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Psicoauditación - Adriana |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 26/05/2022 Aldebarán, Núria Sesión del 23/06/2022 Ámbar, Amara Sesión del 15/08/2022 Ámbar, Amara Sesión del 31/08/2022 Ámbar, Amara Sesión del 08/11/2022 Aldebarán, Núria Sesión del 25/12/2022 Aldebarán, Núria Sesión del 08/02/2023 Aldebarán, Núria Sesión del 21/12/2023 Gaela, Axona Sesión del 18/03/2024 Gaela, Axona Sesión del 29/04/2024 Gaela, Axona
Sesión 26/05/2022 Recuerda pasadas situaciones que le han marcado parte de su vida, y repasándolas y contándolas a otro quizá pierdan gravedad, importancia. De todas maneras no se encuentra a sí misma viéndolo todo en perspectiva.
Entidad: -Me siento con mucho júbilo. -¿Por qué? -pregunté. -Descubrí un hijo nuevo, solucioné el tema de mi esposa. Me siento muy bien. -Y sí, ¿cómo te ibas a sentir? -No entiendo -dijo Anán-, noto como un tono agresivo. -¿Agresivo?, ¡agresivo para nada! ¿Alguna vez hablé con algo que no fuera verdad?, ¿quieres comparar mi vida con la tuya? Fuiste un huérfano, yo fui una criada que luego fue una especie de ama de llaves o dama de compañía. -Bien, bien ahí. -Pero en tu caso, ¿qué pasó?, te encontraste con tus verdaderos padres que eran reyes, fuiste príncipe de un día para el otro. -Pero parece que lo hablaras con envidia. O me pareció Lo miré. -¿Me estás acusando de envidiosa? Tengo una fortaleza que tengo más poder que tu palacio. -Entonces no entiendo, Núria, no entiendo el... como que yo tuve suerte o que mi vida me favoreció. He pasado por muchas cosas que tampoco sabes. -Ah, sí, que tu primera mujer te envenenó. ¿Y quién habla de mí? Si Samia hubiera seguido viviendo yo hubiera seguido como su sombra, porque no era más nada que una sombra. ¿Qué opinaba? Sí, opinaba. ¿Y qué más? Cuando murió, que la hija de una manera muy altanera... Yo tengo una joven, quedas en libertad de acción... ¿Y a dónde iba? Estuve toda mi vida en palacio, ¿a dónde iba? Después, por aquel que está más allá de las estrellas, otra vez me topé con Ligor, fue como si recobrara mi vida. No, fue como si naciera. Porque todo el tiempo anterior fui una sombra. Hubo un lapso o dos donde apareció Ligor. Recuerdo cuando lo conocí, él no sabía que yo tenía descarga eléctrica y lo sorprendí. Después lo atendí otra vez cuando cayó mal herido con ese orco y después cuando formamos pareja. Y sí, fuimos felices, fuimos felices, es como que él era otra persona, tranquilo, calmo, no hablaba con desdén ni con burla, era una persona normal con su pasado. A veces me contaba del viaje en barco en el nuevo continente que había uno que era un poco raro que hacía notas, que buscaba piedras... Me encantaba, levantaba el farol con la vela encendida y me contaba sus anécdotas, pero las anécdotas serias cuando estuvo en los apartados, sus luchas, el temor de chico que le tenía a los dracons. ¿Y sabes cuando terminó todo eso?, cuando llegaron con el mensaje de ese Andahazi que quería unificar los reinos y él ser el que mandaba. Pero hasta ahí todo bien, hasta ahí todo bien. Hasta que apareció Randora. ¿Sabes cuántas veces pensé has qué punto la odiaba?, ¿hasta qué punto quería matarla? Recuerdo que ella vino a decirme que había tenido algo con él. Después se descubrió que no, pero... Y sé que él la rechazó, se que él la rechazó. Se. Pero inconscientemente, inconscientemente, ¿por qué tanta avidez de matarla que me apartó? La guerra ya había terminado, habíamos vencido y a toda costa quería ir a cazarla. ¿Para qué, con qué objeto? Y después el tema de Donk. Muchos me echaron la culpa a mí como que yo a Donk le di como entrada, como que permití que él se acercara. Pero yo lo veía tan lejos, aún antes de ir a buscar a Randora lo vi tan alejado... Y estaba al lado mío. -Le digo: -¿En qué piensas? -Nada. -Seco, cortado-. Habla con Donk, que él te va a entender mejor. ¿Entenderme? Donk había sido un héroe, había salvado aldeas, pero tuvo la debilidad de cruzarse con esa mujer que lo despreció desde que lo conoció hasta que terminó la relación. Es más, tuvo un hijo con otro. Es como que a él algo se le rompió adentro, él buscaba alguien que lo entendiera, alguien que lo volviera a convertir en quien había sido, en Novo. Y yo me sentía sola, pero más de unos escarceos, unos abrazos no pasó más nada. ¿Y por qué? Y no hay explicación. Me sentía débil, débil emocionalmente. Me sentía muy débil emocionalmente y Ligor no, no, no, no cazó en ese momento a Randora y se alejó de mí. Pero yo terminé forzando la situación, yo terminé forzando la situación porque no tenía sentido, no tenía sentido, estaba con un desconocido. No estoy exagerando, Anán, estaba con un desconocido. Yo forcé el divorcio, yo, lo reconozco. Pero mira la paradoja: ¿Cómo vencieron a Randora? Gracias a Donk. Donk fue el que hizo la trampa. Y hasta el último momento Ligor pensaba como que Donk se había unido a Randora. Le deseo que le vaya bien, le deseo de verdad que le vaya bien, que recupere su... Porque él mismo se burlaba de Donk: "Este es el héroe, este es el que vestía de blanco. Este es Novo, es un pobre llorón que cuenta sus cosas, que nos tiene cansados a todos". Y él ya no era el héroe de la espada, no era. Y deseo de corazón que lo vuelva a ser, porque cuando llevas algo adentro en un momento tiene que sobresalir, salvo que bajes los brazos y dejes de luchar. Pero a mí no me regalaron esa fortaleza, hubo una nueva batalla. Al fin y al cabo esa fortaleza, esa fortaleza es una contradicción, es una enorme contradicción y me sorprende que estemos cerca porque podría haber estado en el otro lado de Umbro. -¿Por qué una contradicción? -Porque en el palacio yo me sentía como que no era nadie. A veces Samia me trataba como una hermana, me hacía sentir bien. Y a veces "Ahora no, ahora no. Ve a tu habitación, porque...". Y más en los últimos tiempos, porque de jóvenes éramos compinches, cómplices en el buen sentido, jugábamos juntas. Jugar... jugar a un juego de cartas, a adivinanzas. Pero ella fue madurando, yo fui madurando, pero ella fue como cuando ese vino toma un gusto amargo que hueles a vinagre. Bueno, así era ella, es como que había quedado mustia por dentro y se había alejado de mí. Entonces era como una sombra y sin embargo ahora he creado una fortaleza. Pero a veces me invaden los recuerdos y digo "¿Qué hago aquí? ¿Qué título tengo? ¿Qué poder tengo?". En realidad soy noble porque Samia lo nombró caballero a Ligor, así como tú nombraste caballero a Aranet, y el hecho de ser su esposa heredé la nobleza. No importa, el título de nobleza no se quita si uno se divorcia. O sea, que soy una dama pero no tengo como un lugar de pertenencia. Es como que a ti te fue más fácil, de repente esa mantita... "¡Ah! Es Anán. Que se saque esa ropa. Una tina, rápido, una tina con agua tibia". A mí me costó mucho. Aclaro que no tengo envidia de ningún tipo en el sentido de decir "¡Oh! Cómo me gustaría estar su lugar". No, no, cada uno en su lugar. Si yo tengo que conseguir algo, bien lo conseguiré. Es una fortaleza. Tengo una segunda, que sabe mucho de espada, que me apoya, que me ayuda como mi guarda espalda, pero a veces estoy más aquí a conversar, no sé con Émeris, con Ervina converso... ¿Por qué no vienen allá? Y no, es como que... Honestamente, no sé cómo levantar mi estado de ánimo. Muchos me dirán: "No, son días, son amaneceres, ya va a pasar". El recuerdo de mi soledad en los años de Samia no va a pasar nunca, el recuerdo de Ligor viéndolo como... ¿Quién es esta persona?, viéndolo como un desconocido. ¿O fui yo la que cambió, fui yo la qué demandaba más? Fue a partir de Andahazi. Teníamos un pequeño palacete, no nos molestaba nadie y él se olvidó de usar la espada, la tenía colgada en una pared. Se iba a los grandes almacenes, se iba sin espada, ¡je, je!, se iba sin espada. Vivimos felices. Quizá hubiera cambiado la cosa si hubiéramos tenido hijos, no sé, pero ya... No sé, ya era grande. No, no, No sé qué más decir, no sé cómo, cómo... Me dirás "Deja que Bastián te tome de la mano, que te de armonía". ¡Ay, armonía! Pero eso no es algo permanente. Aparte yo no quiero algo artificial. Bueno, dirás "No es artificial". No sé cómo explicarlo. Pensarás, no es que te adivine el pensamiento pero pensarás "¿No estará necesitando alguna persona que...?". Y no sé, porque yo tengo mi manera, ya no soy una niña. Tendría que ser alguien que..., no que me obedeciera, porque yo quiero un hombre, no quiero alguien, un pelele, un títere, pero de repente por ahí conozco a una persona de carácter y chocamos. Entonces no sé qué me calzaría como un guante, qué hombre me calzaría como un guante. No sé si se entiende. Y pensé que desahogándome contigo, porque encima te... sé que te agredí con mi ironía, pensé que al hablar contigo me iba a descargar pero no me descargué, al contrario me duele la garganta de la angustia, tengo los ojos llorosos, mira, mira. No estoy descargando hablando contigo. Y yo sé que me escuchas porque me miras a los ojos, me prestas atención, pero no sé con quién más hablar. ¿Con Fondalar? Hablé mil veces con Fondalar, quizá hay cosas para las que no hay solución. Aunque la vida da tantas vueltas... No lo sé, no lo sé. Hoy no lo sé, hoy no lo sé. No quería incomodarte con eso, voy a ir abajo que me preparen un té caliente y comer algunas masas no, no quiero entretenerte más. -Bajaré contigo -exclamó Anán. -Está bien. Sé que Marya está durmiendo, no..., nada. Comparte un té conmigo, me duele el pecho, me duele mucho el pecho. No quiero hablar más.
Sesión 23/06/2022 Se sentía extraña, observada. Parecía que cada día la hubieran cambiado de lugar, todo era distinto del día anterior. Ni a la gente que conocía la recordaba. Pero alguna noche notaba pinchazos.
Entidad: Me desperté en mi cuarto. Pero esta no era mi casa, claro, estaba en el gran edificio. Me higienizo con una especie de vapor que no quemaba pero tenía como un olor a ozono. Me vestí y salí. Quizá por reflejo entro en el elevador y aprieto el último pulsador. Llego a una gigantesca oficina y... claro, el ventanal, ventanal gigantesco, enorme, ese era mi escritorio.
Recuerdo que... recuerdo que me dolía mucho lo que hacía, tenía que separar las planillas, unas planillas holográficas que jamás había visto en mi vida, salvo trabajando aquí. Y había cientos de nombres y yo tenía que pasarlos, arrastrarlos a otra planilla los que estaba en rojo. Recuerdo que había una señora agradable y una joven muy desagradable, que no me gustaba. La señora agradable me decía: -Estos que están en rojo son los que salieron después del toque de queda. -¿Y qué van a hacer con ellos? -No lo sé. -¿Quiénes van a hacer algo con ellos? -No lo sé. -¿A quiénes obedecen? -No tengo respuestas.
Hoy entró una señora rubia, delgada, agradable, un poco más joven que yo, muy atenta: -¿Has desayunado, Adriana? -Perdón pero mi nombre no es Adriana. -¿Ah, no? Mírate. -Al lado de... al lado del pin tenía mi nombre y mi foto. Era una foto como en 3D que salía Adriana. ¡Yo no me llamaba Adriana! -Pero a ti no te conozco. -¿Cómo no? Hace más de un mes que estamos juntas. Soy tu jefa directa. -Había una señora un poco más grande y una joven: -¿Aquí? Aquí no. -¿Lo que yo estoy haciendo está bien? -Sí, sí. ¿Ya has tomado algo caliente? -No. -Tómate un tiempo porque dentro de un rato tienes que salir. -¿A dónde? -Al barrio Jardín, tienes que llevar una holotablet. No te preocupes, no la vas a poder abrir, es indescifrable. -Sí, estoy viendo acá unos signos. ¿Son letras? -No lo sé, yo no pregunto. La paso bien, como bien, duermo bien. ¿Tú duermes bien, Adriana? -Adriana. Honestamente, no me acuerdo de llamarme Adriana. -¿Cómo voy? -En el holomóvil. -No sé manejar un holomóvil. -No no no, es automático, te deja justo en la dirección de barrio Jardín. No hace falta que toquen un pulsador, directamente la misma holotablet llama y la persona te la retira. Y con el holomóvil vuelves. -Pero debe haber en los pisos inferiores gente que lo puede hacer. -¡No, esto no, no! Es la holotablet de la gente más peligrosa. -¿Hablamos de los que hacen tumultos? -¡Je, je, je! ¡Ay, Adriana! No, no, esos son... esos son nada. -No me has dicho tu nombre. -Tomamos siempre algo juntas y no te acuerdas mi nombre. Soy Elisa. -Elisa. -Claro. Bueno, ¿quieres tomar algo ahora o cuando vuelves? -Tengo el estómago un poco revuelto. ¿No voy más a mi casa? -¿Para qué? No tienes nada allí, no hay nada, está vacía. Hay otras compañeras con las que en horas de descanso puedes conversar. -¿De qué? -De tu trabajo. De tu trabajo depende; dices que haces archivos. No puedes decir otra cosa. -¿Y entonces de qué voy a conversar? -De lo bien que te tratan... -Que me tratan, ¿quién? O sea, ¿de dónde sale la comida, quien cocina? -¡Ay, Adriana, Adriana, Adriana! Siempre has sido preguntona. -¿Sabes las veces que he pedido...? Pero claro no eras tú no eras tú. Me daban una especie de comprimido para la cervical. -¿Cervical? ¡Si estás bien! -Me estiré y estaba bien. No sé, me pareció-. Bueno aquí está la holotablet. -¿Cómo queda pegado a mi hombro, es que hay una especie de magnetismo? -No, tu misma piel lo atrae. Luego cuando llegas al barrio jardín, a la dirección que te dirá el holomóvil, automáticamente la recibe una persona y tú vuelves. Me gustas porque entiendes las cosas. -Y yo entre mí pensaba "Honestamente, no entiendo nada". -¿Qué hacía antes de venir aquí, antes de estar en este enorme edificio, que ahí en el ventanal se ven a lo lejos las muralla? ¿Qué hacía? -¿No te acuerdas? Eras empleada. -¿Empleada? -Empleada de tienda. No tenías casi amigas, alguna que otra vecina. -¿Tienda de? -No lo sé. Antes tenía otra compañera y no sé qué problema tuvo, y no está más. -¿Problema? -Adriana, no sé. Bueno, te espero entonces a tomar algo. El holomóvil te lleva rapidísimo, aprietas el segundo subsuelo y ya el holo móvil estará iluminado. Vamos, ve.
Bajé. Llegué al segundo subsuelo y había un coche que parecía transparente, es como que flotaba en el aire. Lo tocaba y es como que no se sentía. Pero cuando entré me senté en un asiento que me sostenía, es como que fuera una asiento rodeado de un coche invisible. Pero había un montón de aparatos. Y el coche levantó un breve vuelo y salió por un agujero, y llegó por una especie de túnel al nivel de la calle. En minutos estaba en un barrio lleno de jardines. Y bajé. 'Brrr', vibró la tablet. Salió un señor obeso, muy obeso, con cara de pocos amigos. -¿Esto es para mí? -Sí, señor. -Está bien, puedes irte.
Cuando estaba por entrar al holomóvil... -¡Hola! -Una señora gordita, de unos cuarenta y cinco años, con una bolsa de compras-. ¿Te acuerdas de mí?, soy Rebeca. -No, no me acuerdo, no me acuerdo. -Soy Rebeca. Enseñabas a mi hijo, mi hijo va a la escuela. -¿A qué escuela? -A la escuela donde tú eras maestra. ¿Y tu esposo, cómo está? Tu hijo debe estar estudiando, ¿no? -¿Mi hijo? -¡Ah, ja, ja, ja! Las veces que me habrás comentado que era fanático del telescopio. -¿Yo tenía un hijo, un telescopio? -¿Te acuerdas que estabas en el barrio alto, en esa casa con terraza? ¡No me digas que a ti también te han mutado! -¿Mutado? -Sí, es como que tengo un montón de amigas que no se acuerdan. ¿Cómo te llaman? -Como dice aquí al lado del pin, Adriana. -Tú no te llamas Adriana, te han mutado y te han borrado a tu familia. -¿Familia? -Tu esposo trabajaba en un enorme edificio para altos mandos. -No... no sé de qué hablas. -Pasaron unos drones, vieron que la señora tenía un verde que titilaba-. ¡Me tengo que ir, me tengo que ir! -Y el color enseguida se puso rojo y unos soldados la pararon y la metieron en un coche tipo militar. Me vieron a mí que tenía el color verde y el holomóvil, no me prestaron atención.
¿Mutado? ¡Yo tenía esposo, yo tenía hijos, yo era maestra y no me llamaba Adriana! Pero sí me acordaba que yo trabajaba con una señora más grande, simpática, que tenía no sé si una sobrina o alguien muy antipática. De Elisa no me acordaba, era la primera vez que la veía, pero si sé que seguía haciendo el mismo trabajo, un trabajo despreciable, un trabajo donde pasaba la lista a ellos, esos que estaban por encima de los gobernantes, de aquellos que salían después del toque de queda o eran revoltosos.
Cuando volví le pregunté a Elisa: -¿Qué es mutar? -¿De qué hablas, Adriana? Esa palabra no existe. -Cuando entregué la holotablet me habló una señora que dijo que yo era maestra, que tenía hijos, que tenía un marido, que mi hijo tenía un telescopio. -¿Telescopio? Los telescopios están prohibidos para la población. -¿Por qué? -Yo no pregunto, no me meto en problemas. Lo que no sé es mejor, se vive mejor. ¿Vienes a tomar algo? -Sí, espero que no sea alguna cosa rara. -No, es café, café, y acá hay unas hogazas de croissant. -¡Ah! Algo que por fin yo conocía. Probé el gusto del café: -¡Mmm! Este es mi mundo... -¿Qué es tu mundo, un café y una masa? -No, Elisa. ¿Qué te gusta a ti comer? -Lo que haya. Me gusta comer, descansar y cuando no tengo sueño me pongo el aparato. -¿Qué aparato? -¡Ay, Adriana!, por favor, el que tienes al costado de tu cama. Te lo pones en las sienes, uno de cada lado y enseguida te duermes. -Pero hoy, cuando me desperté, no tenía ningún aparato. -¡Ah! Bueno, una vez que te duermes, automáticamente se pliega y va a su lugar. -O sea, que no duermo por mi sueño, me inducen el sueño. ¿Qué más hago, hay algún esparcimiento? -Claro, la sala de deportes. -Eso me gusta. ¿Qué hay? -Bueno, en el primer subsuelo hay una pileta con agua templada, hay otros aparatos para hacer ejercicios. Y si el día de mañana..., a ver, déjame ver tu pin. Está bien, eres clase 'A'. -¿Qué es clase 'A'? -Tiene que ver con el ADN. -¿Quién sabe mi ADN? -Los que mandan. -Nunca los vi. Qué son, ¿generales? ¿Qué son? -No, no, los que los mandan a ellos. Yo tampoco los vi, pero qué me importa. Yo estoy bien. -Está bien. ¿Tú qué clase eres? -Por supuesto que también soy 'A' -dijo Elisa. -¿En qué nos ayuda o en qué no nos ayuda? -¡No! Sí que te ayuda. Hay muchos especímenes masculinos clase 'A', y entonces puedes procrear. -¿Procrear? ¿Estamos hablando de intimar con la persona? -Y sí. -Pero si no la conoces... -¿Y qué tiene? Pero si son de la misma categoría, el niño o la niña que salgan van a ser 'A'. Y una clase 'A' es una clase privilegiada. No te quejes, Adriana, eres clase 'A'. ¿Te piensas que las clases de abajo, la 'C', la 'D' tienen acceso a gimnasios?, están todo el día en las cocinas. Y ni hablar de los hombres clase 'C' y clase 'D', cargan los camiones. Los clase 'E' sacan toda la basura y no sé dónde la llevan. Yo eso no averiguo. Bueno, ¿has terminado? -Me he quedé con hambre. Y ahora siento como un malestar, de vuelta, en el cuello, ese dolor de cervical... -Espera, espera. Ven, vamos. -Volvimos a la oficina-. Recuéstate. Pero recuéstate bien. Tienes un apoyacabezas. ¿Ves el brazo del sillón? Aprieta este botón. -¿Qué va a pasar, me reclino? -No no no, apriétalo. -Lo apreté. -¡Ay! Una aguja. -Sentí un pinchazo. -¿Te duele? -No. -¿El cuello? -No. -¿Cervical, hombros? -No. -¿Ves?, ¿te das cuenta lo qué es ser clase 'A'? O sea, te recuestas, el día de mañana te duele algo... -Supongamos que me doliera la cabeza y no la cervical. -El sillón tiene lectura, Adriana, tiene lectura. Por tu ADN sabe todo lo que te pasa. Hasta te puede regenerar un órgano. -¿Qué? ¿Cómo? No hay operaciones si uno está mal del corazón o algo... -¿Operaciones clase 'A'? Ni siquiera la 'B', ni siquiera la 'C'. Ahora; bueno, la 'D' y la 'E' directamente desaparecen. -No me gusta esa palabra, es como si los sacrificaran. ¿No hay quirófano? ¿No hay medicina? -¿Cómo no va a haber medicina...? ¿No te sientes mejor? -Hablo de... ¿Cómo era tu vida? -No me acuerdo. -¿Pero tenías esposo? -No lo sé. -A mí me dijeron que yo sí. ¿Y tú tienes? -No me acuerdo. -¿Entonces? -¿Pero por qué tantas dudas, Adriana?, ¿por qué no haces las cosas tranquila? Nosotras somos amigas, pero mira, mira, mira todos los rincones, hay micrófonos, hay cámaras, hay grabaciones. Había una compañera anterior que preguntaba mucho y es como que la vinieron a buscar. Me dijeron que la cambiaban de departamento. Nunca más supe. -¿Qué hay de malo, Elisa, en preguntar, qué hay de mal? Además, estoy convencida de que había antes una señora agradable y una sobrina detestable, antes de ti. Tú eres nueva. Pero yo no me llamaba Adriana.
Ese día me cansé. Estaba extenuada y no quería apretar el botón para pincharme nada. Y me dormí. Me desperté el día siguiente pensando en Elisa. ¡Qué buena joven, qué compañera! Me acuerdo que tomamos café, pero no me acuerdo del día anterior. Cuando la vi la abracé. -¡Vaya, qué efusiva, Adriana! -¿Sabes que no me acuerdo qué hicimos antes de ayer? -Lo de siempre, planillas. -Yo hago las mías. ¿Qué haces tú? -No no no, acuérdate que tengo un poquito más de nivel que tú, no puedo decirte. Esto va para ellos. Pero no preguntes nada, te vigilan. -¿Pero hago algún acto malo preguntando? -No, pero... -No tengo memoria de hace dos días. Yo sé que trabajaba con alguien, pero no me acuerdo. -¿Ves? ¿Ves qué fácil? Te acuerdas de quien te interesa. De mí, que soy tu amiga, Elisa. -Pero antes... Y mi trabajo anterior tampoco me acuerdo... ¿Y puede ser que ayer estuve en un holomóvil? -¿Ayer?, yo te vi con las carpetas. Y trabajaste bastante, ¿eh? -Me sentía desconcertada, me sentía mal.
De repente mi mente tuvo como una especie de flash de un chico de quince, dieciséis años mirando por una terraza: -Mamá, mamá, ¿qué ves? -Y yo miraba para arriba. -Una luz, un avión. -Mamá, un avión puede ir a diez kilómetros, a once kilómetros de altura. -Y sí. -Madre, yo sé manejar un telescopio, eso es una nave que por lo menos está a cien kilómetros de altura, imagínate el tamaño que debe tener. Y no es de este mundo.
-¿Qué estás pensando Adriana? -Me vino como una especie de recuerdo, como que hablaba con un niño, con un joven. -La cara de Adriana se puso seria. -Recuéstate, aprieta el otro botón, el izquierdo.
Me respaldé. Unos aparatos iguales a los de mi cama se pusieron en mi frente. Me quedé dormitando un rato.
La miré a Elisa. -¿Qué pasó? -Te quedaste dormida. Mucho trabajo. -¿De qué hablábamos? -De la planillas, mírala ahora hoy estamos atrasados. -¡Ajá! Pero yo te estaba... -No me estabas contando nada, te quedaste dormida. Tienes que empezar a trabajar con las planillas, vamos, vamos. Al mediodía hay un almuerzo riquísimo. Y me puse a trabajar y me olvidé de todo.
Sesión 15/08/2022 Fue secuestrada, no sabía por qué o por quién ni hacia dónde. Afuera de la ciudad amurallada había una resistencia que recuperaba personas y material, que dejaba de estar controlado por 'ellos'.
Sesión para Adri en el polémico mundo de murallas. Prólogo de Johnakan Ur-El.
Johnakan Ur-El: Queridos hermanos esto es un pequeño prólogo. Un prólogo para lo que luego va a ser una sesión completa sobre el karma del que tanto se ha hablado por generaciones. Os voy a develar que el karma no existe, se había dicho que no era una culpa a pagar sino que era una lección a aprender. Desde ya digo que no, y me es absolutamente indiferente lo que hayan dicho otros maestros o lo que haya afirmado yo mismo tiempo atrás. Porque hay una palabra que se llama deducción, y he deducido de que en vista de los acontecimientos, ya sea en mundo de murallas, en Sol III o en miles de millones de mundos donde existen episodios que no tienen fundamento para que determinadas personas sufran. La deducción es que no tiene sentido atribuirle todo a un karma, las vivencias pueden suceder por elección propia o bien por influencia de terceras personas, para bien o para mal. Y si bien las unidades biológicas somos programas muchas veces esos programas fallan. Lo dejo aquí porque lo siguiente sería preguntar ¿por qué fallan si...? Pero eso no es para ahora porque sería más polémico todavía el profundizar el por qué fallan esos programas. Dejo paso a la entidad.
Entidad: Me desperté y estaba reclinada en el sillón. Había una nota sobre el escritorio. La leí: "Adriana, tienes que llevar este paquete a la calle Arboleda, 51. El holomóvil está automatizado. Aquí tienes una tarjeta, la pones en la ranura y te lleva directamente".
Cuando estaba por salir de la oficina a coger el elevador, se cruzó conmigo una señora obesa: -¿Adriana, ya sales? -Le mostré la nota-. ¡Pero qué bueno, qué bueno, por fin sales! -Pero tengo entendido que ayer había salido. -No, hace un mes que no sales. Si estuvimos juntas... -La miré. -¿Juntas? -¡Ja, ja! ¿Te has olvidado de mí, de Raquel? -Yo tenía una compañera llamada Elisa... -¿Elisa? ¿Tú? ¡Je, je! No, hace tiempo que estamos juntas, almorzamos todos los mediodías. -Claro. -le dije. Sonreí y entré al elevador apretando el cero. ¿Y qué le iba a decir, que no me acordaba de ella? Nunca había tenido una compañera Raquel. Algo estaba pasando con mi mente o alguien estaba manipulando mis pensamientos.
Bajé, cogí el holomóvil, puse la tarjeta ranurada. El móvil se elevó, hizo como una especie de chasquido y vi que andaba irregularmente. Yo no conocía la calle Arboleda, pero por intuición me di cuenta de que no iba a la calle Arboleda. De todas maneras mi pin seguía en verde, esto significaba que estaba aparentemente todo bien. Pero salimos del distrito que yo conocía, había un barrio extraño con gente sin uniforme, no muy bien vestida. Y el coche aparcó, la puerta se abrió automáticamente y bajé. Había un camión que parecía de limpieza. Me cogieron del hombro dos hombres. -¡Qué hacéis, qué hacéis! -Uno me puso una venda en la boca. Me cogieron entre ambos y me lanzaron a donde iban los residuos y quedé a oscuras.
El camión empezó a moverse, escuchaba ruidos. El camión paró varias veces, escuchaba voces, sirenas, los choferes hablaban pero les permitían seguir. Desconozco cuanto tiempo pasó. Honestamente lo desconozco.
Mi posición era incomodísima, no sólo me dolía la cervical, me sentía como angustiada, indefensa, y a la vez con una rebeldía tan grande tan grande que no sabía con quien desquitarme, una molestia tan grande, un dolor en mi alma tan profundo, una ira que me invadía en el cuerpo pero de una manera brutal, absoluta, con ganas de golpear con los nudillos. Pero era tonto porque me lastimaría yo misma, y no era coherente hacer esto.
De repente la trampilla de los residuos se abrieron, los hombres me sacaron. Las piernas apenas me respondían, estaban dormidas, me faltaba la circulación. Me sacaron la mordaza: -Me habéis secuestrado -no hablaban.
Miré para arriba, un cielo celeste, un sol amarillo. Veía un poblado de casas bajas pero no había calles, era como un poblado desértico con casas distribuidas al azar. Traté de sacarme el polvo de la ropa. Uno de los hombres me dice: -Aquí tienes ropa para cambiarte. -Miré mi pin y estaba apagado. -¿Qué habéis hecho? -Levanté la vista y a lo lejos vi la gigantesca muralla, y miré todo el panorama y no vi la ciudad-. ¿Dónde estoy? -Estás afuera. -¿Cómo afuera? Esperad, ¿estamos afuera de la ciudad, fuera de las murallas? ¿Cómo lo habéis logrado? -Siempre sacamos los desperdicios. -¿Por qué me habéis llevado? -Porque tu esposo y tu hijo están aquí afuera. -¿Mi esposo? Claro, mi hijo, aficionado a la astronomía... No me acuerdo, tengo como flashes pero no me acuerdo. ¿Quiénes sois vosotros, rebeldes? -Encubiertos. De la resistencia, sí, pero encubiertos. En un rato tenemos que volver, oficialmente estamos trabajando. Somos clase 'D' para ellos, pero en realidad las clases no existen. -¿Quiénes son ellos? -Ya te enterarás. Se acercó una morena: -Mi nombre es Elvira, te quedarás conmigo. -¿Pero acaso no nos vigilan? -Por supuesto que sí, hay satélites detectores. Pero hemos desactivado tu pin, puedes directamente tirarlo, no hay como localizarte ahora. -¿Pero para ellos, los de adentro, soy una prófuga? -No. Los muchachos han dejado señales de batallas, de lucha, una pulsera que tú tenías. Fíjate tu uniforme, lo tienes desgarrado, pedazos de tela han quedado allí. Van a suponer que fue un secuestro de los rebeldes y te van a dar por desaparecida o por muerta. -No soy tonta; de la misma manera que con telescopios podemos mirar hacia lo alto, ¿con los satélites no pueden localizarnos? -¡Je! No. Nosotros somos los parias, no se meten con nosotros. No tenemos armas, no somos un peligro para ellos. -¿Quiénes son ellos? -Ya te lo contaremos. -¿Por qué me duele todo el cuerpo, por qué tengo ese sentimiento de ira, por qué tengo ese deseo de lastimar a alguien o de lastimarme a mí misma?, porque me siento insoportable... ¿Porque tengo ese...? -Cálmate, cálmate. No estamos desamparados, los jóvenes que te trajeron, y se disculpan de haberlo hecho de esta manera tan brutal pero no había otra, tú hubieras desconfiado. De la misma manera que te han traído a ti han traído cientos y cientos de medicamentos, han traído aparatos para detectar problemas en la mente y en el cuerpo. -Aparatos... ¿hechos por nosotros? -No, fabricados por ellos. Pero también así como te han traído a ti, han traído a científicos humanos que saben cómo interpretar, porque aprendieron a manejar esos aparatos. Estamos bien provistos. Sí, a esos aparatos le hemos sacado un circuito detector, así que para los satélites, todo lo que hemos traído es invisible para ellos, indetectable. Ven te daremos un calmante, un calmante inyectable. -¿Pero cómo, qué pasa con los adelantos, todavía se usa una jeringa? -Bueno, aún seguimos con lo tradicional.
Vi que los jóvenes se iban en el camión otra vez hacia el mundo de murallas, y le pregunté a mi anfitriona, a la morena: -¿Todas las ciudades de este mundo están amuralladas? -Sí, y controladas por ellos. -Iba a hablar y me hizo una seña-. No preguntes más, ya te contaré quienes son ellos. Pero primero te están esperanto tu esposo a quien también "secuestramos", con tu hijo, el gran aficionado de astronomía. Él fue el que detectó una de las naves. -¿Pero entonces ellos...? -¡Shhh! Ya lo hablaremos. Ahora ven conmigo, ven conmigo.
Me daba confianza. Pero quería que me saque, con esa medicación inyectable, esta furia que tenía, este dolor cervical, y estos nervios que no podía controlar. Y la seguí.
Sesión 31/08/2022 Se encontraba en otro lugar, fuera de la ciudad amurallada. Reencontró a su esposo e hijos. Pero aun preguntando no entendía cuál era la situación, que rol tenía la resistencia, los soldados, los terroristas, parecía que todos trabajaban para 'ellos'. Y qué querían los 'ellos'.
Entidad: Abrí los ojos y el sol me dio de lleno y los cerré de nuevo, me dolía la cabeza y también me dolía el cuerpo... ¿Cómo había llegado aquí? Recuerdo que estaba con una mujer.
Estaba acostada en una especie de lona. Me levanté y era como una especie de desierto y había unas carpas. Miré hacia mi izquierda y a un par de kilómetros vi las murallas. ¡Claro! Había salido de la ciudad en compañía de... Se acercó un hombre vestido con ropa de guerra, un uniforme de fajines y un fusil al hombro. -Había una mujer. -Fue ejecutada. Venga, señora. -Me tendió una mano y me ayudó a incorporarme. Me tambaleé. -¿Está mareada? -¿Me inyectaron con algo? -Sí, pero para evitar plagas. -¿Plagas? No entiendo nada -dije. -Venga, por favor.
Me trataban bien. Pasamos una, dos, tres carpas y había una carpa más grande con un escritorio, sillas, un ventilador. -¿De dónde sacan la energía eléctrica? -Quédese tranquila, ahora vienen a verla. Tome, sírvase. -¿Qué es esto? -Una infusión caliente, le va a hacer bien. -¿Cómo sé que no es algo malo? -Señora, si hubiéramos querido hacerle daño no estaría aquí. -Lo tomé, tenía un gusto muy lindo. Y había unas masas dulces que comí.
A la carpa entró un hombre. Deslumbrada por el sol todavía mi vista no se había acostumbrado. Se encendió una lamparilla, lo miré: -¡Bert! -Hola, mi amor. -Me abrazó. Era mi esposo Bermejo. -¡Bert! -Lo abracé. -¡Cuánto hace que no te veía, Amara? -¿Amara?, ¿este es mi nombre? -¡Ay Amara, las cosas que te han hecho! Te han inyectado de todo, querían que perdieras la memoria. -¿Pero por qué? ¿Pero cómo es que estás tú aquí, qué es lo que está sucediendo? -Me iba acordando de a poco-. Tú trabajabas para el gobierno pero no podías comentarme cosas. Recuerdo que yo era maestra, recuerdo que me llevaron a un edificio altísimo de donde podía ver las murallas. -¡Ay, Amara, las cosas que te han hecho! -¿Pero tú trabajas para el gobierno? -Sí, mi amor. -Y esa gente del edificio, donde yo trabajaba también. -No, había muchos infiltrados rebeldes. -Pero los rebeldes son buenos, los soldados los ejecutan. -¡Ay! Tendría que cortarte tantas cosas... Ahora vamos a ir al otro campamento principal en un jeep y te vas a asear, te vas a cambiar de ropa. -Me duele el cuello, me han inyectado. -Sí, es un líquido purificador, te limpia la sangre de toda la droga, de toda la basura que te han inyectado. Te querían cambiar de personalidad, seguramente has tenido como dos o tres personalidades para que seas un robot, para que no pienses, para que obedezcas. -Recuerdo que a veces trabajaba con personas distintas de un día para el otro y había una joven que uno de los hombres me dijo que la ejecutaron. -Sí, era una rebelde. -¡Pero justamente justamente me pudieron sacar de la ciudad! -No, fuimos nosotros. -¿Pero cómo, Bert, no trabajas para el gobierno? -Sí. -¿Y cómo...? ¿Por qué estás afuera de la ciudad en un campamento que parece un campamento de guerrilleros? -Nada es lo que parece, nada, Amara. -¿Ese es mi verdadero nombre? -Amara, ese es tu único nombre. Ahora vamos a ir al campamento principal, te vas a asear, te vas a cambiar de ropa y vas a ver a los niños. -¡Los niños! (Tose) ¿Por qué siento ese gusto en la garganta? -Es lo que has tomado. -Me envaré. -¿Qué me habéis dado? -Amara, soy Bert, tu esposo de siempre, te amo. Todo es para purificarte. -Sí, ¿y por qué los dolores de cuello, por qué los dolores de cuerpo, por qué el dolor de cabeza? -Eso se va a ir yendo. Quédate tranquila. -Los niños... ¿Cómo está Rafe? -Ahora me acordaba-. Me acuerdo que Rafe tenía un telescopio y... ¡Claro!, había detectado una nave a cien kilómetros de altura, una nave que más o menos tenía unos diez kilómetros de largo. Me dijo que estaban invadiendo Ámbar, nuestro mundo. Pero me acuerdo que habló contigo y que tú estabas de acuerdo en creerle. -Por supuesto, mi amor. -¿Cómo está Domi, cómo está la niña? -Está perfecta. Aquí hay una escuela... -¿Escuela? Veo todo carpas. -Sí, tenemos un nivel subterráneo, un nivel subterráneo circular de por lo menos diez kilómetros de diámetro. -¿El ejército hizo eso?, ¿Cuándo? -No, mi amor, no lo hizo el ejército, lo hicieron ellos. -¿Ellos te refieres a...? -Y señalé con el dedo para arriba. -Sí, mi amor. -¿Pero no nos están sometiendo?, ¿no nos están invadiendo? -No, mi amor, no es como tú crees. Ven, ¿puedes caminar bien? -Sí. -Ven vamos al jeep. -Vimos una carpa enorme. -¿Esa es la carpa principal? -No no no no. -Seguimos. Perdí la noción de cuánto tiempo anduvimos. Llegamos a una zona montañosa y de repente es como que parte de la piedra se abrió y había un camino absolutamente iluminado. Volví a preguntar: -¿De dónde sacan la electricidad? -Se genera con unos aparatos que Ámbar todavía no tiene. -O sea, que es tecnología de ellos. -Sí. -¿Pero tú trabajas para el gobierno? -Sí, mi amor. -¿Pero los hombres de la resistencia son buenos? -No, mi amor. Ahora te voy a mostrar lo que han hecho.
Llegamos a un lugar, bajamos y había un cuerpo debajo de una lona. La abrieron, sacaron la lona. Sentí como un olor, un hedor que prácticamente me lastimó los órganos olfativos, un olor muy fuerte. Pero lo que vi era un cascarudo, pero no..., más bien redondo no, era más bien largo, pero en la parte de arriba tenía como algo parecido a un escarabajo, pero de dos metros de largo. -¿Qué es esto? -Lo han matado. -¿Este cadáver es uno de ellos? -Sí, ya lo hemos comunicado a la nave principal que está sobre esta ciudad, y han mandado a ejecutar a los responsables. A nosotros nos tratan bien, tenemos comida de primera, los niños pueden estudiar, tenemos instalaciones con aire regulado, con temperatura regulada a veinticuatro grados, no hace ni frío ni calor. -¿Pero qué somos, sirvientes, esclavos? -¡Mi amor, no, Amara! Somos como socios. -Sí, ¿pero no había otra manera de convencer a la resistencia de que los ellos no tienen malas intenciones? -¿Y cómo, mi amor, -dijo Bert- cómo?
Pasaban los camiones con soldados e improvisaban explosivos debajo de los camiones y morían decenas de soldados. Obviamente que iba a haber represalias. -¿Y por qué no se podía salir a determinada hora?, ¿por qué había gente que tenía pin rojo en lugar de pin verde? -Entre los terroristas. -¿Les llaman terroristas a la resistencia? -Mi amor, son terroristas, y entre ellos habían infiltrados nuestros. -¿Nuestros? -Sí, los que trabajamos con el gobierno, trabajamos para ellos. -Como dijo nuestro hijo Rafe, ¿es cierto que hay una nave sobre cada una de las ciudades importantes en todo Ámbar? -Así es. -¿Y por qué no bajan? -Tendrían que bajar protegidos porque nuestra atmósfera no les hace bien. -Entonces no entiendo, no entiendo... No buscan someternos, ¿qué buscan? -Algunos minerales que precisan para su mundo. Nada más. -¿Y por qué las murallas?, ¿por qué a toda las gentes las contienen en las ciudades? -Para poder trabajar tranquilos, Amara, en las zonas desérticas. -Ahora; estos seres, yo les llamo cascarudos, ¿o se van a molestarán que les diga así?... -No, no se van a molestar. -¿Cuando bajan a la superficie no bajan con trajes y con un equipo blindado?, ¿cómo hicieron para matarlo? -Evidentemente se confió en un general que le sirvió durante un tiempo y resulto ser un traidor de los terroristas. Obviamente el ello se dejó el casco, pero su cuerpo es como el nuestro. El general le disparó y lo mató. Inmediatamente los soldados ejecutaron al general, pero claro, los ellos dio la orden de ejecutar también a los soldados. -¡Bert!, ¿por qué? -Por no haberlo impedido. -¿Pero no fue algo de sorpresa? ¿Cómo lo iban a impedir? -Mi amor, ¿qué te puedo decir?, el general estaba con los dos soldados, los dos soldados tenían que haber previsto. -No me parece justo. -¡Ay! Amara, no entiendes, no entiendes, para ellos los tres fueron responsables.
Íbamos con el jeep bajando bajando hasta que llegamos a un lugar gigantesco con una especie de cúpula. -Esto es enorme, es una ciudad bajo tierra. Quiero ver a los niños. ¿Tenemos una vivienda? -Sí, la vivienda A7. -¿Podemos ir ahora, por favor, Bert? -Podemos. -Llegamos a la vivienda. Bert puso una clave y se abrió la puerta. -¡Rafe, Domi! -Me abracé con los niños. -¡Mamá! -Domi se colgó de mí. Lo miré a Rafa: -Estás hecho un hombrecito, Rafe, estás hecho un hombrecito, Rafe. -Madre, no me digas más Rafe ni Rafa, soy Rafel. -¡Ay!, has crecido. -Ya tengo dieciséis años. -Claro. Es cierto mi amor, cuando te vi tenías quince. -Estás siendo irónica, madre. -Sentí como una especie de escalofrío pero también de desazón, Rafe estaba cambiado. No, más adulto sino más serio, más distante. Lo miré y le dije: -¿Estás de acuerdo con los ellos? -Los ellos nos protegen. -¿Te acuerdas cuando me decías en la ciudad que nos estaban invadiendo? -No sabía, me equivocaba. Nos tratan muy bien porque los servimos bien. Lo miré. -Cuando hablas de servir, ¿hablas de ser serviciales o hablas de ser servil? -Madre, antes no eras tan irónica, rozas el sarcasmo. -¿El sarcasmo? Estoy haciendo una pregunta. -Somos serviciales, madre. -Díselo a los soldados que estaban con ese general. -Eran terroristas, madre. -¿Los soldados también? Eran inocentes, quizá tenían familia. -Tenían que haberse dado cuenta de que su general era un traidor. La ejecución estuvo bien. -Me senté en un sillón, las piernas no me sostenían, mi cuerpo temblaba de la desazón. Rafa era distinto.
Lo tome de la mano a Bert, fuimos a otra habitación de la casa. -¿Qué pasa con Rafe? -Nada. Ha crecido, mi amor. Y está estudiando. -Me da la impresión como que le lavaron el cerebro. -No, lo que pasa que hace mucho que no lo ves, él ha madurado. Y él conoce bien lo que está pasando, tenemos vídeos de los saqueos que hay en la ciudad de parte de los terroristas. Algunos se matan entre ellos para conseguir comida. -Entonces tengo razón yo, no sólo racionan la comida sino que le dan menos. -Mi amor, Amara, es la ley de compensación. Si ellos cooperaran estarían como nosotros. Mira, mira esto, tenemos todo lo que queremos. -¿Tenemos libertad? -le pregunté. -Puedes ir donde quieras dentro de estas instalaciones. Obviamente hay salas de máquinas, hay lugares de computadores; ahí no puedes estar, solamente los técnicos. Pero puedes aprovechar que eres maestra, hay un montón de niños que aún no saben leer ni escribir, puedes trabajar. -¿Me pagarían bien? -¿Pagar, para qué pagar? Aquí no hace falta el dinero, tienes todo. -Tendré que acostumbrarme, tendré que acostumbrarme a todo esto. -Estaba otra vez con mi esposo Bermejo, con Rafe, que ahora quería que le digan Rafael, y con mi niña, Domi, y sin embargo no... no me sentía feliz.
Cuando llegó la noche fuimos al dormitorio. Bert me acarició. Y le digo: -No te enojes, pero necesito tiempo para adaptarme, para sentirte como mi esposo. -¡Amara! Tómate el tiempo que sea necesario, no te voy a exigir nada. Dormiré contigo pero prometo no acercarme hasta que tú lo desees. Me sentí más tranquila, un poco más tranquila. Pero, honestamente, mi desazón seguía. ¡Y cómo seguía!
Sesión 08/11/2022 Descubrió una traición a su persona dentro de su castillo. Se le reestimularon pensamientos, sensaciones de venganza y decidió obrar en consecuencia.
Entidad: Muchas veces me pregunté qué es la vida. Me decían: -Núria, lo que hacemos. -No, es mucho más complejo -respondía-. Es una sumatoria de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años.
Pero la vida no es eso, la vida son los mientras tanto, los momentos. Los momentos que te dan placer, los momentos que te dan agonía, los momentos donde vives pasiones, los momentos donde vives traiciones, los momentos donde eres la mujer más feliz del mundo o donde eres la más desdichada, donde por momentos te sientes acompañada y por momentos abandonada. Pero sí hay una cosa en la que cambié: No soy aquella Núria, doncella de Samia, no, hoy soy una mujer vengativa. Pensaréis, "Qué mal, ¿eso fue lo que le enseñó la vida?". ¡Ja, ja, ja! Disculpad. La vida te enseña lo que te está mostrando. Si te crían a caricias eres una persona agradecida, si te crían a latigazos puedes ser dos cosas: una persona sometida o una persona vengativa. No hay una tercera opción.
Pero hablo de latigazos como si eso fuera lo que más duele. No. Lo que más duele son los abandonos, las traiciones, el estar con alguien al que piensas que conoces cuando en realidad no lo conoces. ¿Acaso no me pasó con Ligor o fue él el que cambió? Porque el Ligor que yo conocía era una persona brava, un pillo, difícil, pero conmigo muy afectivo, incluso caballero. Y lo digo en serio. Pero después cambió, se volvió obsesivo, casi loco. Algo cambió en su mente. Y a mí eso ya no me servía. Pero la vida siempre da revancha, así me enseñaron. ¿Qué tipo de revancha?
Recuerdo cuando conocí a Burt, un errante, se quedó en mi fortaleza. Alguna vez se insinuó, pero yo mantuve distancia. Y un día se marchó. Hasta que nos volvimos a ver. Nos volvimos a ver en una situación bastante bastante difícil, donde Fondalar, usando todas sus fuerzas tuvo que vencer a otro mento, y por suerte gracias a aquel que está más allá de las estrellas pudo vencer. Y no fuimos para el imperio Atauro, volvimos. Volvimos con Fondalar, Ervina, con Ezeven, con Ciruela, y con mi consejera y lugarteniente Soledad. Llegamos a fortaleza y nos quedamos los tres, con Soledad y Burt. A quien le dije: -¿Y tú qué piensas hacer, te vas otra vez? -¿Me darías alojamiento de vuelta? -le dije que sí.
Pero esta vez se no marchó. Se comportaba bien, con buenos modales, me ayudaba en lo que podía. Vía pendiente de mí. Hasta que una noche después de comer nos fuimos a mi alcoba. Estábamos en uno de los balcones y de mutuo acuerdo nos besamos. Y ahí lo tomé de la mano y lo llevé a mi alcoba. Y así cada noche y cada día, y a la noche siguiente y a la otra. Me desbordaba la pasión, él sabía cómo acariciarme, cómo besarme. Y os juro que no hacía comparaciones con Ligor porque cada persona es distinta, las comparaciones son odiosas y además no tienen ningún sentido. Es como de repente a un guerrero le das una bebida espumante o le das un licor fino y quizá le gusten los dos, el licor para saborear y la bebida espumante para tomarla y calmar su sed aunque se derrame la mitad en el pecho. Entonces no hay que hacer comparaciones.
No descuidaba la fortaleza, al contrario, él me ayudaba. Incluso entrenaba, porque me di cuenta que era muy bueno con la espada, a los soldados. Es más, Soledad era muy buena con la espada y Burt espadeaba con ella y ella apenas podía contenerlo. Yo sabía que él si se ponía a fondo la vencía, lo cual me sorprendió porque he visto en combate a Ligor, he visto en combate a Aranet y yo diría como que Burt estaba a la par. Sorpresas que da la vida. Me ayudaba mucho, los soldados lo respetaban, pero nunca nunca nunca quiso estar a la par mía en el sentido de decir "Soy la pareja de Núria, a mí me van a hacer tanto caso como a ella". No. Él siempre adoptaba un perfil bajo, lo cual me sorprendía porque generalmente los varones se incomodan cuando la que manda es una mujer, por una cuestión de machismo. Pero a él no le importaba, él gozaba entrenando con los soldados y desbordaba de pasión estando conmigo. Comíamos juntos, tomábamos una copa de vino, sus maneras eran elegantes, no era de estos brutos que se volcaban todo encima como los vi en alguna taberna, no. Y tenía buenos modos y sacaba temas sobre la vida, sobre el salvajismo de las regiones. Me sorprendió gratamente y dije, "Sí, es cierto que la vida da revanchas, es cierto".
Recuerdo que fui a hacer un recado hasta el castillo de Anán. Como siempre Soledad me acompañaría. Le dije: -No, no, no. -No vayas sola. -Iré con una escolta de dos soldados. -Burt, sorpresivamente, me di cuenta que sabía también de talabartería, de carpintería y se ponía a trabajar en eso, y no lo quise molestar.
Fui con una guardia de solamente dos soldados para saber cómo había ido todo. Hablé con Fondalar, con Ervina. El rey se había enterado ya de que Gualterio estaba vivo.
Y por la tarde volví. Desmonté, le dije a los soldados que lleven a la cuadra mi hoyuman, que lo cepillen. Y me iba a calentar agua para darme un baño en una tina con agua tibia y...
En la talabartería no lo vi a Burt, tampoco la vi a Soledad. Y yo soy una persona tan veloz mentalmente... Inmediatamente me voy a la habitación de Soledad. Había un soldado en la puerta como queriéndome cerrar el paso. No hablé, solamente lo miré fijamente y se corrió a un costado agachando la cabeza. Abrí la puerta y estaban allí los dos, despojados de ropa acariciándose mutuamente. Me miraron. Soledad desesperada con una cara de sorpresa y de desesperación, Burt como resignado, como encogiéndose de hombros, como diciendo "¡Qué va a ser, nos descubrió!".
No levanté la voz: -¿Cuánto hace que me están engañando? Habló Burt: -Mujer, no te pongas así, hace un par de semanas, pero no es amor. -¿No es amor?, ¿no? ¿Y qué es? ¿Digamos como que yo no te llenaba, necesitabas otro cuerpo, necesitabas otra mujer? -No es nada, es simplemente una diversión. -Ella no hablaba. -¿Diversión? Me hablabas de salvajismo, me hablabas de poemas, me hablabas de juegos en el teatro ecuatorial, me hablabas de que en tu vida te habían traicionado muchas veces, y ahora... Te di lugar en mi fortaleza. ¿Y tú? ¿Y tú, Soledad, mi consejera, quién fue el que buscó a quién? Supongamos que fue él, ¿por qué no lo frenaste? Te gustaba, querías probar la mercadería de tu... de tu jefa. -No dijeron nada.
Se vistieron. Yo no me iba, ¿eh?, los miraba. Lo único que le dije al guardia que llame a varios de los soldados. Esto lo pagarían. No, no tienen ni idea lo vengativa que puedo llegar a ser. ¿Mazmorra, latigazos? No, no me servía. ¿Quemarle con un hierro candente los ojos? No me servía. Me servía matarlos. Sé que mi relato os horroriza, pero me servía matarlos.
Se terminaron de vestir. Vieron que yo también portaba una espada... ¿Qué hicieron? Ya había detrás de mí varios soldados, pero sacaron sus espadas y dijeron: -Moriremos, pero te llevaremos con nosotros a la muerte. -Me acerqué. Burt sonriendo descaradamente me apoyó la espada en el pecho. Lo dejé, ¿eh?, lo dejé. Y le dije: -Sabes que tienes que empujar una pulgada y puedes matarme. ¿Lo harías? -Si tus soldados nos condenan a muerte, te mato a ti primero. -¿Con ese acero? -dije. Y toqué la espada-. Con ese acero. -Sonreí por dentro. Él tenía la empuñadura con su mano derecha, puso su mano izquierda al lado de la mía, en el acero. -Sí, con este acero te voy a atravesar. -Qué ingratitud -le dije-. O sea, que me engañas y me matas. -Si no me queda otra. ¿Por qué, a ti te queda otra Núria? -A mí sí -le dije. Y en ese momento solté una tremenda descarga eléctrica con mis manos, le di tal sacudón que cayó de espaldas golpeándose la nuca, cayendo casi semidesvanecido. Soledad se abalanzó contra mí, le lancé una descarga de rayos. Quedó atontada y le atravesé el pecho con mi espada. -¿Qué hacemos con él? -dijo uno de los soldados. -Ahórquenlo en la plaza principal y déjenlo hasta el día siguiente. -¿Y ella?, está muerta. -No importa. Cuélguenla también, que los vean todos. -Pero... -No, no, no quiero peros, que queden hasta mañana a la noche.
Cogí de mi alacena un licor. Le dije a la cocinera: -No voy a cenar. -Esa noche no dormí, me tomé todo el licor.
A la mañana siguiente apenas podía levantarme del mareo y del tremendo dolor de cabeza que tenía. Me asomé a la ventana y lo primero que vi fue los dos cadáveres colgados del cuello. Me di vuelta.
Ramona mi asistente de cocina: -Señora, le traje un té de hierbas. -No. -Por favor, se ha tomado todo ese licor. Esto le va a hacer muy bien, no lo preparé yo, ¿eh?, lo preparó ese gnomo que está con el rey Anán. -Está bien, alcánzamelo. -Lo tomé, un gusto dulzón. Me adormeció-. ¿Qué me has dado Ramona? -Esto le va a hacer bien. -Me dormí, no mucho.
Cuando me desperté el sol estaba en lo alto, ya era mediodía. No me dolía la cabeza, para nada, y es más, tenía apetito. Ramona me sirvió una ensalada y un ave cocida. La comí con gusto. Miré con desdén los cadáveres. Me encogí de hombros y seguí con mi vida.
Sesión 25/12/2022 Llegó un viajero con espada a puertas de su fortaleza. Pero como aún desconfiaba de todos lo hizo vigilar por los soldados. Más tarde entró en confianza y aceptó que se quedara.
Entidad: No me soportaba a mí misma, tenía un estado de agitación al punto tal de que sentía como que me descomponía, mi corazón latía a más velocidad de lo normal, mi respiración era demasiado agitada. Y sin embargo estaba sentada, supuestamente tranquila, pero con un humor, con una ira tan grande... No soporto las traiciones, no soporto, no soporto. Tendría que estar satisfecha, tendría que estar satisfecha al ver los cuerpos colgado en el patio de armas, pero no, es como que quisiera al traidor clavarle la espada cien veces en el pecho.
Me llamaron los soldados. -¿Qué pasa? -Un amigo se acerca a la puerta. -¿Quién es? -Aksel. -Que pase. Ahora bajo.
Llegué hasta la entrada, abrieron los portones, portones cubiertos con placas metálicas para evitar embates de posibles enemigos. -Permiso, voy a desmontar -dijo Aksel.
Aksel me caía bien. Le pregunté: -¿Qué haces tú por aquí? -Vengo de parte de Anán. -No me digas que hay otra pelea con Marya. ¡Basta ya!, ya tengo bastante con lo mío. -No no no, van a organizar una... supuestamente, un homenaje a Bastián, por todo lo que hace.
Es cierto, Bastián, con sus palabras y con su toque mágico es como que calma a la gente. Precisaría un poco de eso. -¿Cuándo es? -Mañana, por la noche. Pero no hay problema, puedes quedarte en el palacio de Anán, no hace falta que vengas por la noche, trae la escolta que desees. Yo ya me retiro. -¿Quién te apura? -No quiero molestar, Núria. -Quédate a comer, no seas tonto. -¡Je, je! -Sonrió. -¿Te ríes? -No, no, estoy contento de que tengas esa confianza para conmigo. -¿Por qué no?, siempre has sido una buena persona, no te metes en problemas... -¡Oh!, me he metido muchas veces en problemas, Núria, pero los he resuelto. -Bien, quédate a comer. Vamos, vamos a ver en la cocina. Preparen algo bueno, que tenemos hambre.
Se me había pasado el malestar, se me había pasado la ansiedad. No sé, me sentía alegre de ver a alguien conocido, y una persona que por lo menos te hablaba de frente y no te traicionaba.
En ese momento los soldados dieron una alerta: -Se acerca un jinete. -¿Viene alguien más contigo? -No, Núria -exclamó Aksel-, no. Para nada. -A ver si sigue de largo. -No, viene a nuestros portones. -Llamé al jefe de guardia. -Pregunta de arriba quién es y qué quiere. -Es un sólo hombre, señora. -No pregunté si era un sólo hombre, pregunté, mejor dicho, ordené que le preguntes quién es y qué quiere. -Dice que viene de una tierra lejana, que estuvo viajando, y que si tendrían la hospitalidad de darle un poco de beber y de comer. -Ábrele. -Lo primero que me fijé, y también Aksel, es que llevaba una espada, pero puesta en la espalda. Le dije a Aksel. -Me hace acordar a Geralt. -Pero este es más joven. Pero por su postura parece un buen guerrero. -¡Qué raro que cabalgue solo! Se acercó a nosotros y se dirigió a Aksel: -Buenas, querida gente, ¿tú eres el responsable? -No -negó Aksel. Me señaló-. Es la señora. -Disculpad señora, generalmente en los lugares que fui, en la mayoría, están a cargo varones. Pero está perfecto que dirijan mujeres, yo estoy de acuerdo en la igualdad. -Desmonta -Le pedí.
Desmontó, se acercó tendiendo la mano. Lo miré a los ojos y le tendí la mano. Estábamos rodeados de doce de mis guardias, yo no confiaba en nada ni en nadie. Además, al lado mío Aksel, por cualquier acción rara. No sabía si era alguien pagado para que me vengan a matar. -¿Vienes en son de paz? -Señora, ya le dije al que me preguntó, un poco de... de agua o alguna bebida más fuerte y un poco de comida. Tengo metales para pagar. -No hace falta. -Disculpad, señora, ¿tú eres la reina del lugar o algo? -No, soy la... la encargada, la dueña. Al fin y al cabo esto no es un palacio de un reino, es una fortaleza, si te fijas bien. -Vaya, estoy viendo armas incluso para voltear dracons. -¡Ajá! ¿Conoces dracons? -Conozco, señora. -Ven con nosotros. Vosotros, los de la guardia, seguidnos. -Entiendo su postura señora, pero vine en son de paz, si queréis le dejo mi espada a los guardias. -¿Lo harías? -Lo haría, señora. No tocaré mi espada, que un soldado se ponga detrás mío y me la saque. Aksel le dijo: -No, está bien. -Lo miré. -¿Está bien? -Sí, Núria, parece una buena persona. ¿Por qué tú puedes portar espada y yo puedo portar espada y él no? -Porque para mí es un desconocido. -Estamos hablando delante de él. -Lo sé, soy directa. Pero bueno, dime tu nombre. -Mi nombre es Netrel, señora. -Bueno, ven con nosotros. -Quedaos -le dijo a los guardias. -Vaya, que te has tomado confianza. -¡Je, je! -Aksel sonrió-, sabía que les ibas a decir que se quede, por eso se lo dije yo. -¿Puedes leer mi mente Aksel? -¡Je, je! No, Núria, no, pero de verdad que parece buena persona, no hace falta que nos aseguremos de nada. -Claro. Total, estás tú, ¿no? -Lo miré al tal Netrel-. ¿Eres bueno? -¿Señora? -Si eres bueno con la espada. -Se encogió de hombros. -Siempre hay alguien más bueno. -No me respondas con evasivas, ¿eres bueno? -Soy bueno. -¿Muy bueno? -Muy bueno. -Me cogía de nuevo la ansiedad. -¡Ampino! -Señora... -Uno de los soldados más hábiles. -Este hombre errante viene en busca de bebida y comida, dice que es bueno con la espada. Me gustaría verlo en una práctica contigo. -Como diga, señora. -Lo miré a Netrel. -¿Estás de acuerdo? -Netrel se encogió de hombros. -No le veo el sentido, pero no tengo problemas.
Desenvainó su espada, la apuntó contra mi soldado. Mi soldado atacó. Netrel frenó, atacó y lo marcó. Sin herirlo, por supuesto. Atacó de vuelta. Netrel volvió a parar el golpe y lo marcó. En el tercer ataque, Netrel le apoyó la espada en la garganta. -Con todo respeto, señora, si este es uno de sus mejores guerreros no está bien protegida. -Lo miré a Aksel. -¿Quieres probar tú? -Núria, no tiene sentido, es un errante pacífico que viene por comida. -Quiero saber qué tan bueno es. Netrel dijo: -¿Me piensa contratar señora? -O sea, ¿recién llegas y pretendes ser mi guardaespaldas? -No, no, contratar para defenderla, llegado el caso. Lo miré a Aksel: -¿Y? -Aksel le dijo a Netrel. -¿Hacemos una pequeña práctica de dos o tres golpes? -Netrel sonrió, una de las pocas veces que lo veía sonreír. Se encogió de hombros. -No tengo problema.
Intercambiaron varios golpes. Netrel era muy bueno, más bueno que Aksel. En un combate de verdad lo hubiera vencido. Es más, lo tocó cuatro veces sin que Aksel lo pudiera tocar una sola. El propio Aksel quedó sorprendido: -Mira que he combatido con guerreros expertos, eres muy bueno. La verdad, muy bueno. -Netrel se encogió de hombros. -¿Puedo envainar mi espada señora? -Hazlo. -¿Y ahora ración doble puede ser? -Lancé una carcajada.
Primero Aksel me puso de bueno humor y ahora este personaje desconocido me alegró la mañana. No era inofensivo, pero por suerte parecía pacífico. Bebió moderadamente, no a lo bestia, de esos que llegan del desierto y se toman todo y se vuelcan la mitad en la ropa. No volcó nada, tomó moderadamente, comió moderadamente. Pero yo soy directa. -Me sorprende. -¿Por qué?, señora. -Tienes modales. -He viajado mucho, he pasado por mucho. -Habrás tenido pérdidas también. -Le aseguro que sí señora, le aseguro que sí. -Comimos. Y de repente le dije: -Hagamos una cosa; cuál es tú idea, de verdad, ¿quedarte, satisfacer tu sed y tu apetito e irte? -No soy de parar mucho tiempo en un lugar. ¿Por qué lo pregunta, señora? -Bueno, a poco tiempo de aquí, para el sur, está el castillo de un amigo, el rey Anán, mañana va a hacer una fiesta en homenaje a su hijo Bastián. Yo pienso ir, y como soy bastante amiga del rey te puedo invitar. ¿Vendrías? -Netrel se encogió de hombros. -¿Por qué no?, me gusta confraternizar, además tengo muchísimo para contar. -Bien. Entonces hoy te quedarás a dormir aquí. Aksel, te quedas hasta mañana. -¡Je, je! Si tú lo dices, Núria, no tengo problema en quedarme. -Tengo una habitación para ambos. -Los dos varones se encogieron de hombros. -Lo que tú digas, Núria. -Lo que usted diga, señora -exclamó Netrel. -Estás lleno de polvo del camino, tenemos una tina con agua tibia, si quieres higienizarte. -No sé, me he higienizado en arroyos, en ríos caudalosos, hasta en el mar del oeste, pero hace bastantes amaneceres que no me meto en una tina. Acepto, pero me baño solo. -¿En qué sentido? -pregunté. -Nada de doncellas que me quieran bañar y secar la espalda. -Vaya. Y si hubiera doncellas que te ofrecería, ¿aceptarías? -No, señora, no. Mi placer era comer y beber, por ahora no quiero ninguna otra satisfacción. Pero de corazón lo agradezco. -Bueno, pareces un hombre puro. -No, no, señora, he pasado por mucho. De pureza no tengo nada, pero sí puedo decir que soy íntegro. -Bueno, eso me gusta más todavía. Aksel, yo me voy a ocupar de otras cosas, tú te ocupas de Netrel. -¿Acaso me estás pidiendo que lo bañe? -¡Je, je, je! Hoy amanecí mal, pero se complotan para hacerme reír. No, no quiero que lo bañes, aparte no creo que Netrel quiera tampoco, ¡je, je! Capaz que sean buenos amigos el día de mañana. Bueno, los dejo, acomódense. Y tú, Aksel, ya eres de la casa, así que ordena... ordena que le calienten una tina y que se arregle, ¿Tienes otra ropa para cambiarte? -Sí, señora -dijo Netrel-, en las alforjas. Incluso tengo otro par de botas. -Vaya, así que eres de tener metales, es raro que uno tenga dos botas. -Y cuando es largo el camino hay que cambiar de calzado. -Bueno, marchaos no más. Haced lo suyo, yo haré lo mío. Y mañana será un día de festejo.
Ya se me había ido la ansiedad, ya se me había ido la ira. No es que estuviera contenta, pero estaba más serena, más tranquila. Y eso no tenía precio.
Sesión 08/02/2023 Todo parecía ir bien, pero de repente apareció una multitud armada que se acercaba a su fortaleza con catapultas y rocas candentes. Un elfo rojo delante. Mento. Fue una lucha, un encuentro de mentos, Fondalar fue llamado y pudo resolverlo.
Entidad: Me sentía mucho más tranquila, hasta que mis soldados me alertaron. -Señora, es importante que vea esto. -¿Es tan urgente? -Más que urgente, señora.
Subimos a las torres, las torres que daban par el lado del bosque. Lo que veía era una escena que no podía digerir con mis sentidos. Había cientos y cientos de elfos de color rojo, una especie de elfos que nunca había visto. Pero no sólo eso, había jóvenes, niñas, criaturas incluso. Todos armados. Los mayores con lanzas, lo cual no nos hubiera preocupado porque tenía una enorme fortaleza, pero arrastraban en los senderos del bosque cinco o seis enormes catapultas casi tan grandes como las que yo había fabricado para derribar dracons. Otros arrastraban calderos, evidentemente con aceite. Les dije a los soldados: -Quiero hablar con el consejo rápidamente. -El consejo eran seis ancianos. Que no es que fueran sabios, pero de alguna manera conocían algo más que los jóvenes-. ¿Qué opinan?: Vieron los calderos, vieron las rocas gigantescas: -Nos van a lanzar fuego candente. -No les hicimos nada. El más anciano me señaló: -Mira adelante, hay un elfo distinto, más corpulento, orejas como más puntiagudas y una enorme frente. -¿Estás opinando que es un mento? -Estoy convencido que es un mento. -No les hemos hecho nada, ¿por qué me quieren atacar?
¡Soldado, Adanor! -Sí. -Ve con cuatro o cinco por la salida de atrás. Y urgente pide ayuda al castillo de Anán. Es muy importante que detalles lo que pasa. Y explícale que hay un elfo mento. Si pueden venir Ezeven, Ervina y por supuesto, Fondalar...
Yo no había hecho murallas de cartón, ni de madera, las murallas exteriores eran bloques de una línea de ancho. He visto castillos, incluso donde yo era una pobre niña, que tenían paredes de menos de una línea. Pero claro, rocas enormes, catapultas enormes, si las untaban con aceite y las encendían podían causar catástrofe. Uno de los ancianos dijo: -Déjeme salir a hablar aunque sea con el mento. -No tiene sentido, no tiene sentido. -Déjeme probar, por favor, señora. -Miré a los demás ancianos y bajaron la vista, era mi responsabilidad. Y asentí.
Salió por una puerta pequeña, caminó cien líneas. A la distancia se veía que hablaba y gesticulaba con las manos. El elfo principal, el que parecía mento, no hizo ningún ademán, sólo lo miró y el anciano cayó de rodillas tomándose la cabeza. Finalmente quedó exánime, tirado en el suelo, en el barro, sin vida. Como si me pudiera ver a cien líneas de distancia, el elfo mento levantó la vista y miró a donde yo estaba. No tenía piedad. Pero me desconcertaba porque no sabía el por qué.
Mis soldados estaban entrenados, todos en los muros con enormes arcos que podían alcanzar hasta doscientas líneas de distancia a cuarenta y cinco grados. Las catapultas estaban más lejos, la más cerca a doscientas cincuenta líneas. Pero no solamente alcanzaban las paredes de la fortaleza sino que incluso adentro. Nunca me sentí tan insegura. Y no había tiempo de armar nuestras catapultas. Además, la mayoría de los elfos estaban disimulados entre los árboles.
Y la primera catapulta lanzó la piedra ardiente. Pasó sobre nuestras cabezas y dio donde estaba la feria feudal, decenas de puestos ardiendo. Por suerte la mayoría de los feriantes estaban escondidos. Pero no era lo mismo las casas del interior de la fortaleza que la muralla; las casas podías ser destruidas perfectamente. Una segunda piedra hirviendo, ardiente, dio en el patio de armas. Sólido, fuerte, pero la roca lo destruyó parcialmente.
Por alguna razón paró el ataque, el mento estaría esperando que salgamos. -Déjeme hablar, señora -dijo otro anciano-, le voy a decir que nos rendimos. -No sé si quiere eso. ¿Qué seguridad tengo de que no te mate a ti también, como al otro anciano?
Prácticamente durante la noche no dormimos. No habían encendido hogueras, estaban en la oscuridad. Me sentía insegura si estaban avanzando o no, no se veía nada de nada de nada. Apenas amanecía por el sendero trasero llegó Fondalar con Ervina, Ezeven, Émeris y la pequeña Ciruela. También había venido Bastián. Inmediatamente los pusimos al tanto de lo que estaba pasando.
De repente veo que tres de los soldados más leales se me aproximan. No tenían un gesto animoso, tampoco amistoso; gesto neutro. Y uno de ellos sin decir nada me clava su espada en el hombro izquierdo. Un poco más abajo y me atravesaba el corazón. Intenté salir corriendo por las escaleras y otro soldado me tomó del cuello para ahorcarme. Apareció Fondalar, inmediatamente lo dejó sin conocimiento al soldado y también al que tenía la espada. -Haré que te atiendan, Núria. -Tendrás que enfrentarlo, está dominando mentalmente a nuestros soldados. -Lo sé. Que me abran la puerta pequeña, saldré con Ezeven. Ervina, tú no. Ciruela tampoco. Émeris, quédate a cuidar a Núria. -Émeris asintió.
Salió Fondalar. Su estrategia no fue enfrentarse con el mento y eso me desconcertó. Su estrategia fue dominar a los elfos rojos, que huyeron. Lanzaban lanzas, lanzaban flechas pero sin ninguna dirección, a donde fuera, como si estuvieran espantados.
Émeris se alarmó. -¡Se están matando entre ellos! ¡Fondalar -gritó desde la torre-, basta, Fondalar, basta! -Pero no había caso. Fue una especie de estampida; pisaban a sus propios niños, los dejaban a algunos heridos, otros directamente pisoteados, seguramente muertos.
Hasta que finalmente se enfrentó con el mento, el mento rojo. Le costó, hasta que lo hizo arrodillar. Habló con él, el mento rió. Fondalar siguió hablando, el mento le respondió. Fondalar no utilizó su mente para seguir dominándolo, con sus manos apretó su cuello hasta dejarlo sin vida.
Respiró hondo y miró a los elfos rojos que estaban perdidos. Se miraban unos a los otros sin reconocerse, mujeres llorando viendo a sus hijos tendidos, muertos entre los árboles.
Émeris con el rostro desencajado, esperando que Fondalar regresara: -¿Qué has hecho, qué has hecho? Has dejado cientos de cuerpos, has hecho una masacre. -Cálmate, Émeris -dijo Fondalar-, la orden era de que sigan disparando las piedras radiantes hasta destruir toda la fortaleza, los elfos tenían ya impresa la orden. -¿Y por qué directamente no te enfrentaste al mento? -Necesitaba frenarlos. Mientras yo luchaba con el mento, la orden impresa de atacar seguía en la mente de los demás elfos. -¡Y qué has hecho! -Lo que alguna vez hice con los orcos, les creé visiones de terror. -Y mira lo que has logrado, lanzaban sus flechas, sus lanzas para cualquier lado sin mirar. Se mataron entre ellos, pisotearon a sus propios hijos. Has hecho una barbaridad. -¿Qué querías que hiciera? ¿Qué podía hacer, qué podía hacer?, eran ellos o nosotros. -Yo estuve a punto de desvanecerme, Émeris discutía con Fondalar.
Ervina me tuvo que atender, me curó la herida del hombro, pero me dolía cuello -estuvo a punto de ahorcarme el otro soldado- de quitarme la vida. Me dolían las cervicales, me dolía todo el cuello, no podía conmigo misma. Le di orden a los demás soldados que socorrieran a los elfos, que no sabían ni siquiera porqué estaban ahí.
Fondalar se acercó y me dijo: -Algo parecido me había pasado antes, algo muy similar donde estuvo a punto de morir el príncipe Gualterio. Émeris inquirió: -¿Y qué te dijo el mento antes que lo estrangularas? -Me dijo que no esperaba un mento tan importante, que pensaba apoderarse de esta fortaleza, del castillo de Bastián. Y dijo que ya sabían de nosotros, mandó elfos rojos espías que estaban camuflados en el bosque para ver nuestras fuerzas y nuestras debilidades. Tardaron decenas de amaneceres viniendo de su región con las catapultas. Y si no hubiera venido yo los hubieran matado a todos, porque el elfo rojo ese mento, le hubiera ordenado a todos los soldados que se mataran entre ellos, y obviamente a Núria. Creo que llegué a tiempo. -Pero has hecho una masacre -dijo Émeris-. Eso va a quedar en tu conciencia, Fondalar. Honestamente, no sé con quién estoy. -¿Perdón? Hace miles de amaneceres que estamos juntos, ¿y te preguntas "con quién estoy"? He salvado miles de vidas. -Sí, y has masacrado otras cientas.
Me fui con Ervina, dejé de escuchar la discusión entre Fondalar y Émeris. Reposé todo el día, toda la tarde, toda la noche. Bastián mandó soldados para avisar que ya estaba todo resuelto. Atendieron también a los elfos. Los elfos no sabían, eran simplemente labradores que cayeron presa de ese mento. Una aberración. Le dije a Émeris: -Ese mento elfo era una aberración. Me miró con ojos indescifrables y me dijo: -¿En qué lo diferencia de Fondalar? Mira la masacre que ha causado.
Fondalar montó su hoyuman: -No voy para el castillo de Bastián. -No pienso acompañarte -dijo Émeris. -Lo sé. Hay algo que la mayoría no sabe. -Me miró a mí, a Émeris, a Ervina, a Ezeven, a la niña Ciruela y al resto del consejo de ancianos-. Yo tengo el don de poder comunicarme con aquel que está más allá de las estrellas, y él sabe que no es la primera vez, ni va a ser la última que no me van a comprender. -Espoleó su hoyuman y se marchó para el norte.
La miré a Émeris. -Creo que estuviste muy dura. -Quizá no has visto el centenar de cadáveres, niños, niñas, adolescentes... -Sí, los he visto, los he visto. ¿Pero acaso tú has visto al soldado que casi me clava la espada en el corazón o al otro que me ahorca? Tú miras una cosa, Émeris, yo miro que Fondalar me salvó la vida. Pero tú lo ves como una aberración. De ti no me lo esperaba. Y, honestamente, no me siento cómoda hablando contigo.
-Bastián, si no te incomoda vuelve con la gente a tu castillo y repararemos todo lo que está roto. Obviamente las vidas que se perdieron, se perdieron. Enterraremos a los elfos y también a nuestros soldados y a los feriantes que también han perdido la vida. Ervina, ¿podrías quedarte conmigo? -Me quedo yo también -dijo Ezeven. -No, no hace falta. -Me abracé con Ervina y fuimos al interior de la fortaleza.
Fondalar se había perdido en el horizonte norte, los demás volvían al castillo de Bastián. El que apareció, que fue una maravilla, fue el gnomo, el querido gnomo. -Disculpa, Núria, que llegue tarde. Traje un brebaje calmante porque sé que tienes tu cervical, tu cuello, tu espalda con un dolor insoportable.
Me abracé con el gnomo y me caían las lágrimas. Ervina me acarició el rostro y le sonreí con un gesto de gratitud. Es todo. Gracias por escucharme.
Sesión 21/12/2023 La entidad comenta que sus padres eran cerrados de la Orden de Amarís. Conoció gente, entre ellos se encontró con alguien que ya conocía y recuerda la amistad que tuvo con el joven tiempo atrás, que ahora había cambiado mucho. Se sentía dolida, estafada.
Entidad: Pasaron ocho años, yo ya tenía veinte y tres y mis padres seguían con la misma tesitura. -Axona, te compramos la mejor ropa... -No preciso mamá, me recibí de contadora pública con las mejores calificaciones. -¡Ay!, tú y tus cuentas. -Desde que tenía quince te corrijo; no se dice cuentas, es matemáticas, balances, auditorias, y por suerte trabajo bien. -Hubieras ganado mucho más en la joyería nuestra. -Mira mamá, soy independiente, tengo varios clientes. Aparte no solamente soy contadora de clientes particulares sino también de dos empresas. Así como lo ves. -¿Pero tan joven y te toman y te tienen confianza? -Madre, si yo hago algo mal me despiden de la empresa y los particulares me dirán "Bueno Axona, no la precisamos más", y listo. Pero evidentemente mamá, evidentemente sé. Había una empresa que tenía un contador público nacional de cuarenta años, le hice una auditoría, tenía infinidad de cosas mal hechas, que le dije al gerente "Si esto pasa por 'rentas', o le cierran la empresa o les cobran una multa gigantesca". Me agradecieron, me dieron un bono extra. Así que, madre, la única que me tiras abajo eres tú. Es más, gano tan bien que puedo ir al Club Náutico. -¡Ah! El Club Náutico es para aparentar, yo no voy a gastar dinero en el Club Náutico, nosotros vamos al club de la Orden de Amarís. -Y sí, me pusieron Axona del Rombo justamente porque son fanáticos religiosos.
Honestamente, yo respeto la figura de Dios y obviamente respeto la figura de Axxón, pero la Orden del Rombo para mí es una soberana inquisición en pleno siglo XX, en pleno 1970.
Y conocí a varios jóvenes, conocí a Pocho, lo vi como necesitado de afecto, pero no no no... Obviamente Jorge Clayton era quién destacaba, seguro de sí mismo, una persona agradable que ayudaba a la gente, pero es como que estaba en su mundo, no se fijaba en las chicas, pero no por timidez, ¿eh?, tampoco era un creído, para nada, ¿eh?, trataba con todo el mundo, con todo el mundo, pero era difícil de abordar.
Y conocí a un joven, un joven resimpático, tenía una pitillera de plata y un encendedor de oro; encendía sus cigarrillos, se sentaba con varias personas, conversaba. Y me acerqué a la mesa.
El muchacho me sonrió: -Adelante, adelante, toma asiento al lado mío. ¿Cómo te llamas? -Axona, de chica me decía Sona, no me gustaba Axona. Soy contadora pública. -¡Buenísimo! Qué tienes, ¿veinte años? -No, no, veinte y tres. -¡Ah!, te llevo uno, tengo veinticuatro. -¿Y tú qué haces? -le pregunté. -Tengo una empresa, una empresa grande que construye casas de madera en el interior. De primer nivel, ¿eh?, de primer nivel; incluso de algunos puertos me piden. En este momento tengo como cuarenta empleados. -¡Vaya! Mi madre me decía que yo era demasiado joven para ser contadora, ¿y tú a los veinticuatro tienes una empresa con tantos empleados? -Sí, empecé con carpintería de pequeño, de joven. Y bueno, empecé a crecer a crecer a crecer, a invertir a invertir a invertir. No salía a ningún lado, tenía dieciséis años y me gustaba escuchar música, pero no sabía bailar. Y bueno, me sirvió para ahorrar e invertir, y obviamente estudiar. Terminé la escuela secundaría, estudié filosofía en la facultad, pero me sirve únicamente para comunicarme con aquel muchacho, Jorge Clayton, el que está en aquella mesa, que le encanta también la filosofía. Pero tengo personal trabajando para mí... -Por la dudas, ¿precisas de una contadora? -No, no, tengo un contador, ¡je, je! Ahora, no tengo problemas en tener contigo otro tipo de relación. -Espera, espera, espera, baja un cambio del embrague, ¿cómo otro tipo de relación? -Amigos. -¡Ah!, sí por supuesto. -Me miró, me miró a los ojos. -Por qué, ¿qué pensabas cuando yo decía otro tipo de relación? -No, nada, a veces en el Náutico se tiran a la pileta cuando no hay agua. -Te interpreto, te interpreto. No no no, yo solamente me tiro si hay agua. A propósito, ¿hay agua? -No sé, tendríamos que conocernos. Me miró y me dijo: -Axona, la mejor manera de conocernos es salir. Por ejemplo, ¿hoy tienes algún compromiso más tarde? -No. -Yo tampoco -dijo él-. A la noche hay baile. -¿Aprendiste a bailar?, porque decías que no bailabas. -¡Ah!, pero por supuesto, de todo, de todo. -¿Cómo me dijiste que te llamabas? -Rosen, empresas Rosen, la mejor carpintería de Plena.
Y empezamos a vernos. Salíamos los fines de semana y también nos veíamos entre semana. No tenía un coche deportivo, tenía un sedán, pero un coche bueno. Y empezamos a salir hasta que finalmente llegó el momento del beso, hasta que finalmente fuimos un paso más allá. Y estuvimos dos meses viéndonos en un hotel de primer nivel. Y me sentí más que dichosa, no digo que estaba enamorada pero me agradaba la persona, sentía como que era la persona que calzaba justo para mí. Le dije: -Vayamos despacio. -¿En qué sentido? -me preguntó él. -Bueno, salimos hace poco, no hace falta que yo conozca a tus padres ni que tú conozcas a los míos. -Por mí no hay problema, yo no tengo apuro, la estamos pasando bien, hicimos varios amigos en común en el Club Náutico, todo bien.
Pero después me puse a pensar, ¿qué ocultaba este joven, me engañaba? No, en ningún momento; o estaba en la carpintería si yo la llamaba o estaba en la casa. Y si no me llamaba él al estudio y me decía: "No me vas a encontrar porque voy al Club Náutico". Y efectivamente iba y estaba ahí. Sí, se juntaba con otros jóvenes, otras chicas a conversar, pero no le daba importancia a nadie más. Además, adelante de todos me abrazaba, me tomaba del hombro, digamos que la relación se había formalizado y todo el mundo sabía que salíamos. Pero tenía un sentimiento..., no un sentimiento, una emoción encontrada en mí porque por un lado yo siempre dije "Cuando conozca a alguien que verdaderamente me guste, sin prisa y sin pausa, no que a la semana quiera venir a conocer a mis padres ni nada de esas tonterías". Bueno, yo pensaba "El día que se lo diga por ahí se lo toma a mal y va a decir ¿Por qué, qué ocultas?". No al contrario, al contrario, le cayó bien, él tenía menos apuro que yo.
Hasta que un día hice al revés de lo que yo pensaba: -Si algún día quieres, una noche me invitas a comer a tu casa. -No, no, mis padres son reaburridos, pienso que los tuyos también, por lo que me has contado de tu madre, que te está encima con el tema de que quería que trabajaras en la joyería con tu padre. No, no, no hay nada más aburrido que ir a la casa de los padres de la novia o del novio, dejémoslo así, estamos bien. -Tienes razón -le dije-, tienes toda la razón. -Y seguimos saliendo cerca de cuatro meses.
Y un día lo llamo a la empresa y me dice: -¡Ah!, eres tú. -Pero por qué, ¿no conoces mi voz? -No, no, porque estoy a mil. -¿Cómo a mil, qué significa? -Estoy ocupadísimo, esta semana no nos podemos ver.
Me quedé pensando. ¿Qué pasó?, ¿qué hice mal?, porque lo primero que una se pregunta es ¿qué hace mal una para que la otra persona de repente se muestre indiferente, seca, distante?
Y una tarde lo veo en el Club Náutico conversando con un muchacho: -¡Axona, tanto tiempo! -¿Quién eres? No me acuerdo de ti. -¿Cómo no te acuerdas, no te acuerdas en lo de Paniza?, ¿que te decía bailando contigo "Me hundiría en tus ojos"? Ahí me cayó la ficha: -¡Tú eres Caballero! -¡Exacto, te has acordado! -¡Vaya!, ¿qué haces? -Bien, tengo un estudio de abogacía, me va perfectamente. Pero bueno, aquí estaba conversando con mi gran amigo que hace tanto que no lo veía, Arturo Rosen. -Hice un silencio de tumba, en todos los meses que salíamos nunca me había dado su nombre. Y lo miré: -¿Arturo? Estás tan cambiado que no me acordaba de ti. -Caballero se puso mal. -Disculpad si metí la pata o hice alguna indiscreción... -No lo miraba a Caballero, lo miraba a Arturo. Caballero disimuladamente separó la silla y se fue de la mesa. Me quedé a solas con Arturo: -¿Te acuerdas que fuimos a la reunión de Paniza?, fui prácticamente tu compañera y estuviste en el buffet tomando naranjada todo el tiempo. El tímido Arturo que le tuve que robar un beso y prácticamente me dejó abandonada en el lugar y tuve que bailar toda la noche con Caballero, que no me quitaba la vista de encima. ¿Qué pasó, por qué no me diste tu nombre? -Me miró con aire de suficiencia. -¿Acaso, Axona, me lo preguntaste? Te dije mi apellido, Rosen. Estábamos bien. -¿Por qué 'estábamos'? -Bueno, cumplimos un ciclo. -¿Perdón? -Cumplimos un ciclo. Yo no soy el idiota de dieciséis años, tímido que las mujeres se burlaban de él, yo soy un ganador nato, he salido por lo menos con diez chicas de aquí el Club Náutico hasta que me canso, hasta que me aburro. -Perdón, ¿pero lo tuyo es una revancha?, porque yo no me burlé de ti hace ocho años, cuando yo tenía quince y tú dieciséis, yo no me burlé en ningún momento, yo no entré en casa esa noche, yo me quedé en la escalera llorando, sintiendo como que tenía una baja estima tremenda que nadie me... como que yo no te interesaba. -Bueno, yo pensaba lo mismo, pero no que tú no me dabas importancia, nadie me tenía en cuenta. Y hoy me desquito de todas, todas aquellas que me dieron vuelta la cara. Bueno, todas cayeron conmigo. -Por empezar -le comenté-, me parece muy ordinaria tu frase 'cayeron', y me pareces muy ordinario tú. -¡Je! Bueno, ¿qué haces en mi mesa entonces? -¡Qué te hice! -le pregunté. -Nada. -Nunca me burlé de ti, nunca te dije nada en contra para que te ofendas o te molestes. -No, seguramente que no, y lo reconozco. No me estoy desquitando contigo, me desquito con el género femenino porque me sentía una basura, ninguna chica me miraba; yo era tímido y lo reconozco, hoy soy un ganador nato. Tú no tienes la culpa de nada, así que quédate tranquila. -Pero yo empezaba a tener sentimientos -le dije. -Bueno, eso no es mi problema. ¿Alguna vez te dije "estamos saliendo en serio"?, ¿alguna vez te dije "voy a conocer a tus padres, tú a los míos"? No, te dije lo contrario. Sola te enredaste, yo nada tuve que ver ahí. -¿Y qué pasa si te doy una cachetada adelante de todos?, ¿qué harías a continuación, el ridículo? -Para nada -me respondió Arturo-, lanzaría una carcajada y en todas las mesas pensarían "Otra más que dejó de lado Arturo". Dame la cachetada, te pongo la cara, te pongo la mejilla, dame la cachetada, a ver quien queda en ridículo.
Me levanté de la mesa, me fui al mostrador me pedí un licor. Se acercó Caballero y me dijo: -¿Problemas? -Yo sé que eres una buena persona, Caballero, pero me siento estafada. -¿Por Arturo? Si es por Arturo no es la persona que yo conocí en la escuela secundaria, es una persona creída, vanidosa y no tengo problemas porque también se lo dije en la cara. ¿Qué le tengo afecto? Sí, pero yo no me callo la boca. Sé que estás mal, Axona, pero aquí te dejo mi tarjeta de mi buffet, si algún día quieres conversar prometo no atosigarte. -Guardé la tarjeta. Tenía los ojos llorosos y le dije: -Gracias. -¿Quieres que te acerque a algún lado? -No, está bien.
Me marché del club náutico con una impotencia tremenda, me dolía todo el cuerpo de la fuerza que hacía de contenerme, de no... de no golpear algo, quería desquitarme con alguien, no sé, conmigo misma, ¡estúpida!, ¡tonta! Me sentía mal, quería llegar a casa y acostarme, pero que no me vea mi madre porque le iba a contestar mal, malísimamente mal.
Sesión 18/03/2024 Estaba dolida por el trato con una antigua amistad. Un amigo suyo le dio unas pautas, una muestra de cómo se regenera a una persona dolorida por gente tóxica.
Entidad: Tenía que vencer mi carácter, mi temperamento, mi ira.
Lo llamé por teléfono a Raúl Caballero pero se encontraba con unos clientes en el bufet, de todas maneras me atendió unos minutos. -¿Cómo estás Axona? -Quería ir al club Náutico. -Mira, hoy por lo menos voy a estar con gente hasta las seis de la tarde, si no te incomoda dile a Pocho... -Está bien. -Fue muy atento, muy atento porque estaba con varias personas, Caballero era un señor.
Mi ira era con Arturo Rosen, me despreció, me trató como si yo fuera un objeto, y yo no tengo responsabilidad de los traumas que tuvo a los quince, a los dieciséis años por su timidez, seguramente fue criado sobreprotegido y así le fue. ¿Qué produjo el cambio para transformarse de un tímido a un super mujeriego? No lo sé.
Lo conozco a Luís Alberto Démez, tiene fama de ser un joven que sale con varias chicas. No nombra a ninguna, es muy reservado, todos conocen algunas conquistas que ha tenido pero él no dice nada. Arturo Rosen es lo opuesto, las nombra: "Dejé a Sandra, dejé a Nadia, con Josefa cortamos porque ya era insoportable, con Ali lo mismo", y al nombrarlas las dejaba marcadas. Y después otro joven, por ese machismo que en los años setenta tienen los varones, dice: "No, con Ali no voy a salir, es un desecho que dejó Arturo". Y este tipo de expresiones tan estúpidamente machistas hacía que me reactivara, y a diferencias de otras personas me afectaba tremendamente el cuerpo, la parte cervical, la parte medular, la parte lumbar, tenía hasta dolor en los brazos como que tuviera un dolor psicopático, de verdad. Pero no podía dominarlo, no podía manejarlo, era imposible.
Por otro lado no..., honestamente no me gustaba "usar" a Pocho de chófer, pero él se ofrecía encantado y me llevó al Club Náutico. Por lo menos quería conversar con Pocho, con Nandor Ferenc, obviamente con Jorge Clayton, con Betty la novia de Nandor, con Luís Alberto Démez, que me hacía reír con sus gracias, me resultaba el joven más simpático de toda la..., como le decían en el club, de toda la barra.
Recuerdo cuando fui la primera vez: -¿Cómo barra, barra no le llaman al mostrador? -Bueno, barra le decimos nosotros a nuestro entorno, a la pandilla, pero como pandilla suena a delincuente entonces le decimos "Nos juntamos toda la barra". -Qué difícil que era el idioma coloquial de Ciudad del Plata.
Lo miré a Pocho. -¿Cómo andas? -Aprendiendo las lecciones, Axona, las lecciones que día tras día me da Clayton. El problema que me cuesta, la veo a Cuca con esa altivez... ¡No sirve, no sirve, es una persona vacía por dentro, su mente es hueca, pero lo más peligroso es que tiene vacía el alma! -Pocho no era tonto, era quizás un poco tímido, un poco despistado, pero no tonto y me entendía perfectamente.
Y de repente Pocho se envaró, lo miré y dirigí mi vista hacia a donde él miraba. Me puse pálida y luego roja. ¿Quién iban de la mano hacia la barra a pedir una bebida? Cuca, la más creída. ¿Con quién? Con Arturo Rosen. Ahora, Cuca es experta, todas sus amigas son obsecuentes a ella y le cuentan los tejes y manejes tanto del Náutico como del Hípico, que está en capital, y sabe que Arturo es una persona que no se compromete con nadie. Y ella miraba a los demás con desprecio, sólo superado por el desprecio de Arturo, que tenía un habano en la boca, un habano importado.
Y se pidieron dos tragos largos, miraron para las demás mesas, una copia uno con el otro con un aire de suficiencia, y fueron a la mesa donde estaban las amigas de Cuca que competían a ver quien conversaba más con Arturo. Cuca daba la impresión que no estaba celosa, daba la impresión como que se había ganado el premio mayor y lo exhibía. A Arturo le importaba un bledo, él pensaba lo mismo de Cuca, "¿Ella era la inconquistable?, cayó en mis brazos". Eran uno para el otro.
Nos miramos con Pocho: -Nuestras emociones no son iguales. -No te entiendo -respondió Pocho. Le dije: -Tú la ves a Cuca con Arturo Rosen y ya piensas como que está todo perdido. -No, no, Axona, lo vengo pensando desde hace mucho tiempo, simplemente que soy un tonto que tiene una estúpida esperanza de que alguna vez le preste atención. -Entre nosotros, Pocho -le dije-, ¿y de qué te serviría sacarte las ganas de decir "Salí con Cuca, me acosté con Cuca"? ¿Y después qué? Tú eres inteligente, Pocho, a veces te quedas callado y a veces te ves un poco despistado, pero hemos conversado temas profundos. -Bueno -me respondió-, tengo a mi maestro aquí, a Clayton. -No te desmerezcas, Pocho, eres inteligente, me daría la impresión como lo de Cuca es una obsesión o un capricho, serías tonto si te enamoras de una persona así. -Bueno, ¡je, je, je!, en un momento lo fui, te aseguro que lo fui. -¿Por qué? -Porque estuve enamorado, Jorge Clayton me abrió los ojos. Ahora dices que tenemos emociones distintas, ¿en qué sentido, Axona? Le respondí: -A ti, verlos a Cuca y Arturo Rosen juntos, te causa desconsuelo, como que ya no hay más nada que hacer allí, aunque en realidad nunca hubo nada que hacer. -Es cierto. ¿Y tus emociones? Lo miré sonriendo: -Mis emociones son de frustración, sabes la historia. Salimos cuando éramos chicos, era una persona tímida, pero absolutamente tímida y cuando empezamos a salir hace poco tiempo no lo reconocía solamente veo su apellido, Rosen, hasta que fue Raúl Caballero el que indirectamente o directamente fue la causa de que lo conociera, de que lo reconociera.. -¿Y cómo se portó luego? -Como que el ciclo había terminado, como que buscaba otra historia porque yo ya lo aburría. Lo que más daño me causó fue que se enteró todo el club. Es más, estuve a punto de pegarle una cachetada y sonrió poniendo el rostro: "Pégamela, me reiré. Tú, no yo, harás el ridículo, otra que dejó Arturo". Para él las mujeres son objetos que se usan y se descartan. -Disculpa que me meta en la conversación -habló Jorge Clayton. -¡Al contrario! -le dije-, ¿has escuchado lo último? -Sí, querida Axona -dijo Jorge-. De la misma manera que muchísimas veces le dije a Pocho, "Nunca has tenido oportunidad, y qué suerte que no la has tenido, es una persona artificial". Bien. Ahora voy a ti, Axona. Arturo es una persona que piensa que, como tú lo dices: "La mujer es un objeto descartable". Si lo dice porque está poseído por un rol del ego de venganza porque cuando era tímido a los dieciséis años las chicas le daban vuelta a la cara, bueno, tú no hiciste eso y él te respondió: "No importa, todas lo van a pagar, las buenas y las malas". Ahora, piensa Axona, ¿cómo puedes tener ira con una persona que te ve como un objeto? -¿Y qué tengo que hacer -dije-, despreciarlo? -¿Por qué no? -¿Ignorarlo? -De vuelta, ¿por qué no? -Apreciado Jorge, lo veo y siento una ira que me carcome adentro y le afecta a mi cuerpo, siento como que esa ira me consume de tal manera que mi cervical, mis hombros, mis brazos, mis piernas, mi columna, mi parte lumbar no soportan el dolor que siento, y si llego a tomar algún calmante y de alguna manera se me pasa el dolor, lo que me viene es un cansancio tremendo en las piernas y en los brazos que hasta me dificulta caminar. Pero no puedo estar recostada, no puedo, yo no digo que sea una persona hiperactiva, pero yo me siento responsable, a mi corta edad he logrado cosas. -Axona -Clayton me miró a los ojos-, ¿te respetas? -No sé, ¿en qué sentido? -Has estudiado, has logrado muy buenas notas, te has recibido, ¿te respetas? -En ese sentido sí. -¿Y en qué sentido no? -De que un imbécil se haya burlado de mí. -¿Acaso eres adivina? -No, pero lo tenía que haber intuido. -¿Cómo?, con la edad sus facciones cambiaron. -No pasaron tantos años, Jorge. -Igual. Aparte se lo ve mucho más seguro, no lo ibas relacionar con aquel Arturo. Le pasa a cualquiera, le cabe a cualquiera, no tienes por qué tener ira. -Me siento estúpida. -No, no no no, no te lo permitas, no te lo permitas. -¿Por qué? -Porque las cosas que has logrado, las cosas enormes que has logrado no lo hace ninguna chica estúpida. Además, soy una persona muy observadora. Lo miré a Jorge Clayton: -¿En qué sentido? -Bueno, Raúl Caballero te conoce desde aquella época donde tú has contado que fueron al cumpleaños en la casa de Paniza. -Sí. -Yo pienso que tú le gustas desde aquella época. Pero como tú estabas acompañada por Arturo, si bien entre ustedes no pasó nada, él no quiso ir más allá ni decirte nada, pero ahora en este tiempo que te ve después de tantos años, lo veo en sus ojos que le gustas. Y Caballero me parece una persona más que buena, hace honor a su apellido, es un caballero. Yo creo que has salido ganando. Lo miré con lágrimas en los ojos: -Sé que me vas a tomar por tonta, sé que me vas a tomar por tonta, Clayton, con lo que te voy a decir, ¿pero Caballero no me verá como un descarte de Arturo? -Caballero es una persona muy inteligente, Axona, y además tiene un pensamiento gentil, genuino, no tiene ese pensamiento machista, él valora a la mujer tanto como valora a otro varón. -¿Cómo? -Bueno, te digo como pienso yo, Axona, yo pienso que tanto varones como mujeres hay buenos y malos, hay buenas y malas. No soy machista pero tampoco soy feminista, yo no apoyo al movimiento feminista que hace el ridículo pero tengo un respeto tremendo por la mujer y tengo un respeto tremendo también por los varones amigos, y jamás le faltaría el respeto a ninguna chica. Bueno, lo mismo va para Caballero. -Me quedé pensando. -O sea, ¿que tú piensas que salí ganando? -Mil veces. -¿Y piensas que con Caballero puedo tener una relación seria? -No lo sé, es una cuestión de salir y ver cómo van las cosas. Yo los veo compatibles. Mi recomendación, Axona, no lo aburras contándole tus problemas, habla del presente, habla de proyectos, de aquí en más. El pasado ya pasó, hacer rol de víctima a ninguna persona le gusta, a ningún interlocutor le gusta, eso cansa. -Lo entiendo perfectamente -exclamé. -Yo no te digo que esos dolores psicopáticos se te vayan enseguida, pero necesitas calmarte, necesitas cierta tranquilidad mental. No te digo que te encierres en tus pensamientos, sal, haz vida social, pero no permitas que nada te perturbe, ni nadie. Si tú mente se aclara, si esa parte reactiva deja de ser tal te puedo asegurar que ese efecto cansancio y esos dolores que a veces te hacen retorcer van a ir desapareciendo. -O sea, tú no eres médico, Clayton. -No, yo no estoy hablando como médico, estoy hablando como una persona que le habla a otra. ¿Qué te provoca la ira? -Estrés. -¿Qué te provoca el estrés? -Desgaste. -¿Qué te provoca el desgaste? -Malestar. -¿Qué te provoca el malestar? -Dolor. -Entonces tienes que evitar el estrés. Para ti, ¿Arturo Rosen es tóxico? -Absolutamente -respondí. -No lo registres. Para ti, Pocho, ¿Cuca es tóxica? -Obviamente que sí. -No la registres. ¿Se quieren exhibir ella con una copa de champán, él con un habano en la boca?, están haciendo la suya, no son tan importantes para que pierdan tiempo en ver lo que hacen porque si todos perdemos tiempo, Axona, Pocho, en ver lo que hacen los demás no vivimos. No sé si está claro. Lo miré, le tomé la mano: -¡Ay! Clayton, ¿cómo sabes tanto? -De conocer tanta gente. En el Náutico, antes en el club Hípico. Acuérdate, Pocho ya lo sabe, he almorzado con infinidad de obreros que no tenían ni siquiera cubiertos para comer, no tenían bancos para sentarse, me sentaba en un cajón de madera. -Me asombré. -Eres una de las mayores fortunas de Ciudad del Plata y vas a comer a la casa de los obreros, ¿y te sientas en un cajón de madera? -¿Por qué no habría de hacerlo, Axona, porque se me iba a manchar el traje? Creo que lo saben casi todos en el Hípico y muchos lo están sabiendo ahora en el Náutico. ¿Te piensas que eso me da vergüenza? Vergüenza me daría de mi propia persona no contarlo. ¿A dónde quiero llegar?, la sociedad está tan desinformada que piensa que fortuna y humildad son antónimos y no es así. Axona ¿te interesa Caballero? -Bueno, no lo conozco tanto y siempre está ocupado. -Bueno, el muchacho trabaja, está bien, es responsable. Pero hoy va a venir, se va a quedar al baile. Llama por teléfono a tu casa que te quedas. -Pero no vine cambiada, vine con ropa deportiva. -¿Por qué tantos prejuicios? Mira como estoy yo, saco, camisa y un pantalón de gim sin corbata. -Yo me acuerdo que antes te veía siempre elegante con el cigarrillo en la mano, con un trago largo en la otra, impecable. ¿Qué cambió? -Nada, simplemente que estoy cómodo. El día de mañana tengo una reunión y me vas a ver otra vez de traje con un trago largo en la mano, un cigarrillo en la otra. No somos adornos, somos seres humanos, vivimos. ¿Entiendes a qué me refiero, Axona? -Sí, lo entiendo perfectamente. Entonces no pienso ir a cambiarme, al que le guste bien y al que no, no me importa. -¿Tú te piensas que en el baile van a decir: "¡Ay!, Cuca con ese vestido largo de seda y Axona con ropa deportiva?" Y si lo dijeran, ¿qué? Tú vas a estar con nuestro grupo, vas a bailar con Raúl Caballero. Se trata de pasarla bien. ¿Qué te importa las apariencias, qué te importan las habladurías? Porque si te importara estarías buscando la aprobación de los demás. -No, no me interesa, yo he logrado cosas que otras no. -Perfecto, tema terminado. ¿Comemos algo? -Dale.
Sesión 29/04/2024 Ya había tenido alguna decepción al tratar con una persona que se estaba aprovechando de ella, pero se encontró con un amigo de hacía años, y aunque con prudencia decidió conocerlo más. Todo iba de maravilla hasta que vio a su amigo acompañado y muy afectuoso con otra persona.
Entidad: Dicen que la vida nos da más de una oportunidad, a veces dos, tres o más, y es como que de alguna manera te recompensa de aquella gente que dañó, te traicionó, de aquella gente que tiene la maldad dentro de su alma. Y en este caso la vida me recompensó.
A Raúl caballero lo conocía desde mis quince, ¿de casualidad, de causalidad? Él fue quien estuvo conmigo cuando fuimos al cumpleaños de Paniza y después de tanto tiempo, tanto tiempo nos encontramos en el club. Empezamos a conversar como amigos y él se sinceró, me dijo: -Axona, me gustas desde que éramos adolescentes, no te voy a decir que fui un monje de la Orden del Rombo, no, he salido con otras chicas, pero nunca les mentí, les decía que salía sin compromisos... ¿A qué quiero llegar, Axona?, a que nunca le mentí a nadie, a que no prometía lo que no iba a cumplir. Y aquellas jóvenes que querían salir conmigo sabían a qué se atenían. Me preguntaban: -¿Le tienes miedo al compromiso? -No, simplemente que estudio, estoy haciendo cursos de postgrado y tengo dos tipos de empresas, una que me ayuda Jorge Clayton -a quien tú conoces, Axona, y les decía-: y otra que fui formando por mi cuenta. Por lo tanto no soy una persona que miente, soy una persona leal, soy una persona que respeta los compromisos tanto en amistades como en relaciones. Pero repito, para que te quede claro Axona, nunca prometo lo que no voy a cumplir, me considero una persona de palabra. Sonreí y le dije: -Raúl, has hecho un monólogo, ¡je, je, je! -Él sonrió también. Y me dijo: -No soy muy amigo de hablar del pasado, reconozco que no la pasé mal, tuve una buena enseñanza de mis padres, tuve amigos buenos, otros que no eran tanto en cuanto a la lealtad, pero nunca fui víctima de las circunstancias. Entonces decirte "Comprendo lo que sientes" es una falacia porque lo que tú sientes por lo que te ha hecho esa persona que ni siquiera merece nombrarla, eso lo sabes tú nada más. Tú. Pero nunca dejé de pensar en tu persona y después de tantos años volverte a ver es como que en mí hubo algo que se despertó; me gustas, me gustas mucho, y como no soy una persona de presionar, y menos en tú persona, que has pasado por situaciones complicadas y sé que tienes cientos de dudas, menos debo presionarte. Pero sí, si a ti no te parece mal podríamos salir como amigos. Lo miré, le tomé la mano y le dije: -¿Por qué no? Me miró y me replicó: -El "por qué no" es "Bueno, no tengo nada que perder". Reaccioné y le dije: -No no no no, no lo digo de esa manera, honestamente no te conozco a fondo, pero de la misma manera que escucho hablar a mis compañeros y compañeras de aquella otra persona también hablan de ti, y todos hablan bien.
Y empezamos a salir. Me sentía a veces tan desconfiada que digo "En cualquier momento se saca la máscara y se muestra tal cual es". A veces salíamos solos, a veces con amigos y amigas del club, conversaba, sonreía. Yo lo estudiaba, no tenía contradicciones; si él de repente creía en algo, no es que se encaprichaba con su postura, si la otra persona le hacía ver que en tal cosa estaba equivocado, él lo admitía sin problemas, pero rara vez se equivocaba.
Me encantaba cuando tenía los largos debates con Jorge Clayton, y me sentía sorprendida que Raúl Caballero se ponía a la par de Clayton y conversaban como dos lumbreras. Se lo hice notar a Raúl y me dijo: -No, no, no. Jorge es una persona que ha recorrido mundo, pero no en el sentido de disfrutar, de gozar, de..., de no hacer nada, todos los viajes han sido para o fundar empresas o ayudar a centros médicos o profundizar con el tema de informática. Y a propósito de ello me está ayudando a mí con la pequeñita empresa de informática que tengo. Yo sí he viajado, he viajado a países limítrofes, no tuve la suerte de conocer el viejo continente pero he estudiado mucho. Pero no tengo, digamos, la visión del mundo como la tiene Clayton. Lo miré y le dije: -¿Eso te trae algún complejo de inferioridad? -¡Ja, ja, ja! No, Axona, no no no, para nada, para nada, para nada. No no no. O sea, cada cosa a su tiempo. El conocer mundo no te hace mejor o el estar en un lugar trabajando no te hace menos tampoco. No no no no no. Lo importante es aceptarse como es uno y, por supuesto, intentar seguir creciendo. -¿Por qué intentarlo? -le pregunté -Porque no siempre es fácil, Axona, porque no depende de nosotros, depende de nuestro entorno, de las personas con las que estamos. A veces nos ponen en una situación en la cual no sabemos cómo salir y nos estresa. -¿Te ha pasado? -le pregunté. -Sí, me ha pasado, me ha pasado. Pero no soy una persona que se queda envuelta en ese problema, trato de buscar el nudo y desanudarlo y salir de ese encierro psicológico, por así llamarlo.
Y salimos. Recuerdo cuando me invitó la primera vez a su apartamento y me sentía inquieta. Por supuesto nos besamos, nos besamos profundamente y me sentía inquieta de que diera un paso más allá. No porque no lo deseara sino porque me acordaba de la otra persona. Y en el fondo tenía miedo de que avanzara un paso más allá y luego Raúl me traicionara también. Pero no pasaba de abrazos, besos, caricias. Y ya era bastante tarde, de noche. Y me dice: -Si te parece te llevo en mi coche hasta tu casa. -La que me atreví fui yo, le dije: -¿Tendrías algún inconveniente o te pondría en un apuro si decidiera quedarme? -Me respondió: -¿Inconveniente?, ninguno. Ponerme en un apuro, ¿por qué?, tengo cero compromiso. Y tercero, lo disfrutaría muchísimo el estar en tu compañía. Pero... -Me puso la mano antes de que yo le respondiera-, tengo un pequeño diván que es bastante incómodo, yo tengo una cama de dos plazas, una cama grande porque me gusta estirarme. Pero no tengo ningún problema en dejártelo que duermas allí en el dormitorio y yo me quedo en este diván. Lo miré. Le dije: -No me tomes por atrevida, ¿pero te incomodaría que durmiéramos ambos en esa cama grande? Me miró y me dijo: -Sabes que no podría contenerme. No me conocí a mi misma cuando le respondí: -¿Y por qué tendrías que contenerte?
Y a partir de esa noche tuvimos muchísimas noches intensas y no ocultábamos en el Club Náutico que éramos pareja, nos llevábamos más que bien, él era mucho más conversador que yo, pero tocaba temas interesantes, no es que me hastiaba o me cansaba que conversara tanto, no. También un día en largos silencios y yo con mis traumas le preguntaba: -¿Te acuerdas de alguien? -Me miraba y sonrió con sus ojos primero y luego hizo una mueca con su boca. -No, no, si te digo qué estoy pensando te reirás. -Dilo, quiero reírme. -Estoy armando unos pequeños condensadores para los ordenadores personales, se los voy a mostrar a Jorge Clayton, a ver qué le parece. -¿Él sabe de informática? -No, no creo que sepa tanto como yo pero tiene muchísimos técnicos que lo ayudan, él no se desdobla. -No entiendo. -Claro, ¡je, je, je!, no puede partirse en dos, en tres, en cuatro; él contrata gente y alguno supervisa los pabellones que se están construyendo en nuevos hospitales, las empresas de informática que está poniendo en el viejo continente, en Saeta por ejemplo. Pero eso no significa que no pueda venir a ver el avance de la empresa. -¿Está a nombre de ambos? -No, Axona, la dejó a mi nombre, él aportó capital desinteresadamente, como hace siempre.
Me sentía feliz, me sentía renovada. Hay muchos fundamentalistas de la Orden del Rombo que hablan de almas gemelas, yo no me creía un alma gemela de Caballero, teníamos gustos parecidos en algunas cosas y en otras no. A él le encantaba reunirse con muchísima gente y conversar y hablar, yo era más quedada, me aturdía quizá cuando había mucha gente en una reunión, a veces dejaba que fuera solo. 'Dejaba' es un decir, nadie era dueño del otro, de la misma manera que a veces me juntaba con mis amigas y le preguntaba: -¿Te parece bien? -Axona, mi amor, no tienes que preguntarme, lo haces y punto. -Nos dábamos un beso y yo me iba con mis amigas.
Era una persona que no pedía explicaciones, "¿Dónde has estado, a qué hora has vuelto?". Yo en ese caso era más celosa, si lo llamaba a la casa a determinada hora y no me contestaba no pensaba que estaba con los amigos, "¿Habrá conocido a otra?, ¿Con quién estaba?". Y un día, hay un bar en la Segunda avenida, la de las librerías, que fui un par de veces con él, él se juntaba con sus amigos, amigos que a veces tenían sus novias o amigas ocasionales, y tenía una marquesina, una vidriera grande que se podía ver para adentro y había una mesa larga como de catorce, quince personas y él estaba de espaldas, lo reconocí por su altura y se abrazaba con una joven, una joven rubia y sonreían. Sentí como una quemazón en el pecho, no lo podía creer, ¡Raúl Caballero! Pero aparte había amigos nuestros, estaba Luís Alberto Démez, Ferenc con la novia, estaba Pocho, los amigos del Náutico en la Segunda avenida rara vez venían para ahí. Pero lo que más ira me daba era que todos ellos me conocían a mí y ahora lo veían con esta chica y cómo si nada. Y en un momento determinado dijeron un chiste y Raúl la besó a la chica en la mejilla y ella lo abrazó. Prácticamente veía borroso porque las lágrimas me cubrían los ojos y caían por mis mejillas y encima había empezado a llover, como en las telenovelas románticas. Cogía un taxi y me fui para casa, con un veneno tan grande, tan grande, y no sabía qué haría el día siguiente porque nos veíamos todos en el club Náutico, era fin de semana. Y allí estaba Raúl: -Axona, te extrañé. -Y me besó. Hice una mueca, como si fuera una sonrisa, trataba de evitar el hacer un escándalo, porque quería ver qué decía, no él, Pocho, Ferenc, Betty, Luis Alberto... ¿qué dirían? Estaba también este chico, el lutier, a quien había visto en el bar de la Segunda avenida, muy serio, y sin embargo ayer reía a carcajadas dentro del local, y conversamos de un montón de cosas.
En voz alta, adelante de todos le pregunté: -¿Qué tal la pasaste ayer, mi amor? -Una maravilla, reunido con todos ellos, estuvimos como hasta las tres de la mañana. Hoy tuve que tener una fuerza de voluntad tremenda para levantarme a las siete e ir al trabajo. ¡Qué bien! -le dije. Y conversamos de mil cosas. -Es fin de semana, ¿almorzamos? Le dije a Raúl: -Mira, te comento; anoche se ve que prepararon en casa una comida muy picante que me cayó bastante bastante mal al punto que hoy no desayuné. ¿No te incomoda si me voy a casa? -¿Te acompaño? -No, quédate con tus amigos. Chicos, discúlpenme, pero estoy un poco mal del estómago. -¿Te acompaño? -Me insistió Caballero. -No, no, no hay problema. -Me dio un beso y me dijo-: Está bien.
Me levanté, me sentía mareada y me hubiera dado una vergüenza tremenda si me caía en ese momento al piso. Trataba de no sostenerme en el respaldo de las sillas hasta que salí a la calle.
Y me encontré con Jorge Clayton, que venía: -¿Te vas? -Sí, no me siento bien. -¿Has comido algo que te cayó mal? -Sí. -Estoy acostumbrado a visitar hospitales y sanatorios, Axona, no te veo el rostro como que una comida te haya caído mal, te veo muy apesadumbrada, muy angustiada. -Será tu punto de vista. -Qué raro que no te llevó tu novio a... -No, le dije que no, me tomo un taxi, no hay problema. -Me di vuelta y le dije-: ¿Por qué piensas que no fue la comida lo que me cayó mal? -Porque estoy acostumbrado, querida Axona, a leer los rostros, a interpretar las miradas, y te veo con mucha angustia, como que algo pasó, algo muy malo. ¿Me quieres contar? -No. No. Y te pido un favor: Esta conclusión que tú has sacado no la comentes. -No la comentaré. Pero te aconsejo que no te guardes las cosas, cuanto más las guardas y más negativas son más daño te hacen y tu interior puede estallar en palabras demasiado reactivas. -Me encogí de hombros y seguí caminando.
Me di vuelta y Clayton estaba parado, mirándome. Sabía que no iba a decir nada de la angustia que yo sentía y que él había intuido. Pero por dentro me corría las entrañas el haberme sentido tan traicionada. Y además el asombro de una persona como Raúl Caballero, tan dada, tan empática con todo... Y me acordaba de sus palabras: Soy leal, soy fiel a todos. Nunca voy a prometer algo que no pueda cumplir. ¿En qué se diferenciaba de esa otra persona que había jugado conmigo? Si vamos al caso, esta otra persona tenía problemas que los tendría que solucionar con un psiquiatra, por el veneno que lo corroía. ¿Pero Caballero? Él nunca había sufrido un desengaño, nunca había sido víctima, por lo cual no tenía excusas para traicionarme. Además, ¿qué papel hacía yo con sus amigos?, porque si vamos al caso todos me traicionaron: Pocho, Luis Alberto Démez, el lutier, que no me recuerdo el apellido, Ferenc, Beatriz y otros que no me recuerdo tampoco el nombre.
Llegué a casa. Madre me preguntó: -Qué raro que no te has quedado. -Algo me cayó mal. -Pero si comiste liviano. -A todos les había dicho que comí algo picante, lo que no era cierto. -No sabría decirte, madre. -La cuestión es que me recosté en mi cama y lloré toda la tarde. Y me dolían las manos de la fuerza con que cerraba mis puños.
No iría por un tiempo al club y le dije a madre, a la noche, cenando: -Mamá, he tenido una discusión con mi novio. -No le hablé de ninguna traición, dije que tuve una discusión sobre religión, sobre la Orden del Rombo. Le dije así para que no indagara más. -¿Y qué vas a hacer, Axona? -Nada. Cualquiera que pregunte por mí, no solamente Raúl Caballero, Jorge Clayton, otro que pregunte por mí, dile que he salido. -No me gusta mentir... -Hazlo por mí, no quiero ver a nadie de ellos. A nadie. Y si vienen a casa y tocan el timbre no los hagas pasar, diles directamente de la puerta que si vienen por mí... "¡Qué casualidad!, hace quince minutos acaba de salir". Madre no estaba muy de acuerdo, no le gustaba mentir pero lo hacía por mí.
Por un tiempo ni iría, pero el dolor que me carcomía, los nervios, la angustia hacían que tuviera dolores en todo el cuerpo; mi cervical era prácticamente como si la tuviera quebrada en dos, apenas podía mover mi cuello de la tensión nerviosa que se iba formando dentro mío, como una bola explosiva que de repente va a estallar. Me volví a recostar y me quedé dormida.
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