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Psicoauditación - Blanca |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 23/02/2021 Ran II, Trinidad Sesión del 10/05/2021 Gaela, Chiara Sesión del 14/05/2021 Gaela, Chiara Sesión del 06/08/2021 Gaela, Chiara Sesión del 10/08/2021 Gaela, Chiara Sesión del 18/08/2021 Gaela, Chiara Sesión del 26/08/2021 Gaela, Chiara Sesión del 30/08/2021 Términus, Estefanía Sesión del 07/09/2021 Gaela, Chiara Sesión del 17/11/2021 -1- Términus, Estefanía Sesión del 17/11/2021 -2- Términus, Estefanía
Sesión 23/02/2021 Las dudas se disiparon y necesitaba comentarlo con el genetista. Y todo resurgió con más fuerza y planearon acciones futuras. Para ya mismo. Mientras tanto una amistad suya tenía problemas, los dos tratarías de ayudarla.
Entidad: Mi nombre es Maradel, plano 4 subnivel 1. Muchas veces en el plano físico podemos apresurarnos a prejuzgar antes de visualizar la escena completa, obviamente hay muchas personas que viven viendo escenas parciales permanentemente. En distintas vidas me ha pasado que no he visto la escena completa, pero son muy muy pocas. De todas maneras mi anhelo es seguir perfeccionándome en cada encarnación. Recuerdo la vida de Ran II, como Trinidad Cabello.
Lo fui a ver al querido Raúl Iruti, me recibió con una sonrisa amplia, todavía estábamos, ¡je, je!, en una especie de entre acto, entre una escena y la otra. De todas maneras llegué y lo abracé. Estuve como dos minutos abrazada. Raúl no me preguntaba nada, me rodeaba con sus brazos, esperaba que el abrazo termine y que yo hable. Finalmente el abrazo terminó y me dijo: -¿Quieres tomar algo? -negué con la cabeza-. Toma asiento. -Y se quedó mirándome, expectante, sin apuro, sin ansiedad, solamente expectante. Y le comenté: -Aparentemente, Alexis no está más con Estela. -Explícate mejor, Trini. Estaban saliendo, eso no se puede disimular. -Estaban saliendo, muchísimas veces salieron solos. Yo no soy comedida al igual que tú y no... por ética no le pregunto a Estela "Cuéntame cómo están las cosas, cómo estás con Alexis", no. Y ella no me cuenta. ¿Y tú? -Raúl se encogió de hombros. -¿Si me preguntas a mí? No... no le pregunto a Alexis sobre su vida personal. -Pero el trato es distinto -exclamé-, yo soy amiga de Estela, incluso hemos tenido muchas diferencias cuando ella se portó de forma mezquina con su papá Estanislao, el profesor, pero en cambio Alexis y tú sois más que amigos, son como... como hermanos espirituales de la forma que los veo, como se tratan, a veces es como que uno dice una palabra y el otro la complementa. Me miró sonriendo y me dijo: -Así y todo yo espero que las cosas surjan. O sea, si Alexis me quiere comentar por qué no está más con Estela, llegará el momento que me lo dirá o no, pero no suelo estar hurgando en la vida de los demás, como tampoco me gusta que hurguen en la mía. -Eso se llama tener tacto -le dije. -Eso se llama tener ética. -Sí, puedes decirlo así. -¿Has venido por eso? -He venido porque me ha extrañado que de repente de un día para el otro no salgan más, quizá se desencantó de ella o no querrá tener compromiso con... -Continúa. -Me cuesta... -Mi amor, estás conmigo. Lo miré y continué. -Quizá no quiera tener compromiso con una mujer que espera un hijo de otro. -No, Trini, no no no, Alexis no es así. Cuando encarnamos, cuando estamos en esta vida física no somos perfectos, es más, interpreto que nuestra alma una vez que no estamos más aquí tampoco es perfecta, pero algunos tenemos una idea más real y acertada de lo que es el camino de la perfección. -Explícate, por favor -pedí. -Claro. Voy a empezar por mí: no soy perfecto, a veces tengo mis dudas sobre mí propia vida. -Me extrañó. -¿Tú?, ¿tú dudas? ¡Asesoras a todo el mundo! -Quizá es más fácil orientar a los demás que orientarse a uno mismo. Si supieras las veces que he estado desconcertado... Ahora mismo estoy desconcertado. -No entiendo, el gran Raúl Iruti desconcertado. -¿Te estás burlando, Trini? -No. -Te estás burlando. Sabes de qué hablo. Quiero saber a qué atenerme, ahora estoy cambiando de tema. Hablemos de nosotros. No quisiera que volvieras a tocar el tema de Bruno, de lo que pasó esa noche, de lo mal que has quedado. Le respondí: -Tú sabes que a veces, una llama, pero no de las que te purifican sino de las que te queman, de las que te hacen arder la piel, a veces las llamas se reavivan en tu mente cuando ves escenas de violencia. Y son cosas que no soporto. -Está bien, lo entiendo. -¿De verdad lo entiendes? -Mi amor, si bien mi título es de genetista me considero un buen asesor espiritual y te entiendo perfectamente. Lo que no entiendo es el parate (demora) en nuestra relación, sigo pensando que inconscientemente es como que me transfieres una culpa que no tengo. Yo no soy una persona violenta, no maltrato a nadie ni siquiera de palabra. ¿Qué a lo largo de mi vida he hecho cosas negativas? Sería para hablar muchísimo, he tenido que elegir entre acabar con el mal salvando millones de vidas, y eso no me lo voy a olvidar nunca. Pero no estamos hablando de eso, estamos hablando de lo personal. En lo personal son muy pocas las cosas que pueden disgustarme, pero no tiene que ver con una relación de pareja o con amigos o familiares. Me pone mal la injusticia, me pone mal la desigualdad. ¿Pero se entiende que no tiene nada que ver con lo que tú hablas? Siento como que te desquitas conmigo por... por un recuerdo negativo que se te ha reactivado. -¡Ah! -suspiré lentamente y lo volví a abrazar-. ¿Te puedo decir una cosa? -pregunté. -Una, dos, mil cosas puedes decirme. -Para mí no existe otra persona como tú, eres el hombre ideal. -Me separé y lo miré-: ¿Cómo te sientes? -Raúl no perdió la sonrisa, pero veía que sus ojos no acompañaban el gesto de su boca, como si su sonrisa estuviera forzada o triste-. Te escucho -le dije. -Es sencillo, Trini, obviamente me haces sentir bien que digas que para ti soy el hombre ideal. -Entonces ¿qué es lo que está mal? -No, nada está mal; me hubiera gustado que digas "Eres el hombre que amo".
Lo miré, miré sus ojos profundos, su rostro claro, sus cabellos oscuros, su aparentemente endeblez, pero por dentro sabía que era tan fuerte, tan fuerte espiritualmente a pesar de todos esos traumas que arrastraba de tiempo atrás. Y me dijo: -Yo he estado en pareja, y tú lo sabes, pero a veces uno cree que ama porque no conoce el amor. Y lo he conocido contigo, y puedo decir con absoluta seguridad que eres la mujer que amo. Y como me desconcierta el no saber, porque no soy adivino, el no saber qué piensas, el no saber qué decisiones vas a tomar. Quisiera aclarar las cosas. ¿Soy el hombre que amas?
Lo miré y sentí un dolor interno, como de culpa. Y le dije: -Sí, sí, mi amor, eres el hombre que amo. Eres distinto, eres único. -Entonces no nos evitemos, salgamos. Quiero que seas mi novia, pero mi novia de verdad. -¿Y luego qué? -pregunté. -No tienes por qué preguntar eso, sabes cómo soy, me considero una persona íntegra. El siguiente paso es, si tú lo aceptas, que seas mi esposa. Lo miré. Exclamé: -Da la impresión que la palabra novia la has dicho con más énfasis. -Y hay una explicación. -Explícamela. -¡Je! El noviazgo es algo hermoso, decir novia es sentirte otra vez un adolescente. -Claro, en cambio la esposa es la rutina, el verla todos los días, el convivir, el acostumbrarse. -¿Qué es lo que dices, Trini?, ¿tú crees que yo pienso así? -Mira, mi amor, Raúl, sé que eres distinto, pero tengo tanto amigos y amigas que se han casado y se han acostumbrado a la monotonía... Raúl me respondió: -Lo lamento por ellos, lo lamento por ellos. Yo no soy así, yo no soy así, para nada. ¿Y tú? Lo miré. -Amo la vida, amo estar en pareja con la persona que amo, disfrutar cada día, cada momento, cada instante, cada segundo. Y no solamente disfrutar un abrazo; disfrutar el compartir una copa, disfrutar el ver un espectáculo, disfrutar el ir tomados de la mano como si fuéramos dos adolescentes. Raúl sonrió, y me dijo: -Bueno, no eres una adolescente, pero eres más joven que yo. Le dije: -¿Y eso te incomoda? -No, para nada. -¿Eso te preocupa? -No, Trini, no, no, me preocupa, para nada. -En ese momento sonó el timbre y-: ¿Quieres fijarte tú? Miré el visor. Lo miré a Raúl: -Pensé que era Alexis, es Estela. -Pulsé el botón, se abrió la puerta de entrada y llegó hasta el piso. Presionó el timbre, que sonaba grave y bajo. Abrí. -Hola, Trini. -Luego lo saludó a Raúl-. ¿Cómo es que no te asombras que estoy aquí? -En realidad vine para verte a ti. Perdón, Iruti. -Dime Raúl, por favor. -Perdón, Raúl, no vengo a ninguna consulta, pero tengo confianza con ambos y les quiero contar que le pedí un tiempo a Alexis Anasio.-Me sorprendí. -No te quise preguntar, Estela, porque di por sentado como que él se había alejado. -No, fui yo. -¿Por qué? -¡Ah! Porque no quiero forzar a nadie. Estoy embarazada de otra persona y quizás él está conmigo porque es un caballero, y por ética no cortará la relación. La interrumpió Raúl: -Te equivocas, Estela, te equivocas por completo, mi hermano Alexis no es así. Si de entrada él ve que algo no le convence, directamente no se compromete o no sale con la persona, pero Alexis no es una persona que salga por compromiso, por lástima, por compasión. Y te puedo asegurar que es una persona muy muy compasiva, pero en otros temas en otros aspectos; es compasivo con la persona que ha perdido un trabajo, con la persona que ha perdido un familiar, con la persona que se ha perdido a sí misma porque no encuentra el rumbo, pero no tiene compasión con una luchadora como tú. -¿Entonces no me compadece? -¡Ah! Me estoy expresando mal, Estela -exclamó Raúl-. El que no tenga compasión significa que su afecto pasa por otro lado, porque tú le gustas, porque le atraes. -Hemos tenido nuestras discusiones. -Se sinceró Estela. -Si las quieres contar puedes hacerlo, pero no tienes obligación -exclamó Raúl.
Miraba a ambos expectante. Estela continuó: -Él se puso mal cuando hablamos de que yo no quería de que papá saliera con sus amigos mayores y que gastara los créditos en las salidas, que guardara para cuando sea más mayor. Y él me dijo: -Y qué sabes cuánto tiempo más va a vivir tu padre. Lo has querido privar de unas vacaciones con sus amigos... Qué importa los créditos que se gaste si ni siquiera sabes si al mes siguiente va a estar vivo. Y supongamos que fuera así, que te hace caso, que no sale, que se queda encerrado en su casa, en su despacho, en su laboratorio, y por obra y gracia del Creador al mes siguiente ya no está más con nosotros, ¿cómo te sentirías, qué pasaría con tu conciencia?
Le dije que tenía razón. Le dije que incluso Trini me había dicho exactamente lo mismo y que por eso cambié de parecer. Es más, le dije que estaba arrepentida de haber pensado de esa manera. Y luego hablamos del papá de la criatura, del engaño, de la estafa, del robo de los papers. Y ahí me sentí como con rencor. Y le dije: ¿Y eso también me lo vas a reprochar? A ti nadie te ha engañado.
Y Alexis me respondió: -No dije nada, eso corre por tu cuenta-. Pero lo sentí molesto, como que yo lo estaba acusando de algo. Y después pensé, si vamos a seguir teniendo ese tipo de discusiones más vale corto la relación ahora.
Iba a hablar Raúl y le hice un gesto. -Permíteme a mí hablar. Y le dije a Estela: -Creo que te has precipitado, y no es la primera vez que lo haces. Muchas veces te has precipitado; actúas y luego piensas. Lo has prejuzgado a Alexis. -Lo lamento. -No, yo lo lamento, porque yo misma en algunos instantes también lo he prejuzgado. Es más, antes de que vinieras pensaba que él había cortado la relación. -No, nada que ver, fui yo. Raúl dijo: -¿Y cómo quedó Alexis? -Neutro. -Explícate -le pedí. -Digamos como que su cara era neutra, no tenía gestos de tristeza, de decepción. Me dijo: -Es tu deseo, lo respeto-. Me dio un beso en la mejilla y se alejó. -¿Y ahora cómo estás? -pregunté. -Arrepentidísima. Estela lo miró a Raúl y le dijo-: ¿Qué hago? -Raúl sonrió. -¿Qué haces? Salvo que tengas demasiado pudor lo vas a buscar y le dices que no puedes vivir sin él. Salvo que ese no sea tu pensamiento. -Sí, es mi pensamiento. De verdad que siento un tremendo afecto por él. -Pero no amor, ¿no? Al papá de la criatura... Estela levantó la mano interrumpiendo a Raúl y dijo: -No, sé lo que vas a decir. Al papá de la criatura que se está gestando, lo que sentía por él era un deslumbramiento, y a veces el deslumbramiento aparentemente parece ser más fuerte que el amor, pero entiendo que el amor se va gestando. Podría contarle muchas cosas de lo que ha pasado entre Alexis y yo. -No no no -dijo Raúl-. Sólo te puedo decir que si estás convencida de que es la persona que con el tiempo puedes amar y que él con el tiempo pueda amarte, no lo pierdas. -¿Tú le hablarás por mí? -No, no es mi tarea -dijo firmemente Raúl-, es tú tarea, Estela, es tú tarea. Se acercó y lo abrazó. Se abrazó conmigo y dijo: -Gracias a ambos. -Y se marchó.
Lo miré a Raúl y le dije: -Te amo y me gusta mucho la palabra novia, y me gusta mucho que caminemos por la calle tomados de la mano y me gusta mucho que compartamos una copa, un abrazo, un beso, mil besos. Y me gusta mucho estar a centímetros de tu rostro y mirarte los ojos, los labios, tus gestos, tu firmeza. ¿Y a ti? Raúl me dijo: -A mí me pasa lo mismo pero de manera distinta: ver tu rostro suave. Nuestro cerebro nos engaña, procesa la imaginación o los sueños como si fuera un recuerdo y a veces no sabes si lo que viviste fue cierto o no. A veces es como que no..., como que no digiero que te he besado, que hemos estado juntos. Siento que fue un precioso sueño. Lo miré y lo tomé de las mejillas: -Es un sueño que puedes repetir cada noche. Y espero que no te canses. -¿Cansarme? Es como tomar agua del manantial, esa agua pura... ¿Y cómo te cansas de beber esa agua? ¿Cómo puedo cansarme de libar tus labios? Tuve un impulso tan grande que lo abracé y le dije: -Mi amor, mi amor, mi amor, mi amor... nunca dejes de hablarme así. -Es que no pienso dejar de hablarte así, pase el tiempo que pase. Mi llama seguirá creciendo, no de las que queman la piel, las que alimentan el interior. -Suspiré. Y esta nueva etapa sería la mejor de todas, con mi gran amor, este ser tan especial llamado Raúl Iruti.
Sesión 10/05/2021 La entidad recuerda una vida en Gaela, era periodista y trabajaba bien. Valía y lo sabía, pero a su hermano, periodista también, le incomodaba, tenía baja estima. Por ser mujer y joven tenía que aguantar chanzas suyas. En un momento dado cambió de país, ciudad, periódico y gente.
Entidad: Monte Hermoso es un bello lugar, está en el centro del continente, un país pequeño pero hermoso.
Mi hermano es dieciséis años más grande que yo, no digo que él me haya enseñado pero el hecho de que él, de joven, se haya volcado al periodismo político hizo que yo me interesara por el periodismo. Pero no me gustaba la parte política, no me gustaba para nada, me gustaba todo lo que es sociedad, mundo, y no fue gracias a mi hermano que me haya recomendado, que haya hablado de mí ni nada, me presenté por mi cuenta en Noticias Gráficas. Me preguntaron si tenía currículo. Le digo: -No, lo que tengo es un buen estudio universitario volcado justamente a la parte de periodismo. -¿Su nombre? Le respondí: -Chiara, Chiara Orozco. -La secretaria me citó para cuarenta y ocho horas después. Me vio directamente el jefe de redacción, me hizo como cien preguntas. Y me dijo: -Bueno, de entrada no le vamos a dar sueldo fijo, Chiara, va a trabajar como comisión de acuerdo a las notas que a nuestro periódico le interese y pueda vender. -Acepté, me tenía confianza.
Entrevistaba a diestra y siniestra personajes del espectáculo, personajes de sociedad. ¿Fortuna, suerte, capacidad, empatía? Vaya a saber, la cuestión es que mis notas pegaron, le empezaron a gustar a la gente. Mi hermano Salvador me decía: -¡Je, je! Cómo se ve que eres mujer. -No entiendo -le dije a Salvador. -Claro, en la redacción la mayoría son varones y te halagan, quizá busquen tus favores. -Disculpa, hermano, disculpa, mis notas valen. -¡Je, je, je! -No entiendo tu risa sarcástica, tu risa irónica. Mis notas de verdad valen. -Mira, yo vendo mucho en política, por algo me dan la página tres, la página más leída. Tú tienes noticias... diez centímetros, lo más grande que puedes tener en las últimas páginas. -¡Je, je, vaya sarcasmo que tienes, hermano! Mis notas no están en las últimas páginas porque no sean buenas simplemente que lo que es sociedad y mundo está en las últimas páginas, política está adelante.
Yo tenía veinticuatro años, Salvador tenía cuarenta. Me daba la impresión como que estaba resentido con la vida, me daba la impresión como que no todo le caía bien. Es más, se sentía perseguido. Muy rara vez comíamos juntos, él bajaba al bar, yo me quedaba en la redacción, me traía una vianda y prefería no perder tiempo y seguir trabajando en investigación.
Los años setenta no eran fáciles, si bien Monte Hermoso era un bello país no había una estabilidad económica, sé que reporteros, periodistas y noteros de otros países ganaban más. Sin embargo yo no me quejaba, no me quejaba para nada. Nuestro país vecino, que sería nuestro país competidor, tenía un periódico, el que más vendía en Agua Brava, el país vecino, La Prensa. Sin embargo la tirada de nuestro diario era un veinte, veinticinco por ciento mayor. La economía de ambos países estaba pareja, era mérito de nuestro diario. Le decía nuestro porque yo me identificaba, me sentía cómoda a pesar de que ganaba poco. A los pocos meses ya me dieron el sueldo fijo en blanco. -¡Je, je! ¿Te das cuenta, querida? -me decía mi hermano-, se ve que eres mujer, mira cómo te has acomodado, yo he tardado más de un año en que reconozcan mis méritos. -¿Otra vez el sarcasmo, hermano? ¿No te das cuenta que tanto en un periódico, como en oficinas, como en bancos siempre la mujer gana menos? El hecho de que me reconozcan es por mí, no porque sea joven o porque sea mujer. -Claro, siempre tienes una excusa, contigo nadie se mete. -¿Y contigo si? -le pregunté. -Sí. Mira Josefo, a veces conversa con otros redactores y me miran y se ríen. -¡Que perseguido que eres, hermano! -¿Por qué? -No eres tan importante para que se rían de ti, seguramente cuentan chistes o cuentan cosas personales y se ríen. Pero claro, tú te lo tomas todo como que es por ti. ¿Por qué te persigues tanto, por qué buscas la aprobación de los demás? -O sea, que para ti yo no soy importante. -No no no no; no, Salvador, estás tergiversando mis palabras, yo dije que para ellos no eres tan importante en el sentido de que no van a estar todo el día hablando de ti. -Te entendí hermana. O sea, que para ellos yo soy insignificante. -¡Por Dios, qué ego que tienes! No digo que no seas importante, tampoco digo que para ellos eres insignificante, digo que no tienen el tiempo para hablar de ti. Cuando digo que no eres importante para ellos quiero decir que no giran alrededor tuyo. ¿Capaz eso te molesta? ¿Quieres que todo el mundo te alabe? ¿Por qué? -¿Y por qué a ti te alaban? -A mí no me alaban. -Yo veo como te miran con esas miradas. -Claro. Ahora porque soy joven y soy mujer todo el mundo me mira. Yo tengo muchos amigos varones y no me miran con esa cara de babosos, de presumidos... Para nada. Me gustaba lo que hacía, me gustaba mi trabajo.
Mi hermano no me molestaba, en casa era igual, siempre se quejaba de esto, de aquellos, de sus fracasos afectivos, de sus fracasos personales, pero no ponía un ápice de su parte para tratar de superarse, es como que lo suyo era rutinario al punto tal de que había otras notas políticas que superaban la suya y lo dejaron de publicar en la página tres. -¡Para qué, para qué! -Se volvió quejoso, huraño. Menos mal que yo me traía la vianda, comía tranquila en mi escritorio, lo dejaba limpito y luego salía.
Mi hermano, a ver, buscaba siempre degradarme para levantarse él. Mal método y menos conmigo, no es que yo tuviera una autoestima por el cielo pero a mí no me iba a tirar abajo él a pesar de las cosas que me decía: -¡Je, je, je! Está bien que tengas un escritorio fijo, pero estás todo el día andando por aquí andando por allí, eres simplemente una notera. -Me encanta salir, me encanta entrevistar gente. -¿Y sociedad te parece importante? Importante es lo que hago yo, política. -Para ti. Para mí la política es un quebradero de cabeza. -¡Je, je! Por favor...
Pero no perdía tiempo, me fijaba en la economía de otros países cuando ¡pum!, miré al sur, al sur del continente: Plena. Un país enorme, industrial, quizá no tan próspero como Beta, el país del norte, pero tenía una capital gigantesca, Ciudad del Plata. Entonces me fijé en las noticias. Ellos tenían un diario, El Pregón, era el diario más vendido no solamente de Plena si no del sur del continente, tres millones de ejemplares de tirada, ¡vaya, vaya!
Recuerdo que hice una llamada de larga distancia y hablé con la redacción del diario, se llamaba El Pregón- Les dije que trabaja tiempo atrás en noticias de la sociedad en el diario Noticias Gráficas, el mejor de Monte Hermoso. Por alguna razón es como que tuve buena recepción porque en redacción me dijeron: -Justamente nos hace falta una joven en la parte de sociedad y mundo. De entrada, obviamente, la probaríamos y ganaría poco. -Eeeh, para tener una idea aproximada, ¿cuánto sería? -Me dieron la cifra. Me cogió un mareo de la impresión, era casi el doble de lo que ganaba en Monte Hermoso. Arreglé.
Al mes siguiente viajé para Plena. Cuando venía con el taxi del aeropuerto entrando a Ciudad del Plata, vi que no terminaba nunca, luces, avenidas, bares, librerías, cines... ¡Pero qué es esto, cómo se mantiene todo esto! Pude rentar una habitación cerca del diario El Pregón y al día siguiente me presenté, eran todos muy amables, la redacción inmensa, me dieron un escritorio cómodo. Y me dijeron: -Los primeros días estarás aquí, te interiorizas, te vas a interiorizar de nuestra sociedad...
Pero me adapté enseguida. El hecho de ser periodista en El Pregón me permitió tener entradas para el club hípico, lo más destacado de la sociedad, iban millonarios, iba gente que tenía la plata. Pero no me apabulló, me entusiasmó. Fui varias veces al club hípico, no me presenté como reportera sino como una joven que venía de Monte Hermoso. No me gusta mentir, pero quizá no me hubieran... no me hubieran acogido bien como reportera, y me hice pasar por una joven de Monte Hermoso que se había radicado en Plena y que tenía fortuna propia. Y entrevisté a varios. Es más, me hice de amigos y de amigas en el club hípico, aprendí de sus costumbres, su idioma coloquial. Era gente buena la del club hípico, pero había como una especie de capa de... de superficialidad, como que no mostraban lo que eran, mostraban lo que querían mostrar. Como se dice vulgarmente, vivían de apariencia. Obviamente no eran todos así. Ya iba a conocer en el club hípico a otro tipo de gente, gente que daría la nota, en el sentido de que sería una gran sorpresa.
Pero no era todo brillo en Ciudad del Plata, había también barrios carenciados, gente pobre. Las luces del centro, las librerías, los bares repletos, pero los barrios del sur eran barrios muy humildes, de gente que su sueldo apenas le alcanzaba para llegar a fin de mes. Por eso hay un refrán que dice: "No todo lo que brilla es oro". Pero sí encontré oro en algunas personas, pero eso es otra historia.
Sesión 14/05/2021 Empezaba a trabajar en el periódico, buscaría entrevistas, noticias. Empezaría por gente de nivel, de renombre: Un conocido duque.
Entidad: Hablé con el director de El Pregón y le dije: -Prometo darle una noticia espectacular. Me respondió: -Cuento contigo, Orozco. -Y me marché para el club hípico.
Me encontré con Cuca, con la que ya había conversado varias veces. A veces me enojaba conmigo porque catalogaba a las personas, lo cual está mal, pero bueno, era más fuerte que yo. Sentía como que Cuca y sus amigas eran superficiales, no veían más allá de lo que mostraban, vivían aparentando tanto que esa apariencia se había apoderado de ellas. Y de los varones qué puedo decir, aparentaban igual que ellas pero la mayoría eran como esclavos de las necesidades de las chicas, podríamos decir eran demasiado serviciales. ¡Qué bueno! Pero no, no lo eran, eran serviles. Y hay una diferencia notoria entre servicial y servil. Eran varones que se desvivían por agradar a las chicas aún teniendo tanta fortuna como ellas, pero se veían alguien inferior en categoría, según su manera de pensar. Los veían con una mirada de desprecio total y absoluta. Era algo que yo no podía digerir.
A mí me trataban bien, primero porque no era de Plena, venía de Monte Hermoso, del centro del continente, tenía un acento distinto y se notaba, y me costaba expresarme en el lenguaje coloquial de Ciudad del Plata. Le comenté a Cuca: -Quiero hacer un reportaje, sabes que trabajo en El Pregón. -Me miró con una mirada extraña, como irónica. -¿Y a qué piensas..., a quién piensas hacer el reportaje? -Al tal Clayton. -¡Je, je, je! No creo que te preste atención. Mira, ahí viene.
Entró un joven pitando un cigarrillo, con una mirada desconectada de todo lo artificial, digamos como que había un desgano en su manera de ser, rostro pétreo, serio, el ceño fruncido. Sin embargo cuando se acercó a la barra y habló con el barman su rostro se transformó en una sonrisa, le pidió un combinado y se fue a sentar a una mesa. No es que Clayton tuviera dos caras, no lo conocía pero me daba la impresión que no encajaba en ese mundo artificial del club hípico, sin embargo trataba con una gentileza, una gentileza enorme a quienes trabajaban allí, exenta de todo desprecio, de todo prejuicio. Y a diferencia de los otros varones saludaba a las chicas con ninguna mueca de querer agradar a nadie, como que no le interesaba la aceptación de los demás, como que le daba lo mismo.
Me acerqué con mi mejor sonrisa y le dije: -Señor Clayton... -Me miró serio durante treinta segundos, luego su rostro se iluminó en una sonrisa. -Toma asiento, por favor. -Me senté-. Jorge. -No entiendo. -No me digas "Señor Clayton", dime Jorge. -Bueno. -No te había visto por aquí, aparte tu acento no es de Plena. -¡Uf! Es una historia larga. -Coméntame. ¿Quieres tomar algo? -Un refresco. -Cuando vino el camarero a traerle el combinado le pidió un refresco de frutas para mí. -¿Cómo te llamas? -Chiara, Chiara Orozco. Vengo de Monte Hermoso y conseguí trabajar en El Pregón, en la parte de noticias de sociedad y mundo. -¡Ajá! Entiendo. -Explícate -le pedí. -Vienes a hacerme un reportaje. -Disculpa si te incomodo, pero es mi trabajo. -Está bien, puedes preguntar. -Leí que eres el duque de Wynot, pero en Plena no hay títulos nobiliarios. -No, eso viene de parte de mi familia, del viejo continente, de abuelos y bisabuelos. Y bueno, no le doy importancia. -¿Eres hijo único? -Sí. -Y... Cuéntame de ti... -Bueno. Tengo pocos amigos, amigos leales, admiro la lealtad. No me gusta la persona servil, no me gusta quienes buscan alabarte para tratar de conseguir algo. -¿Cómo te llevas con tus padres? -pregunté. -¡Je, je! Me llevo mejor con mi madre que con mi padre, es como que es un poco presuntuoso y buscaba una pareja para mí de la alta sociedad. Y obviamente a mí no me interesa casarme por dinero, casarme por interés. -¿Y no tienes temor de que tu padre te desherede? -Si así fuera no me importaría. De todas maneras tengo fortuna propia, he invertido mucho. -¿Y en qué inviertes tu dinero? -En fundaciones, en hospitales, en centros de día para personas con capacidades diferentes, en mujeres víctimas de violencia de género... Le pregunté: -¿Y te deja rédito económico eso? -No, generalmente no. Incluso ayudé a amigos a instalar empresas. -Fruncí el ceño, como no entendiendo. -Pero Clayton, disculpa, Jorge, ¿tú que ganas con todo eso? -Levantó las cejas, como con rostro de asombro. -¿Qué gano? Satisfacción. El poder ayudar, el poder brindar, el poder ser útil a la sociedad. -¿Te gustaría estar en política? -No, no no no no no. Pienso que estaría con las manos atadas. No. Entiendo que ayudo mucho más desde mi lugar. -¿Tienes amigos y amigas aquí en el club hípico? -¡Mmm! Muy pocos, no me gusta la gente superficial. De todas maneras sí, tengo algunos amigos; converso mucho con el barman, con los dos camareros, con los dos porteros de la entrada... -Es raro -comenté. -Explícate. -He conversado con gente de aquí y al barman, a los camareros, a los porteros los ignoran, es como que no están a su nivel. -¡Je, je! Pobres -dijo Clayton-, es una pena que piensen así. Por eso la mayoría son conocidos pero no son mis amigos, puedo conversar con ellos. Incluso cuando me ven tratan de quedar bien por el hecho de decir "Conversé con Clayton". Pero no lo digo a nivel de pedantería ni nada, simplemente que me ven como más alejado de todo esto y tratan de descifrarme. -¿Y eres difícil de descifrar? -pregunté. -¡Je, je! Esa parece más una pregunta personal que una pregunta de sociedad. Pero no, cuando me conoces bien no soy para nada difícil de descifrar. -¿Estás en pareja? -Sí, Ana María se llama, es el amor de mi vida. Sigue preguntando...
Me sentía como bloqueada, no podía preguntar más. Tenía un borrador con infinidad de apuntes para preguntar pero es como que mi mente se había bloqueado, quizá por la personalidad de Clayton. De todos modos pregunté: -¿Se reúnen en algún lugar? -Sí, nos juntamos en un bar grande, en la Segunda avenida. -Me gustaría conocerlos a todos, a todo el grupo, conversar. Sé que hay un joven que vino de Mágar, del viejo continente, otro joven que vino de Beta. -Mira, por la tarde viene un joven llamado Nándor, contáctate con él, aquí tienes el teléfono, y irás al bar y él te acompañará. -Pensé que me ibas a invitar tú... -No. -¿Te incomodo? -No, no me incomodas -respondió Clayton-, pero en realidad no te conozco, pero pienso que así como has hablado ahora, Chiara, así eres tú, espontánea, natural y obviamente muy atractiva. Y es la primera vez que le digo a una joven, fuera de mi pareja, una galantería. No soy de... En realidad no soy galante, me considero un caballero pero trato siempre de guardar las distancias. Y cuando me cuesta guardar las distancias es como que me vulnero. -No entiendo -exclamé. -No voy a ser más explícito, solamente digo que soy una persona de carácter afable pero también duro cuando debo serlo. Cuando veo algo que está mal lo digo, cuando veo algo que está bien también lo hago notar. Pero tengo una especie de escudo contra lo superficial, un escudo fuerte, lo superficial jamás me va a vulnerar. Y la gente afable, la gente que se brinda va a entrar en mi corazón pero de una manera impersonal. En cambio, cuando ciertas situaciones me confunden mi pensamiento, mis emociones, es como que me siento más expuesto, más vulnerable. -No... no te entiendo... -No, no quiero ser más explícito. Lo miré y le digo: -Pero yo me considero inteligente, si me contrataron en El Pregón es porque vieron en mí cualidades, soy muy observadora y capto las palabras aunque no digan nada ante los demás pero para mí sí. -Clayton me miraba fijamente. Sostuve su mirada y le dije: -¿Conmigo te sientes vulnerable? -Hizo una mueca que iba a parecer una sonrisa pero no llegó a hacerla. -Eres una persona muy interesante, Chiara, de verdad que eres muy interesante, una persona digna de conocer más en profundidad. En el buen sentido, ¿no? Pero... -Continúa -pedí. -Amo a mi pareja, estamos comprometidos. -Sí, pero no entiendo a dónde quieres llegar. -¡Uf! Nunca me había encontrado con una persona como tú. No te conozco insisto, nos conocemos recién pero capto en ti infinidad de cualidades en todos los aspectos, y por eso te recomiendo que te invite Nándor, es un gran amigo, le tengo un enorme aprecio. -Lo miré. -Veo que eres una muy buena persona. Tienes fortuna pero no te la crees, no vienes con aires de superioridad, ayudas a la gente, ayudas a fundaciones, a clínicas, a hospitales, a centros de día, pero eres un ser humano. -Desde ya que sí -me respondió. Le dije con picardía, (y después me arrepentí de ser tan atrevida, pero tan atrevida que me dije ¡Pero qué estoy haciendo!, ¡qué estoy haciendo!). Le dije: -Qué pena que llegue tarde, qué pena que estés prometido. Me miró y respondió: -No sigas por ahí, es un camino difícil ese. A veces hay que poner toda la voluntad en no caer en tentaciones. Aparte, no es mi manera de ser. Me siento sanamente orgulloso de mí por ser leal a mis amigos, a mi pareja, a todas las personas que conozco. Y es cierto, sí, soy un ser humano. Y no, no, no voy a seguir hablando. Eres una buena persona, Chiara, y debo respetarme a mí mismo. -¿Puedes ser más claro? -le pedí. -Sé que justamente no quiero ser más claro. Eres una persona muy atractiva. Y de vuelta, yo, atrevida: -Por favor -Después me arrepentí-, ¿acaso te gusto? -No voy a responder a eso, no debo responder a eso. -Entonces terminamos aquí. Le presentaré al jefe de redacción la nota y veremos qué dice. -Me levanté. Se levantó inmediatamente.
Le iba a dar un beso en la mejilla y me tendió la mano, como escapándose de mí. Me dio un apretón firme, no fuerte, firme. Sonreí y me marché. Quería darme vuelta para ver si me miraba, pero puse fuerza de voluntad y no me di vuelta.
Me marché del club hípico y fui procesando no lo que dijo sino lo que se abstuvo de decir, y entendí perfectamente su manera de pensar y de sentir. Y lo admiré, lo admiré por su lealtad, porque a lo largo de mi vida he conocido muy pocas personas que son leales de verdad, y la lealtad es una de las virtudes más importantes del ser humano. Todo mi respeto a Jorge Clayton. Gracias por escucharme.
Sesión 06/08/2021 Quiso hacer una entrevista a Clayton, sabía que había fallecido su padre. Debería usar su tacto y ser honesta, por encima de todo. Él era una persona totalmente sincera, se mostró como era, sin máscara.
Entidad: Estaba pensativa. Lo veía a mi hermano, Salvador, y notaba como que había cambiado su carácter, a pesar de tener dieciséis años más que yo siempre lo vi como indeciso, inseguro. Había tenido una relación afectiva en Monte Hermoso, en el diario donde trabajábamos antes, Noticias Gráficas, y es como que ella lo miraba más como un compañero que como una relación de pareja. Y él siempre interpretaba roles de víctima como para llamar la atención y no se daba cuenta de que lograba el efecto contrario. Hablar con él era discutir, tratar de hacerle entender era contradecirlo. Entonces, a veces, obviaba las conversaciones.
Por suerte yo tenía mi apartamento y era independiente. A veces le sugería. Le digo: -Mira, hermano, tú estás en la parte de política. De de alguna manera es como que relacionamos nuestro trabajo. Yo estoy en sociedad y mundo, pero puedo tocar temas políticos. Por ejemplo ahora en uno de los países del dentro del continente vecino de Monte Hermoso hubo un golpe de estado. Mi hermano me decía: -Mira, Chiara, sé cómo redactar, y a diferencia de Monte Hermoso, aquí por lo menos me tienen en cuenta. -Nada más te digo que no tomes partido por quienes hicieron el golpe o por el expresidente, simplemente trata de ser independiente en cuanto a tu opinión. -¿Por qué? -me respondió-, quien hace noticias debe jugarse. -No. No no no no no, porque te van a encasillar. Es cierto, hermano, que aquí en Plena, como en otros países del continente, cada periódico tiene su preferencia por determinado gobierno, pero un redactor no tiene porque encasillarse con una idea política porque el día de mañana cambia el gobierno y así como ahora te favorecen, el día de mañana pueden marginarte. --¡Je! Eres una niña, crees saber todo. -No, Salvador -le respondí-, no, para nada. Es una opinión, la tomas, la dejas. Pero no quiero discutir contigo, por Dios, no quiero discutir.
Esa tarde fui al club hípico, me había enterado de que Jorge Clayton había perdido a su padre. Quería hacerle un nuevo reportaje pero no sabía cómo encarar el tema. Estamos hablando de una pérdida familiar terrible, estamos hablando de algo que provoca un sufrimiento inmenso. Pero bueno, yo era muy valiente en este sentido y lo más diplomática posible. Recuerdo que estaba tomando un refresco de fruta y Jorge Clayton se dirigió a la barra y me vio. Me hizo una inclinación con la cabeza y le hice un gesto con mis manos diciéndole si tenía un minuto. Me dijo que espere. Trajo un combinado y se sentó conmigo. -¿Cómo estás, Chiara? -Bien. Veo, Clayton, que te acuerdas mi nombre. -Y veo que tú no te acuerdas que yo me llamo Jorge. ¿Vienes en son de amiga o en son de reportera? -¡Wow! Qué incómodo. La situación se puso incómoda pero yo tenía que ser honesta. -Quiero, si me lo permites, hacerte una nueva entrevista. -¿Con respecto a? -Sé que has sufrido una pérdida. -Me miró a los ojos. -En realidad he sufrido mucho más. -Explícate, por favor. -Encendí el grabador, lo miró. Me miró a los ojos, hizo una mueca que pareció una sonrisa. -A veces es como que sentimos un afecto por alguien, nos encandilamos, creemos que estamos enamorados... -Continúa, por favor -pedí. El silencio de Jorge Clayton lo interpreté como que trataba de buscar las palabras sin ser directo, sin ser explícito, y eso me dificultaba mi trabajo. Clayton continuó: -Y a veces te desencantas. Y lo que parece ser un drama resulta ser un alivio. Pregunté: -¿Te refieres a la parte afectiva? -Mira, Chiara, esto que comento puede ser útil para la parte afectiva, para las amistades, para compañeros de trabajo, y lo que hoy nos duele, el día de mañana lo agradecemos. -Me cuesta trabajo seguirte -dije-, y eso que me considero rápida en mis pensamientos. -Cuando papá falleció -explicó Clayton-, no... ¡je, je!, no lloré en ese momento, pero pensé "Si tuviera una máquina del tiempo volvería a meses atrás lo invitaría a papá un día entero, a pasear con él, a comer afuera, a hablar de mil temas, de temas que nunca hablamos, de temas que yo no le daba importancia". Él era una persona chillona. -Explícate, porque hablas a veces en idioma coloquial. -A ver, ¡uf! No era huraño, para nada, pero siempre me llevaba la contra en muchas cosas, pero es como que tenía otro carácter. Cuando estaba en casa y leía el diario veía que a veces se quedaba pensando, mirando las letras del diario sin leerlas, y yo no le prestaba atención. Y hoy rememoro eso y me digo a mí mismo "En qué pensaría, ¿en su vida, en las cosas que hizo, en las cosas que no hizo?". Y a veces yo estaba haciendo algo y levantaba la vista y veía que me miraba, y cuando yo lo miraba él bajaba la vista. Mamá me dijo tiempo después: -Yo sé, hijo, que no me vas a creer. -Madre, ¡cómo no voy a creerte! -Mamá me decía: -Tu papá te quería mucho, te quería y te respetaba. Es más, te admiraba. -Y yo le decía: -Madre, ¿y por qué entonces siempre me llevaba la contra? Que si elegía esta pareja, que no le gustaba. Que si de repente invertía en tal cosa, "Eres muy arriesgado". Que si no invertía, que era cobarde en no invertir. Es como que siempre ponía la nota. -Madre me decía: -Sabes, Jorge, era su manera de ser.
Y su manera de ser a veces no la entendía. Pero yo quería a ese otro papá, a ese papá que cogía la taza de café, le ponía azúcar y lo revolvía y lo tomaba de a poco, se sentaba solo en la cocina y se quedaba pensando vaya a saber en qué. -¿Pero con tu madre se llevaba bien? -Viéndolo ahora a la distancia no. No tenían tanto diálogo. No tenían tanto diálogo, no. Yo creo que si bien hay parejas que se entienden con solo mirarse, a veces eso puede dar lugar a falsas interpretaciones. Yo siempre digo, Chiara, que no hay que dar nada por sentado. -Explícate, por favor -pedí. -Claro. En una pareja, por ejemplo, lo que a la otra persona le gusta, o de repente le vas a comprar un regalo a la otra persona, y bueno, entiendo que le va a gustar esto... Y quizá no. ¿Pero cómo no si la conoces? ¿Pero cómo sabes que la conoces si a veces no te conoces ni a ti mismo? -Me quedé mirándolo. -¡Uf! Voy a tratar, cuando pase el audio a texto, de modificar algunas frases, para que los lectores entiendan. -¡Ja, ja, ja! Ay, Chiara, ¿piensas que hablo en difícil a propósito? No, no, no, soy así. Lo miré y le dije: -¿Sabes lo que siento? Como que no estás hablando conmigo. -Me miró y frunció el ceño, pero sonriendo. -Explícate. -Claro -le dije-. Es como que te estás desahogando, de alguna manera ¿Pero estás bien en tu parte de pareja? -¡Ah, ja, ja! Esperaba esa pregunta. -¿Estás mal? -Rompimos. -¿Cómo? ¡Se amaban! -¡Je, je! Ahora, honestamente, no lo sé. -¿Puedes ser más específico, si no te incomoda? -No, no me incomoda. No hay nada que me incomode mientras uno hable con la verdad. Obviamente depende con quien y dónde estés, porque a veces hablar con la verdad lastima, si uno no es diplomático. Estaba con un amigo cuando falleció papá, me avisó mamá. Era el cumpleaños de Ana María y no tuve tiempo de nada, no tuve tiempo de avisarle. No tuve tiempo de nada, estuve en el hospital. Recuerdo que cuando murió le acaricié el cabello y le miraba el rostro a papá. Le miraba el rostro, le acariciaba el cabello y digo "No puede ser que esté sin vida, no puede ser. No lo entiendo, no lo acepto". Pensé que mamá iba a tener una crisis de llanto pero fue bastante bastante fuerte. Lo velamos toda la noche, mi amigo me acompañó. ¿Y qué voy a pensar en ese momento, en llamar a Ana María? Al día siguiente sin cambiarme, sin bañarme, luego del entierro llego a la casa de ella y me atiende la madre, reprochándome. No era la primera vez que me reprochaban porque muchas veces faltaba a compromisos porque inauguraba el ala de un hospital o hacíamos un acto para niños con capacidades diferentes en una fundación. ¡Cosas verdaderamente importantes, Chiara, cosas verdaderamente importantes! Y sí, la palabra que había dado no la cumplía porque o llegaba tarde o no iba. Pero esa noche no fue por inaugurar una fundación o el nuevo ala de un hospital o un centro de estudiantes, no, fue porque papá ya no estaba. -¿Pero se lo explicaste? -No, la mamá no me dio tiempo. Y cuando salió Ana María habló directamente, habló reprochándome una y otra y otra y otra vez, y que yo no le interesaba, que no cumplía con mi palabra, que al fin y al cabo era como toda la gente de dinero, que usaba a la gente. -¿Pero por qué no la interrumpiste, por qué no le explicaste? -inquirí. Me miró con una sonrisa de pena y me dijo: -No, Chiara, no me dejó hablar. Obviamente, podía haber forzado la situación y haberle dicho. Pero honestamente, entre nosotros, no tenía ganas, no tenía ganas. Me cerró la puerta en la cara y me marché. -¿Y sentiste pena? -No, decepción y alivio. -¿Alivio? -Me sorprendí. -Sí. Hay cosas que me cuesta hablar contigo, te lo dije la vez pasada, al ser una joven atractiva y hablar de otra chica. ¡Je, je! -¿Te incomoda? -Quizás un poco. -¿Jorge Clayton incomodado? -¿Te estás burlando, Chiara? -No, pero... pero eres una persona superada. -¡Ah! Eso es por fuera. -O sea, que te pones una máscara. -No, no no no no, no, Chiara, soy así, no me pongo máscaras, pero soy yo y mi dignidad. Tengo amigos que se dejan intimidar, y si me permites mi expresión, hasta basurear. -¡Oh! Conozco esa historia. -Clayton frunció el ceño. -¿En qué sentido? -Bueno, tengo un hermano, dieciséis años más grande que yo, y es como esos amigos, se persigue solo. Que si no lo miran, porque no vale nada. Que si lo miran, porque se burlan de él. -¡Oh! Sí, así son algunos de mis amigos. Pero yo no me dejo intimidar. En realidad no es que no me dejo, porque no dejarse intimidar es como que uno es vulnerable y trata de taparlo; yo no soy vulnerable a las tonterías, a las poses. Y aquí en el club hípico es como que todo el mundo finge. ¿Qué tienen plata? Sí, por supuesto que tienen plata, ¿pero qué, acaso tener cuenta en el banco o ser de familia rica te hace mejor? -Bueno -comenté-, pero la pasas bien. -Depende. Hay gente que tiene un yate y se va a pasear por la costa llevándose un par de botellas de whisky, varones, chicas. Pero detrás de esa superficialidad hay un vacío que te marea, hablan de temas triviales... -Pero he visto que te juntas con ellos a veces. -Sí, yo no desprecio a nadie. Pero soy honesto, tampoco me callo. -Explícate -pedí. -A veces se los digo: "Hay miles de temas en la vida, hay pobreza, hay malas políticas en el continente mientras ustedes disfrutan. -Bueno, pero tú también disfrutas. -Claro que disfruto, Chiara. No soy hipócrita, vivo mi vida, tengo dinero, pero no creo que mi vida sea vacía. A ver, lo que hago lo hago con satisfacción. Si de repente refacciono un hospital de niños, luego voy con un grupo de gente que contrato: payasos, actores, malabaristas, magos, y voy planta por planta, piso por piso, ala por ala para que esos niños se diviertan, esos niños que están internados la pasen bien. Y salgo hecho pedazos, Chiara, salgo hecho pedazos cuando veo niños con enfermedades terminales, Chiara. ¿Me entiendes? -Te entiendo más que nadie. -No me gusta ver sufrir a la gente y menos ver sufrir a los niños. Y de verdad que salgo hecho pedazos y me duele la vida. Pero todo lo hago intensamente, si tengo que amar amo intensamente, si tengo que sufrir sufro intensamente, porque no sufro por lo que me pueda pasar a mí, sufro por lo que le pueda pasar al otro. Basta. -Perdón, no entiendo... -Terminamos aquí el reportaje. ¿Lo vas a entregar hoy? -No... -Entonces te invito a cenar. -¿Eh? -¿Tienes compromisos? -No, no, pero pensé que estabas mal. -No, no. Soy muy expresivo, pero ya pasó. Te has quedado muda. -¡Je, je!, estoy procesando mis pensamientos. ¿Me invitas a cenar? ¿Es una cita? -Chiara, te invito a cenar, lo demás lo dices tú. -Acepto. Me voy a mi apartamento a cambiarme. -Te paso a buscar a las veinte y treinta.
Me levanté, me acerqué y le di un beso en la mejilla. Esta vez no se apuró a tenderme la mano, el beso fue mutuo. Mientras yo le daba un beso en la mejilla, él, a su vez, besó mi mejilla. Nos miramos. -Veinte y treinta. Te estaré esperando -le dije.
Sesión 10/08/2021 La policía había cerrado toda información acerca de la muerte de Stela y no aparecía quien la contrató, su amigo, al que quería entrevistar. Un par de días después, aparece. Tranquilo.
Entidad: A pesar de mi juventud tenía bastante ascendencia sobre Sabino, el fotógrafo, que tenía prácticamente cuarenta años, la misma edad de mi hermano Salvador. Me decía: -Señorita Orozco, ¿adónde vamos? -Dime directamente Chiara. Vamos al departamento de policía. Antes de hacer la publicación quiero hacer unas preguntas más.
Obviamente no logré que me atendiera el comisario, me atendió el inspector general. Y le pregunté: -Hay una víctima llamada Stela Maris Céspedes, dos días después habían cortado el precinto del departamento. -Es insistente, bastante insistente señorita Orozco -me dijo el inspector. -Evidentemente, y usted ya lo habrá supuesto, el presunto asesino volvió para borrar supuestas huellas que podían haber quedado. -¿Su compañero sacó fotos del departamento? -Asentí con la cabeza-. Esas fotos no se pueden publicar porque el departamento estaba precintado. El hecho de que la persona que entró cometiera un delito no la avala para que tome fotos. -Está bien, voy a publicar fotos de la víctima cuando estaba viva. ¿Qué me puede decir de las grabaciones que la muerta le dejó en el teléfono del señor Jorge Clayton? -Aún no podemos develar eso.
Volvimos. Le dije a Sabino: -No hay fotos para publicar, saca directamente fotos que tengas de la persona. -Sabino buscó en archivos. -Tengo muchísimas fotos de cuando trabajaba en el hospital Municipal. -Bien. Por lo menos dos, preciso. -Al día siguiente salió la nota en el diario El Pregón, fue una nota espectacular de primera, segunda y tercera página.
Esa tarde me reuní con Nándor Ferenc y su novia, Beatrice. Fuimos al club hípico. Repasamos toda la historia con Nándor y con Betty: -El coche que vimos, aparentemente era el de Clayton. Ferenc me preguntó: -¿No lo has visto? -No, no lo he visto. Para nada. Nadie sabe nada. -¿Las grabaciones? -La policía me dijo que no publique nada sobre ellas. -Me había quedado callada pensando. Betty dijo: -Pero Chiara, si te recuerdas, las grabaciones decían que la muerta estaba embarazada y que le exigía, prácticamente, a Jorge Clayton que le resuelva el tema. -No -respondí-, no le exigía, le pedía.
Cual fue la sorpresa, todos nos dimos vuelta. En ese momento Jorge Clayton, después de tanto tiempo apareció en el club hípico. Nos miró, hizo una leve sonrisa. Amagó con ir a la barra pero se acercó a nosotros. -¿Cómo están? -Me dio un beso en la mejilla y se sentó-. Los noto callados. Fui yo la que hable: -¿Has leído El Pregón de hoy? -Sí. -¿Has hablado con el comisario o con el inspector general? -¿Por qué? -preguntó Jorge. -¿Hablaste con tu madre? -No, no he ido a casa, estuve en mi apartamento y en otros lados. -Porque fuimos a casa de tu madre y escuchamos unas grabaciones. -Me miró serio, a Nándor, a Betty. -Escuché las grabaciones. -¿Cómo? -En el departamento de policía. -¡Ah! -¿Entonces te han citado? -No, yo he ido. -No lo digo como amiga o como quieras llamarme, como periodista. ¿Puedes explicar el motivo de las grabaciones o por qué fuiste a la policía? -No, en este momento no puedo. Betty dijo: -Pero Stela Maris estaba embarazada y te pidió que le resuelvas el tema. Jorge Clayton miró hacia todos lados y le dijo a Betty: -Habla más bajo. -A dos mesas de nosotros estaba Pocho, pero no se acercó. -Está bien, no me cuentes como periodista, cuéntame cómo tu amiga o como quieras llamarme. -No te enojes, Chiara, pero aún no puedo decir nada. Lo mismo va para ti, Nándor. Mi aprecio por ti es enorme pero no puedo develar nada. Nándor dijo: -¿Estás comprometido con el tema, tienes algo que ver con lo que pasó? -Repito, no puedo decir nada. No tendría que haber venido, disculpadme. -Se acercó el camarero. Clayton dijo-: No, no, me marcho.
Los miré a Nándor y a Betty, les dije: -Esperadme. -Corrí tras Jorge, en la puerta lo tomé del brazo-. ¿Qué está pasando, por qué no me cuentas, has estado involucrado con esta mujer? -No. Ni siquiera me lo tendrías que preguntar. -Jorge, te ha dejado dos grabaciones y te ha pedido que le resuelvas el tema del embarazo. Qué puedo pensar... -Seguramente piensas lo más fácil y seguramente crees tener las respuestas. Sucede -agregó Clayton-, que si tienes las respuestas sobre eso también tendrás las respuestas sobre el asesinato. -O sea, que sabes que hubo un asesinato. -Está publicado en tu diario. -No me tomes por tonta, Jorge, lo sabías de antes que yo publicara la noticia. Me miró a los ojos: -¿Qué quieres saber, Chiara? -Si estuviste involucrado. -¿De verdad me haces esa pregunta? -Jorge, todo apunta a ti. -¿Me ves detenido, me ves arrestado? -No, pero pudiste... -Continúa. -Pudiste haber pagado una fianza. -O sea, ¿es tu suposición o estás convencida de ello? -Me encogí de hombros. -No estoy convencida de nada, simplemente digo que no... no me cierra todo. Tú le conseguiste el trabajo a esta joven Stela Maris Céspedes como enfermera en el hospital Municipal, varias veces te han visto con ella conversando. Luego desapareces. Luego Stela falta al trabajo. Cuando fuimos a verla el departamento estaba todo revuelto, había manchas de sangre. La policía nos dijo que hacía dos días que la habían asesinado y que el supuesto asesino había roto el precinto, desordenando todo, buscando alguna huella que haya quedado que lo comprometiera. -Es lógico que pienses eso. -Jorge, no es lo que yo piense, es lo que tú puedas agregar. -Lo siento, Chiara, no puedo agregar nada por ahora. Pero sí me interesa, antes de marcharme, saber tú qué piensas. No como periodista, como amiga o como más que amiga mía. Lo miré y le dije: -No te conozco tanto, pero hablé con otros amigos que sí te conocen de mucho tiempo y saben que eres una persona íntegra. Pero a veces creemos conocer a las personas... Me miró con esos ojos penetrantes y me preguntó: -¿Y tú me conoces o crees conocerme? -Estoy confundida. Sonrió con una mueca y me dijo: -Confusión significa duda. -Dio media vuelta y se marchó. -¡Pero Jorge! -Hizo un gesto con la mano sin darse vuelta, como diciendo "No".
Volví a la mesa. Nándor preguntó: -¿Qué te dijo? -Nada. -¿Qué opinas? -No sé, honestamente no sé. -¿Vas a publicar algo mañana? -No, no, no tiene sentido, sin pruebas no se puede publicar nada.
Pasaron dos días. Esa mañana llegué tarde al diario, casi no había dormido la noche anterior. Me estaba esperando el editor con una carpeta. -¿Y esa carpeta? -La trajo a primera hora Jorge Clayton. -¿Jorge Clayton? ¿De qué se trata? -Del crimen de la pobre Stela Maris Céspedes. El caso está resuelto. -¡Cómo! -Jorge Clayton me dijo que la exclusiva te la dé a ti. Ya está en impresión. Pero tómate tu tiempo, ve a tu despacho y lee la carpeta.
Resumí lo que decía la carpeta. Un médico de unos cincuenta y cinco años había comenzado a salir con Stela Maris. El hombre le dijo que no quería ningún compromiso serio porque era casado, pero le atraía la joven y la dejó embarazada. Ella amenazó con contarlo. Él le dijo "Te daré dinero para que te calles". Ella se sintió oprimida y recurrió a Jorge Clayton. Jorge Clayton fue a hablar directamente con el doctor Novisky.
Novisky le dijo: -Tú, aquí, no tienes nada que hacer, es un problema de nosotros, de Stela y mío. ¿O cometerás la bajeza de comentarle a mi esposa? Jorge Clayton le dijo a Novisky: -Doctor, no me interesa su vida matrimonial, me interesa que solucione el tema de la joven. -¿Qué quieres que haga?, ella no quiera abortar. Le ofrecí plata, no quiere, quiere tener la criatura y que yo le de mi nombre. Y de esa manera arruina mi matrimonio. Clayton le dijo que le daba cuarenta y ocho horas para solucionar el tema.
Luego pasó lo que pasó, la encontraron muerta. Pero el doctor Novisky tenía cuartada, en el momento que el forense declaró la hora de la muerte él estaba con la esposa y otro matrimonio más en la ópera. Clayton lo comentó con el comisario de la zona, con el inspector general, incluso pagó a dos detectives experimentados para que averigüen, y descubrió que el doctor Novisky le había pagado a un hombre de un barrio bajo una suma de dinero para que se deshaga de la joven. Aprendieron al hombre y confesó todo. Novisky perdió su matrimonio, su carrera y su libertad, y fue condenado junto con el hombre al que él le había pagado para acabar con la pobre chica. Clayton en todo momento cooperó con la policía, quienes le hicieron prometer que él no diría nada hasta que el caso esté resuelto. Clayton se lamentó de que no pudo resolver el tema con Novisky y nunca hubiera pensado que el médico, querido por todos, supuestamente con un matrimonio ejemplar, hubiera pagado un esbirro para acabar con la joven amante. Clayton vino y le ordenó al editor que me diera la exclusiva.
En el poco tiempo que vine de Monte Hermoso a Plena a trabajar en El Pregón, con esas dos notas policiales, me hice muy conocida en el medio.
Me junté con los amigos de Clayton porque nadie lo vio, ni Hernán, ni Pocho, ni Nándor, ni Betty, ni ninguno de los demás.
Fui a la casa de la mamá, me atendió muy amablemente: -Tú eres Chiara, te recuerdo, habías estado con dos amigos. -Así es, señora. ¿Y Jorge? -Hoy a la mañana viajó para Beta. -¿A Beta? -No dijo cuando regresaba, se iba a tomar un tiempo. -La abracé a la señora y me marché.
Le comenté a todos los amigos, más de uno miraba para el suelo como con culpa. El propio Nándor me dijo: -Me siento avergonzado, porque tuve una pizca de sospecha de que él podía haber... Le hice un gesto con la mano, interrumpiéndolo: -No eres el único, Nándor, ni tú Betty, hasta yo tuve dudas. Hasta yo tuve dudas. Y mientras nosotros dudábamos él estaba cooperando con la policía, tratando de resolver el asesinato. -Me marché.
Estaba lloviznando pero quise tomar un coche, la lluvia me caía por el rostro junto con mis lágrimas. Y entendí que el ser humano a veces prejuzga -que es juzgar antes de tiempo-, sólo por lo que pueda parecer, lo que pueda aparentar ser. Seguramente Jorge se habrá ido a Beta dolido. Quizá no tanto por las dudas de sus amigos, quizá más por la duda mía, porque yo puedo mentir sin que se desdibuje una mueca de mi rostro, pero nunca me voy a mentir a mí misma. Honestamente, no estaba segura de nada. Y me sentía abochornada, avergonzada, molesta conmigo misma. ¿Qué tenía la excusa de que no lo conocía hace tanto? ¿Qué hay amigos que lo conocían de hace un año, qué hay amigos de Plena que lo conocen de hace diez años? No es excusa. No es excusa, para nada. Hay personas que se muestran abiertas porque directamente no tienen nada que esconder, pero a veces nosotras como personas nos imaginamos lo que no es y prejuzgamos. Nuestros prejuicios es lo peor de nuestros egos, esos benditos prejuicios que tenemos.
Estuve tan tentada en viajar hasta Beta, pero supuestamente había ido a Gran Metrópolis. ¿Pero cómo encontrarlo en una ciudad seguramente más grande que la propia Ciudad del Plata? ¿Cómo encontrarlo en Beta y cuánto tiempo se quedaría? Y de volver, ¿cómo volvería? Es todo, por ahora.
Sesión 18/08/2021 Hay ocasiones en que todo está en contra de uno, nada sale bien. Y no ayuda en nada a conservar la calma sino todo lo contrario, como si fueras cayendo en un pozo, perdiendo todas las energías. La entidad relata cómo era su estado anímico después de ser vapuleada profesionalmente. Y humanamente.
Entidad: Mi primera sorpresa fue cuando el editor me dijo: -Su nota es más que buena, es excelente. El hecho de que los Alzaga hayan venido a menos, hayan tenido que vender dos de sus propiedades es un impacto para la sociedad, pero evidentemente la economía está tambaleante y hasta la clase alta tiene que desprenderse de bienes. -¿Y entonces por qué, señor, me pone en un cuadrado tan pequeño la nota? -¡Ah bueno! Lo que pasa que la nota de Máximo Argañarás sobre el tema del polo y de la corrupción que hubo con uno de los partidos, que aparentemente fue arreglado. -¿Arreglado? -pregunté. -Claro. Parece que hubo un pago para que uno de los equipos fuera a menos. Ocupa la nota central de Sociedad y Mundo. -Entendí -le respondí.
Por la tarde me fui de la editorial confundida, malhumorada y hablando conmigo misma en pensamiento. "¿Pero cómo aquí en Ciudad del Plata también impera el machismo como en Monte Hermoso y otros lugares? ¿Por el hecho de ser mujer me postergan?".
De todas maneras traté de ser objetiva. Rememoré mi nota, los Alzaga vendieron dos propiedades, ¡je, je, je!, les quedaban cinco más todavía. Era una nota interesante. La economía también los afectaba de alguna manera, pero no tanto. En cambio la corrupción en el polo, donde uno de los equipos se deja ganar por dinero, y hablamos de que la gente de polo también es gente de dinero, entonces siendo objetiva me di cuenta de que sí, era más importante la nota de Máximo Argañarás, un periodista de cuarenta años, de la misma edad que mi hermano, pero rara vez ponía notas importantes. Y pasó, me quedé tranquila.
A la semana le pusieron a Máximo Argañarás una nota en Destacados y me di cuenta que el artículo, honestamente, no era tan bueno. Yo había presentado dos notas, habían publicado una sola y en un cuadro más pequeño que el de él. Yo tengo mi carácter, mi personalidad, y si bien mi forma de confrontar es asertiva, educada evito la discusión, pero más evito el tragarme las cosas. Le dije: -Con todo respeto, señor -Al editor-. El tema de Argañarás, sé que la vez pasada su nota fue más atractiva que la mía, pero he visto que en estos últimos días ha publicado notas que la pusieron en Destacados y no... no tienen fuerza, y yo le entregué dos notas, de las cuales me publicó una sola. -Sí, sí. Es que no había más lugar en la sección Sociedad. -Señor, dígame la verdad, ¿qué está pasando? -Mira, Chiara, el tema es así, hay malestar en la junta. -¿Con el diario? El diario sigue siendo el más vendido del sur del continente. -Malestar contigo. La nota del doctor Novisky. Ya prácticamente el diario quedó mal porque lo declaró culpable, y nosotros apoyamos todo lo que tú has dicho. -Señor, al momento que usted reconoce que me apoyaron, es que estaban de acuerdo conmigo, no se opusieron. Entonces, ¿por qué la junta está molesta conmigo y no con el diario en sí por haber publicado mis artículos? -Bueno, te han hecho responsable. El doctor Novisky fue declarado inocente finalmente. -Señor, la sociedad no lo cree así. -Mira, Chiara, ¿te interesa trabajar en este diario? -Pero por supuesto, señor. -¿Estás conforme con tu sueldo? -Sí, señor. Pero no entiendo... -Trata de no quejarte, hay otros compañeros que escuchan cuando vienes a reclamarme. -Señor -lo interrumpí-, yo no vengo a quejarme ni a reclamar, simplemente tengo la curiosidad de saber por qué mis notas son postergadas o relegadas a cuadros menores. No lo tomo como una queja sino como una inquietud, como una curiosidad. -Orozco, no lo ven así tus compañeros, lo ven como una queja y como que quizás el joven Clayton te apoyó. -¡Je, je! ¿Perdón?, ¿perdón? -Me molesté mucho en ese momento-. Mire, señor, cuando yo lo conocí a Clayton, que le hice el primer reportaje, yo ya estaba trabajando aquí y estaba trabajando bien. A mí nadie me regaló nada, Clayton no me puso en el puesto. -Muchos piensan eso porque han tenido una amistad. -Evidentemente no son bueno compañeros. -Ahí está la clave; ahora te estás quejando y eso es malo para el diario. -Señor, ¿mi trato hacia usted es cortés, educado? -Por supuesto, Chiara, si no no estarías aquí. -Entonces se está dando cuenta que yo soy diplomática. -Bien. ¿A dónde quieres llegar, ahora, Chiara? -El hecho de que yo en este momento me queje de algunos compañeros, que no sé cuáles son, no los identifico, es porque usted mismo está admitiendo que se corre la voz, y espero, señor, de que usted no lo crea, por favor, de que Clayton de alguna manera presionó una palanca como para que yo entre al diario. Doy mi palabra de que yo no lo conocía. -Te creo, te creo. -Confianzudamente me tocó el hombro-. Te creo, te creo, pero sigue trabajando y evita conflictos. -¡Je, je! -Me reía. A lo mejor eso el editor lo tomó como un atrevimiento. -No entiendo tu risa. -Señor, yo soy diplomática, soy asertiva, pero de alguna manera usted me está diciendo como si yo fuera una bebita "Evita conflictos". No tengo conflictos con nadie, de parte mía me llevo bien con todos los compañeros y compañeras. Ahora, que alguno haya hecho una camarilla, un grupo de gente que a espaldas mías habla de mi persona, yo eso no lo puedo evitar, pero no pretenda, señor, que yo esté contenta, conforme, satisfecha de que mientan de cómo yo conseguí el trabajo. Y encima usted me dice "Trata de evitar conflictos". No veo que yo tenga conflictos con nadie. Yo llego al trabajo, escribo las notas, almuerzo, sigo escribiendo las notas, trato de conversar lo menos posible para estar con mi mente ocupada en lo que yo estoy haciendo. No veo el conflicto. -Bueno, el conflicto está de que hace quince minutos exactos que estamos conversando. Quince minutos exactos que yo estoy dando parte de mi tiempo en algo que no tiene sentido. Quince minutos exactos que tú, Chiara, podrías estar ocupando en escribir artículos. -Lamento que lo tome de esa manera. Lamento que lo tome de esa manera, pero no era mi intención hacerle perder tiempo, simplemente tenía una duda y la quería evacuar. Si me permite voy a seguir trabajando. -Yo creo que es lo que tienes que hacer para conservar tu puesto. -Me marchaba y en ese momento me frené. Yo sé que a veces mi genio reactivo me puede poner en riesgo, pero me di vuelta y digo: -Señor, lo sentí como una amenaza. Por favor, necesito que me tenga más respeto. -Después me arrepentí de haberle dicho eso y él me dijo: -¿Te das cuenta que buscas conflictos?, ahora estás discutiendo conmigo. -Señor, me está diciendo que si sigo así no voy a conservar mi puesto cuando me considero la mejor en todo lo que es Sociedad y Mundo, por más de que otros digan que fue Argañarás el mejor. Con su permiso, señor, voy a seguir trabajando.
Me di media vuelta y me fui a mi escritorio. Pero me dolía el pecho, sentía los ojos húmedos, quería ir al baño a con una toallita de papel secarme los ojos, pero traté de frenar el que me cayeran lágrimas de indignación. Honestamente estaba muy molesta por la conversación con el editor, para mí era una amenaza lo que había dicho. Como diciendo "Aquí necesitamos corderos, no queremos lobas". Nunca pretendí ser una loba, tampoco me interesa ser un cordero, simplemente ser una joven que trabaja, que se merece su sueldo. Pero no me gustan las camarillas a espaldas mías, los chismes, las mentiras.
A veces iba a almorzar con compañeros y compañeras, almorcé sola. Una joven, Carmen, me preguntó: -¿Qué pasa, Chiara? -No, estoy muy concentrada porque estoy investigando un boom. -¿Un boom? -Sí, algo importante sobre otra familia de clase alta que aparentemente está metida en un negocio sucio. Pero va a ser una primicia. -Bien, bien, bien, me alegro por ti. -Y se marchó. Me hacía mal desconfiar de todos, seguramente Carmen no era parte de la camarilla pero yo no sé quien inventaba cosas de mí.
En la semana llegó otro rumor, que Argañarás había tenido una pequeña historia conmigo y que él me había dejado de lado luego. Lo comentó Carmen. -Pero, Chiara, no puedo decirte quien lo dijo. La confronté a Carmen, le digo: -Mira, ya han dicho que Clayton me consiguió este puesto cuando yo a Clayton no lo conocía. Ahora están comentando que salí con Argañarás. Hay que ser muy... muy mala persona para decir eso. Con Argañarás solamente buenos días, buenas tardes. Nunca nada. ¿Y que digan que yo salí con él y que ahora le critico sus notas porque él me dejó? ¡Es tan absurdo, tan estúpido y tan imbécil la persona que dijo eso!... -Estás muy enojada, Chiara. Sabes que este es un ambiente de confraternidad. -¿Te estás burlando de mí? -Chiara, eres tú la que estás mal. -Repito, ¿te estás burlando de mí? ¿Me hablas, Carmen, de ambiente de confraternidad cuando inventan todas esas cosas?, ahora me están inventando un amante. ¿Quieres que llame a Argañarás y adelante de todos diga si o no, si salió conmigo? -Pero, Chiara, Argañarás es un caballero, nunca lo va a admitir. -Muy bien, ahora estás insultando mi inteligencia. Si Argañarás es un caballero y nunca va a admitir este supuesto affair que tuvo conmigo, ¿cómo los demás jóvenes lo comentan?, ¿me vieron en algún restaurant, me vieron paseando por la calle, me vieron salir de un hotel? -No, no, no, Chiara. -Entonces no me hables de confraternidad porque yo no soy el que rompe la confraternidad aquí, en El Pregón.
Esa tarde me fui muy mal, no tenía con quien hablar. Y mi hermano apareció por el bar: -Escuché los rumores. ¿Qué hay de cierto? Lo miré. Le digo. -Una cosa es que Carmen, a quien no conozco, me pregunte, pero tú, mi hermano, que me conoces de toda la vida.... -¿Qué te pasa, Chiara? -Estaba lloviznando, me mojé un poco. Evidentemente me hizo mal, estoy con bastante tos y tengo rinitis. -No vengas mañana a trabajar. -¿No? ¿Para darles pasto de comer a los demás? ¿Que digan "Se molestó y no vino a trabajar"? Pero eso no me interesa, me interesa que tú creas en mí. -Yo creo en ti, nada más escucho rumores y te los comento. -En realidad un hermano si escucha rumores tiene que saltar. -Te estás acostumbrando mucho al idioma coloquial de Ciudad del Plata. ¿Te refieres a molestarme y encarar a la gente? -Sí, honestamente espero eso, soy tu hermana menor. Escuchas rumores, te callas y luego vienes y me lo dices a mí. No es la forma de un hermano de creer en una hermana. No crees en mi integridad, ni laboral ni personal. Honestamente, no me hace bien conversar contigo. Yo pensé que sí, pero honestamente, no me hace bien. Ya me pedí de comer, así que... -Lo llamé al camarero y le dije-: Envuélvame mi comida, por favor. -Le pagué mi parte y me la llevé a mi apartamento.
Ni siquiera lo saludé a mi hermano, me sentía muy molesta, muy molesta. Y con respecto al famoso caso Novisky, estaba más convencida que nunca que tenía razón, estaba segura que el doctor era culpable del asesinato de la joven Stela Maris Céspedes, completamente segura, pero que tenía contactos en las altas esferas. Pero el diario no me permitía que hablara ni una palabra sobre el tema. Me estaban desmereciendo, me estaban dejando de lado. Yo no conocía a los integrantes de la Junta, quizás alguno de ellos era conocido del doctor Novisky. Y yo en ese momento era una molestia, quizá no me despedían para evitar un juicio laboral de mi parte.
Siempre me molestó la discriminación, me molestó una sociedad patriarcal. Me molestaba el desprecio por la mujer. Me molestaba la camaradería traicionera de mis compañeros. Me molestaba el editor, que era tan poco hombre. Porque para mí, hombre no tiene que ver con el género masculino, tiene que ver con la gentileza, con la caballerosidad, con el don de bien de persona. Aclaro que lo mismo pienso de una mujer, ¿eh? Para mí una mujer que vive de chismes no es una dama, es cualquier cosa. O sea, que no estoy a favor de un género sobre el otro. No estoy hablando de una mujer y de un hombre, estoy hablando de las personas. Hay personas de bien y hay personas que no son de bien, y esto me molesta muchísimo porque creo en la igualdad de oportunidades. Pero creo por sobre todas las cosas en el mérito, pero se ve que en este país la méritocracia está mal vista, la ven como acomodo, cuando no es así. Estaba tan molesta que me tuve que tomar un té calmante para poder dormir, y obviamente no lo logré.
A la mañana siguiente me levantaría como si me hubieran apaleado toda la noche, pero sacaría fuerzas de donde fuera para continuar con mi tarea. Gracias por escucharme.
Sesión 26/08/2021 Aunque estaba por ser despedida del periódico seguía removiendo un avispero en el que se encontraban implicados cargos políticos, policiales y judiciales. En un momento determinado llegó a temer por su integridad, por su vida.
Entidad: Honestamente, no me sentía nada bien. Estuve conversando como casi una hora con mi hermano Salvador. Me decía: -Chiara, te llevo dieciséis años, tengo más experiencia. El editor está molesto conmigo por culpa tuya. Le pregunté: -¿Por qué?, tú estás en las parte de Política, yo estoy en El Pregón en la parte de Noticias de la Sociedad. Somos hermanos pero no estamos mezclados. -¡Ay!, Chiara, Chiara, estás en la parte de Sociedad... -¿Qué acabo de decir? -pregunté molesta. Y me respondió con otra pregunta: -¿Y por qué todavía estás con el tema de Policiales? -Porque no quedé conforme. Estuve mirando los legajos de Stela Maris Céspedes, su embarazo, su supuesta, porque hay que decir supuesta, ¿no?, aventura con el doctor Novisky. Evidentemente lo quería bien, pero quería blanquear la situación, y Novisky no quería perder a su familia. Finalmente hubo pruebas de que contrató un esbirro mientras él estaba en la Opera. Gracias a la ayuda de Clayton se descubrió todo. Pero claro, hay un político que causalmente, y no tiene nada que ver con Monte Hermoso, con nuestro país, tiene nuestro mismo apellido, por lo menos su segundo apellido, se llama Sánchez Orozco, y es muy poderoso. Vaya a saber que maniobra hicieron, el único testigo aparece muerto en la cárcel. Hay una nota firmada. Que un esbirro firme una nota declarándose único culpable, eso no se lo cree nadie. -Chiara -exclamó Salvador-, se lo creyó la justicia. -Hermano, a veces tus cuarenta años no te quitan ser tan ingenuo. La justicia no es que se crea o no se crea algo, la justicia se maneja con pruebas. Las pruebas desaparecen y el reo queda libre. -Pero sigues investigando. Tu compañero Máximo Agañarás se burla de ti. -Se burla de mí. Aparentemente el diario es un diario machista, pensé que en Plena no había ese machismo. Estamos en los años setenta, los años modernos. Por la noche pasan frecuencia modulada en todas las radios, pensé que la prehistoria estaba en el centro del continente no en un país como Plena, y a un energúmeno como Argañarás le hacen caso en todo, solamente por ser hombre. Mi hermano me abrazó y me dijo: -Con todo cariño, Chiara, el editor te tiene entre ojos, sabe que te comunicaste con el fiscal Artazu Darguren. -Me asombré. -¿Y cómo sabe? ¿Que me siguen? -No quiero enojarte más. -Si empezaste a hablar, termina. -Máximo Agañarás te siguió en su coche y vio que fuiste al despacho de Artazu Darguren. -Sentí que un calor me invadía el rostro, un calor de ira. -Lo voy a enfrentar. ¿Por qué me sigue, lo mandó el editor? -Chiara, Chiara me dices ingenuo a mí. Yo era muy quejoso en Monte Hermoso, aquí aprendí a ser hipócrita. Sé que para ti está mal ser hipócrita pero por lo menos me trato con todos, me divierto, disfruto, vamos a comer juntos, no es que me lleve bien con todos pero finjo. Hay uno que se llama Libio, que es un tonto, tiene plata pero trabaja porque le gusta figurar. Invita a los compañeros de la redacción a comer asado a la casa y van también compañeras, pero es tan..., hay una frase que decimos aquí en Plena "Es tan maricón", no tiene que ver con su identidad sexual, en Plena se le dice maricón al mezquino, al que traiciona, al que vende al otro. -¿Vender? -Claro, al que corre ve y dile, en el coloquial sería chusma. Bueno. A ese se le dice maricón. Y este Libio es así. Fui dos veces a comer asado: "Pero esa joven me interesa a mí, a esa joven déjenla no le digan nada porque la quiero conquistar yo, si no no los invito más a comer". -¡Je, je, je! -Me reí pero mal. Le digo-: Pero ese es un tarado, ese es un tarado directamente. ¿Cómo te tratas con esa gente? -Por lo menos tengo amigos. ¿Tú qué amigas tienes? A ver, con los dos dedos de una mano me cuentas las amigas que tienes, Chiara. -Bueno, tengo algunas amigas en el club hípico. -¿Amigas? ¡Je, je! ¿Amigas o informantes? La cuestión que el editor sabe, y no lo mandó el editor a Argañarás. Argañarás me lo contó a mí en confidencia, o sea, que si tú lo encaras a él, me pones en evidencia a mí. -¡Ah! Pero que bien -dije-, que bien. -La cuestión que ahora, esto te lo comento porque tengo amigos en la sección policial... -Te escucho hermano. -El fiscal Artazu Darguren está investigando el caso del doctor Novisky y encuentra muchas fallas, seguramente va a ver una apelación de la fiscalía y algo que has promovido tú. Y sé que ese Sánchez Orozco, el político, tiene también amigos en la policía, tiene también amigos en el aparato judicial, tiene también amigos en el aparato legislativo. Es un tipo jodido, como se dice aquí, y es íntimo amigo del doctor Novisky. Y no creo que él, como tú le llamas el energúmeno de Argañarás, sea el único que te haya seguido, este Sánchez Orozco debe tener infinidad de espías. Y si bien Artazu Darguren es un hombre grande, debe tener cerca de sesenta años, y es muy respetado en el juzgado, fue nominado a juez y lo rechazó porque dice que ganaba más atendiendo clientes que siendo juez. Pero en este momento no deja de ser un blanco. Y todo esto es por ti. Hasta tiene tus datos. -Sí, por supuesto, tiene el teléfono y la dirección de casa. Pero él es muy precavido, me llama, me dice: "Señorita Orozco, necesito tal cosa". Y voy. -¿Tan así? -preguntó mi hermano-, ¿cuánto hace que lo tratas? -Al poco tiempo que se fue Jorge Clayton a Beta, hace más de veinte días. Clayton ya está por regresar. -¡Ay!, Chiara, Chiara. -Mi hermano se marchó.
Entregué una nota excelente de polo donde el Aras, las Esquivas le había ganado al favorito. -¡Bien, bien, esta es una buena nota, esta es una buena nota, Orozco! -me dijo el editor-. Espero que ya se haya sacado de la cabeza lo policial. -Sí, señor. Mire como me esmeré con esta nota. -Muy bien. Cuatro fotos excelentes, lo felicito al fotógrafo. Y aparte la nota, honestamente es una nota de media página. -Vaya, muchas gracias. -No, no, Chiara, sigue esmerándote con esto, deja lo otro, no metas en problemas al diario. -¿Perdón? -No sé si has hablado con tu hermano. -Y hablo con él siempre, es mi hermano. -Bueno, le he comentado que no te lo diga pero han apretado al diario. -No entiendo la palabra apretado. -Es coloquial de Plena, apretar significa intimar. Han intimado al diario, de las altas esferas políticas, que dejen el caso Novisky. -Pero yo no he publicado más nada de Novisky. -Orozco, no me tome por tonto, sé que ve a un fiscal y que sigue indagando el tema. -Veo al fiscal, es cierto, lo reconozco, Artazu Darguren. Pero no publico nada. -Hay gente que no le interesa que sigan indagando y han presionado al diario al punto tal que si el fiscal sigue indagando vamos a prescindir de tu persona. -Con todo respeto, señor, ¿a usted le parece que yo tengo tanto poder?, soy una joven de veinte y cuatro años, ¿tengo tanto poder para que un fiscal se mueva por mí? -El editor se encogió de hombros. -No sé. Pero él estaba tranquilo, estaba en otros casos de accidentes, porque también tiene ayudantes que se especializan en accidentes de tránsito, no en asesinatos o supuestos asesinatos, ¿y de repente se mete en este tema? ¡Va, Chiara, es sumar uno más uno, dos! ¿Cuánto hace que lo visita, quince, veinte días? -¿Me han seguido? Ya sé, Máximo Argañarás. ¿En vuestra tierra como le llaman a esta gente?, maricones. -No abuse, Orozco, no abuse. Argañarás es un ejemplo de conducta, no abuse. Insisto, la felicito con la nota, siga cono ese tipo de notas. Vaya al club hípico, hágase amiga de la gente allí. Hay una joven de mucho dinero que se está por casar, una boda con doscientos cincuenta invitados, investigue sobre eso. Deje lo otro, diviértase, no se meta en problemas porque va a quedar desocupada. -Dio media vuelta y se marchó.
Me fui con una impotencia tremenda de El Pregón. Extrañaba el conversar con Jorge Clayton, una persona tan distinta, tan eficiente, tan desprendida, tan... tan bella por dentro y por fuera. Y pensar que algún momento hasta incluso dudé, por los mensajes de Stela Maris. Espero que cuando vuelva no esté enojado conmigo. Me fui a ver al fiscal Artazu Darguren. Me atendió por el portero eléctrico y me dijo: -Suba -Estaba completamente serio-. Mire, Chiara, habrá hablado con el editor del diario. -Sí, doctor. -Bueno, a mí también me han apretado. -Doctor, usted fue nominado juez y rechazó el puesto, ¿quién puede intimarlo? -En realidad no es que me hayan intimado, y tengo muchísimos amigos fiscales y amigos jueces de larga data y me han dicho: "Estimado, estimado doctor, le convendría dejar este caso". -Pero eso no es una intimación. -En la jerga judicial sí. Yo tengo familia, tengo un hijo al que amo, tengo una exmujer con la que me llevo muy muy bien y sigue trabajando conmigo, no tenemos ningún problema de disputa, de nada, de bienes, de nada, cada uno tiene su dinero. Ella es muy buena abogada y trabaja conmigo, pero sabe del tema. Y un poco discutimos con mi ex esposa y me dijo: "Esa chica te va a meter en un problema. ¿O te pasa algo con ella?" -¡Je, je!, señor, doctor, ¡por Dios! -Tú eres muy joven, no conoces como son las mujeres, son celosas en todas las edades. -Yo apenas lo conozco, doctor, pero usted es un hombre de bien. Pero veo que la gente es ciega, todos adoran al doctor Novisky. Y seguramente ya recuperó su puesto y seguramente está contento con su familia. -No, señorita Orozco, no es tan así. Su esposa es como que le pidió el divorcio... -¡Je! No es tonta la mujer. Es que ella tenía antecedentes de infidelidades y esos son los escritos que yo estoy presentando para la apelación. -Doctor, ¿pero entonces sigue con la apelación? -Sí. -Y entonces todo esto que me cuenta, de que lo intimaron, es como que me siento con complejo de cumpla de... de haberle contado todo, mis sospechas, todo. -Orozco, eres muy joven. ¿Te piensas que yo investigo porque tú me has visitado? Tengo sesenta años, no me chupo el dedo. -La frase chuparse el dedo la entendía, los niños que se chupan el dedo, que son infantiles. -Entiendo, doctor. Pero le pediría que si hay alguna información me la haga saber. -No, no quiero que publiques nada. -No, no, doctor, no es para publicar, es para tenerlo en mi agenda de notas. -Una cosa más. -Dígame. -Ayer forzaron mi puerta del despacho y eso que tengo doble llave. Hay una llave que es importada, con agujeros especiales, que es muy difícil de abrir y han entrado. Me han revuelto papeles, yo tenía un legajo de Novisky... -¿Se lo robaron? -No, pero estoy convencido de que sacaron, con una cámara, fotos del legajo. No usaron la fotocopiadora no son tontos, pero sacaron fotos con una cámara de todo el legajo. Es más, tengo en uno de mis cajones tus datos, o sea, que esa gente que entró tiene tus datos. Yo te diría que te cambies de apartamento. -No me asuste, yo no voy a callarme cuando vea algo que esté mal. ¿No hizo la denuncia a la policía? -No, por la razón de que el comisario Benítez, el que está ahora en esta zona, es "amigo" de Sánchez Orozco. -O sea, que lo tiene comprado. -Eso lo dices tú, yo no puedo decir nada, -Me quedé pensando. -¿No nos vamos a contactar más? -Nos vamos a contactar por teléfono pero no personalmente. Y hasta no sé si te han seguido ahora. -Tuve mucho cuidado. -¡Ja, ja, ja! No sabes si hay alguien en la vereda de enfrente, no sabes si hay alguien en el café de al lado en la parte de la ventana, no sabes si han alquilado en un tercer piso del departamento de enfrente y miran mi oficina con binoculares. No sabes. Eres muy buena en lo que haces, pero eres muy verde todavía para esto. Es más, el doctor Novisky no tengas ninguna duda de que sabe que tú, una niña, está revolviendo el avispero. -Está bien doctor nos comunicaremos por teléfono. -Nos dimos la mano y me marché desolada.
Caminé, caminé, caminé... Me metí en un bar, me tomé un café cortado con leche y una masa dulce. Pero la sentía agria. Yo estaba agria, mi alma estaba agria. Toda esa semana que pasó tuve un perfil bajísimo, me dediqué a las notas de sociedad, publiqué lo del casamiento: doscientos cincuenta invitados. El editor contento. No hablé ni siquiera con mi hermano de que fui a volver a ver al fiscal. Con Aragañarás ni hablaba, me sentaba en mi escritorio, escribía a máquina, hablaba con mis compañeras de temas triviales y nada más. Yo que trabajo en Sociales no me enteré que la noche anterior había regresado Jorge Clayton de Beta, me enteré por su amigo Pocho. Obviamente lo primero que hice al día siguiente fue entregarle una nota del regreso de Jorge Clayton al editor. No le dio mucha importancia. Le digo: -Es Jorge Clayton, ayuda a todo el mundo. -Sí sí sí sí sí sí, Orozco, pero estuvo metido en el caso Novisky. En este momento vamos a poner un pequeño cuadradito de que llegó de Beta Jorge Clayton, y nada más. -¡Je, je! -Me encogí de hombros. Seguí trabajando.
Esa tarde, desolada vuelvo a casa. Tenía ganas de coger el teléfono y llamar a la mamá de Clayton, pero digo no. Entré a mi apartamento y un sexto sentido me dijo "Hay cosas que están movidas, no está todo en su lugar". Hacía veinte días que me había ido a un departamento más cómodo, que tenía una pequeña sala, otro salón y el dormitorio. Voy directamente al dormitorio a cambiarme y había un hombre sentado. -Usted es la famosa Chiara. -Lo reconocí enseguida. -¿Qué hace en mi departamento? Eso es allanamiento de morada, doctor Novisky. -El hombre sacó un arma. -Pobre chica. -¿Habla por su amante que asesinó?, ¿por Céspedes? -No, hablo por ti, Chiara Orozco. Estabas tan deprimida que en el diario te estaban por echar, que cogiste un arma y te suicidaste. -Miré que tenía guantes, evidentemente el revólver no tenía huellas. Me agarró pánico. Pero habría que entenderme, estaba hirviendo de ira y por alguna razón la ira tapaba el miedo que tenía. Le digo: -Tenía razón yo, siempre tuve razón de que fue un asesino. -¿Y qué querías, que pierda todo por tu investigación, por tus publicaciones estúpidas? Y ahora te vas a suicidar. Qué pena el diario se va a perder una mujer de sociedad. Cómo lo lamento. -No me sirve el sarcasmo, no me sirve nada de eso. -Me apuntó y se levantó. Y dijo: -Vamos a la sala. -¿Me va a golpear la cabeza? -No, no me imagino una persona que se suicide que se golpee primero. No me tomes por tonto, soy médico. -Puedo atacarlo, arañarle la cara. -¡Je, je! -Tenía el arma en la mano izquierda y me golpeó en el mentón con la derecha, caí semiaturdida en el sillón. No me resigné, yo nunca me resigno a nada. En ese momento del otro saloncito se escucharon dos voces: -¡Quieto, Novisky, baje ese arma! -Novisky, en lugar de apuntar el arma me apoyó su revólver en la sien. -Bajen ustedes su arma o aprieto el gatillo. -Miré de costado, había un oficial armado y la enorme sorpresa: al lado Jorge Clayton. -Baje el arma, Novisky. Usted ingenuamente estaba vigilando el movimiento de la señorita Orozco mientras nosotros vigilábamos sus movimientos. Llegamos a la casa de la señorita antes que usted y nos escondimos en el pequeño salón. -¡Aprieto el gatillo! Inmediatamente usted también va a morir. -El oficial dudó, quería bajar el arma. Clayton le dijo: -¡A ver, Ordoñez, ¿qué dijo el subcomisario?, que no titubee! Acá lo que importa es Novisky, lo gravé con mi grabador de cinta desde que la joven entró al departamento. Aunque la mate, Novisky, está la prueba.
Novisky se quiso dar vuelta y el hombre disparó. Como Chiara estaba sentada, comentó luego Clayton en el interrogatorio, la bala dio en el hombro de Novisky y lo hizo caer. No lo mató, pero el policía lo pudo esposar y lo llevaron detenido.
No me había olvidado del momento que pasé. Estaba en la Seccional de policía, habían detenido también al comisario, y el subcomisario fue ascendido ocupando el lugar del otro que había sido comprado por Sánchez Orozco. Se desató tal tal tal catástrofe a nivel político, a nivel judicial, que saltó un montón de gente de las altas esferas.
Y yo mientras tanto leyendo el legajo de toda la declaración de Jorge Clayton: «La señorita Chiara estaba sentada. El sospechoso -ya no sospechoso, asesino confeso- tenía el arma apoyada en la sien de la joven. Yo tengo muchísimos contactos en la policía y sabía que no se podía confiar con el comisario. Hablé con el subcomisario y seguimos todos los movimientos de Novisky. Nos anticipamos en mi deportivo y llegamos al apartamento, entramos con mucho cuidado con llaves ganzúa y lo dejamos cerrado como estaba, con la luz apagada. Sabíamos, estábamos seguros que Novisky iba a ir directamente al dormitorio, donde la joven se iba a cambiar. Entendíamos que no iba a hacer nada en el dormitorio, que la iba a llevar a la sala. De no haber sido así, hubiéramos ido sigilosamente al dormitorio, pero fue como pensamos. Cuando yo comenté que estaba todo grabado, lo cual es cierto, en mi grabador Onozo, de cinta, Novisky se descolocó, quiso darse vuelta para disparar y recibió el balazo del policía, que lo tumbó herido, y el policía lo pudo esposar. Fuimos en el coche patrulla de policía, dejé mi deportivo frente el departamento de la joven Chiara Orozco, y esta vez, Novisky, con la grabación admitió todo. Me encontré con el fiscal Artazu Darguren, con el cual me abracé. -Gracias Clayton -me dijo-, por avisarme de la trampa. De todas maneras fue demasiado riesgo poner en ese peligro a la joven. -Lo reconozco -dijo Clayton-. Pero yo no soy el que toma las decisiones, lo consulté con el subcomisario y con los oficiales y ellos dieron el OK. Yo no mando, tengo ascendente, tengo conocidos, cooperé con el Hogar Policial, pero a diferencia de los políticos no soy corrupto, yo no tengo a nadie comprado, soy amigo de ellos».
Suspiré. Cuando terminé de leer todo el legajo corrían lágrimas por mis ojos, pensé que mi vida estaba terminada. -Señorita Chiara... -Levanté la vista. Me tendió la mano el subcomisario, ahora nuevo comisario. -¿Le llegó el legajo? -Sí. -El señor Clayton la está esperando. Mañana tendrá que venir a hacer una declaración. -¿Puedo publicar todo tal cual en el diario? -Sí, pero avéngase a la declaración. -Lo haré, comisario.
En la puerta me encontré con Clayton. Me tomó de la mano, me miró a los ojos y me dijo: -Tenemos que hablar. Le dije una frase muy tonta. Y después me reí de mí misma: -Generalmente la palabra "tenemos que hablar", es la mujer la que se lo dice al hombre. -Clayton hizo una mueca, como si fuera una media sonrisa. Me tomó de la mano y cogimos un taxi. Dio la dirección de mi apartamento. En el camino no habló. -¿De qué tenemos que hablar? -Luego, ahora estamos en el taxi.
Sesión 30/08/2021 La entidad relata los tremendos sucesos en Términus por causa de las visiones mentales que entidades etéreas les infundían. La población quedaba fuera de razonamiento y con tendencia a quitarse su vida y la de los demás. Unos científicos diseñaron cascos de protección para eludir los influjos negativos pero la población prefería no llevarlo.
Entidad: No es para nada fácil criarse en un mundo como Términus. Cuando una es pequeña hay muchísimas cosas que no entiende y lo que no entiende lo toma como algo natural, como algo corriente, como algo común. Ve gente grande corriendo, algunas cruzan la calle corriendo y un carro las atropella. Y cuando una es pequeña piensa que es normal que la gente esté distraída o que grite o que llore, aun los de tu propia familia.
Y también te acostumbras por la noche a ver el cielo, a ver ese cielo lleno de estrellas, disfrutar esas formas que tu mente imagina y que los astrónomos llaman constelaciones, pero cuando miras para el otro lado y ves esa noche eterna sin estrellas, con un vacío que sientes como que te traga, con un vacío que sientes que te absorbe y no entiendes por qué de un lado está lleno de estrellas, que son como pequeñas lucecitas, y del otro lado nada de nada.
Y de pequeña escuchaba voces que me hablaban en mi cabeza, pero era muy imaginativa y tenía como cierta protección, en el sentido de que me divertía porque tenía poquitas amiguitas, entonces con esas voces jugaba, jugaba.
Me acuerdo que en casa teníamos un piso, teníamos un piso superior y un ático, y había una trampilla donde bajabas al sótano que había herramientas, muebles viejos e incluso algunos juguetes, algunas muñecas, algunos vestiditos. Mi madre me decía: -No, no, Estefanía, no bajes allí. Están ellos, están acechando.
¿Cómo van a estar acechando mis amigos? Entonces bajaba, cerraba la trampilla luego de encender la luz. Disfrutaba de la soledad y las voces: -Esa muñeca tiene vida y cuando tú duermas te va a tapar la nariz y te va a cortar la respiración para que te mueras. Y yo con mi pensamiento, sin hablar en voz alta respondía: -No importa, yo le voy a hacer lo mismo a ella, le voy a apretar el cuello a mi muñeca y también la voy a matar. -Yo no entendía lo que era el concepto de la muerte real, era muy pequeña. Para mí era un juego, las voces eran un juego, no me asustaban. Pero mi madre no lo entendía. Me decía: -Tan pequeña y ya te has vuelto loca, te comunicas con esas voces. No entiendes la gente que se suicida.
Y una tarde me sorprendí. Tenía una amiguita que era tan querida, Leticia, le decían Leti, Leti Garbaos, y a veces iba a comer a la casa de ella. La mamá me decía: -Estefanía Ardente, vienes a comer, bienvenida. -Y de repente veía a la mamá que se ponía a discutir con nadie-: Aléjate de mí, tú estás muerto. -Y la miraba a mi amiguita y le hacía señas como diciéndole "¿Con quién habla?". Mi amiguita se encogía de hombros. Hasta que una tarde abrió los ojos con espanto y salió corriendo y la arrolló un carro y murió. La madre gritando, llorando, aullando como un perro rabioso-: ¡Ellos la han matado, ellos! -Le conté a mamá y me dijo: -¿Ves?, ¿ves lo que pasa?
Y a la semana, en el sótano jugando con mis muñecas, aparece mi amiga. Y no me dio miedo: -¿Qué haces aquí? -Tú, Estefanía, no has llorado por mí, ¿por qué no has llorado? -Me encogí de hombros. -¿Por qué habría de llorar si estás aquí conmigo haciéndome compañía?, quédate conmigo… -¿No te doy miedo? ¡Mírame! -Y de repente de los ojos le salía sangre y se le manchaba toda la cara. Y yo me reía: -Eso es pintura, tú te pintas, tú te burlas de mí. -Y entonces mi amiga desaparecía.
Y fui creciendo y me fui instruyendo. Y fui a la escuela y vi que había niños y niñas que de repente entraban en pánico y se golpeaban contra la pared. Ese año tuve como seis maestras porque de repente desaparecían. Yo no entendía que se mataban o las mataban otras personas en ataques de histeria.
Hasta que fui creciendo y fui entendiendo. Y leí la teoría de los hermanos Máximo y Justo, dos muchachos jóvenes, -yo todavía era pequeña-. Ellos decían que en ese lugar donde no había estrellas habitaban los etéreos, que eran como seres invisibles que no se podían ni siquiera tocar pero que te hablaban en tu cabeza y te hacían ver visiones. Y ahí me di cuenta de que esa amiguita que de pequeña la había atropellado un coche nunca había aparecido en mi sótano, era una visión de ellos, a los que Máximo había llamado etéreos. Y reconozco que a veces esas voces me afectaban porque me cogían de sorpresa, pero como de pequeña me había acostumbrado..., a ver cómo lo puedo expresar, a jugar con esas voces, no es que fuera inmune a las voces pero sabía qué eran, de dónde venían y que se alimentaban de el miedo de los seres humanos, del pánico de los seres humanos, del estrés de los seres humanos. Y de mí no se podían alimentar porque si bien cuando me cogían de sorpresa me daba temor, inmediatamente me apaciguaba y esas voces se sentían impotentes: -¿Te crees que no podemos contigo, Estefanía? Porque mataremos a tu madre, mataremos a tu familia, mataremos a todos. Y yo mentalmente les respondía: -Y yo os mataré a vosotros. -Pero lo tomaba como una respuesta que sabía que no iba cumplir porque sabía que era imposible matarlos, pero de alguna manera era como una barrera de defensa.
Hasta que seguí creciendo y estudié historia, y me di cuenta que desde la antigüedad había gente que se suicidaba, gente que enfrentaba a grandes animales y se dejaban atacar por ellos para terminar con su tortura, gente que se abrazaba con su esposa y uno terminaba degollando al otro viendo que el otro, en su mente, era un monstruo, ya no era más su esposa o su esposo. Y me di cuenta de que los etéreos habitaban todo ese espacio vacío.
Hasta que profundicé el estudio de la astronomía y me di cuenta de que nuestro mundo, Términus, estaba en el borde de la galaxia, galaxia que estaba en el borde del universo. O sea, que nuestro mundo estaba al final de la Creación.
Y no me conformé con estudiar astronomía, estudié física, estudié física cuántica, estudié nanotecnología y una materia nueva que se llamaba ultrafrecuencia. Y me iba actualizando, actualizando cada vez más. Profundicé en matemáticas con uno de los mejores matemáticos, llamado Irdino, que con la sugerencia de Máximo, que era un gran analista, comenzó a probar cascos protectores. Y empecé a averiguar qué era eso. Eran cascos que se usaban en la cabeza con una especie de red de nanotecnología que ponía como una barrera a esos impulsos mentales de los etéreos. Y claro, de esa manera es como que la gente empezó a comportarse normalmente.
Pero como pasa en toda civilización hubo mucha gente, y entre ellos mi propia familia, mi hermano mayor, mis padres. Decían: "Nos cortan la libertad, nos están cortando la libertad, nos obligan a usar casco". Había mucha gente que se lo sacaba para lavarse la cabeza, para bañarse y ahí eran de nuevo poseídos por esos pensamientos perversos de los etéreos. Hasta que Irdino, con la sugerencia de Máximo, los perfeccionó y ya las personas se podían incluso higienizar y bañar con los cascos puestos, cascos más finos pero sin perder la capacidad de frenar los impulsos mentales de los etéreos.
Me fui a vivir sola, ya no podía estar más en la casa de mis padres ni mi hermano porque ellos eran anticasco, se lo sacaban. Hasta que el analista Máximo, con Irdino, hablaron con las autoridades e idearon un nuevo tipo de casco que ya quedaba directamente adherido al cráneo, porque imaginaos un agente de la ley armado si fuera poseído por un etéreo, ¿qué impide que le disparara a la gente confundiéndolos con terribles monstruos o vaya a saber qué? Y dijeron: "Claro, si los agentes de la ley tienen los cascos adheridos vamos a obligar que toda la población tenga cascos adheridos".
Y la población se rebeló, incendiaban coches, atacaban a la autoridad, rompían vidrieras, estaban las calles llenas de marquesinas rotas, incendios por doquier.
Y yo decía: "¿Pero cómo se pueden rebelar contra algo que los va a proteger? ¿Adónde está el sentido común, adónde está la conciencia?".
Las veces que lo he discutido con mi madre: -Tú que le tienes miedo a las voces que te hacen ver visiones, que casi degüellas a mi padre confundiéndolo con algún monstruo o algo, y te sacas el casco. -Porque es mi libertad, Estefanía, porque tú no entiendes. Claro, tú no eres mi hija, mi hija a muerto. -Y sacaba un cuchillo. Y yo tenía que huir de casa porque mi propia madre, poseída por esos pensamientos de los etéreos, me quería matar.
Y por la noche lloraba de impotencia, porque no podía ser una raza tan imbécil, tan estúpida de saber que si los cascos te salvan la vida, ¿cómo te puedes rebelar en función de que te cortaban tu libertad de acción? Y la gente se lo sacaba y se tiraba por la ventana de un piso treinta porque se le aparecía una imagen terrorífica, y preferían tirarse cayendo al vacío y muriendo antes de ver esas imágenes.
Y hasta el momento de mi relato no había manera, ninguna manera de que la mitad de la población se protegiera. Y si bien a mí las voces no me afectaban -porque no tenían poder, porque verdaderamente no me provocaban miedo-, como buena ciudadana usaba el casco, por supuesto que sí, era ferviente cumplidora de la ley. Pero seguía viendo el terror por las calles, el ataque a los agentes de la ley, el ataque a mí persona de gente que no conocía que me decía: "A ti te conozco, una vez tú me has disparado con un arma y yo te maté pero veo que estás de vuelta viva". ¿Qué le iba a decir, que veía visiones? La gente poseída por los etéreos no razonaba.
Y a veces no podías andar por las calles, ni siquiera podía ir a la facultad, tenía que estudiar con los holoordenadores. Hasta que finalmente me recibí, licenciada en astronomía, doctora en física, doctora en nanotecnología, experta en ultra frecuencia, y mi idea era poder aportar. Tendría que hablar con el matemático Irdino, que fue mi primer y gran profesor, para ver de qué manera podía aportar. Pero lo haría. Esa era mi tarea. Gracias por escucharme.
Sesión 07/09/2021 Ocurrieron demasiadas cosas en tan poco tiempo que tenía que encontrar algo donde asirse. Empezó por querer diferenciar sentimientos de emociones. Y directamente se lo preguntó.
Entidad: Mi nombre como thetán es Maradel, voy a continuar relatando vivencias en Gaela.
Bajamos del coche. Le pregunté a Jorge: -Me tienes intrigada, ¿de qué tenemos que hablar?
Cogió su llave y abrió la puerta, subimos por el ascensor. Era su apartamento personal, al que muy poca gente conocía. Abre la puerta de doble cerradura. Entramos. Enciende las luces. Cierro la puerta. Me saca el tapado y lo cuelga de un perchero. Se saca el saco. Intrigada le pregunto, de nuevo: -Dime de qué tenemos que hablar, ¿es por el tema del doctor Novisky? Lo que has hecho en Beta, lo que ha pasado. ¿Vosotros sabíais que el doctor Novisky vendría a mi apartamento? -Sí.
Se acercó a mí, puso su dedo índice en sus labios indicándome silencio. Me tomó de los hombros, acercó su pecho contra el mío y me besó muy suavemente. Un beso que me pareció interminable pero a la vez suave, dulce, recorriendo mis labios con los suyos muy lentamente, muy suavemente. Un beso que me hizo vibrar de pies a cabeza de una manera inimaginable. Terminó el beso y me quedé como extasiada, mi instinto fue sentarme en un diván, como confundida. -¿Quieres tomar una copa? -asentí con la cabeza en silencio. Tardé un par de minutos en recobrar mi parte analítica y ahí sí, fui yo, Chiara Orozco. -¿A qué vino este beso? Explícame. -Acercó una silla y no se sentó al lado, se sentó frente a mí mirándome a los ojos. -Me gustas mucho. -Lo miré. -Me habías dicho que teníamos que hablar y no hablamos, hay muchas cosas que aclarar. Y debo pedirte disculpas si en un microsegundo se me cruzó por la cabeza que tú podías estar implicado con el tema de Stela Maris. Me siento como con culpa, porque la duda me carcomía. -Ya pasó. -No, no. No dejemos las cosas inconclusas, Jorge. Tú también me gustas, y mucho. Pero tú venías de una relación donde había un compromiso; si vamos a empezar a tratarnos como más que amigos, de verdad que no acepto mentiras ni de ti ni de nadie -le expliqué. -Yo no miento. -Bien. Entonces sé lo que pasó con tu exprometida, pero sé que tú la amabas y si bien te defraudó, lamento recordar el tema, pero fue a partir de la muerte de tu padre, y sé que te has sentido quebrado, dolido, molesto. Pero no me mientas, los sentimientos no se van de un momento para el otro. -Me miró, encendió un cigarrillo, bebió un poco de su copa de coñac. La dejó sobre la mesita y me dijo: -Tienes razón, los sentimientos no se van de un momento para el otro. Le respondí: -No me conoces muy bien, me conoces poco. Llámale orgullo, llámale dignidad, pero no soy, ¿cómo diríamos?, no soy consuelo de nadie. -Él, sentado frente a mí, aspiró el humo de su pitillo y me dijo: -Eso lo tengo muy claro, pero quiero volver al tema de los sentimientos. Es verdad lo que has dicho, que no se van de un momento para el otro. Los sentimientos se mueren. Los sentimientos se quiebran, se desgastan y se mueren. -Nunca escuché algo así. No lo digo por mí, no lo digo por mí, Jorge, lo digo por infinidad de personas que conozco. Tenía una amiga en Monte Hermoso que hacía cuatro años que estaba divorciada y seguía diciendo "Mi esposo", no su ex, no el padre de su hijo sino mi esposo. Jorge respondió: -Esa persona que tú dices es una persona que tendría que tratarse en terapia porque no sabe cómo cortar los lazos. Y evidentemente es dependiente, quizá no de sentimientos sino de emociones encontradas. Pero no es un ejemplo válido para lo que me pasó a mí. Insisto, insisto, Chiara, los sentimientos se mueren hasta el punto de que ves a la persona y no sientes nada de nada de nada. Lo miré entrecerrando los ojos y le dije: -O sea, que ella puede reunirse con un grupo de gente done tú estés y pueden ser amigos. -No, no. No porque también se ha perdido compatibilidad. -Espera, espera, espera -exclamé-. Yo no soy ninguna tonta, sé de casos donde parejas se han roto y no se quieren juntar en una reunión para evitar revivir la llama. Él me respondió: -Es un punto de vista válido que no tiene nada que ver conmigo. 1242 Directamente no necesito juntarme porque no tengo nada de qué hablar. Es más, me molestaría que la persona me dirigiera la palabra. Pero no por supuestas llamas que hayan quedado, alguna brasa encendida, directamente porque no tenemos nada en común. Y a veces uno siente pena. -¡Ah! -No, no, Chiara, sé para dónde vas. No siento pena por mí, ¡je, je!, jamás he sentido pena por mí, no tengo por qué. Soy feliz ayudando. Tengo pena por las personas que no entienden, tengo pena por las personas que son caprichosas, tengo pena por las personas que no razonan, tengo pena por las personas que no admiten o no permiten una explicación, tengo pena por las personas donde su verdad es la única verdad. -Está bien, te creo. Pero... A ver, tú te has desencantado -continué-, y así de repente te fijas en mí. No me parece creíble. Clayton suspiró y dijo: -Mira, quizá sea distinto a todos los jóvenes que conoces. Me considero una persona autosuficiente, me considero una persona que no fuerza ninguna situación, ya sea en una relación, ya sea en un trabajo. Y no impongo nada, simplemente te dije mi punto de vista, mi manera de pensar y manera de sentir. ¿Si me preguntas si puedo enamorarme de ti? Sí. En este momento siento como que somos compatibles y me gustas mucho. No hay nada que me ate a mi pasado a nivel sentimental, como le llamarían otros. Ahora, si tú no te sientes segura de mi afecto hacia ti, de que me gustas, no soy yo quien para forzarte a iniciar ninguna relación. -¿No te ha molestado que tanto yo como algunos amigos que has tenido hayan dudado aunque sea un segundo? -No. -¿Por qué? -Porque seguramente yo en lugar de ellos también hubiera dudado. Los mensajes telefónicos y un montón de factores más. Amén de que yo no podía hablar porque estaba colaborando con la policía y evitaba dar información. Y menos a ti. -¿Por qué menos a mí? -pregunté. -Tesoro... ¡Je, je! Porque trabajas en El Pregón, y sé que todo lo que dijera lo publicarías. Y no era el momento. -Entiendo. -Bien. Entonces volviendo al tema: Me gustas mucho, quisiera que comenzáramos a salir. -¿Me lo dejas pensar? -El tiempo que quieras. Sólo déjame preguntarte algo. -¿Me quieres preguntar algo? -Es lo que acabo de decir. -Bien. -¿Te has sentido bien? -¿En qué sentido? -Vamos, Chiara, te he besado y me has correspondido. Porque me has correspondido. ¿Te has sentido bien? -Me he sentido muy bien, pero tengo como... Tengo como miedo a ser defraudada. -Me miró fijamente con sus ojos penetrantes. -¿Piensas que puedo defraudarte en el sentido de que no sea suficiente para ti? -No no no, sé quién eres, sé lo que representas. -Olvídate de lo que represento, ahora estamos hablando dos personas. Olvídate de la periodista, del benefactor, olvídate de todo eso, estamos hablando tú y yo. Sé que me conoces poco, igual que yo a ti, pero mírame a los ojos: ¿piensas que te puedo defraudar mintiéndote?, o dicho bruscamente, ¿usándote? -No. -¿Entonces de qué tienes miedo? -De enamorarme y de que no sea correspondida. -Chiara, quisiera que estuvieras en mi mente. Quisiera que estuvieras en mi mente y supieras cuánto me atraes. Y supieras las cosas que me imagino contigo. -Me haces poner colorada, me haces sonrojar. -Si supieras las cosas que estoy pensando en este momento, continuar con otro beso y más allá. Me contuve y le dije: -Entiendo lo que dices pero me parece demasiado precipitado. -No tengo apuro. Sólo dime que... que sí, que aceptas salir conmigo. Lo demás vendrá por añadidura. -Lo miré, sus ojos penetrantes me taladraban. Bajé la vista. Me tomó del mentón, me hizo levantar el rostro-. Mírame, dime que sí. -Sí. -Se sentó al lado mío. -Bésame. -Ya nos hemos besado. -No, quiero que salga de ti, Chiara, que salga de ti. Quiero que me beses. -Acerqué su rostro y lo besé y me aparté. Hizo una mueca que pareció una sonrisa-. Eso no es un beso. -¿Cómo no? -Chiara, eso no es un beso. -Sonreí. -¿Te piensas que soy una niña indefensa? -No, para nada, para nada. Pero demuéstramelo.
Lo tomé de los hombros y lo acerqué a mí, le tomé el rostro con las dos manos y lo besé, pero no suavemente como me besó él, lo besé apasionadamente recorriéndole sus labios con mis labios una y otra vez. Sentí que su cuerpo se estremecía. Jorge Clayton se estremecía. Me separé. -¿Y ahora? -Ahora por suerte estoy sentado, si no hubiera tenido que sentarme para recobrar el aire. -¿Y qué te ha parecido? -Me ha parecido maravilloso. -Me sentía audaz. Clayton me preguntó: -¿Y siempre será así? -No, será mejor. -Quiso volver a abrazarme y con sus manos comenzó a recorrer mi cuerpo-. Espera -lo corté-, espera. Me voy a casa, voy a descansar, mañana tengo que entrar temprano al diario. -Sonrió. -Te llevo. -No hace falta. -Chiara, te llevo, ya habrá otras noches.
No dije nada, sonreí. Me ayudó a ponerme el abrigo, se puso su saco y salimos del apartamento. Me dejó en mi departamento y nos dimos un beso suave. -Nos estamos viendo. -Asentí con la cabeza y entré a mi departamento.
Tenía que procesar en mi mente lo que había pasado. Tenía que procesar los dos besos, ese beso suave que me hizo temblar y ese beso impulsivo que le di yo, que lo hice estremecer a él mostrándole que yo era un hueso duro de roer. Él era Clayton pero yo era Chiara. Y él iba a ver con el tiempo quién es Chiara, la mujer capaz de estremecer, y más, a Jorge Clayton, el supuestamente imperturbable Jorge Clayton.
Sesión 17/11/2021 -1- Los satélites antietéreos fueron aprovechados para otros usos y así volvieron a filtrarse de nuevo a la mente de las personas, causándoles visiones tremendas que les inducían hasta a suicidarse. La entidad relata que propuso al profesor Máximo una solución técnica para evitarlo. Y al profesor le gustó.
Entidad: -Profesor Irdino, ¿dónde vamos? -Ven, ven, Estefanía, vamos a ver a los profesores Justo y su hermano Máximo.
Me sentía emocionada porque habían armado satélites con red de interferencia, entonces ya no hacía falta usar casco, los famosos etéreos ya no era necesario protegerse con cascos. Además, me sentía como traumada por ver gente de mi entorno que decía que usar cascos era esclavizarse, someterse, cuando lo que estaba haciendo el casco era salvar la vida. Nada más y nada menos que salvar la vida. A lo largo de la historia hubo miles y miles de suicidios y hasta que se pudo investigar el porqué, no se sabía la causa. Los médicos decían: "Hay un mal genético, la gente se vuelve loca de repente, se tira por el balcón o ve visiones o habla con seres invisibles". Eso se terminó.
Conocí a Justo y a su hermano Máximo. Agradables. Máximo era una persona muy carismática pero tenía unos ojos insondables, irradiaba alegría, tenía carisma. Pero como muy dentro, muy en lo profundo de sus ojos había como un dejo de... de tristeza. Recuerdo que nos estrechamos la mano y que... sé que le caí bien. Fuimos varias veces. Luego Irdino ya no me pudo acompañar.
Recuerdo que tuve una holollamada de Máximo. Me dijo: -¿Quieres venir? Vamos a conversar.
Cuando llego me atiende Justo, y me dice: -¿Puedes esperar aquí? -Sí -Me quedé en la sala de espera. Yo tengo un oído finísimo, se escuchaba que hablaban. Justo le decía: -¿Pero por qué te pones mal? -¿Y cómo te parece que me voy a poner? Es un capricho, lo que hace es un capricho, es nada más para llevarme la contra. -Anacelis es muy inteligente. A ella, a Etna le debemos el haber montado el tema de los satélites. -Claro -dijo Máximo-, pero quiere aprovecharlos para reforzar la telefonía. Lo que no se da cuenta es que al reforzar la telefonía se debilita la pantalla para que los etéreos no puedan entrar conceptualmente al planeta. -Dice que no. -Yo sé que sí. Lo hemos discutido más de una vez. -Afuera está Estefanía. -Haberme dicho, Justo. Terminemos este tema ahora.
Abrieron la puerta, me hice la disimulada. -Pasa. -Justo dice: -Voy a salir un rato, os dejo. -Lo saludé y me quedé con Máximo. -Cuéntame de ti. -¿De mí, por qué? -Máximo se encogió de hombros. -Sé que eres egresada de física, de nanotecnología y ultrafrecuencia. Necesito tú ayuda. Mira. -Me mostró unos croquis, unas infografías, unos planos. -Pero Máximo, estos son los satélites. -Correcto. Y mira esta parte. -Eso es un agregado. -Bueno, eso es lo que estaba hablando con mi hermano. Ese agregado para reforzar la holotelefonía del planeta puede hacer que filtre el concepto de los etéreos. Nos libramos de los cascos, ¿para qué? -¿Pero quién ideó esto? -Una conocida. Anacelis. -Cuéntame -pedí. -Disculpa mi... Disculpa mi malestar, lamento haberte citado hoy. -¡Por favor! ¿Qué pasó? -pregunté. -En determinado momento... No, está bien, pero no tengo porque comentarte cosas mías. -No me incómoda, ¿tú acaso no me preguntas? -Bueno. En algún momento intentamos una relación, pero Anacelis era una persona, y hablo en pasado porque ya no la trato ni siquiera como amigo, una persona muy caprichosa. No digo necia, no lo es, pero conmigo tiene una lucha de egos. Y no es por complejo de inferioridad, es una persona muy inteligente, pero de verdad que es muy inteligente, pero cada vez que yo ideo algo lo objeta o pone un pero. -Callé y dejé que Máximo siga hablando-. Y ahora en los mismos satélites que frenan el concepto mental de los etéreos los quiere "reforzar" para potenciar la holotelefonía. Y se lo dije una, dos, diez veces: "No, no, esas antenas van a provocar que sean inútiles los filtros". Disculpa que te dé lata con esto pero tienes que saber. -Miré, miré las infografías, los planos. -Tengo la solución -exclamé. A Máximo le brillaron los ojos. -Dime. -Soy especializada en ultrafrecuencia... -Continúa. -No hay ningún problema con las antenas de holotelefonía o holotelevisión, ningún problema, las podemos conectar perfectamente con una frecuencia que sea completamente incompatible con el concepto mental de los etéreos. -¿Se puede lograr eso? -Perfectamente. Perfectamente. ¿Entonces? -pregunté. -Entonces es una burocracia. Hay que hablar con Anacelis, con los dos consorcios. Porque hay dos consorcios que han montado los satélites. ¿Cuánto tardarías en traerme la planilla, en diseñar el tipo de ultrafrecuencia, todo? -En menos de una semana te lo hago -le dije. Tuvo un impulso y me abrazó. Me sentí como rara, no incómoda, todo lo contrario, irradiaba calidez Máximo. Y de repente se puso tenso y se echó hacia atrás. -Discúlpame, demasiado atrevido fui. -No, ¿por qué?, me has abrazado de júbilo. Te prometo que antes de una semana te traigo todos los estudios, y se pueden aplicar en menos de un mes. -Fantástico, fantástico. Bien.
Pero la relación fue más allá de lo laboral, no solamente nos veíamos en el estudio, a veces íbamos a tomar algo. Me decía: -Eres una joven maravillosa. ¡Qué daría por tener veinte años menos! -Lo miré y sonreí. -Veinte años menos, ¿para qué? -Deja, no me hagas caso. -No, Máximo, no dejes las frases por la mitad. Veinte años menos, ¿para qué? -Sabes por qué estoy diciéndolo. -No, las frases inconclusas no me dicen nada. -Eres muy bonita, eres profunda, eres inteligente, me siento muy cómodo contigo. Pero claro, tengo el doble de tu edad. -¿Entonces? -Nada, nada. Déjalo así. -No, Máximo. ¿Qué tiene que ver que tengas el doble de mi edad? Hay amigos que se llevan más de veinte años de diferencia. ¿Y qué tiene? -Es que... Tengo tanta facilidad de palabra, he dado tantas conferencias y ahora me siento como que no me atrevo a hablar. -¿Por qué? -No sé, será que tú me inhibes. -¡Je, je, je! -Sonreí-. ¿Qué yo te inhibo? ¿Apenas recibida e inhibo al profesor Máximo? Me estás haciendo una broma. -No, no es ninguna broma. Lo que pasa que yo no me refería a una amistad. -¿Ah, no? -Ahora sé, ahora supe por donde iba la cosa. Pero quería que él lo dijera-. Explícate, soy toda oídos. -No, está bien. -Me cambió de tema, se puso a hablar de los etéreos, de historia, tema que sí me fascinaba. Pero me parecía que no era el momento, es como que cada vez que yo trataba de presionarlo para que vuelque emociones, sentimientos se echaba hacia atrás.
Esa tarde, casi noche, me acompañó hasta casa. Me abrazó, me dio un beso en la mejilla y casi nos rozamos los labios. Se puso tenso de nuevo. Y dijo: -Disculpa. -¿Por qué pides disculpas? -le pregunté. -No, porque me pareció que estuve muy atrevido. -¿Por qué?, nos saludamos como amigos. -Sí, pero estuve a punto de... -¿De qué? -No, déjalo ahí. Está todo bien. -Antes de que te vayas, ¿puedo hacerte una pregunta? -Sí, Estefanía. -¿Por qué dejas las frases inconclusas?, ¿qué te impide completarlas? -Tú. -¿Yo? Yo no hago nada. -Tu persona. -¿Me estás diciendo que yo te inhibo? -No sé, me siento un tonto. -¡Je, je, je! De tonto no tienes nada. Tienes experiencia, tienes conocimiento y tienes edad. -Ahí se envaró, se puso más tenso. -Esto último es lo que me frena, tu frase, "Tienes edad". -Pero no te tomes todo tan estricto. Me miró y me dijo: -No puedo tomarlo de otra manera, eres... eres una piedra preciosa. -¿Te parece que soy eso? -Pinché, tiré el anzuelo. -No, no, una piedra preciosa es para lucir pero es algo vano; en cambio tú eres una persona valiosísima. -¿Te gusta lo valioso de mí? -¡Ah, Estefanía, Estefanía! Me gusta tu persona, me gustas como mujer. -¡Vaya, lo has dicho! -Por eso hablaba de algo más allá de la amistad, pero es imposible. -¿Porque todavía me había hablado de esta señora, Anacelis?, ¿como que todavía sientes... -No, no, no, para nada. Yo no soy de mentir, no pasa por ahí. -Entonces, ¿qué te detiene a... a decirme las cosas? -Es que no quiero pasar por atrevido. -¿Cómo sabes que vas a pasar por atrevido?, ¿acaso sabes mi respuesta? -No, no me atrevo a pedirte que me des una respuesta. -¿Pero eso no es cobardía? -No, es prudencia. -Me abrazó de nuevo y lo quise atraer para darle yo un beso y lo sentí como envarado, como tenso. Y se marchó. -Hablamos -me dijo. -Me quedé como... como sin saber qué pensar.
Hablaría con Justo, quizá él... Máximo es su hermano, sabrá que decirme. ¡Je! Porque si no es Justo el que pueda hablarme de Máximo, ¿quién si no?
Pero tendría que poner mi cabeza también en el trabajo. Pero no podía, tendría que poner toda mi fuerza de voluntad y dedicarme a hacer los croquis y las nuevas infografías para sumar ultrafrecuencias en las antenas satelitales.
Sesión 17/11/2021 -2- Trabajaba con el profesor, diseñaba una solución para que los etéreos no se filtraran en la mente de las personas. Pero había que separar trabajo y afectos que habían surgido. Era difícil.
Entidad: Conceptúa Maradel. Si me preguntáis cómo conocí a Máximo fue por medio de mi profesor, Irdino.
Máximo tenía una cualidad, que era su claridad mental: "Estefanía Ardente, he escuchado hablar de ti, eres una alumna aventajada. Y me interesa un tema, no tanto la nanotecnología sino la ultra frecuencia, podemos hacer historia".
Pero eso lo voy a relatar después. Incluso el gran paso que di para neutralizar a los etéreos.
El tema era Máximo, él tenía como una especie de lucha interna. Había tenido un gran afecto, una mujer llamada Anacelis. Pero quizá ella competía, y competía de una manera, no digo desleal (justamente como dice el thetán de Máximo, el lenguaje es pobre, y a veces expresarlo con palabras es difícil porque puedo ser mal interpretada). No, Anacelis no era desleal, pero había como una especie de lucha de egos, ella desmerecía los logros de Máximo. Vaya a saber por qué razón.
Pero a su vez Máximo tenía luchas internas consigo mismo, porque más de una vez me hablaba de una manera íntima, en el buen sentido. Me comentaba cosas de su pensar, de la bondad y de la no bondad del campo emocional. Me hablaba como si fuéramos los mejores amigos y al otro día es como que notaba como que tomaba cierta distancia.
Lo comentaba con su hermano Justo: -¿Qué lucha está pasando Máximo? Justo me decía: -Apreciada Estefanía, quizá soy el menos indicado para explicarte por qué siempre lo he visto seguro de sí mismo y ahora no lo veo así. Le pregunté: -¿Tengo algo que ver? -Es sumar uno más uno, dos. -¡Je, je, je! -Sonreí-. Tuve un excelente profesor de matemáticas, Irdino. Pero tradúceme el sumar uno más uno, dos. -Es sencillo -explicó Justo-. Te veo como que te le acercas y él es como que tambalea entre lo emocional y lo afectivo. -¡Vaya! -¿Te lo explico? -No, no, Justo, no. Lo quiero elucubrar bien, quiero profundizar bien esa parte, quiero traducir a concepto el tambalear entre lo emocional y lo afectivo. Y entiendo que tengo que ver yo. ¿Pero cuál sería el problema? Justo titubeó y me dijo: -Es como que... -Escucho. -Bueno, Estefanía, es como que hasta hace poco eras una estudiante y Máximo es un profesor que lleva en su materia muchos años atrás. -Está bien. No me jacto de tener pocas luces, al contrario, me jacto de ser inteligente pero no desde la petulancia, me jacto de ser inteligente porque, tampoco voy a ser hipócrita, sé que lo soy, pero no alcanzo a entender en este momento esas palabras. Yo fui estudiante hasta hace poco, él un profesor hace muchos años. ¿Qué se me escapa? Y Justo me dijo: -Se te escapa la palabra años. -Y ahí me cayó la ficha, como se dice comúnmente. -Estamos hablando de que el problema son los años. Él se siente cómodo conmigo. ¡Je, je, je! Ahora fue Justo el que sonrió y me dijo: -Mira, sincérate con él. O mejor dicho, tú me has dado pie como para que yo te pregunte a ti: ¿Tú cómo te sientes con él? -Muy bien. -Y te sigo preguntando: Te sientes cómoda en qué sentido, ¿como amiga? -Claro. ¿Por qué? - ¿Ese claro es irónico? Eso lo tienes que hablar con él. -¿Él me ve de otra manera? -Él te ve como una joven atractiva, agraciada. Pero no me pongas en un plan incómodo, el diálogo tiene que ser entre vosotros. -Está bien, quédate tranquilo, Justo. Nada más quería analizar a Máximo, porque me sentía quizás hasta incómoda por su dualidad. -¿Te molesta su dualidad? -Sí y no. -¿Sí o no? -Ahora me has puesto nerviosa. Quiero decir no, no me molesta su dualidad en él, me molesta que no venza esa dualidad. -Entiendo -exclamó Justo. -¿Pero de verdad lo entiendes? Porque a veces ni yo misma entiendo lo que quiero expresar. -Lo entiendes muy bien. -Bueno, hablaré con él.
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