Índice

Psicoauditación - Walter

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesiones de la Saga de Gualterio

Sesión 18/09/2010

Sesión 30/11/2012 Gaela, Juance Zabala

Sesión 06/04/2013

Sesión 23/12/2013 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 29/01/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 08/03/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 07/04/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 19/06/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 12/08/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Sesión 28/10/2014 Aldebarán IV, Gualterio (Rey Anán)

Siguiente página


 

Sesión 18/9/10
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Ha tenido vidas superficiales, y otras donde profundizó diversos temas. En una de ellas encarnó en un mundo dedicado a la técnica, frio, sin pasión, sin apenas desarrollo artístico. Tenía la ventaja que la racionalidad impedía las guerras, casi no había hambre, la medicina estaba muy avanzada… pero sus intentos por ejemplo con la música o sus relaciones de pareja no fructificaron por la cerrazón mental generalizada.

 

Sesión en MP3 (3.816 KB)

 

 

Entidad: Estoy aquí, tratando de dilucidar distintas circunstancias que a veces nos perjudican en el plano físico. Hay algunas cosas que me incomodan de la actitud de diversos seres encarnados cuando percibo que se toman las cosas a la ligera.

 

En distintas encarnaciones siempre he sido un ser muy bromista. He bromeado, he tenido amigos donde nuestros diálogos eran muy superficiales, mundanos, no comprometidos pero también he tenido vidas donde fui investigador en la edad antigua, en la edad media, en la edad moderna, y no solamente en este mundo sino en otros también. Y, a veces, es como que profundizaba sobre temas que eran nuevos -lo que aquí, en Sol III, llamaríamos paradigmas- y veía como que amigos y conocidos lo tomaban en broma.

 

Tuve una vida que encarné en un mundo distante, a más de 5.000 mil años-luz de Sol III. Era una estrella enana amarilla de 0,95 el tamaño del Sol. Nuestro planeta orbitaba, en medidas terrestres, a 142 millones de kilómetros. La vida era muy similar a Sol III y a mi me apasionaba, en esa vida, la astronomía. La estructura social era distinta a la de Sol III, y se incentivaba mucho más la técnica que la creatividad. A los diez de vuestros años nos separaban de nuestra familia y, si bien desde los cinco años íbamos a escuelas para aprender a leer y a escribir historia y geografía del planeta, directamente nos ponían en institutos y veíamos a nuestros padres una vez por mes. Cuesta conceptuar a lenguaje hablado pero es como que esa humanidad en ese mundo era más fría, donde eran escasos los pintores, los escultores, los escritores, los músicos. Es como que el planeta era como una inmensa fábrica, donde todo el mundo era técnico en distintas ramas. Y yo me dediqué a la astronomía, a la astrofísica, y ansiaba el contacto con otros mundos.

 

Me sorprendía porque éramos muy avanzados científicamente, si bien todavía no navegábamos por el espacio. Teníamos un satélite a 370.000 kilómetros -un poco más pequeño que la Luna de Sol III- y no habíamos llegado todavía con seres vivos pero sí habíamos mandado naves robot al satélite. La tecnología quizás era superior a la de hoy de Sol III al punto tal de que trabajábamos mucho con genética, trabajábamos con nanotecnología y prácticamente teníamos casi todos los problemas de salud resueltos, a diferencia de vosotros que no. Sin embargo, no estábamos tan avanzados en lo que es la tecnología espacial, si bien teníamos dos telescopios orbitando. Sabía que existían planetas similares al nuestro, rocosos, extra estelares pero es como que no teníamos avidez, como raza, de conocer nuevos mundos. Quizá teníamos muchas ventajas sobre vosotros, en el sentido de que casi no había guerras porque nos atrapaba la tecnología y, si bien el mundo se dividía por países como el vuestro, estábamos exentos de religiones. Subliminalmente o inconscientemente entendíamos o captábamos que de alguna manera podía haber un Creador -lo que llamáis Dios- pero no existían iglesias o templos. Éramos como más racionales que vosotros en Sol III y, por ende, había menos guerras. Las guerras no son solamente por temas políticos o de apoderarse de territorios o de riquezas de otros países, como en Sol III, también hay guerras religiosas desde la antigüedad. Bueno, eso no hubo en nuestro mundo pero nada me impedía soñar. A veces hablaba con mis amigos y me decía que nuestra mente, nuestro cerebro podía captar conceptos de nuestra esencia.

 

Me preguntaban qué era nuestra esencia.

 

Le digo: -Algo no físico que nos anima, algo no comprobable por nuestros aparatos pero que nos mueve y nos da la inteligencia. Y nuestro cerebro capta eso.

 

Mis amigos se burlaban y me decían que yo podía tener algún problema en mi cerebro y por eso creía todo eso, que era un disparate, que nuestras células, mediante conexiones microeléctricas, nos daban el poder de pensar.

 

Yo tenía la habilidad de componer música. Ellos eso no lo entendían. Si bien había aparatos musicales a cuerda, a viento, la música que se componía era –como diríais aquí, en Sol III- de oído. Nunca se trató, en miles de años, de escribir música.

 

Y yo les decía: -Pensad: en nuestro mundo, en la antigüedad -ahora no porque naves recorren en mundo en horas- las distancias eran casi insalvables. Había zonas aisladas y por eso se han creado distintos idiomas -no tantos como en Sol III- pero había un promedio de veinte idiomas y cada uno tenía una escritura distinta. ¿Por qué no poder escribir la música?

 

Sin dejar de prestar atención a mi trabajo empecé a escribir música. Entonces, es como que pensaba temas musicales y los pasaba al papel y luego tomaba un instrumento de viento -por ejemplo, algo similar a la flauta- y en nuestras horas de esparcimiento en el mismo trabajo ponía el papel –que no tenía nada que ver con un pentagrama musical terrestre- y ejecutaba la pieza con la flauta.

 

Yo tenía simpatía cuando mis amigos se reían porque eran muy bromistas pero me molestaba tremendamente cuando me despreciaban, diciéndome que era un genio. Entonces me preguntaréis: -¿Cómo un genio y tú dices que te despreciaban? Claro, porque pensaban que inventaba.

 

Al día siguiente apareció nuestro amigo Adreo -que le decíamos el gordo- con un papel con unas letras inexistentes en el planeta y me decía: -Esto es mío. Esto lo ejecuté yo. He creado algo similar a lo que has hecho tú.

 

Le digo: -¿Pero qué es eso?

 

-Es un alfabeto creado por mí, musical.

 

Y trajo un instrumento muy pequeño, parecido a una guitarra pero más pequeño, como un charango, y rasgando las cuerdas empezó a tocar y hacía como que leía.

 

Y en un momento es como que me enojo y le digo: -Te estás burlando de nosotros. No estás leyendo nada; estás tocando de memoria. Es mentira. No estás leyendo.

 

Se rió tanto que se cayó de su asiento y se cayó al piso riéndose. Casi rompe su instrumento. Le digo: -¿De qué te ríes, de que has inventado que has escrito algo?

 

Y me mira riendo y me dice: -Y tú, ¿qué has hecho? ¿Por qué te pensabas que te decimos genio? Por la capacidad de invención que tienes.

 

Y ahí me di cuenta de que él hizo una copia de lo que yo hice, pero lo de él era falso, era ficticio. Él había puesto una hoja con letras inventadas, con signos o cualquier cosa y hacía como que leía mientras ejecutaba el instrumento de cuerda. Y ellos pensaban, cuando ejecutaba el instrumento de viento, que no era cierto que yo leía del papel, que era mi mente.

 

Hablé con profesores de música y los profesores de música de ese mundo me decían: -La música no se puede escribir; tienes que tener la mente muy elevada para escribir. La música se ejecuta de memoria y se transmite de padres a hijos, de maestros a alumnos.

 

Tenemos piezas muy famosas -similares al vals terrestre- o música ligera y es como que cada ejecutante la aprendía de otros ejecutantes. Pero no es como en las orquestas terrestres que te ponen la música y tú, con el violín, la ejecutas cuando la lees. Allí era todo de memoria y todo de oído. Aquí, en Sol III, hay eximios guitarristas que tocan de oído y superan –y no importa si no están de acuerdo conmigo; como thetán no tengo ego- a eximios maestros que saben de música.

 

No prosperó pero no rompí mis papeles musicales, los guardé. Cuando tenga hijos, ellos lo entenderán. Si no, les rogaré que a sus hijos –a mis nietos- se los pasen porque sería una pena que yo el día de mañana muriese y esa música escrita deje de ser.

 

Pero no tuve hijos. Porque tres veces estuve enamorado de jóvenes hermosas amplias de criterio. Una era técnica médica, la otra trabajaba en una planta de energía eólica, la tercera trabajaba en cultivos de plantas. El planeta era rico -no estaba tan contaminado como Sol III- pero le faltaba la pasión. Y es como que yo trataba de abarcar tanto… Sin ánimo de ofender pero las jóvenes que yo conocía me parecían como robots, como que estaban teledirigidas. No os imaginéis lo que no es; no es que eran autómatas sino que vivían, reían, disfrutaban, gozaban, podíamos intimar, etc., pero eran monotemáticas, o sea, no las podías sacar de su trabajo.

 

En algunas cosas, como se dice en Sol III, yo era chapado a la antigua. A mí me gustaba mucho escribir con un teclado, que era absolutamente distinto a vuestro teclado qwerty. La mayoría de las holocomputadoras se manejaban con la voz pero a mí me gustaba manejar mis dedos, como los manejaba con el instrumento similar a vuestra flauta.

 

¿Podéis creer que me aburría con mis enamoradas? Con una de ellas tuve una intimidad majestuosa pero, luego, estar el resto del tiempo con ella en un fin de semana donde descansábamos era... prefería escuchar música y aislarme porque los fines de semana hablaban de su trabajo, de lo que hacían.

 

Y a veces decía: -Qué bueno que debe ser investigar.

 

-Yo soy técnico en astronomía y en astrofísica. Incluso diseño nuevos telescopios, radiotelescopios, telescopios de infrarrojos y puedo decirte cómo es la composición del universo, que está en expansión.

 

Y de repente la veía pensativa a mi acompañante, y le decía: -Te has quedado pensando... ¿Tú piensas lo mismo que yo, que el universo está en expansión?

 

-No, estoy pensando que una de las máquinas me estaba fallando y por eso no regaba bien la tierra y mañana tendré que ir a ajustar el aparato.

 

O sea, que casi la hora entera que le estuve hablando de mis sueños ella estaba pensando en su trabajo. Me había oído pero no me había escuchado.

 

Podía haber seguido el cauce del río, haberme casado, haber tenido hijos pero mis hijos iban a salir como el resto de la sociedad, una sociedad… aquí en la Tierra diríais sin alma; es metafórico porque el alma somos nosotros.

 

Me sentí como distinto, pero no distinto superior por el hecho de haber escrito música o tener pensamientos que ellos ni soñaban. Tenía baja estima porque pensaba que yo llegué a tener pensamientos -de pequeño ya- como que era adoptado y que mis padres me habían traído de otro mundo. Pero era una fantasía mía, como que no pertenecía a ahí.

 

Sabíamos mucho de genética. Tenía un amigo, Ravert, que le llevé una muestra de sangre para que me la analice. Y me dijo en palabras terrestres: -Es un ADN común y corriente. ¿Qué quieres que analice?

 

-No, es de una persona que conocí.

 

Obviamente era yo. En mi fantasía pensaba que podía tener otro ADN. Obviamente éramos homo sapiens -igual a los seres de Sol III- y, en mi desesperación, no entendía que aunque fuera de otro mundo en otros mundos también había homo sapiens. Pero no entendía por qué no les interesaba buscar otros mundos. ¿De qué tenían miedo?

 

Como casi no había guerras -porque cada uno estaba "en su mundo", rodeados de su propio ego- casi no había armamento tampoco debido a que no había guerras. Eso no era malo. Un mundo donde no había necesidades -donde a diferencia de Sol III muy pocos pasaban hambre- las enfermedades casi habían sido derrotadas, no había muchas apetencias materiales, la gente se conformaba con lo que tenía. Pero aquí, en Sol III, en vuestro siglo pasado pasaron una película donde la gente iba a la fábrica, los engranajes tocaban el pitido de la sirena y la gente se iba marcando su tarjeta y se iban a casa y al día siguiente, a la mañana, el pitido de la sirena, abrían las puertas y la gente entraba en manadas, una película que era cómica. Se llamaba "Tiempos modernos" y, salvando las distancias y con otra tecnología, pero así parecía esa sociedad donde vivía: automatizada, una sociedad no romántica que, si bien había música, nos explotaban, casi no había pintura, casi no había literatura. Existían las películas de esparcimiento pero los guiones eran muy pobres comparados con los guiones de Sol III. Y, a veces, me pongo a pensar que esa pasión en Sol III que tanto mal hace, que tantas muertes ha causado a lo largo de la historia, guerra tras guerra tras guerra, trajo creatividad.

 

Como thetán hablo, más de una vez, que este Creador ha conceptuado que en Sol III la combinación genética y conceptual-espiritual ha dado un homo sapiens pasional, distinto al de los otros mundos.

 

Bueno, yo me sentía como que encajaba más con Sol III que con ese mundo. Obviamente que desconocía que existía Sol III pero no era pasional-guerrero; era pasional, tenía apetito de saber, apetito que no veía en los demás. Estás con una joven con la que horas antes has intimado y le hablas de tus sueños y ella, en lugar de escucharte, está pensando en la máquina que se rompió. ¿Cómo no te vas a sentir solo en medio de toda la cursilería? Y lo que te molesta cuando tú creas algo y se lo toman en broma y se creen superiores… No te puedes tomar en broma una creación y luego creértela, no puedes, no debes. Por lo menos, profundiza y luego juzga -si es que está en tu camino juzgar- pero no puedes criticar o tomar algo en broma sin saber de qué se trata. Y eso no sólo lo hacen en el mundo en el que vivía sino que también lo hacen aquí en Sol III, donde tú muestras algo y/o te miran con desprecio o lo toman en broma. Y lo que más molesta no es cuando miran con desprecio sino cuando lo toman en broma. Ahí demuestran lo poco avanzados que están; aún no están en tiempo, aunque yo crea que sí. Lo que les falta para crecer porque yo, como ser encarnado, puedo bromear cuando estamos en tren de broma pero no puedes bromear con cosas serias. ¡No puedes!

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 30/11/12
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Tuvo una vida en Gaela con la que no estuvo conforme aunque le sonrió la salud, el dinero y el amor, pero no el amor que hubiera deseado. Siempre concedió por causa de su timidez que fue originada por su madre super protectora. Desencarnó con engramas de ser permisivo que le afectan en el presente.

 

Sesión en MP3 (3.292 KB)

 

 

Entidad: Mi memoria retrocede siglos, siglos y siglos hasta un pasado remoto en Gaela, cien mil años vuestros en el pasado. Un mundo distante, cien mil años-luz de vosotros, muy similar a Sol III, orbitando una estrella amarilla igual a la vuestra, a la misma distancia en millones de kilómetros, con continentes similares, como si fuera un planeta gemelo pero cien mil años en el pasado y a cien mil años-luz de distancia.

 

Encarné en Saeta, aproximadamente a mitades del siglo XX de la era de Axxón. Hacía poco tiempo había habido una gran guerra.

Mis padres eran muy pobres. Era hijo único y, a medida que fui creciendo, de pequeño no era para nada tímido, hasta mis seis años, hasta que empecé la escuela.

Mi padre era una persona muy trabajadora, era carpintero. Pero era la figura ausente porque no estaba nunca.

Mi madre tenía el defecto de que era sumamente cariñosa pero muy sobreprotectora, discutía con otro niño y mi madre lo retaba al otro o si venía con una lastimadura por haber jugado en la acera enseguida me curaba y me potenció muchísimo la timidez.

Me gustaban mucho las niñas. Tenía nueve años y había una niña en el barrio que me gustaba mucho. Se llamaba Milana pero jamás me atreví a decirle nada, jamás, y hablo de nueve años.

Sentía esa necesidad de darle un beso en la mejilla. Un día me habló y me sentí petrificado. Ella tenía un suéter verde y yo, antes de saber su nombre, le decía "la chica de verde". Me preguntó algo y me quedé como una estatua y no sabía qué responderle y se fue.

Estando yo solo era absolutamente hablador, me gustaba mucho escribir, me gustaba mucho leer, era poco lo que se sabía en aquella época de astronomía pero me conocía los planetas de ese sistema, de Gaela.

Yo vivía en una calle larga y pensaba que esa calle recorría el mundo entero. Me acuerdo que, cuando hacía primer grado, yo pensaba que el número más alto que existía era el 10. Son cosas de niño porque esa calle tan larga al final era una calle que terminaba a quince calles de allí y el número diez no era el último. Cuando conocí el número once hubo en mí un desencanto porque digo: -¡Ah! Hay más.

 

La escuela no me gustaba, no me gustaba para nada pero como no me gustaba que me retaran, en lugar de jugar o portarme mal, yo estudiaba y me sacaba siempre muy buenas notas. La tortura era cuando tenía que ir a un picnic o a un recreo  porque no me gustaban los juegos, en los juegos de pelota era como torpe y entonces es como que me quedaba a un costado. Enseguida me eliminaban y yo contento porque entonces podía mirar el juego de mis compañeros yo sentado tranquilo pero me daba la impresión de que el maestro no me quería, como que me despreciaba.

 

Un día pasan lista:

-Juance Zabala.

-Presente.

Y el maestro me grita: -¿Pero por qué no hablas más fuerte, Juance?

Casi me ponía a llorar porque, ¿por qué me retaba si yo era el único de los 30 que no hacía lío?

 

Terminé lo que para vosotros es la escuela primaria y empecé en la escuela secundaria, lo que aquí llamaríais la escuela técnica. Me gustaban mucho los motores porque el día de mañana decía "voy a construir motores para cohetes". La escuela no era una escuela religiosa -porque no existían las escuelas religiosas- pero te adoctrinaban un par de horas dos veces por semana y venía un representante de la Orden del Rombo a hablar. Quizá esa era la diferencia con vuestro mundo en la misma época, que había mucho fanatismo religioso, y también, a diferencia de vuestro mundo, no había otras religiones preponderantes: la Orden del Rombo dominaba todo el planeta, tanto en Saeta como en Amarís.

 

Fui creciendo y, a medida que fui creciendo, por mi cuenta quise hacer deporte pero tenía cierta cosa en la cabeza de que no me iba a ir bien en los deportes. Entonces me inscribí en un instituto donde levantaban aparatos para fortalecer el cuerpo y ya cuando tenía 17 años tenía un físico bien formado, un estómago como una roca de fuerte pero mi espíritu, mi parte interna era débil.

Mi madre seguía controlándome: -¿Dónde vas? ¿A qué hora vuelves?

Y empecé a salir con mis amigos a distintos bailes y conquistábamos niñas. A veces era un beso, a veces era algo más que un beso y yo tenía un defecto: que tenía tanta necesidad de ser aceptado. Quizá no tenga que ver pero me enamoraba fácil, quizá no tenga nada que ver.

Mis amigos me decían: -¿Pero, Juance, otra vez de novio?

-No, no -les decía yo-, no estoy de novio, yo salgo nada más.

Pero eran ellas las que me dejaban, como que me encontraban sin sabor, soso, sin condimento.

 

Mis amigos se fueron casando. Yo pude ahorrar dinero y me puse un taller de bobinado de motores y me iba bien. Papá seguía trabajando en su carpintería. Las veces que quiso que fuera a trabajar con él le dije: -No, a mi me gusta esto.

Tenía dinero para salir, no tenía ningún problema, vestía bien. Escribía infinidad de poemas, poemas como los poetas de cien años atrás de Gaela pero los guardaba en un cuaderno ahí, con hojas amarillas, en una biblioteca.

 

Cuando cumplí 27 me casé con una joven que no era linda pero yo le importaba y me casé. Al comienzo vivíamos incómodos porque detrás del taller tenía una habitación y vivíamos ahí. El primer año fue perfecto pero el segundo año ya vino la demanda.

-Estamos apretados, no podemos ni movernos. Con lo que tú ganas...

-¿Pero de qué te quejas? Tienes de todo: te compro zapatos, vestidos, salimos, vamos con amigos a distintos restaurantes.

 

Pude ahorrar. A los cuatro años de casados vendí ese taller con vivienda y me compré un apartamento que tenía sala y dormitorio y a un costado el taller. Ya no se podía quejar. Hasta que vino el niño. Tardó en venir, cuatros años tardó en venir pero vino el niño y ella ya se quejaba:

-Que va a tener que dormir en la sala porque esto es pequeño, que no sirve.

 

Y fue pasando el tiempo. Yo ya tenía 35. Cuando el niño tenía dos años me dejó, se fue. Mi padre me consiguió lo que aquí se llamaría un abogado e hicimos el divorcio.

Nunca la encontramos para que firmara los papeles, pues se fue a otro país. A Emil lo crié yo solo, era un hijo, un amigo. Mi madre, así como había sido absorbente conmigo, con Emil lo adoraba pero no le exigía como me exigía a mí porque no era la madre, era la abuela. Me permitía que yo saliera y yo salía como cuando tenía 20. Salía a distintos lugares, de conquista, como cuando era más joven.

 

Antes de los 40 empecé a salir con una chica que ni siquiera tenía 30; tres meses salimos. Así como cuando te tiras a la pileta de cabeza así me tiré en su corazón: tres meses duró y quedé destruido, absolutamente destruido, me dolió mucho más que cuando desapareció la madre de Emil.

Los amigos me decían: -Juance, está bien, no era para ti.

 

Yo sentía como que algo fallaba en mí, que no me duraban las relaciones. Entonces hacía trampa: concedía, era permisivo pero no era permisivo por galante o por cortés sino por quedar bien pero estaba tan enceguecido que no entendía que esa técnica no funcionaba porque a veces me transformaba de una persona que concedía a una persona que reclamaba, que demandaba: "Por qué no me has llamado", "se ve que no te importo...". Y eso las ahuyentaba porque cuando reclamas, cuando demandas ahuyentas a la otra persona. Pero en ese rol de Juance me podían poner una montaña delante que no la veía. Yo viví en un espejismo, en un tremendo espejismo.

 

Viví bastante tiempo. Mi hijo creció, se recibió, fue abogado, un excelente abogado, muy desenvuelto, nada que ver conmigo. Era una persona avasallante, seguro de sí mismo, conquistador pero no abusaba de su carisma. Nunca engañó a una joven prometiéndole lo que no iba a cumplir. Si de repente él quería salir sin compromiso se lo decía: "Esto puedes obtener de mí, más no; si sales sabes a que te atienes". Era honesto, nadie le podía reclamar nada. Después se casó. Me dio tres nietos, dos nietos varones y una nieta mujer y él se reía. Me decía: -Papá, ¿qué haces el fin de semana? Ven a casa.

 

La época había cambiado: había teléfonos portátiles, teléfonos móviles con pantallas que tú podías ver al que te hablaba aunque estuviera en otro continente, televisores que tenían menos de una pulgada de ancho, gigantescos.

Todo había cambiado desde mi primera época y yo me acordaba de mis padres: "Si mis padres vieran esto". Por lo menos conocieron al nene, un super abogado.

 

Pero no me pude quitar esa, no sé si llamarlo costumbre, el ser demandante, el conceder para quedar bien. A veces íbamos a jugar a un juego muy similar al billar de este mundo y no hacía esfuerzos por ganar con tal de verlos a ellos contentos y no me daba cuenta de que inconscientemente pero muy inconscientemente había que bucear dentro de mí con un microscopio electrónico, que no estaba conforme, no tenía satisfacción pero nunca lo iba a admitir. Me engañaba. ¡Nunca lo iba a admitir! ¡Jamás lo iba a admitir!

 

Mi hijo y su señora se hicieron amigos con gente de otro continente.

-Cierra el taller. Ven con nosotros.

Nunca quise salir de Saeta, no quise.

-Esta es mi tierra. Allí hablan otro idioma, no entiendo.

-Padre, en Amarís hablan el mismo idioma que en Saeta. No tienes excusa.

-No, me quedo aquí.

 

Y así fue mi vida, larga. Ya después dejé de trabajar. Tenía un retiro mensual, lo que aquí se llamaría jubilación. Y sí, es verdad, siempre fui inteligente pero hasta de mayor concedía para quedar bien. Ochenta y nueve años tenía cuando desencarné y me quedó, desde cien mil años, el engrama de permitir, que no es lo mismo que darse, que brindarse, que son dos cosas distintas. Pero no, dentro de mi inteligencia para poder hacer cálculos de motor lo obvio no lo entendía, lo obvio no lo veía.

 

Y desencarné con ese engrama de conceder porque me daba lo mismo pero no me daba lo mismo. Creía que me daba lo mismo y me quedé con ese engrama de que -quizá lo que os relate lo van a tomar como que no era tan inocente, como que no era tan ingenuo- tuve muchísimas conquistas amorosas, muchísimas pero eran como agua entre los dedos, se escurrían, ni las recordaba ni en nombre ni en cantidad pero no me llenaban; era algo que no me satisfacía porque no conquisté el amor, conquiste los amores. Y -como dice un excelso Maestro, "el lenguaje hablado es pobre"- el Amor es una cosa y los amores es otra.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 06/04/13
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

La entidad aporta una visión práctica de los ciclos de muerte y renacimiento que el Deva Prayápati nos comentó en su canalización. Aplicados al ser encarnado, esos ciclos son los responsables de nuestros cambios internos, evolución y elevación, son la respuesta al porqué, a veces, tomamos caminos que nos alejan de nuestro pasado y nos llevan a un nuevo estadío de conciencia.

 

Sesión en MP3 (4.811 KB)

 

 

Entidad: No siempre cuando intentamos recorrer el camino que deseamos, en cualquier encarnación que fuere, logramos llegar a determinada meta. Daría la impresión que el planeta entero entrara en un conflicto de intereses porque es muy fácil lo que nos enseñan, que el primer núcleo es la familia, que el segundo núcleo es la escuela, que el tercer núcleo es el trabajo y que nosotros debemos obedecer porque nos estructuran con premios o castigos, lo opuesto a lo que aprendemos como espíritus en los planos suprafísicos donde sabemos que hay, solamente, consecuencia de nuestros actos, no premios, no castigos.

Pero así te enseñan en tu entorno primero, que es la familia. Haces una cosa mal y te pueden castigar de muchísimas maneras. En la escuela lo mismo, te equivocas en algo y tienes una nota baja. En el trabajo te aperciben, te amonestan, te restan tu sueldo o directamente te suspenden o te despiden.

 

Y he percibido -y esto lo digo con ayuda de los Maestros de Luz- que en esta sociedad donde encarnamos -yo encarné en el siglo XX de la era de Sol III- hay limitantes, no digo limitaciones digo limitantes. Uno de los limitantes es el hospital.

Me preguntaréis "¿Qué tiene que ver con mi 10% actual?".

Cuando tú no encajas en un entorno, en una sociedad, en una familia, en un trabajo, en una escuela, en una facultad, en un instituto no vibras en sintonía con ese entorno y sabemos que las emociones negativas enferman, y te puedes enfermar física o mentalmente, y de allí te derivan a un hospital. Quizá sea demasiado funesto, negativo en mi manera de expresarme por cosas que he vivido en otras vidas, pero un hospital tiene similitudes.

Diréis "Qué despropósito lo que conceptúa este thetán".

El hospital tiene similitudes con una prisión porque tú estás en terapia intensiva y te vigilan las 24 horas. No puedes moverte, no puedes salir, estas atado, es como una prisión. Y no lo digo de manera metafórica. Y por más clarificado que estés, cuando encarnamos en Sol III somos humanos que nos jala un pozo gravitatorio -como dice un excelso Maestro- y no a todos nos afecta de la misma manera. Hay personas que se deprimen, hay personas que pierden fuerza, hay personas que son dominadas por su mente reactiva y hay personas que quieren salir adelante pero nos enseñan a competir.

 

La competición en el deporte no digo que sea buena ni que sea mala, pero es necesaria porque se trata de un deporte donde uno tiene que ganar y otro tiene que perder. Pero en la vida cotidiana no se trata de ganar o perder pero nos enseñan a competir contra otros como si fuera ganar una carrera para llegar a algún lugar. No toméis esto como una cátedra, no trato de imitar a una Maestro de Luz, pero pensad, el Maestro de Luz dice que nunca podemos trazarnos una meta y dormirnos en ella sino que tenemos que buscar la siguiente, y la otra, y la otra, y así sucesivamente, y para no desgastarnos aprender a gozar el mientras tanto. No es que yo disienta, no es que no esté de acuerdo; como 10%, mi parte encarnada también se traza metas, pero como decía un filósofo de hace dos milenios y medio, no hagamos que el árbol no nos deje ver el bosque. No nos pongamos ciegos ante esas metas y no permitamos que nos atosiguen empujándonos porque vosotros tenéis una frase muy buena que dijo un Maestro "No miréis a aquel que se jacta de estar en lo alto" porque quizá no está en lo alto, quizá está al borde de un acantilado a punto de caerse al precipicio mientras tú estás en el llano, en la base, fuera de todo peligro, de todo riesgo. Y cuidado porque puedo ser mal interpretado, con esto no quiero decir que es bueno estar en el llano, que no nos esforcemos por llegar arriba, no estoy diciendo eso, digo que hay egos de personas que aparentan estar muy en lo alto y están al borde del precipicio.

 

Se trata de ir ascendiendo paulatinamente. Y como dijo un Ser, una Entidad -no sé como denominarlo- un Deva, que habló sobre los ciclos, sobre los renacimientos y dijo algo muy importante. Dio a entender que nosotros a lo largo de la vida morimos varias veces y volvemos a encarnar casi de inmediato varias veces. Porque uno, como parte encarnada, no es el mismo que cuando tenía 10 años, cuando tenía 20, cuando tenía 30. Tampoco se trata de separar por décadas, de un año para otro por algo que pasó, por alguien que conocimos, por un libro que leímos, por una experiencia traumática o por una situación límite que nos puso al borde de ese acantilado. Y transmutamos y cambiamos y morimos y volvimos a renacer. Porque en este caso no sería morir y reencarnar, porque el espíritu no se desprende del cuerpo, esta dicho de manera metafórica esa muerte, porque no es la muerte de la persona física es la muerte de un ciclo de esa persona, es la muerte de un ciclo y nace una nueva persona. Por eso lo del renacimiento, que es lo que comentaba maravillosamente -y de una manera, entiendo, más completa y explícita que la mía- el Deva. (1)

 

-Las vidas son ciclos.

¿Los ciclos son ingratos?

-No, los ciclos enseñan porque nos vamos elevando.

-¿La vida es ingrata?

-No, la vida es grata, es muy grata porque el aprendizaje es grato.

-¡Ah! Entonces, ¿dónde está el problema?

-A veces convivimos con otras personas, pareja, amistades, hermanos, conocidos donde pasan dos cosas: hay amistades que quizá no vemos durante 10 años, que habrán tenido sus ciclos y nosotros los nuestros, y cuando nos volvemos a ver, cuando nos volvemos a conectar, nos damos cuenta que esa conexión no existe, pero no porque a esa persona o a uno le invada el ego y esté por encima sino porque -y acá está el detalle de todo- en cada ciclo tenemos una vibración distinta más sutil o no, de acuerdo a como uno va creciendo o retrocediendo en esos ciclos. Generalmente, cuando se renace es por aprendizaje y la persona vibra más sutilmente. Quizás ese amigo que hace 10 años que no vemos o ese conocido o pariente no modificó sus ciclos y no estamos en sintonía, y es evidente y nos damos cuenta enseguida, de inmediato porque no habla nuestro idioma, de manera figurada, en sentido figurado lo digo.

-¿Y cómo es la medición? ¿Con qué aparato mides a una persona con la que tratas a diario?, porque cuando tratas a diario a una persona no es como ese amigo al que no veías hace una década, porque no puedes ver los cambios, como cuando estas encarnado no puedes ver los tuyos; tú te miras al espejo y te ves igual hasta que ves una foto de tu propia persona de hace años atrás y ahí te das cuenta que cambiaste, que estarás mejor o peor de acuerdo a como tú te sientas, porque como tú te sientes es como refleja tu rostro. Hay rostros que aun siendo mayores se ven más esplendorosos que cuando era más joven porque creciste, porque renaciste, porque ese nuevo ciclo te cambió para mejor, porque eres otra persona.

-Disculpa, ¿cómo otra persona?, soy la misma persona, tengo el mismo nombre.

-Pero no todos te reconocen.

-¿Cómo no me reconocen?, pueden pasar 20 años que no veo a alguien pero sí, van a saber que soy yo.

-No, porque tú no entiendes de que manera lo digo así como tú no tienes nada en común con esa persona que hace 10 años que no veías y que erais -como decís vosotros- carne y uña y ahora estás ante un desconocido, no lo conoces.

-No, pero conozco a sus facciones, su manera de hablar.

-Pero no su manera de ser, su manera de pensar. Cambió o cambiaste, no lo conoces. Y lo mismo pasa con los demás para contigo, no te conocen, has cambiado de ciclo, has renacido, eres otra persona distinta, más crecida, con una vibración más elevada, -diría por atrevido- una octava más alta.

 

Sí; seguimos teniendo problemas, seguimos teniendo altibajos, la sociedad nos sigue afectando, el entorno nos sigue afectando pero eso no significa que no hayamos crecido. Pero ¿qué sucede si nuestro entorno no creció o fue creciendo en una medida menor?

Supón que tú tienes un aparato eléctrico sin batería y lo enchufas al tomacorriente y tiene un cable largo pero tú necesitas llevarlo a otro lado, tú no puedes estirar el cable porque no es elástico, tiene una funda con alambre de cobre dentro, entonces llega un momento en que o se rompe el cable si tú estiras demasiado o se desconecta del tomacorriente.

 

Cuando tú vas cambiando de vibración y el entorno no, es como que tu vibración te jalara hacia arriba y hubiera un cable entre el entorno y tú hasta que llega un momento en que la distancia es tan abismal que el cable se desenchufa y ya no tienes la conexión con el entorno, con la persona, con quien fuere.

Y como dijo un excelso Maestro, no se trata de culpa, porque culpa es quien hace las cosas a propósito. ¿Se trata de responsabilidad?, porque responsabilidad es quien hace las cosas sin querer y se tiene que hacer cargo: No, tampoco, porque no se crece sin querer, se crece queriendo, deseándolo, responsable es quien se hace cargo de sus errores no hechos a propósito. Pero tú no te puedes hacer responsable del error o la falta de inercia de los demás, tú te haces responsable de tus falencias enmendándolas.

Y como dijo una vez ese excelso Maestro, no puedes tender una mano al otro si tú no estás de pie primero. Pero supón que estás de pie y supón que la otra persona no quiere coger tu mano: tú no puedes forzar el libre albedrío de la otra persona, no puedes, no debes.

Esto no significa que te excuses, que busques una excusa: -¡Ah, bueno! Si los Maestros enseñan eso, me cruzo de brazos y no tiendo la mano.

No, no, tiende la mano, insiste, no haciendo proselitismo pero explica las razones del porqué la persona debe crecer, etcétera, etcétera, los beneficios...

Ahora, si la otra persona cierra los ojos, se tapa los oídos -figurativamente hablando- y no desea escuchar los argumentos, no puedes forzar, no puedes coger sus brazos y sacar las manos de sus oídos o quitarle la venda de los ojos, porque es su decisión. Y ahí no puedes hacerte responsable.

 

Porque he analizado mis vidas pasadas y si bien los Maestros de Luz dicen que a veces no aprendemos de nuestros errores porque cada situación es distinta a la anterior, es como si tú te sacaras 10 en álgebra y la próxima materia fuera historia; el 10 de álgebra no te sirve para historia. Y eso sucede con los seres humanos porque tú puedes conocer a mil seres humanos y el mil uno es distinto y toda tu experiencia no te sirvió. Tú puedes haber pasado por cien situaciones distintas, graves o no, y aparece la situación ciento uno y no sabes cómo afrontarla porque es absolutamente distinta a las otras cien situaciones anteriores. Claro, la experiencia de las otras cien situaciones anteriores te va a curtir tu interior como para que afrontes la número ciento una de una manera más segura.

 

Todas esas experiencias me sirvieron en las distintas vidas donde hubo abandonos, fracasos, donde estuve encerrado, donde también pasé por ciclos en mundos salvajes, en mundos desérticos. Me han enriquecido. Y mi parte encarnada tiene un logro mayor que yo como entidad espiritual o thetán, que en un ciclo mucho más corto ha aprendido más que en diez vidas mis anteriores, quizá porque se topó con un maestro que le enseñó.

Pero esto lo digo sin ánimo de jactarme, el maestro tendrá su mérito pero uno como alumno también tiene el mérito, porque tú estás en un curso con 30 personas y habrá 5 que captaron el mensaje del maestro y 25 que no, o 15 que lo captaron de manera muy vaga y 10 que directamente no lo captaron para nada y otros 5 que directamente no les interesó, entonces claro que es mérito de alumno también.

Y todo eso me lleva a entender que nosotros creciendo espiritualmente somos responsables de nuestra ascensión, y por moral, por compasión, por piedad nos tenemos que solidarizar y quizá nos podemos hacer responsables de la ascensión de quien tenemos a cargo en tanto y en cuanto lo permitan.

 

Hablemos exclusivamente del plano físico. Un excelso Maestro, a quien admiro, ha comentado en más de una oportunidad que tú no puede forzar el libre albedrío del otro, salvo que el otro no entienda. Entonces, cuando ese ser que está creciendo es un niño, tú lo puedes -entre comillas o sin comillas- obligar a que tome una medicación porque tiene un problema leve y debe mejorarse, porque por ahí el niño se empaca como una mula y no desea, y tú como sabes más lo obligas. Lo mismo con una persona anciana que quizá tenga una falla en su decodificador; entonces tú sanamente le obligas a que tome su medicación o que se alimente o se asee, o la aseas tú a la persona si es una persona mayor. Entonces no estás por sobre de su libre albedrío sino que la persona ya no tiene el análisis para entender su libre albedrío. Entonces ahí sí te metes. No confundir meterse con entrometerse. Pero con una persona que tiene pleno uso de sus facultades -como decís vosotros en el plano físico- no puedes obligar.

Y entonces, ese cable, si tú vas teniendo ciclos de renacimientos, llega un momento que se desconecta, porque el cable tiene un límite y la vibración también. Porque si bien las almas gemelas, como enseñó este excelso Maestro, son dos entidades espirituales que vibran en la misma sintonía hay almas gemelas que de repente cambian un poquito su vibración pero siguen estando conectados, puede haber un poco de fricción -para aquellos que entienden de coches, cuando tú no aprietas bien el embrague- los discos no encajan bien y tú escuchas la fricción, que hasta pueden romperse si encajan mal los discos.

A medida que esas almas van cambiando de sintonía ya directamente no encajan. Aclaro que en el plano físico eso no se nota tanto, eso se nota más en el plano suprafísico porque en el plano físico puede haber -y acá hay una palabra que me enseñó un Maestro de Luz, una palabra fea, muy fea- puede haber resignación.

 

La resignación es decir: "Me faltan pocos kilómetros para llegar al oasis pero mis pies no me responden más. Me quedaré sentado en la arena y moriré bajo el sol o muerto de sed aún faltándome poco para llegar". Eso es la resignación.

Como thetán no me gusta ese deporte vuestro, el boxeo, pero doy como ejemplo el tirar la toalla: "Abandono", eso es la resignación, "Que sea lo que Dios quiera".

Si Dios nos dio libre albedrío, no es que sea "Lo que Dios quiera", es que sea "Lo que yo quiero", porque Dios me regaló el libre albedrío para que yo opte, para que yo elija mi camino, entonces no es "Que sea lo que Dios quiera", jamás Dios va a pretender que nos resignemos.

 

Tampoco Dios quiere la paciencia, Dios quiere la perseverancia, no la paciencia.

La paciencia, a veces vendría a ser como una especie de resignación: "Y bueno, yo tengo paciencia".

No, "Yo tengo tolerancia". Pero como dijo aquel excelso Maestro, no tolero desde el ego, tolero desde la comprensión. Porque paciencia se entendería como que yo, a la persona no la soporto pero le tengo paciencia. Tolerancia, desde la compasión, significaría como que comprendo su punto de vista, y puedo tener tolerancia con la persona aunque no avale su manera de ser. Agradezco la conexión -vosotros si tuvierais un canal de TV diríais "en vivo"- agradezco la conexión en vivo con el Maestro Johnakan que me va conceptuando casi toda mi disertación, me va ayudando en cómo debo explicarlo. Por eso me muestro tan fluido y por eso no doy a conocer mi estado de angustia, porque no es lo que quería transmitir, en esta sesión. A mi parte encarnada tampoco le quería transmitir eso, simplemente quería explicar que los ciclos de muertes y renacimientos nos van haciendo seres nuevos, con vibraciones nuevas. Vibraciones que no pueden empatizar, quizá, con gente que no ha cambiado su vibración.

Habría un problema: ¿Qué sucede si todo tu entorno se quedó en un ciclo anterior y no quiso crecer?, te encuentras aislado, solo en medio de la nada rodeado de personas, si se entiende la paradoja.

¿Y qué hago?, bueno, como diría mi Maestro, buscaría gente afín.

Y qué hago, ¿cierro la cortina de mi vida anterior? No, no, no; uno siempre tiene que jugarse por lo que ama hasta las últimas consecuencias.

Pero tenemos que aprender a sacar de nuestro vocabulario, de nuestra vida, la palabra resignación. He visto en esta y en otras vidas enfermos gravísimos que no se han resignado y han salido de su enfermedad adelante y habrán vivido meses, años o décadas más en el plano físico.

Pero resignar es no luchar. No luchar contra otro sino contra las circunstancias.

Resignar tiene que estar fuera del vocabulario igual que la palabra paciencia. Sí tiene que estar la palabra perseverancia y tolerancia.

 

Por último, evitar ser drásticos. Esto significa: "Si yo no estoy en sintonía con tal persona, yo corto el cable, no espero a tirar y que el cable se desenchufe, directamente corto el cable".

No, no debemos ser drásticos, tampoco esperar hasta el último momento a que las cosas pasen porque entonces no seríamos proactivos sino que seríamos pasivos de la vida y en la vida tampoco podemos ser pasivos porque esto sería como resignarse, dejar que la corriente fluya. Pero si la corriente de agua es demasiada morimos ahogados, cuidado con eso.

Hay una sola situación en la que debemos ser drásticos: cuando hay un riesgo inminente grave y tenemos que tomar una decisión de un momento a otro, que puede ser un problema de salud, que puede ser una crisis extrema, un problema económico, laboral o como dije antes de salud y ahí debemos ser drásticos: Tengo un tumor, lo tengo que extirpar, ¡ya! Ahí debo ser drástico.

Y debemos evaluar qué cosas son dramáticas y que cosas son soportables. No soportables para resignarnos sino para ir elaborando qué podemos cambiar y qué no. Porque al estar encarnados tenemos por costumbre que todo es blanco o negro, que no hay grises. Entonces, si yo como ser suprafísico digo que debemos ser drásticos, no es que debamos ser drásticos en todo: evaluar. Y como dije a lo último, drásticos en lo verdaderamente grave: una situación extrema de salud, una situación extrema laboral, y dar un golpe de timón para que la barca no se estrelle contra las rocas.

Y lo que voy a decir es una cosa triste. Quizá cuando giramos el timón de esa barca haya gente dentro de la barca que caiga por la borda y se ahogue, pero si nos estrellamos fuertemente con el temporal contra las rocas porque no dimos el golpe al timón por miedo a que esa persona se caiga al agua y se ahogue, nos estrellamos todos los que estamos en la barca y nos ahogamos todos o morimos estrellados contra las rocas.

 

¡Qué situación dramática! ¿Por qué eres tan cruel y pones esa opción?

Porque así es la vida física, porque así me ha pasado en distintas vidas. Y muchas veces, por cobardía, no di el golpe de timón por querer salvar personas y después chocamos todos contra las rocas.

 

Gracias, querido Maestro, por ayudarme, solo no hubiera podido. Gracias Johnakan.

Hasta todo momento.

 

(1)Sesión con el Deva Prayápati

 


 

Sesión 23/12/13
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

De niño arrasaron su poblado y mataron a su familia creándose engramas de odio y venganza. Tampoco sabía si pertenecía a esta familia. Más tarde por piedad recogió a una joven de la calle con dificultades mentales que le acabó creando engramas de baja estima. Emigrando al continente del norte con unos compañeros encontró a una persona muy importante con quien vivir, la más importante.

 

Sesión en MP3 (3.471 KB)

 

 

Entidad: Es muy difícil vivir con odio, con deseos de venganza. A veces es como que no tienes las fuerzas porque eres despreciado.

 

No era la primera vez que encarnaba en Umbro. Estaba con varios compañeros cruzando el brazo. El brazo es una unión entre Krakoa -el continente Sur- y el continente grande donde íbamos. El brazo comunicaba Krakoa con el mar oriental en una tierra más al este aún que la de los Orientales, más al este aún que la tierra desértica, más allá de las montañas pero yo recuerdo haber estado de pequeño. Mi nombre era Gualterio.

 

Los reyes de la región media habían invadido la zona noreste de Krakoa y habían saqueado una aldea para llevarse nada. Teniendo yo 10 años habían matado a mis padres. A los 18 conocí a Isabil. Isabil era una joven que también era huérfana. Me daba pena porque en el poblado se burlaban de ella porque mendigaba comida. No tenía a nadie y la acogí en mi casa. No sé si por amor o por piedad, los dos sentimientos son nobles.

 

Al cabo de un año Isabil era otra persona, reclamaba, exigía: "Gualterio, como labrador no ganas nada".

Tenía un tío, Tomic, que decían que su cabeza no estaba bien. Él decía que escuchaba voces en su cerebro, que le transmitían cosas. Los aldeanos decían que no estaba bien. Mis padres lo querían pero no lo tenían en cuenta. Desde chico me decía:

-Gualterio, tú no eres hijo de tus padres.

-¿Cómo no? Yo nací un año antes de Hédor.

Hédor murió a los seis años tras una larga enfermedad. Y el tío decía:

-Tú no eres hijo de ellos, a ti te han dejado. Tú tenías un anillo con una piedra azul en tus mantas. Allá al norte hay un puente natural, angosto de piedra que atraviesa el mar y llegas hasta otro continente pero no hay que cruzarlo en épocas de tormenta porque hay olas de muchísima altura y te ahogas. Allá en el otro continente viven esos reyes.

-No hay otro continente, tío. Aparte, yo me parezco a padre.

-¿Y cómo sabes? ¿Te has mirado en algún arroyo? ¿Te has visto tu reflejo en el lago?

-No pero me toco y veo como soy.

 

Un día lo encontramos al tío sentado respaldándose en un árbol pero ese aliento que le daba vida ya no estaba. Se había ido con aquel que está más allá de las estrellas. Y tiempo después sin utilizar el brazo unos barcos de forma rara llegaron a nuestras orillas y arrasaron la aldea. Yo quedé vivo. Y de grande juré vengarme.

 

Mi casa quedó hecha ruinas. El tío me dijo una vez:

-Cuándo tu padre no esté busca en ese pequeño sótano.

Abrí una trampilla y entré al sótano. No había nada, ni botellas de bebida espumante ni nada. Había una especie de canasta donde cabía el cuerpo de un bebé y una manta azul con una corona amarilla igual, igual al adorno que llevaban los caballos de los invasores. Nunca encontré ningún anillo azul, nada.

 

En el presente iba caminando con mis compañeros por el brazo saliendo de Krakoa donde ya no quedaba nada. Me recordaba los últimos días con la compañera que vivía conmigo que me imploraba un techo, una comida. Yo la tuve en casa. La acogí más por piedad que por amor. Me molestó cuando me dijo:

-Toma de mí lo que quieras.

-No, no, cuando sea el momento estaremos juntos.

 

Pasaron varios amaneceres hasta que se dio la unión. No sé por qué razón no quedaba embarazada y me reclamaba que yo era estéril, me reclamaba que la labranza no me dejaba beneficios de metales, que era un fracasado que no crecía. A veces me enojaba conmigo porque le recriminaba:

-Acuérdate cómo te encontré, mendigando en las posadas. Qué sé yo si alguna vez por un plato de guisado caliente no le hacías favores a alguien.

Y perdía el control ella y arrojaba todas las cosas de la mesa. La cogía de los brazos y la trataba de calmar. Jamás, jamás la golpeé, jamás.

Había mañanas que me levantaba y me decía:

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

-Soy Gualterio.

Y me miraba, me reconocía y decía:

-¡Ah! ¿Ya has preparado un poco de pan con una infusión caliente?

 

Me daba la impresión como que ella vivía para reclamar pero estaba fuera de la realidad, a veces no me reconocía. De verdad me molestaba porque si no fuera por mí no sé cómo ni dónde estaría ella pero me reclamaba y me seguía reclamando y me molestaba. Y varios amaneceres no me reconocía.

Un día se fue a caminar y recién por la tarde la encontré cerca de un valle. Iba a pie. Tenía los pies sangrantes, se había cortado con una roca. Se iba con mi hoyuman y llevaba un hoyuman de repuesto cogido de las riendas. Y cuando la quise traer de vuelta dice:

-No, a ese animal no subo, son malos. Esos animales echan fuego por la boca, son dracons.

-Los dracons no existen, son leyendas, son habladurías de las tribus del sur.

-Sí existen, yo vi dracons.

-¿Dónde le ves las alas?

Y a duras penas montó y más de una vez se perdía.

 

Un día la encontré ahogada a orillas de un arroyo. Llamé para que me auxiliaran a varios compañeros y dijeron que no, que no había sido mancillada, que se habrá desmayado y se habrá ahogado. No había nada detrás.

 

Mucho se fueron del lugar, a otros poblados de Krakoa. Yo quería ir para el norte a través del brazo al continente grande. Tenía siempre la ilusión de vengarme de esos reyes que habían matado a mis padres y habían acabado con la aldea. Yo sé que mi tío no estaba mal de la cabeza. Quizá él se contactaba con aquel que está más allá de las estrellas. ¿Pero yo qué tenía que ver los reyes? Yo los odiaba.

 

Mis compañeros de viaje no hablaban, cada uno estaba envuelto en sus pensamientos y yo con mis engramas, engramas de que no tenía un lugar de pertenencia, engramas de que no había triunfado, engramas de que mi pasado había sido sepultado, que mis padres -o lo que se suponía de mis padres- habían muerto, engrama que me había transmitido la que había sido mi pareja durante un tiempo despreciándome, demandándome, demandándome cuando ella, cuando la conocí, estaba en una situación que no podía exigir nada.

 

Lo comenté con mis compañeros y uno de ellos me dijo:

-Quien te exige no te apoya. Quien demanda te retrasa en el camino de la vida. Una relación así es un lastre. Por lo menos eso que llevas a la espalda, adentro tienes algo para comer y algo para beber. Es un lastre pero es supervivencia. En cuanto a lo que te dijo tu tío...

-Dime.

-Mírate. ¿Por qué si fueras hijo de esos reyes estarías en Krakoa? ¿Por qué razón? No tiene ningún sentido.

 

Cuando terminamos de pasar el largo larguísimo brazo le dije a mis compañeros:

-Tengo como una memoria abstracta donde recuerdo haber pasado en un carruaje en sentido contrario.

-No porque si es verdad que te han traído de bebé un bebé no recuerda detalles. Olvídate. Seguiremos juntos o separados pero seguramente aquí habrá un futuro, habrá un lugar donde podamos tener trabajo, donde nos acepten.

 

Me sorprendí porque allá a lo lejos, camino al noroeste, había un desierto con unos animales extraños con un pelo lanudo. Había un nativo que no quería acercarse, nos tenía miedo. Le mostramos las manos en señal de paz. Le preguntamos qué animales eran. No nos entendía pero dijo: -Drómedans, drómedans.

Y seguimos caminando para el norte.

Uno de mis compañeros me dijo:

-Gualterio, ¿por qué no llevas una espada o un palo contigo?

-Padres murieron cuando yo era pequeño y nadie me enseñó nunca a luchar.

 

Uno de los compañeros tenía arco y flechas y esa tarde cazó dos animales pequeños como roedores y los cocinamos -los asamos, mejor dicho- y cargamos nuestras cantimploras en las aguas de un arroyo.

Todos los amaneceres ese compañero que me preguntó me enseñaba a combatir con la espada y no era como cuando los niños combatían con espadas de madera, no, eran espadas de verdad.

Él trataba de cuidarse de no lastimarme y me decía:

-Tú avanza con todo, como quieras.

Era tan torpe que se me caía la espada de la mano. Una vez hasta me corté parte del pie.

-Esto no es para mí.

Mi compañero me miró a los ojos y me dijo:

-Si tú dices que no es para ti jamás será para ti, jamás será esta espada para ti, jamás será aquella mujer para ti, jamás será aquel reino para ti, jamás nada será para ti. No te pongas metas absurdas pero tampoco te prives de soñar y creer en tu persona.

Me asombraba su sabiduría, su razonamiento, su manera.

 

Amaneceres, amaneceres y amaneceres andando y andando hacia el norte, una tierra inmensa que no tenía final y cada mañana practicando y practicando. Una tarde estábamos acampando. Era un camino angosto. De un lado se veía el mar y del lado oeste había altas rocas.

Mi compañero tenía un oído finísimo y me decía:

-Alguien está detrás de las rocas.

 

Todavía no había anochecido, era el atardecer. De repente seis asaltantes serían, armados con palos, con puñales, con espadas nos atacaron. Nosotros también éramos seis pero no tenía con qué defenderme yo. Mi compañero le cortó directamente el cuello a uno y cayó a mis pies. Inmediatamente cogí su espada y combatí contra otro de los asaltantes. Me cortó en el brazo izquierdo.

En medio de la lucha mi compañero me dice:

-No pierdas la cabeza, no te enojes, no te ofusques porque pierdes los sentidos.

Todo eso mientras él peleaba.

 

Le hice caso y frenaba cada ataque del ocasional rival hasta que en un movimiento le ensarté la espada en el pecho y lo maté.

Todos los asaltantes estaban muertos. Todos mis compañeros estaban con caras largas menos yo. Yo estaba exultante, contento.

-¡Lo logré! ¡Vencí a un asaltante!

 

Mi compañero se acercó y me cogió la cara y me dijo:

-Gualterio, ya está. Eran torpes, no eran rivales, tienes que seguir practicando.

 

Iba a tirar la espada.

-No, esta espada es tuya ahora. Guárdala. Ya tienes un arma pero no has vencido a nadie, apenas has salvado tu vida.

 

Y seguimos al norte con mis compañeros con dos mochilas: las que llevaba las bebidas y los alimentos y la de mi pasado, donde una relación de pareja me reclamaba diciendo que yo era un inútil, unos padres ausentes, un origen que desconocía, un tío que decía comunicarse con aquel que está más allá de las estrellas. Mi mente era un torbellino pero mi compañero me dijo:

-Tienes alguien por quien vivir.

-Por vosotros.

-No, alguien más importante. Dentro de poco te lo mostraré.

-Pero, ¿por quién? ¿Por vengarme de esos reyes?

-No, no, tienes que vivir por alguien más importante.

 

Caminamos y caminamos, acampamos, dormimos, amaneció.

 -Aquí.

Llegamos a un pequeño valle que había un lago. Me cogió de la mano y me dijo:

-Ven.

-¿Aquí está esa persona? ¿En este valle?

-Ven. Deja de preguntar tanto.

 

Nos acercamos a las aguas del arroyo, de ese remanso de agua, de ese espejo de agua. Me hizo asomar a ese espejo de agua.

-Ahí tienes a la persona por la que tienes que vivir.

Y miré mi rostro.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 29/01/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

En su viaje, en un pueblo rescató a una joven que su padre la iba a cambiar por un animal. Entendió que la gente nace y aprende cómo funciona el entorno y acepta y se acostumbra a lo que hay y a cómo se vive sin preguntarse más. Entendió que quizá no somos buenos ni malos sino lo que nos han enseñado a ser.

 

Sesión en MP3 (4.001 KB)

 

 

Entidad: Un compañero de trayecto me decía que no podemos ver las cosas subjetivamente porque nos autoengañamos, las tenemos que ver objetivamente como si saliéramos de nosotros mismos y viéramos todo el panorama, toda la escena como que fuera ajena a nosotros. Una cosa es decirlo y otra cosa es llevarlo a la práctica porque tenemos un pasado que nos encadena, tenemos impulsos, tenemos situaciones y por lo menos dos de mis compañeros de travesías son como hermanos de aventura. Uno busca enseñarme el arte de la espada, el otro busca que profundice mis pensamientos. Además, el que practica la espada tiene sus dosis de sabiduría: "Tienes alguien importante por quien vivir".

 

Yo pensaba en personas de mi pasado o en alguien que todavía no conocí o en saber mi verdadero origen. ¿Quién será esa persona? Y cuando de repente me veo reflejado en las aguas:

-¡Ah! Soy yo. ¿Cómo que tengo que vivir por mí?

-Sí, Gualterio, todos vivimos por otros, para favorecerlos o para quitarles. Porque es la vida lo que percibo. Atrás nuestro en Krakoa, adelante en este continente que no conocemos.

 

¿Qué es vivir por uno? Y entendí que vivir por uno era intentar lograr objetivos, no digo metas porque eso también lo aprendí. Las metas son como horizontes, nunca llegas porque el horizonte es una cosa figurada que no existe en realidad porque lo vemos en la redondez del planeta y más si estamos sobre una montaña. Vemos pero nunca llegamos, es como que camináramos sobre una enorme esfera y es obvio que el horizonte es algo mental. La meta también es algo mental pero no los objetivos porque los objetivos son precisos. Entiendo que es eso vivir por mí, vivir para mí. Ahora, que yo sea la persona más importante por la cual vivir, a veces me siento como que no es así.

 

Tenía entre las ropas una pequeña bolsita de género y un anillo con una piedra, una piedra roja. Era lo único que guardaba de mi pasado.

 

Llegamos a un poblado y veo una joven rubia corriendo hacia nosotros. No podía existir una mujer tan bella, cabello largo, ojos verdes celestes. Con la claridad no podía ver bien. No escuchaba bien pero parece como que estaba pidiendo ayuda.

No se dirige a mí, se dirige a mi compañero:

-Mi padre me quería violar.

Tenía las ropas desgarradas. Mi compañero va a desenfundar su espada -que no la llevaba como todo guerrero al costado, la llevaba sobre la espalda- y en eso se acercan como 30 personas a nosotros, había incluso dos sacerdotes. Había un animal raro que no conocía, un animal que por las ubres daba leche y un hombre que le faltaba un ojo allá a lo lejos.

Se acerca un anciano y la toma, la jala de los cabellos a la joven.

-Ven para aquí.

-¡Él me quiso violar! Él me quiso violar, mi padre.

 

Violar a su hija... Y yo pensaba que en la aldea de Krakoa eran salvajes…

Pero se ve que en el pueblo tenía buena consideración con la gente, veía las miradas y todos apoyaban al hombre. ¿Pero quién era ese otro sujeto con una cara tan sospechosa y ese ojo que le faltaba y llevaba ese animal?

-¡Escuchad todos! -decía el padre de la joven-. He cambiado a mi hija por este animal.

Y le dio la cuerda a ese hombre, un hombre al que le salía saliva de la boca relamiéndose pensando en lo que le haría a la joven.

 

La joven había caído de rodillas.

-Yo no soy un animal para que hagáis una transacción -gritaba la joven-.

Uno de los sacerdotes, el mayor, dijo:

-Es su hija, puede hacer lo que quiera. La puede comerciar salvo que salga una oferta mejor.

 

Saqué de mis ropas la bolsita y le mostré mi anillo al padre de la chica. Lo cogió con avidez, miró la piedra.

-¡Una piedra roja no se consigue y el metal es dorado! Te doy mi hija y mi casa si quieres.

¿Tanto valía el anillo para los nativos de ahí? Me tendió la cuerda de la niña.

Instintivamente la niña se abrazó a mí y sentí su calor, la abracé contra mí y noté su cuerpo desarrollado y vi que no era una niña, era una mujer, lo que pasa es que su rostro era tan noble, ingenuo... No sé cómo catalogarlo. El hombre que le faltaba un ojo masculló y se llevó al animal.

-Quédate hombre con tu vivienda.

Le pregunto al sacerdote:

-¿Me daréis un papel o algo?

 Se encogió de hombros y dijo:

-Es tuya.

Inmediatamente le saqué la cuerda del cuello y la tiré.

-Eres libre.

Me cogió del brazo y dijo: -No, si me quedo aquí me prenderán de nuevo.

 

Me miraron dos de mis compañeros, se encogieron de hombros e hicieron señal de que siguiéramos adelante. Paramos en una posada y comimos un guisado caliente, la joven también y lo devoró como si hubiera estado sin comer hace varios días. Obviamente que se lo pregunté. Dijo que el día anterior había tomado un caldo por toda comida. Le pregunté su nombre y me dijo Sheena. Se pronunciaría ese, hache, doble e, ene, a.

 

Me quedaban algunos metales y le compré unas sandalias con tiras para atar. Le quedaban tan bien... Esa noche acampamos fuera del poblado y Sheena se quedó acurrucada al lado mío.

-Eres mi dueño, puedes tomarme.

-¿Has estado con hombre?

-No -negó-. Veía que su cuerpo tiritaba de nervios.

-Duerme, quédate tranquila.

-Por favor, no me eches de tu lado.

-No, no te echaré, quédate tranquila.

 

Seguimos andando y al amanecer llegamos a otro poblado, era un poblado más grande que el anterior. Me tira del brazo Sheena y me dice:

-Esto esto es Agador, no es un buen lugar para que os quedéis.

-Estamos de paso, comeremos algunos frutos y seguiremos camino.

 

En eso vimos que una joven que vendía frutos le sonríe a un joven noble. Se notaba por su ropaje que viviría en algún palacio o castillo. La joven me dijo:

-No os metáis con esa gente que pertenece al protectorado. Es el protectorado de toda la región. Cobra impuestos en diez aldeas.

El hombre desmontó de su cabalgadura y se acercó a la joven que le sonreía, la besó y con su mano derecha le manoteó el final de la espalda. Un joven que vendía verduras se acercó.

-¿Qué haces?

El hombre lo empujó, el de las verduras cerró el puño y lo golpeó hasta tirarlo. Aparentemente sería el novio de la joven, que mucho no le respetaba al momento que le sonrió al noble. Cuatro soldados aprehendieron al joven.

Había un tronco.

-¿Qué hacemos? -le pregunté a uno de mis compañeros-.

-Nada, fíjate cuántos son. ¿Qué podemos hacer?

-¿Y nos vamos a quedar así?

-¿Qué quieres hacer?

-Tiene razón -dijo Sheena-.

Le pusieron el brazo derecho con que había golpeado al noble en un tronco y con un hacha le cortaron la mano. El alarido que pegó lo sentí en mi estómago.

¿Adónde habíamos venido? ¿Adónde habíamos venido?

 

Es cierto que en Krakoa había hordas de asaltantes, a veces asolaban aldeas pero había como cierta igualdad. Aquí estaba el poblado, el común denominador, el que no tenía derecho para nada y la gente del protectorado a los que no se los podía tocar.

Nos miraron a nosotros pero no nos prestaron atención. Enfilaron con sus cabalgaduras, nos corrimos para darles paso y lo primero que miré es a la joven que vendía frutas, ni le prestaba atención al hombre que fue atendido por otros.

Nos marchamos. Ignoro si le habrán parado la hemorragia y seguimos.

Compramos unos frutos que cargamos en nuestras mochilas. ¡Qué región tan hostil! Mujeres que las venden como mercancía o las cambian por animales, nobles que hacen con gente del pueblo lo que quieren... Me imagino que de la misma manera que le cortan la mano a un joven pueden violar a cualquier mujer del poblado y nadie, nadie les va a decir nada porque ellos son los que mandan.

 

La gente ya estaba acostumbrada así. Y eso, eso me pone a pensar que tanto en Umbro como en otros mundos los seres humanos tenemos eso, nacemos en determinado lugar -no importa ahora dejemos de lado que lo elegimos, que optamos por eso, olvidémonos-, si nacimos en una choza, la choza para nosotros va ser lo normal, lo corriente, es así. Beberemos agua contaminada, comeremos cuando podamos. Si nacemos en un palacio va ser normal tomar una bebida espumante en copas de bronce y que si el criado te trae la comida un poco fría lo puedes azotar y si se le cae algo al piso hasta darle cien latigazos. Pero es normal, no eres bueno ni malo, es lo que te enseñaron, es lo que has mamado desde que naciste. No mamas solamente la leche de tu progenitora, mamas la historia, el momento, la situación, el lugar, cómo estás y no sé si te acostumbras o te adaptas -quizá esa no sea la palabra porque el concepto es mucho más complejo que el idioma-, es lo que es. Claro que hay situaciones donde cambias -como en ese famoso cuento donde el mendigo es rey y el rey es mendigo- pero eso no es lo natural, la gente del poblado ya está sometida, ya está entregada y al día siguiente ya se olvidaron del episodio del joven al que le cortaron la mano porque al día siguiente a otro quizá le cortan la cabeza o le quiebran los pies a palos.

 

-Agador es peligroso. Vais a pasar por Osteles.

Osteles también era un poblado que estaba bajo las alas del protectorado pero había dos nobles que servían al protector y uno de ellos venía de cabalgar varios amaneceres y llega con un papel escrito.

-Tengo órdenes del protector.

Y con un número de soldados atrapa al otro noble, que era incluso más antiguo que él.

Nosotros como testigos a un costado sin intervenir.

Siempre con sacerdotes mediante, como en todos los poblados, le lee a todo el pueblo:

-Usted es un traidor, se quedó con metales del protector.

-¡Jamás! -argumentó el otro-. Pero el primero tenía un papel firmado por el protector. Una vida de lujos, de desprecios por el pobre, con varias esclavas en su cama y el otro noble, más astuto que él, en la plaza del pueblo lo hizo ahorcar.

 

Tiempo después conocí otras zonas de Umbro donde había guerras, donde estaban las tribus del norte, los turanios, los orientales, los dracons, unos bichos que volaban. Quizás era una zona más salvaje que esta pero esta era una zona tétrica, una zona donde no ganaba el que tenía más armas, ganaba el que ideaba mejor sus maldades. Comimos en otra posada y seguimos el viaje.

 

Por un lado entendí que la vida era un premio porque aquel que está más allá de las estrellas me permite vivir pero, ¿qué pasó con el joven del otro poblado o con este noble al que ahorcaron?, para ellos la vida era un castigo. Los que vendían frutos, verduras, aves, algunos apenas podían masticar su pan porque llegaron a una determinada edad y se le caían todos los dientes, estaban muertos en vida. ¿Premio o castigo?

 

Mi compañero, el que yo le decía "el pensante", me dice:

-La vida no es premio o castigo, es lo que uno tiene mientras está transitando.

-Tenemos un comienzo y un final. Y mientras tanto, ¿qué?

Y me respondió:

-Gualterio, mientras tanto tratas de hacer las cosas bien, evitar conflictos.

-¿Cómo? A veces vienen solos. Sin querer te pones en el camino de un noble y te manda azotar.

 

Estaba Sheena, la deseaba, la deseaba enormemente. Ella ya había perdido su desconfianza hacia mí pero aparte me sentía incómodo porque no la iba a poseer estando los demás. No sé, tal vez el día de mañana nos alojaríamos en una posada y... Pero aún no era el momento.

-¿Tú conoces bien la región, Sheena?

-Sí, señor.

-No me digas señor: Gualterio.

-Como tú digas, señor.

 

Me costaría muchos amaneceres lograr esa comunión con Sheena. ¿Cómo la iba a poseer si me decía señor? No se iba a entregar por amor, se iba a entregar porque me consideraba su amo, su dueño. No era un animal, ella se consideraba así porque como dije antes, es lo es, no te acostumbra ni te adaptas, naces así y te crees que eres lo que te han dicho los demás que eres. Tienes dos brazos, dos piernas, caminas verticalmente, no importa. Te diferencias de un drómedan porque puedes hablar pero eres una mercancía hasta que alguien diga lo contrario y ese alguien era yo y se lo quería hacer entender.

Lo que todavía mi mente no coordinaba era cómo hacer un giro de ciento ochenta grados a las cosas, cómo dar vuelta a las cosas. Yo todavía tenía que investigar.

 

Muchas veces cruzó por mi cabeza "¿Y si fuera un hijo abandonado de aquel monarca? ¿Y si el monarca no era monarca? ¿Y si era el protector? Pero ese protector invadió Krakoa e invadió a los míos. Porque familia no tiene que ver con lo sanguíneo, tiene que ver con lo que uno ama".

 

-¿Qué hay adelante, Sheena?

-Dos poblados más y después la gran fortificación del protectorado. Obviamente no puedes entrar.

-Sí, a ellos les conviene que tú gastes metales. Hay infinidad de puestos, venden animales, frutos, cereales.

-Adonde te equivocas en una, señor, no sales.

-No soy señor, soy Gualterio.

 

No sé mis compañeros pero al menos yo voy a seguir adelante, quiero satisfacer mi curiosidad. La vida no es para siempre, perderla antes o perderla después... Y seguimos adelante.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 08/03/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Es difícil cambiar las costumbres, la cultura que recibes de tu entorno. Te acostumbras a ellas sin posibilidad de entender que las cosas pueden ser de otra manera a como las conoces. La entidad expresa la diferencia entre acostumbramiento y adaptación a través de un relato que vivió en Umbro, Aldebarán.

 

Sesión en MP3 (3.237 KB)

 

 

Entidad: Estoy comunicado con el plano físico. Anteriormente había dicho que todos los seres en las distintas regiones se adaptan, se acostumbran a una manera de ser. Para aquel que nace esclavo es natural recibir latigazos sin quejarse, para aquel que nació amo es natural tener gente a su servicio, hasta que le den la fruta en una bandeja de plata.

 

Pero hay una diferencia entre adaptarse y acostumbrase. Acostumbrarse es resignación: "Me resigno a ser esclavo, me resigno a ser sometido". Adaptarse es supervivencia. Una raza nómada que se adapta a un nuevo territorio para sobrevivir: "Me adapto momentáneamente a estas circunstancias hasta que pueda salir de ellas". Adaptarse es estar alerta, es esperar el momento adecuado para dar ese cambio, ese salto. Acostumbrarse es resignarse porque te acostumbras a una situación, le haces carne a esa situación, eres parte de esa situación. ¿Y para qué la vas a modificar? No es que te sientas bien, es lo que conoces. Te has criado en una choza donde cuando llueve, llueve tanto adentro como afuera y no está bien ni está mal: es, porque no conoces otra cosa y tienes tu servicio de hacer tus necesidades a varias líneas de la vivienda. Imagínate en invierno con granizo yendo a hacer tus necesidades a veinte líneas de tu casa. Y daría la impresión como que a veces te sintieras cómodo en ese rol, eso interno que llevamos dentro que sería nuestra parte que siente porque nuestra parte que piensa entiendo que está en la cabeza y nuestra parte que siente entiendo que está en un lugar dentro nuestro, dentro del pecho, es algo que no se puede tocar, es algo que forma parte de aquel que está más allá de las estrellas y a veces la parte que siente te traiciona porque también te adecúas a una situación, pero adecuarse tampoco es adaptarse, es como que encajan las piezas y está bien.

 

Sheena me decía "Amo Gualterio". Yo le decía: -No soy tu amo.

Pero la veía... la veía distinta. No podía existir una criatura así, no es de verdad. En toda mi corta vida como Gualterio no había visto una criatura así. Habrá princesas, reinas en todo Umbro, no creo que ninguna se aproxime a la belleza de ella.

 

Recuerdo que paramos en una posada y mis compañeros, discretos, fueron cada uno a su habitación. Quedaba solo una habitación en el primer piso y allí me acosté con ella.

Hacía frío, se acurrucó contra mí, se apretó contra mí y yo temblaba de excitación pero también de una emoción que no podría describir, me daba temor.

-¿Y si la poseo y se rompe el encanto? -Pero me engañaba.

-¿Y si la poseo y la decepciono? -Era lo que en realidad pensaba, era lo que en realidad sentía.

No pensaba -porque no pensaba en ese momento-, sentía: -¿Y si la decepciono?

Pero para ella todo lo que yo decía o hacía estaba bien y a mí no me interesaba ese tipo de aprobación y lo analizaba. Quería que si la besaba me devolviera los besos, no por sometimiento, no por esclavitud; quería que si la abrazaba me devolviera el abrazo, quería, quería, quería pero no me animaba y me dormí y soñé con ella que estábamos en un césped cerca de un arroyo, en un mundo donde había todo paz, armonía, aves. Era siempre mediodía, siempre mediodía con el sol rojo iluminándonos.

 

Me desperté y ya era de madrugada. Sheena se desperezó. En ese momento se saca la ropa, tenía puesto un vestido. Me sobresalto y digo:

-¿Qué buscas?

Había una especie de tacho con agua y se enjuaga el rostro, se enjuaga parte del cuerpo y había un paño con el que se seca. No se sacó la parte de abajo de la ropa, es como que tenía cierto pudor pero verla así esa espalda, ese cabello... La imité, hice lo mismo: me lavé con ese agua, me enjuagué y bajamos a la posada, pedimos una infusión caliente y algo para comer.

No había baño para varones, baño para mujeres. Fue primero ella y después fui yo. El olor en el baño era nauseabundo, más que nauseabundo pero, como dije al comienzo, tú te acostumbras porque era el olor de las posadas, era el olor de la gente.

Nuestros compañeros no habían bajado todavía de sus habitaciones. Ella toma el brebaje caliente y me mira a los ojos y me dice, pero con una mirada como si me preguntara: -El día está caluroso.

Una mirada infantil, inocente, ingenua, no sé.

Me pregunta:

-¿Y por qué no me has poseído?

Le respondí:

-Porque es un acuerdo de a dos.

Me miraba frunciendo el ceño como no entendiendo.

-Pero tú tienes derecho sobre mí.

-¡No! No tengo ningún derecho sobre ti, olvídate de eso, somos iguales.

-No somos iguales -me responde-, tú me proteges.

 

Sentía mi interior molesto y dolorido porque yo no quería su obediencia. Vosotros en vuestro mundo actual tenéis un mito de una figura que te lanza una flecha al corazón y te enamoras. Bueno, yo sentía algo así y me debilitaba. Era un sentimiento que me debilitaba porque en realidad no era un sentimiento, era una emoción y le dije con mucho pudor -pudor es el colmo pero sí la tomé de la mano- y le digo:

-Yo siento algo por ti.

-Yo también, amo.

-No soy tu amo. No quiero que me obedezcas. Te ordeno que no me obedezcas.

Era una frase sin sentido: "Te ordeno que no me obedezcas". Es cómico.

-Quiero que estemos de acuerdo que si yo te poseo... Aparte la palabra poseerte no me gusta, suena mal.

-¿Por qué? Tú me posees, yo yazgo y tú me posees.

-¿Qué nos diferenciaría de un drómedan o de un hoyuman?

-No entiendo -me dijo.

-Claro, no quiero poseerte.

-¿No te atraigo?

-Te acabo de decirte que siento algo por ti. Aparte de atracción eres muy bella y en pocos amaneceres algo cambió dentro de mí. Pero, a ver, no sé cómo explicarlo en palabras, ¿qué pasaría si yo te dijera que tú me poseyeras a mí?

-Pero es imposible eso. Es el varón el que posee a la mujer.

-¿Por qué? ¿Quién lo dice? ¿Aquel que está más allá de las estrellas lo dice?

-Y, ¿cómo sería poseerte yo a ti? ¿Que tú yaces tirado en el lecho y yo te poseo a ti?

-Sí -le respondí-. Supón que sí y no tendría problemas si tú me lo dices.

 

Bajaron mis compañeros y no pude seguir hablando y estuve muy molesto. Dejamos unas monedas cobreadas y salimos del poblado y yo me retrasé con Sheena y le seguí hablando. Íbamos menos que al trote, íbamos al paso. Uno de mis compañeros me hace una señal y le dije:

-Adelántense, ya vamos.

-No se trata de que yo te diga que tú me poseas o que yo te posea, ninguno posee a nadie.

-Pero tú me has dicho que yo te posea a ti.

No sabía cómo hacerme explicar, de verdad que no sabía cómo hacerme explicar.

-A mí me gustaría, querida Sheena, que tú tuvieras deseos de poseerme no porque yo te lo ordenase, que saliera de ti.

-Eres atractivo.

-Está bien, tú también eres atractiva. No sé si soy atractivo pero si soy atractivo para ti para mí está bien. Con eso me conformo. Aunque el resto de Umbro diga que soy un engendro no importa. Ahora bien, tú, aparte de ser atractiva yo tengo un sentimiento por ti como puedo tener por un hermano, por una madre, tengo un sentimiento.

-¿Eso es sentir?

-Sí, eso es sentir. ¿Tú tienes un sentimiento por mí? -me volvía loco esta joven-. ¿Tienes un sentimiento?

-Yo siento que tú eres muy bueno.

 

Cuando estaba en Krakoa había un joven guerrero -yo era pequeño en ese momento- que estaba enamorado de una joven y la joven lo acariciaba y le decía "Tú eres muy bueno, tú eres muy bueno". Todos los días le decía lo mismo, todos los amaneceres pero terminó estando con otro, que no era bueno pero le atraía. A veces tengo ese sentimiento dentro mío o esa emoción o como quieras llamarlo que cuando la mujer le dice al varón "Eres bueno" es como si hablara con un hermano, con un primo, con un amigo.

-¿Te atraigo?

-Sí, Gualterio.

¿Te gustaría yacer conmigo? Y no me digas "Sí, si tú me lo dices". ¿Te gustaría?

-Entiendo que sí.

 

Sentimos un silbido y uno de los compañeros hizo que apresuremos la cabalgadura, hincamos y avanzamos al trote. Quedó ya la conversación inconclusa. Ella me miraba y me miraba de una manera rara.

Estuvo todo el día rara. Guardamos un poco de comida en nuestras alforjas y comimos algo por el camino. Había un arroyo y bebimos agua.

Ella está como huraña y distanciada. Me acerco y...

-¿Qué te sucede?

-Creo que te molesto.

-Perdón, ¿cómo?

-Creo que te molesto, tú me exiges cosas.

-O sea, ¿que todo lo que yo te estoy diciendo en la posada o en el camino era una exigencia?

-No, no, no hablo de yacer contigo, me exiges que sea de una manera.

Y le dije:

-No todos los seres somos así. No, no te estoy exigiendo nada. Simplemente te explicaba que yo tenía un sentimiento que me gustaría tú también lo tuvieras, que no te obligaba a yacer conmigo, que quería que tú lo sintieras, que no me consideres tu amo, que tú eres mi igual, que sí te voy a proteger porque eres... ¿Qué eres? ¿Sabes que me gustaría que fueras mi mujer?

Bajó la vista.

-¿Qué te has quedado pensando? -le dije.

Y no me respondía. Y vi que le cayeron las lágrimas.

-¿Te he ofendido? ¿Te he molestado?

Negó con la cabeza.

-Es un honor para mí -me dijo.

-Tendrías que haber estado contenta.

 

Es un honor que yo pida que sea mi mujer. Pero yo no estaba contento porque "Es un honor" me suena a que yo le estoy dando un título. No soy noble, no le estoy danto un título. Creo que no soy noble. Estoy en búsqueda de mi identidad todavía pero quedó en segundo plano, estoy en búsqueda de entender.

 

Le dije:

-Un honor sería si yo fuera alguien encumbrado en un palacio y te diera un título y tú fueras mi dama. Soy un simple viajante que está en búsqueda de ver su origen.

-¿Y qué respuesta esperabas? -me dijo-. Me siento contenta, no me siento honrada.

Y me dijo:

-Sí, me siento contenta.

Y se acercó y me dio un beso en la boca. Y yo estaba como tonto porque estaban ahí a pocas líneas mis compañeros y eran tan discretos que se sonreían pero estaban con la vista baja. En ese momento quería apretarla entre mis brazos hasta fundirme con mi cuerpo. Le acaricié la mejilla, fue lo único que hice en devolución y sí le dije al oído:

-Éste ha sido el regalo más hermoso, este beso. Pero quiero que sea uno de miles.

-Sí, si así tú lo dispones.

-Claro -le dije.

 

Pasamos noches y noches en distintas posadas y no la poseía porque me daba la impresión de que no me entendía. Había días que estaba triste, absolutamente triste y cada día la amaba más. Pero la amaba de una manera que me dolía el cuerpo, ¡me dolía el cuerpo! Nos besamos varias veces, nunca en la posada, hasta que en la última noche de este relato se da vuelta para mi lado por primera vez, se sube encima mío y me empieza a besar en la boca, en la mejilla, en el cuello, me acaricia pero me besa de una manera distinta, de una manera como que me devoraba con sus labios. Obviamente que le respondí y perdimos la noción del tiempo y como pudimos nos sacamos la vestimentas. No la poseí ni me poseyó: hicimos el amor.

Pero eso no fue lo mejor, lo mejor es que antes de dormirme cansado, exhausto pero satisfecho, me dijo:

-No puedo vivir sin ti.

 

Y ahí sí, ahí me quedé tranquilo y eso que llevo dentro se apaciguó. Pero, cuidado, estaba más vivo que nunca eso que llevaba adentro, lo que vosotros llamáis alma, pero ya no estaba con mi mente en mil cosas, al contrario, ahora estaba sereno. Era mía y yo era de ella. Pero no era mía desde un punto de vista esclavo-amo, no. Y lo entendió porque incluso opinaba más en las cosas. Había cosas en las que podía objetar "Esto me parece que puede ser así". Ganaba en confianza pero siempre con respeto, entendiendo su lugar de mujer en ese mundo tan hostil, en una época tan salvaje. Y mis compañeros, que eran como hermanos no de sangre pero hermanos en lo interno, nunca tuvieron una mirada fuera de lugar para la que era mi mujer.

Y tanto hablar y tanto tratar de explicar y, finalmente, ¿cómo es la vida?, que se dio solo el momento, la situación, el amor.

 

Gracias por escuchar.

 


 

Sesión 07/04/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

La entidad relató parte de una vida en la que se sentía enamorado pero no estaba seguro si ella sentía amor por él. Una serie de circunstancias le llevaron a comprobar que algo había cambiado en ella y que a él le había dejado sin autoestima. No se recuperó. Estaba destrozado y abandonó todo.

 

Sesión en MP3 (4.187 KB)

 

 

Entidad: Nosotros ignoramos que muchas veces la vida, dentro de cada vida, tiene montones de bifurcaciones y a veces no sabemos si nosotros somos los que tomamos el sendero adecuado o si las circunstancias o los demás o vaya a saber qué son los que eligen por nosotros.

 

Me sentía un hombre nuevo, dichoso, feliz. Mis compañeros de viaje me decían:

-Te veo otro semblante, Gualterio. Es como que hubieras hallado un tesoro.

-Es que lo hallé -les dije.

 

Ella me miraba con devoción y si bien ya no era más aquella joven que decía "Me puedes tomar cuando tú quieras, estoy a tu disposición", porque eso era algo que no le nacía desde dentro, era como si fuera una obligación desde su parte, como si me debiera favores. Todo cambió cuando fue ella la que me hizo el amor a mí. Sin embargo tenía frases no que me disgustaban pero que me dejaban como intranquilo, frases como diciendo "Donde tú vayas yo iré contigo". No, no es "Donde tú vayas yo iré contigo" sino "Estoy contigo porque te amo". No es "Te sigo" sino "Estoy al lado".

Y a veces lo decía pero a veces le salía algo de adentro que yo intuitivamente decía "Si le sale de adentro, si lo dice de adentro suyo es porque es cierto". Te sigo me sonaba a obligación, a que me seguía debiendo favores.

 

Ella no miraba a otro hombre, era amiga de mis compañeros pero no les daba esa confianza. A mí me miraba con ternura. Yo puedo mirar a un crío con ternura. Es cierto que vibraba en mis brazos pero el resto del tiempo me miraba con ternura, era una sensación que me molestaba. Ternura es cercana al amor. Yo no sé si lo mío por ella era amor, lo mío por ella era enamoramiento, adoración, por momentos sentía que transportaba junto a aquel que está más allá de las estrellas. Es como si en este momento me faltara... era lo mismo que si me clavaran una espada en medio del pecho y... Me daba la sensación de que yo estaba en desventaja. Mis compañeros no se metían.

 

Recuerdo que llegamos a una aldea, fuimos a una posada. Había un guerrero muy alto -al más alto de nosotros le llevaba una cabeza-, de tez oscura, una espada que cualquiera de nosotros la podía levantar con las dos manos. Sin embargo, era de empuñadura corta, o sea, que él la usaba de una sola mano, las espadas de dos manos tienen una empuñadura larga para tomarla con las dos manos. ¡La fuerza que tendría ese hombre!

Cuando llegamos a la posada vimos que ya estaba bastante bebido y vociferaba y pedía más bebida espumante. Se fijó en Sheena:

-Una mujer así sería buena para mis tardes solitarias.

Largó una carcajada.

Me sentí molesto. Uno de mis amigos me tomó de la mano y me hizo un gesto para que me calme y que no le dé importancia. Otro de mis amigos llamó al posadero y pagó con varios metales cobreados lo que habíamos consumido y salimos de la posada.

Atrás nuestro el gigante:

-¡Eh, vosotros! ¿No me conocéis?- dijo mirándome a mí.

-No -le dije.

-Pues en la comarca todos conocen a Dakar.

 

Me sentí mal cuando vi que la gente en la calle iba a esconderse a sus casas. Se ve que el hombre tendría fama de pendenciero. Le dije:

-Nos vamos, no queremos problemas.

-¿La dama también va con vosotros?

-Está con nosotros -le dije-. En realidad está conmigo.

-¡Ah! Entonces es muy sencillo: acabo contigo y me quedo con la dama.

 

Generalmente mis amigos hacían causa común conmigo pero había una especie de código -yo me basaba en principios de vida, la palabra código no me sonaba bien pero había un código- de que nadie se metía cuando había un duelo de dos personas.

-No quiero pelear contigo.

Dakar me dijo:

-Es que no vamos a pelear. Te mataré y cogeré a la chica.

 

Arremetió contra mí y lo esquivé. Yo era más bajo, más delgado y aparentemente más ágil. Le tiré un par de estocadas y las paró con su espada y es como si hubiera golpeado contra una roca porque no la moví. Arremetió con su espada e hizo saltar la mía a líneas de distancia. Corrí, me zambullí en tierra y la cogí. Cuando voy a levantarme un puntapié me tira de vuelta al piso. Dakar se reía, no tenía apuro en acabar conmigo. Me levanté y de vuelta otro puntapié me hizo rodar nuevamente.

-¡Hey, grandote! –dijo una voz firme.

Dakar se dio media vuelta. Yo me incorporé lentamente con el cuerpo dolorido, capaz que me había fisurado una costilla.

Vimos un hombre de cabello oscuro, una faz perfecta, vestido todo de gris con una espada común.

-¿Qué quieres? -le dijo Dakar-. Acabaré con éste y luego si quieres sigo contigo.

-Yo también quiero a la dama así que deja a este y ven a combatir conmigo.

 

Dakar se enfureció y arremetió. Le lanzó un golpe de arriba hacia abajo con el filo de la espada. Me sorprendió enormemente que el hombre la parara, pensé que iba a volar su espada como la mía. No, la paró y arremetió contra él. Es como que tuviera tanta fuerza como Dakar con mucho menos peso, era de mi misma complexión.

La lucha duró instantes. Dakar terminó con la espada del desconocido clavada en su corazón.

El hombre guardó su espada, se acercó a mí y me dijo:

-¿Estás bien?

-Estoy bien -le dije-. Pelearé contigo aunque tenga una costilla fisurada.

El hombre rió y dijo:

-No tienes que pelear conmigo. Le dije eso al gigante para que te deje de lado y venga a combatir conmigo. Mi nombre es Novo, con la "v", Novo.

 

Mis amigos estaban sorprendidos. Rara vez habían visto una persona tan ágil y tan hábil con su espada y tan fuerte a la vez en un físico que no lo aparentaba porque no luchó con Dakar esquivándolo, fue al choque directo y le soportó las estocadas y lo venció fuerza por fuerza, no fue habilidad contra fuerza. Sin embargo, era hábil.

-Sé que vuestros amigos no intervinieron porque tenéis códigos.

-¿Y tú no? -le dijo uno de ellos mosqueado, ofendido.

-No vengo a censuraros. Cada uno tiene su manera de pensar pero siempre voy defendiendo al más débil.

 

Las palabras que dijo Novo no me hicieron sentir bien, yo era el más débil. Y yo pensaba que era bueno con la espada.

-¿Para dónde vais?

Otro de mis amigos le dijo:

-En busca de un lugar. Este tiene una misión pendiente.

-Os acompañaré parte del camino, si no os molesta.

-Por supuesto que no -le dije yo.

 

Sheena puso su hoyuman a la par del hoyuman de Novo. Le preguntaba de dónde era, qué hacía, lo interrogaba como... Y miré sus ojos: sus ojos miraban con admiración, no miraban con ternura. Sus ojos lo miraban como deseándolo, como... No sabría cómo describirlo.

Se quedó un amanecer más con nosotros. Novo era cortés, medido e inteligente. No le daba cabida a las interlocuciones de Sheena, al contrario, se distanciaba por respeto a mí. Me daba la impresión que era ella la que me ignoraba y estaba pendiente de él. Al amanecer siguiente se despidió de nosotros.

-Seguramente no será la última vez que no veamos, sé que vais al palacio. Tengo que terminar una misión y quizá me aparezca por allí. Os deseo suerte.

 

Nos estrechamos los brazos con Novo, le miré a los ojos y le dije:

-Gracias, si no fuera por ti hoy no estaría aquí.

-Hoy es por ti y mañana será por mí.

 

Quizá lo dijo como cumplido. ¿En qué lo voy a ayudar yo a Novo? Creo que Novo se autoabastecía. Se alejó en su hoyuman y mis amigos hablaron entre ellos:

-Es un creído.

-No -les dije-, me pareció alguien humilde y ubicado.

Sheena dijo:

-A mí me pareció alguien maravilloso. Si hubiera varios como él esta región estaría mucho mejor sin tanta injusticia.

 

Sentí como que sin hablar mal de mí en forma directa de alguna manera lo hacía al alabar tanto a otro. Esa noche dormimos al costado del camino, atamos a los hoyumans. Etábamos bastante lejos del resto y a la luz de las estrellas vi que ella tenía los ojos abiertos, que no dormía. Intenté acercarme y me hizo un gesto con la mano diciéndome "no".

No sé cuánto tiempo pasó hasta que me dormí pero ella seguía teniendo los ojos abiertos y mi mente trabajando y trabajando. Seguramente ambos pensábamos en Novo: ella como que había encontrado al hombre ideal y yo como comparándome y sintiéndome poca cosa, sintiéndome humillado, como que había bajado mi estima, como que mi misión no la iba a llevar a cabo. Yo me creía ducho con la espada y viendo a Novo, ¡cuánto me faltaba por aprender! Mis compañeros eran buenos con la espada pero nadie dijo nada.

 

Pasaron algunos amaneceres más. Nos alojamos en otro pueblo, en otra posada y fuimos a una habitación con Sheena y no intenté acercarme, ella tampoco. Ya ni siquiera me miraba con los ojos de ternura, directamente no me miraba. Tenía la vista cambiante de un lado a otro, pensaba, miraba al cielo, se ponía a hacer cosas, les daba de abrevar a los hoyumans, se miraba la ropa...

Una tarde le dije:

-Si quieres seguir tu camino, Sheena, nadie te lo impide.

-¿Por qué me dices así? ¿Acaso te molesto, Gualterio?

Tenía ganas de decirle "Sí me molestas, me molesta tu indiferencia, me molesta que me ignores, me molesta que me veas como alguien que no puedo dar la cara por ti y me molesto de mi propio ser, me molesta mi propia actitud. Si no hubiera aparecido Novo hubieras sido presa de aquella bestia, de ese Dakar" pero no le dije nada.

Le dije:

-No, no me molestas pero como veo que estás con tu mente dispersa pensé que quizá...

-¡Oh! No me hagas caso, tengo esos días.

No iba a hablar pero le pregunté:

-¿Qué son esos días?

-¡Oh! Nada. No me prestes atención.

Pero nunca supe qué eran 'esos días'.

 

Quería llegar a destino aunque ya no sabía para qué. Este episodio, de la euforia que traía se me deshizo, quedó en cero, me sentía como indefenso. Practicamos en el camino con mis compañeros y me veían como inseguro. Uno de ellos riéndose -pero no riéndose faltándome al respeto sino riéndose afectivamente- me dijo: -Si estuviéramos en una batalla ya te hubiera cortado cuatro veces.

 

En el poblado anterior me habían vendado todo el pecho pero cuando respiraba muy profundo sentía como un pinchazo, una de las patadas me había fracturado la costilla. Amaneceres, amaneceres y amaneceres pasarían. Quien me atendió en el poblado anterior me dijo: -Si trotas o si galopas nunca se te va a soldar esa costilla, esa fisura.

 

Para mí no era una fisura, para mí era una fractura, me dolía horrores.

Mis compañeros se pusieron de acuerdo y dijeron:

-Quedémonos aquí, en esta última región, bastantes amaneceres hasta que te repongas. Tú misión esperará.

 

La que no esperaba era mi vergüenza de sentirme así. Aparte yo no era tonto, no era tonto para nada. Desde el episodio de Dakar y de Novo nunca más tuvimos intimidad. No me esquivaba, yo tampoco la buscaba. Sus ojos no eran de ternura, no eran de indiferencia, estaba ocupada en... si os digo en qué, no lo sé. Tampoco le prestaba atención a mis compañeros, a nadie, pero es como que era otra.

 

En un momento sentí rencor. ¿Para qué la llevábamos con nosotros desde el primer día? La hubiéramos dejado a su fortuna. Pero mi forma de pensar era la de un niño despechado, no debía hablar así pero sentía dolor, despecho. ¿Despecho por qué? No hace falta tener algo con alguien para sentirse engañado. Ella pensaba en todo momento en otro y yo sé que era así. Y Novo no tenía la culpa, Novo me salvó la vida y luego le salvó la vida a ella porque Dakar la hubiera poseído y después quizá le hubiera cortado el cuello. O si ella se hubiera resistido le cortaba directamente, con la mano la partía en dos. Le debíamos la vida. Y es muy infantil decir "Hubiera sido mejor si no hubiera aparecido", hubiéramos estado bajo tierra enterrados. Pero al menos no sufría. Es un pensamiento tonto. Sé que es un pensamiento tonto, honestamente sé que es un pensamiento tonto. Pero desde el episodio de Dakar yo era otro, para peor. Y ella era otra.

 

Yo no sé si la amaba, sentía un rencor tan grande, tan grande dentro de mí que me dolía el pecho del rencor que tenía. Me molestaba su presencia.

Fueron pasando los días y era yo el que la evitaba, era yo el que no la quería mirar.

Incluso le propuse una noche:

-Quizá sea mejor estar en habitaciones separadas para que mi presencia no te moleste.

Me respondió lo que menos me esperaba:

-No. ¿Por qué me habrá de molestar tu presencia? No, no me molestas, no me incomodas, no hay problema.

Como si dijera "Puedes quedarte. Total, es como si no estuvieras". Eso era lo mismo dicho de otra manera.

Lo que pasa que a mí me trabajaba la cabeza porque por la noche estaba al lado de ella, escuchaba su respiración, no podía dormir. No me animaba a tocarla, a abrazarla.

Una noche me levanté, estaba fresca la noche, me abrigué bien y me quedé en un banco en la puerta de la posada con la compañía de las estrellas pensando "En cualquier momento baja, me acaricia. Ven, ven acá, ven conmigo, no te quedes aquí con el frío, abrígate en mis brazos". Pero eso pasa en los cuentos. No bajó. Bajaron primero mis compañeros.

-¿Qué haces aquí?

-No podía dormir y me levanté temprano.

No les dije que estuve sin dormir. Desayunamos. Al rato bajó ella.

-¿Te has levantado temprano, Gualterio?

Ni se enteró. Ni se enteró que yo estuve abajo todo el tiempo.

A la noche siguiente fui a un hombre que trabajaba con los huesos y me puso un vendaje más fuerte, tipo elástico -no conocía ese tipo de vendajes elásticos- y me dijo:

-Puedes trotar pero no galopes. Y no te metas en problemas de peleas.

 

Cogí mi hoyuman, cargué mi cantimplora y de comida mi alforja y marché por el camino solo. Dejé atrás a mis amigos y a ella, no soportaba su presencia. No la soportaba, era demasiado para mí. Es algo que es difícil de explicar, es algo que quizás es difícil de entender.

 

Iba a conocer mi origen pero tenía mi mente tan dispersa en tantas cosas que había perdido la motivación. A ver, no me sentía con euforia, no me sentía con ganas, no me sentía con deseos de hacer proyectos. Me daba lo mismo quiénes eran mis verdaderos padres, me daba lo mismo todo, es como que me hubieran partido en dos pero no con una espada, con la indiferencia o vaya a saber qué. Pero mi mente, que era tan tonta, tan tonta escuchaba con mi oído si atrás venía alguien galopando: "Va a venir ella a lomos de su hoyuman a alcanzarme. No te vayas Gualterio, no te vayas". Y después me reía solo, me alcanzaba con el hoyuman de la misma manera que bajó de su habitación. Ilusión. Eso pasa en los cuentos, no pasa en la vida real.

 

Había amanecido un nuevo día y yo seguía solo pero era la mitad de mi ser, la otra mitad había quedado esparcida por ahí como que hubieran hecho trizas mi cuerpo, lo hubieran desecho y lo que quedaba montando la cabalgadura era un remedo, una copia, una copia falsa de Gualterio.

 

Gracias por escucharme.

 


 

Sesión 19/06/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Lo que podemos esperar del otro es lo que el otro nos puede dar.

La entidad se pregunta si es mejor analizar por qué las personas hacen lo que hacen o aceptarlas. Pero tanto analizar como aceptar nos puede traer conflictos. Tenemos que ser armónicos y adaptarnos a las circunstancias.

Sesión en MP3 (3.256 KB)

 

 

Entidad: De nuevo, de nuevo, de nuevo siempre luchando contra mi ser interno. Siempre tratando de dilucidar qué es lo que sucede con mi persona. A veces siento como que no tengo una conformidad con las cosas que me suceden.

 

Pasé una corta vida con muertes, abandonos, traiciones, desengaños, expectativas que luego fueron frustradas. Y las veces que me he preguntado:   ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué aquel que está más allá de las estrellas no hace nada o es que yo tengo libertad para elegir? Pero hay regiones donde hay esclavos. ¿Y cuál es su libertad y por qué eligieron nacer ahí? Porque yo no soy un ignorante del tema, sé que una parte nuestra que nos anima está con aquel que está más allá de las estrellas y no nacemos por casualidad donde nacemos, cómo nacemos. Lo que no recordamos es por qué nacemos, para qué y a dónde vamos y por qué nos pasa lo que nos pasa.

 

Otros compañeros de andanzas me dicen:

-Gualterio, tú analizas demasiado las cosas. De repente una mujer actúa como actúa y te pones a pensar qué pasa por su mente.

 

Porque de repente tú haces algo por la persona y es como el animal que das de comer y te muerde la mano. ¿Y por qué lo ha hecho? Lo ha hecho porque está en su naturaleza.

Acaso el insecto Cronda, el que tiene el aguijón, de repente está en un pantano y tú lo quieres sacar y te picó y tú vas a decir: ¿pero cómo me picó si yo lo quise salvar?

Porque no entiende.

 

Y tú me dirás: -Sí, pero los hombres entienden.

 

¿Hasta dónde entienden? El que es guerrero es guerrero, el que es agricultor es agricultor, el que está en la tienda está en la tienda, el que es posadero es posadero. Es como que interpretan roles y no salen de ese rol. Pones al posadero a cultivar y capaz que no sabe o no le gusta. O al herrero que deja unas espadas que las puede usar el mejor guerrero del norte y lo pones a atender una posada y capaz que es torpe. Entonces, ¿por qué analizar? ¿Por qué no aceptar? Pero por el otro lado pienso que si yo acepto todo sin cuestionar es como que soy, como vi amaneceres atrás en un teatro en una aldea, unos muñecos que se movían con hilos para la alegría de los niños. Entonces parecemos unos muñecos manejados por hilos por aquel que está más allá de las estrellas.

Tenemos que cuestionar pero si cuestionamos nos enfermamos porque nos emocionamos mal.

Tenemos que ser armónicos pero, ¿cómo lograr ser armónico en esta vida?

 

¿Y cuál era mi rumbo? Buscar mi origen, quién era mi verdadera familia aunque yo sospechaba.

 

Con uno de los compañeros estuve practicando con la espada pero no era tan diestro como otros. Me basaba más bien en mi mente, en cómo pensaba las cosas. Y me di cuenta de algo, me di cuenta de algo importante. Había uno de mis compañeros que era muy bueno, alegre. Era ducho con el arte de la espada y todo lo tomaba con calma. Era feliz pero a mí me parecía como que no estaba consciente de la realidad. No como que todo le daba lo mismo pero a mí no me servía ese tipo de felicidad; yo quería estar atento a las cosas, entender las cosas. Y eso me traía conflictos conmigo mismo. Me molestaba.

 

Llegamos a otra aldea y había otra plaza donde había también un teatro, se reunían las familias. No estaba con humor para quedarme a ver. Eran jóvenes que en el escenario representaban a guerreros del norte que asolaban una aldea. Y el público se reía; se ve que esa aldea nunca había pasado por una crisis de verdad. Yo puedo contar de Krakoa, de aldeas incendiadas, de ancianos muertos y nunca me reiría de eso.

 

De repente levanto la vista y veo un joven muy bien vestido, con botas lustrosas, un traje impecable, demasiado adornado para lo que era esa aldea, cabello castaño claro casi rubio, la mirada demasiado mansa. Y había dos provocadores que lo empujaban y lo molestaban.

En ese momento yo pensé -yo digo que soy pensante-, los enfrenté, los encaré:

-Dejen de molestar al joven.

Y saqué mi espada.

 

Los miré a los dos y me dije: "Me van a atravesar, me van a cortar el cuello".

Pero eso era para dentro de mí; afuera tenía una mirada hosca, estaba furioso. Pero a ver, no estaba furioso por esos dos matones que molestaban al joven, estaba furioso con la vida, tenía un peso sobre mis hombros, un peso que me molestaba. Y se dejaron llevar por mi impresión y pidieron disculpas y se marcharon. Sentí un alivio tremendo porque estaba pensando en qué me estaba metiendo; seguro que me hubieran hecho pedazos. Pero mi cara de frustración los intimidó, habrán pensado "Debe ser un guerrero solitario que anda por los caminos".

 

El joven se presentó. Se llamaba Marco. Era casi el dueño de toda la comarca.

Le digo:

-Pero, ¿qué haces aquí solo sin seguridad?

-Bueno, me escapé porque no quiero estar pendiente de los guardias que estén permanentemente... Me escapé del palacio. Es más, si montas en tu cabalgadura, tres amaneceres al norte allí vive el rey. Bueno, yo lo conozco, no es que sea amigo directo pero lo conozco.

 

"El rey", pensé yo. Me acordé de mi aldea asolada.

Me cayó bien ese joven, digamos como que sentía empatía porque lo veía como indefenso pero a su vez mi mente calculaba "¿No me sería conveniente ser amigo y que me contacte con ese rey?". Lo invité a una posada casi a la salida del poblado. Pedí un guisado, estaba frío. Frío el tiempo, el guisado no.

 

Él lo miró y dijo:

-¿Qué es esto?

Le digo:

-Pues es un guisado.

-¡Ah! Nunca he comido esto. Comemos aves con algunas legumbres y hortalizas.

 

Cogí un pedazo y lo llevé a la boca. Él me miraba y me dice:

-¿Come con las manos?

-Pues sí.

Se paró y fue hasta el mostrador y el posadero le dio un objeto de madera y comió con eso.

 

Le gustó, le gustó el guisado. Tomó un poco de bebida espumante pero dice que era muy fuerte, que él nunca había tomado bebidas fuertes.

 

-Esta no es fuerte -le digo-. Hay bebidas blancas que son mucho más fuertes.

 

Nos quedamos conversando. El tiempo pasó y pasó y pasó hasta que ya casi anocheció y nos quedamos allí en el albergue. Había un joven de otra mesa que nos miraba. Miré a Marco y le digo disimuladamente:

-¿Lo conoces?

-No. ¿Por qué me preguntas?

Y le dije:

-Porque fíjate cómo estás vestido, fíjate tus mangas infladas, tus pantalones, tus botas lustrosas. A más de uno le cortarían el cuello solamente por esas botas. Y la espada que llevas es una espada demasiado fina.

-Es que no es un espada -me dijo-, es una espadina.

Digo:

-¿Qué es una espadina?

-¡Ah! Se lucha de otra manera.

Y empezó a hacer fintas con la mano, cómo se manejaba.

Le digo:

-Pero no puedes hacer fintas con un guerrero que mientras tú haces esas fintas baja su espada y te corta el brazo en dos.

-¡Ah! Pero en palacio luchamos así y soy bueno.

-Bueno, lo importante es que ese hombre puede ser un asaltante.

 

Esa noche nos hospedamos en la posada; en un cuarto había dos camastros.

Todavía no había amanecido. Me despierto y veo que su camastro estaba vacío pero estaba parte de sus prendas, su ropa de abrigo.

Me puse mi calzado y bajé. El posadero estaba durmiendo y en la posada solamente había una vela pequeña y allá al fondo los veo, a Marco y al otro hombre al que yo consideraba un asaltante. Se estaban acariciando.

De repente me ven y se sobresaltan. Marco me dice:

-No le cuentes a nadie, Gualterio.

 

Me sentía como raro, nunca había visto en Umbro escenas con varones. Le digo:

-Pero, ¿tú le conocías?

-No, pero antes de subir me hizo una seña y...

-Está bien, es tu decisión.

 

Subí y me recosté otro rato hasta que amaneció. Desayunamos un brebaje caliente y marchamos en nuestras cabalgaduras. Él tenía un hoyuman blanco, lustroso. Le digo:

-Llamas mucho la atención con esa ropa, con ese animal. Parece que le pasaras, no sé, algo brillante. Hasta los cascos brillan.

Me mira y me dice:

-Estoy prometido.

-Disculpa, explícate.

-Una doncella que se llama Marga, que nos conocemos de pequeños. Y nuestros padres nos prometieron para que en el próximo verano haya boda.

-Pero te acabo de ver en la posada...

-No tiene nada que ver.

-Pero tú, con Marga, has...

-Nos hemos besado, hemos tenido contacto físico sin llegar a... Pero la quiero, la quiero mucho.

-Pero, ¿y ese joven?

-Ese joven no significa nada, son deseos momentáneos. Yo tengo algo dentro que me da vida.

-Sí, entiendo de eso, yo pienso lo mismo. Es la vida que nos da aquel que está más allá de las estrellas.

-Y bueno, eso que nos da vida es valioso. Esto que tú ves por fuera es como esta vestimenta que tú ves, que tú dices que llama la atención pero no tiene importancia.

 

Y entendí que no podía analizar las cosas porque vuelvo al pensamiento anterior, que voy a emitir juicios de valor. Porque vuelvo al insecto del pantano y me pica porque está en su naturaleza. Y qué está bien y qué está mal...

Y entendí que lo que estaba bien era lo que a mí me hacía bien y entendí que bien era lo que a Marco le hacía bien. Y yo seguía teniendo una gran empatía con él porque era honesto.

Le conté de mis desventuras, de mis traiciones, lo que me ha pasado, el sentido del ridículo...

Y el joven, tan ingenuo, me dice sabiamente:

-Quizá la vida te hizo pasar eso para que aprendas.

-¿Cuántas veces has salido de palacio?

-¡Oh! Varias. Casi diez veces.

-¿Cuántas aventuras has tenido?

-¿A qué le llamas aventuras? ¡Ah! Sí, he galopado por la pradera.

-No, aventuras.

-Bueno, no sé a qué le llamas aventuras.

 

Y me reía por dentro porque era un joven inocente que todavía no sabía lo que quería y me daba consejos a mí, que no sabía cómo vencer esa ansiedad, una ansiedad que me carcomía y seguramente era la expectativa de saber qué podía lograr en mi vida. Porque sabía que había gente confiable pero también que cada ser es distinto al otro y sé que lo que puedes esperar del otro es lo que el otro te puede dar. Un gromodan va a andar en la arena mucho mejor que un hoyuman pero si los pones a galopar, cuando el hoyuman llegó a la meta el gromodan recién está saliendo. Cada uno en lo suyo. Y yo no voy a decir que el gromodan es peor o mejor que el hoyuman porque son animales distintos.

 

Nunca había visto un dracon del norte. Incluso me los he cuestionado como que era imaginación de la gente, bichos grandes que vuelan y que lanzan un vapor caliente que te quema el rostro.

No se trata de aceptar todo, tampoco de descreer de todo, se trata ir viviendo la vida y adaptándote. Un anciano una vez me dijo que mucho antes que nosotros naciéramos había otra raza y que hubo un invierno muy, muy frío y que no se pudieron adaptar y que esa raza murió. Completa murió la raza esa.

Es un mito, una leyenda o fue cierto, no lo sé. Pero así como una raza se adapta  cada ser tiene que adaptarse a las circunstancias. Y eso es lo que estoy aprendiendo, cada día a adaptarme porque si no me adapto no puedo subsistir y yo tengo que encontrar mi origen. Y no es que le esté usando a Marco para que me lleve al rey porque sería muy cruel verlo de esa manera. Al fin y al cabo yo lo salvé, yo no sé si esos matones luego lo golpeaban o qué, lo mataban, no lo sé, para robarle la ropa y las botas.

 

Me sonrió y me dijo: -Deja de pensar.

 

Y espoleó su cabalgadura y anduvo al galope. Espoleé la mía y lo seguí. No es que me deje llevar por el destino pero veríamos que pasaría, veríamos que pasaría. Yo sé que iba a encontrar mi origen porque al encontrar mi origen sabría quién era yo y para qué había nacido. Porque si bien no soy un anciano sabio yo sé que si sé para qué nací sé qué es lo que voy a tener que hacer pero esto no lo puedo decir delante de todos porque me van a tomar por una persona rara. Y yo sé que si sé qué hago, para qué lo hago y a dónde voy esa ansiedad se va diluir.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 12/08/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

En el rol de Gualterio no sabía cuál era su origen y viajaba por Umbro en busca de sus raíces. Con un amigo de viaje llegaron hasta una ciudad donde había un palacio. Allí encontraría quien le diera pistas, información acerca de quién era él.

 

Sesión en MP3 (2.939 KB)

 

 

Entidad: Las cosas ocurren de manera imprudente. ¿Qué significa? Significa que a veces sentimos la vida como un remanso y la vida es imprudente porque te coloca en situaciones que no esperabas. Y a veces sucede lo opuesto: recorres un camino, sientes que no puedes más y te encuentras como en un remanso, como que todo pasó, como que hay paz, calma, tranquilidad. Y eso no lo podemos manejar, eso viene.

 

Es cierto que uno tiene que ser un buscador, un buscador de situaciones, no esperar que las situaciones vengan sino buscarlas, incluso hasta provocarlas para lograr satisfacciones. Tenemos libre albedrío pero somos como presas del destino y a veces las situaciones ocurren; a veces nos damos cuenta y a veces no. Y a veces, cuando percibimos lo que está pasando, estamos con el agua al cuello y no es un río, es un pantano y no tenemos quien nos saque y ahí ya acaba la historia. Y no es fácil. Nada es sencillo, nada, nada es sencillo porque encima vienes con recuerdos a cuestas, como si fueran alforjas que pesaran tanto que te enterraran hasta en la roca más dura.

 

Me acuerdo que estaba cabalgando con Marco y él era cambiante. Marco era cambiante. Era un joven que parecía inocente. Por momentos él es como que se ponía un poco pedante, que tenía un montón de conocidos empezando por el rey. De repente se ponía tímido como que fuera ciclotímico. Hablaba de Marga, que era la que lo esperaba, con la que iba a contraer enlace y temblaba.

Yo le decía:

-Pero tú no tienes obligación.

Aparte yo lo había visto, lo había visto que estaba abrazado a un joven en la taberna.

Él me había dicho:

-No, no. Eso fue una satisfacción, no había un sentimiento, era una satisfacción.

Y yo le comentaba:

-Bueno, pero si había una satisfacción es como que te atrae más a lo mejor ese desconocido de la taberna que Marga. O sea, ¿qué tipo de matrimonio va a ser? ¿Tibio, frío?

Pero, bueno, los nobles tenían ese tipo de pactos que no eran pactos: eran como cadenas, cadenas que te apresaban y no te podías soltar.

 

Pero yo quería saber mi origen. Nunca me había desprendido -que la llevaba en la alforja, en mi hoyuman- de una pequeña mantita azul que tenía como una corona real. Claro, tú piensas "Entonces yo había sido abandonado por el rey y cuando saquearon la aldea la primera vez me dejaron allí".

En Krakoa me decían:

-La persona que te dijo eso desvariaba.

Pero, bueno, siempre estaba en búsqueda de mi origen. Era lo que me movía en ese momento. Extrañaba a mis otros compañeros pero quería ver qué pasaba.

 

Llegamos a una enorme fortificación, enorme, inmensa.

Le digo a Marco:

-¿Este es el palacio?

-No, ésta es la ciudad.

 

Pero estaba completamente amurallada, un portón gigantesco con guardias. Y Marco tendría ascendencia porque inmediatamente le cedieron el paso.

A veces se escuchaba gritos de niños. Había gente que vendía de todo: desde cortes de animales para cocinar, verduras, hortalizas, telas, calzado, espadas.

Estaba todo mezclado, todo junto, animales sueltos, carruajes. Pero era el poblado donde veía que la gente era demasiado humilde.

 

En un momento dado, en un recodo el panorama cambió y llegamos a otra zona más... ¿cómo podría decirlo?, de más nivel que a mí no me interesaba pero Marco desmontó y me dijo que hiciera lo mismo. Dejamos atados a los caballos y entramos a un lugar. Un hombre grande delgadísimo.

Marco le dice:

-Este es Gualterio.

El hombre me miró con un rostro despectivo. Sacó como una especie de cinta y me midió.

Lo interrogué a Marco con la mirada y dice:

-Tiene ropa.

-No quiero ropa.

-No vas a entrar así a palacio.

 

No sé cómo trabajaba de rápido este hombre.

Esa noche nos alojamos en una posada, pero en una posada donde había una comida extraña, no era ese guisado sino que era otra cosa más...

Quedé con hambre. Yo estaba acostumbrado a... Aparte, al comer con esos palos de madera, al medio tenía como algo que contenía y podías tomar líquido... Y los vasos eran raros, eran como más delicados.

Y al día siguiente ya tenía la ropa pero antes me llevó a un lugar donde había mujeres.

 

-Marco, no me interesa un burdel, no vine para eso.

Sonrío y me dijo:

-No es un burdel, desvístete.

-No, no quiero. No me interesa.

-No es un burdel, mira.

 

Había una gigantesca tina de madera con agua caliente. No es que yo era pudoroso pero...

-¿Me van a bañar estas mujeres?

-¿Y qué tienen?

-No, que se vayan. Yo mismo me higienizo.

 

Había una señora mayor pero una edad elevadísima. Con ella me sentí cómodo.

Me pasó con un cepillo en la espalda, en el pecho, en la cabeza, luego me tiró agua helada y me dio como una especie de bolsa peluda con la que me sequé. Y ya tenía en un banco unos calcetines, botas, la ropa.

Yo pensaba "Si hubiera un arroyo para verme el aspecto que tenía...".

Y entonces Marco cogió de un rincón una especie de cristal pero un cristal que había como un reflejo y me podía ver. Me sentía ridículo con esa ropa.

 

Marco le dio un par de monedas plateadas a la mujer y le dijo que las repartiera con las demás. Se le agrandaron lo ojos a la vieja, se ve que era mucho.

 

-¿Dónde están nuestros hoyumans?

-Los dejé al cuidado de alguien de confianza.

Y fuimos caminando para el palacio. Me sentía como raro.

 

-¿Mi espada?

-Toma.

-¿Qué es esto?

-Es una espadina.

-Como la tuya. ¿Pero con esto qué puedes hacer? Un guerrero te corta el brazo con espadina y todo.

-Bueno, pero los nobles usan espadina, no esos cacharros.

-La espada no es un cacharro.

 

Adentro era todo un lujo. Había infinidad de gente que se inclinaba ante Marco.

Una joven de cabello rubio -parecía como cabello color trigo- se acercó y lo abrazó y me miró a mí: unos ojos celestes que impactaban. Se quedó mirándome fijo y no habló, y yo no hablé.

 

Marco dijo:

-Es Gualterio. Ella es Marga.

 

Yo no sabía de cortesía pero le tomé la mano e hice una inclinación como para besarle la mano. No llegué a besarle porque la sacó y inclinó y se puso a conversar con él. Caminaron y los seguí. Cada tres, cuatro pasos ella se daba vuelta y me miraba sin disimulo. Marco se excusó y dijo que iba a buscar a un lacayo para que le avise al rey que estaba allí.

 

Ella se acercó a mí y me dijo:

-¿Dónde lo has conocido?

-Le salvé la vida. Lo iban a atacar hace muchos amaneceres atrás.

-O sea, que tú sabes usar la espadina.

-No, nunca en mi vida. Tampoco éstas son mis ropas. Tenía una ropa más... como los del mercado que está a la entrada de la ciudad.

-¿Eres un sirviente?

-No, no soy un sirviente. Soy... no sé quién soy.

 

Lo único que no había dejado olvidado era esa pequeña mantilla azul con la corona real. Le digo:

-Esto lo tenía de bebé.

Marga se puso pálida:

-¿De dónde lo has sacado?

-Lo tenía en una pequeña cuna.

Quedó muda.

 

En ese momento se acercó una figura obesa, alta, vestida con un traje rojo con borlas amarillas. Yo buscaba por todos lados a Marco.

Le dije a Marga:

-¿Quién es?

-¿Cómo quién es? Es el rey, el rey Gualón.

 

Hice una inclinación de cortesía. El hombre sonrió y me dio una palmada que casi me voltea. Era fuerte, casi más alto que yo.

-Venid.

Me cayó bien el hombre.

 

-Su majestad -le dijo Marga-, mirad por favor lo que tiene el joven.

Le mostré la pequeña mantilla. Me miró y me dijo:

-¿Y esto?

-Lo tenía de pequeñito, de donde soy, de Krakoa. Muy al sur hay un estrecho brazo...

-Sí, ya sé donde es Krakoa. ¿Y esto lo tenías tú?

-Sí, y en realidad quería saber de mi origen.

 

En ese momento apareció Marco. El rey se acercó a él y estuvieron hablando y hablando. Me señaló. Marco se acercó, me pidió la mantilla y estuvieron hablando y hablando y hablando.

 

El rey se acercó de vuelta y dijo:

-Dormiréis aquí, en el piso superior. ¿Cómo te llamas?

-Gualterio, majestad.

-La reina está algo indispuesta, mañana la conoceréis.

 

El rey se marchó y le digo a Marco:

-¿Qué dijo con respecto a la mantilla?

-Perteneció a un hijo suyo y su hermano Rafel, que le disputaba el trono, se lo llevó de pequeñito. Había tropas leales al rey y tropas leales a Rafel. Rafel se fue con sus tropas e invadieron varias regiones.

-¿Pero por qué se llevo a la criatura?

-Para debilitar la posición del rey. Rafel invadió varias aldeas en Krakoa. Nunca se supo qué pasó con la criatura.

-Entonces, ¿esa criatura soy yo? ¿Cómo se llamaba esa criatura?

-Anán. La reina estuvo perdida en su mente muchísimos amaneceres.

-¿Qué pasó con Rafel?

-El rey con sus tropas salió a combatirlo y lo derrotó. Fue colgado en la plaza. Pero nunca se encontró al niño.

-¿Y el rey qué piensa?

-Que eres un aldeano, que has encontrado esta manta. ¿Qué quieres que piense? Han pasado amaneceres, miles. ¿Qué puede pensar?

 

Era la primera vez que no dormía en un camastro. Era un lecho blando, demasiado blando para mi gusto. No pude dormir. Por lo menos el ser a quien debía odiar no era el rey, había muerto. El rey había hecho justicia por mí. Pero todavía no sabía quién era yo. En realidad sí, era un buscador. ¿Pero era Gualterio? ¿Era Anán? No importaba quien fuera.

 

Gracias por escucharme.

 

 


 

Sesión 28/10/14
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Walter.

 

Nos aferramos a lo que tenemos por temor a perder ese poco sin atrevernos a cambiar nada que podría proporcionar mucho. La vida de palacio no era para él. ¿Preferiría una vida cómoda a la aventura?

 

Sesión en MP3 (4.535 KB)

 

 

Entidad: A veces vemos a las personas y las percibimos de dos maneras distintas. Doy fe que eso me pasó.

 

Estaba con Marco y con Marga y se ve una silueta femenina que baja de la curvada escalera, una mujer cuya presencia iluminaba todo. Y a medida que se fue acercando vi sus ojos color mar, de cerca se veían color cobre, una mirada transparente, un rostro afable, sereno que inspiraba confianza pero viéndola de otra perspectiva un rostro cansado, una tez ajada, una frente con líneas que demostraban un sufrimiento que lo llevaba como tallado a piedra en su frente. En sus ojeras dentro de un rostro impecable, dentro de una faz resplandeciente se veía angustia debajo de candor, noches de soledad debajo de esa luz. Me miró y me quedé sin saber qué hacer ni qué decir. La miraba, bajaba la vista. La volvía a mirar, bajaba la vista. Me toma con sus manos mi mentón, me mira. Me observaba. Me sentía como incómodo. Lágrimas cayeron por su mejilla y con una voz suave pero firme dijo: -¡Anán!

 

Pasaron miles de amaneceres, no me recuerdo de nada. ¿Cómo podía saber la reina que yo era su hijo por una simple manta? Habló con Marga, Marga le comentó a Marco:

-¿Te incomodaría, Gualterio, sacarte la prenda que llevas puesta encima?

 

No dije nada. Primero me desprendí unos botones, debajo tenía otra ropa y me la saqué también. Sentía como pudor, vergüenza de estar exhibiéndome ante la reina. Me miraba la parte del estómago. Bajé los brazos, mi instinto fue taparme.

-Mirad, una frica, -La frica era una fruta similar a vuestra fresa, a vuestra frutilla- sobre el ombligo. Recuerdo que yo tenía antojos de comer frica y no conseguía y recuerdo que el bebé cuando nació, nació con una frica como dibujada en la piel.

 

Nunca había reparado en eso pero me miré y sí, tenía como la forma de ese fruto. Me abrazó:

-¡Anán! -Y me besó.

 

Nunca creí lo de los antojos, de que una mujer embarazada tuviera el antojo de algo y que al bebé o la beba en alguna parte del cuerpo apareciera eso -porque no tiene sentido, no es lógico, no es coherente- pero allí estaba cual tatuaje y no había mejor prueba, mejor testigo. O sea, que era un príncipe.

Pero no conocía nada de mi madre ni de mi padre que, a propósito, se había ausentado.

-Te prohíbo que me llames mi reina, mi nombre es Dea. Dime mamá.

 

Me contó que había noches que tenía ganas de morirse, que se sentía muy sola. El rey era una persona buena, magnánima pero estaba en sus asuntos políticos y es como que le daba poca importancia a madre.

Estuve toda la tarde, prácticamente era un monólogo de ella. Yo le contaba poco, de Krakoa, de mi aldea pero ya el que había sido responsable de aquella desolación había sido ejecutado, no tenía ningún deseo de venganza, ya había sido cubierto mi anhelo de saber quién era. ¿Y ahora qué? Yo tenía compañeros de los que no quería desprenderme, en el sentido de que los quería seguir viendo y se lo comenté.

Me dijo:

-Aquí serán bienvenidos. -Y se fue a descansar.

 

Y me quedé con Marco. Me sentía como raro.

Marco me decía:

-Señor.

Digo: -¡No! Hasta hace algunos amaneceres yo era nadie y tú eras el señor. Llamémonos por nuestros nombres. Pero no me acostumbro a Anán.

 

Hablamos muchísimo, con mucha confianza. Marco me contó que quería deshacer el compromiso y no sabía cómo. Él no gustaba de Marga y hasta le molestaba darle un beso en la mejilla. Además me dijo: -He visto que te mira mucho a ti.

Y en realidad yo pensaba en ella porque era de verdad una belleza, con carácter, con mucho carácter pero belleza al fin y al cabo.

 

Y pasaron los días. Recién al tercer día el rey me recibió. Me decía Anán, no me decía hijo.

-En siete días exactos se hará una recepción donde habrá cientos de invitados y te presentaremos en sociedad.

 

Algo que yo no quería pero le pregunté al rey, a mí padre, si podía traer a mis amigos.

-Si se visten adecuadamente, sí.

 

Primero tenía que ver donde los ubicaría. Recuerdo que esa tarde vino una escolta con soldados y traían prisionero a alguien que yo conocí y bajé corriendo las escaleras en compañía de Marco.

-¡Soltadlo! Desatadle las manos también.

-Alteza...

-No me deis explicaciones.

 

Me abalancé a él y lo abracé, y él se abrazó conmigo.

-Aranet, granuja. -Me abrazó que casi me quiebra las costillas.

Uno de los compañeros que cruzamos el brazo de Krakoa al continente:

- ¿Cómo te has dejado prender por estos inservibles?

Me respondió:

-No quería matar a nadie, además eran muchos. -Largó una risotada.

 

Subimos con Marco. Aranet era distinto, entró a palacio como si entrara a la posada más baja. ¡Hasta salivó en el piso! Una de las doncellas pasó un trapo. Aranet la miró como si mirara algún mamífero pequeño, algún roedor.

-¿Tenéis bebida?

 

Le hice una seña a Marco y Marco a su vez a una doncella y fue corriendo a buscar bebida. Fuimos a una habitación que era diez veces más grande que cualquier posada.

-¿Qué haces aquí?

-En realidad no me llamo Gualterio, soy el hijo de los reyes.

-Está bien. ¿Qué haces aquí?

-Aranet, me llamo Anán, es mi verdadero nombre. Soy el hijo de los reyes.

-¿Los que asolaron tu aldea y nos los has matado?

-No, no, no, no fueron ellos, ya ejecutaron a quien fue, no fueron ellos.

 

Y le conté la historia. Y le conté de la recepción y que tenía que vestir las ropas que llevaba yo.

-No, yo no. Yo me quedo donde me digáis con un plato gigante de guiso, con una enorme bebida espumante y después de la recepción nos juntamos y contamos chistes, cuentos lo que sea. No, esas botas apretadas que parecen botas de mujer, no. Conmigo no.

 

En el palacio había un perro, un perro que tenía en jaque a todo el mundo, una raza desconocida que parado en dos patas era de mi altura. Hasta Marco que lo conocía de cachorro le tenía miedo y justo apareció, se soltó de la jaula y vino hasta el palacio y a toda velocidad se acercó a nosotros.

Digo: -¡Ah!

Lo miré a Aranet, Aranet lo más calmo. El perro se abalanzó contra él y cayeron los dos al piso luchando. Marco se aferraba a mi brazo:

-¡Lo va a destrozar! ¡Le va a destruir la garganta!

 

Pero veía que Aranet no luchaba, se estaba riendo y el perro no le mordía, le estaba lamiendo la cara, estaban jugando. Y se lo dije a Marco y Marco me dice:

-No puede ser, ese perro no es amigo, creo que hasta descuartizó a su madre, una perra gigantesca, la partió en tres pedazos.

 

Se calmaron. Aranet se volvió a sentar agitado y el perro sentado a su lado. Toma la enorme jarra de bebida espumante y le da al perro, el perro lame un poco y empieza a estornudar "¡Haj! ¡Haj! ¡Haj!"

Le digo:

-Aranet, los perros beben agua.

-No es un perro, es un guilmo.

-¿Qué es un guilmo?

-Un guilmo es un sabueso del norte, negro, peludo y es un buen ejemplar. ¿De quién es?

Marco dice:

-De acá, del palacio.

-Hagamos una cosa, acepto vestirme con esa ropa vuestra y con esas botas femeninas pero no queméis mi ropa, una. Dos: dadme al guilmo.

-Está bien, no creo que los reyes se opongan. Está bien, te lo doy. ¿Cómo lo llamarás?

-Guilmo.

-¡Ah!, te has quemado la mente.

 

Al día siguiente viene el rey. Le digo:

-Padre, te presento a Aranet.

El rey mira hacia arriba, ve el tremendo corpachón de Aranet:

-¿De dónde vienes?

-Majestad, vengo del sur, soy amigo de su hijo Anán, Gualterio, como se llame, y me regaló esa mascota que está ahí. -El perro se levantó- ¡Quieto! -El perro se volvió a sentar.

El rey lo miraba.

-Eres un espécimen raro.

-Será por eso que me llevo bien con Guilmo.

Lo miré a mi padre, uno, dos, tres, cuatro segundos y largó una gigantesca risotada.

-Espero verte en la recepción. -Le palmeo el hombro y se marchó- ¡Buff!

 

Mi madre por la tarde.

-¿Eres Aranet?

-Sí señora.

-Mi reina.

-Sí, mi reina.

-No, está bien. ¿Eres amigo de mi hijo?

-Sí, mi reina.

-Eres bienvenido. El tiempo que quieras.

-Señora, ¿me quedo con Guilmo?

-Haz como quieras.

 

La reina le tendió la mano. Marco le hacía así, un gesto de que le tenía que dar un beso.

Aranet le tomó la mano, se la sacudió: -Mucho gusto -le dijo.

 

La reina hizo una mueca, una semi sonrisa y se marchó. No sé como hacía el desgraciado para caerle tan bien a todo el mundo, tenía unos modales raros.

 

-¿Cómo andas con la espada?- Me preguntó.

-Me defiendo.

-Bueno, vamos al patio de armas.

 

No podía, era imposible entrarle.

-Quedan cuatro días para la recepción, en cuatro días verás que te enseñaré bien. -Estábamos desde medio día hasta casi la noche practicando y practicando y practicando.

 

Un día antes de la recepción Aranet conoce a Marga, la miraba.

-¿Tú quien eres?

-Yo soy una dama.

-Sí, ya veo, no tienes bigotes.

-¡Ah!, es la dama Marga.

-Ya me lo dijo ella. -Ella ni le ofreció la mano.

-¿Por qué no le enseñas a tu amigo modales?- Y se marchó. Y la miré.

 

Me toma del brazo y me da vuelta como si fuera un títere y me dice:

-Le gustas y sé que a ti también te gusta. No te preocupes, es muy delgada para mí. A mí me gustan más rellenas. -No tuve más que reírme.

 

El día de la recepción había infinidad de invitados, todos vestidos pero como decís vosotros de punta en blanco. El más incómodo era Aranet con esos músculos y un traje tan estrecho, un moño que inmediatamente se lo arrancó y lo tiró.

-¿Cómo te van las botas? -Le dije.

-Me están destruyendo los pies. Mira que me han torturado pero esto es más que una tortura -me decía.

 

Apareció Marga con una amiga llamada Ergle, morena un poco más alta, un poco más fornida y se puso a conversar con Aranet como si se conocieran de cien amaneceres atrás.

Marga me dijo:

-La traje a propósito, Ergle es muy divertida.

Me llevó aparte y me dijo:

-Rompí con Marco. En realidad no sé qué rompí porque nunca fuimos nada.

-¿Y por qué me lo cuentas? -le digo.

-Por si querías saberlo.

 

Se molestó que yo le preguntara de una manera tan descarada. Dio la vuelta para marcharse y la tomé del brazo y la jalé para mí.

-¿Hay una oportunidad?

-Creo que no es manera de pedir una relación a una dama. Hay una oportunidad.

-Soy nuevo en esto.

-Anán -me dijo-, si yo salgo con alguien salgo en serio, no me gusta ser segunda de nadie, no me gusta que me mientan, no me gusta que me digan una cosa por otra.

-¿Así va a ser la relación? ¿Tengo que firmar algún contrato con todo lo que tengo que hacer y lo que no? -¡Milagro! ¡Se rio!-. Bueno, ahora te digo las condiciones que me gustan a mí. Me gusta que ante los demás sea una dama, me gusta que conmigo no sea una dama, me gusta que ante los demás actúe con serenidad y rectitud, me gusta que conmigo obvie todo eso. ¿Has visto cómo lucha el guilmo con Aranet?

-Sí, lo he visto varias veces y todos se sorprenden.

-Bueno, quiero ser así contigo en la intimidad. -Sus mejillas se pusieron de color rojo-. ¿Entonces formalizamos?

-No -me dice-, tengo que hablar con el rey y la reina. No es así.

-Las costumbres de palacio, las benditas costumbres de palacio.

 

De la misma manera que Aranet se sentía incómodo con esa ropa yo me sentí incómodo sentándome al costado izquierdo de la reina. Me pusieron una pequeña corona y todos se inclinaban ante mí.

No sé cómo sería mi vida pero a mí no me gustaba estar tanto tiempo en palacio, yo no veía la hora de que llegara la tarde para espadear con Aranet, que él me enseñe pero él no se iba a quedar eternamente salvo que Ergle le encadenara a su corazón, no sé.

Pero ¿quién maneja los hilos? Cuando ves esos títeres de la zona ecuatorial en el teatro de la plaza, ves que atrás hay un titiritero que mueve los hilos. Nuestros hilos, ¿quién los mueve? ¿Aquel que está más allá de las estrellas? ¿Cómo puedes hacer un giro, cómo tu vida hace un giro así? Mi forma de ser, mi forma de hablar, mi forma de actuar. Sí está bien, te llena el sentido de Marga.

 

Lo de Marga era otro tema porque había que oficializar, había que hacer otra ceremonia de compromiso. Los primeros 30 amaneceres acompañado con un cortesano... Pero yo le diría a Aranet que le rebane el cuello al cortesano. Por favor, no, ¡es un chiste!

 

Y Marco haciendo su vida distinta, era su elección, pero era un buen amigo, era una persona que yo apreciaba mucho.

Bueno, mi tarea sería encontrar al resto de mis amigos. ¿Dónde? ¿Cómo? Tampoco me gustaba que los soldados los trajeran como si fueran prisioneros. Iría yo con una escolta a los poblados cercanos.

 

Aranet, con todo esto, ya estaba con sus ropas normales, obviamente tenía permiso de la corte para ello. Por lo menos le habían lavado la ropa, no tenía ese olor a chiquero con el que vino.

En una tina yo me bañaba todos los días. A veces pasaban amaneceres y amaneceres hasta que encontraba un arroyo y aquí tenía agua tibia y hasta con un perfume que me sentía como incómodo porque no era mi olor pero bueno, ya estaba como acostumbrado.

Y llegó la noche del beso con Marga, intenté con mis manos recorrer su cuerpo por encima de sus prendas y no quiso. Yo pensaba "Cuando tenga algo con ella voy a tener la edad de mi padre, a este paso". Y se lo dije:

-No me gustan estas costumbres. Siete amaneceres para un beso, treinta amaneceres para acariciarte, sesenta amaneceres para ver si... algo. Va a llegar el próximo invierno y todavía nada.

 

Pensaréis "De todo lo que has relatado, ¿qué engrama puedes tener si fue todo satisfactorio?". No, no es tan así, los cambios de hábitat, los cambios de costumbres, el conocer otra gente que resulta ser tu familia pero que hasta hace amaneceres atrás ni siquiera existían para ti. Sí, sí que te condicionan, te condicionan enormemente. No puedo decir que no me gusta, me gusta esta nueva vida, me gusta poder comer comidas sabrosas. En palacio no se tiraba nada, lo que sobraba quedaba para los sirvientes. También se cocinaba para los soldados y también se repartía comida para el poblado. Nadie pasaba hambre pero claro, el poblado no comía los manjares que comía yo. Me reía viendo los modos de Aranet agarrando una gigantesca presa y mordiéndola como... Con Guilmo al lado, no sabía quién de los dos era Guilmo y quién era Aranet, bueno por la ropa. Hasta se gruñían entre ellos. ¡Dios! Un día me preguntó Aranet:

-¿Qué es Dios?

-En Krakoa, los viejos ancianos le llamaban Dios a aquel que está más allá de las estrellas.

-¿Y cómo es?, según los ancianos.

-Nadie sabe, pero está allí y nos ve.

 

Pero sí, los cambios te condicionan. No te condiciona una batalla solamente, un abandono, una traición, un cambio también te condiciona. Un cambio de habitad, un cambio en una relación, un cambio de amistades todo te condiciona. Y a veces es como que te acostumbras a una tarea, a una manera de ser, a un hogar aunque ese hogar tenga problemas, pero es lo tienes y aunque no esté bien, ¡Ah!, es como que te aferras y no lo quieres cambiar porque si cambias te condiciona. Porque a veces no tienes el coraje para dar otro paso.

No a todos les pasa eso, hay personas que son aventureras y que no quedan ni siquiera un amanecer en un lugar pero a mí sí, en distintas encarnaciones los cambios me han condicionado. Entonces es como que me aferro a lo mucho o poco que tengo y si doy un paso lo doy con mucho cuidado para no caerme. (En este momento de la grabación, ruido de tormenta y truenos). Aquel que está más allá de las estrellas responde a mis palabras.

 

Gracias por escucharme.

 

 

Anterior sesión cronológicamente relacionada