Índice

Psicoauditación - Edgar Martínez

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Página anterior

Sesión del 02/11/2021 Aldebarán IV, Aranet

Sesión del 03/11/2021 Aldebarán IV, Aranet

Sesión del 04/01/2022 Aerandor III, Tago

Sesión del 13/01/2022 Sol III, Tiaztaelel

Sesión del 27/01/2022 Sol III, Tiaztaelel

Sesión del 07/02/2022 Sol III, Tiaztaelel

Sesión del 22/02/2022 Rigel IV, Fidis

Sesión del 28/02/2022 Rigel IV, Fidis

Sesión del 16/03/2022 Rigel IV, Fidis

Sesión del 24/03/2022 Rigel IV, Fidis

Página siguiente

 


Sesión 02/11/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Por una suma de circunstancias un príncipe pasó a proscrito, cabalgando solo. Lo fue a buscar, quería saber qué pasó realmente.

Sesión en MP3 (3.083 KB)

 

Entidad: Rara vez suelo sorprenderme, pero estos acontecimientos, ¡je!, habían superado mi capacidad de asombro. Que el joven Gualterio, a quien le enseñé de alguna manera a practicar con la espada, que lo llevé a cazar por los bosques, se había propasado con la esposa del padre. No se justifica que el secuestro que haya sufrido por los esbirros de Malacara le hubiera afectado tanto. No, no. El mismo Fondalar cuando regresó y contó su victoria junto con Ezeven y la tierna Ciruela, también dio muestras de asombro.

 

Hablé con Aksel. Le dije:

-Voy a coger mi hoyuman y lo voy a alcanzar, para que recupere su sentido común, a ver qué fue lo que lo sacudió tanto.

Aksel me respondió:

-Hermano, con gusto iría contigo pero aún no estoy bien del todo.

-Quédate tranquilo, iré con Edmundo.

Se acercó el rey:

-¿Qué vas a hacer? -me preguntó.

-Lo voy a alcanzar a tu hijo.

-No es mi hijo.

-Ahora no estamos para corregir una palabra.

-¡No quiero que vuelva!

-No pienso traerlo de vuelta, quiero saber qué pasó por su mente para cometer esa... esa torpeza.

-¡Ja, ja! -Anán se rió-, ¿le llamas torpeza a una casi violación, a una atrocidad? ¿Sabes lo que me dijo Albano? Que se llevó su dote en dos alforjas llenas de metales dorados.

-Son suyas.

-No, no, Aranet, lo despojé de los títulos, lo expulsé. La dote la perdió, me la robó. Si lo alcanzas se la quitas.

-No puedo hacer eso. En este momento son de él, yo no soy ladrón.

-¿Te pones en contra mía Aranet?

-Déjate de tonterías.

-Soy el rey.

-Déjate de tonterías. Te conozco de cuando no eras nadie, conmigo no tengas ese tono. Lamento todo lo que pasó enormemente, lamento muchísimo lo que pasó, de verdad que estoy sorprendido, pero no me digas lo que tengo que hacer. -Anán se encogió de hombros.

-Estas en contra mía. -No le respondí, no tenía sentido, no estaba en sus cabales.

 

Ensillamos los hoyumans. Edmundo me dijo:

-¿Estás seguro?

-Estoy seguro. Nada más quiero hablar con él. Vamos a tener que galopar bastante.

Hablé con Fondalar:

-Me hubiera gustado escuchar los detalles de lo que pasó en Puerto Grande... Pero a la vuelta, a mi regreso.

 

Salimos hacia el norte por el segundo portón, atravesando toda la feria feudal. Por el camino casi ni hablamos. Llegó la noche y descansamos a un costado del camino.

Edmundo me dijo:

-¿Hacemos guardia?

-No, no, al menor ruido me despierto. No.

 

Apenas amaneció continuamos viaje. A lo lejos iba un jinete al paso, como si nada le importara.

Edmundo me dijo:

-¡Es el príncipe!

-¡Je, je! -Sonreí con una mueca, una mueca triste-. Ya no es el príncipe, es un proscrito. Su padre lo echó, le quitó todos los títulos. Ahora es simplemente un ser humano cualquiera.

-¿De verdad le piensas dejar ese oro?

-Yo no le voy a sacar nada. -Edmundo estaba con su rostro indescifrable-. Sé lo que estás pensando.

-No, no lo sabes -me dijo.

-Sé lo que estás pensando. Estás pensando que todos, hasta Rebel, han sufrido, cada uno a su manera. ¿Y por qué si a ti no te afectó y a Rebel tampoco, a Gualterio sí?

-Es cierto, pensaba eso.

-Y te doy la respuesta.

-Dímela.

-La respuesta, Edmundo, es que esto ya venía de antes.

-No, estábamos de buen humor. Recuerdo que practicábamos, nos reíamos incluso del figurín, de Figaret, con su pequeño espadín. Gualterio reía, estaba bien. Nos cogieron de sorpresa y pasó lo que pasó. Así que eso de que ya venía de antes...

-Quizá no en ese momento, Edmundo, pero varias veces discutió con su padre, que le dé permiso para ir a la isla Baglis con los bárbaros. Y se ponía rebelde.

 

Tú has practicado mucho con la espada.

-Ya me había enseñado Figaret -respondió Edmundo-. Y ahora contigo, con Aksel mejoré incluso mucho más.

-Pero nunca has exigido que se te enseñe más y nunca has dicho que te interesaba los combates a primera sangre.

-Me parece simplemente una exhibición, no son combates reales.

-Bueno, tanto el príncipe como Rebel lo tomaban como que sí, hasta que les dimos una lección. Un combate real no te tiene que temblar la mano.

-¿Cómo lo logras? -preguntó el joven.

Lo miré con una mirada muy dura.

-Lo logras no temiéndole a la muerte. No hay otra manera. Eso no significa que no te cuides, eso no significa que dejes de actuar por reflejo, por instinto, que defiendas tu vida hasta el último aliento. Pero no hay que dar cabida al miedo, el miedo paraliza, por eso a mí no me tiembla la mano.

 

El príncipe nos escuchó, o quien era príncipe hasta hace poco. Detuvo su hoyuman y se dio vuelta. Dio vuelta a su cabalgadura:

-¿Qué pasa, para qué me perseguís?

Me adelante yo y dije:

-Está todo bien contigo, todo bien en el sentido de que no queremos discutir ni pelear ni nada.

-¿Entonces qué queréis?

-Habla en singular. Edmundo me acompaña, nada más. Soy yo, quisiera saber qué pasó por tu mente.

-Nada, me dejé tentar. La vi en el lago y vi que estaba sin ropa. Se puso una ropa trasparente y me dejé llevar por mi instinto.

-¿Así porque sí? -pregunté-, ¿sabiendo que es la esposa de tu padre, sabiendo que fue madre, sabiendo que tu padre la ama?

-¿Que la ama? ¿Y cómo sabes, Aranet, que la ama, acaso la atiende?

-Creo que te desubicas.

-¿Yo me desubico? Está bien, yo no estoy en la alcoba nupcial, pero mi padre lo que menos le interesa es estar con su amorcito.

Habló Edmundo:

-Yo creo que le faltas al respeto a todos con tu actitud.

-¿Cómo? -dijo Gualterio-, ¿no era que tú venías de acompañante? Tú no te metas en esto, estamos hablando entre hombres. ¿O quieres que te dé una lección?

-Para -dije yo-, para. No veníamos a discutir ni a pelear.

-No, pero este bocazas merece una lección. -Se bajó de su hoyuman. Edmundo se bajó del suyo y sacó la espada. Yo bajé del mío.

Gualterio me miró:

-¿Vas a impedir el combate? ¿Tienes miedo por tu Edmundo?, lo cuidas como lo cuidaba el segundo de Malacara para que no maltraten. -Edmundo tuvo un impulso de atacar y se frenó, admiré su control.

 

Pero el que atacó fue Gualterio. Obviamente la estocada la paró fácilmente Edmundo

Dejé que combatieran. Estuvieron un tiempo combatiendo muy parejos.

En determinado momento el príncipe le cortó parte del hombro izquierdo.

Edmundo no perdió el control, le pegó un puntapié en la entrepierna. Cuando se arrodilló, un rodillazo en el rostro y el príncipe cayó. Edmundo le apoyó la espada en el pecho.

-¡Listo -dije yo-, ya está!

Edmundo enfundó su espada y dijo:

-Tú me has herido, pero yo te vencí.

El príncipe quiso abalanzarse y lo frené. Dije:

-¡Ya está! Acuérdate lo que te enseñé, en una lucha de verdad vale todo, no siempre gana el mejor espadachín. Déjame que te cosa la herida.

-No preciso ayuda vuestra.

-No seas estúpido.

Quiso tomar su espada. Lo miré irónicamente:

-¿Te quieres enfrentar a mí? ¿De verdad que eres tan estúpido? -Bajó la cabeza-. Déjame ver esa herida y después te dejaré ir.

 

 -Cogí un hilo con aguja de mi alforja, le puso un poco de licor en la herida y lo cosí. Ni un gesto de dolor hizo Gualterio, su cara era como de ira, pero contenida-. Déjame que te ponga una venda. -No dijo nada. Saqué de la alforja otra camisa-. Cámbiate, esa tírala o utilízala como trapo. -No dijo nada.

 

Lo miró a Edmundo, me miró a mí. Montó su hoyuman, y cuando se dio vuelta me dijo:

-Gracias por la sutura. -Después lo miró a Edmundo-. Estoy convencido que nos volveremos a ver.

Edmundo trató de apaciguar:

-Y espero que sea para conversar, no para pelear.

-¡Je, je! -Sonrió irónicamente Gualterio-. Eso lo veremos. -Espoleó su hoyuman y se marchó.

 

Edmundo me dijo:

-¿Qué pasó que nos dejaste pelear?

-No iba a dejar que ninguno de los dos se matara uno al otro. Pero te llegó a herir, y tú también lo heriste a él.

-Pensé que no te habías dado cuenta.

-Por eso le hice la sutura, por eso le hice la sutura. Ahora sácate la camisa, te coseré la parte del hombro a ti. -Edmundo se sacó la camisa y también lo suturé. Al igual que Gualterio no hizo ningún gesto de dolor. Lo vendé.

 

Le dije:

-Sois muy parejos. Soy muy rápido con la vista, en el momento que él te hirió en el hombro, tú, con la punta de tu espada lo tocaste en el brazo. Son heridas parejas. Pero le hubiera ido peor a él porque era su brazo de la espada. Tú eres diestro y él te tocó en el hombro izquierdo. Tu herida va a cicatrizar más rápidamente. -Lo terminé se suturar. Le digo-: Ahora regresemos.

-Edmundo estaba hosco. Me dice:

-Si sabes que los dos somos jóvenes, te pregunto de nuevo, ¿por qué nos dejaste combatir?

-Sois adultos, podéis elegir.

-No, uno elije, no el otro. Si uno ataca el otro se tiene que defender. Si tú te fijaste bien yo frené mi impulso, fue él el que atacó.

-No iba a permitir que se lastimaran más. Y lo que hiciste de golpearlo en la entrepierna y luego cuando se arrodilló de dolor le diste un rodillazo en el rostro y cayó, ya lo tenías vencido, por eso frené el combate. Y me has demostrado que sabes controlar tus impulsos, porque si hubiera sido él en tu lugar y él te hubiera tenido en el piso te atravesaba con la espada.

-Bueno, ahí hay una contradicción -me dijo el joven-, porque tú dices que no ibas a impedir el combate salvo que pasara a mayores y uno hiriera mortalmente al otro. Supongamos que hubiera sido yo el que hubiera caído...

-Paraba la pelea inmediatamente.

-¿Y cómo conmigo no?

-Porque sabía que podías dominar tus impulsos. Le apoyaste la espada y nada más.

 

Dimos vuelta a los hoyumans y marchamos de nuevo hacia el castillo de Anán.

 


 

Sesión 03/11/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

En Umbro poco se podía recorrer sin maleantes. Dieron cuenta de dos mientras recordaban los sucesos acaecidos con Gualterio, el príncipe.

Sesión en MP3 (1.733 KB)

 

Entidad: Regresábamos al paso hacia el castillo de Anán, el rostro de Edmundo reflejaba lo que sentía: desazón, malestar, decepción.

Y me lo dijo:

-No esperaba esa actitud de Gualterio, todos pasamos por lo mismo.

Le respondí:

-Ya me lo has dicho más de una vez, no hace falta repetirlo.

-Insisto. Si él me hubiera vencido no hubiera tenido piedad.

-No está bien -le comenté-, no prejuzguemos.

-¿Piensas que todo se acomodará?

-No -le respondí al joven-, no, hay cosas que no se acomodan nunca. Hay cosas que se rompen, hay cosas que jamás vuelven a arreglarse. Y así es la vida.

-Explícate, Aranet -pidió el joven.

-A ver. A veces confiamos en determinadas personas y nos fallan o nos mienten o nos traicionan o directamente forman una nueva sociedad contigo. De repente supón que tengas metales y pones una taberna en sociedad con un mejor amigo, y ese mejor amigo el día de mañana conoce a alguien que tiene más dinero y le ofrece un negocio mejor y te deja plantado y se lleva la mitad de la inversión, o sea lo que él puso, incluso sabiendo que tú solo no puedes llevar el negocio adelante. Y tú confiabas y te decepcionó. Pero no sólo eso, te deja en la ruina porque tú solo no puedes. Y si tu negocio se viene abajo, clientes dejan de venir, lo que has invertido no recuperas ni la mitad. Pero como eso pasa en todo, en el amor, en la amistad, en los afectos.

Edmundo me preguntó:

-¿Y a ti te ha pasado?

-Yo reconozco que tuve suerte en conocer a Mina, y la conocí de una manera, ¡je!, extraña. La salvé de un ultraje, quizá de la muerte. Y más de una vez. Pero también, tal vez por inconsciencia, más de una vez la he puesto en peligro. Y por inconsciencia más de una vez me he puesto en peligro yo. Estuve tres o más veces al borde de la muerte y una por mi propia negligencia. Así que mal puedo enseñar a veces a alguien a no estar reactivo. -El joven me miró asombrado.

-¡Pero a ti no te ha pasado nada como eso!

-Te equivocas. Me ha vencido nada menos que una mujer, una norteña, y estuve al borde de la muerte.

-¿Y qué pasó?

-La elfa llamada Elefa acabó con ella. Entonces es muy difícil depositar la confianza en la gente. Pero la parte buena es que dentro del castillo todos los que conozco son gente buena, pueden estar perturbados, como le pasó al rey con su hijo, pero son gente buena.

 

Estábamos hablando distraídos y a un costado del camino no nos dimos cuenta que había dos guerreros bien armados.

-Cuidado -le dije al joven-, no tengo ninguna duda de que son maleantes.

-Daremos cuenta de ellos. Somos dos, ellos son dos.

-No, estás herido en el hombro.

-Es el hombro izquierdo, Aranet, no me impide manejar una espada.

-Estás dolorido.

-No.

 

Nos acercamos, nos cortaron el paso.

-¡Vaya, ja, ja, ja! Justo estábamos esperando viajeros con metales.

Les respondí.

-Habéis acertado, tengo metales.

-Bueno, eres dócil, muéstrame tus metales. -Saqué mi espada.

-Aquí lo tengo. -Y descendí de mi hoyuman. Miré a Edmundo-. Te quedas atrás, no intervienes. Es una orden.

 

Los dos se acercaron a mí espada en mano. Fue un combate difícil, tuve una herida en un muslo, en el muslo izquierdo, pero acabé con los dos.

Le dije a Edmundo:

-Revisemos las alforjas, si tienen metales o algo que nos sirva. -Edmundo estaba callado. Tenían algunos metales.

-¿Qué hacemos con los cuerpos?

-Nada, que queden para las alimañas.

-¿Y los hoyumans?

-Los llevamos con nosotros, no falta tanto para llegar al castillo. ¿Qué te has quedado pensando, Edmundo?

-En tu destreza. Eran muy buenos. No sé si incluso de a uno y aún sin mi herida en el hombro los hubiera podido vencer, y tú has vencido a los dos. ¿Me permites que esta vez yo te cosa la herida a ti, la del muslo? -Lo miré.

-¡Je! Está bien, así aprendes algo. Porque habrá muchas batallas y tendrás compañeros heridos. Siempre tienes que llevar en tu alforja aguja e hilo, y obviamente licor para desinfectar la herida.

-¡Vaya, el tajo es bastante grande!

-Preocúpate por que alcance el hilo. -Me cosió, no tenía la habilidad mía pero el joven hacía lo que podía.

-Déjame vendarte.

-No, iremos al paso. Si se abre la herida, cuando lleguemos le pediré al gnomo que me cosa bien. ¿Qué te quedaste pensando?

-Debo reconocerlo, eres excelente con la espada.

-No te confundas, Edmundo, siempre hay alguien mejor.

-Pero va a pasar tiempo para que te venzan a ti.

Lo miré y le dije:

-Y esa es la clave, Edmundo, esa es la clave, el tiempo.

-Explícate.

-El tiempo es el que te vence. Lo he visto en Ligor. Yo no lo he conocido de muy joven pero era muy bueno y ahora lo veo muy lento. Sé que Elefa lo ha vencido dos veces, amistosamente, pero lo ha vencido.

Edmundo me dijo:

-Me doy cuenta todo lo que me falta y a su vez estoy pensando en Gualterio. A él también le falta, pero él es más inconsciente. Y si se sigue comportando así puede encontrar la muerte en cualquier recodo del camino.

Lo miré al joven y le dije:

-Es su elección. Esperemos que recobre el sentido común.

 

Seguimos marchando al paso, en breve llegaríamos al castillo. Llevábamos dos hoyumans y habíamos dejado atrás dos cadáveres, porque así es la vida en este mundo salvaje llamado Umbro.

 


 

Sesión 04/01/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Por una causalidad se encontraron con gente que podía explicar los orígenes de los príncipes perdidos cuando sus padres, reyes, fueron atacados y muertos. Pero ahora regresaba al pueblo, donde su amada le esperaba.

Sesión en MP3 (4.333 KB)

 

Entidad: Estábamos terminando de idear el plan para acabar finalmente con el rey Morden, su reinado estaba acabado. Finalmente mostró su verdadero rostro, volvió a castigar a gente inocente, volvió a hacer trabajar ancianos en las minas, volvió a cobrar grandes impuestos. Era el momento de terminar con su reinado.

 

Hablé con Trement y me dijo:

-Fíjate, Tago. -Miramos a la distancia, se acercaba un jinete. Vi el rostro de Trement que se transformaba, extrañeza, sorpresa... ¡Sonreía!

-¿Quién es? -le pregunté.

-Alguien que por su edad no debería estar vivo. -No soy de preguntar, dejé que las cosas sucedieran.

 

El hombre bajó de su caballo y lo vio a Trement.

-No tienes idea lo que me costó encontrarte aquí en este poblado. -El hombre se asombró-. Esto es... esto es obra de Dios. ¡Corita! -la llamó.

Se acercó la joven:

-¿Me conoce?

-¡Ja, ja! Te conozco de pequeña, de muy pequeña.

 

Trement se abrazó con él. Se acercó a mí y me dice:

-Te presento a alguien que me ayudó mucho.

-Lo saludé y le digo:

-¿Quién eres?

-Mi nombre es Adesio. Mi edad..., he perdido la cuenta de los años que llevo sobre este mundo. -Lo miré a Trement.

-Fui criado por el anciano Edwin y un conocido suyo, el monje Huberto, fue quien me enseñó a leer, quien me enseñó sobre mitos, sobre geografía. Murió Huberto y al poco tiempo Edwin. Y este hombre que ves, este sabio, fue el que terminó de pulir mi mente.

Adesio le dijo a Trement:

-¿Tú has enterrado el cuerpo de Edwin?

-Correcto.

-¿Puede ser que él tenía una caja con pergaminos?

-Correcto.

-Bien. Espero que me invites a comer algo. -Fuimos a la posada, a la principal.

 

Hablé con Trement:

-¿De qué habla el señor?

-Había unos pergaminos, muchos escritos por el propio Adesio, otros escritos por el hombre que me crió. Aparentemente es la historia de todo lo que es esta zona de Aerandor. Los enterramos para que nadie los saqueara. -El anciano Adesio me miró.

-Tú eres extraño pero tienes cara de persona confiable.

-Lo soy. Lo soy con la gente de bien y tú eres una persona de bien. Si no es incómodo para ti explica lo de los pergaminos.

-Primero les voy a comentar una noticia. He conocido de muy joven a alguien llamado Kuren, ya es una persona grande. Era regente de un rey que tenía un reinado muy próspero, el rey Kelly. Amaba a su esposa, a la reina, tuvieron un hijo, el príncipe Excélsior. -Lo mirábamos con Trement y no lo interrumpíamos-. El rey de un reino vecino, cobarde, incapaz de asaltar la fortaleza, cobarde para combatir, cuando todavía incluso era príncipe siempre tuvo poco carácter y le tendió una celada en el camino al rey Kelly matándolo a él y a la reina. El príncipe Excélsior todavía era un pequeño y se perdió en el campo. -Lo miró a Trement.

 Le dijo:

-Continúa.

-Voy a ir por partes. Kuren, el regente del fallecido rey Kelly, al no haber descendencia se aprobó por unanimidad que quede como regente. Lo que hizo Kuren fue fortalecer, fortalecer mucho el reinado, lo hizo poderoso, próspero, creció la feria feudal con bajos impuestos, con ayuda, pero se esmeró en tener un buen ejército. Os ahorró el trabajo.

-Explícate -le pedí al anciano Adesio.

-Kuren atacó a Morden, la mayoría de la tropa se sublevó y se rindió. Morden, cobarde, se abrió la garganta con un puñal. Por lo menos eso es lo que cuenta la historia oficial. Pero el propio Kuren, teniéndolo a Morden de rodillas, éste le pidió que lo degüelle porque no tenía coraje para hacerlo él mismo y Kuren satisfizo su pedido.

Lo miré al anciano y le dije:

-¿El rey no ha quedado acéfalo?

-No, no, él tenía un religioso que era ayudante tan o más perverso que él, y en la feria feudal del reinado de Morden buscaba una joven con un lunar. Muchas que tenían lunar en el rostro murieron. -Entrecerré los ojos.

-¿Había una heredera?

-Había una heredera.

Trement dijo:

-Pero de todos modos lo que cuentas no me cierra, sabio Adesio, porque nadie iba a heredar el trono mientras Morden estuviera vivo. Si hubiera otros herederos, ¿para qué eliminarlos?

-Porque siempre fue cobarde, porque tenía miedo que la heredera contratara gente para matarlo.

-¿Y no podría ser cierto?

-No, no, Trement, porque la joven ni siquiera sabía su origen, le pasó lo mismo que a Excélsior.

-¿Quién es la joven? -El anciano me miró y lo miró a Trement.

-Es Corita. -Trement se puso pálido.

-Corita. Corita. Corita. O sea, que Corita ahora sería la reina. No lo puedo creer. Corita es la reina de la dinastía donde estaba Morden. ¡Por favor! -Lo miré a Trement y vi que su rostro era de amargura. Lo vio el sabio Adesio y lo vi yo.

 

Como dije antes no soy de preguntar, pero ésta vez lo hice:

-¿Qué pasa por tu mente, qué pasa por tu alma?

-Corita era, y hablo en pasado porque ya no puedo pensar así, era mi gran amor, pero ahora es una joven reina. Y yo... ¿yo quién soy?, un guerrero, bruto, tosco. Sí, sé de geografía de Aerandor, sé leer y escribir, pero me crié en los bosques, me enseñó un guerrero llamado Natán. Yo soy alto, grande, Natán me llevaba media cabeza. Y finalmente, cuando me atraparon y me encerraron en las mazmorras del rey Morden, diez soldados fueron necesarios para matarlo. Siempre fue mejor guerrero que yo. Él me enseñó todo lo que sé con la espada, con el hacha, a armar barcazas, a pulir la madera. Siempre fue mejor. Bueno, este regente que tú hablas, querido Adesio, me sacó la satisfacción de matarlo.

-¿Te acuerdas lo que te decía cuando eras pequeño, Trement? La venganza nunca es buena.

-La venganza es buena cuando te quita el rencor.

-Trement, te contaré algo -Trement me miró-. Acusaron a mis padres de robar un collar, un matrimonio noble, los padres de mi amada, de mi amada Triana. Vinieron soldados de Morden, ocho, y los maté a todos. -Trement se asombró.

-¿Tú has podido con ocho soldados?, ¡vaya!

-Sí, pero tres de ellos se separaron del grupo y mataron a mis padres, porque fueron acusados junto conmigo de robar la pulsera del matrimonio. Después la encontraron, estaba en un cajón.

-¿Por qué me cuentas esto, Tago? -inquirió Trement.

-Porque no me vengué. No me vengué de los padres de Triana. -Trement me miró con cara... como despreciándome.

-Yo puedo dejar con vida a alguien que le remueva la conciencia. Cómo actuó esta gente, ¿te parece que tiene conciencia, Tago?

-No, no, pero amo a Triana, ahora está bajo la protección de parte de la Orden Blanca esperando mi regreso. Ella desprecia la nobleza, llegó a ser maestra en más de un poblado ganando un mísero sueldo, es digna de admiración. Pero a lo que me refiero, Trement, es que no siempre la venganza es buena, y el rencor te come por dentro a ti, no a los demás.

Trement dijo:

-De todos modos, apreciado Tago, te admiro por tu habilidad, pero yo les hubiera cortado la cabeza.

-No tenemos porqué ser iguales -le expliqué-, no digo de que tú estés mal y yo esté bien, simplemente tomamos distintas decisiones, decisiones que luego nos marcan de por vida. Pero te aclaro antes de que digas nada: no tengo rencor, les tengo compasión.

-¡Je, je, je!, ¿compasión?, son asesinos.

-Son ignorantes. ¿O te piensas que porque sean nobles no van a ser ignorantes? No, Trement, me siento bien así como actúo, eso no quita que en combate no mida a la gente que mato, porque es mi vida o la de ellos. Mira, aquí está Dursey, era nulo con la espada, yo le enseñé a combatir y ahora me acompaña con la Orden Blanca.

 

Pero Trement estaba cabizbajo:

-De todos modos voy a renunciar a Corita. A diferencia tuya no voy a tener un gran amor.

-¿Qué tanto la conoces a Corita?

-La conozco bastante -dijo Trement.

-¿Y piensas que cuando se entere que es reina te va a dejar de lado?

-Seguramente no, ¿pero quién soy yo?, nadie.

-¿Por qué dices eso?, todos somos alguien. ¿El que te enseñó, Natán, era nadie?

-Por supuesto que no, era importante para mí.

-Y bueno, Trement, tú eres importante para muchos. Tienes habilidad, eres un buen guerrero, ¿y ahora te desprecias a ti mismo porque no eres noble? ¡Por favor!

 

Me interrumpió el sabio Adesio.

-Falta contar parte de la historia. Fui yo, yo, quien encontró a Trement de bebé en el bosque. Pero yo no estoy en un lugar me gusta mucho caminar, voy de un reinado a otro, de una encomienda a otra y no me podía hacer cargo de la criatura. Entonces se lo dejé a mi gran amigo, a mi hermano espiritual, al anciano Edwin, que lo crió con amor, y el monje Huberto, que le enseñó muchísimas cosas.

-Algo estoy entendiendo -exclamé-. Pero Trement está con la mente en Corita y no está entendiendo.

-¿Qué tengo que entender, que me encontró en un bosque? ¿Y si no me mataban las alimañas?

Yo me adelanté y le dije a Trement:

-¿No le has preguntado a Adesio por qué estabas en el bosque?, ¿por qué eras una criatura abandonada?, ¿cuál era tu origen?

-¡Je, je, je! Tago, tú eres una persona seria, no te ríes nunca y ahora me sales con estas bromas.

-Explícate -le pedí.

-Claro. Ahora me vas a decir que yo era el desaparecido príncipe Excélsior, el hijo del fallecido rey Kelly. ¡Vamos! Dile, Adesio, dile. -Adesio lo miraba.

-¿Qué quieres que le diga a Tago, que tiene razón?

-Anciano, no bromees conmigo, por favor, no bromees. Te conozco desde que era tan pequeño, no bromees conmigo.

-No bromeo.

-Entonces dilo, confirma lo que dice Tago.

-Tu nombre verdadero es Excélsior.

-¡No! Espera... O sea, ¿Kuren, el regente, guardó el reinado para mí?

-Correcto.

-No me cierra. ¿Por qué ahora?, ¿por qué no cuando tenía diez años?

-Porque Morden te hubiera mandado matar.

-¿Por qué no cuando tuve veinte?

-No era el momento, el momento era ahora.

-Es el colmo, es el colmo. Espera..., entonces sí soy digno de Corita.

-Trement -le expliqué-, no precisas ser rey para ser digno de alguien. ¿Y si hubiera sido al revés, qué? Si Corita hubiera sido una aldeana y tú el rey Excélsior, ¿qué hubiera pasado, la hubieras dejado de lado?

-Nunca. Por supuesto que no.

-Ella tampoco. No la conozco, pero verdaderamente cuando uno ama a alguien, cuando dos corresponden a ese amor no importa el título, no importa si es noble, plebeyo, campesino, carpintero, guerrero. No importa. -Trement me miró y con su físico corpulento me abrazó. A otro le hubiera quebrado los huesos, pero mis músculos, si bien yo era delgado eran duros casi como una roca.

Se dio cuenta que me apretó abrazándome:

-Discúlpame, Tago.

-¡Je, je, je! Quédate tranquilo, quédate tranquilo.

-Voy a buscar a Corita.

-Ya la mandé a llamar yo -dijo el sabio Adesio-, le diremos la noticia juntos. -Sonreí.

 

Se había terminado la pesadilla de Morden. El guerrero Trement resultó ser el desaparecido príncipe y ahora rey Excélsior. Corita, reina heredera donde mandaba el fallecido Morden. Todo volvía a la normalidad.

 

Casi todo. Me aparté y hablé con Dursey:

-¿Y tú qué piensas hacer?

-Maestro...

-No me digas maestro, dime directamente Tago.

-Eres mi maestro. Si no te incomoda seguiré contigo.

-Volveré al poblado donde me espera mi amada Triana. Ya no estaré con la Orden Blanca, quiero ser una persona de paz.

Me interrumpió Trement y me dijo:

-Nunca vas a ser una persona de paz en un mundo salvaje como este. Era tan pequeño que no me acuerdo de nada, pero te ofrezco si quieres venir con tu pareja a mi reinado.

-No -negué-, no pienso ser jefe de guardia, si eso es lo que tienes en mente, quiero ser independiente.

-Pero puedes ser independiente, puedes trabajar en la parte feudal. ¿Tienes habilidades para hacer cosas?

-¡Je, je!, por supuesto que sí. Puedo trabajar la madera tan bien como lo haces tú, puedo trabajar en el campo. He trabajado tantos años...

-Bueno, seguramente en este lugar que regentaba Kuren debe haber chicos y chicas que precisen aprender a leer. Trae a tu amada y tendrás un lugar seguro, donde no tendrías que combatir con nadie ni contra nadie.

-Déjame pensarlo. Lo que quiero es ahora ver el rostro que pone Corita. Y disfrutar de una comida y una bebida.

 

Y así lo hicimos.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 13/01/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

La entidad relata una vida en un Méjico pasado, en una tribu, donde unos dioses podían decidir ayudarlos o hacerlos desaparecer. Fue elegido para, con otros, trabajar para ellos.

Sesión en MP3 (2.095 KB)

 

Entidad: Mi padre siempre me decía: "Tiaztaelel, tienes que sentirte orgulloso, eres de la tribu de los antiguos Pochutla". Desde que tengo uso de memoria mi padre, mi abuelo, y llegué a conocer los últimos años de mi bisabuelo, hablaba perfectamente el pochuteco.

 

Padre siempre me decía lo mismo, obvio que me sentía orgulloso de pertenecer a los Pochutla, pero nuestro jefe, el jefe de la tribu, Yuxó, es como que lo veía débil, le ofrecía regalos al otro jefe de la otra tribu, Xalá, para preservar la paz. La paz no se preserva. Un jefe ofreciéndole regalos a otro, o sea, ¿le das ofrendas para que el otro no te ataque?

 

Y de pequeño jugábamos a ser guerreros, sí, con mis dos amigos, Totoxel, y Metzihuí. Y a medida que fuimos siendo adolescentes nos gustaban dos amigas, Xochilí y Zoliní. Pero ellas nos veían a nosotros como demasiado niños y nos lo decían. Y nosotros nos molestábamos: "¡Cómo niños, somos guerreros!". Y las jóvenes se reían, y nos poníamos mal de que se burlaran de esa manera.

 

Me gustaba mucho la zona donde vivíamos, en la desembocadura del río Largo. Nos gustaba pescar, ¡qué maravilla!

 

Pasé una niñez bastante bastante buena. Padre me enseñó mucho la agricultura, me enseñó mucho la pesca y respetar la vida animal, no matar por matar, solamente para alimentarnos.

 

A veces los dioses se enojaban, nos dábamos cuenta que se enojaban cuando temblaba la tierra. Mi padre me contaba que cuando él era chico se abrió la tierra de tal manera que tragó muchísima gente de la aldea. Luego esa tierra se cerró, se comió a la gente. Sería Tláloc, el dios de la tierra. No era tan poderoso como otros dioses, pero de mi parte era al que más miedo le tenía.

 

Yo ya era un adolescente y practicaba con lanza a objetos a distancia, a veinte, a treinta pasos. Mi amigo Totoxel me decía: "Tiaztaelel, vaya, qué bien que manejas la lanza". Le daba a un blanco a casi treinta pasos de distancia. Padre no me felicitaba, me decía: "Ten cuidado de no lastimar a nadie porque el castigo es que te corten la mano". No sé si lo decía para asustarme o porque pensaba que yo me tomaba todo como un juego cuando no era así.

 

Pasó una temporada y volvió con un montón de súbditos. El jefe Xalán le preguntaba a padre:

-¿Por qué nuestro jefe Yuxó le da ofrendas?

Padre me explicaba:

-Los Totomaclat son mucho más numerosos, aparte son ayudados por su dios, Tajin.

-¿Cómo, cómo los ayuda?

-Les hace hacer grandes acequias, algo que nosotros no sabemos. Hubo épocas de sequía que sus campos estaban verdes mientras los nuestros estaban secos, mustios. Los Totomaclat no sólo eran más numerosos, eran más inteligentes.

Y yo le decía a padre:

-Los dioses son invisibles, salvo el dios de la Tierra que se manifiesta con temblores. No los vemos, ¿cómo nos pueden ayudar o cómo los ayudan a ellos?

-Mira. -Mi padre me tomó del hombro y me dijo-: Tienes que entender, Tiaztaelel, ellos ven a su dios, es muy poderoso, vino de los cielos.

-¿Cómo, padre, como cuentan las leyendas, envuelto en nubes?

-No, hijo, el jefe Xalán lo ha contado. Y no es el único el dios Tajín, hay otros dos dioses que también se manifiestan, Quetzalac y Tláloc.

-¿Cómo se manifiestan?

-Hijo, se dejan ver.

 

En ese momento hubo una reunión, una enorme reunión. Se juntó todo nuestro clan y los treinta súbditos que acompañaban al otro jefe, Xalán, quien le manifestó a Yuxó, a nuestro jefe:

-Necesitamos hombres para hacer la gran obra. Los dioses no piden ni ofrendas ni regalos, son misericordiosos y compasivos con nosotros. Pero os digo, hubo gente de mi clan que no quiso obedecer y con algo que tenían en la mano los hicieron desaparecer. Así, en un instante se hicieron polvo. Entonces hay que obedecerles, no sé lo que planifican.

Nuestro jefe, Yuxó, le dijo a Xalán:

-¿Quieres voluntarios?

-No, los elegiremos nosotros. -Muchas madres de nuestro clan, llorando se abrazaron a sus hijos. Xalán le dijo a nuestro jefe-: Yuxó, elegiremos a los mejores. Los que no quieran venir serán señalados y nuestro dios, Tajín, vendrá aquí a la desembocadura del río Largo y con ese aparato que tiene en la mano, no sólo hará desaparecer a los convocados que no quisieran venir sino también a su madre y a su padre, y quizás a su familia. No me toméis por malvado, no es mi voluntad, es la voluntad del dios. En compensación, uno de los dioses, que es Akoalt, vendrá aquí y les enseñará cómo hacer buenas acequias y les enseñará a construir aparatos para poder regar todos los campos. Saldréis ganando.

Nuestro jefe, Yuxó, dijo:

-Gran camarada, de mi parte está todo bien, honrosos recibiremos la ayuda del dios. ¿A cuántos llevaréis?

-Pocos, diez veces los dedos de mis dos manos.

 

Así que fue eligiendo. Lo sorpresivo que también elegía mujeres. Obviamente yo fui elegido, también mis amigos Mitziwi y Totocsel, y las dos jóvenes que se reían de nosotros, Xochilí y Zoliní.

 

Mi padre estaba orgulloso, mi madre no, lloraba. Me abrazaron y me dijeron:

-Vas a trabajar con los dioses, es un honor para nosotros.

 

Hice una reverencia ante nuestro jefe, Yuxó, quien sabía mi nombre. Me sorprendió. Me dijo:

-Tiaztaelel, tienes un gran futuro. Ve ahora con mi gran camarada, Xalán. -Fui hacia él, a quien le hice una reverencia.

-¿Cómo te llamas?

-Tiaztaelel, gran jefe.

-Ven, tú estarás conmigo, te presentaré a los dioses. -Para mí era un honor.

 

Teníamos días de camino hasta la región de los Totomaclat, pero no me molestaba caminar, no me molestaba para nada caminar.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 27/01/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Por el camino trataba de preguntar al jefe acerca del viaje y por qué había sido uno de los elegidos para trabajar para aquellos dioses, que no eran los suyos.

Sesión en MP3 (2.382 KB)

 

Entidad: No podría decir que me sentía desconcertado, sí ansioso.

 

-Tiaztaelel -llamó mi amigo Xochilí.

-Dime.

-Vamos caminando hacia el oeste, todo por el rio Largo.

 

Nos permitían hablar mientras caminemos y carguemos a nuestras espaldas algunas herramientas. De todos modos los víveres eran cargados en los camélidos que parecían débiles pero eran bastante bastante fuertes y resistentes, que era lo más importante.

Se acercó el jefe de los Totomaclat, Xalá, que había escuchado nuestra conversación.

-¿Cómo llamáis vosotros al rio? -me encogí de hombros.

-Gran jefe, le decimos rio Largo.

-Se llama Tocolutla. -Y nos dimos cuenta que los Totomaclat llamaban tanto al rio como a las regiones con otro nombre. Parábamos a descansar y a comer y a hacer nuestras necesidades, y seguíamos viaje.

 

-Los dioses os esperan -dijo el gran jefe.

Como el gran jefe me daba determinada confianza le pregunté:

-¿Podremos verlos? Porque nosotros que descendemos de los antiguos Pochutla también tenemos dioses, pero no los vemos.

-No conozco vuestros dioses, pero los nuestros descendieron del cielo. -Lo miré.

-¿Me permites conversar contigo, gran jefe?

-Adelante, pregúntame lo que desees, Tiaztaelel.

-Noté que tienes una preferencia para conmigo, fui el primero que has elegido.

-Uno de los dioses, Tajín, me ha descrito un joven que será el elegido para dirigir las obras, y coincide con tu descripción.

-¿Es tan así, gran jefe? Hay muchos como yo.

-El dios me dijo: "Tú lo reconocerás, básate en tu visión interna.

-Pido disculpas, gran jefe, si no entiendo tu comentario.

-Eres joven, Tiaztaelel, eres joven. Visión interna se le llama a cuando puedes percibir a algo o a alguien. -Lo miré.

-Espero poder desarrollar esa visión.

-Seguramente que sí, y si no el dios Tajín te ayudará.

-Te escuché decir que había más dioses que habían descendido de esos cielos.

-Sí. Tláloc.

-¡Tláloc!

-Y otro más alto, Quetzalac.

-¡Quetzalac! Alguna vez escuché a Yuxó, el gran jefe de la tribu donde estaba, hablar de un dios que alguna vez se les presentó a sus ancestros: Kekzacoak. -Xalá me miró.

-Seguramente es el mismo, seguramente es Quetzalac. Lo que pasa que nosotros le damos otra pronunciación.

-¡Vaya!

 

Pasaron dos jornadas. Por la noche hacía bastante frío, teníamos unos abrigos llamados ponchos con el que nos cubríamos, y al día siguiente de nuevo la marcha. Admiraba a los camélidos incansables llevando bolsas en ambos lados con víveres.

-Falta poco -me dijo el gran jefe Xalá.

-¡Vaya!

 

Se acercó de vuelta mi amiga Xochilí.

-Dime, pregúntame.

-¿Tienes confianza con este gran jefe?

-Puedo hablar, pero yo a eso no le llamaría confianza.

Se acercaron los dos amigos Totocsel y Mitziwi:

-¿Te dijo el gran jefe Xalá si falta mucho?

-Dijo que no, que falta poco, pero si bien converso con él debo ser mesurado.

-¿Dijo algo más?

-Hablamos de los dioses. Pero mantengámonos en silencio, pronto llegaremos.

 

Finalmente en un valle que no era desértico sino infinidad de árboles, me sorprendía de ver tanto verde. El rio Largo, al que ellos llamaban Tocolutla, un día atrás había hecho un recodo, pero nosotros seguimos, por suerte había pequeños arroyos y seguíamos bebiendo esa agua tan transparente, tan pura.

 

Y en medio de ese valle había un enorme poblado, casas de piedra como nunca había visto en mi vida. Mis amigos y el resto de la gente de mi tribu original estaban sorprendidos, ¡vaya!

 

Y a un costado se veía como una construcción, pero era de un color raro.

Le dije al gran jefe Xalá:

-¿Qué color es ese?

-Color plateado.

-¿Pero no es de piedra?

-No, es de metal.

-Es una construcción enorme, tiene como quinientos pasos de largo. ¿Cómo la construyeron?

-No -dijo el gran jefe-, adentro de eso vinieron los reyes del cielo. -Lo miré pasmado.

-Pero gran jefe, ¿eso vuela?

-Sí, vuela, Tiaztaelel. Y pronto verás a los dioses. -Mi corazón palpitaba rápidamente-. Pero antes de ello todos vosotros formaréis una fila.

-¿Por qué, gran jefe?

-No preguntes ahora.

 

Se acercaron hombres de la tribu de Xalá, los Totomaclat, y de lejos nos echaban en recipientes agua a nuestros cuerpos. ¿No era más sencillo que nos sumerjamos en el arrollo? Pero no, sentía el líquido que nos echaban como con un olor picante.

-¿Qué es eso?

El gran jefe dijo:

-Es agua con algo que los dioses llaman desinfectante.

-¿Para qué sirve?

-Por si tenéis alguna enfermedad.

-Has elegido los mejores, mi gran jefe, somos todos sanos.

-Es una previsión de los dioses, es para que no contagiéis a nuestra tribu, porque ahora os mezclaréis con los nuestros, con los Totomaclat.

-Bien, estoy ansioso por empezar a trabajar.

-Calma, calma. Os daremos nuevas ropas y nuevo calzado. Tendréis tiendas donde descansar y camas de paja. Hoy comed y descansad, mañana será la jornada de trabajo.

 

Me recosté en una cama más blanda, más mullida..., como nunca había visto en mi vida.

Abrió la tienda Xochilí y me dijo:

-Tiaztaelel, ¿puedo yacer contigo?

-¿Tú dices quedarte a dormir la noche? Pero no sabría, tendría que preguntarle al gran jefe Xalá.

-Tiaztaelel, he visto que los nativos de aquí pueden yacer juntos.

-Pero Xochilí, somos jóvenes, mira si yacemos juntos y tú...

-Me guío por la época, no estoy en la época de engendrar.

-Si tú lo dices... -Me encogí de hombros-, yo de eso no entiendo. ¿Pero tú has...

-No, nunca. ¿Y tú?

-Me sonrojé y le dije:

-No.

 

Se sacó su prenda y se recostó al lado mío. Y esa noche casi no dormimos, y no por la ansiedad del día siguiente.

 

Gracias por permitirme expresarme.

 


 

Sesión 07/02/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Y conoció cómo eran los dioses y trabajó para ellos. Pero tenía dudas, ¿por qué tantas precauciones respecto a los pobladores humanos si ellos eran dioses, si eran puros? Ellos se lo respondieron.

Sesión en MP3 (3.742 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Tiaztaelel. Lo que voy a relatar es algo que mi propia mente se niega a creer.

 

Nunca había visto tanta gente junta. El gran jefe, Xalá, me había comentado que de distintas tribus traían los cien que le parecían mejores para hacer la gran construcción que exigían los dioses, como morada para quedarse allí. Y lo que pensé que iba a ser un tiempo relativo, llevó cientos y cientos de días.

 

Recuerdo que el gran jefe me dijo:

-Vas a conocer a Quetzalac, uno de los dioses. Él permite que estéis con vuestras mujeres, ellas se encargan de vuestras comidas. Y si quedan preñadas pueden tener crías.

Le tenía un respeto tremendo al jefe, pero le dije:

-Esa forma de expresarse no es suya, mi apreciado gran jefe. Nuestras mujeres quedan embarazadas y tienen bebés; crías tienen las vacas, los camélidos.

Me miró y me dijo:

-Tú ya tienes un hijo, y tu pareja, Xochilí, lo amamanta. Que se dedique a eso. Pero tú no pierdas tiempo, los dioses ven como trabajas.

-Apreciado gran jefe, ¿cómo pueden ver cómo trabajo si entre todas las tribus hay miles de obreros y veo que están construyendo más de una casa de piedra?

-Se llaman pirámides -dijo el gran jefe.

-Pero me parecen demasiado grandes para una vivienda.

-Mira, me has caído bien de entrada...

-¿Pero yo no le defraudo? -respondí.

-Por supuesto que no. Pero de la misma manera que yo no pregunto tú tampoco debes preguntar. Ven. -Lo seguí. Me impresioné porque lo acompañé a esa construcción metálica.

-¿Esa es la construcción que vino del cielo?

-Así es.

-Nunca me había acercado tanto.

-Ven, no tengas miedo.

 

No podía creer lo que veía. Había una pared azul metalizada y de repente es como que se vio un agujero rectangular. No vi que se abriera ninguna puerta, directamente desapareció una parte de la pared metálica y se vio una entrada.

-Pasa. -En la entrada hubo como una especie de vapor, o polvo caliente.

-¿Qué es esto?

-Es como el agua desinfectante que os tiran todos los días, por nuestros gérmenes. Los dioses son puros, ellos no tienen gérmenes.

-Entiendo. -Y entré a ese lugar-. Esto es una construcción...

-Ellos le llaman nave.

-¿Nave?

-Como las naves que navegan en el mar, estas navegan en el cielo.

-¿Y en qué parte del cielo viven?

-Acuérdate lo que te dije antes, acuérdatelo bien, Tiaztaelel. Yo no pregunto, tú no preguntas.

 

Vimos una figura una cabeza más alta que nosotros vestida con una ropa dorada que le llegaba hasta los pies. Pero me impresionó ver el rostro del dios Quetzalac, no sólo el rostro, sus manos eran del color de... de un reptil pero amarillentas, y su rostro era de forma humana pero... pero también era como un reptil, sus ojos eran dorados pero su iris era ovalado, casi fino, como cuando ves un felino que le da el sol y achica su iris. Me sorprendió que hablara en nuestro idioma, su voz era gruesa pero... pero rara.

-Bienvenido. -Imité lo que hacía el gran jefe e hice una reverencia- ¿Cómo te llamas?

-Mi dios, me llamo Tiaztaelel y estoy aquí para serviros.

-Tú estarás a cargo de un grupo de mil. Mira esto. -Había como una especie de mesa pero metálica y había una especie de dibujo, y vi que eso era lo que llamaban una pirámide-. ¿Lo sabes interpretar?

-Sí, mi dios -respondí.

-¿Y este dibujo lo sabes llevar a cabo para que los mil que te obedezcan puedan construir este dibujo?

-Sí, mi dios, con los elementos adecuados. -No había problema porque los dioses tenían una especie de máquinas que levantaban grandes bloques de piedra. Iba a preguntar si iba a ser su vivienda, pero recordé las palabras del gran jefe y me llamé a silencio.

-¿Sabes mi nombre?

-Sí, mi dios. El gran jefe me dijo que te llamas Quetzalac.

-No, lo pronuncian mal, me llamo Quetzalcóatl. -Se sacó el abrigo y me sorprendió al ver que la piel de la espalda no era escamosa como la de un reptil, tenía como cierto plumaje de color azulado que hacía contraste con su piel gris amarillenta. Tomó un pergamino-. Cógelo. -Lo tomé-. Este pergamino tiene un dibujo exacto al de la mesa. Cualquier duda le preguntas a tu gran jefe.

-Sí, mi dios. Así lo haré.

-Y cualquier duda que tengas lo consultas con el gran jefe y él me viene a decir a mí. O bien vuelves con él y me preguntas directamente.

-Sí, mi dios.

-Podéis retiraros. -El gran jefe se inclinó, y yo también me incliné en señal de reverencia. Y nos marchamos.

-¿Cómo te sientes?

-¡Ahh! Señor, ese vapor o polvo que desinfecta me hace mal a los pulmones.

 

Y me di cuenta que había muchos de distintas tribus que morían y le dije al gran jefe:

-Xalá, hay muchos que están muriendo y los entierran, pero no vi que estuvieran enfermos.

-No hay que preguntar.

-Pero ahora no estamos con el dios, ahora estamos nosotros. Yo pienso que mueren por ese desinfectante que nos ponen los dioses, siempre nos tiraban con agua, ahora directamente cuando entré a eso que ellos llaman nave, directamente fue como un polvo, como un fluido y me afectó a los pulmones, me sentí mareado. Pienso que si se aspira seguido te termina matando.

-Dices tonterías. No lo defraudes a Quetzalac, otros lo han defraudado y han muerto vaporizados.

-Pero si son dioses buenos, ¿por qué hacen eso?

-Castigan al que no cumple su tarea. Y no se les puede cuestionar, son nuestros dioses.

-¿Me permites preguntar, gran jefe?

-Debes desistir de preguntar tanto, ni siquiera a mí.

-Por favor, es algo que vengo pensando hace rato.

-Dime.

-Jefe Xalá, si son dioses, ¿por qué se protegen de nuestros gérmenes?

-Eso es simple: porque los dioses son puros, ellos son inmaculados, ellos no pueden tener gérmenes.

-¿Por qué, porque les hace daño?

-¡Tiaztaelel, eres irreverente! ¿Cómo les va a hacer daño?, son inmaculados. Nosotros somos los apestados, los que nos enfermamos. Ellos son inmortales. -Me encogí de hombros.

 

El gran jefe reunió a los que iban a ser encargados de la nueva construcción y me presentó:

-Él es Tiaztaelel, él les va a ordenar lo que tienen que hacer. Hacedle caso, si no me lo contará a mí y yo se lo contaré a uno de los dioses, y os harán desaparecer con muy fuertes dolores. -Se pusieron a trabajar.

Y le dije al gran jefe:

-Yo he visto hermanos pulverizados y no me imagino que tuvieran dolor, murieron instantáneamente hechos polvo.

-Les digo así para que se asusten. -No quise decir nada, el jefe Xalá estaba de mi parte y no era prudente contradecirlo.

 

Y seguimos trabajando jornadas y jornadas. Y por la noche me abrazaba con mi pareja, Xochilí, nuestro hijo ya tenía dos años pero me cuidé de que volviera a embarazarse, me pareció que no era el momento. No todos los que trabajaban tenían pareja, no había tatas mujeres.

De las ocho construcciones que se habían programado casi seis estaban terminadas.

 

Recuerdo que una tarde el hueco de eso que llamaban nave se abrió, pero el gran jefe no recibió ninguna llamada.

-Acompáñame, acompáñame, Tiaztaelel.

-Sí gran jefe Xalá. -Entramos al hueco y vimos recostado a otro de los dioses. Tenía otro color de piel, no amarilla sino más bien de color verdoso, con menos plumas a la espalda, era Tláloc, otro de los dioses. Vimos que apenas se podía mover.

Le dijo al gran jefe:

-Vuestros gérmenes cumplieron su cometido, pensé que con nuestros adelantos y con nuestras vacunas íbamos a ser inmunes. -Yo no entendía nada pero no hablaba.

El gran jefe Xalá le preguntó:

-¿Y vuestro hermano, Quetzalac? -El dios Tláloc hizo un gesto con la cabeza como diciendo 'No'. No entendí, ¿pero qué quería decir que había muerto? Pero si era un dios... ¿Y por qué Tláloc estaba enfermo? ¿Y por qué decía que los gérmenes nuestros le habían afectado?

Xalá le preguntó por el tercer dios que había conocido:

-¿Qué pasó con Tajín?

-Subió con una pequeña nave a la nave madre que flota en el cielo, una nave cien veces más grande, pero lamentablemente contagió a toda nuestra especie y no vamos a volver a nuestro mundo a contagiar al resto.

El gran jefe preguntó:

-Mi dios, ¿y esa que tú llamas nave se dirige a vuestro sol? ¡Ah!, esa es vuestra casa, el sol.

Lo miró. Me pareció ver como una expresión de sonrisa, aunque en ese rostro, si bien era casi humano, no se sabía si la mueca que hacía era una sonrisa o una mueca de pena:

-Sí, Xalá, vuestro sol es nuestra verdadera casa, nuestro verdadero hogar.

-¿Ves? -me dijo a mí-, mira que imponentes que son nuestros dioses que viven dentro del calor del sol.

-Y ahora bajad, bajad.

-¿Qué haréis, mi dios? -le preguntó a Tláloc.

-Llevaré esta nave pequeña también a nuestro hogar, al sol.

 

Apenas bajamos se cerró el hueco, y por primera vez los miles de humanos que estábamos ahí vimos como el aparato se elevaba sin hacer ningún ruido y se perdía en el cielo en dirección al sol.

El gran jefe me dijo:

-Tiaztaelel, tú tienes los planos.

-Sí, señor.

-Continúa y termina las construcciones restantes hasta que vuelvan los dioses.

-¿Y luego, señor?

-Cada tribu volverá a su poblado.

-Está bien, señor.

 

Nuestro hijo había cumplido seis años cuando terminamos las construcciones. Xalá estaba enfermo.

-Mi querido gran jefe, me has tratado bien, has sido como un padre para mí, no te mueras.

-¿Sabes cómo volver?, ve para el este, cuando encuentres el río Tecolutla ve a su costado y llegarás a tu poblado natal.

-¿Y en este poblado quedará gente?

-Sí, muchos no quieren moverse.

-¿Y cómo lo llamarán a este poblado?

-Como al último dios, Tajín.

 

Días después el gran jefe Xalá murió. Mucha gente de mi poblado tampoco quiso volver, se quiso quedar ahí.

 

Le dije a Xochilí y a nuestro hijo Nauelí:

-Volvamos, quiero que Naueli conozca donde nacimos nosotros, en la desembocadura del rio Tecolutla, al que nosotros le llamábamos el rio Largo.

 

Pusimos alforjas en tres camélidos y nos marchamos dejando atrás el poblado Tagin y sus construcciones.

 

En lo que me restó de vida nunca más supimos de esos seres, pero de una cosa estoy seguro: no eran dioses, venían del cielo. Y también estoy seguro que el sol no era su casa.

 


 

Sesión 22/02/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

La entidad relata que su raza visitaba sistemas solares con el objetivo de habitarlos como fuera y que alguna vez habían encontrado moradores que se les oponían mentalmente. Pero querían hablar de proyectos con estos.

Sesión en MP3 (3.334 KB)

 

Entidad: Tengo muy buena memoria y soy un excelente estudiante de nuestra historia reptiloide. Me voy a referir en términos entendibles para quienes escuchen mi relato.

 

Nuestro mundo es Rigel IV, ochocientos sesenta años luz de donde reside mi actual rol. Nuestra historia es vasta, inmensa, con más fracasos que éxitos. Y han pasado tantas cosas...

¿Si Rigel IV es el mundo de origen de la raza? No sabría decirlo, sólo sé que a veinte mil años luz de distancia estaba el centro del imperio reptiloide Mordon.

 

Nuestro mundo no ha tenido problemas con invasores, ya sean reptiloides, humanos u otras razas, pero hemos tenido confrontaciones donde por poco no hemos sucumbido. Y es real.

Por nuestra cuenta, independientemente de aquel viejo imperio que ni siquiera sabe nada de nosotros puesto que prácticamente estamos en otro brazo galáctico, hemos visto sistemas estelares cercanos para expandirnos, explotar minería y también establecernos puesto que somos muchos en nuestro mundo.

 

Hay otro mundo habitable en nuestro sistema estelar, Rigel III, habitado por una raza humana muy pacífica que vive de sus plantaciones, prácticamente carece de armamento y honestamente no nos molestan. Y nuestras autoridades por una cuestión de sentido común pensaron no molestar a ese mundo que ni siquiera sabe de viajes estelares o interplanetarios. Buscamos más allá y hubo otros sistemas donde nos hemos establecido.

 

Pero teníamos un objetivo en el cual habíamos fracasado hace diez mil años, una estrella amarilla que sus habitantes denominan Sol y su tercer planeta con una enorme forestación, con agua, con una atmósfera perfectamente respirable para nosotros. Y hace diez mil años una armada con varios destructores interestelares marcharon hacia aquel mundo, ochocientos sesenta años luz de distancia.

¿Pero cuál fue la sorpresa? A pocos meses luz de distancia de aquel mundo varios cruceros enormes partían de allí, evidentemente dejando un asentamiento de miles de años que se estaba hundiendo en su propio océano.

Nuestra gente cometió el error de atacarlos, tenían el poder de atravesar el blindaje de las naves, lo cual en este caso no tuvo éxito, tenían un blindaje especial. Se comunicaron por un aparato que manejaba todas las ondas posibles, se dieron a conocer como los Antiguos. Dijeron: "No van a encontrar nada en ese mundo, hay solamente una población salvaje de antropoides que recién están empezando a conocer el fuego y las pinturas rupestres".

Obviamente nuestra gente no les creyó y siguió atacando, neciamente, neciamente, sabiendo que el campo de energía era impenetrable en esos cruceros, con una tecnología superior a la nuestra y superior a todo lo que hayamos visto.

 

Nuestras naves estaban blindadas para impactos de todo tipo de misiles, pero no para eso: eran fotones ultra condensados que nuestro blindaje no resistió. Todos nuestros cruceros estallaron en el vacío. Los Antiguos habían avisado: "No nos ataquen o seréis eliminados".

Sólo un pequeño crucero pudo esquivar esos fotones sólidos tan condensados como una estrella de neutrones, una tecnología incapaz de lograr en ninguna otra raza de la galaxia.

Ese pequeño crucero pudo escapar y volvió a nuestro mundo, Rigel IV, contando lo sucedido. No acostumbrábamos a hacer el luto que hacen las razas humanas pero sí consideramos la gravedad de la situación. Y pasaron los siglos y pasaron los milenios.

Diez mil años después solamente un crucero, uno sólo, se dirigió hacia Sol III.

 

Pero voy a hablar un poco de mí, mi nombre es Fidis.

Había estudiado toda la historia de Rigel. Es más, todos los tratados de la historia galáctica. Supe del imperio reptiloide Mordon, de su derrota con la Federación Sargón, de muchos que huyeron en cruceros a distintos mundos esparcidos por toda la galaxia. Sé que nuestro mundo tiene milenios y milenios de civilización, quizá seamos independientes a aquel viejo imperio, quizá gente de aquel viejo imperio haya llegado a Rigel. Lo importante es que en este momento estábamos separados de aquel imperio y ninguna federación humana poderosa sabía de nosotros.

Sí tenía en cuenta una cosa, nunca supimos donde se establecieron los Antiguos, y si hace diez mil años eran poderosos, no quiero imaginarme cómo estarán ahora. Pero sé que ni siquiera la Federación Sargón, la que venció al imperio reptiloide, tenía técnicas tan avanzadas.

 

Me alisté de joven en la base militar más importante de Rigel, fui ascendiendo hasta llegar a primer comandante y actualmente tengo el honor de dirigir el crucero hacia Sol III. No era lo que esperábamos, esperábamos una civilización humana floreciente, poderosa, veníamos preparados para exterminar toda oposición, pero recién dominaban la escritura, la agricultura y nada más que eso.

 

Descendimos en pequeñas naves dejando el crucero en órbita en una zona que los habitantes llamaban como Egipto. Como toda civilización atrasada nos tomaron por dioses, aparentemente es un común denominador de las razas humanas en distintos puntos de la galaxia, todo lo que no comprenden es celestial para ellos, o demoníaco.

Teníamos un aparato traductor con microprocesadores y nos hicimos entender. Sentían adoración por nosotros: "Los dioses serpiente que venían del cielo". No sabíamos qué era una serpiente hasta que vimos un áspid, un reptiloide muy básico prácticamente con un cerebro que se manejaba por instinto, pero portaba en su mordedura un tremendo veneno mortal para los humanos, no para nosotros. De todas maneras, su mordedura nos podía provocar una tremenda infección.

 

Había distintas castas en esa raza humana, de todas maneras mucho más avanzada de hace diez mil años, cuando los Antiguos se marcharon de ese mundo. Incluso en otras regiones había habitantes que hablaban de una isla perdida, hundida, llamada Atlantis. Interpretamos que allí fue la cuna de los Antiguos.

Tuvimos otro pequeño inconveniente. Había otra raza humana que gobernaba sobre ellos. Nos comentaron que no querían tener conflicto con nosotros, que respetaban nuestro armamento y simplemente preguntaron qué era lo que veníamos a hacer.

Como comandante de las tropas no iba a permitir que nos interroguen. Me acerqué al que nos hablaba portando mis armas, y sentí un fuerte dolor en mi cabeza casi cayendo de rodillas.

-Quédate tranquilo, no voy a hacerte daño.

 

Me sentí por un lado impotente, por el otro molesto. Sabía que con nuestras armas podíamos vaporizarlos, que no quedara nada, sólo moléculas de su cuerpo, y ellos sabían que teníamos fusiles de armas sónicas o directamente de proyectiles que podían disparar y dar en un blanco a más de cinco mil pasos de distancia con nuestras miras telescópicas, con lo cual sabían que eran vulnerables ante nuestro ataque.

Por eso comentaban:

-No os vamos a detener en lo que queráis hacer, pero tampoco permitiremos que nos amenacen.

Le dije.

-Vosotros no sois humanos como la raza originaria de este mundo.

-No, vinimos de otro mundo que está cerca del centro de la galaxia no hace mucho. Somos pocos, por alguna razón nuestra raza que éramos miles y vinimos a vivir en paz con los humanos no se está reproduciendo y cada vez quedamos menos. Nos denominamos los mentales, porque tenemos un poder mental, como tú lo has visto.

-No, no lo he visto, lo he sentido. ¿Podéis matar con vuestra mente?

-No, pero podemos paralizar vuestros centros nerviosos que vienen de vuestro cerebro. No tenemos la fuerza de parar nuestro corazón pero sí de adormeceros o paralizar vuestro andar, vuestra locomoción.

 

Ellos tenían un adorno en sus cabezas, uno de ellos se sacó el adorno y vio que nos asombramos. Y era para asombrarse porque su rostro y su figura era absolutamente humana menos su cerebro, que tenía como una protuberancia cónica hacia arriba mucho mayor que la de los humanos normales.

 

Le expliqué que teníamos un proyecto que iba a dar vuelta el destino de nuestra raza, los reptiloides.

 

Nos preguntaron qué comíamos, le dije que no teníamos problemas, no teníamos una dieta, éramos omnívoros.

-Haré que los esclavos os preparen una buena cena y conversaremos. Sed bienvenidos.

 

Hablé por una subradio con gente del crucero explicándoles la situación. Obviamente escanearon desde la nave la región y confirmamos que los mentales no tenían ningún tipo de armamento.

 

Le preguntamos por sus naves, cómo llegaron. A igual que nosotros habían dejado una nave, seguramente más pequeña que la nuestra, en órbita y al cabo de un par de siglos la nave descendió y cayó al gran océano. Nunca intentaron rescatarla debido a que no tenían los elementos para llegar a miles de metros de profundidad.

 

Esa noche varios de nuestra gente y muchos de los mentales cenamos intercambiando impresiones, y les íbamos a comentar nuestro proyecto, nuestro gran proyecto.

 


 

Sesión 28/02/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Se trataba de emplear a los moradores para edificar unas construcciones piramidales que albergarían tubos de luz solida para teletransportarse desde su mundo. Trabó confianza con un morador, le encargó el manejo de los constructores.

Sesión en MP3 (3.215 KB)

 

Entidad: -Señor… -Miré a Oridis, era el segundo al mando.

-Coméntame.

-No me gusta el tema este de los mentales, tenemos un proyecto, un proyecto muy importante y no quiero que interfieran.

Lo miré a Oridis:

-¿No quieres? ¿Te olvidas con quién hablas? Yo soy un kuraca por linaje, no solamente soy el primer comandante por habilidad. No puedes decir quieres o no quieres, yo soy el que decido. Tú puedes sugerirme.

-Disculpa, señor. -Y se marchó.

 

Oridis era una persona tan básica, un guerrero nato, no pensaba con su mente, pensaba con su arma, a él le interesaba nada más someter a los entales.

A mí los mentales me eran útiles, la gente del lugar los respetaba y nos iban a ser útiles, muy útiles.

 

Llamé a Montres y a Louis, eran los jefes del proyecto:

-Contadme cómo va todo.

-Te lo explicaremos con palabras sencillas, nuestro señor Fidis.

-Habladme bien, habladme normal, no hace falta que simplifiquéis. Comentadme eso del tubo estelar.

-Bueno. Mire, comandante, necesitamos primero un tubo de luz sólida. Tiene que estar contenido en una gigantesca pirámide. Ese tubo de luz sólida puede llegar al subespacio, abrir el espacio tridimensional y puede lograr una teletransportación no del planeta a la nave en órbita sino a otro sistema estelar. -Entrecerré mis ojos reptiloides.

Lo miré a Louis:

-Estudié sobre el tema cuando era pequeño y sé que ya se estaba llevando a cabo. Es más, en nuestra pequeña luna hemos armado un dispositivo con una pirámide bastante grande.

Habló Montres, el otro jefe del proyecto Tubo estelar:

-Ya lo hemos probado, señor. En la montaña más alta de Rigel IV hemos achatado la cumbre y hemos montado una pirámide y ya hemos logrado hacer teletransportación, primero de objetos y luego con personas.

-Lo había escuchado.

-Lo quise hablar con el general mayor pero no he tenido oportunidad, se han transportado reptiloides del planeta a la luna.

-Sí, pero estamos hablando de un espacio muy pequeño. Hemos instalado en otro sistema estelar deshabitado una pequeña pirámide, no teníamos prácticamente mano de obra y no hubo manera de que se forme el tubo.

-A ver, ¿cuando habláis del tubo no es un tubo convencional como mi mente imagina?

-No señor -dijo Montres-, estamos hablando un tubo que va por el hiperespacio y que puede trasladar, por decir, cien veces la velocidad de la luz. Puede ser una traslación casi instantánea. -Miré este mundo nuevo donde hace diez mil años habían estado los Antiguos, nos sería muy útil tener una base aquí, muy muy útil, muy muy muy útil.

-Vamos a teletransportar del crucero en órbita todas las maquinarias. Los mentales están al tanto.

 

Bajé con la pequeña nave nodriza a tierra y hablé con los mentales:

-Vosotros que estáis aquí hace un tiempo, recomendadme un hombre confiable. Pero no me basta con eso, que sea inteligente.

-Que sea inteligente... esperad. ¡Amado! -Se acercó un hombre corpulento pero para nada tímido, seguro de sí mismo. Cuando me vio noté en su rostro una especie de rechazo.

-Acércate -Éramos prácticamente de la misma estatura-, te acostumbrarás a nosotros.

-Lo sé, señor.

-¿Tienes miedo?

-No, señor.

-¿Por qué no tienes miedo?

-Entiendo que sois pacíficos, entiendo que venís a construir, estoy viendo maquinaria.

-Ayudaréis, necesitamos miles de hombres. No haréis el trabajo pesado, utilizaréis carretillas para las rocas pequeñas.

-Señor, permitidme hablar.

-Hablad normalmente. Tú eres en este momento el encargado humano de la gran obra.

Amado habló:

-Señor, Fidis, estoy viendo bloques de piedra de un metro de cada lado.

-Correcto.

-Eso es un metro cúbico. No hago muy bien los cálculos pero es imposible levantarlos, ni siquiera con vuestras máquinas.

-Las máquinas no son las que cumplen esa función. Esperad. -Fueron descendiendo de a una discos redondos de dos metros de diámetro y casi un metro de alto, dentro se escuchaba un zumbido. Uno de ellos se puso a un metro por encima del bloque de piedra y sin tocarlo lo levantó.

Amado me miró:

-Eso es magia. ¿Cómo lo hacéis, sois magos?

-No, Amado, esto se llama antigravedad.

-¿Cómo funciona?

-Explicarte me llevaría más tiempo que hacer la obra. ¿Entiendes algo de planos?

-Sí, señor.

-¿Qué ves aquí?

-Una pirámide.

-La tenemos proyectada de ciento sesenta metros de altura.

-¡Vaya! ¡Vaya! Y como esos aparatos, tipo platillos, que levantan los bloques, ¿tenéis muchos?

-Decenas.

-¿Y funcionan con eso que tú llamas anti...?

-Antigravedad.

-Está bien, no entiendo. O sea, que podría levantar tranquilamente a un hombre.

-Podría levantar tranquilamente a cien hombres.

-¡La fuerza que debe hacer ese tipo de aparatos que tenéis!

-No, Amado, en realidad no hacen ninguna fuerza, contrarestan la gravedad del planeta.

-Eso no lo interpreto.

-Por ejemplo, tú no puedes volar porque pesas.

-Sí, señor.

-Bueno, lo que hace este aparato es anular tu peso, lo contraresta.

-O sea, que podría flotar.

-Digamos que sí.

 

Os confieso que me resultaba mucho más cómodo y agradable hablar con el humano Amado y otros compañeros de él, cumplía con la tarea que se le encomendaba y era leal. Cuando veía un disturbio o una discusión trataba de frenarla, si no podía venía a mí.

Y me confesaba:

-Voy a ti y no a los de la cabeza larga, a los mentales, porque ellos no disuaden, directamente con sus armas los pulverizan, no dejan nada. Me parecen crueles.

-No trates de predisponerme contra ellos.

-No, señor, nunca lo haría.

-Porque si hicieras eso, nada me impediría el día de mañana hablar con los mentales y predisponerlos en contra tuya.

-No soy ese tipo de persona, simplemente comento que me gusta más vuestra manera de ser. Prefiero que disuadan que no nos maten gente, porque entiendo que todos van a ser útiles. -Amado era directo me gustaba por eso.

 

Y empezó la construcción de la primera pirámide.

-Abajo vamos a hacer cámaras, incluso cámaras subterráneas para poder pasar y para poner otro tipo de maquinarias.

Le permitimos a Amado y a unos compañeros bajar y se asustaron:

-¿Cómo hacen esas máquinas para fabricar rayos?, los mismos rayos que vemos en el cielo cuando llueve, esos rayos que caen a tierra.

-Son máquinas especiales que nos van a permitir hacer nuestro proyecto.

-¿Y de qué se trata señor?

-No, eso sí que no lo entenderíais. Pero todos los obreros comeréis bien, vuestras familias serán bien tratadas. Nada más cumplid.

-Mi, señor, solamente cargamos carretillas con piedras pequeñas, las máquinas las fabrican vuestros... vuestros seres.

-Podéis decirnos directamente reptiloides, no nos incomoda. A vosotros les decimos hombres o humanos, como queráis mejor que los denominemos.

-Humanos está bien -exclamó Amado-. Os quiero contar algo.

-Hablad, Amado.

-Acaba de fallecer la mujer principal, porque tienen más de una, del jefe de los mentales, pero no lo veo apenado, lo veo contrariado porque no pudieron tener hijos. Desde que yo era pequeño que los mentales no tienen hijos.

Lo miré:

-O sea, tú me confirmas que desde que tú eras pequeño ya había mentales.

-Sí, señor.

-¡Ajá! Y no has visto ninguno de ellos que tengan críos.

-No, señor.

-Bien, bien. Continuad trabajando.

-Ya estamos por terminar ésta pirámide. ¿Tampoco me comentarás, señor Fidis, qué es ese tubo gigante al centro de la pirámide?

-Como te dije, podré explicarte de planos, que podrás entender qué es un cubo, qué es una pirámide, lo otro está fuera de tu entendimiento. No te ofendas.

-No, señor, jamás me ofendería. Al contrario, me siento honrado porque me tratéis, porque converséis conmigo y con mis compañeros.

 

Marché a mi nave nodriza y la conduje al crucero madre.

Hablé con Oridis, el segundo al mando y con los científicos, Montres y Alubis:

-Voy a convocar una pequeña reunión. Sabéis que en el planeta hay otra raza que se llaman los mentales, pero están muy viejos y han perdido su avidez, sus ganas, al punto tal de que tenían una nave que nunca la mejoraron ni la modernizaron y cayó al gran mar.

-Mi comandante, ¿pero a dónde quieres llegar?

-Que dentro de poco en este planeta ya no habrá mentales, y será mejor para nosotros. Los mentales han tratado muy mal a los seres humanos, directamente con sus armas pulverizaban a los que se rebelaban o que directamente les desobedecían o que decían una pequeña objeción. Entiendo que son costumbres de cada mundo, pero una cosa es la guerra, otra cosa es el sometimiento. Pronto construiremos la segunda pirámide, luego la tercera. ¿Habéis bajado a tierra? -pregunté a Montres y a Alubis.

-Sí.

-¿Y ya sabéis la disposición?

-Sí, comandante.

-La disposición tiene que encajar como está en este momento la órbita de este planeta porque desde aquí, por la noche, podemos ver la constelación donde está nuestro mundo, y las tres estrellas que están en el medio encajan perfectamente con el proyecto de las pirámides, nos va a facilitar la tarea. Lo ideal sería hacer tres tubos estelares, pero nos va a bastar con uno en la pirámide mayor. -Asentí con la cabeza-. Tened cuidado con los mentales, el poder de su mente puede someternos. No adivinan intenciones ni leen el pensamiento, pero pueden anticiparse a nuestras acciones.

-¿En qué sentido, señor?

-Si hubiera una discusión con uno de ellos y tú quisieras coger un arma, el mental podría vencerte, podría confundir tu mente y hasta dejarte inconsciente y luego podría quitarte la vida. Respetémoslos, pero no seamos obsecuentes tampoco. Nosotros no somos como los humanos, somos muchísimo más poderosos, tranquilamente podríamos mandarles un rayo de fotones sólidos desde la estratosfera y acabaríamos con todos, pero mientras no nos den motivos dejemos que terminen de envejecer y mueran. Nosotros seguiremos con nuestra tarea.

-Sí, señor.

 


 

Sesión 16/03/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Había lucha de poder entre comandantes, estaban todos contra él. Incluso los científicos que podrían ayudarle murieron de manera sospechosa.

Sesión en MP3 (2.121 KB)

 

Entidad: Mi nombre es Fidis de Rigel IV. Llegamos a un mundo a ocho cientos sesenta años luz, Sol III, a armar un tubo estelar. Un mundo que se está rehaciendo, es la segunda intentona.

 

Hace diez mil años atrás una avanzada quiso llegar hasta Sol III y se topó con los antiguos, y acabaron con nuestra flota.

Soy un gran estudiante de la historia y un esmerado aprendiz de todo lo que sea la navegación, las armas y la geometría del espacio. El proyecto Tubo Estelar era el gran cambio, se colocaban tubos especiales dentro de tres pirámides y permitían armar un teletransportador en el hiperespacio, no un teletransportador de tierra a nave sino directamente pasando por las brechas del espacio y nos podía transportar milimétricamente de un mundo al otro, que también tendría que tener otro tubo estelar. Ya lo habíamos armado en Rigel IV milimétricamente, terminando el de Sol III podíamos llegar en instantes prescindiendo de las naves.

 

Pero nos topamos con una raza de mentales que de alguna manera manipulaba a los humanos. Por suerte vieron bien nuestro proyecto y permitieron que trabajemos en combinación; nosotros pondríamos el trabajo, las herramientas antigravitatorias para poder armar las pirámides y los humanos llevarían rocas pequeñas, armarían el cemento y luego pondrían sostenes de hierro dentro de las pirámides para sujetar milimétricamente los tubos estelares. Los mentales mientras tanto sofocaban mentalmente cualquier queja que pudiera haber de parte de los humanos terrestres.

 

Pero mi segundo comandante, Oridis, tampoco era buena la atmósfera de Sol III para nosotros pero no nos dañaba, teníamos unos filtros especiales para nuestros pulmones. Lo que más nos molestaba eran las enormes tormentas de arena, ahí teníamos que usar nuestros cascos. Los mentales también tenían cascos. Los humanos se refugiaban dentro de carpas, por supuesto no íbamos a desperdiciar cascos en los humanos.

Pero mi segundo comandante, Oridis, caprichoso cual niño quiso poseer una humana, le dije:

-¿Qué sentido tiene? Son horribles, el sentido de belleza nuestro es distinto al de ellos.

Me dijo:

-No la quiero poseer por placer sino por sometimiento, para mostrarles nuestro poder. -Y lo hizo, con tanta vehemencia que quedó muy lastimada la hembra humana y Oridis la mató.

 

Luego vinieron las quejas de los humanos, quisieron sublevarse. Los mentales los calmaron pero uno de ellos, el más viejo, le lanzó un efluvio mental a Oridis, que con un tremendo dolor se puso de rodillas arrastrándose lejos del efluvio mental. Lo que no me imaginé era su venganza, había combinado con un ayudante en la nave madre para modificar su ordenador y que el ordenador tenga el ADN de todos los mentales y hacia allí se dirigirían los pequeños rayos sólidos. Y en segundos, al día siguiente, un rayo cayó en la cabeza de cada mental matándolos a todos.

 

Sentí una tremenda indignación y le dije a Oridis:

-Primero, has pasado sobre mi mando, no me has consultado, lo has hecho a mis espaldas.

 

Me respondió que el gran jefe de Rigel lo apoyaría, y que al fin y al cabo él era más antiguo que yo y que yo tuve el cargo de primer comandante por amistad con uno de los jefes. Hubiera sido un mal ejemplo encerrarlo en un calabozo de energía en la nave ante los demás, los comandantes no podían dar el ejemplo de desunión lamentablemente, lamentablemente.

 

Pero me sentí muy mal, era muy difícil dominar a los humanos muy muy difícil, absolutamente difícil. Trabajábamos meses, meses, pero el trabajo se atrasaba y se atrasaba, seguramente al no tener el apoyo de los mentales que ya estaban muertos, las rebeliones, las quejas eran diarias: que era demasiado trabajo, que era poca la comida, que era poco el descanso.

 

Oridis me decía:

-Eres débil, débil, Fidis, como comandante, al que se queja le disparas.

-Con tu criterio en menos de un mes nos quedamos sin humanos.

-¡Bah! Siempre pones excusas. Si hubiera sido yo el primer comandante ya estaría todo terminado.

 

Lo miré. Podía golpearlo, podía encerrarlo en un calabozo de energía pero como dije antes, no quería que los demás tripulantes de la nave madre vieran una desunión, pero ya la presentían. Pero bueno, sí, honestamente las quejas de Oridis permanentes eran tantas como las de los humanos. Y sí, la tripulación me veía débil y muchos cooperaban con desgano. Es más, muchos pensaban que Oridis era el más idóneo para el proyecto Tubo Estelar y no yo. Por supuesto llevaba un parte en una holo tableta con triple seguridad para que nadie pudiera desencriptar mi parte.

 

Y seguíamos trabajando. Uno de los tubos zafó de la agarradera de hierro y solamente cayó dos metros, pero el cristal era tan frágil, tan frágil que el tubo se destrozó, no había repuestos.

Oridis me dijo:

-El tubo que queda más grande lo ponemos en la pirámide principal y el otro en la siguiente.

-No va a ser lo mismo, Oridis -le dije-, no va a ser lo mismo. Tenía que ser el acoplamiento de tres tubos apuntando uno a cada estrella del cinturón de la constelación para que se alineen con Rigel y aquí no tenemos más tubos y es imposible fabricarlos.

 

Los humanos trabajan a desgano, al poco tiempo quizá no estaban bien ajustadas las amarraderas y cayó un segundo cristal deshaciéndose en mil pedazos

Le dije a Oridis:

-Con un solo tubo no hay proyecto Tubo Estelar, no hay proyecto.

 

A todo esto Oridis se había encargado de hablar con los capitanes, los primeros y segundos tenientes de la nave madre, diciéndoles que los tubos se habían roto por mi debilidad porque los humanos trabajaban a desgano, porque no había un buen capataz que matara a la primer queja al primer humano, ninguno más se iba a quejar después. Yo era demasiado condescendiente para la tripulación pero todo esto era porque Oridis se había encargado de debilitarme.

 

Al poco tiempo, y esto sí fue sabotaje quizá del propio Oridis que incluso habló con unos humanos, los humanos muy débiles de carácter era muy fácil comprarlos con comida, con descanso, y a propósito pusieron mal las amarraderas del tercer tubo, que quedó hecho trizas. Montres y Alubis, los jefes del proyecto, estaban desolados, ellos entendían mi postura.

-Primer comandante Fidis, cuando regresemos a Rigel podemos atestiguar que fue Oridis el que saboteó todo el proyecto.

Las pirámides estaban terminadas, las galerías donde estaban los caños de cristal, todo fue desmontado, no quedó nada.

 

Tiempo después nos marchamos. Causalmente en el viaje, quizá por algún virus terrestre, Montres y Alubis, los jefes del proyecto Tubo Estelar se enfermaron. Había dos médicos forenses, les hice revisar los cuerpos, no encontraron nada raro.

-¿Virus?

-No, señor.

 

Teníamos un veneno que no dejaba rastro y obviamente sospeché de Oridis, mis testigos de que yo había hecho las cosas bien, estaban muertos. La tripulación diría que fui demasiado blando y que Oridis tendría que haber tenido el mando.

Me degradaría o me encerrarían para siempre en una celda de energía, siendo yo el más responsable. No era justo. Tendría que ver la manera de zafar de la conspiración de Oridis.

 

Como recuerdo quedaron las pirámides. La desolación de los muertos, Alubis y Montres, y mi impotencia, mi tremenda impotencia.

 


 

Sesión 24/03/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Edgar (Ador-El)

Sus segundos se amotinaron encerrándolo y tomaron el mando de la nave con la intención de saquear un planeta cercano. Afortunadamente unos viajeros espaciales les sorprendieron y tomaron el control. La entidad relata que le hicieron una propuesta que no pudo rechazar.

Sesión en MP3 (4.282 KB)

 

Entidad: Estaba bastante intranquilo, prácticamente mi orden de mando estaba resquebrajado, Oridis de alguna manera había puesto a la tripulación en mi contra.

 

Hasta que se produjo un motín. Acompañado por los terceros comandantes Oridis dijo:

-Viendo tu falta de capacidad, Fidis, te relegamos del cargo de primer comandante.

No me dirigí a él, me dirigí a los demás:

-Oridis está obsesionado, su ego lo puede, no os dejéis convencer.

Uno de los terceros comandantes dijo:

-Pero tiene razón, tú eres débil, los reptilianos no podemos permitirnos ser débiles.

Oridis me miró y me dijo:

-Por nuestra amistad...

-¡Je, amistad! -le respondí irónicamente...

Continuó:

-Por nuestra amistad permito que te quedes en el puente de mando, pero no intervengas.

-Señor -dijo uno de los terceros comandantes. Oridis se acercó-, a pocos años luz de dónde venimos hay un planeta.

-Buenísimo, quizá haya habitantes también humanos. Podríamos someterlos, ver si tienen riquezas.

-¿Qué hacemos, señor?

-Por las dudas carguemos las armas. -El que estaba al mando del ordenador presionó unas teclas y las armas quedaron cargadas.

 

Estábamos prácticamente a un paso de ponernos en órbita de ese planeta que quedaba a poquísimos años luz del que veníamos.

-Señor...

-Ahora qué sucede -se incomodó Oridis.

-Las armas están cargadas pero no responden.

-¿Cómo no responden?, ¡córrete del lugar! -Presionó unas teclas-. Están interrumpidos todos los servicios salvo el de supervivencia de la nave. -Levantó un intercomunicador-: Con el jefe de máquinas.

-Señor...

-¿Qué sucede?

-Aquí tampoco funciona nada, los propulsores tampoco andan.

-Entonces esto es algo externo, no tiene que ver con nuestra nave. Pongamos los visores. ¿Andan?

-Sí, señor. -Yo estaba a un costado, expectante.

-Oridis, quizás en ese planeta tengan más... más tecnología que la nuestra.

-¡Doral, Iruquim! Llevad a Fidis a una celda.

-Pero...

-Llevadlo.

 

Me cogieron de los brazos, no me resistí, por supuesto me desarmaron. La celta tenía visor y del visor podía mirar todo lo que sucedía en el puente de mando.

Oridis dijo:

-No es del planeta, se visualiza un gigantesco crucero diez veces más grande que el nuestro. No existe algo así, no puede ser. -Era un crucero que según las medidas del planeta que habíamos visitado hace poco, tenía 2,5 kilómetros de longitud por 0,6 kilómetros de ancho y 0,3 kilómetros de alto, un crucero gigantesco. Oridis estaba furioso-. ¿Quiénes son, cómo tienen la tecnología para dejar sin efecto nuestras armas?

-Señor, nos dejaron la fuente de supervivencia.

-No podemos dispararles rayos fotónicos, no podemos hacer nada, tampoco tenemos disponibles los teletransportadores, estamos a la deriva. -En ese momento en un costado del puente donde estaba la plataforma teletransportadora, llegaron tres imágenes. Oridis sacó su arma pero vio que no tenía luces-. Nuestras armas tampoco funcionan. -Las imágenes se hicieron materia, eran tres humanos bastante morenos, altos.

Y hablaron con un traductor:

-Nos vimos obligados a interrumpir vuestro circuito de armamento, pensabais someter a ese mundo. Es el segundo de esa estrella amarilla, es un mundo con una civilización que recién comienza.

-¿Y vosotros por qué os metéis, sois de allí?

-No, venimos de cientos de años luz recorriendo la galaxia, tenemos decenas de cruceros como el nuestro.

-Conocemos vuestra raza.

Uno de ellos se acercó a Oridis y le dijo:

-Tú no eres el que manda, no tienes dones de mando. Decidme dónde está vuestro comandante, id a buscarlo. -El encargado lo miró a Oridis-. No lo miréis a él. -El hombre fue corriendo.

 

Le permitieron desactivar la energía que me contenía en la celda y salí. Era la primera vez que me encontraba con unos humanos distintos a los del mundo que visitamos, tenían la piel oscura, rostro sereno, un traje de un material extraño, pero a su vez brillaba como una especie de capa energética.

-¿Quién eres? -me preguntó el hombre.

-Mi nombre es Fidis, hubo un motín -le conté toda la historia.

El hombre me dijo:

-Mi nombre es Azlan, nos conocen como los Antiguos. Nos cruzamos hace miles de años con vuestra raza, es una raza bastante belicosa.

-Señor -respondí-, yo no puedo hacerme cargo por mis antecesores.

-Obvio que no, pero veo que tu segundo al mando lleva en sus genes lo belicoso, pensaban atacar este mundo para explotar sus minerales seguramente.

-Señor -exclamé-, yo no lo hubiera permitido pero se amotinaron, decían que yo era débil, permisivo.

-En este momento -dijo Azlan-, permitiré que funcionen todos los equipos de vuestra nave, los impulsores, los ordenadores, la sala de máquinas. Pero pasad de largo de este planeta. El armamento por ahora va a estar desactivado.

Oridis dijo:

-¿Quiénes sois vosotros para meter donde no los llaman?, es nuestro libre albedrío.

-Lo es -dijo Azlan-, pero no podemos permitir que intervengan en el libre albedrío de los demás mundos. Nosotros, los antiguos, dejamos que cada civilización vaya evolucionando y que las civilizaciones que aún no han logrado los viajes espaciales, es más, que ni siquiera han logrado volar en su propio mundo sean intervenidos. ¿Te llamas Fidis?

-Sí, señor -respondí. El hombre miró a los demás que estaban anteriormente bajo mi mando.

-¿Ninguno de vosotros, de verdad, apoya a Fidis? -Varios levantaron la mano-. Venid. ¿Tenéis una sala de conferencias?

-Sí, en la planta inferior.

Azlan dijo:

-Tú te quedas aquí. -A Oridis.

 

Bajaron los tres antiguos, y éramos una docena de reptiloides. Nos sentamos a una mesa larga y pregunté:

-¿Puede ser que vosotros, cuando digo vosotros me refiero a vuestra gente, hace diez mil años acabaron con cruceros nuestros?

-Nos atacaron y nos vimos obligados a hacerlo. Somos pacíficos, absolutamente pacíficos.

-¿Cuál es vuestro mundo de origen? -pregunté.

-Donde habéis estado vosotros.

-¿Y por qué lo habéis abandonado?

-Es una larga historia -dijo el antiguo-. Vivíamos en una enorme isla casi grande como un continente. Un sector de nuestra gente contraria a nuestras ideas experimentó con energías sólidas, lo cual no debían hacer. Nosotros éramos minoría en ese momento. Entonces en un punto apartado de la isla nos llevó años y años, construimos varios cruceros, no grandes como el que tenemos ahora pero casi tanto, y cientos de nosotros varones y mujeres nos marchamos. Nos decían los disidentes. Los que quedaron no hicieron nada por detenernos, no les importábamos, estaban presas de su ego y siguieron experimentando con energía sólida hasta que terminaron destruyendo toda su civilización. Fuimos a un mundo a miles de años luz de nuestro planeta natal, el que habéis visitado hace poco. En el camino por supuesto nos encontramos con fuerzas reptiloides y nos vimos forzados a destruir los cruceros, menos a uno que lo dejamos ir.

-Disculpad mi pregunta -inquirí-, ¿pero hacéis las veces de guardianes de la galaxia?, ¿acaso eso de alguna manera no es intervenir en el libre albedrío?

-No. Primero no somos guardianes de nada, para ello tendríamos que tener miles y miles de cruceros, lo cual no es así. Y el encontrarnos con vosotros fue una casualidad o bien una causalidad; si no hubiéramos intervenido hubieran destruido ese mundo, al que los nativos llaman Ran.

-Azlan, no todos somos belicosos, sabéis que no os miento. Nuestra idea era plantar en ese mundo unos tubos estelares para poder trasladarnos sin necesidad de viajar en cruceros. Eran tubos estelares que permitían transportación directa de mundo a mundo.

-Te voy a comentar una cosa, Fidis. Nadie es adivino pero hacemos cálculos matemáticos avanzados, nuestros ordenadores son muy superiores a los vuestro hacen cálculos en segundos que con los vuestros tardarían horas. Y ya tenemos un croquis holográfico de lo que hubiera pasado. Vosotros sois de Rigel IV, si hubierais logrado llevar a cabo el proyecto Tubo Estelar que tú, Fidis, lo hacías con el ánimo de incentivar los viajes pero mucha de tu gente es como Oridis, el que se amotinó, y hubieran usado los tubos estelares para someter mundos. Lamento decirte eso pero es así.

-Azlan, mira, hay muchos reptiloides como yo que buscan la paz, la fraternidad.

-Fidis -dijo Azlan-, entre nosotros los antiguos, en nuestro planeta natal también hubo facciones, no importa humano o reptiloide o algunas razas que tienen ADN vegetal, todos tenemos el ego, en algunos casos adormecido adentro nuestro. Por suerte nosotros hemos logrado contener nuestros impulsos belicosos.

-¿Y dices que os habéis trasladado hace diez mil años a un mundo a miles de  años luz?

-En este momento tenemos esparcidos nuestra gente en más de cincuenta sistemas estelares, todos viviendo en armonía. Pro no descuidamos nuestra tecnología porque sabemos que en distintos mundos sigue habiendo batallas, guerras, muertes y no hablo de reptiloides, hablo también de humanos.

-Vaya. Me hubiera gustado intercambiar tecnología con vosotros pero me anticipo a vuestra respuesta, Azlan. Pensáis que en Rigel IV utilizaríamos esa tecnología avanzada para mal. -Azlan se encogió de hombros.

-Espero no ofenderte, pero es así.

-No, no me ofendo. No me ofendo, para nada. Para nada. ¿Qué pensáis hacer?

-Dejaré que Oridis siga al mando.

-¡Pero señor!

-Espera, déjame terminar. ¿Te gustaría conocer uno de nuestros mundos?

-Sería un honor, pero vuestra gente al ver a un reptiloide sentiría rechazo.

-No nos conoces. No prejuzgamos a ningún ser viviente por la apariencia ni por lo que otro de su misma raza haga.

Respondí:

-Sí, me gustaría conocer vuestra gente, vuestras costumbres. ¿Pero cómo sabes, Azlan, si dejas a Oridis a su libre albedrío, que cuando nos vayamos no regrese al segundo mundo de la estrella Ran?

-Porque les marcaremos el rumbo a Rigel en los ordenadores y no lo van a poder modificar. Sé que va en contra del libre albedrío, pero Oridis no es una persona confiable. Oridis estará al mando pero desarmado, y los que están aquí en la mesa, llevaran un mensaje, un mensaje que pondré en vuestros ordenadores comentando en vuestro mundo lo que quería hacer Oridis. Y tú, Fidis, vendrás con nosotros. -Se dirigió a los demás-. ¿Estáis de acuerdo?

-Sí, señor -dijeron todos.

-Vosotros estaréis armados para evitar un nuevo motín.

-¿Pero señor, y entonces por qué dejas como único comandante a Oridis?

-Que se recree con su ego. La nave tendrá su rumbo marcado y los que estén a favor de Oridis no podrán hacer nada. A vosotros les pondré un campo energético.

-¡Qué bueno!

-No. Apenas lleguéis a Rigel IV ese campo se desvanecerá para que tu gente no lo pueda usar. Y pido disculpas por ello pero aún no confío en los reptiloides de Rigel IV. ¿Estás dispuesto? -Lo miré a Azlan.

-Estoy dispuesto.

 

Sacó un aparato, presionó un botón e inmediatamente en segundos todo se puso blanco. Instantes después me encontraba en el gigantesco crucero con Azlan y sus dos acompañantes. Y había cientos de humanos de piel morena que me miraron de manera indiferente, ninguno estaba sorprendido.

Le pregunté a Azlan:

-¿Cómo no se sorprenden al verme?

-Porque nuestra conversación fue transmitida en forma directa a nuestro crucero y sabían que venías. ¿Qué comes? -Me encogí de hombros.

-Lo mismo que vosotros. Aclaro una cosa, podía soportar la atmósfera del mundo que estuvimos, pero mi temor es que a la larga me termine haciendo mal a mis pulmones.

-Olvídate.

-¿Cómo?

-Tienes un adaptador que te inyectamos en tu cuerpo para que puedas adaptarte a la atmósfera del mundo que has visitado y la atmósfera de cualquiera de nuestros cincuenta mundos.

-¿Y pero cómo, en qué momento? No me habéis inyectado nada...

-No, te teletransportamos el adaptador genético a tu cuerpo.

-¡Vaya, esto es nuevo!

-Y verás muchas cosas más. ¿Entonces qué comes?

-Lo mismo que vosotros.

 

Me sirvieron un preparado pastoso. De entrada pensé "Esto debe ser horrible". Cogí una cuchara metálica, me puse la pasta en la boca y ¡vaya, qué sorpresa!

-Esto tiene un gusto riquísimo.

-¡Ajá! ¿Has visto?

-¿Pero es lo mismo que coméis vosotros?

-Sí.

-Porque nuestro organismo tiene otro tipo de paladar...

-No es tan así, todos somos unidades biológicas. -Asentí con la cabeza y me puse cómodo y le dije a Azlan:

-Espero que la bebida también me guste.