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Psicoauditación - Angélica

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión del 24/01/2019 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 07/02/2019 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 28/02/2019 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 25/04/2019 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 14/10/2019 Aerandor III, Triana

Sesión del 07/01/2020 Aerandor III, Triana

Sesión del 06/03/2020 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 18/03/2020 Gaela, Duana

Sesión del 20/05/2021 Aldebarán IV, Mina

Sesión del 05/01/2022 Aerandor III, Triana

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Sesión del 24/01/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Finalmente llegaron al castillo Valey y descansaron todos. Su salvador sentía algo por ella y ella sentía algo por quien le salvó, aunque no era amor. Ella recordaba a otro.

Sesión en MP3 (2.625 KB)

 

Entidad: Llegamos por fin. Me abracé con mis padres y ¿qué tonta, no?, qué tonta, rompí en llanto, no paraba de llorar, me sacudían espasmos emocionales hasta calmarme.

 -Tengo tanto para contarles -les decía.

Mamá dijo:

-Prepararemos algo.

-¿Pero por qué vosotros? ¿Y el personal?

-No, esto merece que lo prepare yo. -Nos preparó un pan un poco dulce y preparó una jarra de zumo. Nos sentamos a una mesa.

Rébel estaba un poco dolorido y madre le dijo:

-Ven, recuéstate en este sillón.

-Pido disculpas por dejar la mesa, pero aún estoy algo dolorido.

 

Padre y madre me escuchaban. Les conté lo de los urgos, les conté lo de un secuestro, un joven Donk que me rescató, Rébel aquí que casi da la vida por salvarme, Elefa y Axara grandes guerreras, les conté de Fondalar.

Me preguntaron por Aranet. Tenía que contarles toda la odisea que había pasado, la guerra que se estaba desarrollando con un hombre que quería apoderarse de, no de una comarca, de toda la región. Me sentí más distendida. Elefa y Axara dijeron:

-Donk se fue con este hombre mento, Fondalar. Nos toca irnos a nosotros.

-Salid por la mañana -pidió madre-, hay lugar para todos.

 

A la mañana los ánimos estaban más tranquilos y ya se hablaba con menos pesadumbre. Rébel caminaba mejor, se pudo sentar a la mesa, comió con muchas ganas. Yo lo miraba comer y me sentía feliz de que estuviera más repuesto.

Hablaban entre Elefa y Axara.

-¿Cómo puede ser -le dijo Elefa- que este joven te haya ganado? -Yo prestaba atención.

-Bueno, quizá me pasó lo mismo que a él.

-No entiendo -dijo Elefa.

-¡Claro! -exclamó Axara-, ¿te acuerdas que Fondalar le dijo que con el urgo se había desconcentrado?

-Es distinto -dijo Elefa-, se desconcentró porque lo clavó como seis veces y el urgo no caía, lo tuyo era a tocarse nada más y Rébel te venció.

Se ve que Rébel recuperó su buen humor y su vanidad porque dijo:

-Bueno, hubiera sido algo extraño que me ganara alguien, vencí nada menos que a Jonus.

Axara lo miró y le dijo:

-No creo que hubieras podido con Elefa.

-¿Por qué? -dijo en forma presumida Rébel.

-Elefa venció a quien casi mata a Aranet, una guerrera del norte. Elefa sabe dónde va a ir el golpe antes de que llegue. -Rébel se encogió de hombres.

-Me hubiera gustado medirme amistosamente con Elefa pero de verdad, todavía me duele todo el cuerpo y no intento reírme porque me duele bastante la herida. Agradezco esos polvos que me puso este hombre mento, Fondalar.

Les pregunté a las jóvenes:

-¿Iréis para la batalla?

-Sí.

 

Al mediodía se marcharon. Me quedé con Rébel, conversábamos de todo, pasaron como diez amaneceres, diez amaneceres. Sentía por él como un cariño raro, me hacía sentir bien. Ya estaba casi recuperado, dimos un paseo en hoyuman. ¡Vaya!, pensé.

-¿Probamos de galopar? -Galopamos, prácticamente la herida no le molestaba, se levantaba temprano por las mañanas y practicaba con su espada.

El amanecer once estábamos hablando y de repente me tomó de la nuca, muy suavemente, y me besó. Me dejé besar y luego me aparté sonriendo, pero mi mirada era triste y él se dio cuenta.

-¿Qué pasa? -me preguntó.

-No sé cómo decirlo, es como que estaba deslumbrada contigo, pero...

-No tienes afecto por mí -afirmó él.

-No, al contrario, tengo un afecto infinito pero es como que ¡je, je, je!, es como que es ternura.

-¡Vaya!, me ofendes, ternura se le tiene a un bebé... ¡Cómo ternura!, me tiras abajo mi autoestima.

-No creo que lo digas en serio -le dije-, pues eres bastante vanidoso y presumido, pero no siento amor... Me atraes, ¿cómo no me vas a atraer?, tienes un porte espectacular, una juventud que tantas envidiarían, pero ¡ah!, no sé cómo decirlo...

Rébel se encogió de hombros.

-Sigues pensando en el viejo.

-¿Viejo? -pregunté-, Aranet es capaz de golpear con su puño un vacuno en la frente y hacerlo caer de bruces. ¡Viejo! ¡Je, je, je! Mira, el mento Fondalar es mucho más grande en edad que Aranet y sin embargo se mantiene atlético. ¿Cuántos querrían llegar a la edad de Aranet, una edad madura, con la fortaleza que él tiene?

-Y lo amas -preguntó, casi afirmando, Rébel.

-Creo que sí.

-¿Creo?

-Sí, lo amo, lo amo.

-Y yo sólo te deslumbraba.

-No, no, no sé cómo explicarlo; me sentía mal, estuve a punto de morir, no quería saber más nada con esa vida en la isla Baglis con los bárbaros, pero ahora que pasó un tiempo me doy cuenta de que me gusta la vida de palacio. Si bien este palacio está casi vacío pero también me adapté a la otra vida; preparábamos bebida espumante y tomábamos directamente de la cantimplora.

Rébel apoyó mi pensamiento, exclamó:

-¿Acaso te piensas que porque bebas de una jarra metálica o bebas de una cantimplora te hace menos dama? Eres más dama que nadie y te respeto y respeto tu manera de pensar, pero tienes razón, soy presumido, no voy a decir envidio a Aranet, alguien se cruzará en mi camino que me verá como tú ves a Aranet.

Y pregunté:

-¿Y por qué me besaste?

-¡Je, je, je! Porque eres atractiva, la respuesta es obvia.

-¿Pero sientes algo por mí?

Rébel se encogió de hombros.

-No sé, hablar de amor es algo muy... algo muy profundo, uno tiene que conocerse.

-Bueno, ahí está mi respuesta -le dije-, a Aranet lo conozco, sé cómo es. A ti te debo mucho, me has ayudado más de una vez...

-Pero me ves como a un hermano.

-No, no voy a mentir, eres muy atractivo, muy muy atractivo, no te voy a mentir, no te veo como un hermano, quizá si no hubiera conocido a Aranet... quizá, no lo sé, hubiéramos llegado a algo, pero bueno, lo que pasó, pasó. Y es cierto y en eso estamos de acuerdo, el amor es algo más que encandilarse con una persona. ¿Que me gustas? Sí, por supuesto, sería hipócrita si dijera que no, eres buen mozo, quizá ser petulante y vanidoso te haga más atractivo. ¿Pero quizá tú te piensas que Aranet es serio?, yo le he visto jugar con una bestia, con un guilmo en el barro, un guilmo que quizá le arrancaría el brazo a otra persona. Lo he visto montar un bagueón como tú montas un hoyuman, lo he visto reírse, lo he visto serio, lo he visto triste, lo he visto alegre... ese es Aranet.

-¿Y qué harás -preguntó Rébel-, irás para donde está la batalla?

-No, quizá suena egoísta de mi parte pero no aportaría nada, al contrario, podría causarle problemas, podrían tomarme de rehén y extorsionarlo, ya lo intentaron, ya lo intentaron y gracias a Donk aquí estoy. No. Le pediré a aquel que está más allá de las estrellas que ganen los justos y esperaré. ¿Qué harás tú?

Rébel respondió:

-No me tomes por cobarde, pero no estoy en condiciones de ir a una batalla.

-Lo sé, lo sé. Estás bien, puedes trotar con el hoyuman, galopar, pero al primer golpe la herida te va a sangrar por dentro y no, no, te recomendaría que te quedes unos amaneceres más.

-No. Obviamente no participaré de combates por metales, iré a lugares tranquilos, descansaré. Pero sí, me siento un poco encerrado ahora que estoy repuesto.

-Seguramente si yo te hubiera prestado atención no estarías encerrado.

-Honestamente no, ¡je, je! Me hubiera quedado gustoso, tampoco soy hipócrita. Pero bueno -Me tendió la mano-, somos buenos amigos, ¿no?

Le apreté la mano.

-Somos buenos amigos. Y quiera aquel que está más allá de las estrellas que nos encontremos de nuevo. -Le estrechó la mano a padre, se abrazó con madre-. Llévate ese hoyuman pinto, aquí tienes un par de cantimploras, alforjas con ropa nueva.

 

Y se marchó. Pensé que se iba a dar vuelta para mirarme, pero no, no, no se dio vuelta ni una sola vez. ¿Orgullo? Quizá. Pero no, no, Rébel es demasiado petulante para tener ese orgullo de decir "Bueno no pude lograr nada, me voy enojado". No. No, en ese sentido es auténtico. Simplemente miraba para adelante, para su meta, sea cual fuere. Y yo esperaría acá, pidiendo de nuevo noche tras noche a aquel que está más allá de las estrellas, el poder ver de nuevo a Aranet en una región en paz.

Me sentía tranquila y sosegada, seguramente este hombre, Fondalar, con sus dones podría ayudar bastante con la batalla, si es que ya no había terminado, ¿no? Mañana sería otro día.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 07/02/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Cabalgando recordaba a su amado, a su héroe. Había estado dura con él y sentía que le necesitaba. Pero en palacio la esperaban gente mal intencionada.

Sesión en MP3 (2.685 KB)

 

Entidad: Por un lado, me sentía feliz, plena, tranquila. Pero por el otro me sentía inquieta, nerviosa, rara. Mis padres me preguntan qué me pasaba.

-No sé, que he pasado por muchas situaciones en tan poco tiempo...

 

Recuerdo que había estado al borde de la muerte y quise alejarme de esta vida, pero no digo que la extrañaba, no voy a mentirme a mí misma, a ver, no me gusta la brutalidad, pero eso de la quietud, de que los días pasen todos iguales, no, no me llena, no me siento plena conmigo misma.

Más de una vez discutí con mis padres:

-Tenéis muy poca seguridad.

-Padre me decía:

-¿Pero para qué quiero seguridad? Aquí estamos bien, apartados de todo.

-Claro, apartados de todo hasta que venga una cuadrilla ¿Y sí podemos tener más hombres que cuiden?

 

Padre se encogía de hombros, madre inclinaba la cabeza y no decía nada. ¿Sería yo la que había cambiado? No, yo no me veía una mujer de armas tomar o de que me gustara la aventura, como dije antes, estuve al borde de la muerte, me raptaron, me rescataron. El terror con esos urgos, tremendo. Y extrañaba a este joven espadachín, Rébel, pero de verdad que lo apreciaba como si fuera un pariente, no, no sentía ningún tipo de pasión en absoluto, en absoluto. ¿Qué había sido mi héroe? Sí. ¿Qué es un héroe?, alguien que salva a los demás. Y sí, pero no, pero mi amor estaba en otro lado.

 

Me había sumido en mis pensamientos mientras montaba por el bosque, todavía tenía como cierta aprehensión de alejarme, al menor ruido sentía como que el corazón se me paralizaba, pero no, había venados, algunos pequeños roedores, estaba todo calmo. Y así pasaba las tardes, montando en mi hoyuman, pero mi mente estaba pensando en Aranet. Que mis padres me disculpen, pero tanto que había odiado y despreciado esa vida, tenía que volver con él. ¿Estaría bien? Sé que lo hirieron varias veces, incluso por rescatarme a mí de un matrimonio arreglado. Me arrepiento de cómo le discutí. Me rescató y yo le recriminé por ser tan brutal.

Pero ¿por qué nosotras, las mujeres nos enamoramos de alguien y después lo queremos cambiar? Yo misma me pregunto: ¿De qué me enamoro, de una cualidad, de una virtud, de una manera de ser, o soy muy terrenal y me gusta la parte física? Me gusta su manera, sus modos, no importa si por momentos se comporta como un conde y después se comporta como un bruto, pero yo me enamoré de ese rol, ¿y por qué lo quiero cambiar? quisiera que fuera así, quisiera que fuera asá, quisiera que fuera mejor en tal cosa, pero no sería Aranet, no sería la persona de la cual me enamoré. Y no soy la única que piensa así, sé que hay otras mujeres que dicen:

-Si me quiere va a cambiar.

 

Entonces no te enamoraste, entonces es todo ficticio. Si lo quieres moldear a tu manera de ser has adquirido un títere, no un hombre. Y menos Aranet, con su carácter duro, de roca, no. Reconozco que no lo quiero cambiar, aunque mi parte reactiva dice que sí, pero mi parte reactiva sé que es tonta e infantil, lo reconozco, lo reconozco. No, ¿y si fuera al revés?  Él me ve como su amada y un día me dice "No me gustan tus modales, quisiera que fueras más así o menos así". ¿Y por qué, si yo soy de esa manera de ser? Ahora, si en lo que me corrige es para mí beneficio, está bien, pero nosotras las mujeres no lo decimos en ese sentido, queremos moldear al hombre a nuestro capricho. Y ahí está, la palabra está dicha, capricho, capricho infantil. ¿Y cómo lo vería yo a un Aranet sumiso? No, no, no me lo podría imaginar, pero ni por todos los metales del mundo me lo podría imaginar, no, no. A veces me acuso a mí misma y me digo: "¿Por qué del primer día no fuiste galopando a ver cómo estaba la batalla?". Pero no sé si eso es una excusa o no, confiaba en Fondalar y su don, o poder, o cómo queráis llamarlo.

 

Y si esa batalla terminó, Aranet ya se iría para su isla, la isla que le obsequió el rey Anán. No me molestaban los bárbaros, para nada, a mí me respetaban. Sé que tenían su modo, tomaban bebida espumante y la mitad se la volcaban por el cuerpo, porque era más grande lo que echaban que la boca al abrirla, pero bueno era su manera, el mismo Aranet hacía eso, pero cuando estaba conmigo tomaba de a sorbos, entonces sabía adaptarse. El mismo Aranet que se secaba la boca con una servilleta y al rato se revolcaba en el barro luchando amorosamente con el guilmo, una bestia que te arranca el brazo de un mordisco. O de repente hacia ronronear al bagueón, otros no se le acercaban a cincuenta líneas y este le rascaba el cuello y la nuca y lo hace ronronear a esa bestia. Sí, ese es mi hombre. No, no quiero que cambie.

 

Me había preocupado porque me quedé divagando, me quedé sumida en mis pensamientos y se había hecho tarde y de regreso no escuchaba nada, a nadie. Estaban los faroles de velas encendidos en el ante patio, en el portón. Vi dos hombres desconocidos.

-¿Quiénes sois?

-Adentro te esperan. -Corrí, desmonté y corrí. Una mujer.

-¿Dónde están mis padres? ¿Quién eres? -La mujer se dio vuelta: Randora.

-Necesito que me hagas un favor.

-¿Dónde están mis padres?

-Tus padres están bien custodiados.

-¿Qué les has hecho?

-Nada, ¿cómo les voy a hacer algo? Te dije que necesito un favor.

-¿Qué precisas de mí? No puedo hacer nada por ti.

-Yo creo que sí.

-¿Mis padres están bien?

-Están bien y los verás apenas me hagas el favor.

-¿Qué favor?

-Alguien, porque tengo infiltrados en todos lados, alguien de tu seguridad, que trabaja para mí, me ha dicho que tenéis escondidos una bolsa con metales dorados y plateados. -Empalidecí.

-Es toda nuestra fortuna.

-Bueno, ¿Qué vale más, eso o la vida de tus padres?

-¿Pero para qué queréis tanto dinero?

-¿Para qué va a ser?, para seguir comprando hombres.

-¿Dónde está mi guardia?

-Algunos muertos, otros desmayados y atados. No hacía falta matarlos a todos.

-¿Qué tramas?

-¿Qué tramo? Tramo una verdadera revolución, no lo que hizo ese pobre hombre llamado Andahazi, que se llamaba el señor de Villarreal, me terminaba molestando y lo tuve que matar. En fin.

 

La mujer se paró, me miró con unos ojos fríos, como el hielo del norte y me dijo:

-No espero más, los metales o doy la orden para que maten a tus padres.

-Acompáñame. -Una habitación llena de telarañas, en un piso alto que no se usaba, muebles viejos. Al fondo, en un hueco de la pared dos bolsas-. Ahí están. Te digo la verdad, es todo lo que tenemos. ¿Me puedes dejar algo?

-Está bien, les dejaré una moneda de plata a cada uno, ¡ja, ja, ja!

-¿Mis padres?

-Me iré, pero primero baja. -Bajamos-. Acerca el farol con la vela, toma una pluma y escribe tu nombre y que le cedes a Randora todo tu dinero para beneficio de la revolución. Y el papel me lo quedo para mostrárselo a los hombres, para que vean que gente noble avala lo que voy a emprender.

No sé cómo tuve coraje para decirle:

-¡Estás loca! -Se encogió de hombros.

-Quizá, tal vez. ¿Te piensas que me molesta que me digas eso? Me han dicho tantas cosas: asesina, perra... Para mí son halagos, no insultos. Dame el pergamino. -Lo cogió y lo guardó entre sus ropas. Vio que había firmado.

-¿Y mis padres?

-Atados en la hondonada.

-¿Cómo sé si es cierto? ¿Cómo sé si creerte?

-¡Ja, ja! No sabes. ¡Ja, ja! Tampoco tienes porque confiar. Si los hubiera matado te lo hubiera dicho, no tengo reparos. Busca en la hondonada, están atados a un árbol. -Pegó un silbido, un silbido casi masculino, y aparecieron como cuarenta hombres, todos mal entrazados, con sus hoyuman.

-Aquí tengo más metales -gritó Randora-. Vamos por más hombres. -Se dio vuelta y me miró-. Nos veremos

-Espero que no -le respondí. -Volvió a mirarme, iba a decirme algo y golpeó con las espuelas el vientre de su hoyuman y se fueron todos al galope.

 

Monté rápidamente, fui hasta la hondonada y ahí estaban mis padres, afortunadamente con vida, apenas golpeados. Era cerca, monté a madre en el hoyuman y yo caminé con padre. Luego fui a chequear a los hombres, solamente había seis que estaban muertos, el resto magullados, alguno que otro malherido. ¡Ah!

Les conté del dinero. Padre me miró y me dijo:

-Aquel que está más allá de las estrellas nos ha ayudado.

-¿Por qué padre? ¿Te parece?

-Hace unos amaneceres atrás decidí esconder en tres lugares distintos metales, les has dado solamente una tercera parte, que por supuesto es bastante, pero nos queda bastante para vivir. ¿Te irás? -me preguntó mi padre.

-No, espero que estén todos repuestos.

 

No me había olvidado de Aranet, pero esperaría a que todos estuvieran bien y luego me marcharía.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 28/02/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Viajando hacia Villarreal coincidió con un soldado que también iba y la custodiaría. Más tarde, súbitamente, el soldado cambió de parecer.

Sesión en MP3 (2.287 KB)

 

Entidad: A veces tenemos engramas inconscientes, como aprehensión o temor a que suceda algo e ignoramos el motivo, porque esos engramas están grabados muy dentro nuestro y podemos llegar a tener incluso hasta conductas distintas por momentos y luego nos preguntamos por qué he hecho tal cosa o respondido de ese modo o de manera inesperada corté ese plan que tenía. Es obvio que cuando encarnamos en mundos oscuros nos arriesgamos a zozobrar aún sabiendo que nuestra tarea es templarnos. Y muchas veces no logramos el propósito.

 

Recuerdo la vivencia de Mina, cuando le dije a mis padres:

-Estoy convencida que Aranet es mi presente, mi futuro.

 

Y es cierto que en la cabeza tenía como esas imágenes de terror donde casi pierdo la vida. Y como decís vosotros en Sol III, medía a todos con la misma vara, cuando no debía ser así.

 

Hubiera sido demasiado lento ir en un pequeño carro tirado por hoyuman, así que directamente monté uno con un par de alforjas, me vestí lo más cómoda posible, con ropa de cuero y pantalones de cuero, botas. Y rogando que no sucediera nada en el camino y marché. Fue un viaje bastante difícil.

Al amanecer siguiente me cogió la lluvia intensa, fría. Había árboles aislados, pero sabía que atraían rayos, así que esperé hasta refugiarme en un espeso bosque, donde ya todo era parejo. ¿Si las copas de los árboles filtraban el agua? Apenas, apenas. Hasta que paró de llover y seguí viaje.

 

A lo lejos divisé lo que había sido la fortaleza Villarreal, de ese tirano, y que ahora ocupaban Fondalar y su pareja Émeris. Escuché un galope y me puse tensa. Venía de la fortaleza, me tranquilicé, era un soldado.

Me presenté:

-Mi nombre es Mina Valley, soy la pareja de Aranet.

-Un gusto señorita. Casualmente pasaba por aquí, permítame escoltarla.

-Gracias.

 

De verdad agradecí, porque estuve intranquila todo el camino, por supuestos peligros que podía haber. El hombre casi no conversaba, iba un paso adelante, mirando para todos lados de que no hubiera riesgos. Se largó a llover nuevamente, no había donde refugiarse y verdaderamente estaba con las ropas completamente empapadas.

El hombre dijo:

-Señorita, allí hay una pequeña caverna entre las rocas. -Dejamos a todos los hoyuman, yo tiritando de frío. El soldado dijo:- Lamentablemente no tengo ninguna manta. Aunque no hubiera servido de nada porque estaría tan mojada como nuestras tropas.

 

Tiritaba y esperaba que pasara otra vez la lluvia. El hombre es como que cambió su mirada, modificó sus gestos, me miró de una manera distinta, es como que con su mirada me recorría desde mis ojos hasta mis pies, y se pasaba la lengua por los labios. Me intranquilizaba enormemente.

Le pregunté:

-¿Sucede algo soldado? -Me miraba y no me contestaba. Le dije:- No importa la lluvia, quiero llegar. ¿Viene conmigo soldado? -Y mi paré. Se paró y puso una mano en la pared de la roca impidiéndome el paso.

-No puede irse, señorita.

-¿Cómo no puedo irme?

-Eh, hay mucho riesgo afuera, yo la protegeré. -Intentó abrazarme.

-¿Qué hace, soldado?

-Nadie la puede proteger mejor que yo.

 

La forma que me quiso tomar de los hombros me hizo entrar pánico y lo empujé. Me dio una cachetada tremenda que me atontó y me hizo caer de rodillas y se abalanzó encima mío queriendo besarme. Afortunadamente con mi mano derecha pude coger una roca y ¡Ah!, se la di en la sien izquierda, se atontó. ¡Ah!, un segundo golpe y cayó atontado. Me puse de rodillas y ¡¡Ah!! empezó a sangrar. El pánico que tenía hizo que cuatro, cinco, seis veces lo golpeara con la roca. Me tapé la boca con la mano, tirando la roca. Lo había matado, lo había matado.

Subí a mi hoyuman y cogí las riendas del otro equino. La lluvia ya había parado.

Tiempo después llegué a Villarreal, me recibieron unos soldados, vieron el estado en que estaba, parte de la ropa desgarrada. Me recibió Fondalar, corrí y me abracé a él. Llamó a Émeris, a su pareja:

-Lleva a la joven Mina. -Émeris me llevó abrazándome, le conté lo que había pasado, no se extrañó. La miré.

-¿Por qué esa actitud?

-Ha pasado con algunos soldados. Por suerte estábamos nosotros, que tenemos dones, y los hemos podido frenar.

-¿Los han matado?

-No, no hizo falta, alteraron su manera de pensar, su manera de ser. Debe ser por algo que había en las bodegas y que tomaron.

-¡Vaya!, pero ese soldado que me encontré en el camino era muy atento, muy amable y de un momento para el otro es como que hubiera perdido la razón.

-Sí, es como un alucinógeno qué les ha afectado a muchos.

-¿Y a vosotros?

-No, parece que quienes tenemos dones no nos afecta eso. Enviamos a otros soldados a revisar víveres, el líquido de las bodegas, y aparentemente en algunas partes hubo bebida adulterada.

-¿Habrá sido de parte de la gente de Andahazi? -pregunté.

Émeris dijo, encogiéndose de hombros:

-Estoy convencida que sí, pero no lo pudimos ver a tiempo, imposible, porque cuando aparecieron las primeras conductas pensamos que era el estrés de la batalla.

Se acercó otra dama, también de gesto noble.

-¿Tú eres Mina? Soy Nuria. -Nos abrazamos.

 

Ya me había cambiado de ropa, había comido algo caliente, pero seguía tiritando ya no de frío sino de impotencia, de pánico y estaba reviviendo todo lo que me había pasado en la isla Baglis.

Me abrazaron las dos mujeres, me contuvieron.

Nuria me dijo:

-Es como que ahora entiendo la situación de lo que pasó con mi esposo, con Ligor. -La miré.

-¿Por qué?

-Porque Ligor tuvo una conducta extraña. Randora y Andahazi huyeron y mi esposo a toda costa quería vengarse, llegó a mostrarse distante, esquivo, como enojado. Y pensamos con Émeris que tal vez bebió algo de esa bodega, porque después de la batalla repartimos alimentos entre quienes tenemos dones y entre los soldados que quedaron. Pero obviamente se fue en un dracon, no hay manera de encontrarlo y no tenemos idea cuánto puede durar ese estado de alucinación o de locura.

Volvió Fondalar y me dijo:

-¿Seguirás viaje? ¿Iras a ver a Aranet?

-Pensaba, pero voy a esperar un poco, me recuerdo lo que me pasó.

-Estoy enterado -dijo Fondalar-. Descansa, no hay prisa. En unos amaneceres iremos todos para la boda del rey Anán.

-Entonces esperaré e iré con ustedes, no quiero salir más sola. Si no hubiera cogido esa roca..., pero por otro lado quité una vida, ¡es una experiencia muy traumática! Émeris me abrazó.

-Era tu vida o la de él. Entiendo que no estaba en su sano juicio, pero tú tampoco tienes la culpa.

 

Me quedé con las dos damas, ambas hermosas a pesar de que eran de mayor edad que yo. Y me sentí tranquila. Aranet tendría que esperar unos días, pero por ahora tenía que reponerme física y mentalmente. Principalmente mentalmente, en mi interior.

 

 


Sesión del 25/04/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Coincidía en el camino con un viajero, pero estaba alerta a sus intenciones, no se fiaba de él. Pero en el camino también había otros con intenciones malas.

Sesión en MP3 (3.616 KB)

 

Entidad: Los pesimistas dicen que cuando algo va mal puede ir peor, pero... ¿El pero es siempre objeción?, o puede ser un cambio de rumbo.

 

Fue una vivencia que me dejó muchos engramas por la suma de las dificultades.

Mi idea era ir a la isla de Baglis, quería comenzar de nuevo, una nueva etapa, una nueva vida. Por supuesto teniendo la memoria de todo lo que había acontecido antes, que no fue nada sencillo, obviamente. No es que sea indecisa, originalmente iba a ir con una pequeña calesa para poder llevar algunos víveres, finalmente decidí irme solamente con un hoyuman, con un par de alforjas al costado. El clima estaba bueno hasta que dejó de estarlo. Sueno irónica, seguramente rozo el sarcasmo, tal es la ironía; como si el cielo se hubiera abierto y arriba de las nubes hubiera otro mar, como el mar del oeste, y toda el agua cayó sobre mí. Encima había bajado la temperatura y sí bien estaba abrigada, poca ropa o mucha ropa mojada es lo mismo, me dolía mucho la cabeza, los huesos, el cuerpo, todo. Estornudaba.

Y de repente paró de llover. Así, de golpe, como si el cielo se hubiera cerrado de inmediato.

 

Me bajé del hoyuman tiritando, quería hacer una fogata. Estaba con mucho, con mucho, mucho, mucho frío, era un malestar tan grande... Me sentía muy mal, muy mal. De repente es como que vomité un poquito, me dormité. Gracias a aquel que está más allá de las estrellas cuando abrí los ojos estaba claro, había salido el sol.

En una de las alforjas llevaba una muda de ropa. Miré para los costados, obviamente no me hubiera gustado alguna mirada indiscreta. Me quedé con la ropa mínima, pero también tenía un cambio de ropa mínima. Y hasta pudor de los animales que podían verme en el bosque tenía. Me cambié de ropa íntima de inmediato y cuando me estaba terminando de vestir escucho una risa.

-¡Ja, ja, ja! ¡Vaya, mira con lo que te encuentras en el bosque!

 

Sentí como un ramalazo de pánico en ese momento. A dos líneas tenía al hoyuman y al costado una cuchilla. Levanté la vista: Un hombre. No me miraba con esa mirada de ese apetito perverso, me miraba con una sonriente ironía.

-Bueno, te dejaré vestirte. -No sé si tenía adiestrado o amaestrado a su hoyuman, pero lo hizo deslizarse de costado. Mientras me vestía miraba de reojo al personaje vestido como raro, con ropas de colores raros; llevaba una especie de gorra con una pluma y una espada muy fina, botas largas.

Me terminé de vestir y me sentí más segura, entiendo que eso es algo mental porque estaba en sus manos, pero por lo menos me permitió vestirme, significa que sus intenciones no eran ultrajarme, aparentemente. Pero estaba molesta, se me había pasado el pánico y me vino como cierta ira.

-¿Aprovechas para mirar a todas cuando se cambian? -Imperturbable, el hombre dijo:

-Por supuesto que no, pero tampoco es normal ver en el camino al costado del bosque una mujer semidesnuda.

-¿Bueno, qué deseas? -pregunté.

-¡Yo, nada! Pasaba, te vi y me regocijé con el espectáculo, pero luego vi que te incomodaba y me aparté un par de líneas.

-Vaya, cómo si no hubieras dejado de mirarme.

-Bueno, qué hay de malo en mirar. -Suspiré. Fui hacia mi hoyuman, vi la cuchilla y tomé la cantimplora y tomé un poco de agua, muy poco. Monté mi hoyuman y le dije:

-Bueno, ¿ya ha visto el espectáculo?, ahora seguiremos nuestro camino.

-Está bien. -Espoleé mi cabalgadura y avancé. El hombre avanzó a mi lado.

-¿Qué dije?, que cada uno siguiera su camino.

-Por supuesto -dijo el hombre-, yo voy para allí. ¿Para dónde vas tú?

-¿Qué sabes dónde voy yo?

-No, no quise decir eso. ¿Vas hacia delante?

-Sí.

-Yo también, en algún recodo del camino nos separaremos. Mientras tanto te protegeré.

-Espero que no tengas intenciones negativas para conmigo, espero que seas un caballero.

-¡Mmm!, en realidad no lo soy.

-¿A no? Vaya, que eres cara dura.

-Digo la verdad; adonde una mujer me da un poquito de permiso, yo ese permiso lo tomo y más. Pero por supuesto, la dama queda más que satisfecha.

-¡Vaya, vaya que eres humilde!

 

Me sentía como molesta, como irritada. Estuvimos hasta el mediodía, desfallecida de hambre. El hombre me dijo:

-Si no te incomoda yo tengo una hogazas de pan con un poco de carne seca, puedo compartirlo contigo sin ningún compromiso.

-¿Y qué seguridad tengo de que no quieras aprovecharte de mí? -pregunté.

-Mujer, ¿cuánto hace que venimos cabalgando?, ¿por qué habría de aprovecharme ahora?

-Porque tú has dicho que apenas te dan un poquito, tú te tomas el resto.

-¿Tú me has dado un poquito?

-Por supuesto que no -negué.

-Entonces quédate tranquila -Bajé de mi hoyuman, acepté y comí con ansias la hogaza de pan con la carne-. ¿Quieres un poco de bebida más fuerte?

-No, no, no.

-¿Acaso tienes miedo de que esa bebida fuerte te haga cambiar de idea y me des un poquito de chance?

-¿Tú te piensas que porque tome una bebida voy a aceptar a estar contigo? -Le tomé de la mano, de un sacudón, la pequeña botella y tomé un trago.

-¡Ah! -Fuertísima la bebida, era casi alcohol puro, me quemaba en el esófago-. Toma.

-¿Cómo te sientes?

-Con un calor ficticio porque sé que la bebida con alcohol no da calorías, no calienta de verdad. -El hombre dijo:

-Pero sí el... sí el sándwich que has comido.

-¿Sándwich?

-Claro, tú le llamas sándwich al..., cuando le pones carne y lo envuelves con dos panes.

-¡Ah, mira tú! -Me sentía mucho mejor, ya no tenía frío. Había atado en las grupas del hoyuman la ropa mojada que ya se estaba secando con el calor del sol. Llegamos al final del camino, donde se dividía. Me sentía como perdida, tal vez en lo espeso de la lluvia había tomado un camino que no era el que tenía que ir. El hombre me vio el rostro y me preguntó:

-¿A dónde vas?

-A ver a mi esposo.

-¡Ah! ¿Eres casada?

-¿Por qué?

-Porque son más interesantes.

-Eres un caradura, debes ser un tremendo mujeriego. -Escuché, esperando que lo negara. Al revés, el hombre se rió y dijo:

-Es verdad. ¡Ay!, es algo que no puedo conmigo mismo; a veces me enojo conmigo por ser tan mujeriego, pero yo no tengo la culpa, mujer, la culpa la tienen ellas; suelo subirme a los balcones y escaparme a hurtadillas cuando llegan los maridos.

-¡Vaya que eres atrevido! ¡Y todavía lo cuentas!

-¿Pero qué hay de malo en eso?

-¿Qué hay de malo? Los pobres maridos hay de malo.

-Pero dile eso a las mujeres -argumentó el hombre-. Yo no las fuerzo, jamás he forzado a nadie. Mujer, tú me estás ofendiendo.

-Pero tú mismo has dicho que no eres un caballero.

-Bueno, soy caballero con una dama, pero soy un poco pillo, lo reconozco.

-Bueno, yo cojo para la izquierda. ¿Y tú? -El hombre vio que había una bifurcación.

-Está bien, yo cojo para la derecha. Por lo menos dime tu nombre.

-Me llamo Mina. ¿Y tú? -Se sacó el sombrero, hizo un gesto cortés y dijo:

-Figaret, para servir.

-No, no, no, no quiero que me sirvas.

-Pero bueno, ya te he servido antes.

-¿En qué sentido?

-Te he convidado con comida y con un poquito de bebida con alcohol.

-¡Ah! Está bien, de verdad, lo agradezco. Y ahora seguiré la marcha.

 

Espoleé mi hoyuman y me marché hacia la izquierda, me sentía como un poco mareada todavía. No quise decir nada porque no quería parecer vulnerable ante ese tal Figaret, pero me dolía la cabeza, se ve que me había resfriado bastante con la lluvia de la noche. Y anduve y anduve y anduve.

Me había bajado la audición, es como que el mismo resfriado había taponado mis oídos. Por momentos sentí otro galope de hoyuman, miré para atrás, pero no se veía a nadie, y de repente sentí como unas risotadas de varios hombres, pero no era hacia atrás era hacia delante. Uno de los hombres salió del camino y cogió las riendas de mi equino.

-¡Vaya, qué tenemos aquí! ¡Ooooh!, una hermosa dama. -Tomé mi cuchillo del costado.

 

El hombre me tiró del brazo y me hizo caer de mi hoyuman, golpeé la cabeza y me sentí completamente aturdida, me sentí completamente aturdida.

El hombre era grande, fuerte sentí que me cargaba sobre su hombro y me llevaba. Podía ver que otro de los hombres cogía las riendas de mi hoyuman y avanzábamos. Ahora sí que no me salvaba nadie.

Vimos una casa, me dejaron en el piso.

-¿La atamos? -dijo otro.

-No, en breve ya nos ocuparemos de ella, ¡ja, ja, ja! -Miré, había tres hombres, el lugar me parecía conocido.

Y de repente en el piso:

-¿Qué habéis hecho con la mujer?

-Si está muerta mejor, así no molesta. -¡Era la querida Areca!

-¿Qué estáis haciendo?

-Mujer, hemos encontrado un tesoro y lo venderemos, pero aquel que está más allá de las estrellas nos ha mandado otro tesoro, tú. O sea la pasaremos bien contigo y luego te mataremos, así en lugar de un cadáver habrá dos. -Y se escuchó una voz.

-Eso en tanto y en cuanto yo lo permita.

 

Me senté, estaba un poco más recuperada. Vi la figura del personaje, el del sombrero con la pluma y la pequeña espada, pero no me sentí contenta, los otros eran tres, eran mucho más corpulentos con espadas más grandes, era imposible que pudiera hacer algo.

Se olvidaron de mí, corrí a donde estaba la anciana y le toqué el pecho, por suerte respiraba. Le revisé la cabeza, tenía un poco de sangre. La acomodé como pude, le puse una almohada debajo de su cabeza, no podía hacer más nada por ahora. Igual lo que nos esperaba no era nada agradable, nos... nos iban a matar.

Me asomé y vi que los tres rodeaban al personaje que se llamaba Figaret.

-Supongo que tú traerás metales, viene bien. Tenemos las plantas mágicas, la mujer y encima un tonto que con una espada pequeña nos desafía, y seguro que debe traer metales.

-Voy a impedir que hagan lo que vais a hacer.

-¿De llevarnos las plantas?

-De ultrajar a la dama.

Uno de ellos dijo:

-Te conozco, tu eres Figaret.

-¡Ah, vaya! Mi fama se ha propagado.

-¡Y tú hablas de impedir de ultrajar a la dama si tienes fama de haber estado con cien damas en distintos poblados!

-Así es, lo reconozco, pero no forcé a ninguna, todas me llamaban por el balcón.

 

Sacaron los tres sus espadas. El más grande dijo:

-Aquí te pongo mi pecho, a ver qué puedes hacer con ese espadín.

 

No alcancé a ver el movimiento de la mano de Figaret, pero con su espadín le hizo un tajo en la garganta que prácticamente el hombre estaba muerto sin darse cuenta. Los otros dos asombrados vieron como el más grande de ellos caía. El segundo se abalanzó hacia Figaret encontrándose con el acero puntiagudo atravesando su corazón. El tercero, asombrado, no tuvo tiempo de nada otro tajo en la garganta como al primero acabó con su vida. En pocos instantes había matado a los tres. Guardó su espadín y dijo:

-¡Vaya, Mina, hice bien en seguirte!

-Ocupémonos por favor de la señora.

 

Gracias a aquel que está más allá de las estrellas, había un vaso con un líquido que lo olí, era perfumado, sería algún jugo de las plantas. Y levanté a la anciana que apenas había recuperado poco el conocimiento y se lo di a beber. Se tocaba la cabeza, estaba muy, muy aturdida, abrió los ojos.

-Mina, querida Mina, ¿eres tú?

-Mi hermosa Areca, has llegado justo.

-No, no, yo no; este señor, Figaret, nos ha salvado. ¿Quiénes eran estos hombres? -La anciana me dijo:

-Le he salvado la vida al primero, luego vio que tenía plantas sanadoras y trajo a sus dos esbirros, compañeros o quienes sean, y este caballero los ha matado.

-No estoy arrepentido, anciana, no estoy arrepentido, para nada, las iban a matar a las dos y previo iban a ultrajar a la señorita, o señora. ¿Pero es verdad que tenéis plantas mágicas? -inquirió Figaret. La anciana lo miró.

-Sí, es cierto. ¿Qué piensas hacer ahora?

-Nada, evidentemente veo que ayudas a muchos, pero debes tener más cuidado, que no todos son buenas personas. -La anciana se levantó, había recuperado un poco de fuerzas y preparó una especie de caldo con plantas, le puso unas legumbres, preparó una especie de guiso. Impertinentemente Figaret se acercó a la olla y exclamó:

-No es el aroma de las posadas, pero supongo que debe ser más sano. -La anciana le dijo:

-¡Vaya, que eres impertinente! Pero tienes razón, no tendrá el gusto del guisado de las posadas pero es más sano, y a mí me hará muy bien, y por lo que veo a la joven también porque tiene el rostro que se nota que tiene un enorme resfriado.

-Anciana, no me digas que estas plantas también curan el resfriado.

-Es como tú dices, estas plantas son mágicas.

-En realidad no son mágicas -aclaré yo-, tienen unas propiedades curativas.

-¿Entonces estoy invitado?

-Toma asiento -le dijo la anciana a Figaret.

 

Nos sentamos, comimos. El primero en levantarse fue el hombre, un personaje tan extraño y exclamó:

-Me ocuparé de los cadáveres, los enterraré. Primero les revisaré si hay metales y me los llevaré conmigo los metales, si no tenéis objeción.

-No, no tenemos objeción -exclamé yo.

 

Más tarde el hombre se marchó, me abracé con la anciana Areca, que me preguntó:

-¿Qué haces por aquí?

-Iba para la isla Baglis, pero me he perdido, me extraviado.

-Te ha guiado aquel que está más allá de las estrellas. Al haberte perdido lo has traído atrás a este personaje tan raro.

-Es cierto. Todo es por algo.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 14/10/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

La entidad estaba en Aerandor III. Relata unos tiempos en que la vida valía poco y nada. Era noble y joven, pero no estaba de acuerdo con lo que presenciaba.

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Entidad: No soy la primera que dice que te acostumbras a un modo de vida, lo cual no creo que esté bien, uno debe adaptarse al momento.

No tuve penas de pequeña, no tengo porque titubear si hablo de mi niñez puesto que mi familia era, llamémosle, de la nobleza.

 

Mi nombre era Triana. Creía en muchísimas cosas, en la honestidad, en la virtud, pero no en el poder de un título o del dinero o del ropaje con que la gente se presenta. El tener un título no significaba ser auténtico, no significaba tener la verdad. Sí, decían "Triana, tu familia es noble". Pero ¿cuál es la acepción de noble? Creo que la nobleza va más allá de un título.

Tenía amigas que me decían:

-Tú te complicas la vida sola, en lugar de disfrutar la posición que tienes te han mimado.

Ahí las interrumpía:

-No, no, no, me han educado, me han criado bien, lo reconozco. Mimar se mima a los críos.

 

De todos modos no me ha faltado la presencia de mis padres en cuando a distancia, me ha faltado quizás en cuanto a afecto, en cuanto a comunicación, en cuanto a contención.

De pequeña tenía mil preguntas sin respuesta y eso me causaba una tremenda insatisfacción sumada a una angustia inconsciente, una angustia que no llegaba a salir a flor de piel.

Es cierto, crecí con buenos modales. Por ser mujer conocía los dialectos de otras regiones, sabía leer y escribir perfectamente y el sueño de madre era, el día de mañana casarme con un candidato de la nobleza.

 

Siempre tuve al alcance pequeños libros de cuentos y en esos libros todo era final feliz, pero ya de adolescente era muy observadora y veía discusiones en las parejas en todos los niveles. Es más, en la nobleza era peor. Mis padres tenían amistades y se trataban de una manera tan distante entre los matrimonios... Y yo sabía la razón, era porque eran matrimonios arreglados por conveniencia. Y sabemos cómo termina: o terminan distanciándose o directamente tratándose como extraños. No era mi manera de pensar, no era mi manera de ver una relación de pareja. Acá no se trata de ser hipócrita, obviamente hay más comodidad en una casa tipo palacete que en una choza en medio de la nada donde en invierno te congelas tanto adentro como afuera.

 

Recuerdo que padre invirtió en un pequeño campo. Por suerte estábamos lejos de los reinos cercanos, el más cercano estaba a dos días a caballo, entonces padre no tenía que pagar nada, ni protección, y no pertenecía a ninguna zona feudal.

Pero el campo había que trabajarlo y contrató a una familia que le daba un porcentaje tan ínfimo, pero la familia necesitada de dinero y aceptó. Pero lo primero que vi que el par de granjeros mayores tenía un hijo quizá un par de años más grande que yo, se llamaba Tago, una persona de piel morena, ojos negrísimos, una mirada totalmente penetrante y callado, callado, obediente, trabajaba muchísimo en el campo. A veces, por las mañanas, iba a pasear a caballo y lo veía trabajando y veía su torso desnudo, su torso... y sentía dentro mío como una inquietud. Un par de veces el joven levantaba la vista y me miraba y luego seguía su trabajo, haciendo caso omiso de mi persona.

 

Pero me sorprendió una tarde. Una tarde no estaba trabajando, estaba solamente su padre y su madre con los animales. Recorrí todo el lugar con mi caballo y lo vi a lo lejos sobre un territorio rocoso, portaba una espada y hacía malabarismos con la misma moviéndose como en una danza. Y me sorprendió. Yo podía ser muchas cosas pero no tímida, y mi curiosidad pudo más, me acerqué.

Sé que me vio pero siguió con su malabarismo con la espada y me quedé observándolo montada sobre mi caballo. Cuando terminó de hacer el ejercicio se acerco a mí. Se acercó a mi persona e hizo un saludo cortés, pero cero sonrisa. Le pregunté:

-¿Qué es lo que hacías, Tago?

-Señorita Triana, hacía un ejercicio con mi espada, un ejercicio que aprendí de muy pequeño con un hombre que ya murió.

-¿Pequeño?

-Tendría doce años y hasta los catorce me entrenó.

-Pero he visto practicar a nobles en los palacetes que visito con mi familia y no... no me parece esgrima lo que tú haces.

-No, no, señorita, esto es mucho más complicado.

-¿Complicado? -pregunté.

-Es un arte, con todo respeto, que supera lejos a la esgrima.

Le dije:

-Pero parece un paso de acrobacia.

-Digamos que sí -contestó Tago.

 

Era muy seco, muy corto de palabras, educado pero no sonreía. Terminé como incómoda, más viendo su torso desnudo, fuerte, sudoroso que me producía algo que no entendía. Lo saludé, di vuelta con mi caballo y me marché. Tago era una persona rara, extraña y me causaba mucha inquietud.

Pasaron varios meses y siempre lo veía trabajando. Mis amigas lo conocieron y me preguntaban cómo era. Les respondí la verdad, que no sé, porque lo que converso con él son monosílabos. Sé que aprendió un tipo de esgrima raro cuando era pequeño y ahora lo practica solo y hace otro tipo de ejercicios. Y nunca, nunca lo vi sonreír".

Los padres de Tago eran grandes pero trabajaban tanto como si fueran jóvenes.

 

A veces le decía a padre:

-Lo que le pagas es nada, prácticamente.

Padre me respondía:

-Triana, si ellos no se quejan, tú no te metas, ya vas a aprender a someter a tus subordinados cuando los tengas.

 

Me di media vuelta y me marché, la palabra someter me sonaba como a... una cosa de manipulación tremenda. Ya de por sí no me gustaba la palabra. A un trabajador no se lo somete porque al fin y al cabo no eran esclavos.

Recuerdo que mamá fue a pasear en calesa con una amiga y se rompió una rueda de la calesa y llamaron a Tago para que la arregle. Tenía tanta fuerza que pudo levantar la calesa y colocar la rueda, porque al fin y al cabo eran unos amarres que se habían salido, y madre y su amiga pudieron hacer el paseo.

Cuando volvió le faltaba una pulsera de oro.

-Se habrá perdido cuando bajamos de la calesa. -Le fueron a preguntar a Tago.

Tago dijo:

-No vi nada.

A sus padres.

-No estábamos enterados de la calesa, de lo que había pasado.

Madre estaba furiosa.

-Alguien la tomó. Seguramente has sido tú, Tago.

Tago la miró a madre con el rostro de siempre, ni enojado ni contento, un rostro neutro, con unos ojos negrísimos profundos como un abismo profundo.

Y dijo:

-No, no necesito robar nada. -Daba la impresión que madre tenía más carácter que padre porque le dijo:

-Tienes que hacer algo.

 

En el condado había una pequeña guarnición de soldados. Los soldados fueron hasta la casa de los padres, de la humilde casa que estaba en el campo, y los padres de Tago negaron todo.

Madre intimó a padre:

-Si no los encarcelas no te hablaré más, no te dirigiré la palabra.

Tago les dijo a los soldados:

-Somos inocentes, sería mejor que os fuerais.

Los ocho soldados bajaron de sus caballos, sacaron sus espadas, Tago tenía la suya con él. Me quedé al lado de madre, padre mirando la escena.

Tago les dijo:

-Somos inocentes. Dais un paso más y tendré que actuar.

 

Y así fue. Los soldados atacaron, en menos de un minuto tres estaban sin vida, en menos de cinco minutos acabó con todos, una rapidez con la espada tremenda. Pero claro, mientras él combatía con algunos los otros atacaron a sus padres y los dejaron sin vida.

Tago se acercó a mis padres:

-Sois responsables de haber hecho esto.

-¡Pero tú has robado la pulsera! -dijo mi madre.

-Jamás robaría algo que no es mío, jamás tomaría algo ajeno. Y a mis padres nadie les devuelve la vida.

-Pero eres un asesino -dijo madre-, has matado ocho soldados.

-Han matado a mis padres que no tenían nada que ver. Si fuera otro haría justicia con vosotros pero no lo hago porque veo que sois pobres personas.

Me acerqué a Tago y le dije:

-Lo siento mucho, lo siento de verdad. No comparto lo que dice madre.

Tago me miró con esos ojos tan profundos.

-Señorita Triana... -y no agregó más nada. No sabía si iba a decir "Gracias por pensar así" o "Eres igual que tus padres", no. Sólo Señorita Triana y cerró la boca.

Le dijo a padre:

-Necesito que me pague lo hecho hasta ahora. Su esposa se queda acá hasta que usted vuelva, no sea cosa que quiera avisar a más soldados. -Vino padre con el dinero y le pagó. Incluso le dio de más, que Tago dijo-: No, está bien. Quedaos aquí. -Cavó un par de fosas y enterró los cuerpos. No le cayó una la lágrima.

Estaba aterrada de la frialdad que tenía Tago. Cogió sus alforjas, guardó el dinero, llenó un par de cantimploras con agua. Miró a mis padres, me pareció como que había pena en su rostro, no sé si por los padres muertos o por mis padres. Me miró a mí, lo vi parpadear, entrecerró los ojos, desvió la vista y se marchó.

Unos metros después se dio vuelta y le dijo a mi padre:

-Podéis buscarme, no me encontraréis. -Espoleó el caballo y se marchó.

Le recriminé a mi madre:

-Mira, mira lo que has logrado, has matado a dos viejos inocentes.

Ella se defendió:

-¡Cállate Triana! Es un asesino, mató a ocho soldados. Lo van a pescar y va a ser ajusticiado.

-No tienes vergüenza, madre, no tienes vergüenza.

 

Volvimos al palacete y de repente en uno de los cajones donde ella guardaba los pañuelos estaba su pulsera, su pulsera de oro que la había dado por perdida o que supuso que se la habían robado.

La miré. Lo llamé a padre.

-¡Mira, ahí está la pulsera! Mirad lo que habéis logrado los dos.

Madre dijo:

-Eso no quita lo que hizo Tago.

-¿Y qué iba a dejar que los apresen por nada?

-Bueno -dijo madre-, si yo hubiera encontrado luego la pulsera hubiera ido a la guarnición para que los suelten. -Hice un gesto con mi rostro como diciendo "Es imposible".

 

Me sentía tan distinta a ellos, tan distinta. Por eso, como dije al comienzo, hay dos tipos de cercanía: la física, que la tuve siempre, y la de empatía, de contención, que no la tuve nunca.

Ya vería la oportunidad de alejarme de ellos, quería independizarme, pero me sentía una inútil. Está bien, podría ir a distintos poblados a enseñar como maestra a los niños, no muchas mujeres sabían leer y escribir, sumar, restar, dividir, multiplicar. Ya vería como planificar mi futuro, me sentía mortificada.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 07/01/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Era de clase noble, pero no se sentía perteneciente a ella. Sus padres eran estirados. Los dejó, no se sentía bien con ellos. Era una cuestión de dignidad.

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Entidad: Algo había cambiado dentro mío. O quizá siendo más directa, algo se había roto dentro mío.

 

Es cierto que siempre me sentí distinta. Mis padres eran nobles, me decían:

-Triana, te hemos dado de todo.

 

¡Ja, ja! A ver, contención: eso no tuve nunca los veía como fríos, como distantes hasta... hasta sus palabras cariñosas sonaban como por compromiso: "Triana te queremos, Triana te adoramos". Aparte no entendía porque hablaban en plural, porque cada uno no decía lo que sentía, si es que lo sentía, siempre hablaban en plural.

No tenía muchas amigas, aparte estábamos lejos prácticamente de todas las estancias cercanas, el reino de Esperia estaba a dos días yendo a caballo. A pocas horas había una guarnición de soldados pertenecientes al reino.

 

Padre se salvaba de pagar impuestos porque prácticamente estaba lejos de la región que correspondía al reino de Esperia, pero el rey ahora estaba cobrando un pequeño tributo que antes no cobraba. De todas maneras a padre no le afectaba, tenía fortuna. Me decía: "Nosotros queremos casarte con el mejor de los nobles". Y yo pensaba "No tenemos necesidad porque tenemos dinero". Era simplemente por... por ego, por hacerse notar que éramos de sociedad.

 

En casa, mis amigas, cuando a veces venía a pasear, me decían:

-Eres una privilegiada, tu campo es más grande que el nuestro.

-No es mi campo -les respondía-, es de mis padres.

-¡Ay! Triana, lo vas a heredar.

-No me interesa, mis aspiraciones son otras. Quisiera radicarme en un poblado no cerca de aquí y ejercer como maestra de niños. -Todas mis amigas abrieron la boca como si hubieran visto un monstruo gigantesco.

-¡De qué hablas, qué dices!, ¿una noble ejerciendo de maestrita en un poblado de mala muerte? ¿Qué te pasa en la cabeza?

-Nada, justamente creo que estoy más despierta que vosotras. -Por un lado se sentían seguras por mi manera frontal de responder, eso les demostraba que no era falsa, pero por otro les molestaba que fuera tan tan directa.

 

¿Sí los quería a mis padres? Sí, les tenía afecto, pero éramos tan distintos, los veía tan superficiales...

Quizá de alguna manera buscaba la aprobación de los demás, sí, sí, sí, porque quienes venían me prejuzgaban "Si sus padres son así Triana debe ser igual; aparenta, viste las mejores ropas". Y no, nada que ver, muy pocas veces estaba con vestido, usaba pantalón y botas de montar, y arriba remera. Y en invierno un abrigo más grueso, de cuero.

 

Me gustaba muchísimo montar, pero lo que me quebró por dentro, y mucho, fue cuando contrató padre a esa gente para trabajar el campo, y a su hijo, Tago. Injustamente madre los acusó de robar una pulsera. Vinieron soldados de la guarnición, ocho.

Me quedé horrorizada por la acción, no por Tago, por la acción: Dio cuenta de los ocho soldados manejando magistralmente su espada pero no pudo evitar que mataran a sus padres. Los enterró. Le pidió a mi padre su paga, enterró los cuerpos y se marchó.

 

Madre, luego, encontró su pulsera pero siguió insistiendo que Tago era un asesino. Siete días más tarde vinieron más soldados de la guarnición, le pidieron a padre la descripción del asesino. Lo buscarían por toda Esperia porque nadie podría tocar a un solo hombre del reino de Esperia.

 

Le dije a padre:

-No me siento bien con vosotros.

-¿Cómo no te sientes bien con nosotros? Te damos amor, educación, eres una noble.

-Basta, basta de hablar de nobleza. ¿Qué es la nobleza, la conducta que ha tenido madre es la nobleza? Por culpa de ella han muerto dos inocentes.

-¿Dos -dijo madre-, y los ocho que mató ese asesino?

-No los mató a propósito, fue defensa propia.

-¿Has visto cómo manejaba esa espada?, finge ser un aldeano pero es un asesino profesional, seguro que de las sectas del norte.

-Tu mente está afiebrada, madre, al igual que tu imaginación.

 

No me interesaba mi dote, no me interesaba heredar nada, pero tenía unas monedas de oro y de plata que tendría un buen pasar muchísimo tiempo, las puse en mi alforja. Tomé mi caballo, un potrillo tan lindo y fuerte, no era tan frágil como uno de carrera ni tan fuerte como un percherón de tiro pero era el caballo justo que yo quería. En una de mis dos alforjas puse una muda de ropa, me calcé mi pantalón, mis botas de montar. Me recogí el cabello, me lo até. Y me marché.

-¿Qué harás? -preguntó madre.

-Trabajaré de maestra en algún poblado.

-¡Dios mío, Dios mío! ¿Qué te hemos hecho para que nos castigues así?

La miré a madre.

-Qué lindo que te sale el rol de víctima. En realidad no te importa nada si voy de maestra o de camarera, te importa el qué dirán: "Mira, su hija es una pueblerina cualquiera", eso te importa. Pero quédate tranquila, no iré a un poblado cercano y nadie me relacionará con vosotros.

-A mí no me engañas. Vi cómo mirabas a ese tal Tago.

-¡Je! Reconozco que sí.

-¿Ves?, seguramente lo irás a buscar.

-¡Je! -Sonreí con una mueca de tristeza-. Primero, esta región es enorme. Segundo, si hipotéticamente lo encontrara no creo que se fijaría en mí, y si me reconociera no trataría conmigo.

 

Espoleé mi montura y me marché. Pasé por distintos poblados, quise evitar el camino de la guarnición. De todas maneras varios soldados me salieron al paso por un camino alterno. Me reconocieron.

-Señorita Triana...

-¿Cómo estáis?

-¿La escoltamos?

-No, no es necesario, conozco este camino, conozco la región.

-¿Sabe manejar una espada?

-No, nunca he aprendido. Simplemente espero que no encuentre maleantes en el camino, pero no, no necesito escolta. -No me preguntaron nada.

 

Llegué a un poblado. Mi cabello lo tenía arreglado, traté de no llamar la atención. Mi pantalón, mis botas llenas de barro no me interesaba limpiarlas.

Comí en una posada y pagué con unas monedas pequeñas evitando no mostrar las monedas de plata, menos las de oro. Era un poblado pequeño, había muy muy pocos niños.

 

En el poblado siguiente lo que vi me llenó de pavor: las casas quemadas, destruidas, gente herida, algunos muertos.

Le pregunté a un anciano qué había pasado.

-Unos bandidos, unos bandidos del norte. Tienen un jefe al que le dicen "La Calavera", porque su rostro es tan delgado que se le notan todos los huesos de los pómulos, los ojos hundidos. Parece una clavera pero es totalmente cruel. Asoló la aldea y violaron mujeres, y a otras se las llevaron.

-No entiendo por qué hay seres humanos que son así, no lo entiendo. Para nada. -Se levantó un tremendo viento y me llegó polvo a la cara y a la garganta. Empecé a toser, a toser...

-Quédese, señorita, mi casa está en buenas condiciones -dijo el anciano.

-No, no, no; quiero alejarme de aquí lo antes posible. No lo tome, señor, como falta de respeto, pero me acongoja ver esta escena.

 

Preferí irme a pesar de que tenía hambre, quería comer algo, pero seguí viaje toda la noche, tuve la fortuna la enorme fortuna de que no me cruzara con ningún maleante en el camino.

Y pasé por un pueblo y otro hasta que llegué a un poblado grande, bastante grande, la gente contenta.

Pregunté en los almacenes donde había una buena posada, decente, para comer algo y radicarme. Me señalaron una.

-¿Qué pasa que estáis tan contentos?

-Nos han enseñado a defendernos.

-¡Eso es bueno!

-Aquí no va a venir la banda de La Calavera, estamos todos bien adiestrados.

-Qué bueno. ¿Quién los adiestró?

El hombre dijo:

-Hace tiempo atrás, no mucho, un hombre llamado Tago nos enseñó a pelear. -Mi rostro palideció pero no dije nada. Le agradecí la información y marché para la posada. Pagué la comida y la habitación por siete días.

 

Tuve suerte. Al día siguiente averigüé que hacían falta maestras de niños pequeños y me ofrecí. El sueldo no era malo. Si madre hubiera sabido lo que me pagaban se hubiera puesto a llorar: "Mi hija, la noble, regalándose por unas monedas". Pero para mí era la dignidad, que era más valiosa que el dinero. Y tenía empatía con los niños y ellos conmigo. Y me quedé en ese poblado.

 

Uno de los hombres dijo:

-Tenemos novedades, Tago se unió a una orden y parece que vendrá pronto de visita. Lo celebraremos haremos una fiesta. -Mi corazón latía más fuerte: Tago vendría al poblado donde yo enseñaba a los niños.

 

Apenas lo conocía... ¿Por qué de repente me embargaba esa ansiedad? ¿Qué sabía de él? Casi no habíamos hablado, él respondió con monosílabos. Sus palabras fueron: "Señorita Triana...", antes de marcharse, pero no sé con qué sentido lo dijo.

 

Gracias, gracias, gracias, gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 06/03/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Por esas causalidades de la vida, o vaya a saber por qué, tres situaciones concurrieron para que, finalmente, la batalla contra el mayor mento de Umbro terminara. Pero aún quedaba un cabo suelto.

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Entidad: Mientras volvíamos para el castillo la escuchaba a Burden, que había sido criada por sus tíos, que la maltrataban, que al equivalente de los dieciséis años se escapó de la casa, que conoció a Crafty, que luego la sometió.

 

Pero mi mente estaba agitada, estaba pensando en Randora, en mis padres, en lo que me había hecho firmar con amenaza de muerte de mis padres.

No se trataba de los metales que se había llevado, se trataba de... de mi dignidad o quizá sería ego y yo lo disfrazaba de dignidad para justificarme, pero mi cuerpo temblaba y mi mente es como que no razonaba.

Y Burden seguía hablando:

-Sí, Crafty me alcanzó, luchamos en la herrería, lo herí de muerte y él me lanzó un tazón de hierro candente. -De repente paró de hablar y me tocó el hombro-. ¿Qué pasa, Mina, estamos retrasados? Están como cien líneas adelante los demás. -No sé si era algo inconsciente o lo hacía a propósito de ir más lento con nuestros equinos. De repente en una curva del camino me frené.

Le digo a Burden:

-Voy a volver.

-¿Para qué?

-Tengo que matar a Randora.

-¿Qué dices, desde cuando eres una asesina? -Me temblaban las manos, me temblaba el cuerpo, por un momento me sentía asustada e inquieta, no sé si había cogido una enfermedad o qué, pero el cuerpo me temblaba. -Burden sacó una cantimplora.

-Tengo un agua con flores.

-No necesito.

-Es una pócima calmante. -Cogí la cantimplora y le di un buen sorbo, agua dulzona. Tomé otro sorbo. No sé si fue efecto placebo o qué, pero en instantes me sentí más calmada. Pero mi mente no, mi mente seguía inquieta.

Repetí:

-Voy a volver.

-Han ido los mejores. ¿Qué puedes hacer, está Zizer, qué puedes hacer contra Zizer? -Pero es como que no razonaba.

-Zizer no me interesa, quiero acabar con Randora.

-Supongamos que la encuentras, te mataría en instantes. ¿Qué sabes hacer con la espada? -Miraba la tierra, miraba los pastizales. La miré a Burden.

-Lo siento, tengo que ir. Tengo que verla muerta, ya ha hecho demasiado daño.

 

Giré mi hoyuman y marché hacia el lado opuesto, hacia donde fueron mi querido Aranet, Ligor y el maestro Fondalar. Burden me siguió.

-Sola no vas a ir. Además, ¿para dónde fueron?

-Seguiremos las huellas.

-Cuando los demás vean que no estamos alguno de ellos va a volver, Ezeven quizás.

-Entonces apresuremos el paso. -Burden meneó la cabeza.

-No tiene sentido.

-¿No tiene sentido? ¿No has asimilado lo que has logrado con tu intervención?

-Ahora Zizer está herido y Randora también. Es más, lo confundí a Zizer -me explicó Burden-, llegó a pensar que había perdido los poderes. -La miré a Burden y exclamé:

-Entonces me das la razón, está en inferioridad de condiciones.

-Mina, para ellos, inferioridad de condiciones, es nada, son maestros de la guerra. Por lo menos Randora. Tú eres una noble.

-He participado de mucho.

-Sí pasivamente. Me has contado tu historia. Más de una vez te ha salvado Aranet. -Me encogí de hombros.

-Y más de una vez me ha puesto en aprietos también. Estuve a punto de morir, no me asusta la muerte.

-¿Qué te asusta?

-¡Ah! Quizás el sufrimiento, quizás el sufrimiento.

 

Pero pensaba en mi interior "La vida no es una novela escrita, no es una obra de un teatro ecuatorial donde todo tiene un final feliz o donde todo está calculado, no; en la vida te encuentras una sorpresa en cada vuelta del camino".

Prácticamente nos habíamos perdido porque había pastizales y casi no se veían huellas, y eso era casi imposible porque Zizer y Randora habían escapado con los soldados o, mejor dicho, con los mercenarios.

Me tocó el hombro Burden y me dijo:

-Mira, una casa vieja. Descansemos, por favor.

-No me gusta.

-¿Qué cosa?

-No me gusta esa casa, tiene mal aspecto.

-¡Es una casa!

-Está deteriorada, parece que no vive nadie.

-No sabemos.

-Fíjate que no sale humo de la chimenea y está bastante fresco. -Desmontamos de nuestros hoyumans, los atamos a un palenque. Abrimos la puerta y como en esas obras de misterios del teatro ecuatorial la puerta chirrió. Entramos, las aperturas de las ventanas estaban abiertas de par en par, había claridad.

-¡Fíjate Mina! Hay un cuarto más atrás, podemos descansar. -Entramos al cuarto de atrás, quedé paralizada: Había un hombre de espaldas sentado en un banco estaba terminando de cambiarse unos vendajes. No me podía ni mover del tremendo pánico que me había invadido.

El hombre se dio vuelta.

-¡Mirad, ja, ja, ja! Mirad lo que me trae aquel que está más allá de las estrellas. Venid a mí. -Era Zizer. En ese momento sentí como que mi mente no me respondía, como que algo me atraía a ese sujeto y no me dejaba pensar.

 

Sentí que unos brazos me amarraban del cuerpo y me tiraban para atrás, me jalaban, era Burden, inmune al efecto mental de Zizer. Me arrastró hacia fuera de la casa, el corazón me latía fuertemente.

Zizer solo, no estaba Randora, no estaban los mercenarios. Y justo fuimos a la casa donde él había parado a cambiarse el vendaje que le envolvía las heridas.

 

Salió Zizer con una espada en mano.

-Me di cuenta que tengo mis dones. No sé qué maleficio tendrá esa joven que resiste a mis influjos, pero no va a resistir a mi espada. Y entonces a ti, noble, te doblegaré y me contarás todo lo que están haciendo tus aliados, para dónde fueron, qué pretenden.

 

En ese momento se escuchó un trote detrás nuestro, un hombre con una especie de capa y una capucha que le cubría parte de la cabeza, una capucha y un manto de color ocre, un color amarronado clarito, una pequeña barba no rubia pero tirando a clara, de unos ojos indefinidos de color celeste o metálico.

Y desmontó.

-¿Qué está sucediendo aquí?

-Viajero, no te metas -Mostró la espada-, esto es un asunto entre las mujeres y yo. En este momento tú sientes un tremendo terror, vas a coger el puñal que tienes en la bota y te lo vas a clavar en la garganta. ¡Ahora! -Dictaminó Zizer.

 

Miré para atrás, mirando al hombre y vi que ni siquiera parpadeaba ni movía las manos. Zizer quedó paralizado de la sorpresa.

El extraño dijo:

-Ahora tú. Sientes que la espada te quema, te está quemando la mano. -Zizer soltó la espada y se apretó la mano contra su pecho, después se miró la mano y vio que no tenía nada, que la piel no estaba quemada.

-¿Quién eres?

-¿Quién eres tú?

-Mi nombre es Zizer y soy el mayor mento de todo Umbro. Te sientes con sueño, duerme. -Lo miré otra vez al hombre y no parpadeaba.

-Tú te sientes débil, se te doblan las rodillas. -Y en ese momento Zizer se puso de rodillas.

-No puede ser, es esta joven que me quita los poderes -Señalando a Burden. Pero entendí que no tenía nada que ver.

En ese momento Burden cogió la espada de Zizer, que estaba en el barro, la levantó...

-¡Espera! -dijo el hombre. Burden no le hizo caso y le clavó un, dos, tres veces la espada en el pecho, quitando la vida de Zizer.

 

La vida te da sorpresas a cada recodo del camino, habíamos acabado con Zizer gracias al extraño.

-¿Estáis bien?

-¿Tienes tiempo para que te contemos? -pregunté.

-Sí.

Burden se enfrentó al extraño:

-¿Qué intenciones tienes?

-Ninguna intención, pasé por aquí e interpreto que, de alguna manera, las ayudé, quizá hasta les salvé la vida a ambas. Este hombre era un mento.

-Sí, -dijo Burden.

-Y dijo que contigo no podía. ¿Por qué?

 

Burden no le contó la historia, le dijo que tenía incrustado un pedazo de metal en el cráneo. El hombre hizo una media sonrisa.

-Lo que pasa que este pobre hombre no sabía usar sus dones, hay maneras de saltear el metal, el metal no te cubre todo el cráneo.

-Sin embargo lo anulé.

-Era un inexperto.

-No era así -exclamé yo-, era peligrosísimo.

-Quizá se enteró de sus dones y no hubo nadie que le explicara cómo usarlos. Te mostraré algo. Toma de vuelta la espada. -Burden cogió la espada-. ¿No sientes que está muy fría?, ¿más fría que un pedazo de hielo? ¡Te está quemando, tu piel se hiela! -Burden soltó inmediatamente la espada y se miró la mano, y no tenía nada.

-¿Cómo has hecho? Zizer no pudo.

-Porque no sabía cómo usar sus dones.

 

Reitero: La vida te da sorpresas a cada vuelta del camino. El invencible Zizer no había podido con el extraño, que no tenía ninguna duda que era más poderoso que el recientemente muerto.

-¿Cómo te llamas?

-Me llamo Jordi. ¿Vosotras?

-Soy Mina, y ella es Burden. -Le relatamos la historia. Nos sentamos adentro de la casilla en tres bancos. Burden ofreció su jugo dulzón que Jordi aceptó gustoso. Primero lo olió y dijo:

-Es bueno, es calmante.

-¿Cómo sabes?

-Sé muchísimas cosas.

-¿Eres un mento? -preguntó Burden.

-Es obvio que sí -afirmó él-, pero siempre tuve como recelos de usar mis dones. Es más me molesta usarlos, es como que dentro mío algo se rompió de pequeño.

-¿Tus padres son mentos? -pregunté.

-Ambos eran mentos.

-¿No están, murieron?

-Mi madre murió cuando era muy pequeño y mi padre..., me alejé hace mucho tiempo atrás y no lo volví a ver. La vida me cambió. De adolescente era una persona irascible, una persona que todo me molestaba, me ofendía por cualquier cosa, si las cosas no salían como yo quería me escondía hacia dentro, me encerraba como si fuera un caparazón. Era tonto, era infantil me costó mucho madurar. He conocido casi todas las regiones, he ayudado a muchísima gente. Y sin embargo tuve un perfil tan bajo siempre que nadie nunca habló de mí. Preferí eso, pasar inadvertido.

-Aparte de tus dones, ¿sabes usar la espada?

-Sí, y muy bien. El hecho de tener estos dones hacen que me anticipe al mejor espadachín porque sé, décimas de segundos, antes el movimiento que va a hacer. No es justo, porque no sería una pelea limpia porque al usar mis dones es como que tengo una ventaja. -En un rapto de impulso, Burden se acercó al hombre levantándose del banco y lo abrazó. El hombre sorprendido lanzó una risa-: ¡Je, je! ¿Qué haces?

-Gracias. Zizer me hubiera matado, y luego con sus poderes mentales hubiera acabado con Mina. O primero hubiera abusado de ella. Has llegado en un momento justo. ¿Dijiste que te llamabas?

-Jordi. Me interesa vuestra historia, contadme todo el relato.

 

Le contamos que mi esposo, Ligor y un maestro mento fueron a buscar al que Burden ahora había matado y a una zorra que era su socia, Randora. Que nosotras volvíamos escoltadas hacia el castillo del rey Anán, pero que algo me impulsó a volver.

El hombre nos contó bastantes de sus anécdotas. Pasamos la tarde. Todos teníamos comida en las alforjas y bebida en las cantimploras. Había un sólo catre grande, un catre bastante mullido.

Jordi dijo:

-Vosotras descansad, acostaos. Yo me quedaré fuera de la casa, vigilando, por si alguien viniera.

-¿No dormirás? -pregunté.

Jordi dijo:

-No, no me va a vencer el sueño, me conozco. Dormid tranquilas. Les salvé la vida. Confiad.

 

Por primera vez me sentí relajada, se me había ido esa inquietud y no fue el zumo de flores. Nos acostamos en el camastro con Burden. Cerré los ojos sabiendo que el mento Jordi estaba vigilando afuera. Y pude dormir tranquila.

 

 


Sesión del 18/03/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

La entidad relata una vida en Gaela donde nació mujer, donde por ello no era tenida en cuenta por sus padres, donde fue vendida, maltratada, humillada sin saber porqué. Luego supo que era la costumbre. Pero era niña aún para poder cambiar su vida.

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Entidad: Voy a relatar una vida bastante difícil. Mi nombre era Duana Blau, había nacido en 1864 en Cáposta, Magar. Mis padres eran garos, una etnia situada en Magar y también en Porísido, de costumbres y hábitos arcaicos. Celebraban el nacimiento de los varones.

 

Era nena, muy nena, y le decía a mamá:

-¿Por qué papá no me habla, por qué papá no me mira, está enojado?

-No Duana, no está enojado, lo que pasa es que sois mujer.

-No entiendo.

-Claro. Nosotros, los garos, cuando... cuando nace un varón, todos los hermanos, o sea los tíos de quien nace, hacen una fiesta.

-¿Y si naca nena?

-Y si nace nena, nada.

-Pero el otro día nació una primita y estaban como de luto.

-¡Shhh! No digas eso, acostúmbrate a no decir las cosas.

-¿Pero yo me porto mal?

-No, eres mujer.

-Mamá, tú también eres mujer.

-¡Ah! Y bueno, y así me va en la vida.

-No entiendo.

-Eres chica para entenderlo. -Y no, no podía entender el desamor, no podía entender el privilegio de los varones.

 

Me acuerdo que venían los primos a comer a casa, hacían una fiesta, comían los tíos con papá y dejaban en la mesa también entrar a los primos. Mamá y la tías en otra sala esperando.

Recuerdo que una vez le dije a mamá:

-¿Por qué tú y las tías no comen?

-No, esperamos a que ellos terminen.

-¿Por qué?

-Porque es así la costumbre.

-Pero he visto que a veces lo que queda es muy poco.

-Y bueno, pero somos mujeres, no tenemos otra.

 

Y no lo entendía. Reconozco que sí hubo una cosa; que en casa había libros de cuentos y que sin haber ido a la escuela a los cinco años ya aprendía algunas letras, consonantes, vocales, sabía leer muy rudimentariamente.

Y un día me pescó papá, él no me hablaba nunca.

-¡Duana, qué haces!

-Estoy con un libro.

-Eso es para los primos. ¿Para qué quieres leer? El día de mañana te sacaremos de encima y ya te mantendrán. -Yo no entendía que significaba sacarme de encima. De grande entendí que era que me casaría. Pero papá no tuvo tanta paciencia, los garos eran una etnia muy atrasada.

 

En 1870 cuando cumplí seis años. Vino un matrimonio con un niño de más o menos de mi edad y hablaban, y me señalaban ¡y discutían!, y ponían dinero sobre la mesa. Papá hacía gestos "Que no". El otro también. Hasta que finalmente el otro hombre puso un poco más de dinero. Vi la cara de satisfacción de papá, que guardó la plata y me señaló. Rara vez me hablaba, como dije antes. Su tono era raro, distinto.

-Mira, Duana, por un tiempo vas a ir con esta gente porque te van a enseñar a leer, a escribir, a sumar, a restar. Vas a poder jugar, vas a tener juguetes...

-¿Pero estaré mucho tiempo lejos?

-Nooo, no, no, no, no. -La gente no era mala, me llevaron de la mano y me subieron a un carruaje y me llevaron. Me dormí. Cuando abrí los ojos era al día siguiente, el carruaje ya estaba frenando.

Le pregunté al niño:

-¿Dónde estamos?

-En Janozva.

¿Janozva? -En casa vi unos mapas y me fijé y era muy muy muy lejos de Cáposta. Era una casa grande, mucho más grande que donde vivía con mis padres, de la etnia de los garos, se ve que era gente de dinero.

Entramos. La mujer me llevó y me dijo:

-Aquí en el primer piso -Me asombré que era una casa de dos plantas-, ésta es tu habitación. -Y tomó una campanilla.

-¡Oh, qué linda sineta!

-Escúchala -La sineta sonaba-, ¿la escuchas bien?

-Sí, tengo buen oído.

-Bien. Cuando escuches esto bajas inmediatamente. Ahora sácate esa ropa mugrienta, sucia, olorosa, y arriba tienes un baño. -Me asombré porque había un baño con una tina. La señora trajo dos baldes con agua muy muy caliente y le agregó agua fría-. Aquí tienes ropa, la otra la pones en esa bolsa, que la tiraremos. -Tenía ropa nueva, zapatos nuevos. El agua era como floral, como perfumada. "¡Ahhh!, qué buena temporada voy a pasar aquí, que buena temporada". Luego que me vestí escuché la campanilla. Bajé las escaleras.

-A ver -El tono de la mujer ya había cambiado, el hombre indiferente ni me miraba y el niño sentado a la mesa-, que no se te rompa nada. Tienes que traer los platos, las copas a la mesa. De llevar la comida me encargo yo, no sea cosa que se te caiga.

 

Con el tiempo me di cuenta de que no había ido de vacaciones, no había ido a estudiar, no había ido a jugar: Habían comprado una niña para hacer de sirvienta. Pero me fui adaptando, dentro de todo comía, después, las sobras. Pero aún sobras y todo comía mejor que en casa de mis padres, sí.

 

Recuerdo que el señor se puso pálido cuando recibió una carta. Le dijo a su mujer palabras al oído. El niño preguntó:

-¿Qué pasa?

-Mañana viene tu abuela, la señora Turve. -Me miró a mí con ojos de fuego y me dijo-: Duana, mañana viene mi madre. Le dirás señora Turve y no la mirarás a los ojos, bajarás la mirada.

-Sí, señor. -Nunca supe los nombres del matrimonio porque les decía señor y señora. Y al niño, que tenía mi edad, le decía señorito, pero no tenía porque obedecerlo si era de mi edad.

Un día me pidió un vaso de zumo. Le digo:

-Pero puedes alcanzártelo tú, estoy fregando el piso. -Pateó el balde y derramó todo el líquido sucio.

Y justo vino la señora.

-¿Qué pasó?

El niño dijo:

-Duana, la inútil.

Me zamarreó del hombro y me jaló de los cabellos:

-Coge el trapo y limpia todo. Rápido.

 

Pensé que eso era lo peor. Hasta que llegó la señora Turve, una anciana, cabello blanco, nariz puntiaguda, ojos de demonio. Le costaba caminar, cojeaba. Yo miraba como cojeaba y...

-¿Qué miras?

-Nada, señora Turve.

-Sube a mi habitación y me traes un té.

-Sí, señora. -Había aprendido a encender el fuego, a poner la cacerola y a preparar el té de hierbas, y se lo llevé a su habitación en el primer piso, que estaba al lado de mi habitación. Se lo alcancé sin mirarla. Cogió la taza y bebió.

-Esto no está dulce, y además está muy muy caliente.

-¿Desea la señora que se lo enf...? -No alcancé a decir nada cuando puso la taza sobre mi cabeza y volcó el líquido caliente sobre mi pelo, sobre mi cabeza, sobre mis hombros. Pegué un alarido. Subieron corriendo el señor y la señora.

-¿Qué pasó? -dijeron-, ¿por qué grita?

La señora Turve le dijo al hijo y a la nuera:

-¡Cómo no va a gritar, ha tropezado y se le ha caído todo!

-¡Inútil! -Me retaron-. Esta noche no cenarás. ¿Está bien, madre, el castigo? -El hijo que parecía tan varonil era un cordero con la madre, con la señora Turve.

 

Y así fueron los días. Si antes me parecía una tarea rutinaria ahora se había transformado todo en un infierno, un tremendo infierno, un infierno que no sabía cómo salir de él, me resultaba difícil salir del mismo.

 

Pasaron dos días y subo de vuelta a la habitación de la señora Turve.

-¿Qué pasa que no has recogido mis restos de comida?

-Porque estuve limpiando los dos baños, señora Turve.

-¿Me estás dando explicaciones o estás contradiciendo mis palabras?

-No, señora Turve...

-Pon las manos, estíralas. -Cogió una vara-. Pon la palma para arriba. -Estiré las manos con las palmas para arriba y "plaf" dos, tres, cuatro veces me castigó con la vara. No hice nada, no hice nada, no hice nada... Trataba de no gritar de nuevo, sollozaba lo más despacio que podía pero me dolía-. ¡Llévate la bandeja, ya! -Cogí la bandeja con el resto de comida, pero me ardían tanto las palmas de las manos que se me cayó todo. Se escuchó el alarido de la señora Turve, subieron otra vez el matrimonio-. Mirad, esta vez ni la toqué, mirad como desparramó todo.

Traté de defenderme:

-Vuestra madre me ha golpeado en las palmas y estaban tan doloridas que se me cayó la bandeja. -Un bofetón de parte del señor.

-¡Recoge eso ya! Hoy tampoco cenarás. -Recogí los restos de comida en la bandeja. Miré para atrás a la señora, y esta vez sí la miré a los ojos, ojos malévolos, pero los míos no eran menos, al punto tal que la señora pegó un respingo. Pero claro, yo era una niña.

 

Ya tenía más de siete años y aguanté esta vida hasta mis diez años, hasta 1874.

La señora siempre que podía me maltrataba. Renegaba, se enojaba de su cojera, le dolían las piernas.

Tenía que ayudarla para bajar la escalera. La tenía del brazo cuando recién empezábamos a bajar a planta baja me pega con el codo, me sale sangre de la boca.

-¡Cógeme bien del brazo, inútil! -. Me dolía tanto la boca que en un impulso la empujé y la hice rodar por la escalera: quedó inmóvil abajo. El hijo, la nuera y el niño se asomaron.

-¿Qué pasó?

-No sé, yo estaba limpiando la habitación, escuché el ruido y salí de la habitación.

-¡Baja, ayúdanos!

 

Aprendí a mentir. La mujer se había quebrado el cuello. ¿Si sentí dolor, si sentí angustia? Disculpadme, pero en ese momento sentía una tremenda satisfacción.

Al día siguiente fue el velorio, en el velorio yo servía café, era para lo que servía. Pero a escondidas, cuando el niño iba a la escuela cogía algunos libros y por mi cuenta aprendí a leer, a escribir, sumar y restar, algo que para las niñas estaba prohibido, más para una sirvienta que venía de la etnia de los garos. Pero mi vida tendría que cambiar.

 

Ya había cambiado. ¿Si sentía culpa? Me arrodillaba en mi habitación y le rezaba a Dios.

El hijo de la señora Turve, al igual que mis padres, también era de costumbres de la etnia garos, no creían en la Orden de Amarís, no les interesaba la vida de Axxón. Sí, creían en Dios pero no en la Orden de Amarís, y de alguna manera Magar era un país donde la Orden de Amarís no tenía tanto efecto.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 20/05/2021

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Habían marchado en busca de los que fueron a cazar y no regresaban, y salieron otros a buscarlos. Mientras, en el castillo degeneraba la atención de los soldados.

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Entidad: No sé si a otras personas les ha pasado, de pensar que podemos acostumbrarnos a determinado tipo de vida, a otras costumbres. Y muchas veces lo logramos, pero pareciera que de la otra parte sabotearan las decisiones personales de una.

 

Ya me había convencido de que donde viviera con Aranet era mi hogar, no importa cómo, no importa dónde.

Recuerdo cuando los bárbaros se quejaban y entonces Aranet permitió que vinieran mujeres de distintas aldeas, incluso algunas mujeres que eran parias del norte y que no tenían donde ir, donde estar, que podían ser incluso víctimas de abusos.

Al comienzo me pareció bien porque he conocido poblados y era obvio que en los poblados hubiera parejas, lo mismo en los castillos, en las fortalezas. A los soldados se les permitía tener pareja. Pero cuando te encuentras sola y ya no estás pendiente de tu pareja es como que te pones a observar, te pones a ver, te pones a indagar dónde estoy, qué hago acá.

 

Aranet había partido a la madrugada con Aksel a ver qué había pasado con estos jóvenes, el príncipe Gualterio, Edmundo, Rebel, pero estaban con el otro guerrero, con Dexel y con Figaret, ¿qué les podía pasar? De todas maneras habían quedado en volver antes del anochecer y no lo habían hecho.

-Tranquila, Mina, volveremos enseguida -me dijo Aranet.

 

Los bárbaros respetaban las órdenes, había vigilancia principalmente en la costa de la isla evitando que otras naves llegaran.

El tema era que había llegado mediodía y ninguna novedad de Aranet, y los bárbaros tomaban vino, tomaban bebida espumante con sus mujeres sentadas en sus rodillas bebiendo a la par de ellos, besándose, manoseándose con gestos absolutamente obscenos, prácticamente faltaba que intimarán ahí al aire libre. Eso no lo veía en la fortaleza, eso no lo veía en los poblados.

 

El corazón me palpitaba a mayor velocidad, no soy aquella Mina, esa noble que mucho tiempo atrás salvó Aranet. He conocido mucho, he sido raptada, estuve al borde de la muerte más de una vez, he pasado por batallas, he estado prisionera más de una vez.

Recuerdo cuando Aranet me rescató de aquel figurín que quería comprometerse conmigo. Donk se jugó la vida por mí, logró también rescatarme. ¿Y qué decir del propio Figaret? Por eso digo que he pasado por mucho.

Pero la esencia no se pierde. La esencia no se pierde, y no se trata de que una desprecie a los que no son nobles, hay mucha gente pobre que labra la tierra, que le sangra las manos de manejar el arado. Pero me da la impresión que cuando Aranet no está los bárbaros se desmadran. No sé cómo explicarlo, o sea, uno ve a los bárbaros que toman bebida espumante, se manchan la ropa, se ríen, algunos se ponen tan alcoholizados que se duermen en los bancos o en la tierra, pero desde que vinieron las mujeres es como que todo es más ordinario, como que los bárbaros potenciaron su gusto grosero y las mujeres cooperaban para eso, como que les parecía natural.

-¡Venga, señora, venga a tomar algo! -me gritaban.

-No, no, está bien, mi esposo ya está por llegar. -Y no era cierto.

 

A lo lejos veo una barca que viene de tierra firme. ¡Por fin, por fin! Pero no, no era Aranet, era Aksel.

Voy corriendo a la orilla:

-¿Qué pasó?

-Le contaré por el camino, señora Mina.

-¿Pero qué pasó?

-Raptaron a los jóvenes. Dexel está herido en tierra firme y Figaret mal herido. Aranet fue para el castillo de Anán.

-¿Por qué no vino?

-Ya le explicaré por el camino. Me dijo que la tengo que llevar al castillo. -Me sentí aliviada. Honestamente, me quería ir-. Coja, por favor, una muda de ropa, un par de alforjas. Tenemos del otro lado hoyumans, pero elija un hoyuman y que suba a la embarcación.

 

Uno de los bárbaros me preparó un hoyuman manso pero bueno. Le puso el recado, todo. Le agradecí. Subí a la embarcación con Aksel y fuimos a tierra firme. Vi una especie de carreta liviana, tipo sulky, tipo calesa y lo vi a Figaret recostado con una mala herida, tenía más de una. Dexel también pero no estaba tan grave.

Aksel me dijo:

-Vamos a ir por el lado del bosque.

-¿Qué pasó?

-Fuimos para el primer pueblo que conoció su esposo -me dijo Aksel-, y una persona llamada Malacara, junto con su secuaz Lotar y obviamente muchísimos malandras más, que eran piratas, secuestraron a los jóvenes. Dicen que planean ir al nuevo mundo.

-Pero eso está del otro lado del continente, hay que ir hasta la parte oeste...

-Sí, por eso Aranet cortó camino, un camino en diagonal que va hasta el castillo, pero nosotros para no retroceder para el este vamos por el lado del bosque.

 

Aksel manejaba el sulky yo iba al lado montada en el hoyuman, Íbamos para el castillo del rey Anán.

-¿Y Aranet cuándo llegará?

-Aranet ya está ahí, señora.

 

Había un choque de sentimientos, un choque de emociones, obviamente preocupada por lo que le podía pasar a los chicos, pero por otro lado aliviada de salir de la isla Baglis.

La travesía duró más de lo que parecía. Finalmente llegamos al castillo por la puerta sur, nos abrieron inmediatamente, los soldados ayudaron a transportar a los heridos.

Aksel dijo:

-Que a Figaret lo vea Olafo, urgentemente.

Se acercó Fondalar.

-Ven conmigo -me dijo a mí. Le agradecí a Aksel y fui con Fondalar-, te quedarás aquí acompañada de Émeris y de Ervina.

-¿Dónde está mi esposo?

-Con el rey Anán, discutiendo.

-¿Discutiendo?

-Anán le recrimina cómo le permitió ir a cazar al bosque sin su compañía. Tu esposo le dijo que estaba con Dexel y con Figaret, y que los jóvenes se defendían muy bien con la espada. Lo cual es cierto, pero evidentemente los atacaron más de veinte personas. Figaret perdió mucha sangre, espero que Olafo pueda salvarlo.

 

Entramos al salón principal, Aranet estaba comiendo, se levantó y me abrazó.

-Gracias, Aksel, por traerla.

-¿Cómo está el rey?

-De mal humor. Desde que llegué estamos discutiendo. Pero no tiene razón, el rey se olvida que cuando su hijo perdió la memoria lo podían haber matado mil veces por hongos alucinógenos que le dio su propia madre, que en paz descanse. Yo no me siento responsable pero de todas maneras me voy a hacer cargo. Nada más quería que tú estuvieras aquí acompañada por las mujeres, por Ervina y por la maestra Émeris, pienso que vas a estar mejor que allí. Si bien en la isla hay varias mujeres entiendo que no son compatibles contigo.

Sonreí y le dije:

-Ni que lo digas. -Pero no le quise comentar más nada, no era momento. Honestamente, no era momento.

Me abracé con Émeris.

-¿Cómo estás?

-¡Ah! Ya te contaré, ya te contaré. ¡Ah!, es un alivio estar aquí. -La dama Marya bajó de sus aposentos y me abrazó-. Lamento lo de Gualterio -comenté-, espero que lo encuentren rápidamente.

Aranet se acercó:

-¡Aksel!

-Aranet...

-Volverás a la isla a hacerte cargo.

-No, Aranet, iré contigo. A Dexel ya lo están atendiendo y está bastante bien, que descanse un par de días y vuelva él a la isla. No me prives de ir contigo. -Aranet lo miró.

-Está bien, me acompañarás.

 

El rey Anán, muy enojado, dijo:

-Llevaréis una tropa con vosotros.

-No -negó Aranet-, no, no.

-Soy el rey, yo decido.

-No, es mi viaje, yo decido. -Había mucha tensión en el ambiente.

Fondalar le dijo al rey:

-Déjalos, quizás una tropa entorpecería la búsqueda. -De mala gana el rey aceptó.

 

Aranet se acercó, me besó:

-Aquí estarás bien. -Había terminado de comer.

-¿Nos vamos? -dijo Aksel.

-No, tú no has comido, come.

-Pero es que...

-Come, yo ya comí. Come, aséate un poco, por la tarde partimos.

 

Nos despedimos:

-Cuídate, quédate tranquila sabiendo que tú estás aquí en compañía de Émeris, de Ervina.

Se acercó la pequeñita Ciruela, se abrazó con Aranet.

Aranet le dijo a la pequeña:

-Ya sabes, si viene alguien con malas intenciones, ya sabes lo que tienes que hacer.

-¡Je, je, je! Lo cocino a fuego.

-Es una broma. Pero bueno llegado el caso lo haces. -La levantó a la niña.

La niña se quejó:

-Ya no soy una pequeña para que me levantes.

-Siempre serás una pequeña para mí -le dijo Aranet.

 

Se abrazó con Fondalar, inclinó la cabeza saludando a Anán pero no se dieron la mano.

Anán verdaderamente estaba molesto. Lo único que dijo:

-Tráeme a mi hijo con vida.

 

Aranet habló con Olafo:

-¿Figaret?

-Se salvará.

-¿Dexel?

-Dexel ya está en condiciones, pero sería conveniente que descanse un par de días. En cambio Figaret tiene por lo menos para diez días, le tuve que dar un líquido porque tenía algunos órganos comprometidos.

-¿Quedará bien?

-Va a quedar como hecho nuevo.

-Te debemos mucho, Olafo.

-Ya me lo cobraré.

 

Mi esposo sonrió pero con una sonrisa agridulce, en el fondo se notaba su preocupación. Quizá era cierto que no era responsable, de todos modos se haría cargo de buscar a los jóvenes.

 

Por la tarde partieron con Aksel, fueron por la puerta norte y vi que se iban alejando a la distancia.

 

 


Sesión del 05/01/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Carol-Ina, thetán de Angélica

Hacía tiempo que no estaba, pero llegó su amado, había participado en unas batallas con otros guerreros amigos. Hubo fiestas por ello. Pero ahora tenía que construir su futuro, con él.

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Entidad: Me invadía una enorme ansiedad. Escoltada por la guardia de la Orden Blanca íbamos al poblado Almera, quería darle una sorpresa a mi amado Tago. ¡Je, je, je! Pero ya me esperaba, a miles de líneas de distancia había espías que nos vieron llegar. Tago me abrazó.

-Has venido, has venido, Triana.

-He venido. Quería verte, quería saber cómo estabas, necesitaba estar contigo. -Mi amado me miró con esa mirada para otros indescifrable, no para mí, y me preguntó:

-¿Por qué?

-¿Me preguntas por qué quería verte o por qué necesitaba verte?

-Es obvia la respuesta, creo que lo sabes. -Hizo una mueca de sonrisa, me tomó del mentón y me besó suavemente. Lo miré y le digo:

-¿Qué pasa que están todos exaltados?

-Hubo novedades, mi amor. -Me presentó a la gran cantidad de gente que no conocía y me comentó que había muchas cosas que se habían modificado, la más importante, y si bien uno no debe alegrarse por las muertes, sentí como cierto alivio por la muerte del rey Morden. Me encogí de hombros y digo:

-Bueno, no es algo que vaya a festejar pero tampoco nada que vaya a entristecerme.

 

Me cogió del hombro y caminamos a la posada. Me parecía raro, mi amado siempre introvertido, no trataba tanto a la gente y ahora veía que tenía tantos amigos. Y me pareció que era para bien, de verdad que era para bien.

Había un hombre que parecía un beduino.

-¿Quién es?

-Es el nómada Armín. Lo conoce a Bruno, que había sido soldado de Morden, pero se dio cuenta de no podía ser, aunque sea un cómplice indirecto de la crueldad del rey.

-¿Y ahora por qué está así, como triste?

-Lo que pasa es que ¿ves a esa joven?, se llama Michelle, y Bruno la ama. Y ahora parece que tanto ella como Corita se descubrió que son hermanas. Y ambas son herederas, tienen un pergamino secreto del rey Alisio, de Asperia, el padre de quien fuera Morden, donde dice que tuvo dos hijas con la reina de Alvisar, quien falleció, y ahora gobierna un regente.

-Bueno, ambas van a reinar.

-El novio de Corita es ese grandote, Trement. Bueno, él también heredó un reinado, pero Bruno se siente como que no es importante para que Michelle lo ame.

Le pregunté:

-¿Y tú qué piensas, mi amor?

-¡Je, je! -Una de las pocas veces que Tago reía-. Sabes lo que yo pienso, no creo en títulos, tú eres noble y me amas.

-¿Cómo no te voy amar? -le respondí-, eres lo más importante para mí, y además una persona ecuánime, que no mezcla pasiones e impulsos.

-¡Je! No siempre, mi amor, no siempre. Pero sí, generalmente sí.

 

Vino un comisionista a galope y habló con Trement. Le dijo:

-Aquí está lo que me pediste. -Había una caja.

-¿Has vuelto a tapar el lugar con tierra?

-Sí, señor... ¿o debo decirte mi rey? -Trement apenas lo miró. Cogió la caja y había pergaminos. Había un anciano llamado Alesio que estaba conversando con el nómada Armín, el beduino, que también traía pergaminos. Y los unieron.

-Esto es lo que faltaba. Aquí están las pruebas totales de que Trement es rey y de que Michelle y Corita son reinas. -Lo miré a Tago.

-¡Pero esto es... esto es maravilloso!, va a haber reinados prósperos. Verdaderamente estaba saturada de reyes tiranos.

Mi amado me preguntó:

-Disculpa que toque este tema pero, ¿qué pasará ahora con tus padres? -Lo miré.

-Sé que me dieron la vida pero son responsables de haber quitado vidas, no en forma directa, no en manos de ellos, pero no les quita culpa. Honestamente, quiero olvidar ese pasado. Nadie los va a atacar supongo, porque entiendo que tanto tu amigo Trement como las jóvenes van a ser monarcas compasivos, justos pero compasivos. -Apoyé la cabeza contra el hombro de Tago y escuchaba como hablaban.

 

En ese momento se acercó otro joven.

-Este es Robert -me dijo Tago-. Puedes hablar delante de Triana, mi amada.

-Seguí tu consejo y el de Trement.

Tago me preguntó:

-¿No sabes, mi amor, lo que pasó?

-Explícate.

Y Tago me explicó: -Robert amaba a la noble Daria, que escapó del castillo de Morden y aquí conoció a Delicia. Pero cuando volvió a ver a Daria su mundo cambió y confesó que sentía todavía algo. Le dije que no se puede sentir amor por dos personas, que eso es mentira, que eso es ficticio. Y lo sé por mí, mi amor, jamás me fijaría en nadie teniéndote a ti, mi amor.

Le pregunté:

-¿Y cuál fue tu consejo?

-Si él verdaderamente se siente todavía movido internamente por Daria, que no le haga tener ilusiones a Delicia, porque si Daria lo rechaza y él se queda con Delicia, le dije "Ponte en lugar de ella, haz de cuenta que a ti te pasara eso, que un gran amor gustara de otro hombre y como ese hombre no la ve ni le interesa ella, ella se queda contigo. ¿Qué sentirías tú? Que serias un plato de segunda mano. Bueno, así se sentiría Delicia si tú no le dices la verdad".

Habló Robert:

-Tuve el coraje de confrontar a Delicia y decirle que todavía sentía algo por Daria. Y ella me dijo:

-¿Y si Daria te rechaza?

-Lo mismo. Igual no estaría contigo.

-¿Por qué?

-Por respeto a ti, porque tú no te mereces ser consuelo de nadie.

-Mi amor -le dijo-, te felicito -a Robert-, fuiste honesto. ¿Y ahora cómo sigue la cosa?

-Y ahora hablaré con la noble Daria. Si me acepta, bien. Y si no, seguiré mi camino afectivo por otro lado.

 

Esa noche hubo fiesta. Brindamos, obviamente tanto Tago como yo medidos, como siempre, en la bebida. Trement, el nuevo rey, bebía como un viejo guerrero, la mitad o menos de la mitad en su boca y el resto desparramado, el líquido, por su pecho.

Tago me miraba y me decía:

-No te asombres, es una persona buena, excelente amigo, muy leal, pero sus modos no los va a cambiar porque tenga una corona en la cabeza. -Sonreí.

-Está bien. Está bien, estoy acostumbrada a tratar con bárbaros.

Tago me dijo:

-¿Pero no sabes que Trement fue enseñado por un monje y sabe leer y escribir perfectamente? Y no sé si no competiría contigo, Triana, en conocimiento, y eso que tú eres maestra. Pero no le pidas que cambie sus modos, un asno rebuzna, un caballo relincha y Trement es Trement, ¡je, je!

 

Me ponía contenta, muy contenta ver a Tago reír, siempre tan adusto, tan introvertido, con esa mirada dura. Pero no era algo que aparentaba, él era duro, él era... era Tago, una persona peligrosa para quienes se portaban mal y una personal tan leal, tanto para mi, su amada, como para sus amigos. Si tuviera que describir a Tago, ¿qué podría decir?, la mejor espada de Aerandor, el hombre más bueno, sensible.

Quien no lo conoce se asombraría de mis pensamientos: ¿Tago sensible? Tago, que adelante mío venció y quitó la vida de ocho soldados. Por supuesto, en defensa propia, pero lo hizo sin pestañear. Pero sí, era sensible. Lo que pasa que su temple interno, ese temple de su alma podía contra cualquier sensibilidad, pero ese mismo Tago que empuñaba la espada era el que me acariciaba con una suavidad y una ternura tremendas, era quien me hacía vibrar, quien hacía desfallecer en sus brazos. Ese era Tago, ese era mi amor, me sentía sanamente orgullosa por él, me sentía a su vez protegida. Las veces que me enseñó con la espada y las veces que se reía pero no burlándose sino sanamente cuando se me caía la espada de las manos.

Y yo le decía:

-No voy a aprender.

Y él me decía:

-Nunca digas nunca.

-¿Lo dices por la espada?

-Lo digo por todo. Nunca digas nunca, nunca digas siempre.

-No te entiendo, explícate mejor -inquirí.

-Nunca sabemos las vueltas de la vida. Vivamos cada día, disfrutemos y gocemos cada día, amada Triana, pero no demos por hecho, no demos nada por entendido, no demos nada por válido,

Me opuse a sus palabras:

-No estoy de acuerdo contigo mi amor, doy por válido y doy por hecho tu amor hacia mí y mi amor hacia ti. Quizá no todo deba dar por hecho, quizá no todo deba dar por válido, pero desde nuestro amor estoy cien por ciento segura.

 

Apoyé mi cabeza en su hombro y descansé cerrando los ojos. Escuchaba las risas, los gritos, las risas tanto de las posaderas como de las nobles. Abrí los ojos y vi que el grandote Trement y la pequeña Corita se besaban hasta desfallecer. Y me hizo sentir bien, había alegría y amor en el ambiente.

Y a lo lejos lo vi a Robert hablando con una noble que supuse que era Daria y vi que ella lo abrazaba y lo besaba. Miré a un costado y vi a Delicia bajando la vista, pero no tenía que apenarme, Robert había sido honesto, y lo que tenía que ser iba a ser. No siempre iba haber felicidad plena para todos, no en el mismo momento, no aquí, no ahora, pero deseaba que Delicia encontrara su amor, como yo encontré el mío.

 

Gracias por escucharme.