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Psicoauditación - Angélica |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 11/01/2017 (1) Aldebarán IV, Mina Sesión del 11/01/2017 (2) Aldebarán IV, Mina Sesión del 26/01/2017 Aldebarán IV, Mina Sesión del 13/02/2017 Aldebarán IV, Mina Sesión del 16/02/2017 Aldebarán IV, Mina Sesión del 11/03/2017 Aldebarán IV, Mina Sesión del 07/04/2017 Aldebarán IV, Mina Sesión del 17/01/2018 Aldebarán IV, Mina Sesión del 24/01/2018 Aldebarán IV, Mina Sesión del 03/10/2018 Aldebarán IV, Mina Sesión del 11/01/2017 Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica La entidad relata que de joven, en Umbro, era muy sencilla pero no acordaba demasiado con padre, que presumía de tener raíces nobles y no lo llevaba bien. Ella procuraba que entendiera que su orgullo lo amargaba. Pero él tenía planes para ella.
Entidad: Imitando a muchos maestros de Luz comento que tú te adaptas al lugar donde has nacido, adonde te has criado, lo tomas como algo normal, entiendes que es lo natural en ti. Sueñas con otras cosas, te evades de tu realidad, pero la realidad te sacude de los hombros y despiertas a ella.
Mi padre era artesano, su nombre Ander Valey. Mi madre se llamaba Reta, Reta Lane. Éramos una familia muy pobre. Padre era raro, tenía su orgullo, un orgullo que yo no entendía y a medida que iba creciendo no acordaba en todo con él. -Hija -me decía-, tú tienes que entender que tu padre es un artesano, fabrico los mejores muebles. No me pueden comparar con esos campesinos. -Padre, esos campesinos que tú dices labran la tierra, gracias a ellos comemos el pan, podemos poner ciertos granos a nuestro guisado. -Sí, es como tú dices, hija, pero mira mis manos, mira, ¿ves estas durezas en los dedos de tanto manejar mis herramientas?, porque no solamente hago muebles, hago marcos, los lustro. Estos aceites especiales que tengo atrás en el taller son costosos, bastantes metales plateados, los cuido enormemente.
Madre era más modesta en ese sentido, ella había sido hija de campesinos y bajaba la mirada cuando padre hablaba mal de quienes labraban la tierra. No es que los despreciara, pero no me gustaba su tono.
Recuerdo que siendo adolescente me le planté y le dije en la cara, obviamente con sutileza y con delicadeza. -¿Qué pensaran entonces los nobles de ti? "¡Je! Mira ese artesano, vive de su trabajo mientras nosotros tenemos diez sirvientes cada uno". Padre hacía un gesto despectivo. -Mira mi rostro, mi rostro es noble.
Me incomodaba su... su manera de... ¿cómo decirlo?... de mostrarse, vosotros diríais un ego vanidoso. Pero yo no me achicaba, lo increpaba suavemente. -Padre, ¿qué es un rostro noble? -Pues niña, mira mi cutis, mi cutis claro. -¿Tú piensas que el color de piel da nobleza? O sea, ¿las hordas del norte que son más pálidos que tú del rostro y viven saqueando aldeas son nobles? ¿Los orientales de ojos rasgados de sanas costumbres no son nobles por tener su rostro más oscuro?
Padre se quedaba pensando, cogía sus herramientas y seguía trabajando. No podía quejarme de mi vida, con su trabajo de artesano me había pagado estudios. Fui a una pequeña escuela de instrucción en el poblado, aprendí a leer y a escribir. A los ocho de vuestros años sabía leer y escribir, a los diez de vuestros años sabía restar, sumar, dividir, multiplicar, sabía que midiendo una línea sabía cuánto duraba el tiempo de un amanecer al otro. Sabía que había otros continentes, pero a padre eso no le bastaba. -Mi anhelo es que un día te cases con un noble. -Padre, amo los sueños más que tú, de pequeña soñaba que sería una princesa y encontraría a un hombre esbelto con un hoyuman blanco que me lleve a su palacio de cristal. -Pero sabía separar el sueño de la realidad-. Somos pobres. -No somos pobres; mis aceites, mis tinturas de las maderas valen una bolsa de metales plateado. -Padre, esa bolsa de metales plateados apenas alcanza para comprar un hoyuman de raza que tira de la calesa de un noble. Puso sus brazos en jarra: -¿Por qué eres tan pesimista? La hija Ander Valey y Reta Lane no fue criada para ser pesimista. -Pero padre, os amo a ambos, yo no estoy objetando nada, pero no podría decir cuáles son mis aspiraciones. Obviamente, quiero conocer un hombre de bien que me respete, que sea trabajador, que sea artesano o herrero. -No, herrero no; artesano. -¿También desprecias al herrero, padre? Los herreros se hacen armaduras, espadas, herraduras para nuestros hoyuman, las tazas y los platos que tenemos metálicos son armadas por herreros. -Un herrero no se ocupa de tazas y platos. -Bueno, pero sí los pequeños ayudantes. -¿Y tú quieres casarte el día de mañana con un hombre que haga tazas y platos metálicos? ¿Esa es tu aspiración?
La conversación se interrumpía. O él seguía trabajando o yo me marchaba por la tarde a dar una vuelta por la campiña, la región no era peligrosa, no venían maleantes ni cuadrillas, no había nada que robar. El poblado donde comprábamos algunas provisiones era un poblado pequeño, todos se conocían. Eso sí, debo reconocer no solamente nuestro poblado sino en un poblado vecino, a dos amaneceres de viaje, también conocían a Ander Valey como uno de los mejores artesanos de la zona. Cuando cumplí dieciocho de vuestros años, un grupo de soldados, muy elegantes, se acercaron a nuestro poblado, pasaron de largo, acercándose a nuestra vivienda. Sentí preocupación que vinieran soldados, padre pagaba sus impuestos, no debíamos nada a nadie. Se bajó el que parecía el jefe de ellos con un sobre lacrado. -Busco al señor Valey. -Sí, es mi padre, señor. -Corrí atrás, hasta el taller. -Te buscan unos soldados. -Sí, los vi. -Se limpió las manos con un trapo y se acercó. -Decidme en que os puedo ser útil. -¿Ander Valey? -Para servirlo, señor. El hombre, sería un capitán, le alcanzó el sobre lacrado: -¿Sabe leer? -Sé leer -afirmó mi padre. -Ábralo, por favor.
Padre leía, trataba de acercarme pero no podía, quería ver qué decía la carta. El rostro de padre palidecía, sus ojos se iluminaban. Padre habló con el hombre que estaba a cargo de la tropa, el capitán. Le saqué despacio el sobre de las manos y me puse a leer. Tenía un abuelo, un abuelo noble, Simón Valey, estaba enfermo, pensaba que le quedaba poco tiempo de vida. Había hablado con un notario reconociendo como hijo a mi padre, Ander Valey. Padre nunca me había hablado de mi abuelo, siempre esquivaba la conversación, decía que había sido abandonado pero nunca dijo el origen de su familia. Supe que Simón Valey, mi abuelo, no sólo era noble si no que era muy, muy rico y con un gran título.
El jefe de la tropa, el capitán, le preguntó si aceptaba ser reconocido por Simón Valey. Mi padre le dijo: -Por supuesto. El hombre volvió a su hoyuman, abrió una de las alforjas, sacó un papel lacrado, era un título y un escudo, un pequeño escudo plateado con el nombre de mi padre. -A partir de ahora, Simón Valey lo nombra conde y único hijo. -Mi padre, Ander Valey, tenía el pecho henchido de orgullo-. Nosotros marcharemos de vuelta al palacio, dos de mis hombres se quedarán en el poblado. Vended la propiedad o regaladla, la fortuna que tiene vuestro padre es incalculable.
El hombre hizo un saludo antes de retirarse. Uno de los soldados le dejó un gran paquete pidiendo disculpas: -Acá traigo una ropa de hombre y ropa de mujer. Desconocía que había una hija -mirándome a mí-, pero tened aquí esta bolsa -hasta yo me sobresalté cuando vi que eran metales de oro, jamás había visto un metal de oro-, podéis compraros en el poblado la ropa que queráis. Estaremos dos días en el poblado, esperándolos y luego marcharemos con vosotros a palacio.
Los soldados hicieron un saludo respetuoso y marcharon. Padre Ander se abrazó con mamá Reta, y mirándome a mí dijo: -¿Has visto? Ahora somos nobles, somos ricos. Por lo tanto mi hija Mina Valey se casará con un noble.
Esas fueron las palabras de padre. Gracias por escucharme.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica En Umbro. De hija de artesano pasó a ser noble y debía unirse a un noble que no le convencía. Aún soñaba con un guerrero que la había salvado de unos malhechores pero pertenecían a distintos entornos. La boda tenía fecha...
Entidad: Me encuentro en el plano 3 subnivel 6. Voy a continuar relatando las vivencias en Umbro, un mundo sumido en una eterna edad media.
Mi nombre era Mina Valey hija de Ander y Reta. Mi padre se jactaba de que un artesano era más que un herrero y que un campesino. Me sentía incómoda con su forma de pensar puesto que para un noble, un artesano era alguien a quien le pagaba unos metales cobreados por hacer una tarea, para el noble un artesano, un herrero, un campesino eran lo mismo. La mayoría de los palacios, ya sean de nobles o de reyes, tenía una fortificación donde vivía un pequeño pueblo, era prácticamente un feudo donde se pagaban impuestos por tener una feria, por tener determinado negocio o por hacer determinada tarea. Fuera de los límites del feudo y de acuerdo al territorio esas tierras siempre pertenecían a alguien y alguien venía cada treinta amaneceres a cobrar un supuesto impuesto, y si no lo inventaban.
Pero todo cambió en forma vertiginosa. Tenía un abuelo, Simón Valey, noble, millonario que al borde de la muerte reconoció a papá Ander como su hijo. En pocos amaneceres estábamos viviendo en un lujoso palacio con ropas nuevas, esas ropas que de muy pequeña yo soñaba, escaleras de mármol... En la habitación teníamos tina, las mucamas nos ponían agua caliente. Toda mi vida me bañaba en el arroyo buscando horarios muy temprano o muy tarde por si hubiera miradas indiscretas, aparte me bañaba casi vestida, ahora no era necesario, una mucama me acompañaba, me ponía incómoda que hasta me secara.
El abuelo vivió bastante tiempo más, casi uno de vuestros años. Me impuso, no me puso, me impuso una dama de compañía, una señora mayor solterona, como decís vosotros, llamada Dolencia. No le dolía nada, le dolía la vida. La primera orden de Simón, mi abuelo, a padre Ander y madre Reta fue: -Mi nieta Mina deberá casarse con alguien importante, buscad entre los Frenesi, los Sanson o los Belicós.
Padre es como que ese don que él tenía de sentirse superior a los herreros y a los campesinos, ahora al verse noble, noble real, potenció ese orgullo para nada sano. Madre no, madre estaba como entre sueños, había pasado bastante tiempo y todavía a veces pedía permiso para entrar a la cocina donde estaban las cocineras. Yo me había adaptado, pero a ver, ¿cómo explicarlo?, no digería la nobleza, con el sentido de contagiarme la vanidad. Si tuviera que decir qué roles de ego, como decís vosotros, poseía... descreía de la gente hasta incluso de los pobres, de los campesinos que a veces en sus balanzas pesaban los fardos teniendo ventaja para ellos como si por sacar una o dos monedas cobreadas iban a hacer la diferencia, era tonto. Los nobles no, los nobles ni se fijaban en lo que tenían, era tanto...
Pero a pesar de toda esa apariencia orgullosa de padre yo hacía las cosas mucho mejor que él. Antes de que el abuelo falleciera hablé con él. Simón me dijo: -Querida nieta, cuando padre se pone frente a mí queda envarado, como nervioso, ¿tú no te pones nerviosa? -Mi padre no te tiene respeto abuelo, mi padre es como que te tuviera miedo, como que fueras a cambiar de idea y lo fueras a desheredar. Abuelo Simón lanzó una carcajada. -¿Y tú? -¿Por qué habría de tener temor?, eres un ser humano. No veo que de noche te transformes en bestia como en las leyendas. Otra carcajada de Simón. -¿Cómo ves todo? -Por fuera, bien. -No entiendo, querida. -Claro, veo que tenéis un enorme feudo, tropas. ¿Cómo se mantiene todo eso? -Con los impuestos, no solamente del feudo sino de más allá. -¿Quién lleva las cuentas? -¿Para qué llevar cuentas?, no tienes idea los metales dorados que tenemos. -Abuelo, autorízame por escrito ante el resto de los nobles, nómbrame contadora del palacio, déjame saber cuánto gastan las tropas, si... -Dilo, dilo. -Si alguien se queda con algún vuelto o si los soldados cuando van a la posada gastan de su sueldo o directamente nadie mide lo que gastan con las mujeres que hay en la posada. -¿Y tú qué sabes de eso, Mina? -Tengo ojos, oídos para escuchar. La tropa se cuadra cuando yo paso, pero veinte líneas antes de que me vean ya estoy escuchando sus risotadas y lo que hablan en voz tan alta que no creo que tengan secretos en toda su vida.
Y me nombró administradora. Cuando el abuelo falleció yo llevaba las cuentas, y era cierto había gastos superfluos. Me dediqué a bajar impuestos a los que verdaderamente trabajaban, aumenté el sueldo a las tropas para que no estuvieran disconformes, y así y todo había más metales que antes, era muy buena administrando. Padre, acostumbrado a trabajar de artesano, como dueño del lugar no sabía qué hacer. Finalmente fuimos a conocer a Bunder Belicós, con un palacio el doble del nuestro, tremendo lujo. De la misma manera que padre despreciaba a los campesinos reverenciaba a quién estaba a ojos vista y supuestamente por encima de él. Él medía a la gente por su dinero, por su grandeza, por su poderío, yo no, pero obviamente era un palacio que impresionaba.
Me presentaron a un joven bastante agradable, quizá algo amanerado en su manera de ser tal vez por la crianza, se llamaba Royo, Royo Belicós. Decía que muy bueno con esgrima, con espada no, con algo de punta llamado florete. Me invitó a ver una sesión de esgrima, se ponían máscaras en la cara para no lastimarse, y pecheras. Le dije: -Royo, con todo respeto, ¿sabes manejar una espada?, me refiero a..., veo que vuestra guarnición es igual a la nuestra pero vuestro castillo es el doble, vuestro feudo es el doble, vuestros gastos son mucho más. ¿Estáis protegidos contra la invasión de algunos bárbaros? -Las tropas están entrenadas. -¿Y tú? -¡Yo soy el hijo de Bunder! -¿Pero sabes usar la espada? Eres excelente en esgrima, con florete. Me miró como con rostro despectivo pero no hacia mí, hacia la espada. -Eso es cosa de brutos, un noble usa florete, no espada.
Yo sé que es una frase muy cruel, pero a veces decimos "Es lo que hay". Arreglaron entre Bunder Belicós y padre Ander en que nos comprometiéramos. Bueno, Royo era agradable, no me atraía como varón. Era simpático, conversaba, era culto, hablaba de muchísimas cosas quizá no interesantes pero sabía llevar una conversación, tenía modales delicados, tal vez demasiado delicados, y eso no me atraía, pero era lo que había. Varias veces fuimos a visitarlos, los invitamos a que nos visitaran en nuestro palacio. Bunder Belicós no vino con la esposa y su hijo Royo, vino con una delegación de treinta personas. Padre tenía temor de que no tuviera el lugar para albergar a todos, pero bueno, apenas teníamos quince habitaciones contra cuarenta que había en lo de los Belicós y el salón de ellos era más del doble del nuestro, el salón principal.
A mí me gustaba la libertad. Una vez le dije a padre -no le pedí permiso, ya tenía veinte casi veintiuno de vuestros años-, fuimos en una calesa tirada con dos caballos acompañada de Dolencia hasta un poblado. Es muy triste lo que voy a relatar y a la vez una vivencia maravillosa. En el camino casi nos ultrajan unos facinerosos, unos hombres con un rostro más que desagradable. Honestamente jamás pensé en Royo en ese momento, pensaba en papá Ander, en mamá Reta, en cómo se sentirían haber perdido a su hija, ni siquiera pensaba en mí, y de repente la escena cambió.
Un guerrero alto de cabello claro se hizo cargo de la situación. Dolencia estaba paralizada. El guerrero aclaró la situación, aclaró que él nos había salvado, que él no pretendía nada. Entendí que lo había hecho por altruismo, que era su forma de ser. Y al igual que Dolencia, al igual que Dolencia estaba paralizada pero por otra razón, porque miraba el rostro de ese hombre que dijo llamarse Aranet y lo veía tan hermoso, tan hombre..., portaba una espada tan grande que creo que Royo no la hubiera podido levantar con las dos manos.
Nos íbamos a quedar solamente una noche en la posada del pueblo. Aranet nos hizo compañía, él no tenía compromisos, nos acompañó. Decidí quedarme otra noche y otra y otra. Cada vez entraba más en mi corazón este hombre hasta que un día, casi al atardecer nos quedamos los dos solos en un lugar apartado y tras besarnos apasionadamente, nos entregamos el uno al otro.
Sí, es verdad de pequeña presentía qué era el amor, era algo que te movía el corazón más aceleradamente, soñabas con estrellas, con soles pero no, esto era mucho más. Cuando él estaba lejos sentías como un pedazo de tu persona faltaba, como que te ahogabas, como que no podías respirar, como que te faltaba el aire. Pero no podía ser, yo estaba comprometida. Esa noche lloré, no dormí y al día siguiente marché con Dolencia. -Hizo bien, joven Mina, ese bárbaro no era para usted. -Cállate, habla cuando yo te lo diga.
No era yo, yo no trataba mal a mi dama de compañía ni trataba mal a los que los nobles consideraban plebeyos al contrario, iba a la feria de feudo, compraba como cualquier otra persona, no me querían cobrar; me enojaba, les pagaba. No me querían cobrar, un poco por quién era yo y otro poco temor de que mi padre tome represalias, pero mis actos eran privados, yo no contaba. Por eso en el feudo me querían, era una más aunque vistiera distinto. Es más, tenía algunas amigas entre lo que ellos, los nobles, llamaban la plebe. Yo no me identificaba con la nobleza, yo era libre en todos los sentidos, me parece que ser noble es una atadura, por lo menos para mí. Es más, dije que quizás uno de mis roles del ego era ser desconfiada, pero más de los nobles; los veía fatuos y falsos. Es cierto que algunos campesinos trataban de lucrar con una o dos monedas, es una estupidez, pero bueno, quizá no lo hacían por maldad sino por ignorancia.
Algo había cambiado en mí. Royo me había dado un par de besos, sentía sus besos en mi boca, no le correspondía ni lo abrazaba, pero criado en un ambiente tan poco masculino, diríamos, lo tomaba como algo normal. No me imaginaba lo tibia, lo bastante tibia, que podía ser una noche con Royo, lo tibia y delicada que podía ser una noche con Royo.
Hasta que finalmente Bunder se juntó con padre y planificaron cuando sería la boda. Me sentía destruida, casi resignada. Salvo Dolencia nadie sabía de Aranet. Más nerviosa me puse cuando supe que habían invitado a dos reyes, uno de ellos Anán, cuya historia era conocida en varias comarcas.
Pero esa es otra historia.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Repasando incidentes de una vida ayuda a la entidad suprafísica a descargar engramas que del rol sufrió. La entidad relata lo mal que le resultó pasar de granjera a noble cuando su abuelo murió, no era su estilo, su tipo de vida. Habían preparado su casamiento y soñaba con otro. No podía elegir.
Entidad: Muchas veces repaso conceptualmente mis vivencias cual si viera varias veces una de vuestras películas de Sol III, y así como vosotros viendo varias veces una escena la pueden entender mejor o se pueden confundir más, repasando las vivencias me sucede lo segundo, me confundo más.
Entiendo que mi rol como Mina Valey era falible. Había nacido en una gran pobreza. Si bien su padre, Ander, se jactaba de ser artesano, como si ello fuera el mayor de los lujos, había días que Valey tenía que trabajar bastante para poder sobrevivir pagando impuestos y alimentado a su familia. Hasta que su padre, Simun, lo reconoce como hijo y éste hereda su título de nobleza. Ese rol en Umbro me marcó en muchos aspectos haciendo en mí eclosionar una crisis produciendo una grieta entre la emoción, los sentimientos, el afán de libertad y una comodidad que nunca había tenido. Dejo que mi rol, Mina Valey, a nivel personal relate esa vivencia para que pueda y se permita a sí misma descargar engramas.
Siempre fui pobre, creo que estaba en mí ser pobre, ser humilde. Veía la gente rica desde lejos y me parecía gente falsa, que impostaba toda esa pompa, todo ese lujo. ¿De verdad se sentían así o vivían fingiendo todo el tiempo con rostro hipócrita y por dentro se despellejaban entre ellos? Pero mi vida cambió cuando un abuelo que no conocía reconoce a padre.
Mamá Reta... Mamá Reta se sentía en otro mundo, no se había acostumbrado a vivir en otro lugar. Yo misma no me acostumbraba a adoptar ese papel, hasta tenía una dama de compañía, Dolencia, que era una mujer grande y al comienzo me sentía extraña mandándola, siempre me había acostumbrado que los jóvenes debían callarse ante los mayores pero yo era la dama y ella era quien me cuidaba, como decís vosotros, me cuidaba simbólicamente porque en las pocas salidas que he tenido jamás me ha protegido, creo que se ha escondido bajo de mi falda.
Y de repente, prácticamente obligados a tener un trato con los Belicós, conocer al hijo de Bunder, Royo, un joven al que consideraba muy pagado de sí mismo, como que si él se comprometía conmigo me hacía un favor. Está bien, yo era la nieta de Simun Valey, muy conocido en toda la comarca, pero ¿desde cuándo? Todavía no me acostumbraba a mi comportamiento, como diríais vosotros en Sol III, de dama de sociedad. Obvio que no me pude acostumbrar a la hipocresía, a la falsedad, al doble rostro, a las ironías, al sarcasmo y a todo ello. Y Royo era una persona cuyo tema favorito era él, y era la persona con la que me comprometía. -No sabes lo que es esta vida, lo maravillosa que es, Mina, no sabes lo bueno que es vivir aquí, estarás en mi palacio, no sabes lo bueno que es. Faltaba que dijera "No sabes lo bueno que es comprometerte conmigo", pero seguro que lo pensó.
Me invitaba a ver la clase de florete, donde todos los nobles de la comarca se acercaban, y Royo, muy egoicamente diríais vosotros, me mostraba como los vencía, como paraba las estocadas... su postura gallarda, según él. Yo lo veía como muy en pose, muy amanerado, no me atraía para nada. Y honestamente, era atractivo, esbelto pero... Comíamos mucho más delicadamente que antes -yo extrañaba esa carne estofada que comía en la granja, a ver, los guisados que hacía mamá Reta-, nos daban pequeños trozos de ave con legumbres apenas sazonadas con gusto a nada. Bueno, trasladad eso mismo a Royo, una persona -¿qué diría?-, sin sazonar; mi paladar afectivo lo sentía soso...
Y finalmente nos comprometimos. Y ya habían arreglado, entre papá Ander y Bunder Belicós. La boda que se haría en el palacio de los Belicós, tres veces más grande que nuestro palacio. Y de eso presumía Royo. -Te felicito querida Mina, habéis heredado un lugar maravilloso. Obviamente no se compara con nuestro hábitat, pero para vosotros... Y dejaba la frase incompleta. Pensaría "Para vosotros, que hasta hace poco no habéis sido nada ni nadie, ¿qué podéis pretender? Y obvio, estar casada conmigo es más de lo que habrás soñado en tu vida". Como decís vosotros, él la compraba y él la vendía.
Contrataron las mejores modistas para hacerme vestidos, vestidos que no soportaba; demasiado largos, zapatos con tacos altos a los cuales no estaba acostumbrada, no servían para montar. Y Royo me decía: -Te he visto montar, montas con una pierna a cada lado del lomo del hoyuman. Lo miraba como si me estuviera hablando con un idioma oriental. -Pues sí, ¿de qué otra manera se monta? -No, aquí las nobles montan sentadas en la silla de cuero, tomadas de la rienda y con las dos piernas juntas hacia el costado izquierdo. -Pero es incómodo. -Pero es elegante. ¡Ay, Mina, las cosas qué tienes que aprender! -Tomó un pañuelo y se secó el rostro. Pedí permiso para salir al jardín. -Te acompaño. -No, no, no, voy a caminar un poco y deseo pensar, si me lo permitís. -Por supuesto, adelante.
Demasiado gentil, demasiado caballero. Y no es que esté desconforme de que sea gentil y caballero; honestamente, yo misma no sabía lo que quería o quizá..., o quizá lo sabía demasiado bien. Me acordaba de ese guerrero que me había salvado, junto con Dolencia, de que nos ultrajaran y que nos mataran. De sus besos apasionados, de sus risotadas, de esa risa burlona, pero sana, para nada hipócrita y decía las cosas de frente y no tenía gestos amanerados. Y sí, era bruto, salvaje, ¡pero cómo me movía por dentro!, solamente con tocarme el rostro ya me acaloraba, pero como si fuera un volcán del norte. Y recordaba mucho más, sus manos en todo mi cuerpo, sus besos en todo mi cuerpo, la pasión con la que intimamos, y me caían las lágrimas cuando le dije que me tenía que marchar porque luchaba con mi pasión por ese guerrero y mi comodidad de estar en un palacio, bañarme en una tina caliente, tener sirvientes que me den de comer en la boca y un marido que cada tanto podía intimar, aunque me apasione tanto como ver a un drómedan en el desierto. Y me enojaba conmigo misma porque había rechazado la pasión, la vida, la libertad por una comodidad que en realidad era ficticia porque estaba prisionera de la hipocresía, de mi propia hipocresía, porque yo era tan hipócrita como esos que veía de pequeña, sólo me faltaba ser irónica, usar el sarcasmo como herramienta o como arma. -¿Por qué lloras? -Me sorprendió su voz, me doy vuelta. -Royo, estoy emocionada, por eso lloro, porque se acerca la boda. -¡Oh!, qué dulce. -Me acarició el cabello-. ¡Ay! Tu cabello huele a flores.
Por favor..., aquel que está más allá de las estrellas...
-¿Te he mostrado mi nuevo golpe de florete? -Sí, me lo has mostrado dieciséis veces. -¡Ay! Usé la ironía, me estoy acostumbrando a ello y él no se dio cuenta. -¿Dieciséis veces? ¡Qué bueno! Te enseñaré a usar el florete. Aunque no sé, porque las damas no usan esas cosas. No me pude contener y le pregunté: -¿Y qué hacen las damas? -¡Oh, no! Las damas sirven al marido, las damas cuidan su lugar. -¿Cocinamos? -No, hay cocineras, tú te dedicas a mí y cuando tengamos niños los criarás como buenos nobles.
Una vida muy tibia, demasiado tibia.
-Te han preparado una infusión caliente. Vamos adentro, podemos comer unas masas con infusión caliente, le han puesto una jalea dulce. -¡Oh, gracias! Gracias Royo, es lo que necesitaba, una infusión caliente.
Sí, para que mi interior no esté tan tibio. A ver si una infusión me podía calentar algo porque salvo el sol nada podía calentar mi persona, aparte de ese guerrero que nunca más vería, por decisión propia, por comodidad. Hasta que finalmente nos juntamos con papá Ander, mi futuro suegro Bunder y Royo. -Hay muchos invitados, vienen de otras comarcas, vienen a ver esta gran boda donde se unen dos familias. ¿Es así Valey? -Claro, claro, Belicós -dijo papá Ander con respeto.
Papá Ander, que tanto se jactaba de ser artesano, se sentía menos que Bunder Belicós. Yo no me sentía menos que Royo, no me sentía más tampoco, no sé cómo me sentía, hipócrita me sentía, muy hipócrita, enojada conmigo misma porque no sé si hubiera sido más feliz si el abuelo Simun nunca nos hubiera dado la herencia. No puedo decir nada, pero necesitaba una palabra de aliento porque me estaba desmoronando, me estaba desmoronando y mal.
Por la noche se acerco Dolencia, mi dama de compañía. -Le cuento algo que la va a hacer muy feliz. -A ver, la palabra de aliento-. El vestido que le hicieron es blanco con algunas líneas rosadas, le va a quedar hermoso, hermoso, señorita Mina.
Esas eran las palabras de aliento que menos esperaba. Me dolía el pecho, me dolía el pecho mal, me dolía el pecho muy mal. Y voy a hacer un juego de palabras: Estaba descorazonada, por lo cual no podía dolerme el corazón, lo que me dolía era el alma, como decís vosotros a eso que nos anima.
Gracias por permitirme desahogarme, espero haber descargado algo, un poco, una migaja, como las migajas que quedaban de mi felicidad, migajas, despojos, nada.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica La entidad relata un episodio en Umbro donde después de encontrar al amor de su vida lo matan delante de ella y la secuestran. Tenía que cumplir con la palabra dada, casarse con su prometido, quien a partir de ahora se vengaría de manera muy refinada.
Entidad: La situación era absolutamente incómoda, mi corazón casi se paraliza al ver a mi amado Aranet. Y me di cuenta de que no, que no podía seguir con esta farsa. Lo tomé del brazo a Royo, lo llevé aparte y le dije: -No podemos seguir con esto, de verdad que no te amo. Me respondió sin enojarse: -El matrimonio es otra cosa, nos vamos acostumbrando, tendremos hijos, somos nobles, iremos a reuniones. -Eso no es la vida que yo quiero -le contesté. -¿Qué vida quieres? -Estoy enamorada de otro. -No conoces a nadie. -Sí que conozco, fui con Dolencia, mi dama de compañía, a otro poblado no importa a qué. Un hombre, un guerrero me salvó de que me ultrajaran y me mataran. Nos conocimos de todas las maneras posibles y nos amamos y en mi debilidad... -¡Je! -rió Royo- y en tu debilidad te entregaste. -No, eso fue mi fortaleza, en mi debilidad lo dejé, en mi debilidad por la comodidad porque toda la vida fui pobre y tenía miedo de volver a serlo, pero me doy cuenta que esto no es lo mío. -Se ve que por tus poros sale quien eres: nadie. -¿Y con eso te piensas que vas a arreglar las cosas, insultándome?
Me desprendí de su mano y me marché. Le dije a papá Ander y a mamá Reta: -No me caso. Papá Ander temblaba: -¿Qué le digo a Bunder Belicós, qué le digo a su señora? No puedes hacer eso. -Mírenme. -Me alejé, desaté un hoyuman de una de las calesas y lo monté.
Pregunté a uno de los soldados por un hombre alto de cabello claro, me dijeron que había un tipo raro que había montado a un enorme felino y se había marchado por uno de los caminos laterales y me fui al galope. Finalmente lo alcancé, mi hoyuman se encabritó al ver semejante felino, ahí estaba otra vez Aranet, mi amor. Le dije todo lo que sentía, le dije que no me importaba sacrificar la comodidad porque en realidad no era un sacrificio, me di cuenta que mi sentido de la libertad era igual al de él y que el amor no tenía precio. En ese momento escuché galopes, nos cercaron por todos lados. Recuerdo a un hombre con unos ojos acerados, era el comendador Argamez, el hombre de confianza de Bunder Belicós, incluso se comentaba en los Belicós que Argamez tenía más ascendencia sobre Bunder que su propio hijo Royo. Lo que siguió a continuación fue una masacre, al felino de Aranet lo atravesaron a flechazos, Aranet mismo recibió una flecha en el hombro, me puse a gritar, un soldado me dio una bofetada, me jaló de los cabellos. El comendador Argamez atacó a Aranet, Aranet estaba en bajas condiciones por su herida del hombro, vi que lo atravesaron con la espada y otro soldado a traición, con un madero lo golpeó en la cabeza, le pateó el cuerpo y quedó ahí sangrante, inmóvil.
-¿Lo termino de matar, comendador?, está casi muerto. ¿Qué hago? -Déjalo, que se lo coman las fieras.
Me cargaron atravesada a un hoyuman y me llevaron de vuelta a palacio, me dejaron en una habitación. Vino un soldado, me trajo un plato de comida, no la comí, sí tomé un poco de agua. De verdad que el palacio era lujoso, la habitación tenía un baño, tenía una tina y hasta tenía un tazón metálico para beber. Tiempo después entró Royo. -Mujer, así que ese era tu amor, el salvaje que vino con el rey Anán. ¡Ja, ja, ja! -¿Qué has dicho a los demás invitados? -Que habías tenido un problema de salud, que la boda se suspendía por treinta amaneceres. Y los invitados se marcharon, con pena pero se marcharon. -¿Y mis padres? -¡Ah, ja, ja! Están encerrados en una mazmorra, en un piso alto, precariamente. Comen las sobras. A ti no, a ti te daré de comer bien. -¿Y te piensas que voy a cambiar de opinión? ¿Me retienes contra tu voluntad? ¿Por qué no en una cárcel, por qué aquí en la habitación? -Porque igual no te vas a ir, afuera hay dos soldados custodiando la puerta con su vida. Si por alguna razón escaparas, Argamez les corta el cuello a los dos previo torturarlos. -¿Me tomarás por la fuerza? -No, no, no me interesa, tengo cortesanas que se me regalan, soy Royo, soy el mejor esgrima de la región. -¿Y te piensas que con este florete puedes hacer algo? -Soy temible. -Temible es el comendador Argamez -le dije, tratando de herirlo. Puso una sonrisa irónica: -Mujer, ¿sabes por qué no me lastimas? Porque te desprecio, te vas a esposar conmigo voluntariamente, te voy a poseer con tu voluntad, no en contra de tu voluntad, vas a hacer lo que yo quiera con tu voluntad. -O si no, ¿qué?, ¿me vas a matar? -¡Noo, mujer, ¿qué dices?, jamás haría eso! Eso sí, no puedo decir lo mismo de tus padres. Ya pasó casi un día desde que se iba a efectuar la boda, quedan veintinueve días. -No entiendo. -¡Ay Mina! A los treinta días exactos nos casaremos. -O si no, ¿qué? -Ejecutaré a tus padres. -¿Te crees -lo desafié- que en nuestro palacio no saben que están aquí?, los vendrán a buscar. -¿Quién? ¿Qué fuerzas tienes? Somos diez veces más número de soldados, podemos acabar con todo e incendiar vuestro palacio. ¿No te has dado cuenta todos los que somos? Somos una fortaleza inexpugnable, invencibles. -En realidad tú no eres nada -le dije-, tu padre Bunder seguramente, pero tú no eres nada, eres un parásito. -No soy presa de los halagos y tampoco me molestan los insultos, estoy más allá de esas tonterías, ya voy a saborear el plato especial, o sea, tú, y te me vas a entregar sin protestar, sin resistirte o tus padres mueren. Treinta días, veintinueve faltan, veintinueve amaneceres, los anoto. Mientras, come, aliméntate porque si veo que dejas la comida tampoco tendrán comida ellos, ni Ander ni tu madre Reta, así que come, aliméntate. Tienes una tina, te daré un par de sirvientas que te ayuden a bañarte a diario, a asearte el cabello también. Tú te cuidas, yo cuidaré a tus padres, ese es el trato. No puedes hacer nada. Acuérdate, veintinueve días. ¡Je, je, je! -Y se marchó.
Estaba con tanto rencor que no hice preguntas. Al día siguiente vino a verme el comendador Argamez. Argamez era distinto, no me miraba como una mujer, no me deseaba, su anhelo era servir a Belicós. -Señorita Valey, ¿cómo se encuentra? -¿Cómo quiere que me encuentre? ¿Qué pasó con Aranet? -¿Se llamaba Aranet el salvaje que usted quería? Su cadáver quedó tirado en el camino, se lo habrán comido algunos cánidos que andan sueltos por la zona. ¡Oh!, no llore, ¿para qué?, aquí tiene de todo. No sea tonta, señorita, lo que le da Royo no se lo va a dar nadie. Lo miré con un desprecio tremendo. -No creo que usted hubiera vencido a mi amor si él hubiera estado en condiciones. -Mañana va a cambiar de opinión. -No entendí lo que me quiso decir. Al día siguiente me vino a buscar Royo. -Ven, vamos a respirar un poco de aire fresco.
La guarnición estaba exaltada, en la parte de atrás del palacio había una especie de anfiteatro, como un coliseo, y había una especie de tribunas pequeñas. Estaba Bunder Belicós, la mamá de Royo, me miraron con indiferencia y siguieron mirando para la arena. -Ahora verás -dijo Royo. Había varios soldados-. Esto no es crueldad, mujer, se ofrecen voluntariamente por un premio, un metal dorado al que gane. -Al que gane entre ellos. -No, al que gane en total.
Se enfrentaron dos, el combate era a muerte, luego otros dos, otros dos, otros dos y otros dos. Los cuatro ganadores se enfrentaron dos contra dos, cuando quedaron dos se enfrentaron entre ellos hasta que salió victorioso un soldado joven, esbelto. -¿Ese es el ganador? -Aún no, mujer, espera.
Vi camino a la arena una figura con un saco gris con capucha, se sacó el saco, lo dobló bien, quedó con un pantalón, una camisa y un pañuelo rojo, era el comendador Argamez. Levantó sus manos saludando a la gente y se enfrentó al ganador, al soldado esbelto. En pocos instantes acabó con él. La destreza, la rapidez que tenía con la espada era increíble. -¿Ves?, nos ahorramos una moneda de oro, Argamez nunca pierde.
Se acercó al palco, se inclinó saludando a Bunder Belicós, luego devolvió su mirada acerada y me miró a mí haciendo una pequeña mueca irónica, como diciendo "¿Ve, señorita?, nadie puede vencerme".
Las lágrimas corrían por mi mejilla, el futuro que me esperaba no era esperanzador, en realidad no tenía un futuro que me esperaba: si no me casaba mis padres morían, si me casaba moría yo en vida. ¿Pero a quién le voy a echar la culpa? Yo elegí esto, yo dije que sí, yo era la débil que angustiada de la pobreza busqué estúpidamente la comodidad. Mis anhelos, mis sueños estaban enterrados en una incertidumbre oscura, gris, nada.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Estar encerrada entre rejas y guardianes hasta el día de la boda. Es lo que tenía que soportar por mantener en vida a sus padres y por tener alguna oportunidad de cambiar la situación.
Entidad: Siempre he tenido amor por la libertad, lo único que puede hacer tambalear mis convicciones es la incertidumbre, esa maldita incertidumbre de no saber qué será de tu futuro y eres como el naufrago que de repente se le hunde su bote, no sabe nadar y se aferra a un hierro candente, y ese hierro candente te abrasa, te quema, derrite tu instinto de conservación dejándote vacía, sin esperanzas. Papá Ander siempre se jactaba. Si yo tuviera que decir, a ver, ¿de qué me jacto yo?, de razonar. No sé si eso es inteligencia o un gran instinto o intuición, llamadlo como queráis, es lo mismo. Lo mío no tenía salida.
Sé de anécdotas de guerreros que diestros en la lucha, rodeados por muchísimos enemigos saben que no van a sobrevivir pero piensan "Bueno, les costará caro, me llevaré conmigo la mayor cantidad de enemigos posible". Salvando las distancias mi plan era, aunque sea remotamente parecido, pactaría con Royo, sí, me casaría con él, me entregaría a su tibia persona, sentiría asco por sus tibios abrazos, sería hipócrita, disimularía bien. No al comienzo pero pasados algunos amaneceres o anocheceres vería la forma de tener conmigo un pequeño puñal y se lo clavaría una y otra vez en el cuello cuando esté yaciendo conmigo. Después me ejecutarían y seguramente a mis padres pero Royo ya no estaría en el mundo de los vivos. La otra salida sería no hacer nada, casarme, salvar a mis padres y ser una muerta en vida. No. No yo, no Mina Valey. Se abrió la puerta interrumpiendo mis pensamientos. -Señorita Valey... -Comendador Argamez. -Le traigo la comida. -Muy amable. -¿Sabe señorita que quedan pocos días? -Lo sé. -Me miró intrigante. Argamez no era ningún estúpido pero notó en mí un cambio de tono, no amable, quizás accesible. Levantó las cejas, una, la derecha en signo de interrogación.- He recapacitado, comendador, cuando mi prometido Royo esté disponible -bajé la cabeza fingiendo humildad-, quisiera hablar con él. -Hizo un gesto con la boca, pensativo. Me miró fríamente y habló, exento de sarcasmo. -Se lo comunicaré. Coma -asentí con la cabeza. Por lo menos tenía una pequeña mesita y una silla. Y comí.
Royo no vino y me creció la incertidumbre, se habría arrepentido, ya no le importaría, se le habría pasado el capricho porque no me imagino a Royo amando a alguien. No, no me lo imagino. Aunque yo tampoco me imaginaba tiempo atrás amando. Sí, soñaba, como los cuentos que nos dicen a las niñas, que te vienen a buscar en un hoyuman blanco, pero de los cuentos a la realidad... El amar va más allá, es el aire que respiras, los besos, las caricias, el necesitar a la persona, sí, porque también es querer, sí. Disfrutar incluso hasta de sus errores, de sus equivocaciones. Aranet no nació noble, yo tampoco pero era muchísimo más noble, muchísimo más caballero que todos los que conocí aquí. Seguramente papá, si hubiera aparecido por casa, lo hubiera mirado quizá con el mismo desprecio que miraba a los campesinos, como si artesano fuera, ¡ah!, la noble tarea. ¿Que era importante? Sí, no os confundáis, yo no desprecio al que trabaja, al que labra la tierra, al carpintero, al herrero jamás. Desprecio al bandolero, al que ultraja, al que mata. Quizá no me habéis entendido el sentido con que lo dije; papá era un artesano y se creía un rey hasta que vio a nobles verdaderos y se sintió disminuido, porque lo he visto en muchas personas eso, personas que desprecian al de abajo y se sienten poquito, poquito con el que supuestamente es de arriba, como si el título te diera altura. Qué gente estúpida, qué gente cretina, verdaderamente. Sí que desprecio a la gente que piensa así. Si dicen que eso no me hace buena, ¡qué problema me hago! Honestamente, ¡qué problema me hago! No podré dormir por lo que piensen de mí. Estoy siendo muy irónica.
Por la mañana, luego de desayunar, me trajeron un poco de pan con leche caliente de un cabrío. Me había levantado con apetito. Al rato vino Royo, él sí irónico, tenía menos modales que su comendador. -¡Ja, ja! ¿Querías hablarme, Mina? -Sí, discúlpame todo este tiempo. -¡Ja, ja! ¿Te has amansado? -No quise portarme tan groseramente contigo. -Evidentemente tienes miedo de que ejecute a tus padres. Faltan pocos amaneceres, ya pasó la mitad de los treinta días o quizá más. A ver, tengo un papel donde llevo la cuente de los días. ¿Y tú? -No, Royo, sabes que yo no llevo nada conmigo, pero he pensado en mi vida, en la granja donde no tenía nada, donde en el crudo invierno no había ropa que me abrigase, ni mantas que me cobijasen y me di cuenta lo tonta que fui. Quizá es cierto que al comienzo podría no amarte con esa gran pasión pero debo ser honesta contigo. -Falsa, necesariamente falsa. ¿Honesta? -Sí, Royo, me empezó a gustar el lujo, esta nueva vida, estar protegida. Y nada menos que por ti, un campeón de esgrima. Mi esposo un capeón de esgrima. -Había tocado su vanidad. -¡Je, cómo cae la gente! ¿Te das cuenta? ¿Te das cuenta que al final terminas valorándome? -Estaba ciega. No, no me he daba cuenta hasta ahora. -¿Entonces, mujer, aceptarás la boda? -Sí, sin ningún reproche, y me entregaré a ti sin ningún reparo. Lo que tú digas, lo que tú quieras. -Bien, esta vez no habrá mentiras, no habrá engaños. -No, Royo, estos días de soledad, aquí encerrada me han servido para recapacitar, para darme cuenta de lo que me faltaba, lo que no tenía. -O sea, yo. -Te dije, no quiero mentirte, no es solamente tú, es el palacio, el lujo, el mármol de las escaleras, la tina con agua caliente, los perfumes, la ropa, todo. -Todo eso te ofrecí -replicó Royo- y todo lo habías rechazado por esa bestia que Argamez mató y dejó en el camino. Qué esfuerzo tenía que hacer para disimular y no arrancarle los ojos con mis uñas. -Al contrario -dije-; sí, el comendador hizo un favor, al fin y al cabo a ti y a mí, me limpió la mente de pensar en tonterías, en estar andando por el barro. Al fin y al cabo heredé un título, los Valey somos nobles, pero nada que ver con vosotros, los Belicós. -¡Ajá, ja, ja, ahora te das cuenta, ja, ja, ja! ¿Te das cuenta lo importantes que somos? -Sí, mi señor, si me permites decirte mi señor. -No, no, dime Royo ahora, ya me dirás mi señor. Organizaremos todo. -Se frotó las manos-. Es más, para hacer todos los preparativos e invitar a todos de nuevo tendrás quince días más, o sea, recién a partir de ahora correrán los treinta días. En treinta días nos casaremos. Le tomé las manos. -Y será un placer y un honor -le dije. Aprovechó que tenía su cara cerca mía, acercó su rostro e intentó besarme en la boca y tuve un impulso hipócrita, evité el beso y lo abracé-. Gracias, gracias.
Al abrazarlo evité el beso y ahora tenía treinta días más para seguir reflexionando. De repente se separó y me miró. -Al aceptar la boda, ¿quieres andar libremente por los pasillos para tener la posibilidad de escaparte y huir de aquí? Lo miré con ojos asombrados, podía haber sido una actriz de la zona ecuatorial. -¡Qué dices! Déjame aquí, no hay problema, no me interesa salir, basta que me lleve algún soldado y con dos sirvientas pase al baño principal y pueda darme un baño en una tina con agua perfumada. -Está bien Mina, irás a una habitación más cómoda, tendrás una buena ventana con una vista hacia afuera. Obviamente la ventana tiene rejas, seguirás vigilada, por supuesto, con un par de guardias afuera pero tendrás más comodidades. -No esperaba menos mi señor, eres verdaderamente noble y lo demuestras. -Hinchó su pecho de vanidad. -¿Te das cuenta lo que casi te pierdes?, casi me pierdes a mí, a Royo Belicós. ¡Ja, ja, ja, ja! Soy magnífico. -Sí, mi señor. -No, mi señor no, solamente Royo, por ahora todavía no soy tu esposo. Ya te poseeré y verás lo que es un hombre. -Entre mí pensaba, sí, más tibio que el agua de la tina pero evité el gesto, bajé los ojos. -Gracias -dije nuevamente.
Me palmeó la cabeza como si fuera una niña y se marchó. Ahí sí, con la puerta cerrada pude expresar mi mirada de odio, de furia, de rencor. Ya vería la forma de hacerme un pequeño puñal, clavárselo una, dos, tres, diez, cien veces. Sí, me entregaría a él y él me entregaría su vida, ese era mi plan. Ese era mi plan.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Estaba libre. La batalla entre su raptor y su amado la liberó de una muerte en vida. Pero la violencia de aquellos momentos y recuerdos pasados jugaron mal en su mente. Ya no era ella misma. Tenía que elegir.
Entidad: Vuelvo a recordar el rol de Mina Valey, mi infancia, la pobreza en la que vivíamos. Lo irónico de mi padre, Ander, que siendo un sencillo artesano se veía ante los labradores como el más encumbrado de los nobles. Aclaro que para mí todo trabajo es loable, desde los que recogen las basuras en las ferias hasta quienes limpian los traseros de los reyes. Y no lo hablo con sarcasmo, para nada, el que así lo crea no es mi problema.
Siempre soñé con algo más, pero a ver, mi mente era lo suficientemente lúcida, suficientemente lúcida para separar lo que era un anhelo, un sueño de una realidad. Así y todo arrastraba engramas. No tenía muchos amigos varones pero recuerdo que padre, siendo yo adolescente, tenía un ayudante, Ramos, que una vez había quedado sola en el taller con él, padre había ido hasta el bosque de los taladores a buscar unas maderas y si bien la cosa no pasó a mayores intentó acercarse indebidamente. Yo no tenía muy buen concepto de Ramos, era un joven bastante violento, en el poblado había tenido dos reyertas, a otro joven lo había herido gravemente en el abdomen con un puñal y a otro directamente lo había matado en una pelea. No lo juzgaron porque los testigos dijeron que el otro lo había provocado. Pero me había quedado cierto engrama, un engrama que en todo el tiempo que Royo Belicós me tuvo encerrada se fue acrecentando porque tenía una lucha interna entre mi odio, mi ira y mis miedos. Había logrado posponer la ejecución de mis padres hasta que finalmente modifiqué mi futuro aceptando la boda y de esa manera el joven Belicós les perdonaba la vida. Lo cual no era así, mi plan era matarlo y luego la guardia o el cruel comendador Argamez se encargaría de matar -él mismo mataría con su espada- a papá Ander y a mamá Reta. Pero todo cambió.
La mente de Royo no razonaba cuando se enteró que venían tropas del rey Anán y no entendía por qué hasta que el comendador Argamez le dijo que las comandaba Aranet. Tuvo un ataque de furia. -La boda no se va a suspender, si nuestro castillo cae tus padres morirán, tú morirás. -Sacaba su florete, lo sacudía para todos lados contra enemigos invisibles, daba la impresión que estaría perdiendo la razón.
Pasaban los momentos, afuera se escuchaba el fragor de la batalla. No pensaba en nada, cerraba los ojos, me sentía descompuesta, odiaba la violencia. Me acordaba de adolescente, de ese Ramos, había marcado mi adolescencia y muchos de vosotros no entendéis que cuando de joven algo te marca te queda la muesca para toda la vida. Y todo sucedió como en un sueño. Aranet entrando, el cobarde de Royo apoyando su arma en mi cuello amenazando con matarme, no esperaba menos. Aranet, supongo por estrategia, no me miraba ni pedía por mi vida, decía que lo iba a cortar en pedazos logrando finalmente aflorar el impulso egoico de Royo, cortándole el brazo y luego viendo con mis ojos rodar la cabeza del joven Belicós. Sentí como una especie de desmayo. Me abracé luego a Aranet diciendo palabras que luego no recordaba.
Me llevaron a ver a mis padres. Por el camino me encuentro con Dolencia, mi dama de compañía. -¡Tú estabas muerta! ¡Pensé que estabas muerta! -No señorita, no señorita, aquel que está más allá de las estrellas me quería viva.
Me abracé con Dolencia y fui a ver a mis padres, abrazo interminable con ellos. Infinidad de muertes en las afueras del palacio. Me enteré de que el propio Aranet había matado a Argamez, el cruel comendador. Pero algo se había quebrado en mi interior y se lo dije a Aranet. -No sé qué pasa conmigo. -En qué sentido, mujer. -Tu rostro, tu gesto. Cuando cortaste el brazo de Royo y luego arrancaste su cabeza de cuajo era el mismo rostro que si tomaras una bebida espumante. Aranet me miró como no entendiendo. -Te iba a matar. -Sí, ya sé, ya sé. Es... Siento dolor en el pecho, me duele el estómago. -Mujer, no entiendo. -No soporto la violencia, he tenido pesadillas mientras estuve encerrada, veo los muertos en el campo de batalla y veo que tú, imperturbablemente matas. La cara de Aranet se suavizó pero a su vez sus ojos mostraban dolor y a su vez inconformidad. -Pero eso lo puedes decir del comendador Argamez, que no valoraba la vida de nadie. Me dieron por muerto dos veces, tres veces, he resurgido. He provocado esta guerra, he venido a rescatarte. -No lo niego, pero no lo has hecho sólo por mí, lo has hecho por ti. Desconcertado, Aranet dice: -¿En qué sentido lo he hecho por ti, y por mí? -Tu orgullo. No podías permitirte perder y no te interesaba Belicós, te interesaba Argamez, era un desafío que tenías. -No entiendo tu postura. ¿Qué pasa contigo, Mina? -No quiero vivir en la violencia. -Ya se terminó todo -argumentó Aranet. -Nunca se va a terminar. Vi que el rey se marchó con los soldados, veo que los salvajes se quedan contigo. -Sí, iremos a la comarca de Baglis, donde está el lago, donde está la isla. Iniciaremos allí una nueva vida para nosotros. -Con más guerras -agregué. -Mujer, yo no provoco las guerras. -¿Y esta? Por primera vez perdió la paciencia. -¿Hubieras preferido acaso que te dejara en manos de Royo? ¿Qué pensabas hacer, casarte con él? -Sí, y luego matarlo. -Y luego te mataban y mataban a tus padres. ¿O qué pensabas? -Pensaba eso, mi ira podía más que mis miedos. -Te he salvado de eso. -Lo has disfrutado -le dije. -Mujer, yo no disfruto las muertes, yo no disfruto la guerra, yo no disfruto las batallas. Jamás he provocado una excepto esta. ¿Qué podía hacer? Eres irracional. -Sí -le respondí-. Mi mente está irracional. Tendría que estar agradecida pero estoy horrorizada. -Y yo estoy molesto, siento como que todo lo hice por nada. Aparte, no pido agradecimiento, te vine a buscar por amor. -Eres muy frío, te da lo mismo matar que tomar una bebida. -¿Ese es el concepto que tienes de mi? -preguntó Aranet-. ¿Cómo me has conocido? Ibas con tu dama de compañía, me has conocido guerrero. Te he salvado la vida, luego hemos intimado. No me conociste de otra manera, ¿por qué me juzgas ahora? ¿Cuál es la diferencia de aquel Aranet al actual? -Quizá cambié yo -le dije-, quizá tanta violencia, los días encerrada me hicieron cambiar mi manera de pensar. -O sea, que has dejado de amarme. -No, no sé. -El que ama no duda -argumentó Aranet-, el que ama no cambia. Parece que lo tuyo era simplemente un resplandor, un espejismo, una ilusión. Nunca fui un caballero andante, nunca fui ese príncipe de los cuentos del teatro ecuatorial. -Ahora eres noble. -Es una tontería mujer, no me hace más y no me hace menos, soy yo. -No, has cambiado tus modales, pero al cambiar tus modales eres más frío. -Tu mente me ve de esa manera. -Mis ojos te ven de esa manera -repliqué. -No, tu mente me ve de esa manera. Dime qué hacemos, qué espero de ti. Negué con la cabeza: -Nada, no me siento preparada. Vas a matar a los Belicós, a Bunder y a su esposa. -No voy a matar a nadie, a nadie más. Anán dejó una guarnición, se quedarán, se quedaran con este palacio. La guardia ganará más, serán leales al rey Anán. Los Belicós quedarán, se les respetará la vida, no se les tratará mal. ¿Qué harás tú? -Volveremos a nuestro palacio, el abuelo Simun ha reconocido a padre. Ahora somos nobles, al igual que tú, pero no queremos guerra, ni violencia, ni nada. Sencillamente, necesito estar sola. Aranet asintió. -Entiendo. -No -grité-, no entiendes nada, no sabes nada de mí, de mi soledad, de mis problemas, de los traumas internos. -Yo sólo sé -volvió a argumentar-, que me has conocido así, guerrero, ese guerrero que te salvó la vida a ti y a Dolencia. No cambié. Tu mente me ve de otra manera porque tu mente está afectada. Y no fui yo quien te la afectó. -He pasado por cosas de adolescente, un ayudante de mi padre era violento. -No tengo nada que ver, no te conocía. No me compares con nadie, no tienes derecho, me pones a la altura de Argamez, ese cruel comendador. Te hubieran matado a ti y a tus padres si tú matabas a Royo. No me compares, no me insultes. -Soy yo -expliqué-. Ya sé, ya lo sé. -Me quise acercar a abrazarlo para despedirme, puso sus manos al frente. -No, no, no, no, no, no. Esos que tú ves, Otar, que en este momento es el que lleva delante la tropa de los bárbaros, su sobrino Dumir, no cambian de manera de pensar. -No han pasado por lo que pasé yo. -Mujer, tú no has pasado ni la décima parte de lo que he pasado yo. -Pero tú te has criado así. -Claro, yo me he criado así, yo me he criado así. Bien, bien. Dicen que a la persona se la conoce por los hechos, yo te conozco por tus palabras. -A la gente no se la conoce por las palabras -dije. -Sí, cuando la persona está desnuda interiormente, como lo estás tú ahora, que sacas todo a relucir, es cuando se te conoce. A la gente no se la conoce en los momentos alegres, tú estás mostrándote desnuda de adentro. -Y ahora me estás juzgando tú -le dije. -Para nada mujer, solamente digo lo que pienso. -Y por qué me niegas el abrazo. -¿Para qué quieres el abrazo? Has decidido ya estar sola. -Quizás en el futuro cambie de idea. -No, no, no, no, porque no te creería. Lo que sientes ahora, lo que expulsas ahora, ese veneno que lanzas es lo que eres, y no pongas la excusa de la soledad, de los días que estuviste encerrada. Tú no sabes lo que han pasado otros, cada uno sabe lo suyo, hay gente que se templa y hay gente que se quiebra. -Claro -dije-, y yo me he quebrado, según tú. -Lo dices tú, mujer. -¿Por qué no nombras, por qué no dices mi nombre? Aranet sonrió tristemente. -Mujer, el nombre no hace a la persona, otras cosas hacen a la persona. Es cierto que he cambiado, me lo hizo notar mi amigo Gualterio, el rey Anán para vosotros, dice que ya no tengo la sonrisa, dice que ya he perdido la capacidad de jugar con los animales, que me embarga la tristeza, la melancolía. Sí, quizá he cambiado en mis formas, pero no he cambié en el sentir. Te sigo amando mujer, ¿pero sabes cuál es la diferencia? -¿Cuál? -pregunté. -Tengo dignidad. Al único que le pido, al único que le ruego y nunca por mí, ¿eh?, siempre por los demás, es aquel que está más allá de las estrellas, a nadie más imploro cosas. Ni siquiera pido y menos amor, el amor se conquista, el amor se gana, el amor no se ruega. ¿Tú has cambiado de idea o has despertado de esa ilusión que sentías? Allá tú, es tu problema, mujer, no el mío. Desde este momento me desentiendo. Me marcho con Otar y los bárbaros. Voy a rehacer... Voy a rehacer Baglis.
Dio media vuelta. Miré su espalda marcharse cerrando la puerta tras de sí. Mi corazón estaba partido en un millón de pedazos. Pero no había excusa. ¿Lo mío había sido una elección? ¿Cobardía? Como diríais vosotros, ¿engramas? No soportaba la violencia. Aranet tenía razón, él no había cambiado.
No sé qué más decir, no me siento bien. El volver con mis padres no sé si será consuelo, quizá la soledad me ahogue, quizá busque castigarme. ¿De qué? Ni yo misma me entiendo, es todo ilógico. ¿De alguna manera estoy castigando a Aranet? No, es muy fuerte y si sufre no se entera nadie, soy yo la que se está haciendo pedazos y no hay un por qué. Puedo vivir un millón de amaneceres y no voy a terminar de entenderme. Mi mente estaba quebrada y Aranet no era responsable de ello. No tengo más nada para decir y no quiero ser presionada. Basta. Basta.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica La entidad, en el rol de Mina, en Umbro, recuerda que si bien estaba libre del secuestro al que había sido sometida, no estaba de acuerdo en cómo la libertaron, a golpe de espada con su secuestrador y porque el libertador era un salvaje.
Entidad: Padre Ander me miraba, cuando lo miraba bajaba la vista. Su rostro estaba compungido, facciones serías, enojado, confundido. Por enésima vez me dijo: -A ver, Mina, quiero entender qué pasó, qué has hecho. Nos tuvieron prisioneros, hubo una batalla, nos liberaron. ¿Qué pasó? Estaba todo bien... -No estaba nada bien -le respondí. -Estaba todo bien -insistió papá-, al punto tal que los Belicós nos consideraban sus iguales, el mismo Bunder me trataba de tú. -Padre, gracias al abuelo Simun tienes un título que no te sirve de nada. Vivimos mejor que antes, ahora tenemos gente, deja de ser un artesano para ser un simple feudal. -Yo no me considero simple. -argumentó padre. Mamá Reta no decía nada. Madre me tomó de la mano, me llevó a la cocina. Me dice: -Tenemos muchos más metales, metales dorados. No entiendo porqué parte de la fortuna de los Belicós vino a nosotros. Indemnización. ¿por qué? ¿Qué pasó? No le respondí. Le pregunté: -¿Por qué no tienes gente que te ayude en la cocina? ¿Por qué haces tú las cosas? ¿Qué pasa que no te adaptas? -Me gusta hacer las cosas yo. -¿Y por qué no las supervisas? Tienes un montón de gente en el poblado que necesita trabajar. No todos pueden vender frutas, verduras, carne, algunos comen de las sobras. -Nuestro poblado no pasa hambre. -Eso crees tú mamá. Lo mismo padre, lo único que falta es que siga de artesano. -Pero tú no le explicas a padre qué pasó, ni a mí. -Está bien, en la cena hablamos.
Me senté con padre y madre y les dije: -¿En el tiempo que estuvisteis en prisión nadie os comentó nada? -Que no te querías casar -se atrevió a decir mamá-, que nos iban a matar a todos. ¿Qué pasó con Royo, el mejor candidato? ¿Qué pasó por tu cabeza? Dijeron que había un bárbaro que te quería llevar con él, que te quiso secuestrar, que te rescataron. -¿Quién dijo? -La gente. -¿Quién es la gente, mamá? -Los que hacen comentarios. -Está bien, es un círculo cerrado esto. Primero, yo no estaba enamorada de Royo, conocí a una persona y... intimé con él. -¡Hija! -Madre se tocaba la cabeza y se tapaba la boca como si le hubiera dicho que cometí diez crímenes. Padre me miraba, me molestaba más su silencio que las exclamaciones de madre. Continué: -Y le dije a Royo que no me interesaba. Causalmente -porque no existe la casualidad-, cuando vino el rey Anán, esa persona con la que tuve intimidad, que a propósito me salvó la vida más de una vez, estaba con los reyes pero al verme se fue y lo seguí. Y Royo mandó a su comendador Argamez, nos atacaron. A este hombre que yo tanto amaba lo dieron por muerto y a mí me llevaron y me encerraron en una habitación sin que tenga contacto con vosotros. No entiendo como esta persona que amaba tanto resurgió de la muerte, debe tener un trato con aquel que está más allá de las estrellas, y vino con soldados de Anán, el rey, y otros bárbaros que lo seguían y venció a los Belicós. Lo que no os he contado es que cuando entró en la habitación mía, Royo estaba a punto de degollarme. Este hombre al que yo amaba hizo una especie de trampa tocando el amor propio del que era mi prometido; cuando se abalanzó con su pequeño florete éste hombre le cortó el brazo y luego le cortó la cabeza. -¡Pero entonces es un salvaje! La miré a mamá y le dije: -¿Acaso no me has escuchado que Royo estaba a punto de degollarme? ¿Y le dices salvaje al otro? Por primera vez habló padre. -Entiendo toda la historia. ¿Qué pasó? ¿Por qué no te fuiste con el otro? -Porque... porque no sé, porque me impresionó ver que le cortara de cuajo la cabeza y la viera rodar por el piso, ojos sin vida, cabeza separada del tronco. Me agarró un mareo, estuve a punto de descomponerme. -¿Y el hombre qué dijo? -Que... ¡se llama Aranet!, y dijo que así lo conocí yo. Y es cierto, estaban a punto de ultrajarnos y luego matarnos cuando él nos salvó la vida. -¿A ti y a quién más? -A Dolencia, ¿quién otra me acompaña siempre? -¿Pero es un salvaje? -preguntó mamá Reta. -Es un salvaje, es un guerrero. Tiene sus maneras. Pensé que me acostumbraría pero se me eriza la piel, me da como temor, como recuerdos. Recuerdo que dijo, madre: -Nunca presenciaste hechos de violencia, graves por lo menos. -No sé, tengo como recuerdos, recuerdos que quizá no son míos. -¿Puedes hablar claro? -dijo papá Ander. -¿Hablar claro? Es como si hubiera vivido antes otra vida con otro nombre y hubiera pasado por hechos de violencia que me hicieron mal. -¡Qué cosas dices, hija! -inquirió mamá-, te ha dejado medio tonta de la cabeza todo este episodio de batallas, de secuestros, de salvajes. No somos así nosotros. -¡Ah! ¿no? ¿Cómo sois? A ver, ¿cómo sois? Tú estás acostumbrada a ser esposa de un artesano, no te acostumbras al título del abuelo, ya no somos pobres y sigues sola en la cocina. Madre, por primera vez mostró su carácter. -¿Y tú qué Mina?, ¿acaso te vistes como una dama? Estás con zapatos de lona, ni siquiera usas zapatos de cuero y tu vestido es un vestido viejo. Te pueden confundir con una chica cualquiera del pueblo y nos dices a nosotros. Sigues teniendo a Dolencia como dama de compañía cuando podrías tener tres o cuatro. Ahora tienes una tina con agua caliente y no permites que te ayuden cuando las nobles tienen tres o cuatro asistentes mujeres que no dejan que ella haga nada, hasta tienen un trozo de un material perfumado blando que te limpia toda la suciedad. He visto nobles con las uñas cortadas y pintadas, tú te las cortas pero las luces al natural. No te pintas, no te arreglas... ¡Mira tu cabello!
No me gustaba la conversación incómoda donde cada uno señalaba los defectos del otro.
Padre, más concreto, dijo: -A ver, lo resumo. Te habías comprometido más que nada porque no había nada en el horizonte que te agrade. Y bueno, para ti Royo era un mal menor, hasta ahí lo entiendo. Conociste a ese salvaje o guerrero o como le quieras llamar, alguna locura pasó por tu mente para intimar con él. Luego volvió tu cordura y lo dejaste y asumiste el compromiso. Pero algo pasó por tu mente cuando lo volviste a ver, cuando vino con el rey Anán. Lo volviste a ver y otra vez te agarró esa congoja, ese deseo por ese salvaje y rompiste la relación con Royo, que como represalia te encerró. Y nosotros, sin comerla y sin beberla nos encerraron también. -O sea, que ahora yo tengo la culpa de todo -argumenté. -Hija, nosotros no hicimos nada. Pero déjame seguir. Ese guerrero Aranet nos rescató. Perfecto. Incluso mató al comentador, ¿sí?, a ese tal Argamez. Impidió que Royo te degollara, te impresionó que le cortara la cabeza pero te salvó la vida otra vez. Bien. Hubo una batalla, cientos de muertos para rescatarte. ¿Y para qué?, no querías a Royo, terminaste rechazando al guerrero. Explícame qué pasa por tu cabeza porque yo no entiendo nada. Me criticas a mí de que sigo siendo un humilde artesano con todos los metales dorados que tengo, la nueva vivienda que heredé del abuelo Simun Valey. La criticas a madre porque no tiene ayudantes en la cocina. Y tú, ¿qué? ¿Qué pasa contigo? -No lo sé -respondí. -¿Lo amas a esa persona o era un espejismo? -Hay cosas que me da pudor decirlas. Hemos puesto todo sobre la mesa, nos hemos echado en cara un montón de cosas. A ver, bueno, lo diré. Por las noches sueño con él y me estremezco, siento que está encima mío. -¡Hija! -exclamó madre. -Madre, ¿cómo me has tenido con padre? ¿Aquel que está más allá de las estrellas me puso dentro tuyo o fue la semilla de padre? ¿O no hicieron nada? -¡Pero lo dices de una manera! -exclamó madre. -Y cómo quieres que lo diga, ya no soy una niña, vosotros sois grandes, si fuera varón me permitiríais hablar más claramente. Sí, sueño con Aranet, sueño que estoy con él, todas las noches sueño que estoy con él. Y padre comentó: -¿Y qué pasa con la impresión, con ese rechazo del salvajismo? -Fue momentáneo. -¿Y qué piensas hacer? -Sé que está en territorio Baglis, que hay una comarca grande. Tiene título de noble dado por el rey Anán. Se viste distinto, el territorio tiene una gigantesca laguna y en el medio una isla con una enorme fortificación, y un lugar feudal tan o más grande que el nuestro. -Perfecto. ¿Y qué piensas hacer? Te lo pregunto por enésima vez: ¿Qué piensas hacer? -Voy a elegir el mejor coche tirado por dos hoyumans, Dolencia me acompañará. Iré a hablar con Aranet. -¿Y qué harás? -insistió padre. -No sé, hablar... Después se verá.
Terminamos de comer. Me fui a acostar, no dormí en toda la noche. Mentalmente Aranet estaba conmigo me abrazaba, me besaba, me acariciaba, me estremecía. Necesitaba verlo, necesitaba hablar, necesitaba... necesitaba. No quiero hablar más, no por ahora.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Se sentía atraída por aquel hombre, por lo que decía que era, por lo que le contaba. Admiraba su seguridad pero no soportaba que hablara así de seguro. Pero no podía dejar de escucharle.
Entidad: Había estado muy incómoda, prácticamente no pude dormir a la noche. Con una silla había sujetado la puerta para que no se pudiera abrir de afuera y bajo mi almohada tenía un puñal.
Había en mí dos anhelos opuestos: por un lado me reprochaba por qué me quedé en la posada, por qué no fui directamente a ver a mis padres. Por otro lado mi otro anhelo o impulso o como queráis llamarlo, fue el que venció, el que me hizo quedar, tenía deseos de seguir escuchando a Rébel. Había un pequeño recipiente con agua y un paño al costado, me pude higienizar. -Detalle: el agua era perfumada, se ve que tenía un extracto de flores-. Me sequé con el paño, me cambié de ropa y bajé. Rébel ya estaba tomando una bebida. Se paró(levantó), corrió la silla y me senté a la mesa. Sonrió no solamente con su boca, sonrió con sus ojos. No sé que me pasaba, veía su pelo largo, su barba recortada, su saco de cuero que le quedaba muy bien, la capucha que no la tenía puesta sobre la cabeza, al costado veía su puñal, su espada y en la silla de al lado había dejado su arco. Me preguntó cómo me encontraba. Le dije la verdad: -No lo sé. No había nadie en la posada y no era tan temprano, le pedí que me siguiera contando cosas. Me dijo: -Bueno, Mina, ya sabes que perdí a mis padres de chico, te lo había contado. Que trabajé en caballerizas, en almacenes, en posadas incluso más viejas y más sucias que esta, aprendí distintas técnicas... -¿Pero qué más haces, sabes leer y escribir? -Te había dicho que sí, no soy un iletrado, el hecho de trabajar juntando estiércol en caballerizas no me denigra, denigrar pasa por otro lado, pasa por cometer abusos, desmanes. Quise provocarlo: -¿Y acaso tú no lo haces? Dices que eres bueno con la espada, participas en torneos para ganar metales. -Rébel se puso serio. -Tú no eres quien para juzgarme. Tú eres una dama, has vivido en el lujo -le retruqué. -¡Qué equivocado que estás! Mis padres eran humildes hasta que hace poco tuvieron una herencia. Nunca fui rica y no me interesan los títulos. -Pero ahora huyes -me increpó Rébel. -No huyo, vuelvo a mi hogar para buscar armonía. Estuve a punto de morir y no quiero más recordar eso, por eso quiero que me cuentes de tu persona. -Me miró a los ojos y me tomó la mano. -Te vas a terminar enamorándote de mí. -Retiré la mano inmediatamente. -¡Quién te crees que eres! -le increpé-, no eres nada especial. -Rébel se encogió de hombros. -Seguramente que no, pero me considero bueno en lo que hago. -¿En qué? ¿En ganar torneos? ¿En sacar metales a quienes vences? -Discúlpame, ellos se anotan, ellos pagan para participar. -¿Y por qué lo hacen si saben que eres bueno? Si tú mismo has dicho que se corre el rumor en distintas regiones de lo bueno que eres. -Porque no conoces a la gente -me contestó-, porque buscan vencerme, porque les interesa la fama: "Yo he vencido a Rébel", "Yo le gané a Rébel". Y es imposible ganarme. Me acuerdo que el último trabajo que hice fue en una posada, como te dije antes mucho peor que esta, más vetusta, más suciedad, la comida era apestosa y aprendí a preparar distintas comidas también. Me crié en la pobreza y no me sentía bien, tenía quince años y veía que no tenía futuro hasta que un turanio llamado Omar me sacó de la posada y me llevó con su gente. ¿Te sigo contando? -Sí -Le pedí. -Bueno, me enseñó varias técnicas de combate, me enseñó a practicar con distintos tipos de espadas: la misma espada curva turania, la espada apenas curvada oriental, la espada pesada de los guerreros del norte y la espada que llevo yo, hecha por un herrero especial con un material muy especial. He practicado con arco y flechas amaneceres y amaneceres y amaneceres. Cuando cumplí dieciocho años, tres años después, tenía una tremenda agilidad que ni el propio Omar, el turanio que me había enseñado, ya podía vencerme. Y seguí practicando y practicando y practicando y finalmente... Me intrigué: -Y finalmente, ¿qué? -Nada. -No -Pedí-, no me dejes así. ¿Qué pasó? -En el pueblo turanio había que trabajar, ganarse el sustento y Omar me lo reprochó: -Estás practicando todo el día. Le dije con despecho: -Tú me has enseñado. Y tú me dices que hay que practicar desde el amanecer hasta el atardecer. Y Omar me dijo: -Es cierto, fue mi irresponsabilidad. Pero ya eres un adulto, también debes producir. -Yo trabajé desde pequeño -le dije a Omar-. Tú me has encontrado en una posada mugrienta y antes había trabajado en una caballeriza juntando el estiércol de los hoyumans, así que no eres quién para reprocharme. -No te estoy reprochando -me dijo Omar-, simplemente tienes que ganarte el sustento. Hay jóvenes de menor edad que tú y están trabajando con su familia. -Está bien, ¡qué suerte! -le respondí-, tienen familia, yo no la tengo. -Eres injusto -me dijo Omar-, te tuve como si fueras un hijo. -Sí, y ahora me lo reprochas. No tengo problemas en trabajar, pero no voy a dejar de entrenar. -Desde esa discusión algo se rompió entre nosotros.
Rébel se calló, se puso pensativo y no quise insistir. No me dejó pagar la posada ni la comida. Fui a mi cuarto a buscar la alforja, me fijé que tuviera todo en orden Rébel me dijo: -Si no te importa te seguiré acompañando, no quiero que te pase nada en el camino. -Me encogí de hombros. -Como quieras, pero con una condición, que me sigas contando qué pasó.
En el camino ya me comentaba: -Me puse a trabajar en labranzas en el campo, ordeñando animales, sembrando, pero no quería perder mi práctica de espada, por eso me levantaba más temprano y al amanecer practicaba bastante tiempo. Pero sentía que no era suficiente. Le dije a Omar: -Voy a marcharme, voy a probar suerte. Pero volveré. -Omar me abrazó. Le pregunté a Rébel: -¿Y de allí fuiste a los torneos? -No. Conocí en el camino un tal Sagita, un oriental, era un hombre bastante, bastante grande, pero delgado y muy ágil. Se ve que le caí bien, le caí simpático. Estuvimos juntos unos amaneceres hasta que me enseñó el arte de la espada oriental, algunas cosas ya sabía por Omar pero Sagita me enseñó otras técnicas secretas para muchos no orientales. Y me dijo: "Te las enseño porque sé que las utilizarás para bien". Pero tienes razón, Mina, no fue así, las utilicé para ganar metales. Me empecé a anotar en torneos pequeños depositando tres, cuatro monedas de cobre, el tercero ganaba una moneda plateada, el segundo ganaba dos monedas plateadas y el primero ganaba una moneda dorada. Y así fui ganando torneos y teniendo buena fortuna, y como no quería llevar tantos metales conmigo, hay un pueblo muy grande en la zona ecuatorial que tiene edificios de depósitos. -Entiendo -le dije-, en nuestra región también hay lugares así, son bancos de metales donde depositas los metales y ya tienes una cuenta. -Entonces -siguió contando Rébel-, seguía practicando y practicando ya no al amanecer, practicaba en los mismos torneos, o sea, no tomaba los torneos como un desafío sino como un entrenamiento, al fin y al cabo no eran torneos donde tú matas al oponente, lo puedes desarmar o le puedes provocar una pequeña herida y ya lo has vencido, aquel que perdía el control y seguía atacando era descalificado. Y así fue que he vencido a grandes rivales. En cada torneo más grande que participaba rivales más difíciles que había. Y los metales que ganaba eran en mayor cantidad. -O sea -le dije para punzarlo-, no has vuelto a trabajar, simplemente has disfrutado de ganarle a rivales menores. -La primera vez que vi su rostro molesto. -¿Por qué me sigues juzgando, qué sabes de mí? He sido huérfano de pequeño, ¿qué quieres?, ¿qué pretendes?, ¿qué te molesta, que gane metales? No estoy robando a nadie. -Bueno, depende del punto de vista que lo mires -le retruqué-, eres muy bueno según tú dices, vences a otros rivales, ganas metales, prácticamente se los sacas de la mano los metales. -Yo no los obligo a inscribirse. Como te dije antes, al contrario, saben que en tal torneo, en tal región se inscribió Rébel y vienen a buscarme, a desafiarme. Y les digo: "No, inscríbanse, paguen, y si llegan a la final se darán el lujo de combatir conmigo y perder". -Eres provocador -le dije. -Sí, lo hago a propósito, porque de esa manera inflo su ego, y cuando se lucha con pasión se pierde. Yo tengo la mente fría, entonces no me distraigo, estoy atento al menor movimiento. Es más, tengo una intuición tan elevada que sé qué movimiento va a hacer el otro y me anticipo. Hubo un campeón de varias zonas que llevaba doble espada, con fama de invencible, me costó vencerlo, me costó mucho vencerlo, tuve que poner toda mi atención hasta que finalmente le marqué el brazo, le sangró y el árbitro de la contienda me dio ganador. ¿Qué más puedo decirte?
A lo último yo no le prestaba atención a Rébel, me sentía..., no sé cómo decirlo, si cautivada por su historia o cautivada por su presencia, y a veces sentía como bronca, como malestar porque lo veía como presumido. Y me pasaba una cosa rara, casi no pensaba en Aranet, casi no pensaba en Aranet. Pero aparte me sentí como con dolor interno, como con molestia, como lo que vosotros llamaríais complejo de culpa. Esa ira que sentía, no por Aranet sino por la situación de ese peligro de muerte por el que había pasado es como que se me había disipado, como que me había cautivado la historia de Rébel. Esa vanidad que tenía me hacía poner mal, pero sin embargo es como esos insectos que se acercan a esa lámpara incandescente y... y se queman, yo me estaba acercando a esa lámpara incandescente pero no, no quería quemarme, tenía que abrirme de él y seguir mi camino. Reconozco que él no me faltaba el respeto, no me miraba de una manera lasciva ni nada por el estilo, no sé si me miraba con ternura, directamente me miraba y sonreía, pero nunca una proposición, nunca el decirme nada. Y qué cosa, qué paradoja, eso me hizo sentirme mal, no bien, como que yo no le significaba nada. ¿Pero no era eso acaso lo que quería?, porque me hubiera sentido molesta que hubiera viajado con un acosador. De verdad que ni yo misma me entendía al punto tal que impulsivamente le pregunté: -¿Y has tenido muchos amoríos? -Rébel frenó su hoyuman con las riendas, me miró con el ceño fruncido y luego largó una carcajada. Me molesté. Le digo: -No entiendo la risa, te pregunté eso como te podía haber preguntado mil cosas. -Mujer -me dijo-, siempre hay alguna posadera o alguna aldeana que busca afecto. Y más si eres una figura atractiva. -¡Vaya! -le dije con ironía-, no te mires en el lago que te enamoras de ti mismo! -No, no me enamoro de mi mismo, simplemente tengo alta autoestima. Sé quién soy, sé quien fui, sé las vicisitudes que pasé. Mujer, por eso te digo otra vez más no me juzgues, no me conoces, te piensas que porque compartimos el bar de una posada o un viaje por un camino pedregoso ya crees conocerme. No. No conoces al verdadero Rébel. Sé leer y escribir, escribo cosas. -Cuéntame. -No, no, no es el momento. Siempre me pregunté cómo sería haberme criado con padres, con cariño. Le tengo un enorme afecto a Omar, con él estuve de mis quince a mis dieciocho años pero no es lo mismo, tú la tienes más fácil -me dijo. Y me enojé. -Tú no sabes nada de mí. Te dije que estuve al borde de la muerte, te dije que me raptaron, me secuestraron, secuestraron a mis padres, me querían hacer casar por la fuerza, la persona que amaba me rescató. -Bien -dijo Rébel-, ¿y por qué no has seguido con él? -Porque no podía, porque tampoco puedo vivir crispada de los nervios sabiendo o no sabiendo si al día siguiente voy a seguir viva o no. -Mujer -dijo Rébel-, este no es un mundo pacífico ni siquiera en la zona ecuatorial, no te creas. Espero que encuentres lo que buscas y si me permites por ahora te seguiré acompañando, no sea que a un recodo del camino te encuentres con otros maleantes.
Espoleó su hoyuman y avanzó más rápido. Lo seguí, detrás.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica Había coincidido en el camino con un viajero que le sacaba de quicio su manera de ser. En unos días cambiaría de opinión con respecto al género humano de Umbro.
Entidad: Creo fervientemente que cuando tomamos decisiones eligiendo un camino, una persona, una labor determinada, en lugar de elegir lo opuesto se forma un universo alterno. Pero no es eso sobre lo que quiero profundizar, hablo de la vida común, cotidiana. Tomamos un transporte público nos ponemos a conversar con alguien, ese alguien resulta ser tiempo después el mejor amigo o amiga. O de repente coincido con determinada persona en determinado recreo o lugar de compras e iniciamos una relación que tiempo atrás jamás hubiéramos pensado. Y eso no solamente pasa en todos los órdenes de la vida, prestad atención: pasa en todos los órdenes de todas las vidas. En la vida como Mina, donde había conocido a este vanidoso pero simpático, altanero pero conquistador, Rébel, supuestamente superficial pero aparentemente profundo. Y claro, te descolocaba. Pero, ¿a qué quiero llegar?, a que finalmente dije: -Está todo bien, voy ya directamente a casa de mis padres, gracias por la compañía y gracias por todo.
Pero en un recodo del camino aparece un pequeño poblado -quizás era un camino por el que yo nunca había transitado, desconocía que había un poblado-, y veo que a Rébel se le iluminan los ojos. Lo miro pero no digo nada. Llegamos al poblado. Rébel se ocupó de los equinos. -Ven, no te pierdas esto -me dijo. Lo seguí. Miro los carteles: "Gran Torneo". Me impresiono cuando veo los números para inscribirse, tres metales plateados. Evidentemente era un torneo muy importante. Lo miré a Rébel. Le digo: -Tú sabías que estaba esto acá. No tengo porque quedarme. Me respondió con una pregunta: -¿Vas a desafiar la causalidad? -No, voy a desafiar a que haces las cosas a propósito. Tú has elegido este camino. -Disculpa -Se defendió-, no había otro camino, Mina.
Replanteé toda la travesía y tenía razón. Pero no, no, no, no; me parecía demasiada casualidad que justo viniéramos a parar a un poblado que yo no conocía y que había un torneo de espadas. Y no era un torneo con espadas de madera, era un torneo con espadas de verdad, a primera sangre. Pero claro algunos guerreros se entusiasmaban y podía haber heridos graves. -Te vas a anotar -Afirmé. -Sí, sí, mujer, qué mejor para ganar unos metales.
Pagó tres metales plateados. Aparentemente varios ya lo conocían porque lo miraban con respeto, pero luego sacaron la vista de Rébel, miraron a su derecha, un hombre venía a pie con dos espadas, con el pelo apenas atado atrás. Rébel sonreía hasta que vio al hombre. Yo misma palidecí pero no porque conocía al hombre sino porque el hombre fue la causa de que Rébel perdiera su sonrisa. Y eso me gustaba, alguien le había hecho perder la sonrisa a este joven tan vanidoso. Me acerqué, le toque el hombro y le digo: -¿Quién es? -Es muy conocido. -¿Cómo se llama? -Jonus. -Jonus... Me parece que escuché hablar de él. ¿Es bueno? -Dicen que es el mejor guerrero de todo Umbro. -¿Mejor que Aranet? -Insisto -dijo Rébel-, no hay nadie tan veloz como él. -O sea, que has gastado tus tres metales plateados. Volvió a sonreír. -No, no he dicho eso mujer, él nunca se enfrentó conmigo, por lo tanto hasta ahora no sabía lo que era la derrota. Yo lo voy a vencer.
Por la tarde empezaba la primera ronda, me invitó a la posada a comer. Acepté. Los equinos estaban cuidados y los iban a alimentar. Le dije: -Cuéntame un poquito de tu instrucción. Me dijo: -Ya te conté de Omar, un turanio que me enseñó varias técnicas de combate. Me rescató prácticamente de limpiar desperdicios a ser un buen espadachín. -No, pero no te hablo del turanio, tres años después me dijiste que has dejado el pueblo turanio y conociste al anciano Sajita. -Lo recuerdo con mucho afecto, un hombre oriental que me enseñó su arte. Yo pensaba que con Omar conocía todo, pero me enseñó más reflejos, me enseñó a no tener emoción en los combates, me enseñó a no concentrarme... Me sentí descolocada. -¿Cómo no concentrarte si justamente en un combate te concentras? Disculpa, yo no entiendo nada pero en un combate te concentras. -No mujer -exclamó Rébel-, tienes que tener la mente en blanco, no pensar en nada, solamente en el momento, vivir el instante, estar presto. Pero presto no significa concentrado, hay una mala interpretación de estar concentrado; a veces estar concentrado es estar en una ensoñación, estar despistado, y pierdes. El anciano Sajita me enseñó lo opuesto: a estar libre de todo. Por supuesto, ver los movimientos del adversario. Pero creo que ya te lo he contado por el camino, yo no preciso nada de eso, instantes antes es como que me doy cuenta qué movimiento va a hacer y lo neutralizo. -¿Pero acaso eres un mento? -Mujer, en algún momento me lo has preguntado. Nada que ver, simplemente tengo una elevada intuición o un sentido que me dicta qué va a hacer mi contrincante.
Y pudo más mi curiosidad. Me puse una especie de sombrero en la cabeza porque hacía demasiado calor y Rébel me consiguió un asiento casi adelante de todo. Y empezaron los combates. Eran sesenta y cuatro participantes. Los últimos dos en participar, primero Rébel contra justamente un oriental, pero en segundos dio cuenta de él, apenas un pequeño tajo en el brazo, no se esforzó demasiado y le dieron ganador. Y finalmente el enigmático Jonus; fue tanta la velocidad que tuvo que el rival no se dio cuenta, tuvo que soltar la espada porque en la propia mano tenía un pequeño tajo que ni se dio cuenta en qué momento se lo hizo Jonus, apenas lo tocó para no inutilizarle la mano, eso hablaba de su honestidad. Pero quedé deslumbrada por la rapidez, me pareció incluso más rápido que Rébel. Tenían razón que era el número uno de Umbro, al propio Aranet no lo vi con tanta velocidad. Muchos comentaban que Jonus era una leyenda. Se saludó con Rébel, los dos se dijeron: -Por fin nos conocemos, qué pena tener que luchar el uno por el otro. Me acerqué a ellos pero sin hablar. Un hombre grande ya entrado en años le dijo a Jonus: -Qué raro verte en un torneo, hacía mucho tiempo que no te veía, tenía entendido que no te interesaba estar en un torneo. -Y es verdad -asintió Jonus-, pero mi razón es otra, en un poblado cercano hay un asilo con chicos huérfanos de un pueblo que quedó devastado y los chicos fueron acogidos allí y necesitan metales para ropa, alimentos. Hay encargados que se ofrecen pero también necesitan vivir. Entonces si gano el torneo lo donaré todo a ese asilo de niños huérfanos.
Por la noche fuimos a cenar, y le dije a Rébel: -Fíjate qué honesto. Rébel sonrió y me dijo: -¿Te piensas que me voy a dejar por eso que dijo él?, ni lo pienses, ni lo pienses.
Estaba ofuscada. Me quería ir pero ya era casi de noche, así que me quedé en la posada. Al día siguiente, temprano, por una curiosidad innata en mí fui al torneo. Hubo varias rondas, ya quedaban treinta y dos, al mediodía quedaban dieciséis, por la tarde quedaban ocho. Obviamente entre los ocho estaban Jonus y Rébel. Me sentía como molesta, rabiosa, enojada con Rébel y él se daba cuenta e insistía: -Mujer no pienso dejarme ganar. Aparte, no sé si es un cuento para enternecernos a todos, lo de Jonus. -¿Por qué habría que inventar algo así?, supuestamente es el mejor guerrero de Umbro. -Así dicen -exclamó Rébel-. Veremos mañana qué pasa.
Por supuesto que no me fui, quería ver cómo terminaba todo. Al día siguiente hubo cuatro eliminados, ya quedaban solamente cuatro, los cuatro mejores que combatieron por la tarde. Un norteño grande, corpulento pero rápido contra Rébel. El norteño lo envistió varias veces con su espada no dando en el blanco. Rébel prácticamente jugaba con el norteño, la espada le pasaba a centímetros, es como que arriesgaba su vida. Finalmente le hizo un tajo en uno de los muslos y le dieron ganador a Rébel y finalista. Jonus luchó con un hombre muy diestro, delgado, rapidísimo, fue un combate memorable pero no pudo hacer nada contra Jonus que le marcó con la espada el brazo haciéndolo sangrar. Así terminó la tarde. Al día siguiente por la mañana sería la final entre Jonus, supuestamente el mejor guerrero de Umbro, y Rébel. Prácticamente esa noche, cuando cenamos, Rébel estaba apenas comunicativo. ¿Pensaría en el asilo de huérfanos? ¿Le tendría temor a Jonus? Su mirada estaba perdida lejana, ahora sí concentrado en su propio mundo. Mañana sería otro día.
Me levanté temprano, desayuné rápidamente y me senté en el mismo asiento de los días anteriores. La final. Ambos se dieron la mano. Lo que vi me pareció... Si conoces el baile de ballet era como algo ensayado, movimientos perfectos de ambos lados sin llegar a alcanzarse. Es verdad que Jonus era más que rápido, pero era cierto también que Rébel -¿cómo no lo sé?-, intuía décimas de segundos antes lo que iba a hacer Jonus. Hasta que llenamente lo tocó Rébel a Jonus haciéndole un rayón sangriento en su pecho, pero muy leve, le llegó a traspasar la ropa y hacerle un raspón en la piel del pecho. El propio Jonus se sorprendió porque no vio venir ese golpe, estaba tan sorprendido que no daba crédito de lo que veía, se llegó a tocar el pecho, se vio su mano con sangre y asintió con la cabeza, guardó su espada y le tendió su mano derecha a Rébel. -Es la segunda vez que me ganan. -Rébel se sorprendió. -¿Cómo la segunda?, tenía entendido que eras una leyenda, que nadie te había vencido. -Una vez perdí el control por algo que pasó que me sacó muy mal de las casillas y me tuvo que frenar un maestro mento llamado Fondalar, que al igual que tú sabía todos mis movimientos, pero le agradezco que me haya frenado. Rébel aclaró: -Mira que yo no soy ningún mento. -Lo sé, pero es como que tienes una altísima intuición. Así que bueno, lo de Fondalar no lo considero porque no fue un torneo, me refiero no competí contra él, eso quiero decir. Así que sí, joven Rébel, es la primera vez que me ganan. Se abrazaron.
Fueron a la posada, Rébel se dio vuelta y me dijo: -Mina, ven. -Asentí con la cabeza y fui. Rébel llevaba la bolsa con los metales dorados que había ganado del premio y me dice:- ¿Has visto, Mina?, ahora soy el guerrero más experto de Umbro. -Me molestaba que todo se lo tomara a broma. Lo miré a Jonus, Jonus se reía. Es que hay guerreros que se creen invencibles si pierden y se desmoronan, como que el mundo se les viene abajo. Eso no pasó con Jonus, para nada. Pero me sorprendió lo que vino después: Rébel cogió su bolsa de metales dorados y se la dio a Jonus. -No, no, no -dijo éste-, ¿qué haces? -Para el asilo. No iba a dejarme ganar porque sería desleal de mi parte, hay gente que ha apostado, fuera del costo de las entradas, y no los iba a defraudar, pero es una buena causa. Así que permíteme ayudar. No preciso metales, tengo metales, participo seguido de torneos pero si me aceptas este monto este va a ser el torneo que más alegría me va a dar en toda mi vida. Jonus aceptó. Dijo: -Déjame pagar por lo menos la comida y la bebida de la señorita. -Rébel asintió con la cabeza. Más tarde Jonus se marchó. -Te debo una. Estarás siempre en mi corazón -le dijo a Rébel-. Señorita... -Me saludó y se marchó. Yo estaba descolocada. -Has hecho una buena obra. -Mujer, no es nada. -¿Cómo no es nada? Has luchado para vencer y has entregado tu premio. -Esa era mi idea al comienzo. -Y no lo has dicho. -¿Por qué tengo que anticipar lo que voy a hacer? Lo que hago me sale natural, no es calculado. Y ahora sí, estoy exhausto, voy a descansar. -Yo también, pero mañana por fin me iré, quiero ver a mis padres, quiero despejarme un poco la mente, todavía tengo en la cabeza esa sangre de mi cuerpo, estuve a punto de morir y no se me pasa. Estos días contigo, Rébel han sido una distracción, es más, siento por ti cierta empatía pero... pero quiero estar sola. -Lo que tú digas mujer, lo que tú digas. En cualquier pueblo me puedes encontrar.
Me abrazó y me dio un beso en la mejilla, con respeto, que eso es lo que más me motivo a sentir afecto por él, con respeto, nada lascivo, para nada, un respeto total y absoluto. Me dio un apretón de manos y me dijo: -Ya tienes todo pago, quizá cuando te levantes ya no esté. Tu equino estará en la cuadra, también está todo pago allí.
Y eso es todo por ahora. Gracias por escucharme.
Médium: Jorge Raúl Olguín Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica La entidad relata que ella y sus salvadores eran perseguidos por unos urgos que les alcanzarían en breve. En el camino encontraron un hombre que les ayudaría.
Entidad: No me sentía cómoda, no me sentía cómoda para nada. Nunca me jacté de tener presentimientos, tal vez lo que tenía era temores o lo que llamáis engramas por todo lo pasado anteriormente. Podía haber muerto, estuve a punto de ir con aquel que está más allá de las estrellas. Y no coincido con los que dicen "Bueno, a la larga te terminas adaptando". En mi caso es al revés, he pasado por tanto, que lo mínimo, el riesgo más pequeño ya me pone de rodillas.
Es como que hubiera nacido de nuevo cuando esa hermosa anciana me sanó. Luego el secuestro. Mi mente volaba y pensaba que en cualquier momento me ultrajaban y me mataban, hasta que este contradictorio Donk me salvó. Y luego estas bestias llamadas urgos. Cuando lo vi aparecer, a Rébel, pensé "Estamos salvados" y sin embargo fue Donk quien atravesándole la nuca con su puñal a esa bestia nos salvó, y pensamos que estaba todo terminado, sólo nos restaba saber cómo llevaríamos al malherido Rébel, que también luchaba por su vida. Hasta que aquel que está más allá de las estrellas nos envió a dos mujeres expertas en supervivencia y una de ellas se ocupó de, momentáneamente, mejorar la situación de Rébel con unas hierbas e intentando -como podía- coser la herida del estómago, que era la más grave.
Pero los urgos, los compañeros del que murió, seguían nuestros pasos. Está bien los esquivamos. Entramos por un arroyo pero aparentemente esos... esas monturas, esos reptiles que montaban estos urgos tenían un olfato tan bueno como el mejor guilmo y nos seguían. Sí, las mujeres eran, según comentaban ellas, excelentes en el arte de la espada, pero después de lo que pasó con Rébel, el supuestamente invencible, ya no tenía fe en nada. Cuando la norteña Snowza atacó la isla yo pensé que se acababa mi vida, por gracia de aquel que está más allá de las estrellas y la ayuda de esa hermosa anciana sobreviví y conocí a Rébel que me salvó más de una vez, pero cuando todo te parece normal, cuando todo te parece bien, algo, algo tiene que pasar para que tú vida se complique, y un alienado, un loco que quería apoderarse de toda la región o más, hubo que frenarlo a través de una batalla, una batalla que todavía se debe estar, todavía se debe estar gestando.
Pensaba en... Pensaba en Aranet, ¿estará bien? ¡Qué juegos que tiene la mente!, pensé en Aranet y el preocuparme si estaba bien o no hizo que por primera vez me olvidara del peligro que nos rodeaba a nosotros. Por alguna razón o porque directamente era afín a la zona de bosques, Elefa nos hacía callar y comentaba "Se están acercando". El hecho de que llevara a Rébel delante suyo en el pantero hacía que no nos retrasáramos en la marcha, y el felino se deslizaba de una forma mucho más recta sin tantas sacudidas como los hoyumans, evitando que Rébel, evitando que a él se le abrieran las heridas, pero de verdad que su rostro estaba pálido y yo no entendía mucho pero no tenía esperanzas de que sobreviviera. Faltaba poco para llegar a la comarca donde ya mandábamos los Valey, cuando de repente se despejó el bosque y llegamos a un claro, y a la distancia de como a mil líneas adelante, tanto Elefa como Axara divisaron a un hombre sentado sobre un tronco. Seguimos avanzado con precaución pero el hombre nos vio, parecía inofensivo, no le veíamos armas por lo menos no, salvo que tuviera entre sus ropas algún puñal o algo. Estábamos a menos de cincuenta líneas cuando el hombre se paró (levantó). No era joven, su edad era indefinida, sus ojos raros -a veces se veían como oscuros, a veces como grises-, rostro adusto, pero su boca dibujaba apenas una sonrisa. Donk se acercó y conversó con él y lo abrazó, aparentemente lo conocía. Señaló para atrás, seguramente le estaba contando lo de los urgos. El hombre le hizo señas de que se quede tranquilo. Nos saludó a mí, a Elefa y a Axara. -Si me permitís veré si puedo curar a este joven que está herido. -Las jóvenes no tocaron sus espadas. El hombre las miró con una mirada bondadosa y se presentó-: Mi nombre es Fondalar, desde ya les digo que soy un mento.
Se acercó a Rébel. Ignoró al pantero, el pantero le olfateó la cara. Fondalar le rascó en el cuello, el pantero gruñó pero un gruñido más bien amistoso. Tanto Elefa como Axara se sorprendieron de la familiaridad con que se acercaba al pantero. Tomó a Rébel entre sus brazos, lo acostó en el césped poniendo su cabeza contra el tronco, le sacó la ropa, vio que la herida estaba medianamente cosida y dijo-: Bien, bien, pero en este caso las plantas no sirven, no para esto que es una herida tan grave. -Sacó de su alforja una pequeña bolsa que tenía un polvo blanco. Elefa preguntó: -¿Qué es eso? -Es un extracto de plantas sanadoras, molido y condensado y tiene un efecto cicatrizante casi inmediato. -Pero primero le puso un líquido espeso como si fuera un jarabe, pero evidentemente ardía porque, inconsciente, Rébel se quejó. -¿Y eso para qué es? -preguntó Elefa. -Para que entre en el cuerpo y lo vaya sanando por dentro. -Luego esparció el polvo, sacó unas vendas y lo vendó como si fuera un profesional, de esos médicos de la zona ecuatorial-. Ahora que descanse, hasta al día siguiente no nos podemos ir de aquí. -Imposible -dijo Elefa-, en cualquier momento llegan los urgos. -Fondalar se encogió de hombros. -No nos podemos mover. Yo me encargaré de los urgos. -Antes del anochecer todavía había buena visión, los urgos nos divisaron. Obviamente nosotros a ellos. Me acerqué a Elefa y a Axara. -¿Qué hacemos? Tú, Elefa, eres buena, eres buena con el arco, puedes llegarle a pegar en el centro del ojo a cada una de estas bestias. -No -exclamó Fondalar-, dejádmelos.
Los urgos se fueron acercando montados en los lagartos, Fondalar se separó de nosotros veinte, treinta, cincuenta líneas. Los lagartos corcovearon como hoyumans sin domar revolcando por tierra a sus monturas. Los urgos, enojadísimos, intentaron acercarse a Fondalar y de repente dando aullidos como lobos del monte pusieron gestos de terror; se abrazaban unos a otros, luego intentaban ahorcarse, se rasgaban con sus enormes uñas los rostros, y finalmente huyeron despavoridos dejando a los lagartos, que quedaron allí desconcertados sin el menor atisbo de acercarse a nosotros, al contrario, se marcharon hacia el bosque a grandes pasos también.
Mientras Elefa y Axara miraban le dije a Fondalar: -¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho? -Os dije que era un mento, les hice ver en sus mentes -no en sus ojos, en sus mentes- visiones de terror, del terror más inimaginable al punto tal de casi hacer que pierdan la razón. No van a volver a acercarse. Tampoco los lagartos. -¡Pero tan fácil! -No es fácil, lleva siglos de práctica esto que hice. ¿Quién prende el fuego? ¡Traigo alimentos en la alforja! -dijo Fondalar.
Axara se ocupó de encender el fuego e improvisar un asador para poner la carne seca que había traído Fondalar y las verduras. Anocheció, ya no sentía miedo. Confiaba en Fondalar pero también en el tremendo oído de Elefa, que era mitad elfa mitad humana, ninguna bestia se acercaría. La noche se hizo corta, dormimos muy poco. Fondalar nos comentó que él estaba en pareja con una mujer que era hija de mento y norna, pero que tenía un poder mental tan grande como el de él. Y lo más maravilloso es que en un lugar supuestamente desconocido tenían una escuela para niños y adolescentes mento, tanto varones como mujeres mento.
Le pregunté: -¿Escuela para qué? -Fondalar me miró y me respondió: -Para que aprendan a usar sus dones, porque son dones, no poderes. Para que no se abusen de sus dones, y solamente les enseñamos a aquellos y aquellas que tengan buen corazón, que lo usen en función de servicio, no en función de poder. Y podemos detectar quien anhela servir al otro y quien anhela sojuzgar al otro, a esas personas no les enseñamos. Les enseñamos a amar, les enseñamos a cómo manejar esos dones, cómo potenciarlos y ya tenemos una comunidad de entre niños, niñas, adolescentes cerca de sesenta jóvenes mentos. -Yo me sentía extasiada. -¡Eso es una maravilla! -Por supuesto -dijo Fondalar-, también les enseñamos a leer, a escribir y las cuentas básicas: suma, resta, división y multiplicación. -¡Vaya!
Luego dormitamos un poco. Al amanecer, ya cuando el sol rojo salía por oriente, el joven herido abrió los ojos. -¡Rébel! -exclamé-, ¿cómo estás? -¡Ay! Bien, me duele un poco el estómago. ¿Qué ha pasado? -¡Ja, ja, ja! -Sonreí-. Es largo de contar. -¿Quienes sois vosotros? -Miró a las dos jóvenes y a Fondalar-. ¿Y eso? -Es un pantero, te llevé a grupas de él. -¿Arriba de ese felino? -Sí. Fondalar le dijo a Rébel: -Ponte de pie. -¡Pero estoy herido! -Ponte de pie. -Rébel se puso de pie. -¡Vaya, estoy bien! No obviamente con todas las fuerzas, pero bien. -Las jóvenes me han contado. Tú luchas con ese urgo y te voy a explicar por qué no has ganado. -¿Quién eres? -Me llamo Fondalar. -¿Y tú dices que lo podía haber ganado? Me considero el mejor esgrimista, lo ensarté como cinco veces, no había manera de matarlo, por eso me atravesó y me abrió el estómago. -El error fue tuyo, según me contaron ellas. -Pero ellas no estaban. -Está bien, a ellas se lo contó Donk y la joven Mina -exclamó Fondalar-, pero las conclusiones son mías. -Rébel se interesó. -¿Qué pasó? -Te desconcertarte. -No entiendo. -Tenías delante tuyo una bestia. Tengo entendido, por lo que se rumorea, que en un certamen le ganaste nada menos que a Jonus. -Sí, correcto. -Bueno, ¡vaya si eres bueno! Y ahora has perdido con ese urgo porque te desconcentraste. -De vuelta pregunto: ¿En qué sentido? -En el sentido de que lo has clavado varias veces y veías que no caía y en lugar de dejar la mente en blanco, sólo alerta tus reflejos, tus reacciones, tu mente empezó a pensar "¿Qué está pasando, por qué no cae?" y perdiste los reflejos, perdiste la atención, perdiste tu rapidez; porque tú ganas porque peleas automáticamente, no piensas el movimiento que vas hacer, lo haces y punto, pero no sólo te desconcertaste, también te desconcentraste; perdiste tu concentración automática, porque en la lucha no hay concentración, es concentración automática, y se te fue eso. Si no, lo hubieras seguido esquivando y le hubieras causado más heridas hasta que hubieras terminado venciéndolo. -O sea -meditó Rébel-, me faltaba eso, cómo reaccionar, o cómo no reaccionar en casos de apuro. -¿Has estado en alguna batalla? -No. Sí he combatido con maleantes, con asaltantes en los caminos. He salvado a esta hermosa dama, Mina -sonreí cuando me nombró-, pero no, en batalla no. -Ese es el tema -dijo Fondalar-, en batalla puedes encontrarte con guerreros con armadura y tienes que tener la mente más que fría, congelada para saber cómo batir a ese rival. De todas maneras aclaro que rechazo toda batalla, toda guerra, tiene que ser algo justificado, algo que evite un mal mayor. -Como lo que está pasando ahora -interrumpió Donk-, el señor Andahazi se quiere apoderar de todo, toda esta tierra que tenemos a las vista, y allí están peleando lo que llamamos la resistencia. Están Aranet, Ligor... -¡Qué bueno, hace tanto que no veo a Ligor! -exclamó Fondalar-, pero mi pareja Émeris ya debe estar allí. Yo vine después porque no quería dejar la pequeña escuela desorganizada, al adolescente mayor y responsable lo dejé a cargo, de todas maneras es un lugar pequeño y no caben más muchachos y chicas, tenemos que encontrar un lugar más grande. ¿Hacia adonde os dirigíais? Yo exclamé: -A mi casa, a la casa de mis padres, queda aquí cerca, la tierra de los Baglis. -¿Baglis? -Sí. ¿Ves ese sendero que va para la isla?, bueno allí vive Aranet que era... era mi pareja. -Fondalar miró el horizonte. -Me imagino. Sí. -Allá hay una isla. -Bueno, cientos y cientos y cientos de líneas para el norte -Yo señalaba el horizonte-, está la tierra de mis padres, mi tierra, el castillo Valey. -¡Ajá, ajá! Ahora me oriento bien. Hubieras empezado por ahí, no hacía falta que nombraras la isla. Bien, ¿cuál es tu idea, te quedas allí? -Sí. -¿Y tú, Rébel, qué harás? -preguntó Fondalar. -Si la dama me da alojamiento me quedaré con ella hasta que me reponga del todo, siempre y cuando sus padres lo permitan. -Claro que sí -afirmé-, te quedarás con nosotros. -¿Y vosotros? -preguntó Fondalar-, Donk y las dos jóvenes. -Iremos para el lado de la batalla. -Bien, te dejaremos a ti, Mina, y a Rébel en el castillo Valey y seguiremos hacia el lugar de batalla, así me encontraré con mi amor Émeris -agregó Fondalar.
Mi miedo había desaparecido y me quedaría al cuidado de Rébel, este joven tan impetuoso. Gracias.
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