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Psicoauditación - Francisca |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 26/02/2020 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 14/01/2021 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 15/02/2021 Gaela, Betty Sesión del 05/04/2021 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 31/08/2021 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 17/09/2021 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 17/06/2022 Aldebarán IV, Ervina Sesión del 14/12/2022 Gaela, Francisca Sesión del 15/12/2022 Gaela, Francisca Sesión del 25/01/2023 Gaela, Francisca
Sesión 26/02/2020 Llevaba tiempo sin salir de la academia y se decidió a encontrar a su hijo. Viajó al castillo del rey Anán, donde se preparaba la resistencia para un ataque del reino vecino, pero se preparaba también algo que nadie sabía.
Entidad: Me había quedado en la academia que habían fundado Émeris y su pareja, Fondalar. Me llevó tanto tiempo encontrar a mi hijo Ezeven y ahora él se había ido para el castillo del rey Anán. Me dijeron "Aquí estarás protegida", quedaban varios estudiantes. Pero, honestamente, me sentía sola. Sin desmerecer a los jóvenes, me atendían, me preguntaban si quería tal o cual comida. Yo trataba de incomodar lo menos posible "Lo que comáis vosotros como yo. Lo que toméis vosotros tomo yo". Pero me atendían bien.
Eso no me terminaba de completar mi ser. Y les dije: -Disculpadme, pero voy a ir al castillo donde fue mi hijo Ezeven. Se acercó uno de los jóvenes más avanzados, César, y me dijo: -Te acompañaré. -¿Sabes usar una espada? -pregunté. El joven sonrió simpáticamente y dijo: -Soy mento. O sea, puedo de alguna manera dominar en el caso de que hubiera un ataque pequeño. -Y marchamos. Un hoyuman cada uno, alforjas... Llevábamos bastante bastante agua en las cantimploras para atravesar el caluroso desierto. El joven César me dijo: -Ervina, cuando lleguemos al bosque ya saldremos de este calor insoportable.
El viaje no se me hizo largo, pensaba en todo lo que iba a conversar con Ezeven. Y pensaba en mi persona, en las cosas que no me atrevía a hacer antes, en las cosas en las que fui permisiva con mis relaciones, en no haber entendido a mi hijo en sus comienzos cuando estaba creciendo, el no encontrar una relación estable de pareja. Las dos relaciones que tuve no..., no me maltrataron pero no me comprendieron, terminaron demostrando su egoísmo, sus dudas, sus... egocentrismos, ¿no? Y por otro lado el hecho de encontrarme sola me hubiera gustado el ser útil, no tener que depender. Por las noches dormíamos -con el joven César- escondidos entre la maleza del bosque, y el joven siempre atento, al menor ruido estaba alerta. Recuerdo que de día le preguntaba: -¿Pero tú duermes? -Sí, señora Ervina, duermo, simplemente que al menor chasquido o que una rama se corte o que hubiera un animal cerca o un ave ya me despierto.
Pero estuvimos bien, no hubo ningún incidente en el camino y finalmente avistamos el castillo. Veíamos vigías en las torres. César levantó la mano saludando. Abrieron el portón grande y se asomaron varios de los estudiantes mentos, que reconocieron a César. Los soldados nos dejaron pasar. Pregunté a uno de los soldados: -¿Por qué sois tan pocos? -Ya os informará el rey. -Estaba intrigada, el palacio estaba semidesierto. Miré para el costado, al patio de armas, había varios soldados, pero me sorprendió que también había muchos bárbaros. Finalmente nos encontramos en el palacio principal con el rey Anán. Me abrazó y me dijo: -Te felicito por el hijo que tienes. Gracias, estimado César, por acompañarla. -Me volvió a mirar el rey Anán y me dijo-: Pensé que ibas a venir tiempo atrás con todos, con tu hijo, con Émeris, con Fondalar. -Me encogí de hombros. -Dijeron que en la academia, que antes había sido una fortaleza iba a descansar. Pero de verdad que extraño a Ezeven, ¿dónde se encuentra?
Me puso al tanto de lo que sucedía. Un mento muy poderoso llamado Zizer se había aliado con una mujer muy negativa llamada Randora y ya habían atacado el castillo y luego se habían replegado. Y ahora la mitad de los soldados, los más entrenados, habían salido con mi hijo, con Fondalar, con Aranet, con Ligor a tender una trampa si volvían los malvivientes a atacar. Le pregunté y quién eran los bárbaros. Me dijo: -Responden a Aranet. La mitad de ellos quedó en el territorio de Aranet, en la isla Baglis, y la otra mitad aquí para fortalecer el castillo ya que muchos de los soldados se han ido a tender una trampa para cuando vengan de nuevo los atacantes.
Me prepararon comida caliente. César se juntó con sus compañeros, previo saludarme. Me abracé con Núria, me abracé con Émeris. Me sentí más tranquila. Me enteré que el rey había tenido un hijo con su actual pareja Marya. De verdad que lo felicité y me puse muy contenta y deseándole que experimente toda la felicidad que yo no pude experimentar cuando Ezeven era pequeñito. Y luego pude andar sola por los pasillos, me gustaba caminar, recorrer el lugar, y si bien las paredes del castillo eran muy gruesas, no eran esas paredes finas de las casas de los granjeros. Sin embargo el castillo tenía como ecos y escuché una conversación de un tal Orlok, que hablaba con otros bárbaros. -¿Sabes? -le dijo a otro compañero-, mira el lujo que hay acá, falta que veas monedas de oro tiradas por las escaleras, y nosotros allá en la isla Baglis apenas tenemos para comer. Aranet es igual a nosotros, lo que pasa que él quiere aparentar lo que no es. Podríamos perfectamente saquear otras aldeas y llenarnos de metales plateados y dorados, pero no, quiere que nos comportemos. ¿Qué hacemos acá?, ¿qué estamos cuidando? Cuidando el dinero de otros. El otro le comentó: -¿Y qué quieres que hagamos, Orlok? Tenemos que obedecer las órdenes de Aranet de ayudar al rey Anán. Orlok dijo: -¿Por qué?, ¿para qué?, ¿qué ganamos en todo esto y cómo sabemos que ese tal Zizer no los va a vencer?, qué sabemos si van a caer en la celada, por qué arriesgar la vida. No nos pagan, los soldados cobran aunque sean unas migajas. Nosotros, ¿qué?, porque tenemos buena comida y buena bebida, no me siento libre. ¿Tú te sientes libre?, ¿vosotros os sentís libres? -No -dijeron la mayoría-, pensamos como tú. -Y entonces, ¿por qué no tomamos el castillo y nos apoderamos de todo el dinero? Varios de ellos dijeron: -¡Pero qué dices, Orlok, estamos hablando de matar! -Estamos hablando de inmovilizar a los soldados; si alguno se resiste, sí, matarlo, el resto dejarlos atados indefensos. Los nobles no se resistirán, son afeminados, ni saben pelear. Una vez que venzamos a los soldados... Otro le dijo a Orlok: -Está bien. Supongamos que tenemos suerte y nos hacemos de un enorme botín, ¿qué pasará cuando vuelva Aranet en el caso de que ganen? Orlok se encogió de hombros: -¿Tú piensas esperarlo? Si tenemos ese botín nos vamos, nos vamos para el sur, para donde sea. La gente estará inmovilizada, los nobles no dirán nada. Si el rey se opone no hablo de matarlo, pero lo atamos.
Me quedé helada. Me quedé helada pensando en lo que estaba por hacer esta gente, esta gente que según tengo entendido eran leales a Aranet, pero su codicia podía más. Le tendría que contar..., le tendría que contar a Émeris y a Núria. En ese momento se escuchó un ruido detrás mío y una mano me tapó la boca. -¡Orlok, una espía!
Se acercó Orlok. Era impresionantemente alta su figura, un rostro muy fiero, atemorizante. Me dejaron con una mordaza en la boca en una habitación, por lo menos no me mataron. No era la única que estaba en la habitación; atada y amordazada había una de las cocineras que seguramente también había escuchado. Cerraron la puerta y pusieron una traba, apenas había una débil luz de un ventiluz, miraba la cara de pánico de la cocinera. No me imagino los bárbaros conteniéndose, pensaba que si los soldados se resistían los bárbaros acabarían con ellos. Pensar que vine al castillo del rey Anán a ver a mi hijo... No sólo no estaba si no que me encontré en medio de un complot para tomar el castillo y robar el oro.
Esa era mi vida. Pero no me interesa hacer papel de víctima, simplemente quiero decir que mi camino siempre estuvo lleno de altibajos. Gracias por escucharme.
Sesión 14/01/2021 La entidad se pregunta el porqué de ser cómo somos y de actuar cómo actuamos en el plano físico. Elucubra que todos somos distintos y abordamos las cosas de diferente manera. Pero no podía estar tranquila, estaba preocupada por la batalla que se cernía sobre ellos.
Entidad: Como thetán muchísimas veces me he preguntado a mí mismo por qué encarno en tal o en cuál lugar, o qué familia elegimos. En realidad no es tan así, a veces depende del plano físico. Si bien nuestras decisiones para encarnar se deciden en microsegundos no significa que nos equivoquemos, generalmente lo hacemos para aprender, para tener determinadas experiencias, siempre para el bien. Lo que no sabemos qué nos tocará en suerte. Puedo encarnar en una vida con un hermano gemelo. ¿Esto significa que en el plano suprafísico había otra entidad espiritual con la que combinamos encarnar juntos en una misma gestación? No necesariamente; puede haber otra entidad espiritual a años luz de distancia suprafísica y por una causalidad conceptuamos encarnar al mismo tiempo en el mismo lugar. Hay una frase de una alta entidad angélica que dice: "Todo es por algo". Quizá sí o tal vez no. Hay cosas que se dan por causalidad, pero muchas también se dan por azar. Pensaréis "¿No es que todo está dentro de Eón y dentro de Eón no existe el azar? Pero tampoco olvidéis que Eón nos brinda el libre albedrío divino, y ahí cabe el azar, no es que haya una vida preparada no, no lo hay.
Cuando encarné como Ervina no me imaginaría que iba a tener un hijo tan noble, tan bueno y tan infeliz en su infancia, de la cual yo misma me hago responsable en el rol de Ervina. Pero dicen que el buen metal cuando se templa no se quiebra sino que justamente se transforma en un excelente metal, y eso es lo que pasó con Ezeven.
Recuerdo que como Ervina había vuelto a lo que llamaban la academia de seres especiales, ya sean mentos o con otras habilidades, pero había algo dentro mío como un instinto que me decía "Quiero volver al castillo del rey Anán nuevamente, algo se debe estar gestando".
César, el joven mento que me había acompañado la primera vez me dijo: -Señora Ervina, no podemos aportar nada allí y podemos aportar mucho aquí, en el instituto. -No creo que pueda aportar nada aquí mientras esté pendiente de lo que podría suceder allí. Como que aquel que está más allá de las estrellas me dijera mentalmente "Ve, puedes ayudar". -Obviamente no la dejaré ir sola -dijo César, el joven mento, que ya me había acompañado la vez anterior.
Y tras larga travesía nuevamente regresamos al castillo del rey Anán. Tanto César como yo percibimos, cuando llegábamos por el camino principal, que había seres tanto en el lado izquierdo que da al espeso bosque como al lado derecho que da a las rocas, gente agazapada. Pero percibíamos amistad, por lo tanto estaban emboscados esperando a otro enemigo. Y le susurré a Cesar: -Me imaginaba que algo estaría pasando.
De las torres nos reconocieron y abrieron la puerta pequeña. El propio rey Anán, su esposa, Émeris y Núria me dijeron: -Ervina, no has llegado en buen momento. Le dije: -Yo creo que sí si puedo aportar algo de mi parte. De alguna manera tengo dotes de mento, igual que el querido Cesar que me acompañó.
Me abracé con mi hijo. Me dijo: -Madre, repito lo que dicen las señoras, no es buen momento. -Siempre es momento. -Comimos, tomamos un zumo de frutas, hablé con Émeris y con Núria, el joven Cesar se quedó conversando con Fondalar. Les pregunté: -¿Ese personaje que está allí bebiendo jugo de parra es un gnomo? -Sí -sonrieron-, se llama Olafo. -¡Qué interesante, nunca había visto un personaje así!
Me explicaron lo que pasaba, de que había un regente que se había apoderado del reino que antiguamente había pertenecido a la reina Samia, donde Núria había servido tantos tantos tantos tantos ciclos de su vida. -Por algo vine, aquel que está más allá de las estrellas es como que me conceptuó en mi mente que algo pasaba. Sé que es poco lo que puedo aportar, mi mente es pequeña comparada con la de mi hijo, comparada con la tuya Émeris o la del maestro Fondalar, pero quería estar aquí. Pensaréis que soy inconsciente, que tomo decisiones apresuradas, pero estoy más tranquila aquí ante la inminente batalla que estando tan lejos, en la academia, ignorando qué podía pasar. -Cálmate, cálmate, todas vamos a ayudar -dijo Émeris.
Me comentaron que el guerrero Ligor estuvo al borde de la muerte porque cayó en una trampa y lo acuchillaron, y sus órganos estaban a punto de colapsar cuando el gnomo, ese personaje estrafalario, con unos conocimientos alquímicos le dio un par de bebidas y lo repuso casi por completo. Pero ahora no estaba con el resto, se había encerrado en una habitación a pensar.
Aranet se acercó y dijo: -Ligor estuvo a punto de morir. Ahora está meditando y optamos por dejarlo tranquilo. -Me interesó hablar con el pequeño gnomo que supuestamente era un alquimista. Me acerqué a él y lo saludé, era bajito. Y me miró. -Sé quién eres. -¿Cómo sabes? -Eres la madre de ese joven de mirada misteriosa. Lo sé. Vi como lo abrazabas. -Me dijeron que salvaste a Ligor. -Así es -dijo Olafo. Así se llamaba el gnomo. -¿De dónde eres? -¡Oh! Estuve andando toda mi vida, mi vida es mucho más larga que la vuestra. Conocí a una señora hace muchísimos ciclos, pero muchísimos, llamada Areca. -¡Areca! Areca es el mismo nombre que una anciana que trabaja con determinadas cosas. -Puedes decirlo -dijo el gnomo-, ¡je, je!, trabaja con plantas sanadoras, la conozco desde hace muchísimo, de cuando era joven. -¿Pero qué edad tienes? -pregunté. El gnomo dijo: -No lo sé. Sé que a lo largo de mi vida muchos humanos han nacido y han muerto, quizá sea un don de mi raza tener una vida larga, como tenéis vosotros, los mentos. -Claro, pero no tan larga. Me comentó: -Areca se crió en un valle, tenía una maestra que se llamaba Felipa. -¡Vaya! -Evidentemente todos tenemos maestros. Pero claro, Areca tenía un corazón. -Todos tenemos un corazón -le dije al gnomo. Me respondió: -Lo digo en otro sentido. Se enamoró de Fidel, un labrador, y se marchó con él despidiéndose de su maestra Felipa. El hombre poco tiempo después falleció. -¿Y ella no volvió luego al valle? -No -me dijo el gnomo-, pero supe que la maestra Felipa murió y su hija, Casimira, fue la nueva líder. Areca llevó semillas de las plantas sanadoras y puso detrás un pequeño huerto. Cuando la conocí tenía un guilmo que la protegía, entiendo que luego cuando el guilmo se fue más allá de las estrellas tuvo un feroz lobo. Entiendo que ahora es una anciana, pero sé que todavía tiene vida por delante. -Coméntame eso de la alquimia, por favor. -Hay leyendas sobre los ancianos que saben de alquimia, incluso los que me han enseñado a mí, que jamás voy a dar su paradero porque hay gente que busca poder a través de la alquimia cuando la alquimia es sanación, es aprender a hacer preparados con plantas e incluso con algunos minerales en la porción justa, en la porción exacta. Sé que tú conoces al gran maestro Fondalar, él mismo tenía pequeños polvos sanadores pero no en la poción exacta como para mejorar los órganos del guerrero mal herido. Lo miré y le dije: -Con todo lo que has vivido, pueden pasar dos cosas: Que seas un tonto que no has aprendido nada o que seas un sabio y que sepas muchísimo. Desde su pequeña estatura Olafo se rió y me dijo: -Mira, Ervina, ¡je, je, je!, ¿sabes lo que he aprendido de esta vida? A disfrutarla. Un poco me molestó su respuesta. Le digo: -He pasado por muchísimas cosas, me he alejado de mi hijo por malas elecciones y por suerte lo he recuperado, y he recuperado su afecto. En realidad su afecto no lo había perdido nunca pero yo pensaba que sí. No era una buena madre, pero luego es como que hubiera pagado mi deuda con mis actitudes. Pero no considero que uno deba venir al mundo a divertirse. El pequeño gnomo me dijo: -¿Por qué no?, ¿por qué todo tiene que ser drama? -Porque hay una batalla inminente y veo que tú te sientas y bebes jugo de parra y comes puerco, y no te preocupas por otra cosa. -¿Ah, no? El hecho de que yo llegara permitió que el guerrero Ligor viviera, he salvado una vida. ¿Qué han hecho otros más que impacientarse y subir veinte veces por día a la torre a ver si se aproximan los enemigos? ¿Qué gano con hacer eso? -Por eso te diviertes bebiendo. -No me hace nada, no soy como los humanos que beben y se caen dormidos. ¿Por qué todo tiene que ser de una manera, apreciada Ervina? ¿Por qué todo tiene que ser así o no? ¿Por qué no podemos divertirnos y por qué no podemos a la vez comprometernos con la vida? ¿Por qué tenemos que tener una manera de ser? -Es muy sencillo -le respondí-, porque no podemos tener varias personalidades, no nos funcionaría bien la cabeza. -No hablo de varias personalidades, hablo de adoptar distintas actitudes. En este momento, ¿qué gano con preocuparme, aturdir mi mente? No. ¿Piensas que el jugo de parra la aturde? Para nada. Preocúpate por el ahora, preocúpate por el momento. -Me quedé pensando, y entendía que a veces me preocupaba demasiado.
Recuerdo que una vez, Émeris, a quién verdaderamente admiro tanto, me dijo: -No, Ervina, no hay que preocuparse, hay que ocuparse. Preocuparse es ocuparse antes de tiempo sin saber lo que va a pasar. Cuando llegue el momento de actuar actúa, si no te desgastas física y mentalmente y no sirves para nada, ni siquiera con tus dones.
Me acordaba de esas sabias palabras: Ocuparse, no preocuparse. Y muchas veces en la vida como Ervina y en otras vidas, me he preocupado en vez de ocuparme. No comparto lo de un Maestro de Luz que dijo: "Bástale a cada día su afán", es mucho más complejo que eso, muchísimo más complejo. Pero mi carácter, mi personalidad, mi manera de ser no me permitiría estar en un sillón tomando zumo de frutas, obviamente sin alcohol, dejándome estar, esperando que los acontecimientos lleguen a mí. Envidiaba la manera de ser del gnomo, tranquilo como si nada pasara. Una sola vez lo vi inquieto preguntándole a uno de los soldados si su cabra había comido alimento balanceado. Y por dentro me reí, dentro de la tensa situación esperando una inminente batalla, se preocupaba por su cabra.
¿Por qué encarnamos dónde encarnamos? ¿Por qué encarnamos cómo encarnamos?: Por libre albedrío. ¿Por qué encarnamos con determinadas personas? Por libre albedrío. Y a veces lo que planificamos no sale, porque como dice un excelso Maestro "A veces depende de nuestros mayores, los que encarnaron antes que nosotros, y que cuando somos pequeños nos dicen lo que tenemos que hacer, que no es lo que nosotros planificamos desde lo suprafísico. Si somos estables, thetán y parte física, a la larga vamos a lograr nuestro cometido. Pero la mayoría zozobra en el plano físico no logrando cumplir con lo que vino a hacer". No estoy de acuerdo con la gente que encarna únicamente para pasarla bien y divertirse, porque por otro lado la vida no es así, veo mucho sufrimiento en muchos lados, mucha inestabilidad psicofísica en muchos lados. Yo no tendría el temperamento del gnomo de dejarme estar a ver qué pasa y actuar en su momento, pero estar permanentemente pendiente te desgasta, te degasta tu físico, te desgasta tu mente, te carcome por dentro y entonces eres una inútil porque no le sirves a nadie. ¿Y por qué? Porque primero tampoco te sabes servir a ti misma. No es fácil vivir, pero viviendo, el que presta atención aprende. Gracias por escucharme.
Sesión 15/02/2021 La entidad relata vivencias de una vida en Gaela. Por un intercambio de estudiantes se le iba, se quedaba sin novio, tendría que adaptarse. Tenía amigos que la ayudarían.
Entidad: He encarnado en muchos mundos, he pasado por distintas situaciones adversas otras no tanto, pero cada una de ellas me ha dejado huellas en mi interior, lo que llamáis engramas. Pero me voy a remontar a una vida de hace cien mil de vuestros años, en un mundo gemelo a Sol III llamado Gaela.
Mi nombre era Beatrice Ronet, me decían Betty, era hija de Moris y Silvy. Mis abuelos eran de fortuna, pero mis padres, ¡je, je!, podría decir que eran ricos venidos a menos. Éramos de Amarís, intolerable vivir allí porque imperaba la Orden del Rombo y toda aquella persona que no compartía esa religión era discriminada. Entonces mis padres vinieron a Plena, al sur del nuevo continente, cuando yo tenía cuatro años. La fortuna que les quedó, tanto papá Moris como mamá Silvy la invertían en la bolsa de valores. Eran buenos invirtiendo, sabían qué empresas podían subir las acciones, y cuando percibían que alguna empresa se iba a pique en seguida se desprendía de esas acciones. Y ganaban dinero, ganaban bastante dinero.
Me dieron una buena educación, en una escuela privada primaria y en una escuela privada secundaria. En la escuela secundaria siempre me saqué muy buenas notas y allí fue donde conocía a Mario, Mario Abregú, porque por causalidad, porque nada es casualidad todo es causalidad, era primo de Jorge. Y ahora voy a explicar qué es la causalidad.
Como dije antes, mis padres eran muy ricos pero venidos a menos, habían perdido bastante fortuna en Amarís. Incluso donando a la Orden de Amarís para ser bien vistos, ¡je, je! nunca les reconocieron nada. Y en Plena pudieron invertir y recuperar parte del dinero, pudieron comprar una buena casa con varias habitaciones, con dos baños. Cerca del centro de la ciudad, pero más en la parte norte, que era la parte rica de la ciudad, Ciudad del Plata, la capital de Plena. Y a papá Moris le interesaba mezclarse con la gente de fortuna, más que nada para aparentar. ¿Si tenían modales? No, pero eran buenos en cuanto a mímica, sabían imitar. Entonces aprendieron modales por la fuerza, empezaron a ir al club hípico y se hicieron amigos de uno de los matrimonios de mayor fortuna, los Clayton.
Y aquí viene la causalidad: Jorge, primo de Mario Abregú, que fue mi compañero de la escuela secundaria, era Clayton, hijo del matrimonio que mis padres se hicieron amigos. Pero Jorge era una persona distinta, era independiente de sus padres, de joven, ya de adolescente le dejaron manejar fortuna. Incluso sus abuelos le habían dejado fortuna, y a diferencia de sus padres, Jorge la hizo crecer. Hasta podría decir que Jorge Clayton tenía más fortuna que sus propios padres.
Pero no era como ellos, no iba al club hípico para aparentar, para mostrarse sino más bien una persona dadivosa que donaba en fundaciones, en hospitales, en centros comunitarios. Y aún así, con todo lo que donaba, su fortuna no decrecía porque sabía hacer buenos negocios, invertía con una tremenda intuición en negocios que le rendían el ciento por ciento.
Mario era más humilde. A pesar de ser primo de Jorge la familia era de mucha menor fortuna. La mamá de de Mario era hermana de la mamá de Jorge, por eso el distinto apellido. Porque en Plena tenían un sólo apellido, el apellido paterno. Pero Mario era muy buena persona, le encantaba estudiar, le encantaba crecer, le encantaba ser alguien en la vida.
Y empezamos a salir como novios y verdaderamente me gustaba: Moreno, quizá no tan alto como Jorge, pero de buen físico. Su papá no se llevaba bien con su madre. Cuando Mario Abregú cumplió los quince el papá se alejó, nunca más se supo más de él, y la madre de Mario al poco tiempo empezó a salir con un hombre más joven que ella llamado Juan. Mario no lo consideraba un segundo papá, lo consideraba un amigo, no era mala persona, pero Mario pensaba que la situación no iba a durar mucho. Sin embargo la relación duró, por lo menos en el tiempo en el que yo estoy contando este relato. Dos veces se alejó Mario de mí, una vez porque en una de las provincias había un estudio de grado, de vacaciones. Y yo le comentaba: -Mario, pero aprovecha las vacaciones, vamos a la playa, vamos a la costa. -No, están haciendo un estudio de grado que me interesa muchísimo, porque es mi materia y me van a dar un diploma. -O sea, que casi todo el verano, los tres meses, se la pasó en el interior de Plena estudiando. Nos llamábamos muy poco, yo no sabía nada de él, incluso me trabajaba la cabeza pensando que en la provincia salía con otra joven.
Finalmente volvió, pero volvió distinto, como más ocupado en el estudio. Había colgado en su habitación el diploma enmarcado. Orgulloso me decía: -¿Te das cuenta, Betty, te das cuenta lo que rinde el estudio? Le respondía: -Me encanta, pero creo que en la vida tenemos que tener tiempo para todo, tiempo para estudiar, tiempo para comer, tiempo para dormir, tiempo para disfrutar, y me da la impresión como que no has disfrutado el verano. Mario se molestaba, me decía: -¿Pero Betty, a qué le llamas disfrutar, a hacer de tonto en una playa?, ¿a estar en el agua en el océano? Yo disfruté estudiando. -¿Y de noche qué hacías? -le pregunté. -Me hice de amigos y amigas. -¡Ah! ¿Y qué pasó con esas amigas? -Y Mario se molestaba. -¿Acaso piensas que salí con alguien? Yo respeto la relación. Y tú, ¿qué has hecho en Ciudad del Plata, has conocido muchachos? -Obviamente que no. Es decir, sí, en el club hípico he conocido gente, pero nos reuníamos en un grupo. Y antes de que te fueras a la provincia a estudiar, cuando salíamos del colegio, ¿por qué no venías al club hípico con nosotros?, estaba Paula, Cuca, Pocho... Nunca te has juntado con nosotros, incluso las veces que Jorge Clayton, tu primo, ha ido al club hípico tú no querías ir. -No me interesa, me interesa estudiar. -Quiero que me entiendas, Mario, yo te felicito, yo misma tengo buenas notas, y tú lo sabes, pero trato de tener equilibrio en mi vida. -¡Je, je, je! A ver, Betty, ¿qué es equilibrio para ti? -Equilibrio es eso, no estar quemándome los sesos las veinticuatro horas del día estudiando y estudiando y estudiando. -Bueno, yo tengo un diploma que tú no tienes. -¿Y me lo echas en cara? En la secundaria nos vamos a recibir el mismo día. -¿Y? ¿Y eso que tiene, te crees mejor que yo? Lo que está hablando es tu complejo de inferioridad -dijo Mario. -Discúlpame, discúlpame, pero yo no tengo ningún complejo -le expliqué-, ningún complejo. Para nada, para nada en absoluto. Yo no me siento ni menos ni más que nadie. Antes de conocerte a ti salí con un joven, Roberto, yo estaba en primer año, yo era una niñita prácticamente. La relación duró unos meses, no pasó de unos besos. Pero él se jactaba de que tenía varias novias. Yo me reía porque digo: "Es un chiquilín, es un tonto". Y resulta que lo vi después por la calle besándose con una chica, y a los tres días besándose con otra chica. Y no me gusta callarme las cosas, y se lo dije.
Le digo: -Roberto, yo no soy juguete de nadie. -Tienes dos opciones -me dijo Roberto-, o me aceptas como soy o te marchas. Le digo: -Hagamos una cosa: ¿En lugar de marcharme yo porque no te vas a pasear tú? -Se lo dije de una manera grosera. Pero me miro con una mirada llena de sarcasmo y se marchó.
Mario me preguntó: -¿Y has sufrido? -Era una niña, ni siquiera una adolescente. Me molestó su soberbia. Todavía está, Roberto Sanders, ¿lo ubicas? -¡Ah, sí! -dijo Mario-, pero me parece una persona muy infantil. O sea, las jóvenes lo tienen catalogado como un niño algo crecido. ¿Y ese es el que salía con varias niñas?, porque lo que es ahora ninguna joven le presta atención. -Bueno -exclamé yo-, se cosecha lo que se siembra. -No, no creo en eso -dijo Mario-, no creo en eso. Creo que directamente él ya tenía esa manera de ser. Y cuando eran jóvenes, a los trece años, las chicas no se daban cuenta de que él era un infantil, pero cuando tienes dieciocho años ahí te das cuenta de si la persona verdaderamente es una persona madura, crecida o es una persona que vive en una infancia, en una infancia tonta. -No entiendo la palabra infancia tonta -le comenté a Mario-, pienso que cuando somos infantes somos felices. -Betty, ¿qué te pasa hoy, tienes pocas luces? Infancia tonta le llamo a que las personas que no han crecido.... -Tampoco tienes por qué insultarme con lo de pocas luces -le dije-. Tú y tu diplomita colgado en tu dormitorio me parece que te han llenado de humo la cabeza. -Esa frase no la entiendo coloquial. -Quiero decir que tu ego te está manejando.
Así y todo seguimos saliendo un tiempo, hasta que finalmente se le dio una propuesta de hacer un intercambio estudiantil: -El mes que viene me voy. -¿Un mes?, ¿más?, ¿menos? ¿No te irás tres meses otra vez como el verano? -Me voy un año. -¿Y nosotros? -¿Y nosotros, qué?, me voy a estudiar, no voy a tontear. -¿A dónde? -A Mágar. -¡A Mágar, al viejo continente! -La verdad que me quedé sorprendida-. Pensé que teníamos una relación. Mario me dijo: -Mira, Betty, yo tengo interés por ti. Si tú tienes interés por mí, un año pasa rápido. Así que si lo deseas me esperas, y si no haz tu vida. -¡Je, je, qué simple qué haces las cosas! -le dije. -Ahora eres tú la irónica. -¿Y qué quieres, cómo quieres que te responda? A todo esto, ¿qué dice Jorge, tu primo? -Él no se mete en mi vida. De todos modos está de acuerdo, al fin y al cabo él fue el que hizo los arreglos. -Me quedé paralizada. -Así que un intercambio estudiantil. O sea, ¿que un joven de Mágar viene para aquí? -Sí, un tal Nándor. -Bueno. Pero me dijiste que falta un mes para que te vayas. -Sí, pero me voy a dedicar a estudiar bien las costumbres de Mágar. O sea, que en este mes nos vamos a ver menos. Sentí como un impulso y le dije: -Mira, si quieres este mes te dejo tranquilo y estudias bien las costumbres de Mágar. Yo, total, tengo amigas y amigos en el club hípico. -Como quieras. Y ahora se me hace tarde porque tengo que ir a estudiar. -Estudia, estudia, estudia. -Lo dices irónicamente. ¿Acaso tú no estudias, Betty? -Sí, yo estudio. Y el estudio es bueno en la medida justa, todo es bueno en la medida justa. En casa tengo una biblioteca pero no estoy las veinticuatro horas del día leyendo. -Mario Abregú se encogió de hombros, me dio un beso en la mejilla y se marchó. Me toqué la mejilla y dije: "Seguramente vendrá otro desengaño". Porque él acostumbraba a besarme en la boca. Pero bueno, es cuestión de resignarse.
Me fui para el club hípico y me encontré justamente con Jorge Clayton. Le digo: -Jorge... -Le conté lo de Mario. Me dijo: -Mira, Betty, es una oportunidad que se le presenta. -Jorge -exclamé-, no lo digo por eso, lo veo como distante, como alejado, creo que debo resignarme. -Mira, Betty, no digas nunca esa palabra, resignarse es como bajar los brazos. -¿Y por qué voy a luchar? -No no no no, Betty, yo no te hablo de luchar, te digo que no te resignes, te digo que te adaptes. -A ver, ¿me explicas la diferencia? -Claro. Resignarse es como si fueras una barca sin timón que estuviera a merced de las olas. Adaptarse es sobrevivir, es adaptarse a la situación: estás en una barca, tienes timón y lo manejas tú. ¿Lo entiendes o no?, porque te has quedado callada. -Sí, lo entiendo. O sea que debo adaptarme a estar sola. -No. La forma que te expresas, Betty, es como derrotista. Vive la vida, como hago yo: Vamos al club hípico, nos juntamos con amigos... -Eres raro, Jorge. -¿En qué sentido, Betty? -A veces te veo con cara de desprecio por los amigos del club hípico. -Son compañeros, no son amigos. Amiga puedes ser tú, Pocho. Lo que no me gusta de Pocho que sea tan lisonjero, es como que él trata de quedar bien con todos. -Lo que pasa, Jorge, que tú tienes tu carácter, es como que nadie se impone a tus ideas. -No, Betty, no es así, nadie se impone a mis ideas simplemente porque mis ideas son claras y concisas. Pero yo tampoco impongo ideas a nadie, yo simplemente tengo un punto de vista y me aferro a ese punto de vista. Pero no soy un tipo caprichoso, si alguien me plantea un punto de vista más lógico, más coherente lo acepto, sino sería un necio. ¿Tú me ves necio? Me dice: -Eres una buena niña, ¡je, je!
Jorge me apreciaba mucho pero yo sabía que no despertaba en él ningún otro sentimiento. En realidad él tampoco despertaba en mí un sentimiento, le tenía un enorme afecto como amigo. Pero verdaderamente es como que yo siempre pensaba en Mario. Pero me tuve que adaptar, como dijo Jorge Clayton. Al mes, Mario se fue a Mágar y vendría otro joven en el intercambio.
Adaptarse... No es fácil adaptarse a las circunstancias. De palabra todo el mundo lo dice, en los hechos creo que ni un diez por ciento lo lleva a cabo. Y todavía estoy siendo generosa al decir un diez por ciento. Gracias por escucharme.
Sesión 05/04/2021 La entidad estaba presente cuando la regente de la fortaleza Sigmur declaró sus intenciones al rey Anán y a sus guerreros amigos. El mensaje estaba dado. Mientras tanto festejarían el nacimiento de un nuevo príncipe en el reino.
Entidad: ¡Qué extraña que es la mente humana! Extraña al punto tal de no entendernos a nosotras mismas.
Por un lado estoy más que contenta desde que mi pequeño, que ya no es pequeño, ya es un hombre, se había ido de casa. Ahora, por fin, en el castillo del rey Anán puedo dialogar con él. Me contó un montón de cosas, cómo sobrevivió haciendo actos que la gente no entendía en los circos ecuatoriales, en los distintos teatros.
Pero por otro lado me siento sola, pero no en el sentido de afectos, sé que todos los que me rodean sienten afecto, y es recíproco yo lo siento por ellos, pero me refiero a nivel de pareja. Mis dos parejas es como que me defraudaron y yo sigo a la espera de encontrar el verdadero amor, ¿no? el amor que te enseña amar, porque amar va mucho más allá de unos besos, de caricias, de intimidad, es una comunión interna que es muy difícil lograrla. Y obviamente me daría pudor hablarlo con mi hijo Ezeven. Lo podría hablar con Émeris, ya no con Núria porque está en su fortaleza y es como que se alejó, o es como yo lo siento.
Pero vino una nueva alegría, se había organizado una enorme fiesta, había nacido Baltar, el segundo hijo del rey Anán con su esposa Marya, absolutamente sano, bien, y Marya perfecta. Ezeven me dice: -¿Lloras, madre? -Hijo, hijo, tú que tienes tantos dones, ¿cómo no entiendes que se puede llorar de alegría? -Me abrazó, me estrechó en sus brazos. -Madre, me alegra de que estemos juntos. -Hijo... ¿Qué puedo decir de mí? Tengo alegría de estar contigo, con seres por los que siento un enorme afecto y veo que en todo el reino hay una enorme felicidad, ya quedó todo atrás el tema de la batalla con el regente Sigmur. ¿Sabes cuánto hace que no descanso espiritualmente?, ¿sabes cuánto hace que no estoy en tensión nerviosa?
Abrieron las puertas de la parte sur y llegó Aranet con sus bárbaros, con su leal segundo, Aksel. Los bárbaros, bien entrenados, saludaron y marcharon directamente con sus hoyumans al patio de armas a juntarse con los soldados. Era como una comunidad, bárbaros y soldados mezclados conversando como grandes compañeros. ¡Qué hermoso, qué hermoso todo!
Subí a la habitación de la ahora reina Marya y lo vi al bebé. Le digo: -Hermosa dama, si tuviera que decir quién es más bello, si Baltar, si Benjamín, yo diría que los dos. -Ervina, gracias por estar. -Gracias por permitirme estar. -Eres bienvenida siempre. Es más, no preciso decírtelo. Haz de cuenta, pero de verdad, no lo digo de una manera formal, lo digo informalmente, haz de cuenta que estás en tu casa, no tienes que pedir permiso para nada, puedes ir a la cocina servirte lo que desees, la jefa de cocina y sus ayudantes ya saben. Y te felicito por tu hijo, fue un héroe. -Me sentí halagada pero a su vez con pudor. Marya, como adivinándome el pensamiento, me dijo-: Ervina, no tengas pudor, es un héroe, ha dado vuelta a la batalla. Sé que también participó Ligor pero la iniciativa fue de tu hijo, exclusivamente de tu hijo. -Me acerqué y respetuosamente le di un beso en la mejilla y me marché otra vez hacia abajo.
Los vigías alertaron, del otro lado venía una tropa de cien soldados. Le pregunté a Aranet: -¿Quién es? -Apreciada Ervina, aparentemente es Núria. -¿Viene a la fiesta? -Obviamente está enterada, tiene espías por todos lados, pero no me gusta. -No entiendo, Aranet. -No me gusta que venga acompañada de cien soldados, no tiene porqué, aquí no corre ningún peligro. -Me quedé a un costado y vi que mi hijo Ezeven, Aranet y el maestro Fondalar salieron por la puerta norte, por el portón pequeño y recibieron a Núria.
El que habló fue Aranet: -Tú eres bienvenida. Núria dijo: -Obviamente. Formé parte de este castillo, que prácticamente es como si fuera mi segunda casa. Aranet respondió: -Y si es así, ¿por qué vienes con cien soldados acompañándote? -Es mi guardia. ¿Acaso tú no has venido con tus bárbaros? -Es distinto. Mis bárbaros conocen al rey Anán prácticamente desde siempre, tus soldados la mayoría son mercenarios contratados. Honestamente, no los conozco. -¿Entonces? -Entonces tú puedes entrar, ellos pueden acampar afuera o volver a tu fortaleza. -Aranet -exclamó Núria-, primero tú no eres quien decide aquí, que yo sepa el rey es Anán. -Atrás nuestro se escucharon unos pasos y Anán se puso al lado de Aranet, de mi hijo y del maestro Fondalar. -Apoyo las palabras de mi gran amigo: No conozco a tus soldados. -¿Qué pueden hacer cien soldados, piensas que los vamos a invadir? -Para nada -dijo Anán-, pero esto es una fiesta íntima. -¡Je, je, je! -sonrió Núria-, ¿íntima con los bárbaros?, ¿qué tienen ellos mejor que mis soldados? El rey dijo: -Como comentó Aranet, los conozco, a tus soldados no los conozco. Y no tiene sentido que estén compartiendo comida con mi gente. Tal vez con el tiempo, si entablamos relaciones. -Núria frunció el ceño todavía montada sobre su hoyuman. -¿Si entablamos relaciones?, pensé que yo era parte de ustedes. -Lo eras -dijo el rey-, hasta que decidiste apartarte y te guareciste en tu fortaleza. -Entiendo, no soy bienvenida. -No, estás tergiversando a propósito mis palabras -dijo Anán-. No es así, simplemente tú eres bienvenida. Ellos pueden acampar afuera. -Esto es un desprecio -espetó Núria-, un enorme desprecio. No va a quedar así. Por primera vez habló Fondalar: -Cálmate, Núria. Me resulta incómoda la palabra, las palabras "No va a quedar así". Si puedes completarlas... -Las ofensas se pagan. -Explícate -continuó Fondalar-, ¿cómo piensas cobrarlas? -Si no nos dejan pasar dejarán de ser amigos y pasarán a ser enemigos. Fondalar dijo: -Creo que estás un poquito fuera de lugar. Nadie te está atacando, simplemente estamos diciendo de que no conocemos a esta gente. Puedes venir tú, tu consejera Soledad, y el resto puede esperar. No hay problema, les daremos provisiones, pero al castillo no pasan. -¿Lo dices tú o lo dice el rey? Anán dijo: -Lo decido yo. Respaldo lo que dijo primero Aranet, respaldo lo que dice ahora el maestro Fondalar. Habló Ezeven, mi hijo. Y le dijo: -Estimada Núria, tú tienes lo que tienes gracias a mí. Núria respondió: -También estáis todos vivos gracias a ti. ¿Y? Pero ya está, pensé que éramos una unidad. Ezeven dijo: -¿Una unidad?, eres tú la que se ha marchado. Comparto lo que dice Aranet, mi maestro Fondalar y el rey Anán. -A partir de ahora -dijo Núria-, seremos enemigos. Si el día de mañana precisamos algo no lo pediremos, lo tomaremos.
Por primera vez lo vi al maestro Fondalar molesto, como que su paciencia había llegado al límite. Y le dijo: -Mira, Núria, esto me suena a amenaza. En este momento estoy en el pleno control de mis dones, soy un mento como Ezeven y como su mamá; por más tropa que tengas no puedes hacer nada. Entonces caen mal tus amenazas. Núria dijo: -¿Y acaso no cae mal que nos rechacen? Habló Aranet: -Vuelves a tergiversar las palabras, nadie te está rechazando. Tú misma te has apartado, vienes con gente que no conocemos. Eres bienvenida a quedarte el tiempo que sea, pero los demás que te cuiden la fortaleza. -No. Me doy cuenta que han mostrado su verdadero rostro, ese rostro amigable que nunca fue tal. Se sacaron la máscara, están mostrando que son todos unos hipócritas.
Habló Fondalar: -Te disculpo tus palabras porque no estás bien. -¡Je, je, je! ¿Yo no estoy bien? ¿Acaso habéis sufrido lo que sufrí yo?, la mitad de mi vida. Tú mismo, Fondalar, sabías que había dado la palabra, una palabra de nuestros ancestros y que Samia me la hizo cumplir al pie de la letra. El mismo Ligor en lugar de esperar tanto, ya que Samia lo nombró caballero, ¿por qué no habló con ella y le dijo "Libérala de la promesa? Fondalar dijo: -No es un tema mío ese, es un tema de Ligor. -Pero tú no hiciste nada, fuiste pasivo, fuiste permisivo con el error. -Tú tampoco te has quejado. A veces has salido del castillo a hacer compras, nunca te comunicaste con nadie diciendo cómo te sentías, cómo estabas. Ni con Ligor, ni conmigo, ni con otros. Soy un mento pero no soy adivino. Después que pasó todo vinieron tus quejas. Es más, todos nos enteramos cuando tuviste la disputa y luego la separación con Ligor, antes lo tomábamos como algo normal. Entonces, ¿cómo podemos ayudarte si tú nunca pediste auxilio? -Era evidente. -No, era evidente para ti, no para nosotros. No podemos estar en todo. -Está bien. -Tomó las riendas, dio media vuelta y le dijo a los soldados-: Vámonos, aquí no nos quieren y dejan de ser nuestros amigos. -Se dio vuelta y le dijo a Fondalar-: Tú tendrás dones, pero nosotros tenemos catapultas que pueden lanzar piedras ardientes a cientos de líneas de distancia.
Habló Aranet: -¿Te das cuenta?, cada vez son más grandes tus amenazas. Pero no te olvides -continuó Aranet-, que toda acción tiene una reacción. Espero que la cosa no pase a mayores. Y si te vas, vete, porque verdaderamente no me siento bien, mis nervios me afectan al estómago. -A mí también -dijo Fondalar-. Me siento mal y no quiero estar con un mal semblante en la fiesta de un nacimiento, así que vuelve por dónde has venido. -Núria se marchó con sus soldados.
Yo estaba pálida. Le dije a mi hijo: -Ezeven, ¿qué va a pasar ahora? -Madre, tranquila, tranquila, festejemos, es un nacimiento. Este angelito, Baltar, va a traer dicha, ya la trae. El rey Anán lo abrazó a mi hijo. -Gracias por tus palabras. Y lamento todo esto. No... Me siento como descolocado, no entiendo qué le pasa a Núria. Honestamente, no lo entiendo. Aranet lo tomó por el hombro a Anán y le dijo: -A ver Gualterio -Hacía rato que no le decía Gualterio, su nombre original, por eso le puso Gualterio a su hijo más grande-, a ver si empiezas a servir bebidas y despejamos un poco la mente. ¿Qué os parece a todos? -Nos parece bien.
Vino la niña Ciruela. -¿Me serviréis algo? La miró Aranet: -Sí, un zumo de frutas. -¡Ah! Ya soy grande. -¡Je, je, je! No, no eres grande todavía. Zumo de frutas para la niña. -Puedo hacer arder cuerpos. -Lo que sea, pero el licor te va a hacer arder por dentro. No. Insisto, zumo de frutas. -¡Ja, ja, ja! -La niña se abrazó a Aranet.
Pero yo todavía estaba con una tensión nerviosa tremenda. Le dije a mi hijo: -Me voy a preparar una tina con agua caliente y me voy a cambiar de ropa, me quiero distender un poco. -Ve, madre -me dijo mi hijo.
Hablé con una de las damas de compañía y me iba a preparar la tina con agua caliente y de vuelta me había puesto a pensar en mis parejas que me habían defraudado. Pero bueno, mi vida continuaba. Sé que necesitar no es el verdadero amor, alguna vez me lo explicó el maestro Fondalar, pero bueno, yo necesitaba a alguien que verdaderamente me ame y me acepte como soy. Gracias por escucharme.
Sesión 31/08/2021 Todos reunidos en el castillo de Anán decidieron ir en busca de los piratas que secuestraban gente. La entidad, no era guerrera pero poseía dones que podían ayudar en el combate.
Entidad: A la primera que escuché fue a Émeris: -¡Ervina! Ervina, fíjate. -Subimos a la torre y nos fijamos. -¿Quiénes son esos jinetes? Émeris me miró: -Son ellos. La miré: -¿Cómo los puedes distinguir a tanta distancia? -Los presiento, los intuyo -me respondió Émeris. Aranet y Dexel estaban regresando con los jóvenes, con el príncipe, con Rebel y con Edmundo. La dama Mina quería salir a recibirlos-: Espera -le dijo Émeris-, espera que entren.
Lo llamaron urgente a Olafo, al gnomo, que ya había curado las heridas de Dexel y del otro muchacho estrafalario al que le decían el arlequín, Figaret. Le dije a Émeris: -Los veo bien. -No, no. Fíjate, fíjate en Rebel. -Abrieron el portón pequeño del lado sur y entraron pasando por el patio de armas. Desmontaron. Los soldados los recibieron jubilosos, pero ninguno hablaba, todos callados.
Émeris habló con su esposo. Y el maestro Fondalar salió al patio: -Veo que no estáis bien -comentó-. Olafo, ocúpate principalmente de Rebel, no lo veo bien, ha perdido bastante sangre. -Los observó a uno por uno, vio que el príncipe estaba bien, por lo menos físicamente. Y Edmundo. Aranet con el brazo vendado y la venda con sangre. Y Aksel apenas podía moverse, le costaba caminar. Fondalar dijo-: Tienes una herida en el muslo y se te ha vuelto abrir, me doy cuenta porque tienes dos tipos de vendas, una nueva y una vieja. Olafo enseguida se ocupó, y dijo: -Aranet está bien pero a Aksel va haber que volver abrirle la herida, ponerle uno de los polvos que tengo y volverle a coser con una sutura mucho más fina. -Aksel asintió con la cabeza.
El rey Anán estaba enojado, molesto, prácticamente no se hablaba con Aranet como responsabilizándolo de que hayan raptado a los jóvenes. Se dirigió a su hijo: -¿Cómo estás? -El joven Gualterio no hablaba. -Quiero ir a mis aposentos. -¿Estás herido? -Quiero recostarme. -¿Pero te sientes mal? -No quiero hablar. -El rey Anán estaba desconcertado. Le preguntó a Edmundo: -¿Qué le sucede? -Mi rey, no sabría decirle, majestad. Está en un estado que me desconcierta. Pero la pasó muy mal, todos las pasamos mal. Habló Rebel, el que estaba más lastimado de los tres y con una doble herida. Y balbuceando le dijo al rey: -El peor que la pasó fue Edmundo. No su hijo, mi rey. Edmundo fue torturado de alguna manera y sin embargo está firme, sólido como una roca. -Pero entonces, ¿qué le pasa a Gualterio? -Mi rey, no sabría decirle. Por primera vez el rey se dirigió a Aranet. -Explícame. -Lo mismo que dijo Rebel. En el camino hablé con los dos porque Gualterio directamente no habló, está quebrado. Y te puedo asegurar que fue el menos torturado de los tres. Si te fijas en Rebel está malherido y ahora lo va a atender Olafo. En el caso de Edmundo comentó que fue sometido y pudo degollar a su secuestrador. El rey preguntó: -¿Atacaron la base de los secuestradores? -No, pudieron escapar. Y nos cruzamos en el camino e inmediatamente vinimos para aquí.
Olafo se encargó de Aksel, de su herida en al muslo, y se encargó de Rebel. De todas maneras todos estaban golpeados con varios hematomas, el rostro lastimado. No eran heridas graves pero apenas podían moverse, fue una hazaña que hayan llegado hasta aquí.
En el almuerzo, Aranet comentó la odisea, ellos también fueron atacados varias veces. Y en la última pudieron haber muerto. Tuvieron que tener dos días de reposo para otra vez poder cabalgar. Y a duras penas, hasta que se encontraron con los jóvenes que habían logrado huir del campamento pirata.
La dama Mina no se despegaba de Aranet. El rey tenía un rostro sombrío preocupado por su hijo, por su estado mental, estaba como ido, como desganado, no quiso almorzar. Émeris se dirigió al rey y le dijo: -Déjame a mí. -Logró que el príncipe Gualterio tomara un poco de sopa con fideos y cereales. Le dije: -Émeris, sé que tú también eres una menta como lo soy yo, ¿de alguna manera has influido para que beba esa sopa? -No, simplemente tuve paciencia. No obligaría mentalmente a hacer algo que no quiera aunque sea a favor de él, salvo que esté en riesgo su vida, lo que no es el caso. -El joven príncipe tomó la sopa y se recostó y durmió.
Edmundo, por el contrario, que había pasado muchos más dramas, se sentía inquieto: -Esto no va a quedar así, iré a buscar a Malacara. -Pero de repente se recostó en un sillón, se tomó el estómago y sentía retortijones, y hasta dolor en los pulmones. Se acercó el maestro Fondalar: -No estás bien, ya teníamos planeado salir nosotros. Edmundo lo miró: -¿A dónde, maestro? -Iremos a Puerto Grande, acabaremos con la cabeza de todo esto, con Malacara. -Iré con vosotros. -No, no, no. Iremos personas que tenemos dones, nos va a ser más útil. Ezeven vendrá conmigo. Ahí salté yo: -Si va mi hijo voy yo. Fondalar me miró: -Ervina, quédate, nos retrasarás. -¿Te olvidas que yo también soy de descendencia mento? Puedo ayudar. -Está bien -concedió el maestro Fondalar-, vendrás con nosotros.
Ezeven ya estaba preparando los hoyumans, las cantimploras, las alforjas. Edmundo dijo: -Si sois mentos, ¿para qué lleváis espadas? -Siempre llevamos espadas. -Yo también llevaré una. Preparadme -pedí. -¿La sabes usar, Ervina? -me preguntó Fondalar. -Sí, he practicado bastante, he pasado por mucho, me costó muchísimo encontrar a mi hijo. Sé todo lo que ha hecho desde que era niño, ha trabajado en circos, en ferias ecuatoriales. Ha pasado por mucho y ha salvado muchísimas vidas, es una excelente persona y estoy orgullosa de él. Y me siento mal porque sentí como que de chico lo abandoné. -Deja de pensar eso, Ervina -me pidió el maestro Fondalar. La niña Ciruela dijo: -Iré con vosotros. -No -negó Fondalar-, eres una niña. -Te olvidas mi don, puedo mentalmente hacer un fuego de esos piratas. Y mirad lo que tengo: esto me lo hice hacer con el jefe de los herreros del palacio. -Miré y vi que tenía una especie de malla metálica que la protegía de las flechas y que era justo de su talle. Fondalar hizo una media sonrisa, la miró a Émeris: -Iré con la niña, también. -Mi amor -a Émeris-, tú te quedarás aquí y te encargarás de todo. -Lo miró a Anán y le dijo-: Acabaremos con Malacara. -¿Y mi hijo? -Dale tiempo, dale tiempo. -Podrías observarlo con tu don, a ver qué le pasó. -No, ahora no, estamos por partir.
Fondalar lo miró a Aranet: -¿Iras para la isla? -No, me quedaré aquí -respondió Aranet-, esperaré a ver cómo evoluciona Dexel, Aksel. Esperaré a ver cómo evoluciona Rebel y esperaré a ver qué le está pasando al príncipe Gualterio. Ahora que Aksel está en reposo -continuó Aranet-, tú, Edmundo, serás mi segundo. -Es un honor, señor. -Nada de señor, dime Aranet. ¡Vaya que te has endurecido en esta tremenda odisea!
Por la tarde partimos. Ensillamos los equinos, las alforjas, las cantimploras con agua, botas especiales para aguantar los caminos pero lo suficiente blandas para que no te lastimen lo pies. Y salimos con el maestro Fondalar, con mi amado hijo Ezeven y con la hermosa niña Ciruela. Cuatro personas con dones, con dones especiales para acabar con Malacara y su gente. Nos alejamos del palacio del rey Anán y estábamos todos en silencio, hasta la niña Ciruela. Solamente una vez la niña me preguntó: -¿En qué piensas Ervina? -Seguramente vamos a tener que quitar vidas, nos transformamos en jueces condenando. La niña, sabiamente, dijo: -¿No es peor qué ellos acaben con vidas inocentes? Los tres jóvenes podían haber muerto o podían haber sido esclavos de por vida. -Asentí con la cabeza.
Y pensaba "¿Pero quién es una para decidir la suerte de los demás?". Pero después pensaba "¿Y quiénes son los demás para decidir la suerte de una?". Recorrí tantos caminos buscando a Ezeven, he conocido tanta gente que en realidad no he conocido a nadie porque eran desconocidos, y muchos difíciles de confiar, prestos a traicionar, prestos a engañar, prestos a... a someterte. Entonces mi seguridad se basaba en que tenía dones de origen mento y podía con mi mente someter a esas personas a nivel mental. ¿Pero y qué pasaba con las otras jóvenes con las aldeanas?, ¿con las campesinas que eran asaltadas en el camino y violadas, ultrajadas, incluso muertas? ¿Qué mal habían hecho? ¿Dónde está la justicia entonces, dónde está la justicia de aquel que está más allá de las estrellas? O es indiferente a lo que pasa aquí en Umbro o estamos al azar.
Recuerdo que cuando era muy niña, muy muy niña, había un anciano que me comentó que muy muy al sur cerca de Krakoa había una isla muy muy pequeña con habitantes felices, pero esa isla tenía un volcán que entró en actividad matando a todos sus habitantes. No murieron a manos de otros seres humanos, murieron a manos de la naturaleza. ¿Hay culpables? No. ¿Hay circunstancias? Sí. ¿Pero qué aprendemos de todo eso?, ¿cuál es el aprendizaje de la vida entonces? Sabemos que hay gente buena, muy buena. Sabemos que hay gente mala. Sabemos que hay gente indiferente... ¿Está mal acaso pensar en una, en estar bien? ¿Es egoísmo eso, o es supervivencia o es instinto de subsistir? Y os aseguro que no soy una persona pesimista, no soy una persona pesimista, para nada. Yo no sólo quiero lo mejor para mí, quiero lo mejor para todos. Pero cuántas veces me he cruzado con gente egoísta, indiferente que habla a tus espaldas, que te critica. Entonces tú eres la tonta para ellos porque eres buena, porque en este mundo si eres buena eres tonta. Entonces, ¿tienes que ser mala para que te aplaudan? Jamás. Jamás caería en esa.
Me sentía sanamente orgullosa de cómo era y de todas las lecciones que había aprendido, pero era lo suficientemente coherente para entender todo lo que todavía me faltaba aprender. Cada aventura es una historia y cada historia es un aprendizaje. Sin ninguna duda es un aprendizaje.
La niña Ciruela, que era tan inmadura en edad, en el camino me decía: -El hecho de que tengamos dones, vosotros de mentos y yo ese don de producir un fuego interno en la gente, no es ventaja ni siquiera que yo tenga mi malla metálica cubriéndome el dorso, de doscientos pasos de distancia escondidos tras un árbol pueden dispararnos flechas con veneno en las puntas y acaban con todos en un instante. Por eso, Ervina, tenemos que estar alerta, más alerta que nunca.
Y yo me sorprendía porque esas palabras no las decía un adulto, las decía una niña, una niña que maduraba antes de tiempo por haber perdido a su familia, una niña que había madurado antes de tiempo por haber participado de una batalla contra el tirano Andahazi, una niña que había madurado antes de tiempo por haber pasado por tantos pesares, por tantos avatares. Y cómo voy a quejarme yo si la niña no se quejaba, si nos estaba dando una lección de temple. Y el maestro Fondalar adelante, imperturbable, y detrás mi hijo también imperturbable. Tenía ganas en ese momento de parar, frenar mi equino y abrazarme con la niña, pero quién consolaría a quién, ¿yo a Ciruela o la niña a mí? Porque en ese momento yo parecía la más floja de los cuatro, en mi estado anímico.
Y seguimos marchando hacia Puerto Grande en busca de ese pirata que secuestraba jóvenes para hacerlos trabajar en sus barcos o para venderlos como esclavos. Por fin paramos a descansar. Luego continuaríamos viaje.
Sesión 17/09/2021 Iban hacia el territorio de los secuestradores para eliminarlos, dejarlos seguir robando pueblos y matando, secuestrando personas no era la alternativa sino que pensaban en sanear el lugar, al jefe y su tropa. No no era lo mejor, ¿pero habría otra solución?
Entidad: Honestamente no me entendía a mí misma, montábamos los equinos y me sentía verdaderamente acompañada, no sólo por mi hijo tan poderoso en todos aspectos sino por el maestro Fondalar y la niña Ciruela, que parecía tan tierna pero tenía un don tremendo que con sólo pensar podía hacer hervir la sangre de cualquier enemigo. Y sin embargo me sentía como desprotegida. Es ilógico, por supuesto que es ilógico, porque te rodeas de las personas que quieres, te rodeas de las personas que amas, de las personas que te confortan, de las personas que te contienen, de buenas personas, pero en tu interior es como que sientes una soledad tan grande, y la soledad puede traer desprotección. ¿Por qué? Trataba de analizarme a mí misma, al fin y al cabo yo también tengo un don, soy descendiente de mentos. -¿En qué piensas, Ervina? -Lo miré al maestro Fondalar. -¡Je! Estaba sumida en mis pensamientos. -¿Estás intrigada por lo que vamos a encontrar? -Sé lo que vamos a encontrar, un grupo de piratas a los que no les importa la vida del otro. Tienen esclavos los someten, los torturan. Pero... -Continúa. -Montábamos los hoyumans y yo estaba acostumbrada al paso del equino-. Te escucho Ervina. -¡Ah! Si me pusiera reactiva, todos tenemos dones y podríamos eliminarlos a todos acabando con esa lacra. -¿Pero? -Pero maestro Fondalar, por otro lado, ¿quiénes somos nosotros? Sólo aquel que está más allá de las estrellas tiene el don de quitar vidas o dar vida. -Apreciada Ervina -me dijo Fondalar-, es muy loable tu pensamiento pero ahora ponte en lugar del joven Edmundo, del joven Gualterio, el príncipe y del joven Rebel, los han torturado, los han sometido. Y esa gente fue mandada por Malacara, el jefe de los piratas. A algunos los van a vender, o los iban a vender, como esclavos. A otros los iban a llevar en sus barcos al nuevo mundo que está al otro lado del océano, les iban a dar de comer bazofia, si morían en el camino los tiraban al mar. -Entiendo tú forma de pensar, la piedad, ¿pero piedad con quien? Me acuerdo de la batalla contra Andahazi, soldados de los nuestros con flechas con veneno en los muslos y recuerdo que con un hierro candente a dos o tres de estos soldados leales les tuvimos que cortar la pierna y con el mismo hierro candente esterilizamos el corte. Esos soldados sólo pueden caminar apoyados con un palo bajo el brazo. El que no entiende dirá "¡Qué crueldad! Fondalar y sus amigos le han cortado la pierna al soldado dejándolo completamente cojo". ¿Pero qué sucedía, Ervina, si no le cortábamos la pierna?, moría, porque el veneno hubiera recorrido todo su cuerpo parando su corazón. -Lo entiendo perfectamente -comenté-, ¿pero cómo lo relaciono con lo de Malacara? -Haz de cuenta que el poblado entero de Puerto Grande es un ser vivo, haz de cuenta que la reunión donde se junta Malacara y los piratas es la pierna con el veneno. Si no acabamos con ellos infectarán a todo el pueblo, y hay mucha gente trabajadora que carga bolsas en los barcos de la mañana a la noche por unos metales miserables. Pero trabajan, son honrados y los piratas los explotan. Así como les cortamos las piernas a esos soldados, hay que cortar esta pierna.
Lo que me decía el maestro lo entendía perfectamente pero era difícil de asimilar, no era lo mismo, al cortarles la pierna a los soldados sí, sí quedaron mancos pero se les salvó la vida. Aquí estábamos hablando de acabar con vidas. Pero por otro lado si no hacíamos nada todo el poblado de Puerto Grande iba a ser una tremenda infección para el mundo, ya no iba a haber trabajadores de la mañana a la noche, familias honradas, hombres sacrificados que trabajaban prácticamente desde que salía el sol hasta que se ponía, por cuatro metales de cobre. Y entendí. No teníamos agua en las cantimploras hasta que llegamos a un arroyo que era una bendición para nosotros. Bebimos directamente agua del arroyo, dejamos beber a los hoyumans, cargamos las cantimploras y seguimos viaje. Atravesamos un bosque muy espeso con bichos que se acercaban a picarte, a sacarte la sangre. Nos untamos con un repelente que había traído Fondalar, tenía un olor horrible pero espantaba a los bichos para que no nos picaran. Finalmente allá a lo lejos, bajando una cuesta, una ciudad mucho más grande de la que yo imaginaba, y a lo lejos el puerto con muchísimos barcos. Íbamos todos juntos, al lado mío la niña Ciruela con los ojos entrecerrados, el rostro serio mirando para todos lados. La gente se apartaba de nosotros, la gente estaba acostumbrada a tener miedo. Fondalar paró a un señor mayor y le preguntó: -Sé que aquí está Malacara. -Yo no sé nada. -Mírame. -El hombre lo miró-. Quédate tranquilo, no te pasará nada, anciano. Dime, ¿dónde se reúne Malacara con sus secuaces? -Allí, en el fondo de la calle. -Olvida, olvida, anciano lo que te he preguntado. Siéntate tranquilo.
Me di cuenta de que Fondalar había usado su don para que el anciano le diga el paradero del pirata. Había un enorme bar, lo más grande que había visto, con más de cien mesas y adentro gente bebiendo bebida espumante, licores. Sucios, comiendo carne arrancándola con los dientes, chorreándose de grasa toda la ropa, a algunos les faltaban los dientes. Nos miraron los primeros cuando entramos, dejamos los hoyumans atados. Dejaron de conversar y nos miraron, y es como que en las distintas mesas fueron callándose hasta que hubo un silencio total. -Estoy buscando a Malacara -exclamó Fondalar. Se paró un hombre al fondo, grande, de barba, con dos espadas. -¿Qué buscas, quieres vender a esta mujer y a esa niña? Por la mujer te puedo dar una moneda plateada. La niña es más interesante, te puedo dar un metal dorado. Fondalar la miró a Ciruela: -Parece que el señor te quiere. Acércatele. -Ciruela sonrió. Primero me asusté pero confiaba en Fondalar. El pirata Malacara le tocó el pelo a la niña, le tocó el rostro: -¡Vaya, no me tienes miedo! ¿Serás atenta conmigo si le pago al hombre un metal dorado? -Muy atenta, señor. -¡Vaya, ya estoy entrando en calor! -¡Ay, señor! -exclamó Ciruela-, ¿de verdad quiere que lo haga entrar en calor? -¡Ja, ja, ja! ¿Aquí, delante de todos? Está bien, muéstrame, muéstrame cómo lo haces.
Ciruela lo miró, su rostro cambió, sus ojos parecía que echaban fuego. El pirata sonrió: -¡Vaya que tengo calor! -Hasta que de repente sintió como que se quemaba por dentro y empezó a arder. Los otros piratas se alertaron alejándose de su jefe que estaba quemándose vivo hasta caer sin vida. Algunos quisieron atacar a la niña y mi hijo lanzó descargas eléctricas, algunos cayeron desvanecidos. Fondalar dijo: -Esperad, esperad. La niña retrocedió y le dijo a Fondalar: -Gracias, por haberme permitido desahogarme con esa bestia. -Fondalar la acarició. -Déjame a mí, ahora. -Lo miró a Ezeven-, déjame a mí. -Me miró a mí, le hice un gesto de aprobación. -Los hombres que habían caído bajo la electricidad de mi hijo se estaban reponiendo.
En ese momento Fondalar los miró a todos, no necesitaba hablar en voz alta pero lo hizo: -Poneos detrás mío -nos dijo a nosotros-. Como no os habéis dado cuenta que a vuestro lado tenéis una pesadilla mirad al monstruo que tenéis al lado, el terror que te impone ese ser maléfico que tienes al lado. -Los piratas estaban con un pánico tremendo, miraban a su compañero y no lo veían, veían un monstruo que lo estaba por devorar. Todos sacaron sus espadas y fue un tremendo combate mortal de unos con otros, y se fueron matando todos, no quedó nadie con vida. Le pregunté a Fondalar: -¿Qué has hecho? -Les infundí tanto terror, tanto terror que veían en su camarada una pesadilla. -¿Ya podemos volver? -No -dijo Fondalar. -¿Por qué? -Espera, Ervina. -Varios pobladores curiosos entraron al lugar, algunos huyeron despavoridos al ver que todos los piratas estaban muertos. Vino un hombre que parecía un representante de la ley. -¿Qué ha pasado aquí? -Aparentemente se han vuelto locos, habrán bebido algunos hongos alucinógenos y se mataron entre ellos. -¿Y ustedes quiénes son? -Estamos esperando al resto de los hombres, que vienen con esclavos. -De eso me encargaré yo. Fondalar lo miró: -Cuéntame ¿cómo te llamas? -Ardonis. -¿Qué eres aquí? -El representante de la ley. -Qué relación tienes con Malacara? -Bueno, yo hago la vista gorda y él me da algunas monedas. -O sea, que eres un corrupto. -Bueno, tengo que mantener a mi familia. -¿Qué dice tu esposa? -Que soy un imbécil, que tengo que cobrarle más para que pueda hacer sus fechorías. -Ajá. ¿Y tienes una cárcel? -Muy grande señor. -¿Y hay muchos esclavos? -¡Pero claro! -Iremos contigo y los dejaremos a todos libres y se les dará una buena comida y una buena atención médica. -Sí, señor. -Me asombraba del poder que tenía Fondalar. Abrió todas las celdas y salieron los esclavos. Fondalar les dijo: -Quedaros tranquilos, vine a liberaros, este hombre está bajo mi control mental. Iréis a la cantina central, yo les ordenaré que comáis bien y los que precisen médico serán atendidos, veo que muchos estáis famélicos y algunos hasta tienen llagas en la piel del maltrato. -También veía gente con marcas en la espalda de látigo. Le dije a Fondalar: -Permíteme preguntar, ¿este hombre tiene ayudantes? -Sí, dos, son ellos. -Se habían asombrado de que estuvieran todos los esclavos sueltos. Fondalar dijo con el principal y con los otros ayudantes. -Podéis hacer lo que quieras. -Todos los esclavos se abalanzaron contra los tres corruptos representantes y los despedazaron. Algunos fueron atendidos por el médico y otros directamente se llenaron el estómago comiendo y bebiendo. Fondalar dijo: -Sois libres. -En el lugar donde estaba el presidio había una caja llena de monedas, Fondalar las repartió entre todos los esclavos-. Iniciaréis una nueva vida libres, aquí mismo.
En ese momento llegaban los esbirros de Malacara con esclavos, eran los mismos que habían secuestrado a Gualterio, a Edmundo y a Rebel. -Déjame a mí -pidió mi hijo. Ezeven los miró a todos e hizo lo mismo que Fondalar. Sacaron sus espadas y se mataron entre ellos.
Los chicos que habían sido secuestrados corrieron hacia un costado. Ezeven les dijo: -Quienes les capturaron están muertos. Podéis ir a la cantina principal a comer y los que precisen médico pueden ir allí, al consultorio, hay bancos y hay camas, serán atendidos. Y a todos se les darán metales. Los que tengan familia pueden volver con su familia, los que no, pueden quedarse aquí a trabajar, les daremos metales e iniciarán una nueva vida. -Me sentía orgullosa de mi hijo.
Salvo Ciruela, que había hecho arder por dentro a Malacara, el resto de los esbirros y los que habían llegado recién, se habían matado entre ellos, no habíamos movido ni un dedo. Puerto Grande era otro pueblo que tenía un nuevo presente y un prometedor futuro libre de piratas, libre del mal. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabíamos.
Luchaba contra mi propio ser porque yo sabía que cada vida era valiosa pero vi a toda la gente que salía de las casas, madres, niños, niñas, adolescentes, hombres trabajadores con las manos llenas de callos de tanto trabajar. Esa era la gente que merecía el esfuerzo. Y me di cuenta que a veces era necesario acabar con el mal de la manera que fuese. Sé que no iba a limpiar mi conciencia pero también sabía que era lo correcto. Si lo correcto a veces no es bueno, no podría decirlo, yo solamente era una mujer. Pero mirando nuevamente al poblado, a esas niñas y niños inocentes, a esas mujeres, a esos trabajadores. Vi que algunos exesclavos mataron a una mujer. Me puse mal. Lo miré a Fondalar y se acercó. -¿Qué pasó? -Esta mujer era la esposa del que nos sometía, del que decía ser representante de la ley, y estaba con Malacara. -Nos pateaba, nos torturaba, nos escupía, nos tiraba ratas muertas para comer. -Fondalar me miró: -Déjalos. -Pero era una mujer... -¿En qué la diferencias?, ¿en qué la diferencia de los varones que secuestraron a los niños? -asentí con la cabeza. -Tienes razón, en nada.
Tanto los jóvenes secuestrados como los esclavos que habían estado encerrados en las celdas iniciaban una nueva vida, una vida vibrante, una vida mejor. Y los jóvenes que tenían familia volverían con ellos. No estaba contenta pero sí satisfecha, y ahora volveríamos al castillo del rey Anán. Gracias por escucharme.
Sesión 17/06/2022 Iba en grupo hacia el castillo del rey Anán. Se preparaba una batalla contra un poderoso mento que anexionaba reinos. Mientras el viaje repasaba cuando era joven, cuando era esposa, madre. Su hijo, pronto lo vería. Ahora no podía enmendar el pasado, se sentía responsable.
Entidad: -Ervina... -Miré hacia un costado. -Émeris. -Vino Donk. -¡Donk! -Vino a habar con Fondalar.
Bajamos ambas. Me jactaba de tener un oído tan finísimo como el de Émeris. Quizá quien no nos conociera nos tildaría de entrometidas o de escuchar un tema que no tenía nada que ver con nosotras, pero no era el caso. Si Donk, que hacía tiempo que no estaba en el palacio de Anán, regresaba y hablaba directamente con Fondalar era porque estaba pasando algo grave. Escuchamos que Gualterio estaba vivo, que había estado al borde de la muerte pero lo salvaron.
Fondalar le decía a Donk: -No digamos nada al rey, esperemos a ver los acontecimientos de los cuales vamos a participar. -Fondalar también tenía un oído finísimo y miró hacia nosotras, que estábamos a un costado de la ventada-. Acercaos por favor. -Fondalar se abrazó con Émeris-. Quédate, quédate aquí como respaldo. -Yo iré con vosotros -exclamé-, está Ezeven allí, está mi hijo. -Fondalar asintió. Émeris dijo: -Esto lo dejo en reserva, no comentaré nada. Pero hazme saber, de alguna manera, qué va a pasar y cómo se van a desarrollar los acontecimientos. -Lo haré, lo haré. Dile al rey que exploraremos la zona, porque vimos una horda de maleantes. Nada más que eso. -Y marchamos Donk, Fondalar y yo. Me di vuelta, Émeris asintió con la cabeza, como diciendo "Aquí todo va a estar bien".
No fuimos obviamente al galope, paso rápido o trote liviano. Por el camino Donk le dio más detalles. -Estaba con Ligor, una horda de aldeanos dominados por un mento muy poderoso atacaron a flechazos. Donk estaba prácticamente muerto. Pero había una joven, llamada Cirina, en compañía del gran y viejo guerrero Geralt, quien la había criado. Ella tenía unos dones, no los voy a explicar ahora, con los que pudo salvar la vida del príncipe desterrado. -Fondalar decidió no contar nada a Anán, por ahora, pues no sabía cómo terminaría esta aventura. Le pregunté a Donk: -¿Ezeven está bien? -Está bien. -¿Y la niña Ciruela? -Está bien, también. -Bien. Bien.
En el camino, pasando por la fortaleza de la dama Núria, se acercó a nosotros. Fondalar le contó qué pasaba. -¿Un mento poderoso como tú? -No sé. Por lo que comenta Donk quizá tenga más poderes que yo. -Llevaré mi tropa. -No no no, podemos ocasionar el efecto contrario. -No entiendo -dijo Núria. -Es un mento muy poderoso. ¿Qué sucede si es más fuerte que yo y controla a tus soldados? -Está bien -dijo Núria-, iré con mi jefa de guardia, con Soledad. Dadme unos instantes.
Fueron más de unos instantes. Al rato Núria y Soledad venían cabalgando en sus hoyumans, llenas sus alforjas, con espadas. Y se unieron a nosotros. Núria comentó: -No tenemos un momento de paz. Donk la miró y dijo: -Apreciada Núria, me alegro verte, pero sabes que vivimos en un mundo tan salvaje que tener instantes de paz no es lo usual. -Sonrió Núria. -Es cierto, es cierto. -A lo lejos se veía un jinete con una capucha, una ropa raída, vieja. Con un color rojo desteñido, su capa. -Núria agudizó los ojos-. No estéis alerta, es un amigo. -Lo sé -dijo Fondalar-. Intuí su aspecto, intuí su interior, y es una persona confiable. Aunque por como porta la espada debe ser un buen luchador. -Te aseguro que sí que lo es. Se llama Burt. Estuvo alojado en mi fortaleza y un día se marchó. -Fondalar sonrió, mirando a Núria. -Vaya, parece que te cayó bien. -No lo voy a negar. -Nos acercamos al jinete, que sonreía, miraba únicamente a Núria. -Te dije que nos íbamos a volver a ver. -Eres un mentiroso, de casualidad nos cruzamos por aquí. -¿Cómo sabes? -Vamos, no mientas.
El hombre llamado Burt me miró a mí, me hizo un gesto con la cabeza como saludando. Luego a Donk y a Fondalar. -A ti te he visto en varias oportunidades. -Yo también -dijo Fondalar-, pero siempre te metes en problemas. -No, no, querido maestro, siempre los resuelvo, que es distinto. -Y lanzó una carcajada. Núria impaciente le preguntó: -¿Qué haces por aquí? -Iba para la fortaleza. -Claro, vuelves a mentirme. Nunca has estado interesado en mi persona. Fondalar dijo: -¿Te unes a nosotros?, porque por el camino podéis reprocharos uno al otro, pero es urgente que vayamos a destino.
Por el camino Fondalar le explicó lo que pasaba. Burt palideció: -Imperio Atauro. ¿De allí viene ese mento? No conozco alguien tan poderoso como tú, Fondalar. -Tampoco conocemos la ciudad, dice que tiene cien veces mil habitantes, y que llega hasta el mar del este, una zona más allá de la zona oriental. -Vaya.
Fuimos al galope lento para no agotar los hoyumans. Yo me sentía como intranquila, mi intuición me decía que nada bueno iba a pasar. Confiaba en los dones de Ezeven pero hablaban de que había un mento tan poderoso que podía ser incluso más fuerte mentalmente que el maestro Fondalar. Y me sentía mal.
Hice un racconto de mi niñez, de mi juventud, de que en realidad no tuve un lugar de pertenencia, de que fracasé en mi parte afectiva y que todavía no se me fueron los complejos de culpa de haber dejado marchar, haber permitido partir a mi hijo siendo aún joven. Y luego en esa búsqueda sacrificada participando de la enorme guerra con el expansionista Andahazi.
A veces me pregunto, como ser humano, como menta, quizá no tenga la fuerza mental que tiene Ezeven, menos la que tiene Fondalar, pero me considero fuerte mentalmente. ¿Pero de qué sirve la fortaleza mental si a veces eras permisiva con los errores? Te separaste porque no te llevabas bien con tu pareja, te juntaste con otra persona que desconfiaba de tu hijo, y preferiste quedarte y dejar que tu hijo partiera. Pasó tanta agua sobre el río, tanta agua sobre el rio... Y todavía me recordaba eso. Pero bueno.
¿Cómo enmendar el pasado, cómo enmendar los recuerdos? La única manera era planificar un buen futuro, que es lo que vine haciendo desde que me reencontré con mi hijo. Pero claro, mi hijo ya no era un crio, era un adulto que tenía su propia vida y ya no precisaba depender de su madre. ¿Qué me amaba? No tengo ninguna duda. Pero no era dependiente, en realidad ni siquiera sé si de chico lo fue. Seguramente sí, dependiente a nivel afectivo. Pero jamás, jamás fue demandante, como he visto en otros hijos, que demandan y demandan hasta agotar. No. Él no. Él no. Incluso la nueva pareja de mi exesposo pensó que era un asesino cuando a su bebé se le había parado el corazón y Ezeven le puso electricidad sobre el cuerpo. Otro de sus dones. La madre pensó que lo estaba matando cuando en realidad mi hijo le estaba salvando la vida. Nunca se lo agradeció, nunca de manera sincera. Nunca lo reconoció ni mi exesposo ni mi última pareja tampoco. Lo vieron como una persona rara, como a una persona a la que había que tenerle miedo, porque sus dones eran no de aquel que está más allá de las estrellas sino de un ser oscuro. Y mi pobre hijo tuvo que trabajar en un circo para ganar sus monedas. Pero nunca hizo rol de víctima, nunca dijo "Tuve que hacer esto porque si no me moría de hambre. Fui un paria". Jamás. Jamás. Maduró. Lamentablemente no pudo gozar de su niñez, maduró desde pequeño por la fuerza.
¿Cómo no sentirme responsable? Pero sí sé una cosa, que a veces no hacemos acciones negativas por maldad, a veces las hacemos por ignorancia o por estupidez, y después no nos alcanza toda la vida para arrepentirnos. Pero en nosotros debe primar la fe y la confianza en aquellos que nos inspiran confianza, pero tampoco debemos ser confiados con todo el mundo porque es un mundo cruel, duro, un mundo que si no te cuidas te come, te desgasta, te va secando como una hoja en otoño. Entonces tienes que estar templada, tienes que estar fuerte para enfrentar lo que va a venir. Y no siempre se puede, y no siempre se puede. Hay una cosa que sí sé, que lo más fuerte que tenemos, como seres, es el amor. El amor y la confianza. El amor y la lealtad. Pero no basta con decirlo, hay que practicarlo.
Me recuerdo cuando conocí a Fondalar, maestro de Maestros. Me tendió la mano, de manera figurativa, ¿no?, y sentí que había encontrado alguien en quien confiar. Lo mismo que con Émeris, mitad menta y mitad norna, pero con un poder mental casi tan grande como el de su esposo Fondalar. Y luego conocí a otras personas; prácticamente en el castillo de Anán eran todos seres confiables. Hasta el pequeño gnomo Olafo, que ha salvado tantas vidas con su arte sanador. Por eso tengo esperanzas. Pero en este momento, que estamos marchando hacia destino, me embargaba la inquietud, el desconocimiento de lo qué ahora estaba pasando, el no saber.
Como leyendo mis pensamientos Fondalar me dijo: -Ervina, estés en el estado que estés no vas a solucionar nada, las cosas se solucionan haciendo. Y hasta que no lleguemos, no podemos hacer nada. Mantente tranquila.
Los hoyumans de Núria y Burt, este jinete enigmático vestido de rojo, marchaban adelante conversando entre ellos. Intuía como que entre ellos había una conexión. Él había estado en la fortaleza de Núria un tiempo y después sin explicación se marchó. Vaya a saber, quizá siempre fue un errante, y cambiar de repente de vida no es fácil para muchos. Pronto me encontraría con mi hijo. Gracias por permitirme descargar esta angustia. Gracias.
Sesión 14/12/2022 La entidad comenta una vida humilde en Gaela, donde con su madre salían adelante en medio de un entorno acomodado. Conoció amistades amables, de clase. Había una persona que conocía qué es la espiritualidad, sabía que tenemos un alma. El diálogo fue largo.
Entidad: He tenido muchísimas vidas, siempre buscando la espiritualidad y en otras cayendo en roles del ego, en baja estima. Muchas veces por elecciones mías, de las cuales me hago cargo, y otras por influencia de terceras personas.
Pero me voy a remontar a mi primera encarnación, en un mundo llamado Gaela, que queda a cien mil años luz de Sol III, y este relato sucedió hace cien mil años. En Gaela encarné en más de una oportunidad.
Pero el relato que voy a hacer ahora es de un rol llamado también Francisca, Francisca Boros. Boros era mi apellido. Nacida en Mágar, en el viejo continente, hija de Akos, con 'K', y Margit. Yo era niña, recuerdo que papá se alejó de nosotros cuando tenía cinco años, fue muy duro para mí. Pero fue muy duro para mamá Margit, ella tenía que trabajar cosiendo ropa en casa y me mandaba a una escuela pública en Mágar.
Cuando terminé la escuela primaria, a los doce, mamá había juntado dinero y viajamos a Plena, un país al sur en el nuevo continente. De Plena me sorprendió las calles asfaltadas, los tranvías que andaban por vía, la gran cantidad de gente que había en su capital, Ciudad del Plata. Pudimos pagar una pensión.
Afortunadamente mamá se perfeccionó en su trabajo. Le decían "Margit, la modista de Mágar", y tenía una buena clientela. Prácticamente no daba abasto, pero ganaba bastante plata.
Pude hacer en Ciudad del Plata -obviamente en una escuela pública- la escuela secundaria. Tenía buenas amigas, pero me sentía como muy muy sola. Quizá por vergüenza no las invitaba a casa, ellas sí me invitaban a la casa de ellas, pero casa era un dormitorio de dos camas, que compartía con mamá Margit, y la sala que se usaba como taller para que madre pudiera hacer la costura de la ropa que le traían. Se perfeccionó tanto que empezó a fabricar ropa.
Yo ya tenía veintidós años cuando conocí a Nándor Ferenc. ¿Cómo lo conocí? Vino con su novia a comprar una prenda para ella, un saquito, y justo estaba yo y le noté el acento. Le digo: -Disculpa mi atrevimiento -la saludé a la novia y le dije-: Nosotros somos de Mágar, tú tienes acento de Mágar. -Así es. Mi nombre es Nándor Ferenc. Me presenté: -Francisca Boros. Ella es mi mamá Margit. Vinimos cuando yo tenía doce años, hace diez. -¡Vaya! Si un día quieres venir con nuestra barra a tomar algo... -¿Barra, la barra del mostrador? ¿Qué significa barra para vosotros? -Nándor sonrió, su novia también. -Barra significa grupo de amigos. -Me encogí de hombros. -No sé, pienso que molestaré. -Para nada, para nada. -Pero yo no tengo pareja. La novia dijo: -No es obligación estar en pareja. Le dije: -¿Cómo te llamas? Me dijo: -Betty. -Hermoso nombre. -¿Qué te parece el fin de semana por la tarde?, te pasamos a buscar, somos muchos amigos. -Nándor la miró a mamá-. ¿No hay problema, señora, que su hija venga con nosotros? Mamá sonrió y dijo: -Tiene veinte y dos años, es mayor, sólo que se cuide. Y vosotros cuidadla. -En eso no tengo problema porque somos todos buena gente. Mamá sonrió y le dijo a Nándor: -Confío en vosotros. Francisca, te haré para el sábado una buena ropa. -¡Pero mamá! -Te haré una buena ropa. -Betty y Nándor se marcharon.
Me pasaron a buscar el fin de semana. Había varios amigos, estaba Luís, Pocho y un tal Jorge, Jorge Clayton. Me sorprendió que la mayoría tenían coche. Le digo: -¿Pero acaso sois de plata? Nándor dijo: -No, salvo Jorge, ¡je, je! Todos tenemos un buen trabajo, pero Jorge nos ayudó mucho y ahora tenemos nuestro coche. -¿Y dónde es habitual ir? -Antes íbamos al club hípico. -¡Vaya, pero el club hípico es para gente de mucho dinero! -Ahora vamos fuera de capital, al club náutico. -¿Club náutico? ¡Vaya! He visto de pasada viajando con el tren lanchas que valen millones. ¡Vaya!
Nos repartimos en distintos coches y fuimos al club náutico. El lugar era una belleza. Me hubiera gustado compartir la mesa de Nándor y Betty, pero se habían sentado en otra mesa. En mi mesa estaba un joven, Luís Alberto Démez. Le pregunté: -¿Y tú qué haces? -Soy veterinario. -¡Ah! Pero eso es hermoso, curas animales. -Generalmente sí. Algunos lamentablemente no puedo porque los traen fuera de tiempo. Yo siempre digo que para tener una mascota hay que cuidarla, porque forma parte de la familia. Lo miré a Luís Alberto y le dije: -Pero es lo que pienso yo, si no no tiene sentido tenerla. Me respondió: -Y hay gente que la ve enfermita a una gatita o a una perrita y esperan hasta el último momento para traerla.
En la mesa estaba Jorge Clayton, y le pregunté: -¿Y tú qué haces? -Bueno, presto mucha ayuda a la gente. -Cómo, ¿has estudiado algo? -Humanismo, filosofía. Estudio a la gente, al ser humano y busco ayudar en lo que pueda. -¿Pero cómo? -Bueno, la semana pasada abrimos un centro comunitario de ayuda a madres solteras. -Pero cómo..., ¿les han donado dinero? -No -dijo Clayton-, por suerte yo tengo fortuna. -Eres un afortunado, ¡je, je! Valga la redundancia. Me miró y dijo: -Se puede ser afortunado de muchas maneras, encontrando el amor, encontrando una persona compatible. Por supuesto que tendiendo una mano al desvalido, escuchando al solitario, ayudando al desprotegido, consolando al afligido. Y, obviamente, no siempre lo logramos. -¿En qué sentido? -le pregunté a Jorge Clayton. -La plata te puede comprar la mejor medicina, pero no necesariamente te compra la salud. La plata te puede comprar un viaje, pero no te garantiza la felicidad. -Vamos -dije irónicamente-, con plata todo el mundo es feliz. -No te creas, Francisca. Mira, yo antes iba al club hípico, en la capital, si vieras la cantidad de gente falsa que lo único que hace es mostrar sus joyas, estar en pose... Me han traicionado más de una vez en el club hípico y dejé de ir. Obviamente saqué mi parte. -¿Cómo tu parte? -Claro, tenía un porcentaje. -O sea, eras casi dueño. -Tenía una parte, no la mayoría, por eso puse parte en el club náutico, y allí tengo acciones. -Bueno, lo importante que puedas ayudar. -¿Y a ti qué te gusta? Le dije: -Me gusta lo espiritual. Fue una suerte que mamá haya decidido irse de Mágar cuando yo tenía doce años, nunca supe más de papá que desapareció cuando tenía cinco... Y la Orden del Rombo, una religión tan inquisidora... Disculpa mi lenguaje, pero era como un cáncer. Veo que aquí vosotros no tenéis Orden del Rombo. -¡Je, je! No no no, claro que sí, la tenemos, lo que pasa que Plena es mucho más abierto, la Orden del Rombo no tiene el poder que tiene en el viejo continente. No, aquí no lo permitimos, somos un gobierno laico. -No sabes lo bueno que es eso. -Lo sé. He conocido Mágar, he conocido Amarís, he conocido Beta, he conocido Defernes, he conocido Saeta... He conocido muchísimos países y en todos he podido ayudar. -O sea, que has viajado. -Sí, no voy a ser hipócrita, he hecho viajes de placer, pero en todos ellos he podido tender una mano o más, y he ayudado. Le pregunté: -¿Y te gusta lo espiritual? -No tengas duda, Francisca. -A mí me gustaría, porque sé que tenemos un alma, me gustaría comunicarme con mi alma. Jorge Clayton me miró: -Podemos hacerlo. A veces hay que hacer introspección, o sea, ver en nosotros mismos, siempre y cuando ese bendito ego nos permita. El ego es como una barrera que nos ciega, que no nos deja ver más allá de nuestra superficie, de lo que mostramos, y lo que mostramos no es siempre lo que somos. -Me quedé prácticamente toda la tarde enganchada, si se permite la expresión, con la conversación de Jorge Clayton.
Cuando me trajeron a casa le comenté a mamá. Margit se emocionó, y me dijo: -Me alegro que te hayas hecho de buenos amigos y amigas. Esa Betty, la novia de Nándor, me cae muy bien. -A mí también. He aprendido muchas cosas hoy y he conocido a mucha gente amable, verdaderamente amable. En la escuela también conocí compañeros y compañeras amables, pero algunos eran egoístas o competitivos y querían figurar más que uno. Acá no, un ambiente de cordialidad. Y me quedó pendiente una conversación espiritual con un joven llamado Jorge Clayton. -Bueno -me dijo mamá-, seguiréis conversando en la próxima. ¿Te gustó la ropa que te hice? -Me encantó, me encantó. Y te lo agradezco, madre, te lo agradezco muchísimo. He pasado una tarde espectacular.
Sesión 15/12/2022 En encuentros siguientes continuaron hablando del ego, la autoestima, del don de no ofenderse, de cómo reírse de sí mismo. La psicointegración fue larga, apasionante.
Entidad: Me había extrañado mucho el sentirme tan cómoda, había conocido el club náutico en las afueras de la ciudad con gente atenta, empática, agradable, y ya era la cuarta vez que iba.
Recuerdo que le comenté a Jorge Clayton: -Mira, siempre fui una joven que me encerraba en mí misma. He pasado muchas cosas. En mis veintidós años, yo conocí este país a los doce y no conocía las costumbres, me sentí tranquila cuando vi que había más libertad a diferencia de Mágar, mi país natal, donde la Orden del Rombo prácticamente dominaba todo. Aquí es más bien un gobierno laico libre de ideas religiosas, hay infinidad de filiales de la Orden del Rombo, pero no tienen el poder que sí lo tienen en el viejo continente. Pero independiente de eso, en mis años de secundaria yo me dediqué a estudiar, tenía compañeros y compañeras que sí estudiaban pero iban a divertirse, y a mí me decían la rara porque no me prendía en los juegos de ellos, porque terminaba a la última hora y me iba directamente para casa. Entonces es como que me sentía fuera de lugar. Y eso hizo que... como que formara un caparazón de protección en el pecho y me encerrara dentro de mí misma. Clayton me miró, y me dijo: -Mira, hay dos maneras de estar dentro de nosotros mismos, la fea es lo que tú haces, te encierras como si estuvieras en un bunker y te proteges como si te estuvieras protegiendo de daños de los de afuera. Le pregunté: -¿Y la otra, la buena? -Es cuando también te sumerges dentro tuyo, pero para hacer introspección. -Explícamelo, porque... A ver, explícamelo por, favor. -Introspección tómalo como estudiarnos a nosotros mismos. Estudiarnos entiéndelo como conocernos. -Me quedé pensando. -A ver, yo entiendo que para conocerme no preciso hacer introspección, sé quién soy, sé cómo me llamo, me conozco. Conozco que a veces tengo mi carácter, conozco que soy introvertida, conozco que me llevo bien con gente, ¡ay!, ¿cómo podría decirlo?, con gente que no sea burlona, con gente que no se tome todo a chiste, a ver, para no causar una mala impresión. A mí me gusta el humor, el humor sano. -Te entiendo perfectamente, Francisca, te entiendo perfectamente. Tú lo que quieres decir es como que buscas diferenciar en la gente, la gente que hace humor de la gente que se burla. -Exactamente. Pero si quieres ampliarme la definición... Clayton me miró y me dijo: -La definición es muy sencilla. Humor es poder hacer chistes sanos donde todos nos podamos reír. La burla siempre busca un objetivo, es burlarse de alguien, es hacer humor eligiendo una víctima. -Yo sé que tú eres una persona segura, me lo ha contado tu amigo Pocho, que hay gente que te respeta mucho, ¿pero nunca se han burlado de ti? -¡Je, je, je! Francisca, se han burlado de mí infinidad de veces. -¿Y cómo has reaccionado? -No, no he reaccionado. Si reacciono, esa burla tiene poder sobre mí. -No entiendo. -Claro. La burla es como una palabra, te puedes ofender, puedes incluso hasta llorar, puede molestarte mucho, hasta puede cogerte un ataque de ira si se burlan. -¿Y qué haces, oídos sordos?, ¿te tapas los oídos? Disculpa que te lo diga así, pero tú me has dado esa confianza. -Y está perfecto, Francisca, y está perfecto. Esto que voy a hacer ahora lo hice cien veces. Mira, aquí hay una servilleta de papel, rompe un pedacito muy pequeño de menos de un centímetro. Ponlo ahí, en la mesa. Ahora en voz baja dile a ese papelito tan pequeñito: ¡Muévete! -Ahora te estás burlando tú. -No no no, es una lección, no es una burla. Yo jamás me burlaría, yo estoy en contra de todas esas estupideces. -Bueno. ¡Muévete! -¿Se ha movido? -No. -O sea, tu palabra no tiene poder para mover un papelito. ¿La mía? -Supongo que tampoco. -La de esa gente, mira, que están ahí en el ventanal, que ríen de todo, ¿piensas que pueden mover el papelito? -No. -Y si la palabra no tiene poder para mover este pequeño papelito de menos de un centímetro, ¿cómo puede tener poder para ofenderte, para molestarte, para que te coja un ataque de ira? -Es que no es lo mismo, Jorge, no es lo mismo, se burlan. -El poder se lo das tú, aclaro. ¿Y qué tengo que hacer? -No darle importancia. Tenerles compasión. -¿Compasión? ¿Compasión sabes a quién le tengo? A una persona carenciada, a una persona pobre, a una persona que tiene capacidades diferentes; pero esta gente estúpida que se burla, ¿cómo les voy a tener compasión? -Francisca, esa gente quizá tenga hasta dinero, pero es una pobre gente. Es una pobre gente que si están en pareja pueden hacer infeliz a su pareja, si tienen padres hacen infelices a sus padres, si tienen amigos quizá los traicionen. Y sí, yo les tengo compasión. Y no me van a sacar de quicio salvo que me digan algo obsceno o grosero de frente. Entonces los pongo en su lugar. Pero si hablan a espaldas mías no me interesa. Salvo, y presta atención bien a esto, salvo que me difamen. Ahí sí. -¿Ahí les das una golpiza? -No no no, nada de golpiza. Y no es porque tenga miedo porque practico el arte del ataque y la defensa en un gimnasio. Pero no es por eso, porque me pondría a su altura, a su nivel. Directamente iría a la parte legal, tengo muy buenos abogados. Y si está comprobada la difamación les saco una fortuna. -Pero si tú ya tienes plata. -Francisca, no sería para mí, la donaría en hospitales, en gente carenciada, en comedores municipales. Plena es una ciudad importante, Ciudad del Plata la capital de Plena, pero créelo, hay gente pobre todavía, y bastante. Nosotros porque vamos por las avenidas principales, pero hay barrios donde la pobreza se nota. Te lo podría hacer conocer, pero tengo un coche deportivo que vale fortuna. Sería burlarme. Ahí sí sería burlarme de ir por esos barrios carenciados con mi deportivo. Pero tengo otro coche viejo que tenía mi padre y nunca lo vendí, así que si un día quieres conocer un barrio de los carenciados te llevaría. ¿Pero entiendes a donde quiero llegar? La burla tiene poder si permites que te afecte. Ignora a los tontos, no les prestes atención. Pero hay algo peor que los tontos. -¿Qué? -pregunté intrigada. -Aquellos que tienen mala vibración que incluso te quitan energía, te quitan fuerzas. Hay mucha gente que tiene mala vibra. -¿Pero por qué? -Por envidia. O porque tiene su espíritu torcido. -¿Qué pueden envidiar de mí?, no tengo fortuna. Sí es verdad tengo dos diplomas que para mí son muy importantes; me gusta la filosofía, me gusta la espiritualidad. ¿Pero qué pueden envidiar para tirarme mala vibra? -Que puedas estar feliz, que puedas tener amigos genuinos. Ellos no los tienen, tienen amigos que compran o tienen amigos por interés. -Ahora no te entendí Jorge. Tradúceme, por favor, amigos que compran. -Claro. Son gente que tiene plata y se rodean de amigos porque justamente les pagan cenas, almuerzos, les pagan diversiones, van a lugares de baile y les pagan la entrada, incluso se rodean de chicas jóvenes porque no les interesa gastar. O sea, que compran compañía, compran amor. Hay gente que envidia eso. Para mí son dignos de pena. -¿No te ofendes, Jorge, si te pregunto algo? -Por supuesto que no. El ego se ofende. -Tú has tenido fortuna desde siempre, tus mismos amigos me han contado que has ayudado mucho, ¿pero nunca has tenido necesidad de comprar compañía? No te ofendes, ¿no? -¡Ja, ja, ja! No, francisca, no me ofendo. No, no he tenido esa necesidad. Y te puedo asegurar que en el club hípico, en una zona residencial de la capital, de Ciudad del Plata, me he sentido muy solo. Había gente con mucho dinero, pero se los veía tan artificiales, tan en pose fingiendo más de lo que son... ¿Y para qué, y para quién? Entre ellos mismos competían, "Me compré un reloj de oro", "¡Ah! Bueno, el mío, Cuca, es de oro y brillantes", "¡Ay! El mío, María Estela, es de platino". ¿Y para qué?, mira mi reloj, es un reloj de marca, de acero, común. -Pero tú te podrías... -Me podría comprar, Francisca, el mejor, el más caro. ¿Pero para qué?, yo lo uso para ver la hora, ¡je, je, je! ¿Para qué voy a lucir algo? Eso es ego. ¿Entiendes ahora? -No. -Aún estando solo en el club hípico esquivé ese tipo de compañía. Nunca me interesó pagarle a nadie para que me haga compañía, es algo que me repugna, si me permites la palabra. -Te entiendo perfectamente. Y vaya, ojalá hubiera muchos como tú. -Mira, aquí en el club náutico no es como el club hípico de capital, hay muchos que no les interesa la pose, que no les interesa creerse mejor que nadie, que no les interesa nada; les interesa el humanismo, la espiritualidad. -Jorge, cuando tú antes has hablado de introspección, ¿yo puedo comunicarme con mi alma? -¡Wow! Mira, no es que te puedas comunicar como te comunicas conmigo, tu alma no es que te va a susurrar al oído. -Y cómo, ¿entonces? -Mira, Francisca, yo creo en algo que se llama concepto. -Sí, por supuesto, hay infinidad de conceptos de cómo se catalogan las cosas. -No, hablo de otro tipo de concepto, el concepto del pensamiento, algo que va más allá del lenguaje. Yo creo que así se comunica tu alma contigo, pero como es un concepto mental no la puedes escuchar con tus oídos. -¡Ah, bueno!, ¿de verdad no te estás burlando? -No, Francisca, no me estoy burlando. Ese concepto lo tienes que captar en tu interior, lo puedes captar también con tu mente, pero tienes que estar muy concentrada. -¿Tú sabes hacerlo? -Mira, esto no se lo conté a mis amigos siquiera, pero muchas veces es como que me he contactado con mi propia conciencia, o tal vez es algo que yo creí que hacía, aún no estoy convencido, pero me he sentido bien cuando he tendido una mano y me he sentido triste cuando a veces no he podido hacerlo. -¿Y por qué no si tiene fortuna? -No es por eso, Francisca. -¿Entonces? -Te lo explico, Francisca. A veces hay personas a las que quieres ayudar y la persona no quiere. Y no la puedes obligar a crecer. De la misma manera que a mí me guste que me respeten mi libre albedrío, y entiendo que a ti también te gustará que respeten el tuyo, debemos respetar el libre albedrío de esta gente. Aún no están en tiempo y no las puedes obligar a ser más espirituales. Es más, se toman todo a broma. Le hablas de lo espiritual, esa gente que está en el ventanal riéndose hace una hora, les hablas de lo espiritual y lo primero que te van a decir, "¿Quieres algo espiritual, algo que te lleve al otro lado? Tómate cuatro whiskys". Te van a responder así. ¿Quieres hacer la prueba? -No no no no -negué-, te creo, te creo, te creo. Lo que pasa que... entiendo que hay que estar... ¿cómo explicarlo? -hice una pausa-, hay que estar experimentado para poder comunicarnos con nuestro propio ser, con nuestra propia consciencia. -Yo lo hago desde pequeño pero no lo comento, es algo íntimo. Es la relación de uno con uno mismo. Pero te lo puedo decir porque no es ningún secreto tampoco. Y tú puedes hacerlo contigo misma, y no te fuerces en escuchar porque el concepto mental de tu consciencia, de tu alma como quieras llamarla, no se escucha. -¿Entonces? -Se capta, se capta. -Lo entiendo perfectamente. Y te agradezco mucho esta conversación, pero eso no va a impedir que cuando vaya a alguna cátedra que den, o alguna conferencia y vea a mis excompañeros, no me ponga otra vez esa armadura y me cierre en mi misma. -Hazlo. Va llegar el momento en que te resbale, te resbalen las burlas, te resbalen las ofensas. Pero eso lleva práctica. -¿Cómo? -Aprendiendo a reírnos de nosotros mismos. -¿Se puede? ¡Je, je! -¡Je! Claro que se puede, se puede perfectamente. Mira, ya es hora de juntarnos con los demás y vamos a comer algo. Lo miré a Clayton y le dije: -Prométeme que seguiremos teniendo conversaciones de estas. -A mí me encantan. -Y a mí me apasionan -le respondí.
Y quedamos en conversar nuevamente.
Sesión 25/01/2023 Comentaba, con su amigo Clayton, situaciones personales que habían pasado y cómo se puede salir de ellas sin haber caído en roles del ego. Hablaron acerca de acostumbrarse y de adaptarse a situaciones y de cómo tender una mano.
Entidad: Había ido como más de diez veces al club náutico. No puedo decir que me había acostumbrado, todavía me sentía impresionada de ver tanto lujo, tanta gente bien vestida. Mamá era modista, hacía una ropa excelente, pero yo veía los cortes de esos vestidos o de los trajes de los varones y me daba cuenta que era ropa carísima, de modistos de primer nivel. Se lo comenté a madre. Mamá Margit me dijo: -¿Y tú te sientes menos porque llevas la ropa que yo te hago? -¡Je! No, mamá, no no no, para nada. Al contrario, me siento sanamente orgullosa, muy orgullosa, orgullosa de tus prendas, orgullosa de tu persona y orgullosa de ser tu hija. Me abrazó y me dijo: -Gracias por esa respuesta. -Madre, no me gusta dar cumplidos, no lo dije por cumplido, lo dije porque lo siento de verdad. Eso no quita, mamá, que admire los cortes de esas prendas.
Esa tarde me sentí un poco incómoda porque a un costado del club había un lugar de baile y había parejas que bailaban, yo no sabía bailar. Me había sentado con Luís Alberto Démez y con Jorge Clayton. Había una joven, Luzmila, me pareció un poco tímida. Luís Alberto Démez la sacó a bailar. Le dije a Jorge Clayton: -¿Tú no bailas? -Sí, me gusta la buena música -me respondió-, pero aprovecho que estás tú, Francisca, para poder conversar, no siempre encuentro la oportunidad de conversar con alguien interesante. -Me puse toda colorada. -Nunca me dijeron que era una chica interesante. -Cáptalo en el sentido que le quiero dar. No es que sólo eres una chica interesante, eres una persona interesante independientemente de si eres una chica o eres un varón.
Por un lado me sentí halagada que Jorge Clayton me dijera que era una persona interesante y por el otro lado, ¡je!, debo reconocerlo, tuve una especie de asomo de ego porque en el fondo, inconscientemente, hubiera querido que me dijera "Eres una chica interesante". De alguna manera me lo dijo, pero es difícil de explicar. No es lo mismo que un varón te diga "Eres una chica interesante" a decirte "Eres una persona interesante". El motivo quizás es otro. Por otro lado yo no es que estuviese buscando una pareja, ¡je, je!, pero quizá que te digan "Eres una chica interesante" lo tomabas como un halago. Y después me puse a pensar "Pero vaya, el que te digan «Eres una persona interesante» también deberías tomarlo, Francisca, como un halago". Me hablaba a mí misma mentalmente. -Te has quedado meditando -me dijo Jorge Clayton. -Pensaba en mi ego. -Todos tenemos ego. -Tú no lo demuestras. -¡Je, je! Muchas veces me he sentido lastimado. -Lastimado, ¿por qué? -Bueno, una vez me gustaba una chica, y la chica quizá por sentido común evitaba a los jóvenes ricos, a los chicos de dinero. Y en el fondo quizá tenía razón porque he conocido a muchos que salían con una joven para divertirse tres, cuatro semanas y luego la dejaban, lo tomaban como un juego. Y en algunos era peor. -¿Peor? -pregunté. Me dijo: -Sí, lo tomaban como una competencia, a ver con cuántas chicas salían ese mes. -¡Es horrible! -Es feo, es feo. Pero muchas veces esas mismas chicas tenían parte de responsabilidad. -¿De dejarse usar, dices tú? -De encandilarse no con el chico sino con la fortuna de ese chico. Bueno. Y esta joven que conocí no era así y tuve que fingir que era pobre, hasta tuve que inventar que tenía un trabajo. Y la pude conquistar. Es más, había una chica en el club hípico que estaba interesada en mí e hizo una especie de trampa para mostrarle a esta joven que yo era de dinero y que buscaba usarla. -Pero no se lo creyó, ¿no? -Sí, Francisca, sí se lo creyó. Por suerte se lo pude aclarar. Y salimos. -¿Y qué pasó? -Yo soy una persona de muchas ocupaciones. Es cierto, no preciso un trabajo, pero en realidad tengo más actividad que aquel que trabaja diez horas. Y no tengo horario; de repente viajo a determinado lado para inaugurar el pabellón de un hospital o una fundación. Y entiendo que es complicado para quien esté conmigo bancar eso. -¿Qué significa bancar? -pregunté. -Soportar, soportar esos horarios. Un día estaba con Luís y... Bueno, mi padre tuvo un problema muy grave de salud y falleció... -Lo siento mucho. -Y no tuve tiempo de avisarle a la que era mi novia. Cuando al día siguiente voy, la madre me atiende muy mal porque justo era una fiesta que ella hacía. Y prácticamente me cerró la puerta en la cara. Pero bueno, no me molestó, me molestó mucho más y me hirió mucho la reacción de su hija, fue todo reproches y no me dejó darle explicaciones. Y me marché y decidí romper la relación. Me sentó muy mal por lo que me comentaba Jorge, y le dije: -Pero se lo tendrías que haber aclarado, era el velorio de tu papá. -¿Sabes qué pasa, Francisca?, honestamente, no tenía ganas. No tenía ansias de aclararle nada. -Entiendo que luego se habrá enterado. -Sí. Pero no había marcha atrás. Yo soy una persona que siempre voy de frente. Es cierto que le mentí haciéndome pasar por pobre, pero no lo hice con ninguna mala intención, lo hice para conquistarla. No soy de mentir. -¿Fue la única vez que te hirieron? -No. El tema es por mi trabajo, porque para mí es un trabajo ver a quien le falta algo. Ejemplo, el hospital de la ciudad. Estamos hablando del hospital principal de la ciudad que está en la Tercera avenida, a una cuadra de la facultad de medicina y no tenía tomógrafo, y yo justamente estuve viendo que en Beta estaban experimentando con tomógrafos que trabajan con ultrasonidos, y he comprado varios. -¿Pero eso no le corresponde al gobierno? -pregunté. -Sí, pero yo quería que hubiera más de uno y en más de un hospital. El mismo director me agradeció en persona por mi donación. Y fue un viaje bastante bastante largo. Yo tenía otra relación de pareja posterior a la que te había dicho, no fue una relación donde se rompió todo bruscamente como en la anterior sino que me dijo: "Mira, Jorge, me siento muy sola y por mi trabajo no puedo acompañarte a todos los viajes, y si yo no tuviera una relación de pareja estaría bien o saldría con amigos, con amigas. El hecho de tener pareja es como que me frena de hacer nuevas relaciones por respeto a tu persona". Es lo que me dijo. Le pregunté: -¿Y entonces? -Y entonces no puedo seguirte el ritmo. -No me digas que te cortó. -Te reirás. "Le han cortado la relación al gran Jorge Clayton". -Estás siendo irónico. -No, no, Francisca, me estoy riendo de mí mismo. De eso te hablaba la vez pasada. -Explícate mejor. -¿Te acuerdas cuando hablabas de las burlas de los demás, que te sacaban de quicio? -Sí, me acuerdo perfectamente, y me siguen sacando de quicio. -Porque tienes que aprender a reírte de ti misma. -¿Cómo hago? -Sé que no es sencillo, sé que no es fácil..., se trata de potenciar la burla del otro en tu propia persona. -No no no -negué-, es como que le daría la razón a la persona para que se siga burlando. -Todo lo contrario, Francisca, todo lo contrario. Si tú aprendes a reírte de ti misma le quitas argumento a la otra persona, ya no tiene deseos de burlarse. Por eso yo soy irónico conmigo mismo, porque a veces escucho, tengo un oído finísimo y a veces escucho cuando voy entrando al club náutico "Mira, es Jorge Clayton en persona". -¿Y tú qué haces, te ríes por dentro? -No, pienso irónicamente "Soy una persona que en invierno puede coger fiebre, en verano puedo transpirar como cualquier otra persona, me duele la cabeza, me puede caer mal una comida, me descompongo del estómago, puedo tener catarro, flema...". Me miran como si fuera una estatua de mármol. Y quizás es una de las pocas cosas que me pone incómodo. -¡Ja! No, no me imagino Jorge Clayton, tú, incómodo, tienes un aplomo impresionante. -Pero soy de carne, siento deseos. De repente huelo una comida y me da apetito, unas ganas tremendas de comer o de tomar un helado. Pero claro, me ven con el traje nuevo, cortado... Una vez Cuca, del club hípico, me dice: "Siempre oliendo a loción y a tabaco rubio, eres único". Le respondí: "Todos somos únicas, no existen dos personas iguales". Me dijo: "Tú sabes en qué sentido lo dije". Me encogí de hombros y seguí. -¿Y has tenido más historias dónde te han lastimado? -Amigos. Amigos que hablan a espaldas tuyo, amigos que les has hecho un favor y sin embargo siguen pensando que hay una impostura en tu persona o que eres falso o que lo haces para aparentar. Y entiendo que hay gente a la que nada le viene bien. -De eso sé mucho. Compañeros de facultad que he tenido... Y me he sentido muy sola, todo lo que hacía les parecía mal porque trataba de sacarme buenas notas. "Eres una traga", refiriéndome a que me tragaba los libros. O si de repente no aceptaba una invitación a un baile, "¡Vaya saber en qué andarás!", como diciendo que tendré un amorío oculto. -Bueno -dijo Jorge-, estamos en lo mismo de siempre, te afectaba lo que te decían. Ahora dime, Francisca, ¿hoy te sigue afectando? -¡Je, je! -Sonreí-. Sí. No sé, será mi carácter, pero no soporto la gente pedante. Pero no es solamente la gente pedante, es la gente como que... como que goza el ponerte mal, como que disfruta el criticarte. -Pero Francisca, de esas personas vas a encontrar a montones, se trata de adaptarte. -No me puedo acostumbrar. -No, no dije acostumbrarte, dije adaptarte. -Bueno. Explícame, por favor, la diferencia. -Sí, te lo diré. Acostumbrarte es como acostumbrarte a un lugar de confort, un lugar donde estás protegida y estás bien. Adaptarse es todo lo contrario; de repente vas a un clima gélido, te adaptas al frío. Vas a un clima desértico, te adaptas al calor. Te adaptas, no te acostumbras. Es una manera de sobrevivir. -Pero me estás hablando de casos extremos. -Bueno, esos casos extremos también los puedes aplicar al medio ambiente que nos rodea. Por ejemplo, has dicho que no bailas. -No bailo muy bien. -Ven, ven, hay una música suave. -Y Clayton me sacó a bailar. -Si tropiezo me va a dar vergüenza. -¿Ante quién, ante mí? -No, los demás nos estarán mirando. En realidad te mirarán más a ti, Jorge, porque todo el mundo está pendiente de ti. -Si te digo algo te va a dar más pudor. -No te calles, dímelo. -Se van a fijar esta vez más en ti, Francisca. -No entiendo. -Se van a estar preguntando "¿Quién es esa chica que está bailando con Clayton?" -¡Ah, no, no! Vamos a sentarnos, entonces. No, no no. -No pasa nada, no pasa nada. Cada persona está en su mundo, te miran un rato y luego siguen con su tema, con sus problemas, con sus delirios, ¡Je, je! Hay de todo, hay de todo. Quédate tranquila y aflójate, relájate.
Luego de bailar nos juntamos con los otros amigos, Nándor Ferenc, su novia Betty, Luís, Luzmila... y vinieron otros más. Había un joven que me asombraba porque era lutier, hacía violines al mismo nivel que aquellos violines que tenían doscientos años. Le pregunté: -¿Cómo haces? -Lo tuyo es una profesión -dijo sin empacho-, lo mío es una maestría. Pero no lo digo con soberbia, me he quemado mucho las pestañas estudiando y trabajando. -Te creo -le dije-, te creo.
Esta vez nos quedamos conversando entre todos hasta altas horas de la noche, luego Clayton tuvo la gentileza de llevarme en su coche deportivo hasta casa.
Aprendí mucho. Aprendí que es cierto que cada ser humano es único, es cierto que no hay que compararse, es cierto que con el dinero se tienen más cosas. Pero también es cierto que el dinero no compra amistad ni compra amor, compra solamente compañía. Con el amor puedes pagar el conocer a tu semejante. Con el amor puedes tener el alma de la otra persona en forma de empatía. Y eso no lo logra el dinero. El dinero puede pagar un buen médico, pero no te compra la salud. Aprendí todo eso.
Aprendí que en 1970, en Gaela, había avanzado mucho la tecnología, pero el ser humano seguía siendo presa de sus pasiones, de su ego, de sus complejos, y entendía que eso era imposible cambiarlo.
Cuando Jorge me dejo en casa le pregunté: -Dime la verdad, ¿a veces no te cansas de hacer todo lo que haces? Es un mundo tan grande y tú lo que haces es un granito de arena. Me respondió: -¿Sabes qué pasa, Francisca? Conozco gente que tiene mucho más dinero que yo y solamente se dedica a pasear en yate, a vacacionar y a disfrutar de otras personas. -¿Y eso no está bien? -Entiéndemelo, no dije a disfrutar con otras personas, dije a disfrutar de las personas. Entiéndeme en el sentido cómo te lo digo. Hay gente así. Por eso a veces la gente de dinero tiene mala fama, muchas infundadas y otras porque son así, en pose, como si fueran de verdad estatuas de mármol. Pero algunas tienen su corazón más frío que el propio mármol. Hablo de manera figurativa, pero me entiendes, ¿no? -Sí, entiendo perfectamente. Vaya que es difícil la cosa. ¿Y entonces qué se hace? -Es muy fácil, Francisca, se trata de tender una mano sin obligar. El que no quiere levantarse no se le insiste, el que desea incorporarse ayudas a que se incorpore. De eso se trata. Porque el verdadero bien no obliga, el bien solamente se propone. Lamentablemente el que obliga es el mal, y hay mucho esparcido en la faz del mundo. Bueno, por eso cuando dices "¿No te cansas?", ¡je!, ¡soy humano, te lo dije!, me duele la cabeza, me duele el estómago, tengo frío, tengo calor, tengo sed... Y sí, me canso y mucho. Pero cuando pienso en dejar todo hago introversión y digo: Y si no, ¿qué? Y si no hago esto, ¿qué?
Me costó entenderlo. Pero cuando lo entendí, finalmente, es como que se me abrió un cielo, se me abrió un cielo frente a mis ojos: "Y si no hago esto, ¿qué?".
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