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Psicoauditación - Facundo F.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión del 01/08/2020 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 03/09/2020 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 28/10/2020 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 19/11/2020 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 02/01/2021 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 11/03/2021 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 02/09/2022 Aldebarán IV, Edmundo

Sesión del 30/05/2023 Sargón, Furt

Sesión del 17/07/2023 Sargón, Furt

Sesión del 05/09/2023 Sargón, Furt

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Sesión 01/08/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

Estaba preocupado. Debía elegir salvar a un pueblo o salvar a otro. Se informaría y buscaría a alguien para ayudarle a decidir.

Sesión en MP3 (2.904 KB)

 

Entidad: Llegué al poblado agitado, bajé de mi hoyuman y en ese momento me cruzo con Chelsea.

-Dime, rápido, dónde está Figaret.

-No, no es momento.

-Es momento, tengo algo muy importante que comentarle, es una cuestión de vida o muerte. -Me tomó del brazo muy fuerte. Me sorprendí.

Me dijo:

-Es una cuestión de vida o muerte si lo interrumpes en este momento. -Me soltó y me calmé.

-¿Dónde está?

-En la taberna jugando a las barajas.

-¡Chelsea! -me quejé-, te estoy diciendo que es una cuestión de vida o muerte, tenemos que resolver algo, necesito el consejo de él.

-En este momento no se le puede interrumpir. Te acompaño, pero nos quedamos en la puerta.

Se asomó Caselda.

-¿Le has comentado?

-No, todavía no -dijo Chelsea.

-Pero que no pase.

-No va a pasar.

-¿Me podéis decir qué está sucediendo?

Caselda dijo:

-Está jugando a las barajas.

-¿Y cuál es el problema?, siempre gana...

-Ese es el problema.

-¿Podéis ser más claras?,  porque honestamente no entiendo nada, y esto es urgente.

-Urgente es lo que está pasando en este momento

 

Llegamos a la puerta. Adentro había como cincuenta personas de atavíos raros, de rostro pálido casi blanco, sus ojos casi no tenían color y el que estaba sentado a la mesa con Figaret era robusto, grande, macizo, cabello blanco blanco que le pasaba los hombros.

-¿Quiénes son?

-La raza de los blancos. Han llegado hasta aquí y el que está sentado con Figaret está ebrio y se encaprichó de querer jugar a las barajas con el mejor, y le dijeron que el mejor era Figaret.

-Está bien, hasta ahí entiendo. ¿Cuál es el problema?

-Si pierde. Esta gente no razona.

-Sé que Figaret tiene un espadín -exclamé-, pero puede dar cuentas de él en segundos.

-Edmundo -dijo Chelsea-, fíjate -me señaló a todos los demás-, están con él. Si el jefe pierde con Figaret, lo matan lentamente y después van a saquear todo el poblado. Ya tenemos los hoyumans preparados para escapar.

-¡Escapar! Pero hay cientos y cientos de personas aquí, y muchos saben defenderse.

-Tú no conoces la leyenda de los blancos.

-No.

-Ellos no se meten con nadie pero adonde se sienten presionados o traicionados arrasan con todo.

-Chicas, lo que decís es ilógico, el hombre sabía que Figaret es el mejor. ¿Por qué van a sentirse traicionados?

-Está ebrio, van a decir que se abusó.

-¿Y para qué aceptó la partida?

-Porque no tenía otra, no podía negarse. Hubiera sido un reto, un desafío si se negaba. -En ese momento el jefe de los blancos lanzó un alarido, golpeó la mesa. Me tomé la frente, digo "¡Listo!, ahora arrasan con todo". Se abrazó con Figaret y fueron todos a tomar bebida espumante.

 

Figaret salió con rostro compungido.

Chelsea dijo:

-¿Qué pasó?

-Lo que tenía que pasar, perdí.

Lo miré.

-¿Perdiste con un ebrio?

-No me quedaba otra.

-¿Y qué apostaste?

-Toda mi bolsa de metales plateados.

-O sea, te quedaste sin metales.

-No, en mi bolsillo tengo más metales plateados y dorados.

 

En ese momento se acercó el jefe de los blancos, le puso la mano en el hombro a Figaret.

-No has tomado tu bebida espumante. -Sonrió y le puso una bolsa de metales en la mano-. Y te has olvidado esto.

-Pero he perdido...

-No me tomes por tonto -le dijo el hombre-, te has dejado ganar. No somos tan bestias, es la fama. -Figaret entró de nuevo a tomar cerveza con los blancos.

 

Corrí tras ellos y les digo:

-Disculpen, necesito hablar con Figaret, es algo de vida o muerte.

El hombre se dio vuelta; más alto que yo, rostro blanco, cabello blanco, ojos blancos.

-¿Quién eres?

-Me llamo Edmundo.

-¿Tomas bebida espumante?

-Me vendría bien, vengo galopando desde lejos. -Nos sentamos los tres a una mesa.

Figaret me presentó:

-Este hombre, así como lo ves, tiene una edad indefinida, se llama Undret. -Nos dimos la mano.

-Soy Edmundo.

-¿Qué pasó?

 

Le conté todo. Le conté que paseaba, que me encontré con un joven llamada Greta, que la acompañé hasta la aldea, que la aldea estaba en pánico porque una raza de seres más altos que los humanos, con mucho vello en el cuerpo asolaban aldeas, vejaban y mataban a las mujeres, y tenían otra aldea que era cómplice de estos seres llamados lomantes y que les llevaban mujeres humanas para que a esa aldea la dejen tranquila. -Me miraban los dos.

-Continúa -dijo Figaret.

-A la vuelta cambio de camino, voy con mi hoyuman por el bosque y me encuentro con un lomante que tenía una flecha clavada, estaba herido. Lo atendí, le saqué la flecha, lo vendé y me dio su versión. Que lo que me habían contado no era cierto, que querían eliminar a los lomantes, que apenas quedaban poco más de mil para quedarse con el único valle fértil que había en toda la zona desértica. Pero la joven Greta, la que me contó todo eso, era tan dulce y con una mirada tan sincera...

Figaret no habló, habló Undret el jefe de los blancos. Y me dijo:

-¿Y qué te pareció la mirada del lomante? -Me encogí de hombros.

-También me pareció sincera. Además dijo algo que me hizo dudar.

-Comenta.

-Claro. Dijo que si yo me cruzara con una mujer lomante, ¿tendría deseos de poseerla? Y le dije "No, no me atraería, me atrae la mujer humana". Y el lomante me respondió "Para mí una mujer lomante es lo más bello que hay, una mujer humana no me llama la atención a nivel sexual". -Figaret se miró con Undret, el blanco.

-¿Qué opinas?

Undret dijo:

-Yo le creo al Lomante.

Figaret dijo:

-Coincido contigo.

-Entonces tenemos que ayudarlos.

-¿Tenemos? -dijo Figaret-, ¿por qué nos vamos a involucrar?

-¿Por qué no habríamos de involucrarnos? -le dije-, sé que has ayudado a un montón de gente.

-Sí, pero acá estamos hablando de una batalla entre humanos y lomantes. Aparte, ¿quién se uniría a nosotros?

 

En ese momento se acercó Bardol. Bardol trabajaba en el teatro ecuatorial tocando la pandereta y haciendo papel de cómico. Muchas veces estaba con Figaret, acompañándolo. Figaret le hizo señas de que se calle y me miró.

-¿Qué quieres?

-Ayudarlos. Si los lomantes son inocentes tenemos que ir a defenderlos.

-Necesitaríamos por lo menos quinientos hombres, de dónde los vamos a sacar. ¿Quién nos va a ayudar?

Lo miré a Undret.

-Undret, no te conozco, pero entiendo que alguna vez vosotros habéis luchado por una causa noble.

-No. Estamos cansados, venimos de muchísima distancia. Me quise despejar la mente jugando a las barajas con este pillo, que me cae muy bien, pero no quiero involucrar a mis hombres en algo que no nos compete.

-¿No les compete la justicia?, ¿tenéis miedo de una batalla? -El hombre se paró, me cogió del cuello y me levantó un palmo del piso. Luego me soltó. Me sujeté del banco para no caerme.

-Repites eso de vuelta y te degüello. Nadie jamás ha vencido un ejército de los blancos. Pero como dije estamos agotados. -Terció Figaret.

 

Bardol, el cómico de pocas luces del otro lo abrazó a Undret.

-¡Vamos Undret, tú puedes! -Undret lo tomó del cuello y lo tiró a tres líneas de distancia.

-Sácame a este payaso antes de que lo mate. -El problema de Undret es que tenía un genio terrible. Pero habló Figaret:

-Undret, tengo muy buena intuición. Edmundo es mi amigo, creo que vale el esfuerzo meternos en esa lucha. -El jefe de los blancos lo miró.

-¿Qué me estás pidiendo?

-Que descanses, que descansen tus hombres. Te devuelvo la bolsa de metales, les pago a todos el hospedaje y partimos mañana. -Rechazó la bolsa.

-Te la has ganado en buena ley, me llevabas mucha ventaja. No soy tonto, me di cuenta que te dejaste ganar, y eso me ofende más todavía. Podemos dormir a la intemperie, como hemos dormido casi siempre.

Le pregunté:

-¿Dónde queda vuestra aldea? -El jefe de los blancos me miró.

-En algún lado. -Y no dijo más nada- Luego lo miró a Figaret-. No me interesa.

-Vuestra gente está cansada. Mis amigas Chelsea y Caselda conocen a muchas jóvenes de esta aldea que podrían ser cariñosas con vuestros hombres. -Undret pegó una tremenda risotada.

-¿Pensáis comprarnos haciéndonos favores con aldeanas? Figaret, esperaba más de ti. -El arlequín se encogió de hombros.

-Hazlo por honor. -Fue al mostrador, trajo otra bebida espumante y se la tomó en segundos- Luego pegó un tremendo eructo.

-Descansaremos, por la mañana partiremos. -Y me miró a mí-. Espero que tengas razón, porque si matamos humanos defendiendo a los lomantes y resulta que los humanos eran inocentes te colgaremos a ti. ¿Qué dices?

-Me juego, acepto. -Me tendió la mano y se la estreché.

-Partiremos al amanecer. -Y se marchó a hablar con sus hombres.

 

Figaret me dijo:

-Espero que no te equivoques.

-¡Tú también apoyaste!

-Sí, pero espero que no te equivoques. Espero que no te equivoques porque conozco la fama de los blancos, son unos guerreros temibles. Y son justo quinientos guerreros, que equivalen a mil de cualquier otros soldados. Los mismos bárbaros del norte les tienen miedo, tienen fama de que no pueden morir.

-Figaret, obviamente eso es un mito.

-Yo lo sé, pero los bárbaros del norte no y la gente de las aldeas tampoco. A propósito, tengo hambre, ¿me acompañas a comer algo?

-Sí.

-Pero no aquí, vamos a una posada más tranquila y después me voy a acostar. Solo. Hoy no tengo ganas de compañía.

Quise hacer una burla:

-¿No hay ninguna mujer casada cerca?

-No, no bromeo, quiero estar lúcido y descansado, mañana tenemos bastante que hacer. Sólo digo que espero que sea cierto que los lomantes sean los inocentes.

 

Cenamos y me fui a acostar. Apenas podía dormir y me molestaba, porque al día siguiente estaría hecho una ruina y había que galopar bastante. Y luego enfrentarse a una batalla.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 03/09/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

Conoció la raza de los lomantes. Se trataba de saber si eran responsables de los desmanes que un pueblo les acusaba y que por ello querían exterminarlos. Convenció a un ejército para que les acompañara.

Sesión en MP3 (4.251 KB)

 

Entidad: Íbamos por el camino con Figaret y Bardol, un cómico de pocas luces. Detrás Undred, el viejo guerrero de la raza de los blancos.

Llegamos a la aldea donde había acompañado a la joven Greta, los aldeanos se sintieron sorprendidos al ver un enorme ejército de una raza de blancos que prácticamente desconocían. Desmonté. Greta se acercó a mí y sin decir nada me tomó del cuello, me abrazó y me dio un beso largo en la boca. Me quedé totalmente sorprendido y la miré.

Me dijo:

-Gracias, gracias. Han violado y matado a varias jóvenes en distintas aldeas y tú te has ocupado, has conseguido un ejército para acabar con los lomantes.

Le respondí:

-Mira, Greta, no es que vamos a atacar directamente, vamos a hablar con las autoridades.

-No hay autoridades. Gruñen, ni siquiera saben hablar, son como bestias.

La miré y le dije:

-Vamos a encontrar la mejor solución posible. Si vemos que con una solución pacífica no da resultado actuaremos de otra manera. -La joven me volvió a abrazar, sentí que todo mi cuerpo se estremecía. Era bellísima, hermosa, parecía frágil pero sé que no lo era.

Se acerca y me susurra al oído:

-Apenas nos vimos dos veces pero es como que estás cerca mío, Edmundo, y mi corazón late más fuerte.

 

Si bien yo había sufrido desengaños y empezaba a conocer un poco el mundo sentía como que Greta era distinta y es como que depositaba mi esperanza en ella. Es como que era distinta a Caselda, era distinta a Chelsea; era una persona humilde y entregaba su corazón. Me recordaba de Elisa, que era tan seria pero a su vez noble, pero ella había tenido una relación y no se iba a fijar en mí. Y Chelsea era tan cambiante, tan rara, tan... tan distinta a lo que yo deseo de una mujer...

Me interrumpió los pensamientos Figaret. Me dijo:

-¿Esta es la joven que me comentabas?

-Sí, fíjate como me ha recibido. -Me dijo..., me dijo algo.

-Mira, Edmundo, una mujer es vehemente de dos maneras. -Fruncí el ceño.

-No te entiendo.

-Claro. Así como es vehemente y te abrazó y te besó, puede ser vehemente para desapasionarse.

-¡Je, je! Te equivocas. Sé tu fama, te subes a los balcones de las mujeres casadas, eso no es amor.

Figaret me dijo:

-Escucho mal o tú me das lecciones a mí. ¿Te has enamorado alguna vez? Mira, supongamos que me subo a un balcón y me apasiono tanto con una de las mujeres y hasta me llego a enamorar, ¿tú te piensas ingenuamente que van a dejar a su marido por mí?

Lo miré y le dije:

-Si te buscan es porque tú las haces más feliz.

-Edmundo, ¿te piensas que de verdad les interesa solamente el sexo? Hay esposas de dueños de bancos, de dueños de grandes almacenes, ¿y lo van a dejar por un figurín disfrazado que toca la flauta y toca la mandolina y vive al día? No, el mundo no es así, Edmundo, el mundo es mucho más crudo.

Le dije irónicamente:

-Eso no te impide pasarla bien.

 

Marchamos hacia la región de los lomantes. Greta se acercó y me dijo:

-Suerte. Aquí te estaré esperando.

 

Marchamos. Undred -el líder de los blancos, serio, circunspecto pero de aspecto feroz y de mal genio-, y todo el ejército detrás. Tuvimos que acampar, comimos algo. Continuamos viaje y llegamos a la región de los lomantes.

Era distinto a todo lo que yo pensaba, había casas de madera muy muy bien construidas y vimos a varios lomantes sembrando, cosechando, otros en carpintería. Vimos niños lomantes, eran muy similares a nosotros, nos superaban en tamaño y su piel era casi tan peluda como los de un animal, un guilmo, un lobo, pero su mirada, sus ojos eran inteligentes. La sorpresa fue que se acercó a mí Somor, el lomante que había encontrado herido en el bosque.

Y me dice:

-Ven, te presentaré a un matrimonio. -Los blancos desmontaron, Figaret también.

Le dije a Figaret:

-La aldea me parece pacífica. Acompáñame.

Hablamos con Undred:

-Id tranquilos, yo estaré aquí con mis hombres.

 

Había un lomante un poco más alto que Somor, lo presentó:

-Este es Luomor. -Me estrechó la mano con firmeza pero sin apretar demasiado. Y había una mujer lomante, más baja, con menos pelo en el cuerpo, era su esposa, Landeres, su rostro era más lampiño.

-Perdonad la indiscreción -les pregunté a la vez a Luomor y a Somor-, Landeres la veo como distinta.

Ella habló con voz suave y voz femenina:

-Es que no soy cien por ciento lomante.

Luomor tomó la palabra:

-Somor me adelantado algo. Nos han acusado de violaciones, de muertes; en realidad nada de eso es cierto. Mirad, tenemos herramientas: azadas, rastrillos, palas, todo para sembrar, para cosechar. Herramientas de carpintería, herramientas de herrería... El herrero no hace espadas, hace herraduras para los hoyumans. Somos pacíficos.

Figaret le dijo:

-Y entonces, ¿cómo es esa trama?

-Exactamente, es una trama. Nuestra tierra es rica, es como un oasis enorme en medio del desierto -dijo Luomor-. De la misma o de otras aldeas violan a las mujeres y nos echan la culpa a nosotros. Jamás hemos entrado en batalla, no nos interesa, creemos en aquel que está más allá de las estrellas, en la paz, en la prosperidad. Tratamos de no meternos con nadie. Además, como somos distintos, más altos, con más vello en el cuerpo nos miran como bestias. Os habrán dicho que ni siquiera hablamos, que nos comunicamos con gruñidos. Mirad, aquí pasa un niño, en la mano lleva un cuaderno. No solamente sabemos leer, escribir, sumar y restar sino que estudiamos las estrellas y hacemos pequeños mapas de la región. Somos más instruidos que incluso muchos aldeanos de la zona ecuatorial. No os dejéis llevar por nuestro aspecto.

Tenemos una gran carpa con mesas largas... Había escuchado hablar de los blancos, pero es la primera vez que los vemos. Decidle al líder que están todos invitados a comer.

 

Undred y los blancos, junto con Figaret y el cómico Bardol nos sentamos a comer. Hablamos de mil cosas. Tenían vino y bebida espumante.

El propio Luomor dijo:

-No toméis mucho, pues si tenéis que regresar conviene que estéis lúcidos.

En un momento dado un ayudante de Undred pensó:

-¿Y si nos envenenan?

Undred le dijo:

-Cállate, estamos comiendo todos de lo mismo y tomando de la misma fuente, del mismo barril.

Finalmente Undred se juntó con Figaret y conmigo, y dijo: -Esta gente es así no molesta a nadie.

 

Landeres, la esposa de Luomor, se acercó a nosotros.

-¿Alguno conoce a Fondalar?

Figaret dijo:

-Sí.

-Soy una amiga, casi una hermana, de su esposa Émeris, ella puede deciros quienes somos nosotros. -El propio Undred, el jefe de los blancos tan rudo, tan cerrado en sí mismo se sorprendió:

-Así que conocéis a Fondalar, es conocido en toda la región. Ha sido un gusto compartir comida y bebida con vosotros, y si verdaderamente hubo violaciones y muertes tienen que ser de otras aldeas humanas. Disculpad la intromisión.

-¡Por favor! -dijo Luomor-, ha sido un gusto atenderos.

 

Nos marchamos. Undred se dio vuelta, habló con Landeres y Luomor y les dijo:

-Cualquier cosa, ¿veis ese mapa que tiene el niño? -Marcó una 'X'-, en esta parte es donde estamos nosotros. Si precisas ayuda para algo estamos a vuestra disposición. -Me sorprendió ver a Undred tan dado pero se ve que los lomantes le cayeron bien.

Me despedí de Luomor, de Landeres y me abracé con Somor, al que había atendido en el bosque cuando estaba herido.

 

Marchamos de vuelta para la aldea. Tuvimos que acampar nuevamente, comer algo de nuestras provisiones. Y recién al día siguiente regresamos a la aldea.

 

La primera que se acercó a nosotros fue Greta, y se dirigió a mí. Figaret estaba al lado mío y nos miraba.

-¿Habéis acabado con esas bestias?

-No, no fueron ellos, son gente pacífica. -El rostro de Greta cambió, sus ojos se endurecieron, sus labios hicieron un rictus de desprecio.

-¿Para qué sirves?

-No entiendo -exclamé.

-¡No has hecho lo que te dijimos!

-Primero que yo no mando, aquel que se llama Undred manda a los blancos. Y todos vimos que eran pacíficos, los lomantes. Ha sido gente de una aldea humana, pero eso no quita que nosotros sigamos viéndonos.

-¿Contigo?, ¡ja, ja, ja, ja! ¡Ay, qué ingenuo qué eres, qué ingenuo que eres!

-No entiendo.

-No entiendes nada, Edmundo. No habéis acabado con los lomantes, ¿para qué me sirves? Tengo una pareja, que es el hijo del dueño de los grandes almacenes, es próspero.

-¿Lo quieres?

-¡Ja, ja, ja! ¿Lo quiero? ¡Qué me importa si me va a mantener toda la vida!

-Honestamente, no lo esperaba de ti.

-Qué me importa lo que esperabas si lo que yo esperaba de ti no lo has cumplido. -Se dio media vuelta con desprecio y se marchó.

Figaret me miró.

-¿Entiendes ahora?

-No.

-Te repito Edmundo, ¿entiendes cuando yo te digo que me cuelo por los balcones porque las mujeres casadas buscan placer y jamás, jamás me voy a enamorar de ninguna de ellas? Porque si cometiera ese error me diría lo mismo que te dijo Greta a ti. Greta lo que hizo fue usarte y no dio resultado, porque incluso aunque tú hubieras sido el líder de toda la tropa jamás hubieras hecho daño a esa gente que es tan buena. Porque los tontos, los ciegos de corazón solamente miran el aspecto, ven a los lomantes que tienen como casi dos líneas de altura y tienen mucho más vello que nosotros en el cuerpo y ya dicen: "No, son bestias, gruñen". Saben de astronomía, saben de matemáticas, son más instruidos que la mayoría de la gente humana que conocí.

Lo miraba a Figaret y le digo:

-Te tengo que dar la razón. Pero cada día estoy más desencantado de las mujeres. Por lo menos, Chelsea me dice lo que puedo esperar de ella y lo que no puedo esperar. Pero Greta..., pasó de ser la mujer más bella...

Me interrumpió Figaret y me dijo:

-Lo sigue siendo, pero lo importante es el interior. El interior lo tiene yermo, mustio, acabado, y cuando sea una persona más grande ya ni siquiera va a llamar la atención, y el hijo de ese señor de los grandes almacenes la va a traicionar por una mujer más joven.

 

Nos marchamos hacia el norte. Y ¡Oh, casualidad!, o mejor dicho, causalidad de aquel que está más allá de las estrellas, estaban atacando una aldea.

Inmediatamente nos metimos. Los agresores cogían del cabello a las mujeres jóvenes y las golpeaban.

Los blancos sacaron sus espadas y cercenaron la cabeza de la mayoría. Los aldeanos, las víctimas nos agradecieron. Habíamos acabado con el terror.

Le dije al que iba al frente de los aldeanos:

-¿De dónde son estos?

-De más al norte.

-Porque hay una aldea más al sur que le echaba la culpa a los lomantes.

-Jamás dijimos eso. Seguramente esa aldea quería que ustedes exterminen a los lomantes para quedarse con sus tierras. Pero gracias por habernos ayudado, gracias de todo corazón.

El jefe Undred le dijo al aldeano que estaba al frente:

-¿Estos eran todos o hay otras aldeas agresivas?

-El pueblo de esta gente está más al norte, y seguramente quedaron más.

 

En lugar de volver acampamos ahí, a pocas líneas del poblado. Conseguimos algunas provisiones, volvimos a comer y marchamos al otro pueblo. Era un pueblo distinto, salvaje, ya directamente había guardias armados en la entrada del poblado.

-¡Aquí no tenéis nada que hacer!

 

Hay un refrán vuestro que dice: "A veces paga justo por pecador". Y seguramente en ese poblado habría gente buena también. Pero los blancos arrasaron con todo, el pueblo quedó lleno de cadáveres y le prendieron fuego a todas las casas.

Undred se justificó diciendo:

-Una sola semilla que quede negativa y la planta que va a crecer va a ser negativa.

Hablé en un costado con Figaret.

-Seguramente habría mujeres y niños.

Figaret me dijo:

-Tú sabes a lo que te exponías. Querías ayuda, la única ayuda era Undred y la raza de los blancos. ¿Si se extralimitaron? Bueno, yo no mando sobre ellos. Ni lo haría.

 

Recién al tercer amanecer volvimos a nuestro poblado. Los blancos no se quedaron, se despidieron de nosotros y se fueron directamente para sus tierras.

Me quedé toda la noche conversando con Figaret, sin dormir, hablando de mil temas, principalmente de la conducta de algunas mujeres.

La frase de Figaret fue:

-Edmundo, ni tanto ni tan poco.

-No me hables en difícil, explícate.

-Seguramente la mujer que sea para ti va a ser la que menos esperas, no las Gretas, esas Gretas que fingen dulzura porque buscan algo de ti y luego te escupen en la cara, que están saliendo con alguien superior.

-¿Superior por qué, porque tienen metales plateados, metales dorados?

-Un sólo día, uno sólo que juegue a las barajas en uno de los garitos puedo tener hasta cien piezas de oro. De oro, que sería el equivalente a mil piezas de plata y a diez mil piezas de cobre, en un solo día, ¿y te piensas que eso va a cambiar mi vida? No. La calidad de un ser humano no se mide por el dinero. Eso habla de quien era Greta, una persona vacía por dentro. O peor, llena de impurezas. En cambio, mira los lomantes, todo amor, todo dulzura, se desvivían por atendernos. Y no es porque tuvieran miedo de los blancos, estaban tranquilos, vivían de su trabajo, se respetaban entre ellos y respetaban a los demás. En muy pocos poblados he visto esto, en muy pocos poblados, querido Humberto.

Miré para el costado.

-¿Quién es Humberto?

-¡Ah!...

-¿Quién es Humberto?

-Mi mente estaba en otro lado. Hace mucho tiempo atrás había tenido un amigo como tú, Edmundo. Enamoradizo, ingenuo, apostaba al amor pero apostaba mal, apostaba ciegamente y siempre se frustraba. Un día se peleó con un guerrero que había insultado a la que él decía que era su novia y el guerrero lo atravesó con su espada, matándolo. No me olvido de él.

-¿Y qué pasó? -pregunté.

-Con mi espadín, que es bastante más chico que vuestras espadas lo degollé. Acabé con su vida pero eso no me devolvió a mi amigo Humberto. Y ahora, hablando contigo, que veo que tienes una manera parecida de conducirte como que te encandilas con una mujer sin estudiarla primero, me has hecho acordar a él. Por eso ese acto reflejo de decirte Humberto. Discúlpame.

-No, por favor, Figaret, me doy cuenta que eres mucho más profundo de lo que la gente cree que eres.

-¡Ja, ja! No, no soy profundo, soy una persona divertida.

-Aparentas ser superficial pero yo sé que no lo eres.

-O sea, que ahora me conoces.

-No, a veces lleva toda una vida conocer a una persona. No me voy a jactar de conocerte a ti cuando ni siquiera conozco cómo es Chelsea o cómo era Greta. Ni siquiera sé cómo es Elisa, parece una joven despechada, engañada. ¡Ah! Es difícil la vida, Figaret.

 -Figaret me dijo:

-Mira, Edmundo, a veces la vida la hacemos complicada nosotros, a veces la vida la hace complicada el entorno que nos rodea, a veces nuestras elecciones, a veces nuestros proyectos. Pero no hablemos mal de la vida, disfrutémosla, pero que eso no nos impida ayudar a quien lo desee.

 

Lo miraba al figurín asombrado, por primera vez Figaret se abría y desnudaba su interior.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 28/10/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

La entidad relata que se encontraron grandes guerreros amigos para planificar derrocar a un rey tirano. En un momento dado aparece un jefe de la guardia manifestando que quiere ayudarlos en la batalla. Y lo aceptan.

Sesión en MP3 (4.202 KB)

 

Entidad: A veces te quejas porque te sientes inactivo, como que no sabes por dónde recomenzar tu vida, qué camino tomar, qué decisiones tomar, qué alternativas te quedan, como si todo fuera un laberinto, como si hubiera algo planificado para que las cosas te salieran mal a propósito. A veces es por terceros, a veces es porque no nos hacemos cargo nosotros de... ser tan permisivos. Pero como thetán tengo recuerdos donde hubo situaciones donde no tenías respiro.

 

Veníamos hablando con Figaret, él me daba ánimos:

-¡Vamos, vamos, Edmundo!, hay mil Gretas mejores que Greta. Como te decía, no pasa por la belleza exterior, ¿te acuerdas que te comentaba?, lo valioso es lo interior; lo exterior se marchita como una flor y si adentro suyo no tiene nada te vas a dar cuenta que su vida no tuvo sentido.

 

Entendía que Figaret era mucho más profundo de lo que aparentaba. A pesar de que subía a los barcones y le hacía el amor a mujeres casadas se defendía diciendo "Yo no las busco, son ellas, disconformes de su vida, de sus esposos que se van a posadas con mal olor a jugar a las barajas, a fumar cigarros, a tomar licor, y quién sabe si no a acostarse con alguna posadera". Yo pensaba que una cosa no justificaba la otra, ¿pero quién soy yo para prejuzgar a alguien? Al fin y al cabo, ¿qué hago por los demás? Y se lo dije.

Y me dijo:

-¿Qué has hecho? Has evitado que masacren a los lomantes, has evitado que acaben con una raza que seguramente son mejores que los humanos.

-Yo no he hecho nada, si no fuera por los blancos que nos ayudaron no hubiera conseguido nada.

-Pero tú me lo has dicho y yo se lo transmití al que comandaba a los blancos. Así que, bueno, compartamos el mérito.

 

Vimos un montón de gente reunida.

-¿Qué pasa? -Había un variopinto de personas.

Figaret me dijo:

-Conozco a algunos, conozco a algunos. Aquí se está tejiendo algo raro.

 

La noble Diana, acompañada de su prima, Camila, nos comentó que había un rey que había sido despojado de sus honores por otro rey maligno y con un grupo de rebeldes lo ayudó a recuperar la corona, pero luego tuvo un cambio, fue más despótico, más tirano que el rey anterior. Figaret me comentó que todos los que estaban reunidos eran gente que habían sobresalido y muchos habían participado de la batalla contra el tirano Andahazi. ¡Esa fue una batalla! Y como venía la mano daba la impresión que próximamente venía otra batalla.

 

Y vi a todas las personas reunidas, todas expertas en espada o algunos que tenían dones: Elefa, la elfa que jamás había sido derrotada en lucha con espada. Rebel... ¡había escuchado tanto de Rebel! Invicto en torneos por lo menos hasta lo que yo sé. Kena, la amazona. Sturgion, quien había adoptado una niña, Reda, y ahora la dejaba al cuidado de una anciana llamada Josefa. El hijo del rey Anán, el príncipe Gualterio. Un guerrero que me llevaba media cabeza, Aranet, rubio. Dos guerreros del norte, Aksel y Dexel. Y sobresaliendo, el maestro Fondalar, uno de los más importantes mentos de todo Umbro.

 

Al poco tiempo se escucho el galope de varios hoyumans y llega una joven de mediana edad, era la esposa de Fondalar, Émeris, un joven con capucha, de mirada misteriosa, se presentó como Ezeven, era un mento distinto, y una niña casi adolescente, Ciruela.

 

Fuimos todos a conversar a la posada principal. Me presenté, les dije que era Edmundo, que estaba en otro poblado con otra gente, tenía una conocida llamada Chelsea. Figaret se abrazó con varios, principalmente con el guerrero Aranet.

Aranet le dijo:

-Tú tienes fama de pillo, pero eres una persona a la cual muchos te debemos la vida de nuestros seres amados.

 

Elefa, una elfa que había sido prácticamente expulsada de su propio pueblo por ser mitad elfa mitad humana.

Rebel, que había tenido una niñez muy sufrida y un enorme maestro que le enseñó el arte de la espada.

Kena, que se había criado en el mundo de los apartados, gente que no se acercaba allí porque decían que tenían manchas en la piel y contagiaban, lo cual no era cierto.

Sturgion, que tenía el don de soportar el rayo luego de que le cayera uno.

Gualterio, el hijo del rey Anán, que día a día se perfeccionaba más en el arte de la espada.

¿Qué decir de Aranet?, había escuchado hablar tanto del guerrero Aranet... Se decía que montaba un enorme león con un cuerno. Le pregunté si era cierto, me dijo que sí. Le respondí "Honestamente, pensé que era una leyenda, que ese tipo de animales no existían".

Aksel y Dexel, guerreros tan expertos... Pero a diferencia de los norteños, ellos se habían alejado de la zona fría porque no compartían el pensamiento de asolar aldeas. Al contrario; su juicio, su carácter, su manera era noble, porque ya lo he dicho más de una vez, la nobleza no es un título, para nada es un título, la nobleza es algo interno.

Fondalar comentó que tenía una academia de personas con habilidades distintas, todas para hacer el bien.

Y su esposa Émeris, que también era mitad menta y mitad norna, y tenía muchísimo poder mental.

Ezeven, que no solamente tenía poder mental sino que también podía emitir descargas eléctricas con las manos. Y el príncipe Gualterio le debía la vida pues gracias a esa descarga eléctrica salvo de que tuviera un paro cardiovascular. Entre nosotros, un paro del corazón.

Y Ciruela. Una niña a la que todo el mundo la miraba con sorna, como diciendo "¿Qué puede hacer esta niña?". Hasta que me contaron que tenía un poder distinto al de los mentos, podía hacer que la persona se calcinara de adentro hacia fuera. Pero sólo lo usaba el don en casos extremos de vida o muerte.

 

Nos preguntaron si queríamos participar para derrocar al rey Bryce.

Figaret dijo:

-Recién venimos de salvar que masacren a los lomantes. A propósito, Émeris, tienes una amiga que te manda saludos y que dice que te quiere mucho.

Émeris puso un rostro emotivo.

-Landeres. Es y será mi amiga por toda la eternidad.

-Venimos de una aventura -les comenté a todos-, con los blancos, pero me anoto.

-A mí no me preguntéis -dijo Figaret-, donde vais yo voy.

Rebel lo miró, y le dijo:

-Tú espada es muy pequeña, ¡es un espadín!

-Me sirve, me sirve bastante.

-¿Eres bueno? -preguntó Rebel. Figaret se encogió de hombros.

-Mira, no soy el mejor, me considero experto nada más. ¿Y tú?

-Yo puedo decir que soy el mejor. Aunque aquí, mi amiga y compañera Elefa, la elfa, diga que ella me vence, nunca hemos cambiado choque de espadas.

Los miré a los dos y le dije a Elefa:

-¿Es cierto que es tan bueno?

-Por lo que me enteré, y sin ánimo de burla, al querido príncipe Gualterio y al joven Rebel los han tenido al trote.

-No entiendo la palabra... ¡Un hoyuman trota!

-Tenido al trote significa que los han hecho sufrir bastante.

-En qué sentido.

-Claro. No es lo mismo un combate en un torneo a primera sangre que un combate en una batalla. Y los tuvieron trabajando un tiempo fortaleciendo su cuerpo, sus piernas, sus brazos para que puedan ser útiles de verdad.

Rebel se quejó:

-Pero me han hecho más lento. Más fuerte, pero más lento.

Elefa le dijo:

-Eso no es excusa, yo soy fuerte y no soy lenta. Se trata de adaptarte.

Habló Fondalar:

-Vayamos a los hechos. La noble Diana comentaba de que el castillo del rey Bryce ha hecho una segunda muralla dejando toda la feria feudal adentro. Sitiarla no tiene sentido porque tienen comestibles. Con Aranet habían venido infinidad de bárbaros que le obedecían ciegamente y con Elefa habían venido muchísimos elfos que también la obedecían ciegamente.

Dije:

-Es una pena que se hayan ido los blancos porque podíamos haber sido más. Podemos armar catapultas, empapar las piedras con aceite y lanzarlas con fuego para derribar la muralla exterior.

-Hay un problema -dijo Fondalar-. El rey no es tonto; entre la muralla interior y la exterior está la feria, moriría gente inocente. No veo manera. No veo manera de acceder salvo que hubiera por los alrededores túneles secretos que generalmente nuestro antecesores los habrán cavado hace miles y miles de amaneceres para entrar o salir.

 

En este momento llegó un jinete al galope y se acercó a nosotros. Entrando a la posada miró a uno por uno hasta que vio a Diana. Se acercó a la noble y le dijo:

-Qué suerte que te encuentro. -Ella lo miró con desprecio.

-¿Qué haces aquí, Aiken? Eres el segundo de la guardia del rey, y cuando yo hablé mal de él dijiste "Cállate, porque te voy a acusar de traición ante el rey". Estuviste a punto de entregarme por traición cuando tú sabías que el rey es despótico.

-Puedo aclararlo.

-Habla. Eres bueno con la espada, pero mis amigos son mejores. Habla.

-Espero que me creáis. El rey tiene un consejero que seguramente también era consejero del rey anterior.

-¿Y qué hay con eso?

-Es un elfo, mitad elfo mitad humano. Su padre es un mento y él heredó los dones. Aparte de ser muy bueno con la espada.

Intervino Elefa, la elfa.

-¿Cuál es su nombre?

-Abalor. -La elfa se puso pálida.

-Sí, ha dominado tribus enteras de elfos. ¿Por qué?

-Por su don. -Diana lo miró a Aiken.

-¿Es cierto lo que dice Elefa?

-Sí, y ahora lo está dominando al rey Bryce con su mente. Pero no se trata con nadie.

-¿Cómo te enteraste?

-Soy el segundo de la guardia. Le fui a dar un recado al rey y en ese momento el elfo Abalor le estaba dando instrucciones. Giró la vista y me vio. En ese momento sentí como mi mente manipulada, y tuve la mente manipulada todo el tiempo, como que lo que expresaba no era lo que sentía. Recuerdo que tú te me cruzaste, Diana, y te traté mal, pero no era yo, estaba bajo el influjo del elfo Abalor. Te pido que me creas.

-¿Cómo has podido venir ahora acá?

-Inventé que había un espía que se escapó y que iba a traer su cabeza.

-¿Y cuando vea que no traes su cabeza de ese espía inventado?

-Querida Diana, no pienso volver, me quedaré con vosotros.

Diana le dijo:

-He tenido mala experiencia contigo, Aiken. ¿Cómo sabemos que dices la verdad?

Habló Fondalar:

-Aiken...

-Sí.

-Mírame. -Aiken lo miró-. ¿Cuál es tu nombre real?

-Me llamo Aiken, señor.

-¿Le tienes aprecio a Diana?

-Muchísimo, señor. Y también respeto.

-Dime, ¿qué piensas del rey Bryce?

-Que es un tirano despótico, señor, pero creo que está bajo los influjos del elfo Abalor.

-¿A quién eres leal, Aiken?

-A la justicia. Y en el reinado del que escapé no hay justicia.

-Cuál es tu anhelo, Aiken, ¿derrocar al rey?

-No necesariamente, señor. Entiendo que venciendo al elfo Abalor las cosas vuelven a la normalidad. En el fondo, el rey Bryce es bueno.

Saltó Camila:

-Ha mandado matar a mis padres.

Fondalar hizo un gesto a Camila de que espere.

-Y dime, ¿cómo es que envió a matar a los padres de esta niña?

-Seguramente bajo los influjos del elfo Abalor, al igual que lo soldados que fueron.

-Pero dime, Aiken, tú te has alejado y no estás bajo los influjos. ¿Cómo los soldados sí?

-Señor, a mí no me ha influenciado, fue solamente en el momento que escuché la conversación. Y estuve con mi mente perdida durante dos amaneceres, uno de los cuales es donde me crucé con la joven Diana, que está aquí presente. Pero no influyó más en mi mente, entiendo que con los soldados lo hace permanentemente.

-Entiendo. ¿A quién le eres leal?

-Como dije antes, a la justicia. Y ahora en el reinado no hay justicia, pero no por el rey sino por el elfo mento.

-Mírame, despierta. -Aiken se tocó la frente.

-¿Qué me has hecho?

-Soy un mento. No me apoderé de tu mente, simplemente influencié para que digas la verdad. Creedle. Créele, Diana, dice la verdad, es confiable.

-¿Y cómo me recuerdo todo?

-¿Por qué no habrías de recordártelo? -dijo Fondalar-, no te borré ningún recuerdo, no tengo porqué.

-¿Puedo unirme a vosotros?

-Por supuesto. El tema es cómo vencer a Abalor.

Aiken dijo:

-Entiendo que tú eres un mento tan o más poderoso que él, puedes vencerlo.

Yo agregué:

-Y está Ezeven, que es otro mento poderoso. Y está la dama Émeris, que si bien es mitad menta y mitad norna tiene casi tanto poder como su esposo Fondalar. Podemos influenciar a los guardias de la puerta -dije yo-, a que abran los portones grandes, los de la feria feudal son inofensivos, y tanto Fondalar como Émeris como Ezeven pueden dominar a la poca guardia que haya. Tras pasada la primera muralla podemos hacer, o mejor dicho, pueden hacer ellos, que mentalmente abran la segunda muralla y manejar mentalmente a los soldados evitando muertes. Seguramente va a aparecer el elfo Abalor extrañado. Lo menos que va a pensar es que hay otros mentos y va a caer en la celada.

Habló Diana:

-¿Estáis todos de acuerdo? -Todos asentimos-. Bueno, será cuestión de comer bien, de tomar más zumo que bebida espumante, y mañana partir hacia el castillo.

 


Sesión 19/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

La entidad relata el estado anímico del grupo de guerreros que preparaban derrocar a un rey tirano. El mento Fondalar había resultado herido de muerte, los demás estaban como fuera de lugar, sin saber qué hacer ni cómo actuar.

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Entidad: Como thetán estoy con una energía bastante baja, densa, rememorando el rol de Edmundo. Hay cosas que si las escuchan terceras personas las toman como temas sin importancia que le puede pasar a cualquiera, pero es como que estaba saturado de desengaños.

Preguntaréis: ¿Has tenido tantos, acaso? ¿Qué te piensas?

Mi respuesta sería muy irónica o sarcástica: ¿Y desde cuándo los desengaños se miden por cantidad?

A veces uno o dos te pueden destruir por dentro más que diez desengaños que quizá no tengan la importancia debida.

 

Pudimos evitar una batalla, pudimos evitar el atacar otra etnia o raza, llamadlo como queráis, y ahora enfrente teníamos una nueva batalla, sin tiempo para respirar, sin tiempo para nada. ¿Y quien es la persona más importante de esta reunión, de esta mezcla de seres humanos, mentos, elfos, bárbaros? ¿Quién para mí era más importante?: En este caso era Fondalar, y se estaba debatiendo entre la vida y la muerte.

 

 A veces iba yo y le preguntaba a la elfa Elefa:

-¿Cómo lo ves?

-No lo veo bien.

-¿Lo envenenaron con un dardo lanzado con una cerbatana?

-Sí.

-Tremendo.

-Un veneno llamado anare. Y Fondalar tiene mucha resistencia, porque sé de personas que las ha matado en minutos, en minutos.

-Pero ese extracto o jugo de fungi que le has puesto, ¿cómo lo has hecho?

-Es una aplicación. Esto se llama jeringa y se la apliqué en la vena, como antídoto.

-Nunca escuché hablar de ello.

-¿Veis?, los humanos os creéis los más sabios. Mirad los lomantes altos, peludos, algunos les tienen miedo y saben matemáticas, saben geografía, que la mayoría de los humanos que conozco no, ni siquiera saben leer. Y no es que todos los elfos sepamos aplicar con este aparado llamado jeringa, pero he conocido mucha gentes en distintos bosques, ancianos y ancianas sabias, personas que ni siquiera sé si son de este mundo que me han dado determinado conocimiento.

Me sentí impotente. Le digo:

-Pero esto que le has inyectado, si es un antídoto lo tiene que reanimar.

-¡Ah! Estamos hablando de anare, es un veneno que incluso es más dañino que el de algunas serpientes venenosas de los pantanos. -Encima había levantado una fiebre tremenda.

 

Y yo trataba de analizarme a mí mismo: ¿Era egoísta que mientras desconocía si Fondalar se recuperaría o no yo pensaba en mis dramas?

Pero no podía conversar y descargarme con Elefa porque estaba de un lado para el otro. Émeris directamente estaba como tildada, abrazada a Fondalar con un tacho con agua poniéndole paños fríos en la frente. Y comentaba, no a nadie, hablaba sola y decía:

-Nunca me sentí tan impotente, jamás me sentí tan inútil. -Y mirándola a Elefa, le dijo-: Si mi esposo se salva te deberé una vida.

-No, no, esto no lo hago por ningún interés.

-Lo sé -dijo Émeris-, pero... pero así lo siento.

 

Me alejé del grupo. Me senté en una roca y al lado mío Figaret. Su rostro no estaba sonriente ni burlón ni pecaminoso sino compungido, lo veía serio como jamás lo había visto, parecía otra persona.

-Estás preocupado por Fondalar. -casi afirmé, no pregunté.

Me respondió:

-En parte sí.

-¿En parte?

-Está el mento, el elfo Ábalor, él es tan poderoso como Fondalar y puede, con su influjo mental, hacer que los bárbaros se peleen entre ellos. Como Dexel con ese influjo quiso atacar a Aksel. Como un bárbaro quiso atacar a Aranet. Puede hacer que nos despedacemos entre nosotros.

-Acuérdate que lo frenó Ciruela. La joven tiene un don especial que con su mente, con las manos hace que la persona se consuma por dentro, como quemándose por dentro. Y eso lo frenó a Ábalor.

Figaret me dijo:

-Pero tú has escuchado lo que dijo Ezeven después. Cuando tuvieron la guerra con Andahazi, Ezeven estaba rodeado de enemigos y la pequeña Ciruela no podía lanzar esa llama que consumía a los humanos porque también lo hubiera consumido a Ezeven. Y él, en el apuro le dijo "Hazlo, no te preocupes por mí". Con lágrimas en los ojos lanzó esa llama quemando por dentro a los enemigos, pero Ezeven salió indemne. Sorprendida, la pequeñita le dijo "¿Qué pasó?": "Mantuve mentalmente un campo de energía".

-Sí, lo escuché que le dijo eso. Y escuché también que le dijo que si el elfo Ábalor se envuelve en energía, ni Ezeven ni Ciruela con su llama van a poder frenarlo.

 

Obviamente nos habíamos retirado más de mil pasos de distancia. ¿Pero qué podíamos hacer? Descartamos el lanzar con catapultas que habían traído los elfos, piedras untadas con aceite y encendidas a fuego porque tras la primera muralla no estaba el palacio sino la feria feudal, y no podíamos culpar al rey Bryce si es verdad que estaba bajo los influjos del elfo Ábalor.

-Me siento mal -le dije a Figaret.

-¿Por qué?

-En un momento tan dramático como este estoy pensando en las cosas que me pasan a mí, en los rechazos afectivos.

-No te sientas mal, eres un ser humano. Supón que no pensaras en nada, supón que te arrancaras la ropa de la impotencia por ver así a Fondalar, ¿en qué lo ayudarías, en qué lo mejorarías? Fíjate que Elefa le pudo dar, aparte de eso que le aplicó en la vena, le pudo dar del mismo caldo de fungi un par de tragos que Fondalar tosiendo tosiendo y todo lo llegó a beber, y eso para mí es un adelanto. Pero los que no podemos hacer nada..., Émeris le pone paños fríos, Elefa va y vuelve, va y vuelve con caldo de fungi... Los que no podemos hacer nada, cuánto más apartados estemos menos molestaremos. Míralo a Aranet.

 

Levanté la vista: Tenía su espada en mano clavada contra la tierra sostenida del mango con su mano derecha. Quién sabe qué pensaría en ese momento.

Lo miré a Rebel, la miré a Kena, todos con la mirada baja. Lo miré al joven Gualterio, el hijo del rey Anán, él no estaba sentado, iba y venía, iba y venía por el camino.

 

Figaret me dijo:

-Míralo, gasta energía, se está consumiendo. Ninguno de nosotros cenamos.

-Te entiendo.

-Te estarás preguntando qué gana Gualterio con pasear de un lado a otro. -Y Figaret leyendo mi pensamiento agregó-: Pero es su manera de desahogarse. Aranet, quizá con más aplomo y sabiendo que no puede hacer otra cosa, se aferra a su espada como si su espada fuese su amiga. Y seguro que lo es. Y Rebel, que todo el mundo comenta su buen humor, míralo ahora, mira su cara triste, mira su cara de congoja. Y fíjate el contraste de la pequeña Ciruela, con ese poder que tiene, que puede quemar a la gente por dentro, ahora la ves como una chiquilla bañada en lágrimas. Así que no te sientas mal de pensar en otra cosa, porque no puedes hacer nada.

-Lo entiendo Figaret, pero me siento egoísta. No es que no me preocupe por Fondalar, yo creo que él es quien nos tiene que salvar a todos, ¿pero por qué mi mente está en la traición de Greta?, ¿por qué mi mente está en... no, me sale la palabra..., lo mundano que es comportamiento de Chelsea y es tan linda, tan atractiva?

-¿Y te sientes mal por hablar de eso?,

-Me siento mal porque mi caso, tu caso, nuestros problemas son nada comparado con lo que le pasa a Fondalar.

-¿Y qué quieres, mantenernos en silencio, que nos consuman nuestros pensamientos?, ¿quieres eso?

-No, no lo soportaría estar sin hablar, si no estuvieras tú estaría paseando como Gualterio de un lado para el otro y capaz golpearía mi puño contra una pared. ¿Y qué ganaría? Dislocarme un hueso, lastimarme la mano que puedo usar la espada. Esa es la mente reactiva, una mente estúpida, una mente irracional.

-¿Pero ves?, no lo estás haciendo, estás conversando.

-¡Oh, jo, jo, jo! Si supieras el impulso que tuve de golpear un árbol, una piedra, un muro para tratar de desquitarme.

-Te voy a confesar algo. Tú me conoces quizá de ir a juegos de barajas o a colarme de balcones de mujeres, pero he estado en una batalla que ganamos contra un tirano. Pero hace muchísimo tiempo atrás, tú eras muy jovencito.

-¿Por qué me cuentas eso?

-Porque uno de los bárbaros que luchaba con nosotros perdió a su mejor amigo y no quedan enemigos por matar, y estaba con su espada en la mano. Y yo digo este están tan reactivo que la va a golpear contra un muro y la va a romper. Y no. ¿Sabes lo qué hizo?, bajó la espada y sin darse cuenta se cortó parte de la pierna. Se le infectó, hubo que amputársela debajo de la rodilla.

-Es una barbaridad lo que me cuentas.

-Esa es la mente reactiva -exclamó Figaret-. Y me acordé de esa anécdota cuando tú dices "Me daban ganas de golpear con mi puño un muro, y después ¿cómo podría manejar la espada?". Y mira lo que hizo este, no tenía con quien desquitarse e hizo un movimiento, no digo involuntario, reactivo y se cortó parte de su propia pierna y no hubo manera de salvársela, entre el tobillo y la rodilla. Y con un hierro candente luego de amputarle la pierna le cauterizamos la herida. Ahora anda con una muleta, ya no es más guerrero.

-¿Lo has vuelto a ver?

-No, es un ermitaño, ni siquiera sé si estará vivo.

-Ahora, ¿a ti te parece que eso que yo te conté es algo inusual?

-No has visto batallas, hay gente que se vuelve loca, que pierde la razón.

-¿Pero cómo?

-Como te lo digo. Como te lo digo, Edmundo, pierde la razón, hasta puede llegar a clavarse un puñal en su pecho de la impotencia aun habiendo ganado la batalla por el dolor que le causa el haber perdido a sus amigos.

-¡Pero eso es locura!

-¡Qué te acabo de decir, cuántos pierden la razón en una batalla! O te crees los cuentos ecuatoriales de las grandes epopeyas, de los grandes triunfos que vuelven de la guerra rasurados, limpios, bien peinados... No, algunos tienen la vista perdida, no están reactivos pero están como... como dormidos, como que tienen su alma muerta, no responden, no reaccionan, hay que darles de comer en la boca. ¿Y te piensas que sus amigos son compasivos? No, los dejan tirados en una zanja, los dejan morir. ¿Para qué los van a llevar de vuelta a la aldea?

-Eso es cruel.

-Y dime ahora, Edmundo, ahora que piensas en Greta, en Chelsea, ¿qué dices?

-Que son tonterías comparado con lo que tú me cuentas. Pero que tengo que seguir lidiando con eso, pero no sé cómo. Tú, Figaret, que te consideran un maestro en el arte del amor...

-¡Nooo, eso que dices es una tontería! Para ser maestro en el arte del amor hay que amar. Yo disfruto, yo no amo. Pero ayudo a la gente.

-Entonces de alguna manera la amas.

-Sí, pero es otro tipo de amor.

-Tú te refieres al amor de pareja

-Es muy fácil, tienes que empezar por ti mismo.

-Alguna vez me has dicho eso.

-Y te lo vuelvo a reiterar, te lo vuelvo a reiterar: Hazte valer. No digo que seas vanidoso pero no te pases de bueno porque si te pasas de bueno pasas a ser tonto. Y así la gente lo va a interpretar.

-Alguna vez me has dicho, Figaret, que puedes conocer una persona por el semblante.

-Lo sé de jugar a las barajas -respondió el arlequín-, pero en realidad no es así, Edmundo, hay tanta gente que te sonríe y cuando te das vuelta te clavan el puñal en la espalda...

-Vaya aliento que me das.

-Te digo lo que es, te digo lo que es, Edmundo. -Nos quedamos en silencio mirando la respiración acompasada de Fondalar.

-¿No lo ves mejor? -El figurín se encogió de hombros.

-Yo no soy aquel que está más allá de las estrellas, yo deseo que esté mejor por él y por todos nosotros, también soy egoísta, como tú. -Me enojé pero no con Figaret, me enojé conmigo.

-Es que yo no quiero ser egoísta, yo quiero que se salve por él, no por nosotros. Si se salva y nos retiramos y no hay batalla no importa. Odio que se pierdan vidas. Y no hay una más insignificante que otra. El ermitaño que hubo que amputarle la pierna seguramente era un buen hombre.

-Lo era -dijo Figaret-, lo era. Lo conocí. Su familia nunca supo más de él.

 

Y nos quedamos en silencio pensando, pensando.

 


Sesión 02/01/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

En los caminos de Umbro siempre había sorpresas. Yendo el grupo hacia el castillo del rey encontraron una joven que parecía no ir a ni venir de ningún lado. No tenía montura y le ofreció con gusto a llevarla en la suya, detrás.

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Entidad: Mi mente batallaba consigo misma. Se avecinaba una batalla bastante bastante importante, y si bien éramos bastantes, los soldados del rey Anán, los bárbaros de Aranet, los elfos de Elefa, aún éramos pocos.

 

Figaret me dijo:

-Envié a mi ayudante a hablar con la etnia de los blancos, que también nos venga a ayudar.

 

Pero mientras tanto hablamos con Aranet, con Aksel, obviamente con el rey Anán para explorar los alrededores, para colocar trampas, para esperar el ataque del regente en los bosques que estaban a los costados del camino hacia nuestro castillo. Digo nuestro porque ya lo tenía como un nuevo lugar de pertenencia.

Aranet nos llamó:

-¿Tú eres Edmundo?

-Sí -respondí.

-Bien, irás con Aksel. Avanzaréis por el camino hacia el norte, y a la derecha hay un bosque casi impenetrable, quiero que busquéis lugares donde puedan esconderse soldados, pues del otro lado hay menos bosque y más camino rocoso que pueden estar parte de mis bárbaros. Seguramente muchos de los soldados se quedarán aquí pues los elfos están más acostumbrados a camuflarse en los bosques.

-Iré con ellos -dijo Elefa.

 

Así que salimos los tres en hoyumans, Elefa, Aksel y yo.

Le pregunté a Elefa:

-¿Dónde está tu pantero?

-Está en este bosque donde vamos ahora. Su olfato es impresionante, puedo estar a más de mil pasos de distancia que me olfatea y me reconoce. Pero no temáis, es inofensivo a aquellos que reconoce como mis amigos.

 

Llegamos al bosque y de verdad, era más una selva; colgaban lianas, los árboles muy juntos, las copas de los árboles tapaban prácticamente el sol.

-Es muy sombrío.

-Mejor así -dijo Elefa-, más fácil para camuflarnos. ¿Tú qué dices, Aksel? -El guerrero del norte la miró a Elefa, me miró a mí:

-Me agrada, me agrada. Me crié con la nieve, me crié en una zona helada donde también había bosques con coníferas, pero esto es excelente para tender trampas.

 

Hubo un pequeño claro y a lo lejos vimos un animal enorme, saqué mi espada.

Aksel dijo:

-¡No no no!

La miro a Elefa:

-¿Qué es?

-Es un rinodario, aunque le dispares flechas tiene no solamente una piel espesa sino como una especie de coraza en su cuerpo que tendría que ser una muy buena espada para lastimarlo. Es un animal enorme, más grande que los dromedans del desierto.

 

Elefa tenía la vista más aguda que nosotros, y dijo:

-¡Esperad! Fijaos que hay una joven que le está dando de comer y la bestia come de su mano. -De repente pegó un salto ágil, la joven, y lo montó. El rinodario tenía como una especie de armadura o adornos en la cabeza. Elefa dijo-: Es un animal domesticado, lo cual no significa que no sea peligroso para nosotros, que somos desconocidos.

 

La joven nos vio, miró a su animal, vio que el animal estaba tranquilo y desmontó. Temerariamente me acerqué.

Elefa dijo:

-Ten cuidado.

Me acerqué despacio mostrando las manos, y viendo la joven que no tenía ningún arma tranquilizó a su bestia, al rinodario.

Me presento:

-Me llamo Edmundo.

-¿Qué hacéis en el bosque?

-Se avecina una batalla, es largo de explicar.

Ella dijo:

-Mi nombre es Ambar. -Era una joven delgada de cabellos marrones. Era tan delgada que parecía una adolescente, pero miré sus brazos, miré sus piernas y eran bastante musculosos, se ve que estaba acostumbrada a la vida en el bosque.

-¿De dónde eres?

-En este momento de ningún lado, mi tribu me expulsó.

-¿Por qué?

-De pequeña me gustaba contactar con los animales, hablaba con ellos. -Fruncí el ceño.

-¿Los entiendes, ellos te entienden a ti?

-No de la manera que tú te imaginas, ni ellos a mí ni yo a ellos. Ellos pueden olfatear si estoy tranquila, si estoy molesta, incluso por los gestos de mi rostro, pero generalmente simpatizo con todos los animales. Al rinodario lo crié de pequeño, ya debe tener como cinco años.

-¡Vaya, es enorme! ¿Pero por qué te expulsaron?

-Me tomaron por una persona no razonable.

-O sea, por una loca.

-Sí. Y como hablaba con los niños de la aldea pensaron que les iba a contagiar mi supuesta locura de hablar con los animales.

-Y tus padres, ¿qué dijeron?

-Que estaban avergonzados de mí. Y desde hace cinco años que encontré al..., que era pequeño, rinodario. Nunca más volví a la aldea, estoy en el bosque, me alimento de bayas, de frutos y de pequeños animales que los comparto con el rinodario, que obviamente no es vegetariano, es carnívoro y es depredador, pero está domesticado por mí. Hubo otros animales grandes que quisieron atacarme, porque no todos son fáciles de domesticar y mi rinodario se hizo cargo de ellos.

-O sea, que eres una chica solitaria.

-Sí. -En ese momento una figura negra casi de pelaje azulado se acercó, Ambar la miró y se quedó tranquila.

Se acercó Elefa.

-Es mi pantero, se ve que te conoce porque no mostró sus dientes.

Ambar le dijo a Elefa:

-Qué raro, una elfa por estos lados.

-Se aproxima una batalla. -Muy brevemente le comentamos todo lo que pasaba. Ambar dijo:

-Sé usar la espada pero mucho más el arco y flechas, puedo acertar a un blanco a más de cien pasos de distancia. Así he cazado animales pequeños para comer. Si os puedo ayudar...

Elefa dijo:

-¿Y qué harás con tu rinodario?

-Muchas veces me he alejado y ha quedado solo. Sabe cazar presas pequeñas y nadie se va a meter con un rinodario. Mis flechas tienen punta de roca y así y todo no le penetran en su cuerpo, salvo en partes sensibles como es su cuello o sus ojos, pero bueno, también en la parte baja de su cuerpo, en su estómago. Pero en general un rinodario es invencible, puede quedar aquí. Entiendo que tú también has dejado aquí a tu pantero.

-Así es -dijo Elefa.

 

La joven Ambar era un poco más baja que Elefa pero musculosa y bellísima, bellísima, con sus cabellos castaños. Parecía frágil, pero no lo era. Y vi que era muy ágil de la manera que montó de un salto a una bestia cuyo lomo estaba a dos líneas y media de altura.

Ambar dijo:

-Si buscáis lugares donde camuflarse, mirad, allí están los árboles llorones. -Eran unos árboles muy gruesos con hojas que le caían con sus ramas blandas casi hasta el piso y los guerreros podían prácticamente camuflarse entre esas ramas. -Ambar era inteligente, le dijo a Elefa casi con certeza-: Evidentemente debe haber muchos elfos que te acompañan, ellos serían ideales para montar una emboscada para ese enemigo que esperáis.

-Aksel dijo:

-Volveremos al castillo.

Ambar dijo:

-¿Quién es el rey con el que estáis?

-Anán.

-Escuché hablar algunos viajeros de Anán, es un rey pacífico y honesto. Si me permitís iré con vosotros.

-No tenemos otro hoyuman.

-Caminaré.

Me ofrecí.

-Si quieres montar detrás de mí en mi hoyuman... -La joven no dio respuesta, directamente pegó un salto y montó detrás de mí tomando con sus brazos mi cintura.

-Cuando estéis listos vamos. -Elefa me miró a los ojos y sonrió, sentí como pudor. Aksel me miró y se hizo el disimulado, no dijo nada. Pero de verdad, Ambar era la joven más bella que había conocido en mi corta vida.

 

Pero no me hacía ilusiones, sería tonto. No la conocía, ella no me conocía a mí. Pero me estremecía porque sus manos que me habían tomado de mi cintura, en la parte de mi hoyuman, ahora se abrazaba a mí directamente pegando su pecho contra mi espalda. Y fuimos al paso por dentro del bosque hasta asegurarnos que en el camino no había nadie.

 

Mi cabeza era un torbellino, en este momento estaba con mi mente en la joven que iba detrás mío en mi hoyuman y no pensaba en la batalla, ni siquiera si el día de mañana iba a estar vivo, sólo pensaba en ese cuerpo que se tomaba del mío.

Y evitaba mirar a Aksel y a Elefa. Elefa no tenía una mirada burlona pero es como que leyera mi pensamiento, y me hacía ruborizar. La atracción que sentía por esa joven era algo distinto, nuevo, extraño; podría decir cien palabras más pero no podría definir eso que sentía. ¿Esperanza? Tal vez, quizás. Había visto a la esposa del rey Anán, a la dama Marya con esos cabellos dorados, un rostro hermoso..., Ambar era tan hermosa, más joven, cabellos castaños.

 

Aksel se puso a mi lado.

-Mira bien el camino. -Y no dijo más nada. Iba a agregar algo pero se frenó, no quiso comentar nada más adelante de la joven Ambar. Pero pareciera, si se permite la expresión, como que mi mente estaba en blanco y no veía el camino. Dejé de pensar y empecé a prestar atención por dónde íbamos.

 

Ya nos acercábamos al castillo, los vigías de las torres alertaron y abrieron el portón principal, con alerta, obviamente.

Desmontamos y Ambar miraba todo, extrañada de la magnitud del interior del castillo. Se la presenté a todos: A Émeris, a Núria, a Aranet, al rey, a su dama, al príncipe, a todos. Y a todos les cayó bien.

Al mediodía almorzamos. Ambar se sentó al lado mío, en el salón auxiliar y comía con modos delicados. Se lo hice notar.

-Tienes una manera de comer delicada, y eso que hace cinco años que vives en un bosque.

-Ya es mi manera. -La miraba, y de repente Ambar levantó la vista y me miró-. ¿Por qué me miras tanto, te parezco rara?

-No, no quiero parecer atrevido, por favor, no lo veas de esa manera, pero en mi vida había visto una joven tan hermosa.

-¿Es un halago?

-No, es lo que siento.

-Bien.

-¿No te gustan los halagos?

-No, no es por eso, generalmente la gente que halaga no lo hace genuinamente. Pero tú bien lo has dicho, es lo que sientes. Y te lo agradezco, he estado tanto tiempo marginada que estar rodeada de gente amistosa me hace sentir bien. -No quise ser pesado, apenas nos conocíamos. No quise decir más nada y comí en silencio.

Pero fue ella la que después me dijo:

¿Hay feria feudal, hay jardines?

-Sí. Conozco poco, soy también nuevo aquí pero... pero sí, conozco.

-¿Te incomoda llevarme a conocer la feria, los jardines?

-¡Para nada! No te lo pedí yo porque no quería parecer pesado e incomodarte pero si viene de ti es una dicha el poder compartir el tiempo contigo. -Como si me conociera de tiempo atrás me tomó del brazo. Me sentí, ¡je, qué tonto!, no incómodo, intimidado; intimidado por una joven que aparentemente era inofensiva ante la vista de todos.

Me miró y sonrió.

-¿Eres tímido?

-No, no creo que ahora sea tímido, antes sí lo era, pero he tenido experiencias.

-¡Vaya! -dijo Ambar-, así que conoces varias chicas.

-No no no, no experiencia en ese sentido, experiencia en desencantos, en desilusiones, en depositar la confianza y que me... y que me la quiten esa confianza.

-Entiendo. En eso somos parecidos. Mucha gente me ha despreciado -dijo Ambar-, alguno de mi tribu original se ha cruzado conmigo en los bosques y me ha evitado, ni siquiera para preguntarme cómo estaba, qué había sido de mi vida.

-Debe ser difícil.

-No, Edmundo, me adapté, me adapté a lo que soy, y no siento rencor por la que era mi gente porque aprendí que el rencor lo agota a uno.

-Pienso lo mismo. Lo que pasa -me sinceré-, soy más lento en aplicar lo que aprendo, y sigo confiando y sigo confiando. Y ese es mi error.

-No te castigues -dijo Ambar-, el confiar es una virtud. Puedes pecar de ingenuo, de inocente, pero eso habla de que eres buena persona. ¿Te incomoda que me haya tomado de tu brazo?

-Me agrada -respondí. Sonrió. Tenía mil cosas que preguntarle pero recién la había conocido, cómo podía expresar lo que sentía. Sólo le dije-: Me siento muy cómodo contigo.

-Yo también contigo, Edmundo -dijo Ambar. Me parecía estar viviendo un sueño.

Me crucé con Aranet y dijo:

-Estad siempre alertas, estamos dentro del castillo pero estad alertas. -Asentí con la cabeza y seguimos caminando.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 11/03/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

Después de la gran batalla contra el regente fue requerido para ejercer de informador del castillo-fortaleza, que tenía nuevo dueño, regente. No le gustaba el trabajo pero tendría agradables compañías. Pero todo tenía un coste.

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Entidad: No me sentía bien, no me sentía para nada bien. Todo lo que antes me preocupaba, el tema de Chelsea, el tema de aquella otra joven que quería acabar con los lomantes, todo eso pasó a segundo plano.

 

Había visto por el camino la infinidad de cadáveres que había dejado la gran batalla, una batalla que habíamos ganado. ¡Habíamos! Bueno, fui parte de ella, así que puedo decir habíamos. ¿Pero a costo de cuántas vidas, de cuántas vidas? Y si no fuera por Ezeven, que tuvo la magistral idea de traer al hombre alado y los dracons y luego sacudir a Ligor para que se una, y entre los tres dracons prácticamente causaron tantas bajas en las filas enemigas que decidió la batalla. Estoy convencido de que no hubiéramos ganado a pesar de que se unieron los bárbaros, los blancos, los elfos más los soldados de rey Anán. No hubiéramos ganado.

 

Y aparte estaba confundido. Me confundió la actitud de dama Núria, prácticamente reclamaba para sí la fortaleza, y me daba la impresión como que a todos le importaba la conducta de la dama Núria menos al rey Anán, que estaba pendiente de su amada, la dama Marya, de la criatura, del bebé por venir. Todos le decían: "Núria reclama para sí la fortaleza por el hecho de haber vivido tanto tiempo allí prácticamente como dama de compañía disfrazada, porque en realidad había sido una esclava de la princesa, y luego reina, Samia".

Y el hecho de que tuviera escondidos..., en realidad no ella sino Samia, pero ella sabía todos los escondites y pudo conseguir los suficientes metales para pagar a las tropas sobrevivientes y otras que se quisieron unir.

No entiendo porque la criticaban, porque logró hacer de la fortaleza un lugar hermoso, un lugar hermoso con una feria feudal próspera, pero había gastado bastantes bastantes metales dorados en fortificar el lugar, fortificar las murallas, fortalecer las catapultas y armar otro tipo de catapultas con flechas gigantescas de hasta más de cuatro líneas de altura apuntando hacia arriba.

 

Recuerdo que me atreví a preguntarle a Aranet:

-¿Qué función cumplen esas flechas?

-Es sencillo Edmundo, es por si el día de mañana la fortaleza es atacada por dracons. Tenía como mínimo seis lanzaderas, pero había puesto varios galpones con decenas y decenas de esas flechas gigantescas.

 

A los soldados del rey los vi preocupados porque por un lado se veía un lugar próspero, mucho más próspero que cuando estaba la reina Samia, por lo menos así lo comentaban, porque en esa época yo directamente no estaba, pero por otro lado había armado una fortaleza con una defensa muy superior incluso a la del regente Sigmur, y contrataba soldados y mercenarios de distintos poblados llegando a tener, sí, sin dudas, llegando a tener la misma cantidad de gente que tenía el regente Sigmur.

 

Todos comentaban con el rey Anán:

-¿No te sientes amenazado?

-No -respondía Anán-, Núria es una mujer de confianza.

-Entonces por qué todo ese armamento, te supera con creces. -Anán se encogía de hombros, él estaba pendiente de Marya. Su propio hijo, el príncipe Gualterio estaba preocupado, la conducta de ella era bastante bastante extraña.

 

De mi parte me sentía solo porqué Figaret había ido a un poblado a tomarse un descanso mental, al igual que Aksel. Con Aranet no tenía tanta confianza, el mismo Ligor se había marchado con el hombre alado llevando al tercer dracon. El jefe de los blancos dice:

-Ya no hay nada que hacer aquí, nos vamos. -Elefa no, la que comandaba a los elfos decidió quedarse un tiempo más, al igual que Aranet y los bárbaros.

 

Recuerdo que vino un jinete a caballo. Cuando se fue acercando los guardias vieron que era una mujer, abrieron el portón pequeño.

-Estoy buscando a una persona, la dama Núria quiere consultarlo.

Le preguntaron:

-¿Quién es el que buscas?

-Un tal Edmundo. -Me sorprendí, me sorprendí enormemente porque siempre pensé que Núria ni siquiera me tenía en cuenta, no sé si había reparado en mí.

 

La vi a la joven y le dije:

-Yo soy Edmundo. -Descendió de su hoyuman y me tendió la mano.

-Mi nombre es Soledad. -Era de cabello oscuro, un rostro más que hermoso.

Le pregunté:

-¿No sabes qué necesita de mi persona?

-No me dijo.

-¿Es mucho atrevimiento preguntarte quién eres?

-Soy la dama de compañía de la dama Núria.

-¡Vaya! No sabía que te conocía de antes.

-No me conoce de antes, vine de otro poblado buscando trabajo y me empleó.

 

Hablé con el rey Anán, hablé con Aranet.

Me dijeron:

-Sácate la duda, ve. -Y me marché con la joven. La observaba mientras íbamos al galope, diestra en el manejo del equino montaba como si toda la vida hubiera andado en hoyuman.

 

Llegamos a la fortaleza toda amurallada. Ya no tenía forma de castillo. Las torres más altas, fortalecidas. Entramos por un portón y me apabulló lo enorme que era la feria feudal; vendían desde carne, verduras hasta sillones, mesas, sillas hechas de cáñamo. Mi mente estaba en Soledad, era simpática, sonreía, pero a su vez te daba la confianza justa y necesaria. Pero yo sabía ubicarme.

Llegamos y los soldados la vieron a Soledad y nos dejaron pasar

En el salón del trono estaba con ropa de cuero, botas, la dama Núria. Me imaginé que iba a estar con un ropaje elegante. No, para nada. Y al costado portaba una espada.

-Edmundo...

-A sus órdenes.

-Trátame de tú.

-Me cuesta. Dime en qué te puedo ser útil, Núria.

-¿Tú conoces a Figaret?

-Sí.

-¿A Ligor?

-Muy poco he tratado con él.

-¿A Aranet?

-También muy poco he tratado.

-¿Al maestro Fondalar?

-Apreciada Núria, te lo resumo: Muy poco he tratado con todos, he conversado más con Aksel y obviamente con Figaret, que es más que un amigo en este momento. Fue una historia que comenzó mal. Para mí sigue siendo un pillo, pero un pillo que ha salvado tantas vidas... Pero de todas maneras no entiendo qué qué puedo hacer por ti.

-Ser mi informante. -No me gustó.

-Me parece como que un informante es alguien que trae y lleva informes. Para mí un informante es un traidor y yo no voy a traicionar al rey Anán.

-Nadie ha hablado del rey Anán -dijo Núria-. Yo tengo buena relación con el rey, pero sé que hay otros castillos que han puesto la mirada en esta fortaleza. Cuando se venció al regente vieron que tanto esta fortaleza como el castillo de Anán habían quedado debilitados por la cantidad de muertes de ambos lados, y me preocupa que de otros lados miren con codicia y con ambición. Por eso nos preparamos, por las dudas.

Le pregunté directamente:

-¿Y por qué esas flechas, quién te va a atacar con dracons?

-Lo conozco a mi exesposo. Él se ha marchado pero va a volver y no se va a sentir cómodo que yo esté aquí comandando todo esto.

-Ten en cuenta Núria -le dije-, que al fin y al cabo él fue herido por acompañarte.

-Lo tengo en claro -dijo Núria-. Pero yo no preví eso, no lo tuve en cuenta, vimos una joven indefensa y tanto él como yo confiamos. Sé que Ligor está mejor de ánimo por el hecho de haber triunfado, aunque el triunfo yo se lo doy a Ezeven -comentó Núria-, pero en el fondo sigue estando resentido, nadie lo conoce más que yo.

-No me queda muy en claro qué es lo qué quieres.

-Que vayas por otros poblados. Te pagaré con metales dorados. Te harás el sorprendido, comentarás que una tal Núria ahora es la regente de tal lugar. A ver qué opinan.

-No tengo problemas. ¿Iré solo?

-No, hablé con Elefa. Nadie mejor que ella, nadie mejor que ella para acompañarte. Creo que es la mejor persona que conozco con la espada.

-Opino lo mismo.

-Irá con vosotros Soledad.

-¡Es tu dama de compañía!

-Sí, pero no hay ningún juramento, no hay ningún contrato.

-No entiendo a qué te refieres -le comenté.

-Yo fui dama de compañía de la princesa Samia y perdí casi la mitad de mi vida, porque era una costumbre, una obligación el ser casta y pura mientras sea dama de compañía, y no podía romper el juramento. Recién pude estar con Ligor cuando... cuando Samia falleció. Con Soledad no pasa eso, simplemente la tengo como compañía y ella puede hacer a su antojo. Si un día quiere marcharse tiene las puertas abiertas.

-¿Y qué función va a cumplir viniendo con nosotros?

-Es muy buena estudiando a la gente, conoce facciones y gestos de cada uno.

-Disculpa mi atrevimiento: ¿por qué no mandas directamente a Soledad con Elefa?

-Siempre hace falta un hombre.

-¡Je! ¿Soledad maneja la espada?

-Sí.

-Bien. ¿Cuándo partiríamos?

-Si te parece bien mañana por la mañana. Ahora comed algo.

 

Nos sentamos en otro salón al costado del salón principal y nos trajeron abundante comida. Soledad se sentó conmigo. Me preguntó cosas de mi vida. Le comenté. Me preguntó si tenía pareja. Me sentí incómodo.

Le digo:

-No. ¿Y tú?

-No, nunca tuve pareja.

Le digo:

-¿Por qué?, siendo una mujer tan bella y aparentemente autosuficiente, manejas bien la espada.

-He tenido encuentros con personas que han querido propasarse conmigo, y es como que no soy muy confiada en los hombres.

-¡Vaya, estamos iguales!

-¿Tú tampoco confías con los hombres?

-No, no quise decir eso; yo tampoco confío en las mujeres. He conocido y he salido con un par de ellas, una directamente es una burlona que le da lo mismo estar con uno y con otro, y otra con la que no salí pero que me prometía el mundo era una ambiciosa, que cuando descubrí su ambición me lanzó en el rostro su desprecio. Así que sí, estamos iguales. Nos han pasado cosas distintas, contigo se han querido propasar, conmigo moralmente de palabra. Pero no sabría decirte, Soledad, ¿qué es lo que duele más, cuando te traicionan o cuando te agreden?, ¿qué es lo que duele más, qué cicatriza primero? O acaso el daño moral no cicatriza nunca.

Soledad me miró y me dijo:

-Edmundo, con el tiempo todo cicatriza, hasta la herida más profunda. Depende de la persona, de la resiliencia que tenga, del poder de recuperación que tenga, y sabiendo que la vida da siempre oportunidades.

La miré y le dije:

-Me desconciertas, eres tan joven y hablas como si fueras una persona tan madura.

-La vida enseña, Edmundo, la vida enseña. Sé que disimuladamente me has mirado como deseándome, pero no me siento preparada para iniciar una relación. -Me atajé inmediatamente.

-¡Espera, espera! Una cosa es que te mire, porque verdaderamente eres bonita, pero de mí no ha salido ninguna palabra ni de propuesta ni de nada, no te anticipes.

-Está bien, simplemente quería dejar en claro eso. -Hice silencio. Comí, bebí un poco de bebida espumante y no hablé más.

Cuando terminamos de comer me dijo:

¿Has quedado molesto?

-Seré franco: Sí, he quedado molesto. Porque una cosa es ser sincera y otra es decir las cosas de frente con unos modales que honestamente no me agradaron. Yo preferiría ir con Elefa y que tú te quedes con la dama Núria.

Soledad me contestó:

-Ignórame, pero vamos a ir los tres, salvo que quieras volver al castillo del rey Anán y no aceptes la propuesta.

-No no no, la aceptaré, pero no hace falta que conversemos en el viaje.

-Has quedado molesto.

-Sí, he quedado molesto. He quedado molesto porque me da la sensación que me confundes con aquellos que te han molestado alguna vez. Yo soy otro tipo de persona.

-Yo también podría decir lo mismo de ti. ¿Qué sé yo quién eres?

-He conocido distintas mujeres burlonas.

-¿Acaso me ves burlona?

-¿Y acaso tú me ves un atrevido?

 

-¿Qué pasa que estáis discutiendo? -dijo Núria.

-Nada. Directamente me planteó que no espere nada afectivo de ella, y yo en ningún momento le dije nada.

-Es su forma de ser. Acostúmbrate.

-No, no tengo porque acostumbrarme, no tengo porque acostumbrarme. Incluso estoy pensando en no ir, no me siento cómodo. Y honestamente, cuando no me siento cómodo, ¿por qué alargar el momento?

-Te pagaré buenos metales.

-Pueden tranquilamente ir Soledad y Elefa. Yo, honestamente, Núria, no tengo ganas. Y no voy a esperar hasta mañana, cojo mi hoyuman y aunque sea de noche me vuelvo para el castillo de Anán. -Núria se sorprendió.

-Le diré a los soldados que te escolten.

-No preciso escolta.

-Creo que estás enojado y te nubla la mente. Por el castillo puede haber gente que te ataque, en el camino, en los recovecos, cerca del bosque.

-Aprendí a manejar la espada, que me ataquen si quieren. No quiero escolta. Cogí mi montura y me marché. Estaba molesto, pero molesto de por demás.

 

Recuerdo que alguna vez Fondalar me dijo en una de las pocas conversaciones que tuvimos: "El poder de que te molesten se lo das tú al otro".

Y es cierto, me sentía totalmente molesto con Soledad, absolutamente molesto. Y honestamente, no era para tanto. ¿Pero por qué me afectaba tanto, por qué me afectaba tanto? ¡Por favor!

 


Sesión 02/09/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

La entidad y el hijo del rey comentaban con respecto a ser tolerante a las ofensas pero estando por encima de ellas, manteniendo la dignidad, y no prejuzgar mal porque hay gente que brinda el bien.

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Entidad: A veces tengo ideas contradictorias, por momentos pienso como que aquel que está más allá de las estrellas es injusto, si él es quien guía nuestros pasos es como que mi camino estuviera en sombras, como que siempre hay obstáculos, como que siempre hay problemas. Y afectan. Y vaya si afectan.

Por momentos digo, ¿Y si no es así? ¿Y si la gente es así? ¿Y si de repente hay... no sé..., gente que te alumbran como el día y gente que te oscurecen como una noche nublada y que no depende de aquel que está más allá de las estrellas?

Pero cuando tienes acontecimientos seguidos y que no son agradables, es como que te cansa, quedas extenuado física y mentalmente, y por momentos no tienes ganas de hacer nada, de nada, de nada.

 

Esa tarde estaba como melancólico, y digo: Voy a ir a dar una vuelta.

Cogí mi hoyuman y se me acerca otro jinete. ¡Vaya!, nada menos que Bastián, el "nuevo hijo" del rey Anán, el actual príncipe.

-¿Cómo estás, Edmundo? -Me encogí de hombros.

-¡Je! Mira, si no te incomoda el escucharme, tengo mucho para decir.

-Al contrario -respondió Bastián.

 

Llevamos los hoyumans al trote, paramos en un claro, nos sentamos en un tronco. Me miró y puso una mirada interrogante.

Me forzó a sacar una sonrisa y le dije:

-¡Je, je! Estás expectante. Mira, no hay algo puntual. Te habrás enterado del secuestro de mucho tiempo atrás, te habrás enterado cómo nos sometieron, cómo nos torturaron. -Asintió con la cabeza sin hablar, pero yo quería que me responda. Y le pregunté-: ¿Y qué opinas?

Me dijo:

-Opino que la vida es injusta.

-¿En general?

-No, con algunos. Tú, por ejemplo, Edmundo, te fijarás en mí; de repente de buenas a primeras me encuentro que soy el hijo de un rey. Pero he pasado por infinidad de infortunios, sin embargo sigo agradecido a aquel que está más allá de las estrellas. A mi madre te puedo decir que no la conocí, a mi padre lo estoy conociendo ahora. Y en medio del uno y del otro pasé toda mi vida, que es corta porque soy joven, pero he pasado por mucho y sin embargo nunca he dejado de ayudar, con los medios que tenía a mi alcance, a quien así lo necesitara. -Me encogí de hombros.

-Para ti es fácil -respondí-, tú tienes como una especie de don que, no eres un mento, pero es como que calmas a la gente, es como que le transmites armonía.

-Sí, seguramente que sí, Edmundo, ¿pero cuántos tienen dones y los utilizan para someter? He conocido mentos, mentos poderosos quizá tanto como el maestro Fondalar y que sometían a la gente, como me habéis contado con ese tal Zizer. O sea, que no siempre un don la persona lo usa para beneficio de los otros sino para su propio beneficio, no. No es que alguien por tener un don sea afortunado, el don es justamente para que los demás puedan favorecerse de ese don dentro de las posibilidades y o limitaciones de cada uno.

-Está bien -dije-, en mi caso no tengo dones.

-¿Cómo no?, ¿cómo no, Edmundo? Tienes el don de pensar, el don de razonar, el don de entender.

-¡Ja, ja, ja! No pienses que me rio de ti, me rio irónicamente de lo que has dicho, "El don de entender". El don de entender me tendría que permitir ser tolerante, pero yo no puedo ser tolerante con la necedad, con la estupidez. Hay seres humanos a los que les hablas y no sé si no te entienden o no te quieren entender o directamente no te escuchan o directamente te ignoran, y yo eso no lo tolero. Me estoy dando cuenta que estoy perdiendo la tolerancia hasta en las cosas más insignificantes.

Bastián exclamó:

-¿No será que el problema pasa por tu persona?

-¡Ah, claro! O sea, te ponen un palo a la rueda y el problema es tuyo.

-No, no me refiero a eso, me refiero a que quizá pasan cosas pequeñas y tú las tomas como exageradamente grandes.

-Un secuestro no fue una cosa pequeña. Torturas, sometimiento no fue cosa pequeña. He pasado por abandonos, he conocido jóvenes que esperaban algo de mí y luego me han dado vuelta la cara, y más de una vez una joven que quería información de los lomantes y me prometía el gran amor, y fue la gran mentira, la gran desilusión, la gran decepción, la gran... me abstengo de pronunciar palabras negativas más fuertes que las que dije. Me exaspero, me saca de mí. Entonces ese tipo de cosas no las tolero. O de repente se acerca una joven que te trata como un objeto. -Bastián iba a hablar y le hice un gesto con la mano-. Sé lo que vas a decir: "Y bueno, si la joven te agrada déjate usar". No, no pasa por ahí, no pasa por ahí. ¿Y el amor?, ¿y el afecto?, ¿y la verdad?, ¿y la lealtad? Sí, está bien, mientras no dañes a nadie no está mal disfrutar el momento, pero son momentos. ¿No sé si me entiendes?

-Sí -dijo Bastián-, te entiendo perfectamente. Si bien la vida está llena de momentos en realidad tú no te refieres a momentos, te refieres a capítulos, a capítulos que no continúan uno del otro, capítulos que terminan, capítulos que luego quedan olvidados en el tiempo. Y entiendo que tú no quieres eso, tú quieres una continuidad.

-Exacto. Exactamente.

-El tema es que la quieres ya.

-No, no la quiero ya, de hace tiempo que la quiero. De hace tiempo que quiero encontrar, a lo mejor, un amor que me corresponda pero en serio, y en este momento es como que estoy quemado. -Bastián iba a hablar y le hice otro gesto-. Déjame terminar... No me quemó ningún fuego, no me quemó ninguna flama, ninguna hoguera, estar quemado significa estar decepcionado, como que tu alma está quemada, como que tu interior está quemado. Entonces es como que hoy puedo conocer a una joven y se va a tener que ganar mi confianza. ¿Te quedas callado?

-No, no, Edmundo, estaba pensando. A ver, está bien lo que tú dices, ¿pero esa supuesta joven qué culpa tiene? Supón que conoces a alguien merecedora de amor, pero como tú, como has dicho, tienes tu alma quemada, vas a observarla hasta el mínimo detalle y vas a buscar hasta la menor equivocación para señalarla.

-Y sí -asentí-, por supuesto. ¡Qué sé yo!..., hablamos de una persona en especial que no conozco y que de repente aparece en mi camino y qué, ¿voy a abrir mi pecho para que me clave un puñal?

-¿Y si en vez de un puñal lo que te da es una flor?

-Bastián, Bastián, ¿me dices en serio?

-Mira, te voy a contar, Edmundo. He pasado por una situación donde he ayudado a una familia y había una joven que nunca quiso acercarse a mí, no sé si dudaba o pensaba que mis intenciones eran negativas.

-¿En qué sentido? -pregunté.

-Claro, son pocos los que hacen favores sin pedir nada a cambio. A ver, tú por ejemplo, Edmundo, conoces a alguien que de repente te hace un favor, te hace otro favor, otro favor más, ¿tú no pensarías qué busca, qué quiere?, no me está pidiendo nada, ¿qué intenciones tiene? Pero dilo de corazón, ¿pensarías eso?

-Sí -le dije-, pensaría que hay alguna intención oculta o busca sacar alguna ventaja, algún rédito.

-Bueno, así pensaba esa joven. Y mi intención no era sacar ningún rédito. Gozaba dando una mano, pudiendo ayudar. ¿Y qué opinas de esa joven? No la conoces pero por lo que yo te dije...

-Sí, que se apresuró en prejuzgar.

-¿Y en qué se diferencia de ti, Edmundo?

-¿Perdón?

-Claro. Hablábamos de que hipotéticamente conocías a otro joven que quería ser amigo y te ayudaba en distintas cosas y tú rascándote la cabeza pensabas: "¿Qué quiere este, qué busca este?". ¿Sí o no?

-Sí -reconocí-. Tú dices como que a veces puedo prejuzgar. O sea, piensas que mi actitud es negativa.

-No, eso sería un prejuicio de mi parte. Simplemente te estoy diciendo, Edmundo, que no todo el mundo es negativo, que no toda la gente es mala. Quizá la proporción sea mucho menor de la gente que se brinda, pero no puedes señalar a todos como que todos buscan algo, quieren algo, quieren sacar ventaja. A ver, supón que tú encuentras en el camino, hipotéticamente, una bolsa con muchísimos metales dorados que quizá no la podrías gastar en lo que te resta de vida de tanto que es, ¿querrías más?

-No, no, si cada metal dorado vale diez metales plateados y cada metal plateado vale diez metales cobreados, estamos hablando de que un metal dorado vale cien metales cobreados, tendría una fortuna. ¿Para qué querría más? Sería ilógico.

Bastián dijo:

-¿Sería ilógico, no? ¿Sabes cuánta gente querría más? Muchísima. Y no le alcanzaría toda una vida para gastar la centésima parte de todo lo que tendría. Y eso no es todo.

-¿En qué sentido? -pregunté.

-En el sentido de que no son solamente metales. Hay gente que tiene apetito de poder. He conocido reyes que tenían fortuna para cien vidas y querían más, y levantaban los impuestos y sometían a la gente y se llevaban la cuarta parte de lo que recaudaban en la feria feudal. ¿Y para qué?

-¿A dónde quieres llegar?

-Edmundo, la mayoría de los seres humanos son ilógicos, pero no significa que debido a eso tú pierdas tu tolerancia.

-¿Qué me quieres decir, que debo tolerar al necio, al imbécil, al mentiroso, al traicionero? ¿Eso debo tolerar?

-No. Esas personas son tóxicas, como esos hongos amarillos que hay en el bosque negro. ¿Los comerías esos hongos?

-No.

-Tampoco tienes porqué acercarte a esa gente.

-Pero supongamos que esa gente son compañeros de trabajo.

-Conversa lo necesario, habla lo necesario.

-¿Y si critican a mis espaldas a mi persona?

-¿La crítica te va a abrir una herida?, ¿la crítica te va a sacar sangre?

-Ahora eres tú el irónico, Bastián. Por supuesto que no, pero no me digas que no te va a molestar.

-¿Por qué?, no es tu problema, es problema de ellos. Y si encuentras una chica que miente es problema de ella.

-Claro. Pero supongamos que tú no sabes que te miente y empiezas a sentir algo y luego descubres esa mentira. Y no me digas que no vas a sentir dolor en el pecho, no me digas que no vas a sentir malestar.

-El tema es complicado, Edmundo. El tema es, no digo aceptar a la gente como es porque ahí estaríamos hablando de tolerar al necio, pero tampoco te pases al otro extremo.

-Ahora no te entiendo, Bastián.

-Claro. No te subas a un pedestal señalando a todos: Este miente, este traiciona, este te ignora, este es desleal, esta es infiel. Muchos cometemos errores.

-Tú no los cometes.

-¿Cómo sabes?, no conoces nada de mí.

-Tienes el don de poder armonizar a la gente.

-Sí, pero también tengo mi carácter. ¿O acaso te piensas, Edmundo, que yo sí tolero al imbécil o tolero al traidor?

-¿Y qué haces?

-Si puedo me alejo. En lo posible no lo trato. Al fin y al cabo soy un ser humano con errores, con virtudes. Más de los primeros que de las segundas. Pero es la vida la que te enseña. Es la vida la que te enseña y a veces con dolor.

Le respondí:

-¿Sabes lo que pasa, Bastián? Parezco pesimista, pero a veces es como que aprendo más con el dolor que con la dicha.

-¡Pero hay un porqué!

-Acláramelo.

-Con la dicha disfrutas, no piensas, vives el momento. Lo que te hace pensar, lo que te hace hacer un nudo en la garganta, lo que te hace doler el pecho, el estómago, lo que te desgasta es el dolor. Ese es tu maestro.

-¡Pero lo que dices es una barbaridad! No es justo, no es justo. Yo, por ejemplo, ahora he aprendido algunas cosas de ti y tú no me has hecho pasar mi desdicha, mi dolor, ni nada.

-Claro. No hablo de una conversación, hablo de la vida en general, Edmundo.

-¿Y qué tenemos que hacer, agachar la cabeza y someternos ante la vida?

-No, no, tampoco declararnos en rebeldía, un término medio. Por supuesto que ser sometidos no, de la misma manera que no someteríamos a otros, pero tampoco vivir de queja en queja. Y entender que somos importantes.

-Claro. ¿Qué don tengo yo para ser importante?

-Te lo dije al comienzo, Edmundo, el don del entendimiento. Quizá mi frase parezca un poco difícil de entender.

-¡Je, je! Y voy a repetir la palabra: ¡Qué difícil es entender el entendimiento!

Bastián sonrió y dijo:

-Yo la entiendo.

 

Y sonreímos los dos, él con una sonrisa sincera, yo con una sonrisa sincera también pero mezclada con una mueca amarga.

 


Sesión 30/05/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

La entidad relata que en la Federación Sargón deseaba mejorar desde teniente, pero como que tampoco se esforzaba en conseguirlo. Su padre, comandante, tampoco le ayudaba para ir más allá. Y su maestro, un capitán devenido a civil, le dijo que todo dependía de él, que si uno no confía en sí mismo, los demás tampoco van a confiar.

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Entidad: Mi padre fue el que me enseñó Historia de Sargón. Cuando hace muchísimos siglos el imperio reptiliano Mordon atacó la Federación, finalmente el imperio Mordon fue derrotado.

 

Pero tiempo después hubo una rebelión. Un mundo llamado Ferro quiso independizarse, pero de la peor manera, atacando flotas de la Federación. Y también fue vencido.

En el cosmódromo de Sargón, el planeta principal de la Federación, había una estatua de Askardín, el héroe de la gran batalla de la rebelión de Airan en Ferro.

Yo me sentía orgulloso pues me habían ascendido a teniente, teniente Furt Salen. Mi padre era el comandante Jon Salen.

 

Me sentía con muchas dudas, el hecho de ser el hijo del comandante de una de las zonas de Ferro me permitía tener más confianza y contarle como me sentía. Obviamente adelante de los demás le decía mi comandante, a solas no, obviamente.

 Y le preguntaba tantas veces:

-¿No fue apresurado ascenderme de alférez a teniente?

-¿Por qué? -preguntó mi padre.

-Porque no sé si estoy preparado para...

-Explícate, por favor.

-Estoy tratando de comprenderlo yo mismo. No sé si me siento preparado para pilotear naves o sofocar alguna pequeña rebelión o solucionar algún imprevisto, es como que me sintiera inseguro.

Mi padre me respondió:

-Mira, Furt, lo peor que puedes hacer es apoyarte en mí.

-No entiendo.

-Claro. Yo ascendí por antigüedad, no por mérito. Las anécdotas que tengo para contar son pocas, generalmente estaba más en despachos de oficina. Podía coordinar con el holoordenador donde hubiera inminentes o potenciales peligros para enviar tropas... Y sí, soy muy respetado, pero no hice muchos viajes. Además, tengo como cierto complejo.

-Explícate, padre.

-Claro. Nosotros somos de Ferro, donde siglos atrás hubo una rebelión. Y si bien la Federación tiene tantos sistemas planetarios, Ferro siempre es como que allí envía a los desterrados.

-¿Me estás diciendo, padre, que a los que no quieren en Sargón los mandan aquí?

-Generalmente sí. A mí nunca me convocaron a ninguna junta.

-Sin embargo ganas buenos créditos.

-Qué te importa. No pasa por ahí, es por el orgullo o la dignidad, llámalo como quieras. Pero no me siento bien, como que estoy marginado.

-Padre, aquí te consideran que tienes poder de liderazgo.

-Sí, sí, Furt, liderazgo en cuanto a organizar viajes donde en qué sistema podría haber posibles rebeliones. ¿Quieres más pruebas? El que fuera capitán Alexis de Sargón, eliminó a la raza Langar, la raza más peligrosa de la galaxia. En lugar de condecorarlo lo degradaron. Pensé que lo iban a dejar como alférez, finalmente lo expulsaron. Ahora es un civil, trabaja en la otra región instruyendo alféreces, incluso tenientes.

Le comenté a padre:

-Estuve una vez con él, con el que fuera el capitán Alexis. Me enseñó a perfeccionar el manejo de armas, me enseñó a perfeccionar la defensa personal, me enseñó incluso los trucos de los holoordenadores. La tropa en realidad está muy confiada en su instrucción, y es un civil. Pero una vez le comenté, y después me arrepentí de haberlo hecho, porque es un civil y yo soy al fin y al cabo un teniente, le comenté que mi idea era ser como tú, estar en oficina con holoordenadores. Y me contestó:

            -Teniente Salen, el tema es así: Si tú no te animas a salir al espacio siempre vas a quedar encerrado en una oficina. No hablo de que participes de ninguna batalla, te has sacado los mejores puntos en simuladores, ¿pero cuántas veces has manejado una nave, cinco, diez?, no sirve, vas a quedar como teniente.

 Le respondí:

            -Mi padre es comandante y siempre estuvo en oficina...

            Me dijo Alexis:

            -Y si tú quieres esa vida... ¿Por qué quieres esa vida? -Le dije que no sabía.

¿Qué le iba a decir, que me sentía inseguro, que para mí no era una aventura, que para mí era un riesgo? ¿Qué le iba a decir? Al fin y al cabo en este momento es un civil. Sé que le tenían que haber hecho una estatua tan o más grande que la de Askardín, pero bueno, lo degradaron. ¿Y a dónde lo mandaron? Aquí, a Ferro. No le debo ni tengo por qué darle explicaciones. Pero en el fondo, padre, siento como que a veces se me presentan oportunidades e inconscientemente las rechazo, como que después pongo excusas, porque hago tiempo y la oportunidad se la dan a otro teniente. Y yo digo bueno, no era para mí. Pero en el fondo fui yo el que dejé pasar esa oportunidad haciendo tiempo, mirando para otro lado.

Mi padre me dijo:

-No tenemos porqué ser iguales. Yo, a diferencia tuya, nunca miré para otro lado. Directamente no se me presentaron oportunidades cuando tenía tu grado de teniente, ni siquiera cuando fui capitán.

-¿Puedo hablarte como hijo?

-Adelante, pero ten cuidado con lo que vas a decirme.

-Bueno, como hijo en confianza, dejemos de lado el grado.

-A ver. Dime.

-Tú dices que no miraste para otro lado, que directamente no tuviste oportunidades. ¿No será que los jefes no te consideraban adecuado?

-No te pases de listo, hijo.

-Estoy preguntando, simplemente pregunto. No lo tomes como una ofensa, por favor. Por eso digo, dejemos de lado el grado y hablemos como es.

Mi padre, Jon, me respondió:

-Quizá tengas razón. Quizá pensaron que yo era más útil en los holoordenadores programando las salidas al espacio, viendo donde hubiera posibles revueltas. ¡Y vaya si he sido útil, he sido muy útil!

-Bueno, padre, conmigo pasa lo contrario. Ya van dos o tres veces que tengo la oportunidad. Los capitanes no te obligan, te dicen: "Teniente, tiene la posibilidad de ir a tal sistema donde podría haber una inconformidad, y no se trata de sofocarla sino de ver qué es lo que está pasando en ese mundo, de qué se quejan o de qué carecen, porque en la Federación todos somos iguales". Obviamente yo no le digo a mi capitán "Lo pensaré", le digo: "Bien, lo tendré en cuenta". Pero pasa una semana, dos, no le respondo y veo que esa misión se la dieron a otro teniente. Y no pasó una vez sola, en realidad pasaron tres veces, y ahora el capitán es como que casi prescinde de mí. Digamos, no es que no me tenga en cuenta, pero está dudando en qué puedo ser útil. Y eso me pone mal. Ahora, tú, como comandante, ¿qué me recomendarías?

-Te recomendaría que llames a Alexis. Y coméntale. No importa que sea civil, fue uno de los mejores capitanes si no el mejor de la Federación. La tremenda maniobra que hizo con los Langar implantando un virus sin que se den cuenta, un virus que solamente afectaba a esa raza, eso es de héroe.

-Muchos lo acusan de genocidio.

-Hijo, genocidio es lo que hacen ellos, lo que hacían. Invadían mundos, mataban a sus habitantes, comían las reservas que tenían. Cuando el mundo estaba estéril invadían otro mundo, no dejaban seres con vida, no les interesaba. A través de la historia que te he enseñado, hijo, he conocido muchas batallas, pero no matan por matar, algunos lo hacen por afán de conquista, es cierto, como el imperio Mordon en una época, pero no ejecutan a todos.

Le respondí:

-Tampoco es un buen ejemplo el que das porque a los que conquistaban los tenían como esclavos. Pero sí, voy a hablar con Alexis.

-Acompáñame -me dijo mi padre. -Entré a la sala donde él trabajaba. Había cientos de holoordenadores en círculo, holoordenadores que trabajaban algunos con telescopios ópticos, otros con telescopios infrarrojos y otros con sondas ultralumínicas.

 

Y en un momento dado, a cien mil kilómetros de distancia, padre vio un crucero, un crucero gigantesco. Envió datos y no recibió respuesta. En ese momento se vio una luz intensa y un humano de edad avanzada se había teletransportado. Tenía un pequeño casco traductor y se presentó:

-Mi nombre es Brandani, soy un alto jefe de los Antiguos.

Mi padre lo saludó:

-Soy el comandante Jon Salen, y él es mi hijo, el teniente Furt Salen.

 

Lo miramos, era un ser humano moreno, de cabello canoso.

Mi padre le preguntó:

-No es normal que un crucero orbite nuestro mundo sin anunciarse primero.

-Vengo en una misión secreta y espero me ayudéis. Estamos buscando a un traidor.

-¿De dónde sois vosotros?

El hombre que se presentó como Brandani dijo:

-Soy de los Antiguos, un gran imperio, seguramente el más poderoso de la galaxia. Pero este traidor se llevó muchísimos secretos nuestros. Buscamos en distintos mundos y pensamos que puede estar aquí.

-¿Aquí, en Ferro?

-Aquí, en la Federación Sargón.

-¿Cuál es su nombre? -preguntó mi padre.

-Es un reptiloide, se llama Fidis. Y creemos que le dio algunos secretos nuestros a la Federación. Hemos buscado en otros sistemas y nadie sabe de él. Su nombre es Fidis. -Lo miré a padre, padre me miró a mí y ambos disimulamos el gesto.

-No conocemos ningún Fidis. Quizá tenemos un civil, que se llama Alexis, que está en otra región, le podría preguntar, él viene de Sargón capital.

-Bien. Si me ayudan serán recompensados. Venimos en son de paz, si escaneáis nuestro crucero veréis que tenemos todas las armas desactivadas.

 

Lo hicimos y así era.

Brandani, el alto jefe de los antiguos dijo:

-Me marcho, pero por cualquier cosa os dejo la clave para que me paséis por el holoordenador la información que tengáis. Confío en vosotros. Creemos que ese tal Fidis vino a la Federación. -En ese momento su figura se iluminó y fue teletransportado al crucero.

 

Hablé con mi padre en susurro, como si todavía nos estuviera escuchando, y le dije:

-Sé quién es Fidis, está en pareja con la viceministra principal de la Federación. ¿Cómo resolvemos esto?

-Tenemos que dar parte, tenemos que dar parte a la Federación.

-¿Y si del crucero, padre, interceptan la comunicación?

-Tenemos tubos cuánticos con información detallada y encubierta, imposible que se comuniquen. De todos modos está a menos de una hora de viaje. Ve a buscar a Alexis y que nos dé su opinión.

-Así lo haré, padre. -Cogí una nave y me fui a la región de Alexis.

 

Pero luego pensé, ¡vaya, mi padre es comandante y le pide sugerencias a un civil cuyo grado era inferior al de él! ¿Seguiré el mismo camino?

 

Dejé de pensar y marché en busca de Alexis.

 


Sesión 17/07/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

Los Antiguos seguían persiguiendo a un reptiliano que les robó secretos y armas. Supieron que estaba en la Federación Sargón, pretendieron recuperarlo pero la Federación se negó. La entidad relata que fue secuestrado, con docenas de militares, para ser canjeados.

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Entidad: Hablaba con mi padre, Jon.

-Padre, ahora podemos hablar a solas. Siento como que este tal Brandani, de los Antiguos, no quedó muy conforme y...

-Habla, hijo, habla.

-Quisiera que nos trasladaran a Sargón, me sentiría más seguro que aquí.

-Mira, dependemos del gran comando.

 

En ese momento llegó el primer ministro Orius, primer ministro de Ferro.

-Traigo órdenes del gran comandante Oberson, el director de la academia. Aparentemente en el sistema Lenix, en la luna del gigante gaseoso Lauro, volvieron a tener una rebelión los Tébanos.

Mi padre le dijo:

-Tengo entendido que fue sofocada esa rebelión.

-Preparen una nave, vayan con una tropa y vean a ver qué pasa.

 

En ese momento había aproximadamente unos quinientos soldados. Mi padre les comunicó:

-Atención, vamos a ir al sistema Lenix. Tienen dos horas para prepararse, coger el armamento. Los pilotos a sus puestos, los técnicos en holoordenadores también. En dos horas partimos directamente. De a cincuenta van a ser teletransportados al crucero, nosotros dos quedamos para lo último, con mi hijo, el teniente Furt.

 

Todos se teletransportaron y quedamos nosotros dos para lo último. Me extrañó que nuestros cascos eran distintos. Orius, el primer ministro nos dio una explicación:

-Vuestros cascos tienen un nuevo sistema de traducción galáctica, más completo que los cascos anteriores. -Me sentía satisfecho, mi padre también.

 

Y en ese momento:

-Transpórtenos -dijo mi padre. En ese momento sentí una sensación de ingravidad y salimos transportados al crucero.

-Padre, ¿los soldados? -El crucero era inmenso, había un tremendo laboratorio con infinidad de aparatos, aparatos que yo desconocía-. ¿Padre, tú has visto esto?

-No, no, para nada.

 

En ese momento se acercaron cuatro guardias con un uniforme desconocido para nosotros:

-Venid, por favor.

-¿Qué grado tienes tú? -le preguntó mi padre. El hombre no le contestó.

-Venid, por favor. Seguidme.

 

Fuimos a una sala grande, no había ninguna ventana grande que diera al espacio exterior. Una mesa muy muy grande y había cinco o seis personas con un uniforme muy llamativo, aparentemente de alto grado, pero no eran de la Federación. Y tanto mi padre como yo palidecimos cuando vimos que quien se acercaba era el jefe Brandani.

Mi padre se molestó.

-Exijo una explicación, nosotros íbamos a ser teletransportados a nuestro crucero, teníamos una misión en el sistema Lenix.

-Lamento, comandante, esto que puede suceder.

-¿Qué podría suceder?

-No me he ido conforme y lo que podría suceder es que los secuestremos a vosotros. -De atrás dos hombres a cada lado nos desarmaron. Nos revisaron con escáner a ver si teníamos otro armamento oculto. Y no.

-No entiendo -dijo mi padre-, ¿secuestrarnos para qué?

-Para hacer un canje. Un canje con Fidis.

 

Hablé yo. Nunca lo hubiera hecho delante de nuestra tropa porque mi padre era comandante y yo apenas teniente, pero no estábamos adelante de nuestra tropa. Y hablé enojado y exaltado:

-¡Je! Evidente, Brandani, usted es una persona de muy muy pocas luces.

-¿Por qué lo dices, muchacho?

-Soy el teniente Furt.

-Teniente Furt, muchacho o como seas, ¿por qué lo dices?

-Porque nosotros para la Federación no tenemos ningún valor. Está bien, mi padre es un comandante, hay miles de comandantes. Yo soy un simple teniente, hay miles y miles de tenientes y no van a entregarles a Fidis por nosotros.

-¿Pensáis que sois los únicos? ¡Je, je! No sois los únicos. -Palidecí cuando vi a Oberson, el gran comandante, el director de la academia de Sargón.

 

Mi padre le dijo:

-Mi gran comandante, ¿tú también has sido trasladado aquí?

-No por mi gusto, no por mi gusto.

-De todos modos -dijo mi padre-, el gran comandante Oberson, con quien he tratado muy poco, pero las pocas veces hemos conversado en profundidad, se negará a todo tipo de intercambio, aunque no vuelva más a Sargón. -Brandani sonrió.

-¡Je, je! No sois los únicos. Traedlo. -Esposado con las manos a la espalda estaba Alexis.

-No entiendo, ¿de qué le sirve un civil?

-No es un civil, es el capitán Alexis, muy querido por el primer ministro de la Federación Sargón, Will, por haber acabado con los Langar.

-Disculpe, Brandani, la última vez que hablamos era civil.

-Fue una treta. Nos contaron luego de haber hecho el intercambio de materiales para ver que los Langar ya no son ninguna amenaza.

 

Iba a hablar mi padre, pero le interrumpí, estaba demasiado enojado:

-De todos modos, aunque Alexis sea capitán, hay un comandante, hay un gran comandante como Oberson, no van a... Ni siquiera yo, estimo mi vida, pero no soy traidor a la Federación, no nos van a cambiar por Fidis. No entiendo su risa, Brandani, no entiendo su risa en absoluto, no entiendo su risa. Para nada.

-Sois demasiado básicos, por algo somos los Antiguos. Podremos tener armamento parecido, escudos energéticos parecidos. Habéis creado algo que nosotros no tenemos todavía, que es el arma de vacío. Esa no la compartís, esa la guardáis para vosotros, pero no significa que seáis más inteligentes.

 

Habló con uno de los soldados:

-Poned la pantalla grande de holovisión. -En uno de los paneles de la nave una pantalla gigante se encendió y se vio una plataforma-. Esto es en la parte baja de la nave. ¿Qué veis?

-Por lo menos cincuenta personas.

-Muy bien. Esas cincuenta personas son de vuestra tropa, alféreces, tenientes, técnicos. Pudimos interrumpir parte de la teletransportación y por lo menos de vuestra tropa logramos transportar cincuenta. Así que no sois cuatro, sois cincuenta y cuatro. Y ahí sí, ahí sí van a lograr lo que nosotros queremos, que nos den a Fidis.

-No entiendo. Lo que se llevó Fidis fue más que compensado, les dimos nuevos inventos, nuevas armas, un mejor borrador de estelas lumínicas. Han ganado con el intercambio.

-Sí, muchacho o teniente como guste que te llame, pero hay algo que no entiendes: mi honor.

-¿Honor? No, no es honor, Brandani eso es orgullo. Y no es un sano orgullo, es un orgullo negativo alimentado por rencor. Lo que no le perdona a Fidis es que le haya ganado en la táctica de haberse hecho el manso, el cooperar y el poder huir y haberlo dejado mal ante su gente. Eso no le perdona. Su acrecentado ego lo puede.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay, muchacho!, ¿te piensas que lo voy a negar? No, no lo voy a negar, es así, llámalo ego, llámalo orgullo, pero sois cincuenta y cuatro por uno, por Fidis.

-¿Y cómo sabes que no habrá represalias?

-¿Represalias por qué? No hemos torturado a nadie, no hemos maltratado a nadie.

-¿Y Alexis por qué está esposado?

-¡Ah! Porque golpeó a cinco de mis hombres.

-Vaya, evidentemente sus cinco hombres no estaban bien entrenados.

-No caeré en la jugarreta, no me enojaré, y menos con un muchacho inepto. -Sonreí.

-Ahora me quiere sacar de quicio a mí. Ya estoy sacado de quicio, si tuviera la posibilidad lo molería a golpes. Al fin y al cabo usted es una persona mayor, débil, que no entrena.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay, muchacho! No voy a caer en tu juego, no voy a enojarme, acepto lo que soy. Mi molestia es con Fidis. Tú puedes decirme lo que quieras, hasta puedes tratarme de cánido.

-Es cierto, en su mundo los humanos son lo más grande, después los reptiloides, después los felinos y por último los cánidos. Y a eso lo llaman democracia.

-Nadie es infeliz en ninguno de los mundos de los Antiguos, todos tienen estudios, todos tienen atención médica, todos viven felices.

-Sí -respondí-, felices, pero con diferencia de clases. Fidis comentó que les decían los amos... ¿Amos de qué?

-Bueno. Ustedes, los cincuenta que están en la plataforma de abajo y ustedes cuatro son todos humanos, pero en nuestro mundo van a estar en un sector especial, libres pero vigilados, y se les prohibirá hacer actividades a menos que nosotros lo permitamos. No vivirán mal, no les faltará nada, pero no tendrán esa libertad de la que hablan. -Lo miré a mi padre.

Padre se encogió de hombros y le dijo a Brandani:

-Me estoy mentalizando en vivir en vuestro mundo, la Federación no va a entregar a Fidis.

-¿No? ¡Cómo!, ¿no es que la Federación es el símbolo de la igualdad, el símbolo de la democracia? ¿Se creen mejor que nosotros y por un reptiloide común y corriente van a sacrificar a cincuenta y cuatro humanos?

-No pasa por ahí -dijo mi padre-. Tú hablas del honor..., si la Federación cede, ¿dónde estará su honor?

 

-Soldados, lleven a los dos comandantes, al teniente y a ese capitán rebelde a la plataforma, con los otros cincuenta. Hablamos por la radio subespacial y nos comunicamos con la Federación, ya saben que fueron abducidos. Todavía estamos en órbita.

Dije con rabia:

-¿No tiene miedo de que lo ataquen?

-No. Habiendo cincuenta y cuatro militares de la Federación, no. Claro que no tengo miedo. Simplemente me voy a sentar a tomar algo caliente y ustedes irán a la plataforma donde el sistema de vida tiene una temperatura más baja. Y tampoco tendrán sillas ni ningún tipo de asiento, se sentaran en el piso de la plataforma, que es metálico. Total, un poco de frío no les vendrá mal. Nosotros, tranquilos, esperaremos a que teletransporten a Fidis, y los dejaremos en libertad. Y aquí no habrá pasado nada.

 

Me quedé mirando y en ese momento fuimos teletransportados. La tropa se paró y se dirigieron a mi comandante y al gran comandante Oberson:

-¿Qué ha pasado? -Mi padre, Jon, les comentó. Muchos temblaban de nervios o de miedo.

 

Yo estaba tan enojado, tan molesto, que me enojé. Y eso que algunos eran de mi categoría o incluso algunos eran tenientes más antiguos que yo:

-¿Qué les pasa, han ido a alguna batalla de verdad?

Y un teniente me dijo:

-¿Y tú, Furt, has ido, que te haces ahora el hombrecito? -Le iba a dar un golpe de puño y mi padre dijo:

-¡Basta, Furt, modales!

 

Me senté con la cabeza baja. Sentí como me caían las lágrimas, pero no eran de miedo ni de impotencia, eran de ira. Y aprendí que se puede llorar de ira.

 


Sesión 05/09/2023
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Facundo F.

El mando puso al corriente la situación con los lacerta, quienes habían amenazado de atacar todos los mundos de la Federación Sargón. Parecía todo controlado pero tenía dudas acerca de los riesgos si estallaba la guerra.

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Entidad: Lo comenté con otros tenientes.

Les comentaba:

-No soy una persona que vive con rumores, es más, los rumores no me interesan porque generalmente se alimentan de mentiras o de falsas noticias. Pero sí, como vosotros sois amigos míos les puedo comentar que hay algo que no me cierra. De todas maneras ambos capitanes no ocultan nada.

 

Uno de ellos, gran amigo, me dijo:

-No entiendo a que te refieres, Furt.

-Bueno, lo hemos visto por el holovisor central, toda la transmisión. Cuando teletransportaron al jefe lacerta, todos supimos de que la capitana Kirana no tenía aprecio por este supuesto embajador, y ella misma debatiendo con él, porque le había dejado el mando al capitán Alexis, hasta que su impulso la venció y se presentó, y obviamente le dijo que era un criminal de guerra porque habían atacado una base que supuestamente estaba desierta en el quinto planeta de un sistema perteneciente a Sargón, obviamente, una colonia con más de mil personas y que con trajes espaciales salían de la cúpula atmosférica para excavar en las minas.

Los lacerta no sólo atacaron a los obreros matándolos a casi todos, sino que bombardearon la cúpula. No había manera de que miles de personas se pusieran trajes espaciales, aparte no había trajes espaciales para miles de personas. Fue prácticamente un homicidio en masa porque eran todos civiles, los mineros y los de la colonia. Si había soldados eran nada más para cuidar el orden, la seguridad. Y no se hicieron cargo, decían que ignoraban que hubiera gente.

Los visores de cualquier nave pueden ver a cientos de millas de distancia y los visores telescópicos pueden ver a miles de kilómetros de distancia. Más si encima tienen sensores lumínicos, pueden ver hasta la huella de una persona a diez millones de kilómetros. Y la nave lacerta estaba orbitando el planeta, así que no tenían excusas.

Mientras el capitán Alexis debatía inútilmente con el lacerta se presentó la capitana Kirana y directamente le dijo que estaba en calidad de detenido para ir a juicio en Sargón, donde iba a ser transportado.

 

-Eso lo escuchamos todos, Furt -me respondió mi amigo.

Le digo:

-Mira, no voy a ser redundante, pero el lacerta le respondió "No olvidéis que hay un crucero lacerta que puede atacaros". Ignoran que nuestro crucero tiene triple campo de energía, doble campo de energía y un campo de ultragrafeno, ni la más poderosa bomba de protones puede hace mella en un campo de energía así. Y ahí, amigos, insisto, esto no es un rumor, esto lo vimos todos, pero quiero que se preparen mentalmente para lo que pueda venir porque el lacerta dijo: "Está bien, no podremos hacer nada contra vuestro vuestro crucero, pero yo me adelanté y di órdenes al segundo de mi nave que transmita a velocidad ultralumínica a toda la Federación Lacerta que ataque masivamente a todos los mundos de la Federación Sargón, los cuales no van a estar preparados. Me enjuiciarán, me condenaran a muerte, pero vosotros, de la Federación, serán responsables de millones y millones de muertes en los mundos de vuestros sistemas que pertenecen a la Federación, que son quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares".

Inmediatamente el capitán Alexis cortó la comunicación y luego se comunicó en privado con todos nosotros y con los alféreces, explicando que iba a comunicarse por visor ultralumínico directamente con el ministro Brine, quien manda en toda la Federación, solicitando refuerzos a todos los sistemas estelares. No sé lo que le contestó el ministro Brine, pero tengo entendido que la mayoría de los sistemas tienen defensas y tienen bases con soldados de Sargón viviendo pacífica y prósperamente, pero no sé si están tan equipados, no tanto de armamento sino de capas energéticas en sus ciudades como para evitar el bombardeo protónico, porque de nada sirve, apreciados tenientes, la represalia una vez que tenemos millones de muertos, porque podemos provocar más daños en los lacerta, pero entre nosotros, ¿eso va a revivir a los millones de muertos que habrán causado ellos? -Todos se pusieron firmes.

 

Me alarmé. Digo:

-¿Qué pasa? -Y me di vuelta, atrás mío el segundo al mando, el capitán Alexis, a quien ya conocía de Ferro:

-Descansen. Tú también teniente Furt, tú también descansa.

-Pido disculpas porque lo que hablé con los tenientes no es una crítica, por supuesto que no, es simplemente ponerlos al tanto y que estén alerta de lo que puede pasar.

-Tranquilo. He venido a darles nuevas novedades, valga la redundancia. Y digo nuevas porque las novedades que recién contó el teniente Furt Salem fue lo último, pero a cada hora hay novedades, por eso me repetí y fui redundante. El teniente Furt habló con todos los tenientes, tiene razón en lo que dijo, no dijo nada fuera de lugar y entendió perfectamente la situación. El ministro Brine no solamente me respondió a mí...

Lo interrumpí:

-Perdón, pensé que habría hablado con el ministro Will, el primer ministro de toda la Federación.

-El ministro Brine es el tercero después de la viceministro Nubia.

-Disculpe por haberle interrumpido, capitán Alexis... ¿Qué dijo el ministro Brine?

-Bueno, obviamente consultándolo con el primer ministro Will habló conmigo, pero a su vez con todos los comandantes, ayudantes, habló con todos los sistemas estelares de la Federación Sargón y con todas las naves que orbitaban cada sistema de la Federación, porque no dejamos a los mundos solos.

-Mi capitán, permiso para hablar.

-Adelante, teniente Furt.

-Si es así, qué pasó con este sistema, donde tengo entendido que la capitana Kirana aún era teniente cuando sucedió ese luctuoso hecho del ataque lacerta, ¿cómo es que no había una nave orbitando?

-Había una nave orbitando el tercer mundo, teniente, pero cuando llegamos los lacerta ya no estaban, seguramente hubo una especie de descuido de la Federación -y esto que estoy grabando para vosotros también lo va a escuchar el ministro Brine, la viceministro Nubia y el primer ministro Will, porque no oculto nada de lo que os digo-, quizá hubo un descuido porque no se trata de orbitar el planeta principal del sistema, además hay cuatro mundos habitados en este momento: el tercero, el cuarto, el quinto, que vuelve otra vez a ser colonia, y el sexto que también instalaron una pequeña colonia. El sexto no es mundo, es un satélite rocoso de un gigante gaseoso. En este momento todos esos mundos del sistema tienen orbitando naves, pero reconocemos que no tenemos tantas naves porque si nosotros multiplicamos los quinientos cincuenta y cinco sistemas estelares, como mínimo con dos mundos habitados cada sistema, y si contamos que hay como mínimo en otros planetas rocosos o en satélites rocosos en gigantes gaseosos, colonias, estaríamos hablando de que tendríamos que tener más de dos mil cruceros completamente fortificados, y honestamente no los tenemos. Eso es un error. Y como tú has dicho, teniente Furt, antes de que yo llegara, lo mío tampoco es una crítica para la Federación, simplemente es una gran verdad. La amenaza actual es los lacerta, la amenaza anterior eran los langar. Les aclaro que todavía el representante lacerta no ha dado ninguna orden. Aparte, la orden era implícita; si al él lo llevaban a juzgar automáticamente sus segundos daban la orden de bombardear todos los sistemas de Sargón. Yo estoy debatiendo con la capitana Kirana -si bien ella está al mando, obviamente por mi trayectoria tengo voz y voto-, todavía no hay nada decidido. Es más, la estoy convenciendo a la capitana Kirana que haga uso de su sentido común -que como digo siempre es el más común de los sentidos-, y envuelva esos impulsos de odio egoicos y se firme un tratado con los lacerta, y evitaríamos millones de muertes.

Hablé:

-Pero disculpe, mi capitán.

-Sí, teniente Furt, escucho.

-No es justo, es un criminal de guerra. -Me tomó del hombro amistosamente.

-Furt, quiero que me entiendas. Hay millones y millones y millones de vidas en riesgo. ¿Acaso tú no has pensado lo mismo que yo y lo hemos dicho? ¿De qué sirve luego la represalia de matar a millones de ellos, va a revivir a nuestros muertos esa represalia?

-No, no.

-La opción es lo que le dije a Brine, lo que le dije a la viceministro Nubia, lo que le dije al gran ministro Will, es hacer una tregua, después se verá. Estoy en visor abierto, esto que hablo con vosotros lo están escuchando no sólo en el puente de mando sino que también en todas las plataformas, en todos los camarotes privados e incluso lo están escuchando los alféreces. Así que seguramente, mi querida amiga, la capitana Kirana, entenderá qué es lo más sabio, firmar un tratado o bien esperar a firmarlo y dejarlo marchar. Y veremos otra oportunidad cuando los ánimos estén más calmados. Me retiro.

-¡Atención! -exclamé en voz alta. Todos los tenientes se cuadraron-. Saludo uno al capitán Alexis. Se retiró. Saludo dos: Descanso.

 

Mi amigo, uno de los principales tenientes, me dijo:

-Vaya, parece que te has puesto a cargo, ¿o es por ser amigo personal del capitán?

Sonreí y le dije:

-No te burles. No, no somos amigos, nos conocimos en Ferro, nos tratamos muy poco, estuvimos encerrados en una nave de los Antiguos. Hemos pasado por algunas cosas, pero no, no somos amigos.

-Pero te tiene confianza. Te trató de tú, Furt, y te puso la mano en el hombro. Debes estar orgulloso.

-No. No puedo decir orgulloso porque eso sería ego de mi parte; me siento honrado, me siento muy honrado. Y eso sí se lo haré saber a mi padre, al comandante Jon Salem.

-¡No te digo! -me dijo mi amigo-, estás acomodado, tienes a uno de los mejores si no a uno de dos mejores capitanes de la flota como amigos y encima eres hijo de un comandante, ¡ja, ja, ja! Bueno, para compensar invítanos a todos a un refresco. -Lancé una carcajada.

-Tenemos nada más media hora, si nos apuramos tomaremos algo. Pero no, no me toméis por tonto, cada uno de su propio crédito paga su bebida.