aaah!, ufff!, una y otra vez, y ahí sentía que me calmaba un poco el dolor de pecho. Y me quedé dormida, dormida, dormida.
Sentí el golpe de la puerta y me desperté sobresaltada. -Señora, es de noche, ¿le traigo la comida aquí? -No, voy a bajar al salón del trono. -¿Se siente bien? -Estoy bien. Ve adelante, yo te sigo. -Tenía un pequeño mareo pero no lo iba a decir. Me tropecé un poco en la escalera. -Señora Núria... -¡Sigue adelante, sigue adelante! Hay poca luz aquí, ¿cómo no fueron listos de poner un farol de aceite? Ya es de noche, apenas se ve. -Un error mío. -No, no puedes estar en todo. -Señora, soy su dama de compañía, tengo que estar en todo. -Bueno. Ocúpate de decirle a alguien de la servidumbre que ponga como mínimo un par de faroles y otro farol en el altillo. -¿No va a ocupar más su habitación principal? -Espera, espera -Ya no había ruido en el patio de armas ni en la feria feudal-, sí voy a estar en mi alcoba, no hace falta que pongan un farol arriba. De todas maneras en la escalera caracol que dejen un par de faroles por cualquier cosa.
Había ave asada y un poco de verdura cocida con zumo de frutas, comí con ganas. Estaba incluso hasta de buen humor, no sentía dolor en la espalda, no sentía dolor en la cervical ni en el pecho, es como que... No sé si fueron los masajes de esta mujer, Rebeca, o el que no escuchara ruidos, me da la impresión de que demasiado ruido me afectaba el oído y eso me afectaba a la cabeza y eso me traía inestabilidad.
Al día siguiente fue una tortura. Me desperté en mi habitación y se escuchaban risas, cantos. Pero yo quería que la gente estuviera contenta, no los iba a hacer callar en la feria feudal y tampoco iba a detener las prácticas en el patio de armas. Le dije a Soledad: -Súbeme mi desayuno. -¿A su habitación, señora? -No, voy a ir al altillo de nuevo. ¡Aaah! Por eso pedí una mesa y un par de bancos. -¿La acompaño? -Está bien, conversaremos. -Comí con ganas zumo y aparte frutas, me sentía mejor. Pero otra vez me empezaban a molestar los oídos, la cervical.
-¿Está bien, señora Núria? -No, estoy como resentida, me han tratado mal. -¿Le dieron un argumento? -¿Te pones de su lado? -Señora, estoy diciendo lo que pasó. -¿Y qué opinas? -Que fueron demasiado duros. -¡Hum! Correcto. -La miré-. Mírame. -Sí. -Mírame a los ojos y sostenme la mirada. -Sí. -Sé que eres buena con la espada pero no sé si eres franca. -Nunca le he mentido. -Bien. Entonces no bajes la mirada cuando te hablo: ¿Me estás diciendo lo que yo quiero escuchar? -¿Con respecto a qué? -¿Fueron muy duros o tenían razón? -Se encogió de hombros y quedó callada-. Soledad, sé que tienes carácter, lo has demostrado con Edmundo. Ahora dime: ¿Estuvieron muy duros? -Si lo miro desde el punto de vista de ellos, señora Núria, tenían razón. -¡Aja! ¿Por qué? -Bueno, algunos de los soldados combatieron contra ellos, encima contrató mercenarios que le son leales porque cobran metales pero yo misma no confío en ellos. -¿Y cuál es el problema? -argumenté-, saben que si a mí me pasa algo nadie sabe dónde están los metales, y aparte nadie va a saber manejar la feria feudal como la manejo yo. Si viniera otra persona en mi lugar y cobrara el doble de impuestos tendrían muchísimo más dinero pero la feria feudal no aguantaría un invierno, serían todos pobres y no podrían pagar sus impuestos. ¿Entiendes ahora la inteligencia de cómo manejo todo? -Lo supe desde el primer día, mi señora. -Bien, entonces no tienen porque traicionarme. Los que me han traicionado fueron mis amigos. -Como dije, señora, no conocían a los mercenarios y podían pensar que incluso algunos de los soldados que fueron derrotados podían querer desquitarse. -¿Desquitarse? ¿Sabes cuánta gente había en el castillo de Anán entre bárbaros y soldados? ¿Piensas que si me dejaran pasar y yo hubiera organizado una trampa para atacarlos me hubieran reducido al instante? Lo hicieron de mala voluntad pero por otro lado me sirvió, porque no hubieran soportado mis oídos el bullicio, la algarabía, las risas. -Señora... -Dime. -Mi opinión... -¡Dime! ¡Por Dios, qué paciencia hay que tener contigo! -¿Dios? -Así le llamaba este hombre, Fondalar, a aquel que está más allá de las estrellas. -¡Qué raro! -Bueno, te quería hablar de otra cosa y te has desviado. -Dígame, por favor. -¡Ffff! Allá hay un gnomo, uno que se llama Olafo, y tengo entendido que ha salvado vidas. -¿Señora?... -La joven Marya casi pierde al bebé, Fondalar, el propio... (me da cosa nombrarlo), el propio Ligor fueron salvados por este hombre, que hace una especie de magia con mezclas. -Señora, usted me comentó que había un lugar donde había plantas sanadoras. -No. -¿No había? -Sí, pero esto es más, son mezclas que no sé de dónde lo aprendió y... -¿Pero a qué viene todo esto? -Me duele muchísimo el oído, me duele muchísimo la cabeza, me molesta el bullicio. -¿Y entonces?... -Y entonces, ¿puedes ir hasta el castillo del rey Anán? -¿Señora?... -¿Puedes ir? -Sí. -¿Y puedes pedir por favor si el gnomo puede venir con alguno de sus elementos? -Como poder, puedo ir, pero no sé si... si querrá venir. -Si no lo intentas no va a venir, si lo intentas puede que venga. Se llama Olafo, tiene un carromato con un montón de... de frascos extraños, frascos como si fueran de..., a veces cuando cae un rayo se forman como cristales en la arena o en algunas rocas. Bueno, no sé cómo los habrán hecho pero esos francos parece que fueran de cristal, algo que no he visto en ningún poblado. -¿Cuándo quiere que vaya? -Ahora. Y dile a Rebeca que esté atenta. Cualquier cosa al no estar tú ella te reemplazará. -Cogeré un hoyuman y marcharé. Pero no... no se moleste conmigo si no lo logro convencer de que venga. -Quédate tranquila, pero por lo menos lo intentamos. ¡Ay!
Me quedé sola en la habitación. Se escuchaban ruidos abajo, ¿qué estaban haciendo abajo, fuera del patio de armas hablando, hasta en la cocina ruido de cacerolas, de platos? El menor ruido me molestaba, las conversaciones. Quisiera a veces taparme los oídos y no escuchar nada de nada de nada. Estaba en la habitación más alta de la fortaleza, ayer es como que no escuchaba nada y hoy siento que escucho todo. ¡Aaah! ¿Qué me pasó? ¿Por qué aquel que está más allá de las estrellas, esa grandeza tan grande que nos ha creado se ensaña conmigo? ¿Qué hice? Fui casi una esclava la mitad de mi vida y estaba bien, y ahora esto. De pronto pensé "Me voy a poner las manos en ambos oídos y voy a lanzarme una descarga". No no no no, si mis oídos están lastimados los puedo lastimar más. Que me ponga algún líquido o algo si viene este gnomo, Olafo. Estuve todo el día de aquí para allá, apenas almorcé, estaba impaciente. Hasta tenía ganas con el puño golpear una pared.
Volvió Soledad. -¿Qué pasó? -Señora Núria, el gnomo Olafo accedió. -¿Y cuándo viene?, pensé que vendría contigo. -No, señora, dijo que si quiere que la atienda que vaya para allá, pero sin ninguna guardia. La puedo acompañar yo. -¡Je! Cómo me humillan, seguro que recibió orden de los demás. -Le aseguro que no, señora, el gnomo no hace caso de nadie. -Bien, bien. -¿Qué hará? -Iremos. ¿Tienes alguna hierba calmante? -Pero primero cene, señora. -¿Cenarás conmigo? -¿Aquí? -No, ahora está todo tranquilo, dormiré en mi alcoba abajo. Pero vamos... vamos más abajo, vamos al salón del trono, comeremos ahí y mañana partiremos. Prepárame ropa para cabalgar, y que tengan preparados dos buenos hoyumans y alforjas. -¿Voy desarmada? -No, Soledad, lleva tu espada, no sé en el camino qué puede pasar. -¿Qué dirá la tropa que sale sin ellos? -¿Me estás hablando en serio? ¡Yo decido, yo soy la regente, nadie tiene que cuestionarme! -Comí, tomé un té caliente, calmante, ya me estaba dormitando. ¡Ay! Mi cervical. ¡Ay! -Hoy no se hizo masajes con... -No -la corté-, hoy no hice nada, iba de un lado para el otro esperando que regresaras. -Pero señora, ¿sabe el viaje que es? -Lo sé, lo sé, no me tomes por irracional, simplemente que no tengo paciencia. Ahora vete. Si me duermo me despiertas a primera hora, apenas amanece. -Sí, señora. Me recosté y de a poco me fui dormitando hasta dormirme, esperando que llegara el día siguiente.
Sesión 14/04/2021 De camino al castillo de Anán aparecen unos viajeros con ánimo de bronca. Aunque no se encontraba bien debería usar su poder eléctrico. Por suerte, un vagabundo resolvió en encuentro y siguieron camino. Ya en el castillo le detectaron peste, que podría haber sido la causante de los altibajos anímicos de los últimos días.
Entidad: Salimos de la fortaleza, con Soledad, el camino estaba polvoriento. -¿Está bien? -¿Eh? -¿Está bien, señora Núria? -Sí, estoy bien. Me duele un poco la cabeza. -¡Cómo no lo dijo, le hubiera preparado un brebaje antes de salir! -No. Me siento un poco mareada y me duele la cabeza, pero para eso quiero ver a este Olafo, a ver qué puede hacer por mí. ¿Qué me miras? -Estoy preocupada. -Quédate tranquila. Es un día ventoso, el camino está polvoriento... No es nada, no estamos tan lejos del castillo de Anán. -No sé, pero la escucho hablar como con cansancio, como... -Te dije que estaba mareada. Pero conozco a mi hoyuman, voy bien sujetada de las riendas. -Señora, las riendas no son para sujetarse, es para conducir al equino. -¡Ah! No me compliques Soledad, no me compliques.
Uno a veces no sabe si creer en el destino, en la suerte o en la mala suerte, o todo se presenta porque sí o porque directamente lo seres son impredecibles. Hay seres buenos, seres malos, seres indiferentes, pero por lo menos estaba alejada del ruido de la feria feudal, sentía en mis oídos como el ¡fff!, el soplido del viento, trataba de cubrirme los ojos del polvo pero no había cómo, no había como. Pero avanzamos bastante, avanzamos bastante. -¡Ay! -¿Le sigue molestando la cervical? -No, la cabeza, la cabeza, la parte de la frente siento que se me parte. -¿Le duele mucho? -¡Ah! Hoy estás muy conversadora, Soledad, normalmente eres tan callada... No, no me duele mucho, es como que es permanente el dolor, ya me dolía antes de salir y trato de masajearme con... Tendría que haberlo postergado porque tengo sueño, no sé si el sueño es del mismo dolor de cabeza... Siento mucho sueño. -¿Quiere que volvamos? -No, ya estamos casi a mitad de camino, Soledad, ya estamos casi a mitad de camino, por favor. ¡Ay, por favor, este dolor de cabeza!, aquel que está más allá de las estrellas que me lo haga pasar.
En ese momento se escuchó un galopar de equinos. Miramos ambas hacia el costado derecho: tres hombres, no eran de la fortaleza y tampoco parecían bárbaros. -Vaya, ¡je, je, je!, dos mujeres solas. -Yo no estaba armada pero no me iban a tocar, ya estaba preparada para lanzarles una descarga. Soledad sacó su espada. -El primero que se acerque va a caer, no tengáis ninguna duda. -¡Ja, ja, ja! Mira las mujeres, así que ahora son todas guerreras. -Nos rodearon del lado izquierdo.
Saliendo del bosque apareció un jinete con un hoyuman rojizo y dejé de ver a los tres maleantes y miré a este sujeto todo de rojo, un rojo como pálido, como gastado. Sé que no vas a entender qué es un color rojo gastado. Tenía una capucha que le cubría parte del rostro y una especie de tela gruesa con partes de cuero, pantalón del mismo color y botas también con ese rojo gastado.
Soledad lo miró y le dijo: -¿Tú también vienes por nosotras? -El hombre no la miró, miró a los tres hombres. -Parece que he llegado a tiempo. -Extraño, ¿aprecias tu vida? -Más que nada. -Entonces por tu bien no te metas salvo que te quieras unir, pero honestamente, no tenemos ganas de compartir a las mujeres. -No, me imagino que no. Supongo que tenéis ganas de morir. -Los tres hombres desmontaron, este hombre de rojo también desmontó. Al costado portaba una espada, que la sacó. Me extrañó que era de un metal más oscuro que lo normal-. ¿Y bien? -¿Piensas vencernos a los tres? -No tengo ninguna duda, pero tenéis la opción de marcharos. -¡Je, je, je! Las quieres para ti, creo que es mucho para ti dos mujeres. -Creo que soy mucho para vosotros. -Se abalanzaron contra él. Me dolía la cabeza de tal manera que apenas veía figuras moviéndose, la propia Soledad no daba crédito a lo que veía.
El hombre acabó en instantes con los tres. -Quedaos tranquilas, señoras, ya estáis fuera de peligro. -Les revisó los bolsillos, sacó algunos metales y se los guardó. Les revisó las cantimploras vacías, las alforjas-. ¡Vaya! Hay un poco de comida, ¡ajá! Acá hay un par de pequeñas bolsas con metales se las deben haber sacado a alguien. -Se las guardó en sus alforjas-. No les molesta, ¿no? Total, están muertos. Le agradecí: -Gracias por salvarnos, salvo que haya acabado con ellos para atacarnos. -No, señora, no. -¿Quién eres? -pregunté. -Soy un vagabundo del camino. -Para ser un vagabundo del camino manejas muy bien la espada. ¿De dónde eres? -De aquí, de allá, de más allá, pero parece que he llegado justo. Soledad le preguntó: -¿Los cadáveres? -No podemos hacer nada. -Me miró a mí-. Tiene mal semblante, parece que no se siente bien. -La miró a Soledad-: ¿Te animas a coger las riendas de los tres hoyumans y llevarlos? -¿Por qué? -Porque me parece que la señora está un poco descompuesta. Y si me lo permite monto mi hoyuman y voy a llevar el hoyuman de ella de las riendas. -Le agradecí, porque apenas podía sostenerme de mi hoyuman-. ¿Hacia dónde se dirigen? -Al castillo del rey Anán. -Si no les incomoda les haré de custodio. -Puedes venir con nosotras -exclamé. Me dolía enormemente la cabeza, pero mal, mal-. Mi nombre es Núria, ella es mi amiga, Soledad. -Es muy imprudente que estéis solas por el camino. Le dije: -Casi nunca hay maleantes por esta zona. Y tú, aparte de vagabundo de los caminos, ¿cuál es tu nombre? -Mi nombre es Burt. -Burt. Os agradezco, Burt, os agradezco.
La cabeza no me respondía y casi no veía estaba como... como sumergida en una niebla. Y en ese momento vi todo oscuro y sentí que me caía de mi equino y... y perdí la conciencia.
No sé cuánto tiempo pasó que abrí los ojos, lo primero que vi es a Olafo. -¿Estoy en el castillo? -Sí, señora. -¿Qué me pasó? -Eeeh... Le pasaron muchísimas cosas, estaba delirando, tenía la frente muy caliente. -Todavía me duele la cabeza. -Pero creo que la han traído a tiempo entre su consejera y ese desconocido llamado Burt. -¡Ah! Es cierto, nos salvó la vida en el camino. -Sí, nos contó Soledad. -Tenía un gusto amargo en la boca. -¿Qué me ha dado, Olafo? -Una mezcla, una mezcla para disminuir la inflamación del cerebro. -Disculpa, el cerebro no se inflama, hay un cráneo. -Me toqué. -El cerebro se inflama por dentro. -Supongamos que sí. ¿Qué me ha dado? -Algo para desinflamar. -Está bien, ¿pero por qué esa inflamación? -En algún momento quizá ha cogido una peste, pero no es una peste contagiosa, es algo que le afecta al cuerpo y al cerebro. -No estuve con nadie que estuviera apestado. -Seguramente no, no nadie vivo, tal vez alguno de los cadáveres que quedaron de la batalla contra el regente Sigmur. -¿Y qué, me contagié? ¿Y cómo no se contagió nadie más? -Señora Núria, estaría vulnerable y cogió esa peste. -Pero me hubiera curado con algún té de hierbas. -No. -¿Entonces? -Entonces si no llegaba a tiempo podía haber muerto. -Empalidecí. -¡Es una broma! -Yo no bromeo -dijo el gnomo-, jamás bromeo. Le he salvado la vida señora.
Me dolía la cabeza pero me sentía más lúcida. Escuchaba ruidos, tenía mi oído agudo y se escuchaban ruidos del patio de armas, se escuchaban risas pero ya no me afectaban. Y se lo comenté, que estuve días con dolor de cabeza, dolor de cervical. -El dolor cervical puede ser por su misma tensión nerviosa, no tiene nada que ver con el problema de su cerebro, pero si no tiene tensión nerviosa le va a aliviar bastante igual. -¿Qué fue lo que tomé? -Una mezcla preparada por mí, es lo mejor que me ha enseñado mi maestro. Un maestro o alguien sin edad que vive más allá de la región oriental. -¿Puedo levantarme? -No, todavía no. -Siento, siento como un dolor en la parte del cuello, me toco y me duele. ¿Qué ha pasado? -Le puse una pequeña aguja con un líquido, que se mezcle con su sangre. -¡Pero... pero me podía haber matado! -Yo creo que fue al revés, yo creo que le salvé la vida, entre eso que le puse en su sangre y entre lo que le di a tomar. Aparte, no soy el primero que lo hago, sé que la elfa Elefa también lo hizo. -¡Ay!, me sentía mucho mejor.
Entraron a la habitación Émeris, Fondalar, Ervina, Ezeven, el propio rey con Marya y el bebito, entraron todos los que conocía. Todavía estaba no lo suficiente lúcida para saludar a todos, pero sonreí. Y les dije a todos: -Gracias por acogerme, gracias por acogerme aquí en este lugar. El rey Anán se acercó y me dijo: -Núria, agradécele a Olafo, de verdad que te salvado la vida. Y agradécele a este extraño Burt que desde ya este castillo es su casa, pues nos enteramos por Soledad que te ha salvado la vida igual que a Soledad. Y encima nos ha traído tres equinos que junto con los vuestros están siendo cuidados. Lo miré a Anán y le digo: -¿Dónde está el extraño este, Burt? -Comiendo, está comiendo y bebiendo como si hiciera siete amaneceres que no comiera. -Me extrañó ver al rey de tan buen humor y sonriendo. Sonreí también. -¡Ay! Estoy bien, estoy bien, me duele todavía un poco la cabeza, pero estoy bien. ¿Podré levantarme a tomar algo con vosotros? -Yo diría que no -exclamó Olafo-, por lo menos hasta mañana. -Cerré los ojos y me dormí.
Abrí los ojos y había una tremenda claridad, había amanecido. Ahora tenía bastante apetito. Me levanté, Olafo no estaba, miré, estaba Soledad. -Quiero bajar al salón principal. -¿Quiere apoyarse en mí? -No, Soledad, estoy bien, me siento como nueva. -Bajé, de todas maneras por orden de Olafo me prepararon algo liviano en base a verduras-. Quisiera tomar leche de cabra. -No, Olafo dijo un brebaje de distintas plantas. -Pero estoy bien. -Justamente por eso, para que siga estando bien. -Quisiera que vengan todos a la mesa y hablar con todos y agradecerles esta hospitalidad. Aranet gracias por la hospitalidad. -Núria, la hospitalidad es del rey y de la dama Marya, nosotros estamos gustosos pero es él el que os ha acogido aquí. Y nosotros, por supuesto, con todo gusto. ¿Cómo te encuentras? -Bien, con ánimo, de buen humor. -Me dijo este personaje tan raro, que es Olafo, que si pasaba un día más hubieras muerto. -Pero no entiendo como yo sola me contagié esa peste que me afectó al cerebro y a nadie más. -Aranet se encogió de hombros. -Eso lo sabe únicamente aquel que está más allá de las estrellas, pero bueno estás bien. -¿Y cómo sé que no me volverá a contaminar? -Se escuchó una voz detrás mío. -Porque lo que te he inyectado en la sangre no permitirá que te contagies de nuevo en el caso de que pasaras por algún lado que hubiera ese mismo tipo de peste. Pero ya todos los cadáveres están bajo tierra incluso el rey envió a varios de su gente para enterrar a los tres maleantes que quisieron ultrajarlas. -Agradecí de nuevo y comí. Los miré a todos: -Estoy más que contenta por vuestra compañía. Quisiera, si me lo permitís, hacer una fiesta enorme en mi fortaleza ya que por mí. Fondalar me dijo: -Iremos gustosos. -Quiero que al lado mío se siente Olafo. -El gnomo me miró. -Mientras me dejes beber no hay problema.
Del otro lado de la mesa, comiendo y comiendo, estaba Burt, el vagabundo. Lo miré: -Espero que vengas, salvo que tengas otro compromiso. -Señora, jamás, jamás voy a negarme de ir a una fiesta donde haya comida y bebida. Lo miré y le dije con picardía: -Y seguramente jóvenes, ¿no?, porque todos los hombres miran mujeres jóvenes. Burt me miró a los ojos y me dijo: -No, no es así, cuando conoces a la mujer más bella de Umbro no tienes ojos para nada más. -Y no me quitaba la vista de encima, pero no me miraba de una manera grosera sino con respeto y una sonrisa no burlona. -Bueno, os agradezco el halago, estás invitado. -Y me sentí contenta. Y les dije a todos: -Si por momentos me comporté de una manera quizás un poquito altiva, pido disculpas. Olafo dijo: -Seguramente era por el efecto que te estaba produciendo esa peste. -¡Pero yo no sentía dolor de cabeza! -No, pero esa peste es como que te estaba trabajando por dentro. -¡Uf! ¡Las cosas que uno no sabe! -Nadie sabe de todo -dijo Olafo-, ni siquiera yo. A veces quisiera investigar la mente de Fondalar para ver de dónde sale ese don. -Bueno, has investigado mi mente, ¿de dónde sale ese don que tengo de generar esa electricidad? -Supongo que será la conformación del cerebro -dijo el gnomo-, lo que te da el don de la electricidad o a los mentos lo que les da el don de tener ese poder. Pero bueno, al fin y al cabo yo también tengo un don, el don de poder curar. Fondalar sonrió y le dijo: -Creo que todos tenemos mucho que agradecerte, especialmente yo. -¿Y te piensas que esto va a quedar así? No tienes idea, Fondalar, las bebidas que me debes. -¡Ja, ja, ja! -Me sorprendía porque le veía a Fondalar reírse como nunca. Él era serio, obviamente, no era adusto, era serio pero lo veía tan suelto... Émeris me dijo: -Te desconcierta, pero yo lo conozco a mi espeso, está contento de verte bien. -Y yo también. -Me abracé con Émeris y estaba feliz-. Quisiera que hubiera un puente o un camino grande que pudiera unir este hermoso lugar donde yo vivo y que pudieras, pudierais entrar y salir sin ningún salvoconducto, desde ya lo decido así. Y no os preocupéis, no tiene porque ser recíproco, pero prometo que apenas regrese a la fortaleza ordenaré a mi gente que nadie, nadie, nadie, se porte mal con cualquiera de los que habita este lugar, pues de ser así lo desterraré. Y como sabéis como están bien pagos, no es que me sean leales son leales a mi paga. Fondalar dijo: -Lo ideal es que te fueran leales a ti, que te respetaran por lo que eres, una sobreviviente de haber estado tanto tiempo encerrada. ¿Cómo te sientes ahora con respecto a esos recuerdos? -Me encogí de hombros. -Como algo que ya pasó, como algo que no debo darle importancia porque entiendo de que lo importante es lo que viene de aquí en más. -Me abracé con todos y-: ¡Tengo más hambre! -dije. Todos rieron. Hasta la dama Marya que estaba con el bebito me dijo: -Tienes una cantidad de platos para elegir. El único que se opuso fue Olafo: -Está bien lo que ha comido hasta ahora. -¿Ves?, me has salvado la vida y ahora te atreves a decirme lo que puedo comer y lo que no. -¡Ja, ja, ja! -Lo estreché entre mis brazos y le di un beso en la frente. El gnomo me miró y me dijo: ¿Esto es una declaración de amor? -¡Je, je! De amor no, pero de afecto sí. De por vida.
Levanté la vista y vi que el errante Burt, todo vestido de rojo, me seguía mirando. Bajé la vista. La verdad que me atraía bastante, pero no lo conocía. Supongo que ya tendría tiempo de hacerlo. Gracias por escucharme.
Sesión 25/10/2021 Después del desenlace con su esposo notaba una gran soledad afectiva. Aunque tenía mucha protección en su fortaleza, sin esposo, hijos, estando sola no disfrutaba la vida. Se fijaba en la felicidad de la reina.
Entidad: Una cosa que aprendí a lo largo de los años es no anclarme en el pasado. Las cicatrices mentales, a diferencia de las cicatrices físicas, quedan marcadas para toda la vida. Las físicas pueden con el tiempo ir desapareciendo de la piel, las mentales no, quedan en forma de ingratos recuerdos. Pero seguir pensando en eso sin disfrutar el ahora puede parecer absurdo.
Tengo la mejor fortaleza de la zona, los mejores soldados, la mejor defensa y en este momento no hay nada que me inquiete. Tengo un aprecio muy grande por el rey Anán, siempre me pareció una persona justa, una persona humilde que desconocía su origen.
Yo no me considero noble a pesar de que a quien era mi esposo lo nombraron caballero, justamente la que era mi princesa y luego mi reina. Por lo tanto yo al estar casada con él me convertí en noble, el título lo sigo teniendo a pesar de haber roto el enlace. No aspiro a nuevas relaciones, mi mente está en... En realidad no, mi mente es contradictoria; por un lado quiero crecer, seguir fortaleciéndome, seguir fortaleciendo mi castillo que ya prácticamente es una enorme fortaleza, pero por otro lado digo "No estoy disfrutando de la vida, no estoy disfrutando, para nada". Reconozco que Ligor en los últimos tiempos ha sido un dolor de cabeza, pero hoy encontrar a alguien similar lo veo complicado. Por otro lado me pregunto ¿por qué un guerrero?, ¿por qué no un talabartero, un carpintero? Porque al fin y al cabo, ¿qué es ser héroe? Las veces que anhelé una vida normal, pero ahora ya no soy tan joven, ser madre, criar hijos... Envidio sanamente a Marya.
Recuerdo que salí una mañana temprano a trotar con mi hoyuman y dije "No no, no, quiero ni guardia, tampoco mi colaboradora, voy a salir sola". Había una distancia bastante grande hasta el castillo de Anán, y hacia el oeste una pequeña laguna. Tengo un oído muy fino y escuché chapoteos en el agua. Dejé atado a mi hoyuman a un árbol y caminé. Me asomé entre los arbustos y la vi a la reina Marya chapoteando en el agua, disfrutando. Sonreí. No es que envidiara su juventud y su cuerpo, mi cuerpo se seguía manteniendo bien, quizá lo que envidiaba era el que tenía hijos, el que no tenía tantas obligaciones, obligaciones que me busqué yo en parte, ¿no? Pero esas obligaciones me hacían sentir segura, ¿si no qué iba a ser, una paria que anduviera de pueblo en pueblo? No, en mi fortaleza me sentía segura pero sola, entonces la seguridad mezclada con la soledad no sé hasta qué punto te ayuda mentalmente. Había noches que no podía dormir, es más me tensaba tanto que hasta me dolían las cervicales. Pero no podía vivir tensa todo el tiempo. ¿Por qué?, analíticamente trataba de razonarlo: Tengo todo, tengo fortuna, tengo una guardia que me apoya, no sé si por lealtad o por dinero, también tengo la seguridad de que nadie quiere mi posición porque están cómodos como están, no tengo herederos.
De repente escuché una voz masculina. Me sorprendí, en la orilla estaba sentado comiendo una hogaza de pan Gualterio, el hijo del rey. La reina lo vio y sonrió, obviamente estaba sumergida hasta el cuello. Hablaron, no sé lo que hablaron, no estaba tan cerca como para escuchar las palabras. Vi que la cara del príncipe estaba seria, estaba adusto, pero cuando Marya le habló sonrió. Estuvieron hablando como quince de vuestros minutos y luego la reina le dijo unas palabras y el príncipe se dio vuelta sonriendo y ella salió del agua. No tenía ninguna ropa interior y me sorprendió, obviamente. En la orilla tenía unas prendas medianamente transparentes, que se puso. Luego se sentó al lado del príncipe y se pusieron a conversar.
Ella cambió el semblante y es como que reflejaba tristeza, de lejos no se veía si lloriqueaba o mostraba angustia y el joven trataba de consolarla, hasta que de repente ella lo abrazó. No me pareció nada fuera de lo normal porque luego de una sensación de angustia puede venir un abrazo, un abrazo que me pareció que duraba más de lo común. Luego es como que se miraron a los ojos y el príncipe estuvo a punto de acercar su rostro al de ella y ella es como que lo esquivó pero no de forma firme. Sentí como una sensación muy difícil de narrar ¿no?, como frustración, como ira. Digo "¿Pero qué pasa acá?". Había como una sensación de confianza que no me terminaba de gustar. Yo sabía, o por lo menos presumía, que Marya amaba con todas sus fuerzas al rey Anán... ¿Qué hacía con el chico ahí? El chico por momentos con rostro serio contándole vaya a saber qué cosa porque ella se sentía afligida de lo que le contaba Gualterio, pero no podía adivinar las palabras, fue ella la que lo consoló a él y lo volvió a abrazar como que se consolaban uno al otro. Y de repente quedé paralizada, pero paralizada mal, mal porque ambos a la vez juntaron sus bocas en un beso largo, el joven empezó a acariciar su cuerpo. Me sentía desconcertada por ambos. ¿Estaban siendo desleales? No, estaban traicionando al rey, el hijo y la esposa.
Pero antes de que pasara la cosa a mayores Marya se levantó, el príncipe Gualterio hacía gestos como pidiendo explicaciones y ella hacía 'no' con la cabeza y se marchó. Gualterio se quedó sentado un tiempo. Traté de hacer el menor ruido posible y fui retrocediendo, tomé al hoyuman de las riendas y no lo monté, me fui alejando al paso llevando mi hoyuman de las riendas hacia mi fortaleza. Por el camino pensaba "¿Qué fue eso, qué pasó ahí?", pero no sabía con quien hablarlo.
Por la tarde visité el castillo. Fui sola. Me recibieron con sonrisas. Se me acercó Marya y me abrazó: -Un gusto que estés aquí. -Por dios que tengo un defecto, soy una persona que no se fingir. -Gracias -respondí, pero mi rostro no estaba sonriente. Marya habrá pensado que estaba con problemas. El rey lo mismo, vio mi rostro serio y no preguntó nada.
Pero claro, estaba Émeris. Me llamó aparte. -Vamos a la cocina a tomar algo, el salón es muy grande. -No, no, está llena de gente, están las trabajadoras. -Vamos a dar un paseo a hoyuman por los jardines. -Acepté-. Deja descansar tu equino. Aquí tienes un equino fresco, el otro que abreve y coma algo. -Acepté-. ¿Qué te preocupa? Tu rostro me indica que pasa algo. -Émeris no era adivina pero era una gran intuitiva, una enorme intuitiva. Y le conté lo que vi. Me dijo: -Es normal que a veces Marya vaya a ese lago porque no va nadie, me extraña que no haya tenido ninguna prenda interior. -Le conté que había aparecido el príncipe, le conté que ella se sentía con angustia y él la consoló abrazándola. Después él le contó su drama y ella lo consoló. Émeris me dijo-: No sé qué problema de angustia tendrá ella pero lo del príncipe lo entiendo, estuvo prisionero, secuestrado, maltratado, golpeado, lastimado, me contó con lujo de detalles lo que había pasado. Le respondí: -Eso no justifica. -¿Qué es lo que no justifica, Núria? -me preguntó Émeris. -Ahí fue ella la que lo consoló a él, la reina. Ten en cuenta de que la reina es bastante más joven que Anán, si vamos al caso está más cerca de la edad de Gualterio. Émeris sólo dijo: -Continúa. -Pero ya con su rostro serio y su ceño fruncido. -Se volvieron a abrazar y en un determinado momento se besaron largamente. -¿Cómo? -Se besaron largamente, así como escuchas. -Frenó su equino, yo frené el mío. -Núria, lo que dices es muy serio. -Es más, el príncipe quiso avanzar y Marya lo frenó. Émeris dijo: -O sea, si hubiera sido por él hubieran llegado a intimar -asentí con la cabeza-. Eso es traición. Le pregunté: -Tú eres muy sabia, Émeris, ¿qué hacemos? -Esperemos, esperemos, no nos precipitemos.
Por la tarde llegaron Fondalar, Ezeven, la pequeña Ciruela. Comentaron que habían acabado con Malacara y sus esbirros y que Puerto Grande estaba en orden, libre de piratas, libre de traficantes de personas, libre de traficantes de esclavos. Sentí como una especie de anhelo cuando vi que Émeris se abrazaba con tanto amor con Fondalar. Y yo decía: "Claro, me gustaría una persona buena, justa, noble como el rey Anán". El rey Anán tuvo mala suerte, es cierto que su vida cambió cuando gracias a una manta azul con un sello, sus padres ya fallecidos descubrieron que era el príncipe heredero, y luego fue rey, pero su primera mujer, Marga, es como que hubiera perdido la razón y estuvo a punto de matarlo tanto a él como a su hijo. Luego conoció a esta joven, ¿cómo puede alguien adorar tanto a otro y luego perder los sentidos y traicionarlo? ¡Qué pasa por la mente de la gente, qué pasa por la mente de la gente, qué pasa! Me sentía tensa, era injusto lo que le pasaba a Anán, injusto.
Le dije a Émeris. -¿No te molesta si me quedo hasta la hora de la merienda en tu cuarto? Me duele demasiado la cervical para estar parada. -Mi amor -me decía Émeris-, eres una hermana para mí, quédate el tiempo que quieras. -La miré a los ojos y vi un amor impersonal, verdadero en Émeris, tan grande... -Quisiera que hubiera miles como tú. Me tomó de las manos y me dijo: -Es recíproco, eres una buena mujer. -Sonreí. -Te haré caso, vamos a esperar. ¿Le comentarás a Fondalar? -Fondalar es discreto -me dijo Émeris-, esperaremos. -Me sentía impotente. -Admiro tu paciencia, admiro tu tolerancia, admiro tu templanza, yo soy un manojo de nervios en este momento, quisiera hablar con Anán, quisiera ver qué opina Aranet de todo esto. -No no no no, no hagamos que la cosa trascienda todavía. -¿Por qué? -Te conté lo que pasó, el príncipe está como perdido en sus emociones, molesto con Aranet, que piensan que Edmundo fue el que más sufrió, y él contó la versión como que si bien es cierto que Edmundo fue sometido por el segundo de Malacara pero fue tratado con consideración, alimentado, cuidado mientras a él y a Rebel los molían a puntapiés en el piso. Más a Gualterio que a Rebel, porque era el que más se rebelaba, llegó con el labio partido, con su cuerpo con moretones, apenas podía moverse, estuvo varios días sin hablar. -Émeris -le respondí-, eso no justifica lo que hizo. -Núria -me dijo Émeris-, cuando hay una traición es de a dos, quisiera saber lo que pasa por la mente de Marya. Esperemos, hazme caso. -Me recosté. Me preparó un té de hierbas para el dolor, le agradecí a Émeris. Y le digo: -Eres como una hermana espiritual. -Tómalo y duerme un rato, no te molestaré. Luego bajas a buscarme. Tomé el té de hierbas y luego me dormí.
Sesión 01/11/2021 En palacio todo estaba revoloteado ante la huída del príncipe, ya cada persona tenía su punto de vista, su explicación de los hechos acontecidos. Pero la curiosidad o la necesidad de saber qué contaría la reina les tenía a todos expectantes.
Entidad: En general las personas no se toman tan dolorosamente lo que le pasa a otros. Será instinto, egoísmo o desinterés en el entorno que te rodea. Pero a mí no me pasaba eso.
Estaba totalmente molesta, Émeris trataba de calmarme. Se acercaron Mina y Ervina y les comenté lo que vi. Ervina, quizás es más conciliadora, dijo: -Quizá hay algo que no entendiste. -Me sulfuré, me molesté, me incomodé, pero no me enojé con ella porque sabía que era una muy buena persona. De de todos modos le dije: -A ver. Veo el hijo de un rey. La esposa de un rey. Se besan. Yo vi que ella lo abrazó. O sea, que le correspondió al beso. Qué tengo que pensar, ¿que vi mal?, ¿que fue un error?, ¿que hubo algo en mi interpretación que no observé? ¿De verdad, Ervina, de verdad? -Ervina se encogió de hombros.
Abrieron las puertas grandes del palacio y llegó la dama Marya atravesando toda la feria feudal. Qué raro ir sin escolta. Llegó, nos miró a los ojos. Émeris me dijo: -Fíjate, Núria, tiene cara de compungida. -Sí, la veo. -Y se fue corriendo a las escaleras, a sus habitaciones.
Al rato llegó el príncipe. El príncipe habló con Albano, le dio instrucciones. Albano fue corriendo a la caballeriza. -¡Algo está pasando! -dijo la joven Mina. -¡Je, je! Ahí se acerca tu esposo. -Mina se dio vuelta. Vino Aranet: -¿Qué es lo que está sucediendo? -Nos quedamos calladas. Mina me dijo: -Cuéntale. -No sé, no sé... Aranet nos volvió a mirar. Dijo: -Figaret está restablecido, igual que Aksel. Voy a ver como están y en instantes vengo para que me contéis. -Se marchó.
Mina me dijo: -¿No le contaste? -Yo creo que primero debe enterarse el rey Anán. -Me parece lo correcto. Estamos todas enteradas.
Ya habían regresado Fondalar, Ezeven y la pequeña niña Ciruela. Ezeven se abrazó con su madre. Preguntó: -¿Qué pasa que estáis reunidas? -Ya os enteraréis. -Fondalar se miró con Émeris. Émeris le hizo una señal de asentir con la cabeza y se marchó. Fondalar fue tras su esposa.
Mina me dijo: -Émeris le va a contar a Fondalar. -Sí, sí, no tengo dudas. -Ahora, ¿te has dado cuenta de una cosa, Núria? Vino muy afligida la dama Marya. Y el príncipe vino muy acelerado, presumo que le dio órdenes a Albano de que le preparen un hoyuman. -Piensas igual que yo -exclamé-. El príncipe se va a marchar, pero antes de que se marche yo debo hablar.
Apareció Albano y lo llamé. -Señora... -¿Qué te ha contado el príncipe? -Nada, señora Núria, me dijo que necesitaba urgente ir a un poblado, que le prepare dos alforjas, cantimploras y un hoyuman de tiro. -¿De tiro? -Claro, son más resistentes para el camino. -La miré a la dama Mina. -¿Te das cuenta? -¿Señora? -preguntó Albano. -Nada. Hazme un favor, ¿puedes llamar al rey Anán? -¿Le digo por algún asunto? -Dile que lo llama la dama Núria. -Señora... -Se inclinó y se marchó.
Al rato llegaron Émeris, con Fondalar. Fondalar me miró: -¿Es así? -Sí, Fondalar, es así -le respondí. -¡Vaya! ¿Cómo la has visto a la reina? -Como te ha contado Émeris, compungida, afligida. -Pero hay muchas razones para eso. -La culpa también hace que la persona esté afligida. -Espera -dijo Fondalar-, no saquemos conclusiones.
En ese momento bajó el rey, estaba enojadísimo: -¿Os ha contado Gualterio lo que pasó? -No, no hizo falta -exclamé-. Lo vi yo. -¡Pero ese es mi hijo! -dijo Anán. Fondalar interrumpió: -Espera. ¿Qué te ha contado el niño? -¿Niño? ¿Niño? ¿A ese abusador llamas niño? Desde que lo secuestraron se ha vuelto loco. -¿Qué te contó? -Se hizo cargo, pero me acusó a mí. -Anán, ¡qué te contó! -En ese momento se acercó Aranet. Estaban atrás Aksel y Figaret. -Gualterio me contó que yo soy un inútil como rey y que vio que no le presto atención a mi esposa, y que estaba cabalgando con su hoyuman y la vio a la dama bañándose y en ese momento dijo "Es mi oportunidad". Esperó que se vistiera y arremetió contra ella abrazándola y manoteándola por todo el cuerpo. Dijo que ella fingió acceder a que lo abrazara y cuando él aflojó la tensión ella le rechazó y se marchó llorando. Aranet estaba pálido. Preguntó: -¿Y te lo contó así, directamente? -Sí, como echándome la culpa. Como diciéndome de una manera muy vulgar, muy cantinera, muy de bajos boliches, muy de bajos lugares "Si tú no puedes con ella, la atiendo yo". Levanté el brazo para darle una cachetada y me tomó la mano. "No te atrevas a pegarme. Físicamente puedo contigo, y con la espada también. No te atrevas". -¿Qué hiciste? -preguntó Aranet. -Le dije que no me iba a pelear con él, pero decretaba que sea expulsado del palacio. Le quitaba todos los títulos y honores con una proclama, que se enterara todo el poblado. -Me miró a mí-. Y te pido a ti, Núria, que en tu fortaleza no lo recibas, por favor. -No -dije-, no lo haré, no lo haré. Continúa, Anán. -A partir de este momento, a partir de este momento va a ser un pueblerino cualquiera. No solamente pierde el título de príncipe sino el título de nobleza. Aquí no será bien recibido nunca más. Fondalar preguntó: -¿Cómo está la reina? -Llorando, recostada.
En ese momento por el patio lateral de palacio se escuchó un galope, por la puerta trasera atravesando la feria feudal se iba el príncipe. Se acercó en ese momento Albano: -Mi rey, debo contarle algo. -Anán lo miró. -¿Qué pasa, mi fiel Albano? -El príncipe me comentó que después del secuestro hace rato que pensaba marcharse y fue de alguna manera previendo cualquier desenlace. -Explícate, por favor -pidió Anán. -Mi rey, el príncipe tenía una dote en metales dorados y plateados, se lo llevó todo en las alforjas. ¿Hacemos que los soldados lo persigan? -No, no, lo terminarán matando, no. Prefiero que sea un paria.
Los miré a Aranet, a Figaret. Lo miré al joven Edmundo. A Edmundo le pregunté: -¿Y tú qué opinas? -Con todo respeto, mi señora -dijo Edmundo-, todos, todos, hasta Rebel que apenas está repuesto de sus heridas, pasamos por un infierno en el secuestro. Pero no puedo hablar por Gualterio. No sé lo qué habrá pasado por su mente. Anán estaba molesto y le dijo: -¿Acaso lo justificas? -No, mi rey, no mi rey, no justifico, trato simplemente de entenderlo, mi rey. -Pero da la impresión que lo estás... -Lo paró Fondalar. -Anán, ya está, ya está. El muchacho simplemente dijo su punto de vista. Da la impresión que lo estás censurando. Para. -Anán iba a seguir y Fondalar dijo-: Está bien, para.
Émeris me miró y me dijo: -Vamos a ver a la dama, quiero hablar con ella.
Acompañé a Émeris a la habitación de la dama Marya, la reina. La supuesta víctima. Estaba intrigada por saber su versión. Gracias por escucharme.
|