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Psicoauditación - Josep |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 02/06/2011 Judea, Jaime Sesión del 14/06/2013 Córdoba, José Sesión del 10/02/2015 Croacia, Slaven
Médium: Jorge Raúl Olguín. Interlocutor: Karina. Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Josep. Relató una vida en Judea donde pese a ser de familia judía bien situada siguió durante un tiempo al Maestro Jesús y tenía como amigo a Juan. Disentía con la religión imperante en su pueblo pese a formar parte de ella por presiones del entorno. Jorge Olguín: Estamos reunidos con Karina, vamos a canalizar al thetán de Josep para que relate una vida pasada, donde pueda sacar a la luz pensamientos, sentimientos, ideas, lo que fuera necesario como para que incluso descargue engramas no resueltos. Comenzamos.
Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Bueno, muchas gracias.
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Bien por un lado. Y por otro lado ya sé la vivencia que voy a recordar y relatar. Y me trae sabor agridulce...
Interlocutor: ¿Quieres comenzar primero por eso que te resulta positivo? ¿Qué cosas consideras por las que te va bien?
Entidad: Que siempre he sido leal con la gente que he querido y que me ha querido. Y esta vida que relato sucedió en Judea hace aproximadamente dos milenios. Mi nombre era Jaime y mi padre era integrante del Sanedrín. En mi caso, yo era muy respetuoso de la religión pero tenía mis propias ideas, mi propia manera de pensar...
Interlocutor: ¿Te animabas a expresarlo?
Entidad: No, mi padre era muy severo y madre no podía opinar. Mi hermana Raquel tampoco podía opinar. En casa comíamos con padre –padre se llamaba Samuel- y terminábamos de comer y recién comía mi madre con mi hermana. Digamos que ellas, prácticamente, no podían opinar sobre nada de lo que pasara o dejara de pasar. Y de alguna manera fui educado así aunque mentalmente disentía con todo ello. Pero padre era una figura respetada y siempre evité contradecirlo, primeramente, porque nunca me gustó el conflicto, ni siquiera la hipótesis de conflicto. Madre era sumisa aunque yo sabía –porque podía percibir en su mirada- que era muy sufrida, muy, muy sufrida.
Interlocutor: ¿Qué es lo que más te pesa de esa vida?
Entidad: Que si bien, padre -desde cuando yo era niño- no me elegía los amigos, a casa venían gente que estaban dentro de su núcleo, hijos de los Doctores...
Interlocutor: De su condición socio económica, diríamos.
Entidad: Sí. Pero a mí me gustaba andar por el poblado. Me hice amigo de los hijos de la familia Zebedeo, de Santiago y de Juan. Santiago era más bien callado, reservado, de mirada noble, pero es como que guardaba muchas cosas, como que tenía dentro suyo una insatisfacción, podríamos decir. En cambio, Juan, el menor, yo le llevaba casi tres años, dos años y algo; era dos años y medio mayor que Juan. Juan era distinto, era como que sus ojos no enfocaban en un punto. Él hablaba, se expresaba, se frotaba las manos y miraba hacia todos los lados. Se entusiasmaba con cosas que quizá nadie le daba importancia. Comentaba: -Jaime, el otro día estábamos en la barcaza y pescamos cuatro peces grandes. Y no sabes qué alegría... -Y se frotaba las manos. Y yo digo "Pero no lo entiendo a este joven, ¿qué tiene el pescar cuatro peces grandes?, es algo común". Y él lo tomaba como si fuera algo extraordinario, un espectáculo fuera de lo normal. Mientras él se expresaba, su hermano Santiago lo miraba y sonreía, pero siempre con esa mirada profunda, perdida, que estaba en otro lado y que uno querría descifrar. Y fueron pasando los años. Y dentro de todo yo tenía libertad para ir de un lado al otro si bien tenía que ir al templo y hacer mis oraciones. Pero me sentía como incómodo porque las escrituras hablaban de un dios vengativo, un dios al que había que temerle, un dios al que había que amar obligatoriamente. Y era algo que estaba en contra de mi interior, no sé cómo...
Interlocutor: ¿De tu percepción, quizás?
Entidad: No de mi percepción sino de mi sentir podría decir, y no tenía con quién conversarlo. Y Santiago es como que se escondía en sí mismo. Entonces, a veces, salíamos a caminar con Juan y la gente del poblado nos miraba porque la ropa de Juan era humilde, familia de pescadores. Yo iba mejor vestido, hasta mi calzado era distinto... jamás me ibas a ver en sandalias. Mi ropaje, se notaba que era hijo de alguien importante, pero yo trataba incluso de sacarme el lazo del cuello y tener la camisa abierta, estar más informal, pero de todas maneras se notaba mi cabello lavado, cortado en los costados, el gorro sobre la cabeza... pero a Juan no le importaba y él intercambiaba ideas conmigo y pensaba igual que yo. Él decía: -Nuestro Dios es un ser tan maravilloso... Y algún día tengo el anhelo de que aparezca en persona. Y yo me reía, porque le decía: -Juan, Dios no se aparece en persona, Dios es Dios... Y fueron pasando los años y es como que padre me obligaba a estudiar más y más. Y no sé, el Pentateuco era algo que no me terminaba de cerrar en mi concepción. Cuando cumplí dieciocho años Juan me dice: -He encontrado al Señor. -¿Cómo has encontrado al Señor? -Sí, ¿te acuerdas cuando éramos más chicos que hablábamos de que Dios iba a aparecer en forma humana, en un hombre? -Sí. -Y ha aparecido. -¿Pero qué dices? -Ahora, a la tarde, hacemos una pequeña reunión en las afueras del poblado. -Y le dije que iba a ir. Padre estaba ocupado en su mundo. Me vestí lo más informal que pude y lo vi: Era un hombre de poco más de treinta años, con una barba, cabello castaño. Y hablaba. Y yo escuchaba su mensaje, yo prestaba atención a lo que él decía: -De verdad, de verdad os digo, que el reino de mi Padre no está aquí y que vosotros podéis llegar a Él a través mío, porque quién me ve a mí, ve al Padre. Y luego, hablaba con Juan y le decía: -¿Cómo se llama? -Es mi Maestro. Se llama Jesús. -¿Pero por qué dice que si lo miro a él, veo al Padre? Él habla de Dios, porque yo lo miro a él, no veo al Padre. No entiendo. -Pero él es Dios. -No, él no es Dios. -Sí, Jaime, él es Dios... Él ha venido y ha nacido a través de su mamá María. -Pero él es un hombre, míralo, es un ser humano. -Sí, pero es Dios... -Juan, Juan, no te ciegues... La cuestión es que con el correr de los días fui a distintas reuniones -cuando padre estaba ocupado en su mundo, en su Sanedrín- y me conquistaban sus palabras. Pero dentro de las personas que había él tenía doce que lo seguían a todos lados, entre ellos el pequeño Juan y Santiago y Judas y Tomás y Marcos y Felipe. Pero Felipe lo criticaba: -¡Muéstranos a Dios! ¿Por qué no lo muestra a Dios? ¿Dónde está el rostro de Dios? Y yo le decía a Juan: -Yo no soy un seguidor de tu Maestro, pero sus palabras me llegan a mi corazón. Y Felipe, que está con vosotros, ¿por qué lo critica? -No, no lo critica... -Mira, Juan, no está en mí sembrar discordia, pero Felipe lo critica. Y es cierto que lo criticaba: -¿Por qué únicamente a través tuyo se puede llegar al Padre? ¿Por qué no cualquiera puede llegar al Padre? ¿Quién eres tú, más que los demás? Y Jesús no le respondía, Jesús sonreía, y lo único que decía: -De verdad os digo, a través de mí veréis al Padre. A través de mí llegaréis al Reino de los Cielos. Y sin tener una gran inteligencia o quizá porque era mayor que Juan le explicaba a Juan lo que quería decir Jesús. -Juan, él no es Dios porque dice "Mi Padre", se refiere a Dios como otra persona, como a otro ser, quizás una esencia, quizás algo... Y cuando él dice "A través suyo", lo que quiere decir es que escuchando su Palabra, haciendo acciones de bien, ayudando a otros, eso quiere decir que de esa manera se llega al Padre. Pero Felipe no lo entiende. Y tampoco entiendo yo cómo lo tiene entre sus seguidores. Entiendo que es magnánimo, entiendo que vuestro Maestro es un ser especial, ¿pero por qué tiene tanta paciencia con quienes lo critican? -No, pero no lo critica, tiene dudas. Pero está bien que tengan dudas, justamente las dudas están para disiparlas, Jaime. -Claro, tal vez porque seas un pequeño que tiene casi dieciséis años, no sabes distinguir entre la duda y la crítica. Me da la impresión como que Felipe mismo lo vive criticando y es como que cuando el Maestro no está y os juntáis vosotros, él habla del Maestro delante vuestro y les siembra dudas en sus mentes. -Pero Jaime, ¡él ha hecho milagros! -Pero Felipe no lo cree, Felipe duda: "Yo no vi nada", dice. Incluso Tomás también duda. Tomás dice: "Yo tengo que ver para creer y yo no he visto nada". -Pero yo sí lo he visto. -¿Qué has visto, Juan? -Lo he visto caminar sobre las aguas en una tarde de tormenta, la barcaza se estaba hundiendo. He visto que de repente en una bolsa había cientos de panes y de repente nos hizo tender una red y estaba con decenas y decenas de peces siendo que horas antes la red estaba vacía. -¿Y qué dice Felipe a ello? -¡Qué casualidad que la marea trajo a los peces! -Y de los panes, ¿qué dice? -Que los había traído escondidos. -Y Tomás, que está con Felipe, ¿qué dice? -Dice lo mismo. -Pero entonces, son escépticos del Maestro... Y así pasaban los días y yo, de alguna manera, veía esa ilusión en los ojos de Juan y, de alguna manera, es como que...
Interlocutor: ¿Te contagiaba, de alguna forma?
Entidad: Me contagiaba su entusiasmo. A veces, no comprendía tanta devoción que tenía por su Maestro. Y si bien no era mi Maestro, porque no tenía diálogo con él en forma directa, pero sus palabras llegaban a mi corazón de verdad. Y lo que él decía era Amor, Amor puro, era un lenguaje de Amor. Fíjate que contradicción, ¿no?, que un día falté a una de las reuniones porque mi padre me obligó a ir al Sanedrín y leían la Biblia y contaban episodios de reyes y los episodios que contaban eran de violencia, eran de venganza, eran de muerte y tenía que poner todo mi esfuerzo para poner un rostro imperturbable. Y no hablaba de sonreír porque ya hubiera sido hipócrita si sonreía, y el Maestro de Juan decía que los hipócritas no iban a ir al Reino de los Cielos. Entonces no reía, pero tampoco podía –por temor a mi padre- poner cara de repugnancia de escuchar esas estrofas...
Interlocutor: ¿Vacías?
Entidad: ¡Dañinas! No vacías, dañinas, completamente dañinas.
Interlocutor: Si hoy volvieras a esa vida que nos estas relatando, ¿qué harías distinto?
Entidad: Siempre lo pensé -como thetán- de haberme unido a los apóstoles, pero de alguna manera, es como que hay algo que se llama costumbre a una forma de vida. Y de alguna manera es como que lo amaba a mi padre a pesar de no estar de acuerdo con sus ideas. Y amaba a mi hermana Raquel, a mamá... Es como que los hubiera tenido que dejar. Al Maestro Jesús no lo entendían cuando él decía: "Aquel que me siga, capaz que se pondrá en contra de su padre". Pero no se trataba de que el Maestro incitaba a ninguna violencia sino que las ideas iban a ser absolutamente distintas. Y esto me pasó a mí en el rol de Jaime. Yo estaba en contra de mi padre, estaba en contra de sus ideas, estaba en contra de La Ley; había entendido lo que era el Amor, había entendido lo que era el poder ayudar a otros...
Interlocutor: ¿De qué manera modificó tu vida el encuentro, la amistad que tenías con Juan y los encuentros con Jesús?
Entidad: A ver, no la modificó en lo cotidiano, la modificó en mi manera de ser: valoraba la mujer, su valía, su importancia, su don, su valentía. Valoraba tanto al rico como al pobre, despreciaba al mezquino, pero no lo despreciaba señalándolo sino que directamente buscaba apartarme de ese tipo de gente. Entendí lo que era amar de verdad, no sacar ventaja del otro, sembrarse uno en el corazón del otro y el otro en el corazón de uno: no sembrar, sembrarse. Y de esa manera cosechabas amor en el corazón del otro. Entendí eso.
Interlocutor: ¿Qué te gustaría hacer en tu encarnación actual? ¿Qué crees que te queda como asignatura pendiente? Si es que te queda alguna, ¿verdad?
Entidad: Seguir sembrando. Seguir sembrando en lo que mi 10% desee. El sembrar no siempre se cosecha, pero -como dijo el Maestro hace dos mil años- siempre va a crecer, va a germinar una plantita. Fíjate que estrechamos lazos con Juan. Él era como un confidente, yo era un confidente para él, también. Traté de evitar hablarle de Felipe, hablarle de Tomás, porque él tenía aprecio por todos. Y a veces me hacía un nudo en la garganta de ver cómo despreciaban, en el fondo, las palabras del Maestro. Creían en él y por momentos es como que ponían un pequeño palo en la rueda de la carreta, como gozando si la carreta volcase. Entonces, yo pensaba "¿Lo siguen al Maestro? ¿Les interesa la palabra del Maestro o le están buscando la menor falla al Maestro para criticarlo?". Pero no le podía decir eso a Juan día tras día porque lo veía tan entusiasmado no sólo con su Maestro al que le tenía una tremenda devoción sino también amor a los demás apóstoles.
Interlocutor: ¿Tuviste la oportunidad, luego de esa encarnación, de tener algún tipo de conversación con el Maestro?, ya sea en el plano espiritual o no.
Entidad: No, en esa vida no tuve una conversación con el Maestro sino que he presenciado muchísimas de sus charlas y me he llegado a emocionar -porque soy muy sensible en cada rol-, me han caído las lágrimas y el Maestro me ha mirado y se ha sonreído, sonreído en el aspecto de decirme "Estoy contigo... estoy contigo". Y eso, para mí, fue más que maravilloso el que me diga eso. Y me envaré porque alguien me abrazó y era Juan, a mi izquierda. Y él también me dice: -Yo también estoy contigo. Y le toqué la mano a Juan, que me abrazaba con una mano en mi hombro derecho y otra la apoyaba en mi hombro izquierdo y con mi mano derecha le toqué la otra mano en mi hombro izquierdo y me sentí como contenido. Y le dije: -Esto me lo voy a llevar hasta el último día de esta vida. Y Juan me dijo, con su inocencia de juventud: -Y seguramente de otras vidas también. Y lo miré y entendí que era un mundo pasajero y que en ese mundo veníamos a sembrar, como el mayor Sembrador que lo tenía enfrente mío: Jesús. Cuando se terminó la charla, el Maestro me mira, me hace un gesto con la cabeza y con mi pudor me sonrojo porque mi pudor era porque no quería que supiera de qué familia venía, porque mi padre era lo opuesto. En el Sanedrín hablaban de perseguir a los revoltosos, a los agitadores… y Jesús estaba entre ellos. Mirad que si se llegaba a enterar de que yo participaba en las reuniones, ¡el castigo que hubiera recibido! Pero no lo supo nunca. Y cuando termina la reunión, Juan me acompaña y me dice: -Te dejo aquí, a mitad de camino, así tu familia no nos ve juntos. -¿Pero tú sabes quién es mi familia? -Sí. -Pero… -No, no, está bien –me dice-, está bien. Es tu familia, le debes respeto, pero sé que ese respeto no quita el amor que sientes por todos nosotros. Pero ya me habían ordenado para que participe del Sanedrín y era algo que no me gustaba, pero era el mandato familiar y no podía hacer otra cosa. No podía hacer otra cosa, de verdad, y no sabía cómo salir de esa encrucijada. Y como si Juan me leyera la mente, con su ingenuidad y su sabiduría me dice: -Yo sé lo que pasa, pero quédate tranquilo, lo importante es lo que tú sientas. Y lo que te obliguen a hacer trata de hacerlo de la mejor manera posible y sin dañar a nadie. Aquí somos efímeros. Nunca más participé de una reunión, me dolió mucho cuando me enteré –tiempo después- lo del Maestro, lo de la crucifixión. El mismo Sanedrín, obviamente yo no participé, ese mismo Sanedrín es el que lo aprendió, el que lo llevó ante los romanos. Ese mismo pueblo es el que prefirió dejar libre a Barrabás, el que condenó a un supuesto agitador que lo único que sembraba era Amor. Y sentí vergüenza ajena, pero con la conciencia tranquila de sembrar otra cosa. Me casé, tuve dos niños…
Interlocutor: ¿Cómo se llamaban?
Entidad: Juan y María.
Interlocutor: Fuiste un buen padre, me imagino.
Entidad: Fui un buen padre. A mi esposa, Rebeca, la traté como a una dama. Comíamos todos juntos, lo que no sucedía en ninguna otra familia judía. Fui un buen padre, un buen esposo. Tuve una pequeña fortuna y he ayudado a mucha gente pobre. Fui querido, nunca me metí con el ejército romano -colaboraba obviamente- para que no se metan con mi familia… Muchos años después, por lo menos una década después, una vez más me crucé con Juan…
Interlocutor: Cuéntame qué sucedió.
Entidad: Ya tenía él veintiocho años, yo pasaba los treinta, casi treinta y uno. Me reconoció. Le reconocí. Me preguntó qué hacía. -Trato de enseñarle a mis hijos las enseñanzas de aquel Maestro que tú tanto amaste y que yo tanto respeté. ¿Y tú qué haces? -Trato de difundir el mensaje que dejó mi Maestro. Nos dimos un abrazo, nos dimos la mano y le pregunté: -¿Te volveré a ver, Juan? -Sí, no tengo duda. -¿Cuando? -En algún tiempo. -¿Aquí? -No, no creo, pero en algún tiempo. -Y cómo nos trataremos, ¿como ahora? -Como hermanos. Y sentí como un vuelco en el corazón cuando dijo esta palabra, porque no hace falta nacer del mismo vientre para ser hermanos, no hace falta. No hace falta. Gracias.
Interlocutor: Realmente es emocionante lo que acabas de comentar. Bueno, ha sido un gusto tenerte aquí. Toda la Luz para ti. Ve tranquilo, en paz. Y hasta todo momento.
Entidad: Gracias, querida hermana, gracias.
Médium: Jorge Raúl Olguín. Interlocutor: Karina. Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Josep. Relató que en la edad media conoció a dos cruzados heridos que eran perseguidos por los musulmanes. El padre Heliodoro cuidó de todos nosotros pero no pudo evitar la tortura con plomo líquido que los musulmanes infringieron a Knut cuando tomaron el pueblo. La entidad lamenta que siendo todos hermanos tengamos tanta falta de comprensión. Interlocutor: Bienvenido...
Entidad: Gracias, querida hermana...
Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?
Entidad: Con un sabor agridulce en mi concepto, en mi memoria. Hay una historia cruda, dura, de alguna manera difícil de sacar a la luz porque a veces se puede llegar a un final si no del todo feliz por lo menos satisfactorio y mientras, el entretanto, los hechos, los sucesos que uno va viviendo son difíciles.
Interlocutor: ¿Hay algo que te preocupa en este momento, quizá, más? Te noto como apesadumbrado...
Entidad: Había perdido de joven a mi familia en plena edad media. Mi nombre era José. Si bien yo no era religioso iba a una iglesia porque estaba el padre Helidoro. Heliodoro era muy amplio de criterio, muy abierto, era un creyente, pero de esos creyentes con los que tú puedes hablar de lo que quieras, hasta incluso puedes cuestionar temas bíblicos y no te va a censurar. Estábamos en medio de una guerra, prácticamente había terminado una cruzada y los musulmanes perseguían a los cristianos. Recuerdo que había dos jóvenes heridos y yo tenía un pequeño establo, muy humilde, y los recogí allí...
Interlocutor: ¿Eran conocidos tuyos?
Entidad: No. Un joven que se llamaba Enrique, el otro Jorge, y ambos heridos. Los atendí y el padre Heliodoro me dijo "Aquí no pueden estar. Tengo un lugar, un hospedaje mucho más cálido". Los llevamos allí. El joven Enrique tenía rasgos nobles. Nos contó que regresando los habían emboscado. Tenían heridas en el torso, en las piernas, no estaban graves pero habían cogido una altísima fiebre.
Interlocutor: Y tú cuidaste de ellos.
Entidad: El padre Heliodoro fue quien más cuidó de ellos.
Interlocutor: Tu acto fue muy valeroso. ¿Cómo te sentiste? ¿Y esto te trajo algún inconveniente?
Entidad: Se unió a nosotros un joven cruzado de un país del norte que apenas hablaba nuestro idioma. Tenía muy pequeñas heridas pero se quedó con nosotros escondido, como si los enemigos estuvieran cerca. Comió vorazmente un guisado que había preparado el padre Heliodoro. Le pregunté al padre si alguien de la iglesia sabía que ellos estaban allí y dijo "No, prefiero que quede entre nosotros". El joven Enrique deliraba en medio de la fiebre, decía que él era el verdadero rey de Inglaterra y que lo habían dado por muerto. Yo conocía poco de historia reciente y digo "No, no, no puede ser", era muy joven el rey actual y no encajaba. Por la edad, el único que podía coincidir con este joven de rostro noble era Arturo I, pero había muerto hace mucho tiempo aunque él, en su delirio febril, afirmaba ser Arturo. Recuerdo que los enemigos tomaron ese pequeño poblado y entraron incluso a nuestra humilde posada que nos había brindado el padre Heliodoro. Heliodoro, muy astutamente, nos había vestido a todos con ropa de labradores y había quemado toda la otra ropa escondiendo espadas... De todas maneras, alguno de ellos, no sé por qué razón reconoció el rostro del hombre del norte. Le preguntaron su nombre, lo torturaron, dijeron que se llamaba Knut. Lo que sigue a continuación es totalmente brutal. Pusieron una fragua, pusieron plomo, lo ataron de pies y manos. Le volcaron...
Interlocutor: Tranquilo, yo estoy aquí para contenerte. Es un recuerdo, ¿sí?, ya pasó.
Entidad: Le volcaron plomo líquido en su estómago. Es imposible describir la agonía con palabras, es imposible. A mí, a los dos jóvenes, al padre Heliodoro nos trasladaron a un granero. No se trata de ser egoísta, a veces es un apego a la vida, el temor a sufrir y al haber visto la muerte de Knut, cómo murió, cómo un ser humano puede hacer eso con otro ser humano... en batalla le clavas una espada y terminas en segundos con su vida, pero ese plomo derretido a altísima temperatura no... no se entiende, pero no era para sacarle alguna información, no, no... no se puede comprender. Lo enviaron al padre Heliodoro a buscar algunos alimentos y...
Interlocutor: ¿Qué fue de vosotros?
Entidad: Eran pocos los enemigos que estaban con nosotros y de repente un inmenso fuego ardió y salieron todos huyendo. El padre Heliodoro nos tomó de la mano a mí, a Enrique y a Jorge y nos llevó por detrás. Había una vieja carreta con dos caballos de tiro y nos puso detrás entre la paja y azuzó los caballos y salimos disparados por un camino -los enemigos, distraídos apagando el fuego que había provocado detrás en el granero el propio padre Heliodoro-, y nos escapamos.
Interlocutor: Coméntame. Cuando luego finalizaste aquella vida, ¿volviste a encontrarte con quien fuera Knut?
Entidad: No... sí con el padre Heliodoro, que es este receptáculo que está decodificando mi concepto, y con Enrique-Arturo, que también vive actualmente en mi región...
Interlocutor: ¿Puedes comentarme quién es?
Entidad: Enrique-Arturo, actualmente, está en el rol de Jesús E. y Heliodoro es este receptáculo. Hemos salvado la vida y nunca se borró en esa vida de mi mente la impresión...
Interlocutor: Aquella sensación, aquella impresión...
Entidad: ...con el pobre hombre de aquel país que hoy se conoce como Suecia.
Interlocutor: Entonces, este receptáculo, su thetán, quizá pueda conocer algo más del que fuere el thetán de quien fuera en esa vida ese hombre sacrificado de tan cruel manera.
Entidad: Me transmite que está en el plano 4, que no está encarnado, que ha estado en otras vidas en Grecia, Italia, en una vida ha sido matemático, en otra pintor, pero no es alguien que haya trascendido. Ha tenido vidas felices. Pero claro, a veces, determinados engramas no pasan por lo que a uno le sucede sino por lo que uno ve en otros.
Interlocutor: Al menos tienes la tranquilidad de haber tratado de ayudarlo todo lo que te fue posible. Ya sé que a veces no basta pero lo importante es lo que podemos hacer, no podemos controlarlo todo.
Entidad: Todos estuvimos apenados por lo que le pasó a ese joven sueco y agradecimos al padre Heliodoro que nos salvó la vida prendiendo fuego al granero y distrayendo la atención de nuestros enemigos. Viajamos hacia el sur a una tierra más neutral. De todas maneras, siempre queda ese...
Interlocutor: Amargo sabor.
Entidad: Muy amargo sabor. Enrique y...
Interlocutor: ¿Crees que, de alguna forma, esta experiencia que estás contando sigue afectando a tu parte encarnada?
Entidad: Pienso que la vida tiene sus acertijos y es imposible que tú lo puedas saber. Enrique y Jorge en esa vida se hicieron muy amigos. Enrique-Arturo, venía de una gran decepción puesto que se enteró de que su gran amor se había comprometido con un noble. Él nunca pudo decirle que había sido en verdad el legítimo rey Arturo puesto que había muchos enemigos y podía haber corrido riesgo su vida. Se alejó, tuvieron aventuras con su amigo Jorge. Estuvimos los cuatro juntos un año, y luego ellos fueron rumbo a Bretaña. Nosotros -con el padre Heliodoro- nos radicamos en la península Ibérica, en lo que se conoce como Córdoba. Él nunca dejó los hábitos en esa encarnación pero enseñaba de una manera no dogmática sino libre, entendiendo que Dios nos ama, que no solamente está debajo de una piedra sino dentro de nuestro corazón. Hablaba con niños, les daba lecciones. Ignorantemente, los padres de algunos niños no los dejaban venir más a las charlas religiosas porque no compartían. Tuvimos que ir más al sur porque se corría el murmullo de que el padre Heliodoro no comulgaba con el Vaticano. En aquel entonces era el Papado, ¿no?, o sea...
Interlocutor: Y estas experiencias, esto que tú relatas como thetán, que te ha causado tanta pesadumbre, ¿ha afectado de alguna manera a tu 10% encarnado?, y de qué forma en este caso. En caso afirmativo, ¿de qué manera lo ha hecho?
Entidad: Si tú te aferras... tú sabes que la vida es limitada, pero te aferras a los afectos, a las costumbres, a tu propio rol, y si bien tú cuando desencarnas sabes que eras un rol que representabas, aunque tengas -como decís vosotros ahora- el ego integrado, no deja de ser un... es como cuando tú, hoy en pleno siglo XXI ves una película que te gusta y termina y tú dices "¿Por qué no continúa la historia, por qué no sigue? ¿Qué pasó?", y tú sabes, porque eres coherente de la realidad, que no deja de ser una película y es un guión escrito por un humano encarnado, sin embargo te aferras a esa historia, a esos personajes como si verdaderamente hubieran existido. En el plano físico los personajes existen de verdad, sienten, aman, sufren y de alguna manera te aferras. Entonces, es como que tú aunque en otra vida coincidas ya es otro rol, tienes que empezar de nuevo porque tu mente no recuerda nada, tu mente encarnada, ¿no? Y a veces es como que tienes temor de decir "¿Coincidiremos todos en otras vidas?, ¿volveremos a estar?...
Interlocutor: Ahí está la cuestión, de no apegarse.
Entidad: ...¿estaremos descubriendo algún invento para la humanidad?, ¿coincidiremos en una nueva batalla? Claro, hablemos del desapego. Tú dices "No hay que apegarse". Pero en el plano físico tienes emociones y no puedes estar equilibrado del todo, es imposible. O tienes emociones o eres insensible. A mí no me interesa ser insensible, quiero ser sensible. Por otro lado me cuestiono y digo "Pero si soy sensible, sufro. Pero si soy insensible, no siento". No soy una roca.
Interlocutor: No se trata de ser eso, se trata de tener cierto equilibrio. Dime, ¿te sientes más desahogado de haber relatado esas experiencias?, ¿te sientes más tranquilo?
Entidad: Sí. Solamente puedo decir que aquellas cruzadas en el nombre de... es algo tan vano, yermo, inútil... al fin y al cabo todos somos hermanos. Llames como le llames a esa Esencia, en el plano físico le puedes llamar Dios, le puedes llamar Alá, los judíos le llaman Jehová...
Interlocutor: Sí, las guerras no tienen ningún sentido.
Entidad: Qué mente pequeña, ¿no?, qué falta de comprensión... Fíjate que cuando en Córdoba, Heliodoro hablaba a los niños de que Dios lo lleváis adentro y que a veces ni siquiera la iglesia era necesaria y los padres ya murmuraban, murmuraban... Mandaron llamar a un alto cargo que venía directamente de Roma a ver qué pasaba y...
Interlocutor: ¿Qué pasó?
Entidad: Nada, directamente nos fuimos de allí. Al fin y al cabo la Iglesia era tan perniciosa, porque si no te mataban los sarracenos te mataban los católicos ortodoxos...
Interlocutor: Eran tiempos difíciles.
Entidad: Siempre fueron tiempos difíciles. Hoy mismo tienes algunos países donde hablas mal de determinada religión y mueres lapidado, como en Jerusalén, como en Nazaret. ¿Qué más puedo decir? Nada, eso es todo.
Interlocutor: Te agradezco que estés aquí y te envío toda la Luz. Y espero que nos volvamos a encontrar próximamente. Toda la Luz.
Entidad: Nos vamos a encontrar...
Interlocutor: Piensa que eso ya pasó y todo son experiencias que suman para que tratemos de seguir evolucionando.
Entidad: ...anhelo que físicamente también. Gracias.
Interlocutor: Gracias a ti. Hasta todo momento.
Médium: Jorge Raúl Olguín. Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Josep. Eligió una vida "normal" y no se jugó por algo que hubiera valido la dicha de vivir. Luego entendió que una vida tranquila no es una vida feliz, que uno debe arriesgarse a más, y más cuando encuentras a alguien de quien puedes aprender.
Entidad: Fijaos que muchas veces la vida da distintas oportunidades, y a veces deslumbrados por caminar determinado sendero o por apatía dejamos pasar esas oportunidades o directamente no las tenemos en cuenta. Pero no significa que todo sea para mejor, no siempre. Sucede que la sociedad en cada encarnación nos ha educado, domesticado cual animal de circo para hacernos creer que dejar pasar una oportunidad está mal. A veces buscamos las oportunidades y a veces en el sendero de lo que es la vida física llegamos, como decís vosotros, a tocar el cielo, pero por determinadas circunstancias o por propia elección, y aquí sí equivocada, nos alejamos y volvemos otra vez a lo gris, a lo cotidiano, a lo normal porque ahí también hay un error de la sociedad con respecto a lo normal, como que lo normal está bien, ni frío ni caliente, y estamos acostumbrados a eso. Vaya si estamos acostumbrados: -¿Qué preferís el verano o el invierno? -No, no, el otoño o la primavera, no me juego por el extremo, no voy nunca por el extremo. Y no digo que uno deba vivir al borde del abismo pero generalmente quien se arriesga en las distintas encarnaciones es el que logra resultados. No hablo de ir con sable en mano al frente de una batalla donde tú eres el primero en caer, eso no es arriesgar, eso es inconsciencia, sucede que a veces el opuesto es otro tipo de inconsciencia, un combinado de gris con temor donde tú no te quieres arriesgar, donde tú buscas determinada comodidad y si bien te molestan las personas que parecen autómatas, a veces copiamos costumbres por un supuesto instinto de conservación.
Mi nombre era Slaven, nací en Gospic en 1870. Para papá Petar y mamá Edita fui como un regalo. Había tenido una hermana mayor, Irina, que murió a los 2 años de vida, hacía 4 años atrás, en 1866. No pensaban tener más hijos hasta que mamá Edita quedó embarazada y nací yo, Slaven.
Obviamente me cuidaron, me consintieron. Si bien papá tenía estudios y trabajaba en una oficina me dieron lo mejor, cariño, afecto, que obviamente es lo más valioso, pero también me dieron el mejor estudio, la mejor escuela, me gustaba la física, me gustaba la química. Y fui creciendo entre los mejores alumnos.
Ya siendo papá Petar y mamá Edita grandes no tuvieron más hijos. Yo ya había ganado dinero haciendo prácticas en la parte de física y con sólo 22 años viajé solo a Nueva York en 1892 y buscaba distintos empleos, trabajé en una oficina de correos, trabajé de mensajero, hasta que llené una aplicación (solicitud de trabajo) y trabajé en un gran edificio que tenía un laboratorio que experimentaban con rayos X. Y allí conocí a Tesla, que ya tenía 36 años.
Tesla hablaba bajo, miraba fijo, pero no era amigo del contacto físico. Sí te daba la mano pero no abrazos, no quería nadie cerca, como si tuviera temor de contaminarse de alguna bacteria. Luego me enteré que de joven había estado muy enfermo.
Nikola Tesla era una persona extraña, extraña en el trato, en su forma de ser, hablaba... ¿cómo expresarlo?, en un lenguaje que apenas entendía. Hablaba que dentro nuestro tenemos un sistema biológico y que si bien somos un organismo tenemos millones de organismos dentro nuestro; algunos parásitos, otros que nos serán útiles y otros que formaban parte de nuestros órganos, de nuestra sangre, de nuestra linfa. Y que los rayos X eran perniciosos. Muchos dijeron que divagaba, que era una tontería. Tesla dejó de trabajar con rayos X.
Una vez le vi en un escritorio infinidad de planos, de escritos. Él no dejaba a nadie acercarse. Desconfiaba. No de mí, desconfiaba en general. Una vez me comentó en confianza: -Slaven, no te digo que no confíes en la gente, vuélcate, entrégate, pero guarda algo para ti porque la gente te quita energía. Le pregunté: -¿Cómo te puede quitar energía otra persona? Me respondió: -Es difícil de explicar, Slaven, ya lo entenderás.
Y hablando de energía me habló de la transmisión de energía sin cables. -¿Cómo es eso? -Son fórmulas muy difíciles de explicar -me respondió-, pero puedo iluminar una ciudad sin tendido de redes. -¡Pero eso es imposible! Me miró y me dijo: -¿Tan imposible como la corriente alterna?
No tenía mucho conocimiento sobre el tema y le pregunté cuál era la diferencia con la corriente normal, y me dijo: -Justamente la corriente alterna es la corriente normal, es la corriente del futuro, del futuro inmediato. Pero hay otro futuro más lejano donde se podrá, sin tendido de cables, iluminar el planeta.
Estaba trabajando con un resonador. Le pregunté: -¿Qué es ese aparato? -Es un aparato que funciona a base de resonancia mecánica.
Y me mostró como una pequeña lamparilla a metros de distancia se encendía levemente. -Bueno, veo que sí da resultado pero es una prueba muy leve, apenas ilumina. Me respondió: -Slaven, estoy poniendo el resonador a un 5% de su potencia.
Puso varias lamparillas en línea y puso el resonador a un 40%, la resonancia mecánica hizo temblar el edificio, pensé que era un terremoto. -Aún debo perfeccionarlo -me dijo. Pero me mostraba como todas las lamparillas se encendían al máximo sin ningún cable, sin ningún enchufe. Y fue haciendo pruebas y pruebas a diario.
Lo acompañaba a veces a almorzar. Comía apenas nada, no sé como mantenía su cuerpo tan delgado, parecía hasta frágil. Pensaba equivocadamente que le quedaba poca vida, muy equivocadamente. Algunos vecinos le gritaban y le preguntaba a Nikola por qué ese mal trato. -Porque están asustados -me respondió-. Porque algunos edificios de la calle se mueven levemente por la resonancia mecánica del aparato.
Recuerdo que una tarde vino la policía, mostró todos sus documentos Nikola Tesla, pero lo habían citado a la Corte por una, dos, tres, cuatro denuncias de vecinos diciendo que la resonancia mecánica afectaba a los edificios linderos. No sé si por engramas o por qué, pero tenía temor de meterme en un problema. En realidad yo no era ayudante de Tesla, era apenas un colaborador y él tuvo la deferencia y la humildad de tratarme como un colaborador. Incluso muchas, muchas tardes me invitaba a merendar y lograba sacar de él una mueca de sonrisa viéndome comer, él apenas tomaba una infusión caliente sin comer nada y yo volvía a pensar "Este hombre se va a morir en breve, no se alimenta, tiene un físico extraño".
Pero estaba preocupado por los conflictos. No llegué a estar un año -once meses-, con Nikola Tesla hasta que conseguí un trabajo en otra ciudad, Chicago, donde hacía un trabajo "normal", "común", ganaba un buen sueldo. Y me alejé de Nueva York, me alejé de Tesla.
Estaba tan imbuido tan metido en mi trabajo, en ese trabajo "normal", que no llegué a tener una relación estable de pareja con ninguna mujer, si bien salí espontáneamente con alguna.
En 1928 empecé a tener problemas en el pecho. El médico decía que eran los pulmones, pero ¡caramba!, ni si quiera fumaba. Pero bueno, es lo que te toca vivir. Un año después volví a Nueva York, estaba bastante enfermo. Quise volver a ver a Nikola Tesla pero no di con su paradero. En 1930 desencarné en Nueva York, y Tesla, siendo mayor que yo, recién desencarnó en 1943. Me había equivocado, pensaba que iba a morir en breve.
No puedo decir que viví poco, viví 60 años, pero si bien tuve una vida estable tuve una vida tranquila. En mis últimos instantes entendí que una vida tranquila no es una vida feliz, uno debe arriesgarse a más, y más cuando encuentras a un Maestro del que puedes aprender, aunque entiendas un 20% de lo que él explique.
Tuve temor por la policía, por las citaciones judiciales. Entendí que el FBI también rondaba. Incluso viviendo en Chicago, cuando me llegaba alguna carta tenía temor de que fuera una citación. Pero fue mi elección, nadie me obligó. Hubiera querido, no sé... estar más tiempo con el Maestro, entender su forma de pensar, el por qué no aceptaba el contacto físico, como si su organismo fuera distinto, como si tuviera temor a algún contagio, sin embargo su vida fue larga. Igual leía los diarios, me enteraba de sus inventos, de cómo lo defraudaban, de la paga que le habían prometido y luego decían que había sido una mala interpretación. Él nunca había sido un fraude. Edison, Marconi pasaron a la historia pero pocos, pocos, pocos saben la verdad.
Nunca volví a Gospic. No, no puedo agregar más nada, no. ¿Para qué? Uno en la vida debe plantearse objetivos y no necesariamente cumplirlos pero intentar, intentar. No digo que con eso sea suficiente pero al final de esa vida física luego no tendrías nada que reprocharte si por lo menos lo has intentado. Es lo que creo. Es lo que es. Y es todo.
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